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LA TEORÍA DE LO SUBLIME

Desde Longino a Kant


Robert Doran

LA TEORÍA DE LO SUBLIME
De Longino a Kant
Doran, Robert
La teoría de lo sublime: de Longino a Kant / Robert Doran.- 1a
ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Prometeo Libros, 2021.
370 p. ; 23 x 16 cm.

Traducción de: Luisa Fernanda Lassaque.

ISBN 978-987-574-931-3

1. Estética. 2. Filosofía. 3. Historia de la Cultura. I. Lassaque,


Luisa Fernanda, trad. II. Título.
CDD 306.09

Diagramación: Patricia Bulla


Corrección de galeras: Marina Rapetti

© De esta edición, Prometeo Libros, 2021


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Colección: Historia y Teoría

Directora: Verónica Tozzi


La reflexión teórica y filosófica en torno a la historia está atravesada
tanto por la diversidad de problemas, como por la de disciplinas afi-
nes que aspiran a solucionarlos. En este último sentido nos veremos
conducidos a visitar las consideraciones elaboradas en el ámbito de
la filosofía –incluidas la teoría del conocimiento, la filosofía política,
la antropología filosófica y la metafísica–, la teoría social, la crítica
literaria así como también desde el riñón de la propia historia –es-
pecíficamente en sus ramas nominadas historia intelectual, historia
de las ideas, historia conceptual, historia de la historiografía, por
nombrar algunas. En el campo concreto de la filosofía de la historia
nos encontramos con una primera división disciplinar, introducida por
el filósofo británico de la historia William Henry Walsh, entre una
rama substantiva, orientada a la búsqueda de un plan del devenir
de los acontecimientos humanos, y, una rama crítica, enfocada en las
cuestiones que preocupa a la historia académica a la hora de abordar
un objeto (el pasado) ausente.
La primera analiza la posibilidad de que la historia de la hu-
manidad como un todo tenga algún sentido, pauta o propósito. Su
preocupación reside en la posibilidad de concebirnos como parte de un
desarrollo moral y epistémico progresivo. En su rama crítica (denomi-
nación tomada de Raymond Aron) se interesa sobre todo en el status
del conocimiento producido por la comunidad historiográfica acerca
del pasado. Concretamente se ocupa de los problemas de la verdad, la
objetividad, la relación entre descripción y valoración, la comprensión
o explicación y la cuestión de la realidad del pasado, etc. Todos estos
problemas están estrechamente relacionados y la postura que tomemos
en alguno de ellos puede involucrar compromisos en los otros. Asociada
a esta división en el campo filosófico, contamos también con la distin-
ción entre la propia reflexión filosófica (sea especulativa o crítica) y la

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tarea concreta de la historia disciplinar interesada solamente en la
reconstrucción de lo que de hecho sucedió.
Esta aparentemente armónica división de tareas fue trastocada
en la segunda mitad del siglo pasado. Será la denominada Nueva
Filosofía de la Historia la encargada de concentrar todos los desafíos
a las divisiones disciplinares. En primer lugar, a la distinción entre
filosofía crítica y filosofía sustantiva, puesto que, la concepción que
tengamos de la investigación histórica no es independiente de concep-
ciones sustantivas acerca del devenir histórico y la agencia humana.
En segundo lugar, se pone en cuestión la separación jerárquica entre
la historia académica –que busca la verdad en sí– como autoridad
sobre el pasado y las representaciones populares o comunitarias del
pasado vivido –atadas a intereses prácticos y no puramente cognitivos.
La proliferación de nuevas maneras de representar el pasado en los
ámbitos de las políticas de la memoria, de los reclamos poscoloniales,
multiculturales, feministas y queer de nuevos actores históricos dispu-
tan directamente la autoridad de la historia académica sobre el pasado
poniendo en cuestión la transparencia de sus protocolos discursivos. No
solo se muestra que no hay transparencia ni neutralidad en el lenguaje
historiográfico, por el contrario, los mensajes transmitidos son efecto
de decisiones estilísticas, sino que además nuevos soportes, nuevos
formatos, tomados de las artes y la literatura disputan con el discurso
monográfico aséptico de la disciplina la representabilidad del pasado.
La colección Historia y Teoría edita libros dedicados a relevar re-
flexiones sobre el abordaje del estudio y la representación del pasado.
Convoca escritos en filosofía crítica de la historia, filosofía especulativa
de la historia, teoría de la historia, historia de la historiografía, teoría
crítica, filosofía del lenguaje histórico, ontología histórica, historia del
arte, las ciencias y las humanidades, la historia en relación con la teoría
social, las políticas de la memoria, el testimonio histórico, tiempo y
cultura. En definitiva recibe tanto obras que reflexionan teóricamente
sobre la historia como reflexiones en diversos campos disciplinares: la
ciencia, la teoría social, la política, las políticas de la identidad, o las
artes, que exigen reflexión al asumir su status histórico.
Índice

Índice ...................................................................................... 9

Prólogo ................................................................................... 13

Agradecimientos ................................................................ 25

Abreviaturas y traducciones ....................................... 29

Introducción ......................................................................... 31

Primera parte
Longino y su teoría de la sublimidad ..................... 59

Capítulo 1. La definición de lo sublime en


Longino ........................................................................... 61
1.1 En busca de “Longino” ....................................................... 63
1.2 Longino y la retórica antigua: la sublimidad (hypsos),
el discurso (logos) y la cuestión del estilo ................................ 66
1.3 La experiencia de la sublimidad (hypsos): éxtasis (ektasis),
asombro (ekplêxis), maravilla (thaumasion), y el momento
(kairos) ....................................................................................... 76
1.4 La creación de lo sublime: el genio (la naturaleza) contra
el arte (technê) .......................................................................... 86
1.5 La verdadera y la falsa sublimidad ................................... 91
Capítulo 2. Las cinco fuentes longinianas de la
sublimidad ............................................................................. 97
2.1 La primera fuente de sublimidad: la magnificencia de la
concepción (noêsis) .................................................................... 98
2.2 La segunda fuente de sublimidad: la emoción
vehemente/inspirada (pathos) .................................................. 113
2.3 Las fuentes técnicas de la sublimidad .............................. 121
Capítulo 3. La sublimidad en la naturaleza y en la
cultura según Longino ...................................................... 125
3.1 La magnificencia de la naturaleza .................................... 126
3.2 La sublimidad y la decadencia cultural ............................ 132

Segunda parte
Sublimidad y modernidad ............................................ 139

Capítulo 4. Boileau: el nacimiento de un concepto ... 141


4.1 Boileau y Longino ............................................................... 142
4.2 Boileau y la poética neoclásica: le sublime, le merveilleux
y el je ne sais quoi ..................................................................... 147
4.3 La sublimidad y el honnête homme ................................... 154
4.4 La sublimidad más allá de la retórica: le sublime contra
le style sublime .......................................................................... 157
4.5 La querella del fiat lux: Boileau contra Huet .................... 161
4.6 Boileau y el ideal heroico: el Qu’ il mourût de Corneille .. 167

Capítulo 5. Dennis: terror y religión ............................ 171


5.1 El «delicioso horror» ............................................................ 172
5.2 Una reformulación de lo sublime longiniano: las «ideas
religiosas» y la «pasión entusiasta» ......................................... 174
5.3 Terror e imaginación .......................................................... 181
5.4 La antropogénesis sublime en Dennis y en Vico .............. 185

Capítulo 6. Burke: el individualismo sublime ........... 191


6.1 La cuestión de la “estética” y el legado de Longino .......... 193
6.2 El empirismo de Burke: placer, dolor y deleite ................. 197
6.3 La antropología estética de lo sublime según Burke:
simpatía, mímesis y ambición .................................................. 205
6.4 La sociopolítica de la sublimidad según Burke: el héroe
burgués ...................................................................................... 213
6.5 Terror, poder y religión ...................................................... 217

Tercera parte
La sublimidad de la mente: Kant ............................. 225

Capítulo 7. Lo sublime kantiano en 1764:


Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo
sublime .................................................................................... 227
7.1 Los orígenes de Observaciones ........................................... 229
7.2 Observaciones, de Kant, e Indagación, de Burke ............. 233
7.3 Sublimidad, moralidad y representación literaria ............ 237
Capítulo 8. Lo sublime en Kant y en su Crítica de la
razón práctica ....................................................................... 241
8.1 El papel de lo sublime en la segunda Crítica .................... 242
8.2 El respeto y la ley moral: la analogía estructural entre la
sublimidad y la moral ............................................................... 247
8.3 ¿Moralidad sublime o sublimidad moral? .......................... 253
Capítulo 9. Lo sublime en Kant y en su Crítica del
juicio ........................................................................................ 261
9.1 Juicio de reflexión e intencionalidad (finalidad) de la
naturaleza ................................................................................. 262
9.2 Lo sublime versus lo bello: forma (Form), sentimiento
(Gefühl) y conformidad a fin (Zweckmäβigkeit) ...................... 269
Capítulo 10. La naturaleza juzgada en tanto
magnitud: lo sublime matemático .................................. 283
10.1 Lo simplemente grandioso y lo absolutamente
grandioso ................................................................................... 284
10.2 La apariencia de lo infinito .............................................. 290
10.3 Presentación de lo máximo .............................................. 293
10.4 Lo monstruoso y lo colosal ............................................... 301
Capítulo 11. La naturaleza juzgada en tanto poder:
lo sublime dinámico ............................................................ 304

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Robert Doran

11.1 Macht versus Kraft: hacia una estética de la


resistencia ................................................................................. 306
11.2 El heroísmo virtual ........................................................... 314
11.3 La sublimidad de la guerra .............................................. 318
11.4 La sublimidad de Dios ...................................................... 322

Capítulo 12. Sublimidad y cultura en Kant ............... 327


12.1 Cultura, moralidad y necesidad ....................................... 328
12.2 Lo estéticamente sublime: afectos y estados mentales ... 333
12.3 Lo sublime artificial: las bellas artes, las ideas estéticas
y la presentación indirecta ....................................................... 344

Conclusión .............................................................................. 357

Bibliografía ............................................................................ 363

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Prólogo

Lo sublime revisitado: entre la trascendencia


secular y la crítica cultural
El texto de Robert Doran que aquí se ofrece traducido contiene una
investigación sobre lo sublime que es original en varios sentidos. En
primer lugar, es original porque brinda un tratamiento realmente
profundo y minucioso de las obras que Longino, Nicolás Boileau y
John Dennis dedicaron al tema. De esa manera, el estudio que rea-
liza Doran se aparta del recorrido habitual que tiende a enfocarse
casi exclusivamente en las teorías de Edmund Burke e Immanuel
Kant. También es original porque el abordaje de esos autores es
particular, y ajustado a contexto, pero a la vez organizado en torno
a diversos ejes que articulan las singularidades a partir de rasgos
que se reiteran y perduran a lo largo del recorrido histórico de lo
sublime. Es decir, no propone un análisis localizado y fragmenta-
rio de cada autor como si fuese un momento aislado y separado en
el desarrollo del concepto. Más bien, y en esto reside otro aporte
notable a la discusión, ofrece un hilo conductor para interpretar
las formulaciones de lo sublime de esos autores como ligadas a una
estructura compartida que nos permite leer el derrotero propuesto
desde Longino, pero también desde Kant. Por lo anterior, y porque los
intereses de Doran coinciden en gran medida con los de la historia
intelectual, el libro no contiene un relevamiento histórico tradicional
de todo lo que se escribió sobre lo sublime desde Longino y hasta
Kant, sino un abordaje preciso de aquellos puntos que contribuyen
a mostrar una coherencia interna que fue consolidándose con el
tiempo y más allá de los contextos.
Doran sostiene que, en todos los autores comprendidos por su
investigación, lo sublime se describe como una experiencia dual, y pa-
radójica, de trascendencia secular y subjetiva. La conmoción provocada

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Robert Doran

por el encuentro con un objeto natural o artístico que nos hace sentir
inferiores, pero que a la vez despierta un sentimiento de superación al
reflexionar sobre nuestra nobleza mental, es lo que Doran denomina la
“estructura dual de trascendencia” de lo sublime, y es el tema central
de su análisis. La idea de lo sublime como elevación -muy afín a la
traducción literal del término hypsos que utiliza Longino y al alemán
Erhabene que usa Kant-, o superación de algún obstáculo, se reitera
de diferentes maneras, en diferentes marcos, y de un modo constante y
sistemático. Lo que debe superarse es algún tipo de impedimento físico,
sensible o material, y la superación se logra merced a una reflexión
sobre nuestra fortaleza espiritual, dignidad moral o nobleza mental.
La estructura dual de trascendencia le permite a Doran desarro-
llar, con cierta independencia, otros tres temas afines que, además de
ratificar la coherencia interna y continuidad entre los autores, confir-
man su opinión respecto a que no es necesario recurrir a un principio
externo para sistematizar los discursos sobre la sublimidad. Es decir,
Doran no requiere una teoría extrínseca para organizar su exposición
ni para abonar su tesis sobre la estructura dual de lo sublime; los tres
tópicos que van entrelazando su indagación, y que a la vez respaldan
su interpretación, son extraídos de las propias teorías de lo sublime
de Longino, Boileau, Dennis, Burke y Kant. El primero de esos temas
es la analogía que puede trazarse entre la trascendencia estética que
caracteriza a lo sublime y la trascendencia religiosa. El segundo es la
correspondencia recíproca que existe entre los abordajes retórico-lite-
rarios y los estético-filosóficos de este concepto. Por último, la inter-
pretación que puede hacerse de lo sublime en tanto elemento de crítica
cultural; aunque podría agregarse, a partir de lo que el propio Doran
insinúa, que también es un factor de crítica socio-histórica y política.
Un recorrido por estos temas, mostrando su vinculación con el principal,
brinda una clara perspectiva de la originalidad y las contribuciones
que la investigación de Doran hace a las discusiones sobre lo sublime.
El segundo tema señalado es, a mi juicio, central para mostrar que
existe, por un lado, la continuidad entre teorías que pregona Doran
y, por otro, que lo sublime tuvo un rol medular en el desarrollo de la
estética. El primero y el tercero, además de reafirmar la coherencia
interna, tienen un peso mayor al momento de dar cuenta de la singula-
ridad de esta experiencia, del tipo de trascendencia que supone, de sus
efectos sobre la subjetividad y de su rol crítico en los diversos contextos
en que fue formulado. El tercero, más que el primero, introduce un
nuevo marco para comprender y debatir los alcances de lo sublime en
el contexto contemporáneo. Respetando el orden de importancia que
acabo de introducir, comenzaré entonces por el segundo tema. La tesis
de Doran es que la magnitud e influencia que logró lo sublime durante

14
La teoría de lo sublime

la modernidad depende, en gran medida, de la caracterización que hizo


Longino de ese estilo retórico. Pero no en cuanto tal, sino porque su
descripción de lo sublime rompió las barreras técnico-estilísticas de la
retórica al enfocarse en las virtudes creativas del autor y en los efectos
sobre el receptor-lector u oyente para el caso. Desde la perspectiva de
Doran, la sublimidad que define Longino reside en la nobleza mental,
o magnificencia de espíritu [megalophrosynê], que se requiere para
producir algo excelso y elevado antes que en el discurso producido. De
esa manera, relega a un plano secundario los aspectos tradicional-
mente retóricos, como el estilo discursivo, las técnicas de producción,
la capacidad expresiva del orador, y las características del lenguaje
en que se expresa. Del lado del receptor, el acento está puesto en las
emociones que suscita y en los pensamientos que promueve, antes que
en el juicio o la valoración de una expresión por sus rasgos exteriores
o por su calidad técnico-estilística.
De hecho, Doran afirma que la relación intersubjetiva en la que
Longino considera que se despliega lo sublime es su aporte más signi-
ficativo al desarrollo posterior de este concepto. Tal como interpreta
Doran la teoría de Longino, la sublimidad depende del vínculo que se
establece, a través del discurso, entre la nobleza mental del autor y las
emociones y pensamientos del público. Esa “estructura intersubjetiva
de experiencia” garantiza, por un lado, que se trate de algo verdadera
y auténticamente sublime, corroborado por su valor interno antes que
por su aspecto exterior. Por otro, que tenga un alcance transhistórico,
porque un rasgo distintivo de lo sublime es que perdure en el tiempo y
más allá del contexto. Es decir, tiene una dimensión social compartida
que trasciende lo meramente retórico y evita tanto la exacerbación del
arrebato momentáneo como la primacía de la experiencia individual
y privada. En suma, la teoría de lo sublime de Longino podría inter-
pretarse como una suerte de anticipación al “giro subjetivo” moderno,
como un prolegómeno a los juicios estéticos dieciochescos y como un
atisbo de categoría antropológica con alcances críticos y socialmente
significativos.
En la introducción que hace Boileau de su traducción al francés del
texto de Longino, en 1674, se completa el divorcio de lo sublime con lo
estrictamente estilístico y retórico. De un modo explícito, Boileau dis-
tingue a lo “sublime” del “estilo sublime”, aclarando que algo puede ser
sublime sin estar escrito de un modo sublime. En otras palabras, una
obra puede someternos, transportarnos y elevarnos, un discurso puede
manifestar la sublimidad, o transmitirla, sin recurrir a composiciones
altisonantes ni tener rasgos estilísticos sublimes. Doran entiende que,
al profundizar la distinción iniciada por Longino, Boileau realiza un

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Robert Doran

corte decisivo entre el estilo sublime y lo sublime como concepto estético


y crítico. La contribución de Boileau, en consecuencia, ya no se reduce
a traducir a Longino e introducirlo en la discusión entre antiguos y
modernos. Para Doran, la introducción que escribe Boileau es parte de
las teorías de lo sublime. Más aún, su intervención marca un punto de
no retorno, ya que lo sublime deja de responder a las reglas técnicas
y poiéticas para vincularse con los sentimientos y las experiencias de
quien se ve arrebatado y sorprendido.
Según el autor, Boileau establece, al mismo tiempo, una continui-
dad y una ruptura respecto a la teoría de Longino. Existe continuidad
porque la garantía de lo sublime reside en la nobleza mental de quien
produce la obra, aunque siempre en conjunción con el estado de ánimo o
disposición que suscita en el público. La ruptura, por su parte, es fruto
de la continuidad, porque la megalophrosynê de Longino se transforma,
en manos de Boileau, en la grandeza espiritual del honnête homme (del
hombre honesto, de honor). De esa manera, Boileau reacomoda el ideal
de héroe longiniano, de carácter noble y aristocrático, a la incipiente
burguesía francesa de fines del siglo XVII. Incluso con cierta nostalgia,
Boileau reconoce que la nobleza del guerrero, devenido en cortesano,
ahora se encarna en el hombre honrado y cultivado. En algún sentido,
el retroceso de la nobleza aristocrática se compensa con el “proceso
civilizador” que implica el ascenso de la burguesía. De hecho, en una
afirmación temeraria, Doran sostiene que, al asociar a lo sublime con
una categoría social en ascenso, como lo era la burguesía, Boileau an-
ticipa el rasgo “democratizante” [democratizing] que tendrá lo sublime
en la estética dieciochesca.
Este último punto se relaciona con el tercer subtema que aborda
Doran a lo largo del texto, el rol de lo sublime como concepto crítico,
sobre el que volveré hacia el final. Respecto al primero de los subtemas,
Doran considera que lo sublime siempre transitó una difusa frontera
entre lo secular y lo sagrado, ofreciéndose incluso como un “análogo
estético” de la experiencia de trascendencia religiosa. El origen de esta
ambigua relación se remonta al propio Longino, quien cita un pasaje
de la Biblia como ejemplo de sublimidad. Se trata del bien conocido
fiat lux (“hágase la luz”), del Génesis, que ilustra la magnificencia en
la concepción. Esa cita bíblica, la única en el tratado de Longino, es
explotada al máximo por Boileau. De hecho, la referencia a ese pasaje
es el único ejemplo de sublimidad traído a colación por Boileau en su
introducción a la traducción de Longino. Doran entiende que la mención
del fiat lux tiene una importancia estratégica para Boileau en varios
sentidos diferentes: en principio, es un excelente ejemplo de expresión
simple, sin altisonancias, que evoca lo sublime; en segundo lugar,
muestra que la sublimidad es análoga a la trascendencia religiosa,

16
La teoría de lo sublime

porque hace referencia a la divinidad pero también porque tiene algo


de divino la expresión misma; y tercero, porque a partir de ese pasaje
le atribuye al propio Longino la intención de mostrar continuidad en-
tre la literatura religiosa y la secular al nivel de los efectos estéticos
sobre el lector. Esto último le generó problemas a Boileau, pues tuvo
que resistir los embates de Pierre-Daniel Huet, para quien resultaba
inconcebible utilizar un pasaje de las sagradas escrituras para ejem-
plificar un estilo meramente retórico, y por ello demasiado prosaico,
como lo sublime.
Desde una perspectiva diametralmente opuesta a la de Huet, e
incluso dando un paso más allá de Boileau, John Dennis lleva hasta
el extremo la vinculación entre lo sublime y lo sagrado. Con el Paraíso
perdido de Milton como estandarte, Dennis defiende la idea de que
no es necesario recurrir a los poetas profanos, como Homero, ni a los
escritores proto-cristianos, como Longino, ni a las sagradas escrituras,
como lo hace Boileau, para encontrar una obra secular y sublime pero
atravesada por ideas religiosas. De hecho, Milton no solo es el más
grande poeta inglés, también lo es respecto a los antiguos, porque
está inspirado por las ideas más nobles y grandiosas, que siempre son
religiosas, y porque sus personajes son figuras extraídas de la tradición
cristiana, las cuales generan el mayor impacto emocional en los lectores.
La estructura dual de lo sublime, que enmarca toda la investigación de
Doran, en Dennis se hace patente en dos cuestiones centrales: por un
lado, en este paralelo que traza entre lo religioso y lo secular, pues en
ambos casos se trata de escrituras que pretenden provocar un efecto
emocional desestabilizador, una conmoción que nos haga sentir nuestro
propio poder. Por otro lado, pero muy atado a lo anterior, la idea mis-
ma de un placer complejo, de un “horror delicioso” [delightful horror],
instaura un rasgo distintivo para lo sublime de Burke y Kant. Hay un
gran mérito en la investigación de Doran al desarrollar la teoría de
Dennis y al darle un lugar en el eje que estructura su investigación;
pues, generalmente, las referencias a ese autor se restringen a decir
que fue quien acuñó el término “horror delicioso”, sin profundizar
demasiado en el marco en el que introduce esa idea.
La concepción de lo sublime como una experiencia atada a una
sensación placentera indirecta o negativa, que sobreviene a un primer
momento de peligro, dolor o terror, se vuelve central en las teorías de
Burke y Kant. Doran entiende que eso ocurre porque en ambos autores
persiste alguna relación entre lo sublime y lo sagrado; y que, sobre todo
en Burke, pueden hallarse referencias veladas a Dennis. De hecho,
en ambos el paradigma de la sublimidad en la literatura sigue siendo
Milton. Pero además, Burke coincide con Dennis en llamar deleite
[delight] al tipo particular de placer que va asociado a lo sublime, una

17
Robert Doran

satisfacción que surge ante la cesación de un pesar. Un ejemplo de ello


es el “temor sublime” que siente el cristiano ante la omnipotencia de
Dios. Otro es el que generan reyes y dirigentes políticos, ante los que
suele experimentarse, según Burke, un temor reverencial. En la teoría
de Kant, por su parte, existen numerosas referencias a la divinidad
en el marco de la “Analítica de lo sublime” de la tercera Crítica. El
problema que tiene Kant frente a la sublimidad de Dios es doble: por
un lado, no puede aceptar que se manifieste en el poder destructor de
la naturaleza, como huracanes y terremotos, porque interpretar esos
fenómenos como manifestaciones de la ira de Dios le parece supersti-
cioso y primitivo; pero tampoco puede ubicarlo dentro de las cosas que
tienen un poder avasallante sobre nosotros, frente a las cuales solo
cabe ofrecer una resistencia moral, porque eso implicaría entrar en
un conflicto ético con la omnipotencia divina. Kant evita el absurdo,
y también el sacrilegio, recordando que en su teoría la sublimidad no
está contenida en ninguna cosa de la naturaleza, sino solo en nosotros
mismos. Así, solo si reflexionamos sobre nuestra propia sublimidad,
mental o espiritual, podremos apreciar la sublimidad divina. Doran
afirma que esto establece una correlación directa entre la experiencia
religiosa y la experiencia de la sublimidad, puesto que ambas dependen
de un juicio libre y desinteresado que seculariza la mirada sobre la
naturaleza y su poder.
El último de los subtemas, el rol de lo sublime como concepto crítico
de la cultura, además de ser un tópico realmente poco trabajado hasta el
momento, como señala Doran, representa una notable contribución del
autor para explicar el creciente interés que lo sublime fue adquiriendo
en las discusiones actuales sobre los, así llamados, acontecimientos
límite, traumáticos o de ruptura (en la historia, el arte, la conforma-
ción de identidades, la tecnología, etc.). La tesis de Doran, indicada
antes en relación a Boileau, consiste en interpretar a lo sublime como
un punto de quiebre en la transición de las sociedades jerárquicas
tradicionales a un marco más democrático que se caracteriza por el
progresivo ascenso de la burguesía y su posterior consolidación como
clase social dominante. La ampliación en los alcances de lo sublime,
desde lo estrictamente retórico a lo estético en general, y la seculari-
zación de la trascendencia religiosa que implica, se engarzan con la
progresiva independencia que la burguesía va adquiriendo frente al
poder de la nobleza y los gobiernos aristocráticos. Aunque este pro-
ceso tampoco es llano ni unidimensional, ya que también presupone
una estructura dual: por un lado, la burguesía en ascenso se apropia
de la magnificencia mental que antes era potestad de la aristocracia
gobernante o de los héroes militares; pero por otro, esta suerte de
“democratización” de la antigua mentalidad heroica es recibida con

18
La teoría de lo sublime

cierto recelo, expresado en una posición que oscila entre la nostalgia


por un mundo de valores perdido y la esperanza de canalizar el ímpetu
beligerante hacia el comercio y el progreso moral.
En rigor, la conexión entre la denuncia por la decadencia del
antiguo régimen y la apuesta por el progreso moral de la humanidad
no aparece de un modo explícito en el texto de Doran, aunque puede
entreverse. La clave para esta interpretación reside en la intersección
entre dos rasgos salientes de la estructura dual y trascendental en la
que se enfoca su análisis. Para Doran, lo sublime habilita, por un lado,
la posibilidad de tener una experiencia estética de trascendencia, con
una estructura similar a las experiencias religiosas, pero en el plano
secular. Por otro, presupone una elevación o superación de un peligro
potencial, pero sin enfrentarnos realmente con la fuerza destructiva
de una catástrofe natural ni con un ejército enemigo en el campo de
batalla. En el marco de esa dualidad, el hombre honesto de Boileau,
el burgués con mentalidad comercial y competitiva de Burke, o el
hombre culto e ilustrado de Kant, reclaman para sí una especie de
“heroísmo virtual” encarnado en la experiencia de lo sublime. Esto es,
una capacidad para resistir y superar algo temible o doloroso -como el
poder destructor de la naturaleza, la guerra o la omnipotencia divina-,
merced a una reflexión sobre la propia superioridad mental-moral.
Doran introduce la idea de la “virtualidad” para describir lo que otros
autores denominan “distancia estética”.
Este tipo de distanciamiento es una condición específica de lo
sublime que puede verse claramente en la idea de Addison de con-
templar el peligro, en una descripción o en una representación, con la
misma curiosidad y satisfacción con la que contemplamos un “monstruo
muerto”. En otras palabras, el requisito consiste en establecer una
mediación estética entre lo potencialmente destructivo y la integridad
del propio sujeto. También podría interpretarse como una forma esté-
ticamente situada del “como sí”, para evitar el real y verdadero dolor,
ante el cual el sujeto se derrumbaría y se perdería la posibilidad de
experimentar lo sublime. Esto cobra aún más sentido si se tiene en
cuenta que en la teoría de Burke lo sublime se vincula con la autopre-
servación [self-preservation] y en la de Kant con la autoconservación
[Selbsterhaltung] del sujeto. De hecho, el apartado que Doran dedica
al heroísmo virtual en Kant, enmarcado en su abordaje de lo “sublime
dinámico”, realmente aporta una perspectiva de análisis fecunda y
novedosa. El punto central en la interpretación que hace Doran de lo
dinámicamente sublime es la situación paradójica en la que nos pone
un poder que nos amenaza y estremece, por ser superior a nosotros,
pero que al mismo tiempo no tiene un verdadero dominio ni representa
un serio peligro para nuestra integridad.

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Robert Doran

El temor verdadero, el peligro real, anulan el placer estético, por


eso hay que recurrir a una suerte de “proyección virtual”, a un subter-
fugio del pensamiento que nos permite concebir el poder superior “como
si” representase una verdadera amenaza, aunque en rigor no sea tal.
Para lograr ese cometido, es necesario establecer una separación entre
nuestro “ser físico” y nuestro “ser moral”. Así, en lo sublime dinámico
asumimos las limitaciones y la impotencia física ante un poder que
nos sobrepasa, pero al mismo tiempo descubrimos una capacidad de
resistir y superar ese poder y la amenaza que representa. Tomamos
consciencia de nuestra dignidad y determinación moral, eso nos revela
nuestra independencia respecto al poder de la naturaleza y su fuerza
destructiva. Sin sumergirse en los debates sobre la relación puntual
entre lo sublime y la teoría moral de Kant, Doran afirma que el “valor
moral” surge en circunstancias como las que plantea una experiencia
de lo sublime. Esto es, en situaciones de extrema adversidad en las que
se revela nuestra fortaleza mental, nuestra “predisposición heroica”,
ante un impedimento u obstáculo que hace patente, por un lado, que
no podemos permanecer atados a la dimensión física; por otro, que
tenemos dignidad en tanto personas y que nuestro verdadero valor se
encuentra en el desarrollo de la racionalidad práctica, sobre todo. No
obstante, aclara Doran, todo esto sin que el “esteta burgués” ponga ver-
daderamente a prueba su capacidad de acción heroica. La experiencia
de lo sublime nos libera de las ataduras y limitaciones de nuestro ser
físico; pero nunca llega a ser una revelación de la libertad en sentido
trascendental, porque la experiencia estética no determina la voluntad.
Tampoco llega a ponernos cara a cara con el peligro, porque solo se
trata de una proyección virtual.
En el sistema kantiano, el rol crítico de lo sublime reedita la es-
tructura dual y la posición ambigua frente a los cambios de época que
se vislumbraba en Longino, Boileau y Burke. Por un lado, según se
expuso en los párrafos anteriores, prevalece la idea de una elevación,
que a la vez es una liberación, del burgués ilustrado merced a una
predisposición mental heroica que le permite soportar y superar las
limitaciones del ser físico. Pero por otra parte, Doran se detiene a ana-
lizar los comentarios de Kant sobre la guerra y la figura del guerrero,
en los que se desliza una crítica al “mero espíritu comercial” que se
instala luego de un largo período de paz. Una paz duradera tiende a
instaurar la avaricia, el egoísmo y cierta “blandura” de ánimo en el
pueblo; por eso el juicio estético se inclina por la figura del guerrero,
antes que por la del hombre de Estado, porque se le reconoce su valor
y fortaleza de carácter frente al peligro. En algún sentido, entonces,
el proceso civilizatorio implicado en el ascenso de la burguesía supon-
dría cierta decadencia cultural, como una especie de debilitamiento o

20
La teoría de lo sublime

relajamiento que aleja al pueblo de la sublimidad. Para darle un giro


más a la compleja posición de Kant, Doran recuerda que, en contra de
lo expresado en la oración anterior, la carga cultural del sujeto podría
interpretarse como una de las claves para zanjar el abismo que la
filosofía trascendental abre entre la naturaleza y la libertad. La pre-
paración cultural ofrece las herramientas necesarias para soportar la
amenaza y el peligro que la naturaleza representa en ocasiones. Esto
es así, principalmente, porque la preparación cultural implica, en
términos kantianos, el desarrollo de ideas morales. La tesis de Doran
es que “la moral conduce a la sublimidad por medio de la cultura”. De
hecho, la universalidad en los juicios sobre la sublimidad se basa en
nuestra predisposición para el desarrollo de ideas morales.
En este prólogo no se pretende salvar la posible inconsistencia en
los textos kantianos, ni en las teorías de lo sublime en general, aun-
que en la investigación de Doran se ofrecen pistas y líneas de lectura
para intentarlo. De modo que este libro brinda una nueva oportunidad
para releer y reinterpretar a los clásicos de lo sublime, como Longino,
Burke y Kant, y revisar con más detenimiento los escritos de Boileau
y Dennis; pero también los textos de otros autores menos reconocidos.
Las herramientas teóricas que pone a disposición Doran permiten
avanzar en los debates sobre lo sublime incluso más allá de los lími-
tes de su propia investigación, que culmina en Kant. En particular,
entiendo que sus tesis sobre la estructura dual y trascendental de lo
sublime, y su rol como concepto crítico, permiten revisar -y de algún
modo comprender- el renovado interés que, desde la década de 1980,
se acrecienta y acentúa de un modo inusitado. Aunque desde perspec-
tivas teóricas muy diversas, existe una clara tendencia a vincular a
lo sublime con acontecimientos límite o extremos de nuestro presente
o del pasado reciente. En general, se trata de sucesos que inician una
crisis o marcan una ruptura en la cultura de un pueblo o de una nación
o, al menos, generan un desencanto y un descontento hacia el interior
de un grupo o comunidad.
En estética y filosofía del arte, por ejemplo, ya son proverbiales los
trabajos que Arthur Danto y Jean-Francois Lyotard dedican a las obras
abstractas y a los manifiestos de Barnett Newman, en las que se refiere
explícitamente a lo sublime y los problemas para representarlo. Luego
otros autores, extendiendo el análisis a otras vanguardias y problemas
del arte y la literatura, recuperaron el rol crítico de lo sublime, entre los
que pueden mencionarse a Paul Crowther, Linda Brooks, Amy Elias,
John Golding, James Kirwan, Jeremy Gilbert-Rolfe, Timothy Costelloe,
Kari Elise Lokke, Simon Morley, Tom Hunh, James Noggle, Ronald
Paulson, Kathleen Wheeler, Jahan Ramazani, Jean-Pierre Dubost,
Philippe Lacoue-Labarthe, Jean-Luc Nancy, Baldine Saint Girons,

21
Robert Doran

Eugenio Trías, y Pedro Aullón de Haro, aunque la lista no pretende


ser exhaustiva. En filosofía de la historia y teoría de la historia los
textos de Hayden White y, posteriormente, los de Frank Ankersmit,
signan las discusiones sobre los problemas para representar y dar
cuenta de los acontecimientos más extremos de nuestro pasado recien-
te. Sus trabajos motivaron otros escritos relacionados a esos temas en
los que lo sublime cobra un rol central; entre otros, cabe mencionar a
Dominick LaCapra, John Berger, Berel Lang, Anton Froeyman, Eelco
Runia, Ewa Domanska y Hans Kellner. Por otro lado, los límites entre
estética, política e ideología quedan desdibujados, y sobrepasados, en
las reflexiones que Jaques Ranciere, Steven Cresap, Terry Eagleton,
Ray Gene, Gary Shapiro, Christine Battersby, y Slavoj Zizek, entre
otros, dedican a lo sublime.
En otras lecturas se introduce a lo sublime en áreas claramente
insospechadas por los pensadores del período analizado por Doran,
como la sublimidad de la tecnología, la ciencia y la neurobiología
(Alan Richardson, Roald Hoffman, Iain Boyd Whyte); o se lo relacio-
na con temas tan dispares y excéntricos como lo gótico, lo horrendo,
lo siniestro, lo pegajoso, los zombis o la muerte por electrocución en
la silla eléctrica (David Ellison, Michael Matthis, Frances Ferguson,
Bill Beckey, Jürgen Martschukat). Por último, cabe mencionar algunos
trabajos recientes en los que lo sublime se utiliza para analizar cues-
tiones tan actuales como el feminismo y la constitución del género y las
identidades (Bonnie Mann, Paul Mattick). A mi juicio, buena parte de
los rasgos y alcances que Doran analiza en las teorías de lo sublime
involucradas en su investigación se mantienen en las formulaciones
contemporáneas, en ocasiones se acentúa más su relación con las ex-
periencias de trascendencia, en otras se subraya su dualidad, en otras
su rol crítico y desestabilizador. En muchas de ellas, no obstante, en
algún sentido se invierte la experiencia de elevación y superación, que
identifica a lo sublime desde Longino y hasta Kant, para convertirse
en una categoría asociada a la transgresión radical o la trascendencia
negativa. Pero eso es materia de otro análisis, para el cual también
resulta pertinente el texto de Doran.

Daniel Omar Scheck


Universidad Nacional del Comahue

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