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INSTITUTO DE GEOGRAFÍA
por
Profesor guía:
Enero, 2020
Santiago de Chile
© 2020, Carolina Isabel Aliaga Reyes
ã 2020 Carolina Isabel Aliaga Reyes
Se autoriza la reproducción total o parcial, con fines académicos,
por cualquier medio o procedimiento, incluyendo la cita
bibliográfica que acredita al trabajo y a su autora.
Tabla de contenidos
Objetivos .................................................................................................................... 10
Objetivo general ..................................................................................................................... 10
Objetivos específicos .............................................................................................................. 10
1
A. Encuentro invisibilizado: indígenas y colonos ................................................................. 105
B. Encuentro con la modernidad: colonización y neo-colonización ........................................ 108
II. Espacios horizontales ..................................................................................... 113
Capítulo VI: Conclusiones .................................................................................. 117
Capítulo VII: Anexos ......................................................................................... 119
Anexo 1: Lecturas textos literarios ............................................................................ 119
Capítulo VIII: Bibliografía ................................................................................. 120
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Índice de figuras
Figura 1. Fotografía en Plaza del Pionero: Familia Chilota. ...........................................69
Figura 2. Fotografía en Plaza del Pionero: Ovejas. .........................................................69
Figura 3. Mapa sobre ubicación pueblo originario Tehuelche. .....................................107
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Resumen
El objetivo de la presente investigación consiste en comprender las significaciones
territoriales en Patagonia-Aysén a partir de la narrativa y poesía del siglo XX y XXI, que
fueron producidas por autores que residieron o residen actualmente en la región. Para esto
se utiliza un método arqueológico, que permite la reconstrucción del saber a través del
análisis de los discursos. Por tanto, para llevar a cabo el objetivo, en primer lugar se realiza
una lectura de aquellos textos narrativos y poéticos que sean del período y espacio en
estudio. Para luego analizar el porqué de estos sentidos. Se reconocieron tres grupos de
significaciones territoriales: Otras fronteras, Memorias y Territorios de particularidades.
Estas responden a diferentes procesos espacio-temporales que se proyectan desde las
diferentes memorias. Se concluye que Patagonia-Aysén es un espacio múltiple que da
lugar y tiempo a múltiples encuentros, y a la vez, surge a partir de una serie de encuentros.
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Capítulo I: Introducción
Por otra parte, en la década de 1970 ocurrió un giro cultural, que significó repensar la
geografía (Claval, 2011). Este giro se destaca por, teóricamente, promover el pluralismo
en la geografía humana, considerando conceptos desde otras disciplinas y enfocándose en
múltiples dimensiones de diferencia, incluyendo género, raza y sexualidad. Además, los
métodos cualitativos e interpretativos adquieren más relevancia (Barnett, 2009). De esta
manera, a partir del giro cultural en geografía y el giro espacial en la teoría narrativa se ha
propiciado la emergencia de una geografía literaria (Alexander, 2015 en Jones, 2018). A
partir de estos giros es que la poesía y narrativa pueden ser comprendidas como una fuente
de información. Pues, reflejan tendencias de la territorialidad, así como cambios
importantes en la historia de las sociedades, en el plano de la realidad y en el de su
representación (Lévy, 2006).
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Además, la literatura posee el rol de “proyectar un mundo” (Tally, 2013, p.56, traducción
propia), y también puede considerarse como un medio para entender el mundo; toma
información de la vida y la organiza de acuerdo a un propósito. Incluso, es posible ver la
literatura como una cartografía, debido a que describe lugares y sitúa a los lectores en un
tipo de espacio imaginario (Tally, 2013), a través de puntos de referencia entregados por
el escritor, de manera tal que los lectores “se pueden orientar y entender el mundo en que
viven” (Tally, 2013, p. 16, traducción propia). También se puede entender como una
cartografía, en la que el escritor mapea su propia experiencia en cuanto a espacios
encontrados o imaginados (Tally, 2013). Cabe destacar que éste encuentro, o
entendimiento, se verá condicionado por la memoria, ya sea del autor cómo la del lector,
pues un libro trama “lugares que <<hablan>> al poeta y al lector” (Lévy, 2006, p. 472).
Por tanto, según planteamientos de Lefebvre (1974), es posible considerar que la literatura
es un espacio de representación; toma y modifica elementos del mundo real para plantear
otro mundo, pero a la vez está condicionado por las representaciones del espacio. Es decir,
la lectura se verá definida por las trayectorias propias del escritor y lector. Las cuales
anteriormente estaban desconectadas (Massey, 2005).
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territorio” (Said, 2002, p. 87). Así, el espacio – propio o de otro – adquiere “un sentido
emocional e incluso racional por una especie de proceso poético a través del cual las
extensiones lejanas, vagas y anónimas se llenan de significaciones para nosotros, aquí”
(Said, 2002, p 87). Con el fin de comprender las significaciones que posee un espacio, sin
considerar el imaginario geográfico que se tiene de este otro espacio, es que la narrativa
y poesía son una fuente para identificar las significaciones territoriales de quienes habitan
el territorio en estudio. En especial de aquellos cuyas representaciones – imaginarios
geográficos – se han formado principalmente desde afuera, como lo es el caso de Aysén
(Hammerschmidt, 2016).
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La distinción de centro/periferia ha llevado a entender éste territorio como una frontera, y
específicamente una de tipo interna (Soler, 2017), es decir, una frontera que se encuentra
“entre medio” - entre Puerto Montt y Punta Arenas-, principalmente durante la primera
mitad del siglo XX (Núñez, Aliste & Bello, 2014 en Amigo, 2017). Así “Aysén ha sido
construido al alero de un imaginario geográfico de tipo nacional que ha interpretado
recurrentemente al área como fronteriza, marginal y sub-desarrollada” (Núñez, Aliste,
Bello & Osorio, 2017, p. 10).
Sin embargo, entre finales del siglo XX y lo que va del siglo XXI, el imaginario geográfico
de Aysén se ha transformado. Fue una zona “fronteriza, marginal y sub-desarrollada”
(Núñez, Aliste, Bello & Osorio, 2017, p. 10) con condiciones adversas para vivir debido
a la cordillera, humedad y bosques imposibles de penetrar (Núñez, Aliste & Arenas,
2017). Pero recientemente ha adquirido el título de “Aysén, reserva de vida” (Núñez,
Aliste, Bello, 2016). Este cambio comenzó una vez que la dictadura militar terminó en
1989, momento en que la zona sufrió una fuerte liberalización económica, lo que permitió
la instalación de un mercado activo enfocado en productos turísticos y conservación de la
naturaleza (Núñez, Aliste & Bello, 2014). Esto se debe a un discurso modernizador
sustentable, pero que no es neutro, la naturaleza se privatiza (Núñez, Aliste, Bello, 2016).
Detrás de éste discurso existe una “lógica de una capitalización de la naturaleza” (Núñez,
Aliste & Bello, 2014, p. 5), en el que la valorización de la naturaleza es el “resultado de
una producción social que se va consolidando como discurso del desarrollo y utopía
capitalista” (Núñez, Aliste, Bello, 2016, p. 1). Incluso, con este cambio surge un nuevo
propietario, el neo-colono, quien compra terrenos a antiguos colonos mediante sociedades
o empresas, cuyo objetivo sería conservar. Debido a este nuevo agente urbano, junto a
políticas de conservación ambiental y procesos especulativos, se ha generado un
desplazamiento de la población. Por tanto, es posible hablar de una nueva forma de
colonialismo que se logra por un discurso modernizador sustentable que busca conversar
y proteger la naturaleza (Núñez, Aliste, Bello, 2016).
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Dado que Aysén ha sido representado de acuerdo a valores hegemónicos y por tanto
procesos también se han decidido desde el centro, es que comprender las significaciones
territoriales reflejadas en la poesía y narrativa de quienes habitan o han habitado este
territorio adquiere relevancia. Por una parte, la poesía de Aysén es definida por Mansilla
(2016) como una poesía territorializada, debido a que el territorio mismo es
‘infraestructura’ para construir mundos poéticos, reflejando subjetividades de acuerdo a
su propio lugar y tiempo. Por tanto, la poesía tiene una función de documento, que otorga
el dominio metafísico y simbólico de los territorios, y a la vez es una invención literaria
en un sentido estricto, por lo que metaforiza la condición humana y configura la realidad
(Mansilla, 2016). Por otra parte, de acuerdo a Mellado (2015) cada texto narrativo - novela
- contribuye en la construcción de una imagen de Patagonia, es decir,
de una composición no natural ni dada que forma parte de una trama de discursos
donde se ponen en juegos imágenes del espacio que se reiteran y permanecen, pero
que, en cada contexto, se resignifican y muestran diferentes tensiones entre lo
dicho y lo no dicho, evidenciando siempre un recorte y una perspectiva irreductible
a cualquier psicologismo (Mellado, 2015, p. 17-18).
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Preguntas de investigación e Hipótesis
Preguntas de investigación:
- ¿Cuáles son las principales significaciones territoriales en Patagonia-Aysén
presentes en la narrativa y poesía del siglo XX y XXI?
- ¿Cómo son las significaciones territoriales identificadas en la narrativa y poesía
de Aysén del siglo XX y XXI?
- ¿Cómo se explican las significaciones territoriales identificadas en la narrativa y
poesía de Aysén del siglo XX y XXI?
Hipótesis
En la narrativa y poesía de Aysén de los siglos XX y XXI, se identifican significaciones
territoriales que responden a una trayectoria espacio-temporal en particular.
Objetivos
Objetivo general
Comprender las significaciones territoriales en Patagonia-Aysén a partir de la narrativa y
poesía del siglo XX y XXI.
Objetivos específicos
- Identificar las principales significaciones territoriales de Aysén del siglo XX y
XXI a partir de la narrativa y poesía de la región
- Analizar las significaciones territoriales identificadas en el objetivo anterior
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Capítulo II: Escritura y lectura del espacio
Patagonia-Aysén
Geografía literaria
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de evidenciar la relevancia del espacio en todas las experiencias vividas, y por lo tanto
también son importantes todos los retratos de éstas. Por tanto, Jones (2018) plantea que
toda literatura es “espacial”, la relación entre geografía y literatura no se limita a cierto
tipo de textos, como se solía considerar; textos de viajes, migración, u otros.
En cuanto a la ficción, Lévy (2006) argumenta sobre la distancia que existe entre la vida
novelesca y la vida real, y cómo esta separación no debilita la importancia de la novela,
pues ésta posee una función social: “el universo ficticio tiene valor de aspiración tanto
para el escritor como para el lector: De este modo, la literatura de imaginación no describe
el mundo tal y como es sino tal y como debería o podría ser” (p. 468). En cuanto a ésta
supuesta diferencia entre vida novelesca y vida real, Jones (2018) considera que el espacio
literario no está separado del espacio real, sino que estaría inherentemente dentro de éste.
Además, es importante reconocer que el significado de cada texto, tanto literario como
académico, es creado en una contexto social en particular, por lo que es inherentemente
espacial (Hones, 2008 en Jones, 2018). Además, Jones (2018) destaca que se debe tener
en consideración que los textos y espacios poseen una dimensión performativa, por ende
éstos se comunican, modifican y co-crean:
Otro argumento relevante para la geografía literaria consiste en el potencial que posee un
libro para establecer una “marca simbólica” de un lugar, de tal manera que “trama lugares
de memoria, lugares que <<hablan>> al poeta y al lector” (Lévy, 2006, p. 472). Livon-
Grossman (2003) considera que la representación de un paisaje siempre implica un
recorte, es decir, una selección de elementos y la omisión de otros. Por lo tanto, es posible
establecer que existe una serie de elementos relacionados a la memoria, entendiendo ésta
como un olvido parcial que está orientado en una dirección (Todorov, 2013). Sin embargo,
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existen dos perspectivas, por un lado está la memoria que habla al escritor – ¿en que
dirección está la memoria evocada? – y por otra parte está la memoria del lector – ¿a dónde
va su memoria cuando lee? –. Sobre este último se debe notar que el lector no es un
receptor pasivo de la espacialidad que transmite el texto, sino que determina activamente
los significados pasajeros y cambiantes que aquí se pueden encontrar (Tally, 2013).
Siguiendo esta idea, Newby (1981, en Lévy, 2006) señala que la literatura posee un rol
significativo en la “invención” de nuevos destinos turísticos, ya que es capaz de formar
gustos en los lectores. Pero se debe tener en consideración que esta invención se crea a
partir de una selección de elementos. Peraldo (2016) menciona que el proceso de escribir
el espacio nunca es puramente estético, sino siempre ideológico o político. Sobre el autor
literario “actúan fuerzas políticas, institucionales e ideológicas” (Said, 2002, p. 35), es
decir, las obras literarias - y textos en general - se crean en un contexto en particular. Así,
cuando se escribe sobre “otro” – un espacio fuera del “nuestro”; de ellos – hay un manejo
arbitrario de valores que establecen “suposiciones, asociaciones y ficciones” (Said, 2002,
p. 87). Por otra parte, pero en la misma línea, Mansilla (2016, en Hammerschmidt, 2016)
propone que los territorios son geografías imaginarias, debido a que el material real de
éstas se transforma en un símbolo y metáfora con la que el autor “se hace a sí mismo en
el curso de su proferimiento, y gracias a este” (p. 176).
Es posible definir que el rol de la literatura es “proyectar un mundo” (Tally, 2013, p. 56,
traducción propia), pues se puede considerar como un medio para entender el mundo;
toma información de la vida y la organiza de acuerdo a un propósito. Por lo tanto, a través
de ésta es posible descifrar espacios que han sido producidos por las relaciones sociales
humanas en determinado contexto histórico – continuando con la idea de producción del
espacio de Lefebvre, e ideas de Jameson y Harvey – (Tally, 2013). Incluso, desde la
geografía literaria, la literatura es una fuente primaria de información, mientras que la
geografía, además de contribuir con teorías, también lo hace a través de lugares, espacios
y fenómenos del mundo físico (Hones, 2008). En consecuencia, la geografía literaria
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implica una forma de leer en que la atención se centra en el espacio y espacialidad en los
textos en estudio, pero también significa prestar atención al espacio cambiante o
formaciones geográficas que afectan la producción literaria y cultural (Tally, 2013).
Perspectivas literarias
Yi Fu Tuan (1978, en Lévy, 2006) plantea que la literatura, de igual manera que la
geografía, comprende un campo lo suficientemente extenso como para entender las artes
y las ciencias al mismo tiempo. Además, la literatura posee una capacidad extraordinaria
para transformar y transfigurar al hombre y el mundo (González y Chicangana-Bayona,
2013). Para comprender estos efectos, en primer lugar es necesario entender la literatura
como narrativa de ficción:
La ficción es diégesis (relato), igual que la historia, pero por sobre todo es poiesis
(creación) y desde la Poética de Aristóteles, que la diferencia de la retórica, es el
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arte de la imaginación que instala lo verosímil (arte de la apariencia), lo que parece
ser y no es, lo posible según la verosimilitud o la necesidad, donde el mundo
inmanente se hace real (González y Chicangana-Bayona, 2013, p. 54).
De acuerdo a Di Michele (2017) las memorias que mutan con el tiempo se componen de
un idioma en particular, por lo que al traducir este lenguaje se puede sentir como algo
externo, pues al recordar una anécdota aquello que se repite en uno es la experiencia, y no
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la historia de ésta. El concepto de langscape se refiere a una especie de mapa de lenguaje
de la imaginación compuesto por el léxico de una nación, un vocabulario apropiado que
incluye topónimos, nombres de familia y figuras históricas. Es decir, “langscape es un
plano virtual que representa una región y cultura” (Di Michele, 2017, p. 126, traducción
propia). De esta manera, “el paisaje de una región está inscrito en la literatura y la literatura
está inscrita en el lenguaje; paisaje y lenguaje son coetáneos, coextensivos” (Di Michele,
2017, p. 125, traducción propia). Y el lenguaje, e idioma, influirá en cómo se elaboran las
memorias. Así, las memorias del autor y del lector pueden evocar paisajes diferentes.
Se puede comprender un texto literario, u otro, como algo que solamente emerge debido
a la interacción de agentes que son mutuamente co-productores y relacionalmente
intervenidos; escritores, lectores, textos, redes, y contextos (Hones, 2008). En cuanto a la
función del autor, Mansilla (2015) cree que se puede entender como “un campo de
transubjetividades que no terminan nunca de fluir y que podríamos imaginar, en principio
al menos, como una trayectoria sin trayecto predefinido” (p. 44). Esto considerando la
importancia de saber quien escribe, debido a su actitud y práctica de (re)conocimiento del
otro, lo cual es de suma relevancia cuando éste (re)conocimiento se da donde existen
“estructuras de dominación tensionadas por voces que se convocan a hablar en la voz de
quien circunstancialmente oficia de escritor-autor-voz textual” (Mansilla, 2015, p. 44), en
otras palabras, el autor se puede entender como la expresión de las voces subordinadas de
una “comunidad histórica concreta” (Mansilla, 2015, p. 39).
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Respecto al lector, Hones (2008) plantea que su relevancia radica en que al leer se
desencadena un evento de texto; una relación de escritura-lectura como un evento siempre
emergente bajo un contexto. Un evento, de acuerdo a Ryan (2012) es entendido como
“cambios de estado que afectan existencias individualizadas, las cuales en sí son cuerpos
que ocupan espacio y a la vez están situados en el espacio” (párrafo 1, traducción propia).
Por tanto, el lector no es un ente pasivo al momento de crear significados. González y
Chicangana-Bayona (2013) destacan que “la lectura es la actividad que vuelve inteligible
el proceso, y es en esa recuperación final donde cobra sentido este devenir replicado
porque se vincula la trama con la figura productora de sentidos;” (p. 55-56).
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estos conceptos de la teoría narrativa pueden ser de gran aporte para la geografía literaria.
El potencial de la geografía literaria está en superponer la teoría y metodología de ambas
disciplinas, y desde esa posición desarrollar argumentos que disminuyan las diferencias
de éstas (Hones, 2011).
Ryan (2010, en Hones, 2011) explica los componentes del espacio narrativo, de acuerdo
al Living Handbook of Narrative Theory; el espacio narrativo está dividido en cinco
niveles jerárquicos. El primer nivel sería marcos espaciales, que se define como las
locaciones específicas que crean las diferentes escenas de la acción narrativa, las cuales
pasan a una posición – segundo nivel – que es definida como el ambiente socio-histórico-
geográfico general, dentro del cual la acción ocurre. Un tercer nivel es el espacio de la
historia, el cual es importante para la trama considerando que es mapeado por las acciones
y pensamientos de los personajes. Un cuarto nivel sería el mundo de la historia – mundo
narrativo – que corresponde al espacio de la historia completada por la imaginación del
lector, el cual está bajo un contexto cultural de conocimiento y experiencias del mundo
real. Finalmente, el universo narrativo se define no solo como “el mundo, presentado
como un texto” sino también por todos los mundos contrafactuales construidos por los
personajes a través de sus creencias, deseos, miedos, especulaciones, pensamientos
hipotéticos, sueños y fantasías. Esta identificación de “niveles” y “láminas” se basa en
“nuestro sentido intuitivo del espacio como contenedor universal de cosas” (Ryan, 2010,
en Hones, 2011, p. 687, traducción propia), este análisis podría sostener los aspectos
espaciales de la producción y manipulación de varios tipos de narradores, así como la
intersección de varios lectores imaginados y proyectados (Hones, 2011).
Desde la teoría narrativa también cabe destacar que la producción del espacio de la novela
se puede explicar por la distinción entra audiencia narrativa - el lector implícito que habita
como observar dentro del mundo de la historia - y audiencia autorial - “lector imaginado
a quien un autor dirige su texto” (Rabinowitz, 2010, p. 422) -, además por “el uso de
múltiples focalizaciones y múltiples voces narrativas, y el uso estratégico de un mosaico
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de discursos directos, indirectos e indirectos libres” (Hones, 2011, p. 690, traducción
propia). “Es decir, el espacio narrativo, de cierta manera, es siempre una co-producción
que involucra un conjunto de voces y puntos de vista, así como un conjunto de lectores
cuyas posiciones son proyectadas y reales” (Hones, 211, p. 692, traducción propia). Por
lo tanto, es posible considerar que la literatura “es más que lenguaje, es el espacio de
reconocimiento de todas las mutaciones sociales, concatenación singular, de objetos
particulares, de atributos, que cifran al mundo” (González y Chicangana-Bayona, 2013,
p. 56). Desde un punto de vista humanístico la literatura se considera una fuente de
conocimiento ambiental, el paisaje se entiende a través de sus características físicas y,
principalmente, “en términos de comportamiento, sensaciones, ideas, sentimientos,
esperanzas y fe” (Lando, 1996, p. 10 en Hones, 2008, p. 1305, traducción propia).
Perspectivas espaciales
Un texto, ya sea de ficción, académico u otro, se puede entender como algo que sólo
emerge por la interacción de múltiples agentes. Y este algo que emerge siempre será nuevo
– sin precedentes – y circunstancial – contingente – debido a que el contexto de “aquí y
ahora” posee una alta complejidad producto de su multiplicad interna y extensiones
espaciales e históricas (Hones, 2008). El espacio como la dimensión donde trayectorias
narrativas e históricas sin cruzarse previamente, ahora se encuentran e interactúan
(Massey, 2005 en Hones, 2008) es también aquella dimensión donde tiene lugar la
escritura y lectura (Hones, 2008). En relación a estos planteamientos, Massey (2005)
busca que el espacio se comprenda como una producción abierta en marcha, de manera
que el espacio mismo sería un evento, y su rol sería “proveer la condición para la
existencia de aquellas relaciones que generan tiempo” (Massey, 2005, p. 56, traducción
propia).
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Para profundizar en lo expuesto, en primer lugar es necesario comprender el espacio como
una producción – social –. Lefebvre (1974) plantea que “el espacio (social) es un producto
(social)” (p. 86). Esto deriva en que el espacio sea utilizado como un instrumento, tanto
del pensamiento como de la acción, es decir, al mismo tiempo que es un medio de
producción también es un medio de control, y por lo tanto, es un medio para la dominación
y el poder, pero que “escapa parcialmente, en tanto que tal, a los que sirve de él” (p. 86).
Este planteamiento inicial de espacio como producto social tiene ciertas implicancias. La
primera de ella, de acuerdo a Lefebvre (1974) es que “el espacio-naturaleza desaparece
irreversiblemente” (p. 90). Con esto la naturaleza se vuelve un mito, incluso una utopía
negativa debido a que se considera sólo como materia prima, sobre la cual las sociedades
ejercen fuerzas productivas con el fin de definir su espacio. La segunda implicancia es que
“cada sociedad (en consecuencia, cada modo de producción con las diversidades que
engloba, las sociedades particulares donde se reconoce el concepto general) produce un
espacio, su espacio” (Lefebvre, 1974, p. 90). Por ejemplo, la ciudad antigua contaba con
una práctica espacial propia, ideó su propio espacio; espacio apropiado. Esto involucra
comprender el espacio como tal, “en su génesis y en su forma, con su tiempo y sus tiempos
específicos (los ritmos de la vida cotidiana), con sus centros y su policentrismo (el ágora,
el templo, el estadio, etc)” (p. 91).
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reproducción biológica (familia); (2) reproducción de la fuerza de trabajo; (3)
reproducción de las relaciones sociales. Ya sea considerando 2 o 3 niveles, el espacio
social cuenta con particulares representaciones de la interferencia entre estas relaciones
sociales. De esta forma se da paso a una tríada conceptual, definida por Lefebvre (1974):
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Siguiendo la idea de que el espacio es un producto – social – Massey (2005) plantea el
espacio como una dimensión de una multiplicidad simultánea dinámica. Este argumento
se puede comprender por tres proposiciones. La primera consiste en “reconocer el espacio
como el producto de interrelaciones; constituido mediante interacciones, desde la
inmensidad de lo global a lo íntimamente pequeño” (Massey, 2005, p. 9, traducción
propia). Cabe destacar que entender el espacio de ésta forma de cierta manera coincide
con la emergencia de una política, en los recientes años, que intenta comprometerse con
un anti-esencialismo. Es decir, “las relaciones se comprenden como prácticas integradas”,
las entidades/identidades no se consideran como si estuvieran ya constituidas. Existe un
“entendimiento relacional del mundo” (Massey, 2005, p. 10, traducción propia). Por lo
tanto, el espacio y las entidades/identidades con la espacialidad producto de sus relaciones,
son co-constitutivas, el espacio no existe antes de éstas (Massey, 2005).
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El tercer planteamiento es que el espacio siempre está en construcción; está siempre en el
proceso de hacerse, nunca termina. Por lo tanto, es posible imaginar el espacio “como una
simultaneidad de historias-hasta-el-momento” (Massey, 2005, p. 9, traducción propia).
Esta proposición, de cierta manera, se enfrenta a las narrativas de la modernidad
dominantes – “los marcos de Progreso, de Desarrollo, de Modernización, la sucesión de
modos de producción elaborados dentro del Marxismo” (Massey, 2005, p. 11, traducción
propia) – ya que todas estas proponen escenarios futuros conocidos. Contrariamente a
estas ideas, Laclau (1990 en Massey, 2005) propone que sólo es posible aceptar una
noción de política, si se considera el futuro de forma abierta, ya que, de esta manera será
posible que exista una base para una política que pueda hacer una diferencia. Se puede
concluir, entonces que “para que el futuro sea abierto, el espacio también debe estar
abierto” (Massey, 2005, p. 12, traducción propia), ya que, “el espacio no es una
simultaneidad completada, en que todas las interconexiones se han establecido, y donde
todo lugar está ya relacionado a otro” (Massey, 2005, p. 12, traducción propia).
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en mente que el espacio y tiempo están co-implicados. Desde la perspectiva del espacio
hay una temporalidad integral de una simultaneidad dinámica – diferentes trayectorias –
mientras que desde el tiempo existe una producción necesaria de cambio a través de
prácticas de interrelación (Massey, 2005).
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Imaginarios geográficos: escribiendo otro
Said (2002) propone “que Oriente no es una realidad inerte” (p. 24), es decir, no está sólo
allí. Siguiendo ésta idea se destaca que “los hombres hacen su propia historia” (Said, 2002,
p. 19), aquello que son capaces de conocer es lo que han hecho. Por lo tanto, se vuelve
necesario considerar que los lugares, las regiones y los sectores geográficos que
conforman Oriente y Occidente, “en tanto que entidades geográficas y culturales – por no
decir nada de las entidades históricas – son creación del hombre” (Said, 2002, p. 24). El
conocimiento se traduce en alejarse de uno para acercarse, y alcanzar, aquello distante y
extraño. El objeto de éste conocimiento sería entonces una realidad estable, “aunque se
desarrolle, cambie o se transforme de la misma manera en que frecuentemente lo hacen
las civilizaciones” (Said, 2002, p. 59). Por lo tanto, conocer ésta realidad es dominarla,
negar autonomía porque “nosotros lo conocemos, y, en cierto sentido, existe tal y como
nosotros lo conocemos” (Said, 2002, p. 59). Incluso, las estructuras dominantes contienen
y representan lo oriental, de acuerdo a lo planteado por Said (2002). Además, como se
mencionó anteriormente, cuando se hacen distinciones entre un otro y nosotros éstas
siempre son a través de valores arbitrarios. Adicionalmente, la geografía e historia
imaginarias colaboran a que este sentimiento de distancia y diferencia se intensifique
(Said, 2002), por lo tanto éstos tienen un rol de suma importancia al momento de generar
imaginarios de aquello que no está cerca espacial o temporalmente.
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espacio, ya sea propio o de otro, adquiere “un sentido emocional e incluso racional por
una especie de proceso poético a través del cual las extensiones lejanas, vagas y anónimas
se llenan de significaciones para nosotros, aquí” (Said, 2002, p. 87). Mientras el tiempo,
aquel de “<<hace mucho tiempo>> , <<al principio>> o <<al final de los tiempos>> es
poético, creado” (Said, 2002, p. 88). Al estudiar un espacio en cierto tiempo se debe tener
en consideración que el conocimiento que se tiene de éste no está libre de “cualidades
imaginarias y casi ficticias que se siente cuando se trata de un tiempo muy diferente y
distante del nuestro propio” (Said, 2002, p. 88). Sin embargo, Said (2002) comenta que
con esto no se intenta pretender que todo aquello que se sabe, a través de estudios
positivistas predominantes en Europa y Estados Unidos, sobre historia y geografía sea
sólo imaginario. Pero sí se debe tener presente que éstos estudios no se traducen en un
conocimiento absoluto, ni tampoco que aquello que los eruditos “conocen haya disipado
efectivamente el conocimiento geográfico e histórico imaginario” (Said, 2002, p. 88). Así,
Said (2002) propone que es posible considerar que éstos imaginarios son simplemente
“algo más que se añade a lo que aparece como un conocimiento meramente positivo” (p.
88).
Esta división entre entes, en el caso de Orientalismo de Said (2002), la división entre
Occidente y Oriente tiene una serie de consecuencias debido a los imaginarios geográficos
que se forman a partir de ésta distinción y las fronteras que dibuja. Desde una perspectiva
filosófica, la clase de lenguaje, de pensamiento y de visión, que Said (2002) ha definido
como orientalismo, “es una forma extrema de realismo” (p. 109), es decir, se busca definir,
nombrar, indicar y fijar aquellos objetos, cualidades y regiones “orientales” mediante una
palabra o frase. La cual asume cierta realidad o “simplemente es la realidad” (Said, 2002,
p. 109). Desde la retórica, de acuerdo a Said (2002) el orientalismo se vuelve anatómico
y enumerativo, por lo que es posible manejar sus partes. Desde una perspectiva
psicológica, “el orientalismo es una forma de paranoia, un saber que es del mismo tipo
que el saber histórico ordinario, por ejemplo.” (Said, 2002, p. 109). Esto último se debe a
26
que cuando se debe tratar con algo diferente, la mente responde, por regla general, de
manera conservadora y defensiva (Said, 2002).
27
del mundo natural, del universo en que vive, intentando cada vez hacer de ella un
conjunto significante, en el cual deben ciertamente encontrar su lugar los objetos
y los seres naturales que importan para la vida de la colectividad, pero también
esta misma colectividad, y finalmente cierto <<orden del mundo>>. (Castoriadis,
2011, p. 240).
Cabe destacar la confluencia entre memoria, lugar, invención y poder, que conforman lo
que Said (1995 [1978], 2000 en Hoelscher & Alderman, 2004) ha llamado “geografías
imaginarias”, es decir, la construcción de espacios geográficos que evidencian las
“fantasías y preocupaciones de los agentes colonizadores” (Hoelscher & Alderman 2004,
28
p. 350, traducción propia), y no prestan atención a la realidad de los habitantes de aquella
región geográfica (Hoelscher & Alderman, 2004). Considerando lo planteado por
Lefebvre (1974), se podría considerar que este espacio corresponde a un espacio de
representación. Hoelscher & Alderman (2004) mencionan investigaciones que muestran
que aquellos grupos menos privilegiados – por ejemplo líderes anti-apartheid antes del
colapso de la regla blanca en Sudáfrica – están utilizando la memoria como medio para
desafiar su propia subordinación. Utilizando un caso más cercano a Aysén, Mansilla
(2013) cree que la literatura desarma los imaginarios “tradicionales” muy arraigados, pero
que aun así no logran hacer justicia al abuso de la historia, refiriéndose a Magallanes.
29
Imaginarios desde las colonizaciones de Patagonia-Aysén
Cabe destacar que este proceso de colonización a fines del siglo XIX es, en consecuencia,
una colonización del saber, y una de las herramientas de colonización fue la cartografía,
desde donde se identifica un “vaciamiento” de éstas zonas menos exploradas del país. Esto
significa que aquella área no definida, no sólo pierde su peso político, sino que además de
ésta forma se invisibiliza la presencia de grupos indígenas, así como identidades locales
(Núñez, Zambra-Álvarez, Aliste, 2017). Esto se debe a que “la política de
homogeneización nacional implicaba el ocultamiento de ‘lo indígena’” (Núñez, Zambra-
Álvarez, Aliste, 2017, p. 155). De esta forma, el proceso de modernización se convirtió
en una lucha contra indígenas, no sólo por un discurso de progreso para un país, para
30
acabar con la barbarie, sino que además representaba “el cumplimiento de un destino que
contribuiría al bienestar de la humanidad” (Livon-Grosman, 2003, p. 24).
En los primeros registros coloniales, Aysén es entendido como una “Trapanada” – “algo
que se interna más adentro de la tierra” (Aleuy Rojas, 2009 en Amigo, 2017, p. 169) – es
decir, algo lejano y desconocido. Era una especie de desierto en Chile, y por tanto, fue
uno de los espacios vacíos que se transformaron en objeto del discurso civilizatorio de la
modernidad, fueron administrados y representados desde el centro, incluso poblados
mediante un proceso que sólo pudo ser observado, o interpelado reaccionariamente por
quienes ya habitaban el territorio. Es decir, la metáfora de “desierto” para éstas periferias
nacionales fue lo que permitió tomar el control de tales espacios (Soler, 2017).
Esto se debe a que al hablar de periferia y centro, implícitamente se está haciendo una
distinción entre un nosotros y otros, de manera similar a como Said (2002) plantea la
distinción que se ha hecho entre Occidente y Oriente. Briones & Del Cairo (2015, en Soler,
2017) plantean que las prácticas de fronterización se pueden entender como “las diversas
maneras en que colectivos sociales marcan un adentro y un afuera, que encuentra un
correlato en la diferenciación nosotros/otros” (p. 121). Esta concepción de frontera se
aplicó en Patagonia occidental, que es cubierta en gran medida por la región de Aysén
actual, pero como una frontera interna (Soler, 2017). Es decir, en el transcurso de la
primera mitad del siglo XX, ésta región fue conocida como “‘las tierras de entre medio’
apelativo que subraya la condición de margen en la que se encontraba como frontera
interior, ‘entre medio’ de dos territorios integrados a la vida nacional: Puerto Montt y
Punta Arenas” (Núñez, Aliste & Bello, 2014b en Amigo, 2017, p. 169). Sin embargo, en
el imaginario geográfico más reciente, aquel que presenta Patagonia-Aysén como “reserva
de vida” – valorización de lo verde –, la diferenciación se aplica en un sentido más amplio
– en relación al mundo global – de manera que “la frontera discursiva de Patagonia-Aysén
ya no solo se comprende en relación a la nación sino también a los centros mundiales de
poder” (Núñez, Aliste & Bello, 2016, p. 4).
31
En efecto, este período más reciente, de aquel imaginario en que Aysén es una “Reserva
de vida”, comenzó con el término de la dictadura militar en 1989. Patagonia-Aysén
adquiere una valorización en cuanto a la conservación y protección de la naturaleza, y por
extensión, también un valor turístico. Esto se debe a una fuerte liberalización económica
en la zona, que ha permitido que se instale un mercado activo enfocado a productos
turísticos y conservación de la naturaleza (Núñez, Aliste & Bello, 2014). Es decir, en
Patagonia-Aysén aquello que fue un bosque que dificultó la ocupación por parte de
colonos-ganaderos, desde 1989 se transformó en un paisaje prístino y único, que debe ser
conservado (Núñez, Aliste & Bello, 2014). De modo tal que aquello periférico y aislado
ahora adquiere relevancia y se transforma en un nuevo escenario a partir de “la lógica de
una capitalización de la naturaleza” (Núñez, Aliste & Bello, 2014, p. 5), ya que esta
valorización es el “resultado de una producción social que se va consolidando como
discurso del desarrollo y utopía capitalista” (Núñez, Aliste, Bello, 2016).
32
Patagonia-Aysén desde la literatura
A través de las narrativas de viaje se busca generar “un relevamiento del sistema político
de un determinado país a los efectos de comprender su funcionamiento social y establecer
una estrategia diplomática o militar con miras a futuras relaciones comerciales o políticas”
(Livon-Grosman, 2003, p. 20). Pero esto significa reconocer otras culturas, frente a esto
las narrativas optan por presentar a las comunidades indígenas como una “extensión de la
naturaleza” (Livon-Grosman, 2003, p. 21). Por lo tanto, debido a que las comunidades
indígenas son parte del paisaje de manera integral deben ser, al igual que el territorio,
dominados con el objetivo de permitir el progreso y el establecimiento de una nación-
estado. Así, se dio paso a una narrativa patagónica simbólica, en que la nación se define
al mismo tiempo que las comunidades indígenas son eliminadas, y el territorio se
metaforiza como un punto de partida y de fin para aspiraciones económicas y políticas
33
(Livon-Grosman, 2003). Aquel imaginario geográfico en que la Patagonia se presenta
marginalizada, y se describe en relación a la soledad y lejanía tiene su origen en los
llamados textos fundacionales. De acuerdo a Mellado (2015), esto tiene ciertos usos
peligrosos, así como abusos teóricos y literarios que se enfocan en exotizar al sujeto y su
aldea, y su esencia folklorizante.
Al leer tal poesía, esta debe ser entendida como “una expresión estética que se inscribe en
la dinámica general de la poesía chilena moderna” (Mansilla, 2016, p. 168), y al mismo
tiempo también debe ser leída como “una manifestación inscrita en el amplio marco de la
cultura gaucha patagónica, cultura que no reconoce fronteras nacionales y cuyas fuentes,
en lo musical principalmente, vienen, en parte significativa, de las provincias argentinas
de Corrientes y Entre Ríos” (Mansilla, 2016, p. 168). Además, es relevante destacar que
poetas de ascendencia indígena actuales muestran una conciencia histórica diferente,
tienden a ver el pasado como una temporalidad escurridiza, en la cual los conflictos
actuales encuentran un sitio fundacional, así la poesía busca indagar “sin contemplaciones
34
en el desastre de la modernidad, que es todavía el desastre de ayer, para incursionar en la
dureza histórica y experiencial de los lugares en su devenir” (Mansilla, 2016, p. 173).
Es relevante destacar que la poesía de Aysén se puede considerar como una poesía
territorializada debido a que “describe, alude, menciona una realidad de lugar que existe
independiente del texto poético que la registra” (Mansilla, 2016, p. 168). Pero, éstos
territorios al estar poetizados superan su condición como “objeto referido”, y se
transforman así en “discursividades líricas de significaciones densas” (Mansilla, 2016, p.
168), de manera tal que el mismo territorio se convierte en “infraestructura” que permite
la construcción de estos mundos poéticos, que reflejan subjetividades que han padecido
por su propio lugar y tiempo (Mansilla, 2016). Por lo tanto, se identifican dos perspectivas:
(1) la poesía tiene una función de documento, que permite el dominio simbólico y
metafísico de los territorios, y (2) las poesías son “invenciones literarias stricto sensu”
(Mansilla, 2016, p. 169), es decir, son capaces de metaforizar la condición humana,
reconfigurando así la realidad sin depender de la geografía, del paisaje, ni de estereotipos.
A partir de la segunda perspectiva, la poesía se presenta como un ejercicio textual
tensionada tanto consigo misma como con aquellas formas locales que significan el
mundo. Por lo tanto, escribir sería una práctica para resignificar memorias heredadas, para
destituir la posibilidad que tienen algunos grupos de disminuir el simbolismo, cultura, y
devenir histórico de ciertos lugares (Mansilla, 2016).
35
crítica, pues plantea que “La Patagonia como lugar de residencia no cuenta como un
criterio epistémico apriorístico para explicar ni ponderar la producción literaria e
intelectual de la región” (p. 66). Incluso, de acuerdo a Mansilla (2015b), poetas de Aysén
se sienten con la obligación de:
lidiar con una tradición cultural-textual que alimenta (y se alimenta de) una
memoria cultural política arquetípica que entrelaza el recuerdo de la colonización
– dibujada ésta como un esfuerzo épico de gente común que sin el apoyo del Estado
chileno hizo patria en territorios aislados, bellos y a la vez hostiles – con la imagen
del gaucho argentino-aysenino, una especie de sujeto romántico orgánicamente
ligado a los vastos espacios naturales de la Patagonia. (p. 151)
Como síntesis, es posible identificar al menos dos elementos claves en las líricas y
narrativas de Aysén; naturaleza y colonización. Como fueron mencionados anteriormente
en la producción de los imaginarios geográficos de Patagonia, es evidente que han tenido
un rol relevante en tal proceso. La naturaleza, por una parte, presente como paisaje en la
poesía de la Patagonia, evoca una memoria ancestral, a habitantes “originarios”. Debido
que estos territorios han sido incorporados a la modernidad del siglo XX – capitalista
nacional/internacional – de manera tardía y parcialmente, es que aún es posible
experimentar “lo natural, lo mítico, lo existencial, lo histórico” (Mansilla, 2016, p. 170).
Imagen que se utiliza para promover la conservación y protección de ésta, y así potenciar
el turismo; Aysén, reserva de vida. Todo esto converge en la geografía y en sus
subjetividades (Mansilla, 2016), pues toda intervención que sufra un paisaje es también
una intervención en la mente de aquellas personas que habitan tal lugar (Mansilla, 2013b).
36
(2003) primero fue por viajeros europeos y luego desde los centros de cada país. Estos
últimos se mantienen, pero en el caso de Chile recientemente ha sido a través de un nuevo
mecanismo que incluye a un nuevo propietario ya descrito; el neo-colono (Núñez, Aliste
& Bello, 2014).
37
Capítulo III: Metodología
38
de prácticas interpretativas que hacen el mundo visible, lo transforman y convierten en
una serie de representaciones en forma de observaciones, anotaciones, grabaciones y
documentos” (Hernández et al., 2006, p. 9). Por lo tanto, permite estudiar textos literarios
de manera que cada uno representa una realidad producto de la realidad del autor, y que
también se interpreta a partir de la realidad del lector.
Para esto se emplea un trabajo descriptivo sobre el archivo, entendiéndolo como aquel
conjunto de normas que en cierto tiempo y lugar determinan qué discursos sí circulan y
cuales son excluidos, además de quiénes participan en este flujo y mediante qué canales.
Lo relevante de este tipo de análisis es que a pesar que recurre a la historia, “esta estrategia
no implica buscar las verdades del pasado sino el pasado de nuestras verdades” (Murillo,
1996, p. 39 en Messina & De la Fuente, 2011, p. 36). De manera que el saber para un
análisis arqueológico no se limita a enunciados ya demostrados, sino que también
considera “ficciones, reflexiones, relatos, reglamentos institucionales y decisiones
políticas” (Messina & De la Fuente, 2011, p. 37). Son estos enunciados justamente –
ficciones, reflexiones y relatos – los objetos de estudio.
39
La presente investigación se divide en tres partes:
1. Observación participativa
Uno de los objetivos de la observación cualitativa consiste en “explorar ambientes,
contextos, subculturas y la mayoría de los aspectos de la vida social” (Grinnell, 1997
en Hernández et al., 2006), además busca comprender procesos, y vinculaciones entre
las personas y sus circunstancias, o situaciones, al igual que eventos que ocurren a
través del tiempo, los patrones que resultan, así como contextos sociales y culturales
en que se desarrollan diferentes experiencias humanas (Jorgensen, 1989 en Hernández
et al., 2006). Debido a esto es que esta herramienta es relevante para la presente
investigación. Puede entregar un contexto en el cual los escritores han estado insertos
y desde el cual han escrito. De esta manera, diferentes elementos, o cuestiones, se
vuelven relevantes para la observación: ambiente físico, ambiente social y humano,
actividades, hechos relevantes, eventos e historias, y otros. (Hernández et al., 2006).
40
2. Lectura
La actividad principal del trabajo de investigación es la lectura de textos narrativos y
poéticos de escritores que han vivido o viven actualmente en la región, abarcando
literatura del siglo XX y XXI. Esto con el fin de, en primer lugar, identificar
significaciones territoriales desde la región, las cuales se espera se vean reflejadas en
los textos. Para ambos tipos de textos literarios, se utilizará una serie de preguntas
guías para reconocer los principales sentidos otorgados al territorio. Estas preguntas
se han formulado utilizando como ejemplo las preguntas planteadas por Mellado
(20159 en su libro “Cartografías literarias de la Patagonia en la narrativa argentina de
los noventa”, para el análisis de ciertas novelas:
¿Qué espacios de la región frecuentan y delimitan estos textos, y con qué versiones
literarias e históricas se relacionan?; ¿Cómo son construidos narrativamente (quien los
narra, con qué procedimientos constructivos y bajo qué modalidades discursivas)?; y ¿qué
vínculos significativos se observan entre los enunciados sobre la Patagonia y los distintos
lugares desde los cuales los personajes y narradores la enuncian en términos espaciales?
(Mellado, 2015, p. 18).
Para el presente trabajo de investigación las preguntas son modificadas con el fin de
limitar el análisis a la región de Aysén en particular, además se consideran elementos
desde la teoría literaria;
41
Además, se destaca el análisis parcial de los personajes presentes en los textos
literarios, pues cada uno cuenta con una historia personal, que a su vez se inserta en el
relato principal (Mellado, 2015). También las figuras retóricas tienen un rol
importante, ya que participan en la producción del espacio narrativo, en cómo se narra.
Por ejemplo, la hipérbole es una figura que exagera la realidad, con el fin enfatizar
más (Ayuso de Vicente et. Al., 1990, p. 181). En el caso de los textos analizados por
Mellado (2015), la figura retórica de la hipérbole genera que Patagonia sea descrita
con “una geografía de la desmesura” (Mellado, 2015, p. 190).
42
Capítulo IV: Aysenes, significaciones de un
territorio múltiple
Aysén, entendido como parte de Patagonia, no puede ser definido ni entendido de una
manera en particular, es múltiple y heterogéneo. Pero esta condición no es desconocida,
Patagonia ya se ha descrito en sentido plural, siendo Patagonias. Por ejemplo, Mellado
(2015) destaca su especificidad y pluralidad simultanea a partir de su trabajo sobre
narrativa argentina de los años 90. Donde además destaca el rol de la selección de
elementos que conlleva a orientar los relatos en una dirección en particular. Es decir,
Patagonia(s) puede ser interpretada de varias maneras, por tanto no existe sólo una
Patagonia. De manera similar, Carrasco (2017) explica como el territorio de Patagonia
Aysén es plural en un sentido de distintos paisajes – culturales – que se orientan
horizontalmente. En este trabajo también se reconocen estos elementos de pluralidad y
horizontalidad, además se identifican otros, pero todos surgen de un trabajo de geografía
literaria centrado en la literatura y poesía de la Región de Aysén, de los siglos XX y XXI.
43
tiempo desde el que los textos fueron escritos, así como desde el que son leídos, aunque
este último no es considerado para el presente trabajo de investigación. A partir de los
textos literarios – narrativa y poesía – estudiados la multiplicidad se expresa en al menos
tres elementos que se presentan con frecuencia, que son identificados como elementos que
conforman las múltiples significaciones territoriales de la región. Estos son: (I) Otras
fronteras, (II) Memorias, y (III) Territorio heterogéneo. Cada uno será explicado en detalle
a continuación.
I. Otras fronteras
La primera hace referencia a que las fronteras culturales no coinciden con las fronteras
administrativas definidas por el estado chileno. Por una parte, se da una especie de
fronterización interna – dentro de la nación – pues se habla de “Chile” como un territorio
diferente al territorio de Aysén. Chile como un otro. Por otra parte, la frontera
administrativa con Argentina también se ve cuestionada en algunos casos. Pareciera que
los límites culturales con ésta son más difusos, en algunos momentos no es más que una
línea imaginaria, en la que ni los mismos habitantes saben donde está, pero también en
otros momentos se habla de una Patagonia dividida en dos; Patagonia chilena, y Patagonia
argentina. Situación en que los límites de la nación si se presentan en las significaciones
territoriales, y Chile es un nosotros.
Carlos Aránguiz es uno de los escritores que destaca este aspecto en varios de sus relatos.
Nació en 1953 en Antofagasta, y ha desempeñado su carrera de abogado principalmente
en Santiago. Sin embargo, sus obras se centran en Patagonia-Aysén debido a un interés
que surge a partir de un compañero de curso en secundaria que era de Coyhaique. Comenta
que habla “… de una región inexistente para muchos chilenos, que creen que el país limita
al sur con Puerto Montt y que Punta Arenas es el último desvarío de los exóticos
navegantes de la Antártida” (1999, p. 5). Menciona que él también pensaba así del país,
pero ahora considera que “La Patagonia necesita probarle al mundo de que existe hoy y
44
que no es sólo un proyecto ecológico o una reserva estratégica para la Humanidad” (1999,
p. 5). En el segundo capítulo de su novela “La Condesa de la Patagonia” (2008), el autor
resume en pocas líneas esta premisa de otras fronteras, que habla de una cultura que no
se ve restringida a los límites administrativos, sino que sus prácticas se desarrollan
cruzando estas líneas imaginarias:
Fragmento 1:
“Yo no se si usted sabía antes de emprender este viaje, don Guillermo, que la
Patagonia es el fin del mundo, un territorio compartido por Chile y Argentina en
el refajo de Sudamérica, tan extenso y arisco, como diverso y virginal. (…) ; y en
ambos lados los escasos pobladores han construido ciudades y pueblos sin
diferencias culturales, que intercambian sus influencias como si no existiese una
frontera” (p. 15)
A continuación se tratará cada frontera por separado con el fin de presentar las ideas con
un orden que permita una mejor comprensión, sin embargo la expresión de estas en los
textos no se presenta de la misma manera, más bien se mezclan constantemente.
45
cuentos”, publicado el año 2000) se reconoce no solo la soledad (Leer Fragmento 2), sino
también la contradicción de hacer patria, pero también estar en otro planeta (Leer
Fragmento 3). Chile1 es la patria, que le da sentido a estar ahí, pero que a la vez no
representa los intereses del patagón, y tampoco Patagonia-Aysén es considerada
frecuentemente, sólo cuando hace erupción el Hudson.
Fragmento 2:
“La puerta del rancho la tengo siempre abierta para custodiar el fogón; y para
dejarle el paso libre a los forasteros y la soledad. (…)
¿Le molesta el viento, muchacho? – continúo el anciano – Al principio es pesado,
después se acostumbrará a sus caprichos y hasta podrá conversar con él cuando
se canse de charlar con los perros” (p.13-14)
Fragmento 3:
“ – Pero Hermano, aquí en la Patagonia nosotros estamos viviendo en un mundo
aparte, en el abandono y el olvido ¿no se da cuenta todavía?. Aquí las noticias del
norte no le servirán para nada. Por estos lados la vida siempre será igual con las
noticias y sin ellas. (…) Si las radios del norte parece que fueran de otro
planeta. Nada de lo que dicen tiene que ver con nosotros, ni con esta tierra perdida
en el mapa; pero bonita. (…)
A usted, amigo, no debe importarle si baja o sube el dólar. O si llega una artista
famosa del extranjero, porque por estos lados, nunca la verá ni en foto. No le debe
dar ni comezón donde pongan el congreso o lo dejen de poner. Ni tan siquiera
la dieta de los parlamentarios. ¡Nada! ¡Usted está aquí para hacer patria, sin
pensar en ninguna cosa de allá por el norte!.
(…)
Las radios del norte se acuerdan de nosotros sólo cuando hace erupción el
Hudson.” (p. 18-19)
1
Chile es referido como el norte, y el límite sería Puerto Montt, de manera que se genera una diferencia
cultural entre aquellos que están al norte y al sur de este límite (Núñez et al., 2019, facilitado por el autor).
46
en la primera parte de “Adiabática”, de acuerdo a Mansilla (2015b), se trata de “una nación
que sin miramiento alguno hizo de sus niños y jóvenes, mercancías vivientes gozosamente
integradas – se supone – al proyecto neoliberal consumista” (p. 160). Por tanto, expresa
cambios, que distintos a la colonización de la región, también se adoptaron con un
sentimiento de “distancia” y “orfandad”. Nuevamente eran olvidados, pero a través de un
nuevo discurso (Leer Fragmento 5 y Fragmento 6).
Fragmento 4:
“las nuevas ropas del emperador”
“diecisiete años adolescencia vistiendo las nuevas ropas del emperador/
pleitesías rellenas de fritos y censuras. coincide mi nombre con un Chile
que no vestí/ tejieron con mis venas el traje de la gente común (…)”
Fragmento 5:
“todos en busca de la Trapananda
al acecho lucrativo/ carnívoro / afilado
de nuevas políticas de gobierno / el rescate energético
de un país que no sabe / que no quiere grados bajo cero
yo tuve mi patio / mi álamo / dos pinos en el inventario
yo tuve un cerco de rosas / mucha alergia en primavera
una plazoleta llena de cenizas volcánicas
(…)
yo tuve que irme querida” (p. 39)
Fragmento 6:
“[todo me lo enseñaron con la derecha/ vieja costumbre colegial/ jamás hablaron de
derechos]”
“(…). entonces supe que la Carretera
Austral son mil doscientos cuarenta kilómetros de nostalgia/ los glaciares
/mi pequeña Antártica / el deshielo eterno de la muerte / la Piedra del
Indio / el salto inmortal de los cansados olvidados de mi Patagonia/ en
Farellones conoces el color de los precipicios. fue aquí donde construí un
árbol / siempre supe lo que siente una huérfana. (…)”
47
Mauricio Osorio también hace referencia a la lejanía que se establece con la Región de
Aysén. Osorio nació en 1971 en Santiago, pero en 1996 se radicó en Coyhaique (Osorio,
2013), de manera que al igual que Coñuecar, se expresa desde un espacio-tiempo distinto
al de los colonos. Sin embargo, se reconoce la lejanía con que Aysén se presenta desde el
centro, condición que parece transcender las temporalidades de la región, así como su
“abandono” que se expresa en la ausencia de apoyo. A continuación se presenta un
fragmento de su poemario “Quemar las Alas” publicado en 2015.
Fragmento 7:
“Hoy vuelvo a la lluvia”
“(…)
Puerto que no es puerto
Dormita tranquilo su lejanía
recoge su propia lluvia
para bebérsela.
(…)”
Pero la diferenciación con un Chile otro también se presenta de otras maneras, por
ejemplo, a través del lenguaje. Un ejemplo de estos se reconoce en la novela “Acuso
Recibo” (2009) de Carina Decker. Decker nace en Buenos Aires en 1953, pero desde 1988
ha residido en Coyhaique junto a su esposo y cuatro hijos. A pesar que desde 2003 ha
publicado sus obras en un colectivo llamado “Fin de Hielo”, es en 2009 cuando publica
su primera obra individual; Acuso Recibo. Además es la primera novela de la autora (Ñire
Negro, 2008). En esta obra la protagonista presenta a Chile como un lugar diferente al que
reside, a pesar que en el relato se da a entender que vive ahí, en una de las islas del
archipiélago de la región. A pesar que menciona una palabra en común con Chile, por
tanto un elemento cultural en común, Chile es directamente mencionado como un otro. Al
que, por ende, no se pertenece a pesar que los límites administrativos así lo indican:
48
Fragmento 8:
“No es delirio repentino lo que estás leyendo, solo quiero que te rías. Es importante
hacerlo, desde adentro...desde la guata, aquí también se dice <<guata >>, como en
Chile.” (p. 37)
Fragmento 9:
“Le preguntó un soldado a su jefe; de qué lado se pone uno la escarapela. Entonces
le dijo el jefe, del lazo izquierdo, del lado del corazón. Es que mi jefe, nosotros
los chilenos somos puro corazón, no más”
Por tanto, es posible plantear que esta frontera interna no es exclusivamente un otro,
también significa un Aysén-Chile nosotros. Existe una relación dinámica entre esta
frontera interna y el resto del país que integra y diferencia a la región de manera
simultánea. Situación que también se expresa en términos culturales, y que José Mansilla,
en la contraportada de “El paraguas” (1996), expone como ha cambiado, y como se ha
integrado la poesía a la escena nacional (Leer Fragmento 10). “El paraguas” es un
poemario que recopila la poesía de varios autores, entre ellos el mismo José Mansilla. Este
autor, pese a haber nacido en la Región de los Ríos, en Misquihue, donde se formó como
profesor de educación básica, desde que llegó a Aysén no se ha ido. Ha escrito sobre esta
región, y se ha convertido en un estudioso de la manera que el castellano ha tomado forma
en este lugar. Ha participado en medios de comunicación independientes de la zona, como
El Divisadero, además de trabajar como Coordinador de Bibliotecas de la Región de
Aysén. Entre sus obras hay recopilaciones de relatos y testimonios, algunos de ellos son
49
estudiados en este trabajo, además de trabajos con sus propias composiciones (Diario
UChile, 2016).
Fragmento 10:
“Se han ido esos días de
tímido comienzo, no son
desconocidos ya nuestros
versos.
Han pasado fronteras, recibido
elogios y por su ancha puerta
se ha ido sumando la región
entera.”
Retomando el lenguaje como un aspecto cultural relevante, pareciera que la frontera Chile
y un otro no es sólo a escala regional, sino que al interior de la región también existen
diferencias, con las mismas complejidades. Una autora que revela tal diferencia es Rosa
Gómez, quién nace en Punta Arenas en 1945, pero en 1955 se traslada con su familia a la
zona del Baker. Más tarde sería profesora de Educación General Básica en la Escuela
Teniente Merino Correa de Cochrane, entre 1965 y 2007. Actualmente es artesana en la
localidad, sin dejar de lado su interés por la literatura, además del libro “El año tiene nueve
meses y una semana”, tiene otros que también remiten a la región, como “De Pueblo
Nuevo a Cochrane” (2003), “De marzo a diciembre” (2005), entre otros (Feria
Internacional del Libro de Coyhaique, 2019).
En “El año tiene nueves meses y una semana: de la tiza al plumón” (2008), un niño relata
su vida en el colegio, por lo que también narra la llegada de nuevos alumnos a su curso;
desde donde llegan al pueblo – un pueblo a 10 km de Laguna Esperanza – y sus prácticas.
Entre uno de los nuevos alumnos está Arturo, quien vuelve a la escuela luego de un
tiempo. La familia de Arturo vive en el campo, lugar que se presenta como diferente al
pueblo en que transcurre la historia. Además, el lenguaje que se usa en el campo también
se presente diferente, haciendo referencia a otras prácticas. Incluso la vestimenta es
distinta. En general, se puede considerar que el campo es un espacio con una importante
50
influencia de la cultura gaucha, que parece ser distinta a la del pueblo que responde más
a Chile.
Fragmento 11:
“El Arturo es más grande que nosotros, tiene como diez años, nos prometió que
nos va a contar hartas cosas del campo (…) lo único que queremos es que nos
cuente de esas leyendas de indios antiguos y cuentos de aparecidos y entierros,
que su papá le relata cuando salen al campo o cuando la familia se reúne en una
cocina que se llama fogón.
(…)
También habla con unos dichos que son bien cómicos, como “salvar los cueros”,
que es lo mismo que salvar el pellejo, (…)” (p. 18 -19)
Así se identifican otras fronteras con Chile, la región es excluida al mismo tiempo que se
integra, lo cual se refleja tanto en su condición de lejanía como en prácticas culturales. De
manera que existe un sentido de ser chileno en la Patagonia chilena – “otro planeta” de
acuerdo al Fragmento 3 – de hacer patria en tal lugar, aun cuando significa no participar
de eventos relevantes para el país – “No le debe dar ni comezón donde pongan el
congreso o lo dejen de poner” en Fragmento 3 –. Es decir, aunque la lejanía es un aspecto
que se repite en cuanto a tal relación, no es estrictamente determinante en los sentidos que
el territorio chileno adquiere.
51
B. Argentina: al otro lado del alambre
Fragmento 12:
“¡Claro, a usted, me lo mandaron para enseñarle a ovejero! Esto que le dicho son
las primeras lecciones. Al principio va a ser duro porque usted no es patagón, y
viene del norte, según me dijeron. Con un poco de voluntad aprenderá, no se
desanime, va a aprender. ¡Se lo aseguro! Tómese otro mate amargo para que se
vaya aquerenciando en la Patagonia.
(…)
Las botas, mi pañuelo de cuello, mi campera y mi sombrero, los compré al “otro
lado del alambre”, como le decimos aquí a la Patagonia argentina.
Por la tremenda distancia y las dificultades de los caminos con nuestro propio
país, tengo que comprar allí mis aperos para el trabajo. (…) Es un pueblecito de
la frontera donde viven muchos emigrados chilenos. (…) Yo le voy a enseñar a
pallar en patagón con todos los dicharachos de aquí. Además, allá [se refiere al
pueblo de la frontera], uno se encuentra con otros ovejeros, arrieros y puesteros
para conversar del tiempo, de la vida, de las mujeres, en fin. Por último para
desafiarlos a jugar unos partidos de truco.
(…)
- El truco es un juego de naipes que vino de España y se quedó aquí en la
Patagonia chilena y en la Patagonia argentina.” (p. 16-17)
52
Cabe destacar la relevancia de la fragilidad de la frontera, pues allá – Patagonia argentina
– es donde la lejanía y la soledad se sobrellevan, pero además es donde el acceso a bienes
es más sencillo. Por tanto, existe también un sentido práctico, debido a que “las
dificultades de los caminos con nuestro propio país” no ayudaban a disminuir las
distancias. De manera que las prácticas se espacializaron no hacia el norte o sur de la
región, sino hacia la Patagonia argentina.
Fragmento 13:
“Vivían en la Patagonia argentina, en un lugar de escasa vegetación y abundante
soledad.
Desde niños soñaban con realizar un viaje al fin del mundo y encontrar un lugar
donde vivir (…).
Carlos se quedó pensando profundamente y un largo silencio se produjo en el
fogón. Después de un momento levantó la cabeza (…)” (p. 9-10).
Desde el lado chileno Joaquín Cheuqueman es uno de los autores que compone sobre las
cotidianidades, y sobre los personajes que podemos encontrar en Patagonia. Nació en 1956
en un valle del río Los Ñadis, en la comuna de Cochrane (El Diario de Aysén, 1998). Sus
abuelos maternos llegaron al Baker en 1917 para trabajar en la Compañía Ganadera Valle
Chacabuco (Cheuqueman, 1997), es decir, eran colonos. Es profesor de educación básica,
53
profesión que ejerció al menos hasta el año 2000 – no se tiene más información – en una
escuela de su pueblo natal. Junto a su amiga, y ex-profesora Rosa Gómez Miranda, han
promovido la historia, costumbres y tradiciones del territorio en que ubica el Baker,
incluso editaron “Raíces del Baker” (2018), documento histórico y literario sobre el lugar.
En este trabajo se estudiaron dos de los poemarios del autor; Aun es tiempo (1997), y Por
la corriente del Baker (2010). En “Aun es tiempo” el fogón se menciona en reiteradas
ocasiones, como se lee en los siguientes fragmentos:
Fragmento 14:
“MATE”
“Invitación al fogón,
al asado,
a las tortas fritas;
mate, campeador,
(…)”
Fragmento 15:
“LENGA”
“Lenga,
hermana carnal del ñire,
prima hermana del coigüe
(…)
De esta manera, se puede visualizar un espacio en común para las tradiciones, las prácticas
e incluso para las familias. Esto último se reconoce de forma más explícita en un capítulo
de “El año tiene nueves meses y una semana: de la tiza al plumón” (2008) de Rosa Gómez,
en el que una de las compañeras del protagonista cuenta su visita a unos familiares en
Argentina, algo que, de acuerdo a la voz de los pensamientos de quién nos cuenta la
historia, parece ser muy común.
54
Fragmento 16:
“La Javiera nos sorprendió con una anécdota, ella es muy calladita y ordenada y
casi nunca se atreve a hablar, pero hoy estaba “embalada” contó que una ocasión
con su familia fue a Argentina a un lugar que se llama Los Antiguos (…) después
de observar otras actividades se marcharon a la casa de un tío (parece ser que en
mi pueblo casi todos tienen un tío en Argentina)” (p. 100)
De esta manera, la diferencia entre Patagonia chilena y argentina parece ser una mera
distinción administrativa, aunque en el imaginario de los pobladores sí está presente la
idea de pertenecer una nación, pero esto no excluye la pertenencia a una Patagonia que no
está dividida por una línea imaginaria, un alambre, e incluso se dice que “es puro cuento”.
En uno de los relatos que conforman “Cuentos bioceánicos” (1997) de Carlos Aránguiz,
se retrata como está frontera no tiene una forma material distinguible en algunas partes de
la región, de manera que no es posible definir del todo en que momento-lugar se está en
territorio argentino o territorio chileno (Leer Fragmento 17). Por otra parte, Mauricio
Osorio en “Lengales” sí hace mención de una frontera expresada en objetos – “a sus
mojones de fierro y concreto” – pero esto parece no tener un sentido relevante, pues “la
frontera no existe” (Leer Fragmento 18).
Fragmento 17:
“El día de marras, como al mediodía, se presentó en el destacamento el indio
Mendoza, gaucho mentado en la frontera por sus andanzas de cuatrero y mauloso.
Yo no iba a dejarlo pasar, pero me advirtió de entrada que venía a esperar a un
amigo (…).
Entre cansado por la jornada y mareado por la conversación del indio, bien pudo
suceder que alguien pasara la frontera cerca del puesto. Mal que mal acá la línea
divisoria es puro cuento, ya que todo es plano y cualquiera puede echárselas para
el otro sin mucho teatro.” (p. 64-65)
55
Fragmento 18:
“Millones de hachas clavadas en los lengales
sillones de chocos sangrantes por todas partes veía
(…)
Hasta ahora ha sido posible reconocer una frontera cultural que no es aquella que se ve en
los mapas, pero que además tampoco se encuentra en otra latitud con exactitud, sino que
son fronteras dinámicas, y por ende complejas de delimitar. Existe un espacio vivido que
se extiende en un territorio que parece orientarse hacia el otro lado del alambre, pero al
mismo tiempo hacia el norte, hacia el resto de Chile. Esto a través de momentos-lugares
en que se está en una de las dos Patagonias, o simplemente en Patagonia, así como el
sentido de ser chileno no excluye ser patagón, pues tal como comentaba Don Faustino –
en “Don Faustino el ovejero” en Fragmento 3 – se hace patria, sin importar lo que pase en
el resto del país, que es otro mundo. Por tanto, las prácticas se desarrollan en un espacio
que se compone de múltiples sentidos de pertenencia, que no requieren un desplazamiento
físico relevante, incluso puede ser sólo de algunos pasos como se narra en “Cuestión de
límites” de Carlos Aránguiz en “Cuentos bioceánicos” (1997). En este cuento se muestra
como los límites administrativos pueden no tener coincidencia alguna con el espacio
vivido por los habitantes:
Fragmento 19:
“(…) A las seis en punto se levantó por el lado chileno y fue hasta territorio
argentino a poner la tetera en el fogón aún tibio por la buena leña de ñirre.
No había sido capricho suyo que su casa estaba levantada medio a medio de la
frontera entre ambos países. En realidad él había llegado muchos años antes
que esos futres de la comisión mixta de límites, y ninguna participación le cupo
en el levantamiento que hicieron de la línea divisoria coronada junto a la
entrada de su choza con un mojón de cemento y bronce.
Y fue en acto de premeditada rebeldía, colmada su paciencia (…), que Lindor
Vargas decidió poner su cama justo al medio de la habitación, por donde se
56
suponía que pasaba la línea fronteriza invisible hasta para su conciencia, lo
que repitió con todos los muebles de alguna importancia, de manera que ahora
podía decir con absoluta propiedad que comía, cagaba y dormía sobre la raya
limítrofe que vinieron a imponerle esos caballeros de cuello y corbata que le
hablaban con sílabas se-pa-ra-das, como si él no pudiera entender el idioma, tal
vez pensando que a la pampa no podían haber subido más que ignorantes. (…)
Hombre solo y de hablar cantarino, bien pudo haber nacido en alguna isla
despoblada de Chiloé o en el frío lacerante de Río Gallegos. (…) y delataba un
pasado indígena reciente que gustaba de ostentar a través de un lenguaje
autóctono plagado de voces cortas y gemidos, que no podía ser de la pampa, pero
tampoco fueguino (…) ”(p. 17- 19)
En este fragmento se muestra como la frontera se desvanece del espacio vivido – de las
prácticas – del personaje, ni siquiera hay un alambre que cruzar. La línea imaginaria la
atraviesa constantemente dentro de su hogar, y en el entorno junto a sus animales. Sólo al
momento de asuntos administrativos de cada nación la línea se hace presente. Pero es una
línea que no afecta el sentido de pertenencia hacia el lugar que tiene el personaje, más
bien le genera aversión al no haber sido considerado para la delimitación internacional.
Además, esta situación lo ha llevado a tener problemas con una u otra nación, que no
consideraron que su casa estaba desde antes.
En síntesis, la frontera con Argentina puede llegar a ser inexistente en algunos lugares
debido a las características geomorfológicas, especialmente en la pampa. Pero es aún más
difusa en términos culturales. Las prácticas no se ven restringidas a los límites
administrativos. Tampoco lo hacen las tradiciones, las cuales se han establecido sin hacer
distinción, entremezclando los orígenes. Así Patagonia, a pesar de estar dividida en dos,
y que los habitantes estén conscientes de esta división, no quita el imaginario de
pertenencia a esta como un todo, haciendo de sus habitantes Patagones – casi no se habla
de patagonas – con una serie de prácticas que incluyen la presencia del fogón, del mate,
de la soledad, entre otros.
57
A partir de lo expuesto en este punto, es posible concluir que delimitar la región de Aysén
sólo bajo límites administrativos es no comprender el espacio que viven sus habitantes, el
cual es mucho más complejo; las fronteras son difusas, y pierden su sentido frente a las
tradiciones, experiencias y prácticas que atraviesan esta línea fronteriza, que no es más
que un cuento, o un alambre, o unos pasos al interior del hogar. Sin embargo, si se
reconoce cierta integración al resto del país, aunque luego de un período de olvido, en el
que la región debía recoger su propia lluvia para bebérsela.
58
II. Memorias
59
– , pero que se hace visible por algunos autores que buscan rescatar del olvido a aquellos
habitantes y los procesos que vivieron.
Cabe mencionar que sobre la colonización hasta el momento sólo se ha hablado de los
pioneros, pero no de las pioneras que tuvieron un rol diferente. Sin embargo, el papel que
las mujeres desarrollaron durante este período se visibiliza por algunos autores cuando se
evoca el pasado, o las transformaciones que ha enfrentado el territorio. Por tanto es posible
reconocer una masculinización de este espacio. En este trabajo a partir de ahora se hablará
de pioneros y pioneras con el fin de enfatizar el rol que ambas partes tuvieron en el
desarrollo de la colonización en la región de Patagonia-Aysén.
En general, en aquellos textos que evocan este período – posición de acuerdo al espacio
narrativo – los pioneros y pioneras se presentan como personas valientes, que enfrentaron
adversas condiciones climáticas y geográficas con el propósito de entregar al país este
territorio. Entre estas se destaca la lluvia, la nieve, el frío, los bosques densos que impedían
tener campos para el ganado, la lejanía con el resto de país que limitaba el acceso a bienes,
entre otros. Así, los colonos y colonas desarrollaron una serie de prácticas que no sólo
transformaron tal espacio para cumplir sus propósitos, sino también desarrollan un espacio
vivido que, como se vio en el punto anterior, difiere del resto del país, pero que no excluye
la cualidad de ser chileno o chilena. Además, este proceso se evoca con un fuerte sentido
de soledad, que se repite constantemente en varios de los textos literarios estudiados.
Un autor que retrata claramente la idea de que los pioneros de la región de Aysén fueron
los primeros en llegar a tal territorio es Eusebio Ibar. Ibar fue poeta, novelista, profesor y
autor teatral que nació en Constitución en 1896 (Vargas, 1996), sin embargo vivió gran
parte de su vida, y se dedicó a la docencia, en la región de Aysén. Por tanto, vivió el
proceso de colonización de la región. En su poema “Llegaron primero” (Leer Fragmento
60
20) los pioneros, y pioneras, son retratados como patriotas que por llegar, supuestamente,
antes que nadie más pudieron apropiarse del territorio, y de esta manera le entregaban a
Chile “mil leguas de tierra”. Se reconoce una especie de heroísmo en la descripción de los
estos patriotas, pues no por ser los primeros significaba que era tarea fácil insertarse en la
región, más bien se resalta que era tarea de valientes. Esto debido a las características
climáticas de la región, que el autor define como “soledad salvaje”.
Fragmento 20:
“Llegaron primero”
“<<La tierra, sin dueño, se abría fecunda
<<Ofreciendo inmenso tesoro al viajero
<<Llegaron los hombres trazando su predio,
<<¡lo ocuparon todo! ¡llegaron primero!>>
(…)
<<Otros que se atrevan a luchar con ellos,
<<nosotros, nos vamos>>
(…)
Lo que así se alejan, no saben qué dicen.
Su queja es el torpe dolor del cobarde
que se va vencido, sin imaginarse
que aquí nunca es tarde.
(...)
le dieron a Chile mil leguas de tierra,
y, al mundo, el milagro de otra primavera.
61
En cuanto a la soledad cabe destacar que no trata sólo sobre las condiciones geográficas
de la región que dificultaban su acceso, sino también sobre la ausencia de apoyo para
quienes se enfrentaban a este medio hostil, pues no contaban con los medios necesarios
para sobrellevarlo adecuadamente. También Ibar hace referencia a esta situación (Leer
Fragmento 21), en su poema “Dolor Enfermo” expresa las dificultades que existían
incluso para adquirir alimentos básicos, como la sal y la harina.
Fragmento 21:
“Dolor Enfermo” en “Cantos a Aisén” (2002) de Eusebio Ibar
Y todavía no alcanzan
a divisar a lo lejos,
la fría espiga de plata
de las campanas del pueblo.”
62
requiriendo todo su esfuerzo y el de su familia. Entre estos la complejidad de vivir
aislados, que se traducía en la dependencia de “pequeños aviones que llegaban
esporádicamente”, desde otros lugares con provisiones, lo cual era más complejo durante
el invierno, como se lee en el siguiente fragmento:
Fragmento 22:
“Mi madre me mandó por cuarta vez a la casa de la señora Leonta a pedirle un
platito de harina y me advirtió: Dile que cuando pase el invierno se lo
devolveremos. “Pero que sea el último – contestó doña Leonta – porque a mí
tampoco me está quedando nada”. (…)
Recién me empezaba a dar cuenta de lo que era vivir acá, lejos de todo, como si
las cosas acabaran de inventarse. La casa estaba a medio construir cuando nos
fuimos a vivir en ella. Mi padre la construía de a poco y crecía a medida que
podía traer desde Coyhaique algunas planchas de madera terciada y tablas
para el piso, en los que pequeños aviones llegaban esporádicamente a Lago
Verde.” (p. 12)
63
Fragmento 23:
“Entiéndame esta Razón” (2014) de Miguel Peña Araneda (En “Poesía popular en la
trapananda” de José Mansilla Contreras)
“(…)
Le hablaré en primer lugar
de nuestros antepasados,
hombres recios y esforzados
con sencillez y nobleza,
usaban su gran destreza
multiplicando el ganado
(…)
Dispuestos a desafiar
bosques, montañas y ríos
llueva, truene o haga frío
habrá que echar para delante,
los pueblos están distantes
y hay que traer pan al nido.
(…)”
Otro poema a destacar de esta recopilación es “Canto al pionero” de Gilberto Orias Jara,
en este se manifiesta la transformación del espacio que se colonizó, que dejó de ser
aislamiento y encierro debido a los campos hechos por los pioneros, y pioneras. Además,
se menciona la crítica que las prácticas de la colonización han recibido debido a la quema
de los bosques, pero la respuesta del autor es que “que habrían hecho ellos para hacer sus
campos”, recordando que nos habla de los años 30, donde el espacio-tiempo de la región
era otro:
64
Fragmento 24:
“Canto al pionero” de Gilberto Orias Jara
“(…)
Ya no quedan bosques en muchos lugares
porque por el fuego fueron consumidos
(…)
Lo que, ojo, les hablo del año treinta,
cuando era aislamiento, todo era encierro,
aquí no había nada, ninguna herramienta,
sólo estaba el hacha, brazos del pionero.
Cabe destacar que, en general, en la literatura que alude a la memoria pionera, la mujer no
tiene el papel protagónico, a diferencia del patagón. La mujer suele ser representada como
la compañera del pionero. Pero, hay cierta literatura que muestra como el rol de la pionera
no sólo era ser la compañera del pionero. Sino que también cumplía un rol importante en
su sociedad, y así en el establecimiento de la población en la región; era la partera. Esto
se observa en algunos poemas. Uno es de Joaquín Cheuquemán, que se titula “Mujer” (En
“Aún es tiempo…”, 1997). En este poema, además de revelar su rol de partera, también
se destaca que realizó las mismas tareas que el hombre, por tanto tenía un doble rol en su
vida de colona.
65
Fragmento 25:
“Mujer”
“Aquí en mi tierra
hubo una mujer
que llegó desde lejos a lomo de caballo
con un crío en los brazos,
(…)
que se abrió paso entre el monte
con un machete en mano,
que empuñó el arado
al igual que su hombre,
que ensilló un caballo
que arreó el ganado
que degolló una oveja.
la mujer pionera,
del pionero.
Una mujer que ahora
con sus huesos y su carne
sigue dando vida y abono a su tierra;
la mujer campesina,
de Aisén.”
Otro ejemplo es “Vida de Padeceres” (2014) de Guillermo Orias Jara, poema recopilado
por José Mansilla en “Poesía popular en la trapananda”. En esta composición se enfatiza
en el rol de partera anteriormente mencionado, y el esfuerzo que esto también significaba,
de esta manera se puede entender como una oda a la mujer pionera:
66
Fragmento 26:
“(…)
Bisnietos y tataranietos
sepan que sus abuelitas
todas lucharon solitas
nadie las iba a ayudar
y muchas eran esclavas
de la aguja y el dedal
ellas tuvieron a sus hijos
sin matronas ni hospital
67
A pesar las dificultades para vivir en Patagonia-Aysén, parece ser que el sentido que
desarrollaban los pioneros y pioneras hacia este territorio era lo suficientemente fuerte
como para quedarse para transformar el territorio, o permanecer ahí una vez que el proceso
de colonización terminó. El motivo de esto podría ser que la oportunidad de colonizar
también tenía un sentido personal para quienes se quedaban, no sólo hacer patria.
Situación que se presenta en “Ventana al sur” (2007) de Enrique Valdés, cuando Camilo
piensa sobre el arraigo que tiene su padre hacia Lago Verde:
Fragmento 27:
“…AQUELLO QUE yo jamás entenderé es lo tuyo. Ese empecinamiento por
amarrarte, aún ahora, a una tierra que en definitiva te es tan extraña como a
mí. Yo, por lo menos, nací acá. En cambio tú y mamá eran talquinos, bastante
más arriba en el mapa. Otro cualquiera habría vuelto apenas terminaron la
colonización, pero tú viniste a quedarte desde el principio, como si lo hubieras
tenido planeado desde antes. Donde te trasladaban hacías una casa que después
abandonabas a cualquier precio. Donde llegabas comprabas animales y hacías
plantaciones que rara vez alcanzábamos a cosechar. Y todo por encontrar asidero
que encontraste, y que nos retuvo entre estas rústicas construcciones, hechas
también como de paso.” (p. 84)
A partir de lo expuesto, es posible concluir que existe una sólida memoria pionera, con
sus hombres, mujeres, y animales que se enfrentaron a varios factores que hicieron que su
colonización fuera compleja; condiciones climáticas adversas, difícil acceso a la región y
al resto del país, y un abondo por parte del país que dificultó las prácticas del día a día.
Debido a esto es que su memoria es tan importante para la región hoy, representan el
esfuerzo que fue necesario para la consolidación de las actuales ciudades. Sin embargo,
se recuerda con nostalgia, ya que el progreso ha significado la transformación de este
modo de vida. El cual hasta ha sido criticado, como se leyó en el Fragmento 25. Además,
se evidencia la constante evocación de su memoria también a través de monumentos en
una de sus principales plazas (Ver Figura 1 y 2).
68
Figura 1. Fotografía en Plaza del Pionero: Familia Chilota.
Año 2019. Fuente: Carolina Aliaga
69
B. Memorias del progreso: encuentros de cacharritas leñeras y jeeps
En uno de los poemas recopilados por José Mansilla en “Poesía popular en la Trapanada”
(2014) se señalan una serie de transformaciones del espacio vivido producto del desarrollo
(Leer Fragmento 28). Entre las transformaciones se encuentran cambios en la
infraestructura, en cuanto a carreteras – como la Carretera Austral mencionada por
Coñuecar en el Fragmento 6 – y calles que permiten un desplazamiento motorizado, de
manera que la práctica de movilización usando animales ya no es necesaria, ni la más
eficiente. Pero también cambiaron los habitantes y su cultura, como menciona en las
últimas estrofas, el afuerino se ha convertido en el dueño de gran parte de los predios que
fueron trazados por los colonos, como mencionaba anteriormente Ibar (Leer Fragmento
20).
Fragmento 28:
“Sin Duda Usted No lo Duda”
“Sin ser un gran pensador
me he detenido a observar
y veo el tiempo avanzar
con agigantado paso
y el progreso, de un zarpazo
lo borra todo al pasar.
70
Se ven las cosas cambiar
como del día a la noche
(…)
La tradición, ya no es más,
que recuerdos anticuados
que unos que otros atrasados
(…)
Yo recuerdo el pasado
como a quien nos dio el sustento,
(…)
(…)
Los campos se ven vacíos,
se ha puesto escaso el asado,
el afuerino ha copado
los campos comprando hijuela,
puta la madre y la abuela,
¡que me siento desgraciado…!
71
se nos camufla el lenguaje
por la globalización,
me siento ¡como un huevón!
oyendo esto entre el perraje.
(…)
Clorindo Bilbao Seguel, uno de los poetas locales que se encuentran en “Poesía popular
en la Trapanada” de José Mansilla, también habla sobre los cambios de la modernidad,
pero desde otra perspectiva, una desde la que se expresa un encuentro y convivencia de
estos modos de vida en un espacio-tiempo. Las prácticas tradicionales, de acuerdo a la
proyección del autor, aún prevalecen para quiénes tienen un espacio vivido que no se
acomoda del todo a la modernidad. Los medios para llevar a cabo las actividades
cotidianas no han desaparecido del todo, sobretodo cuando el invierno se hace presente:
Fragmento 29:
“La Cacharrita Leñera”
“Tengo en Coyhaique un amigo
por allá arriba en la feria
él ha sido un fiel testigo
de abundancia y miseria.
(…)”
72
En general, se identifica que la principal consecuencia de la globalización y el desarrollo
que conecta a la región con el mundo es la pérdida de la tradición. Junto a lo expuesto en
el fragmento anterior, Joaquín Cheuqueman también se refiere a esta situación, pero lo
hace a través de una invitación, destacando que aún es tiempo para no dejar atrás aquella
prácticas que han caracterizado a la región, como es cabalgar, o sobrellevar el frío con un
mate junto al fogón:
Fragmento 30:
“Gente” (1997) en “Aún es tiempo”
Aún es tiempo
de invitarte a cabalgar
por las pampas del recuerdo.
(…)
73
como consecuencia de la venta de predios, pues en uno de los últimos párrafos citados
pide que conserven la tradición, que no vendan aquellas tierras de sus abuelos:
Fragmento 31:
“A la Cancha las Canogas”
“Desde esta loma quemada
te contemplo en tu orfandad
y remonto mis recuerdos
a varios años atrás.
(…)
Hoy estas vieja y abandonada
igual que la tradición
(…)
(…)”
Cabe destacar que en la tradición también hay oficios, que no fueron eximidos de la
transición hacia una Patagonia-Aysén inserta en una red global, con otras exigencias.
Jaime Casas es uno de los autores que ilustra estos cambios. Casas nace en 1949 en
Coyhaique y ha ejercido diversos oficios, tanto por decisión propia como por vivir en
clandestinidad durante el período de dictadura (Diario de Aysén, 2004). En su libro
“Delirium Tremens” (1999) se presentan un conjunto de cuentos que aborda diferentes
74
temáticas, pero la mayoría coincide en un espacio narrativo que se ubica en el sur de Chile.
En el relato “Un lector errante” se narra la historia de Oporto Sandoval, un zapatero que
aprendió el oficio cuando vivía en Chiloé gracias a su abuelo. Por lo que al irse a
Coyhaique se llevó lo necesario para continuar con tal herencia. Pero, como consecuencia
de los procesos de globalización y progreso, se queda sin trabajo:
Fragmento 32:
“A los setenta y nueve años, toneladas de poliuretano y fibra sintética lo
dejaron martillando en el vacío. Torturado por la artritis y arruinado por los
polímeros, tuvo que cerrar el taller, vender las herramientas y arrendar la casita
por un par de chauchas a otros pobladores tan pobres como él” (p.22)
Fragmento 33:
“(…)/hasta que enfermé de Chile y el arcoíris
a los diecisiete. llegaron los yanquis a esta luna chilena / el mtv / comida
rápida
los nuevos grupos musicales entraban por mi personal stereo / el grunge
acarició mi orfandad spanglish. (…)”
75
Por tanto, la globalización y las prácticas que esta trae consigo llegaron a Patagonia-
Aysén, encontrándose con un espacio-tiempo que debió adaptarse al ritmo del desarrollo,
y no viceversa. Sin embargo, esto no se ha extendido por todo el territorio de manera
homogénea, lo que genera que en Patagonia-Aysén se de un constante encuentro entre
estos espacios, cada uno con su propio tiempo y dirección. Por una parte están las prácticas
tradicionales que rememoran un pasado de esfuerzo, y por ende de heroísmo, y por otra
parte está un presente-futuro que deviene de una lógica de desarrollo sustentable a través
de conexiones globales. Carlos Bello Durán, otro poblador que participa en “Poesía
popular en la Trapanada” de José Mansilla, ilustra este encuentro, a través de personajes
y situaciones globales que no responden al espacio-tiempo de Patagonia-Aysén, de
manera que el hablante lírico prefiere dirigirse, volver, al pasado:
Fragmento 34:
“Un poco para no olvidar”
“(…)
Hoy nos tapan de progreso
y sin duda hay que aceptarlo
nadie puede rechazarlo
(…)
De repente en la noticia
aparece Maradona
que a todos nos impresiona
porque fue un crack de verdad
y en esa rivalidad
que la noticia mantiene
la tele déle que suene
y uno se preocupa un poco
cuando hablan de la Bolocco
y de Carlos Saúl Menen.
76
Ya suena reiterativo
que el dólar, la marihuana
que está en Dicom si no paga
y huelgas que hace la gente
conflictos en el medio Oriente
(…)
77
C. Memoria indígena: la otra memoria
Hasta el punto anterior es posible creer que los pioneros y pioneras sí llegaron primero.
Siendo la principal memoria de la región, ahora cambiando debido a las transformaciones
que trae el progreso. Sin embargo hay una memoria más; la memoria indígena. Una que
orienta su olvido hacia aquellos habitantes que estaban antes de los que llegaron a dibujar
líneas imaginarias, y a quemarlo todo para crear campos en nombre de la patria. Una patria
en la que los pueblos indígenas parecían no tener espacio. Pero que algunos tratan de
rescatar, así como sus desdichas. Cabe destacar que en este espacio de Patagonia-Aysén
no sólo se ha dado el encuentro actual entre pioneros, pioneras y la globalización. Sino
que también la trayectoria de los grupos indígenas que habitaban este sector de Patagonia
se cruzó con la trayectoria de aquellos que iban con la intención de hacer patria.
En “Poesía popular en la Trapanada” de José Mansilla, uno de los poemas de Nicasio Luna
Arratia nos habla sobre aquellos que ya estaban en la región antes de la colonización, pero
que las memorias anteriores han invisibilizado, dejando en el olvido a aquellos que fueron
perseguidos:
Fragmento 35:
“De Adonde Vengo y para Donde Voy”
78
También, el mismo autor alude a esta memoria indígena, en “Chilpén” poemario
publicado en 2002. Pero retrata especialmente el encuentro entre estos pueblos y aquellos
que se dirigían a Patagonia-Aysén con el objetivo de entregar ese espacio a Chile,
transformando el espacio en todos sus aspectos. Como consecuencia de este encuentro, de
acuerdo a los poemas de Mansilla (Leer Fragmento 36 y Fragmento 37) los habitantes
nativos se transformaron en un medio de intercambio, y en seres que debían adaptarse a
las prácticas de aquellos que venían desde otro lugar, sin una razón justificada.
Fragmento 36:
“CONJUROS”
“en el paso de los choiques
la vida de cada yagán
valía un montón de pieles
perplejos
todavía
preguntan
por qué
(…)”
Fragmento 37:
“CHONKA”
“ella mira asombrada
estas ropas de cristiano
con que la viste
(…)
79
En general en la literatura que alude a esta memoria se destaca la cosmovisión tehuelche
(aonikenk), que suele presentarse frente al encuentro con los colonizadores, y los eventos
que se desencadenaron desde ese momento (Leer Fragmento 38 y Fragmento 39). Se
mencionan a los “franceses y españoles/ingleses y holandeses” que participaron en
invisibilizar – eliminar – a estos pueblos de la memoria. Pero también esta memoria es
invisibilizada por “nosotros”, de acuerdo a Mansilla, ya que “hacemos trizas el colgajo de
recuerdos”.
Fragmento 38:
“Ciudad en llamas”
“(…)
por todo lo poco que imaginábamos
en una tierra de aonikenk y onas
saltadores del espacio
melenas que cruzan el cielo
kren y kra anunciando la creación
de otro anillo en nuestros cerebros
círculos descritos por un piélago de pastos
/pieles
donde franceses y españoles
ingleses y holandeses
rinden por fin tributo
a todas las calamidades que infligieron
(…)
y las cruces en el amanecer
asienten reverenciando
astillas quebradas senos colgados
de algún alto ciprés
y nosotros que nos hemos sumado
a este panorama
hacemos trizas el colgajo de recuerdos
porque vivir de memoria no sirve
esta aquí la secreta humanidad
la que creíamos no existía
(…)”
80
Fragmento 39:
“Tehuelche dormido” en “El paraguas” (1996)
“Yaces extendido,
con miras al sol.
Ningún pensador habría elegido
/ una mejor postura.
Y, en este túmulto
que convoca todo tu karma,
se diseminan piedras de variada forma.
y, en este entierro,
luces e imágenes que provienen de la pampa,
aterrizan en enlaces brumosos.
María Isabel Quintana es una escritora que nació en Puerto Aysén en 1939, es Odontóloga
titulada de la Universidad de Concepción, pero desde los años 90 se ha dedicado también
a las letras (Diario de Aysén, 2010). En uno de los relatos de su libro “El último dinosaurio
y otros cuentos”, se narran dos historias paralelas que al final se encuentran. Una de estas
es sobre una niña que huye de un hombre que abusa de ella, y en este escape es que le pide
ayuda a Kooch (Leer Fragmento 40). La otra historia trata sobre un joven de 15 años que
se ha criado en una cueva en el bosque junto a su abuelo, pero una vez que este muere él
decide marcharse, luego de dejar el cuerpo en el chenque, un cementerio tehuelche (Leer
Fragmento 41). De esta manera en ambas historias se reconocen elementos que evocan
una memoria indígena:
81
Fragmento 40:
“El amanecer de los Pájaros”
“Había perdido la noción de cuántos días había caminado. El sol estaba ahora
parado sobre su cabeza y la luz penetraba con tanta fuerza que el mundo entero se
había vuelto amarillo-rojizo. Fantasmas de arena se levantaban para luego
desmoronarse frente a sus ojos. Toda ella era una estatua de arena con el cabello
reseco y duro semejante a los coirones.
Kooch no podía abandonarla de esa manera. Abrió los brazos con gesto
implorante sujetando la manta con los puños apretados. El viento la arrastró varios
metros. Un raquítico calafate se interpuso en su camino y la manta quedó
milagrosamente clavada en las espinas formando un salvador refugio. Agradeció
al cielo y se dejó caer rendida.” (p. 83)
Fragmento 41:
“El amanecer de los Pájaros”
“Luego de la rabieta, el muchacho supo lo que tenía que hacer. Una vez que hubo
desnudado al viejo lo arrastró fuera de la cueva. Estaba tan flaco que no le costó
trabajo llevarlo hasta el chenque.
En algún lugar de su memoria tenía grabada la ceremonia ancestral. Como
un autómata procedió a cavar una fosa de unos veinte centímetros de profundidad.
Luego, con delicadeza, temiendo que el esmirriado anciano se le fuera a desarmar,
lo tendió de costado con las piernas ligeramente encogidas y comenzó a cubrirlo
con piedras hasta formar un túmulo algo más grande que el ya existente. (…)
Era temprano cuando regresó desde el chenque y sin embargo la oscuridad se
había apoderado de la cueva. De seguro Gualicho2 reinaba en el lugar y luego de
llevarse al viejo seguiría haciendo de las suyas.(…)” (p. 80-81)
Rosa Gómez Miranda en “El año tiene nueves meses y una semana: de la tiza al plumón”
(2008) también hace referencia a esta memoria, pero la evoca con un sentimiento y
perspectiva diferente. Lo hace desde un punto de vista dirigido a la cultura tehuelche, y
no al encuentro con otras culturas. En varias ocasiones se relatan historias de la mitología
tehuelche, narraciones que el protagonista de la novela disfruta enormemente, por lo que
lamenta que tal raza se haya extinguido por completo (Leer Fragmento 42). Por tanto, en
esta novela se identifica un rescate de esta cultura aoinikenk, especialmente para las
2
Nota al pie de la escritoria; Gualicho: espíritu infernal.
82
generaciones más jóvenes debido a que el libro está destinado a un público infantil. Sin
embargo, cabe destacar que la escritora redactó esta novela – y otra más de la misma
índole – a partir de sus recuerdos y el de personas que asistieron al colegio en un tiempo
– y espacio – similar.
Fragmento 42:
“La profesora nos trajo una muy grata sorpresa, resulta que ella investigó acerca
nuestros primitivos habitantes y nos relató algunas aventuras de Eal, el héroe
mítico de los tehuelches. (…) La luna no tenía muchos deseos de que su hija se
casara, por eso le siguió dando más y más pruebas. (…)
Lo que no me gustó fue el final de la leyenda, ya que después que tanto les costó
para casarse, no estuvieron mucho juntos, ya que parece que tuvieron una disputa
a raíz de la cual se enojaron y Teluj se convirtió en sirena y se quedó a vivir en
el agua y el héroe Elal se quedó solo.
¡Qué pena que la raza tehuelche se haya extinguido por completo…!”(p. 45-
47)
83
Para finalizar es importante reiterar que no es posible hablar de una única memoria de
Aysén. La región cuenta con una espacio-tiempo que trasciende no sólo líneas fronterizas,
sino también líneas temporales. La memoria indígena se cruza con la memoria pionera, la
interpela, así como a sus otros colonizadores extranjeros. Ambos intentando invisibilizar
su existencia, pero que algunos autores se esfuerzan por rescatar. De manera similar la
memoria pionera se enfrenta al progreso que transforma el territorio, resultando en otra
memoria, una que apela a estas transformaciones, reclamando que las significaciones
territoriales heredadas por tradiciones se pierden, el espacio ha cambiado, y por tanto la
experiencia también. Así, Patagonia-Aysén es un espacio-tiempo compuesto por el
encuentro de una serie de sentidos que se proyectan desde distintas temporalidades – cada
una con sus propias espacialidades – que convergen en este territorio.
84
III. Territorios de particularidades
Tanto las otras fronteras como las memorias nos han presentado un Aysén que no es
homogéneo en el espacio-tiempo. Sin embargo, la heterogeneidad de Aysén es aun más
compleja de lo presentado hasta ahora. Hay otros elementos que se suman a la
conformación de significaciones territoriales. Estos otros elementos vienen dados por las
particularidades de los distintos lugares que conforman la región. Esto se debe a que una
parte importante de la región está conformada por islas y archipiélagos, entre los cuales
se dan dinámicas que no podemos esperar en quienes viven más cerca de las planicies
entorno a la zona fronteriza, lejos del mar. De esta manera, se dan modos de vidas
diferentes, que dialogan con el territorio, lo transforman y le dan significados, que como
se ha expuesto no son estáticos.
85
transformado así como lo ha hecho el territorio. Una primera aproximación al significado
del mar se encuentra en la cosmovisión tehuelche. Así, se regresa a la memoria indígena.
María Isabel Quintana entrega una perspectiva desde la cultura indígena, pero esta vez en
contraste con el cristianismo. En su cuento “Hombre de poca fe”, en “El último dinosaurio
y otros cuentos” (1999), relata como ambas culturas enfrentan un mismo evento de manera
completamente distinta, uno con un sentido del espacio, y otro sin significación:
Fragmento 43:
“El esfuerzo de la tripulación por mantenerse a flote estaba resultando estéril. De
pie, aferrado al mástil y dando cara a la tormenta, la persona que los había
contratado para realizar la travesía por los canales, lucía como negro espantapájaro
con la larga vestimenta completamente empapada.
Sentadas frente a él, tres mujeres de piel morena parecían ser parte de la pequeña
dalca. (…)
El hombre las traspasó con la mirada, confundido ante la pasividad que mostraban
frente al inminente desastre. (…)
El viento, convertido en bestia, rugido, azote, castigaba sin piedad. A sus bramidos
se sumaba el lamento del mar que a cada nuevo golpe levantaba las crestas de
espuma, amenazando con volcar la primitiva embarcación.
Las nativas sintieron de pronto el desequilibrio y se aferraron a la borda. (…)
La más vieja de las mujeres observó al hombre que musitaba una plegaria tras
otras, sin detenerse.
Qué sacara este pobre mortal con pedirle a ese Dios que venga la calma. Sumida
en sus pensamientos, ella recordaba cómo hacia su padre en estos casos, cuando
invocaba al viento con las palabras “Munai, munai” y lo decía con temor y
respeto. (…)
Munai, munai, (…). Si tenía suerte podía engañar al viento haciéndole creer que
era uno de los suyos el que suplicaba.
El mar se agitaba cada vez con mayor violencia. El agua y el viento mostraban el
mismo tono grisáceo. Parecía un monstruo bramando enloquecido que se
sacudía tratando de eliminar la insignificante nave que con porfía cabalgaba
sobre su lomo.
(…) en una mezcla de furia y espuma vomitó hombres, cajas, maderas y harapos.
La calma llegó sin aviso. El mar acunaba plácidamente a la pequeña indígena
que flotaba en apretado abrazo con el muñeco de madera. Por su parte, la savia
del bosque reconocía a sus habitantes: las dos mujeres se mecían aferradas al
baúl de ciprés.
La gente que salió en su búsqueda avistó a lo lejos un revoltijo de ropas bordadas
de oro y los negros jirones de una sotana, que estirada a lo largo, se perdía en la
inmensidad del archipiélago.” (p. 109-114)
86
En este fragmento, se reconoce como las nativas le otorgan al mar un sentido en el que
este se personifica; se lamenta, amenaza, se sacude y acuna. También el viento es
personificado, una de la mujeres trata de hacerse pasar por “uno de ellos” con el fin de
calmar la tormenta. A diferencia del personaje cristiano que acude a Dios, y no al mar o
al viento. Es decir, no le otorga un sentido a éstos, mientras las mujeres indígenas
mencionadas sí. Cabe destacar como estas significaciones se ubican en un pasado-
presente, creencias vuelven al presente a través de éste relato, que genera la emergencia
de una memoria indígena que, como se mencionó con anterioridad, suele ser
invisibilizada. Pero que sí está presente en la compleja conformación del espacio-tiempo
de la región.
Fragmento 44:
“los vientos todo el año preguntan todo el año
que es lo que tenemos Coyhaique y yo
Coyhaique es al viento / como Valdivia a la lluvia
(…)
como la privatización a Chile / Como yo Coyhaique
y regreso a ese viento mendiga de mi
en las añoranzas del regreso” (p. 14)
87
Fragmento 45:
“Patagonia mía / como si quisieras irte
después de tanta nevazón
mis pies inquietos tanteando islas
la fractura continental / mi cuerpo en pedazos
desparramado en el agua / se hace llamar islas
se hace llamar archipiélago / (…).” (p. 20)
Cabe destacar, entonces, que los sentidos que un lugar adquiere también se dan desde
otros lugares, por ejemplo, en el caso de Coñuecar ella vivió en Coyhaique a una distancia
relevante desde el mar, sin embargo se identifica con este espacio, abarcando una escala
mayor a la ciudad; el archipiélago. También en “El año tiene nueves meses y una semana:
de la tiza al plumón” (2008) de Rosa Gómez Miranda se reconocen sentidos desde otros
lugares (Leer Fragmento 46). La madre del protagonista al referirse a Caleta Tortel le da
un sentido mágico, pese a no vivir ahí, pero la idea de transitar por pasarelas en vez de
calles es suficiente para que adquiera este sentido. También el protagonista le da un
significado a Caleta Tortel, pero este se da en torno a la posibilidad de jugar fútbol, por lo
que su interés en el pueblo es limitado, y el sentido que le da a este no es uno cercano,
debido a que las características geomorfológicas del pueblo no permiten que haya cancha
de fútbol, entonces a él no le gustaría vivir allí.
88
Fragmento 46:
“Mis padres me prometieron que a fines de mes vamos a ir a Caleta Tortel,
porque allí hay mar. Es un lugar mágico según mi mamá, ya que no hay calles
como las de nuestro pueblo, sino pasarelas construidas con ciprés a todo lo
largo y ancho.
Es muy pintoresco y turístico, pero no me gustaría vivir allí, porque no tiene
cancha cerca para jugar fútbol. Hasta para sepultar a sus muertos deben hacerlo
cruzando un canal en embarcaciones, pues el cementerio está como en una
isla.” (p.53)
Así el significado que adquiere el mar en este territorio tampoco es único ni estático.
Desde la memoria indígena el mar tiene un sentido que lo transforma en un ser, y no en
un espacio vacío. Desde un espacio-tiempo más contemporáneo en Patagonia-Aysén el
mar es medio para las prácticas cotidianas, al mismo tiempo que puede ser un reflejo o la
personificación de quién se es.
En “El año tiene nueves meses y una semana: de la tiza al plumón” (2008) de Rosa Gómez
Miranda muestra que como en el campo las significaciones territoriales parecen girar en
torno a las actividades agrícolas. El protagonista da la novela comenta su intención de ser
campesino, y en lo que consiste y por qué le interesa:
89
Fragmento 47:
“(…) he decidido que mejor voy a ser campesino. Esta última aspiración se la
debo no sólo al Arturo, sino también al Florencio, que habla con tanto cariño de lo
bien que la pasa cuando está en su hogar y que no hay que tener mucho estudio,
(…) más que todo hay que saber sacar las cuentas para cuando venden sus
animales.
Además debo ser buen campesino y tener un campo, pues si mi pueblo sigue
creciendo va a llegar el momento en que van a faltar animales para abastecer
la carnicerías y se va a necesitar harta leña para los hogares. Estas
consideraciones me hacen pensar que este oficio es una buena opción de futuro.
(…)
Pero lo curioso es que el Arturo (…) ahora ya no quiere ser campesino, (…) él dice
que cuando sea grande no quiere trabajar de campesino, porque es muy sacrificado
y que su papá también quiere que tenga otro futuro.” (p. 27-28)
Por tanto, ser campesino significa ser un aporte para la región debido a que de esa manera
puede, como plantea el protagonista de este relato, proveer de alimentos y leña. Pero
además ser campesino también significa tener ciertas prácticas, que de acuerdo al papá de
Arturo son muy sacrificadas. Cabe destacar que estas prácticas son heredadas desde el
proceso de colonización, por tanto es posible hablar del ovejero, lo que significa acudir a
aquella memoria pionera. Varios autores escriben sobre el ovejero y su espacio – el campo
– y de sus actividades y hábitos. Entre ellos está Cheuquemán que en su poemario “Aún
es tiempo” presenta varios poemas que, en forma de oda, se refieren a los personajes del
campo y sus experiencias, así como a elementos que forman parte de estas cotidianidades.
Entre estos está “OVEJEROS DE AISEN” (Leer Fragmento 48) donde describe a estos
personajes en su espacio-tiempo, así como en “OVEJERO” describe a otro personaje que
lleva a cabo una labor similar y que su presencia participa del sentido de ser ovejero; el
perro ovejero (Leer Fragmento 49).
Cabe destacar que tanto en fragmentos anteriores de “El año tiene nueves meses y una
semana: de la tiza al plumón” (2008) de Rosa Gómez Miranda como en el siguiente
fragmento, el fogón ha sido un elemento constante, que además hace caso omiso de la
90
frontera, como se vio en fragmentos anteriores. Por tanto, es uno de aquellos elementos
que participan en el sentido de ser campesino/ovejero.
Fragmento 48:
“OVEJEROS DE AISEN”
La escarcha se ha incrustado
en sus lacios cabellos,
y han tejido su vida
lo más largos silencios.
Devorador de lluvias,
conquistador de tiempos,
eterno compañero
del fogón y el viento.
(…)
Mezcla de tempestades
de calores, de fríos
en Aisén, va el ovejero
por los campos dormidos.
(…)
Ovejeros,
hombres rudos como el viento
como la escarcha, invencibles,
como el ñire, generoso
pa’ dar calor a las noches
de familia junto al fuego
bajo el techo de los coigües
(…)”
91
Fragmento 49:
“Ovejero”
“(…)
Tu código, el chiflido
y tus vocales, las órdenes :
“Venga atrás.”
Y tú no te haces esperar
y sumiso te vuelves y anotas un siete en tu mirada
(…)”
92
Sin embargo, haciendo referencia a la memoria del progreso, se reconoce una
transformación en el significado del campo. También en “El año tiene nueves meses y una
semana: de la tiza al plumón” (2008) de Rosa Gómez Miranda se reconoce esta situación.
En el Fragmento 50 se visualiza como la llegada de turistas a la región le ha dado otro
valor a este espacio, de manera que el significado de la flora se orienta hacia estos nuevos
sujetos en la región.
Fragmento 50:
“Es una asignatura que se llama Comprensión del Medio (…) hemos comenzado
a estudiar las plantas. Ha sido bien interesante y enriquecedor, porque no teníamos
idea de que había tantos árboles y arbustos en nuestra localidad y ahora varios de
nosotros podremos darles indicaciones de la flora a los turistas que llegan en el
verano.”
93
Fragmento 51:
“Paraíso perdido de los Ice End”
“(…)
el verdadero paraíso
está allá en el sur
en mi Patagonia Austral
y cuesta mucho encontrarlo,
es sin igual. (…)
la Trapananda oculta todo
lo que encierra
con hielo nieve espesa niebla
y altas sierras
(…)
te llenarán los ojos
de tanta belleza
y tienes que cerrarlos
(…)
y te llevarán hacia el cielo
para ver desde la altura
todo lo que la Cruz del Sur
te ilumine del Aisén
desde un cielo azul puro
(…)
94
En cuanto a los personajes que se describen en el campo – como espacio narrativo – se
reconoce uno en particular que se asemeja a la magia de Caleta Tortel, pero en este caso
se relaciona a la presencia o ocurrencia de eventos no lógicos. En “Relatos en el Sur de
Aisén” (2000) de José Mansilla se narran varias experiencias recopiladas desde las
localidades de Cochrane y Villa O’Higgins. Entre estas está “Jinete negro” (Leer
Fragmento 52) que cuenta sobre la presencia de un jinete en la Pampa de la Soga, pero
que nadie se encontraba con él, por lo que los dueños del campo consideraban que era “un
compañero de trabajo que tenían”, por lo que este jinete se transformó en alguien más del
campo. Otros relatos que hacen referencia a este misticismo son “La llamarada” de Raquel
Jerez Urrutia (Leer Fragmento 53), y “El hombre y la sepultura” de Gustavo Henríquez
Reyes (Leer Fragmento 54). Estos dos narran como se ven “luces” o “llamas” que se cree
se deben a “entierros”. Sin embargo, pese a tener una supuesta explicación lógica, no quita
el misterio con que estos eventos se experimentan.
Fragmento 52:
“Jinete Negro” de Jorge Muñoz Padilla, Villa O’Higgins
“Lo veían que andaba y se desaparecía cundo lo iban a ver. Por ahí son faldeos
limpios, como cañadones, no hay montes*. Lo veían a veces parado a una lomita
por ahí. Lo querían ver pero nunca se encontraban con él.
Según los dueños de ese campo, era el compañero de trabajo que tenían. Ellos
no se hacían mala sangre por verlo, nada”
Fragmento 53:
“La llamarada”
"Dice que se asomó al camino, y vio un fuego, donde hay un laguito. Vio una
tremenda llamarada que salía de allí, y él* dijo, alguien está alojado – antes se
acostumbraba que la gente que salía pasaba a quedarse tarde por ahí – , dice que
salía unas llamaradas para arriba, como que estaba ardiendo un árbol: ahí hay
árboles altos. Llegó ahí, porque ahí mismo, tenía que pasar.
Se dice que hay mucho mineral, que esos son los que de repente arden.”
(*): se refiere a su marido
95
Fragmento 54:
“El hombre y la sepultura”
“Al que le pasó un caso bueno, fue a un hombre, ahí cerca del Lago Juncal. Dice
que no hizo más que quedarse y acostarse, cuando lo empezaron a agarrar de
las patas, che. Lo arrastraron un poco. Le sacaron las pilchas. Lo tiraron para
todos lados y no había caso: él decía: ¿qué diablo está pasando? Agarró su caballo
y se vino a la cresta.
El hombre se había acostado arriba de una sepultura.”
Otro espacio que se reconoce desde la literatura de la región, para el período siglo XX-
XXI, es la ciudad; Coyhaique. Esta ciudad que no se ubica en la costa, ni es parte del
campo como tal, pero ha sido clave en la construcción de ambos, pues ha sido un punto
de conexión con el resto del país, como se leía en el Fragmento 22 de la novela “Ventana
al sur” de Enrique Valdés, es desde donde se podían conseguir materiales para construir
viviendas en otros poblados. De esta manera ha producido su propio espacio-tiempo, pero
sin desconectarse de los otros espacios-tiempos que componen la región. Esta idea se
reconoce en el cuento “Juego de Niños” publicado en “El último dinosaurio y otros
cuentos” de María Isabel Quintana. El cuento es relatado por una mujer que encuentra una
caja de fotografías de su infancia, a través de las que comienza a recordar su antigua casa,
amigos y experiencias en Coyhaique:
96
Fragmento 55:
“Un olor a recuerdos añejos invadió la habitación cuando abrí la pesada caja con
recuerdos y fotografías que he llevado conmigo durante cincuenta años; y sin
embargo, me basta con hojear el viejo álbum de fotografías para acercarme a
Coyhaique, mi tierra natal. En esta primera página se ve nuestra casa, de madera
nativa, al natural. (…) Enfrente se aprecia una gruesa vara horizontal sobre dos
robustos soportes – varón se llamaba – y era cómo el estacionamiento en donde
los visitantes amarraban sus cabalgaduras.
Mario y el Cholo montaban en este varón y a galope tendido realizaban
interminables viajes a ninguna parte. Nosotros, los más chicos, no sabíamos
de otro poblado en leguas a la redonda.
En esta fotografía está mi papá sentado detrás de su escritorio, de impecable
guardapolvo blanco frente a un montón de frascos etiquetados a los que teníamos
prohibido el acceso (…)
Era la manía de mi madre: “Salgan de aquí niñitos, que traen los zapatos sucios”,
y salíamos a correr por las calles de tierra, a encaramarnos en los árboles y a
comer frutas en verano; a confeccionar monos, o a fabricar coronas de flores
en primavera. Nuestros juegos eran siempre afuera, hasta muy entrada la
noche. (…)
No se por qué tengo esta fotografía del cementerio. La había escondido en el fondo
de un cajón. Si no fuera por las cruces de madera, se diría que era la réplica
de la ciudad. Estaba situado en la calle Baquedano. Nos quedaba lejos pero valía
la pena el viaje porque era nuestro lugar favorito para jugar. Allí
concurríamos todas las tardes después de la escuela. Estas casas en miniatura,
idénticas a las del pueblo, en su mayoría eran de tejuela; algunas tenían un cerco
pintado de blanco, otras, un corredor. Había una algo más grande que tenía un
altar, ideal para nuestros juegos. Extendíamos un mantel que guardábamos en el
hueco de un árbol. Y nuestras colaciones se transformaban en verdaderas comidas
de etiqueta. Después venía el juego a ser adultos:
- Buenos días, señora… ¿Cómo está usted? La invito a tomar unos matecitos
- Gracias vecina, le voy a aceptar porque quizás a qué hora llegue el hombre,
salió hace rato a buscar unos caballos ariscos y no bajará hasta que
junte toa la tropilla.
- Invitemos también a la señora Rebeca.
- Buenos días señora… ¿Cómo está usted? La invito a tomar unos matecitos
- ¡Listo no más! Total este otro tiene pa’ rato, le dio por trabajar unos
cueros, dice que le faltan maneas y que ya queda poco pa’ la señalá.
- ¿Y usted cómo está, pues? ¿Qué ha sabido de su marido?
- ¡No me hable de ese, oiga! Desde que se fue pa’ l’argentina no he sabido
más de él.
- ¿Y su niño, señora? ¿Está mejorcito?
- No, fíjese. Parece que el último resfrío le atacó el pulmón.
97
En otras ocasiones nos dedicábamos a la siembra aprovechando la tierra recién
removida de alguna tumba. Para estos menesteres enterrábamos pequeñas ramas
de ñirre, flores de ciruelillo, pepas de manzana, ciruelas y guindas que nos
habíamos comido. (…)
Tengo varias fotografías más pero me da pena mostrarlas porque falta Raúl. Desde
que se murió no fuimos nunca más a jugar al cementerio.
El álbum cae desde mis manos y lágrimas de nostalgia empapan las hojas secas
que han estado aprisionadas por cincuenta años entre sus páginas. Una fragancia
silvestre inunda la habitación y se cuela en lo más hondo de mis recuerdos.“
Fragmento 56:
“La primera salida de Antonia de la casita que habitaron siempre en Coyhaique
en la calle General Prat, fue al Café Oriente, entonces recién trasladado por
una minga desde su ubicación original frente a la extraña plaza de cinco lados;
y ellos sucedió cuando pudo advertir que los viajes de Don Alberto eran tan
frecuentes como extensos. La condesa se sentó esa vez en una mesita vecina al
ventanal, cerca de la estufa a leña que calentaba el local y desde entonces nunca
quiso otro lugar, al punto que si llegaba a encontrarlo ocupado, esperaba de pie, al
lado del mostrador repleto de tortas y pasteles (que le recordaban a la pastelería
Demel que frecuentaba con su madre por recomendación de la Emperatriz Sissi).
(…)” (p. 23)
98
Fragmento 57:
“ (…). Desde el terremoto de 1949, el hospital de Coyhaique funcionaba en la
escuela Básica de calle Prat, hoy Escuela Canadá, a menos de dos cuadras de la
casa de los Feres. La viejita lloraba y lloraba. Era un día de invierno (que en la
Patagonia puede ser cualquier día del año) y la humedad se descolgaba de las
paredes como una lenta marea grisácea. (…)
(…) la condesa Antonia pasaba por afuera de la sala improvisada del hospital de
Coyhaique pasada a cloroformo barato que tantos recuerdos le generaba, también
ahora un kuchen en sus manos para el médico de turno que llevaba trabajando
veinticuatro horas sin parar. Le simpatizaba ese joven recién recibido que actuaba
como cirujano, además de todas las especialidades que le fueran requeridas en un
lugar donde un médico general era un lujo. ” (p. 71-73)
Fragmento 58:
“Por razones de salud”
“(…)
(…)
99
que me llevó hasta el poblado;
a mí me habían contado
que la casa del doctor,
era un grande caserón
todo de blanco pintado.
(…)
Aproveché la escapada
y al galope tendidito,
pasé por un montecito
que hay en medio de la ciudad
y antes que logre cruzar
me salió otro de los mismos,
me silbaba con un pito
tal vez no sabía silbar.
100
con tan grande población
y con tan mala atención,
para el forastero que pasa.
(…)
¡Te vamos a operar! dijeron,
veremos si sos tan pillo
si necesitan cuchillo – dije:
les paso mi verijero;
yo lo único que quiero
es irme al campo tranquilo.
(…)”
Para finalizar, es relevante reiterar que existen Aysenes, los sentidos no sólo cambian a
medida que las características geomorfológicas son distintas, sino también a medida que
se encuentran con otras memorias y prácticas que transcienden las fronteras del espacio-
tiempo de Patagonia-Aysén. Es decir, la temporalidad de las prácticas presentes no se
separan del pasado. Sin embargo, a pesar que al existencia de múltiples significaciones no
significa la negación de estas entre sí, sí se pueden invisibilizar. La región se presenta
entonces como un espacio de encuentros de los espacios-tiempos, desde el cual emergen
los múltiples sentidos territoriales. Tal como Joaquín Cheuquemán expresa al final de su
poema “Patagonia”, en “Aún es tiempo…” (1997):
Fragmento 59:
“(…)
Patagonia,
lugar de encuentros eternos
entre el pasado y futuro,
para vivir la historia
bajo nieve, lluvia y viento
con tranco firme y seguro”
101
Capítulo V: Aysenes, espacios-tiempos de
encuentros
Además, a partir de las otras fronteras, las memorias, y los territorios de particularidades,
se reconoce un espacio en que las prácticas y los sentidos se orientan en un sentido más
bien este-oeste. En el caso de las otras fronteras se visualizan prácticas compartidas con
y en la Patagonia Argentina; se realizan las compras, y se comparte con aquellos al otro
102
lado del alambre, hacia el este. Desde las memorias se observan procesos que también se
desarrollan en un espacio denominado Patagonia – memoria pionera y memoria indígena
– donde las prácticas narradas son llevadas a cabo sin distinción de nación. En el caso de
la memoria del progreso, pareciera que la orientación es en un sentido diferente, pues hay
una integración con el resto del país – el norte – al mismo tiempo que se conecta a una red
global. Sin embargo, en territorios de particularidades nuevamente se reconoce un
espacio que varía en una orientación más bien horizontal; desde la costa hacia la frontera,
o viceversa.
Desde las perspectivas literarias (capítulo II) se reconoce una espacio de la historia – story
space – constante, pero dinámico. Patagonia-Aysén ha sido el área de estudio, por lo que
se ha enfocado el estudio a aquellos textos que remiten a este espacio de la historia, por
tanto constante. Pero, a pesar de parecer un área delimitada, los textos exhiben un espacio
compuestos a su vez por otros, que en conjunto no tienen fronteras culturales coincidentes
con las administrativas. Pues este espacio de la historia interactúa con la Patagonia
argentina generando un espacio de la historia más bien dinámico. También la posición –
setting – presenta variaciones, pero estas pueden ser comprendidas como las memorias,
pues la posición hace referencia al ambiente socio-histórico-geográfico (Ryan, 2012).
Cabe mencionar que el mundo narrativo – narrative world (or story world) – es aquel
completado por la imaginación del lector, por lo que la trayectoria y conocimiento de
quién investiga ha sido parte relevante de la interpretación llevada a cabo.
De esta manera se evidencia como la literatura es otra fuente de información, que permite
conocer diferentes aspectos de los habitantes, tales como sus prácticas y nociones del
espacio, esto de acuerdo a los espacios narrativos y líricos abarcados en los textos
literarios. A su vez, la literatura, a través de un análisis arqueológico, permitiría entender
por qué predominan ciertos elementos y otros no, es decir, por qué son ciertas las
significaciones territoriales y no otras. Pero, en general, a partir de la identificación
realizada en el capítulo anterior, se reconoce que los sentidos otorgados al territorio
103
provienen predominantemente desde las memorias que se han producido junto al espacio
Patagonia-Aysén, cada una con su propia temporalidad, trayectoria y orientación, pero
que finalmente se encuentran entre sí.
Por tanto, a continuación, las significaciones territoriales serán analizadas en dos partes.
La primera de acuerdo a lo encuentros entre las memorias identificadas, considerando los
espacios-tiempos evocados por cada una, y como estas constituyen trayectorias que se
proyectan hacia el territorio, al mismo tiempo que se orientan a su propia temporalidad.
En segundo lugar, los sentidos hacia el territorio se analizarán considerando un espacio
orientado horizontalmente, a diferencia de la noción nacional de un país direccionado en
sentido norte-sur – vertical – entendiendo esta orientación como parte de las proyecciones
desde las memorias. De esta manera se busca comprender Patagonia-Aysén como un
espacio y tiempo distinto, compuesto a su vez de pluralidades.
De acuerdo a Foucault “todo espacio tiene una memoria” (En Núñez, 2013, p. 5), pero
desde la literatura estudiada se reconoce a Patagonia-Aysén como un conjunto de espacios
que a su vez se componen de memorias, cada una orientada en su propia dirección, pero
sin dejar de co-existir en este espacio. De esta manera, las múltiples memorias y los
espacios-tiempos a los que aluden participan en el proceso de significación territorial, de
los sentidos otorgados por los habitantes al espacio que viven diariamente – espacio
vivido. Como resultado se identifican una serie de significaciones que varían al interior
del territorio, tanto espacial como temporalmente. A continuación se analizará cada
memoria reconocida con el fin de comprender su orientación y proyección en los sentidos
otorgados al territorio.
104
A. Encuentro invisibilizado: indígenas y colonos
Pero ¿A que se debe este proceso de colonización? El encuentro entre chilenos, extranjeros
e indígenas se debe a que, como se mencionó en el marco teórico (Capítulo II) para el
Estado Chileno enviar personas a tal área era una manera de ejercer soberanía sobre este
territorio. Situación que también es retratada en los textos literarios, el siguiente fragmento
corresponde a la novela La condesa la Patagonia, de Carlos Aránguiz, que retrata la vida
de una mujer – una condesa – que viaja desde Europa hasta Patagonia para vivir.
Fragmento 60:
“Durante muchos años estuve recorriendo por encargo del gobierno chileno, el
territorio de la Trapananda (así lo llamaban los españoles). A partir de 1893 y por
espacio de varios veranos sucesivos, recorrí las hoyas hidrográficas de los ríos
Palena, Puelo, Manso, Aysén, Cisnes y Baker. (…) No sólo recomiendo vivamente
su establecimiento en esta zona, donde existen hoy [1936] algunos pueblos
interesantes y posibilidades laborales vinculadas a la infraestructura estatal o a
la actividad forestal y ganadera; sino que creo que puede ser la respuesta para sus
ansias de aventura y conquista.” (p. 44)
De esta manera se pobló el territorio con personas que respondían al gobierno de Chile,
desarrollando actividades económicas, y también intereses personales. Por tanto, aquellos
105
que no respondían a esta nación parecen haber quedado fuera, y por ende invisibilizados,
sin entender por qué (Leer Fragmento 36: “CONJUROS” por José Mansilla). Proceso que
también se replicó desde el lado argentino. El gobierno argentino, en 1978, comenzó a
entregar concesiones a colonos, mientras se las negaba a los indígenas ya que estaban
“inhabilitados para obtener la propiedad legal de sus territorios históricos por ser
considerados incapaces de ser sujetos de derecho” (Museo Chileno de Arte Precolombino,
s.f.). Así, las prácticas de estos grupos se vieron afectadas por la ocupación del espacio
que solía ser su espacio.
Que esta etapa de colonización se haya realizado de esta manera refleja la predisposición
de no integrar a estos habitantes a la nación. Se puede considerar que fueron vistos como
otros, y por tanto había una frontera cultural con los colonizadores. Sin embargo, esta
frontera parece usarse para justificar el interés económico en la zona, pues en tal espacio-
tiempo se buscaba fomentar nuevas industrias y una nueva significación territorial; “La
Patagonia estanciera y ovejera” (Núñez et al., 2017).
Por otra parte, también se reconoce un interés en rescatar los sentidos de los grupos
indígenas por el espacio, así como otros aspectos de su cultura. Esto a través de la
referencias hacia elementos de su cosmovisión, como sus dioses o nombres de lugares,
por ejemplo, el chenque – cementerio tehuelche – en el Fragmento 41. Además, a partir
de estas referencias es posible reconocer sentidos hacia el mar, y el viento, como se leyó
106
en el Fragmento 43. Donde estos son personificados y tratados con temor y respeto.
Además, en el caso de la novela “El año tiene nueves meses y una semana” (2008) de
Rosa Gómez Miranda, se relatan una serie de leyendas tehuelches que permiten un
acercamiento a tal cultura, como se mostró en el Fragmento 42.
En síntesis, la memoria indígena se orienta hacia un pasado que evoca tantos sus creencias
como el encuentro que resultó en su extinción (Leer Fragmento 42). Se identifica una
intención de no olvidar aquel pasado, proyectando a través de la literatura sus sentidos e
historia. La que por sí misma podría ser una investigación.
107
B. Encuentro con la modernidad: colonización y neo-colonización
De esta manera, movilizarse a caballo, tener un campo con animales, tener un perro
ovejero, mantener un fogón en la vivienda – rancho (Leer Fragmento 2) – tomar mate para
aquerenciarce a la Patagonia, cruzar el alambre, pallar en Patagón, jugar partidos de
truco, y otras prácticas, le han dado un sentido al espacio de Patagonia-Aysén que
trasciende hasta la actualidad. Sin embargo, debido a la llegada de la globalización a la
108
región, también se insertaron otros elementos que han transformado el espacio vivido y
sus sentidos. Como se mencionaba en el capítulo anterior, ahora el ganado no se moviliza
guiado por los ovejeros – humanos y animales no-humanos – sino que se hace mediante
camiones, evidenciando la búsqueda de “eficiencia”. Pero estas comodidades parecen no
ser aceptadas como tales por todos. De acuerdo a la narrativa y poesía, aun es posible
encontrar cacharritas leñeras (Leer Fragmento 29), al mismo tiempo que se ven Jeeps.
Además de las prácticas mencionadas, también hay cambios en el espacio mismo, como
se leía en el Fragmento 31, donde el hablante lírico pide a aquellos que aún tienen tierras
heredadas de sus abuelos, que nos las vendan, para así conservar la tradición. Esta
situación, junto a la llegada de afuerinos (Leer Fragmento 28) se comprende debido al
proceso de neo-colonización expuesto por Núñez et al. (2014), que explica como la
propiedad de la tierra de Aysén ha cambiado en nombre de la conservación de la
naturaleza, además de traducirse en la presencia de un nuevo habitante; el neo-colono.
Este discurso derivado del desarrollo sustentable no considera las prácticas descritas en
el párrafo anterior adecuadas para este nuevo desarrollo. Pues hace una crítica a la
prácticas del período de colonización en cuanto a la manera de generar los campos, como
se mencionaba en el Fragmento 24:
Por tanto, es importante comprender que las prácticas pioneras responden a los recursos,
conocimientos e intereses de otro espacio-tiempo, en el que el futuro de la región era a
través de las actividades mencionadas. Mientras, que el futuro desde el espacio-tiempo
actual plantea la conservación de estos espacios, es decir, no transfórmalos.
109
que presenta a Aysén como un espacio que se debe conservar por su pasado prístino, sin
intervención humana, que debe ser preservado. Pero al mismo tiempo que valora el
pasado, que sea Reserva de Vida también se orienta hacia el futuro, pues es una Reserva
para aquellas futuras generaciones. De esta manera, existe una comunicación entre las
temporalidades que orientan el espacio-tiempo, y memoria de la región. A partir del
pasado se orienta el futuro.
110
tiene nueves meses y una semana” (2008) de Rosa Gómez Miranda, con frases que hacían
referencia a los animales, y que tenían nombre para una cocina distinta – el fogón – deja
de utilizarse al mismo tiempo que las cotidianidades de los colonos y colonas también van
siendo limitadas.
Es relevante mencionar que junto a la llegada de afuerinos también existe una emigración,
o cambio en los hábitos de los hijos y nietos de estos pioneros. En la novela “Ventana al
sur” (2007) de Enrique Valdés, el protagonista se dirige a Valdivia a estudiar y luego no
regresa hasta que su padre enferma. También en la novela estudiada de Rosa Gómez
Miranda, el protagonista comentaba que los padres de su amigo Arturo quieren otro vida
para él debido a que ser campesino es muy sacrificado (Leer Fragmento 47), incluso el
hermano del protagonista se encuentra viviendo en Santiago debido a sus estudios. Por
tanto, no es sólo el afuerino ha participado en que la tradición, en cuanto espacios y
prácticas, se pierda, sino también aquellos descendientes de colonos y colonas, como
consecuencia de las dificultades para mantener el modo de vida de sus padres y madres, o
abuelos y abuelas.
Cabe destacar, y reiterar, que pese a esta multiplicidad de espacios, desde la literatura se
han reconocido ciertas generalizaciones que permiten un acercamiento a la comprensión
111
de este complejo espacio Patagonia-Aysén. Entre estas están las memorias tratadas en este
punto; la memoria pionera y la memoria del progreso. La primera, se remite al pasado,
orientando su memoria a aquel espacio-tiempo de esfuerzo y valentía por hombres,
principalmente. Situación que en el capítulo anterior se destacó, pues se reconoce una
invisibilización de la mujer en el proceso de colonización. En la mayoría de los textos
estudiados que hacen mención de la mujer – en muchos no se menciona – esta es
presentada como aquella que acompaña al pionero:
Fragmento 61:
“Hansel y Gretel” en “Con la muerte en la cartera” (2003) de María Isabel Quintana
Sin embargo, en otros se hace referencia directa de su rol en este proceso, que era el mismo
del hombre, e incluso más, pues además de llevar a cabo las mismas laborales, también
era la partera (Leer Fragmento 25 y Fragmento 26):
Pero si se reconoce diferencia en cuanto al espacio designado para cada uno. El hombre
es aquel que sale a buscar a los animales, o que va a Argentina (Leer Fragmento 55), sin
embargo la mujer de esta memoria es constantemente presentada en un cuadro espacial
al interior del hogar. Por tanto, es posible identificar Patagonia-Aysén como un espacio
112
masculinizado, mientras que la mujer tiene un espacio más restringido en el hogar. Tal
situación se podría profundizar en una futura investigación.
En segunda lugar está aquella memoria de cambios, de un progreso que borra la tradición,
los oficios y las prácticas producidas desde un espacio-tiempo donde el futuro era distinto.
Por tanto, esta memoria habla de mantener la tradición en un espacio cada vez más
conectado con una red global que inserta nuevos modos de vida, nuevos sentidos. Tal
como se mencionaba anteriormente, los personajes en estos espacios son otros, el ovejero
y su perro ya no están tan presentes, pero si lo está el afuerino, el turista que aparece en
verano, y también habitantes de las ciudades, un espacio diferente al campo y a la costa,
como se vio en el capítulo anterior.
Por tanto, se reconocen Aysenes que evocan pasados y futuros, orientando la memoria
hacia aquellas prácticas que buscan mantener o promover. Pero co-existen, y ambas
participan en darle significaciones a este territorio; es Reserva de Vida al mismo tiempo
que es campo de ovejeros, de pioneros que viven en sus ranchos con sus cotidianidades.
113
reconocen prácticas que respondan a un desplazamiento, o sentido del espacio, orientado
verticalmente.
“Y fue en acto de premeditada rebeldía, colmada su paciencia (…), que Lindor Vargas
decidió poner su cama justo al medio de la habitación, por donde se suponía que
pasaba la línea fronteriza invisible hasta para su conciencia”
Por tanto, se evidencia un sentido horizontal del espacio patagónico compartido con
Argentina, que incluso parece cuento (Leer Fragmento 17) en algunas localidades debido
a las características geomorfológicas del territorio. Es decir, el espacio de representación
de Patagonia-Aysén desde la literatura estudiada, es un espacio que se orienta
horizontalmente.
Sin embargo, la pertenencia a la nación Chile parece sí tener un sentido vertical como el
resto del país. Para comprender esta idea, primero se debe tener presenten que el sentido
de ser chileno o chilena no está ausente en aquellos patagones que cruzan el alambre para
abastecerse con lo necesario, o para compartir con otros patagones que realizan
actividades similares. Sino que el motivo de estar ahí es justamente la nación. Como
mencionaba “Don Faustino, un ovejero de la Patagonia Chilena” (Leer Fragmento 3),
están ahí hacer patria, sin importar lo que pasa en el norte – Chile – aun cuando parezca
otro planeta:
114
“¡Nada! ¡Usted está aquí para hacer patria, sin pensar en ninguna cosa de allá por el
norte!.”
115
de colonialización, pero que ha medida que se ha integrado al proceso de globalización, y
desarrollo sustentable, se ha transformado en un espacio que responde a una neo-
colonización enfocada a la conservación de las áreas naturales. Situación que resulta en
un espacio simultáneo al anterior.
116
Capítulo VI: Conclusiones
Se identificó que Aysén es en realidad Aysenes, debido a que existe una multiplicidad de
espacios con significaciones territoriales que varían desde este-oeste en el espacio, pero
117
que también se mezclan con diferentes temporalidades que se proyectan desde el pasado,
o el futuro. Dando como resultado una pluralidad de sentidos territoriales. Así se
reconocieron Otras fronteras, Memorias y Territorios de particularidades. Cada una de
estas significaciones a su vez se compone de una serie de sentidos que no son estáticos en
la medida que varían en el espacio-tiempo. Esto considerando que el espacio en sí es
múltiple, simúltaneo y no se termina de hacer.
En conclusión, Aysenes son espacios de encuentros, al mismo tiempo que surgen por el
encuentro de temporalidades y sentidos que se orientan en diferentes direcciones. Aysenes
son espacios múltiples y simultáneos, y que constantemente se transforman, por lo que
intentar comprenderlos como si sólo existiese una única Patagonia-Aysén es negar todos
los procesos que se han llevado a cabo en la región.
118
Capítulo VII: Anexos
119
Capítulo VIII: Bibliografía
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