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En el Perú, el acceso a la información está garantizado por la Ley de Transparencia y Acceso a la

Información Pública. Asimismo, Perú sigue siendo un miembro activo de la Iniciativa de Transparencia
de las Industrias Extractivas (EITI), un estándar global de buen gobierno para el petróleo, el gas y los
minerales. A principios de 2020, EITI otorgó al país una extensión para presentar su séptimo informe
EITI en junio de 2020, pero se espera que este plazo se extienda aún más por causa de la pandemia.
En el marco de la innovación y profundización del proceso de la EITI, se ha desarrollado un programa
subnacional en cinco regiones prioritarias para hacer más transparente la gestión de los recursos
asignados a los gobiernos regionales y municipales. Además, el país ha hecho un esfuerzo por desarrollar
un sistema nacional integrado de información ambiental, ha llevado a cabo importantes iniciativas para
fortalecer la ciudadanía ambiental y los procesos de participación y ampara en su legislación la consulta
previa a las comunidades indígenas sobre actividades en sus territorios, si bien la transparencia de los
procesos y resultados de la participación pública aún podría mejorar, especialmente en los procesos de
evaluación del impacto ambiental.

Igualmente, la fuerza laboral minera peruana alcanza a 250 mil empleos directos en distintas posiciones
y no solamente en actividades de baja calificación, y se estima que por cada empleo directo se activan al
menos otros 6 empleos de manera indirecta. Existe una amplia gama y una masa crítica de profesionales
peruanos que se han formado a lo largo de los últimos 20 años avanzando en posiciones de responsabilidad,
algunos con experiencia internacional por la movilidad en sus propias empresas, y muchos de ellos
tienen hoy posiciones de alta gerencia. Igualmente, existen importantes empresas mineras nacionales
que solas, o en alianza con corporaciones globales mineras, han desarrollado proyectos complejos, y
la bolsa de valores cuenta con un número significativo de empresas mineras “públicas” que levantan
financiamiento en Perú.

VII.2 DESAFÍOS
La fortaleza de la industria minera peruana también se refleja en las excelentes perspectivas hacia el
futuro para una expansión de la actividad minera, con el consiguiente efecto sobre numerosas variables
de la economía. Así como Perú incrementó en dos millones de toneladas métricas su producción
de cobre en las dos últimas décadas, tiene el potencial para hacerlo nuevamente e incrementar un
volumen de producción similar hasta el 2040, considerando la creciente demanda internacional. De
los 48 nuevos proyectos por una inversión estimada de US$ 57 mil millones en la próxima década,
25 proyectos son de cobre con un estimado de producción adicional de dos millones de toneladas
métricas. Sin embargo, de los nuevos proyectos en cartera la mitad está en prefactibilidad y un 30%
en factibilidad, lo que quiere decir que el 80% de los nuevos proyectos tardaría por lo menos 7 años
en entrar en producción34. El retraso en los plazos de los proyectos ha sido intensamente discutido,
analizado y puesto en agenda por la industria y el gobierno, y este informe corrobora las distintas causas
de esos costosos retrasos. La estabilidad y la seguridad jurídica son fundamentales para que el país siga
siendo atractivo para los inversionistas mineros, así como la necesidad de mejorar el control ambiental y
la participación ciudadana. El desafío de eficiencia institucional es enorme, pero no es el único ni el más
difícil de remontar. El mayor desafío consiste en crear las condiciones necesarias de aceptación social
34 Esto considerando en teoría un avance fluido de las autorizaciones y permisos, y el cumplimiento de los tiempos establecidos en la norma-
tiva para completar procedimientos mineros.

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(sostenibilidad e inclusión social) de las inversiones y operaciones mineras en las regiones, generando
un entorno de legitimidad social y favoreciendo el desarrollo de fuertes vínculos de la industria minera
con la economía regional y nacional.

Al desafío de mantener un adecuado calendario para el avance de los proyectos, se suma entonces el
desafío de la sostenibilidad. De las 48 nuevas inversiones en cartera, al menos 39 son “greenfield”, y al
menos 28 serían a tajo abierto (open pit). Esto implica un alto grado de complejidad en la gestión de
la certificación ambiental, la participación ciudadana, la consulta previa y los permisos mineros para
estos proyectos. La caída de la inversión en exploración, que de un pico de US $900 millones en 2012
ha caído de manera sostenida hasta US $350 millones en 2019, alerta sobre los desafíos en la gestión de
la sostenibilidad de las inversiones mineras. Los recursos extraídos no están siendo reemplazados y se
requiere una mayor exploración para revertir la falta de nuevos descubrimientos significativos en los
últimos tiempos. El sector privado ve en el Gobierno a un apoyo para el manejo de las relaciones con
las comunidades, sobre todo en situaciones de conflicto. Sin embargo, la credibilidad del Estado ante
la sociedad civil como entidad normativa, reguladora y gestora se ha debilitado en los últimos años.
Desde la percepción de la sociedad civil, la presencia débil en las principales regiones mineras y la
falta de intervención temprana del MINEM y de las entidades reguladoras han limitado su capacidad
para gestionar de manera efectiva los procesos que garantizan los derechos de las comunidades. Eso
habría contribuido a la falta de aceptación social de varios proyectos de minería que son técnica y
financieramente factibles. Como resultado de estos conflictos sociales, en los últimos años varios
proyectos mineros fueron postergados, totalizando US $12 mil millones de inversión, equivalente a
6% del PIB.

El tercer gran desafío para la minería peruana va más allá de su expansión y de un mejor desarrollo
como industria, y es la generación de oportunidades para el desarrollo económico local, regional y
nacional. La particularidad de este desafío es que necesariamente debe ser abordado como una
responsabilidad compartida entre Estado, empresas mineras y sociedad civil. La industria minera
puede generar importantes oportunidades a partir del cambio tecnológico, la innovación, las mejoras
de productividad, los retos para los recursos humanos a futuro, la formación de los talentos necesarios
en el largo plazo, los impactos de la automatización, los retos del cambio climático, las energías limpias
o la economía circular. Sería importante para ello adoptar estándares de sostenibilidad más estrictos
en toda la industria, como la reducción de las emisiones de carbono, la reducción del consumo de agua
y la reducción/ reciclaje de desechos industriales. También existen importantes oportunidades en el
desarrollo de proveedores, en el desarrollo de infraestructura en función a corredores económicos en
regiones mineras, y en el potencial productivo de las regiones mineras. Un gran tema pendiente en
la inclusión social es un uso más efectivo de las transferencias por canon y regalías a las regiones. Su
inversión insuficiente o deficiente por más de una década afecta negativamente la percepción acerca de
la contribución del sector minero al desarrollo de las regiones. Esta situación compromete la premisa
fundamental de que el desarrollo de la minería puede generar desarrollo en las regiones mineras,
más allá del crecimiento económico. Es esencial para el futuro de la industria que sus operaciones
contribuyan a generar desarrollo económico regional y nacional. En suma, en el Perú existen
interesantes iniciativas, la mayoría privadas, pero el desafío radica en profundizar los mecanismos
de inclusión social mediante la generación de oportunidades económicas vía políticas de Estado, que

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