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Introducción:

El entusiasmo por el progreso y los nuevos avances científicos, como


herramientas para resolver los problemas de la humanidad postergaron hasta
la segunda mitad del siglo XX la gran preocupación por el entorno natural y
artificial en el que se desarrolla la vida del hombre. (1)

Ante el grave deterioro del medio ambiente, en la Conferencia de las Naciones


Unidas sobre el Medioambiente y Desarrollo ( Río – 1992) , bajo la noción de
desarrollo sustentable ha devenido una preocupación mayor, no solamente de
los países ricos sino también de los países pobres.

En la actualidad, después de un largo tiempo de reflexión entre naturalistas y


ecologistas se ha llegado a saber que el hombre como especie viva es parte
de un sistema complejo de relaciones y de interrelaciones con el medio natural.

Toda acción humana tiene efectos directos o indirectos insospechados, por lo


tanto el medio ambiente es un conjunto de factores que influyen sobre el medio
en el que el vive el hombre.(2)

Es así como el desarrollo tecnológico ha dado lugar a un nuevo derecho de


daños, ante la necesidad de amparar a la persona frente al maquinismo, siendo
las inmisiones industriales y empresarias en general una de las principales
fuentes de contaminación del medio ambiente, que derivan en problemas en la
salud de la población.

Es por esa razón que los reclamos individuales y colectivos como


consecuencia de las cuestiones ambientales se han multiplicado y fueron
incorporados al art. 14 y concordantes del nuevo Código Civil y Comercial.

Como consecuencia de ello las derivaciones económicas de esos reclamos han


pasado a ser una preocupación para las empresas.

II.- El costo ambiental:

Si bien la relación entre el Derecho y la Economía son de larga data , porque


toda actividad humana implica alguna interacción con otras personas que
pueden generar consecuencias en sus derechos personales y patrimoniales, no
se puede negar que las nuevas tecnologías han incrementado los riesgos de la
comunidad en su conjunto.

Podemos, por ello afirmar que en la problemática del medio ambiente guarda
íntima relación la Economía y el Derecho.

Es por ello una realidad hoy preguntarse quién asume los costos derivados del
daño ambiental.
En forma concordante con la Declaración de Río de 1992 se debe asegurar la
internalización del costo ambiental y el uso de instrumentos económicos,
teniendo en cuenta el criterio de que el que contamina debe, en principio,
cargar con los costos de la contaminación, con miras al interés público y sin
distorsionar el comercio ni las inversiones internacionales (principio 16). (3)

En igual sentido se ha pronunciado la Unión Europea al aprobar el Libro Blanco


sobre la Responsabilidad Ambiental.

Es evidente que los reclamos económicos fundados en el sistema de


responsabilidad civil han ejercido su presión, y las empresas sienten la
necesidad de incorporar a su realidad económica el costo que importan los
principios de prevención y precaución en materia ambiental.

Es suficiente citar algunas normas como el art. 2618 del Código Civil derogado
(Actual art 1973 del Código Civil y Comercial), aplicable ahora a la vecindad
moderna industrial, molestias que no deben exceder la normal tolerancia,
teniendo en cuenta las condiciones de lugar y aunque mediare autorización
administrativa, para el ejercicio de la actividad.

Para el caso es de aplicación el sistema de responsabilidad objetiva, regulado


por el art. 1113, del Código Civil derogado, y en el mismo sentido en el art.
1757 y concordantes del nuevo Código Civil y Comercial, normas a las que se
remiten las leyes específicas en materia ambiental.

Es por ello que coincidiendo con Cabanillas Sánchez, se puede afirmar que la
responsabilidad objetiva fomenta que los empresarios pongan los medios
idóneos para evitar o al menos reducir, las inmisiones nocivas, especialmente
cuando el costo de hacerlo es inferior al costo de indemnización. (4)

Esta nueva realidad, que, se ve amparada además por las normas


incorporadas a nuestra Constitución Nacional, en especial los arts. 41 y 43 (año
1994), y los conceptos de intereses difusos o colectivos, que se evalúan al
momento de determinar el daño, además de los intereses individuales, han
derivado en la necesidad de que el comprador de una empresa realice una
auditoría ambiental para detectar y prevenir contingencias ambientales.

Con este método además de detectar pasivos ambiéntales, se podrán evaluar


futuros costos, y contar así con los elementos necesarios para la negociación
del contrato.

El comprador estará de esta manera en condiciones de tomar en cuenta los


posibles costos y riesgos de la empresa y/o propiedad que adquiere. (5)

Para concluir, podemos afirmar que no cabe duda que el valor en términos
económicos será diferente entre una empresa que puede producir
contaminación, en comparación a una “empresa limpia”, que se dedique a la
misma explotación económica.

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