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Si bien pretendo en esta corta exposición referirme a la nulidad del acto administrativo y
a los recursos que permiten a los administrados interponerlos, para obtener tal nulidad
de los órganos judiciales, de conformidad con nuestro sistema jurídico, concretamente
con la Ley de la Jurisdicción Contencioso Administrativa, considero pertinente hacer
una breve mención de lo que es el acto administrativo. Los tratadistas Eduardo García
de Enterría y Tomás Ramón Fernández dicen que acto administrativo es ?? la
declaración de voluntad, de juicio, de conocimiento o de deseo realizado por la
administración en ejercicio de la potestad administrativa distinta a la potestad regla-
mentaria? (curso de Derecho Administrativo 1, editorial Civitas S.A., Madrid 1997),
de?nición que concuerda con la de Ismael Farrando y Patricia R. Martínez, que dicen
es ?? una declaración unilateral efectuada en ejercicio de la función administrativa, que
produce efectos jurídicos individuales en forma directa e inmediata?. (Manual de
Derecho Administrativo, ediciones Depalma, Buenos Aires, 1996) Otros autores
coinciden absolutamente con estos conceptos, como Mario Chichero, cuya de?nición es
tomada por Hernán Jaramillo Ordóñez en su obra Manual de Derecho Administrativo,
que dice: ?Los actos administrativos tienen lugar cuando la administración pública en
ejercicio de sus funciones especí?cas decide, mediante resoluciones de carácter general
o particular, sobre algún derecho o interés. El acto administrativo es, pues, un acto
jurídico ya que se relaciona con la ?nalidad de que produzca efectos de esa naturaleza
(jurídicos)?.
Ahora bien, si como hemos visto, el acto administrativo goza de la presunción de legi-
timidad, esta puede ser desvirtuada por los administrados mediante los recursos
previstos en la ley, pues estos no pueden ser considerados una clase de seres
subalternos, subordinados a las resoluciones de los poderes públicos que muchas veces
abusan del poder. Para evitar atropellos se crearon instituciones jurídicas que reconocen
el derecho de tales administrados a oponerse a las decisiones administrativas que
menoscaben o lesionen sus derechos o intereses, concediéndoles la capacidad y facultad
de contradicción, de réplica, de oposición a la decisión pública, mediante lo que la ley y
la doctrina denominan impugnación, interponiendo la acción contencioso administrativa
ya a través del recurso objetivo, de anulación o por exceso de poder, ya mediante
recurso subjetivo o de plena jurisdicción, pretendiendo en el primero que se declare la
nulidad y en el segundo, la ilegalidad o nulidad del acto administrativo.
Como se señaló en párrafo anterior, la nulidad del acto administrativo puede pretenderse
mediante recurso objetivo o mediante recurso subjetivo; más al revisar y analizar varios
procesos relacionados con la materia contencioso administrativa, así como algunas
sentencias dictadas por los tribunales distritales y especial-mente los recursos de
casación interpuestos por las partes, puede observarse que a menudo existe confusión
entre la nulidad de un acto administrativo impugnado mediante recurso de plena
jurisdicción o subjetivo y la nulidad mediante recurso objetivo o de anulación. De ahí
que, de manera suscinta pretendo referirme a los dos recursos en forma concreta y
particular, especialmente en cuanto a la pretensión de nulidad impugnada mediante uno
y otro, recurso subjetivo y objetivo.
Como se dijo, no solo con el recurso objetivo puede pretenderse la nulidad de un acto
administrativo, sino también mediante recurso subjetivo y mediante este obtenerse la
declaración de nulidad de un acto administrativo que afecta, niega o desconoce o no
reconoce un derecho subjetivo, y si este tiene fundamento el acto o resolución será
declarada nulo por el tribunal distrital que le corresponda conocer la causa o por la Sala
de lo Contencioso Administrativa de la Corte Nacional de Justicia, en caso de haberse
interpuesto recurso de casación. La cali?cación de si un recurso es objetivo o subjetivo
obviamente no le corresponde al accionante, es facultad privativa del Tribunal que
conoce y tramita el juicio contencioso administrativo y dicta la resolución
correspondiente.
La falta de motivación fue, en ciertos casos, el sustento o fundamento para que los
tribunales distritales de lo contencioso administrativo, con cierta discrecionalidad, y el
Tribunal de Casación, en su oportunidad, declaren la nulidad del acto impugnado,
discrecionalidad que con la aprobación y promulgación de la actual Carta Magna, Reg.
Of. No. 449 de 20 de octubre del 2008 desaparece, determinándose como obligación
constitucional la motivación como un elemento formal del acto administrativo, como lo
a?rman los tratadistas Eduardo García de Enterría y Tomás- Ramón Fernández , ?La
motivación? es un medio técnico de control de la causa del acto. Por ello no es un
requisito meramente formal, sino de fondo?. Añaden que ?la motivación es interna
corporis, no externa?. (Curso de Derecho Administrativo ? Tomo I – editorial Civitas,
S.A. Madrid, 1997). La Constitución de la República vigente, en su literal l del art. 76,
exige la motivación en todo acto administrativo, advirtiendo que: ?No habrá motivación
si en la resolución no se enuncian las normas o principios jurídicos en que se funda y se
explica la pertinencia de la aplicación a los antecedentes de hecho?; y consagrando
expresamente que ?los actos administrativos, resoluciones o fallos que no están
debidamente motivados se considerarán nulos?.
Por último considero necesario advertir, que si la pretensión se dirige a obtener la
declaratoria de nulidad de un acto administrativo, mediante recurso subjetivo o de plena
jurisdicción, a más de señalar con precisión la causa o las causas en que supuestamente
ha incurrido el funcionario público, al emitir el acto administrativo, debe la demanda
referirse concreta y expresamente que la pretensión es que el juzgador declare tal
nulidad, ya que el juez contencioso administrativo no tiene facultad para declarar de o?
cio dicha nulidad. Si el recurrente no impugna y no pide la declaratoria de nulidad, el
Juez no la declarará y si existen méritos quizá declare simplemente la ilegalidad, que
conforme ha quedado señalado, los efectos son diferentes.