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FACULTAD DE HISTORIA, GEOGRAFÍA Y CIENCIA POLÍTICA

INSTITUTO DE GEOGRAFÍA

“QUIÉN SE APURA EN (LEER) PATAGONIA, PIERDE EL TIEMPO”

Aysén desde la literatura

por

CAROLINA ISABEL ALIAGA REYES

Seminario de Investigación presentado al Instituto de Geografía de la Pontificia Universidad


Católica de Chile para optar al grado académico de Licenciatura en Geografía

Profesor guía:

Andrés Núñez González

Enero, 2020
Santiago de Chile
© 2020, Carolina Isabel Aliaga Reyes
ã 2020 Carolina Isabel Aliaga Reyes
Se autoriza la reproducción total o parcial, con fines académicos,
por cualquier medio o procedimiento, incluyendo la cita
bibliográfica que acredita al trabajo y a su autora.
Tabla de contenidos

Índice de figuras .................................................................................................... 3


Resumen ............................................................................................................... 4
Capítulo I: Introducción ......................................................................................... 5
Planteamiento del problema ......................................................................................... 5
Geografía y literatura: una perspectiva interdisciplinaria .............................................................. 5
El rol de la literatura en los imaginarios geográficos de Patagonia-Aysén....................................... 7
Preguntas de investigación e Hipótesis ........................................................................ 10
Preguntas de investigación:...................................................................................................... 10
Hipótesis ............................................................................................................................... 10

Objetivos .................................................................................................................... 10
Objetivo general ..................................................................................................................... 10
Objetivos específicos .............................................................................................................. 10

Capítulo II: Escritura y lectura del espacio Patagonia-Aysén ................................. 11


Geografía literaria ...................................................................................................... 11
Perspectivas literarias.............................................................................................................. 14
Perspectivas espaciales............................................................................................................ 19

Imaginarios geográficos: escribiendo otro ................................................................... 25


Los imaginarios geográficos de Patagonia-Aysén ........................................................ 29
Imaginarios desde las colonizaciones de Patagonia-Aysén .......................................................... 30
Patagonia-Aysén desde la literatura .......................................................................................... 33

Capítulo III: Metodología ..................................................................................... 38


Capítulo IV: Aysenes, significaciones de un territorio múltiple ............................... 43
I. Otras fronteras .................................................................................................... 44
A. Chile ¿nosotros u otros? .................................................................................................. 45
B. Argentina: al otro lado del alambre ................................................................................... 52
II. Memorias ........................................................................................................ 59
A. Memoria pionera: los y las que llegaron primero................................................................ 60
B. Memorias del progreso: encuentros de cacharritas leñeras y jeeps ...................................... 70
C. Memoria indígena: la otra memoria.................................................................................. 78

III. Territorios de particularidades ........................................................................ 85


A. En el archipiélago: con el Mar ......................................................................................... 85
B. En el campo: al lado del fogón con ovejeros y visiones ...................................................... 89
C. En la ciudad: otros lugares ............................................................................................... 96

Capítulo V: Aysenes, espacios-tiempos de encuentros ........................................... 102


I. Memorias: encuentros de sentidos ..................................................................... 104

1
A. Encuentro invisibilizado: indígenas y colonos ................................................................. 105
B. Encuentro con la modernidad: colonización y neo-colonización ........................................ 108
II. Espacios horizontales ..................................................................................... 113
Capítulo VI: Conclusiones .................................................................................. 117
Capítulo VII: Anexos ......................................................................................... 119
Anexo 1: Lecturas textos literarios ............................................................................ 119
Capítulo VIII: Bibliografía ................................................................................. 120

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Índice de figuras
Figura 1. Fotografía en Plaza del Pionero: Familia Chilota. ...........................................69
Figura 2. Fotografía en Plaza del Pionero: Ovejas. .........................................................69
Figura 3. Mapa sobre ubicación pueblo originario Tehuelche. .....................................107

3
Resumen
El objetivo de la presente investigación consiste en comprender las significaciones
territoriales en Patagonia-Aysén a partir de la narrativa y poesía del siglo XX y XXI, que
fueron producidas por autores que residieron o residen actualmente en la región. Para esto
se utiliza un método arqueológico, que permite la reconstrucción del saber a través del
análisis de los discursos. Por tanto, para llevar a cabo el objetivo, en primer lugar se realiza
una lectura de aquellos textos narrativos y poéticos que sean del período y espacio en
estudio. Para luego analizar el porqué de estos sentidos. Se reconocieron tres grupos de
significaciones territoriales: Otras fronteras, Memorias y Territorios de particularidades.
Estas responden a diferentes procesos espacio-temporales que se proyectan desde las
diferentes memorias. Se concluye que Patagonia-Aysén es un espacio múltiple que da
lugar y tiempo a múltiples encuentros, y a la vez, surge a partir de una serie de encuentros.

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Capítulo I: Introducción

Planteamiento del problema

Geografía y literatura: una perspectiva interdisciplinaria

A finales del siglo XX se dieron dos giros importantes en diferentes disciplinas,


incluyendo geografía y literatura. Uno de estos es el giro espacial, un fenómeno
transdisciplinario en las humanidades. El término fue acuñado por Edward Soja en 1989,
quién lo utilizó para explicar cómo el espacio fue adquiriendo más importancia por parte
de académicos de ciencias sociales durante la década de los 60 y 70. Interés que se vio
acentuado por la contribución que hizo Lefebvre, así como Deleuze y Guattari, y Foucault
(Peraldo, 2016). Este fenómeno es un giro “al mundo mismo, hacia un entendimiento de
nuestras vidas como situadas en orden social móvil y relaciones espaciales que, en una
forma u otra, necesita ser mapeada” (Tally, 2013, p. 30, traducción propia).

Por otra parte, en la década de 1970 ocurrió un giro cultural, que significó repensar la
geografía (Claval, 2011). Este giro se destaca por, teóricamente, promover el pluralismo
en la geografía humana, considerando conceptos desde otras disciplinas y enfocándose en
múltiples dimensiones de diferencia, incluyendo género, raza y sexualidad. Además, los
métodos cualitativos e interpretativos adquieren más relevancia (Barnett, 2009). De esta
manera, a partir del giro cultural en geografía y el giro espacial en la teoría narrativa se ha
propiciado la emergencia de una geografía literaria (Alexander, 2015 en Jones, 2018). A
partir de estos giros es que la poesía y narrativa pueden ser comprendidas como una fuente
de información. Pues, reflejan tendencias de la territorialidad, así como cambios
importantes en la historia de las sociedades, en el plano de la realidad y en el de su
representación (Lévy, 2006).

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Además, la literatura posee el rol de “proyectar un mundo” (Tally, 2013, p.56, traducción
propia), y también puede considerarse como un medio para entender el mundo; toma
información de la vida y la organiza de acuerdo a un propósito. Incluso, es posible ver la
literatura como una cartografía, debido a que describe lugares y sitúa a los lectores en un
tipo de espacio imaginario (Tally, 2013), a través de puntos de referencia entregados por
el escritor, de manera tal que los lectores “se pueden orientar y entender el mundo en que
viven” (Tally, 2013, p. 16, traducción propia). También se puede entender como una
cartografía, en la que el escritor mapea su propia experiencia en cuanto a espacios
encontrados o imaginados (Tally, 2013). Cabe destacar que éste encuentro, o
entendimiento, se verá condicionado por la memoria, ya sea del autor cómo la del lector,
pues un libro trama “lugares que <<hablan>> al poeta y al lector” (Lévy, 2006, p. 472).
Por tanto, según planteamientos de Lefebvre (1974), es posible considerar que la literatura
es un espacio de representación; toma y modifica elementos del mundo real para plantear
otro mundo, pero a la vez está condicionado por las representaciones del espacio. Es decir,
la lectura se verá definida por las trayectorias propias del escritor y lector. Las cuales
anteriormente estaban desconectadas (Massey, 2005).

Cabe destacar que la literatura tiene un rol significativo en la producción de imaginarios


geográficos. Como menciona Mellado (2015), la literatura consta con una participación
privilegiada en la producción de la dimensión imaginaria de una sociedad, es decir, en la
producción de un “nosotros”. La relevancia de esta producción radica en que además de
ser un reflejo de la dimensión material de la sociedad, también contribuye en darle una
significación. También se debe tener en consideración que al definir un “nosotros” se
define, al mismo tiempo, un “otro”. De acuerdo a Said (2002), cuando se escribe sobre
“otro” se utilizan valores elegidos de manera arbitraria que finalmente establecen
“suposiciones, asociaciones y ficciones” (Said, 2002, p. 87). De esta manera, al definir
diferencias entre lo “nuestro” y lo “suyo”, se establecen fronteras geográficas, las cuales
son seguidas por fronteras sociales, étnicas y culturales, pero que no son claras debido a
que no se tiene información precisa de aquello que está “<<más allá>> de nuestro propio

6
territorio” (Said, 2002, p. 87). Así, el espacio – propio o de otro – adquiere “un sentido
emocional e incluso racional por una especie de proceso poético a través del cual las
extensiones lejanas, vagas y anónimas se llenan de significaciones para nosotros, aquí”
(Said, 2002, p 87). Con el fin de comprender las significaciones que posee un espacio, sin
considerar el imaginario geográfico que se tiene de este otro espacio, es que la narrativa
y poesía son una fuente para identificar las significaciones territoriales de quienes habitan
el territorio en estudio. En especial de aquellos cuyas representaciones – imaginarios
geográficos – se han formado principalmente desde afuera, como lo es el caso de Aysén
(Hammerschmidt, 2016).

El rol de la literatura en los imaginarios geográficos de Patagonia-Aysén

De acuerdo a Mellado (2015), Patagonia puede ser entendida como especificidad y


pluralidad al mismo tiempo. Por una parte, sería una especificidad ya que remite a un
espacio histórico social que refleja una región cultural, pero se destaca que su
configuración excede los límites políticos de las naciones (Palermo, 1998 en Mellado,
2015). Independientemente de los límites que definen esta región, Patagonia ha sido
siempre una zona flexible para diferentes imaginarios geográficos – primero el europeo y
luego el criollo – formados a partir de narrativas de viaje (Livon-Grosman, 2003). Es decir,
los imaginarios se han formado desde afuera. De esta manera, estos imaginarios
geográficos han permitido legitimar ciertos procesos en el territorio. La colonización de
Aysén, por parte de chilenos provenientes de otros lugares del país, se llevó a cabo debido
a que el territorio fue metaforizado como un “desierto”, por lo que era posible tomar el
control de éste (Soler, 2017). Igualmente su imagen de trapanada (Aleuy Rojas, 2009 en
Amigo, 2017), algo lejano y desconocido, contribuyó a que Aysén se transformara en un
objeto del discurso civilizatorio moderno, siendo así administrado y representado desde
el centro (Soler, 2017).

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La distinción de centro/periferia ha llevado a entender éste territorio como una frontera, y
específicamente una de tipo interna (Soler, 2017), es decir, una frontera que se encuentra
“entre medio” - entre Puerto Montt y Punta Arenas-, principalmente durante la primera
mitad del siglo XX (Núñez, Aliste & Bello, 2014 en Amigo, 2017). Así “Aysén ha sido
construido al alero de un imaginario geográfico de tipo nacional que ha interpretado
recurrentemente al área como fronteriza, marginal y sub-desarrollada” (Núñez, Aliste,
Bello & Osorio, 2017, p. 10).

Sin embargo, entre finales del siglo XX y lo que va del siglo XXI, el imaginario geográfico
de Aysén se ha transformado. Fue una zona “fronteriza, marginal y sub-desarrollada”
(Núñez, Aliste, Bello & Osorio, 2017, p. 10) con condiciones adversas para vivir debido
a la cordillera, humedad y bosques imposibles de penetrar (Núñez, Aliste & Arenas,
2017). Pero recientemente ha adquirido el título de “Aysén, reserva de vida” (Núñez,
Aliste, Bello, 2016). Este cambio comenzó una vez que la dictadura militar terminó en
1989, momento en que la zona sufrió una fuerte liberalización económica, lo que permitió
la instalación de un mercado activo enfocado en productos turísticos y conservación de la
naturaleza (Núñez, Aliste & Bello, 2014). Esto se debe a un discurso modernizador
sustentable, pero que no es neutro, la naturaleza se privatiza (Núñez, Aliste, Bello, 2016).

Detrás de éste discurso existe una “lógica de una capitalización de la naturaleza” (Núñez,
Aliste & Bello, 2014, p. 5), en el que la valorización de la naturaleza es el “resultado de
una producción social que se va consolidando como discurso del desarrollo y utopía
capitalista” (Núñez, Aliste, Bello, 2016, p. 1). Incluso, con este cambio surge un nuevo
propietario, el neo-colono, quien compra terrenos a antiguos colonos mediante sociedades
o empresas, cuyo objetivo sería conservar. Debido a este nuevo agente urbano, junto a
políticas de conservación ambiental y procesos especulativos, se ha generado un
desplazamiento de la población. Por tanto, es posible hablar de una nueva forma de
colonialismo que se logra por un discurso modernizador sustentable que busca conversar
y proteger la naturaleza (Núñez, Aliste, Bello, 2016).

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Dado que Aysén ha sido representado de acuerdo a valores hegemónicos y por tanto
procesos también se han decidido desde el centro, es que comprender las significaciones
territoriales reflejadas en la poesía y narrativa de quienes habitan o han habitado este
territorio adquiere relevancia. Por una parte, la poesía de Aysén es definida por Mansilla
(2016) como una poesía territorializada, debido a que el territorio mismo es
‘infraestructura’ para construir mundos poéticos, reflejando subjetividades de acuerdo a
su propio lugar y tiempo. Por tanto, la poesía tiene una función de documento, que otorga
el dominio metafísico y simbólico de los territorios, y a la vez es una invención literaria
en un sentido estricto, por lo que metaforiza la condición humana y configura la realidad
(Mansilla, 2016). Por otra parte, de acuerdo a Mellado (2015) cada texto narrativo - novela
- contribuye en la construcción de una imagen de Patagonia, es decir,

de una composición no natural ni dada que forma parte de una trama de discursos
donde se ponen en juegos imágenes del espacio que se reiteran y permanecen, pero
que, en cada contexto, se resignifican y muestran diferentes tensiones entre lo
dicho y lo no dicho, evidenciando siempre un recorte y una perspectiva irreductible
a cualquier psicologismo (Mellado, 2015, p. 17-18).

En síntesis, el problema radica en que a Aysén se le han atribuido ciertas significaciones


de acuerdo a imaginarios geográficos formados desde el centro del país, el cual se ha
modificado, pero siempre desde el exterior de este territorio. Por tanto, de acuerdo al
marco planteado previamente, se propone estudiar las significaciones territoriales en
Patagonia-Aysén a partir de la narrativa y poesía de la región de los siglos XX y XXI. Se
busca identificar y analizar significaciones territoriales reflejadas en narrativas – novelas,
cuentos, y otros – y en poesías de quienes residen o han residido en Aysén en el período
ya mencionado. De esta manera, el interés está en contribuir a la comprensión de una
geografía cultural, donde a partir de la interdisciplina es posible realizar estudios que
permitan comprender el significado de un “nosotros” de una región que ha sido construida
por “otros”. Así, la geografía literaria, a través de su entendimiento de las narrativas y
poesías como fuentes de información, nos permite adentrarnos y comprender las
significaciones territoriales de un espacio en particular.

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Preguntas de investigación e Hipótesis

Preguntas de investigación:
- ¿Cuáles son las principales significaciones territoriales en Patagonia-Aysén
presentes en la narrativa y poesía del siglo XX y XXI?
- ¿Cómo son las significaciones territoriales identificadas en la narrativa y poesía
de Aysén del siglo XX y XXI?
- ¿Cómo se explican las significaciones territoriales identificadas en la narrativa y
poesía de Aysén del siglo XX y XXI?

Hipótesis
En la narrativa y poesía de Aysén de los siglos XX y XXI, se identifican significaciones
territoriales que responden a una trayectoria espacio-temporal en particular.

Objetivos

Objetivo general
Comprender las significaciones territoriales en Patagonia-Aysén a partir de la narrativa y
poesía del siglo XX y XXI.

Objetivos específicos
- Identificar las principales significaciones territoriales de Aysén del siglo XX y
XXI a partir de la narrativa y poesía de la región
- Analizar las significaciones territoriales identificadas en el objetivo anterior

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Capítulo II: Escritura y lectura del espacio
Patagonia-Aysén

Geografía literaria

La relación entre geografía y literatura se puede remontar hasta antiguas civilizaciones –


griegos, romanos, hebreos – siendo luego considerada incluso por Humboldt, quien
pensaba que la literatura es “una fuente de imaginación científica, de estimulación
intelectual, capaz de despertar deseos, de influir en los gustos, de incitar a la acción”
(Lévy, 2006, p. 462). De esta manera, la relación entre geografía y literatura ha cambiado
a medida que las concepciones teóricas de ambas disciplinas también lo han hecho. Pero
cabe destacar que la interdisciplinariedad no se ha traducido en una colaboración constante
de conceptos y definiciones entre ambos campos. Por ejemplo, para 1987 en el Dictionary
of Narratology, el espacio narrativo era definido como un contenedor o escenario en el
que los personajes desarrollan sus acciones (Hones, 2011). Mientras que el espacio, desde
la teoría de la geografía, para este tiempo tiene un concepción completamente diferente,
un ejemplo es el planteamiento de Lefebvre en cuanto a la producción del espacio, donde
el espacio es un producto social (Lefebvre, 1974). Actualmente, producto del “giro
cultural” en geografía, y del “giro espacial” en literatura (Peraldo, 2016), se han
desarrollado condiciones oportunas para la emergencia de una verdadera geografía
literaria (Alexander, 2015 en Jones, 2018).

Uno de los argumentos de ésta interdisciplinariedad es que la literatura sería una


“recopilación abierta sobre las relaciones entre el hombre y la tierra” (Tissier, 1992 en
Lévy, 2006, p. 476), por lo tanto refleja tendencias de la territorialidad, así como cambios
importantes en la historia de las sociedades, en el plano de la realidad y en el de su
representación (Lévy, 2006). Jones (2018) plantea que existen relaciones de poder que
estructuran la vida a diferentes escalas, y reconocer la presencia de éstas es una manera

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de evidenciar la relevancia del espacio en todas las experiencias vividas, y por lo tanto
también son importantes todos los retratos de éstas. Por tanto, Jones (2018) plantea que
toda literatura es “espacial”, la relación entre geografía y literatura no se limita a cierto
tipo de textos, como se solía considerar; textos de viajes, migración, u otros.

En cuanto a la ficción, Lévy (2006) argumenta sobre la distancia que existe entre la vida
novelesca y la vida real, y cómo esta separación no debilita la importancia de la novela,
pues ésta posee una función social: “el universo ficticio tiene valor de aspiración tanto
para el escritor como para el lector: De este modo, la literatura de imaginación no describe
el mundo tal y como es sino tal y como debería o podría ser” (p. 468). En cuanto a ésta
supuesta diferencia entre vida novelesca y vida real, Jones (2018) considera que el espacio
literario no está separado del espacio real, sino que estaría inherentemente dentro de éste.
Además, es importante reconocer que el significado de cada texto, tanto literario como
académico, es creado en una contexto social en particular, por lo que es inherentemente
espacial (Hones, 2008 en Jones, 2018). Además, Jones (2018) destaca que se debe tener
en consideración que los textos y espacios poseen una dimensión performativa, por ende
éstos se comunican, modifican y co-crean:

Cada articulación literaria en particular modifica el espacio que retrata para el


autor como para otros que se comprometen con éste, y es sólo a través del
reconocimiento de la naturaleza espacial de la lectura y escritura, que podemos
entender cómo se crea el significado del texto. (Jones, 2018, p. 40, traducción
propia).

Otro argumento relevante para la geografía literaria consiste en el potencial que posee un
libro para establecer una “marca simbólica” de un lugar, de tal manera que “trama lugares
de memoria, lugares que <<hablan>> al poeta y al lector” (Lévy, 2006, p. 472). Livon-
Grossman (2003) considera que la representación de un paisaje siempre implica un
recorte, es decir, una selección de elementos y la omisión de otros. Por lo tanto, es posible
establecer que existe una serie de elementos relacionados a la memoria, entendiendo ésta
como un olvido parcial que está orientado en una dirección (Todorov, 2013). Sin embargo,

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existen dos perspectivas, por un lado está la memoria que habla al escritor – ¿en que
dirección está la memoria evocada? – y por otra parte está la memoria del lector – ¿a dónde
va su memoria cuando lee? –. Sobre este último se debe notar que el lector no es un
receptor pasivo de la espacialidad que transmite el texto, sino que determina activamente
los significados pasajeros y cambiantes que aquí se pueden encontrar (Tally, 2013).

Siguiendo esta idea, Newby (1981, en Lévy, 2006) señala que la literatura posee un rol
significativo en la “invención” de nuevos destinos turísticos, ya que es capaz de formar
gustos en los lectores. Pero se debe tener en consideración que esta invención se crea a
partir de una selección de elementos. Peraldo (2016) menciona que el proceso de escribir
el espacio nunca es puramente estético, sino siempre ideológico o político. Sobre el autor
literario “actúan fuerzas políticas, institucionales e ideológicas” (Said, 2002, p. 35), es
decir, las obras literarias - y textos en general - se crean en un contexto en particular. Así,
cuando se escribe sobre “otro” – un espacio fuera del “nuestro”; de ellos – hay un manejo
arbitrario de valores que establecen “suposiciones, asociaciones y ficciones” (Said, 2002,
p. 87). Por otra parte, pero en la misma línea, Mansilla (2016, en Hammerschmidt, 2016)
propone que los territorios son geografías imaginarias, debido a que el material real de
éstas se transforma en un símbolo y metáfora con la que el autor “se hace a sí mismo en
el curso de su proferimiento, y gracias a este” (p. 176).

Es posible definir que el rol de la literatura es “proyectar un mundo” (Tally, 2013, p. 56,
traducción propia), pues se puede considerar como un medio para entender el mundo;
toma información de la vida y la organiza de acuerdo a un propósito. Por lo tanto, a través
de ésta es posible descifrar espacios que han sido producidos por las relaciones sociales
humanas en determinado contexto histórico – continuando con la idea de producción del
espacio de Lefebvre, e ideas de Jameson y Harvey – (Tally, 2013). Incluso, desde la
geografía literaria, la literatura es una fuente primaria de información, mientras que la
geografía, además de contribuir con teorías, también lo hace a través de lugares, espacios
y fenómenos del mundo físico (Hones, 2008). En consecuencia, la geografía literaria

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implica una forma de leer en que la atención se centra en el espacio y espacialidad en los
textos en estudio, pero también significa prestar atención al espacio cambiante o
formaciones geográficas que afectan la producción literaria y cultural (Tally, 2013).

Para desarrollar un apropiado campo interdisciplinario de geografía literaria, es


primordial compartir vocabulario técnico y conceptos desde ambas disciplinas. Un
concepto clave es el espacio, que desde la teoría narrativa por lo general se ha considerado
como el escenario para los personajes. Frente a esta situación Hones (2011) considera que
para el estudio de geografías narrativas, la teorización de Massey de la inherente
multiplicidad del espacio y lugar es de suma relevancia para un trabajo interdisciplinario.
Desde la teoría narrativa, la producción del espacio de la novela se puede articular de
acuerdo a como la geografía de los textos depende del encuentro de varias trayectorias de
autor/narrador/lector, además de considerar cómo cada proyección del lector
homodiegético – del lector que se proyecta dentro del texto – acorta la distancia entre el
mundo ficticio del texto y el mundo extradiegético de los lectores reales de la novela
(Hones, 2011). Por lo tanto, adentrarse en teorías narrativas y teorías espaciales será clave
para lograr un verdadero estudio interdisciplinario entre geografía y literatura.

Perspectivas literarias

Yi Fu Tuan (1978, en Lévy, 2006) plantea que la literatura, de igual manera que la
geografía, comprende un campo lo suficientemente extenso como para entender las artes
y las ciencias al mismo tiempo. Además, la literatura posee una capacidad extraordinaria
para transformar y transfigurar al hombre y el mundo (González y Chicangana-Bayona,
2013). Para comprender estos efectos, en primer lugar es necesario entender la literatura
como narrativa de ficción:

La ficción es diégesis (relato), igual que la historia, pero por sobre todo es poiesis
(creación) y desde la Poética de Aristóteles, que la diferencia de la retórica, es el

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arte de la imaginación que instala lo verosímil (arte de la apariencia), lo que parece
ser y no es, lo posible según la verosimilitud o la necesidad, donde el mundo
inmanente se hace real (González y Chicangana-Bayona, 2013, p. 54).

Aristóteles plantea que el arte de la imaginación funciona a través de la mimesis –


imitación creadora – por lo que la poética, u otro género literario, posee tanto un sentido
metafórico de ficción (diégesis) como un poder para revelar la realidad como acto –
representación, creaciones otras – (González y Chicangana-Bayona, 2013). Lévy (2006)
cree que “la literatura se revela como una apuesta cultural e ideológica, no sólo a escala
individual, sino también colectiva” (p. 468), ya que la ficción busca presentar como
debería o podría ser el mundo, así genera una impresión en los lectores sobre una nueva
percepción de la realidad. Por lo tanto, la realidad que se presenta un texto literario no
coincide con aquella realidad que prevalece en el mundo (Lévy, 2006), hay una ilusión en
la supuesta reproducción factual (Yi Fu Tuan, 1978 en Lévy, 2006). Como plantea Lévy
(2006) la literatura tiene “la capacidad de hacer explícito el universo del yo individual y
de la intersubjetividad” (p. 467).

En relación a la intersubjetividad que presenta la literatura, la memoria es un elemento


clave para su compresión. Es necesario considerar la memoria como algo más que un filtro
perceptivo, pues el escritor “es capaz de jugar con los cincos sentidos una geografía del
espacio y de activar las sensaciones mediante el recuerdo” (Bailly, 1980 en Lévy, 2006,
p. 471). Un punto a destacar es que este recuerdo, o memoria, se verá influenciado por el
idioma, pues como menciona Todorov (2013) la memoria es “la expresión verbal de una
experiencia subjetiva, que sea individual o colectiva” (p. 7), y las palabras son “formas
específicas que se materializan, entre otros determinantes, por las posibilidades cognitivas
disponibles en idiomas concretos” (Mansilla, 2013, p. 43).

De acuerdo a Di Michele (2017) las memorias que mutan con el tiempo se componen de
un idioma en particular, por lo que al traducir este lenguaje se puede sentir como algo
externo, pues al recordar una anécdota aquello que se repite en uno es la experiencia, y no

15
la historia de ésta. El concepto de langscape se refiere a una especie de mapa de lenguaje
de la imaginación compuesto por el léxico de una nación, un vocabulario apropiado que
incluye topónimos, nombres de familia y figuras históricas. Es decir, “langscape es un
plano virtual que representa una región y cultura” (Di Michele, 2017, p. 126, traducción
propia). De esta manera, “el paisaje de una región está inscrito en la literatura y la literatura
está inscrita en el lenguaje; paisaje y lenguaje son coetáneos, coextensivos” (Di Michele,
2017, p. 125, traducción propia). Y el lenguaje, e idioma, influirá en cómo se elaboran las
memorias. Así, las memorias del autor y del lector pueden evocar paisajes diferentes.

Se puede comprender un texto literario, u otro, como algo que solamente emerge debido
a la interacción de agentes que son mutuamente co-productores y relacionalmente
intervenidos; escritores, lectores, textos, redes, y contextos (Hones, 2008). En cuanto a la
función del autor, Mansilla (2015) cree que se puede entender como “un campo de
transubjetividades que no terminan nunca de fluir y que podríamos imaginar, en principio
al menos, como una trayectoria sin trayecto predefinido” (p. 44). Esto considerando la
importancia de saber quien escribe, debido a su actitud y práctica de (re)conocimiento del
otro, lo cual es de suma relevancia cuando éste (re)conocimiento se da donde existen
“estructuras de dominación tensionadas por voces que se convocan a hablar en la voz de
quien circunstancialmente oficia de escritor-autor-voz textual” (Mansilla, 2015, p. 44), en
otras palabras, el autor se puede entender como la expresión de las voces subordinadas de
una “comunidad histórica concreta” (Mansilla, 2015, p. 39).

Esta condición se presenta en el estudio, pues el conocimiento de Aysén desde el siglo


XIX se ha “invisibilizado y borrado en su historicidad radical” (Núñez, Aliste & Arenas,
2017, p. 26), por lo tanto la literatura ha debido “desarmar un encadenamiento de
imaginarios ‘tradicionales’ muy arraigados en la identidad patagónica que no hacen
justicia a las violencias de la historia” (Mansilla, 2013, p. 134). Situación que queda en
manos de los autores literarios. Por lo tanto, los autores serían la primera fuente de
significados (Osborne, 1996 en Hones, 2008).

16
Respecto al lector, Hones (2008) plantea que su relevancia radica en que al leer se
desencadena un evento de texto; una relación de escritura-lectura como un evento siempre
emergente bajo un contexto. Un evento, de acuerdo a Ryan (2012) es entendido como
“cambios de estado que afectan existencias individualizadas, las cuales en sí son cuerpos
que ocupan espacio y a la vez están situados en el espacio” (párrafo 1, traducción propia).
Por tanto, el lector no es un ente pasivo al momento de crear significados. González y
Chicangana-Bayona (2013) destacan que “la lectura es la actividad que vuelve inteligible
el proceso, y es en esa recuperación final donde cobra sentido este devenir replicado
porque se vincula la trama con la figura productora de sentidos;” (p. 55-56).

De esta manera, la interpretación de un texto literario se produce desde al menos dos


geografías; la primera se refiere al encuentro inicial de lector-escritor-texto, y la segunda
corresponde a la geografía de un situación social en particular en la cual la experiencia del
lector - del evento de texto - es narrada a través de una conversación, conferencia, u otro.
Por tanto, la interacción entre texto y lector puede ser comprendida entre dos entidades
diferentes, pero a la vez se puede considerar como una interacción que involucra múltiples
agentes que ya son mutuamente co-productivos y relacionalmente intervenidos. Cabe
mencionar que la lectura realizada por un académico es diferente que a un lector del
público general, pero ésta diferencia simplemente radica en un contexto diferenciado,
sigue siendo el mismo tipo de práctica (Hones, 2008).

Volviendo al texto literario, un concepto de suma relevancia entre geografía y literatura


es el espacio narrativo. Si bien, geógrafos literarios argumentan que el espacio narrativo
es una especie de dimensión contingente producida por la acción e interacción ficticia,
además de surgir por los eventos de la historia-interna, de las técnicas narrativas y
dinámicas texto-lector (Hones, 2008, 2010 en Hones, 2011), gran parte de la teoría
narrativa considera que el espacio narrativo se puede entender como el ambiente ficticio
dentro del cual los personajes se mueven y viven (Hones, 2011). Sin embargo, a pesar de
discrepar con la teoría geográfica donde el espacio es más que un contenedor, comprender

17
estos conceptos de la teoría narrativa pueden ser de gran aporte para la geografía literaria.
El potencial de la geografía literaria está en superponer la teoría y metodología de ambas
disciplinas, y desde esa posición desarrollar argumentos que disminuyan las diferencias
de éstas (Hones, 2011).

Ryan (2010, en Hones, 2011) explica los componentes del espacio narrativo, de acuerdo
al Living Handbook of Narrative Theory; el espacio narrativo está dividido en cinco
niveles jerárquicos. El primer nivel sería marcos espaciales, que se define como las
locaciones específicas que crean las diferentes escenas de la acción narrativa, las cuales
pasan a una posición – segundo nivel – que es definida como el ambiente socio-histórico-
geográfico general, dentro del cual la acción ocurre. Un tercer nivel es el espacio de la
historia, el cual es importante para la trama considerando que es mapeado por las acciones
y pensamientos de los personajes. Un cuarto nivel sería el mundo de la historia – mundo
narrativo – que corresponde al espacio de la historia completada por la imaginación del
lector, el cual está bajo un contexto cultural de conocimiento y experiencias del mundo
real. Finalmente, el universo narrativo se define no solo como “el mundo, presentado
como un texto” sino también por todos los mundos contrafactuales construidos por los
personajes a través de sus creencias, deseos, miedos, especulaciones, pensamientos
hipotéticos, sueños y fantasías. Esta identificación de “niveles” y “láminas” se basa en
“nuestro sentido intuitivo del espacio como contenedor universal de cosas” (Ryan, 2010,
en Hones, 2011, p. 687, traducción propia), este análisis podría sostener los aspectos
espaciales de la producción y manipulación de varios tipos de narradores, así como la
intersección de varios lectores imaginados y proyectados (Hones, 2011).

Desde la teoría narrativa también cabe destacar que la producción del espacio de la novela
se puede explicar por la distinción entra audiencia narrativa - el lector implícito que habita
como observar dentro del mundo de la historia - y audiencia autorial - “lector imaginado
a quien un autor dirige su texto” (Rabinowitz, 2010, p. 422) -, además por “el uso de
múltiples focalizaciones y múltiples voces narrativas, y el uso estratégico de un mosaico

18
de discursos directos, indirectos e indirectos libres” (Hones, 2011, p. 690, traducción
propia). “Es decir, el espacio narrativo, de cierta manera, es siempre una co-producción
que involucra un conjunto de voces y puntos de vista, así como un conjunto de lectores
cuyas posiciones son proyectadas y reales” (Hones, 211, p. 692, traducción propia). Por
lo tanto, es posible considerar que la literatura “es más que lenguaje, es el espacio de
reconocimiento de todas las mutaciones sociales, concatenación singular, de objetos
particulares, de atributos, que cifran al mundo” (González y Chicangana-Bayona, 2013,
p. 56). Desde un punto de vista humanístico la literatura se considera una fuente de
conocimiento ambiental, el paisaje se entiende a través de sus características físicas y,
principalmente, “en términos de comportamiento, sensaciones, ideas, sentimientos,
esperanzas y fe” (Lando, 1996, p. 10 en Hones, 2008, p. 1305, traducción propia).

Perspectivas espaciales

Un texto, ya sea de ficción, académico u otro, se puede entender como algo que sólo
emerge por la interacción de múltiples agentes. Y este algo que emerge siempre será nuevo
– sin precedentes – y circunstancial – contingente – debido a que el contexto de “aquí y
ahora” posee una alta complejidad producto de su multiplicad interna y extensiones
espaciales e históricas (Hones, 2008). El espacio como la dimensión donde trayectorias
narrativas e históricas sin cruzarse previamente, ahora se encuentran e interactúan
(Massey, 2005 en Hones, 2008) es también aquella dimensión donde tiene lugar la
escritura y lectura (Hones, 2008). En relación a estos planteamientos, Massey (2005)
busca que el espacio se comprenda como una producción abierta en marcha, de manera
que el espacio mismo sería un evento, y su rol sería “proveer la condición para la
existencia de aquellas relaciones que generan tiempo” (Massey, 2005, p. 56, traducción
propia).

19
Para profundizar en lo expuesto, en primer lugar es necesario comprender el espacio como
una producción – social –. Lefebvre (1974) plantea que “el espacio (social) es un producto
(social)” (p. 86). Esto deriva en que el espacio sea utilizado como un instrumento, tanto
del pensamiento como de la acción, es decir, al mismo tiempo que es un medio de
producción también es un medio de control, y por lo tanto, es un medio para la dominación
y el poder, pero que “escapa parcialmente, en tanto que tal, a los que sirve de él” (p. 86).
Este planteamiento inicial de espacio como producto social tiene ciertas implicancias. La
primera de ella, de acuerdo a Lefebvre (1974) es que “el espacio-naturaleza desaparece
irreversiblemente” (p. 90). Con esto la naturaleza se vuelve un mito, incluso una utopía
negativa debido a que se considera sólo como materia prima, sobre la cual las sociedades
ejercen fuerzas productivas con el fin de definir su espacio. La segunda implicancia es que
“cada sociedad (en consecuencia, cada modo de producción con las diversidades que
engloba, las sociedades particulares donde se reconoce el concepto general) produce un
espacio, su espacio” (Lefebvre, 1974, p. 90). Por ejemplo, la ciudad antigua contaba con
una práctica espacial propia, ideó su propio espacio; espacio apropiado. Esto involucra
comprender el espacio como tal, “en su génesis y en su forma, con su tiempo y sus tiempos
específicos (los ritmos de la vida cotidiana), con sus centros y su policentrismo (el ágora,
el templo, el estadio, etc)” (p. 91).

Continuando con el planteamiento de Lefebvre (1974), el espacio social encierra y, de


cierta manera, adjudica los lugares apropiados a: (1) relaciones sociales de reproducción,
y (2) relaciones de producción. Las primeras hacen referencia a las relaciones
biofisiológicas entre la organización familiar particular con los sexos, y edades. Las
segundas se refieren, por ejemplo, a la división del trabajo, y la organización de ésta, y
como consecuencia, a las funciones sociales con jerarquías. Tanto las relaciones de
reproducción como las de producción no se pueden separar; “la división del trabajo
repercute en la familia y la sostiene; inversamente, la organización familiar interfiere en
la división del trabajo” (p. 91). Sin embargo, éstas se complejizan cuando se considera el
advenimiento del capitalismo, frente a esto Lefebvre (1974) ahora plantea 3 niveles; (1)

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reproducción biológica (familia); (2) reproducción de la fuerza de trabajo; (3)
reproducción de las relaciones sociales. Ya sea considerando 2 o 3 niveles, el espacio
social cuenta con particulares representaciones de la interferencia entre estas relaciones
sociales. De esta forma se da paso a una tríada conceptual, definida por Lefebvre (1974):

(1) La práctica espacial de una sociedad secreta su espacio; lo postula y lo supone


en una interacción dialéctica; lo produce lenta y serenamente dominándolo y
apropiándose de él. Desde el punto de vista analítico, la práctica espacial de una
sociedad se descubre al descifrar su espacio. (p. 97).

(2) Las representaciones del espacio, es decir, el espacio concebido, el espacio de


los científicos, planificadores, (...), ingenieros sociales y hasta el de cierto tipo de
artistas próximos a la cientificidad, todos los cuales identifican lo vivido y lo
percibido con lo concebido. (...) Es el espacio dominante en cualquier sociedad (o
modo de producción). (p. 97).

(3) Los espacios de representación, es decir, el espacio vivido a través de las


imágenes y los símbolos que lo acompañan, y de ahí, pues, el espacio de los
“habitantes”, de los “usuarios”, pero también el de ciertos artistas y quizás de
aquellos novelistas y filósofos que describen y sólo aspiran a describir. Se trata del
espacio dominado, es decir, es pasivamente experimentado, que la imaginación
desea modificar y tomar. Recubre el espacio físico utilizando simbólicamente sus
objetos. (p. 98).

Considerando que el espacio es un producto, Lefebvre (1974) plantea que el conocimiento


que se tenga sobre éste reproducirá y explicará el proceso de producción involucrado. Por
lo tanto la teoría reproduce el proceso que genera el espacio a través de la vinculación de
diversos conceptos, y movilizándose desde el pasado, al presente y en sentido contrario.
Esto significa que lo histórico y sus consecuencias – lo diacrónico –, es decir, aquello que
sucede en cierto lugar y de esta manera lo modifica, se graba en el espacio. Por lo tanto el
espacio es tanto ayer como hoy, el espacio es “dado como un todo inmediato, con sus
vínculos y conexiones en actualidad.” (Lefebvre, 1974, p. 96).

21
Siguiendo la idea de que el espacio es un producto – social – Massey (2005) plantea el
espacio como una dimensión de una multiplicidad simultánea dinámica. Este argumento
se puede comprender por tres proposiciones. La primera consiste en “reconocer el espacio
como el producto de interrelaciones; constituido mediante interacciones, desde la
inmensidad de lo global a lo íntimamente pequeño” (Massey, 2005, p. 9, traducción
propia). Cabe destacar que entender el espacio de ésta forma de cierta manera coincide
con la emergencia de una política, en los recientes años, que intenta comprometerse con
un anti-esencialismo. Es decir, “las relaciones se comprenden como prácticas integradas”,
las entidades/identidades no se consideran como si estuvieran ya constituidas. Existe un
“entendimiento relacional del mundo” (Massey, 2005, p. 10, traducción propia). Por lo
tanto, el espacio y las entidades/identidades con la espacialidad producto de sus relaciones,
son co-constitutivas, el espacio no existe antes de éstas (Massey, 2005).

En segundo lugar, la multiplicidad del espacio es en el sentido de una pluralidad


contemporánea; una esfera de posibilidades donde diferentes trayectorias – “proceso de
cambio en un fenómeno” (Massey, 2005,p. 12, traducción propia) – coexisten. Así, “sin
espacio no hay multiplicidad, y sin multiplicidad no hay espacio” (Massey, 2005, p. 9,
traducción propia). Esta proposición se relaciona con la primera, ya que el espacio al ser
producto de interrelaciones, debe basarse en la pluralidad; multiplicidad y espacio son co-
constitutivos. Por lo tanto, no es posible hablar de “la historia del mundo” considerando
sólo una parte de éste, como ha sucedido; “el oeste”, y el hombre blanco heterosexual se
han planteado de tal manera. La supuesta “historia universal” sólo ha abarcado las
trayectorias de la complejidad de un grupo. De esta manera, “imaginación de la
globalización como una fila histórica no reconoce la coexistencia simultánea de otras
historias con características diferentes (lo cual no implica que estén desconectadas) y
futuros que potencialmente también lo pueden ser” (Massey, 2005, p. 11, traducción
propia). De este modo, en el reconocimiento de la espacialidad se debe admitir la
existencia de una multiplicidad y heterogeneidad (Massey, 2005).

22
El tercer planteamiento es que el espacio siempre está en construcción; está siempre en el
proceso de hacerse, nunca termina. Por lo tanto, es posible imaginar el espacio “como una
simultaneidad de historias-hasta-el-momento” (Massey, 2005, p. 9, traducción propia).
Esta proposición, de cierta manera, se enfrenta a las narrativas de la modernidad
dominantes – “los marcos de Progreso, de Desarrollo, de Modernización, la sucesión de
modos de producción elaborados dentro del Marxismo” (Massey, 2005, p. 11, traducción
propia) – ya que todas estas proponen escenarios futuros conocidos. Contrariamente a
estas ideas, Laclau (1990 en Massey, 2005) propone que sólo es posible aceptar una
noción de política, si se considera el futuro de forma abierta, ya que, de esta manera será
posible que exista una base para una política que pueda hacer una diferencia. Se puede
concluir, entonces que “para que el futuro sea abierto, el espacio también debe estar
abierto” (Massey, 2005, p. 12, traducción propia), ya que, “el espacio no es una
simultaneidad completada, en que todas las interconexiones se han establecido, y donde
todo lugar está ya relacionado a otro” (Massey, 2005, p. 12, traducción propia).

Como se plantea en las proposiciones anteriores el espacio es una multiplicidad discreta


– “multiplicidad de duraciones” (Massey, 2005, p. 24, traducción propia) – y una
producción abierta en proceso, y es ésta apertura la cual permite una multiplicidad genuina
de trayectorias, lo cual a la vez da la posibilidad de potenciar otras voces. Reflexionar
sobre las otras voces es de suma relevancia cuando se piensa en la historia, y la
temporalidad, pues ambas tienen repercusiones en cómo se imagina lo espacial. Por otra
parte, continuamente se ha reprimido el espacio a lo textual y conceptual, y éstos a la
representación, de manera que las características derivadas de la representación se han
atribuido al espacio mismo. Sin embargo, el espacio no es algo textualizado – una
textualidad – al cual uno mira, más bien es reconocer “el lugar de uno dentro de un proceso
emergente continuo y múltiple” (Massey, 2005, p. 54, traducción propia). Por otra parte,
y para complementar lo expuesto, se debe destacar que cuando se habla de multiplicidad
discreta, se hace referencia a “una en que los elementos de tal multiplicidad están insertos
en temporalidad” (Massey, 2005, p. 55, traducción propia). Por lo tanto, es necesario tener

23
en mente que el espacio y tiempo están co-implicados. Desde la perspectiva del espacio
hay una temporalidad integral de una simultaneidad dinámica – diferentes trayectorias –
mientras que desde el tiempo existe una producción necesaria de cambio a través de
prácticas de interrelación (Massey, 2005).

Como síntesis, y en relación a la geografía literaria, es importante resaltar que la literatura


funciona como una cartografía; describe lugares y sitúa a los lectores en una especie de
espacio imaginario. Esto, a través de puntos de referencia que entrega el escritor, los
lectores “se pueden orientar y entender el mundo en que viven” (Tally, 2013, p. 16,
traducción propia). Incluso, es posible que los lectores, a través de la literatura, puedan
encontrar un “sentido del mundo en el que han vivido, viven actualmente, o vivirán en
tiempos por venir” (Tally, 2013, p. 16, traducción propia). Mientras que para el escritor la
literatura puede ser una manera de mapear su propia experiencia en cuanto a espacios
encontrados o imaginados (Tally, 2013). Esto vuelve a lo planteado anteriormente en
relación a la memoria; ¿A dónde va la memoria del autor? o ¿A dónde nos lleva? Por lo
tanto, es posible considerar que la literatura es un espacio de representación – según
definición de Lefebvre (1974); puesto que toma y modifica elementos del mundo real para
presentar otro mundo, el cual dependerá de las trayectorias del escritor y lector. Las cuales,
a su vez, están sujetas a las representaciones del espacio en las que se han desarrollado.
Así, un texto es un evento que surge a partir de éstas trayectorias, que anteriormente
estaban desconectadas (Massey, 2005).

24
Imaginarios geográficos: escribiendo otro

Said (2002) propone “que Oriente no es una realidad inerte” (p. 24), es decir, no está sólo
allí. Siguiendo ésta idea se destaca que “los hombres hacen su propia historia” (Said, 2002,
p. 19), aquello que son capaces de conocer es lo que han hecho. Por lo tanto, se vuelve
necesario considerar que los lugares, las regiones y los sectores geográficos que
conforman Oriente y Occidente, “en tanto que entidades geográficas y culturales – por no
decir nada de las entidades históricas – son creación del hombre” (Said, 2002, p. 24). El
conocimiento se traduce en alejarse de uno para acercarse, y alcanzar, aquello distante y
extraño. El objeto de éste conocimiento sería entonces una realidad estable, “aunque se
desarrolle, cambie o se transforme de la misma manera en que frecuentemente lo hacen
las civilizaciones” (Said, 2002, p. 59). Por lo tanto, conocer ésta realidad es dominarla,
negar autonomía porque “nosotros lo conocemos, y, en cierto sentido, existe tal y como
nosotros lo conocemos” (Said, 2002, p. 59). Incluso, las estructuras dominantes contienen
y representan lo oriental, de acuerdo a lo planteado por Said (2002). Además, como se
mencionó anteriormente, cuando se hacen distinciones entre un otro y nosotros éstas
siempre son a través de valores arbitrarios. Adicionalmente, la geografía e historia
imaginarias colaboran a que este sentimiento de distancia y diferencia se intensifique
(Said, 2002), por lo tanto éstos tienen un rol de suma importancia al momento de generar
imaginarios de aquello que no está cerca espacial o temporalmente.

Establecer distinciones entre lo “nuestro” y lo “suyo” – de otro – es compartimentar


valores arbitrarios con el fin de diferenciar estos dos grupos. Esto significa establecer
fronteras geográficas que son seguidas por fronteras sociales, étnicas y culturales, pero
que no son claras, pues no se tiene información rigurosa de aquello que está “<<más allá>>
de nuestro propio territorio” (Said, 2002, p. 87). Por lo tanto en este espacio fuera del
“nuestro”, confluyen suposiciones, asociaciones, incluso ficciones. Pero aquello fuera de
lo “nuestro” no se limita al espacio, también incluye el tiempo. Pues, en el caso del

25
espacio, ya sea propio o de otro, adquiere “un sentido emocional e incluso racional por
una especie de proceso poético a través del cual las extensiones lejanas, vagas y anónimas
se llenan de significaciones para nosotros, aquí” (Said, 2002, p. 87). Mientras el tiempo,
aquel de “<<hace mucho tiempo>> , <<al principio>> o <<al final de los tiempos>> es
poético, creado” (Said, 2002, p. 88). Al estudiar un espacio en cierto tiempo se debe tener
en consideración que el conocimiento que se tiene de éste no está libre de “cualidades
imaginarias y casi ficticias que se siente cuando se trata de un tiempo muy diferente y
distante del nuestro propio” (Said, 2002, p. 88). Sin embargo, Said (2002) comenta que
con esto no se intenta pretender que todo aquello que se sabe, a través de estudios
positivistas predominantes en Europa y Estados Unidos, sobre historia y geografía sea
sólo imaginario. Pero sí se debe tener presente que éstos estudios no se traducen en un
conocimiento absoluto, ni tampoco que aquello que los eruditos “conocen haya disipado
efectivamente el conocimiento geográfico e histórico imaginario” (Said, 2002, p. 88). Así,
Said (2002) propone que es posible considerar que éstos imaginarios son simplemente
“algo más que se añade a lo que aparece como un conocimiento meramente positivo” (p.
88).

Esta división entre entes, en el caso de Orientalismo de Said (2002), la división entre
Occidente y Oriente tiene una serie de consecuencias debido a los imaginarios geográficos
que se forman a partir de ésta distinción y las fronteras que dibuja. Desde una perspectiva
filosófica, la clase de lenguaje, de pensamiento y de visión, que Said (2002) ha definido
como orientalismo, “es una forma extrema de realismo” (p. 109), es decir, se busca definir,
nombrar, indicar y fijar aquellos objetos, cualidades y regiones “orientales” mediante una
palabra o frase. La cual asume cierta realidad o “simplemente es la realidad” (Said, 2002,
p. 109). Desde la retórica, de acuerdo a Said (2002) el orientalismo se vuelve anatómico
y enumerativo, por lo que es posible manejar sus partes. Desde una perspectiva
psicológica, “el orientalismo es una forma de paranoia, un saber que es del mismo tipo
que el saber histórico ordinario, por ejemplo.” (Said, 2002, p. 109). Esto último se debe a

26
que cuando se debe tratar con algo diferente, la mente responde, por regla general, de
manera conservadora y defensiva (Said, 2002).

A pesar que Said (2002) basa su planteamiento en el orientalismo, sus premisas y


reflexiones se pueden aplicar a otros casos. De acuerdo a Mellado (2015), en las formas
de enunciar a la Patagonia desde la nación se reconoce una distinción entre un “adentro”
y “afuera”, como oposiciones entre lo semejante y diferente, también entre un nosotros y
ellos. Sin embargo, éstas oposiciones actúan como una dialéctica entre sí, de manera que
por un lado estaría la región – pertenencia regional – y por otra parte se presenta el
imaginario de la nación, de manera tal que “los vínculos entre la región y la nación se
desarrollan en el marco de una dinámica social en constante construcción y
reconstrucción; y expresan tanto relaciones históricas y materiales como universos de
significaciones imaginarias” (Mellado, 2015, p. 12). En cuanto a estas significaciones, se
debe tener en mente que cada colectivo construye su propio nosotros. Por lo tanto, para
comprender el mundo social se debe considerar que existe un factor unificante que
proporciona sentido y se entreteje con estructuras simbólicas de cada sociedad, y cada una
construye su propio factor “real”, de manera que es algo relativo. La dimensión imaginaria
de una sociedad – una dimensión producida – no solo refleja la dimensión material de
ésta, sino que también participa en darle sentido, es decir, una significación (Mellado,
2015).

En cuanto a éstas significaciones de cada sociedad, es relevante comprender el simbolismo


que constituyen. Castoriadis (2011) plantea que los simbolismos no son construidos en
completa libertad, pues éstos se toman de lo natural, y de lo histórico, “ a lo que ya estaba
ahí” (p. 201). Además, estos simbolismos poseen un componente imaginario, algo
inventado, ya sea en su totalidad, o sólo un “deslizamiento de sentido, en el que uno
símbolos ya disponibles están investidos con otras significaciones que las suyas
<<normales>> canónicas.” (Castoriadis, 2011, p. 204). Por consiguiente, toda sociedad
busca definir y elaborar una imagen

27
del mundo natural, del universo en que vive, intentando cada vez hacer de ella un
conjunto significante, en el cual deben ciertamente encontrar su lugar los objetos
y los seres naturales que importan para la vida de la colectividad, pero también
esta misma colectividad, y finalmente cierto <<orden del mundo>>. (Castoriadis,
2011, p. 240).

En consecuencia, la orientación de una sociedad se puede comprender a través de sus


significaciones imaginarias, pues éstas “valoran y desvaloran, estructuran y jerarquizan
un conjunto cruzado de objetos y de faltas correspondientes” (Castoriadis, 2011, p. 242-
243). Cabe destacar que en esta producción de la dimensión imaginaria de una sociedad
la literatura participa de forma privilegiada (Mellado, 2015).

Un elemento a destacar en la elaboración de los imaginarios geográficos es la memoria.


Como ya se mencionó, Todorov (2013) la define como un olvido parcial orientado en una
dirección, de manera que aquello inscrito en el presente no es el pasado como tal, sino –
solamente y siempre – su representación. Además tiene la característica de no ser neutra,
y por tanto tampoco lo es la narración de aquellos hechos que constituyen el pasado
(Todorov, 2013). La memoria social – memoria colectiva, memoria pública, memoria
histórica, memoria popular o memoria cultural – es inherentemente instrumental, es decir,
tanto los individuos como los colectivos recuerdan el pasado con el fin de reforzar diversos
propósitos y programas, utilizando la memoria como una herramienta (Fentress &
Wickham, 1992; Le Goff, 1992; Trouillot, 1995 en Hoelscher & Alderman, 2004). Así,
quienes representan las clases dominantes han adaptado la memoria de manera tal que sea
un instrumento para gobernar, incluso frecuentemente “la memoria de la gente ordinaria
es apropiada por las elites y presionada al servicio de conquista y dominación” (Hoelscher
& Alderman, 2004, p. 349, traducción propia).

Cabe destacar la confluencia entre memoria, lugar, invención y poder, que conforman lo
que Said (1995 [1978], 2000 en Hoelscher & Alderman, 2004) ha llamado “geografías
imaginarias”, es decir, la construcción de espacios geográficos que evidencian las
“fantasías y preocupaciones de los agentes colonizadores” (Hoelscher & Alderman 2004,

28
p. 350, traducción propia), y no prestan atención a la realidad de los habitantes de aquella
región geográfica (Hoelscher & Alderman, 2004). Considerando lo planteado por
Lefebvre (1974), se podría considerar que este espacio corresponde a un espacio de
representación. Hoelscher & Alderman (2004) mencionan investigaciones que muestran
que aquellos grupos menos privilegiados – por ejemplo líderes anti-apartheid antes del
colapso de la regla blanca en Sudáfrica – están utilizando la memoria como medio para
desafiar su propia subordinación. Utilizando un caso más cercano a Aysén, Mansilla
(2013) cree que la literatura desarma los imaginarios “tradicionales” muy arraigados, pero
que aun así no logran hacer justicia al abuso de la historia, refiriéndose a Magallanes.

Los imaginarios geográficos de Patagonia-Aysén

El imaginario de la Patagonia ha sufrido modificaciones con el paso del tiempo, y los


motivos de éste también. Sin embargo ha prevalecido que la producción se ha hecho desde
afuera; primero por las travesías europeas y luego desde los centros metropolitanos de
Chile y Argentina (Hammerschmidt, 2016). De esta manera “la Patagonia, cualesquiera
sean los límites del territorio al que se le adjudica ese nombre, ha sido desde su primera
inscripción en las narrativas de viaje una zona maleable para el imaginario europeo
primero y el criollo después” (Livon-Grosman, 2003, p. 9). La Patagonia, entonces, se ha
formado por un conjunto de diferentes atribuciones que terminaron por inventarla desde
afuera, incluyendo la historia de su poblamiento, y asignación de nombres
(Hammerschmidt, 2016).

29
Imaginarios desde las colonizaciones de Patagonia-Aysén

En general, en Hispanoamérica se han realizado esfuerzos para adaptarse a un modelo


europeo moderno (Livon-Grosman, 2003). En Chile, durante el S.XIX, el creciente interés
del estado por consolidar la nación era obstaculizado por el escaso conocimiento sobre el
territorio, de manera que no era posible organizar la república. Por lo que la mirada estatal
sobre la frontera – Patagonia-Aysén – fue aumentando, al mismo tiempo que crecía la
presión por parte de otros países que intentaban ejercer soberanía sobre el mismo territorio
(Núñez, Zambra-Álvarez, Aliste, 2017). Esto se tradujo en que chilenos fueran
presionados por el Estado nacional para vivir en la zona norte de la Patagonia argentina,
lo cual resultó en “valles cordilleranos contiguos a la pampa argentina” (Núñez, Aliste &
Arenas, 2017, p. 43). Así se fundó Futaleufú, Lago O’Higgins, y otros, que conformaron
en la zona austral de Chile la “Patagonia de Aysén”. La imagen de este proceso era
definida por la cordillera, humedad y bosques imposibles de penetrar (Núñez, Aliste &
Arenas, 2017), por lo que la colonización adquirió un carácter épico. Pero, como el
concepto Patagonia además se asumió como una pampa infinita, se creó otra
interpretación de ésta; Patagonia estanciera y ovejera. “Esta Patagonia de colonos es aún
una de las más arraigadas en el horizonte paisajístico de la nación chilena” (Núñez, Aliste
& Arenas, 2017, p. 43).

Cabe destacar que este proceso de colonización a fines del siglo XIX es, en consecuencia,
una colonización del saber, y una de las herramientas de colonización fue la cartografía,
desde donde se identifica un “vaciamiento” de éstas zonas menos exploradas del país. Esto
significa que aquella área no definida, no sólo pierde su peso político, sino que además de
ésta forma se invisibiliza la presencia de grupos indígenas, así como identidades locales
(Núñez, Zambra-Álvarez, Aliste, 2017). Esto se debe a que “la política de
homogeneización nacional implicaba el ocultamiento de ‘lo indígena’” (Núñez, Zambra-
Álvarez, Aliste, 2017, p. 155). De esta forma, el proceso de modernización se convirtió
en una lucha contra indígenas, no sólo por un discurso de progreso para un país, para

30
acabar con la barbarie, sino que además representaba “el cumplimiento de un destino que
contribuiría al bienestar de la humanidad” (Livon-Grosman, 2003, p. 24).

En los primeros registros coloniales, Aysén es entendido como una “Trapanada” – “algo
que se interna más adentro de la tierra” (Aleuy Rojas, 2009 en Amigo, 2017, p. 169) – es
decir, algo lejano y desconocido. Era una especie de desierto en Chile, y por tanto, fue
uno de los espacios vacíos que se transformaron en objeto del discurso civilizatorio de la
modernidad, fueron administrados y representados desde el centro, incluso poblados
mediante un proceso que sólo pudo ser observado, o interpelado reaccionariamente por
quienes ya habitaban el territorio. Es decir, la metáfora de “desierto” para éstas periferias
nacionales fue lo que permitió tomar el control de tales espacios (Soler, 2017).

Esto se debe a que al hablar de periferia y centro, implícitamente se está haciendo una
distinción entre un nosotros y otros, de manera similar a como Said (2002) plantea la
distinción que se ha hecho entre Occidente y Oriente. Briones & Del Cairo (2015, en Soler,
2017) plantean que las prácticas de fronterización se pueden entender como “las diversas
maneras en que colectivos sociales marcan un adentro y un afuera, que encuentra un
correlato en la diferenciación nosotros/otros” (p. 121). Esta concepción de frontera se
aplicó en Patagonia occidental, que es cubierta en gran medida por la región de Aysén
actual, pero como una frontera interna (Soler, 2017). Es decir, en el transcurso de la
primera mitad del siglo XX, ésta región fue conocida como “‘las tierras de entre medio’
apelativo que subraya la condición de margen en la que se encontraba como frontera
interior, ‘entre medio’ de dos territorios integrados a la vida nacional: Puerto Montt y
Punta Arenas” (Núñez, Aliste & Bello, 2014b en Amigo, 2017, p. 169). Sin embargo, en
el imaginario geográfico más reciente, aquel que presenta Patagonia-Aysén como “reserva
de vida” – valorización de lo verde –, la diferenciación se aplica en un sentido más amplio
– en relación al mundo global – de manera que “la frontera discursiva de Patagonia-Aysén
ya no solo se comprende en relación a la nación sino también a los centros mundiales de
poder” (Núñez, Aliste & Bello, 2016, p. 4).

31
En efecto, este período más reciente, de aquel imaginario en que Aysén es una “Reserva
de vida”, comenzó con el término de la dictadura militar en 1989. Patagonia-Aysén
adquiere una valorización en cuanto a la conservación y protección de la naturaleza, y por
extensión, también un valor turístico. Esto se debe a una fuerte liberalización económica
en la zona, que ha permitido que se instale un mercado activo enfocado a productos
turísticos y conservación de la naturaleza (Núñez, Aliste & Bello, 2014). Es decir, en
Patagonia-Aysén aquello que fue un bosque que dificultó la ocupación por parte de
colonos-ganaderos, desde 1989 se transformó en un paisaje prístino y único, que debe ser
conservado (Núñez, Aliste & Bello, 2014). De modo tal que aquello periférico y aislado
ahora adquiere relevancia y se transforma en un nuevo escenario a partir de “la lógica de
una capitalización de la naturaleza” (Núñez, Aliste & Bello, 2014, p. 5), ya que esta
valorización es el “resultado de una producción social que se va consolidando como
discurso del desarrollo y utopía capitalista” (Núñez, Aliste, Bello, 2016).

La producción social de la naturaleza sustentable no es neutra, la naturaleza se encuentra


movilizada, se privatiza (Núñez, Aliste, Bello, 2016). Esto ha significado una
reestructuración de la propiedad de la tierra, fuertemente influenciada por la especulación
(Núñez, Aliste & Bello, 2014), y marcada por un nuevo propietario: el neo-colono (Núñez,
Aliste, Bello, 2016). La reestructuración se ha visto acompañada de políticas de
conservación ambiental y procesos especulativos, lo que ha desencadenado un
desplazamiento de aquellas poblaciones que han optado por vender sus tierras. Por su
parte, el neo-colono compra terrenos de antiguos colonos a través de sociedades o
empresas, con el fin de conservar. De esta manera, a través de un discurso modernizador
sustentable que busca la conservación y protección de la naturaleza, se genera una nueva
forma de colonialismo (Núñez, Aliste, Bello, 2016).

32
Patagonia-Aysén desde la literatura

Diferentes imaginarios de Aysén se han formado gracias a la contribución de narrativas


de viaje, que deben ser entendidas como “una narración social que se encuentra
condicionada por el propio viajero que lo realiza, por la perspectiva institucional que lo
envuelve y por el contexto sociocultural en el que se enmarca” (Zúñiga & Núñez, 2017,
p. 110). Entre estos imaginarios está aquel mito patagónico que presentaba la región como
“un desierto, tierra de nadie, inconmensurable, poblada por gigantes que restringen el
acceso a la zona en la que quizás se encuentre el paso que una los dos océanos o la prueba
geológica que explique la evolución de la tierra” (Livon-Grosman, 2003, p. 34). Uno de
los problemas del mito es que distorsiona y empobrece los significados. De esta manera,
comunidades indígenas pierden su historia, y se transforman “en gestos, caracterizados
como gigantes, como mansos o como violentos, como pieza de museo o como idealización
de una forma de vida” (Livon-Grosman, 2003, p. 34). El mito tiene una fuerza que radica
en su capacidad de naturalizar la historia, por tanto, al vaciar un mito se puede volver a
llenar con otro, de acuerdo a un momento culturas y sus necesidades (Livon-Grosman,
2003).

A través de las narrativas de viaje se busca generar “un relevamiento del sistema político
de un determinado país a los efectos de comprender su funcionamiento social y establecer
una estrategia diplomática o militar con miras a futuras relaciones comerciales o políticas”
(Livon-Grosman, 2003, p. 20). Pero esto significa reconocer otras culturas, frente a esto
las narrativas optan por presentar a las comunidades indígenas como una “extensión de la
naturaleza” (Livon-Grosman, 2003, p. 21). Por lo tanto, debido a que las comunidades
indígenas son parte del paisaje de manera integral deben ser, al igual que el territorio,
dominados con el objetivo de permitir el progreso y el establecimiento de una nación-
estado. Así, se dio paso a una narrativa patagónica simbólica, en que la nación se define
al mismo tiempo que las comunidades indígenas son eliminadas, y el territorio se
metaforiza como un punto de partida y de fin para aspiraciones económicas y políticas

33
(Livon-Grosman, 2003). Aquel imaginario geográfico en que la Patagonia se presenta
marginalizada, y se describe en relación a la soledad y lejanía tiene su origen en los
llamados textos fundacionales. De acuerdo a Mellado (2015), esto tiene ciertos usos
peligrosos, así como abusos teóricos y literarios que se enfocan en exotizar al sujeto y su
aldea, y su esencia folklorizante.

En un contexto de resistencias organizadas en Chile y Argentina en contra de las


dictaduras militares, y como respuesta a la fuerza de los imaginarios geográficos, se
forman talleres literarios que buscan el “derecho de expresión desde la “periferia’”
(Hammerschmidt, 2016, p. 9). La poesía que surge es moderna, es decir, es entendida
como “aquella escritura especializada asumida como oficio existencialmente estratégico,
que problematiza al límite la subjetividad y su expresión lírica, haciendo de la escritura
poética testimonio de la imposibilidad de revertir la implacable fragmentación de la
relación yo-mundo y registro del deseo – siempre insatisfecho – de que la poesía afirme
una cierta relación utópica absoluta del yo con las cosas” (Mansilla, 2016, p. 164). De
acuerdo a Mansilla (2016), para el caso de Aysén en particular, la poesía escrita desde
aquí tiende a relacionarse, más fuertemente que en otros territorios de la Patagonia, a la
poesía y canto popular, “y por consiguiente a la memoria popular folk” (Mansilla, 2016,
p. 168).

Al leer tal poesía, esta debe ser entendida como “una expresión estética que se inscribe en
la dinámica general de la poesía chilena moderna” (Mansilla, 2016, p. 168), y al mismo
tiempo también debe ser leída como “una manifestación inscrita en el amplio marco de la
cultura gaucha patagónica, cultura que no reconoce fronteras nacionales y cuyas fuentes,
en lo musical principalmente, vienen, en parte significativa, de las provincias argentinas
de Corrientes y Entre Ríos” (Mansilla, 2016, p. 168). Además, es relevante destacar que
poetas de ascendencia indígena actuales muestran una conciencia histórica diferente,
tienden a ver el pasado como una temporalidad escurridiza, en la cual los conflictos
actuales encuentran un sitio fundacional, así la poesía busca indagar “sin contemplaciones

34
en el desastre de la modernidad, que es todavía el desastre de ayer, para incursionar en la
dureza histórica y experiencial de los lugares en su devenir” (Mansilla, 2016, p. 173).

Es relevante destacar que la poesía de Aysén se puede considerar como una poesía
territorializada debido a que “describe, alude, menciona una realidad de lugar que existe
independiente del texto poético que la registra” (Mansilla, 2016, p. 168). Pero, éstos
territorios al estar poetizados superan su condición como “objeto referido”, y se
transforman así en “discursividades líricas de significaciones densas” (Mansilla, 2016, p.
168), de manera tal que el mismo territorio se convierte en “infraestructura” que permite
la construcción de estos mundos poéticos, que reflejan subjetividades que han padecido
por su propio lugar y tiempo (Mansilla, 2016). Por lo tanto, se identifican dos perspectivas:
(1) la poesía tiene una función de documento, que permite el dominio simbólico y
metafísico de los territorios, y (2) las poesías son “invenciones literarias stricto sensu”
(Mansilla, 2016, p. 169), es decir, son capaces de metaforizar la condición humana,
reconfigurando así la realidad sin depender de la geografía, del paisaje, ni de estereotipos.
A partir de la segunda perspectiva, la poesía se presenta como un ejercicio textual
tensionada tanto consigo misma como con aquellas formas locales que significan el
mundo. Por lo tanto, escribir sería una práctica para resignificar memorias heredadas, para
destituir la posibilidad que tienen algunos grupos de disminuir el simbolismo, cultura, y
devenir histórico de ciertos lugares (Mansilla, 2016).

El locus poetizado se presenta, para algunos, como una “constelación de experiencias de


lugar cuya textualización exhibe, entre otras notas distintivas, un trabajo con la memoria
orientado a la desfetichización del paisaje de manera que éste no termine reduciéndose a
postal despojada de historicidad” (Mansilla, 2015b, p. 147). Sin embargo, también es
posible que ésta experiencia de lugar se tome como su negación, es decir, rechazo a lo
local con el fin de ir por lo universal. Esta situación en Aysén sería una respuesta contra
los “localismos estereotipados que presionan para que los poetas se adscriban a marcas
identitarias prefabricadas” (Mansilla, 2015b, p. 150). Situación que Mellado (2015)

35
crítica, pues plantea que “La Patagonia como lugar de residencia no cuenta como un
criterio epistémico apriorístico para explicar ni ponderar la producción literaria e
intelectual de la región” (p. 66). Incluso, de acuerdo a Mansilla (2015b), poetas de Aysén
se sienten con la obligación de:

lidiar con una tradición cultural-textual que alimenta (y se alimenta de) una
memoria cultural política arquetípica que entrelaza el recuerdo de la colonización
– dibujada ésta como un esfuerzo épico de gente común que sin el apoyo del Estado
chileno hizo patria en territorios aislados, bellos y a la vez hostiles – con la imagen
del gaucho argentino-aysenino, una especie de sujeto romántico orgánicamente
ligado a los vastos espacios naturales de la Patagonia. (p. 151)

Como síntesis, es posible identificar al menos dos elementos claves en las líricas y
narrativas de Aysén; naturaleza y colonización. Como fueron mencionados anteriormente
en la producción de los imaginarios geográficos de Patagonia, es evidente que han tenido
un rol relevante en tal proceso. La naturaleza, por una parte, presente como paisaje en la
poesía de la Patagonia, evoca una memoria ancestral, a habitantes “originarios”. Debido
que estos territorios han sido incorporados a la modernidad del siglo XX – capitalista
nacional/internacional – de manera tardía y parcialmente, es que aún es posible
experimentar “lo natural, lo mítico, lo existencial, lo histórico” (Mansilla, 2016, p. 170).
Imagen que se utiliza para promover la conservación y protección de ésta, y así potenciar
el turismo; Aysén, reserva de vida. Todo esto converge en la geografía y en sus
subjetividades (Mansilla, 2016), pues toda intervención que sufra un paisaje es también
una intervención en la mente de aquellas personas que habitan tal lugar (Mansilla, 2013b).

Patagonia ha sido objeto de diferentes transformaciones en su naturaleza, destacando la


tala y quema de bosques durante su colonización a comienzos del siglo XX, que buscaban
establecer una identidad ganadera (Núñez, Aliste & Arenas, 2017). Así como
posteriormente la aparición de un “bosque sagrado” que representa una naturaleza
“nueva” (Núñez, Aliste & Bello, 2017). La colonización se ha vivido en diferentes etapas,
pero ha estado constantemente presente en la región. Como menciona Livon-Grosman

36
(2003) primero fue por viajeros europeos y luego desde los centros de cada país. Estos
últimos se mantienen, pero en el caso de Chile recientemente ha sido a través de un nuevo
mecanismo que incluye a un nuevo propietario ya descrito; el neo-colono (Núñez, Aliste
& Bello, 2014).

Es importante mencionar que en la literatura, la naturaleza y el paisaje patagónico actúan


como anclajes que permiten situar y localizar la imaginación, por lo tanto, no son objetos
de representación en sí (Mansilla, 2015b). Así, el paisaje en esta poesía territorializada, es
entendido como:

una subjetividad en curso, un imaginario activo, conflictuado a menudo entre la


gratificante experiencia de la belleza natural, que invita a la plenitud, a la
superación de las tragedias pasadas y presentes; y la nada gratificante experiencia
de saberse en los márgenes de la nación, de la civilización incluso, tanto que el
mismo paisaje – en su forma de dinámica experiencial – se vuelve energía mortal,
destructora, lugar en que la naturaleza se manifiesta con bárbara desmesura y
poder. (Mansilla, 2016, p. 174).

37
Capítulo III: Metodología

La presente investigación se enmarca en los marcos epistemológicos de la geografía


humanística, pues comprende el espacio como una producción social, desde una
perspectiva tal que considera significados, representaciones, valores y sentidos que
atribuyen las personas al mundo de sus vidas cotidianas (Peña, 2011). Además, la
investigación se vincula a la geografía cultural, entendiéndola como una geografía donde
el objeto de estudio es la cultura, y desde esa base la comprensión de los significados
espaciales. Para esto se consideran conceptos desde otras disciplinas, y los métodos
cualitativos se vuelven más relevantes para este tipo de estudios (Barnett, 2009). En esta
geografía cultural, a través de un enfoque lingüístico, los textos son leídos e interpretados
con el fin de “descubrir significados ocultos e impresiones del poder que les dio forma y
que ellos encarnaron” (Crang, 2009, párrafo 7, traducción propia). Por lo tanto, estas
perspectivas son claves al momento de realizar un estudio de geografía literaria, en que
el objeto de estudio es la literatura como soporte para estudiar el espacio; poesía y
narrativa en particular.

La investigación posee un enfoque cualitativo, se fundamenta en un proceso inductivo, es


decir, desde lo particular a lo general; “explorar y describir, y luego generar perspectivas
teóricas” (Hernández, Fernández & Baptista, 2006, p. 8). Involucra un proceso flexible de
indagación, cuyo propósito es “reconstruir” aquella realidad que observan los actores que
pertenecen a un sistema social en particular, definido con anterioridad. Cabe destacar que
ésta “realidad” es definida por las interpretaciones de quienes participan en la
investigación, de acuerdo a cada realidad propia. Por lo tanto, se debe esperar la
convergencia de varias realidades; participantes, investigador y aquella que resulta de la
interacción de los actores involucrados. Además, estas realidades se transforman a medida
que el estudio se lleva a cabo. Las propias realidades son fuentes de datos (Hernández et
al., 2006). De esta manera, el enfoque cualitativo puede ser definido “como un conjunto

38
de prácticas interpretativas que hacen el mundo visible, lo transforman y convierten en
una serie de representaciones en forma de observaciones, anotaciones, grabaciones y
documentos” (Hernández et al., 2006, p. 9). Por lo tanto, permite estudiar textos literarios
de manera que cada uno representa una realidad producto de la realidad del autor, y que
también se interpreta a partir de la realidad del lector.

El método a utilizar corresponde al método arqueológico. Se basa en la idea de que el


saber “constituye, entonces, aquella experiencia social que, aunque no se inscriba de
manera elocuente en un enunciado concreto, sí puede ser reconstruida a partir de una
descripción de las líneas de visibilidad y de enunciación que caracterizan la masa
discursiva de un período (reglamentos, poesía, consejos de higiene, filosofía; en fin,
documentos provenientes de distintos campos).” (Messina & De la Fuente, 2011, p. 35-
36). Por lo tanto, aquello que se busca son los estratos sobre los cuales se basan evidencias
y verdades de la actualidad, es decir, consiste en “indagar las condiciones de posibilidad
de la aparición de ciertos enunciados y de la exclusión de otros” (Messina & De la Fuente,
2011, p. 36).

Para esto se emplea un trabajo descriptivo sobre el archivo, entendiéndolo como aquel
conjunto de normas que en cierto tiempo y lugar determinan qué discursos sí circulan y
cuales son excluidos, además de quiénes participan en este flujo y mediante qué canales.
Lo relevante de este tipo de análisis es que a pesar que recurre a la historia, “esta estrategia
no implica buscar las verdades del pasado sino el pasado de nuestras verdades” (Murillo,
1996, p. 39 en Messina & De la Fuente, 2011, p. 36). De manera que el saber para un
análisis arqueológico no se limita a enunciados ya demostrados, sino que también
considera “ficciones, reflexiones, relatos, reglamentos institucionales y decisiones
políticas” (Messina & De la Fuente, 2011, p. 37). Son estos enunciados justamente –
ficciones, reflexiones y relatos – los objetos de estudio.

39
La presente investigación se divide en tres partes:

1. Observación participativa
Uno de los objetivos de la observación cualitativa consiste en “explorar ambientes,
contextos, subculturas y la mayoría de los aspectos de la vida social” (Grinnell, 1997
en Hernández et al., 2006), además busca comprender procesos, y vinculaciones entre
las personas y sus circunstancias, o situaciones, al igual que eventos que ocurren a
través del tiempo, los patrones que resultan, así como contextos sociales y culturales
en que se desarrollan diferentes experiencias humanas (Jorgensen, 1989 en Hernández
et al., 2006). Debido a esto es que esta herramienta es relevante para la presente
investigación. Puede entregar un contexto en el cual los escritores han estado insertos
y desde el cual han escrito. De esta manera, diferentes elementos, o cuestiones, se
vuelven relevantes para la observación: ambiente físico, ambiente social y humano,
actividades, hechos relevantes, eventos e historias, y otros. (Hernández et al., 2006).

El papel del observador en esta investigación será de participación moderada, es decir,


es un observador que participa sólo en algunas actividades. Las actividades
consideradas son:

1.1. Observación del ambiente físico, social y humano.


Se visitará la ciudad de Coyhaique, una de las más pobladas de la región (INE, 2017).
En particular, una serie de lugares recomendados por la municipalidad. Estos deberían
reflejar el sentido que cada espacio regional tiene de sí, así como elementos relevantes
en su historia y diario vivir. Se tomarán anotaciones en cuanto a frecuencia con que
algún elemento se presenta en un lugar, así como indicadores de su relevancia en las
significaciones territoriales. Se espera que naturaleza y colonización sean temas
recurrentes.

40
2. Lectura
La actividad principal del trabajo de investigación es la lectura de textos narrativos y
poéticos de escritores que han vivido o viven actualmente en la región, abarcando
literatura del siglo XX y XXI. Esto con el fin de, en primer lugar, identificar
significaciones territoriales desde la región, las cuales se espera se vean reflejadas en
los textos. Para ambos tipos de textos literarios, se utilizará una serie de preguntas
guías para reconocer los principales sentidos otorgados al territorio. Estas preguntas
se han formulado utilizando como ejemplo las preguntas planteadas por Mellado
(20159 en su libro “Cartografías literarias de la Patagonia en la narrativa argentina de
los noventa”, para el análisis de ciertas novelas:

¿Qué espacios de la región frecuentan y delimitan estos textos, y con qué versiones
literarias e históricas se relacionan?; ¿Cómo son construidos narrativamente (quien los
narra, con qué procedimientos constructivos y bajo qué modalidades discursivas)?; y ¿qué
vínculos significativos se observan entre los enunciados sobre la Patagonia y los distintos
lugares desde los cuales los personajes y narradores la enuncian en términos espaciales?
(Mellado, 2015, p. 18).

Para el presente trabajo de investigación las preguntas son modificadas con el fin de
limitar el análisis a la región de Aysén en particular, además se consideran elementos
desde la teoría literaria;

En cuanto al espacio narrativo: ¿Cual es el marco espacial – locaciones específicas


–, la posición – ambiente socio-histórico-geográfico –, el espacio de la historia –
espacio mapeado por las acciones y pensamientos de los personajes – y el mundo de
la historia – espacio de la historia –, de acuerdo a definiciones de Ryan (2012)?

En cuanto a las significaciones territoriales: ¿Qué vínculos significativos se


identifican entre el espacio narrativo con los enunciados que los personajes, y el
narrador, hacen de tales lugares; pensamientos, conversaciones, otros? ¿Qué
discurso(s) se identifica(n)? ¿Cuál(es) es(son) la(s) memoria(s)?

41
Además, se destaca el análisis parcial de los personajes presentes en los textos
literarios, pues cada uno cuenta con una historia personal, que a su vez se inserta en el
relato principal (Mellado, 2015). También las figuras retóricas tienen un rol
importante, ya que participan en la producción del espacio narrativo, en cómo se narra.
Por ejemplo, la hipérbole es una figura que exagera la realidad, con el fin enfatizar
más (Ayuso de Vicente et. Al., 1990, p. 181). En el caso de los textos analizados por
Mellado (2015), la figura retórica de la hipérbole genera que Patagonia sea descrita
con “una geografía de la desmesura” (Mellado, 2015, p. 190).

3. Análisis arqueológico: éste análisis permitirá cumplir con el objetivo general, y


segundo objetivo específico de la investigación: Analizar las significaciones
territoriales identificadas en el primer objetivo específico. El análisis arqueológico
busca responder por qué predominan ciertos elementos y otros no, se enfoca en la
“dimensión de exterioridad de los discursos y busca sus condiciones de existencia en
las prácticas discursivas que son, asimismo, prácticas sociales” (Messina & De la
Fuente, 2011, p. 37). Por tanto, a través de este análisis, junto a la información obtenida
a partir de las lecturas y sus análisis, es que es posible comprender aquellas
significaciones territoriales que se identifican en las lecturas desde la región de Aysén.

42
Capítulo IV: Aysenes, significaciones de un
territorio múltiple

Aysén, entendido como parte de Patagonia, no puede ser definido ni entendido de una
manera en particular, es múltiple y heterogéneo. Pero esta condición no es desconocida,
Patagonia ya se ha descrito en sentido plural, siendo Patagonias. Por ejemplo, Mellado
(2015) destaca su especificidad y pluralidad simultanea a partir de su trabajo sobre
narrativa argentina de los años 90. Donde además destaca el rol de la selección de
elementos que conlleva a orientar los relatos en una dirección en particular. Es decir,
Patagonia(s) puede ser interpretada de varias maneras, por tanto no existe sólo una
Patagonia. De manera similar, Carrasco (2017) explica como el territorio de Patagonia
Aysén es plural en un sentido de distintos paisajes – culturales – que se orientan
horizontalmente. En este trabajo también se reconocen estos elementos de pluralidad y
horizontalidad, además se identifican otros, pero todos surgen de un trabajo de geografía
literaria centrado en la literatura y poesía de la Región de Aysén, de los siglos XX y XXI.

Un primer momento de pluralidad se puede encontrar en el planteamiento mismo de la


subdisciplina de geografía y literatura – o geografía literaria – pues, como explica Hones
(2008) cada texto es un evento que emerge solamente como causa de la interacción de
varios agentes – escritores, lectores y otros – que son mutuamente co-productores y que a
su vez están relacionalmente intervenidos. A esto se suma que cada texto es entendido
como un espacio de representación, que a su vez está mediado por las representaciones
del espacio de cada agente. Por tanto, la lectura y comprensión de un texto literario resulta
del encuentro – espacio-tiempo – de múltiples trayectorias que estaban desconectadas
(Massey, 2005). De esta manera, existen múltiples resultados de estos encuentros.

Desde la geografía literaria se reconoce una multiplicidad de Aysenes producto de los


distintos espacios-tiempos que se relatan. Además se reconoce la influencia del espacio-

43
tiempo desde el que los textos fueron escritos, así como desde el que son leídos, aunque
este último no es considerado para el presente trabajo de investigación. A partir de los
textos literarios – narrativa y poesía – estudiados la multiplicidad se expresa en al menos
tres elementos que se presentan con frecuencia, que son identificados como elementos que
conforman las múltiples significaciones territoriales de la región. Estos son: (I) Otras
fronteras, (II) Memorias, y (III) Territorio heterogéneo. Cada uno será explicado en detalle
a continuación.

I. Otras fronteras

La primera hace referencia a que las fronteras culturales no coinciden con las fronteras
administrativas definidas por el estado chileno. Por una parte, se da una especie de
fronterización interna – dentro de la nación – pues se habla de “Chile” como un territorio
diferente al territorio de Aysén. Chile como un otro. Por otra parte, la frontera
administrativa con Argentina también se ve cuestionada en algunos casos. Pareciera que
los límites culturales con ésta son más difusos, en algunos momentos no es más que una
línea imaginaria, en la que ni los mismos habitantes saben donde está, pero también en
otros momentos se habla de una Patagonia dividida en dos; Patagonia chilena, y Patagonia
argentina. Situación en que los límites de la nación si se presentan en las significaciones
territoriales, y Chile es un nosotros.

Carlos Aránguiz es uno de los escritores que destaca este aspecto en varios de sus relatos.
Nació en 1953 en Antofagasta, y ha desempeñado su carrera de abogado principalmente
en Santiago. Sin embargo, sus obras se centran en Patagonia-Aysén debido a un interés
que surge a partir de un compañero de curso en secundaria que era de Coyhaique. Comenta
que habla “… de una región inexistente para muchos chilenos, que creen que el país limita
al sur con Puerto Montt y que Punta Arenas es el último desvarío de los exóticos
navegantes de la Antártida” (1999, p. 5). Menciona que él también pensaba así del país,
pero ahora considera que “La Patagonia necesita probarle al mundo de que existe hoy y

44
que no es sólo un proyecto ecológico o una reserva estratégica para la Humanidad” (1999,
p. 5). En el segundo capítulo de su novela “La Condesa de la Patagonia” (2008), el autor
resume en pocas líneas esta premisa de otras fronteras, que habla de una cultura que no
se ve restringida a los límites administrativos, sino que sus prácticas se desarrollan
cruzando estas líneas imaginarias:

Fragmento 1:
“Yo no se si usted sabía antes de emprender este viaje, don Guillermo, que la
Patagonia es el fin del mundo, un territorio compartido por Chile y Argentina en
el refajo de Sudamérica, tan extenso y arisco, como diverso y virginal. (…) ; y en
ambos lados los escasos pobladores han construido ciudades y pueblos sin
diferencias culturales, que intercambian sus influencias como si no existiese una
frontera” (p. 15)

A continuación se tratará cada frontera por separado con el fin de presentar las ideas con
un orden que permita una mejor comprensión, sin embargo la expresión de estas en los
textos no se presenta de la misma manera, más bien se mezclan constantemente.

A. Chile ¿nosotros u otros?

Como se ha planteado anteriormente en el trabajo, Aysén se ha considerado un frontera


interna, que fue poblada por presión del Estado para ejercer soberanía sobre tal territorio.
Sin embargo, el acceso a la región no permitía una comunicación fluida con el resto del
país, situación que se expresa en reiteradas ocasiones a través de la evocación de un
sentimiento de soledad. También mediante una imagen de orfandad, por un Chile que
abandona a los habitantes que envío a la región. Algunos autores que presentan está
condición son Edith Ruiz, Ivonne Coñuecar y Mauricio Osorio, entre otros. Edith Ruiz
nació en 1936 en Puerto Aysén, es hija de colonos, y actualmente reside en Rancagua,
pero escribe principalmente sobre Aysén (González, 1994). En su cuento “Don Faustino,
un ovejero de la Patagonia Chilena” (En “Este decir comienza en Patagonia y otros

45
cuentos”, publicado el año 2000) se reconoce no solo la soledad (Leer Fragmento 2), sino
también la contradicción de hacer patria, pero también estar en otro planeta (Leer
Fragmento 3). Chile1 es la patria, que le da sentido a estar ahí, pero que a la vez no
representa los intereses del patagón, y tampoco Patagonia-Aysén es considerada
frecuentemente, sólo cuando hace erupción el Hudson.

Fragmento 2:
“La puerta del rancho la tengo siempre abierta para custodiar el fogón; y para
dejarle el paso libre a los forasteros y la soledad. (…)
¿Le molesta el viento, muchacho? – continúo el anciano – Al principio es pesado,
después se acostumbrará a sus caprichos y hasta podrá conversar con él cuando
se canse de charlar con los perros” (p.13-14)

Fragmento 3:
“ – Pero Hermano, aquí en la Patagonia nosotros estamos viviendo en un mundo
aparte, en el abandono y el olvido ¿no se da cuenta todavía?. Aquí las noticias del
norte no le servirán para nada. Por estos lados la vida siempre será igual con las
noticias y sin ellas. (…) Si las radios del norte parece que fueran de otro
planeta. Nada de lo que dicen tiene que ver con nosotros, ni con esta tierra perdida
en el mapa; pero bonita. (…)
A usted, amigo, no debe importarle si baja o sube el dólar. O si llega una artista
famosa del extranjero, porque por estos lados, nunca la verá ni en foto. No le debe
dar ni comezón donde pongan el congreso o lo dejen de poner. Ni tan siquiera
la dieta de los parlamentarios. ¡Nada! ¡Usted está aquí para hacer patria, sin
pensar en ninguna cosa de allá por el norte!.
(…)
Las radios del norte se acuerdan de nosotros sólo cuando hace erupción el
Hudson.” (p. 18-19)

Ivonne Coñuecar nació en 1980, en Coyhaique, y es poetiza, pero también ha escrito


novelas (LOM, s.f. ). Para este trabajo se estudiaron principalmente sus poemarios
“Catabática” (2008) y “Adiabática” (2009). Coñuecar nos habla desde una temporalidad
distinta a la relatada por Edith Ruiz en los fragmentos anteriores, creció en el período de
dictadura, al que hace referencia en varios de sus poemas (Leer Fragmento 4). Además,

1
Chile es referido como el norte, y el límite sería Puerto Montt, de manera que se genera una diferencia
cultural entre aquellos que están al norte y al sur de este límite (Núñez et al., 2019, facilitado por el autor).

46
en la primera parte de “Adiabática”, de acuerdo a Mansilla (2015b), se trata de “una nación
que sin miramiento alguno hizo de sus niños y jóvenes, mercancías vivientes gozosamente
integradas – se supone – al proyecto neoliberal consumista” (p. 160). Por tanto, expresa
cambios, que distintos a la colonización de la región, también se adoptaron con un
sentimiento de “distancia” y “orfandad”. Nuevamente eran olvidados, pero a través de un
nuevo discurso (Leer Fragmento 5 y Fragmento 6).

Fragmento 4:
“las nuevas ropas del emperador”
“diecisiete años adolescencia vistiendo las nuevas ropas del emperador/
pleitesías rellenas de fritos y censuras. coincide mi nombre con un Chile
que no vestí/ tejieron con mis venas el traje de la gente común (…)”

Fragmento 5:
“todos en busca de la Trapananda
al acecho lucrativo/ carnívoro / afilado
de nuevas políticas de gobierno / el rescate energético
de un país que no sabe / que no quiere grados bajo cero
yo tuve mi patio / mi álamo / dos pinos en el inventario
yo tuve un cerco de rosas / mucha alergia en primavera
una plazoleta llena de cenizas volcánicas
(…)
yo tuve que irme querida” (p. 39)

Fragmento 6:
“[todo me lo enseñaron con la derecha/ vieja costumbre colegial/ jamás hablaron de
derechos]”
“(…). entonces supe que la Carretera
Austral son mil doscientos cuarenta kilómetros de nostalgia/ los glaciares
/mi pequeña Antártica / el deshielo eterno de la muerte / la Piedra del
Indio / el salto inmortal de los cansados olvidados de mi Patagonia/ en
Farellones conoces el color de los precipicios. fue aquí donde construí un
árbol / siempre supe lo que siente una huérfana. (…)”

47
Mauricio Osorio también hace referencia a la lejanía que se establece con la Región de
Aysén. Osorio nació en 1971 en Santiago, pero en 1996 se radicó en Coyhaique (Osorio,
2013), de manera que al igual que Coñuecar, se expresa desde un espacio-tiempo distinto
al de los colonos. Sin embargo, se reconoce la lejanía con que Aysén se presenta desde el
centro, condición que parece transcender las temporalidades de la región, así como su
“abandono” que se expresa en la ausencia de apoyo. A continuación se presenta un
fragmento de su poemario “Quemar las Alas” publicado en 2015.

Fragmento 7:
“Hoy vuelvo a la lluvia”
“(…)
Puerto que no es puerto
Dormita tranquilo su lejanía
recoge su propia lluvia
para bebérsela.
(…)”

Pero la diferenciación con un Chile otro también se presenta de otras maneras, por
ejemplo, a través del lenguaje. Un ejemplo de estos se reconoce en la novela “Acuso
Recibo” (2009) de Carina Decker. Decker nace en Buenos Aires en 1953, pero desde 1988
ha residido en Coyhaique junto a su esposo y cuatro hijos. A pesar que desde 2003 ha
publicado sus obras en un colectivo llamado “Fin de Hielo”, es en 2009 cuando publica
su primera obra individual; Acuso Recibo. Además es la primera novela de la autora (Ñire
Negro, 2008). En esta obra la protagonista presenta a Chile como un lugar diferente al que
reside, a pesar que en el relato se da a entender que vive ahí, en una de las islas del
archipiélago de la región. A pesar que menciona una palabra en común con Chile, por
tanto un elemento cultural en común, Chile es directamente mencionado como un otro. Al
que, por ende, no se pertenece a pesar que los límites administrativos así lo indican:

48
Fragmento 8:
“No es delirio repentino lo que estás leyendo, solo quiero que te rías. Es importante
hacerlo, desde adentro...desde la guata, aquí también se dice <<guata >>, como en
Chile.” (p. 37)

Sin embargo, como se mencionó al inicio, la integración o separación de la región con


Chile no es una condición única y estricta, más bien es dinámica. Por ejemplo, en “Relatos
en el sur de Aisén” (2000) José Mansilla recopila una serie de relatos de pobladores de
diferentes partes de la región, uno de ellos es de Adelaida Vargas, residente de Villa
O’Higgins, quién en su relato “El corazón del chileno” expresa una clara identificación
con la nación:

Fragmento 9:
“Le preguntó un soldado a su jefe; de qué lado se pone uno la escarapela. Entonces
le dijo el jefe, del lazo izquierdo, del lado del corazón. Es que mi jefe, nosotros
los chilenos somos puro corazón, no más”

Por tanto, es posible plantear que esta frontera interna no es exclusivamente un otro,
también significa un Aysén-Chile nosotros. Existe una relación dinámica entre esta
frontera interna y el resto del país que integra y diferencia a la región de manera
simultánea. Situación que también se expresa en términos culturales, y que José Mansilla,
en la contraportada de “El paraguas” (1996), expone como ha cambiado, y como se ha
integrado la poesía a la escena nacional (Leer Fragmento 10). “El paraguas” es un
poemario que recopila la poesía de varios autores, entre ellos el mismo José Mansilla. Este
autor, pese a haber nacido en la Región de los Ríos, en Misquihue, donde se formó como
profesor de educación básica, desde que llegó a Aysén no se ha ido. Ha escrito sobre esta
región, y se ha convertido en un estudioso de la manera que el castellano ha tomado forma
en este lugar. Ha participado en medios de comunicación independientes de la zona, como
El Divisadero, además de trabajar como Coordinador de Bibliotecas de la Región de
Aysén. Entre sus obras hay recopilaciones de relatos y testimonios, algunos de ellos son

49
estudiados en este trabajo, además de trabajos con sus propias composiciones (Diario
UChile, 2016).

Fragmento 10:
“Se han ido esos días de
tímido comienzo, no son
desconocidos ya nuestros
versos.
Han pasado fronteras, recibido
elogios y por su ancha puerta
se ha ido sumando la región
entera.”

Retomando el lenguaje como un aspecto cultural relevante, pareciera que la frontera Chile
y un otro no es sólo a escala regional, sino que al interior de la región también existen
diferencias, con las mismas complejidades. Una autora que revela tal diferencia es Rosa
Gómez, quién nace en Punta Arenas en 1945, pero en 1955 se traslada con su familia a la
zona del Baker. Más tarde sería profesora de Educación General Básica en la Escuela
Teniente Merino Correa de Cochrane, entre 1965 y 2007. Actualmente es artesana en la
localidad, sin dejar de lado su interés por la literatura, además del libro “El año tiene nueve
meses y una semana”, tiene otros que también remiten a la región, como “De Pueblo
Nuevo a Cochrane” (2003), “De marzo a diciembre” (2005), entre otros (Feria
Internacional del Libro de Coyhaique, 2019).

En “El año tiene nueves meses y una semana: de la tiza al plumón” (2008), un niño relata
su vida en el colegio, por lo que también narra la llegada de nuevos alumnos a su curso;
desde donde llegan al pueblo – un pueblo a 10 km de Laguna Esperanza – y sus prácticas.
Entre uno de los nuevos alumnos está Arturo, quien vuelve a la escuela luego de un
tiempo. La familia de Arturo vive en el campo, lugar que se presenta como diferente al
pueblo en que transcurre la historia. Además, el lenguaje que se usa en el campo también
se presente diferente, haciendo referencia a otras prácticas. Incluso la vestimenta es
distinta. En general, se puede considerar que el campo es un espacio con una importante

50
influencia de la cultura gaucha, que parece ser distinta a la del pueblo que responde más
a Chile.

Fragmento 11:
“El Arturo es más grande que nosotros, tiene como diez años, nos prometió que
nos va a contar hartas cosas del campo (…) lo único que queremos es que nos
cuente de esas leyendas de indios antiguos y cuentos de aparecidos y entierros,
que su papá le relata cuando salen al campo o cuando la familia se reúne en una
cocina que se llama fogón.

(…)

Arturo ha crecido un poco, ahora se ve igual a nosotros con su ropa escolar, no


como el año pasado que parecía que todo le quedaba grande o chico, porque estaba
acostumbrado a la vestimenta campesina, como boina en reemplazo de nuestro
típico jockey y bombachas en vez de pantalones. Ahora dice que está
“pueblero”.(…) Lo que si no ha cambiado del todo es su particular forma de hablar,
con palabras que no entendemos, como por ejemplos nos decía que su hermano
chico era “arisco” y “aspamentoso”, que traducido sería como poco sociable y que
hace aspavientos.

También habla con unos dichos que son bien cómicos, como “salvar los cueros”,
que es lo mismo que salvar el pellejo, (…)” (p. 18 -19)

Así se identifican otras fronteras con Chile, la región es excluida al mismo tiempo que se
integra, lo cual se refleja tanto en su condición de lejanía como en prácticas culturales. De
manera que existe un sentido de ser chileno en la Patagonia chilena – “otro planeta” de
acuerdo al Fragmento 3 – de hacer patria en tal lugar, aun cuando significa no participar
de eventos relevantes para el país – “No le debe dar ni comezón donde pongan el
congreso o lo dejen de poner” en Fragmento 3 –. Es decir, aunque la lejanía es un aspecto
que se repite en cuanto a tal relación, no es estrictamente determinante en los sentidos que
el territorio chileno adquiere.

51
B. Argentina: al otro lado del alambre

Tal como relata Aránguiz en el Fragmento 1, en Patagonia-Aysén, a ambos lados de la


frontera se desarrollaron prácticas que no consideraron esta línea fronteriza como una
barrera. Edith Ruiz, nuevamente en “Don Faustino, un ovejero de la Patagonia Chilena”,
narra como el límite administrativo con Argentina no significó una diferenciación cultural,
sino que se presenta sólo como “alumbre”. Es decir, algo maleable, no un muro que divide
de manera contundente dos espacios. En este relato el monólogo de Don Faustino deja
entrever no sólo una diferencia entre Patagonia chilena y Patagonia argentina, sino
también la compleja relación entre ambas Patagonias que también son una sola; Patagonia.
Recibiendo influencia cultural – en el caso del truco – y desarrollando prácticas de igual
manera a ambos lados del alambre:

Fragmento 12:
“¡Claro, a usted, me lo mandaron para enseñarle a ovejero! Esto que le dicho son
las primeras lecciones. Al principio va a ser duro porque usted no es patagón, y
viene del norte, según me dijeron. Con un poco de voluntad aprenderá, no se
desanime, va a aprender. ¡Se lo aseguro! Tómese otro mate amargo para que se
vaya aquerenciando en la Patagonia.
(…)
Las botas, mi pañuelo de cuello, mi campera y mi sombrero, los compré al “otro
lado del alambre”, como le decimos aquí a la Patagonia argentina.
Por la tremenda distancia y las dificultades de los caminos con nuestro propio
país, tengo que comprar allí mis aperos para el trabajo. (…) Es un pueblecito de
la frontera donde viven muchos emigrados chilenos. (…) Yo le voy a enseñar a
pallar en patagón con todos los dicharachos de aquí. Además, allá [se refiere al
pueblo de la frontera], uno se encuentra con otros ovejeros, arrieros y puesteros
para conversar del tiempo, de la vida, de las mujeres, en fin. Por último para
desafiarlos a jugar unos partidos de truco.
(…)
- El truco es un juego de naipes que vino de España y se quedó aquí en la
Patagonia chilena y en la Patagonia argentina.” (p. 16-17)

52
Cabe destacar la relevancia de la fragilidad de la frontera, pues allá – Patagonia argentina
– es donde la lejanía y la soledad se sobrellevan, pero además es donde el acceso a bienes
es más sencillo. Por tanto, existe también un sentido práctico, debido a que “las
dificultades de los caminos con nuestro propio país” no ayudaban a disminuir las
distancias. De manera que las prácticas se espacializaron no hacia el norte o sur de la
región, sino hacia la Patagonia argentina.

También existen elementos cotidianos que plasman prácticas que se desarrollan en


Patagonia, sin un apellido que indique nacionalidad. Entre estos está el fogón, que ya se
mencionó en el Fragmento 11, cuando se habla de Arturo y su familia del campo, quienes
se reúnen en torno a esta cocina para conversar. Pero este artefacto no se presenta sólo en
el campo chileno, sino que está presente en textos que relatan historias que se desarrollan
a ambos lados de la línea fronteriza. En “El regreso del pasado en la memoria del poblador
lagoverdino” (2006) redactado por Raúl Alvarado y Alba Cadagán, se presentan una serie
de relatos narrados por pobladores de Lago Verde, esta recopilación busca plasmar las
vivencias de pobladores del lugar para evitar su olvido. Entre estos está “En busca del
destino” de Berta Solís, en el que se relata como en el lado argentino el fogón es parte de
las cotidianidades:

Fragmento 13:
“Vivían en la Patagonia argentina, en un lugar de escasa vegetación y abundante
soledad.
Desde niños soñaban con realizar un viaje al fin del mundo y encontrar un lugar
donde vivir (…).
Carlos se quedó pensando profundamente y un largo silencio se produjo en el
fogón. Después de un momento levantó la cabeza (…)” (p. 9-10).

Desde el lado chileno Joaquín Cheuqueman es uno de los autores que compone sobre las
cotidianidades, y sobre los personajes que podemos encontrar en Patagonia. Nació en 1956
en un valle del río Los Ñadis, en la comuna de Cochrane (El Diario de Aysén, 1998). Sus
abuelos maternos llegaron al Baker en 1917 para trabajar en la Compañía Ganadera Valle
Chacabuco (Cheuqueman, 1997), es decir, eran colonos. Es profesor de educación básica,

53
profesión que ejerció al menos hasta el año 2000 – no se tiene más información – en una
escuela de su pueblo natal. Junto a su amiga, y ex-profesora Rosa Gómez Miranda, han
promovido la historia, costumbres y tradiciones del territorio en que ubica el Baker,
incluso editaron “Raíces del Baker” (2018), documento histórico y literario sobre el lugar.
En este trabajo se estudiaron dos de los poemarios del autor; Aun es tiempo (1997), y Por
la corriente del Baker (2010). En “Aun es tiempo” el fogón se menciona en reiteradas
ocasiones, como se lee en los siguientes fragmentos:

Fragmento 14:
“MATE”
“Invitación al fogón,
al asado,
a las tortas fritas;
mate, campeador,
(…)”

Fragmento 15:
“LENGA”
“Lenga,
hermana carnal del ñire,
prima hermana del coigüe
(…)

tus troncos y raíces,


impregnados de historias,
de anécdotas pioneras,
van entibiando el rancho desde el fogón caliente.”

De esta manera, se puede visualizar un espacio en común para las tradiciones, las prácticas
e incluso para las familias. Esto último se reconoce de forma más explícita en un capítulo
de “El año tiene nueves meses y una semana: de la tiza al plumón” (2008) de Rosa Gómez,
en el que una de las compañeras del protagonista cuenta su visita a unos familiares en
Argentina, algo que, de acuerdo a la voz de los pensamientos de quién nos cuenta la
historia, parece ser muy común.

54
Fragmento 16:
“La Javiera nos sorprendió con una anécdota, ella es muy calladita y ordenada y
casi nunca se atreve a hablar, pero hoy estaba “embalada” contó que una ocasión
con su familia fue a Argentina a un lugar que se llama Los Antiguos (…) después
de observar otras actividades se marcharon a la casa de un tío (parece ser que en
mi pueblo casi todos tienen un tío en Argentina)” (p. 100)

De esta manera, la diferencia entre Patagonia chilena y argentina parece ser una mera
distinción administrativa, aunque en el imaginario de los pobladores sí está presente la
idea de pertenecer una nación, pero esto no excluye la pertenencia a una Patagonia que no
está dividida por una línea imaginaria, un alambre, e incluso se dice que “es puro cuento”.
En uno de los relatos que conforman “Cuentos bioceánicos” (1997) de Carlos Aránguiz,
se retrata como está frontera no tiene una forma material distinguible en algunas partes de
la región, de manera que no es posible definir del todo en que momento-lugar se está en
territorio argentino o territorio chileno (Leer Fragmento 17). Por otra parte, Mauricio
Osorio en “Lengales” sí hace mención de una frontera expresada en objetos – “a sus
mojones de fierro y concreto” – pero esto parece no tener un sentido relevante, pues “la
frontera no existe” (Leer Fragmento 18).

Fragmento 17:
“El día de marras, como al mediodía, se presentó en el destacamento el indio
Mendoza, gaucho mentado en la frontera por sus andanzas de cuatrero y mauloso.
Yo no iba a dejarlo pasar, pero me advirtió de entrada que venía a esperar a un
amigo (…).
Entre cansado por la jornada y mareado por la conversación del indio, bien pudo
suceder que alguien pasara la frontera cerca del puesto. Mal que mal acá la línea
divisoria es puro cuento, ya que todo es plano y cualquiera puede echárselas para
el otro sin mucho teatro.” (p. 64-65)

55
Fragmento 18:
“Millones de hachas clavadas en los lengales
sillones de chocos sangrantes por todas partes veía
(…)

Era una sed en llamas el bosque


donde la frontera no existe
pese a sus mojones de fierro y concreto.
(…)”

Hasta ahora ha sido posible reconocer una frontera cultural que no es aquella que se ve en
los mapas, pero que además tampoco se encuentra en otra latitud con exactitud, sino que
son fronteras dinámicas, y por ende complejas de delimitar. Existe un espacio vivido que
se extiende en un territorio que parece orientarse hacia el otro lado del alambre, pero al
mismo tiempo hacia el norte, hacia el resto de Chile. Esto a través de momentos-lugares
en que se está en una de las dos Patagonias, o simplemente en Patagonia, así como el
sentido de ser chileno no excluye ser patagón, pues tal como comentaba Don Faustino –
en “Don Faustino el ovejero” en Fragmento 3 – se hace patria, sin importar lo que pase en
el resto del país, que es otro mundo. Por tanto, las prácticas se desarrollan en un espacio
que se compone de múltiples sentidos de pertenencia, que no requieren un desplazamiento
físico relevante, incluso puede ser sólo de algunos pasos como se narra en “Cuestión de
límites” de Carlos Aránguiz en “Cuentos bioceánicos” (1997). En este cuento se muestra
como los límites administrativos pueden no tener coincidencia alguna con el espacio
vivido por los habitantes:

Fragmento 19:
“(…) A las seis en punto se levantó por el lado chileno y fue hasta territorio
argentino a poner la tetera en el fogón aún tibio por la buena leña de ñirre.
No había sido capricho suyo que su casa estaba levantada medio a medio de la
frontera entre ambos países. En realidad él había llegado muchos años antes
que esos futres de la comisión mixta de límites, y ninguna participación le cupo
en el levantamiento que hicieron de la línea divisoria coronada junto a la
entrada de su choza con un mojón de cemento y bronce.
Y fue en acto de premeditada rebeldía, colmada su paciencia (…), que Lindor
Vargas decidió poner su cama justo al medio de la habitación, por donde se

56
suponía que pasaba la línea fronteriza invisible hasta para su conciencia, lo
que repitió con todos los muebles de alguna importancia, de manera que ahora
podía decir con absoluta propiedad que comía, cagaba y dormía sobre la raya
limítrofe que vinieron a imponerle esos caballeros de cuello y corbata que le
hablaban con sílabas se-pa-ra-das, como si él no pudiera entender el idioma, tal
vez pensando que a la pampa no podían haber subido más que ignorantes. (…)
Hombre solo y de hablar cantarino, bien pudo haber nacido en alguna isla
despoblada de Chiloé o en el frío lacerante de Río Gallegos. (…) y delataba un
pasado indígena reciente que gustaba de ostentar a través de un lenguaje
autóctono plagado de voces cortas y gemidos, que no podía ser de la pampa, pero
tampoco fueguino (…) ”(p. 17- 19)

En este fragmento se muestra como la frontera se desvanece del espacio vivido – de las
prácticas – del personaje, ni siquiera hay un alambre que cruzar. La línea imaginaria la
atraviesa constantemente dentro de su hogar, y en el entorno junto a sus animales. Sólo al
momento de asuntos administrativos de cada nación la línea se hace presente. Pero es una
línea que no afecta el sentido de pertenencia hacia el lugar que tiene el personaje, más
bien le genera aversión al no haber sido considerado para la delimitación internacional.
Además, esta situación lo ha llevado a tener problemas con una u otra nación, que no
consideraron que su casa estaba desde antes.

En síntesis, la frontera con Argentina puede llegar a ser inexistente en algunos lugares
debido a las características geomorfológicas, especialmente en la pampa. Pero es aún más
difusa en términos culturales. Las prácticas no se ven restringidas a los límites
administrativos. Tampoco lo hacen las tradiciones, las cuales se han establecido sin hacer
distinción, entremezclando los orígenes. Así Patagonia, a pesar de estar dividida en dos,
y que los habitantes estén conscientes de esta división, no quita el imaginario de
pertenencia a esta como un todo, haciendo de sus habitantes Patagones – casi no se habla
de patagonas – con una serie de prácticas que incluyen la presencia del fogón, del mate,
de la soledad, entre otros.

57
A partir de lo expuesto en este punto, es posible concluir que delimitar la región de Aysén
sólo bajo límites administrativos es no comprender el espacio que viven sus habitantes, el
cual es mucho más complejo; las fronteras son difusas, y pierden su sentido frente a las
tradiciones, experiencias y prácticas que atraviesan esta línea fronteriza, que no es más
que un cuento, o un alambre, o unos pasos al interior del hogar. Sin embargo, si se
reconoce cierta integración al resto del país, aunque luego de un período de olvido, en el
que la región debía recoger su propia lluvia para bebérsela.

58
II. Memorias

La relevancia de la memoria – colectiva, histórica, pública, cultural u otra – que se atribuye


a un espacio se debe a que el recuerdo del pasado se utiliza para reforzar ciertos
propósitos, la memoria es una herramienta. Por tanto, con el fin de cumplir ese propósito
se seleccionan aquellos elementos que permiten su realización. Como consecuencia la
memoria no es neutra, se orienta en una dirección, seleccionando algunos elementos y
olvidando otros (Todorov, 2013). Desde la literatura de Aysén – siglo XX y XXI – es
posible identificar una memoria que parece ser la memoria de Patagonia-Aysén, aquella
que se presenta de manera oficial y trata sobre un proceso de colonización por pioneros
chilenos. Sin embargo, también se reconocen otras memorias, aquellas que fueron parte
del olvido de la que predomina, y que buscan reorientarlo en sus direcciones. Por tanto,
en Patagonia-Aysén hay memorias, que vuelven aún más complejo este espacio. Las
significaciones territoriales se construyen a partir del encuentro de distintas trayectorias –
siguiendo el planteamiento de Massey (2005) – es decir, de distintas memorias.

Aunque se identifican múltiples memorias, estas serán agrupadas en tres categorías


generales, con el fin de facilitar su compresión, pero se debe tener en consideración que
no existen distinciones definitivas entre ellas. La primera es aquella cuya orientación es
acorde al relato oficial de la región. Es sobre los pioneros que colonizaron la región, y
todo el esfuerzo que esto significó. La segunda también tiene como personajes, o hablantes
líricos, a los pioneros, pero ahora están en otra posición – ambiento socio-histórico-
geográfico general (Ryan, 2010 en Hones, 2011) – se encuentran con la modernidad, y un
proceso de globalización que no sólo conecta la región al país, sino también al mundo.
Esto significa la transformación de las prácticas, o la pérdida de éstas. Esta memoria evoca
otros tiempos, con un fuerte sentimiento de nostalgia. La última memoria identificada es
la memoria indígena, invisibilizada por la primera memoria mencionada – la de pioneros

59
– , pero que se hace visible por algunos autores que buscan rescatar del olvido a aquellos
habitantes y los procesos que vivieron.

Cabe mencionar que sobre la colonización hasta el momento sólo se ha hablado de los
pioneros, pero no de las pioneras que tuvieron un rol diferente. Sin embargo, el papel que
las mujeres desarrollaron durante este período se visibiliza por algunos autores cuando se
evoca el pasado, o las transformaciones que ha enfrentado el territorio. Por tanto es posible
reconocer una masculinización de este espacio. En este trabajo a partir de ahora se hablará
de pioneros y pioneras con el fin de enfatizar el rol que ambas partes tuvieron en el
desarrollo de la colonización en la región de Patagonia-Aysén.

A. Memoria pionera: los y las que llegaron primero

En general, en aquellos textos que evocan este período – posición de acuerdo al espacio
narrativo – los pioneros y pioneras se presentan como personas valientes, que enfrentaron
adversas condiciones climáticas y geográficas con el propósito de entregar al país este
territorio. Entre estas se destaca la lluvia, la nieve, el frío, los bosques densos que impedían
tener campos para el ganado, la lejanía con el resto de país que limitaba el acceso a bienes,
entre otros. Así, los colonos y colonas desarrollaron una serie de prácticas que no sólo
transformaron tal espacio para cumplir sus propósitos, sino también desarrollan un espacio
vivido que, como se vio en el punto anterior, difiere del resto del país, pero que no excluye
la cualidad de ser chileno o chilena. Además, este proceso se evoca con un fuerte sentido
de soledad, que se repite constantemente en varios de los textos literarios estudiados.

Un autor que retrata claramente la idea de que los pioneros de la región de Aysén fueron
los primeros en llegar a tal territorio es Eusebio Ibar. Ibar fue poeta, novelista, profesor y
autor teatral que nació en Constitución en 1896 (Vargas, 1996), sin embargo vivió gran
parte de su vida, y se dedicó a la docencia, en la región de Aysén. Por tanto, vivió el
proceso de colonización de la región. En su poema “Llegaron primero” (Leer Fragmento

60
20) los pioneros, y pioneras, son retratados como patriotas que por llegar, supuestamente,
antes que nadie más pudieron apropiarse del territorio, y de esta manera le entregaban a
Chile “mil leguas de tierra”. Se reconoce una especie de heroísmo en la descripción de los
estos patriotas, pues no por ser los primeros significaba que era tarea fácil insertarse en la
región, más bien se resalta que era tarea de valientes. Esto debido a las características
climáticas de la región, que el autor define como “soledad salvaje”.

Fragmento 20:
“Llegaron primero”
“<<La tierra, sin dueño, se abría fecunda
<<Ofreciendo inmenso tesoro al viajero
<<Llegaron los hombres trazando su predio,
<<¡lo ocuparon todo! ¡llegaron primero!>>

(…)
<<Otros que se atrevan a luchar con ellos,
<<nosotros, nos vamos>>

(…)
Lo que así se alejan, no saben qué dicen.
Su queja es el torpe dolor del cobarde
que se va vencido, sin imaginarse
que aquí nunca es tarde.

Agregar debieron al vil estribillo:


- Llegaron primero porque eran valientes!
(…)
Y aquí ¿qué encontraron? ‒ Soledad salvaje.
La lluvia que gime y la nieve que calla,
la selva absoluta, y el viento que en ello
entona su ruda canción de batalla.

(...)
le dieron a Chile mil leguas de tierra,
y, al mundo, el milagro de otra primavera.

Visión de patriotas: voluntad de hombres;


músculos de atleta: pulmones de acero.
Llegaron un día de niebla o de nieve.
Venían resueltos. ¡Llegaron primero!”

61
En cuanto a la soledad cabe destacar que no trata sólo sobre las condiciones geográficas
de la región que dificultaban su acceso, sino también sobre la ausencia de apoyo para
quienes se enfrentaban a este medio hostil, pues no contaban con los medios necesarios
para sobrellevarlo adecuadamente. También Ibar hace referencia a esta situación (Leer
Fragmento 21), en su poema “Dolor Enfermo” expresa las dificultades que existían
incluso para adquirir alimentos básicos, como la sal y la harina.

Fragmento 21:
“Dolor Enfermo” en “Cantos a Aisén” (2002) de Eusebio Ibar

“Partieron muy de mañana


contra la nieve y el viento,
partieron, por la sal y harina,
de orillas de Lago Riesco.
Venían fríos de hambre
(…)
Y siguen la marcha lenta
contra la nieve y el viento,
de nieve, ardientes los ojos,
de viento, helados los pechos.

Y todavía no alcanzan
a divisar a lo lejos,
la fría espiga de plata
de las campanas del pueblo.”

Igualmente Enrique Valdés hace referencia a la soledad en cuanto a la dificultad para el


acceso a bienes. Valdés fue académico, músico, poeta, narrador y ensayista, nació en 1943
en Río Baker, pero más tarde estudia música y literatura en la Universidad Austral de
Chile en Valdivia, para luego obtener el doctorado en Literatura Hispanoamericana en la
Universidad de Illinois (UACh, s.f.). Entre sus obras está la novela “Ventana al sur”
(2007), donde se relata la historia de Camilo, hijo de colonos de Lago Verde, que luego
va a Valdivia a estudiar y vuelve cuando su padre está muy enfermo. La novela comienza
con el encuentro de Camilo y su padre, y así se va desarrollando un ir y venir del pasado
en que su padre era un colono que realizaba múltiples prácticas de gran dificultad,

62
requiriendo todo su esfuerzo y el de su familia. Entre estos la complejidad de vivir
aislados, que se traducía en la dependencia de “pequeños aviones que llegaban
esporádicamente”, desde otros lugares con provisiones, lo cual era más complejo durante
el invierno, como se lee en el siguiente fragmento:

Fragmento 22:
“Mi madre me mandó por cuarta vez a la casa de la señora Leonta a pedirle un
platito de harina y me advirtió: Dile que cuando pase el invierno se lo
devolveremos. “Pero que sea el último – contestó doña Leonta – porque a mí
tampoco me está quedando nada”. (…)
Recién me empezaba a dar cuenta de lo que era vivir acá, lejos de todo, como si
las cosas acabaran de inventarse. La casa estaba a medio construir cuando nos
fuimos a vivir en ella. Mi padre la construía de a poco y crecía a medida que
podía traer desde Coyhaique algunas planchas de madera terciada y tablas
para el piso, en los que pequeños aviones llegaban esporádicamente a Lago
Verde.” (p. 12)

En el poemario “Poesía Popular en la Trapanada” (2014) de José Mansilla Contreras se


recopilan una serie composiciones escritas por pobladores de la región, en general se
reconoce gente que ha vivido por un tiempo importante en Aysén – Trapanada – por tanto
evocan un pasado difícil, que fue posible superar debido al esfuerzo de los colonos y
colonas. Entre estos está “Entiéndame esta Razón” de Miguel Peña Araneda (Leer
Fragmento 23), en el que expone los desafíos que debieron enfrentar los que llegaron
primero, y el motivo de sobrevivencia detrás de este esfuerzo; “hay que traer pan al nido”.

63
Fragmento 23:
“Entiéndame esta Razón” (2014) de Miguel Peña Araneda (En “Poesía popular en la
trapananda” de José Mansilla Contreras)
“(…)
Le hablaré en primer lugar
de nuestros antepasados,
hombres recios y esforzados
con sencillez y nobleza,
usaban su gran destreza
multiplicando el ganado
(…)
Dispuestos a desafiar
bosques, montañas y ríos
llueva, truene o haga frío
habrá que echar para delante,
los pueblos están distantes
y hay que traer pan al nido.
(…)”

Otro poema a destacar de esta recopilación es “Canto al pionero” de Gilberto Orias Jara,
en este se manifiesta la transformación del espacio que se colonizó, que dejó de ser
aislamiento y encierro debido a los campos hechos por los pioneros, y pioneras. Además,
se menciona la crítica que las prácticas de la colonización han recibido debido a la quema
de los bosques, pero la respuesta del autor es que “que habrían hecho ellos para hacer sus
campos”, recordando que nos habla de los años 30, donde el espacio-tiempo de la región
era otro:

64
Fragmento 24:
“Canto al pionero” de Gilberto Orias Jara
“(…)
Ya no quedan bosques en muchos lugares
porque por el fuego fueron consumidos
(…)
Lo que, ojo, les hablo del año treinta,
cuando era aislamiento, todo era encierro,
aquí no había nada, ninguna herramienta,
sólo estaba el hacha, brazos del pionero.

Hay muchos que dicen que algunos fueron malos


que quemaron todo sin mirar nada
yo le preguntara a esos hombres sabios
qué habrían hecho ellos para hacer sus campos

Así en muchas partes sucedió lo mismo


ellos no pensaron la protesta de hoy
quemaron sus campos y los empastaron
para que al ganado los caliente el sol.

Pero yo recuerdo lo que fueron ellos


sencillos y humildes fueron los pioneros
hombres de coraje de corazón grande
manos encallecidas y pulmones de acero.
(…)”

Cabe destacar que, en general, en la literatura que alude a la memoria pionera, la mujer no
tiene el papel protagónico, a diferencia del patagón. La mujer suele ser representada como
la compañera del pionero. Pero, hay cierta literatura que muestra como el rol de la pionera
no sólo era ser la compañera del pionero. Sino que también cumplía un rol importante en
su sociedad, y así en el establecimiento de la población en la región; era la partera. Esto
se observa en algunos poemas. Uno es de Joaquín Cheuquemán, que se titula “Mujer” (En
“Aún es tiempo…”, 1997). En este poema, además de revelar su rol de partera, también
se destaca que realizó las mismas tareas que el hombre, por tanto tenía un doble rol en su
vida de colona.

65
Fragmento 25:
“Mujer”
“Aquí en mi tierra
hubo una mujer
que llegó desde lejos a lomo de caballo
con un crío en los brazos,
(…)
que se abrió paso entre el monte
con un machete en mano,
que empuñó el arado
al igual que su hombre,
que ensilló un caballo
que arreó el ganado
que degolló una oveja.

Una mujer que levantó un pilchero,


que revolvió el rebenque
para apurar el paso de su caballo,
pues, la vecina
y la vida que viene
no pueden esperar.
(…)
De todos los oficios…
Colonizadora;
(…)

la mujer pionera,
del pionero.
Una mujer que ahora
con sus huesos y su carne
sigue dando vida y abono a su tierra;
la mujer campesina,
de Aisén.”

Otro ejemplo es “Vida de Padeceres” (2014) de Guillermo Orias Jara, poema recopilado
por José Mansilla en “Poesía popular en la trapananda”. En esta composición se enfatiza
en el rol de partera anteriormente mencionado, y el esfuerzo que esto también significaba,
de esta manera se puede entender como una oda a la mujer pionera:

66
Fragmento 26:
“(…)
Bisnietos y tataranietos
sepan que sus abuelitas
todas lucharon solitas
nadie las iba a ayudar
y muchas eran esclavas
de la aguja y el dedal
ellas tuvieron a sus hijos
sin matronas ni hospital

Pobres abuelas pioneras


algunas también se fueron
llevando dentro de sus vientres
al hijo que no naciera
la noble mujer partera
que merece un monumento
que fue en los primeros tiempos
salvadora de la vida.

Muchas fueron las mujeres


que lo hacían de partera
o cualquier hora que fuera
su voluntad le sobraba
en su caballo montaba
desafiando el temporal
por caminos mallinosos
y algún río que vadiar.

Muchas veces en la noche


por bosques y fachinales
y con lluvias torrenciales
con escarcha o con nieve
iba la pobre partera
a cumplir con su deber
el pago era voluntario
para esa sufrida mujer.

Ellas no sabían cobrar


porque no eran tituladas
sólo lo hacían por gauchada
como obra de caridad
(…)”

67
A pesar las dificultades para vivir en Patagonia-Aysén, parece ser que el sentido que
desarrollaban los pioneros y pioneras hacia este territorio era lo suficientemente fuerte
como para quedarse para transformar el territorio, o permanecer ahí una vez que el proceso
de colonización terminó. El motivo de esto podría ser que la oportunidad de colonizar
también tenía un sentido personal para quienes se quedaban, no sólo hacer patria.
Situación que se presenta en “Ventana al sur” (2007) de Enrique Valdés, cuando Camilo
piensa sobre el arraigo que tiene su padre hacia Lago Verde:

Fragmento 27:
“…AQUELLO QUE yo jamás entenderé es lo tuyo. Ese empecinamiento por
amarrarte, aún ahora, a una tierra que en definitiva te es tan extraña como a
mí. Yo, por lo menos, nací acá. En cambio tú y mamá eran talquinos, bastante
más arriba en el mapa. Otro cualquiera habría vuelto apenas terminaron la
colonización, pero tú viniste a quedarte desde el principio, como si lo hubieras
tenido planeado desde antes. Donde te trasladaban hacías una casa que después
abandonabas a cualquier precio. Donde llegabas comprabas animales y hacías
plantaciones que rara vez alcanzábamos a cosechar. Y todo por encontrar asidero
que encontraste, y que nos retuvo entre estas rústicas construcciones, hechas
también como de paso.” (p. 84)

A partir de lo expuesto, es posible concluir que existe una sólida memoria pionera, con
sus hombres, mujeres, y animales que se enfrentaron a varios factores que hicieron que su
colonización fuera compleja; condiciones climáticas adversas, difícil acceso a la región y
al resto del país, y un abondo por parte del país que dificultó las prácticas del día a día.
Debido a esto es que su memoria es tan importante para la región hoy, representan el
esfuerzo que fue necesario para la consolidación de las actuales ciudades. Sin embargo,
se recuerda con nostalgia, ya que el progreso ha significado la transformación de este
modo de vida. El cual hasta ha sido criticado, como se leyó en el Fragmento 25. Además,
se evidencia la constante evocación de su memoria también a través de monumentos en
una de sus principales plazas (Ver Figura 1 y 2).

68
Figura 1. Fotografía en Plaza del Pionero: Familia Chilota.
Año 2019. Fuente: Carolina Aliaga

Figura 2. Fotografía en Plaza del Pionero: Ovejas.


Año 2019. Fuente: Carolina Aliaga

69
B. Memorias del progreso: encuentros de cacharritas leñeras y jeeps

El progreso, entendiéndolo como parte de la globalización y que fomenta ciertos modos


de vida, llegó a la región bajo el discurso del desarrollo, y más tarde como desarrollo
sustentable. La región buscando su inserción en una red no sólo nacional, sino también
global, deja de estar aislada. Pero esto significó transformar el modo de vida de sus
primeros habitantes, motivo por el cual ahora son recordados, ya que su presencia y la de
sus descendientes ha disminuido significativamente. Este encuentro entre un modo de vida
de colonización y progreso corresponde a una segunda memoria identificada en los textos
literarios estudiados. Que relata como el progreso ha transformado el espacio de
Patagonia-Aysén, y por ende sus significaciones territoriales.

En uno de los poemas recopilados por José Mansilla en “Poesía popular en la Trapanada”
(2014) se señalan una serie de transformaciones del espacio vivido producto del desarrollo
(Leer Fragmento 28). Entre las transformaciones se encuentran cambios en la
infraestructura, en cuanto a carreteras – como la Carretera Austral mencionada por
Coñuecar en el Fragmento 6 – y calles que permiten un desplazamiento motorizado, de
manera que la práctica de movilización usando animales ya no es necesaria, ni la más
eficiente. Pero también cambiaron los habitantes y su cultura, como menciona en las
últimas estrofas, el afuerino se ha convertido en el dueño de gran parte de los predios que
fueron trazados por los colonos, como mencionaba anteriormente Ibar (Leer Fragmento
20).

Fragmento 28:
“Sin Duda Usted No lo Duda”
“Sin ser un gran pensador
me he detenido a observar
y veo el tiempo avanzar
con agigantado paso
y el progreso, de un zarpazo
lo borra todo al pasar.

70
Se ven las cosas cambiar
como del día a la noche
(…)

La tradición, ya no es más,
que recuerdos anticuados
que unos que otros atrasados
(…)

Yo recuerdo el pasado
como a quien nos dio el sustento,
(…)

En el lugar de los valles,


desde Aisén hasta Huemules
un gran territorio se une
en progreso inobjetable,
luz eléctrica, agua potable,
comunidades y clubes.

pocos perros, y los gauchos


sin facón, botas ni lazos,
ya no se escucha el lonjazo
de un rebenque y su penacho.
Huellas ripiadas y buses
que hacen la locomoción,
se mueve el ganado en camión
y el dueño a las veranadas
llega de una disparada
en un Jeep doble tracción.
Tal vez por esta razón
no van quedando caballos,

(…)
Los campos se ven vacíos,
se ha puesto escaso el asado,
el afuerino ha copado
los campos comprando hijuela,
puta la madre y la abuela,
¡que me siento desgraciado…!

Se despoja… día a día


al criollo de sus parajes,

71
se nos camufla el lenguaje
por la globalización,
me siento ¡como un huevón!
oyendo esto entre el perraje.
(…)

Clorindo Bilbao Seguel, uno de los poetas locales que se encuentran en “Poesía popular
en la Trapanada” de José Mansilla, también habla sobre los cambios de la modernidad,
pero desde otra perspectiva, una desde la que se expresa un encuentro y convivencia de
estos modos de vida en un espacio-tiempo. Las prácticas tradicionales, de acuerdo a la
proyección del autor, aún prevalecen para quiénes tienen un espacio vivido que no se
acomoda del todo a la modernidad. Los medios para llevar a cabo las actividades
cotidianas no han desaparecido del todo, sobretodo cuando el invierno se hace presente:

Fragmento 29:
“La Cacharrita Leñera”
“Tengo en Coyhaique un amigo
por allá arriba en la feria
él ha sido un fiel testigo
de abundancia y miseria.

Se escucha un ruido de motor


que no es auto turistero
Cuatro por Cuatro o Montero
no es furgón de Zona Franca
tampoco es un Jeep que arranca
ni mencionar que es Pajero.

Si es que usted ha viajado a dedo


si locomoción espera
pasan por la carretera
autos pitucos modernos
pero ¿quién lo alza en invierno?
la cacharrita leñera.

(…)”

72
En general, se identifica que la principal consecuencia de la globalización y el desarrollo
que conecta a la región con el mundo es la pérdida de la tradición. Junto a lo expuesto en
el fragmento anterior, Joaquín Cheuqueman también se refiere a esta situación, pero lo
hace a través de una invitación, destacando que aún es tiempo para no dejar atrás aquella
prácticas que han caracterizado a la región, como es cabalgar, o sobrellevar el frío con un
mate junto al fogón:

Fragmento 30:
“Gente” (1997) en “Aún es tiempo”

“Aún es tiempo de traerte


a visitar tu tierra,
aunque sea sólo así
a través de estas letras.

Aún es tiempo
de invitarte a cabalgar
por las pampas del recuerdo.

(…)

Te ofrezco estas páginas


pa’ que amarguiemos junto
al fogón que se enciende
con el calor de lo eterno,

Anda, recorre estos caminos,


poblador de tiempos que se fueron…
acampa bajo el coigüe
para ver otra vez
desde lejos, las estrellas.”

Nuevamente en “Poesía popular en la Trapanada” hay una composición que evoca el


mismo sentimiento que expresa Cheuqueman; nostalgia sobre un pasado, y anhelo de no
perderlo. En “A la Cancha las Canogas” se hace referencia a las canchas que eran
utilizadas para ciertas prácticas tradicionales, pero que hoy se han abandonado, al parecer

73
como consecuencia de la venta de predios, pues en uno de los últimos párrafos citados
pide que conserven la tradición, que no vendan aquellas tierras de sus abuelos:

Fragmento 31:
“A la Cancha las Canogas”
“Desde esta loma quemada
te contemplo en tu orfandad
y remonto mis recuerdos
a varios años atrás.

(…)
Hoy estas vieja y abandonada
igual que la tradición
(…)

Vieja cancha las Canogas


si me pudieras hablar
me dirías tantas cosas
que ya empiezo a imaginar

A los señores les pido


que no abandonen sus sueños
vendrán nietos que pregunten
donde vivieron sus abuelos.

Aquel que le quede tierra


que su abuelo aquí dejo
¡no lo vendan! se lo ruego
conserven la tradición.

(…)”

Cabe destacar que en la tradición también hay oficios, que no fueron eximidos de la
transición hacia una Patagonia-Aysén inserta en una red global, con otras exigencias.
Jaime Casas es uno de los autores que ilustra estos cambios. Casas nace en 1949 en
Coyhaique y ha ejercido diversos oficios, tanto por decisión propia como por vivir en
clandestinidad durante el período de dictadura (Diario de Aysén, 2004). En su libro
“Delirium Tremens” (1999) se presentan un conjunto de cuentos que aborda diferentes

74
temáticas, pero la mayoría coincide en un espacio narrativo que se ubica en el sur de Chile.
En el relato “Un lector errante” se narra la historia de Oporto Sandoval, un zapatero que
aprendió el oficio cuando vivía en Chiloé gracias a su abuelo. Por lo que al irse a
Coyhaique se llevó lo necesario para continuar con tal herencia. Pero, como consecuencia
de los procesos de globalización y progreso, se queda sin trabajo:

Fragmento 32:
“A los setenta y nueve años, toneladas de poliuretano y fibra sintética lo
dejaron martillando en el vacío. Torturado por la artritis y arruinado por los
polímeros, tuvo que cerrar el taller, vender las herramientas y arrendar la casita
por un par de chauchas a otros pobladores tan pobres como él” (p.22)

Otro cambio que expresa la magnitud del efecto de la globalización en Patagonia-Aysén


es el lenguaje. En general, en diferentes textos literarios, se leen palabras introducidas que
los mismos autores destacan, haciendo énfasis en su origen diferente. Pero que ya forman
parte del vocabulario de este nuevo espacio-tiempo, de manera que este lenguaje mezclado
también nos expresa el encuentro entre diferentes trayectorias. Sin embargo, parece que
este encuentro sólo se da en una dirección, pues no es un intercambio, sino una inserción,
como se leía en el Fragmento 28: “se nos camufla el lenguaje/ por la globalización”.
Ivonne Coñuecar también expresa estos cambios en “las nuevas ropas del emperador”, en
“Adibática”:

Fragmento 33:
“(…)/hasta que enfermé de Chile y el arcoíris
a los diecisiete. llegaron los yanquis a esta luna chilena / el mtv / comida
rápida
los nuevos grupos musicales entraban por mi personal stereo / el grunge
acarició mi orfandad spanglish. (…)”

75
Por tanto, la globalización y las prácticas que esta trae consigo llegaron a Patagonia-
Aysén, encontrándose con un espacio-tiempo que debió adaptarse al ritmo del desarrollo,
y no viceversa. Sin embargo, esto no se ha extendido por todo el territorio de manera
homogénea, lo que genera que en Patagonia-Aysén se de un constante encuentro entre
estos espacios, cada uno con su propio tiempo y dirección. Por una parte están las prácticas
tradicionales que rememoran un pasado de esfuerzo, y por ende de heroísmo, y por otra
parte está un presente-futuro que deviene de una lógica de desarrollo sustentable a través
de conexiones globales. Carlos Bello Durán, otro poblador que participa en “Poesía
popular en la Trapanada” de José Mansilla, ilustra este encuentro, a través de personajes
y situaciones globales que no responden al espacio-tiempo de Patagonia-Aysén, de
manera que el hablante lírico prefiere dirigirse, volver, al pasado:

Fragmento 34:
“Un poco para no olvidar”

“(…)
Hoy nos tapan de progreso
y sin duda hay que aceptarlo
nadie puede rechazarlo
(…)

De repente en la noticia
aparece Maradona
que a todos nos impresiona
porque fue un crack de verdad
y en esa rivalidad
que la noticia mantiene
la tele déle que suene
y uno se preocupa un poco
cuando hablan de la Bolocco
y de Carlos Saúl Menen.

Después la noticia dice


que el presidente de los empresarios
que un cupo parlamentario
(…)

76
Ya suena reiterativo
que el dólar, la marihuana
que está en Dicom si no paga
y huelgas que hace la gente
conflictos en el medio Oriente
(…)

Gracias por el compartir


lo que alguna vez pasó
por eso quisiera yo
el mundo aquí detener
para no escuchar ni ver,
ni la tele ni los diarios
muy lejos del vecindario
quedarme allá en la montaña
(…)”

77
C. Memoria indígena: la otra memoria

Hasta el punto anterior es posible creer que los pioneros y pioneras sí llegaron primero.
Siendo la principal memoria de la región, ahora cambiando debido a las transformaciones
que trae el progreso. Sin embargo hay una memoria más; la memoria indígena. Una que
orienta su olvido hacia aquellos habitantes que estaban antes de los que llegaron a dibujar
líneas imaginarias, y a quemarlo todo para crear campos en nombre de la patria. Una patria
en la que los pueblos indígenas parecían no tener espacio. Pero que algunos tratan de
rescatar, así como sus desdichas. Cabe destacar que en este espacio de Patagonia-Aysén
no sólo se ha dado el encuentro actual entre pioneros, pioneras y la globalización. Sino
que también la trayectoria de los grupos indígenas que habitaban este sector de Patagonia
se cruzó con la trayectoria de aquellos que iban con la intención de hacer patria.

En “Poesía popular en la Trapanada” de José Mansilla, uno de los poemas de Nicasio Luna
Arratia nos habla sobre aquellos que ya estaban en la región antes de la colonización, pero
que las memorias anteriores han invisibilizado, dejando en el olvido a aquellos que fueron
perseguidos:

Fragmento 35:
“De Adonde Vengo y para Donde Voy”

“De donde vengo y para donde voy


es misterio en mi camino
pero quisiera aclarar
es mi origen campesino
(…)
Es mi canto el pregonar
de aquellos pueblos nativos
de Kaweskar olvidados
de Tehuelches perseguidos.
(…)”

78
También, el mismo autor alude a esta memoria indígena, en “Chilpén” poemario
publicado en 2002. Pero retrata especialmente el encuentro entre estos pueblos y aquellos
que se dirigían a Patagonia-Aysén con el objetivo de entregar ese espacio a Chile,
transformando el espacio en todos sus aspectos. Como consecuencia de este encuentro, de
acuerdo a los poemas de Mansilla (Leer Fragmento 36 y Fragmento 37) los habitantes
nativos se transformaron en un medio de intercambio, y en seres que debían adaptarse a
las prácticas de aquellos que venían desde otro lugar, sin una razón justificada.

Fragmento 36:
“CONJUROS”
“en el paso de los choiques
la vida de cada yagán
valía un montón de pieles

emboscados caían rojos al mar

perplejos
todavía
preguntan

por qué
(…)”

Fragmento 37:
“CHONKA”
“ella mira asombrada
estas ropas de cristiano
con que la viste

(…)

el agua, la humedad, la lluvia


deshacen lentamente
las ramas circulares
que la cubren
(…)”

79
En general en la literatura que alude a esta memoria se destaca la cosmovisión tehuelche
(aonikenk), que suele presentarse frente al encuentro con los colonizadores, y los eventos
que se desencadenaron desde ese momento (Leer Fragmento 38 y Fragmento 39). Se
mencionan a los “franceses y españoles/ingleses y holandeses” que participaron en
invisibilizar – eliminar – a estos pueblos de la memoria. Pero también esta memoria es
invisibilizada por “nosotros”, de acuerdo a Mansilla, ya que “hacemos trizas el colgajo de
recuerdos”.

Fragmento 38:
“Ciudad en llamas”
“(…)
por todo lo poco que imaginábamos
en una tierra de aonikenk y onas
saltadores del espacio
melenas que cruzan el cielo
kren y kra anunciando la creación
de otro anillo en nuestros cerebros
círculos descritos por un piélago de pastos
/pieles
donde franceses y españoles
ingleses y holandeses
rinden por fin tributo
a todas las calamidades que infligieron
(…)
y las cruces en el amanecer
asienten reverenciando
astillas quebradas senos colgados
de algún alto ciprés
y nosotros que nos hemos sumado
a este panorama
hacemos trizas el colgajo de recuerdos
porque vivir de memoria no sirve
esta aquí la secreta humanidad
la que creíamos no existía
(…)”

80
Fragmento 39:
“Tehuelche dormido” en “El paraguas” (1996)
“Yaces extendido,
con miras al sol.
Ningún pensador habría elegido
/ una mejor postura.

Y, en este túmulto
que convoca todo tu karma,
se diseminan piedras de variada forma.
y, en este entierro,
luces e imágenes que provienen de la pampa,
aterrizan en enlaces brumosos.

Ni los fatuos fuegos, ni las falsas cruces,


impedirán que seas invitado espiritual
de Kóoch, ocioso de todos los espacios.”

María Isabel Quintana es una escritora que nació en Puerto Aysén en 1939, es Odontóloga
titulada de la Universidad de Concepción, pero desde los años 90 se ha dedicado también
a las letras (Diario de Aysén, 2010). En uno de los relatos de su libro “El último dinosaurio
y otros cuentos”, se narran dos historias paralelas que al final se encuentran. Una de estas
es sobre una niña que huye de un hombre que abusa de ella, y en este escape es que le pide
ayuda a Kooch (Leer Fragmento 40). La otra historia trata sobre un joven de 15 años que
se ha criado en una cueva en el bosque junto a su abuelo, pero una vez que este muere él
decide marcharse, luego de dejar el cuerpo en el chenque, un cementerio tehuelche (Leer
Fragmento 41). De esta manera en ambas historias se reconocen elementos que evocan
una memoria indígena:

81
Fragmento 40:
“El amanecer de los Pájaros”
“Había perdido la noción de cuántos días había caminado. El sol estaba ahora
parado sobre su cabeza y la luz penetraba con tanta fuerza que el mundo entero se
había vuelto amarillo-rojizo. Fantasmas de arena se levantaban para luego
desmoronarse frente a sus ojos. Toda ella era una estatua de arena con el cabello
reseco y duro semejante a los coirones.
Kooch no podía abandonarla de esa manera. Abrió los brazos con gesto
implorante sujetando la manta con los puños apretados. El viento la arrastró varios
metros. Un raquítico calafate se interpuso en su camino y la manta quedó
milagrosamente clavada en las espinas formando un salvador refugio. Agradeció
al cielo y se dejó caer rendida.” (p. 83)

Fragmento 41:
“El amanecer de los Pájaros”
“Luego de la rabieta, el muchacho supo lo que tenía que hacer. Una vez que hubo
desnudado al viejo lo arrastró fuera de la cueva. Estaba tan flaco que no le costó
trabajo llevarlo hasta el chenque.
En algún lugar de su memoria tenía grabada la ceremonia ancestral. Como
un autómata procedió a cavar una fosa de unos veinte centímetros de profundidad.
Luego, con delicadeza, temiendo que el esmirriado anciano se le fuera a desarmar,
lo tendió de costado con las piernas ligeramente encogidas y comenzó a cubrirlo
con piedras hasta formar un túmulo algo más grande que el ya existente. (…)
Era temprano cuando regresó desde el chenque y sin embargo la oscuridad se
había apoderado de la cueva. De seguro Gualicho2 reinaba en el lugar y luego de
llevarse al viejo seguiría haciendo de las suyas.(…)” (p. 80-81)

Rosa Gómez Miranda en “El año tiene nueves meses y una semana: de la tiza al plumón”
(2008) también hace referencia a esta memoria, pero la evoca con un sentimiento y
perspectiva diferente. Lo hace desde un punto de vista dirigido a la cultura tehuelche, y
no al encuentro con otras culturas. En varias ocasiones se relatan historias de la mitología
tehuelche, narraciones que el protagonista de la novela disfruta enormemente, por lo que
lamenta que tal raza se haya extinguido por completo (Leer Fragmento 42). Por tanto, en
esta novela se identifica un rescate de esta cultura aoinikenk, especialmente para las

2
Nota al pie de la escritoria; Gualicho: espíritu infernal.

82
generaciones más jóvenes debido a que el libro está destinado a un público infantil. Sin
embargo, cabe destacar que la escritora redactó esta novela – y otra más de la misma
índole – a partir de sus recuerdos y el de personas que asistieron al colegio en un tiempo
– y espacio – similar.

Fragmento 42:
“La profesora nos trajo una muy grata sorpresa, resulta que ella investigó acerca
nuestros primitivos habitantes y nos relató algunas aventuras de Eal, el héroe
mítico de los tehuelches. (…) La luna no tenía muchos deseos de que su hija se
casara, por eso le siguió dando más y más pruebas. (…)
Lo que no me gustó fue el final de la leyenda, ya que después que tanto les costó
para casarse, no estuvieron mucho juntos, ya que parece que tuvieron una disputa
a raíz de la cual se enojaron y Teluj se convirtió en sirena y se quedó a vivir en
el agua y el héroe Elal se quedó solo.

¡Qué pena que la raza tehuelche se haya extinguido por completo…!”(p. 45-
47)

Es relevante destacar como en la descripción de los encuentros se reconoce una


superposición de espacios y sentidos territoriales. Por una parte están los tehuelches con
sentidos otorgados de acuerdo a su cosmovisión, mientras quienes llegan a colonizar
vienen con otros sentidos que buscan imponer, pero que finalmente no logran insertarse
en el espacio, pues como menciona Mansilla en el Fragmento 39:

“Ni los fatuos fuegos, ni las falsas cruces,


impedirán que seas invitado espiritual
de Kóoch, ocioso de todos los espacios”

Es decir, los sentidos otorgados a la vida desde la cosmovisión tehuelche trascienden el


espacio que está siendo transformado.

83
Para finalizar es importante reiterar que no es posible hablar de una única memoria de
Aysén. La región cuenta con una espacio-tiempo que trasciende no sólo líneas fronterizas,
sino también líneas temporales. La memoria indígena se cruza con la memoria pionera, la
interpela, así como a sus otros colonizadores extranjeros. Ambos intentando invisibilizar
su existencia, pero que algunos autores se esfuerzan por rescatar. De manera similar la
memoria pionera se enfrenta al progreso que transforma el territorio, resultando en otra
memoria, una que apela a estas transformaciones, reclamando que las significaciones
territoriales heredadas por tradiciones se pierden, el espacio ha cambiado, y por tanto la
experiencia también. Así, Patagonia-Aysén es un espacio-tiempo compuesto por el
encuentro de una serie de sentidos que se proyectan desde distintas temporalidades – cada
una con sus propias espacialidades – que convergen en este territorio.

84
III. Territorios de particularidades

Tanto las otras fronteras como las memorias nos han presentado un Aysén que no es
homogéneo en el espacio-tiempo. Sin embargo, la heterogeneidad de Aysén es aun más
compleja de lo presentado hasta ahora. Hay otros elementos que se suman a la
conformación de significaciones territoriales. Estos otros elementos vienen dados por las
particularidades de los distintos lugares que conforman la región. Esto se debe a que una
parte importante de la región está conformada por islas y archipiélagos, entre los cuales
se dan dinámicas que no podemos esperar en quienes viven más cerca de las planicies
entorno a la zona fronteriza, lejos del mar. De esta manera, se dan modos de vidas
diferentes, que dialogan con el territorio, lo transforman y le dan significados, que como
se ha expuesto no son estáticos.

A continuación las significaciones territoriales que hablan de particularidades se tratarán


por separado con el fin de lograr una mejor identificación y comprensión de éstas, sin
embargo se debe tener en consideración que, tal como las fronteras de la región, no existen
límites claramente trazados entre estas. Serán enunciadas como: (A) En el archipiélago:
con el Mar, (B) En el campo: al lado del fogón con ovejeros y visiones, y (C) En la ciudad:
otros lugares.

A. En el archipiélago: con el Mar

Considerando la ubicación geográfica de la región puede parecer inevitable la existencia


de significaciones territoriales en torno al mar, pero se debe tener presente que estos
sentidos varían según el espacio-tiempo en que se desarrollan. Así de cómo el espacio es
practicado, pues puede ocurrir que el mar no tenga un rol en las prácticas diarias a pesar
de su cercanía física. En el caso de Patagonia-Aysén el mar ha adquirido sentidos desde
los diferentes espacios-tiempos que la región ha experimentado. El sentido se ha

85
transformado así como lo ha hecho el territorio. Una primera aproximación al significado
del mar se encuentra en la cosmovisión tehuelche. Así, se regresa a la memoria indígena.
María Isabel Quintana entrega una perspectiva desde la cultura indígena, pero esta vez en
contraste con el cristianismo. En su cuento “Hombre de poca fe”, en “El último dinosaurio
y otros cuentos” (1999), relata como ambas culturas enfrentan un mismo evento de manera
completamente distinta, uno con un sentido del espacio, y otro sin significación:

Fragmento 43:
“El esfuerzo de la tripulación por mantenerse a flote estaba resultando estéril. De
pie, aferrado al mástil y dando cara a la tormenta, la persona que los había
contratado para realizar la travesía por los canales, lucía como negro espantapájaro
con la larga vestimenta completamente empapada.
Sentadas frente a él, tres mujeres de piel morena parecían ser parte de la pequeña
dalca. (…)
El hombre las traspasó con la mirada, confundido ante la pasividad que mostraban
frente al inminente desastre. (…)
El viento, convertido en bestia, rugido, azote, castigaba sin piedad. A sus bramidos
se sumaba el lamento del mar que a cada nuevo golpe levantaba las crestas de
espuma, amenazando con volcar la primitiva embarcación.
Las nativas sintieron de pronto el desequilibrio y se aferraron a la borda. (…)
La más vieja de las mujeres observó al hombre que musitaba una plegaria tras
otras, sin detenerse.
Qué sacara este pobre mortal con pedirle a ese Dios que venga la calma. Sumida
en sus pensamientos, ella recordaba cómo hacia su padre en estos casos, cuando
invocaba al viento con las palabras “Munai, munai” y lo decía con temor y
respeto. (…)
Munai, munai, (…). Si tenía suerte podía engañar al viento haciéndole creer que
era uno de los suyos el que suplicaba.
El mar se agitaba cada vez con mayor violencia. El agua y el viento mostraban el
mismo tono grisáceo. Parecía un monstruo bramando enloquecido que se
sacudía tratando de eliminar la insignificante nave que con porfía cabalgaba
sobre su lomo.
(…) en una mezcla de furia y espuma vomitó hombres, cajas, maderas y harapos.
La calma llegó sin aviso. El mar acunaba plácidamente a la pequeña indígena
que flotaba en apretado abrazo con el muñeco de madera. Por su parte, la savia
del bosque reconocía a sus habitantes: las dos mujeres se mecían aferradas al
baúl de ciprés.
La gente que salió en su búsqueda avistó a lo lejos un revoltijo de ropas bordadas
de oro y los negros jirones de una sotana, que estirada a lo largo, se perdía en la
inmensidad del archipiélago.” (p. 109-114)

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En este fragmento, se reconoce como las nativas le otorgan al mar un sentido en el que
este se personifica; se lamenta, amenaza, se sacude y acuna. También el viento es
personificado, una de la mujeres trata de hacerse pasar por “uno de ellos” con el fin de
calmar la tormenta. A diferencia del personaje cristiano que acude a Dios, y no al mar o
al viento. Es decir, no le otorga un sentido a éstos, mientras las mujeres indígenas
mencionadas sí. Cabe destacar como estas significaciones se ubican en un pasado-
presente, creencias vuelven al presente a través de éste relato, que genera la emergencia
de una memoria indígena que, como se mencionó con anterioridad, suele ser
invisibilizada. Pero que sí está presente en la compleja conformación del espacio-tiempo
de la región.

También Ivonne Coñuecar utiliza la personificación de elementos como el mar y el viento,


en este caso para expresar su fuerte unión a Patagonia, en especial a Coyhaique
(Fragmento 44). Pero también la personificación no se trata de otro, sino que es el cuerpo
de la hablante lírico quién toma la forma del archipiélago, que está “en pedazos/
desparramado en el agua”, de manera que este tiene un claro sentido personal. No sólo el
territorio tiene significados en cuanto a las prácticas, sino también en el ser.

Fragmento 44:
“los vientos todo el año preguntan todo el año
que es lo que tenemos Coyhaique y yo
Coyhaique es al viento / como Valdivia a la lluvia
(…)
como la privatización a Chile / Como yo Coyhaique
y regreso a ese viento mendiga de mi
en las añoranzas del regreso” (p. 14)

87
Fragmento 45:
“Patagonia mía / como si quisieras irte
después de tanta nevazón
mis pies inquietos tanteando islas
la fractura continental / mi cuerpo en pedazos
desparramado en el agua / se hace llamar islas
se hace llamar archipiélago / (…).” (p. 20)

Cabe destacar, entonces, que los sentidos que un lugar adquiere también se dan desde
otros lugares, por ejemplo, en el caso de Coñuecar ella vivió en Coyhaique a una distancia
relevante desde el mar, sin embargo se identifica con este espacio, abarcando una escala
mayor a la ciudad; el archipiélago. También en “El año tiene nueves meses y una semana:
de la tiza al plumón” (2008) de Rosa Gómez Miranda se reconocen sentidos desde otros
lugares (Leer Fragmento 46). La madre del protagonista al referirse a Caleta Tortel le da
un sentido mágico, pese a no vivir ahí, pero la idea de transitar por pasarelas en vez de
calles es suficiente para que adquiera este sentido. También el protagonista le da un
significado a Caleta Tortel, pero este se da en torno a la posibilidad de jugar fútbol, por lo
que su interés en el pueblo es limitado, y el sentido que le da a este no es uno cercano,
debido a que las características geomorfológicas del pueblo no permiten que haya cancha
de fútbol, entonces a él no le gustaría vivir allí.

Sin embargo, también desde el Fragmento 46, se identifican – a partir de la inferencia –


significados en torno al mar por parte de los habitantes de tal localidad. El mar se presenta
no sólo como un medio por el cual realizan sus actividades cotidianas, sino que el espacio
narrativo presenta un espacio vivido que se práctica con el mar. Por ejemplo, en el relato
se dice que el cementerio está “como en una isla”, por tanto el mar tiene un rol importante
en las experiencias de los pobladores.

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Fragmento 46:
“Mis padres me prometieron que a fines de mes vamos a ir a Caleta Tortel,
porque allí hay mar. Es un lugar mágico según mi mamá, ya que no hay calles
como las de nuestro pueblo, sino pasarelas construidas con ciprés a todo lo
largo y ancho.
Es muy pintoresco y turístico, pero no me gustaría vivir allí, porque no tiene
cancha cerca para jugar fútbol. Hasta para sepultar a sus muertos deben hacerlo
cruzando un canal en embarcaciones, pues el cementerio está como en una
isla.” (p.53)

Así el significado que adquiere el mar en este territorio tampoco es único ni estático.
Desde la memoria indígena el mar tiene un sentido que lo transforma en un ser, y no en
un espacio vacío. Desde un espacio-tiempo más contemporáneo en Patagonia-Aysén el
mar es medio para las prácticas cotidianas, al mismo tiempo que puede ser un reflejo o la
personificación de quién se es.

B. En el campo: al lado del fogón con ovejeros y visiones

Al interior de la región, es decir, en el área más cercana a la frontera y más alejada de la


costa, se reconoce un conjunto de sentidos que el territorio adquiere de acuerdo a
diferentes espacios-tiempos – Aysén es Aysenes. Pero en general se reconoce un sentido
de ser campesino, que se traduce en vivir el campo con una serie de prácticas que parecen
pertenecer a una cultura gaucha. Además, al igual que Caleta Tortel, esta área se ve
acompañada de una especie de misticismo que se mezcla con las cotidianidades de los
habitantes. Esto se identifica principalmente desde los relatos literarios orales recopilados
por José Mansilla en “Relatos en el Sur de Aisén” (2000).

En “El año tiene nueves meses y una semana: de la tiza al plumón” (2008) de Rosa Gómez
Miranda muestra que como en el campo las significaciones territoriales parecen girar en
torno a las actividades agrícolas. El protagonista da la novela comenta su intención de ser
campesino, y en lo que consiste y por qué le interesa:

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Fragmento 47:
“(…) he decidido que mejor voy a ser campesino. Esta última aspiración se la
debo no sólo al Arturo, sino también al Florencio, que habla con tanto cariño de lo
bien que la pasa cuando está en su hogar y que no hay que tener mucho estudio,
(…) más que todo hay que saber sacar las cuentas para cuando venden sus
animales.

Además debo ser buen campesino y tener un campo, pues si mi pueblo sigue
creciendo va a llegar el momento en que van a faltar animales para abastecer
la carnicerías y se va a necesitar harta leña para los hogares. Estas
consideraciones me hacen pensar que este oficio es una buena opción de futuro.
(…)

Pero lo curioso es que el Arturo (…) ahora ya no quiere ser campesino, (…) él dice
que cuando sea grande no quiere trabajar de campesino, porque es muy sacrificado
y que su papá también quiere que tenga otro futuro.” (p. 27-28)

Por tanto, ser campesino significa ser un aporte para la región debido a que de esa manera
puede, como plantea el protagonista de este relato, proveer de alimentos y leña. Pero
además ser campesino también significa tener ciertas prácticas, que de acuerdo al papá de
Arturo son muy sacrificadas. Cabe destacar que estas prácticas son heredadas desde el
proceso de colonización, por tanto es posible hablar del ovejero, lo que significa acudir a
aquella memoria pionera. Varios autores escriben sobre el ovejero y su espacio – el campo
– y de sus actividades y hábitos. Entre ellos está Cheuquemán que en su poemario “Aún
es tiempo” presenta varios poemas que, en forma de oda, se refieren a los personajes del
campo y sus experiencias, así como a elementos que forman parte de estas cotidianidades.
Entre estos está “OVEJEROS DE AISEN” (Leer Fragmento 48) donde describe a estos
personajes en su espacio-tiempo, así como en “OVEJERO” describe a otro personaje que
lleva a cabo una labor similar y que su presencia participa del sentido de ser ovejero; el
perro ovejero (Leer Fragmento 49).

Cabe destacar que tanto en fragmentos anteriores de “El año tiene nueves meses y una
semana: de la tiza al plumón” (2008) de Rosa Gómez Miranda como en el siguiente
fragmento, el fogón ha sido un elemento constante, que además hace caso omiso de la

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frontera, como se vio en fragmentos anteriores. Por tanto, es uno de aquellos elementos
que participan en el sentido de ser campesino/ovejero.

Fragmento 48:
“OVEJEROS DE AISEN”

“Los ovejeros de Aisén


tienen la faz de nieve,
las manos como el viento
para fiar sus sueños.

La escarcha se ha incrustado
en sus lacios cabellos,
y han tejido su vida
lo más largos silencios.

Devorador de lluvias,
conquistador de tiempos,
eterno compañero
del fogón y el viento.

(…)

Mezcla de tempestades
de calores, de fríos
en Aisén, va el ovejero
por los campos dormidos.

(…)

Ovejeros,
hombres rudos como el viento
como la escarcha, invencibles,
como el ñire, generoso
pa’ dar calor a las noches
de familia junto al fuego
bajo el techo de los coigües

(…)”

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Fragmento 49:
“Ovejero”

“(…)

Eres tú aquel arriero


negro,
overo,
de tan poca estatura,
de tan grande tarea.
lanudo como ellas
eres,
el perro ovejero.

De pequeño fuiste llevado al campo


enseñado en tu escuela rural
por tu maestro :
el ovejero hombre,
cuidador,
puestero.

Tu código, el chiflido
y tus vocales, las órdenes :
“Venga atrás.”
Y tú no te haces esperar
y sumiso te vuelves y anotas un siete en tu mirada

Es tan corta tu vida,


son tan largos tus días
y tus noches tan veloces,
que tus sueños no alcanzan siquiera a soñar,
pues, mucho antes que las crestas nevadas
se vistan de amarillo,
tú ya has dado tu alarma primera
a las que siguen otras
que obedecen las humildes ovejas,
mansedumbres hechas animal.

(…)”

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Sin embargo, haciendo referencia a la memoria del progreso, se reconoce una
transformación en el significado del campo. También en “El año tiene nueves meses y una
semana: de la tiza al plumón” (2008) de Rosa Gómez Miranda se reconoce esta situación.
En el Fragmento 50 se visualiza como la llegada de turistas a la región le ha dado otro
valor a este espacio, de manera que el significado de la flora se orienta hacia estos nuevos
sujetos en la región.

Fragmento 50:
“Es una asignatura que se llama Comprensión del Medio (…) hemos comenzado
a estudiar las plantas. Ha sido bien interesante y enriquecedor, porque no teníamos
idea de que había tantos árboles y arbustos en nuestra localidad y ahora varios de
nosotros podremos darles indicaciones de la flora a los turistas que llegan en el
verano.”

Por tanto, pareciera que en este espacio-tiempo de globalización, de conexión con el


mundo, no hay sentido en particular hacia los “tantos árboles y arbustos” en la localidad,
sino que el significado que estas adquieren es para alguien más, para unos personajes que
aparecen en el verano. A esto se suma la forma en que la región también se representa
como un lugar con una naturaleza que es Reserva de Vida, sentido que se refleja en parte
de la literatura, aunque sin ser predominante. Entre estos está el poema “Paraíso perdido
de los Ice End” de José Valdés Saéz, publicado en “Poesía popular en la Trapanada”
(2014) por José Mansilla:

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Fragmento 51:
“Paraíso perdido de los Ice End”
“(…)
el verdadero paraíso
está allá en el sur
en mi Patagonia Austral
y cuesta mucho encontrarlo,
es sin igual. (…)
la Trapananda oculta todo
lo que encierra
con hielo nieve espesa niebla
y altas sierras
(…)
te llenarán los ojos
de tanta belleza
y tienes que cerrarlos
(…)
y te llevarán hacia el cielo
para ver desde la altura
todo lo que la Cruz del Sur
te ilumine del Aisén
desde un cielo azul puro
(…)

donde dios creó el edén de nuevo


perdido antes por el humano
(…)
de esta magistral belleza
prohibida y escondida
por la Divina Providencia
para todos lo que no aman a Dios
y no cuidan nuestra naturaleza
de esta Patagonia Austral
Reserva de Vida y guardada
para el final de los tiempos
solo para los elegidos
(…)
paraíso que en nada se
puede comparar a tu tierra
hollada destruida cansada
triste y seca”

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En cuanto a los personajes que se describen en el campo – como espacio narrativo – se
reconoce uno en particular que se asemeja a la magia de Caleta Tortel, pero en este caso
se relaciona a la presencia o ocurrencia de eventos no lógicos. En “Relatos en el Sur de
Aisén” (2000) de José Mansilla se narran varias experiencias recopiladas desde las
localidades de Cochrane y Villa O’Higgins. Entre estas está “Jinete negro” (Leer
Fragmento 52) que cuenta sobre la presencia de un jinete en la Pampa de la Soga, pero
que nadie se encontraba con él, por lo que los dueños del campo consideraban que era “un
compañero de trabajo que tenían”, por lo que este jinete se transformó en alguien más del
campo. Otros relatos que hacen referencia a este misticismo son “La llamarada” de Raquel
Jerez Urrutia (Leer Fragmento 53), y “El hombre y la sepultura” de Gustavo Henríquez
Reyes (Leer Fragmento 54). Estos dos narran como se ven “luces” o “llamas” que se cree
se deben a “entierros”. Sin embargo, pese a tener una supuesta explicación lógica, no quita
el misterio con que estos eventos se experimentan.

Fragmento 52:
“Jinete Negro” de Jorge Muñoz Padilla, Villa O’Higgins
“Lo veían que andaba y se desaparecía cundo lo iban a ver. Por ahí son faldeos
limpios, como cañadones, no hay montes*. Lo veían a veces parado a una lomita
por ahí. Lo querían ver pero nunca se encontraban con él.
Según los dueños de ese campo, era el compañero de trabajo que tenían. Ellos
no se hacían mala sangre por verlo, nada”

Fragmento 53:
“La llamarada”
"Dice que se asomó al camino, y vio un fuego, donde hay un laguito. Vio una
tremenda llamarada que salía de allí, y él* dijo, alguien está alojado – antes se
acostumbraba que la gente que salía pasaba a quedarse tarde por ahí – , dice que
salía unas llamaradas para arriba, como que estaba ardiendo un árbol: ahí hay
árboles altos. Llegó ahí, porque ahí mismo, tenía que pasar.

No había ninguna cosa

Se dice que hay mucho mineral, que esos son los que de repente arden.”
(*): se refiere a su marido

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Fragmento 54:
“El hombre y la sepultura”
“Al que le pasó un caso bueno, fue a un hombre, ahí cerca del Lago Juncal. Dice
que no hizo más que quedarse y acostarse, cuando lo empezaron a agarrar de
las patas, che. Lo arrastraron un poco. Le sacaron las pilchas. Lo tiraron para
todos lados y no había caso: él decía: ¿qué diablo está pasando? Agarró su caballo
y se vino a la cresta.
El hombre se había acostado arriba de una sepultura.”

De esta manera se reconocen significaciones territoriales en torno al campo, un espacio-


tiempo compuesto de prácticas heredadas de la colonización que se mezclan con nuevos
habitantes – proyectados desde los personajes y hablantes líricos – que tienen sus propias
prácticas y temporalidades. Esto al mismo tiempo que el campo se envuelve de cierto
misticismo que forma parte de la espacialidad – y temporalidad – de sus pobladores.

C. En la ciudad: otros lugares

Otro espacio que se reconoce desde la literatura de la región, para el período siglo XX-
XXI, es la ciudad; Coyhaique. Esta ciudad que no se ubica en la costa, ni es parte del
campo como tal, pero ha sido clave en la construcción de ambos, pues ha sido un punto
de conexión con el resto del país, como se leía en el Fragmento 22 de la novela “Ventana
al sur” de Enrique Valdés, es desde donde se podían conseguir materiales para construir
viviendas en otros poblados. De esta manera ha producido su propio espacio-tiempo, pero
sin desconectarse de los otros espacios-tiempos que componen la región. Esta idea se
reconoce en el cuento “Juego de Niños” publicado en “El último dinosaurio y otros
cuentos” de María Isabel Quintana. El cuento es relatado por una mujer que encuentra una
caja de fotografías de su infancia, a través de las que comienza a recordar su antigua casa,
amigos y experiencias en Coyhaique:

96
Fragmento 55:
“Un olor a recuerdos añejos invadió la habitación cuando abrí la pesada caja con
recuerdos y fotografías que he llevado conmigo durante cincuenta años; y sin
embargo, me basta con hojear el viejo álbum de fotografías para acercarme a
Coyhaique, mi tierra natal. En esta primera página se ve nuestra casa, de madera
nativa, al natural. (…) Enfrente se aprecia una gruesa vara horizontal sobre dos
robustos soportes – varón se llamaba – y era cómo el estacionamiento en donde
los visitantes amarraban sus cabalgaduras.
Mario y el Cholo montaban en este varón y a galope tendido realizaban
interminables viajes a ninguna parte. Nosotros, los más chicos, no sabíamos
de otro poblado en leguas a la redonda.
En esta fotografía está mi papá sentado detrás de su escritorio, de impecable
guardapolvo blanco frente a un montón de frascos etiquetados a los que teníamos
prohibido el acceso (…)
Era la manía de mi madre: “Salgan de aquí niñitos, que traen los zapatos sucios”,
y salíamos a correr por las calles de tierra, a encaramarnos en los árboles y a
comer frutas en verano; a confeccionar monos, o a fabricar coronas de flores
en primavera. Nuestros juegos eran siempre afuera, hasta muy entrada la
noche. (…)
No se por qué tengo esta fotografía del cementerio. La había escondido en el fondo
de un cajón. Si no fuera por las cruces de madera, se diría que era la réplica
de la ciudad. Estaba situado en la calle Baquedano. Nos quedaba lejos pero valía
la pena el viaje porque era nuestro lugar favorito para jugar. Allí
concurríamos todas las tardes después de la escuela. Estas casas en miniatura,
idénticas a las del pueblo, en su mayoría eran de tejuela; algunas tenían un cerco
pintado de blanco, otras, un corredor. Había una algo más grande que tenía un
altar, ideal para nuestros juegos. Extendíamos un mantel que guardábamos en el
hueco de un árbol. Y nuestras colaciones se transformaban en verdaderas comidas
de etiqueta. Después venía el juego a ser adultos:
- Buenos días, señora… ¿Cómo está usted? La invito a tomar unos matecitos
- Gracias vecina, le voy a aceptar porque quizás a qué hora llegue el hombre,
salió hace rato a buscar unos caballos ariscos y no bajará hasta que
junte toa la tropilla.
- Invitemos también a la señora Rebeca.
- Buenos días señora… ¿Cómo está usted? La invito a tomar unos matecitos
- ¡Listo no más! Total este otro tiene pa’ rato, le dio por trabajar unos
cueros, dice que le faltan maneas y que ya queda poco pa’ la señalá.
- ¿Y usted cómo está, pues? ¿Qué ha sabido de su marido?
- ¡No me hable de ese, oiga! Desde que se fue pa’ l’argentina no he sabido
más de él.
- ¿Y su niño, señora? ¿Está mejorcito?
- No, fíjese. Parece que el último resfrío le atacó el pulmón.

97
En otras ocasiones nos dedicábamos a la siembra aprovechando la tierra recién
removida de alguna tumba. Para estos menesteres enterrábamos pequeñas ramas
de ñirre, flores de ciruelillo, pepas de manzana, ciruelas y guindas que nos
habíamos comido. (…)
Tengo varias fotografías más pero me da pena mostrarlas porque falta Raúl. Desde
que se murió no fuimos nunca más a jugar al cementerio.
El álbum cae desde mis manos y lágrimas de nostalgia empapan las hojas secas
que han estado aprisionadas por cincuenta años entre sus páginas. Una fragancia
silvestre inunda la habitación y se cuela en lo más hondo de mis recuerdos.“

Se reconoce una ciudad conectada al campo a través de prácticas como el traslado en


caballo, o la tenencia de estos en tropilla, así como preparar la señalá. Sin embargo, hay
otros personajes: el médico – padre de la narradora – o la mujer dueña de casa preocupada
de la limpieza del piso. Pero ya no se hace mención del fogón, aunque si está presente el
mate. Por tanto, es un espacio diferente, pero que responde a prácticas que transcienden a
toda la región. Situación que los niños reproducen en sus juegos. Además en está ciudad
hay lugares que también la hacen particular, como el cementerio que es una réplica del
pueblo, pero que no está como en una isla como en Caleta Tortel. También hay un Café,
el Café Oriente, que se transforma en un lugar recurrente para “La condesa de la
Patagonia” – novela de Carlos Aránguiz, publicada en 2008 – como se narra en el
Fragmento 56. Pero también se mencionan otros sitios que le dan forma la ciudad, que
forman parte del espacio vivido por los habitantes de Coyhaique, como lo son el Hospital
y la Escuela, también aludidos en “La condesa de la Patagonia” (Leer Fragmento 57).

Fragmento 56:
“La primera salida de Antonia de la casita que habitaron siempre en Coyhaique
en la calle General Prat, fue al Café Oriente, entonces recién trasladado por
una minga desde su ubicación original frente a la extraña plaza de cinco lados;
y ellos sucedió cuando pudo advertir que los viajes de Don Alberto eran tan
frecuentes como extensos. La condesa se sentó esa vez en una mesita vecina al
ventanal, cerca de la estufa a leña que calentaba el local y desde entonces nunca
quiso otro lugar, al punto que si llegaba a encontrarlo ocupado, esperaba de pie, al
lado del mostrador repleto de tortas y pasteles (que le recordaban a la pastelería
Demel que frecuentaba con su madre por recomendación de la Emperatriz Sissi).
(…)” (p. 23)

98
Fragmento 57:
“ (…). Desde el terremoto de 1949, el hospital de Coyhaique funcionaba en la
escuela Básica de calle Prat, hoy Escuela Canadá, a menos de dos cuadras de la
casa de los Feres. La viejita lloraba y lloraba. Era un día de invierno (que en la
Patagonia puede ser cualquier día del año) y la humedad se descolgaba de las
paredes como una lenta marea grisácea. (…)
(…) la condesa Antonia pasaba por afuera de la sala improvisada del hospital de
Coyhaique pasada a cloroformo barato que tantos recuerdos le generaba, también
ahora un kuchen en sus manos para el médico de turno que llevaba trabajando
veinticuatro horas sin parar. Le simpatizaba ese joven recién recibido que actuaba
como cirujano, además de todas las especialidades que le fueran requeridas en un
lugar donde un médico general era un lujo. ” (p. 71-73)

Desde estos fragmentos se reconoce entonces un espacio organizado en calles, y no en


campos o predios, y plazas, además se distinguen lugares como el café, el hospital y la
escuela, donde se desarrollan otras actividades, pero más propias de la ciudad. Como
expresa Miguel Peña Araneda, poeta en “Poesía popular en la Trapananda” (2014), la
ciudad no es un espacio para prácticas del campo, las carretas no tienen bueyes, se usan
pitos en vez de silbar, entre otras diferencias (Leer Fragmento 58). Por tanto, está ciudad
en Patagonia-Aysén no es igual al campo, ni a la costa de Patagonia-Aysén.

Fragmento 58:
“Por razones de salud”

“(…)

Hace poco, sin embargo


mi suerte ha ido cambiando
me anda el hígado fallando
como de golpe y porrazo…
tomo yuyos y no hay caso,
creo que estoy aflojando.

(…)

Como siempre fui baqueano


para rumbos desconocidos,
me fue fácil el camino

99
que me llevó hasta el poblado;
a mí me habían contado
que la casa del doctor,
era un grande caserón
todo de blanco pintado.

Yo iba harto entusiasmado


porque me iba a mejorar,
pero entrando a la ciudad
por ese piso de cemento,
mi amigo para qué el cuento
mi yegua entró a zapatear.
Saltaba de un lado a otro
atropellando unas mujeres
y esas carretas sin bueyes,
en fila tras nosotros
con bramidos espantosos,
que asustan al más valiente.

(…)

Ahí me quedo parado


Pensando… aquí uno se pierde
de repente dos de verde,
por las riendas me tomaron,
medio áspero me trataron
pero mi perro el Campeón
se les prendió del garrón
y los tipos me soltaron.

Aproveché la escapada
y al galope tendidito,
pasé por un montecito
que hay en medio de la ciudad
y antes que logre cruzar
me salió otro de los mismos,
me silbaba con un pito
tal vez no sabía silbar.

Y ahora entre tantas casas


pa’ encontrar la del doctor
¿tan rico será el Señor
y no hay ovejas ni vacas?
nunca vi ninguna Estancia

100
con tan grande población
y con tan mala atención,
para el forastero que pasa.

(…)
¡Te vamos a operar! dijeron,
veremos si sos tan pillo
si necesitan cuchillo – dije:
les paso mi verijero;
yo lo único que quiero
es irme al campo tranquilo.
(…)”

Para finalizar, es relevante reiterar que existen Aysenes, los sentidos no sólo cambian a
medida que las características geomorfológicas son distintas, sino también a medida que
se encuentran con otras memorias y prácticas que transcienden las fronteras del espacio-
tiempo de Patagonia-Aysén. Es decir, la temporalidad de las prácticas presentes no se
separan del pasado. Sin embargo, a pesar que al existencia de múltiples significaciones no
significa la negación de estas entre sí, sí se pueden invisibilizar. La región se presenta
entonces como un espacio de encuentros de los espacios-tiempos, desde el cual emergen
los múltiples sentidos territoriales. Tal como Joaquín Cheuquemán expresa al final de su
poema “Patagonia”, en “Aún es tiempo…” (1997):

Fragmento 59:
“(…)
Patagonia,
lugar de encuentros eternos
entre el pasado y futuro,
para vivir la historia
bajo nieve, lluvia y viento
con tranco firme y seguro”

101
Capítulo V: Aysenes, espacios-tiempos de
encuentros

Desde la geografía literaria – geografía y literatura – se plantea que cada texto es en sí un


evento que surge por la interacción de múltiples agentes, condición que se ha identificado
en la literatura estudiada desde Aysén para el período S.XX y S.XXI, pues se reconocen
múltiples espacios narrativos y líricos – espacios de representación – que proyectan
diferentes espacios-tiempos, debido a que cada uno ha sido producido en cierta
representación del espacio. Por tanto, tener en consideración las trayectorias – entendidas
como el contexto – de los autores y autoras ha sido relevante para comprender las
memorias, sentidos y sentimientos evocados en las distintas obras consideradas para el
trabajo de investigación.

A partir del capítulo anterior, se reconoce como Patagonia-Aysén ha sido y es un espacio


de encuentros, donde convergen culturas, memorias, y por ende sentidos. Debido a estos
encuentros es que surge un territorio con múltiples significaciones. Algunas
composiciones se insertan o hacen referencia a espacios-tiempos que han sido
invisibilizados de los imaginarios geográficos creados desde los centros, pero que no
dejan de estar presentes en las significaciones territoriales, reconocidas desde las obras
literarias creadas desde la región. Sin embargo, también se reconocen sentidos que
coinciden con un espacio concebido producido desde otro lugar. Por tanto, existe una
multiplicidad de significaciones territoriales que pese a responder a diversos intereses –
memorias que se orientan en diferentes direcciones – co-existen en Patagonia-Aysén.

Además, a partir de las otras fronteras, las memorias, y los territorios de particularidades,
se reconoce un espacio en que las prácticas y los sentidos se orientan en un sentido más
bien este-oeste. En el caso de las otras fronteras se visualizan prácticas compartidas con
y en la Patagonia Argentina; se realizan las compras, y se comparte con aquellos al otro

102
lado del alambre, hacia el este. Desde las memorias se observan procesos que también se
desarrollan en un espacio denominado Patagonia – memoria pionera y memoria indígena
– donde las prácticas narradas son llevadas a cabo sin distinción de nación. En el caso de
la memoria del progreso, pareciera que la orientación es en un sentido diferente, pues hay
una integración con el resto del país – el norte – al mismo tiempo que se conecta a una red
global. Sin embargo, en territorios de particularidades nuevamente se reconoce un
espacio que varía en una orientación más bien horizontal; desde la costa hacia la frontera,
o viceversa.

Desde las perspectivas literarias (capítulo II) se reconoce una espacio de la historia – story
space – constante, pero dinámico. Patagonia-Aysén ha sido el área de estudio, por lo que
se ha enfocado el estudio a aquellos textos que remiten a este espacio de la historia, por
tanto constante. Pero, a pesar de parecer un área delimitada, los textos exhiben un espacio
compuestos a su vez por otros, que en conjunto no tienen fronteras culturales coincidentes
con las administrativas. Pues este espacio de la historia interactúa con la Patagonia
argentina generando un espacio de la historia más bien dinámico. También la posición –
setting – presenta variaciones, pero estas pueden ser comprendidas como las memorias,
pues la posición hace referencia al ambiente socio-histórico-geográfico (Ryan, 2012).
Cabe mencionar que el mundo narrativo – narrative world (or story world) – es aquel
completado por la imaginación del lector, por lo que la trayectoria y conocimiento de
quién investiga ha sido parte relevante de la interpretación llevada a cabo.

De esta manera se evidencia como la literatura es otra fuente de información, que permite
conocer diferentes aspectos de los habitantes, tales como sus prácticas y nociones del
espacio, esto de acuerdo a los espacios narrativos y líricos abarcados en los textos
literarios. A su vez, la literatura, a través de un análisis arqueológico, permitiría entender
por qué predominan ciertos elementos y otros no, es decir, por qué son ciertas las
significaciones territoriales y no otras. Pero, en general, a partir de la identificación
realizada en el capítulo anterior, se reconoce que los sentidos otorgados al territorio

103
provienen predominantemente desde las memorias que se han producido junto al espacio
Patagonia-Aysén, cada una con su propia temporalidad, trayectoria y orientación, pero
que finalmente se encuentran entre sí.

Por tanto, a continuación, las significaciones territoriales serán analizadas en dos partes.
La primera de acuerdo a lo encuentros entre las memorias identificadas, considerando los
espacios-tiempos evocados por cada una, y como estas constituyen trayectorias que se
proyectan hacia el territorio, al mismo tiempo que se orientan a su propia temporalidad.
En segundo lugar, los sentidos hacia el territorio se analizarán considerando un espacio
orientado horizontalmente, a diferencia de la noción nacional de un país direccionado en
sentido norte-sur – vertical – entendiendo esta orientación como parte de las proyecciones
desde las memorias. De esta manera se busca comprender Patagonia-Aysén como un
espacio y tiempo distinto, compuesto a su vez de pluralidades.

I. Memorias: encuentros de sentidos

De acuerdo a Foucault “todo espacio tiene una memoria” (En Núñez, 2013, p. 5), pero
desde la literatura estudiada se reconoce a Patagonia-Aysén como un conjunto de espacios
que a su vez se componen de memorias, cada una orientada en su propia dirección, pero
sin dejar de co-existir en este espacio. De esta manera, las múltiples memorias y los
espacios-tiempos a los que aluden participan en el proceso de significación territorial, de
los sentidos otorgados por los habitantes al espacio que viven diariamente – espacio
vivido. Como resultado se identifican una serie de significaciones que varían al interior
del territorio, tanto espacial como temporalmente. A continuación se analizará cada
memoria reconocida con el fin de comprender su orientación y proyección en los sentidos
otorgados al territorio.

104
A. Encuentro invisibilizado: indígenas y colonos

La memoria indígena identificada se refiere principalmente al encuentro de estos grupos


nativos con colonizadores – extranjeros y chilenos – que resultó no sólo en la muerte de
estos habitantes, sino también en la invisibilización de su presencia en tal territorio. Esta
invisibilización se reconoce cuando en las otras memorias identificadas se hace referencia
a los pioneros como aquellos que llegaron primero. Sin embargo, hay autores que evocan
tal encuentro con el propósito de visibilizar tanto su existencia como la forma en que se
impuso una cultura sobre otra. De manera que se reconoce un proceso de colonialidad del
ser, es decir, se acepta una lógica de civilización como superior, y por tanto puede dominar
aquello que es más primitivo según los criterios establecidos desde la misma civilización
(Gómez-Quintero, 2010).

Pero ¿A que se debe este proceso de colonización? El encuentro entre chilenos, extranjeros
e indígenas se debe a que, como se mencionó en el marco teórico (Capítulo II) para el
Estado Chileno enviar personas a tal área era una manera de ejercer soberanía sobre este
territorio. Situación que también es retratada en los textos literarios, el siguiente fragmento
corresponde a la novela La condesa la Patagonia, de Carlos Aránguiz, que retrata la vida
de una mujer – una condesa – que viaja desde Europa hasta Patagonia para vivir.

Fragmento 60:
“Durante muchos años estuve recorriendo por encargo del gobierno chileno, el
territorio de la Trapananda (así lo llamaban los españoles). A partir de 1893 y por
espacio de varios veranos sucesivos, recorrí las hoyas hidrográficas de los ríos
Palena, Puelo, Manso, Aysén, Cisnes y Baker. (…) No sólo recomiendo vivamente
su establecimiento en esta zona, donde existen hoy [1936] algunos pueblos
interesantes y posibilidades laborales vinculadas a la infraestructura estatal o a
la actividad forestal y ganadera; sino que creo que puede ser la respuesta para sus
ansias de aventura y conquista.” (p. 44)

De esta manera se pobló el territorio con personas que respondían al gobierno de Chile,
desarrollando actividades económicas, y también intereses personales. Por tanto, aquellos

105
que no respondían a esta nación parecen haber quedado fuera, y por ende invisibilizados,
sin entender por qué (Leer Fragmento 36: “CONJUROS” por José Mansilla). Proceso que
también se replicó desde el lado argentino. El gobierno argentino, en 1978, comenzó a
entregar concesiones a colonos, mientras se las negaba a los indígenas ya que estaban
“inhabilitados para obtener la propiedad legal de sus territorios históricos por ser
considerados incapaces de ser sujetos de derecho” (Museo Chileno de Arte Precolombino,
s.f.). Así, las prácticas de estos grupos se vieron afectadas por la ocupación del espacio
que solía ser su espacio.

Otro aspecto a destacar, es que en la narrativa y poesía, principalmente en esta última,


referidas a este encuentro relatan un proceso violento contra los grupos indígenas. Que de
acuerdo a Mansilla en “Ciudad en llamas” (Leer Fragmento 38), ahora es reconocido
como tal:

“donde franceses y españoles


ingleses y holandeses
rinden por fin tributo
a todas las calamidades que infligieron”

Que esta etapa de colonización se haya realizado de esta manera refleja la predisposición
de no integrar a estos habitantes a la nación. Se puede considerar que fueron vistos como
otros, y por tanto había una frontera cultural con los colonizadores. Sin embargo, esta
frontera parece usarse para justificar el interés económico en la zona, pues en tal espacio-
tiempo se buscaba fomentar nuevas industrias y una nueva significación territorial; “La
Patagonia estanciera y ovejera” (Núñez et al., 2017).

Por otra parte, también se reconoce un interés en rescatar los sentidos de los grupos
indígenas por el espacio, así como otros aspectos de su cultura. Esto a través de la
referencias hacia elementos de su cosmovisión, como sus dioses o nombres de lugares,
por ejemplo, el chenque – cementerio tehuelche – en el Fragmento 41. Además, a partir
de estas referencias es posible reconocer sentidos hacia el mar, y el viento, como se leyó

106
en el Fragmento 43. Donde estos son personificados y tratados con temor y respeto.
Además, en el caso de la novela “El año tiene nueves meses y una semana” (2008) de
Rosa Gómez Miranda, se relatan una serie de leyendas tehuelches que permiten un
acercamiento a tal cultura, como se mostró en el Fragmento 42.

Cabe mencionar que la cultura tehuelche, de acuerdo al Museo Chileno de Arte


Precolombino (s.f.) se ubicaba al interior de la región de Aysén, es decir, lejos del mar
(Ver Figura 1). Sin embargo, desde la literatura se reconoce que estos tienen un
significado en su cosmovisión, como se mencionó anteriormente. Por tanto, a pesar del
territorio en que sus prácticas predominaban, su sentido del espacio parece abarcar una
escala mayor.

Figura 3. Mapa sobre ubicación pueblo originario Tehuelche.


Fuente: http://chileprecolombino.cl/pueblos-originarios/tehuelche/ambiente-y-localizacion/

En síntesis, la memoria indígena se orienta hacia un pasado que evoca tantos sus creencias
como el encuentro que resultó en su extinción (Leer Fragmento 42). Se identifica una
intención de no olvidar aquel pasado, proyectando a través de la literatura sus sentidos e
historia. La que por sí misma podría ser una investigación.

107
B. Encuentro con la modernidad: colonización y neo-colonización

Al igual que la memoria indígena, la memoria de la colonización nos habla de un pasado,


pero esta vez no con la intención de visibilizar procesos omitidos, sino con un sentimiento
de nostalgia debido a las transformaciones que el espacio-tiempo de Patagonia-Aysén,
como lugar de ovejeros, ha sufrido. Situación que resulta del encuentro con un proceso
modernizador, que llega a la región transformando tanto su espacios como sus
temporalidades. Por tanto, es necesario tener en consideración esta nueva colonización
para comprender la nostalgia, e incluso impotencia con que se mira este pasado de
lejanías. Además, la memoria de la colonización es una de las más tratadas, ya que es el
origen del actual poblamiento, de manera que este proceso sigue estando presente en las
significaciones del territorio.

En general, la colonización de Patagonia-Aysén se retrata a través de una historia del


espacio – story space – de condiciones climáticas muy adversas, sobretodo considerando
los pocos recursos con que estos nuevos habitantes contaban. Así como un espacio físico
al que se debieron enfrentar, ya que los bosques impenetrables no eran apropiados para el
futuro ganadero de la región. Esto significó desarrollar una serie de prácticas que
permitieron llevar a cabo la transformación de este espacio, convirtiéndolo en campos
para las estancias. Pero estas prácticas se extendieron desde el ámbito económico y le
dieron sentido al espacio vivido por los colonos y colonas. Así ser pionero o pionera era
una especie de identidad, y no sólo un oficio. Situación ampliamente abarcada en la
literatura de la región para el período considerado.

De esta manera, movilizarse a caballo, tener un campo con animales, tener un perro
ovejero, mantener un fogón en la vivienda – rancho (Leer Fragmento 2) – tomar mate para
aquerenciarce a la Patagonia, cruzar el alambre, pallar en Patagón, jugar partidos de
truco, y otras prácticas, le han dado un sentido al espacio de Patagonia-Aysén que
trasciende hasta la actualidad. Sin embargo, debido a la llegada de la globalización a la

108
región, también se insertaron otros elementos que han transformado el espacio vivido y
sus sentidos. Como se mencionaba en el capítulo anterior, ahora el ganado no se moviliza
guiado por los ovejeros – humanos y animales no-humanos – sino que se hace mediante
camiones, evidenciando la búsqueda de “eficiencia”. Pero estas comodidades parecen no
ser aceptadas como tales por todos. De acuerdo a la narrativa y poesía, aun es posible
encontrar cacharritas leñeras (Leer Fragmento 29), al mismo tiempo que se ven Jeeps.

Además de las prácticas mencionadas, también hay cambios en el espacio mismo, como
se leía en el Fragmento 31, donde el hablante lírico pide a aquellos que aún tienen tierras
heredadas de sus abuelos, que nos las vendan, para así conservar la tradición. Esta
situación, junto a la llegada de afuerinos (Leer Fragmento 28) se comprende debido al
proceso de neo-colonización expuesto por Núñez et al. (2014), que explica como la
propiedad de la tierra de Aysén ha cambiado en nombre de la conservación de la
naturaleza, además de traducirse en la presencia de un nuevo habitante; el neo-colono.
Este discurso derivado del desarrollo sustentable no considera las prácticas descritas en
el párrafo anterior adecuadas para este nuevo desarrollo. Pues hace una crítica a la
prácticas del período de colonización en cuanto a la manera de generar los campos, como
se mencionaba en el Fragmento 24:

“Hay muchos que dicen que algunos fueron malos


que quemaron todo sin mirar nada
yo le preguntara a esos hombres sabios
qué habrían hecho ellos para hacer sus campos”

Por tanto, es importante comprender que las prácticas pioneras responden a los recursos,
conocimientos e intereses de otro espacio-tiempo, en el que el futuro de la región era a
través de las actividades mencionadas. Mientras, que el futuro desde el espacio-tiempo
actual plantea la conservación de estos espacios, es decir, no transfórmalos.

Esta forma de orientarse al futuro se puede comprender mediante el reciente discurso de


“Aysén, Reserva de Vida”, planteado en el Capítulo II por Núñez, Aliste y Bello (2016),

109
que presenta a Aysén como un espacio que se debe conservar por su pasado prístino, sin
intervención humana, que debe ser preservado. Pero al mismo tiempo que valora el
pasado, que sea Reserva de Vida también se orienta hacia el futuro, pues es una Reserva
para aquellas futuras generaciones. De esta manera, existe una comunicación entre las
temporalidades que orientan el espacio-tiempo, y memoria de la región. A partir del
pasado se orienta el futuro.

Junto a estas transformaciones, como se reconoció en el capítulo anterior, también han


cambiado los habitantes. A partir de los personajes que protagonizaban los diferentes
textos se reconoce que en esta memoria del progreso aparece el afuerino, y también el
turista. El primero parece tener más impacto en el espacio vivido de la región, pues ha
llevado consigo sus propias prácticas y sentidos. Por ejemplo, se menciona la movilización
en vehículos motorizados, por tanto las ciudades se adecuan a estos cambios y las calles
son pavimentadas, pero dejan de ser las más apropiado para los caballos, como se relataba
en el Fragmento 58:

“pero entrando a la ciudad


por ese piso de cemento,
mi amigo para qué el cuento
mi yegua entró a zapatear.
Saltaba de un lado a otro”

Además de sus prácticas en el espacio, también trae transformaciones en cuanto al


lenguaje, como se mencionaba el Fragmento 28 por uno de los poetas que presentan sus
composiciones en “Poesía popular en la Trapananda” (2014):

“se nos camufla el lenguaje


por la globalización”

También Coñuecar hacía referencia a un lenguaje spanglish, como resultado de los


“yanquis que llegaron a la luna chilena” (Leer Fragmento 33). De manera que aquel
lenguaje referido a las prácticas del campo, como comentaba el protagonista de “El año

110
tiene nueves meses y una semana” (2008) de Rosa Gómez Miranda, con frases que hacían
referencia a los animales, y que tenían nombre para una cocina distinta – el fogón – deja
de utilizarse al mismo tiempo que las cotidianidades de los colonos y colonas también van
siendo limitadas.

Es relevante mencionar que junto a la llegada de afuerinos también existe una emigración,
o cambio en los hábitos de los hijos y nietos de estos pioneros. En la novela “Ventana al
sur” (2007) de Enrique Valdés, el protagonista se dirige a Valdivia a estudiar y luego no
regresa hasta que su padre enferma. También en la novela estudiada de Rosa Gómez
Miranda, el protagonista comentaba que los padres de su amigo Arturo quieren otro vida
para él debido a que ser campesino es muy sacrificado (Leer Fragmento 47), incluso el
hermano del protagonista se encuentra viviendo en Santiago debido a sus estudios. Por
tanto, no es sólo el afuerino ha participado en que la tradición, en cuanto espacios y
prácticas, se pierda, sino también aquellos descendientes de colonos y colonas, como
consecuencia de las dificultades para mantener el modo de vida de sus padres y madres, o
abuelos y abuelas.

De esta manera, surge un espacio Patagonia-Aysén compuesto de múltiples espacios que


no terminan de hacerse, así como menciona Massey (2005) en cuanto a la simultaneidad
de historias-hasta-el-momento. El espacio-tiempo del período en que llegaron los
pioneros y pioneras a la región, creando tradiciones, y prácticas con el propósito de lograr
cierto futuro, se proyecta ahora desde y hacia el pasado a través de una memoria que ha
predominado en la región, que evoca un espacio-tiempo que no corresponde a las nuevas
dinámicas globales. Esto al mismo tiempo que existe una neo-colonización, que se enfoca
al futuro, definiendo prácticas orientadas a la conservación de la naturaleza. Es decir, hay
una multiplicidad y simultaneidad de historias-hasta-el-momento de Patagonia-Aysén.

Cabe destacar, y reiterar, que pese a esta multiplicidad de espacios, desde la literatura se
han reconocido ciertas generalizaciones que permiten un acercamiento a la comprensión

111
de este complejo espacio Patagonia-Aysén. Entre estas están las memorias tratadas en este
punto; la memoria pionera y la memoria del progreso. La primera, se remite al pasado,
orientando su memoria a aquel espacio-tiempo de esfuerzo y valentía por hombres,
principalmente. Situación que en el capítulo anterior se destacó, pues se reconoce una
invisibilización de la mujer en el proceso de colonización. En la mayoría de los textos
estudiados que hacen mención de la mujer – en muchos no se menciona – esta es
presentada como aquella que acompaña al pionero:

Fragmento 61:
“Hansel y Gretel” en “Con la muerte en la cartera” (2003) de María Isabel Quintana

“El invierno se presentó inusualmente temprano.


En la enorme mansión hacía casi tanto frío como afuera. (…)
La familia y el personal emigraron cuando aún era factible hacerlo. Se llevaron
unos pocos animales, algunos provisiones y partieron. El viejo no quiso moverse
y se quedó en compañía de una fiel cocinera con la había compartido penas y
alegrías durante una vida entera” (p.75 y 76)

Sin embargo, en otros se hace referencia directa de su rol en este proceso, que era el mismo
del hombre, e incluso más, pues además de llevar a cabo las mismas laborales, también
era la partera (Leer Fragmento 25 y Fragmento 26):

“que se abrió paso entre el monte


con un machete en mano,
que empuñó el arado
al igual que su hombre,
que ensilló un caballo
que arreó el ganado
que degolló una oveja”

Pero si se reconoce diferencia en cuanto al espacio designado para cada uno. El hombre
es aquel que sale a buscar a los animales, o que va a Argentina (Leer Fragmento 55), sin
embargo la mujer de esta memoria es constantemente presentada en un cuadro espacial
al interior del hogar. Por tanto, es posible identificar Patagonia-Aysén como un espacio

112
masculinizado, mientras que la mujer tiene un espacio más restringido en el hogar. Tal
situación se podría profundizar en una futura investigación.

En segunda lugar está aquella memoria de cambios, de un progreso que borra la tradición,
los oficios y las prácticas producidas desde un espacio-tiempo donde el futuro era distinto.
Por tanto, esta memoria habla de mantener la tradición en un espacio cada vez más
conectado con una red global que inserta nuevos modos de vida, nuevos sentidos. Tal
como se mencionaba anteriormente, los personajes en estos espacios son otros, el ovejero
y su perro ya no están tan presentes, pero si lo está el afuerino, el turista que aparece en
verano, y también habitantes de las ciudades, un espacio diferente al campo y a la costa,
como se vio en el capítulo anterior.

Por tanto, se reconocen Aysenes que evocan pasados y futuros, orientando la memoria
hacia aquellas prácticas que buscan mantener o promover. Pero co-existen, y ambas
participan en darle significaciones a este territorio; es Reserva de Vida al mismo tiempo
que es campo de ovejeros, de pioneros que viven en sus ranchos con sus cotidianidades.

II. Espacios horizontales

En el enunciado anterior se evidencia como Patagonia-Aysén se compone de diferentes


memorias, por ende considera diferentes espacialidades y temporalidades que en conjunto
resultan en un territorio diferenciado del resto del país. Pero tal como se compone de
diferentes orientaciones hacia el pasado y el futuro, también el espacio como tal tiene su
propia orientación. A partir de la literatura estudiada, se presenta un espacio-tiempo, un
espacio de la historia, que se orienta en un sentido más bien horizontal. Los relatos
proyectan un espacio cuya dirección va desde el oeste al este, o viceversa. Mientras el
sentido norte-sur, y la comunicación con el norte – Chile – es de manera diferenciada
según el espacio-tiempo desde el que se narre, o se haga referencia, pero en general no se

113
reconocen prácticas que respondan a un desplazamiento, o sentido del espacio, orientado
verticalmente.

En el caso de las Otras fronteras el espacio cultural es compartido con la Patagonia


argentina, y las prácticas se realizan hacia aquel lado de la Patagonia, como se leía en el
Fragmento 12; al otro lado del alambre. También en “Cuestión de límites” de Carlos
Aránguiz retrata como estos límites administrativos hacen caso omiso del límite cultural,
pues la línea imaginaria termina por ser dibujada al medio de una casa, cuyo dueño no
responde a ser chileno ni argentino, como una forma de protesta por dividir un espacio
que para él es uno solo (Leer Fragmento 19):

“Y fue en acto de premeditada rebeldía, colmada su paciencia (…), que Lindor Vargas
decidió poner su cama justo al medio de la habitación, por donde se suponía que
pasaba la línea fronteriza invisible hasta para su conciencia”

Por tanto, se evidencia un sentido horizontal del espacio patagónico compartido con
Argentina, que incluso parece cuento (Leer Fragmento 17) en algunas localidades debido
a las características geomorfológicas del territorio. Es decir, el espacio de representación
de Patagonia-Aysén desde la literatura estudiada, es un espacio que se orienta
horizontalmente.

Sin embargo, la pertenencia a la nación Chile parece sí tener un sentido vertical como el
resto del país. Para comprender esta idea, primero se debe tener presenten que el sentido
de ser chileno o chilena no está ausente en aquellos patagones que cruzan el alambre para
abastecerse con lo necesario, o para compartir con otros patagones que realizan
actividades similares. Sino que el motivo de estar ahí es justamente la nación. Como
mencionaba “Don Faustino, un ovejero de la Patagonia Chilena” (Leer Fragmento 3),
están ahí hacer patria, sin importar lo que pasa en el norte – Chile – aun cuando parezca
otro planeta:

114
“¡Nada! ¡Usted está aquí para hacer patria, sin pensar en ninguna cosa de allá por el
norte!.”

De esta manera, se reconoce que al referirse a un sentido de territorio de acuerdo a la


nacionalidad el espacio adquiere una visión vertical, al norte de Patagonia-Aysén está
Chile, la patria. Pero cruzando el alambre, o la frontera invisible – hasta para la
conciencia – es donde se llevan a cabo las prácticas, donde el espacio se llena de
significaciones territoriales que están fuertemente relacionadas a la colonización.

Cabe destacar que estos sentidos de horizontalidad y verticalidad nacional son


principalmente reconocidos desde una memoria pionera, pues desde la memoria del
progreso los temas tratados varían, las fronteras ya no son tan relevantes como lo eran en
un espacio-tiempo de colonización, en que la nación era otro planeta. Desde la memoria
del progreso se habla más bien de una conexión con el resto del país, y con el mundo. Esto
como consecuencia de mejoras en la accesibilidad, por ejemplo, a través de la Carretera
Austral, que también pasó a convertirse en un medio de conexión con el mundo por el
enfoque al turismo que a este paisaje resultante se la ha asignado. Sin embargo, como se
mencionó con anterioridad, Patagonia-Aysén son espacios-tiempos que aun se están
haciendo, no son espacios terminados – no existen tales espacio de acuerdo a Massey
(2005) – por tanto co-existen estos sentidos, no se excluyen entre sí. Entender el espacio
en sentido horizontal, es al mismo tiempo que se entiende en una orientación vertical.

Desde las significaciones territoriales identificadas como territorios de particularidades


sí se reconoce una horizontalidad más definida. Patagonia-Aysén se presenta como una
multiplicidad de espacios que parecen variar a medida que las características
geomorfológicas van variando desde la costa hacia la frontera. Pero a esto se añaden las
memorias, con sus sentidos también diferenciados en el espacio tiempo. De esta manera
al interior de la región, donde las fronteras administrativas son más difusas, hay un espacio
caracterizado por un sentido de ser campesino, ser ovejero debido a que es el espacio que
se utilizó para tales prácticas y se transformó junto a sus habitantes dando una espacialidad

115
de colonialización, pero que ha medida que se ha integrado al proceso de globalización, y
desarrollo sustentable, se ha transformado en un espacio que responde a una neo-
colonización enfocada a la conservación de las áreas naturales. Situación que resulta en
un espacio simultáneo al anterior.

116
Capítulo VI: Conclusiones

Considerando el giro cultural y espacial, la literatura ha mostrado ser una fuente de


información relevante al momento de abarcar aspectos cotidianos o relacionados a las
percepciones o sentidos sobre el espacio por parte de quienés lo habitan. Esto porque la
literatura es un reflejo no sólo del autor, sino de su contexto entendido como un espacio-
tiempo en particular que responde a ciertos valores. De esta manera, este espacio de
representación, imita o proyecta aquella representación del espacio en que se inserta el
autor, pero también está presente otra representación del espacio que corresponde a
aquella donde el lector se encuentra.

Desde la literatura de este estudio se reconoce el planteamiento desde la geografía literaria


en cuanto a que cada texto es en sí un evento que surge por la interacción de múltiples
agentes (Hones, 2008). Se reconoció una serie de eventos diferentes, a partir de cada autor
y su contexto, así como desde la posición del lector en cuanto a cercanía temporal y
espacial con los espacios narrativos y líricos leídos. Además, cada vez que un texto es re-
leído surge otro evento, pues la trayectoria del lector ha cambiado.

En cuanto a la literatura de la región, se concluye que no es posible hablar de una literatura


patagónica, o aysenina, tal como plantea Mellado (2015b), pues no existe un
determinismo en cuanto a las temáticas, o estilo de escritura por pertenecer a cierta región.
En el trabajo de investigación se reconocieron textos literarios que se refieren a espacios
narrativos, temporalidades y sentidos que no responden necesariamente al espacio desde
el que se crean. Debido a esto es que se seleccionó la literatura que se refería
explicitamente al espacio-tiempo en estudio, con el fin de evitar malinterpretaciones.

Se identificó que Aysén es en realidad Aysenes, debido a que existe una multiplicidad de
espacios con significaciones territoriales que varían desde este-oeste en el espacio, pero

117
que también se mezclan con diferentes temporalidades que se proyectan desde el pasado,
o el futuro. Dando como resultado una pluralidad de sentidos territoriales. Así se
reconocieron Otras fronteras, Memorias y Territorios de particularidades. Cada una de
estas significaciones a su vez se compone de una serie de sentidos que no son estáticos en
la medida que varían en el espacio-tiempo. Esto considerando que el espacio en sí es
múltiple, simúltaneo y no se termina de hacer.

Las significaciones territoriales de la región están principalmente relacionadas a las


memorias que participan de la producción del espacio: memoria pionera, memoria del
progreso y memoria indígena. Estas se proyectan en el espacio dandole sentido a partir
de un espacio-tiempo que ya no está, que se está transformando o que ha sido
invisibilizado. Pero que, al igual que las otras significaciones territoriales, todas estas co-
existen en el conjunto de Aysenes, aunque algunas predominan en ciertos espacios por
sobre otros. Aunque en general hay significaciones territoriales en común, todas nos
hablaron de un espacio complejo para vivir, pero cuyo proceso de transformación terminó
por dar un sentido también personal.

En conclusión, Aysenes son espacios de encuentros, al mismo tiempo que surgen por el
encuentro de temporalidades y sentidos que se orientan en diferentes direcciones. Aysenes
son espacios múltiples y simultáneos, y que constantemente se transforman, por lo que
intentar comprenderlos como si sólo existiese una única Patagonia-Aysén es negar todos
los procesos que se han llevado a cabo en la región.

118
Capítulo VII: Anexos

Anexo 1: Lecturas textos literarios


Autor Obra Año
Aránguiz, Carlos La condesa de la Patagonia 2008
Cuentos de la Carretera Austral 1999
Cuentos bioceánicos 1997
Casas, Jaime Delirium tremens 1999
Decker, Carina Acuso recibo 2013
El bigote y otros cuentos 2011
Aysén: letras al viento 2004
Gómez, Rosa El año tiene nueve meses y una semana: de la tiza al 2008
plumón
Mansilla, José Relatos en el sur de Aisén 2000
Chilpén 2002
El Paraguas 1996
Poesía popular en la trapananda 2014
Ibar, Eusebio Cantos a Aisén 2002
Quintana, María Isabel Con la muerte en la cartera 2003
El último dinosaurio y otros cuentos 1999
Valdés, Enrique Ventana al sur 2007
Coñuecar, Ivonne Adiabática 2009
Catabática 2008
Ocqueteaux, L Manzanas robadas: poemas 1992
Cheuqueman, Joaquín Por la corriente del Baker 2010
Aún es tiempo 1997
Ruíz Aguilar, Edith Un velero gris y azul del amor 1994
Este decir comienza en la Patagonia, y otros cuentos 2000
Sanhueza, Eleodoro Hojas de blanco 2003
Alvarado, R y Cadagán, A El regreso del pasado en la memoria del poblador 2006
lagoverdino
Osorio, Mauricio Quemar las Alas 2013

119
Capítulo VIII: Bibliografía
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aislamiento en Aysén: discurso estatal y aislamiento como territorialidad. En A. Núñez,
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