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Pedro Eduardo Muñoz Montoya

Capítulo 1. Ética y misticismo en la filosofía de Wittgenstein


Seminario de Investigación Filosófica
Dr. Víctor Hugo Salazar Ortíz

1. Ética y misticismo en la filosofía de Wittgenstein

1.1 Consideraciones preliminares para una lectura de la ética


wittgensteiniana

Hablar del legado escrito de Ludwig Wittgenstein no es sencillo. Tenemos el caso


paradigmático del Tractatus logico-philosophicus, el cual es, para algunos, una de
las obras más complejas de la historia de nuestra disciplina. Tal caracterización
responde a la naturaleza críptica de las proposiciones que contiene y a la
economía del lenguaje seguida por Wittgenstein, algo que ciertamente nos pasa
factura a la hora de querer comprenderlo

No obstante, si algo debe quedar claro es el propósito de la totalidad de su


obra o quizás aquello alrededor de lo que todo lo demás gira: su propuesta ética.
Pilar López en su Introducción a Wittgenstein lo dice del siguiente modo: «El
principal objetivo […] no es hacer una teoría lógica, sino colocar lo místico [ético]
en el lugar que le corresponde». (1986, p. 78). Con esto en mente, y aunado a lo
que el mismo Wittgenstein comenta en la carta a su editor y amigo Ludwig Von
Ficker, en donde recalca el propósito ético de esta obra, vemos que lo
verdaderamente importante es aquello de lo que apenas y dice algo. Vázquez
Rocca retoma un fragmento de esta carta, de la cual yo extraigo lo siguiente:

Mi trabajo consta de dos partes: la expuesta en él, más todo lo que no he


escrito. Y esa segunda parte, la no escrita es realmente la importante. […] todo
aquello sobre lo que muchos parlotean hoy, yo lo he definido en mi libro
permaneciendo en silencio. (2005, s.p.)

Así pues, aquello que en el Tractatus comenta brevemente (brevedad que


es consonante con el estilo del libro, hay que decirlo), como lo son las cuestiones
en torno al sentido del mundo, el valor, las proposiciones éticas, la estética, la
mística, la felicidad, la infelicidad, la muerte, la eternidad, la inmortalidad temporal
del alma, Dios y el sentido de la vida1, es lo que a mí me interesa desarrollar.

1
Estas anotaciones comienzan en el parágrafo 6.41.
Todas estas cuestiones se engloban dentro de la ética wittgensteiniana, la cual se
identifica a su vez con la estética y la mística.

Si bien el trabajo de Ludwig significó un gran aporte al compendio de la


filosofía de las matemáticas, del lenguaje, de la lógica y de la ciencia, por nombrar
algunos de los ámbitos en los que este causó mayor impacto en la historia de la
filosofía occidental, el sentido principal de su obra es ético; no solamente del
Tractatus, sino también del resto de sus trabajos. Me interesa, pues, rescatar
aquello que para Wittgenstein era lo más valioso: la forma en que uno vive o
experimenta su propia vida.

A nuestro pensador le obsesionaba, por no decir que le mantenía


atormentado, la idea de una buena vida, una que fuera correcta. Tal cuestión
podemos verla ya en una carta a Russell de finales de 1913: «Sigo esperando que
las cosas lleguen ya a un punto crítico para que pueda yo convertirme en una
persona diferente».2 Y más adelante, en 1937, se refiere al solucionar los
problemas de tu vida (dirigiéndose, en este caso, al lector), como aquello que es
3
«lo más importante». (1995, p. 70). A este respecto, Wittgenstein sostenía una
postura que, en última instancia, invitaba a mostrar la ética, a cambiar la propia
vida no en términos discursivos sino ante todo en términos de acto. Esta llamada
al silencio místico fue la que el mismo Russell y el círculo de positivistas lógicos
decidió, con toda intención, ignorar. En palabras de Adolfo Vázquez Rocca:

El positivismo sin embargo sostiene –y esta es su característica– que aquello


sobre lo que podemos hablar es todo lo que importa en la vida. Mientras que
Wittgenstein creía apasionadamente que lo que en realidad importa en la vida
humana es precisamente aquello sobre lo que, desde su perspectiva, debemos
callar. (2005, s.p.)

Es contra esta caracterización positivista del pensamiento wittgensteiniano


que yo me posiciono, buscando rescatar lo que para este autor fue lo esencial de
su propuesta: lo místico. Es esta noción, que tiene relación directa con el

2
Visto en McNabb, D., El Tractatus de Wittgenstein, pt. 1, 2022.
3
“[…] Pero ¿acaso no sentimos que quien no ve allí un problema está ciego ante algo importante;
a decir verdad, ante lo más importante?”
pensamiento religioso, la que Wittgenstein toma como lo más valioso. Esta se une
con su idea de una vida buena, correcta, feliz, o ética, términos que yo utilizaré
indistintamente. Intentaré mostrar a continuación esta identificación entre los
términos referentes a la vida buena y cómo esta se relaciona con la idea de lo
religioso, que trataré igualmente como valioso, místico o maravilloso. Con esto,
pretendo ilustrar lo que es una buena vida desde la óptica wittgensteiniana.

1.2 Ética y valor: una lectura circular entre el Tractatus y la Conferencia de


ética

Hasta este momento, hemos mencionado un par de veces que para nuestro autor
lo más importante era la forma correcta de vivir la vida. Sabemos de antemano
que la construcción teórica de esta tarea le compete a la ética. El examen acerca
de la propia vida y la exposición en torno a cómo debería ser vivida es una
cuestión que nos ocupa a las y los filósofos desde la época clásica. Wittgenstein,
en su Conferencia sobre ética (en delante, CE), comienza diciéndonos qué es lo
que entenderá él por ética, para lo que retoma la concepción ofrecida por G. E.
Moore en Principia Ethica: «la ética es la investigación general sobre lo bueno ».
(s.f., p. 3) No obstante, este es apenas su punto de partida, pues se propone
extender tal consideración de modo que englobe a la estética y a la religión. Esto
lo vemos a continuación:

En lugar de decir que la ética es la investigación sobre lo bueno, podría haber


dicho que la ética es la investigación sobre lo valioso o lo que realmente importa, o
podría haber dicho que la ética es la investigación acerca del significado de la vida,
o de aquello que hace que la vida merezca vivirse, o de la manera correcta de
vivir. Creo que si tienen en consideración todas estas frases, se harán una idea
aproximada de lo que se ocupa la ética. La primera cosa que nos llama la atención
de estas expresiones es que cada una de ellas se usa, de hecho, en dos sentidos
muy distintos. Los denominaré, por una parte, el sentido trivial o relativo y, por otra,
el sentido ético o absoluto. (Wittgenstein, L., s.f., p. 4).

Tomando en cuenta lo expuesto en esta cita, vemos que su comprensión de


la ética es lo suficiente ambigua como para abarcar distintas cuestiones al mismo
tiempo. Dado que la ética se extiende a la investigación sobre lo valioso, podemos
pensar que, de hecho, al emitir un juicio acerca de una obra de arte, estamos
llevando a cabo una acción ética. Me refiero a que dicha acción consiste en que
emitimos juicios con respecto al valor de lo que percibimos en dicha obra,
considerado que lo expuesto en ella es, o no, valioso. De este modo, se puede
hablar de las sensaciones que nos despierta estar frente a un paisaje natural o
estar en compañía de nuestras amistades. Estos, al mismo tiempo, son ejemplos
de situaciones que para mí hacen que la vida merezca la pena de ser vivida. En
realidad, cualquier juicio de valor respecto al mundo o a uno mismo es, en el
fondo, un juicio ético y estético. Ahora tendremos que distinguirlo de acuerdo a la
separación que establece nuestro autor, según el cual existen juicios de valor
relativo y juicios de valor absoluto.

Un juicio de valor relativo se refiere a un juicio que se establece de acuerdo


a la utilidad o valor predeterminado que tiene una cosa en relación con otra. La
experiencia de estar en contacto con la naturaleza es buena para mí, pero en
sentido alguno podría decirse que tal cosa es una experiencia absolutamente
valiosa. Tiene un valor para mí, el de ser aquello que hace que la vida merezca
ser vivida. Algo así podría ser leído del modo siguiente: estar viviendo en la
naturaleza es el sentido de mi vida. No obstante, para otra persona esta podría
ser considerada una experiencia vulgar o sin sentido. Puede ser el caso que, para
ella, la experiencia valiosa o con sentido sea la de estar atendiendo en una oficina
de banco o manejando un auto de carreras. Friedrich Waismann en sus Notas
acerca de las conversaciones con Wittgenstein lo expresa así:

Todo lo que puedo describir es que la gente tiene preferencias.


Supongamos que, por experiencia, hubiera descubierto que entre dos cuadros
siempre prefieres aquel que contiene más color verde, que tiene una tonalidad
verde, etc. En tal caso sólo he descrito esto, pero no que esta pintura sea más
valiosa. (s.f., p. 11).

No tiene sentido decir que una experiencia es más valiosa que otra, puesto
que ambas lo son en relación al valor absoluto que en cada uno de los sujetos en
cuestión habita.
Wittgenstein en CE (s.f., p. 5) ejemplifica lo absurdo que hay en denominar
una preferencia como absolutamente correcta con la idea de una carretera. La
carretera absolutamente correcta es aquella que debería ser igualmente recorrida
por todas las personas. Quien no la recorriese tendría que sentirse avergonzada o
avergonzado de no haberlo hecho. Tal cuestión es, por demás, ilógica, carente de
sentido común. Pero esto es apenas una metáfora para ilustrar que no existe un
camino, o bien, una elección con tal carácter. Puedo decir, siguiendo las imágenes
que Ludwig nos pinta en su CE, que la experiencia de maravillarse ante el mundo
natural es absolutamente valiosa para mí, pero esta es la descripción de un hecho
mental que le acaece a mi yo fenomenológico. No existe manera alguna de
justificar con sentido, siguiendo la propuesta de Wittgenstein en el Tractatus, que
tal experiencia debería ser absolutamente valiosa para todas y todos; mucho
menos para decir que aquellos quienes no se maravillasen ante tal espectáculo
deberían sentirse avergonzados.

En su obra, publicada originalmente en 1921, Wittgenstein expresa su


teoría de una relación isomórfica existente entre mundo y lenguaje. Esto quiere
decir una total correspondencia entre los hechos en el mundo y las palabras en el
lenguaje. Esta es posible porque los hechos del mundo y las proposiciones del
lenguaje comparten algo en común, a saber, la forma lógica. Esto es lo que
permite que un hecho del mundo pueda ser figurado, es decir, representado en el
lenguaje. Que una expresión carezca de sentido quiere decir solamente que no
refiere a un hecho en el mundo. Dice Wittgenstein en la proposición 4.06 que:
«Sólo en la medida en que es una figura de la realidad puede la proposición ser
verdadera o falsa». (2023, p.43). Aquellas expresiones que sí cumplen con este
requerimiento son las de la ciencia natural, las cuales son verificables a partir de la
experiencia y se ocupan de describir (figurar) el mundo de acuerdo con los hechos
encontrados en él.

Todas las demás proposiciones, incluidas las de la filosofía y, por tanto, las
de su propia obra, son un sinsentido. Tal estatuto viene dado por la imposibilidad
de verificar su existencia en el mundo. Wittgenstein no niega que existe aquel
ámbito inefable, es decir, no porque no aparezca como un hecho del mundo
significa que no existe. Aquello, como hemos apuntado, es lo místico, lo ético, lo
estético; de todo punto, lo más valioso. Aquello ciertamente existe, pero de eso no
cabe hablar, únicamente puede ser mostrado.

1.3 Las maravillas de la experiencia: una lectura de la Conferencia


sobre ética

Wittgenstein fue un pensador que constantemente modificó sus


planteamientos. En su Conferencia, rompe con el silencio inaugurado al final del
Tractatus4 cuando reconoce que, de hecho, nosotros emitimos este tipo de
valoraciones todos los días. Cuando digo que el espectáculo de la naturaleza es
absolutamente valioso, lo digo como si verdaderamente creyera que todos y cada
uno de quienes viven y perciben tal espectáculo deben igualmente maravillarse. Mi
juicio está siempre apuntando al deber, lo que remite a un valor absoluto, algo que
debería ser valioso para todos, o más sencillamente, algo que debería ser.

Este valor no puede encontrarse en el mundo ni ser figurado por el lenguaje


si seguimos la relación de total isomorfía propuesta por Wittgenstein. Pilar López
lo dice así: «no hay en el mundo ningún hecho correspondiente al deber ser: los
hechos son o no son, acaecen o no, pero no deben o no deben ser». (1986, p. 80).
Podría apuntar al hecho mental de mi experiencia, pero este hecho mental no
tiene, tampoco, un modo de verificarse bajo la experiencia. Nadie ha visto nunca
un deseo o una pasión, salvo el hecho en la conducta que nos da indicios de tal
cosa. El valor, a su vez, no tiene existencia verificable en cuanto no puede ser
referido en el mundo. Pilar recoge la siguiente anotación de Wittgenstein
perteneciente a las Notebooks: «El bien y el mal sólo entran a través de un sujeto.
Y el sujeto no pertenece al mundo, sino que es un límite del mundo». (1986., p.
80). Las cosas, sencillamente, son: el valor pertenece al sujeto, o bien, tiene su
lugar en él.

Así, no puedo apuntar lo maravilloso en sí de la Naturaleza. Mi experiencia


puede ser descrita, mas esa descripción solo tiene sentido cuando refiere a
4
De lo que no se puede hablar hay que callar. (2023, p.137).
hechos del mundo. Este sinsentido es, no obstante, poco importante para el caso.
Wittgenstein dice, en el parágrafo 323 de sus Aforismos, que: «…el arte nos
muestra las maravillas de la naturaleza. Se basa en el concepto de la maravilla
natural. (El capullo que se abre. ¿Qué es lo hermoso en ello?) Se dice: “¡ve, cómo
se abre!”.». (1995, p. 111). Es en este sentido que nos remite a un valor
inmanente que no puede ir más allá del mundo mismo. Lo maravilloso es5 y se
muestra6, y el método correcto para mostrarlo sería, en este caso concreto, el
arte.

Bajo esta misma lógica, lo valioso en un acto no puede ser encontrado sino
en el acto mismo. En este caso, la ética no puede ser justificada científicamente,
por medio de descripciones de hecho, sino solamente aprehendida, vivida,
justificada en acto, valiosa para el sujeto mismo (un sujeto no físico ni metafísico,
sino límite). Como apunta en la proposición 6.422:

“…la ética nada tiene que ver con el premio y el castigo en sentido
ordinario. Esta pregunta por las consecuencias de una acción tiene que ser,
pues, irrelevante. Al menos, estas consecuencias no deben ser
acontecimientos. Porque algo correcto tiene que haber, a pesar de todo, en
aquella interpelación. Tiene que haber, en efecto, un tipo de premio y de
castigo éticos, pero éstos han de residir en la acción misma” (2023, pp.133-
135).

Este sujeto límite, también conocido como sujeto trascendental es el


postulado por Wittgenstein como límite del mundo en cuanto posibilidad
lingüística. Javier Alegre (2002) refiere a esta postura como lingüístisismo
trascendental. Este sujeto es condición de posibilidad de todo cuanto pueda
decirse; está conformado por la totalidad de los pensamientos, que son a su vez la
totalidad de las proposiciones verdaderas y no verdaderas. La totalidad de estas
proposiciones es la realidad; así, el solipsismo coincide con el realismo. Este
sujeto es al que Wittgenstein se refiere en la proposición 5.632: «El sujeto no
pertenece al mundo, sino que es un límite del mundo». (2023, p.107). Este sujeto
5
6.44 No cómo sea el mundo es lo místico, sino que sea. (2023, p. 135)
6
6.522 Lo inexpresable, ciertamente, existe. Se muestra, es lo místico. (2023, p. 137)
no tiene existencia en el mundo físico, sino que posibilita todo conocimiento y toda
observación al respecto, pues comparte su forma lógica. Al significar su límite, no
se puede ir más allá de él. Ir más allá de este significaría ir más allá de los límites
del lenguaje y, así, más allá de los límites de la realidad. Para Wittgenstein, de lo
que nada puede decirse, sencillamente no se puede decir nada.

Podría escribirse, entonces, un libro entero de prescripciones morales y


estas no podrían encerrar un valor más allá de ellas mismas. También podría
actuarse de modo virtuoso sin que este actuar sea justificable sino en el acto
mismo de ser virtuoso. Ninguna guía ni enseñanza encierra más valor que el de
las proposiciones contenidas, valor que solo puede ser dado por el sujeto límite.
Parafraseando a Wittgenstein, no es posible guiar a los hombres hacia lo bueno; lo
bueno está más allá del espacio fáctico. (1995, p. 34). No se puede guiar a alguien
correctamente, ni vía voluntad ni vía persuasión. Que ello sucediera sería
casualidad, tal como mostraremos a continuación.

1.4 Abarcar lo inabarcable: la experiencia de lo maravilloso

Debemos insistir que mis palabras no son, en el fondo, más que


descripciones sin sentido. La postura que sostengo en este momento está muy de
acuerdo con la postura del llamado primer Wittgenstein, el del Tractatus. En mis
oraciones con respecto a la experiencia descrita, se habla de un deber ser, pero
este no apunta hacia ningún lugar ni objeto alguno en el mundo de los hechos. Lo
que es el caso, es el caso, y nada más se puede decir de esto. Lo que yo diga que
debería ser no afecta en modo alguno al mundo de los hechos. Wittgenstein lo
dice de este modo en la 5.135: «Del darse efectivo de un estado de cosas
cualquiera no se puede, en modo alguno, deducir el darse efectivo de otro
enteramente distinto». (2023, p. 73). No es posible predecir evento alguno, ya sea
en referencia al mundo externo (el Mundo, propiamente hablando) o el mundo
interno (el yo psicológico, metafísico, fenoménico). No, al menos, dentro del
estricto aparato lógico de Wittgenstein, dado que, según la 5.634, «todo lo que
vemos podría ser también de otra manera». (2023, p. 107). No existe necesidad
alguna de las cosas salvo la necesidad lógica dada por el lenguaje.
Así, puedo querer incluso que todos quienes conozco se maravillen como lo
hago yo, pero ni la enunciación de mi deseo ni mi deseo en sí mismo pueden
influir en modo alguno, puesto que «…aunque todo lo que deseamos sucediera,
esto sólo sería, por así decirlo, una gracia del destino, dado que no hay conexión
lógica alguna entre voluntad y mundo capaz de garantizar tal cosa». (6.374, 2023,
p.131). Así pues, si seguimos lo enunciado en el Tractatus, nos quedaríamos
únicamente con la vivencia del sentimiento de lo verdaderamente valioso o de
aquello que debería ser el caso sin poder aspirar siquiera a su descripción ni a su
transmisión.

Lo cierto, sin embargo, es que constantemente intentamos abarcar lo


inabarcable, es decir, abarcar el sentimiento mismo con expresiones del lenguaje.
Nuestras palabras usadas en sentido ordinario no son capaces de contener o
figurar más que los hechos del mundo. Además, parafraseando la proposición 6.4
del Tractatus, cualquier enunciado del lenguaje vale lo mismo, al igual que
cualquier hecho del mundo. El sentimiento, lo verdaderamente valioso, en
cualquier caso, está más allá del mundo. No puede encontrarse aquí, lo que
equivale a decir que no puede nombrarse, sino solo mostrarse y, en ese sentido,
verse.

Siguiendo lo ya esbozado en la Conferencia y a lo largo de distintos


aforismos, podemos decir que de hecho es posible hacer sentir algo con respecto
a lo valioso. Si es posible hacerlo sentir, entonces ha de ser porque es posible
transmitirlo también. La transmisión de tal valor es posible a través de la
experiencia estética. El Tractatus mismo está escrito en esta clave, pues
Wittgenstein nos dice en el prólogo que «no es un manual” y que su objetivo no es
otro que el de procurar deleite a quien «comprendiéndolo, lo leyera». (2023, p. 5).
Nos remite, así, a una cuestión de gusto, el cual no es lícito forzar en modo
alguno. No es posible, con total seguridad, hacer que alguien guste de algo. Ni las
descripciones más maravillosas que de los sucesos acaecidos hagamos podrían
conmover a quien no estuviera previamente dispuesto a maravillarse.
Hacia el final de la Conferencia, Wittgenstein termina diciendo que todo
intento de generar un discurso propiamente ético se convierte en un «arremeter
contra los límites del lenguaje». (s.f., p. 8). Lo valioso, en su condición de
trascendente7, se encuentra por fuera del mundo. Este fuera del mundo no es algo
que esté, por ejemplo, en otro mundo, en un mundo suprasensible como el mundo
de las ideas platónico o el cielo proclamado por algunas religiones, sino por fuera
del mundo, en su límite. Este límite, como hemos explicitado hasta ahora, no es
otro que el sujeto mismo. Y, como Wittgenstein señala en el 6.43, «si la voluntad
buena o mala cambia el mundo, entonces sólo puede cambiar los límites del
mundo, no los hechos; no lo que puede expresarse mediante el lenguaje». Si el
mundo cambia, es porque ha cambiado su límite, su forma en virtud de la
disposición del sujeto. Esto significa que el sujeto mismo ha cambiado, cambiando
así al mundo.

Visto así, es él quien le confiere al mundo su belleza al cubrirlo, en su


condición de límite del mundo, con el aura bella, con la disposición previa del
maravillarse. Esta visión estética del mundo, en la que prima el sentimiento de que
el mundo percibido es bello por encima de cualquier otra cosa, de cualquier
accidente que en él acaezca, es la vida buena. En efecto, como Wittgenstein lo
ilustra en los aforismos de Cultura y valor:

Nada sería más notable que ver a un hombre entregado a cualquier


actividad sencilla y cotidiana, mientras considera que nadie lo observa. […] de tal
modo que de pronto vemos a un hombre como nunca podemos verlo, casi como si
viéramos un capítulo de una biografía con los propios ojos; esto debería ser a la
vez inquietante y maravilloso. […] Veríamos la vida misma. Pero esto lo vemos
todos los días y no nos impresiona lo más mínimo. Sí, pero no lo vemos en la
perspectiva. (1995, pp. 35-36).

Este modo de experimentar la vida, esta visión o perspectiva que


Wittgenstein nombra como la del mundo apresado sub specie aeterni8 [bajo la
forma de la eternidad] es lo más cercano a la forma correcta de experimentar la
7
Como lo establece en la proposición 6.421, (2023, p. 133).
8
6.45 La visión del mundo sub specie aeterni es su visión como-todo-limitado. El sentimiento del mundo
como todo limitado es lo místico. (2023, p. 135)
vida. Esta vida buena, a su vez, se corresponde con la vida religiosa, o en el caso
de Wittgenstein, mística. Lo místico no es ninguna cosa del mundo, ningún hecho
expresable mediante el lenguaje: es el mundo mismo, es el lenguaje mismo, es la
vida misma. Es el mundo, su límite y todo lo que contiene. La sola existencia del
mundo se vuelve, de este modo, lo más valioso.

Fuentes de consulta

1. Alegre, J. (2002). El acoso al sujeto en Wittgenstein. En Revista de Filosofía y


Teoría Política, Anexo 2004. Universidad Nacional de La Plata. Disponible
en
http://www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.141/ev.141.p
df

2. El Tractatus de Wittgenstein, pt. 1/9. (2022). YouTube. Revisado el 23 de


septiembre de 2023, en: https://www.youtube.com/watch?
v=OVb9tLLU0U4&t=912s

3. López de Santa María, P. (1986). Introducción a Wittgenstein. Herder.

4. Vázquez Rocca, A. (2005). WITTGENSTEIN; MÍSTICA, FILOSOFÍA Y


SILENCIO. Cibernous. Revisado el 23 de septiembre de 2023, en:
http://cibernous.com/autores/wittgenstein/teoria/wittgenstein6.htm

5. Wittgenstein, L. (1995). Aforismos. Cultura y valor. [PDF]. Espasa Calpe.

6. Wittgenstein, L. (2023). Tractatus lógico-philosophicus. Gredos.

7. Wittgenstein, L. (s.f.) Conferencia sobre ética. Con “Notas de las


conversaciones con Wittgenstein” de Friedrich Waismann y “Acerca de la
concepción wittgensteiniana de la ética” de Rush Rhees. [PDF]. Escuela de
Filosofía Universidad ARCIS.

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