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Selección de textos: Debe dársele una “exploradora”, curiosa, primera lectura; y así servirán: a)
para participar, hacer consultas en las clases; b) como material básico para el breve escrito de doce
(12) páginas como máximo, por todo concepto, en tamaño A 4, con suficiente espacio interlineal y
marginal para agregar observaciones, ampliaciones, correcciones, etc.; escritas solamente en su
cara anterior con letra de cuerpo 12 y entregados en simples folios de plástico.
Dichos Trabajos Prácticos, deben ser iniciados a partir de alguno o algunos de los temas,
asuntos, etc., presentados en la Selección de textos; podrán ser realizados en grupos de hasta cuatro
(4) alumnos como máximo; con la aclaración del aspecto parcial de que (preferentemente) se
hayan hecho cargo. Se entregarán antes del comienzo de las vacaciones de invierno.
Las observaciones (correcciones, sugerencias, etc.) que hayan parecido oportunas, podrán ser
respondidas en forma similar al TP original o mediante un adecuado fichaje parcial.
La presentación de ambos: el Trabajo Práctico original y la respuesta a las observaciones (en
una u otra forma); será indispensable para el examen final en diciembre de 2013.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 3
1.- Con semejantes disposición y características, lo entregado antes de concluir las clases de la
materia habilitará para el examen final a rendir en marzo de 2014. Después, no se recibirán sino
con tres meses de anticipación a la fecha del examen.
Nota: Acerca del tema o temas, aspectos, etc., elegidos, deberá ser leída, por lo menos una obra
completa. Preferentemente literaria o documental procedente de la misma época; así como una
buena reconstrucción histórico literaria o ensayo de reconocido valor.
CULTURA. [...] / Cuando hoy se habla de “Naturaleza” y “cultura” es principalmente para los
siguientes propósitos: (1) Distinguir entre dos aspectos de la realidad: la no humana y la humana.
(2) Distinguir entre dos aspectos en el ser humano: el natural y el cultural o, como se ha llamado
asimismo, el “espiritual”. (1) y (2) pueden interpretarse ontológicamente o metodológicamente, o
ambas cosas a la vez. En la interpretación ontológica se supone que naturaleza y cultura difieren
básicamente. En la interpretación metodológica se supone que naturaleza y cultura pueden formar
una especie de “continuo”, pero que conviene usar métodos distintos para cada uno de los
“aspectos” o “fases” de este contínuo. En la interpretación ontológica y metodológica a la vez se
estima que hay una diferencia real entre naturaleza y cultura y que esta diferencia se refleja en los
métodos usados para estudiar cada una de ellas.
Lo más corriente ha sido asociar la cultura con el ser humano; [...]. Sin embargo, se ha abierto
paso recientemente la idea de que si la cultura consiste, entre otras cosas, en poseer algún lenguaje
para la comunicación, usar instrumentos, organizarse socialmente, etc. no hay razón para restringir
la cultura al mundo humano. En muchas especies animales pueden observarse rasgos culturales. /
[...].- FERRATER MORA, José: Diccionario de filosofía. 6. ed. Madrid, Alianza, (c1979). v. 2,
p.1519.
Las palabras naturaleza y cultura no son unívocas, y particularmente el concepto de
naturaleza se determina siempre, en primer término, por el concepto al cual se opone. Para evitar
toda apariencia de arbitrariedad, lo mejor será atenernos por de pronto a la significación
originaria. Los productos naturales son los que brotan libremente de la tierra. Los productos
cultivados son los que el campo da, cuando el hombre lo ha labrado y sembrado. Según esto, es
naturaleza el conjunto de lo nacido por sí, oriundo de sí y entregado a su propio crecimiento.
Enfrente está la cultura, ya sea como lo producido directamente por un hombre actuando según
fines valorados, ya sea, si la cosa existe de antes, como lo cultivado intencionadamente por el
hombre, en atención a los valores que en ello residen.
Por mucho que estiremos esta oposición, siempre supondrá necesariamente que en los procesos
culturales está incorporado algún valor, reconocido por el hombre y en atención al cual el hombre
los produce o, si ya existen, los cuida y cultiva. En cambio, lo que ha nacido y crecido por sí,
puede considerarse sin referencia a valor alguno; y debe considerarse así si realmente no ha de ser
otra cosa que naturaleza en el indicado sentido. En los objetos culturales residen, pues, valores, y
por eso vamos a llamarlos bienes; de ese modo podremos distinguirlos, al mismo tiempo, como
realidades valiosas, de los valores mismos, que no son realidades y de los cuales puede
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1.- prescindirse. Los procesos naturales no son pensados como bienes y están libres de toda
relación con los valores. Por lo tanto, si de un objeto cultural se retira el valor, queda reducido a
mera naturaleza. Por medio de esta referencia a los valores, referencia que existe o no existe,
podemos distinguir con seguridad dos especies de objetos; y sólo por ese medio podemos hacer la
distinción, porque todo proceso cultural, si prescindimos del valor que en él reside, tendrá que
considerarse como relacionado con la naturaleza y, por ende, como naturaleza.
Todavía debemos añadir algo sobre la especie de valor que transforma ciertas realidades en
bienes de cultura y las destaca así de la naturaleza. De los valores no puede decirse ni que son ni
que no son reales, sino sólo que valen o no valen. [...]
La religión, la iglesia, el derecho, el Estado, las costumbres, la ciencia, el lenguaje, la literatura.
el arte, la economía, y asimismo los medios técnicos necesarios para su cultivo, son, cuando llegan
a cierto grado de desarrollo, objetos de cultura o bienes, exactamente en el sentido de que el valor
en ellos residente, o es reconocido por todos los miembros de una comunidad, o su reconocimiento
les es exigido a todos. [...]
Atengámonos, pues, al concepto de cultura, que coincide por completo con el uso del lenguaje;
es decir, entendamos por cultura la totalidad de los objetos reales en que residen valores
universalmente reconocidos y que por esos mismos valores son cultivados; no añadamos ninguna
otra determinación más precisa, en el contenido, [...].- RICKERT, Heinrich: “Naturaleza y
cultura”; en su Ciencia cultural y ciencia natural. 3. ed. Buenos Aires-México, Espasa-Calpe
Argentina, (c1953). pp. 50-52, 60.
CIVILIZACIÓN Y CULTURA.
Cultura y civilización nacen en Francia casi en el mismo momento. Cultura, cuya vida anterior
es larga (ya Cicerón hablaba de cultura mentis), no toma en realidad su sentido peculiar de cultura
intelectual hasta la mitad del siglo XVIII. Que yo sepa, civilización aparece por primera vez en una
obra impresa en 1766. El término no había sido sin duda empleado antes. Nace, en todo caso, con
mucho retraso sobre el verbo civilizar y el adjetivo civilizado, que se remontan a los siglos XVI y
XVII. En realidad, fue necesario inventar, fabricar por entero el sustantivo civilización. Designa,
desde un principio, un ideal profano de progreso intelectual, técnico, moral y social. La
civilización son las “luces”. “A medida que se extienda la civilización por la tierra, irán
desapareciendo la guerra y las conquistas, la esclavitud y la miseria”, profetiza Condorcet ( 1743-
1794] en 1787. En estas condiciones, la civilización no es concebible si no encuentra sustento en
una sociedad de buen tono, fina, “educada”. En el lado opuesto de civilización, está la barbarie:
sobre ésta, aquella se presenta como una victoria difícil y necesaria. En todo caso, entre una y otra
está el gran salto. Mably [1709-1785] escribe en 1776 dirigiendose a un conde polaco amigo suyo:
“el siglo pasado os amenazó un gran peligro, cuando Suecia salió de la barbarie bajo la
administración de Gustavo Adolfo...” Y también dice: “Pedro I sacó a su nación (Rusia) de la
extrema barbarie en que se hallaba sumida”. [...]
Hacia 1850, después de muchos avatares, civilización (y al mismo tiempo cultura) pasan del
singular al plural. Este triunfo de lo particular sobre lo general tiene bastante sentido dentro del
movimiento del siglo XIX. En sí mismo, no obstante, no cabe duda de que suponía un
acontecimiento considerable, reflejo de otros acontecimientos y de otras transformaciones. Al
pluralizar civilizaciones o culturas, se renuncia implícitamente a una civilización definida como un
ideal, mejor dicho, como el ideal por antonomasia; se olvidan en parte las cualidades universales,
sociales, morales e intelectuales que implicaba el término en el momento de su nacimiento. Se
tiende ya a considerar con el mismo interés todas las experiencias humanas, tanto las europeas
como las de los demás continentes.
Mucho han contribuido, desde antes de 1850, viajeros, geógrafos y etnógrafos a esta
desintegración del “inmenso imperio de la civilización en provincias autónomas” (Lucien Febvre).
Europa descubre, redescubre, el mundo y se ve obligada a acomodarse a la nueva situación: un
hombre es un hombre, una civilización una civilización, cualquiera que sea su nivel. [...] Y así
tiene lugar un desmenuzamiento de la civilización en la doble dirección del tiempo y del espacio.
¡Qué lejos se estaba en tiempos de Voltaire y de Condorcet de hablar de la cultura de los
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1.- esquimales, o más aún, como lo ha hecho Alfred Métraux en su tesis magistral, de la
civilización de los Tupi-Guaranis, los indios del Brasil! [...].- BRAUDEL, Fernand: La historia y
las ciencias sociales. Madrid, Alianza, (c1979). pp. 135-138.
En la actualidad, civilización sería más bien y sobre todo el bien común que se reparten
desigualmente todas las civilizaciones, “lo que el hombre ya no olvida”, a saber: el fuego, la
escritura, el cálculo, la domesticación de las plantas y de los animales, bienes a los que ya no se
adjudica ningún origen particular; se han convertido en los bienes colectivos de la civilización. /
[...] este fenómeno de difusión a toda la humanidad del patrimonio cultural común tiene en el
mundo actual una amplitud considerable. Una técnica industrial, inventada en occidente, es
exportada a través de todo el mundo, que la recoge y la implanta frenéticamente. Puede que llegue,
al imponer por todas partes un aspecto común –edificios de hormigón, de cristal y de acero,
aeropuertos, líneas de ferrocarril con sus estaciones y sus altavoces, ciudades enormes que, poco a
poco, se van apoderando de la mayor parte de los hombres-, puede que esta técnica industrial
llegue a unificar el mundo. [...]
Sin embargo, la “civilización industrial” exportada por occidente, es sólo uno de los caracteres
de la civilización occidental. Al adaptarse a ella, el mundo está lejos de aceptar el conjunto de esta
civilización. Por otra parte, el pasado de las civilizaciones se reduce a la historia de las continuas
transferencias entre unas y otras, a lo largo de los siglos, [...] Debemos admitir que, por primera
vez, un aspecto decisivo de una civilización particular aparece como susceptible de ser asimilado
por todas las civilizaciones del mundo y también que la rapidez de las comunicaciones modernas
favorece su rápida y eficaz difusión. [...].
[…] cada civilización está sujeta a un ámbito y a unos límites más o menos estables; de ahí que
cada una de ellas tenga una geografía particular, la suya, que implica toda una serie de
posibilidades, de sujeciones dadas, algunas prácticamente permanentes, que nunca son las mismas
para más de una civilización. Como resultado, tenemos una abigarrada superficie del mundo, en la
que los mapas indican, a voluntad, zonas de casas de madera, de adobe, de bambú y de papel, de
ladrillos o de piedras; zonas de diferentes fibras textiles: lana, algodón, seda; zonas de grandes
cultivos de base: arroz, maíz, trigo…; los retos varían, y de la misma manera varían las respuestas
que se les dan.
La civilización occidental es la del trigo, la del pan, y hasta la del pan blanco, con todas las
sujeciones que esto supone, ya que el trigo es un cultivo muy exigente. Es un cultivo, en efecto,
que exige una rotación anual y que se deje en reposo, unas veces cada dos años y otras más, la
tierra que ha sido cultivada. De la misma manera, el arrozal inundado, progresivamente extendido
en las tierras bajas del Extremo Oriente, implica, también, muchas sujeciones.
Por lo tanto, las réplicas del hombre, al tiempo que le liberan del medio que le rodea, le van
esclavizando a las soluciones que ha imaginado. Se libera de un determinismo para caer en otro.
BRAUDEL, F.: Las civilizaciones actuales. Estudio de historia económica y social. Madrid,
Tecnos, (c1978). pp. 15-16, 25.
[…] En realidad, en todo momento se está formando una nueva civilización; la civilización
actual parecería extremadamente nueva a cualquier hombre civilizado del siglo XVIII, y no puedo
imaginarme que ni el más ardiente o revolucionario reformador de dicha época sintiera mucho
placer en la civilización con que ahora se encontraría. Lo máximo a que puede impulsarnos el
interés por la civilización es a mejorar la civilización que poseemos; pues no podemos imaginarnos
otra. Por otro lado, siempre hubo gente que ha creído que ciertos cambios son buenos en sí
mismos, sin preocuparse por el futuro de la civilización, y sin considerar que fuera necesario
recomendar sus innovaciones con el falaz brillo de promesas sin contenido.
[…] La pregunta más importante que podemos formular es si existe alguna norma permanente
por la que podamos comparar una civilización con otra, y por la que podamos juzgar del
adelanto o decadencia de la nuestra. Debemos admitir, al comparar una civilización con otra, y al
comparar las diferentes etapas de la propia, que ninguna sociedad y ninguna edad por sí solas
realizan todos los valores de la civilización. Puede que no todos estos valores sean compatibles
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1.- entre sí; lo que por lo menos es cierto es que al realizar algunos de ellos perdemos la
apreciación de otros. [...]
[…] La cuestión que se plantea en este ensayo es la de si existen condiciones permanentes, en
cuya ausencia no es posible esperar la aparición de una cultura más elevada.
Si conseguimos contestar, aunque sea parcialmente, este interrogante, debemos ponernos en
guardia contra la ilusión de intentar producir estas condiciones con el fin de mejorar nuestra
cultura. Pues si algunas conclusiones definidas llegan a surgir de este estudio, una es
indudablemente ésta: que la cultura es la única cosa a la que no podemos aspirar deliberadamente.
Es el producto de una variedad de actividades más o menos armónicas, considerada cada una como
un fin en sí misma –el pintor debe concentrarse en su tela, el poeta en su máquina de escribir, el
funcionario civil en la solución de cada problema a medida que aparece en su mesa de trabajo-;
cada uno de acuerdo con la situación en que se halla. Aun cuando las condiciones de que trato
parezcan representar, para el lector, objetivos sociales deseables, no debe llegar a la conclusión de
que estos objetivos puedan alcanzarse únicamente por medio de la organización deliberada. Una
división de la sociedad por clases, planeada por una autoridad absoluta, sería artificial e
intolerable; una descentralización bajo una dirección central sería una contradicción; no puede
imponerse una unidad eclesiástica en la esperanza de que haga surgir la unidad en la fe, y una
diversidad religiosa cultivada por sí misma sería un absurdo. […] Por lo demás debemos aspirar al
mejoramiento de la sociedad, de la misma forma que buscamos nuestro progreso individual, en
detalles relativamente pequeños. No podemos decir: “me convertiré en una persona diferente”;
sólo podemos decir: “dejaré este mal hábito y trataré de adquirir este otro, que es bueno”. De igual
manera, de la sociedad sólo podemos decir: “trataremos de mejorarla en este u otro aspecto, donde
el exceso o la falta sea evidente; al mismo tiempo debemos tratar de abarcar tanto con nuestra
mirada, que podamos evitar, al enderezar una cosa, el torcer alguna otra”. Aun esto es expresar una
aspiración mayor de la que podamos realizar: pues la cultura de una época difiere de la de su
predecesora, debido, en mucho, a lo que destruimos sin comprender, o prever, las consecuencias.
ELIOT, Thomas Sterne: Notas para la definición de la cultura. 2. ed. Bs. As., Emecé, (c1949).
pp. 21-24.
[...] Cada cultura tiene su pasado. Pero esto no debe interpretarse en el sentido de que
este pasado aparezca circunscrito por las vicisitudes del grupo exponente de la cultura, sino en el
sentido de que el pasado sólo puede convertirse en Historia para él en la medida en que llegue a
comprenderlo. Culturas de visión estrecha o limitada suministran siempre una Historia estrecha o
limitada y, al revés, las de amplio horizonte hacen surgir una Historia más amplia y comprensiva.
[…] / […]
[...] Cada cultura y cada círculo cultural tiene por fuerza que reputar su Historia como la
verdadera y tiene derecho a hacerlo así, siempre y cuando que la construya con arreglo a los
postulados críticos que su conciencia cultural le impone. Nuestra actual cultura científica tiene el
dudoso privilegio de hallarse por vez primera en condiciones de abarcar con la mirada,
conscientemente, la posible pluralidad de las formas de la Historia. Y si se conoce lo bastante bien
para ello, podrá confesar sin empacho el valor relativo de sus propias creaciones espirituales.
HUIZINGA, Johan: El concepto de la historia y otros ensayos. Mexico, FCE, (c1946). pp. 94,
96.
[…] Para entender la conducta de Lindoro ante Hermione, o la del lector ante los problemas
públicos; para averiguar la razón de nuestro ser, o, lo que es igual, por qué somos como somos,
¿qué hemos hecho? ¿Qué fue lo que nos hizo comprender, concebir nuestro ser? Simplemente
contar, narrar que antes fui el amante de esta y aquella mujer, que antes fui cristiano; que el lector,
por sí o por los otros hombre de que sabe, fue absolutista, cesarista, demócrata, etc. En suma, aquí
el razonamiento esclarecedor, la razón, consiste en una narración. Frente a la razón pura físico-
matemática hay, pues, una razón narrativa. Para comprender algo humano, personal o colectivo, es
preciso contar una historia. Este hombre, esta nación hace tal cosa y es así porque antes hizo tal
otra y fue de tal otro modo. La vida sólo se vuelve un poco transparente ante la razón histórica.
Las formas más dispares del ser pasan por el hombre. Para desesperación de los intelectualistas,
el ser es, en el hombre, mero pasar y pasarle: le “pasa ser” estoico, cristiano, racionalista, vitalista.
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1.- Le pasa ser la hembra paleolítica y la Marquise de Pompadour, Gengis-Khan y Stephan
George, Pericles y Charles Chaplin. El hombre no se adscribe a ninguna de esas formas: las
atraviesa—las vive—como la flecha Zenón, a pesar de Zenón, vuela sobre quietudes.
El hombre se inventa un programa de vida, una figura estática de ser, que responde
satisfactoriamente a las dificultades que la ciircunstancia le plantea. Ensaya esa figura de vida,
intenta realizar ese personaje imaginario que ha resuelto ser. Se embarca ilusionadoen ese ensayo y
hace a fondo la experiencia de él. Esto quiere decir que llega a creer profundamente que ese
personaje es su verdadero ser. Pero al experimentarlo aparecen sus insuficiencias, los límites de
ese programa vital. No resuelve todas las dificultades y produce otras nuevas. La figura de vida
apareció de frente, por su faz luminosa: por eso fue ilusión, entusiasmo, la delicia de la promesa.
Luego se ve su limitación, su espalda. Entonces el hombre idea otro programa vital. Pero este
segundo programa es conformado, no sólo en vista de la circunstancia, sino en vista también del
primero. Se procura que el nuevo programa evite los inconvenientes del primero. Por tanto, en el
segundo sigue actuando el primero, que es conservado para ser evitado. Inexorablemente, el
hombre evita ser lo que fue. Al segundo proyecto de ser, a la segunda experiencia a fondo, sucede
una tercera, forjada en vista de la segunda y la primera, y así sucesivamente. El hombre “va
siendo” y “des-siendo”—viviendo--. Va acumulando ser—el pasado--: se va haciendo un ser en la
serie dialéctica de sus experiencias. Esta dialéctica no es de la razón lógica, sino precisamente de
la hisórica—es la Realdialektik, con que en un rincón de sus papeles soñaba DILTHEY, el hombre a
quien más debemos sobre la idea de la vida y, para mi gusto, el pensador más importante de la
segunda mitad del siglo xix.
¿En que consiste esa dialéctica que no tolera las fáciles anticipaciones de la dialéctica lógica?
¡Ah!, eso es lo que hay que averiguar sobre los hechos. Hay que averiguar cuál es esa serie, cuáles
son sus estadios y en qué consiste el nexo entre los sucesivos. Esta aneriguación es lo que se
llamaría historia, si la historia se propusiese averiguar eso, esto es, convertirse en razón histórica
(1) / (1) Por tanto la razón histórica es, como la física, una razón a posteriori.
Ahí está, esperando nuestro estudio, el auténtico “ser” del hombre—tendido a lo largo de su
pasado--. El hombre es lo que le ha pasado, lo que ha hecho. Pudieron pasarle, pudo hacer otras
cosas, pero he aquí que lo que efectivamentte le ha pasado y ha hecho constituye una inexorable
trayectoria de experiencias que lleva a su espalda, como el vagabundo el hatillo de su haber. Ese
peregrino del ser, ese sustancial emigrante, es el hombre. Por eso carece de sentido poner límites a
lo que el hombre es capaz de ser. En esa ilimitación principal de sus posibilidades, propia de quien
no tiene una naturaleza, sólo hay una línea fija, preestablecida y dada, que puede orientarnos, sólo
hay un límite: el pasado. Las experiencias de vida hechas estrechan el futuro del hombre. Si no
sabemos lo que va a ser, sabemos lo que no va a ser. Se vive en vista del pasado.
En suma, que el hombre no tiene naturaleza, sino que tiene… historia. O, lo que es igual: lo que
la naturaleza es a las cosas, es la historia –como res gestae—al hombre. Una vez más tropezamos
con la posible aplicación de conceptos teológicos a la realidad humana. Deus cui hoc est natura
quod fecerit…, dice SAN AGUSTÍN (1) / (1) De Genesim ad litteram, vi, 13, 24; Patrología latina, t. 34. /
Tampoco el hombre tiene otra “naturaleza” que lo que ha hecho.- ORTEGA Y GASSET; José:
Historia como sistema […]. Madrid, Revista de Occidente, (c1941). pp. 61-64.
[…] Lo que constituye la historia puede indicarse así: es el acto de comprender y entender,
inducido por los requerimientos de la vida práctica. Estos requerimientos no pueden satisfacerse
recurriendo a la acción, a no ser que primero todos los fantasmas, dudas y sombras que a uno le
persiguen se hayan disipado merced al planteamiento y solución de un problema, es decir, por un
acto de pensamiento. En la seriedad de algún requerimiento de la vida práctica estriba la condición
necesaria para tal esfuerzo. Puede haber un requerimiento moral, el requerimiento de entender la
situación de uno para que en ella puedan fundarse la inspiración, la acción y el buen vivir. Puede
haber un requerimiento económico, el que le dé a cada cual el discernimiento de sus ventajas.
Puede haber un requerimiento estético, como el de poner en claro la significación de una palabra, o
una alusión, un estado de espíritu para entender y gozar plenamente un poema; o también un
requerimiento intelectual, como el de resolver un problema científico, corrigiendo y amplificando
la información acerca de sus términos, por falta de la cual permanecimos perplejos y dudosos.
El conocimiento de “la situación actual”, como se le llama, se refiere al curso de la vida real que
ha seguido para llegar a este punto, y en cuanto así lo hace, es conocimiento histórico. Las obras
históricas de todos los tiempos y de todos los pueblos llegaron a nacer de este modo y siempre han
de brotar así, de nuevos requerimientos que surgen y de las perplejidades que implican. No
llegaremos a entender la historia de los hombres y de otros tiempos mientras no comprendamos los
requerimientos que aquella historia satisfizo, ni nuestros sucesores llegarán a entender la historia
de nuestro tiempo mientras no cumplan las mismas condiciones. Suele suceder que el sentido
histórico de un libro carece de vida para nosotros y se convierte en mera forma literaria o en
erudito libro de referencia o en pasatiempo curioso hasta que de repente se llena de vida merced a
nueva experiencia producida por el curso de los acontecimientos y a requerimientos nuevos
nacidos en nosotros que hallan comprobación en él, por su mayor o menor semejanza íntima con
los tiempos anteriores; [...].
Los requerimientos prácticos que laten bajo cada juicio histórico, dan a toda la historia carácter
de “historia contemporánea” por lejanos en el tiempo que puedan parecer los hechos en ella
referidos; la historia, en realidad, está en relación con las necesidades actuales y la situación
presente en que vibran aquellos hechos. [...]
En el curso de la acción se forma en los hombres prácticos y políticos la creencia de que ellos
conocen de veras a los hombres y el mundo, y que historiadores, filósofos y poetas no los conocen,
y viven de fantasías y de sueños. Pero lo cierto es que lo que llaman conocimiento, no es, o (lo que
viene a ser lo mismo) no es ya conocimiento, del que hay poco en ellos; y que no conocen de veras
el mundo y a los hombres, sino que –cosa muy distinta- saben manejarlos. [...]
Y los hombres prácticos, como tales, no sólo no conocen lo que se alaban de conocer, a los
hombres y el mundo, sino que ni siquiera conocen la realidad de su obra misma, que la historia va
investigando y colocando en su lugar y de la que ellos poseen consciencia, pero no auto-
consciencia. Aun en este caso los genios de la política pura, los fatalia monstra recordados en las
historias, si resucitaran y volvieran entre las gentes, se quedarían estupefactos al enterarse de lo
que hicieron sin saberlo y leerían en las obras de su pasado como en un jeroglífico cuya clave se
les ofrece.
Hay que decir, pues, para terminar, que el conocimiento histórico surge de la acción, o sea de la
necesidad de esclarecer y determinar nuevamente los ideales de la acción oscurecidos y confusos,
y que, al reflexionar en lo acaecido, hace posible la nueva determinación y dispone para la nueva
acción. [...].
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1.- El íntimo lazo que hemos establecido y mantenido con todo cuidado entre los impulsos de la
vida práctica y moral y los problemas de la historiografía es en todo diverso del otro lazo entre
fines prácticos y narraciones históricas que da lugar a las historias de tendencia” o “de partido”.
En estas últimas el proceso no va del estímulo práctico al problema definido y resuelto del
pensamiento, a la conciencia informada que es condición de nueva y renovada actitud práctica y
operante; sino que, dada una particular actitud práctica, que es la tendencia o programa de partido,
en proximidad o en curso de actuación, se recurre, entre otros medios para hacerla efectiva, a las
crónicas y a otras colecciones de noticias sobre el pasado, sacando de ellas imágenes de personas,
acciones y acontecimientos para afirmar, convalidar y defender el fin que se persigue. [...]
También el concepto de educación histórica se ha entendido y sigue entendiéndose todavía
como algo que está en relación con la historia de tendencia, como persuasivo a un ejercicio en pro
de ésta o de aquella fe política; y con vestidura de educadores de su propio pueblo y de la
humanidad entera se presentaron los historiadores de que se ha hecho mención, liberales,
demócratas, autoritarios, militaristas, nacionalistas o de otras denominaciones. Los antiguos
regímenes absolutos proveían a sus escuelas de librillos históricos edificantes; los regímenes
semejantes de hoy los imitan y encuentran plumas dóciles a la tarea, que suele ser ineficaz, o eficaz
tan sólo para forjar fanáticos e hipócritas, y, en todo caso, hombres de escasa consistencia interior,
mudables a todo viento. Los regímenes libres no cuidan o desdeñan lo que se llama, sin serlo,
educación, y a la que corresponde mejor el nombre de “entrenamiento” o amaestramiento, como el
que se practica con caballos, perros y otros animales. La verdadera educación histórica, tiende a
desarrollar la actitud para entender las situaciones reales, refiriéndolas a su génesis y colocándolas
en sus relaciones; y enseña a leer los libros de los historiadores no para poblar ociosamente la
memoria, ni drásticamente, para estímulo de los nervios y ejercicio de los músculos, sino para ir
procurando por tal medio la orientación del mundo en que vivimos y hemos de cumplir nuestra
propia misión y nuestro deber propio. Es una verdadera vela de armas, que no admite
estupefacientes ni enervantes.- CROCE, Benedetto: La historia como hazaña de la libertad.
México, FCE, (c1942). pp. 14-16, 198-201, 209.
[...] en lo humano está el contraveneno de lo humano y la razón del hombre es capaz de los más
asombrosos esfuerzos en la investigación de la verdad. Se asoman sin embargo a la historia
quienes no van a ella sino a buscar elementos para construir teorías filosóficas o políticas, o para
apoyarlas. Otros buscan en la historia las piedrecitas del mosaico que ellos han preconcebido y
cuyo dibujo, colores, trazado, asunto y forma están prefijos en su mente. Y algunos se lanzan a
estudiar períodos históricos que están aún, o que han vuelto a estar, de actualidad. Y aunque no se
apresten a historiarlos al servicio de un ideal político o de una causa partidista, ni empujados por la
ambición de fama o de fortuna, se hallan tan expuestos a sucumbir a la tentación de la parcialidad
como quienes intentan estudiar su propia época.
Los filósofos y los hombres de estado suelen tropezar en los escollos señalados. Incluso los
filósofos y los estadistas geniales. Está demasiado poblado su pensar de principios políticos o
filosóficos, es demasiado subjetiva su postura ante la vida; y al hacer historia la retuercen o
desfiguran, no según su capricho, que no anidan tales veleidades en las mentes preclaras, sino
según su noble razonar y en ocasiones según la proyección luminosa o sombría con que su
penetrante y aguda inteligencia mira y ve el hoy en que se agitan
Puede escribirse la historia de un período cualquiera del pasado en todo tiempo. Mas acabo de
decir que se dificulta extraordinariamente la creación histórica cuando los hechos están aún o
vuelven a estar de actualidad. Según Croce, toda historia es historia contemporánea. Pero Croce ha
hipertrofiado una verdad: la de que a veces el ayer suscita en nosotros muy vivas resonancias y le
consideramos conforme a ideas y a sentimientos de hoy. ¿Actualidad de los hechos históricos? Sí.
Y no hay paradoja en esta frase. Los hechos históricos pueden estar de actualidad de dos maneras.
Lo están cuando por su hirente acción sobre el presente, o siguen influyendo en el hoy
drásticamente o se halla muy reciente todavía su drástica influencia. Y pueden estar de actualidad
mucho después. En la multimilenaria espiral de la historia los pueblos serpentean trabajosamente.
Nunca vuelven a recorrer el camino ya pisado. Mas al avanzar por los eternos giros de la curva sin
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1.- fin pasan, a las veces, ante panoramas parecidos a los antes divisados en su marcha. Cuando
los pueblos se encuentran frente a problemas no disímiles de los que ellos u otras comunidades
históricas han enfrentado ya, entonces vuelven a estar de actualidad los hechos históricos ocurridos
en esa parte del camino del avanzar sin tregua.
Si los hechos históricos están de actualidad por su hiriente influencia en el presente, se halla aún
muy turbio el río de la historia y es preciso un filtro de una enorme potencia para poder convertirlo
en cristalino. Cuando los hechos históricos influyen aún con viveza en el hoy apasionado, sólo un
gran historiador dotado de virtudes y talentos sobrehumanos o de una espectral serenidad de
espíritu podrá escribir sobre ellos sin pasión. Al volver a estar de actualidad los hechos del pasado
por su semejanza con los hechos del presente, el cercano hoy puede ayudarnos a comprender el
ayer remotísimo. Obligados a vivir en una época sombría de la historia, en torturada
contemporaneidad de regímenes despóticos cuya crueldad ha superado a las más torpes tiranías de
la historia, podemos hoy considerar, bajo otras luces que nuestros mayores, a conductores de otros
tiempos –Felipe II acabará por parecernos un príncipe benigno y liberal, si el azar no da un golpe
de timón en nuestra vida histórica-, regalados [sic: relegados?], hasta ahora, por la saña de quienes
vivieron en épocas distintas de las nuestras. Pero de ordinario, cuando los hechos del pasado
vuelen a estar de actualidad, la humana pasión suele enturbiar de intento las aguas de la historia, si
no se encuentran muy lejanas, muy lejanas, y todavía no se ha interpuesto entre el ayer y el hoy
una espesa neblina de siglos o milenios.
Pero cuando los hechos históricos, por un golpe de timón de los tiempos, han dejado de ser parte
viva del presente, o cuando por su desemejanza con los sucesos siempre dramáticos del hoy o por
su considerable lejanía no pueden interesar con fuerza a los hombres de una generación, ha llegado
el tiempo de la siega.
Dejemos gritar a quienes aconsejan escribir la historia con pasión. A la historia hay que ir con
agudeza de pensamiento, pero sin apriorismo, y sin odios. No hace falta ninguna especie de
castración sentimental para hacer historia, pero el estudioso tiene que ir a la historia con el alma
limpia de prejuicios filosóficos o políticos, nacionales o religiosos. No a buscar piedrecitas para su
mosaico sino a descubrir cómo fue el mosaico que esas piedrecitas formaron. Se debe ir a la
historia con una aguda y tensa curiosidad de ver el ayer en todas sus facetas y planos diferentes,
con sus lógicos procesos genéticos y en función de las continuas conexiones que enlazan las
formas de vida y las ideas; pero a ver el ayer como el ayer fue, no como quisiéramos que hubiese
sido. La inteligencia del hombre debería esforzarse por reflejar la realidad histórica como el
azogue del espejo nos devuelve las imágenes, según frase feliz del elogio de la historia del
bachiller Pedro de Rúa.
Con la nitidez y exactitud de los espejos planos, importa precisar; porque a veces, como los
deformantes espejos convexos o cóncavos, los historiadores trastruecan las proporciones de la
realidad histórica que tratan de captar y abultan e hipertrofian o achican y minimizan personas,
sucesos, pueblos y problemas. Ya por entender aún que la historia, como disciplina con contenido
propio, sólo puede ser historia militar o política [...], ya por desdeñar precisamente ese aspecto del
pasado, porque juzgan la historia de la cultura -rígidamente limitada dentro de un marco muy
restricto- como única captación del pasado digna de ser llamada historia.
A la historia debe irse con amor, porque el amor es el mejor camino para la comprensión. Con
amor, no para exaltar a los hombres cuyo pasado nos ocupa y cuyas sombras intentamos revivir,
sino para entenderlos. Con amor, pero sin incurrir en idolatría, [...].- SÁNCHEZ-ALBORNOZ,
Claudio: “El saber histórico”; en su: España, un enigma histórico. Buenos Aires, Sudamericana,
(c1956). v. I, cap. 1, pp. 29-31.
Se titula La miscelánea original de Schott y, en cierto sentido, es el libro más inutil que haya
sido escrito. Y no porque algunas de las noticias que contiene no puedan resultarnos útiles alguna
vez, sino porque nunca se nos ocurrirá buscarlas ahí.
En efecto, en esas páginas, un tal Ben Shott (es irrelevante saber quién es) ha recopilado un
número enorme de noticias irrelevantes (aunque no todas). Enumera, por ejemplo, los nombres de
algunos caballos famosos, el menú servido en la última cena del Titanic, las chicas de James Bond,
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 11
1.- los maridos de Elizabeth Taylor, las muertes curiosas de algunos reyes birmanos, los altos
grados de la masonería, los artículos del código del duelo irlandés, las distintas edades de los
animales, la disposición de una orquesta, los puntos de la canasta, los versos de algunas retahílas
infantiles, los nombres de bufones de corte históricos y los gritos de guerra de los clanes escoceses,
los doce trabajos de Hércules, algunos insultos shakesperianos, 1237 cifras del número Pi, los
animales adoptados por el Zoo de Londres, y así, a lo largo de 150 páginas.
Una vez excluido que el libro pueda ser utilizado por quienes inventan concursos televisivos (es
difícil imaginar a un concursante que sepa que Aksakoff era el bufón de Isabel de Rusia), el único
placer que nos queda es dar con cosas que no están en el libro. Por ejemplo, ¿por qué saber el
verdadero nombre de los cuatro mosqueteros y no encontrar los nombres que Dumas dio a sus
criados (Planchet, Grimaud, Bazin y Mousqueton)? ¿Por qué no enumerar a los Tigres de
Mompracem (Giro Batol, Sambigliong, etc.)? ¿Por qué están los siete enanitos y no los siete reyes
de Roma? ¿Y cómo se llamaban los colaboradores de Maigret? ¿Y los amigos de Mickey? ¿Y los
personajes de Casablanca? Todas estas cosas, para mí, son muy relevantes, mientras que el juego
principal consiste en descubrir todo lo verdaderamente irrelevante que ha omitido Schott.
El problema es que es bastante fácil hacer un catálogo de las cosas relevantes, pero es imposible
hacer uno completo se lo irrelevante. La cultura, ese conjunto de ideas, nociones, datos, memorias
que denominamos Enciclopedia, es la suma de todo aquello que una sociedad (o la humanidad en
su conjunto) decide recordar. Pero no actúa sólo como contenedor; actúa también como filtro.
La cultura es también capacidad de desechar lo que no es útil o necesario. La historia de la
cultura y de la civilización está formada por toneladas de información que fue sepultada. a veces
hemos juzgado pernicioso este proceso y nos llevó siglos retomar el camino interrumpido: los
griegos no sabían ya casi nada de las matemáticas egipcias y, aun más, la Edad Media olvidó toda
la ciencia griega. En cierto sentido, eso les sirvió a las diferentes culturas para rejuvenecer y partir
de cero, para luego recuperar de a poco lo que se había perdido. Otras informaciones se han
perdido por completo. Ya no sabemos para qué servían las estatuas de la Isla de Pascua, y muchas
de las tragedias descritas por Aristóteles en su Política no nos han llegado.
Este discurso no vale sólo para las culturas, sino también para nuestra vida. Piensen en aquel
personaje de Jorge Luis Borges. Funes el memorioso: se acordaba de todo, de cada hoja que había
visto en cada árbol, de cada palabra que había oído en el transcurso de su vida, de cada racha de
viento que había percibido, de cada sabor que había saboreado, de cada frase que había oído. Aun
así (y precisamente por eso) era prácticamente un idiota, paralizado por su incapacidad de
seleccionar y desechar. Nuestro inconsciente funciona porque desecha. Luego, si algo se atasca,
nos gastamos un monton de dinero en el psicoanalista para recuperar esa nimiedad que nos servía y
que tiramos por error. Afortunadamente, todo lo demás se ha eliminado y nuestra alma es
exactamente el producto de la continuidad de esa memoria seleccionada.
La Red es Funes el memorioso, aunque de vez en cuando se renueva y desecha algo. ¿Cuántas
son las cosas irrelevantes? Ninguna enciclopedia podría decirnoslo nunca. La irrelevancia es
pariente cercana del infinito.- ECO, Humberto: “La cultura, la memoria y lo irrelevante”; en: La
Nación. Buenos Aires. Domingo 29 junio 2008. Secc. Enfoques.
PREHISTORIA (conceptos)
Hace tan sólo unas décadas aún se presentaba la prehistoria como un compartimiento estanco.
Sus métodos la emparentaban más que con la historia con las ciencias naturales, especialmente con
la geología. Por otro lado, entre la fase final de la prehistoria, el Neolítico, y los primeros imperios
del Próximo Oriente, cuyo estudio correspondía ya a las disciplinas clásicas, se abría un vacío casi
total. Con posterioridad a la guerra de 1914-1918 se multiplican los yacimientos arqueológicos en
aquellos lugares donde se asentaron las antiguas civilizaciones del Asia anterior, y, lentamente,
han conseguido colmar este vacío. Se ha podido observar así que, desde el valle del Nilo al del
Indo, las instalaciones neolíticas se insertan entre los restos del Mesolítico y los primeros poblados
de los agricultores y ganaderos predecesores de la gran civilización urbana. Este contacto,
realizado sobre el terreno, entre dos disciplinas que venían operando de modo paralelo, ha
contribuido a ampliar y enriquecer el campo histórico.
Se puede definir la investigación científica por sus dos operaciones básicas: indagación
científica del pasado del hombre con ayuda de los testimonios que de él han llegado a nuestras
manos, y reconstrucción de este pasado en esquemas inteligibles. A partir de los grandes eruditos
del Renacimiento, el historiador ha dirigido principalmente sus esfuerzos a elaborar la crítica de
los testimonios escritos y a establecer criterios que permitan decidir acerca de la autenticidad,
veracidad o grado de verosimilitad de un texto. Este esquema conceptual se ha desmoronado ante
la dimensión alcanzada por los hallazgos arqueológicos. Las decenas de miles de textos
exhumados han hecho retroceder los confines de la historia escrita hasta comienzos del IV milenio
a.C., revelándonos pueblos y civilizaciones desconocidos.
Pero la aportación capital de la arqueología reside en el hecho de haber introducido en el ámbito
del método histórico un nuevo tipo de documento. Si bien el testimonio escrito, el texto, conserva
una importancia privilegiada, deja de ser, en cambio, el único instrumento de conocimiento del
pasado. Todo objeto conservado, todo vestigio de la vida y actividad de nuestros antepasados, se
puede convertir en un testigo. Son estas cosas, que tantos recuerdos guardan, las que constituyen el
objeto propio de la arqueología; para obligar a declarar a estos innumerables y dispersos testigos,
ésta dispone en la actualidad de una amplia serie de técnicas de investigación. El límite entre
historia y prehistoria va perdiendo gradualmente nitidez: aún en ausencia de textos, vastos sectores
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 15
1.- del pasado resultan inteligibles para el historiador a la doble luz de las nuevas técnicas y de las
ciencias humanas. A su vez, la esfera de la historia escrita ya no podrá privarse en lo sucesivo de la
contribución arqueológica, que completa, y en ocasiones rectifica, cuanto de fragmentario, e
incluso de parcial, pueda ofrecer el testimonio humano tal como aparece en los textos. Una
diferencia fundamental continuará, sin embargo, contraponiendo la historia que carece de textos,
que depende del método arqueológico, a la historia capacitada para hacer un uso paralelo de ambas
series de documentos, escritos y no escritos. Nunca penetrará la prehistoria en el pasado humano
sino a través de unos restos materiales que tan sólo revelan efectos sin sus correspondientes causas,
o gestos desligados de sus motivaciones íntimas.
Con objeto de reducir al máximo este margen de incertidumbre congénita se ha forjado y
desarrollado, en torno a unos cuantos útiles de piedra tallada, un método que se convierte cada día
más, en un asombroso instrumento de exploración del pasado. / […]
Cronología absoluta. / […] Al descubrir, en 1949, que en la naturaleza existía carbono
radiactivo, el físico norteamericano W.F. Lobby señaló inmediatamente sus posibles aplicaciones
futuras en el campo arqueológico. Hay que buscar el origen del C14 en la irradiación cósmica: los
neutrones (núcleos atómicos) emitidos en esta irradiación provocan en las altas capas de la
atmósfera la transmutación del nitrógeno en carbono radiactivo, el cual se combina con el oxígeno
del aire para dar anhídrido carbónico. En la atmósfera existe, por tanto, una cierta proporción de
anhídrido carbónico radiactivo que será absorvido, directa o indirectamente, por todos los seres
vivos. Fácilmente se comprende el interés que presenta el ciclo del C14: efectivamente, rara es la
excavación que no desentierra algunos residuos orgánicos, vegetales u osamentas. Cuando se
produce la muerte de alguna planta o animal, el C14 que contiene inicia su proceso de
desintegración que habrá de transformarlo en C12, o carbono ordinario. Esta alteración se efectúa
siguiendo un ritmo regular; por lo que hace al C14, se ha fijado su coeficiente de desintegración o
período (que representa el tiempo que tarda la radiactividad en reducirse a la mitad) en 5.570 años.
Por tanto, si se mide la radiactividad residual de una muestra se podrá obtener el número de años
transcurridos desde la muerte del vegetal o del animal del que ésta procede. Si la disminución en la
mitad de la radiactividad en cuestión corresponde a 5.570 años, su descenso hasta la cuarta parte
representará una duración de 11.140 años, etc. Para etapas superiores a los 20.000 años, los
cálculos resultan inciertos [...] En una primera fase los tests, realizados con muestras fechadas
mediantes distintos procedimientos, han proporcionado resultados convergentes. Esta técnica no
deja de perfeccionarse; se ha superado ya el techo de los 20.000 años. La conversión del C14 en
acetileno hace retroceder los límites de la investigación hasta cerca de los 70.000 años. Aún
descontando el uranio 235 y el 238, otros elementos radiactivos, como el potasio 40 (período:
1.300.000 años), sustituyen ampliamente al C14 por encima de los 70.000 años. Gracias a estos
medios se ha podido asignar a los restos fósiles del Zinjanthopus, australopitécido del África
Oriental [Tanganika, en el cañón de Olduvai, descubiertos por L.S.B. Leakey en 1959] una fecha
próxima a 1.750.000 años.- ALIMEN, Marie-Henriette: “Técnicas e historia de la arqueología”;
en: ALIMEN, M.-H.; STEVE, P. Marie-Joseph, O.P. (comps.): Prehistoria. Madrid, Siglo XXI,
(c1972). (Historia universal, 1). pp. 2-3, 15-17.
1. […] El primer hombre, salido del polvo de la tierra, fue ceado con alma viviente, no con
espíritu vivificante; esto se le reservaba como premio de la obediencia. Por eso no ofrece duda que
su cuerpo no fue espiritual, sino animal, necesitado de alimento y bebida para no sufrir el hambre y
la sed, y estaba garantizado contra una muerte necesaria, no por absoluta e indisoluble
inmortalidad, sino por el árbol de la vida, que también le mantenía en la flor de la juventud. Y con
ser animal no habría de morir si el hombre no hubiera caído, incurriendo en la sentencia del
anuncio y la amenaza de Dios. […] /
2. El primer hombre, según el Apóstol [San Pablo], fue hecho con cuerpo animal. En efecto,
queriendo distinguir este cuerpo animal del espiritual que tendremos en la resurrección, dice: Se
siembra lo corruptible, resucita incorruptible; se siembra lo miserable, resucita glorioso; se
siembra lo débil, resucita fuerte; se siembra un cuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual. Para
probar esto dice luego: Si hay cuerpo animal, lo hay también espiritual. Y para demostrar qué es el
cuerpo animal, dice: Así está escrito: El primer hombre fue un ser animado.
De este modo, quiso demostrar qué es el cuerpo animal, aunque la Escritura, cuando le fue
creada al hombre por el soplo de Dios el alma, no dijo del primer hombre, llamado Adán: “Fue
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 20
hecho el hombre con cuerpo animal”, sino: El hombre fue un ser animado. Y en estas palabras: El
primer hombre fue un ser animado, quiso el Apóstol [1ª epístola a los corintios, xv, 42-43] se
entendiera el cuerpo animal del hombre. / […].- AGUSTÍN de Hipona, santo (454-430): La
1.- ciudad de Dios. Ed. bilingüe. 3. ed. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, (c1977-1978).
Libro xiii, cap. 23. (obra de los años 413 a 426).
DEFINICIÓN DE LA ESCRITURA
Si se pide a una persona corriente que defina la escritura, es casi seguro que dará la siguiente
contestación: “Eso es la cosa más fácil del mundo. Todos los niños saben que la escritura es parte
de la educación elemental y que la expresión ‘ABC’ indica los rudimentos más sencillos de
cualquier materia de nuestro conocimiento”. El problema, sin embargo, no es tan sencillo.
La escritura comenzó al aprender el hombre a comunicar sus pensamientos y sentimientos
mediante signos visibles, comprensibles también para las demás personas con cierta idea del
determinado sistema. Al comienzo, las pinturas sirvieron para la expresión visual de las ideas en
forma muy distinta del idioma, que expresaba sus ideas de modo auditivo. La relación entre
escritura y lengua en los primeros estadios de la escritura fue muy vaga, ya que el mensaje escrito
no correspondía a formas exactas de la lengua.. Un mensaje determinado poseía solamente un
sentido y podía ser interpretado por el lector tan sólo de una forma, pero podía ser “leído”, es
decir, vertido en palabras, en formas diferentes e incluso en muy distintos idiomas.
En períodos posteriores, la aplicación sistemática de la llamada “fonetización” permitió al
hombre expresar sus ideas en una forma que podía corresponder a exactas categorías del habla. A
partir de entonces, la escritura perdio gradualmente su carácter como forma independiente de
expresar ideas y se convirtió en un instrumento de lenguaje, un vehículo por el que formas exactas
de lenguaje podían ser fijadas de manera permanente.
En todos los grandes hechos humanos puede observarse un paso importante y decisivo que
revolucionó por completo su futuro. Al hablar de inventos, me refiero en otro lugar al hecho de
que aunque Watt no “inventó” la máquina de vapor, sí fue él quien dio el paso decisivo de usar por
primera vez en forma práctica el vapor como origen de energía [el ferrocarril de Stephenson es la
adaptación a unas ruedas de la máquina de vapor de Watt, mientras ésta es una aplicación práctica de las
observaciones hechas por muchas generaciones a ño largo de siglos]. Debemos suponer un paso
semejante en la historia de la escritura. Este paso de revolucionaria importancia es la fonetización
de la escritura. Si creemos que la máquina de vapor apareció con Watt, podemos también mantener
que la escritua comenzó solamente cuando el hombre aprendió a expresar por escrito nociones de
valor lingüistico. Esto significaría que la escritura es, como sostienen algunos lingüistas, un
instrumento para el registro del habla y que todas las etapas en las que la escritua no sive a este
propósito son solamente débiles tentativas dirigidas a la escritura, pero no escritura auténtica […].
Sin embargo, […] Aunque todas las escrituras primitivas no llegan a expresar el hablar con
exactitud, algunas de ellas, como las escrituras maya y azteca, alcanzaron un nivel de
sistematización y convencionalismo que puede ser comparado en cierto modo con escrituras de
desarrollo tan completo como la sumeria o la egipcia. / […]
Precedentes de la escritura / Sistemas limitados / Puede que asombre a algunos especialistas
el encontrar las complicadas inscripciones de América Central tratadas a la vez que los sistemas
primitivos de los indios de Norteamérica y de los negros de África. No obstante, no puede llegarse
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 35
a otra conclusión si examinamos el problema con ojos limpios de prejuicios. A pesar de la forma
en extremo elaborada que puedan adoptar los bellos manuscritos e inscripciones en piedra de los
aztecas y de los mayas, su estructura interna no se encuentra en un nivel de desarrollo mucho más
elevado que el de los sistemas primitivos de América del Norte y de África. Lo que puede
comprenderse con claridad en las inscripciones de América Central son, sobre todo, los sistemas
de anotación matemática y astronómica. Aparte de éstos, son comprensibles algunas inscripciones
o partes de ellas, pero solamente en el sentido en que las pinturas de Norteamérica se entienden per
se, sin el auxilio de ninguna forma lingüística. Aunque los inicios de la fonetización pueden ser
1.- observados en ambos, ni los aztecas ni los mayas llegaron ni por aproximación a alcanzar la
etapa fonética de la escritura que encontramos desarrollada ya con tanta perfección en las
inscripciones sumerias más antiguas. [...] /
Los ejemplos de escritura fonética que puedan encontrarse son notorios por su escasez y por
ocurrir casi exclusivamente en la grafía de nombres propios. Por ejemplo, el nombre geográfico
azteca Quauhnauac, “cerca del bosque”, compuesto por las palabras quauh, “árbol, bosque”, y
nauac, “cerca”, está escrito con los signos de “árbol” (quauh) y de “habla” (naua-tl); la palabra
Teocaltitlan, “templo personal”, se escribe con los signos de “labios” (te-n-tli), “camino” (o-tli),
“casa” (cal-li), y “dientes” (tlan-tli), omitiendo solamente la sílaba ti. Los casos ocasionales de
fonetización no pueden tomarse como evidencia de un alto nivel de los sistemas centroamericanos,
ya que el principio de fonetización se produce a veces en pueblos primitivos sin probabilidad
alguna de que evolucione hasta un sistema fonético completo.
Mucho menos aclarada que la escritura azteca se encuentra el sistema de los mayas. A pesar de
los numerosos y variados intentos de descifrar la escritura maya, lo único que se ha llegado a
entender con claridad en este sistema se limita a signos de naturaleza matemática y astronómica.
Aparte de éstos, se conocen unos pocos signos más para designar divinidades y otros términos,
algunos de los cuales se expresaban, al parecer, por un método fonético, como entre los aztecas.
Sea cual sea el sentido que demos a la afirmación del obispo español Diego de Landa en su libro
publicado a mediados del siglo XVI, de que un alfabeto maya de 27 signos se utilizaba en aquel
tiempo en Yucatán, una cosa es clara: nadie ha conseguido hasta la fecha descifrar las
inscripciones mayas tomando como base el alfabeto del obispo Landa. Incluso si admitimos que
este alfabeto fue compuesto en el siglo XVI bajo la influencia española y tuvo un uso limitado a
ciertas partes de Yucatán, no se sigue que reproduzca los sistemas de los indios precolombinos.
La mejor prueba de que la escritura maya no es un sistema fonético se deduce del simple hecho
de que se encuentre aún sin descifrar. Esta conclusión es ineludible si recordamos el principio
capital de la teoría del descifrado: toda escritura fonética puede y en definitiva debe ser descifrada
si se conoce el idioma expresado por ella. Como las lenguas de los mayas se encuentran aun en
uso, y, por lo tanto son conocidas, nuestra incapacidad de descifrar el sistema de su escritura
significa que no se trata de un sistema fonético.
[...] Aunque [un catecismo compuesto durante el siglo XVI bajo la influencia española para uso
de los indios convertidos al cristianismo] contiene ciertos signos que corresponden a palabras de la
lengua, la inscripción no puede leerse de la manera en que normalmente se leen las escrituras
fonéticas. Los signos y agrupaciones de signos sugieren tan sólo el sentido, que puede
reconstruirse solamente con un conocimiento previo del catecismo cristiano.
Debe hacerse otra observación más sobre nuestra inclusión de los sistemas azteca y maya entre
los precedentes de la escritura. Se hace preciso para dejar en claro que no pretendemos indicar con
esta clasificación que los sistemas centroamericanos se encuentran en el mismo nivel inferior de
desarrollo que sus equivalentes de América del Norte, examinados al comienzo de este capítulo.
Incluso al observador ajeno, la sistematización del aspecto formal de la escritura parecerá
considerablemente más adelantada entre los aztecas y los mayas que entre los indios
norteamericanos. Además, debemos tener en cuenta en América Central la existencia de la
fonetización desconocida por completo entre los sistemas análogos del norte, y sobre todo el
excepcional desarrollo del sistema numérico, en comparación con el cual cuanto se ha producido
en el norte parece infantil y primitivo. El método centroamericano de escribir números y cosas
contadas como, por ejemplo, en la escritura de “5 hombres”, por medio del número “5” y el signo
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 36
para “hombre”, es idéntico al de las escrituras orientales y totalmente diferente al método
empleado en el norte, donde la expresión “5 hombres” hubiese tenido que escribirse por medio de
5 dibujos repetidos de “hombre”. Todas estas peculiaridades demuestran un nivel de escritura más
adelantado en América Central que en la del Norte, pero no pueden conducir en modo alguno a la
conclusión de que los sistemas centroamericanos son idénticos en su estructura general con
ninguna de las escrituras orientales.- GELB, Ignace J.: Historia de la escritura. Versión española
de Alberto Adell. Madrid, Alianza, (1976). (Alianza Universidad, 155). pp. 31-32, 80, 82, 84-86,
88.
1.- PALABRA, ESCRITURA: HISTORIA
Las primeras instalaciones humanas en Mesopotamia se remontan a unos cien mil años, mucho
antes de que la parte baja del Valle de los dos Ríos hubiera surgido de entre la mescolanza de sus
poderosas aguas; es, pues, en las laderas de las montañas del norte del Irak, principalmente en el
país kurdo […], donde se han hallado los vestigios.
Durante un primer período, inmensamente largo, que parece durar hasta el año 6.000 antes de
nuestra era, los hombres, en una especie de estancamiento interminable, vivían aislados, en
familias o agrupaciones minúsculas, en cavernas o en pequeños campamentos transitorios,
fabricando utensilios groseros de madera o hueso, o con las esquirlas de una piedra dura, y
hallándose reducidos para su subsistencia a los azares de la caza y de las cosechas cotidianas.
Es solamente hacia los años 5000 a 4500 (datos obtenidos por el análisis de la radiactividad del
carbono encontrado en las excavaciones) cuando aparecen las primeras ciudades (estaciones y
épocas de Jarmo [al este de Kirkük, en las montañas curdas], de Hassuna [más al sur, en la llanura], de
Halaf) y cuando se advierten los primeros progresos dignos de ser notados, a medida que la
progresiva desecación de la región baja del Valle permite su ocupación, cada vez más extensa, en
dirección al golfo Pérsico. El hombre va creando utensilios cada vez más perfeccionados y más
complejos; empieza a cultivar el suelo, a domesticar los animales, a trabajar el primer metal: el
cobre; se organiza en sociedades, construye sus primeros edificios públicos, sus primeros templos;
y su sensibilidad artística se expresa y se trasluce en una incomparable cerámica pintada, tan
hermosa que no se sabe qué admirar más, si la elegancia de las formas, la imaginación,
prodigiosamente rica de la decoración, o la seguridad del trazo y del gusto de los artistas.
Esta cultura en constante progreso alcanza su apogeo en la época llamada de El Obeid [Tell
el-‘Obeid junto a Ur], hacia el final del quinto y comienzo del cuarto milenio. Parece como si
entonces se extendiera, fundamentalmente idéntica no solamente por la Mesopotamia y sus
aledaños, sino desde la Turquía moderna hasta el Beluchistán [actual Pakistán], en la extremidad
oriental de la meseta iraní, y hasta el valle del Indo.
Hacia el año 3500 antes de nuestra era, y sobre este vastísimo fondo de cultura antigua, común a
todo el Próximo Oriente, en el sur de la Mesopotamia, y en las orillas del golfo Pérsico, surgen, de
golpe, según parece, los sumerios.
¿Quiénes eran los sumerios? ¿De dónde venían? ¿Cómo llegaron? No se ha podido responder
todavía a estas preguntas: las “pruebas” arqueológicas e históricas son, a menudo, difíciles de
establecer y además muy delicadas. La luz es, de momento, tan endeble sobre estas cuestiones, que
ciertos especialistas han juzgado inútil plantear estos problemas y están dispuestos a considerar a
los sumerios como los primeros y más antiguos habitantes del país. Sin embargo, actualmente nos
parece más probable que los sumerios hayan venido de otra parte (¿tal vez del este?), como
conquistadores o como masa de emigrantes, y es muy posible que hubieran adoptado y asimilado
rápidamente la cultura de sus predecesores con los que seguramente se integraron más o menos
profundamente hasta transformarla totalmente a la medida de su propio genio. Esta época de la
instalación de los sumerios en la Baja Mesopotamia ha sido llamada por los arqueólogos época de
Uruk, cuya última parte, entre los años 3000 y 2700, ha recibido de los excavadores
norteamericanos el nombre de protolítera.
Los siete u ocho siglos de Uruk fueron los que vieron a los sumerios crear, instaurar y madurar,
sobre el fondo de las culturas anteriores, esta primera civilización, por la que hoy en día se les
reconoce todo el mérito. Hacia el final de esta época aparecen los primeros testimonios de la
escritura que, con el tiempo, se convertiría en “cuneiforme”, la primera escritura del mundo,
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 37
inventada por los sumerios. Pero los textos son aún muy raros en esta época, y su carácter,
difícilmente penetrable, no permite situar, de golpe, entre los tiempos históricos, el período
protolítero de la evolución sumeria, sino que constituye más bien una a modo de protohistoria que
se va reconstruyendo principalmente con la ayuda de los vestigios arqueológicos.
La verdadera historia de Sumer empieza en la época siguiente, llamada protodinástica, entre los
años 2700 y 2300, poco más o menos. [...] los textos, ya más abundantes e inteligibles, nos
permiten reconstruir ciertas porciones de ella. Es esta la época en que se desarrolla plenamente la
civilización sumeria iniciada unos siglos antes. Sumer se encuentra distribuida en pequeños
1.- Estados urbanos, porciones, en realidad, de territorio rural, agrupados, cada uno de ellos
alrededor de una ciudad-capital. La ciudad, rodeada de murallas y fortificada, está centrada en el
Palacio, residencia del monarca terrestre que la gobierna, y también en el Templo, morada del
personaje divino cuya representación ostenta el rey. Templo y Palacio, construidos en obra de
ladrillo con un sentido cada vez más perfecto de la arquitectura y del urbanismo, yacen al pie de la
“atalaya” de las ciudades sumerias, el ziggurat, torre piramidal con pisos, que unía el mundo
divino al de los hombres. Una administración civil y religiosa, cada vez más compleja, pulula por
el barrio oficial de cada ciudad y responde a una organización y a una especialización cada vez
más detallada de la vida pública y de la privada. Alrededor del Palacio y del Templo, que
también sirven de universidad y de cuartel, se agrupan las casas de los ciudadanos, las tiendas [o
barracas] de los obreros, los almacenes, los depósitos, los graneros /
[...] Esta civilización sumeria, la primera y más antigua del mundo, desarrollada en el curso de
una larga historia y transmitida a los babilonios y a los asirios y, por intermedio de ellos, al mundo
helenístico, precursor inmediato del nuestro, la han podido reconstruir los asiriólogos y
sumerólogos, a menudo hasta en sus detalles más concretos y más inesperados. [...].- BOTTÉRO,
Jean: “Exordio”; en: KRAMER, Samuel Noah: La historia empieza en Sumer. Barcelona, Aymá,
(c1956). pp. 21-26.
EL PARAISO Y LAS BIBLIOTECAS
En un rincón perdido del Museo Británico, en Londres, hay una minúscula tableta de arcilla en
la que están grabados algunos versos sobre el diluvio. Esos versos, que pertenecen al poema
babilónico Gilgamesh, fueron escritos en caracteres cuneiformes hace más de cuatro mil
trescientos años. La tableta formaba parte de la biblioteca del rey Arsubanipal, una de las primeras
de las que se tienen noticias. Los destellos de imaginación del ignoto autor de Gilgamesh
iluminaban entonces sólo a un puñado de seres humanos: tal vez doscientos, tal vez mil. En aquel
vasto amanecer de la especie, la lectura era un saber mucho menos frecuente que los saberes de la
agricultura y de la guerra. Las historias se perpetuaban a través de la voz de los rapsodas, que
cantaban e improvisaban mientras los demás oían y modificaban lo que oían con los tañidos de su
memoria. Salvo unos pocos relatos sobre reyes y guerreros que buscaban la eternidad, aquellas
primitivas tablas de arcilla sólo servían para el comercio y para el registro de unos pocos hechos
magnos: victorias, conquistas, ritos imperiales. .
Quién sabe cuántos sistemas independientes de escritura eran entonces concebidos en otras
latitudes. El número de los que han sobrevivido es cabalístico, siete, y todos ellos se originaron al
oriente de Grecia, en Creta, en la Mesopotamia, en los valles del Nilo y del Indo, entre los grandes
ríos de la China, en la meseta de Anatolia, en la antigua ciudad persa de Susa. La especie humana
tardó aún dos milenios en anudar las palabras y establecer con ellas esa melodía que ahora
conocemos como el libro. Los primeros libros no narraban historias. Eran fórmulas de adivinación,
lecturas de los pájaros en vuelo, del movimiento de las hierbas, del paseo de los animales. A través
de la naturaleza, el ser humano intentaba descifrar su destino. Y los libros eran algo así como la
fijeza del destino, la eternidad inmovilizada en palabras.
Quizá la mayor maravilla del libro es su capacidad de transfiguración, de ser primero voz que se
va enriqueciendo al pasar de generación en generación, hasta que alguien, temeroso de que la voz
se pierda en los vientos del tiempo, ordena retenerla en páginas manuscritas, como sucedió con la
Ilíada y con Las mil noches y una noche, para que sea más tarde texto sagrado, hoja impresa,
biblioteca de Babel, símbolo virtual que se desliza en las computadoras. En el nudo original del
libro está, por supuesto, la escritura, en cuya definición coincidieron Aristóteles, los sabios chinos
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del siglo XV, así como Voltaire y los enciclopedistas. En su Lógica, Aristóteles dijo que "las
palabras habladas son los símbolos de la experiencia mental y las palabras escritas son los
símbolos de las palabras habladas". Según Tai T´ung, los chinos definían la escritura como "el
habla pintada", y el habla como "el aliento de las vocales". Algo semejante dice Voltaire: "La
escritura es la pintura de la voz; cuanto más se le parece, mejor es".
En su largo amanecer iletrado, la humanidad componía libros sin saberlo, voces, sucesiones de
historias que se desplegaban en el espacio público: las plazas, los templos, las academias. No
existía la noción de autor en el sentido en que la concebimos ahora: escribir, o crear era una tarea
1.- colectiva, una discusión, un diálogo como los que transcribió Platón. La Ilíada y la Odisea
fueron la obra de muchos hombres o, si se quiere, de todos los Homero que trabajaron en ellas
entre los siglos VIII y VI antes de la era actual. Cada copista de la Ilíada sumaba una línea o
suprimía una escena, hasta que ese espacio móvil encontró su punto de fijeza, y lo mismo sucedió
con los evangelios canónicos y con los apócrifos, con los textos de Confucio quemados por el
primer emperador de la China y rehechos por la memoria de sus discípulos, y hasta con una novela
célebre, la caudalosa y medieval Shui-hu-zhuan, o Al borde del agua, cuyos centenares de
episodios podrían ser miles, cientos de miles, o uno solo.
La fuerza del libro está en su poder proteico, en ser voz o volumen o signo virtual o todo a la
vez, para brotar de una sola persona o encarnar, por sí solo, toda una cultura. .
En la antigüedad, aquellos que oían las palabras de un libro, o las copiaban, o las leían
confiriendo forma oral a lo escrito (porque la lectura en silencio es, como se sabe, una ceremonia
tardía), establecían una interacción entre el libro y su comunidad. Leer era algo que pertenecía a la
esfera pública, y enriquecer con adiciones o comentarios lo que se iba leyendo, en vez de estar
vedado, merecía la gratitud colectiva. Aunque los doctores de la Iglesia trazaron después una línea
divisoria entre el saber privado o sagrado y el saber público o lego, muchos poemas, novelas de
caballería y relatos populares son el fruto de generaciones que iban depositando en ellos sus
sedimentos culturales y sus mudanzas de lenguaje, como sucedió con Amadís de Gaula, la
Chanson de Roland, el Poema del Cid y la gesta anglosajona de Beowulf. Al mismo tiempo,
algunas grandes creaciones individuales empezaron a imponer la noción de autor. Esa noción
aparece en la Comedia de Dante, en los cuentos de Geoffrey Chaucer y en una mujer que los
precede a todos, lady Shikibu Murasaki, quien entre los años 1001 y 1003 recreó y embelleció la
lengua japonesa como su Genji monogatari, la primera y una de las más esplendorosas novelas de
que se tenga memoria. .
La invención de la imprenta dio un vuelco decisivo a la relación entre autor y lector al instalar el
libro en la esfera privada. Lo introdujo en la intimidad del ser humano, lo convirtió en
acompañante de los solitarios, en confidente de ilusiones y secretos, en transmisor de mensajes
cifrados, y permitió que cada frase fuera leída según el ánimo que cada quien tenía en un momento
determinado de la vida. El sentido de esa frase, a la vez, podía ir desplazándose en la imaginación
del mismo individuo a medida que pasaba el tiempo, tal como lo definió Jorge Luis Borges con
precisión en su cuento "Pierre Menard, autor del Quijote".
Poco después de las primeras Biblias de Gutenberg, en 1474, Aldus Manutius emprendió en
Venecia la aventura de publicar algunas obras que necesitaba para sus cursos humanísticos.
Imprimió primero, en formato manuable, unos pocos clásicos griegos: Sófocles, Aristóteles,
Platón, Tucídides; siguió en latín con Virgilio, Horacio y Ovidio, y completó la colección con
diccionarios y tratados de gramática. Esas ediciones, las más espléndidas de la historia de la
imprenta, nacieron con un propósito aún más extraordinario. Manutius las editó sin anotaciones ni
glosas, para que los lectores entraran en los textos de manera directa, libres de toda mediación, y
pudieran dialogar a su manera "con los muertos gloriosos".
El libro como diálogo con los muertos es una idea que resonará cinco siglos después, cuando
Michel de Certeau defina la historia como la puesta en escena de una población de difuntos, y
cuando Jean-Paul Sartre señale que toda obra sólo adquiere realidad y sentido en el momento en
que es percibida por otro, apropiada por otro. La intimidad del lector con el libro engendró miles
de Don Quijote, miles de jóvenes Werther, todos igualmente desesperados, pero todos con una
desesperación diferente; legiones de Madame Bovary, de David Copperfield, de Leopold Bloom,
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de Humbert Humbert y Lolitas. La intimidad creada por la palabra impresa abarca todos los
espectros del conocimiento humano: el cine, la historia, la ciencia, la filosofía, aquello que primero
es imaginación y luego signo. Tarde o temprano, todo signo encuentra su más noble forma de
diseminación en la biblioteca, en forma de manuscrito, de fotografía, de grabados de época, de
ensayo para especialistas, de periódico, revista, libro y de información virtual. .
El reino de lo virtual nos ha devuelto, en cierto modo, a la forma comunitaria de leer, de
comunicarnos y de interactuar a través de los signos. Así, la especie humana ha ido derivando del
ágora original, de la creación por capas superpuestas de lenguaje, a la intimidad entre autor y texto,
1.- y desde allí ha vuelto a una forma diferente de ágora, en la que el lector, solo frente a su
teclado, entreteje su experiencia con los infinitos textos que se le cruzan en la red. Los libros o
informaciones que circulan en ese espacio virtual pueden ser hallados y tomados por quien los
desee -y de hecho, así sucede con frecuencia-, modificados por comentarios o reescrituras que van
naciendo mientras se lee.
Poco a poco, esta nueva forma del ágora, este purgatorio o cielo de lo virtual, se ha lanzado a
crecer como un árbol incontenible. La biblioteca de Babel, aquella en la que Borges incluía
todos los libros pasados y los no escritos, y las variaciones de cada uno de esos libros, ha llegado
antes de lo que se pensaba. Ya está entre nosotros.
El filósofo Paul Virilio escribió que si el elemento central de la modernidad era la velocidad de
la materia -Fernand Braudel hablaba de "la lentitud de los transportes" en su historia de la
civilización europea de los siglos XV a XVIII-, el dato central de la posmodernidad es la velocidad
de la luz. "El ser humano -escribe Virilio- se ve superado por una tecnología que, sin embargo, ha
sido creada por su mente y por sus manos, capaz de ejecutar acciones que van mucho más allá de
lo que entendemos por pasado y por futuro". En la red, en Internet, cuya dispersión es global, no
hay en efecto día ni noche, ni tampoco horas. Leo hoy lo que sucedió ayer en la isla de Pascua y lo
que ha sucedido mañana [sic] en Tokio. Mi tiempo es doble, o múltiple. Somos, ahora, seres
inmersos en un océano de tiempo que se mueve a mayor velocidad que nuestra imaginación.
Sería desatinado pensar, como ya han predicado algunos falsos profetas, que la información
virtual acabará con el libro tal como lo conocemos: es decir, con el objeto rectangular de cartón o
tela o cuero, dentro del cual hay hojas de papel cubiertas de signos. Quizá se transmute el libro en
otros libros, ya lo hemos visto. Quizá las páginas de una biblioteca entera puedan moverse con un
ligero roce del dedo índice, como me sucedió cuando contemplé, en un museo de la Sexta Avenida
de Nueva York, las fotos de niños y adolescentes tomadas por el diácono de Oxford al que
conocemos con el nombre de Lewis Carroll. Pero el libro perdurará en la forma que asumió hace
más de quinientos cincuenta años, porque siempre habrá alguien que prefiera o más bien elija
alcanzar la intimidad con un autor de esa manera, a través de las páginas que van cobrando vida
mientras se abren. Siempre habrá alguien que quiera regresar a un libro sólo en la edición en que lo
conoció por primera vez, a las dedicatorias, recuerdos y pasados que quedaron unidos a ese objeto.
La palabra escrita ha perdurado y prevalecido sobre los incendios que tramaron su destrucción,
desde que el emperador Shih huang-ti, constructor de la Gran Muralla, ordenó que se quemaran
todos los libros anteriores a él, con excepción de algunos tratados de agricultura, sólo para probar -
en vano- que la historia del mundo empezaba con su reinado. El mismo fanatismo se ensañó con la
biblioteca que los Ptolomeos habían creado en Alejandría tres siglos antes de la era cristiana, y que
sucumbió al fuego durante una de las guerras civiles que se sucedieron bajo el emperador
Aureliano, hacia el año 273. Millares de libros fueron también arrojados a la hoguera por los nazis,
en 1933, y de modo más sigiloso, aunque no menos vil, varios miles fueron quemados aquí, en la
plaza de un regimiento de Córdoba, a comienzos de 1977. .
La intolerancia cobró una de sus más lamentables víctimas en Bagdad, el 14 de abril de 2003, un
mes después de la invasión de Irak y el día mismo en que se conoció la huida de Saddam Hussein.
El saqueo devoró la ciudad con un ímpetu ciego, y también la Biblioteca Nacional cayó esa tarde.
Al menos 800 mil volúmenes fueron entonces quemados y robados, como si fueran ellos los
culpables de las desgracias de Occidente. Se destruyó la colección entera de Omar Khayyam, se
rompieron con balas de mortero las máquinas de microfilmación y las cajas de documentos del
extinguido imperio otomano. Se robaron o se destruyeron también las tablillas cuneiformes de los
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sumerios, y casi todas las escrituras babilónicas del poema Gilgamesh. El director de la biblioteca
logró salvar algunos fragmentos de arcilla, de los que desgajó estos versos: "El Bosque se extiende
a través de diez mil leguas.
¿Quién se atrevería a entrar en él? / Porque el rugido de Huwawa es el de la tempestad
porque sus fauces vomitan fuego y su aliento es mortal".
Esas parcas líneas corresponden a la tercera tablilla, tanto menos afortunada que la tablilla
undécima, la que habla del diluvio, en el Museo Británico.
1.- Pero ni el odio de los bárbaros ni la intolerancia de los injustos ha podido destruir el libro, cuya
memoria es también la memoria de la especie humana. .
En cualquiera de sus formas, ya sea en las tablillas cuneiformes de Gilgamesh, en los
devocionarios copiados a mano por los monjes de los monasterios medievales o en la primera
Biblia de Gutenberg, en los folletines de Dickens, en los tres CD rom que compendian los treinta
volúmenes de la Encyclopædia Britannica o en los archivos que la gente se intercambia por
Internet, el libro ha sido siempre no sólo una celebración del conocimiento sino, ante todo, una
celebración de la vida. ¿Y qué significa celebrar la vida en estos tiempos de integración de los
mercados, de las finanzas y de la tecnología? Significa celebrar los valores que definen lo mejor
del espíritu humano: el lenguaje, la imaginación, la libertad, el afán de justicia, la búsqueda de
igualdad. Todos, hoy y aquí, seguimos imaginando el Paraíso bajo la especie de una biblioteca.
MARTÍNEZ, Tomás Eloy: “El libro en los tiempos de la globalización” (fragm.); en: La
Nación. Domingo, 22 de agosto de 2004.
Los políticos debemos estar atentos a lo que manifiestan quienes nos dieron mandato y quienes
representamos. Los empresarios, por ejemplo, invierten dinero en estudios de mercado para
obtener indicadores de mayores ganancias. En educación, los resultados se miden en períodos que
superan una gestión, y a veces esas mediciones se relegan por su falta de rédito inmediato. Esto es
un error, ya que cada gestión debe ser evaluada, fundamentalmente, por sus resultados educativos.
Tomo las conclusiones del V Foro de Calidad Educativa y de la audiencia pública en el Senado
de la Nación del mes pasado para una estrategia a seguir en pos de una educación de excelencia.
Ese foro disparó una alarma: la calidad educativa está en emergencia. Se constató que el 52% de
los adolescentes argentinos no comprenden lo que leen; sólo el 44% termina el secundario en
tiempo y forma; el 15% de los jóvenes integran el grupo "ni ni", ni estudia ni trabaja; apenas uno
de cada cuatro alumnos que cursan la enseñanza obligatoria tiene buen nivel educativo, y el 75%
no alcanza los niveles mínimos necesarios. La Argentina ocupa el puesto número siete respecto de
su calidad educativa en la región, detrás de Brasil, Chile, Colombia, México y Uruguay.
Propongo no tirar el despertador por la ventana: la alarma debe impulsarnos a levantarnos y
actuar. Para eso he presentado el proyecto de ley S-2527/13, basado en estudios y estadísticas que
respaldan los resultados del Bachillerato Humanista que hoy existe en cinco provincias. Propongo
incorporar a la ley de educación nacional (LEN) la modalidad humanista, ya que desde esta
modalidad se forma la inteligencia, el habla y el pensamiento; se capacita para el manejo de la
lengua propia y extranjeras, y se auspicia la formación integral, lo cual la pone en línea con los
fines de la ley educativa nacional.
Para definir la formación humanista recurriré al II Simposio Nacional de Estudios Clásicos, que
la definió así: "La educación humanista es la que busca, mediante los estudios clásicos, la plenitud
del hombre en todas sus dimensiones, tanto en su proyección individual como trascendente,
capacitándolo para integrarse activa y creadoramente en un mundo en continuo cambio,
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satisfaciendo nuevas necesidades intelectuales y desarrollando sus aptitudes para su realización
vocacional".
Con el respaldo de las neurociencias, que resaltan la utilidad de los conocimientos en el
desarrollo neurocognitivo, el doctor Stanislas Dehaene se refiere a la enseñanza de las lenguas
antiguas y destaca varias cuestiones de interés científico ligadas al aprendizaje de las lenguas
clásicas que benefician a los alumnos por el desarrollo de capacidades que van más allá de las
meramente lingüísticas; insiste en que el estudio de las lenguas clásicas tiene repercusiones sobre
las conexiones cerebrales.
1.- Esto coincide con los argumentos dados por los gymnasium alemanes y suizos sobre los
beneficios del estudio del latín y griego. Es, además, una herramienta óptima respecto de la
formación de los hábitos intelectuales, requisito indispensable de la educación. Una persona no
puede asumir su destino si no ha desarrollado antes su inteligencia, es decir, su capacidad de mirar
dentro de las cosas, intus legere . Una de las funciones de la inteligencia es el pensar y uno de los
fines de la educación es el desarrollo de las habilidades del pensamiento.
Pedro Luis Barcia, presidente de la Academia Nacional de Educación, expresa que el correcto
manejo de la lengua es clave para el desempeño en lo social. El ejercicio de la democracia es
participación, es diálogo, y para poder dialogar es preciso la palabra. El adolescente y el joven que
se expresan liberan lo preso y hallan en la palabra la forma del reclamo, de interpelación. Una de
las raíces de la violencia es la incapacidad de expresarse correctamente. El que no tiene palabras
canaliza su actitud en la acción, el puño, el empujón, la violencia.
La pobreza verbal impide la libertad de expresión en una democracia. Guillermo Jaim
Etcheverry sostiene en La tragedia educativa que para debatir necesitamos usar una herramienta
que cada día manejamos peor: el lenguaje.
En la actualidad, hay doce bachilleratos humanistas que están nucleados en una entidad, la
Federación Argentina de Bachilleratos Humanistas Modernos.
De la tesis del ingeniero Pablo Baeck para la licenciatura en Organización y Gestión Educativa
de la Universidad Austral, El bachillerato humanista clásico puede hoy reclamar el derecho a
existencia en la Argentina , hemos tomado la muestra efectuada sobre quienes se recibieron en dos
de esas instituciones, en la que se revela el alto porcentaje de graduados universitarios, el bajo
índice de cambio de carrera y el alto número de graduados en carreras ligadas a las ciencias
exactas.
El bachillerato humanista es una alternativa chequeada y evaluada para ser transitada por
aquellas familias que opten por esta modalidad.- NEGRE de ALONSO, Liliana: “La calidad
educativa en emergencia”; en La Nación. Sábado 12 de octubre de 2013.
LA CULTURA OCCIDENTAL
I. Introducción.- Sobre el área del Imperio Romano se advierten dos regiones marcadamente
diferenciadas: el Oriente y el Occidente. La primera revela sólo una superficial influencia de la
romanización, y por el contrario una acentuada perduración de las tradiciones culturales del
Oriente clásico y de Grecia, en tanto que la segunda manifiesta una penetración vigorosa de la
romanidad, que casi borra las leves tradiciones culturales indígenas: celtas, íberos, italiotas, etc.
[...] la tradición greco-oriental despertó notablemente en el aérea oriental del Imperio, y el
desarrollo y la difusión del cristianismo acentuó la diferenciación, pues en una y otra región
estimuló un distinto tipo de religiosidad y suscitó, además, la rivalidad entre las distintas iglesias
de una y otra parte, cuyos ideales eran diversos: más especulativos en Oriente, más formalistas y
activistas en Occidente. A partir de la muerte de Teodosio, en 395, esa diferenciación se acentuó
mucho. Los germanos invadieron el área occidental del Imperio, sacudieron el orden romano –
excepto en aquello que pudo defender la Iglesia-, y crearon condiciones de vida y de cultura que
acentuaron la divergencia con respecto al área oriental. [...]
[...] el complejo cultural resultante de la interacción de elementos romanos, hebreocristianos y
germánicos que se constituyó en el Occidente de Europa, afirmó su diferenciación frenta al mundo
bizantino y al mundo musulmán. Y poco después del Cisma de Oriente comenzó, con las Cruzadas
de los siglos XI al XIII, la empresa de extender e imponer su propia concepción del mundo y la
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vida, que fluía de su concepción religiosa y política, en la que se sintetizaban todas las actitudes de
todos los problemas.
Ese designio de extender e imponer su cultura no fue abandonado ya más por el Occidente de
Europa. A fines de la Edad Media se vio constreñido por el avance de los turcos en el
Mediterráneo oriental, pero se desvió hacia el Oeste y se dirigió hacia América, primer territorio
occidentalizado metódicamente, en tanto que, hacia el Este, sorteaba el obstáculo dirigiéndose por
el cabo de Buena Esperanza al medio y al lejano Oriente. Comenzó entonces una nueva etapa. Más
que en el Imperio Turco, heredero de Bizancio y continuador de la tradición musulmana, el
Oriente 1.- se encarnó en los vastos territorios de la India y la China y más tarde del Japón. Hacia
ellos se dirigió la catequesis religiosa y la penetración económica. Esa empresa continuó sin
interrupción hasta nuestros días, pero se intensificó notablemente en el curso del siglo XIX, en el
que se difundió la certidumbre de que la empresa de civilizar al mundo, esto es: de imponerle las
formas y los supuestos de la vida occidental, constituía “la carga del hombre blanco”, como la
definió Rudyard Kipling aludiendo a la misión de Inglaterra.
El debilitamiento de esta concepción sólo aparece con cierta evidencia en el siglo XX. A través
de movimientos y tendencias de carácter religioso y nacionalista, se insinúa el comienzo de
rebelión de los países orientales sometidos a la influencia occidental, al tiempo que en los países
occidentales comienza a aparecer la duda acerca de la legitimidad de su acción. Pero conviene no
equivocar los términos. El Oriente que se sacude, aunque conserva seguramente ciertos atributos
profundos, se ha asimilado muchos rasgos de la cultura occidental. [...] Cultura sincrética, la
cultura occidental surge con los caracteres que la definen en los primeros siglos medievales y
como resultado de la confluencia de tres grandes tradiciones, la romana, la hebreocristiana y la
germánica, [...].
II. Los legados.- Los tres legados que confluyeron en la cultura occidental tienen distintos
caracteres y ejercieron distintas influencias en el complejo que constituyeron al combinarse. No
eran, por cierto, análogos. En tanto que el legado romano y el legado germánico estaban
representados al mismo tiempo por troncos raciales y corrientes espirituales, el legado
hebreocristiano consistía solamente en una opinión acerca de los problemas últimos que
condicionaba un modo de vida, opinión que se encarnaba en gentes diversas de uno de aquellos
dos troncos y que, naturalmente, se acomodaba de cierta manera según la calidad del terreno que
acogía a la nueva simiente. Por esa circunstancia, las combinaciones fueron múltiples y las
primeras etapas de la cultura occidental se caracterizaron por su aspecto informe y caótico.
El legado romano constituía una sólida realidad. [...] / Lo que se llamó el Imperio Romano de
Occidente no contaba, a diferencia del de Oriente, con tradiciones indígenas de gran alcurnia. Nada
había allí que pudiera compararse al patrimonio de los viejos pueblos orientales o de Grecia.
Íberos, celtas italiotas y otros grupos menores no pudieron resistir a la capacidad de catequesis de
que dio prueba Roma. […]. / Habían cumplido esa labor muchas fuerzas. El ejército y las colonias
militares fueron agentes eficaces de la romanización, porque difundieron un sistema preciso de
normas, defendido y justificado a un tiempo por una severa disciplina que erigía en valor absoluto
la idea del bien común, de la colectividad, del Estado. [...]
[…] Pero tras aquel orden se escondía una idea de la vida. Cada principio político, cada norma
jurídica, suponía una actitud definida y resuelta frente a algún problema: la organización de la
familia, el régimen patrimonial, las relaciones económicas, los principios morales, los deberes
sociales, o las obligaciones frente al Estado. La religión pública contribuía al mismo fin [...] /
Acaso algunas otras notas caractericen también el legado romano a la cultura occidental. Con
todas ellas se entreteje una cosmovisión que se constituyó en el mundo romano, a lo largo del
tiempo, con escaso aporte del pensamiento teórico y con limitada asimilación de los esquemas
heredados a su vez de Grecia, a la que la romanidad debía muchas ideas, pero que sólo aceptó en la
medida en que coincidían con su propio genio. […] /
El cristianismo era una religión oriental, una entre las varias que se difundieron por el territorio
imperial; confundida con el judaísmo –del que provenía y del que había incorporado muchos
elementos-, no logró durante los primeros siglos del Imperio ser considerada sino como una
superstición, cuyos creyentes se caracterizaban, eso sí, por su pertinaz intolerancia. Esta actitud
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 44
hizo que se lo persiguiera repetidas veces, y en ocasiones con encarnizamiento. ¿Qué era en él lo
que se consideraba peligroso? Los cristianos fueron perseguidos por la comisión de dos delitos
previstos por las leyes: una sobre religiones no autorizadas y otra sobre asociaciones ilícitas. [...] /
[…]. cristianismo y romanidad representaban dos concepciones antitéticas de la vida, {...]
Como.miembro de una comunidad política, el romano aspiraba a realizarse como ciudadano,
distinguiéndose en las funciones públicas, recorriendo el cursus honorum y alcanzando una gloria
terrena cuya expresión era la perennidad del recuerdo. Riqueza y poder acompañaban
subrepticiamente a esta idea de la gloria obtenida por el servicio de la comunidad, como
1.- aspiraciones del romano, para quien la vida se realizaba sobre el mundo terreno y para quien la
muerte constituía ese vago reino de sombras que Virgilio había descripto en el canto VI de la
Eneida. A esta concepción de la vida estaba indisolublemente unido el destino de Roma. [...]
No es pues absolutamente inexacto que la difusión del cristianismo contribuyó a la crisis del
Imperio, pues el cristianismo, en efecto, condenó radicalmente esta concepción de la vida. Religión
de origen oriental, religión de salvación, religión de conciencia, el cristianismo negaba de modo
categórico el valor supremo de la vida terrestre y transfería el acento a la vida eterna que espera al
hombre después de su muerte. Todo lo que podía ambicionar y perseguir en su breve paso sobre la
tierra no era a sus ojos sino vanidad, según las palabras del Eclesiastés. Vanidad era la riqueza, el
poder y la gloria que podían adquirirse en la ciudad terrestre, a la que el cristianismo oponía la
ciudad celeste, la verdadera ciudad de Dios. Vanidad era el amor humano, el goce intelectual, el
refinamiento de la sensualidad, la acción. Vanidad era pues la vida misma tal como el romano la
concebía, y quien se entregaba al cristianismo desertaba invitablemente de la romanidad y
contribuía a que se secaran las fuentes que habían nutrido su grandeza.
Esa concepción de la vida mordió en la conciencia romana, acaso porque había cundido el
escepticismo acerca de la validez absoluta de una patria que había decaido en un estado opresivo.
El número de cristianos creció incesantemente, se organizó la Iglesia, y finalmente el cristianismo
desalojó a la religión de la tríada capitolina [Júpiter, Juno, Minerva] por decisión de Teodosio el
Grande [347-395]. [...] la Iglesia se organizó según el esquema del Imperio, y cuando éste cayó,
subsistió esa nueva organización que había comenzado ya a asimilarse los rasgos de la estructura
de poder que constituía el Imperio. Frente a los germanos que asumieron la dirección política de
los nuevos reinos, y frente a la nueva realidad que estos reinos configuraron, el legado cristiano se
ofreció de diversas maneras. Consistió, ante todo, en la organización eclesiástica que el Imperio
había alojado, en la idea de un orden jerárquico de fundamento divino y en la idea de ciertos
deberes formales del hombre frente a la divinidad. [...]
Frente a los otros dos, el legado germánico fue el más simple. Los conquistadores traían consigo
una idea de la vida menos elaborada, más espontánea y más libre. Creían en lo que hay de
naturaleza en el hombre y exaltaban sobre todo el valor y la destreza, el goce primario de los
sentidos y la satisfacción de los apetitos. El ideal heroico constituía su suprema aspiración, y lo
impusieron como desideratum cuando constituyeron las aristocracias de los reinos que fundaron
por la conquista. Bien pronto sintieron el impacto de las tradiciones romana y hebreocristiana, más
elaboradas y sutiles, que comenzaron a moldear los impulsos que animaban a esas nuevas
aristocracias. Y finalmente las sometieron, pero no por el aniquilamiento de la moral heroica, sino
mediante su sumisión a ciertos ideales que supieron superponerle: el Estado, la Iglesia, Dios. El
legado germánico se mantuvo a través de una concepción aristocrática de la vida y, además, a
través de cierto sistema de normas para la convivencia. Acaso, en parte, escondido en el reino de
las creencias populares. […]. / Obrando de diversa manera y con distinta intensidad, los tres
legados confluyeron en las nuevas sociedades que se constituyeron a raiz de la conquista
germánica del Imperio Romano de Occidente. [...].
III. La primera edad.- La primera etapa de la confluencia de los tres legados –romano,
hebreocristiano y germánico- cubre los siglos de lo que se llama habitualmente Edad Media. [...] /
[…] Si el período comprendido aproximadamente entre los siglos V y XV ha sido llamado Edad
Media, es evidentemente porque no se lo consideraba una primera etapa sino la que se sitúa entre
otras dos. Para quienes acuñaron el nombre –se atribuye la idea a Cristofredo Cellarius, un erudito
del siglo XVII-, la Edad Media continuaba a la Antigüedad heleno-romana sin otra diferencia
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sustancial que la calidad. Era como un abismo, del que volvió a salirse con el Renacimiento, que
inicia la modernidad, esto es, el tercer momento del sistema en el que la llamada Edad Media
ocupaba el segundo. Pero si negamos esa continuidad y afirmamos que el período a que nos
referimos constituye una novedad [...] es obvio que debemos rechazar una designación que
desnaturaliza ese concepto. De aquí que, para no aventurar una denominación explicativa, nos
limitemos a llamar a ese lapso, siguiendo a Gustave Cohen, la Primera Edad. /
[...] La sociedad se componía de “oradores, defensores y labradores”, según la terminología de
las fuentes hispánicas; oradores eran los que dedicaban su existencia a la oración, al servicio de
1.- Dios; defensores los que servían de espada y coraza a la comunidad, defendiéndola y
gobernándola; y labradores los que realizaban todos los trabajos necesarios para subvenir a las
necesidades prácticas de la colectividad. De estas tres clases, no había duda de que la de los
labradores constituía la última; pero fue motivo de una constante tensión entre las dos primeras el
problema de la jerarquía recíproca. [...]
La concepción de la sociedad propia del orden cristiano-feudal agrupaba bajo el rubro de
“labradores” a todos los que ejercían la actividad económica. Ignoró pues, y por mucho tiempo
aún, que esa actividad se había diversificado y había dado origen a la formación de ciertos grupos
sociales que dedicaban su actividad a la manufactura y al comercio, a los que imprimieron gran
desarrollo. Esos grupos constituyeron, poco a poco, lo que se llamó burguesía, muy importante
sobre todo en las ciudades italianas y flamencas, pero de cierta gravitación en toda Europa. Ajena a
los intereses feudales, y enemiga de ellos, esta clase buscó y obtuvo el auxilio de la monarquía,
que se lo ofreció para apoyarse en ella contra la aristocracia feudal que limitaba su poder. [...] /
IV. La Segunda Edad –esto es, la llamada Edad Moderna- plantea menos problemas
conceptuales que la primera. [...] / La acción constituye ahora, inequívocamente, la vocación de la
mayoría, [...]. Esa acción tiene sus objetivos en el mundo terrenal y se dirige a satisfacer
necesidades del hombre: se persigue la gloria o la riqueza, pero cada vez más la riqueza. Para
lograrla, parece necesario alcanzar el dominio de la naturaleza que la esconde, descubrir métodos,
inventar mecanismos, calcular efectos y resultados, encadenar procesos. Esta necesidad coincide
con la voluntad de saber y la provee de una nueva dimensión: la dimensión utilitaria. El
conocimiento de la naturaleza –utilitario o desinteresado- obsesiona a gentes que han empezado a
mirar su contorno con nuevos ojos: el pintor intenta copiarla, el novelista y el poeta aspiran a
describirla, pero el filósofo y el hombre de ciencia quieren descubrir su secreto, ponerlo de
manifiesto y ofrecerlo a sus semejantes para que se regocijen en su maravilloso espectáculo o para
que aprovechen ese conocimiento con fines prácticos. El goce estético forma parte de los atributos
que el hombre se reconoce. Y el hombre comienza a sentirse el más alto valor de la creación, o
acaso, para algunos ya, de la naturaleza, en la que se reconoce una realidad última. / […]
V. La tercera edad.- El signo más visible de la mutación histórica que autoriza a hablar de una
Tercera Edad fue la irrupción del movimiento romántico, intensa y dramática reacción contra el
Iluminismo, esto es, contra los supuestos radicales del siglo XVIII y particularmente de la
revolución francesa de 1789. El tradicionalismo, el retorno a lo medieval idealizado, la
exaltación del nacionalismo y el cristianismo, todo ello apareció de pronto en las conciencias
occidentales como una revelación, como si las conciencias occidentales hubieran despertado
repentinamente sobresaltadas de una pesadilla racionalista –diabólica o prometeica- y hubieran
descubierto que debían volver a lo que juzgaban –sin pensarlo mucho- que era su cauce
tradicional. [...]
[…] Tradicionalmente se admite que la llamada Edad Contemporánea comienza con la
revolución francesa de 1789. [...] Lo que desencadena en Europa la revolución francesa es, por una
parte, la formación del imperio napoleónico –también un producto del Iluminismo de la Segunda
Edad- y por otra una larga serie de movimientos sociales que sólo en parte derivan de ella. Puede
admitirse pues que la revolución francesa es una de las raíces del cambio operado a partir de
comienzos del siglo XIX, pero el sentido de esta afirmación será equívoco si no establecemos en
seguida que comparte este papel con otra revolución menos notoria pero no menos significativa: la
revolución industrial que se desencadena en el último tercio del siglo XVIII y cuyo desarrollo
apenas ha dado muestras de lo que ha de llegar a ser [...]. Digamos pues que la Tercera Edad
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resulta de la transición que se opera en el área de la cultura occidental a partir del momento en que
confluyen en su seno las consecuencias de las dos revoluciones –la revolución política de la
burguesía y la nueva revolución técnico-económica [...]
[...] La revolución romántica no desdeña el legado clasicista ni el legado revolucionario: aspira a
abrazarlos todos y a fundirlos todos en una unidad. Naturalmente, ignora de qué manera; pero está
segura de que el hombre tiene la posibilidad de usar todas sus potencias sin menoscabo de
ninguna. Lo fundamental es que el hombre exprese cuanto encierra, y si retorna a lo más remoto es
para afirmar su valor olvidado, pero tratando muy pronto de fundirlo con lo más inmediato. La
1.- segunda generación romántica es ya liberal, procura recoger el legado de la revolución de 1789
y muy pronto se desprenderán de su seno los revolucionarios –llamados utópicos- que se harán
cargo de las ideas sociales que ha comenzado a poner en movimiento la nueva crisis de la realidad,
suscitada por la revolución industrial. Del medio siglo romántico seguirá extrayendo la Tercera
Edad sus jugos nutricios hasta nuestros días, hasta ese punto de su curva que se sitúa en el tiempo
de nuestra existencia.- ROMERO, José Luis: La cultura occidental. 3. ed. Columba, 1966. pp. 7-
14, 16-22, 28, 31, 35-37, 47-49, 51.
Opinión
La distinción entre el talento y el genio y la descripción de sus contrapuestas características
merecerían un enjundioso artículo, pero hoy prefiero indagar la diferencia entre la inteligencia y la
sabiduría. Todos conocemos personas inteligentes a las que diríamos que les falta un poso de
sabiduría, y al contrario, personas a las que no vacilaríamos en llamar sabias, pero que no nos
impresionan especialmente por su inteligencia. Siendo inteligencia y sabiduría dos modos
intelectuales de aproximarse al mundo, ¿qué cualidades objetivas tienen sus poseedores que
justifican esta diferenciación conceptual?
Es inteligente el hombre industrioso, "fértil en recursos", como llamó Homero a Odiseo. La
inteligencia es la facultad de identificar los instrumentos más adecuados para conseguir un fin
previamente dado y de usarlos con habilidad y eficacia. En un tipo ideal puro, la inteligencia sin
mezcla de sabiduría es una razón instrumental que toma cuanto existe y lo torna utensilio: el
mundo entero es una caja de herramientas para ella. El científico y el empresario son dos de los
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 58
paradigmas más acabados del hombre inteligente. El científico descubre leyes en la naturaleza que
luego la tecnología aprovecha para su tarea de innovar; el empresario combina recursos materiales
y fuerza del trabajo para suministrar productos al mercado: las innovaciones tecnológicas y las
mercancías satisfacen los deseos humanos. Como el corazón no deja nunca de desear, los hombres
inteligentes son los agentes principales del progreso de la civilización.
1.- Ahora bien, llega un momento en el que uno se interroga por el propósito de tanto progresar.
Los deseos del corazón son los fines a los que sirve la inteligencia; por tanto, la inteligencia
instrumental recibe los fines desde fuera y no se pregunta por la naturaleza de éstos. Se necesita
un sentido nuevo -una estimativa- para el enjuiciamiento de los fines. Esta segunda facultad
intelectual, distinta de la inteligencia, es la sabiduría. Sabio es quien ha desarrollado una finesse
para discernir, de entre el océano sin riberas de lo humanamente deseable, hermoso y gozoso, lo
que, en su caso concreto, aumenta las posibilidades de una vida buena, satisfactoria y digna de ser
vivida. Cuántas veces nos asombramos del modo miserable como concluyó sus días ese hombre
dotado de clara inteligencia, pero que, a la larga, demostró ser necio y estúpido para reconocer lo
que más le convenía ("tan inteligente, tan inteligente, y mira cómo terminó"). El mecanicismo de
los medios adquiere una perversa autonomía y coloniza el mundo de nuestra vida ordinaria, por lo
que con frecuencia hemos de hacer un esfuerzo para recordar para qué madrugamos, trabajamos,
anhelamos y envejecemos. Sentimos entonces la necesidad de pararnos y recordar ese "para qué"
que da sentido a nuestro activismo incesante y agotador. Mientras que la inteligencia confirma los
fines que perseguimos, la sabiduría se complace en relativizarlos para someterlos a prueba. Dado
que la inteligencia tiene de por sí una inmensa tendencia expansiva -que la alianza entre ciencia y
mercado excita aún más-, el sabio se ve obligado en ciertos momentos a cerrar por un instante la
caja de herramientas y detener el progreso.
El ensayo de Georges Sorel Reflexiones sobre la violencia (1908), aborrecible por tantas razones
-sus sedicentes reflexiones tienen no poco de apología-, presenta lo que él denomina el mito de la
huelga general, entendiendo por tal una imagen eficaz que por su fuerza intuitiva es capaz de
desencadenar una acción revolucionaria. La burguesía, humanitaria y decadente, alienta el
progreso de los Estados por medio de inteligentes reformas orientadas a reproducir su hegemonía
social; el sindicalismo proletario, en cambio, promueve una acción radical y anárquica -la huelga
general- para interrumpir la línea del progreso necesario y mediante esa ruptura violenta de la ley
histórica restituir la pureza de los fines revolucionarios originales. Pasando de la historia universal
a la individual, hay situaciones en la vida de un hombre en que éste, quizá forzado por las
circunstancias -por ejemplo, esa enfermedad que lo postra en el lecho del dolor, abrasado por las
llamas de la fiebre-, se declara en huelga general con respecto a toda teleología, descansa de ese
encadenamiento causal en el que está enredado su vivir, se replantea los fines que hasta ese minuto
perseguía con ansiedad, los deja en suspenso para un nuevo examen y juega mentalmente con la
posibilidad de revisarlos o suprimirlos a ver qué pasa. La sabiduría consiste, pues, en ese quiebre
de la economía de la inteligencia que deja espacio para una consideración desinteresada y
distanciada de la dirección de la propia vida en su conjunto.
La sabiduría emparenta, pues, con otras actuaciones desinteresadas del hombre, como la
filosofía y el arte. La doctrina husserliana de la epoché fenomenológica recomienda despojarse de
los instintos pragmáticos adheridos normalmente a las cosas con las que nos relacionamos para
abrirse a su esencia ideal, que sólo se revela a una contemplación filosófica desinteresada, libre del
afán de dominación. Por su parte, Kant define el gusto estético como un juicio desinteresado y sin
finalidad de la obra de arte bella, es decir, un juicio sin interés directo en el objeto, como el de un
juez imparcial. Y, bien mirado, mucho de lo verdaderamente noble y hermoso en el hombre tiene
ese matiz de gratuidad, de otium contrapuesto a los intereses del neg-otium: la amistad, el regalo,
la oración, la fiesta y el juego, en el cual, por cierto, Schiller y después Marcuse hallaron
inspiración para su ideal de una civilización no represora. Y no quisiera olvidarme del sentido del
humor, porque en esa risa redentora que dulcifica la gravedad de la vida, que relativiza el imperio
absoluto de la muerte y rompe su aguijón, que humaniza lo monstruoso y lo amenazante que nos
oprime, adivino el mejor antídoto contra el totalitarismo de los fines. / Seamos sabios: vayamos a
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 59
la huelga general.- GOMA LANZÓN, Javier: “Vayamos a la huelga general”; en La Nación.
Sábado 2 de
julio de 2011.
CARTA XXIV
[...] El hombre en el estado físico, se halla bajo el solo dominio de la Naturaleza; despréndese de
este poder en el estado estético; somételo a su propia ley en el estado moral.
1.- ¿Qué es el hombre antes de que la belleza lo arranque del libre deleite y la tranquila forma
dulcifique su vida salvaje? Sumido en la eterna uniformidad de sus fines, y eternamente voluble en
sus juicios, es egoísta sin poseerse a sí mismo; está desasido de todo sin ser libre; vive esclavo, sin
servir a una regla. [...] En vano la Naturaleza hace desfilar ante sus sentidos la rica muchedumbre
de cosas; él no ve, en magnífica abundancia, nada más que el propio botín; él no 1.- conoce, en
fuerza y grandeza, nada más que al enemigo. Ya, presa del deseo, se precipita sobre los objetos y
se empeña en apropiárselos; ya, arrebatado en aversión, empuja lejos de sí a los objetos que
ejercen sobre él un destructivo efecto. En ambos casos, es su relación con el mundo sensible una
relación de contacto inmediato; y aterrado sin cesar por la acometida del mundo, atormentado sin
tregua por las necesidades imperiosas, nunca encuentra la paz, si no es en el cansancio; nunca halla
límites, si no es en el agotado deseo. / [...]
Desconoce su propia dignidad de hombre, lejos de honrarle en los demás. Tiene conciencia de
su avidez salvaje, y la teme en cuantas criaturas percibe que se le asemejen. No ve a los demás en
sí mismo, sino a sí mismo en los demás; y la sociedad, lejos de ampliar su conciencia hasta llegar a
la especie, enciérralo más aún en el círculo estrecho de la individualidad. Así vaga en sombría
estrechez por la vida tenebrosa, hasta que una naturaleza favorable libra sus arrebatados sentidos
del peso de la materia, la reflexión le enseña a distinguirse de las cosas, y en los reflejos de la
conciencia empiezan a mostrarse los objetos.
Este estado de naturaleza bruta, tal como aquí va descrito, no se encuentra desde luego en
ningún pueblo ni en ninguna época de la historia. Es sólo una idea; pero una idea con la cual la
experiencia, en algunos rasgos particulares, coincide exactísimamente. Puede decirse que el
hombre no ha estado nunca por completo en ese estado de animalidad; pero tampoco ha salido de
él por completo. En los sujetos más groseros hállanse innegables rastros de libertad racional; como
asimismo, en los hombres más refinados no faltan instantes que recuerdan aquel estado sombrío de
la Naturaleza. Es propio del hombre juntar en su condición lo más alto y lo más bajo; y si su
dignidad estriba en distinguir estrictamente lo uno de lo otro, en cambio su felicidad consiste en
suprimir hábilmente esa diferencia. La cultura, cuya misión es procurar la coincidencia entre la
dignidad y la felicidad, tendrá que cuidar de que ambos principios, al mezclarse íntimamente, se
conserven, sin embargo, en la mayor pureza.
La primera manifestación de la razón en el hombre, no por ser la primera es ya el comienzo de
su humanidad. Ésta apunta decididamente con la libertad, […]
CARTA XXVII
En medio del terrible reino de las fuerzas ciegas y en medio del sagrado reino de las leyes,
edifica el instinto estético, sin que se advierta, un tercer reino, un reino alegre de juego y de
apariencia, donde el hombre se despoja de los lazos que por doquiera lo tienen sujeto y se liberta
de todo cuanto es coacción, tanto en lo físico como en lo moral.
Si, en el Estado dinámico del derecho, el hombre se enfrenta con el hombre, como una fuerza
frente a otra fuerza, y limita su actividad; si, en el Estado ético del deber, el hombre opone al
hombre la majestad de la ley y encarna su voluntad, en cambio en la esfera de las relaciones de la
belleza, en el Estado estético, el hombre aparece sólo como figura, como objeto de libre juego. La
ley fundamental de este Estado es: dar libertad por medio de la libertad.
El Estado dinámico hace solamente posible la sociedad, conteniendo la naturaleza por la
naturaleza misma; el Estado ético hace necesaria moralmente la sociedad, sometiendo la voluntad
individual a la universal; pero sólo el Estado estético puede hacer la sociedad real, porque ejecuta
la voluntad del todo por medio de la naturaleza misma del individuo. Si la necesidad obliga al
hombre a vivir en sociedad; si la razón imprime en su alma principios sociales, sólo la belleza
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 60
puede conceder al hombre un carácter sociable. El gusto es lo que introduce armonía en la
sociedad, porque infunde armonía en el individuo. […].- SCHILLER, Friedrich: La educación
estética del hombre. (1793). Trad. por M.García Morente. 3. ed. Buenos Aires-México, Espasa-
Calpe Argentina, (c1952). pp. 120-122, 150-151. (Austral, 237)
Aquel famoso 11 de septiembre del 2001, George W. Bush estaba en una escuela primaria,
empeñado en caerles simpático a los niños. De pronto un edecán se le acercó y le dijo al oído que
otro avión acababa de estrellarse contra las Torres Gemelas. Al entrar al aula, Bush ya sabía del
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 62
primero, pero hasta ahí todos pensaban que sería un accidente. En el video, Bush muestra una
expresión que, considerando su habitual estolidez, se parece mucho a la sorpresa.
Tiempo después, sin embargo, Bush no dudaba en asegurar que había seguido todos los
acontecimientos por TV desde su despacho. No hay por qué pensar que estaba mintiendo. De
hecho, estaba siendo engañado por su memoria, que había construido una versión de los hechos
más acorde con el rol de liderazgo que se atribuía.
1.- Algo parecido debe haberle pasado a Hillary Clinton, quien no se cansaba de contar que
cuando visitara Bosnia el avión había aterrizado en medio de un nutrido fuego de ametralladoras.
Sin embargo, hay fotos y videos del evento que muestran una recepción normal, con guardia de
honor, flores y besos a los niños.
Estas confusiones son algo que más de uno hemos sufrido alguna vez. Justo acabábamos de
proclamar alguna Gran Verdad cuando aparecía ese tipo molesto que nos recordaba de qué libro
(y a veces hasta de qué agenda) la hemos sacado. En la vida cotidiana, son la fuente de
innumerables peleas entre quienes están ofendidos por las palabras que les atribuyen a otros,
aunque no sean las mismas que recuerdan los terceros.
Estas distorsiones que afectan tanto la memoria como la atención tienen un papel no menor en
la construcción del conocimiento. De ahí, la antigua costumbre judicial de recurrir por lo menos a
dos testigos para esclarecer un hecho. También es la pregunta que cabe hacerse cuando empiezan
los efectos especiales: “¿Está Ud. viendo lo mismo que yo?”. Casi diríamos que es un pilar del
método científico, que obliga a repetir la experiencia para corroborar los resultados, o recurrir al
juicio de pares para evitar parcialidades: “¿No lo viste?”.
Los psicólogos Christopher Chabris y Daniel Simons se ganaron un premio Ig Nobel en 2004
por una investigación sobre estos temas que habían hecho en 1999. Los Ig Nobel son premios
menos bizarros [sic: menos raros, extraños] de lo que podría creerse. El criterio con el que se
adjudican no es sólo provocar la risa (por otra parte, una risa que apenas disfrutarán los expertos
o los colegas del premiado) sino invitar a pensar, lo cual nunca está de más, aunque por el
momento no esté de moda.
Los trabajos de Chabris y Simons se volcaron luego en un libro bastante popular (El gorila
invisible, 2010) que, a pesar de ser más generoso en ejemplos que en desarrollos teóricos, no deja
de cumplir con la promesa de llamar a la reflexión. Michael Shermer no vaciló en
recomendárselo a todo el mundo, lo cual, aunque sea un tanto exagerado, no le resta interés.
En su forma original (sobre la cual se hicieron múltiples variaciones, con análogos resultados)
el experimento consistía en mirar un corto video donde aparecía un grupo de estudiantes con
camisetas blancas y negras pasándose una pelota de unas a otras. Al sujeto se le pedía que contara
la cantidad de pases (más de treinta) que hacían las de blanco, sin prestar atención a lo que hacían
las de negro. En un momento de la secuencia, era posible observar en segundo plano a una chica
disfrazada de gorila, que cruzaba la escena sin interferir con el juego.
Cerca de la mitad de los sujetos registró el paso del gorila pero el resto lo ignoró, a pesar de
que con cierto esfuerzo podían llegar a recordar detalles menores del escenario. En una segunda
sesión, luego de que se les preguntara por la chica y su vistoso disfraz, los sujetos lograron verla
y se asombraron de no haberlo hecho antes.
El estudio de este fenómeno, que podíamos llamar “ceguera de la atención”, tiene sin duda
mucha relación con la manera como la mente “edita” aquello que vemos, oímos o
experimentamos. De hecho, si dejamos interactuar a los testigos de un hecho, al poco tiempo se
comienza a notar cierta normalización en el relato. Tras comparar su versión de los hechos con el
relato que hacen los otros uno tiende a dudar de sus sentidos y omitir aquello que la mayoría no
parece haber registrado. También accede a interpretar los hechos de acuerdo con cierto consenso
emergente del grupo y de tal modo se predispone a ver las cosas de modo prejuicioso.
La construcción de la memoria, de la confianza y a veces hasta del saber, está sujeta a estos
avatares. Es lo que hace necesaria una metodología que apunte a lograr la mayor objetividad
posible.
Mire por donde camina / Unos meses antes del episodio que tuvo por protagonista a Bush
(sin duda 2001 no fue un buen año para él), el comandante del submarino nuclear Greeneville que
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 63
navegaba cerca de Hawaii dio la orden de salir a la superficie de inmediato. La nave lo hizo, con
tal mala suerte que al emerger se llevó puesto un pesquero japonés que pasaba justo por allí. Ante
la comisión investigadora, el comandante juró que antes de dar la orden había observado la zona
por el periscopio, sin ver al pesquero.
Más allá del volumen de los vehículos en juego y la violencia del impacto, se trataba de un
accidente de tránsito. Es sabido que, si prescindimos de las fallas técnicas o de los factores
1.- ambientales, la gran mayoría de los accidentes de tránsito se debe a una atención dispersa. Es
obvio que hablar por el celular cuando uno maneja es una conducta de riesgo, y así lo admiten
muchos conductores, aunque dan por supuesto que la advertencia no es para ellos sino para la
gilada. Así les va.
A las distracciones artificiales, sin embargo, hay que sumarles el hecho de que la atención es
generalmente selectiva. Si miramos los pases de la pelota, tendemos a ignorar al gorila. Si
prestamos atención a los autos, una moto puede tomarnos por sorpresa. Por lo menos, así lo
muestra un estudio realizado en Estados Unidos y Alemania, según el cual el número de ciclistas
arrollados por los autos es mayor en las ciudades (donde el automovilista no espera encontrarlos)
que en las rutas, donde hay menos estímulos y no parece raro que algún ciclista se cruce delante
de los autos.
De un modo análogo, esto explicaría por qué un experto radiólogo, puesto a detectar embolias
en una radiografía, puede dejar de ver algún objeto extraño que los cirujanos se olvidaron en el
cuerpo del paciente. Del mismo modo, un célebre violinista que se pone a tocar en el hall del
subte llama la atención apenas de algún melómano, porque nadie espera encontrárselo fuera de
las salas de concierto.
Los autores arriesgan una hipótesis evolutiva. El hombre arcaico solía estar más atento ante los
imprevistos porque tenía la atención puesta en pocas cosas. Si lo comparamos con el peatón
urbano que espera el semáforo, escucha música por los auriculares, está atento a la vibración del
celular y encima tiene que mirar en todas direcciones, veremos que está en inferioridad de
condiciones. En general, al observar nos guiamos por nuestras expectativas y los objetivos que
nos hemos propuesto. La atención es una suma cero: si uno presta atención a un fenómeno puede
descuidarse de los otros.
Recuerdos editados / En una escena de Mujer bonita Julia Roberts toma una medialuna, pero
poco después aparece comiéndose un panqueque. En El Padrino el auto de Sonny es baleado
concienzudamente, pero a la escena siguiente está con el parabrisas intacto. En Rescatando al
soldado Ryan vemos desfilar una patrulla de ocho hombres, uno de los cuales acaba de perecer en
la escena anterior. En Espartaco es posible ver algunos esclavos romanos con reloj pulsera.
En general, los espectadores no ven estas cosas, que son otros tantos “gorilas” por lo
imprevistos. Estas incongruencias ocurren porque las películas no se filman en el orden que
marca el relato y las escenas son ensambladas en la fase final, que por algo recibe el nombre de
“montaje”. El espectador tiene que elegir si acepta las reglas de juego de la ficción, lo cual
incluye cierta tolerancia, para disfrutar de la historia, o bien se concentra en los detalles y no lo
pasa nada entretenido.
En la época en que los críticos de cine estaban obligados a ver todos los estrenos en dos días
solían prestar una atención fluctuante a las películas. No era raro que inventaran finales que
nunca habían visto o recordaran escenas que pertenecían a otras obras.
La construcción del recuerdo también funciona de un modo bastante selectivo. No somos
Funes, como el memorioso de Borges que podía acordarse absolutamente de todo, pero era
incapaz de abstracción. Por lo general, lo que recordamos es mucho menos de lo que creemos
recordar, porque en este caso lo hemos “editado” borrando o añadiendo detalles que asociamos
con el hecho. Hay un clásico experimento en el cual se les pide a los sujetos que traten de
recordar una lista de palabras que escucharon una sola vez. Es común retener las primeras, las
últimas o las menos comunes. Hasta es posible que creamos recordar una palabra como “sueño”
porque hemos escuchado palabras como “cama” o “dormir”. En otra experiencia, en la cual se
pedía enumerar los objetos que estaban en la sala de espera, un 30 por ciento recordó haber visto
libros, que no estaban, aunque cualquiera hubiera dicho que tenían que estar.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 64
Las cosas se ponen mucho más dramáticas en el caso de Jennifer Thomson, una estudiante que
fue violada por un extraño que entró en su departamento y puso todo su empeño en recordar los
rasgos de su agresor. La policía hizo una redada y entre los detenidos la víctima “reconoció” a
Robert Cotton, un afroamericano que trabajaba en un delivery cercano. Cotton fue condenado y
recluido, pero en la cárcel se topó con el verdadero violador, que para entonces estaba dispuesto a
confesar. El saldo de la historia es positivo, porque desde entonces la víctima y el supuesto
1.- victimario se dedicaron a dar conferencias para evitar que ese tipo de juicios apresurados
siguieran arruinando vidas.
No tan dramática aunque bastante decepcionante es una de las últimas reflexiones que sacan
los autores, cuando abordan el tema de las expectativas infundadas en el propio seno de la
ciencia. Al parecer los propios científicos, y entre ellos los expertos en determinadas áreas del
saber, están expuestos a los mismos engaños que cualquiera que trata de apreciar una situación,
una medida o una distancia sin contar con mediciones objetivas.
Para no detenernos en todas esas eminencias que imaginaron un colapso informático para el
año 2000, bastará recordar que el famoso bacteriólogo Paul Erlich, un grande en la historia de la
medicina, se equivocó al prever hambrunas y un agotamiento de recursos naturales para los años
setenta.
Puestos a estimar cuándo una computadora le ganaría a un ajedrecista, ningún experto acertó
con el año del célebre match entre Kasparov y Deep Blue. Pero quizás el mayor fiasco fueron las
encuestas efectuadas en la comunidad de los biólogos en cuanto se consideró que era posible
descifrar el genoma humano. La primera estimación, realizada en 1999, aventuró que el genoma
de nuestra especie, considerando su complejidad, debía tener entre 50.000 y 140.000 genes.
Todos los mayores expertos apostaron por cifras que oscilaban en torno de un promedio de
66.500. Sin embargo, el cálculo final reveló una cifra de alrededor de 20.500 genes, no muchos
más que los animales y aún que algunos vegetales.
Al parecer, al mejor cazador se le escapa un elefante, especialmente si lo que busca es un tigre.
CAPANNA, P.: “La ceguera selectiva”; en Página/12. Sábado 6 de abril de 2013. Supl. Futuro
Opinión
En un clima esperanzado y alegre, pese al mal tiempo, el nuevo presidente de Francia, François
Hollande, inició su mandato. Este comenzó con el homenaje a dos personalidades emblemáticas,
para dar a conocer tanto su filiación intelectual y política como sus prioridades de gobierno: la
científica Marie Curie y Jules Ferry, político y legislador responsable de la reforma educativa de
1882. La labor de estos dos notables se inscribe en el último tercio del siglo XIX, cuando la
Tercera República Francesa se consolidó, superó la derrota frente a Alemania y volvió a ser una
gran potencia.
El homenaje a Marie Curie pasó sin objeciones. En cambio, el que se concretó en las Tullerías,
donde se levanta la estatua de Ferry, suscitó un aluvión de críticas y entre los franceses de origen
africano causó el efecto de "una ducha fría". La protesta se entiende, porque si bien Ferry fue un
ardiente republicano que denunció la corrupción del gobierno imperial de Napoleón III, y como
ministro de Instrucción Pública y primer ministro dio impulso decisivo a la educación pública,
laica, gratuita y obligatoria (1882), se lo cuestiona porque fortaleció la alianza entre el gran capital
financiero y el Estado y sumó a la Francia de ultramar los Protectorados de Túnez y Annan (futuro
Vietnam).
Ferry justificó el colonialismo con argumentos francamente racistas: "Hay que decir
abiertamente que, en efecto, las razas superiores tienen un derecho y un deber para las razas
inferiores: el deber de civilizarlas". Por esa razón, el político derechista Jean-Marie Le Pen lo citó
para reivindicar "una jerarquía entre razas".
Desde luego, Hollande no comparte esa visión colonialista. Así también lo expresó en el
homenaje, al decir que no ignoraba los errores de Ferry y que la defensa del colonialismo fue una
falta moral y política que debe ser condenada. No obstante, al mismo tiempo resaltó lo que
significó la legislación para acceder a una educación nacional y en qué medida ayudó a construir
una Francia más igualitaria. Sobre sus pasos, Hollande se propone aplicar su quinquenio a la
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 65
educación, ratificar la importancia de la investigación para el futuro de los franceses e incluir a los
descendientes de asiáticos y de africanos en un proyecto común.
Me pregunto, ¿podría un futuro presidente de la República Argentina dar una señal de la
orientación de su gobierno con un homenaje en honor de Roca o de Sarmiento? Parece difícil. Las
acusaciones de genocidio y racismo lloverían sobre el que osara intentarlo. Hasta sus respectivos
monumentos están en peligro: con respecto a Roca, hay iniciativas para sacarlo de su
1.- emplazamiento en Buenos Aires; el de Sarmiento en el Rosedal, tantas veces agredido, se
encuentra ahora relativamente a salvo gracias al enrejado de los jardines.
Sin embargo, quien rindiera este hipotético homenaje estaría reconociendo, si se preocupa por
señalarlo, el énfasis que ambos le dieron a la educación popular y no sólo a las ideas racistas que
expresaron. En el caso de Sarmiento, fue ideólogo, maestro y hacedor de la educación común para
que los hijos de los pobres recibieran la misma instrucción que los hijos de los ricos, y no hubiera
distinción entre extranjeros y nacionales, varones y mujeres. Por su parte, el general Roca entendió
que la educación popular era indispensable para construir un país moderno y afirmar "el imperium
de la Nación". En su presidencia se convocó al Congreso Pedagógico y se aprobó la ley 1420,
sobre la educación primaria laica, gratuita y obligatoria, a cargo del Estado. En consecuencia, el
modelo francés se adoptó en la Argentina apenas dos años después de que en ese país se aprobara
la reforma educativa (debate en que los católicos llevaron las de perder). Esta legislación es
admirada en los países de América latina, que no lograron en su momento un adelanto similar. Sin
embargo, para reconocer abiertamente sus beneficios y honrar a sus responsables, como acaba de
hacerlo Hollande con respecto a Ferry, hace falta cierto coraje intelectual y político y un diálogo
con la historia en el que no haya réprobos ni elegidos, sino personas que tuvieron aciertos y
errores.
Quienes, como Sarmiento y como Roca, se aplicaron a hacer desaparecer el peso de la
desigualdad mediante la educación merecen nuestro reconocimiento, aunque quizá, para muchos,
no sea políticamente correcto decirlo en público y prefieran ocultarlo.- SÁENZ QUESADA;
María: “La historia según Hollande”; en La Nación. Sábado 19/05/2012.
Educación, cultura, técnica: he aquí los tres conceptos cuyas jurisdicciones inquietan a nuestros
contemporáneos. La educación, peligrosamente instrumentada al servicio de la técnica, amenaza,
en algunas concepciones actuales, con desprenderse de los vínculos que naturalmente la anclan en
la cultura y en lo humanístico, en cuanto cultura y humanidades son cosmovisiones que dan al
hombre sentido de su relativa ubicación en una serie histórica donde, a la vez, es heredero y
legatario. Sin embargo, frente a tendencias deshumanizadoras del hipertecnicismo, surgen
reacciones que tratan de equilibrar estos tres factores. Así, en nuestro país, las promovidas por
ciertas reformas didácticas en marcha, que intentan conciliar con la presencia de asignaturas
humanísticas en los planes de estudios, el déficit cultural de los alumnos, integrando el proceso
educativo que, comprensiblemente, en nuestro tiempo, tampoco puede dejar de enfatizar el aspecto
técnico.
Entre las materias propuestas para tal finalidad, una “Historia de la cultura” cumplirá, sin duda,
papel preponderante para advertir al educando contemporáneo cuál es su deuda con el pasado
cultural; de dónde procede el patrimonio técnico que usufructúa; y cómo si éste es para él punto de
partida, fue, en otros estadios culturales, meta. En esta asignatura, el libro y su historia ocuparán
un lugar preponderante, primero, por ser instrumento de transmisión del legado cultural que le
concierne; luego, por responder, simultáneamente, a ambas órbitas: la humanística y la técnica. Y
en el mundo tecnificado que nos ha correspondido en suerte, el enfoque de las proyecciones
espirituales reclamadas por la cultura en su planteamiento histórico de disciplina escolar, ha de
partir, necesariamente, del deslinde de ambos campos. Permítaseme un ejemplo concreto, que no
aleje del mundo de los libros. En una carrera de bibliotecarios, póngase por caso, la “Historia de la
cultura” es materia indispensable y fundamental, a pesar de que el desideratum de las escuelas
bibliotecarias hasta ahora existentes tiende a pertrechar técnicamente al bibliotecario. Sin embargo,
la “Historia de la cultura” en dichos estudios constituye una especie de llave que abre la puerta
divisoria entre el carácter puramente técnico y material de la carrera del funcionario de bibliotecas
y el orden humanístico y humano, cuyos contenidos pueden hacer del guardador de libros, no el
burócrata indiferente y mecánico, no el empleado desinteresado de su menester, sino la persona
que “siente” la biblioteca, conoce su alma –porque en toda biblioteca hay un aliento viviente, un
alma, un espíritu-- y que es capaz de ser útil a ella, no por la mera eficiencia externa del oficio,
sino porque vibra en él –vibra sinfrónicamente-- ese espíritu de la biblioteca que es el espíritu de la
cultura; porque se siente simpáticamente solidario con él, porque de simple fichista y catalogador,
se transforma en guía, en orientador, asesor, cicerone, para el lector que acude a él. Y en imán para
atraer a un futuro lector que aún no acertó con el camino de la biblioteca.
Todo bibliotecario ha de ser excelente técnico, sin duda. Su técnica es la bibliotecología; en él la
capacidad instrumental es absolutamente indispensable. Pero, además, debe cultivar otros valores
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 68
espirituales, sobre todo aquellos que tienden a acendrar el amor por el oficio –por el objeto del
oficio: el libro--, a través de la verdadera compenetración con él.
Quien haya visitado en Europa viejos castillos de provincia, habrá tropezado, sin duda, con
algunos de esos pintorescos cuidadores que, tras guiar al turista por galerías y cuartos, son capaces
de evocar ante un mueble, un tapiz, un cuadro o un utensilio –y auténticamente--, toda una época,
una familia, un modo de vida, un carácter, un gesto pretéritos, que ilustrarán al visitante tanto
como el más erudito tratado o el más ingenioso Baedeker. Esos viejos guardadores están
1.- identificados con su quehacer y con el medio; sienten amor por lo que hacen y cultivan ese
amor. No otra cosa debiera ser el auténtico bibliotecario: fiel conservador, espiritualmente
compenetrado con las atmósferas que envuelven libros y bibliotecas, cultivador amante del
mejoramiento de su idoneidad técnica y cultural; casi un artista antes que un frío técnico.
Es sugestiva la necesidad de formular estas consideraciones que parecieran obvias en todo oficio
y profesión, mucho más en una tarea como la del bibliotecario, que se supone estrechamente
vinculada con lo humanístico. Sin embargo, en momentos como los actuales, en momentos de
replanteos decisivos en todos los órdenes culturales, son necesarias, sobre todo, porque las
apariencias nefastas de una civilización desorientada tienden a presentar cultura y técnica como
caminos divergentes, cuando en realidad no se trata, sino de una única ruta, de una única meta: la
integración de lo humano. Pero, insisto, integración simpática y humanizada, que pareciera estar
cada vez más ajena, más distante, desde todos los puntos de vista profesionales, incluso el del
bibliotecario y el de los restantes mundos de los libros.
[...] No debe olvidarse que en su origen griego los conceptos de arte y técnica están expresados
por la misma palabra tejné, significando con ella tanto el oficio, el procedimiento, el producto
logrado, como el goce de lograrlo y contemplarlo. En ese planteo el libro tendrá asignado papel
fundamental.
[...] / Desde luego que la técnica se origina siempre en la órbita de la cultura, pero ésta
permanece en el orden de lo espiritual, mientras que aquella se materializa. Un tornillo es técnica;
el goce, real aunque impreciso de formas y variantes en cada individuo, que pueden producir la
contemplación del Partenón o de la Gioconda, la lectura de las canciones de Petrarca o hasta, si se
prefiere, la delectación frente a un nuevo modelo de automóvil, es cultura. Uno y otra –goce y
cultura-- se dan en razón directa: a mayor cultura, mayor goce frente al hecho cultural. Tómese el
caso –insistiendo en el libro-- de la lectura de una obra exquisita a una edad y a otra de la vida. En
la adolescencia, con primario respaldo cultural, el goce del Quijote es relativo ¡Cuán distintos son
los horizontes de la relectura en la madurez!- CASTAGNINO, Raúl Héctor: Biografía del libro
[...]. Buenos Aires, Nova, 1961. pp. 132-134, 144-145.
CAMBALACHE
No vivimos en el pasado ni en otros países, pero el pasado existió y nos dejó su marca, y los
otros países existen y están habitados por seres humanos iguales en su esencia a nosotros. El gran
beneficio que nos otorga el conocimiento de la historia y la posibilidad de enterarnos al minuto de
todo lo que pasa en nuestro atribulado mundo es de gran valor para tratar de entender muchas
cosas, a primera vista muy complejas. Entender no significa resolver, pero aporta cierta dosis de
claridad indispensable para buscar caminos que puedan conducirnos hacia el equilibrio y la
racionalidad.
Desgraciadamente antes y ahora el conocimiento de la historia es muy restringido. En la
antigüedad, antes de la creación de la imprenta, los hechos del pasado estaban encerrados entre
muros cuya penetración era permitida sólo a las clases gobernantes; luego, con la publicación de
ciertos escritos y crónicas apareció la censura estricta que no permitía que tal tesoro llegara a las
masas. Cuando esto empezó a ocurrir y los pueblos cada vez más alfabetizados comenzaron a
interpretar los sucesos históricos y a sacar conclusiones comparando sus problemas con los de sus
antepasados, aparecieron las quemas de libros, las destrucciones de bibliotecas y archivos por parte
de tropas invasoras o por fuerzas policiales de cada régimen gubernamental. Y así, sin prisa y sin
pausa, llegamos a las redes sociales, a los medios masivos de comunicación y a las múltiples y
sofisticadas maneras de difundir ideas, conceptos e imágenes. No obstante, la cultura bajo todas
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 69
sus formas no llega de igual modo a toda la humanidad. La urgencia con la que se vive y los
enormes problemas sociales que generan luchas, protestas y conflictos de todo tipo no dejan
tiempo a muchos seres humanos para nutrirse de informaciones acerca de otra cosa que no sea la
realidad cotidiana. Algunos suertudos tenemos acceso a la lectura o visión de clásicos antiguos o
contemporáneos y podemos sacar conclusiones clarificadoras de pautas de conducta que vienen del
fondo de los tiempos. Eso nos permite bajarnos del pedestal de la soberbia que implica creer que
todo lo bueno o malo nos pasa sólo a nosotros y que los males que padecemos son perversas
1.- creaciones de nuestra época, que siempre será definida como la peor de todos los tiempos y de
nuestro país, al que no dudaremos en catalogarlo como el lugar más siniestro del planeta. Son
sentimientos comprensibles y muchas veces justificados, pero el árbol no puede privarnos de ver el
bosque. Cuando se tiene el privilegio de escuchar textos de Shakespeare que datan de cuatro siglos
atrás -escritos en la Inglaterra imperial de Isabel I-, y se habla de vicios humanos que son los
mismos que hoy nos aquejan, uno entiende, no resuelve pero entiende. Cuando Hamlet frente al
sepulturero que cava la fosa para Ofelia, dulce novia del príncipe, muerta ahogada en un casi
suicidio, empujada por la locura provocada por las actitudes vengativas de su novio, sin saber aún
que esa tumba está destinada a su amada, pregunta de quiénes son las calaveras que el prosaico
sepulturero arroja al aire y monologa acerca de políticos, abogados y nobles tachándolos de
mentirosos, corruptos o hipócritas, parecería que ese príncipe escandinavo recreado por un inglés
en el siglo XVII podría ser un plebeyo argentino, español o italiano de hoy. Cuando el mismo
Hamlet da indicaciones a los actores ambulantes que van a representar en su castillo una
pantomima trágica, a uno le da la sensación de que muchos improvisados actorzuelos actuales
deberían escuchar las sabias directivas acerca del buen decir y la corrección escénica que no
admite exageraciones burdas. Y al ir más atrás en la historia, los autores griegos de tragedias y
comedias hablaban en contra de la guerra, la tiranía, el abuso, la hipocresía y la crueldad con
palabras que, traduciéndolas sin la retórica de aquellas épocas, suenan a verdades que aún hoy
podrían molestar e irritar a belicistas, tiranos, abusadores e hipócritas.
Cuando se adapta un clásico, yendo al hueso medular del contenido y prescindiendo de estilos
formales anticuados, el hombre de hoy se siente menos solo ante la injusticia, la arbitrariedad, la
falta de respeto y el insulto a su inteligencia. Sería bueno revisarlos y enseñarlos en las escuelas
que aún existen. Puede ser que las próximas generaciones sean más sabias.- PINTI, E.: “Ayer,
hoy, siempre”; en La Nación Revista. Domingo 29 de abril de 2012.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 70
PRIMERAS BIBLIOTECAS-ARCHIVO
[…] Cada templo poseía su biblioteca, que servía de archivo para las listas de la actividad
económica del templo y para los documentos del movimiento comercial general. Tales textos
fueron hallados en masa en innumerables tells. Al principio sin fecha, presentan más tarde una
indicación del año, y se refieren también a arreglos privados cuya legitimidad jurídica era
autenticada en el templo, donde se los depositaba, cuando en tiempos posteriores apareció la
actividad comercial privada al lado de la del templo. Estos documentos son de tamaño reducido; su
superficie oscila más o menos entre 2,5 x 2,5 cm. y 10 x 10 cm.; su forma es redonda o cuadrada.
Un grupo de unas doscientas tablillas de este género, provenientes de Nippur, presenta –cosa que
anotamos solo como ejemplo ilustrativo- más o menos el siguiente contenido:
Listas de salarios y entregas = 20. Listas de obreros = 14. Ovejas y cabras (en parte entregadas
para su cuidado) = 13. Listas de personas: 12. Sésamo = 12. Mensura de tierras = 10. Arriendo de
campos y su pago; lana; listas de ofrendas; contribuciones de fiestas = 6. Toros; vestidos; cereales
= 4. Compra o, respectivamente, alquiler de esclavos; madera = 3. Compra de casas; bueyes para
trabajos de campo; bueyes; vigas; árboles; metales; bronce para arcos; recibos por esclavos o
trabajadores; tablillas escolares; otros recibos = 2. Listas de esclavos del templo; trabajadores para
la molienda; distribución de parcelas; terneros; leche; tela; cáñamo para hilar; lista de pescado;
pescados y harina; utensilios; objetos de arcilla; bronce (devolución o pago); cobro de ofrendas;
pan; abastecimiento para el cultivo de campos; préstamo de dinero; pedido de campos = 1.
Por lo que se ve, ciudadanos y labriegos iban al templo con múltiples negocios profanos. Si
agregamos a esto que el servicio de ofrendas, las oraciones, la recepción de oráculos, los ritos para
los conjuros y las fiestas de culto tenían lugar en el templo, que dentro de él o en habitaciones
contiguas moraba el ensi; que en el atrio del tribunal, llamado más tarde Dublal, se administraba
justicia; que en el templo estaba la residencia de la escuela y la educación: entonces aparecerá
clara la posición central y sobresaliente del santuario en el Estado sumerio, y comprensible el
tamaño de los edificios para el culto ya en la época clásica de Súmer, o sea, el período de Uruk
IV.- SCHMÖKEL, H.: op. cit., pp.110-112.
LAS PRIMERAS ESCUELAS
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 82
En Sumer, la escuela procede directamente de la escritura, [...] desde 3.000 años antes de la era
cristiana, los escribas pensaban ya en términos de enseñanza y de estudio. [...] En la antiquísima
Shuruppak [...] se descubrieron, entre 1902 y 1903, gran cantidad de “textos escolares” que
databan del año 2500 antes de J.C., o por ahí.
Al principio, la escuela sumeria daba una enseñanza “profesional”, es decir, se destinaba a la
formación de escribas, necesarios a la administración pública y a las empresas mercantiles,
principalmente en vistas a su empleo en el Templo y en el Palacio. [...] al crecer y desarrollarse,
[...] se transformó, poco a poco, en el centro de la cultura y del saber sumerios. En su recinto se
2.- formaban eruditos y hombres de ciencia, instruidos en todas las formas del saber corrientes en
aquella época, tanto de índole teológica como botánica, zoológica, mineralógica, geográfica,
matemática, gramatical o lingüística, y que hacían progresar luego esta clase de conocimientos.
Si bien es verdad que los alumnos diplomados de las escuelas sumerias llegaban a ser
empleados como escribas del Templo o del Palacio, o se ponían al servicio de los ricos y
poderosos del país, había otros que consagraban su vida a la enseñanza y al estudio. Igual que
nuestros modernos profesores de universidad, muchos de estos sabios antiguos se ganaban la vida
gracias a su salario como profesores, y consagraban sus ocios a la investigación y a los trabajos
escritos. /
La enseñanza no era ni general ni obligatoria. La mayor parte de los estudiantes procedían de
familias acomodadas, ya que los pobres difícilmente eran capaces de soportar el gasto y la pérdida
de tiempo que una educación prolongada exigía. [...] en 1946, un asiriólogo alemán, Nikolaus
Schneider, confirmó ingeniosamente este hecho, fundándose en documentos de la época. En los
millares de tabletas administrativas publicadas hasta la fecha y que corresponden
aproximadamente al año 2000 a. de J.C., se hallan mencionados en calidad de escribas los nombre
de unos quinientos individuos, y, para mejor definir su identidad, muchos de estos escribas anotan,
a continuación de su nombre, el de su padre, indicando al mismo tiempo su profesión. […]
Schneider comprobó que los padres de los escribas (escribas que habían pasado todos por la
escuela) resultaban ser los gobernadores, los “padres de la ciudad”, los embajadores, los
administradores de los templos, los oficiales, los capitanes de navío, los altos funcionarios de
hacienda, los sacerdotes de diversas categorías, los administradores y directores de empresas, los
interventores, los contramaestres, los mismos escribas, los archiveros y los contables. En resumen,
los escribas eran los hijos de los ciudadanos más ricos de las comunidades urbanas. No consta ni
una sola mujer como escriba en estos documentos; es, por lo tanto, muy probable que la masa de
los estudiantes de la escuela sumeria estuviese constituida exclusivamente por hombres.-
KRAMER, S. N.: op. cit. pp. 49, 51-52.
Se expulsó a los hombres de la patria / y se los llevó a los países de los enemigos;
al poniente los escarnecen los subareos. / Elam en el Este los cubre de ignominia.
¡Ay! El rey de Súmer salió del palacio, / Ibbisin marchó al país de los elamitas,
hacia regiones lejanas en los límites de Anshan / y se asemejó al pájaro cuyo nido se destruye,
al extranjero que ya no verá más su patria.
Las yermas riberas del Éufrates y del Tigres / no dejan crecer más que malas hierbas.
Ningún hombre se atreve a pasar por las calles, / atemorizado se acurruca en la ciudad de ruinas,
en la que solo moran la miseria y la muerte. / La azada huelga en los campos de cultivo
el pastor no lleva las ovejas a pastar, / vacios están los establos donde moraban las vacas,
ni leche ni grasa se saca de ellas, / la oveja se olvidó totalmente de parir.
Muera está la caza que saltaba a través de la estepa, / los animales no hallan lugar de descanso,
el estanque ha sido saqueado y hay cañaverales por doquier.
Pisoteados fueron los bien cuidados huertos,
se marchita el áebol frutal y el esplendor de los jardines.
Así han determinado An y Enlil el destino. / La palabra de An ¡quén la echa por tierra!
¡Y quién puede cambiar los designios de Enlil! /
Oh Súmer, país del terror, donde los hombres tiemblan; / el rey se fue, y sus hijos lloran.
(de probable composición tardía, ca. los siglos XX a XVII a.C.).- cf. SCHMÖKEL, H.: op. cit.
pp. 106-107.
Los primeros “paralelos” con la Biblia
Para el descifrador de tablillas, el traductor de textos cuneiformes, resulta apasionante seguir la
trayectoria de las ideas y de las obras a través de esas viejísimas civilizaciones de los sumerios a
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 85
los babilonios, a los asirios, a los hititas, a los hurritas y a los arameos. Es evidente que los
sumerios no ejercieron ninguna influencia directa sobre los hebreos, ya que aquellos habían
desaparecido mucho antes de la aparición de estos últimos, pero no hay ninguna duda de que los
sumerios influyeron profundamente sobre los cananeos, antecesores de los hebreos en Palestina.
Así es como pueden explicarse las numerosas analogías existentes entre los textos sumerios y
algunos de los libros de la Biblia. Estas analogías no son aisladas, sino que, a menudo, aparecen
“en serie”, [...]; se trata, pues, de un verdadero paralelismo.
2.- Daré un primer ejemplo [...], tomando como punto de partida el poema mítico sumerio
titulado: Enki y Ninhursag. [...] Su tema es el del “paraíso”, pero no del paraíso terrenal, en el
sentido en que se entiende en la Biblia, sino del paraíso que fue concebido y arreglado por los
dioses mismos y para ellos en la tierra de Dilmun [al sudoeste de Persia?].
[...]. Es un país “puro”, “limpio” y “brillante”, un “país de los vivientes”, donde no hay ni
enfermedad ni muerte. [...] /
Sin embargo, le falta algo a Dilmun: el agua fresca, indispensable a los animales y a las plantas.
Enki, el gran dios sumerio del agua, ordena por consiguiente, a Utu, el dios del sol, que haga surgir
agua fresca de la tierra para regar abundantemente el suelo. Dilmun se transforma así en un
ubérrimo jardín, en el que los huertos alternan con las praderas. Ninhursag, la gran diosa-madre de
los sumerios, que probablemente es el origen de la “Tierra-Madre”, ha hecho crecer ocho plantas
en ese paraíso de los dioses, después de haber dado a luz a tres generaciones de diosas,
engendradas por [Enki] el dios del agua. Por otra parte, no se entiende muy bien el sentido de ese
complicado proceso, pero el poema insiste en él, y además subraya el hecho de que esos partos
hubieran tenido lugar sin dolor.
Después de haber nacido las otras diosas por un procedimiento idéntico [al de la primera],
Ninhursag crea las ocho plantas. Pero Enki, curioso, sin duda, de conocer su labor, las hace
recoger por su mensajero Isimud. Éste las presenta a su señor, el cual se las come una tras otra. [...]
/ Pero a Enki le sale mal la broma, porque Ninhursag, montando en cólera, le maldice y le condena
a muerte, y, a continuación […] abandona a los dioses y desaparece. / […]
En consecuencia, la salud de Enki empieza a declinar: ocho partes de su cuerpo se ven atacadas
de enfermedad. […] los grandes dioses, abrumados, entristecidos y enlutados, […]. .
Ninhursag regresa junto a los dioses. A su llegada, Enki se encuentra pésimamente. Ninhursag
hace que se siente a su lado y le pregunta cuáles son las partes de su cuerpo que le hacen sufrir.
Enki las enumera, y entonces, Ninhursag crea ocho divinidades para curar las ocho
enfermedades. / [...] / “Hermano mío, ¿dónde te duele?
-- Mi costilla me duele.
-- A la diosa Ninti he dado a luz para ti”.
Un análisis más meticuloso nos conduce a una comprobación aún más asombrosa, la cual nos
proporciona la explicación de uno de los enigmas más embarazosos de la leyenda bíblica del
paraíso, el que plantea el famoso párrafo en donde se ve cómo Dios forma la primera mujer, la
madre de todos los hombres, de una costilla de Adán (Génesis, II, 21). ¿Por qué una costilla? Si se
admite la hipótesis de una influencia de la literatura sumeria (de este poema de Dilmun y de otros
semejantes) sobre la Biblia, las cosas se aclaran mucho. En nuestro poema, una de las partes
enfermas del cuerpo de Enki es precisamente una “costilla”. Ahora bien, el nombre sumerio de
costilla es ti. La diosa creada para curar la costilla de Enki se llama Ninti, la “Dama de la costilla”.
Pero el vocablo sumerio ti significa igualmente “hacer vivir”. Los escritores sumerios, haciendo un
juego de palabras, llegaron a identificar la “Dama de la costilla” con la “Dama que hace vivir”. Y
este retruécano, uno de los primeros de la historia, pasó a la Biblia, donde, naturalmente perdió
todo su valor, ya que en hebreo, las palabras que significan “costilla” y “vida” no tienen nada en
común.
Fue en 1945 cuando descubrí esta explicación. Más tarde me di cuenta de que la hipótesis a que
había llegado yo por mis propios medios ya había sido sugerida treinta años antes por un gran
asiriólogo francés, Vincent Schell, como me lo notificó el orientalista norteamericano William
Albright, el cual hizo publicar mi trabajo. Ello no hace más que prestarle mayores probabilidades
de veracidad.- KRAMER, S. N.: op. cit. pp. 211-212, 215-217.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 86
AMONESTACIONES DE UN SABIO EGIPCIO (ca. 2000 a.C., copia tardía ca. 1300)
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 95
Actualmente no se navega hacia Biblos, ¿qué haremos para reemplazar los cedros para nuestros
muertos? El oro falta. / […]
El portero dice: salgamos y saqueemos... los pobres se han convertido en propietarios de
grandes cosas... Aquel que no podía ni hacerse un par de sandalias posee ahora grandes riquezas...
Toda ciudad dice: suprimamos a los poderosos de entre nosotros... Puertas, columnas y muros
están en llamas... El oro y el lapislázuli, la plata y la turquesa, la cornalina y el bronce adornan el
cuello de los servidores, mientras que los dueños de la casa (dicen): Ay, si tuviésemos algo que
2.- comer. / [...] la sala del juicio, sus archivos han sido robados, las oficinas violadas y las listas
de empadronamiento destrozadas... los funcionarios asesinados y sus documentos robados. […]
El rey fue arrebatado por el populacho... un puñado de hombres sin ley logró despojar al país de
la realeza... La residencia real fue derribada en un instante. […].
La justicia está contigo, pero lo que tú propagas a través del país, con el clamor de la revuelta, es
confusión. […] ordena, pues, que se te rindan cuentas.
Después fue rey Khattushili [I, hacia 1650]. Entonces estaban unidos sus hijos, sus hermanos, sus
familiares, las gentes de su tribu y sus tropas. Pero adonde quiera que él fuera a luchar, también
vencía con brazo poderoso a aquel país enemigo. El devastaba (una y otra vez) el país. El
desarmaba el país. El los convertía en fronteras (¿vecinos fronterizos?) del mar. Cuando él regresa
de sus campañas, cada uno de sus hijos va a un país. En sus manos se hallaban las grandes
ciudades. Pero cuando después los siervos del príncipe se volvieron falaces, comenzaron a devorar
(¿administrar mal?) sus casas, a conspirar (una y otra vez) contra su señor y derramar (una y otra
vez) su sangre.
Consejos del rey Khattushili I
Hasta ahora ninguno (de mi familia) ha cumplido mi voluntad (pero tú eres mi hijo). Murshili [ I,
hacia 1620 a.C.], hazlo tú. Cumple las palabras de tu padre. Mientras lo hagas comerás (pan) y
beberás agua. Cuando llegue el momento de la madurez, come dos o tres veces al día y cuidate
bien, pero si llega la vejez a entrar en tu corazón, bebe hasta saciarte. Ahora sois mis siervos
supremos. Y debéis cumplir mis palabras, las palabras del rey. Entonces comeréis pan y beberéis
agua. Así la ciudad de Khattusha se erguirá y mi país descansará en paz, pero si no cumplís las
palabras del rey, no permaneceréis en vida, estáis perdidos. cf. OTTEN, H.: op. cit. pp. 94, 99.
1500-1200 a. C. Basalto 220 x 160 x 165 cm Procedente de San Lorenzo (Veracruz, México),
hoy en el Museo de Antropología de Xalapa (Veracruz, México).- "Elogio de la belleza".
El rey inmortal / La compleja cultura olmeca, que se desarrolló en el sudeste de México entre
los años 1500 y 400 a. C. aproximadamente, es la más antigua de Mesoamérica, muy admirada por
las gigantescas cabezas retrato de piedra, de las que se conocen diecisiete. Diez de ellas se hallaron
en el yacimiento de San Lorenzo, una enorme plataforma o "mesa" en parte artificial que se alza
unos 50 metros sobre los pantanos y las tierras de cultivo circundantes. Fue allí donde se construyó
el primer complejo urbano de Mesoamérica.
La cabeza colosal número 8, también conocida como monumento 61, fue exhumada de este
yacimiento en 1970. Casi todas las cabezas colosales, tanto de este como de otros yacimientos
olmecas, se hallaron fuera de su contexto original, trasladadas por pueblos posteriores, o bien por
causa de la erosión. Por fortuna, esta fue enterrada deliberadamente antes de 1200 a. C., ya que
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 98
casi todos los monumentos conocidos de San Lorenzo fueron mutilados o rotos alrededor de 900 a.
C., cuando el lugar quedó en ruinas. En cambio, esta cabeza se halló en un estado impecable.
Aunque no es la mayor de las cabezas colosales, es enorme. Pesa unas diez toneladas y fue
tallada en un gran bloque de piedra, de un basalto que se halla en las laderas del cerro Cintepec, un
volcán situado a unos 50 kilómetros al noroeste de San Lorenzo. Su transporte hasta la base de la
plataforma debió de realizarse por vía fluvial y costera en grandes embarcaciones de madera de
balsa, siendo después izada hasta lo alto con cuerdas y troncos. Este pueblo carecía de rueda o
2.- animales de tiro, y tampoco disponía de metales. Ello hace aún más impresionantes la
precisión y la belleza de la talla, ya que el basalto tiene la dureza del jade y todo el trabajo tuvo
que hacerse martillando, picando y raspando piedra contra piedra.
Como todas las de su clase, esta cabeza colosal es el retrato de un rey. Lleva lo que seguramente
era un casco protector, con una cinta en la base sobre la que se repite un bajorrelieve de la garra o
el pico de un ave rapaz parecida a un águila y que tal vez representa el nombre de este personaje
desconocido. Sus facciones, esculpidas con gran sensibilidad y un conocimiento pleno de la
anatomía muscular, transmiten una abrumadora impresión de poder. El ceño fruncido, el cuidadoso
dibujo de los ojos, las anchas aletas nasales, la boca ligeramente abierta y los labios carnosos dan
una sensación de autoridad atemperada por la dignidad y la serenidad. No cabe duda de que se
trataba de un potentado olmeca de renombre en los albores de esta civilización mesoamericana.
Es un misterio el motivo por el que este magnífico retrato fue enterrado poco después de
iniciada la andadura de San Lorenzo como capital de un poderoso Estado. La ausencia de
mutilación sugiere que no se trató de un derrocamiento dinástico. Fuera lo que fuera lo ocurrido
hace casi tres milenios y medio, una de las grandes obras maestras de la antigüedad quedó
preservada para nosotros en todo su esplendor.- Por Michael D. Coe.- Fotos Editorial BLUME
El granado
Mi fruto iguala su boca, / es dulce como su aliento. / Mi grano es como sus dientes,
mi figura, la de su seno. // Soy el mejor árbol del huerto. / Yo soy perenne,
por que la hermana y su hermano / se oculten con mi ramaje, / mientras beben vino y mosto,
ungidos con aceite egipciano. // Todos los árboles se marchitan, / salvo yo, en la espesura.
Paso doce meses, / con mi adorno de hojas. / Soy duradero; y si me desprendo de mi lozanía,
todavía conservo la del año postrero. // Soy primero entre los árboles,
¡y no consiento en ser segundo! / Si eso se repite / y se hace de nuevo,
no más les guardaré el secreto: / dejaré de ocultarlos.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 99
El pequeño sicomoro
El pequeño sicomoro, / que ella plantó con su mano, / se dispone a hablar,
y sus palabras son como aguamiel. // ¡Cuán precioso es! Su follaje luciente
verdea como el papiro. / Cargado de frutos / está más rojo que el jaspe;
sus hojas son como malaquita; / brillan como el cristal. //
Desliza un billete en la mano de una muchacha, / la hija del principal de los jardineros,
2.- y la apresura en busca del Amado. / Ven y diviértete con tu zagala: / El huerto está en pleno;
hay allí enramadas y abrigos para ti / Mis jardineros están alegres; / se regocijarán al verte.
Envía delante a tus esclavos, / provistos de sus potes.
La embriaguez se apodera del que a ti se apresura, / ¡aunque no haya bebido! //
(Ya) su amigo se sienta a su derecha. / Ella lo embriaga, / y accede a todos sus ruegos.
La fiesta los ata en embriaguez, / y ella se queda con su hermano. / Pero yo soy hermético,
y no hablo de lo que veo. / No diré palabra.
****
¡Oh, si vinieras a tu hermana pronto! /
Como heraldo real cuyo mensaje aguarda impaciete su señor,
ansioso su corazón de oir sus palabras. / Para él han sido remontadas todas las caballerizas;
tiene caballos en todas las postas, / y carro uncido listo para partir.
Para él no hay fatiga en el camino. / Ha llegado a la casa de su hermana,
y su corazón está en gozo. // ¡Oh, si vinieras a tu hermana pronto! / Como caballo real.
elegido entre un millar de corceles varios. / Príncipe de los establos,
distinguido en su mantenimiento, / todos cuyos pasos conoce su señor.
(Que) si oye el restallar del látigo, / no conoce freno,
(y) no hay jefe de aurigas que logre emparejarlo. / ¡Cómo sabe el corazón de su hermana
que no está lejos de la hermana! // ¡Oh, si vinieras a tu hermana pronto!
Como gacela brincando por el desierto: / Sus pies son un torbellino y su cuerpo está flojo;
el terror ha penetrado en sus miembros: / un cazador sigue sus pasos, / con perros en su compañía.
No logran ver ni el polvo de su huella, / (pues ella) ha descubierto un refugio, /
ha tomado el río como camino. / Llegarás a su escondite, / besando tu mano cuatro veces,
cuando busques el amor de tu hermana. / La diosa Nubt (1) la ha destinado para ti,
¡oh, hermano mío!
(1) Nubt o Dorada es un epíteto de Hathor la diosa del amor.- en ROSENVASSER; Abraham:
La poesía amatoria en el antiguo Egipto. Buenos Aires, Bajel, 1945. pp. 12, 16-20
3.- GRECIA. El país. El país que los antiguos griegos hicieron famoso es la prolongación
meridional de la más oriental entre las tres grandes penínsulas que el continente europeo proyecta
sobre el Mediterráneo. Sus rasgos geográficos distintivos aparecen en cuanto contemplamos el
mapa. Por una parte, el país está cruzado por cadenas montañosas de apreciable altura; por otra,
muestra un litoral muy quebrado, sobre todo en la región del este. A la mitad, la masa terrestre
aparece estrangulada por el gran Golfo de Corinto. Advirtamos, además, las cadenas de islas que
se tienden por el Egeo, rumbo a la costa asiática, y forman un puente de vados entre ambos
continentes.
Influencias geográficas. [...] Pero, aparte de la sola posición, hay dos rasgos en el carácter del
país que tenían que afectar de modo más inmediato a los habitantes: 1) su superficie montañosa; 2)
su proximidad al mar. Lo primero tendía a aislar a las comunidades unas de otras y a fomentar el
nacimiento del Estado-Ciudad, que llegó a ser la unidad política normal; lo segundo, al ofrecer a la
comunicación facilidades que las montañas parecían estorbar, casi determinó el papel de los
griegos como pueblo marítimo y comercial. La misma combinación de rasgos físicos –montaña y
mar- no careció de efectos sobre un clima adecuado para mantener la salud y el vigor del alma y
del cuerpo.
Los predecesores de los griegos: la temprana civilización egea. Mientras los antecesores de los
griegos históricos discurrían aún en las regiones norte y noroeste de la Península Balcánica, una
gran civilización florecía en el área egea, cuyas noticias sólo recientemente han llegado a nosotros,
y esto merced a excavaciones como las de Schliemann (Troya y Micenas) y de Sir Arthur Evans
(Creta).- PETRIE, A.: Introducción al estudio de Grecia. [...] 2. ed. México-Buenos Aires, FCE,
(c1956). (Breviarios, 121). pp. 7-8.
Creta, Micenas y la Grecia arcaica.
Al comienzo del segundo milenio antes de Jesucristo, la riqueza y la civilización de los reinos
del Asia occidental se desbordaron sobre la isla de Creta, donde se daban ya en gran abundancia el
vino, el aceite y la madera para la construcción de navíos. Las dispersas comunidades de la isla, de
origen no griego, cuyos antepasados habían venido de Asia unos dos mil años antes,
probablemente se unieron constituyendo un único reino con capital en Cnosos, comunicada con el
resto de la isla por carreteras pavimentadas.
Sintiéndose seguros con su poderío y su comercio marítimos, que se extendían por todo el
Mediterráneo, los reyes-sacerdotes de Cnosos no necesitaron fortificar su lujoso y tortuoso palacio
de piedra, el complicado “laberinto” de la leyenda, y allí desarrollaron una animada y fantástica
civilización. Sus mejores jarrones, hechos a torno, y sus pinturas al fresco dieron nueva vida a los
motivos egipcios mediante una afortunada combinación de abstracción e impresionismo,
expresada en escenas de grupos, de juegos tauromáquicos y dibujos de cuadrúpedos y de aves, que
revelan una profunda simpatía por la Naturaleza, tanto en descanso como en movimiento. Al
parecer, los cretenses debieron de adorar principalmente a diosas (precedentes de la Atenea, la
Hera y la Artemisa de los griegos), aunque también debieron de practicar un cierto culto a Zeus,
como hijo de la Madre Tierra.
La primera oleada de pueblos que hablaban un lenguaje algo parecido al griego llegaron a la
Grecia continental hacia el 2000 a.C. Adoraban a Zeus como señor del Cielo y practicaban el culto
a los muertos. Estos recien llegados a Grecia introdujeron casas porticadas y con tejadizos, que
procedían de estructuras en madera propias de climas más septentrionales. Trajeron también
consigo el horno de alfarero, mediante el cual confeccionaban una cerámica de rugosa superficie,
cuyas formas imitaban el trabajo en metal. Como poseían mejores herramientas que sus
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 104
predecesores, mejor terreno y mayor abundancia en bosques y en caza de las que hoy existen,
construyeron fortalezas reales en el Peloponeso, principalmente en Micenas, no lejos del
estratégico istmo de Corinto. Los gobernantes de Micenas monopolizaron los nuevos armamentos:
largas espadas de bronce, enormes escudos y ligeros carros de guerra de origen oriental.
[...] Hacia el 1500 a.C., los micénicos, a su vez ejercían gran influencia sobre la civilización
cretense, y de hecho la dominaban. [...] lo cierto es que el dominio de los mares ya había pasado en
este período a los monarcas continentales. / […]
3.- Las grandes migraciones. La última mitad del siglo XIV a.C. fue testigo de la decadencia de
esta cultura y de este poderío. Las exportaciones a Egipto y a Levante cesaron bruscamente hacia
1250 o poco más tarde, en una éoca de profundos cambios y migraciones, cuya consecuencia fue la
disolución de la uniformidad cultural egea. Alrededor del 1200 a.C., los invasores griegos sitiaron
e incendiaron a Troya, al otro lado de los Dardanelos, donde había habido previamente seis
establecimientos sucesivos. Este asedio, confirmado por los arqueólogos, inspiró la Ilíada
homérica, que aunque fue escrita otros cuatrocientos años más tarde nos presenta una plausible
descripción de los sitadores griegos como una confederación no muy conexa de jefes armados con
carros de guerra, cazadores y comedores de carne, entregados a sus envidias y rencores.
Al cabo de un siglo de esta expedición agresiva, los palacios micénicos fueron destruidos,
probablemente por una última oleada de invasores helénicos, que se diferenciaban de sus
predecesores por quemar a sus muertos en lugar de enterrarlos. Estos dorios (c. 1200-1000) quizá
venían empujados por hordas ilíricas todavía más bárbaras que ellos, […] ocuparon o sometieron a
casi todo el Peloponeso, [...] y finalmente llegaron a Creta, Rodas y Asia Menor sudoccidental. El
hierro empezó a usarse (c. 1100), y la afilada espada de este metal pronto desempeñó un
importante papel; las herramientas fueron mucho más fácilmente asequibles, haciendo a los
particulares más independientes del estado y de sus monarcas y sacerdotes.- GRANT, Michael:
Historia de la cultura occidental. Madrid, Guadarrama, 1975. pp. 25-27.
La edad oscura y los poemas homéricos: [...] Los griegos nunca se llamaron a sí mismos, en
su propio idioma, “griegos”; esta denominación proviene del término con que los romanos los
designaron: graeci. En la época micénica (a juzgar por los monumentos hititas contemporáneos)
parece que eran conocidos por el nombre de aqueos, uno de los varios nombres que se les da aún
en los poemas homéricos, la más antigua literatura griega que se ha conservado. Durante el
transcurso de la Edad Oscura, o quizás al acabar ya, el término “heleno” reemplazó
constantemente a todos los demás, y “Hélade” pasó a ser el nombre colectivo que se aplicaba al
conjunto de los griegos. Hoy día Hélade es el nombre de un país, como Francia o Italia. En
cambio, en la antigüedad, no había nada parecido a esto, nada a lo cual los helenos pudiesen
referirse como a “nuestro país”. Para ellos la Hélade era esencialmente una abstracción, igual que
en la Edad Media la cristiandad, o “el mundo árabe” en nuestros tiempos, pues los griegos antiguos
nunca estuvieron todos unidos política y territorialmente.
Los griegos, con pocas excepciones, consideraban que la Ilíada y la Odisea eran obra de un solo
poeta: Homero. Nadie sabía a ciencia cierta cuándo o dónde vivió tal vate (pero la isla de Quíos
fue la que con más éxito reclamaba los honores de haber sido su cuna). / [...] Tras la Ilíada y la
Odisea, sustentándolas como una urdimbre, yacen siglos de poesía oral, compuesta, recitada y
transmitida por rapsodas profesionales sin la ayuda de una sola palabra escrita. [...]
El retorno de la escritura a Grecia bajo la forma maravillosamente flexible del alfabeto fonético
vino a cambiar por entonces el cuadro de manera radical. En adelante fue posible dar expresión
permanente y recoger en largos rollos la poesía que durante los siglos de ignorancia de las letras
había ido evolucionando. No es de extrañar que fuesen pocos los poetas que hicieron tal esfuerzo.
Lo notable es que entre su corto número se haya de contar al hombre o a los hombres que
produjeron dos de los más extraordinarios poemas de la literatura mundial. [...]
En la Grecia de la Edad Oscura estuvieron en boga numerosos temas heroicos, pero el más
grandioso de ellos fue el de la invasión en masa y la destrucción de Troya, llevada a cabo por una
coalición de la Grecia continental, y el regreso de los héroes a sus hogares: todo ello entreverado
con muchos episodios menores relativos a las vidas de los héroes mismos y a las actividades que,
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 105
dirigiendo a los mortales, desempeñaban los dioses en el Olimpo. Al concluir la Edad Oscura, el
cúmulo de estas incidencias era enorme, y la libertad de elección del poeta podía ejercitarse en
seleccionarlas y combinarlas. Así, tan largas como son la Ilíada y la Odisea (unos 17 000 y unos
13 000 versos respectivamente), llenan sin embargo nada más que una fracción del campo de su
temática. [...]
3.- Fue Homero (junto con otro poeta de inspiración muy diferente, Hesíodo) quien, según
Herodoto (II, 53), “les fijó primero a los griegos la genealogía de los dioses, les dio a éstos sus
títulos, dividió entre ellos sus honores y funciones, y definió sus imágenes”.
La Grecia arcaica: Hesíodo es similar a Homero en un aspecto: se lo identifica también como
autor de dos largos poemas escritos en forma y metro épicos (además de varios otros que hoy sólo
conocemos fragmentariamente), y esta atribución a un solo vate es, sin ningún género de duda,
correcta. Pero el paralelo termina del todo aquí, pudiendo añadirse no más que cierto parecido en
el lenguaje empleado por los dos poetas. El Hesíodo que escribió Los trabajos y los días (y la
opinión predominante sostiene que él escribió también la Teogonía) es alguien a quien podemos
conocer en su intimidad personal, pues nos refiere todo lo que atañe a sí mismo. [...]
[…] era, a la vez, poeta y labrador, y el tema principal de los trabajos y los días, obra que
compuso, según parece, a finales del siglo VIII o comienzos del VII, lo constituye la vida cotidiana
de un granjero: [...]. Nada podía ser más distinto de los poemas homéricos en asunto y
orientación. / [...]
Los tres siglos que duró la Edad arcaica se caracterizaron por una enorme evolución llena de
considerables diferencias, lo cual obliga a ser muy cautos y a aquilatar mucho cuando se haya de
generalizar. [...] En las zonas más avanzadas de la Grecia continental y de la costa del Asia Menor,
lo mismo que en las islas del Egeo, había ya por entonces gran número de comunidades
establecidas, [...] Es significativo que, cuando se volvió a edificar en gran escala, surgiese lo
primero el templo y, después, ciudades muradas, no el palacio. Aquellas comunidades arcaicas
eran invariablemente pequeñas, de alrededor de los mil habitantes, e independientes (a menos que
se las sometiera por conquista). La geografía explica en parte tal fragmentación. [...]
Cuando la dispersión griega por Oriente y Occidente llegó al máximo, el total de estas
comunidades más o menos independientes era de unas mil quinientas.
Desde el punto de vista de la comunidad, era necesario un centro donde construir los principales
edificios cívicos y religiosos y en el que los ciudadanos pudiesen celebrar las convenientes
asambleas (el ágora en su sentido original, mucho antes de que este término significara también
“plaza” y “mercado”). / Generalmente había además una acrópolis, lugar elevado que servía de
ciudadela defensiva. [...] incluían en su seno a hombres cuyo género de vida consistía en el
comercio y en la manufactura, [...]
Los reyes y los jefes de tribu habían desaparecido a finales de la Edad Oscura... tan
pacíficamente que no quedó memoria ni tradición de su destronamiento (a diferencia de lo que
aconteció, por ejemplo, en Roma en la fase equivalente). [...] El poder había pasado a manos de un
corto número de familias aristocráticas que monopolizaban la mayoría del territorio, si no todo él,
y gobernaban, en parte, valiéndose de instituciones formales, asambleas y magistraturas, en parte,
mediante enlaces matrimoniales y relaciones de parentesco, concebido éste como una institución y,
finalmente, por la intangible autoridad que les venía de sus antepasados, pues todas estas familias
podían presentar genealogías que remontaban su ascendencia hasta famosos “héroes” (y muy
frecuentemente pasaban de allí para subir hasta alguno de los dioses).
Entre la nobleza y el resto de la población se dieron tensiones y progresivamente, manifiestos
conflictos, a lo cual contribuyó un buen número de cambiantes realidades. Fue una el aumento de
población. [...] / Más aún: el sistema de posesión de la tierra y las leyes sobre deudas eran tales que
no sólo hacían a la nobleza dueña de los terrenos mejores y más extensos, sino que muchos
hombres “libres” se veían precisados a servir en calidad de necesarios (aunque involuntarios)
braceros en las fincas más grandes. [...]
Finalmente, otro factor era el militar. [...] desde poco después del año 700, el guerrero homérico
fue reemplazado por el hoplita, soldado de infantería que llevaba armas pesadas y combatía en
masiva formación. Eran hoplitas los hombres que disponían de algunos medios, pues tenían que
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 106
proveer su propio armamento y bagaje; pero muchos de ellos procedían de los estratos sociales que
no formaban parte de la cerrada aristocracia y, por esta razón, eran un contrapeso potencial en las
luchas políticas.
3.- El drama. La tragedia. Drama quiere decir algo “hecho” o “ejecutado” (“dráoo”), y se
considera que el drama proviene del culto de Dionysos, dios de la vegetación y la fertilidad, y
especialmente de la vid y de sus productos. El ditirambo, de que poco a poco brotó la tragedia, era
un canto festivo en honor de Dionisos. [...] eran cantados por un coro “ciclico”, al parecer de
cincuenta personas. Parece también que éstas se disfrazaban de chivos (“tragikós chorós”) y
representaban el cortejo del dios, de donde el ditirambo ya regularmente fijado vino a llamarse
“tragoodia” o “canto de los chivos”. En ciertas pausas del himno, el director del coro tal vez
cantaba o recitaba alguna aventura del dios.
Tespis de Icaria, en Ática (hacia 530 a.C.) introdujo un actor, el cual conversaba con el director
del coro o “corifeo”, y por eso se lo llamó “el que contesta” –“hipokriteés”-, que vino a ser el
término común para designar al actor. Así se organizó el dialogo, con lo cual se dio un paso
definitivo. Muy pronto, el asunto de la ejecución no quedó limitado al tema de Dionisos, y el coro,
por su parte, dejó de representar a los sátiros o “caprípedos”. [...]
Esquilo. El verdadero fundador de la tragedia fue Esquilo, un ateniense del cantón de Eleusis
(nacido en 525 a.C. y muerto en Sicilia en 456). El gran adelanto traido por Esquilo fue la
invención del segundo actor: el efecto de esto fue disminuir la importancia del coro y el trasladar
al diálogo el interés de la obra. Con esto la tragedia alcanzó su madurez.
La Trilogía, la Tetralogía, el Drama satírico, La Trilogía era un grupo de tres tragedias; la
Tetralogía era una trilogía junto con una pieza satírica; es decir, una pieza en que figuraba el
antiguo coro satírico, destinada según se dice a contentar el prejuicio popular, el gusto inveterado
por la forma arcaica, forma que cayó en desuso cuando los temas dejaron de referirse
exclusivamente a Dionisos y sus aventuras. La costumbre de competir por el premio dramático con
la presentación de una tetralogía se cree que comenzó con Esquilo.
Esquilo como dramaturgo. Las siete piezas que de Esquilo conservamos son Las suplicantes,
Los persas, Los siete contra Tebas, Prometeo encadenado, Agamemnón, Las coéforas y Las
euménides. Las tres últimas componen la única trilogía existente en el estricto sentido del término,
es decir: tres piezas relacionadas por el asunto y representadas una tras otra en la misma ocasión.
Tal es la famosa Orestíada, que así se llama.
Las cualidades sobresalientes de Esquilo como dramaturgo son la sublimidad y la grandeza,
tanto en el pensamiento como en la expresión, combinado todo con un profundo temperamento
religioso. Sus especulaciones sobre problemas morales y religiosos, expuestas por boca de los
coros, revelan una mente siempre procupada por los hondos e inescrutables misterios de la vida
humana y del destino. Su estilo se caracteriza por las audacias de la sentencia, los pintorescos
términos compuestos y las metáforas sorprendentes.
Sófocles. Nació hacia 495 en Colono, el demo ático que inmortalizó en su poesía. Ganó su
primer victoria sobre Esquilo en 468, y se dice que obtuvo el primer premio unas veinte veces
durante su carrera Murió a los noventa años, en 405, poco antes de la batalla de Egos Pótamos.
Reformas de Sófocles. Obras de Sófocles. Entre los adelantos en el arte dramático que se
atribuyen a Sófocles, cuentan los siguientes: 1) añadió un tercer actor, y aumentó los coristas de
doce a veinte; 2) inventó las decoraciones escénicas pintadas; 3) introdujo la práctica de componer
en trilogías donde cada pieza era independiente de las otras. Las siete obras que de él poseemos
son: Antígona, Ayax, Traquinias, Electra, Filoctetes, Edipo Tirano, Edipo en Colono. Los dos
dramas sobre Edipo forman con la Antígona, una suerte de trilogía, pero en cuanto a las fechas, la
Antígona y el Edipo en Colono distan esntre sí unos cuarenta años. /
Sófocles como dramaturgo. Su “ironía”. En tanto que Esquilo nos presenta figuras sublimes y
heroicas, empujadas a la ruina por un inexorable destino que, por decirlo así, obra desde afuera,
Sófocles más bien destaca las cualidades morales y espirituales que modelan desde adentro los
caracteres. Su estilo, aunque menos ornado que el de Esquilo, está preñado de pensamientos en su
aparente sencillez, y es lo bastante flexible para dar todos los matices de la idea. Hay un rasgo de
su arte que merece especial mención, y es su ironía. La ironía dramática se produce cuando la
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 109
situación supuesta por el personaje es diferente de la real. y a este factor debe el Edipo Tirano, en
particular, su carácter único entre las tragedias griegas.
3.- Eurípides, el tercer gran nombre de la tragedia griega, nació en la isla de Salamina durante la
invasión persa de 480. Aparece como poeta trágico hacia los veinticinco años, y continúa
presentando obras hasta 408, cuando se traslada por motivos ignorados, a la corte de Arquelao en
Macedonia. Allí todavía compuso las Bacantes, y murió en 406, pocos meses antes que Sófocles. /
Hoy conocemos dieciocho piezas de Eurípides, incluyendo los Cíclopes, único ejemplo que
poseemos de un drama satírico, y excluyendo el Reso que parece ser de otra mano. Si tuviésemos
que escoger las obras más representativas, optaríamos por estas seis: Medea, Hipólito, Ion, Ifigenia
en Aulis, Ifigenia entre los tauros y las Bacantes. Esta última es un drama espléndido, colorido y
romántico, que vuelve al tema tradicional del culto dionisíaco.
La popularidad de Eurípides. Su racionalismo. La popularidad de Eurípides entre los antiguos
fue inmensa. Y el interés que ha despertado en los tiempos modernos se debe en mucho al hecho
de que muestra cierto parentesco con el pensmiento moderno, en cuanto a problemas morales y
sociales, como la esclavitud, la nacionalidad y otros. En realidad, usaba la escena para difundir el
racionalismo. A este fin no temía romper con las tradiciones en punto al tratamiento de los mitos y
su posible aplicación a las necesidades presentes, al paso que no descuida medio alguno –lágrimas,
lamentaciones y aun horrores- para impresionar al público. Por eso decía de él Aristóteles que era
“el más conmovedor de los poetas”.
El método de Eurípides. Entre las reformas revolucionarias hechas por Eurípides respecto a
técnica dramática, cuentan las siguientes: 1) su empleo del prólogo para dar un esquema general
del drama; 2) su uso del deus ex machina, es decir la introducción de una deidad para provocar el
desenlace; 3) su manejo del coro, que deja de asistir al desarrollo de la acción, y cuyas odas a
veces no tienen gran conexión con ella. Estas innovaciones han sido consideradas como recursos
inferiores, en comparación con la gran manera de los otros dos trágicos.- PETRIE, A.: op. cit.
149-152.
OPINIÓN
Si aún nos estremece el desencanto de Esquilo con la humanidad, o nos apasiona la altura moral
de Sófocles, Eurípides (480-406 a.C.) nos resulta casi un contemporáneo, un dramaturgo de hoy.
Baste mencionar la perdurable actualidad de Las troyanas, o el impacto de la Medea del San
Martín en nuestro público. La cercanía se debe, probablemente, a la indagación en la psicología de
las protagonistas: Hécuba, Casandra, Andrómaca, o la demencial Medea, son mujeres arrastradas
por sus ansias, sus temores y sus pasiones, antes que por un capricho del Destino.
La posteridad ha sido benévola con Eurípides, autor de noventa obras, de las que muchas
perduran. Gracias, en parte, dice Emily Wilson en una reciente edición del Times Literary
Supplement, al gran interés que despertó en las escuelas bizantinas; al hallazgo fortuito, en una
biblioteca monástica egipcia, de nueve textos completos, en papiro; y a la frecuencia con que lo
citan los autores medievales, quienes redactaban sinopsis de sus tragedias, de modo que restan
huellas de los originales y, con la ayuda de fragmentos subsistentes, pueden reconstruirse. […]
Faetón es hijo de Helios, el Sol (o sea, Apolo), y de una tal Climena, esposa del rey Merops, a
quien ha hecho creer que es el padre del muchacho. Como casi todos los adolescentes, es algo
fanfarrón y al enterarse (por una indiscreción de su madre) de que su verdadero padre es nada
menos que el Sol, decide deslumbrar a sus amigos. Va a visitar a Apolo y le arranca la autorización
para guiar, por un día, el carro tirado por cuatro impetuosos caballos con el que el dios hace el
trayecto cotidiano de Este a Oeste. Pero los caballos se desbocan, el clima de la Tierra enloquece
(los abisinios quedan negros para siempre), el planeta entero se incendia y, por fin, Zeus lanza un
rayo desde el Olimpo y precipita al temerario en un río donde se ahoga.
A continuación, Eurípides plantea este dilema: ¿cómo explicará Climena a Merops lo que ha
pasado, sin revelarle que Faetón no era su hijo? El final de la obra se ha perdido y Elliot opta por
lo obvio: el rey perdona a su mujer y lamenta la pérdida del muchacho. Mientras Emily Wilson
parece lamentar la pérdida de tiempo: "Este Faetón no es nada interesante: no hay tabúes sexuales,
no hay incesto, ni siquiera violencia física, apenas". En cambio, ya hay productores del West End
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 110
interesados en llevarla a escena: con la tecnología actual, ver caer al muchacho desnudo, envuelto
en llamas, atraería -suponen- a multitudes.- SCHOO, Ernesto: “Eurípides: el antiguo más
moderno”; en La Nación. Sábado 6 de febrero de 2010.
MADRID.- Sin Hitler y los nazis, Karl Popper no hubiera escrito nunca ese libro clave del
pensamiento democrático y liberal moderno, La sociedad abierta y sus enemigos (1945) y,
probablemente, su vida hubiera sido la de un oscuro profesor de filosofía de la ciencia confinado
en su Viena natal. Muy poco se conocía de la infancia y juventud de Popper -su Autobiografía
(1976) las escamotea casi por completo- hasta la aparición del libro de Malachi Haim Hacohen,
Karl Popper. The Formative Years. 1902-1945 (2000), exhaustiva investigación sobre aquella
etapa de la vida del filósofo en el marco deslumbrante de la Viena de los primeros años del XX,
una sociedad multicultural y multirracial, cosmopolita, de efervescente creatividad literaria y
artística, espíritu crítico e intensos debates intelectuales y políticos. Allí debió gestarse la idea
popperiana de la "sociedad abierta" de la cultura democrática contrapuesta a las "sociedades
cerradas" del totalitarismo.
Como desde la ocupación nazi de Austria en marzo de 1938 la vida cultural de este país entró en
una etapa de oscurantismo y decadencia de la que todavía no se ha recuperado -sus mejores
talentos emigraron, fueron exterminados o anulados por el terror y la censura-, cuesta trabajo
imaginar que la Viena en la que Popper hizo sus primeros estudios, descubrió su vocación por la
investigación, la ciencia y la disidencia, aprendió el oficio de carpintero y militó en el socialismo
más radical era acaso la ciudad más culta y libre de Europa, un mundo donde católicos,
protestantes, judíos integrados o sionistas, librepensadores, masones, ateos coexistían,
polemizaban y contribuían a revolucionar las formas artísticas, la música sobre todo, aunque
también la pintura y la literatura, las ciencias sociales y las exactas, y la filosofía. Un libro recién
traducido al español, de William Johnston, The Austrian Mind: An Intellectual and Social History
1848-1938 (1972) ( El genio austrohúngaro. Historia social e intelectual 1848-1938 ), reconstruye
con rigor esa fascinante Torre de Babel en la que precozmente Popper aprendió a detestar el
nacionalismo, una de sus bestias negras a la que siempre identificó como el enemigo mortal de la
cultura de la libertad.
La familia de Popper, de origen judío, se había convertido al protestantismo dos generaciones
antes de que él naciera, en 1902. Su abuelo paterno tenía una formidable biblioteca en la que él,
niño, contraería la pasión de la lectura. Nunca se consoló de haber tenido que venderla cuando se
desplomaron las finanzas de su familia, que, durante su infancia, era muy próspera. En su vejez,
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 114
cuando, por primera vez en su vida, recibió algo de dinero por derechos de autor, trató
ingenuamente de reconstruirla, pero no lo consiguió. Su educación fue protestante y estoica,
puritana, y, aunque se casó con Hennie, una católica, esa moral estricta, calvinista, de renuncia de
3.- toda sensualidad y autoexigencia y austeridad extremas lo acompañó toda su vida. Según los
testimonios recogidos por Malachi Hacohen, lo que más reprochaba Popper a Marx y a Kennedy
no eran sus errores políticos, sino haberse permitido tener amantes.
En la Viena de su juventud -la Viena Roja-, prevalecía un socialismo liberal y democrático que
propiciaba el multiculturalismo, y muchas familias judías integradas, como la suya, ocupaban
posiciones de privilegio en la vida económica, universitaria y hasta política. Su precoz rechazo de
toda forma de nacionalismo -la regresión a la tribu- lo llevó a oponerse al sionismo y siempre
pensó que la creación de Israel fue "un trágico error". En el borrador de su Autobiografía escribió
una frase durísima: "Inicialmente me opuse al sionismo porque yo estaba contra toda forma de
nacionalismo. Pero nunca creí que los sionistas se volvieran racistas. Esto me hace sentir
vergüenza de mi origen, pues me siento responsable de las acciones de los nacionalistas israelíes".
Pensaba entonces que los judíos debían integrarse a las sociedades en las que vivían, como había
hecho su familia, porque la idea "del pueblo elegido" le parecía peligrosa. Presagiaba, según él, las
visiones modernas de la "clase elegida" del marxismo o de la "raza elegida" del nazismo. Debió ser
terrible para quien pensaba de este modo ver cómo, en la sociedad que creía abierta, el
antisemitismo comenzaba a crecer como la espuma por la influencia ideológica que venía de
Alemania, y sentirse de pronto amenazado, asfixiado y obligado a exiliarse. Poco después, ya en el
exilio de Nueva Zelanda, donde, gracias a sus amigos F.A. Hayek y Ernst Gombrich, había
conseguido un modesto trabajo como lector en la Canterbury University, en Christchurch, se iría
enterando que dieciséis parientes cercanos suyos -tíos, tías, primos, primas-, además de
innumerables colegas y amigos austríacos de origen judío, como él, y perfectamente integrados,
serían aniquilados o morirían en los campos de concentración, víctimas del racismo demencial de
los nazis.
Éste es el contexto que indujo a Popper a apartarse unos años de sus investigaciones científicas
(antes de abandonar Austria había ya publicado Logik der Forschung, Lógica de la investigación
científica) y prestar lo que llamaría su contribución intelectual a la resistencia contra la amenaza
totalitaria. Primero fue La pobreza del historicismo (1944-1945) y luego La sociedad abierta y sus
enemigos (1945). Malachi Hacohen traza una minuciosa y absorbente historia de las condiciones
difíciles, poco menos que heroicas, en que Popper trabajó estos dos libros de filosofía política que
le darían una celebridad que nunca imaginó, robando horas a las clases y obligaciones
administrativas en la Universidad, pidiendo ayuda bibliográfica a sus amigos europeos, y viviendo
en una pobreza que, por momentos, se acercaba a la miseria, ayudado por la lealtad y la entrega
misioneras de Hennie, que descifraba el manuscrito, lo dactilografiaba y, además, lo sometía por
momentos a críticas duras.
Malachi Hacohen ha trabajado tanto en este libro sobre el joven Popper como éste en su
investigación sobre los orígenes del totalitarismo en la Grecia clásica que, según él, arranca con
Platón y llega hasta Marx, Lenin y el fascismo, pasando por Hegel y Comte. Y por momentos da la
impresión de que, en el curso de esos años de intensa dedicación, fue pasando de la admiración
devota y casi religiosa hacia Popper a un cierto desencanto, a medida que descubría en su vida
privada los defectos y manías inevitables, sus intolerancias, su poca reciprocidad con quienes lo
habían ayudado, sus depresiones y manías, su poca flexibilidad para aceptar la llegada de nuevas
formas, ideas y modas de la modernidad. Algunas de estas críticas me parecen muy injustas, pero
ellas no están de más en un libro dedicado a quien sostuvo siempre que el espíritu crítico es la
condición indispensable del verdadero progreso en el dominio de la ciencia y en el de la vida
social, y que es sometiendo a la prueba del examen y del error -es decir, tratando de "falsearlas",
de demostrar que son falsas- que se conoce la verdad o la mentira de las doctrinas, teorías e
interpretaciones que pretenden explicar al individuo aislado o inmerso en la amalgama social.
Por otra parte, Malachi Hacohen deja claramente establecido que, contra lo que se llegó a creer
en los años de la Guerra Fría, Popper era el filósofo nato del conservadurismo; sus tesis sobre la
sociedad abierta y la sociedad cerrada, el esencialismo, el historicismo, el Mundo Tercero, la
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 115
ingeniería social fragmentaria, el espíritu tribal y sus argumentos contra el nacionalismo, el
dogmatismo y las ortodoxias políticas y religiosas cubren un amplio espectro filosófico liberal en
el que pueden reconocerse por igual todas las formaciones políticas democráticas, desde el
3.- socialismo hasta el conservadurismo que acepten la división de poderes, las elecciones, la
libertad de expresión y el mercado. El liberalismo de Karl Popper es profundamente progresista
porque está imbuido de una voluntad de justicia que a veces se halla ausente en quienes cifran el
destino de la libertad sólo en la existencia de mercados libres, olvidando que éstos, por sí solos,
terminan, según la metáfora de Isaiah Berlin, permitiendo que los lobos se coman a todos los
corderos.
La libertad económica, que Popper defendió, debía complementarse a través de una educación
pública de alto nivel y diversas iniciativas de orden social, como una vida cultural intensa y
accesible al mayor número, a fin de crear una igualdad de oportunidades que impidiera, en cada
generación, la creación de privilegios heredados, algo que le pareció siempre tan nefasto como los
dogmas religiosos y el espíritu tribal.- VARGAS LLOSA, Mario: “El joven Popper, en el
esplendor de Viena”; en La Nación. Lunes 17 de septiembre de 2012.
Consecuencias y conclusiones.
La grandeza de Atenas depende en gran parte de su democracia, y así atrajo el servicio pleno y
voluntario de sus ciudadanos. La democracia no fue realmente recusada hasta el verano de 411,
cuando un consejo de cuatrocientos fue puesto en el poder, pero sobrevivió sólo unas semanas.
Incluso en ese momento difícil, los atenienses no deseaban eludir sus responsabilidades o entregar
sus decisiones a unos cuantos hombres de supuesta superioridad social. La fuerza de la democracia
ateniense era que era verdaderamente democrática. A diferencia de las democracias modernas
representativas, el gobierno no estaba en manos de diputados elegidos sino en todo el pueblo, que
tenía la última palabra en todas las decisiones de cierta importancia. Esto se ha repetido muy de
vez en cuando en la historia, cuando un estado ha sido lo suficientemente pequeño para que todos
sus ciudadanos pudiesen encontrarse en un único lugar, como era posible en Atenas. Una
democracia directa de este tipo tenía sus fallos. Cuando las decisiones quedan en manos de todo el
conjunto de los ciudadanos, es difícil seguir una política consistente, y para los votantes, no ser
aturdidos o atemorizados impulsándolos a decisiones precipitadas de las que pronto se arrepienten.
Esto sucedió en Atenas con la decisión de matar a todos los mitilaneanos varones, pero,
afortunadamente, la Asamblea cambió de opinión. En otros casos no se cambió de opinión y
fueron cometidas atrocidades injustificadas. Fueron, generalmente, inspiradas por políticos que
sabían que podían enardecer al pueblo jugando con su vanidad o sus temores. Pero la paradoja de
la democracia ateniense era que en ocasiones cometía enormes errores, y en conjunto mantenía una
política estable.
Conocemos los demagogos que alcanzaron el poder después de Pericles a través de las groseras
burlas de Aritófanes y de la aristocrática desaprobación de Tucídides. Pero deben de haber existido
hombres mejores que Cleón, cuyos nombres se hayan perdido para nosotros, pero que fueron
capaces de observar una política coherente .En cualquier caso, la democracia ateniense cometió
menos errores que la oligarquía ateniense, incluso cuando la última lo tenía todo en sus manos. /
[…]
La mayoría de nosotros conocemos a Atenas principalmente por sus obras de arte o su literatura.
Aunque sólo una pequeña proporción de éstas ha sobrevivido, es suficiente para proyectar un
encanto especial y demostrar de un modo concluyente la fuerza del genio ateniense. Si sólo tuviese
esto sería recordada y estimada, pero no podrían justificar por sí solos los encomios casi
inigualables que rendimos a Atenas. Su atractivo está realzado en gran medida por ser parte de un
complejo conjunto, de una sociedad viva en la que jugaron una parte importante, pero en modo
alguno preponderante. Casi tan importante como esto es la influencia que Atenas tuvo sobre el
pensamiento posterior y sobre la transformación del pensamiento en acción. Aunque distante y
diferente la democracia moderna de la de Pericles, existe una verdadera conexión entre ellas. La
concepción ateniense de la democracia ha desaparecido para siempre jamás y ha sido sustituida por
otras concepciones de gobierno basadas en supuestos bastante diferentes. Pero ha sido mantenida
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 116
viva por allegados inesperados, por los filósofos estoicos y los teólogos cristianos, por los
pensadores de la Ilustración y los padres fundadores de la república norteamericana. Donde quiera
que los hombres hayan pensado seriamente en un gobierno justo, han tenido, en el fondo de sus
3.- mentes, reminiscencias, no necesariamente amistosas, del descubrimiento ateniense de que la
primera tarea del gobierno es tratar a los hombres como fines en sí mismos. Sanguinarios y
bestiales sistemas de los tiempos modernos han hecho de esto el blanco de su odio destructor, y
esto demuestra cuán fundamental es. Detrás del respeto por el gobierno democrático yace el
respeto por el individuo, y ésta es la gran contribución ateniense para el mundo. A menudo ha sido
olvidado, a menudo sumergido, nunca ha sido hecha sincera o completamente y no lo era ni
siquiera en Atenas. Pero una vez que un ideal semejante ha sido traído a la vida, no puede ser
totalmente eliminado. Subsiste en pequeñas cuestiones cuando ha desaparecido en las grandes; se
convierte en una cuestión para la religión y la moral cuando cuando la política lo descarta
totalmente. Era el centro inspirador de la realización ateniense en sus más vigorosos días y de él
procede la inigualable vitalidad y su entusiasmo creador, la creenia de los atenienses en su ciudad
y en sí mismos. Cometieron errores; no siempre vieron lo mucho que habían emprendido; la fuerza
de los acontecimientos era a menudo demasiado fuerte para ellos, pero incluso cuando
reconocemos sus fracasos en humanidad y en prudencia el prodigioso logro permanece no
exactamente como Pericles lo imaginó, pero en cierto modo más amplio, más rico y más duradero.
Bajo su dirección el ideal del “hombre cabal”, anhelado por las generaciones más antiguas, más
aristocráticas, permaneció intacto, pero sus elementos se desarrollaron con un nuevo vigor y un
nuevo fin. La Atenas de Pericles dio el ejemplo de lo que podía hacerse si las facultades humanas
están liberadas de trabas y estimuladas a seguir su particular inclinación. Atenas esperaba que sus
hijos trabajasen para ella, pero estaba contenta si este trabajo era algo que ellos elegían por sí
mismos y practicaban por afición a él tanto como para el beneficio de su ciudad.- BOWRA, C.M.:
La Atenas de Pericles. Madrid, Alianza, (c1974). pp. 238-241. cap. 11,
CAMBALACHE I
Los griegos, que la tenían muy clara, fueron la base de nuestras sociedades. Términos como
democracia, demagogia y aristocracia fueron acuñados en esa región del mundo y en esas épocas
de la historia de la humanidad, cuando pestes y hambrunas llevaron al borde del abismo a la
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 118
civilización, que entraba en una etapa definitoria en el camino de una lucha sin prisa y sin pausa
hacia la superación de atrocidades e iniquidades cometidas en nombre de grandes causas de
supervivencia y supremacía, pero que siempre encerraban las ambiciones personales y las
3.- deformaciones perversas de los tiranos de turno, que, basados en su carisma, sometían a sus
pueblos a interminables conflictos que ocasionaban, además de pérdidas humanas, más hambre,
más pestes y, lo peor de todo, más odio y deseos de venganza, la famosa Némesis (griega, la
muchacha, también). Y en medio de tanto ruido bélico, flechas, saetas, puntiagudas lanzas y bolas
mortíferas de fuego, entre tanto “presente griego” y “caballo de Troya”, los griegos, “que se la
sabían lunga”, dieron forma primero a la épica de Homero y, casi simultáneamente, al teatro, esa
representación viva y real jugada por actores disfrazados que, montados en altos coturnos y con
enormes máscaras, interpretaban tragedias y comedias que hablaban de las glorias y penurias del
pasado; sí, a los griegos no los había picado el dengue del olvido, asqueroso insecto que daña el
cerebro de imbéciles y tarados para un campeonato mundial de frivolidad, estupidez y negación
que hace estragos en la Argentina, Rusia, EE.UU., Irán, Italia, Cuba, Venezuela y España, entre
otras regiones, y que tiene un eslogan: olvidemos el pasado y vivamos sólo el presente con infinita
misericordia para el que robó, torturó, asesinó y aterrorizó, y tolerancia cero para el que mete la
pata, (si es pobre, sobre todo).
No, señores y señoras, los griegos hablaban de su pasado, de su presente y proyectaban para el
futuro a través de su poesía, su épica y su dramaturgia, verdaderos monumentos literarios que
trataron prácticamente todos los tópicos que aún hoy nos siguen afligiendo. Tenían sus dos
carátulas que siguen decorando teatros y premios a la excelencia y que representaban a los dos
géneros principales, que eran y son el símbolo de la vida humana: la tragedia, de lenguaje solemne,
de altísimo nivel, sin el menor asomo de vulgaridad, que trataba la relación del hombre y su
destino fatal, los dioses podían ser crueles pero siempre eran justos y representaban los valores
fundacionales de la sociedad, los preceptos y principios inviolables y los demás personajes eran
siempre reyes, reinas, nobles y altos funcionarios. El pueblo, representado por el infaltable coro,
asistía como testigo a los avatares y peripecias de dioses y reyes, y con el mismo lenguaje elevado
servía de puente hacia el espectador, que se emocionaba y hacía catarsis (otra chica griega muy
personal). La tragedia le hablaba al ciudadano desde su alto pedestal de la fatalidad que conducía
al desastre al que desafiara a los dioses voluntaria o involuntariamente. Edipo, incestuoso; Ifigenia,
sacrificada en aras de una paz que nunca llegó; Antígona, reclamando el derecho de enterrar a sus
muertos, y Orestes y Electra, hermanados en la venganza del padre asesinado, formaban el cúmulo
de desgracias y conflictos.
La comedia, en cambio, era la que reflejaba las vidas y miserias del pueblo, del hombre común,
el ladronzuelo, el funcionario corrupto, el seudofilósofo chanta, la prostituta, el lupanar, el esclavo
pícaro y taimado y dioses traviesos que dejaban el Olimpo para meterse en la cama de la esposa
del burgués y hacerle crecer unos cuernos más grandes que el Partenón. El lenguaje era soez,
vulgar, muchas veces obsceno, y al regocijo de la carcajada se agregaba un valor: la sátira y la
tomadura de pelo a través de la caricatura del poder corrupto. A la hipocresía social y a la temida
guerra, como ocurría en Lysístrata o la asamblea de las mujeres, donde hartas de perder hijos y
maridos por el mandato de soberanos sedientos de poder, las mujeres de la ciudad decidieron no
acostarse con sus hombres hasta tanto no se firmara la paz, antecedente del lema hippie: “Hagamos
el amor y no a la guerra”. A los tiranos no les gustaba nada la comedia, porque ponía en el
imaginario popular el arma con la que el pueblo cuenta para defenderse: la burla al inútil
gobernante de turno. De hecho, no hay constancia histórica de ninguna reacción popular después
de ver una tragedia y sí hay varias rebeliones que comenzaron después de presenciar comedias
satíricas. No hay nada más temido que el humor. […].- PINTI, E.: “Presentes griegos”; en La
Nación Revista. Domingo 12 de julio de 2009.- “timeo Danaos et dona ferentes. VIRGILIO:
Eneida. ii, 49.
CAMALACHE II
La vigencia de los clásicos es indiscutible. En el eterno enfrentamiento entre los que dicen que
la vida imita al arte y los que afirman que el arte es el refugio de la vida, la lozanía y juventud que
ostentan el teatro y la literatura de muchos siglos atrás es fácilmente comprobable, a poco que se
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vuelvan a leer o a ver nuevas representaciones de esas obras que hace mucho han ingresado al
olimpo de la inmortalidad.
3.- Desde los griegos, trágicos o cómicos, hasta los modernos, pasando por los medievales,
renacentistas y románticos, la humanidad, con sus grandezas y sus bajezas, ha sido reflejada con
un invariable acierto que desafió usos, costumbres, pautas morales y códigos de conducta muy
diferentes en la superficie, pero de muy poca importancia para la evaluación de las profundidades
de nuestra naturaleza.
Los trágicos griegos exaltaron a sus héroes, sus dioses y sus designios, al tiempo que
condenaron sus yerros, sus excesos y sus contradicciones. Del incesto edípico y el filicidio de la
infortunada Ifigenia, sacrificada por su propio padre, hasta el parricidio, la venganza y el adulterio
que recorre la orestíada, pasando por el clamor de Antígona para que los restos mortales de su
hermano tengan la sepultura que se merece, los temas de la crueldad de la guerra, sus daños
colaterales que traen la muerte de muchos inocentes y el sagrado derecho de enterrar a los muertos
más allá de toda connotación política se han repetido a lo largo de los siglos y pueden ubicarse sin
perder significado en Vietnam, en las dictaduras latinoamericanas, en el estalinismo soviético y en
los sofisticados salones del poder más contemporáneo. La otra carátula griega, la de la comedia,
satirizó los vicios del poder, las excesivas travesuras de algún dios abusador, la tontería del vulgo y
la tilinguería críptica y absurdamente complicada de filósofos demasiado encerrados en burbujas
intelectuales que los alejaban del pueblo y sus verdaderos problemas cotidianos.
Al inefable Aristófanes, rey de la comedia griega, atrevida, escatológica y de fuerte lenguaje, se
le deben los brochazos gruesos, pero efectivísimos que caricaturizaron a Sócrates y Platón, y a los
generales ávidos de poder mediante la guerra perpetua que chocaban en la inolvidable Asamblea
de las mujeres, con la lógica demoledora de Lisistrata, que, en nombre de las chicas y señoras
griegas, dijo claramente: "O se termina la guerra o no hay más sexo para ustedes, señores"
(jocundo antecedente del lema hippie de los años sesenta del siglo XX: "Hagamos el amor y no la
guerra").
Shakespeare, muchos siglos después, analizó la ambición de poder que envenenaba la mente de
nobles y bastardos que no vacilaban en matar y destruir a los que se interpusieran entre ellos y el
ansiado trono real lleno de sangre y aberraciones. Desde el atormentado Hamlet, que venga a su
padre, asesinado por su tío en combinación con su propia madre, y asesina por error al padre de su
novia, que pierde la razón y se ahoga en el río, como una nueva Ifigenia sacrificada por su pureza y
desolada por el amor no correspondido por culpa del adulterio y el deseo del poder de nuevos
reyes traidores, hasta el Rey Lear, traicionado por sus hijas preferidas mientras que su despreciada
hija menor, la víctima inocente Cordelia, es la única que lo acompaña en su destierro junto a su
bufón que con bromas y burlas lo enfrenta con su estupidez.
Tiempo después, desde la comedia cortesana, hija refinada de la comedia del arte, el gran
Molière carga contra los santurrones hipócritas que se refugian en la beatería para ocultar sus
bajezas en Tartufo; la avaricia del rico, en El avaro; el esnobismo de las Preciosas ridículas; los
hipocondríacos y los malos médicos en El enfermo imaginario y El médico a palos, o la torpeza y
brutalidad del nuevo rico, piojo resucitado víctima de chantas y vividores que le sacan dinero y
victimario de su propia familia que debe sufrir los excesos de su tonta ambición de llegar a ser
noble en El burgués gentilhombre. Y así podríamos seguir con tantos autores y obras que a lo largo
de los siglos nos pintaron con toga, con calzas, con pelucas empolvadas o con Armani de última
moda, pero siempre con certeza y precisión.- PINTI, E.: “Clásicamente actuales”; en La Nación
Revista. Domingo 14 de noviembre de 2010.
La época helenística. Con su bien disciplinado ejército, Alejandro de Macedonia atravesó todo
el Oriente hasta la frontera de la India en su fabulosa campaña. Derrotó de un modo definitivo a
los persas, conquistó Fenicia, Palestina y Egipto, donde fundó Alejandría, la gran metrópolis
helenística. Pero el primer imperio mundial no duró. Alejandro no vivió lo bastante para
consolidarlo. Murió en Babilonia a la edad de 33 años, inmediatamente después de haber
concluido de un modo superficial sus conquistas. Puede llamarse a éstas el primer imperio mundial
pues abrió el Oriente a la civilización helénica y porque, desde entonces, el pensamiento y las
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costumbres de Gracia irrumpieron en tropel en el territorio conquistado. Como los reinos orientales
no habían logrado nunca una unificación, siquiera sea externa, de toda el área cultural de su
3.- tiempo, no lograron el predominio indiscutible de una cultura que dominase sobre todo el
mundo conocido. Alejandro lo inauguró, pero ni él ni los que le siguieron pudieron imponer este
gobierno mediante un orden político perfeccionado y complejo. Quedó a los romanos la tarea de
preparar ese orden en el curso de los siglos. […] Inmediatamente después de su muerte su imperio
se derrumbó con la lucha de sus diadocos, rivales. Su principal logro político consistió en
establecer un modelo, el prototipo de imperio mundial que llegó a ser el sueño de todos los
conquistadores que le han seguido, no sólo de los gobernantes secundarios como Pirro el Epirota o
Mitrídates del Ponto, sino también de los grandes generales romanos, de Escisión el Africano, Sila,
Pompeyo, César, Antonio y Augusto. Teniendo ante sí la imagen de Alejandro, estos
conquistadores romanos lograron levantar el imperio mundial verdadero y perfeccionado. / […]
Religión universal. La civilización helenística que se había extendido sobre las poblaciones
orientales y todo el Mediterráneo, ya había sentado los cimientos Fue el primer reinado
indiscutible de una civilización unificadora y supertribal formada por elementos heterogéneos. […]
Estaba unificada por la comunicación entre los pueblos, que traía por resultado la comparación de
sus formas de vida, la fecundación y combinación de todas ellas. En el curso de este desarrollo, la
cultura griega quedó tan modificada por las orientales, como éstas por aquélla.- KAHLER, Erich:
Historia universal del hombre. México, FCE, (c1946). pp. 92-93, 106-107.
Prisma
[…] / La agonía de Grecia es particularmente dolorosa por su grandeza sin par. El país del
espíritu indoblegable y orgulloso de Nikos Kazantzakis es visto hoy casi como un paria por sus
pares europeos. Por ello es bueno recordar, como contrapeso de esta situación, que el país que
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 124
tiene una inmensa deuda con Occidente es, a la vez, el mayor acreedor de Occidente, sólo que en
otro plano, en el de la civilización. Sin necesidad de aventurarse más lejos, y como dijera Alfred
3.- Whitehead [Process and reality, 1929], la tradición filosófica europea no consiste en otra cosa
que una serie de notas al pie de la obra de Platón. Es decir, comentaristas de algo que Grecia ha
pensado. En efecto, el edificio occidental de pensamiento está sostenido por columnas griegas.
Pero no sólo ello, sino que el teatro, la literatura, la política y la democracia, entre otras cosas,
tienen su génesis e impronta decisiva en Grecia. Es que la inmensa deuda griega tiene dos caras.
Una de ellas la coloca como deudora y la otra como acreedora. Y aunque la deuda monetaria sea
exigible y la cultural no, aunque una sea cuantificable numéricamente y la otra no, lo que tienen en
común ambas deudas es que no podrán nunca ser pagadas.- VALIENTE NOAILLES, Vicente: “La
deuda griega”; en La Nación. Domingo 19 de febrero de 2012. Supl. Enfoques.
PESTE. CÓLERA
Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquileo; cólera funesta que causó infinitos males a los
aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y
pasto de aves -cumplíase la voluntad de Zeus- desde que se separaron disputando el Atrida, rey de
hombres, y el divino Aquileo.
¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan? El hijo de Leto y de
Zeus. Airado con el rey, suscitó en el ejército maligna peste, y los hombres perecieron por el
ultraje que el Atrida infiriera al sacedote Crises. Éste, deseando redimir a su hija, se había
presentado en las veleras naves aqueas con un inmeso rescate y las ínfulas de Apolo, el que hiere
de lejos, que pendían de aúreo cetro, en la mano; y a todos los aqueos, y particularmente a los dos
Atridas, caudillos de pueblos, así les suplicaba:
Crises.- ¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas! Los dioses, que poseen olímpicos
palacios, os permitan destruir la ciudad de Príamo y regresar felizmente a la patria. Poned en
libertad a mi hija y recibid el rescate, venerando al hijo de Zeus, a Apolo, el que hiere de lejos.
Todos los aqueos aprobaron a voces que se respetara al sacerdote y se admitiera el espléndido
rescate; mas el Atrida Agamenón, a quien no plugo el acuerdo, le despidió de mal modo y con
altaneras voces:
Agamenón.- No dé yo contigo, anciano, cerca de las cóncavas naves, ya porque ahora demores
tu partida, ya porque vuelvas luego; pues quizá no te valgan el cetro y las ínfulas del dios. A
aquella no la soltaré; antes le sobrevendrá la vejez en mi casa, en Argos, lejos de su patria,
trabajando en el telar y aderezando mi lecho. Pero vete; no me irrites, para que puedas irte más
sano y salvo.
Así dijo. El anciano sintió temor y obedeció el mandato. Fuese en silencio por la orilla del
estruendoso mar; y mientras se alejaba, dirigía muchos ruegos al soberano Apolo, a quien parió
Leto, la de hermosa cabellera.
Crises.- ¡Óyeme, tú que llevas arco de plata, proteges a Crisa y a la divina Cila, e imperas en
Ténedos poderosamente! ¡Oh Esminteo! Si alguna vez adorné tu gracioso templo o quemé en tu
honor pingües muslos de toros o de cabras, cúmpleme este voto: ¡Paguen los dánaos mis lágrimas
con tus flechas!
Así dijo rogando. Oyole Febo Apolo, e irritado en su corazón, descendió de las cumbres del
Olimpo con el arco y el cerrado carcaj en los hombros; las saetas resonaron sobre la espalda del
enojado dios, cuando comenzó a moverse. Iba parecido a la noche. Sentose lejos de las naves, tiró
una flecha, y el arco de plata dio un terrible chasquido. Al principio el dios disparaba contra los
mulos y los ágiles perros; mas luego dirigió sus amargas saetas a los hombres, y continuamente
ardían muchas piras de cadáveres.
Durante nueve días volaron por el ejército las flechas del dios. En el décimo, Aquileo convocó
al pueblo al ágora; se lo puso en el corazón Hera, la diosa de los níveos brazos, que se interesaba
por los dánaos, a quienes veía morir. Acudieron éstos y, una vez reunidos, Aquileo, el de los pies
ligeros, se levantó y dijo:
Aquileo.- ¡Atrida! Creo que tendremos que volver atrás, yendo otra vez errantes, si escapamos
de la muerte; pues si no, la guerra y la peste unidas acabarán con los aqueos. Mas, ea, consultemos
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 125
a un adivino, sacerdote o intérprete de sueños –pues también el sueño procede de Zeus-, para que
nos diga por qué se irritó tanto Febo Apolo: si está quejoso con motivo de algún voto o hecatombe,
y si quemando en su obsequio grasa de cordero y de cabras escogidas, querra librarnos de la peste.
Cuando así hubo hablado, se sentó. Levantóse entre ellos Calcante Testórida, el mejor de los
augures –conocía lo presente, lo futuro y lo pasado, y había guiado las naves aqueas hasta Ilión por
medio del arte adivinatorio que le diera Febo Apolo-, y benévolo les arengó diciendo:
Calcante.- ¡Oh Aquileo, caro a Zeus! Mándasme explicar la cólera de Apolo, del dios que hiere
de lejos. Pues bien, hablaré; pero antes declara y jura que estás presto a defenderme de palabra y
de obra, pues temo irritar a un varón que goza de gran poder entre los argivos todos y es obedecido
por los aqueos. Un rey es más poderoso que el inferior con quien se enoja; y si bien en el mismo
día refrena su ira, guarda luego rencor hasta que logra ejecutarlo en el pecho de aquél. Dime pues,
si me salvarás.
Y contestándole, Aquleo, el de los pies ligeros, le dijo:
Aquileo.- Manifiesta, deponiendo todo temor, el vaticinio que sabes; pues, ¡por Apolo, caro a
Zeus, a quien tú, Calcante, invocas siempre que revelas oráculos a los dánaos!, ninguno de ellos
pondrá en ti sus pesadas manos, cerca de las cóncavas naves, mientras yo viva y vea la luz acá en
la tierra, aunque hablares de Agamenón que al presente se jacta de ser en mucho el más poderoso
de todos los aqueos.
Entonces cobró ánimo y dijo el eximio vate:
Calcante.- No está el dios quejoso con motivo de algún voto o hecatombe, sino a causa del
ultraje que Agamenón ha inferido al sacerdote, a quien no devolvió la hija ni admitió el rescate.
Por esto el que hiere de lejos nos causó males y todavía nos causará otros. Y no librará a los
dánaos de la odiosa peste, hasta que sea restituída a su padre, sin premio ni rescate, la joven de
ojos vivos, y llevemos a Crisa una sagrada hecatombe. Cuando así le hayamos aplacado, renacerá
nuestra esperanza.
Dichas estas palabras, se sentó. Levantose al punto el poderoso héroe Agamenón Atrida,
afligido, con las negras entrañas llenas de cólera y los ojos parecidos al relumbrante fuego; y
encarando a Calcante la torva vista, exclamó:
Agamenón.- ¡Adivino de males! Jamás me has anunciado nada grato. Siempre te complaces en
profetizar desgracias y nunca dijiste ni ejecutaste nada bueno. Y ahora, vaticinando ante los
dánaos, afirmas que el que hiere de lejos les envía calamidades, porque no quise admitir el
espléndido rescate de la joven Criséida, a quien anhelaba tener en mi casa. La prefiero,
ciertamente, a Clitemnestra, mi legítima esposa, porque no le es inferior ni en el talle, ni en el
natural, ni en inteligencia, ni en destreza. Pero, aun así y todo, consiento en devolverla, si esto es lo
mejor; quiero que el pueblo se salve, no que perezca. Pero preparadme pronto otra recompensa,
para que no sea yo el único argivo que sin ella se quede; lo cual no parecería decoroso. Ved todos
que se va a otra parte la que me había correspondido.
Replicole en seguida el celerípede divino Aquileo:
Aquileo.- ¡Atrida gloriosísimo, el más codicioso de todos! ¡Cómo pueden darte otra recompensa
los magnánimos aqueos? No sabemos que existan en parte alguna cosas de la comunidad, […].-
HOMERO: Ilíada. Rapsodia i, versos 1-123. Versión directa y literal del griego por Luis Segalá y
Estalella. Texto compuesto hacia el siglo VIII a.C.
La Despensera.- [...] Partió hacia la muralla, ansiosa, como loca, y con ella se fue la nodriza que
lleva el niño.
Así habló la despensera, y Héctor, saliendo presuroso de la casa, desanduvo el camino por las
bien trazadas calles. Tan luego como, después de atravesar la gran ciudad, llegó a las puertas
Esceas –por allí había de salir al campo-, corrió a su encuentro su rica esposa Andrómaca, hija del
magnánimo Eetión, que vivía al pie del Placo en Tebas de Hipoplacia y era rey de los cilicios. Hija
de éste era, pues, la esposa de Héctor, de broncínea armadura, que entonces le salió al camino.
Acompañabale una sirvienta llevando en brazos al tierno infante, al Hectórida amado, parecido a
una hermosa estrella, a quien su padre llamaba Escamandrio y los demás Asitianacte, porque sólo
por Héctor se salvaba Ilión. Vio el héroe al niño y sonrió silenciosamente. Andrómaca, llorosa, se
detuvo a su lado, y asiéndole de la mano le dijo:
Andrómaca.- ¡Desgraciado! Tu valor te perderá. No te apiadas del tierno infante ni de mí,
infortunada, que pronto seré tu viuda; pues los aqueos te acometerán todos a una y acabarán
contigo. Preferible sería que, al perderte, la tierra me tragara, porque si mueres no habrá consuelo
para mí, sino pesares; que ya no tengo padre ni venerable madre. A mi padre matole el 3.- divino
Aquileo cuando tomó la populosa ciudad de los cilicios, Tebas, la de las altas puertas: dio muerte a
Eetión, y sin despojarle, por el religioso temor que le entró en el ánimo, quemó el cadáver con las
labradas armas y le erigió un túmulo, a cuyo alrededor plantaron álamos las ninfas montesas, hijas
de Zeus, que lleva la égida. Mis siete hermanos, que habitaban en el palacio, descendieron al
Hades el mismo día; pues a todos los mató el divino Aquileo, el de los pies ligeros, entre los
flexipedes bueyes y las cándidas ovejas. A mi madre, que reinaba al pie del selvoso Placo, trájola
aquél con otras riquezas y la puso en libertad por un inmenso rescate; pero Ártemis, que se
complace en tirar flechas, hiriola en el palacio de mi padre. Héctor, tú eres ahora mi padre, mi
venerable madre y mi hermano; tú mi floreciente esposo. Pues, ea, se compasivo, quédate aquí en
la torre –¡no hagas a un niño huérfano y a una mujer viuda!- y pon el ejército junto al cabrahigo,
que por allí la ciudad es accesible y el muro más fácil de escalar. Los más valientes –los dos
Ayantes, el célebre Idomeneo, los Atridas y el fuerte hijo de Tideo con los suyos respectivos- ya
por tres veces se han encaminado a aquel sitio para intentar el asalto: alguien que conoce los
oráculos se lo indicó, o su mismo arrojo los impele y anima.
Contestole el gran Héctor, el de tremolante casco:
Héctor.- Todo esto me da cuidado, mujer, pero mucho me sonrojaría ante los troyanos y las
troyanas de rozagantes peplos, si como un cobarde huyera del combate; y tampoco mi corazón me
incita a ello, que siempre supe ser valiente y pelear en primera fila entre los teucros, manteniendo
la inmensa gloria de mi padre y de mí mismo. Bien lo conoce mi inteligencia y lo presiente mi
corazón; día vendrá en que perezcan la sagrada Ilión, Príamo y el pueblo de Príamo, armado con
lanzas de fresno. Pero la futura desgracia de los troyanos, de la misma Hécabe, del rey Príamo y de
muchos de mis valientes hermanos que caerán en el polvo a manos de los enemigos, no me
importa tanto como la que padecerás tú cuando alguno de los aqueos de broncíneas corazas, te
lleve llorosa, privándote de libertad, y luego tejas tela en Argos, a las órdenes de otra mujer, o
vayas por agua a la fuente Meseída o Hiperea, muy contrariada porque la dura necesidad pesará
sobre ti. Y quizas alguien exclame al verte derramar lágrimas: “Ésta fue la esposa de Héctor, el
guerrero que más se señalaba entre los teucros, domadores de caballos, cuando en torno de Ilión
peleaban”. Así dirán, y sentirás un nuevo pesar al verte sin el hombre que pudiera librarte de la
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 128
esclavitud. Pero ojalá un montón de tierra cubra mi cadáver, antes que oiga tus clamores o
presencie tu rapto.
3.- Así diciendo, el esclarecido Héctor tendió los brazos a su hijo, y éste se recostó, gritando, en el
seno de la nodriza de bella cintura, por el terror que el aspecto de su padre le causaba: dábanle
miedo el bronce y el terrible penacho de crines de caballo, que veía ondear en lo alto del yelmo.
Sonriéronse el padre amoroso y la veneranda madre. Héctor se apresuró a dejar el refulgente casco
en el suelo, besó y meció en sus manos al hijo amado, y rogó así a Zeus y a los demás dioses:
Héctor.- ¡Zeus y demás dioses! Concededme que este hijo mío sea, como yo, ilustre entre los
teucros e igualmente esforzado; que reine poderosamente en Ilión; que digan de él cuando vuelva
de la batalla: “¡Es mucho más valiente que su padre!”, y que, cargado de cruentos despojos del
enemigo a quien haya muerto, regocije el alma de su madre.
Esto dicho, puso el niño en brazos de la esposa amada, que al recibirlo en el perfumado seno
sonreía con el rostro todavía bañado en lágrimas. Notolo el esposo y, compadecido, acariciola con
la mano y le dijo:
Héctor.- ¡Desdichada! No en demasía tu corazón se acongoje, que nadie me enviará al Hades
antes de lo dispuesto por el destino; y de su suerte ningún hombre, sea cobarde o valiente, puede
librarse una vez nacido. Vuelve a casa, ocúpate en las labores del telar y la rueca, y ordena a las
esclavas que se apliquen al trabajo; y de la guerra nos cuidaremos cuantos varones nacimos en
Ilión, y yo el primero.
Dichas estas palabras, el preclaro Héctor se puso el yelmo adornado con crines de caballo, y la
esposa amada regresó a su casa, volviendo la cabeza de cuando en cuando y vertiendo copiosas
lágrimas. Pronto llegó Andrómaca al palacio, lleno de gente, de Héctor, matador de hombres; halló
en él muchas esclavas, y a todas las movió a lágrimas. Lloraban en el palacio a Héctor vivo aún,
porque no esperaban que volviera del combate librándose del valor y de las manos de los aqueos.
[…].- HOMERO: Ilíada. Rapsodia vi, versos 390-502.
HIGHLAND PARK, N.Jersey / A comienzos de los años 60, Simone Weil fue un tema de moda
fulgurante entre los intelectuales norteamericanos. Sus ideales de negación del cuerpo, sus
devastadores gestos políticos y, en especial, el mayor de todos, el ayuno de solidaridad con los
soldados franceses en el frente de la Segunda Guerra, que acabaría matándola de tuberculosis y de
hambre, le confirieron un aura de martirio y santidad. Tenía 34 años cuando murió, en 1942, y
había escrito unas dos mil páginas de ensayos, diarios y reflexiones sueltas tan perturbadoras como
originales. Era fanática, arbitraria y lo bastante lúcida como para que muchos críticos hayan
dudado de su salud mental. En 1963, Susan Sontag la canonizó en un ensayo célebre, publicado
por The New York Times. Al año siguiente, T. S. Eliot elogió "su genio semejante al de los santos"
y Graham Greene se sorprendió ante una obra "que excava en el abismo". La luz de Weil se
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 133
eclipsó casi en seguida, sin embargo, y durante las tres décadas siguientes tuvo pocos e
indiferentes lectores.
3.- Ahora, en este comienzo de milenio, Simone Weil ha regresado al centro de los debates
intelectuales. La razón visible es una bellísima biografía de Francine du Plessix Gray -cuyo libro
anterior estuvo dedicado a una figura antípoda, el marqués de Sade-, pero tal vez la razón
verdadera sea la necesidad que todo individuo tiene, en estos tiempos, de recuperar su
trascendencia más honda, lo que Weil llamaba "la persona sagrada que hay en cada uno", dentro de
un mundo regido por sociedades voraces, ávidas por satisfacer apetitos inmediatos.
La obra de Simone Weil es sin embargo infinitamente más compleja que esa simple oposición y,
a partir de 1938, comienza a impregnarse de una voluntad exagerada de sacrificio, de un
misticismo para el que se me ocurre un solo adjetivo: atroz. Voy a tratar de explicar la intensidad
de esa escritura -si es que las intensidades pueden explicarse- a través de mi contacto inicial y
privilegiado con ella. No sé si el orden de los hechos que voy a referir es el correcto, pero tal vez
no importe. Las cosas nunca suceden como sucedieron sino como se las recuerda.
Antes de que yo cumpliera dieciocho años, mi amigo Daniel Alberto Dessein -que era entonces
subdirector del diario La Gaceta de Tucumán- me permitió compartir el trabajo de corrector de
pruebas con algunos profesores universitarios de sofisticada erudición que habían sido aventados
de sus cátedras por el peronismo. Uno de ellos era el francés Roger Labrousse, notable especialista
en Rousseau. A veces nos reuníamos en la casa de Dessein a conversar sobre la cultura que
reverberaba puertas afuera de la Argentina. Yo era sólo un oyente, por supuesto. A las tertulias
asistían Elizabeth Goguel, la brillante mujer de [Roger] Labrousse, y la joven filósofa María
Eugenia Valentié, que en esa época estaba traduciendo para la editorial Sudamericana dos de los
libros de Simone Weil: Raíces del existir y La gravedad y la gracia.
Fue ella quien nos dio a conocer muchos de los datos que ahora he visto reaparecer en la
biografía de Du Plessix Gray. Simone fue una niña sorprendente. Con su hermano mayor André,
que a los nueve años era capaz de resolver los más difíciles teoremas matemáticos y a los once
había aprendido el sánscrito por sí mismo, pudo tener, en plena pubertad, aceradas discusiones
sobre Corneille y Racine que los mayores apenas lograban seguir, y largos diálogos en griego
clásico. Antes de los doce, Simone conocía con soltura seis lenguas modernas y al menos dos
lenguas antiguas, aparte del griego.
Estudió filosofía y lógica con un mentor, Alain, que era una de las inteligencias más respetadas
en la Francia de la primera posguerra, y a los veintidós años empezó a enseñar en escuelas de
provincias, a las que debía renunciar porque se mezclaba siempre en actos clandestinos de protesta.
Tuvo una relación esperanzada y breve con el comunismo, se alineó en las Brigadas Rojas [ sic:
¿Brigadas Internacionales? tampoco; ¿en la columna Durruti?] de la guerra civil española -allí rogó que
la llevaran a los sitios más peligrosos del frente- y, en 1938, mientras visitaba la abadía benedictina
de Solesmes, fue sobresaltada por una sobrecogedora experiencia mística, que la llevó a abjurar de
su judaísmo y a abrazar una fe cristiana en perpetua pugna con la Iglesia.
Vocación de martirio / Cuando los nazis invadieron París, escapó con sus padres en el último
tren que iba a Marsella y logró luego emigrar a los Estados Unidos, de donde partió, con la
urgencia espiritual de siempre, a unir su destino con la resistencia organizada por Charles de
Gaulle en Francia. Más de una vez suplicó que a enviaran de regreso a su país en misiones
suicidas, pero su aspecto reunía todas las características que la imaginación germana atribuía a los
judíos, y jamás le consintieron ese deseo. Se sometió a los trabajos más crueles, a los sacrificios
más extremos, llevada por su fe en Dios, por su vocación de martirio y por la idea de que en toda
persona humana hay siempre una llama sagrada que debe derramarse sobre los otros y sobre el
mundo.
No sólo los libros van desplazando, con el tiempo, el sentido de lo que dicen. También lo que
una vida significa hoy puede ser diferente a lo que signifique mañana.
A comienzos de los años 50, en Tucumán, la historia de Simone Weil conmovió a todos los que
la oían y a algunos les cambió la vida. Una noche supimos que había estallado una caldera en el
ingenio Concepción y que decenas de obreros habían sido llevados al hospital con quemaduras
graves. Elizabeth Goguel, la esposa de Labrousse, fue entonces a donar franjas de la piel de su
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 134
abdomen para que se usaran en los trasplantes. Durante semanas afrontó sin una queja los dolores
3.- atroces de la mutilación. No recuerdo ahora cómo era su cara, pero cada vez que pienso en ella
se me aparece con los rasgos de Simone Weil.
Poco después de ascender al pontificado, Pablo VI dijo que los dos pensadores más influyentes
en su desarrollo intelectual fueron Blaise Pascal y Simone Weil. Ambos murieron jóvenes (Pascal
a los 39), ambos tuvieron casi a la misma edad visiones de un Dios ardiente y dulce que los
consumía, ambos vivieron conflictos feroces con las autoridades de la Iglesia. No era ya la idea del
martirio la que impresionaba al pontífice sino el peso de dos seres capaces de hablar con Dios y
seguir escribiendo.
La importancia de Weil, ahora, reside no en su aprensión por todo amor carnal -sentía
repugnancia de que la tocaran- ni en la desesperación de sus sacrificios, sino en su apasionada
defensa de la libertad y dignidad del individuo frente a una sociedad voraz en la que todo lo
espiritual se desintegra.
En su biografía, Du Plessix Gray trabaja sobre ese desplazamiento del significado: sobre la
Simone que en 1940 era algo diferente de lo que fue en 1963 y diferente, en ambos casos, de lo
que es hoy, cuando sus sacrificios extremos no tienen razón de ser porque conducen a la disolución
de la persona, a la derrota de todo lo que se ama y de todo aquello en lo que se cree. Las huelgas de
hambre de Weil se ven ahora como una manifestación de irrefrenable anorexia, sus incesantes
trabajos forzados y su afán por dormir en el piso reflejan una manía por la aflicción, y su rechazo
del judaísmo -al que acusaba por las crueldades del Viejo Testamento y por la idea excluyente de
ser el pueblo elegido- son una cruel negación de la propia identidad, una angustiosa manera de
borrarse.
Simone Weil ha regresado, pero tal vez no se reconocería si pudiera contemplarse en el espejo
de esta cultura póstuma.- MARTÍNEZ; Tomás Eloy: “El regreso de Simone Weil”; en La Nación.
Sábado 18/08/2001.
LA BIBLIOTECA / Como isla
Entre las nuevas encarnaciones que puede adoptar una biblioteca hay algunas que prescinden (o
no pueden permitirse disfrutar) de las nuevas tecnologías. En 1990, el ministro de Cultura de
Colombia se propuso organizar un sistema de bibliotecas itinerantes que llevara los libros hasta los
rincones más lejanos del país. (250) / (250) “Mucho más que libros”, Semana (Bogotá, 4 de junio de 2001). /
Aunque los bibliobuses recorrían desde 1982 los distritos de los alrededores de Bogotá, el
gobierno consideró importante llegar hasta los habitantes de las zonas rurales más apartadas. Con
este propósito se diseñaron unas bolsas de color verde de gran capacidad que pueden plegarse
fácilmente, formando cómodos paquetes para poder transportarlas, llenas de libros y a lomo de
burros, hasta la selva y la sierra. Allí se dejan durante varias semanas en manos de un maestro o
del más anciano del pueblo, quien se convierte, de hecho, en bibliotecario. Las bolsas se desdoblan
y se cuelgan de un poste o de un árbol, de forma que los lugareños puedan curiosear y elegir. A
veces el bibliotecario lee en alta voz a aquellos que no saben leer; ocasionalmente, el único
miembro de una familia que ha asistido a la escuela lee a los otros. “De ese modo –explicaba un
vecino de uno de esos pueblos en una entrevista- podemos aprender lo que no sabemos y
transmitirlo a los demás”. Transcurrido el tiempo asignado, se envía un nuevo lote de libros que
sustituye al anterior. La mayoría son técnicos: manuales de agricultura, guías para depurar el agua,
patrones de costura o textos de veterinaria, pero también se incluyen unas cuantas novelas y otras
obras literarias. Según un bibliotecario, los libros siempre se devuelven. “Sólo sé de una ocasión
en que un libro no se restituyó”, me dijo. Además de los libros prácticos habituales, habíamos
llevado una traducción al español de la Ilíada. Cuando llegó el momento de entregarla, los vecinos
del pueblo se negaron a hacerlo. Decidímos regalársela, pero les preguntamos por qué querían
quedarse con aquel libro concreto. Nos explicaron que la historia de Homero reflejaba exactamente
la suya: hablaba de un país desgarrado por la guerra en el que unos dioses enloquecidos deciden el
destino de los seres humanos que nunca saben exactamente por qué se libra esa contienda ni
cuando los matarán. (251) / (251) Entrevista personal, Bogotá, 25 de mayo de 2001. /
Como saben muy bien aquellos remotos lectores colombianos, nuestra existencia fluye, como un
río imposible, en dos direcciones: desde la masa infinita de nombres, lugares, criaturas, estrellas,
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 135
libros, rituales, recuerdos, iluminaciones y piedras que llamamos mundo, hasta el rostro que nos
3.- mira cada mañana desde la profundidad del espejo; y desde esa cara, desde ese cuerpo que
envuelve un centro que no podemos ver, desde eso que nombramos cuando decimos “Yo”, hasta
todo aquello que es Otro, todo lo que está fuera, más allá de nosotros. La noción de quiénes somos
individualmente unida a la convicción de que, colectivamente, somos ciudadanos de un universo
inconcebible, presta a nuestra vida una especie de significado –un significado que expresan con
palabras los libros de nuestras bibliotecas.- MANGEL, Alberto: La biblioteca de noche. Trad. de
Carmen Criado. Bogotá-Barcelona-Buenos Aires etc., Norma, (c2007). pp. 228-230.
LAS PACES
Mientras éstos comían allá en la casa, fue la Fama anunciando rápidamente por toda la ciudad la
horrorosa muerte y el hado de los pretendientes. Al punto que los ciudadanos la oían,
presentábanse todos en la mansión de Odiseo, unos por éste y otros por aquel lado, profiriendo
voces y gemidos. Sacaron los muertos, y, después de enterrar cada cual a los suyos y de entregar
los de otras ciudades a los pescadores para que los transportaran en veleras naves,
encamináronse al ágora todos juntos, con el corazón triste. Cuando hubieron acudido y estuvieron
congregados, levantóse Eupites a hablar, porque era intolerable la pena que sentía en el alma por
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 137
3.- su hijo Antinoo, que fue el primero a quien mató el divinal Odiseo. Y, derramando lágrimas,
los arengó diciendo:
Eupites.- ¡Oh amigos! Grande fue la obra que ese varón maquinó contra los aqueos: Llevóse a
muchos y valientes hombres en sus naves y perdió las cóncavas naves y los hombres, y, al volver,
ha muerto a los más señalados entre los cefalenos. Mas, ea, marchémos a su encuentro antes que se
escape a Pilos o a la divina Élide, donde ejercen su dominio los egeos, para que no nos veamos
perpetuamente confundidos. Afrentoso será que lleguen a enterarse de estas cosas los venideros; y,
si no castigáramos a los matadores de nuestros hijos y de nuestros hermanos, no me fuera grata la
vida y ojalá me muriese cuanto antes para estar con los difuntos. Pero vamos pronto: no sea que
nos prevengan con la huída.
Así les dijo, vertiendo lágrimas; y movió a compasión a los aqueos todos. Mas en aquel punto
presentose Medonte y el divinal aedo, que al despertar habían salido de la morada de Odiseo;
pusiéronse en medio, y el asombro se apoderó de los circunstantes. Y el discreto Medonte les
habló de esta manera:
Medonte.- Oidme ahora a mí, oh itacenses; pues no sin voluntad de los inmortales dioses ha
ejecutado Odiseo tal hazaña. Yo mismo vi a un dios inmortal que se hallaba cerca de él y era en un
todo semejante a Méntor. Este dios inmortal a las veces aparecía delante de Odiseo, a quien
animaba; y a las veces, corriendo furioso por el palacio, introducía la confusión entre los
pretendientes, que caían los unos en pos de los otros.
Así se expresó; y todos se sintieron poseídos del pálido temor. Seguidamente dirigióles el habla
el anciano héroe Haliterses Mastórida, el único que conocía lo pasado y lo venidero. Éste, pues, les
arengó con benevolencia, diciendo:.
Haliterses.- Oid ahora, oh itacenses, lo que os diga. Por vuestra culpable debilidad ocurrieron
tales cosas, amigos: que nunca os dejasteis persuadir ni por mí, ni por Méntor, pastor de hombres,
cuando os exhortábamos a poner término a las locuras de vuestros hijos; y éstos, con su pernicioso
orgullo, cometieron una gran falta, devorando los bienes y ultrajando a la mujer de un varón
eximio que se figuraban que ya no había de volver. Y al presente, ojalá se haga lo que os voy a
decir. Creedme a mí: no vayamos; no sea que alguien halle el mal que se habrá buscado.
Así les dijo. Levantáronse con gran clamoreo más de la mitad; y los restantes, que se quedaron
allí porque no les agradó la arenga y en cambio los persuadió Eupites, corrieron muy pronto a
tomar las armas. Apenas se hubieron revestido de luciente bronce, juntáronse en denso grupo fuera
de la espaciosa ciudad. Y Eupites tomó el mando, dejándose llevar por su simpleza: pensaba
vengar la muerte de su hijo y no había de volver a la población porque estaba dispuesto que allá le
alcanzase el hado.
Mientras esto ocurría, dijo Atenea a Zeus cronida:
Atenea.- ¡Padre nuestro, Cronida, el más excelso de los que imperan! Responde a lo que voy a
preguntarte. ¿Cuál es el intento que interiormente has formado? ¿Llevarás a efecto la perniciosa
guerra y el horrible combate, o pondrás amistad entre unos y otros?
Contestóle Zeus, que amontona las nubes:
Zeus.- ¡Hija mía! ¿Por qué inquieres y preguntas tales cosas? ¿No formaste tú misma ese
proyecto: que Odiseo, al volver a su tierra, se vengaría de aquellos? Haz ahora cuanto te plazca;
mas yo te diré lo que es oportuno. Puesto que el divinal Odiseo se ha vengado de los pretendientes,
inmólense víctimas y prestense juramentos de mutua fidelidad; tenga aquél siempre su reinado en
Ítaca; hagamos que se olvide la matanza de los hijos y de los hermanos; ámense los unos a los
otros como anteriormente; y haya paz y riqueza en abundancia.
Con tales palabras instigóle a hacer lo que ella deseaba; y Atenea bajó presurosa de las cumbres
del Olimpo. / [...]
Atenea.- ¡Dejad la terrible pelea, oh itacenses, para que os separéis en seguida sin derramar más
sangre!
Así dijo Atenea; y todos se sintieron poseídos del pálido temor. No bien se oyó la voz de la
deidad, las armas volaron de las manos y cayeron en tierra; y los itacenses, deseosos de conservar
la vida, se volvieron hacia la población. El paciente divinal Odiseo gritó horriblemente y,
encogiéndose, lanzóse a perseguirlos como un águila de alto vuelo. Mas el Cronida despidió un
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 138
3.- ardiente rayo, que fue a caer ante la diosa de ojos de lechuza, hija del prepotente padre. Y
entonces Atenea, la de ojos de lechuza, dijo a Odiseo:
Atenea.- ¡Laertíada, del linaje de Zeus! ¡Odiseo, fecundo en ardides! Tente y haz que termine
esta lucha, este combate igualmente funesto para todos: no sea que el largovidente Zeus Cronida se
enoje contigo. / […].- HOMERO: Odisea, xiv, 412-488, 531-548.
De nada sirve que viva como un rey inútil / junto a este hogar apagado, entre rocas estériles,
el consorte de una anciana, inventando y decidiendo / leyes arbitrarias para un pueblo bárbaro,
que acumula, y duerme, y se alimenta, y no sabe quién soy.
No encuentro descanso al no viajar; quiero beber / la vida hasta las heces. Siempre he gozado
mucho, he sufrido mucho, / con quienes me amaban o en soledad; en la costa
y cuando con veloces corrientes las constelaciones de la lluvia / irritaban el mar oscuro.
He llegado a ser famoso; pues siempre en camino, / impulsado por un corazón hambriento,
he visto y conocido mucho: las ciudades de los hombres / y sus costumbres, climas,
consejos y gobiernos, no siendo en ellas ignorado, sino siempre honrado en todas; /
y he bebido el placer del combate junto a mis iguales,
allá lejos, en las resonantes llanuras de la lluviosa Troya. / Formo parte de todo lo que he visto;
y, sin embargo, toda experiencia es un arco a través del cual /
se vislumbra un mundo ignoto, cuyo horizonte huye / una y otra vez cuando avanzo.
¡Qué fastidio es detenerse, terminar, / oxidarse sin brillo, no resplandecer con el ejercicio!
Como si respirar fuera la vida. Una vida sobre otra /
sería del todo insuficiente, y de la única que tengo
me queda poco; pero cada hora me rescata / del silencio eterno, añade algo,
trae algo nuevo; y sería despreciable / guardarme y cuidarme el tiempo de tres soles,
y refrenar este espíritu ya viejo, pero que arde en el deseo
de seguir aprendiendo, como se sigue a una estrella que cae,
más allá del límite más extremo del pensamiento humano.
Éste es mi hijo, mi propio Telémaco, / a quien dejo el cetro y esta isla.
Lo quiero mucho; tiene el criterio para triunfar / en esta labor, para civilizar con prudente paciencia
a un pueblo rudo, y para llevarlos lentamente / a que se sometan a lo que es útil y bueno.
Es del todo impecable, dedicado completamente / a los intereses comunes, y se puede confiar
en que sea compasivo y cumpla los ritos / con que se adora a los dioses tutelares
cuando me haya ido. Él hace lo suyo, yo, lo mío. / Allí está el puerto; el barco extiende sus velas;
allí llama el amplio y oscuro mar. Vosotros, mis marineros,
almas que habéis trabajado y sufrido y pensado junto a mí, /
y que siempre tuvisteis una alegre bienvenida
tanto para los truenos como para el día despejado, recibiéndolos
con corazones libres e inteligencias libres, vosotros y yo hemos envejecido.
La ancianidad tiene todavía su honra y su trabajo.
La muerte lo acaba todo: pero algo antes del fin,
alguna labor excelente y notable, todavía puede realizarse,
no indigna de quienes compartieron el campo de batalla con los dioses.
Las estrellas comienzan a brillar sobre las rocas:
el largo día avanza hacia su fin; la lenta luna asciende; los hondos
lamentos son ya de muchas voces. Venid, amigos míos. /
No es demasiado tarde para buscar un mundo nuevo.
Zarpemos, y sentados en perfecto orden hiramos / los resonantes surcos, pues me propongo
navegar más allá del poniente y el lugar en que se bañan /
todos los astros del occidente, hasta que muera. /
Es posible que las corrientes nos hundan y destruyan;
es posible que demos con las Islas Venturosas, / y veamos al gran Aquiles, a quien conocimos.
A pesar de que mucho se ha perdido, queda mucho; y, a pesar /
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 139
de que no tenemos ahora el vigor que antaño
3.- movía la tierra y los cielos, lo que somos, somos: / un espíritu ecuánime de corazones heroicos,
Prometeo.- No penséis que callo por orgullo o por arrogancia. Mi corazón se desgarra en la
angustia al verme ultrajado con ignominia. Sin embargo, ¿quién sino yo definió enteramente las
prerrogativas a esos dioses nuevos? Pero lo callo, pues también vosotras [Oceánides del coro] sois
sabedoras de lo que yo podría deciros.
Pero oídme las penas que había entre los hombres y cómo a ellos, que anteriormente no estaban
provistos de entendimiento, los transformé en seres dotados de inteligencia y en señores de sus
afectos.
Hablaré, aunque no tenga reproche alguno que hacer a los hombres. Sólo pretendo explicar la
benevolencia que había en lo que les dí.
En un principio, aunque tenían visión, nada veían, y, a pesar de que oían, no oían nada, sino que,
igual que, igual que fantasmas de un sueño, durante su vida dilatada, todo lo iban amasando al azr.
No conocían las casas de adobes cocidos al sol; ni tampoco el trabajo de la madera, sino que
habitaban bajo la tierra, como las ágiles hormigas, en el fondo de grutas sin sol.
No tenían ninguna señal para saber que era el invierno, ni de la florida primavera, ni para poner
en seguro los frutos del fértil estío. Todo lo hacían sin conocimiento, hasta que yo les enseñé los
ortos y ocasos de las estrellas, cosa difícil de conocer. También el número, destacada invención,
descubrí para ellos, y la unión de las letras en la escritura, donde se encierra la memoria de todo,
artesana que es madre de las Musas (23) / (23) Con metonimia: “las artes”. Efectivamente, en el mito, las
Musas son hijas de Memoria y Zeus. / Uncí el primero en el yugo a las bestias que se someten a la
collera y a las personas, con el fin de que sustituyeran a los mortales en los trabajos más fatigosos
y enganché al carro el caballo obediente a la brida, lujoso ornato de la opulencia. Y los carros de
los navegantes que, dotados con alas de lino, surcan errantes el mar, ningún otro que yo los
inventó.
Y después de haber inventado tales artificios --¡desdichado de mí!-- para los mortales,
personalmente no tengo invención con la que me libre del presente tormento.
Corifeo.- Has sufrido un daño humillante que te llevado a perder el control de tu mente y a
extraviarte. Como un mal médico que cae enfermo, te descorazonas, y así no puedes averiguar con
qué remedio podrías curarte.
Prometeo.- Más te extrañadás si oyes lo que falta: qué artes y recursos imaginé. Lo principal: si
uno caía enfermo, no tenía ninguna defensa, alguna cosa que pudiera comer, untarse o beber, sino
por falta de medicina. se iban extenuando, hasta que yo les mostré las mixturas de los remedios
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 141
curativos con los que auyentan toda dolencia. Clasifiqué las muchas formas de adivinación y fui el
primero en discernir la parte de cada sueño que ha de ocurrir en la realidad.
3.- Les di a conocer los sonidos que encierran presagios de difícil interpretación y los pronósticos
contenidos en los encuentros por los caminos.
Definí con exactitud el vuelo de las aves rapaces: cuáles son favorables por naturaleza y cuáles
siniestras; qué clase de vida tiene cada una, cuáles son sus odios, sus amores y compañías, la
tersura de sus entrañas y qué color debe tener la bilis para ser grata a los dioses, y la varia belleza
del lóbulo hepático.
Encaminé a los mortales a un arte en el que es difícil formular presagios, cuando pues al fuego
los miembros cubiertos de grasa y el largo lomo. Hice que vieran con claridad lao señales que
encierran las llamas, que antes estaban sin luz para ellos. Tal fue mi obra.
Bajo la tierra hay metales útiles que estaban ocultos para los hombres: el cobre, el hierro, la
plata y oro. ¿Quién podría decir que los descubrió antes que yo? Nadie –bien lo sé--, a menos que
quiera decir falsedades. En resumen, apréndelo todo en breves palabras: los mortales han recibido
todas las artes de Prometeo. / [...].- ESQUILO (Atenas, h. 525- 456 a.C.): “Prometeo encadenado”.
(470? a.C.). (vv. 437-506); en sus Tragedias. […]. Trad. y notas de B. Perea Morales. Madrid,
Gredos, (c2000).
Edipo.-- ¡Oh hijos, descendencia nueva del antiguo Cadmo míos, nuevos vástagos del antiguo
Cadmo [Fundador mítico de la ciudad de Tebas. Es hijo de Agenor y hermano de Europa. Vino de Tiro en compañía
de sus hermanos en busca de Europa, empresa que pronto abandonaron. El oráculo de Delfos le ordenó fundar una
ciudad en el lugar donde una vaca a la que debía seguir cayera exhausta, resultando de ahí la localización de Tebas.
Cadmo dio muerte a un dragón que cuidaba de la Fuente de Ares, próxima a Tebas, y por consejo de Atenea sembró
los dientes de la bestia. Enseguida brotaron del suelo hombres armados, de los que sobrevivieron sólo cinco,
primitivos habitantes de Tebas.]! ¿Por qué estáis en actitud sedente ante mí, coronados con ramos de
suplicantes [Los que acudían en actitud de súplica llevaban en la mano, como señal, unos ramos de olivo o laurel
atados con hilos de lana. Los dejaban sobre el altar, de donde los retiraban cuando la petición era satisfecha. Traduzco
literalmente “coronados” aclarando que este término es sólo metafórico, según se deduce de lo dicho .]? La ciudad
está llena de incienso, a la vez que de cantos de súplica y de gemidos, y yo, porque considero justo
no enterarme por otros mensajeros, he venido en persona, yo, el llamado Edipo, famoso entre
todos. Así que, oh anciano, ya que eres por tu condición a quien corresponde hablar, dime en
nombre de todos: ¿cuál es la causa de que estéis así ante mí? ¿El temor, o el ruego? Piensa que yo
querría ayudaros en todo. Sería insensible, si no me compadeciera ante semejante actitud.
Sacerdote.- Oh Edipo!, que reinas en mi país! Ves de qué edad somos los que nos sentamos
cerca de tus altares: unos, sin fuerzas aún para volar lejos; otros, torpes por la vejez, somos
sacerdotes –yo lo soy de Zeus--, y otros, escogidos entre los aún jóvenes. El resto del pueblo con
sus ramos permanece sentado en las plazas [Era corriente que las ciudades tesalias tuvieran dos plazas, a una
de las cuales no se admitían sino ciudadanos libres. Tebas estaba dividida en dos partes, la ciudad alta al O. y la ciudad
baja, en cada una de las cuales había una plaza.] en actitud de súplca, junto a los dos templos de Palas [Uno
de los templos estaba dedicado a Palas Onca, y es citado por Pausanias. El otro, a Atenea Cadmea o Atenea Ismenia,
no citados por él, pero sí por los escoliastas.] y junto a la ceniza profética de Ismeno [Ismeno no es el dios
fluvial del mismo nombre, sino el semidios tebano, hijo de Apolo, que tenía dedicado en la ciudad un altar en el que se
practicaba la piromancia.].
La ciudad, como tú mismo puedes ver, está ya demasiado agitada y no es capaz todavía de
levantar la cabeza de las profundidades por la sangrienta sacudida. Se debilita en las plantas
fructíferas de la tierra, en los rebaños de bueyes que pacen y en los partos infecundos de las
mujeres. Además, la divinidad que produce la peste, precipitándose, aflije la ciudad. ¡Odiosa
epidemia [Es posible que Sófocles tuviera presente la peste que asló a Atenas al principio de la Guerra del
Peloponeso. El adjetivo aplicado a la divinidad y traducido por “que produce la peste”, significa, literalmente: “que
lleva fuego abrasador”, haciendo, tal vez, alusión a la fiebre, uno de los síntomas de la peste .] bajo cuyos efectos
está despoblada la morada Cadmea, mientras el negro Hades se enriquece entre suspiros y
lamentos! Ni yo ni estos jóvenes estamos sentados como suplicantes por considerarte igual a los
dioses, pero sí el primero de los hombres en los sucesos de la vida y en las intervenciones de los
dioses. Tú que, al llegar, liberaste la ciudad Cadmea del tributo que ofrecíamos a la cruel cantora
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 142
[La Esfinge enviada por Hera contra Tebas para castigar el crimen de Layo de amar al hijo de Pélope. El monstruo se
cobraba muchas víctimas. Cuando Edipoi supo responder al enigma que proponía, el monstruo, despechado se mató
3.- arrojándose desde la roca. Se la llama “cantora”, porque sus enigmas estaban en verso .] y, además, sin haber
visto nada más ni haber sido informado por nosotros, sino con la ayuda de un dios, se dice y se
cree que enderezaste nuestra vida.
Pero ahora, ¡oh Edipo, el más sabio entre todos!, te imploramos todos los que estamos aquí
como suplicantes que nos consigas alguna ayuda, bien sea tras oir el mensaje de algún dios, o bien
lo conozcas de un mortal. Pues veo que son efectivos, sobre todo, los hechos llevados a cabo por
los consejos de los que tienen experiencia. ¡Ea, oh el mejor de los mortales!, endereza la ciudad.
¡Ea!, apresta tu guardia, porque esta tierra ahora te celebra como su salvador por el favor de
antaño. Que de ninguna manera recordemos de tu reinado que vivimos, primero, en la prosperidad,
pero caímos después; antes bien, levanta con firmeza la ciudad. Con favorable augurio, nos
procuraste entonces la fortuna. Sénos también igual en esta ocasión. Pues, si vas a gobernar esta
tierra, como lo haces, es mejor reinar con hombres en ella que vacía, que nada es una fortaleza ni
una nave privadas de hombres que las pueblen.
Edipo.- ¿Oh hijos dignos de lástima! Venís a hablarme porque anheláis algo conocido y no
ignorado por mí. Sé bien que todos estáis sufriendo y, al sufrir, no hay ninguno de vosotros que 3.-
padezca tanto como yo. En efecto, vuestro dolor llega sólo a cada uno en sí mismo y a ningún otro,
mientras que mi ánimo se duele, al tiempo, por la ciudad y por mí y por ti. De modo que no me
despertáis de un sueño en el que estuviera sumido, sino que estad seguros de que muchas lágrimas
he derramado yo y muchos caminos he recorrido en el curso de mis pensamientos. El único
remedio que he encontrado, después de reflexionar a fondo, es el que he tomado: envié a Creonte,
hijo de Meneceo, mi propio cuñado, a la morada Pítica de Febo [A Delfos, el santuario más famoso de
Grecia.], a fin de que se enterara de lo que tengo que hacer o decir para proteger esta ciudad. Y ya
hoy mismo, si lo calculo en comparación con el tiempo pasado, me inquieta qué estará haciendo,
pues, contra lo que es razonable, lleva ausente mástiempo del fijado. Sería yo malvado si, cuando
llegue no cumplo todo cuanto el dios manifieste.
Sacerdote.- Con oportunidad has hablado. Precisamente éstos me están indicando por señas que
Creonte se acerca.
Edipo.- ¡Oh soberano Apolo! ¡Ojalá viviera con suerte liberadora, del mismo modo que viene
con rostro radiante!
Sacerdote.- Por lo que se puede adivinar, viene complacid. En otro caso no vendría así, con la
cabeza coronada de frondosas ramas de laurel [El laurel era el árbol sagrado de Apolo y con sus
ramas se coronaba a los mensajeros portadores de gratas nuevas.].
Edipo.- Pronto lo sabremos, pues ya está lo suficientemente cerca para que nos escuche. ¡Oh
principe, mi pariente, hijo de Meneceo! ¿Con qué respuesta del oráculo nos llegas?
Creonte.- Con una buena. Afirmo que incluso las aflicciones, si llegan felizmente a término,
todas pueden resultar bien.
Edipo.- ¿Cuál es la respuesta? Por lo que acabas de decir, no estoy ni tranquilo ni tampoco
preocupado.
Creonte.- Si deseas oirlo estando éstos aquí cerca, estoy dispuesto a hablar y también, si lo
deseas, a ir dentro.
Edipo.- Habla ante todos, ya que por ellos sufro unna aflicción mayor, incluso, que por mi
propia vida.
Creonte.- Diré las palabras que escuché de parte del dios. El soberano Febo nos ordenó ,
claramente, arrojar de la región una mancilla que existe en esta tierra y no mantenerla para que
llegue a ser irremediable.
Edipo.- ¿Con qué expiación? ¿Cuál es la naturaleza de esta desgracia?
Creonte.- Con el destierro o liberando un antiguo asesinato con otro, puesto que esta sangre es la
que está sacudiendo la ciudad.
Edipo.-- ¿De qué hombre denuncia [Febo. Es la tercera persona que aparece en todo este contexto.] tal
desdicha?
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 143
Creonte.-- Teníamos nosotros, señor, en otro tiempo a Layo como soberano de esta tierra, antes
de que tú rigieras rectamente esta ciudad.
Edipo.-- Lo sé por haberlo oído, pero nunca lo vi. / […].- SÓFOCLES (Atenas, 497/96-406
3.- a.C.): “Edipo rey” (hacia 429 a.C.). Prólogo (vv. 1-105); en sus Tragedias […] Trad. y notas
de A. Alamillo. Madrid, Gredos, (c1981).
Corifeo.- Nos parece adivinar que las palabras de éste y las tuyas, Edipo, han sido dichas a
impulsos de la cólera. Pero no debemos ocuparnos en tales cosas, sino en cómo resolveremos los
oráculos del dios de la mejor manera.
Tiresias.- Aunque seas el rey, se me deba dar la misma oportunidad de replicarte, al menos con
palabras semejantes. También yo tengo derecho a ello, ya que no vivo sometido a ti sino a Loxias
[El epíteto de Apolo “Loxias”está conectado con el adjetivo loxós “oblicuo”, y hace alusión a las antiguas respuestas
del oráculo.], de modo que no podré ser inscrito como seguidor de Creonte, jefe de un partido. Y
puesto que me has echado en cara que soy ciego, te digo: aunque tú tienes vista, no ves en que
grado de desgracia te encuentras ni dónde habitas ni con quiénes transcurre tu vida. ¿Acaso
conoces de quiénes desciendes? Eres, sin darte cuenta, odioso para los tuyos, tanto para los de allí
abajo como para los que están en la tierra, y la maldición que por dos lados te golpea, de tu madre
y de tu padre, con paso terrible te arrojará, algún día, de esta tierra, y tú, que ahora ves claramente,
entonces estarás en la oscuridad. ¡Qué lugar no será refugio de tus gritos!, ¡qué Citerón [Citerón es el
nombre del monte en que fue abandonado Edipo. Aquí, en una clara figura estilística, está empleado como el nombre
genérico de “monte”.] no los recogerá cuando te des perfecta cuenta del infausto matrimonio en el que
tomaste puerto en tu propia casa después de conseguir una feliz navegación [Los términos griegos
empleados en esta frase están tomados, una vez más, del vocabulario de la marina, tan conocido y usado por el pueblo
ateniense.]! Y no adviertes la cantidad de otros males que te igualarán a tus hijos. Después de esto,
ultraja a Creonte y a mi palabra. Pues ningún mortal será aniquilado nunca de peoor forma que tú.
Edipo.- ¿Es que es tolerable escuchar esto de ése? ¡Maldito seas! ¿No te irás cuanto antes? ¿No
te irás de esta casa, volviendo por donde has venido?
Tiresias.- No hubiera venido yo, si tú no me hubieras llamado. .
Edipo.- No sabía que ibas a decir necedades . En tal caso, dificilmente te hubiera hecho venir a
mi palacio.
Tiresias.- Yo soy tal cual te parezco, necio, pero para los padres que te engendraron era juicioso.
Edipo.- ¿A quiénes? Aguarda. ¿Qué mortal me dio el ser?
Tiresias.- Este día te engendrará y te destruirá.
Edipo.- ¡De que modo enigmátic y obscuro lo dices todo!
Tiresias.- ¿Acaso no eres tú el más hábil por naturaleza para interpretarlo? [Alude a la actuación de
Edipo descifrando el enigma de la Esfinge.].
Edipo.- ¿Échame en cara, precisamente, aquello en lo que me encuentras grande.
Tiresias.- Esa fortuna, sin embargo, te hizo perecer.
Edipo.- Pero si salvo a esta ciudad, no me preocupa.
Tiresias.- En ese caso me voy. Tú, niño, condúceme.
Edipo.- Que te lleve, sí, porque aquí, presente, eres un molesto obstáculo; y una vez fuera, puede
ser que no atormentes más.
pues tu presencia me atormenta y tu apresurada ausencia ya no me importunará.
Tiresias.- Me voy, porque ya he dicho aquello para lo que vine, no porque tema tu rostro. Nunca
me podrías perder. Y te digo: ese hombre que, desde hace rato, buscas con amenazas y con
proclamas a causa del asesinato de Layo está aquí. Se dice que es extranjero establecido aquí, pero
después saldrá a la luz que es tebano por su linaje y no se complacerá de tal suerte. Ciego, cuando
antes tenía vista, y pobre en lugar de rico, se trasladará a tierra extraña tanteando el camino con un
báculo. Será manifiesto que él mismo es, a la vez, hermano y padre de sus propios hijos, hijo y
esposo de la mujer de la que nació y de la misma raza, así como asesino de su padre. Entra y
reflexiona sobre esto. Y si me coges en mentira, di que yo ya no tengo razón en el arte
adivinatorio. / [...] / SÓFOCLES: Edipo rey. Episodio 1º (vv. 404-462)..
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 144
Creonte.- ¿Qué es ello? ¿Si lo sé, no lo negaré?
Edipo.- Que, si no hubiera estado concertado contigo, no hubiera hablado de la muerte de Layo
a mis manos.
3.- Creonte.- Si esto dice, tú lo sabes. Yo considero justo informarme de ti, lo mismo que ahora tú
lo has hecho de mí.
Edipo.- Haz averiguaciones. No seré hallado culpable de asesinato.
Creonte.- ¿Y qué? ¿Estás casado con mi hermana?
Edipo.- No es posible negar la pregunta que me haces.
Cronte.- ¿Gobiernas el país administrándolo con igual poder que ella?
Edipo.- Lo que desea, todo lo obtiene de mí.
Creonte.- ¿Y no es cierto que, en tercer lugar, yo me igualo a vosotros dos?
Edipo.- Por eso, precisamente, resultas ser un mal amigo.
Creonte.- No si me das la palabra como yo a ti mismo. Considera primeramente esto: si crees
que alguien preferiría gobernar entre termores a dormir tranquilo, teniendo el mismo poder. Por lo
que a mí respecta, no tengo más deseo de ser rey que de actuar como si lo fuera, ni ninguna otra
persona que sepa razonar. En efecto, ahora lo obtengo de ti todo sin temor, pero, si fuera yo
mismo el que gobernara, haría muchas cosas también contra mi voluntad. ¿Cómo, pues, iba a ser
para mí más grato el poder absoluto, que un mando y un dominio exentos de sufrimientos? Aùn no
estoy tan mal aconsejado como para desear otras cosas que no sean los honores acompañados de
provecho. Actualmente, todos me saludan y me acogen con cariño. Los que ahora tienen necesidad
de ti me halagan, pues en esto está, para ellos, el obtener todo. ¿Cómo iba yo, pues, a pretender
aquello despidiéndome de esto? Una mente que razona bien no puede volverse torpe. No soy, por
tanto, amigo de esta idea ni soportaría nunca la compañía de quien lo hiciera. Y, como prueba de
esto, ve a Delfos y entérate si te he anunciado fielmente la respuesta del oráculo. Y otra cosa: si me
sorprendes habiendo tramado algo en común con el adivino, tras hacerlo, no me condenes a muerte
por un solo voto, sino por dos, por el tuyo y el mío; pero no me inculpes por tu cuenta a causa de
una suposición no probada. No es justo considerar, sin fundamento, a los malvados honrados ni a
los honrados malvados. Afirmo que es igual rechazar a un buen amigo que la propia vida, a la que
se estima sobre todas las cosas. Con el tiempo, podrás conocer que esto es cierto, ya que sólo el
tiempo muestra al hombre justo, mientras que podrías conocer al perverso en un solo día.
Corifeo.- Bien habló él, señor, para quien sea cauto en errar. Pues los que se precipitan no son
seguros para dar una opinión. / […].- SÓFOCLES: Edipo rey. Episodio 2º (vv. 571-618).
Mensajero.-- ¿Podríais informarme, oh extranjeros, dónde se halla el palacio del rey Edipo?
Corifeo.-- Ésta es su morada y él mismo está dentro, extranjero. Esta mujer es la madre [La
pérdida de los recurso orales es sensible en esta frase. Suponemos que el actor haría una pausa, coincidente con la
pausa métrica, tras la palabra “madre”, acentuando así la trágica ironía .] de sus hijos.
Mensajero.-- ¡Que llegues a ser siempre feliz, rodeada de gente dichosa, tú que eres esposa
legítima de aquél!
Yocasta.-- De igual modo lo seas tú, oh extranjero, pues lo mereces por tus favorables patabras.
Pero dime con qué intención has llegado y qué quieres anunciar.
Mensajero.-- Buenas nuevas para tu casa y para tu esposo, mujer.
Yocasta.-- ¿cuáles son? ¿De parte de quién vienes?
Mensajero.-- De Corinto. Ojalá te complazca --¿cómo no?-- la noticia que te daré a
continuación, aunque tal vez te duelas.
Yocasta.-- ¿Qué es? ¿Cómo puede tener ese doble efecto?
Mensajero.-- Los habitantes de la región del Istmo le van a designar rey, según se ha dicho allí.
Yocasta.-- ¿Por qué? ¿No está ya el anciano Pólibo en el poder?
Mensajero.-- No, ya que la muerte lo tiene en su tumba?
Yocasta.-- ¿Cómo dices? ¿Ha muerto el padre de Edipo?
Mensajero.-- Que sea merecedor de muerte, si no digo la verdad.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 145
Yocasta.-- Sirviente, ¿no irás rápidamente a decirle esto al amo? ¡Oh oráculosde los dioses!
¿Dónde estáis? Edipo huyó hace tiempo por el temor de matar a este hombre y, ahora, él ha muerto
por el azar y no a manos de aquél.
Edipo.-- ¡Oh Yocasta, muy querida mujer! ¿Por qué me has mandado venir aquí desde palacio?
3.- Yocasta.-- Escucha a este hombre y observa, al oirle, en qué han quedado los respetables
oráculos del dios.
Edipo.-- ¿Quién es éste y qué me tiene que comunicar?
Yocasta.-- Viene de Corinto para anunciar que tu padre, Pólibo, no está ya vivo, sino que ha
muerto.
Edipo.-- ¿Qué dices, extranjero? Anúnciamelo tú mismo.
Mensajero.-- Si es preciso que yo te lo anuncie claramente en primer lugar, entérate bien de que
aquél ha muerto.
Edipo.-- ¿Acaso por una emboscada, o como resultado de una enfernedad?
Mensajero.-- Un pequeño quebranto rinde los cuerpos ancianos.
Edipo.-- A causa de enfermedad murió el desdichado, a lo que parece.
Mensajero.-- Y por haber vivido largos años.
Edipo.-- ¡Ah, ah! ¿Por qué, oh mujer, habría uno de tener en cuenta el altar vaticinador de Pitón
o los pájaros que claman en el cielo, según cuyos indicios tenía yo que dar muerte a mi propio
padre? Pero él, habiendo muerto, está oculto bajo tierra y yo estoy aquí, sin haberle tocado con
arma alguna, a no ser que se haya consumido por nostalgia de mí. De esta manera habría muerto
por mi intervención. En cualquier caso, Pólibo yace en el Hades y se ha llevado consigo los
oráculos presentes, que no tienen ya ningún valor.
Yocasta.-- ¿No te lo decía yo desde antes?
Edipo.-- Lo decías, pero yo me dejaba guiar por el miedo?
Yocasta.-- Ahora no tomes en consideración ya ninguno de ellos.
Edipo.-- ¿Y cómo no voy a temer al lecho de mi madre?
Yocasta.-- Y ¿qué podría temer un hombre para quien los imperativos de la fortuna son los que
le pueden dominar, y no existe previsión clara de nada? Lo más seguro es vivir al azar, según cada
uno pueda. Tú no sientas temor ante el matrimonio con tu madre, pues muchos son los mortales
que antes se unieron también a su madre en sueños [Pasaje de suma importancia para Freud, punto de
partida en sus investigaciones sobre el tema. Cf. Platón, República IX.]. Aquel para quien esto nada supone
más fácilmente lleva su vida.
Edipo.-- Con razón hubieras dicho todo eso, si no estuviera viva mi madre. Pero como lo está,
no tengo más remedio que temer, aunque tengas razón.
Yocasta.-- Gran ayuda suponen los funerales de tu padre.
Edipo.-- Grande, lo reconozco. Pero siento temor por la que vive.
Mensajero.-- ¿Cuál es la mujer por la que teméis?
Edipo.-- Por Mérope, anciano, con la que vivía Pólibo.
Mensajero.-- ¿Qué hay en ella que os induzca al temor?
Edipo.-- Un oráculo terrible de origen divino, extranjero.
Mensajero.-- ¿Lo puedes aclarar, o no es lícito que otro lo sepa?
Edipo.-- Sí, por cierto. Loxias afirmó, hace tiempo, que yo había de unirme con mi propia madre
y coger en mis manos la sangre de mi padre. Por este motivo habito desde hace años muy lejos de
Corinto, feliz, pero, sin embargo, es muy grato ver el semblante de los padres.
Mensajero.-- ¿Acaso por temor a estas cosas estabas desterrado de allí? / […]
Edipo.-- Eso mismo, anciano. Ello me asusta constantemente.
Mensajero.-- ¿No sabes que, con razón, nada debes temer?
Edipo.-- ¿Cómo no, si soy hijo de esos padres?
Mensajero.-- Porque Pólibo nada tenía que ver con tu linaje.- SÓFOCLES: Edipo rey. Episodio
3º (vv. 924-1000, 1013-1016).
Corifeo.-- ¡Oh habitantes de mi patria, Tebas, mirad: he aquí a Edipo, el que solucionó los
famosos enigmas y fue hombre poderosísimo; aquel al que los ciudadanos miraban con envidia por
su destino! ¡En qué cúmulo de terribles desgracias ha venido a parar! De modo que ningún mortal
puede considerar a nadie feliz con la mira puesta en el último día, hasta que llegue al término de su
vida sin haber sufrido nada doloroso.- SÓFOCLES: Edipo rey. Éxodo (vv. 1524-1531).
Corifeo.- Ved aquí a Eteocles que viene a parlamentar. Tarea tuya es, madre Yocasta, decir
palabras que logren reconciliar a tus hijos.
Eteocles.- Madre, aquí estoy. He venido por complacerte. ¿Qué hay que hacer? Que quien sea
comience su petición. Porque estaba ordenando en torno a las murallas las dobles filas de soldados
y me he detenido para escuchar tus proposiciones de mediación entre los dos; por ellas he aceptado
que éste viniera tras los muros, ya que tú me persuadiste.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 149
Yocasta.- ¡Contente! La precipitación no garantiza, desde luego, la justicia, y los discursos
lentos concluyen con mayor acierto. ¡Déja tu mirada terrible y los resoplidos de furia! Pues no
contemplas la cabeza degollada de la Gorgona (23) / (23) La más famosa y terrible de las tres Gorgonas era
Medusa, de petrificcante mirada, a la que degolló Perseo. Como motivo decorativo a parece muy frecuentemente en el arte griego
3.- desde la época arcaica.. Eurípides alude al tema en otros lugares: Alc. 1118; El. 856; Or. 1520. /. contemplas a tu
hermano que aquí ha venido. Y tú, por tu parte, Polinices, vuelve tu rostro hacia tu hermano.
Dirigiendo tus miradas hacia el mismo objeto hablarás mejor y recibirás las palabras de él. A los
dos quiero daros un sabio consejo: Cuando un amigo irritado contra un amigo se encuentra en un
lugar, que intercambie con las suyas sus miradas. A qué viene, eso sólo es lo que hay que atender,
y no guardar memoria de ninguno de los daños del pasado.
La palabra, pues, es, primer lugar, tuya, Polinices, hijo. Pues tú has venido conduciendo la
expedición guerrera de los descendientes de Dánao, por haber sufrido injusticias, según afirmas.
Que algúno de los dioses sea juez y conciliador de vuestros daños.
Polinices.- Sencillo es el relaro de la verdad y no requiere además rebuscados comentarios.
Porque los hechos mismos le dan oportunidad. En cambio el discurso injusto, al se enfermizo de
por sí, necesita de sabios medicamentos.
En cuanto a mí, antepuse en mi consideración sobre la casa de mi padre mí vida y la de éste, con
el deseo de rehuir las maldiciones que Edipo invocó en cierta ocasión contra nosotros. Me salí por
mi propia decisión fuera de esta tierra, dejándole a éste ser rey en la patria por el plazo de un año,
con la condición de que yo tomaría a mi vez el poder por turno y así no incurriría en enemistad y
rivalidad con él para hacer y sufrir cualquier mal, como suele suceder. Pero él, después de haber
aprobado esto y de prestar juramento a los dioses, no hizo nada de lo que había prometido, sino
que retiene el poder real y mi parte de la herencia. Incluso ahora estoy dispuesto, si recibo lo que
es mío, a reenviar el ejército fuera de esta tierra, y a vivir en la casa familiar cumpliendo mi turno,
y a cedérselo de nuevo a él por el mismo plazo; y a no arrasar la patria, ni aplicar a las torres los
asaltos de las firmes escalas, lo que, de no obtener justicia. trataré de conseguir. Como testigos de
esto, a los dioses invoco, de que en todo obro con justicia, y sin justicia estoy privado de mi patria,
del modo más impío. Los hechos, uno a uno, madre, los he expuesto resumiéndolos sin florituras
retóricas, sino de forma ajustada tanto para los doctos como para los simples, según me parece.
Corifeo.- A mí, si bien no he sido educado en tierra de griegos, sin embargo, me parece sensato,
desde luego, lo que dice.
Eteocles.- Si a todos les pareciera la misma cosa buena y sabia a la vez, no existiría entre los
hombres la discordia de ambiguo lenguaje. Pero en realidad no hay nada idéntico ni ecuánime para
los mortales, al margen de los nombres; de hecho no existe tal realidad.
Con que yo, madre, hablaré sin ocultar nada. Llegaría hasta las salidas de los astros del cielo y
bajaría al fondo de la tierra, si fuera capaz de realizar tales acciones, con tal de retener a la mayor
de las divinidades: la Tiranía (24) / (24) La deificación de nociones abstractas es frecuente en Eurípides. […]. /
Eteocles habla como un sofista, distinguiendo entre las palabras convencionales y la realidad (es decir, insistiendo en
que hay una oposición entre lo que está acordado por nómos y lo que es por physis). […]. / Este pasaje fue, justamente,
muy citado en la antigüedad. Cuenta CICERÓN, De off. III, 21, 82, que el mismo Julio César gustaba de citar los versos
524-25 de este parlamento, traducidos al latín: / “Nam si violandum est ius, regnandi gratia / violandum est: aliis
rebus pietatem colas.” / […]. /. Así, pues, ese bien, madre, no estoy dispuesto a cederlo a otro en lugar
de conservarlo para mí. ¡Cobardía sería, en efecto, que uno, perdiendo lo más, recogira lo menos!
Además de eso, me avergonzaría de que éste, que viene por las armas y devastando el país,
consiguiera lo que pretende. Eso sería para Tebas un oprobio, si yo cediera mi cetro ante el terror
de la lanza micénica para que él lo detentara. Hubiera debido, madre, tratar él de conseguir la
reconciliación sin acompañamiento de armas, ya que la palabra razonanle lo conquista todo, al
igual que puede someterlo el hierro de los enemigos. Conque si quiere vivir en este país de algún
otro modo, ¡sea! Pero lo otro no lo voy a permitir de buen grado; siéndome posible ejercer el
poder, ¿voy a ser alguna vez esclavo suyo?
Ante esto, ¡venga el fuego, vengan las espadas, uncid los caballos, llenad la llanura de carros de
guerra! Que no dejaré a éste mi poder real. Pues si hay que violar la justicia, por la tiranía es
espléndido violarla. En lo demás conviene ser piadoso.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 150
Corifeo.- No conviene hablar bien en favor de hechos no buenos. Pues no es hermoso, sino
amargo para la justicia (25) / (25) Un pensamiento muy repetido en Eurípides, que ataca a los sofistas y oradores
políticos de la época (como hará luego PLATÓN en el Gorgias), por disociar la elocuencia y la moralidad. /
3.- Yocasta.- ¡Oh hijo, no son males todo lo que aporta consigo la ancianidad, Eteocles! Sino que
la experiencia tiene algo que decir más sensato que los jóvenes. ¿Por qué te abandonas a la peor de
las diosas, hijo mío, a la Ambición? ¡No,tú no! Es injusta esa divinidad. En muchas familias y en
ciudades felices se introduce y acaba con la destrucción de los que la albergan. Por ella cometes
una locura. Es mejor lo otro, hijo mío, honrar la Equidad, que siempre a los amigos con los
amigos, las ciudades con las ciudades y los aliados con los aliados une. Porque la equidad es
garantía de estabilidad entre los hombres, mientras que contra el Más de continuo se alza el
Menos, y da comiienzo a los días de odio. Porque incluso las medidas y las unidades de peso entre
los hombres las fijó la Equidad, y estableció la numeración. El ojo oscuro de la noche y la luz del
sol ecuánimamente recorren el ciclo anual, y ninguno de ellos guarda, vencido, rencor al otro.
Tanto el sol como la luna someten a favor de los mortales, ¡y tú no vas a consentir en tener tu
equitativa porción de la herencia y compartirla con éste? Entonces, ¿dónde está la justicia?
¿Por qué a la tiranía, una injusticia próspera, la estimas en extremo y la consideras magnífica?
¡Por qué te vean con grandes honores? Bien vano es.
¿Es que acaso quieres penar mucho con tal de tener mucho en tu palacio? ¿Qué es eso de más?
Sólo un nombre. Puesto que lo suficiente para la vida les basta a los sensatos (28) / (28) Otra sentencia
sobre un tópco: el de la moderación, exaltada desde Arquíloco a Horacio pasando por Epicuro. La “aurea medicritas”
le es cara al viejo Eurípides, que la elogia también en otras piezas tardías. /
Por cierto que los mortales no adquieren los bienes como propios; mientras los tenemos velamos
por las propiedades de los dioses, y cuando lo desean, nos los arrebatan de nuevo. La prosperidad
no es firme, sino efímera.
Mas si yo, proponiéndote una doble oferta, te preguntara cuál de las dos cosas prefieres: ser rey
o salvar a la ciudad, ¿vas a decir que ser rey? ¿Y si te vence éste? ¿Y si las picas de Argos
dominan a las lanzas cadmeas? Verás a esta ciudadela tebana sometida, verás a muchas doncellas
cautivas ultrajadas con brutalidad por los guerreros enemigos. Causa de dolores resultará la
riqueza, la que tú anhelas conservar, para Tebas, y tú, ambicioso.
A ti eso te digo. Ahora te hablo a ti, Polinices. Irresponsables favores te ofreció para captarte
Adrasto, y de modo irrazonable has venido ahora tú con intención de arrasar la ciudad. Veamos, si
conquistas esta tierra –¡lo que ojalá no suceda, por los dioses!--, ¿cómo levantarás un trofeo a
Zeus? ¿Cómo luego vas a iniciar los sacificios de ritual, después de haber conquistado tu patria, y
cómo dedicarás los despojos a orillas del Ínaco? ¿”Tras de pegar fuego a Tebas, Polinices a los
dioses dedicó estos escudos”?
¡Qué jamás, hijo mío, te sea concedido obtener ese tinte de gloria entre los griegos!
Y si, por otra parte, eres vencido y escapas con vida de aquí, ¿cómo te presentarás ante Adrasto
dejando tras de ti diez mil muertos? Habrá de segur quien diga: “Funestas bodas nos impuso
Adrasto! ¡Por el matrimonio de una sola mujer nos hemos perdido!”
Te empeñas en dos males, hijo: verte privado de tus aliados o caer en medio de ellos.
¡Dejad ambos esos excesos, dejadlos! La inconsciencia de dos personas, cuando coinciden en un
mismo empeño, resulta la más odiosa desgracia.- […].- EURÍPIDES (Atenas, 484?-Macedonia,
406 a.C.): “Fenicias” (hacia 410 a.C.). Episodio, 1º (vv. 444-586); en sus Tragedias. Intr. trad. y
notas de C. García Gual. Madrid, Gredos, (c2000).
Antígona.-- ¡Oh Ismene, mi propia hermana, de mi misma sangre!, ¿acaso sabes cuál de las
desdichas que nos vienen de Edipo va a dejar de cumplir Zeus en nosotras mientras aún estemos
vivas? Nada doloroso ni sin desgracia, vergonzoso ni deshonroso existe que yo no haya visto entre
tus males y los míos. Y ahora, ¿qué edicto es éste que dicen que acaba de publicar el general [ se
refiere a Creonte y señala una de las más importantes actividades del jefe del estado, la de general del ejército. Por otra
parte, en poesía se utiliza, a veces, el término stratós significando dëmos (Esquilo, Euménides 566).] para la ciudad
entera? ¿Has oído tú algo y sabes de qué trata? ¿O es que no te das cuenta de que contra nuestros
seres queridos se acercan desgracias propias de enenigos?
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 151
Ismene.-- A mí, Antígona, ninguna noticia de los nuestros, ni agradable ni penosa, me ha
llegado desde que ambas hemos sido privadas de nuestros dos hermanos, muertos los dos en un
3.- solo día por una acción recíproca. Desde que se ha ido el ejército de los Argivos, en la noche
que ha pasado, nada nuevo sé que pueda hacerme ni más afortunada ni más desgraciada.
Antígona.—Bien lo sabía. Y, por ello, te he sacado fuera de las puertas de palacio para que sólo
tú me oigas.
Ismene.-- ¿Qué ocurre? Es evidente que estás meditando alguna resolución.
Antígona.—Pues, ¿no ha considerado Creonte a nuestros hermanos, al uno digno de
enterramiento y al otro indigno? A Eteocles, según dicen, por considearle merecedor de ser tratado
con justicia y según la costumbre, lo sepultó bajo tierra a fin de que resultara honrado por los
muertos de allí abajo. En cuanto al cadaver de Polinices, muerto misarablemente, dicen que, en un
edicto a los ciudadanos, ha hecho públicar que nadie le dé sepultura ni le llore, y que le dejen sin
lamentos, sin enterramiento, como grato tesoro para las aves rapaces que avizoran por la
satisfacción de cebarse.
Dicen que con tales decretos nos obliga el buen Creonte a ti y a mí –sí, también a mí-- y que
viene hacia aquí para anunciarlo claramente a quienes no lo sepan. Que el asunto no lo considera
de poca importancia; antes bien, que está prescrito que quien haga algo de esto recibirá muerte por
lapidación pública en la ciudad. Así están las cosas, y podrás mostrar pronto si eres por naturaleza
bien nacida, o si, aunque de noble linaje, eres cobarde. .
Ismene.--¿Qué ventaja podría sacar yo, oh desdichada, haga lo que haga [En griego, literalmente se
dice “atando o desatando”. Es una expresión hecha en la que se contienen los dos términos de una oposición para
indicar la imposibilidad de algo. Es un giro frecuente.], si las cosas están así.
Antígona.—Piensa si quieres colaborar y trabajar conmigo.
Ismene.-- ¿En qué arriesgada empresa? ¿Qué estás tramando?
Antígona.-- Sí, junto con esta mano, quieres levantar el cadaver. / […]
Ismene.-- ¡Ay de mí! Acuérdate, hermana, cómo se nos perdió nuestro padre, odiado y
deshonrado, tras herirse él mismo por obra de su mano en los dos ojos, ante las faltas en las que se
vio inmerso. Y, a continuación, acuérdate de su madre y esposa –las dos apelaciones le eran
debidas--, que puso fin a su vida de afrentoso modo, con el nudo de unas cuerdas. En tercer lugar,
de nuestros hermanos, que habiéndose dado muerte los dos mutuamente en un solo día, cumplieron
recíprocamente, un destino común con sus propias manos.
Y ahora piensa con cuánto mayor infortinio pereceremos nosotras dos, solas como hemos
quedado, si, forzando la ley, transgredimos el decreto o el poder del tirano. Es preciso que
consideremos, primero, que somos mujeres, no hechas para luchar contra los hombres, y,
después, que nos mandan los que tienen más poder, de suerte que tenemos que obedecer en esto y
en cosas aún más dolorosas que ésta.
Yo por mi parte, pidiendo a los de abajo que tengan indulgencia, obedeceré porque me siento
coaccionada a ello. Pues el obrar por encima de de nuestras posibilidadesno tiene ningún sentido..
Antigona.—Ni te lo puedo ordenar ni, aunque quisieras hacerlo, colaborarías ya conmigo
dándome gusto. Sé tú como te parezca. Yo le enterraré. Hermoso será morir haciéndolo. Yaceré
con él al que amo y me ama, tras cometer un piadoso crimen [Figura definida en retórica como un
oxímoron. Es un recurso estilístico que resalta la idea por el fuerte contraste . Quiere expresarque irá en contra de las
leyes humanas, pero agradando con ello a los dioses. Doble plano patente en la peoblemática de toda la obra .], ya
que es mayor el tiempo que debo agradar a los de abajo que a los de aquí. Allí reposaré para
siempre. Tú, si te parece bien, desdeña los honores a los dioses.
Ismene.-- Yo no les deshonro, pero me es imposible obrar en contra de los ciudadanos.
Antígona.-- Tú puedes poner pretextos. Yo me iré a levantar un túmulo al hermano muy querido.
Ismene.-- ¡Ah, cómo temo por ti, desdichada!
Antígona.-- No padezcas por mí y endereza tu propio destino.
Ismene.-- Pero no delates este propósito a nadie; mantenlo a escondidas, que yo también lo
haré..
Antígona.-- ¡Ah, grítalo! Mucho más odiosa me serás si callas, si no lo pregonas ante todos.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 152
Ismene.-- Tienes un corazón ardiente para fríos asuntos [Eufemismo que oculta la idea de la muerte, la
amenaza decretada para quien lleva a cabo esta acción. Esto permite al autor un bello recurso estilístico para ponerde
relieve las dos ideas calificadas con estos adjetivos.].
3.- Antígona.-- Pero sé agrradar a quienes más debo complacer.
Ismene.-- En el caso de que puedas, sí, pero deseas cosas imposibles.
Antígona.-- En cuanto me fallen las fuerzas, desistiré.
Ismene.-- No es conveniente perseguir desde el principio lo imposible.
Antígona.-- Si así hablas, serás aborrecida por mí y te harás odiosa con razón para el que está
muerto. Así que deja que yo y la locura, que es sólo mía, corramos este peligro. No sufriré nada
tan grave que no me permita morir con honor.
Ismene.-- Bien, vete, si te parece, y sabe que tu conducta al irte es insensata, pero grata con
razón para los seres queridos. / [...].- SÓFOCLES: Antígona (hacia 442 a.C.).- Prólogo (vv. 1-99);
en sus Tragedias […] Madrid, Gredos, (c1981).
Guardián.-- Señor, no puedo decir que por el apresuramiento en mover rápido el pie llego
jadeante, pues hice muchos altos a causa de mis cavilacionnes, dándome la vuelta en medio del
camino. Mi ánimo me hablaba muchas veces de esta manera: “¡Desventurado! ¿Por qué vas a
donde recibirás un castigo cuando hayas llegado? ¡Infortunado! ¿Te detienes de nuevo? Y si
Creonte se entera de esto por otro hombre, ¿cómo es posible que no lo sientas?” Dándole vueltas a
tales pensamientos venía lenta y perezosamente, y así un camino corto se hace largo. Por último,
sin embargo, se impuso el llegarme junto a ti, y, aunque no descubriré nada, hablaré. Me presento,
pues, aferrado a la esperanza de no sufrir otra cosa que lo decretado por el azar.
Creonte.-- ¿Por qué tienes este desánimo?
Guardián.-- Quiero hablarte primeramente de lo que a mí respecta. El hecho ni lo hice yo, ni vi
quien lo hizo, y no sería justo que me viera abocado a alguna desgracia.
Creonte.—Bien calculas y ocultas el asunto con un rodeo. Está claro que algo malo vas a
aunciar..
Guardián.-- Las palabras terribles producen gran vacilación.
Creonte.-- ¿Y no hablarás de una vez y después te irás lejos de aquíl?
Guardián.-- Te lo digo ya: alguien, después de dar sepultura al cadaver, se ha ido, cuando hubo
esparcido seco polvo sobre el cuerpo y cumplido los ritos que debía.
Creonte.-- ¿Qué dices? ¿Qué hombre es el que se ha atrevido?
Guardián.—No lo sé, pues ni había golpe de pala ni restos de tierra cavada por el azadón. La
tierra está dura y seca, sin hendir, y no atravesada por ruedas de carro. No había señal de que
alguien fuera el artífice. Cuando el primer centinela nos lo mostró, un embarazoso asombro
cundió entre todos, pues él [El cadaver.] había desaparecido, no enterrado, sino que le cubría un fino
polvo, como obra de alguien que quisiera evitar la impureza. Aún sin haberlo arrastrado, no
aparecían señales ni de fiera ni de perro alguno que hubiese venido.
Resonaban los insultos de unos contra otros, acusándonos entre nosotros mismos, y se habría
producido al final un enfrentamiento sin que estuviera presente quien lo impidiera. Pues cada uno
era el culpable, pero nadie lo era manifiestamente, sino que negaban saber nada. Estábamos
dispuestos a levantar metales al rojo vivo con las manos, a saltar a través del fuego [Sin entrar en
suposiciones hago constar que esto es lo que en la Edad Media se llamaban ordalías o juicios de Dios.] y a jurar por
los dioses no haberlo hecho, ni conocer al que había tramado la acción ni al que la había llevado a
la práctica.
Finalmente, puesto que en la investigación no sacábamos nada nuevo, habla uno que nos movió
a todos a inclinar la cabeza al suelo por el temor. Y no sabíamos replicarle, ni cómo actuaríamos
para que nos saliera bien. La propuesta era que había de serte comunicado este hecho y que no lo
ocultaríamos. Esto fue lo que se impuso y la suerte me condenó a mí, desafortunado, a cargar con
esta “buena” misión. Estoy aquí en contra de mi voluntad y de la tuya, bien lo sé. Pues nadie
quiere un mensajero de malas noticias.
Corifeo.-- Señor, mis pensamientos están, desde hace un rato, deliberando si esto es obra de los
dioses.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 153
Creonte.—No sigas antes de llenarme de ira con tus palabras, no vayas a ser calificado de
insensato a la vez que de viejo. Dices algo intolerable cuando manifiestas que los dioses sienten
preocupación por este cuerpo. ¿Acaso dándole honores especiales como a un bienhechor iban a
3.- enterrar al que vino a prender fuego a los templos rodeados de columnas y a las ofrendas, así
como a devastar su tierra y las leyes? ¿Es que ves que los dioses den honra a los malvados? No es
posible. Algunos hombres de la ciudad, por el contrario, vienen soportando de mala gana el edicto
y murmuraban contra mí a escondidas, sacudiendo la cabeza, y no mantenían la cerviz bajo el
yugo, como es debido, en señal de acatamiento. Sé bien que ésos, inducidos por las recompensas
de aquéllos [De los que murmuran a escondidas.], son los que lo han hecho.
Ninguna institución ha surgido peor para los hombres que el dinero. Él saquea las ciudades y
hace salir a los hombres de sus hogares. Él instruye trastoca los pensamientos nobles de los
hombres para convertirlos en vergonzosas acciones. Él enseñó a los hombres a cometer felonías y
a conocer la impiedad de toda acción. Pero cuantos por una recompensa llevaron a cabo cosas tales
concluyeron, tarde o temprano, pagando un castigo
Ahora bien, si Zeus aún tiene alguna veneración por mi parte, sabed bien esto –y te hablo
comprometido por un juramento--: que si no os presentáis ante mis ojos habiendo descubierto al
autor de este sepelio, no os bastará sólo la muerte. Antes colgados vivos, evidenciaréis esta
insolencia, a fin de que, sabiendo de dónde se debe adquirir ganancia, la ontengáis en el futuro y
aprendáis, de una vez para siempre, que no debéis desear el provecho en cualquier acción. Pues, a
causa de ingresos deshonrosos, se pueden ver más descarriados que salvados.
Guardián.-- ¿Me permitirás decir algo, o me voy así, dándome la vuelta?
Creonte.-- ¿No te das cuenta de que también ahora me resultas molesto con tus palabras?
Guardián.-- ¿En tus oídos te hieren o en tu alma?
Creonte.-- ¿Por qué precisas dónde se sitúa mi aflicción?
Guardián.-- El culpable te aflige el alma; yo los oídos.
Creonte.-- ¡Ah, está claro que eres por naturalezaun charlatán!
Guardián.-- Pero esa acción no la he cometido nunca.
Creonte.-- Si, y encima tricionando tu alma por dinero.
Guardián.-- ¡Ay! Es terrible, ciertamente, para quien tiene una sospecha, que le resulte falsa.
Creonte.-- Dátelas de gracioso ahora con mi sospecha. Que, si no mostráis a los que han
cometido estos hechos, diréis abiertamente que las ganancias alevosas producen penas.
Guardián.-- ¡Que sea descubierto, sobre todo! Pero, si es capturado como si no lo es –es el azr
el que lo resuelve--, de ningún modo me verás volver aquí. Y ahora, sano y salvo en contra de mi
esperanza y de mi convicción, debo a los dioses esta gran merced.- SÓFOCLES: Antígona.
Episodio 1 (vv. 224-331).
Coro. / Estrofa 1ª / Muchas cosas asombrosas existen y, con todo, nada más asombroso que el
hombre. Él se dirige al otro lado del blanco [Epíteto que alude al color de la espuma de las olas del mar al
romper en la superficie.] mar con la ayuda del tempestuoso viento Sur, bajo las rugientes olas
avanzando, y a la más poderosa de las diosas, a la imperecedera e infatigable Tierra, trabaja sin
descanso, haciendo girar los arados año tras añó, al ararla con mulos.
Antístrofa 1ª / El hombre que es hábil da caza, envolviéndolos con los lazos de sus redes, a la
especie de los aturdidos pájaros, y a los rebaños de agrestes fieras, y a la familia de los seres
marinos. Por sus mañas se apodera del animal del campo que va a través de los montes [Debe
tratarse de la cabra, nombrada por Homero, Odisea IX 155; Hesíodo, Escudo 407; Filoctetes 955.], y unce al yugo
que rodea la cerviz al caballo de espesas crines, así como al incansable toro montaraz.
Estrofa 2ª / Se enseñó a sí mismo el lenguaje y el alado pensamiento, así como las civilizadas
maneras de comportarse, y también, fecundo en recursos, aprendió a esquivar bajo el cielo los
dardos de los desapacibles hielos y los de las lluvias inclementes [P. Mazon expone, aquí, la teoría de que
estas palabras aluden a la construcción de sus cuevas y moradas para resguardarse de las inclemencias del tiempo .].
Nada de lo por venir le encuentra falto de recursos. Sólo del Hades no tendrá escapatoria. De
enfermedades que no tenían remedio ya ha discurrido posibles evasiones
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 154
Antístrofa 2ª / Poseyendo una habilidad superior a lo que se puede uno imaginar, la destreza
para ingeniar recursos, la encamina unas veces al mal, otras veces al bien. Será un alto cargo en la
ciudad, respetando las leyes de la tierra y la justicia de los dioses que obliga por juramento..
3.- Desterrado sea aquel que, debido a su osadía, se da a lo que no está bien. ¡Que no llegue a
sentarse junto a mi hogar ni participe de mis pensamientos el que haga esto! / [...].
SÓFOCLES: Antígona. Estásimo, 1 (vv. 332-375).
Creonte.- ¡Lo siento! Con gran pena renuncio a mi resolución; [...] Voy al instante yo mismo.
Vamos corred, servidores, los que estáis aquí y los que no estáis; corred con hachas en las manos
hasta el lugar arbolado que veis desde aquí. (Dirigiéndose al Coro) Y yo, puesto que ya he
cambiado de parecer, desde que con mis manos até a Antígona, quiero ir en persona a libertarla.
Me temo que no sea lo mejor pasar la vida observando las leyes establecidas.
SÓFOCLES: Antígona. Episodio 5. [441 a.C.?].
Creonte.-- Quitad de en medio a este hombre equivocado que, ¡oh hijo!, a ti, sin que fuera ésa
mi voluntad, dio muerte, y a ti, a la que está aquí. ¡Ah, desdichado! No sé a cuál de los dos puedo
mirar, a qué lado inclinarme. Se ha perdido todo lo que en mis manos tenía, y, de otro lado, sobre
mi cabeza se ha echado un sino difícil de soportar.
Corifeo.-- La cordura es con mucho el primer paso de la felicidad. No hay que cometer
impiedades en las relaciones con los dioses. Las palabras arrogantes de los que se jactan en exceso,
tras devolverles en pago grandes golpes, les enseñan en la vejez la cordura.
SÓFOCLES: Antígona. Éxodo (vv. 1339-1352).
Hace dos mil quinientos años se escribían en Grecia poemas hermosísimos. Ahora ya casi no
son leídos más que por gentes que se especializan en su estudio, lo que es una lástima. Pues esos
viejos poemas son tan humanos que están todavía muy cerca de nosotros y puede interesar a todos.
Serían aun más conmovedores para el común de los hombres, aquellos que saben lo que es luchar
y sufrir, que para la gente que ha pasado toda su vida entre las cuatro paredes de una biblioteca.
Entre esos viejos poetas Sófocles es uno de los más grandes. Escribió piezas de teatro, dramas y
comedias; no conocemos de él más que algunos dramas. En cada uno de esos dramas el personaje
principal es un ser valiente y altivo que lucha completamente solo contra una situación
intolerablemente dolorosa; se inclina bajo el peso de la soledad, de la miseria, de la humillación, de
la injusticia; por momentos su coraje se quiebra; pero se mantiene firme y jamás deja que la
desgracia lo degrade. Así esos dramas, aunque dolorosos, no dejan nunca una impresión de
tristeza. Más bien se guarda una impresión de serenidad.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 156
Antígona es el título de uno de esos dramas. El tema es la historia de un ser humano que,
totalmente solo, sin ningún apoyo, se coloca en oposición contra su propio país, contra las leyes de
su país, contra el jefe del Estado, y por supuesto muy pronto es condenado a muerte.
3.- Eso ocurre en una ciudad griega llamada Tebas. Dos hermanos, después de la muerte de su
padre, se disputan el trono; uno de ellos obliga al otro a exilarse y se convierte en rey. El exilado
ha encontrado apoyo afuera y vuelve para atacar su ciudad natal a la cabeza de un ejército
extranjero, con la esperanza de retomar el poder. Hay una batalla; los extranjeros son puestos en
fuga, pero los dos hermanos se encuentran en el campo de batalla y se matan mutuamente.
Su tío se convierte en rey. Decide que los dos cadáveres no serán tratados de la misma manera.
Uno de los hermanos ha muerto por defender su patria: su cadaver será enterrado con todos los
honores convenientes. El otro ha muerto atacando a su propio país: su cuerpo será abandonado
sobre la tierra, dejado como presa para las bestias y los cuervos. Hay que saber que para los
griegos no había peor desgracia ni peor humillación que ser tratado de esa manera después de
muerto. El rey comunica su decisión a los ciudadanos y hace saber que quienquiera intente
sepultar el cadaver maldito será condenado a muerte.
Los dos hermanos muertos han dejado dos hermanas que son todavía jovencitas. Una de ellas,
Ismena, es una criatura dulce y tímida, como hay tantas. La otra, Antígona, tiene un corazón
amante y un valor heroico. No puede soportar el pensamiento de que el cuerpo de su hermano sea
tratado de esa manera vergonzosa. Entre los dos deberes de fidelidad, la fidelidad a su hermano
vencido y la fidelidad a su patria victoriosa, no vacila un instante. Rehusa abandonar a su hermano,
ese hermano cuya memoria es maldecida por el pueblo y el Estado. Decide enterrar el cadaver a
pesar de la prohibición del rey y de la amenaza de muerte.
El drama comienza con un diálogo entre Antígona y su hermana Ismena. Antígona quisiera que
Ismena la ayudara. Ismena está espantada; su carácter la inclina más a la obediencia que a la
rebelión.
Tenemos que someternos a los más fuertes,
ejecutar todas sus órdenes, aunque fueran todavía más penosas.
Yo obedeceré a los que están en el poder.
No estoy hecha para levantarme contra el Estado.
A los ojos de Antígona esta sumisión es una cobardía. Obrará sola.
Mientras tanto los ciudadanos de Tebas, felices por la victoria y la paz reconquistada, celebran
el alba del nuevo día:
Rayo de sol,
traes a Tebas la luz más hermosa.
Por fin te has mostrado,
ojo del dorado día…
Pronto se dan cuenta de que alguien ha intentado empezar a sepultar el cadaver; no tardan en
prender a Antígona mientras lo hace; la llevan ante el rey. Para él, en este asunto hay ante todo una
cuestión de autoridad. El orden del Estado exige que la autoridad del jefe sea respetada. En lo que
acaba de hacer Antígona ve en primer lugar un acto de desobediencia. Ve también un acto de
solidaridad con un traidor a la patria. Por eso le habla duramente. En cuanto a ella, no niega nada.
Se sabe perdida. Pero no se turba ni un instante.
Tus órdenes, a lo que pienso, tienen menos autoridad
que las leyes no escritas e imprescriptibles de Dios.
Todos los que están aquí presentes me aprueban
- Lo dirían, si el temor no les cerrara la boca.
Pero los jefes poseen muchos privilegios, y sobre todo
el de obrar y hablar como les plazca.
Un diálogo se establece entre ellos [Antígona y Creon]. Él juzga todo desde el punto de vista del
Estado; ella se coloca siempre en otro punto de vista, que le parece superior. Él recuerda que los
dos hermanos no han muerto en las mismas condiciones:
Uno atacaba su patria, el otro la defendía.
¿Hay que tratar de la misma manera al honesto y al culpable?
--¿Quién sabe si esas distinciones son válidas entre los muertos?
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 157
--Un enemigo, aunque esté muerto no se convierte por eso en amigo
--No he nacido para compartir el odio sino el amor.
A estas conmovedoras palabras el rey responde con una condena a muerte:
3.- --Y bien, vé a la tumba y ama a los muertos si tienes necesidad
de amar.
Llega Ismena; ahora quisiera compartir la suerte de su hermana, morir con ella. Antígona no lo
permite y trata de calmarla:
Tú has elegido vivir, yo morir.
Sé valiente, vive. Para mí, mi alma ya está muerta.
El rey hace llevar a las dos muchachas. Pero su hijo, que es el novio de Antígona, viene a
interceder ante él por la que ama. El rey no ve en este acto más que un nuevo atentado contra su
autoridad. Es preso sobre todo de una violenta cólera cuando el joven se permite decirle que el
pueblo tiene piedad de Antígona. El debate pronto se transforma en querella. El rey exclama:
--¿Acaso no me corresponde a mí solo gobernar este país?
--No hay ciudad que sea cosa de un solo hombre.
--¿Entonces la ciudad no pertenece al jefe?
--Podrías muy bien, en este sentido, reinar sobre un país desierto.
El rey se obstina. El joven se encoleriza, no logra nada y se va desesperado. Algunos ciudadanos
de Tebas que han asistido a la querella, admiran el poder del amor:
Amor invencible en el combate,
amor que te deslizas en las casas,
¡tú que te aposentas
en las delicadas mejillas de las jóvenes!
Vas más allá de los mares.
Entras en los establos de los campesinos.
¡Nadie te escapa, ni los dioses inmortales,
ni los hombres que no viven más que un día!
Y quien ama es loco.
En ese momento aparece Antígona, conducida por el rey. La tiene de las manos, la arrastra a la
muerte. No la matarán, pues los griegos creían que traía mala suerte derramar la sangre de una
doncella; pero será peor. La enterrarán viva. La meterán en una caverna y tapiarán la caverna, para
que agonice allí lentamente en las tinieblas, hambrienta y asfixiada. No tiene ya más que unos
pocos instantes. En el momento en que se encuentra en el umbral mismo de la muerte y de una
manera tan atroz, la ativez que la sostenía se quiebra. Llora.
Volved los ojos hacia mí, ciudadanos de mi patria,
recorro mi último camino.
Veo los últimos rayos de sol.
Jamás veré otros.
No escucha ninguna buena palabra. Los que allí se encuentran se guardan muy bien, en
presencia del rey, de darle muestras de simpatía, se limitan a recordarle fríamente que mejor .-
hubiera hecho en no desobedecer. El rey, con el tono más brutal, le ordena que se apure. Pero ella
no puede resolverse todavía al silencio:
. He aquí que me arrastran tomándome de las manos,
a mí virgen, a mí sin esposo, a mí que no tuve mi parte
en el matrimonio, ni en la crianza de los hijos.
Abandonada como me veis, sin ningún amigo, ¡ay!
voy a entrar totalmente viva en la fosa de los muertos.
¿Cuál es el crimen que he cometido ante Dios?
¿Por qué, desdichada, debo todavía dirigir mi mirada
hacia Dios? ¿A quién puedo llamar en mi ayuda? ¡Ah!
Porque hice el bien me hacen tanto mal.
Pero si ante Dios lo que me infligen es legítimo
en medio de mis sufrimientos reconoceré mis errores.
Si son ellos los que se equivocan, no les deseo más
dolores que los que me hacen padecer injustamente.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 158
El rey pierde la paciencia y termina por arrastrarla a la fuerza. Vuelve después de haber hecho
tapiar la caverna donde la ha arrojado. Pero entonces le tocará el turno de sufrir. Un adivino que
sabe predecir el futuro le anuncia las peores desgracias si no libera a Antígona; después de una
larga y violenta discusión, cede. Se abre la cueva y se encuentra a Antígona que está ya muerta
3.- pues logró estrangularse a sí misma; se encuentra también a su novio que abraza
convulsivamente al cadaver. El joven se había dejado emparedar voluntariamente. Cuando ve a su
padre se levanta y en un acceso de furor impotente se mata ante sus ojos. La reina al saber el
suicidio de su hijo se mata a su vez. Vienen a anunciale esta nueva muerte al rey. Ese hombre que
tan bien sabía hablar como jefe se hunde anonadado por la pena. Y los ciudadanos de Tebas
concluyen:
Las altivas palabras de los hombres orgullosos se pagan con
terribles desgracias, y así envejeciendo aprenden la moderación - WEIL, S.:
“Antígona”; en La fuente… Buenos Aires, Sudamericana, (c1961). pp. 7-8, 59-64. “en una
pequeña revista de fábrica: Entre nous, chronique de Rosières (16 de mayo de 1936)”.
Libros en agenda
El impulso criminal en el ser humano no es ninguna novedad; y, sin embargo, sigue siendo la
noticia más comentada. La lectura de novelas policiales contribuye no sólo a saciar esta curiosidad,
sino también a tratar de comprender sus motivaciones. Henning Mankell, uno de los autores más
comprometidos con el género y su problemática social, esboza algunas razones en su último libro,
Huesos en el jardín (Tusquets). Recién publicada, la novela cuenta con una suerte de epílogo en el
que Mankell discurre sobre la creación de su célebre detective diabético y desvelado, Kurt
Wallander. Para el autor sueco, una buena historia, por más que pertenezca al género policial y esté
próxima al delito, a la calle, proviene de la biblioteca. Se escribe por impacto sentimental (ante una
realidad personal o social) y a partir de otros libros. Cuenta Mankell que su primera novela surgió
de su rechazo a las tendencias racistas que se incrementaban en su país, en los años 90: "Cuando
empecé a reflexionar sobre qué tipo de relato elegiría, comprendí enseguida que la vía natural sería
una intriga policíaca. Sencillamente porque los actos racistas son, según mi modo de ver las cosas,
actos delictivos". Por otra parte, Mankell rastrea los impulsos criminales en la tragedia griega:
"Cuando empecé a reflexionar sobre cómo escribir Asesinos sin rostro -su primer policial
protagonizado por el detective Wallander-, comprendí que la mejor novela negra y la más decisiva
que me venía a la cabeza era el drama griego clásico (...) Una obra como Medea, sobre una mujer
que mata a sus hijos por celos de su marido, nos muestra al ser humano en el espejo del delito".
En este nuevo libro hay una historia de parricidio, que se revela misteriosamente en una mano
que parece brotar de la tierra. Como en otras ocasiones, Wallander se muestra cansado y con ganas
de retirarse a vivir en una hermosa casa con jardín. La novela comienza entonces con la ilusión de
haber encontrado una morada posible. Su compañero Martinsson le recomienda el lugar perfecto
para planificar su retiro. Kurt acude a la mansión y al recorrerla se tropieza con un objeto en el
suelo. Piensa que se trata de un rastrillo o de la raíz de un árbol. Pero algo lo retiene: "Algo que
había visto. Sin verlo". Estos comentarios reflejan una suerte de estado de alerta permanente, sin
euforia, los sentidos puestos en los rastros como si fueran mensajes de los muertos. La novedad de
esta historia es que aparecen dos esqueletos hallados por casualidad y enterrados hace más de
medio siglo. Es una historia que, literalmente, hay que desenterrar. Y eso mismo ya implica otra
forma de contarla.
A estas alturas de las novelas de Wallander -más de una decena- la tensión con su hija Linda
encuentra matices nuevos. Aquí ella devino policía y no sólo convive con su padre, sino que
trabaja en la misma comisaría. Huesos en el jardín es la última novela que se publica de
Wallander. Su propio autor acudió a un recurso sentimental para impedir que su detective regrese:
le pidió a su esposa Eva que ponga el punto final.- HOPENHAYN, Silvia: “El último regreso de
Wallander”; en La Nación. Miércoles 6 de noviembre de 2013.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 160
Los persas, pues, tomaron Sardes e hicieron prisionero al propio Creso, que había reinado
catorce años y había estado sitiado catorce días [La coincidencia puede resultar sospechosa. Creso
probablemente reinó de 561/560 a 547/546.], y que, conforme al oráculo, había puesto fin a un gran
imperio: el suyo propio. Los persas, después de prenderlo, lo condujeron a presencia de Ciro. Éste,
3.- entonces, mandó erigir una gran pira y a ella hizo subir a Creso cargado de cadenas y
flanqueado por siete parejas de muchachos lidios [La perífrasis (literalmente, “dos veces siete”) se explica
por la importancia religiosa del número siete.], con intención, quizá, de ofrendarlos como primicias del
botín a un dios cualquiera, tal vez porque deseaba cumplir una promesa o puede ser que enterado
de que Creso era piadoso, le hiciera subir a la pira con la resuelta intención de constatar si alguna
divinidad le libraba de ser quemado vivo. Sea como fuere, se cuenta que Ciro mandó hacer eso y
que a Creso, cuando se hallaba en lo alto de la pira y a pesar de estar en una situación tan
comprometida, le vino a la memoria aquella sentencia de Solón –que se le antojaba pronunciada
por inspiración divina-- de que ningún mortal es dichoso. Y ocurrió que, al recordar esa frase,
lanzó un suspiro y, después de un prolongado silencio, pronunció entre sollozos hasta tres veces el
nombre de Solón. Ciro, al oirlo, ordenó a los intérpretes que preguntaran a Creso que a quien
invocaba y ellos se acercaron y se lo preguntaron. Al principio, Creso guardaba silencio ante sus
preguntas, pero, luego, al verse presionado, dijo: “A un hombre que yo hubiera deseado a
cualquier precio que hubiese mantenido entrevistas con todos los monarcas [Ya que, según Creso, si
Solón se hubiese entrevistado con Ciro, éste sería en esos momentos más comprensivo, al haber sido aleccionado
sobre la inestabilidad del hombre. Pero el propio Creso se percata de la razón de Solón cuando los hechos ya están
consumados.]”. Pero como se expresaba de un modo confuso para ellos, volvieron a preguntarle lo
que quería decir. Y, a fuerza de importunarle con su insistencia, acabó por contarles que, en cierta
ocasión, le había visitado Solón, un ateniense, quien, después de haber contemplado toda su
opulencia, la había menospreciado con una serie de razones [La frase griega puede interpretarse, bien como un
inciso exclamativo (“¡y en qué términos!” –literalmente, “¡y diciendo qué cosas!”) o, más probablemente, como “diciendo esto y lo
otro”, en lo que Heródoto no se extiende para evitar repeticiones.] y que todo le había sucedido tal como Solón le
había dicho, porque no se refería tanto a él en concreto cuanto a todo el género humano y,
especialmente, a todos los que en su fuero interno se consideran dichosos. Mientras Creso daba
estas explicaciones, los bordes de la pira, presos ya del fuego, comenzaron a arder. Entonces Ciro,
al oir de labios de los intérpretes lo que Creso había dicho, cambió de opinión y reconoció que él,
un hombre al fin y al cabo, estaba entregando en vida al fuego a otro hombre que había gozado de
una prosperidad no inferior a la suya; como sentía, además, el temor a una venganza divina, y
considerando que, entre las cosas humanas, no hay ninguna que sea estable, ordenó apagar a toda
prisa el fuego que alumbraba y hacer bajar de la pira a Creso y a los que con él estaban. Pero
quienes lo intentaron no podían ya controlar el fuego.
Entonces, según cuentan los lidios, Creso, al percatarse del arrepentimiento de Ciro –pues veía
que todo el mundo trataba de apagar el fuego, si bien ya no podían dominarlo--, invocó a gritos a
Apolo, suplicándole que si alguno de sus presentes le había sido grato [Fórmula ritual en las plegarias a
los dioses (cf., p. e., Ilíada I 39).], acudiera en su ayuda y le librara del peligro que le acechaba. Y
mientras, entre lágrimas, invocaba al dios, de pronto, en un cielo despejado y sereno, se
amontonaron nubes, estalló una tormenta, descargó un fuerte aguacero y se apagó la hoguera [Sobre
la suerte de Creso conocemos dos versiones. La primera la provee Baquílides (III, 23-69) y, en ella, Creso muere
voluntariamente en la pira, a pesar de la lluvia que ha enviado Zeus. En la segunda, Creso no muere, y la refieren,
además de Heródoto, Éforo (= Diodoro IX 34); Jenof., Ciropedia VII 2, y Ctesias. En todo caso, esta historia de la pira
puede tener implicaciones con leyendas lidis sobre el culto al fuego.]. Como Ciro pudo colegir por este hecho
que Creso era caro a los doses y un hombre de bien, le hizo bajar de la pira y le preguntó lo
siguiente:”Creso, ¿qué sujeto te instigó a invadir mi territorio y a convertirte, en vez de en mi
amigo, en mi enemigo?”. Creso, entonces, respondió: “Majestad, he obrado así en razón de tu
buena suerte y de mi mala fortuna; pero el responsable ha sido el dios de los griegos al inducirme a
emprender la guerra. Pues nadie es tan estúpido que prefiera la guerra a la paz, que en ésta, los
hijos sepultan a los padres, mientras que en aquella, son los padres quienes sepultan a los hijos [La
aversión de Heródoto por la guerra es constante. Cf., p. e. V 97 y VIII 3.]. Mas, a no dudar, asi
plugo a los dioses que esto sucediera”. Éstas fueron sus palabras; entonces, Ciro le quitó las
cadenas, lo hizo sentar a su lado y lo trató con extremada cortesía; y tanto el prpio Ciro como todos
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 161
cuantos constituían su séquito lo contemplaban asombrados [Porque atribuían su salvación a una
intervención divina.]. Por su parte Creso, ensimismado, permanecía en silencio; pero, luego, vuelto a
la realidad y al ver que los persas estaban saqueando la ciudad de los lidios, exclamó: “Majestad,
en las presentes circunstancias ¿debo decirte lo que estoy pensando o debo callarne?”. Ciro le
3.- animó a que, con toda confianza, dijera lo que quisiese y Creso le preguntó: “¿Qué está
haciendo –dijo—con tanto afán esa gran muchedumbre?”. “Está desvalijando tu ciudad –replicó
Ciro—y llevándose tus bienes”. Pero Creso apostilló: “No está desvalijando mi ciudad ni mis
bienes, pues nada de ello me pertenece ya; al contrario, están saqueando y robando lo que es tuyo”.
Las palabras de Creso dieron que pensar a Ciro, que dio orden de retirarse a los demás asistentes
[Heródoto no menciona a los intérpretes, pues, en este tipo de escenas de carácter moralizante y dudoso valor
histórico, parece imaginarse a los interlocutores, aun siendo de distinta nacionalidad, hablando la misma lengua; igual
que ocurre en Homero, con troyanos y griegos.] y preguntó a Creso qué veía de malo para sus intereses en
lo que estaba sucediendo, a lo que éste respondió: “Puesto que los dioses me han puesto como
esclavo en tus manos, considero un deber, si me fijo mejor que tú en cualquier cosa, hacértela
patente. Los persas, que por naturaleza son fogosos, son también pobres; por lo tanto, si tú les
permites saquear y apoderarse de grandes riquezas, puedes esperar de ellos lo siguiente: aquel que
se apodere de una suma mayor, ten por seguro que se sublevará contra ti. Así que ahora, si te
parece bien lo que te digo, haz lo siguiente: aposta en todas las puertas [Del recinto amurallado de
Sardes.] centinelas de tu guardia personal para que confisquen el botín a los saqueadores y les digan
que es menester deducir del mismo el diezmo para Zeus. Así tú no te atraerás su odio por
arrebatarles el botín a la fuerza y ellos, considerando que obras con justicia [La dedicación de un
décimo del botín a la divinidad era corriente (cf., VII 132, y Liv., V 21, 2; 25, 3), de ahí que pudiera emplearse como
una argucia para reunirlo todo.], lo entregarán de buen grado.
Al oir estas palabras, Ciro quedó vivamente complacido, pues la sugerencia le parecía acertada.
Le prodigó, entonces, grandes elogios y ordenó a sus guardias que ejecutasen lo que Creso había
propuesto, diciéndole a continuación: “Creso, dado que tú, todo un rey, estás decidido a serme útil
de obra y de palabra, pídeme cualqier merced que desees obtener ahora mismo”. “Señor –dijo
Creso--, me harás un gran grandísimo favor si me dejas enviar estas cadenas al dios de los griegos
--a quien yo, entre todos los dioses, honré preferentemente—y preguntarle si tiene por norma
engañar a sus fieles”. Ciro le preguntó qué motivo de queja tenía contra el dios para hacerle
semejante petición; y, entonces, Creso le detalló todo su plan [cf., I 53-54: “(…). Y al llegar a su destino
(Los oráculos de Delfos y Anfiarao. El Mármol de Paros fecha esta embajada en 555 a. C.), los lidios ofrendaron las
ofrendas y consultaron los oráculos en estos términos: “Creso, rey de los lidios y de otras naciones, persuadido de que
estos oráculos son los únicos veraces que hay en el mundo, os ha hecho donación de dones dignos de vuestra
capacidad adivinatoria y, ahora, os pregunta si debe emprender la guerra contra los persas y ganarse la alianza de
algún pueblo”. Éstas fueron las preguntas que formularon los delegados, y los dictados de ambos oráculos coincidieron
en advertir a Creso que, si emprendía la guerra contra los persas, destruiría un gran imperio; (…)], las respuestas de
los oráculos –haciendo hincapié en sus ofrendas-- y que había entrado en guerra con los persas
inducido por el vaticinio. Y terminó su relato reiterándole el ruego de que le dejara echarle en cara
al dios su proceder. Entonces, Ciro se echó a reir y le dijo: “Creso, no sólo vas a obtener de mí ese
favor, sino todo lo que en cualquier momento me pidas”. Al oir su respuesta, Creso despachó a
Delfos a unos lidios con la orden de depositar las cadenas en el umbral del templo y de preguntar
al dios si no se avergonzaba de haberle instigado con sus vaticinios a entrar en guerra con los
persas con la promesa de que destruiría el poderío de Ciro, destrucción que le había acarreado –y
entonces debían mostrar las cadenas-- semejante botín. Además de esto debían preguntar también
si los dioses griegos tenían por norma ser desagradecidos. Pero cuando llegaron los lidios y
transmitieron su encargo, se cuenta que la Pitia se pronunció en estos términos: “Hasta para un
dios resulta imposible evitar la determinación del destino, Creso ha expiado la culpa de su cuarto
ascendiente [Ciges (cf., I 13), de acuerdo con la concepción de la transmisión de la culpa, una idea muy enraizada
en el pensamiento griego arcaico… que tenía sus orígenes en la venganza personal a nivel de clan .], un miembro de
la guardia de los Heráclidas que prestó su colaboración a la perfidia de una mujer asesinando a su
señor y haciéndose con la dignidad a la que no tenía derecho alguno. Y a pesar de que Loxias [Es el
epíteto de Apolo en Delfos] porfió […] retardó en tres años la toma de Sardes; y que se entere bien
Creso de que ha sido hecho prisionero con un retraso de esos mismos años sobre el tiempo fijado
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 162
por el destino. En segundo lugar, cuando iba a ser quemado, Loxias fue quien le socorrió. Y,
respecto al vaticinio emitido, Creso se queja sin razón, pues Loxias le predijo que si entraba en
guerra con los persas, pondría fin a un gran imperio. Pero, ante esta respuesta, tenía que haber
enviado a preguntar –para adoptar una decisión acertada-- si se refería a su imperio o al de Ciro. Y
3.- si no entendió la respuesta ni pidió explicaciones, que se considere a sí mismo responsable.
[…] Ésta fue la respuesta que dio la Pitia a los lidios, que regresaron a Sardes y la transnitieron a
Creso. Éste entonces, al oirla, convino en que la culpa era suya y no del dios.- HERÓDOTO
(Halicarnaso, Caria, 484?-Turios, Magna Grecia, 426? a.C.): Hstoria. Trad. y notas de Carlos
Schrader. Madrid, Gredos, (c1981). Libro 1, Clío, 86-91.
Una vez apaciguado el tumulto, y al cabo de cinco días [¿costumbre de estar cinco sin que las leyes
tuvieran vigencia, a la muerte del rey, como advertencia de anomía?], los que se habían sublevado contra los
magos mantuvieron un cambio de impresiones acerca de todo lo ocurrido, y se pronunciaron unos
discursos [supuesto debate en 521 a. C. , no histórico y de cuño marcadamente helénico] que para ciertos
griegos resultan increíbles, pero que realmente se pronunciaron [posible interpretación del oportunismo
persa en establecer regímenes democráticos en diversas ciudades griegas después de la sublevación jonica, como gesto
conciliador].
Otanes solicitaba, en los siguientes términos, que la dirección del Estado se pusiera en manos de
todos los persas conjuntamente: “Soy partidario de que un solo hombre no llegue a contar en lo
sucesivo con un poder absoluto sobre nosotros, pues ello no es grato ni correcto. Habéis visto, en
efecto, a que extremo llegó el desenfreno de Cambises y habéis sido, asimismo, partícipes de la
insolencia del mago. De hecho, ¿cómo podría ser algo acertado la monarquía, cuando, sin tener
que rendir cuentas, le está permitido hacer lo que quiere? Es más, si accediera a ese poder, hasta
lograría desviar de sus habituales principios al mejor hombre del mundo, ya que, debido a la
prosperidad de que goza, en su corazón cobra aliento la soberbia; y la envidia es connatural al
hombre desde su origen. Con estos dos defectos, el monarca tiene toda suerte de lacras; en efecto,
ahito como está de todo, comete numerosos e insensatos desafueros, unos por soberbia y otros por
envidia. Con todo, un tirano debería, al menos, ser ajeno a la envidia, dado que indudablemente
posee todo tipo de bienes; sin embargo, para con sus conciudadanos sigue por naturaleza un
proceder totalmente opuesto: envidia a los más destacados mientras están en su corte y se hallan
con vida, se lleva bien, en cambio, con los ciudadanos de peor ralea y es muy dado a aceptar
calumnias. Y lo más absurdo de todo: si le muestras una admiración comedida, se ofende por no
recibir una rendida pleitesía; mientras que si se le muestra una rendida pleitesía, se ofende
tachándote de adulador. Y voy a decir ahora lo más grave: altera las costumbres ancestrales, fuerza
a las mujeres y mata a la gente sin someterla a juicio. En cambio, el gobierno del pueblo tiene de
entrada el nombre más hermoso del mundo: isonomía [igualdad de derechos civiles y políticos de los
ciudadanos]; y, por otra parte, no incurre en ninguno de los desafueros que comete el monarca: las
magistraturas se desempeñan por sorteo, cada uno rinde cuentas de su cargo y todas las
deliberaciones se someten a la comunidad [tres rasgos propios de la democracia ateniense posterior a la
reforma constitucional de 487/486 a. C.]. Por consiguiente, soy de la opinión de que, por nuestra parte,
renunciemos a la monarquía exaltando al pueblo al poder, pues en la colectividad reside todo.
Esta fue, en suma, la tesis que propuso Otanes. En cambio Megabizo solicitó que se confiara el
poder a una oligarquía en los siguientes términos [Megabizo no va a argumentar a favor de una aristocracia,
sino en beneficio de una oligarquía, desde la posición reaccionaria de un noble a quien el demo ha arrebatado el
poder]: “Hago mías las palabras de Otanes sobre abolir la tiranía; ahora bien, sus pretensiones de
conceder el poder al pueblo no han dado con la solución más idónea, pues no hay nada más necio e
insolente que una muchedumbre inepta. Y a fe que es de todo punto intolerable que quienes han
escapado a la insolencia de un tirano, vayan a caer en la insolencia de un vulgo desenfrenado. Pues
mientras que aquél, si hace algo, lo hace con conocimiento de causa, el vulgo ni siquiera posee
capacidad de comprensión. En efecto, ¿cómo podría comprender las cosas quien no ha recibido
instrucción, quien, de suyo, no ha visto nada bueno y quien, análogamente a un río torrencial,
desbarata sin sentido las empresas que acomete? Por lo tanto, que adopten un régimen democrático
quienes abriguen malquerencia para con los persas; nosotros, en cambio, elijamos a un grupo de
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 163
personas de la mejor valía y otorguémosles el poder; pues, sin lugar a dudas, entre ellos también
nos contaremos nosotros y, además, cabe suponer que de las personas de más valía partan las más
valiosas decisiones [Las ideas expuestas siguen estando claramente helenizadas a la luz de la historia política
griega de la segunda mitad del siglo v a. C.]”. Esta fue, en suma, la tesis que propuso Megabizo.
3.- En tercer lugar, fue Darío quien expuso su opinión en los siguientes términos: “A mi juicio, lo
que ha dicho Megabizo con respecto al régimen popular responde a la realidad; pero no así lo
concerniente a la oligarquía. Pues de los tres regímenes sujetos a debate [primera vez, en la literatura
griega que se nos ha transnitido, en que aparece un examen crítico de las constituciones ], y suponiendo que cada
uno de ellos fuera el mejor en su género (es decir, que se tratara de la mejor democracia, de la
mejor oligarquía y del mejor monarca), afirmo que este último régimen es netamente superior. En
efecto, evidentemente no habría nada mejor que un gobernante único, si se trata del hombre de
más valía; pues, con semejantes dotes, sabría regir impecablemente al pueblo y se mantendrían en
el mayor de los secretos las decisiones relativas a los enemigos. En una oligarquía, en cambio, al
ser muchos los que empeñan su valía [Su areté, un concepto vago que implica un conjunto de cualidades
cívicas, morales e intelectuales] al servicio de la comunidad, suele suscitarse profundas enemistades
personales, pues, como cada uno quiere ser por su cuenta el jefe e imponer sus opiniones
[Literalmente, “obtener la victoria con sus opiniones”, pues se halla latente la idea agonística del triunfo mediante la
palabra, propia de la sofística], llegan a odiarse sumamente unos a otros; de los odios surgen
disensiones, de las disensiones asesinatos, y de los asesinatos se viene a parar a la monarquía; y en
ello queda bien patente hasta qué punto es éste el mejor régimen [Porque es el recurso a que se acogen las
víctimas de la oligarquiá.].
“Por el contrario, cuando es el pueblo quien gobierna, no hay medio de evitar que brote el
libertinaje, pues bien, cuando en el Estado brota el libertinaje, entre los malvados no surgen odios,
sino profundas amistades, pues los que lesionan los intereses del Estado actúan en mutuo
contubernio [El mal de un régimen oligárquico reside en la porfía de los gobernantes en desplegar sus cualidades al
servicio del Estado. El mal de una democracia es la complicidad del pueblo en la corrupción .]. Y este estado de
cosas se mantiene así hasta que alguien se erige en defensor del pueblo y pone fin a semejantes
manejos. En razón de ello, ese individuo, como es natural, es admirado por el pueblo; y, en virtud
de la admiración que despierta, suele ser proclamado monarca; por lo que, en este punto, su caso
también demuestra que la monarquía es lo mejor [Porque también para quienes han pasado por un régimen
democrático la monarquía aparece como una salvación a sus desgracias… Heródoto, en palabras de Darío, debe de
estar pensando en la figura de Pericles como “defensor del pueblo”… haciendo genérico el caso de Pericles .]. Y, en
resumen, ¿cómo –por decirlo todo en pocas palabras- obtuvimos la libertad? ¿Quién nos la dio?
¿Acaso fue un régimen democrático? ¿Una oligarquía, quizá? ¿O bien fue un monarca? En
definitiva, como nosotros conseguimos la libertad gracias a un solo hombre [Gracias a Ciro, que liberó
a los persas del yugo de los medos.], soy de la opinión de que mantengamos dicho régimen e,
independientemente de ello, que, dado su acierto, no deroguemos las normas de nuestros
antepasados [Pues han permitido a los persas alcanzar su posición hegemónica en Asia.]; pues no redundaría
en nuestro provecho.
Estas fueron, en suma, las tres tesis que se propusieron; y a esta última se adhirieron los otros
cuatro miembros del grupo. Entonces Otanes, que era quien pugnaba por establecer la isonomía
entre los persas, al ver rechazada su moción, manifestó ante todos ellos lo que sigue: “Camaradas,
está bien claro que uno cualquiera de nosotros –bien sea que resulte designado por sorteo, que
encomendemos su elección como tal a la totalidad de los persas, o que lo sea por cualquier otro
procedimiento [Otanes sigue siendo el portavoz de las ideas democráticas y el reflejo ateniense vuelve a ser
patente. En Atenas, por ejemplo, eran elegidos por sorteo los miembros del consejo de los quinientos y buena parte de
los magistrados, mientras que eran elegidos en la Asamblea popular, por ‘mayoría de manos alzadas’, los intendentes
del suministro de agua, los armadores, los altos oficiales del ejército y los funcionarios de hacienda ]- ha de ser rey;
fuera como fuere, yo no voy a entrar en liza con vosotros, pues no quiero mandar, ni recibir
órdenes. Renuncio, pues, al poder a condición de no estar, tanto yo, personalmente, como mis
sucesivos descendientes, a las órdenes de ninguno de vosotros”. Tras haberse expresado en dichos
términos, Otanes, dado que los otros seis dieron su conformidad a las referidas condiciones, como
es natural no entró en liza con ellos, sino que se mantuvo al margen. Y hoy en día la familia de
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 164
Otanes sigue siendo la única que, en Persia, goza de libertad y que, con tal de no conculcar las
leyes de los persas, sólo obedece las órdenes que tiene a bien.- HERÓDOTO: op. cit., Libro 3,
Talía, 80-83.
3.- Pues bien, Aristágoras, el tirano de Mileto, llegó a Esparta cuando Cleómenes detentaba el
poder. Como es natural mantuvo una entrevista con él, llevando consigo, al decir de los
lacedemonios, una lámina de bronce en la que figuraba grabado un mapa [literalmente”un contorno”]
de toda la tierra, así como la totalidad del mar y todos los ríos. Y, en el curso de la entrevista,
Aristágoras le dijo lo siguiente: “Cleómenes, no te extrañes por mi interés en venir hasta aquí, pues
la situación, en la actuaidad [finales del siglo VI a. C.], es la siguiente: los hijos de los jonios son
esclavos, en lugar de hombres libres, lo cual constituye, principalmente para nosotros, un baldón y
una amargura inmensa; pero también lo es para vosotros, más que para otros griegos, por cuanto
que estáis a la cabeza de la Hélade. En esta tesitura, liberad -¡por los dioses de Grecia!- de su
actual esclavitud a los jonios, un pueblo de vuestra misma sangre. Y podéis culminar la empresa
con facilidad, pues los bárbaros no son gente bizarra, mientras que vosotros, en el terreno militar
habéis alcanzado las máximas cotas en razón de vuestro arrojo. […] Además los habitantes de ese
continente [Asia] poseen más riquezas que todos los demás pueblos de la tierra juntos;
principalmente oro, pero también cuentan con plata, cobre, ropas recamadas, acémilas y esclavos.
Todo esto, con sólo desearlo de veras, podría ser enteramente vuestro.
Y por cierto que esos pueblos, que confinan unos con otros, […] Si tomáis esa ciudad, en
adelante podréis rivalizar tranquilamente con Zeus en lo que a riquezas se refiere.
Así pues, lo que tenéis que hacer es aplazar las luchas que por una zona realmente no muy
grande ni tan productiva, y por pequeños territorios fronterizos, mantenéis contra los mesenios,
que cuentan con fuerzas parejas a las vuestras, así como contra los arcadios y los argivos, que no
poseen nada que se parezca al oro o a la plata, unos bienes que pueden empujar a cualquiera a
morir combatiendo por el deseo de poseerlos; porque, cuando se os presenta la ocasión de imperar
con facilidad sobre Asia entera, ¿vais a preferir alguna otra opción?”. Esto fue lo que manifestó
Aristágoras. Y entonces Cleómenes le replicó en los siguientes términos: “Extranjero milesio,
aplazo la respuesta que he de darte hasta dentro de dos días”.
Por el momento no pasaron de ahí. Cuando llegó el día fijado para la respuesta y se presentaron
en el lugar convenido, Cleómenes le preguntó a Aristágoras cuántos días de camino había desde el
mar de Jonia [el Egeo] hasta la corte del rey. Pero Aristágoras, que iba actuando en 3.- todo
momento con astucia y que lo estaba embaucando hábilmente, en aquel instante cometió un error;
pues, cuando no debía decir la verdad, si realmente quería atraer a los espartiatas a Asia, resulta
que respondió diciendo que había tres meses de camino. Entonces Cleómenes dejó a Aristágoras
con la palabra en la boca, cuando este último se disponía a seguir hablando del camino, y le dijo:
“Extranjero milesio, sal de Esparta antes de que el sol se ponga, pues el plan que propones es de
todo punto inadmisible para los lacedemonios, ya que pretendes llevarlos a tres meses de camino
del mar”.
Dicho esto, Cleómenes se dirigió acto seguido a su casa. Por su parte Aristágoras cogió un ramo
de olivo y se encaminó al domicilio de Cleómenes; y una vez que, en calidad de suplicante, hubo
entrado dentro, pidió a Cleómenes que hiciera salir a la criatura y le prestase atención (pues resulta
que, junto a Cleómenes, se encontraba su hija, cuyo nombre era Gorgo; precisamente era el único
vástago que tenía y, a la sazón, contaba ocho o nueve años de edad). Pero Cleómenes le invitó a
decir lo que quisiera, sin verse coartado por la presencia de la niña. En esta tesitura, Aristágoras,
sin más preámbulo, empezó por prometerle de entrada diez talentos, si accedía a satisfacer sus
demandas. Y, en vista de que Cleómenes rehusaba, Aristágoras fue aumentando progresivamente
la cifra, hasta que llegó a prometer cincuenta talentos [las cifras equivalen, respectivamente, a unos 260 y a
1.260 kg. de plata], momento en el que la niña exclamó: “Padre, si no te alejas de aquí, el extranjero
acabará por sobornarte”. Entonces Cleómenes, a quien, como es natural, le había hecho gracia la
sugestión de la niña, se retiró a otra habitación, por lo que Aristágoras abandonó definitivamennte
Esparta, sin que le fuera posible añadir nuevos detalles a propósito del camino que va hasta la corte
del rey.- HERÓDOTO: op. cit. Libro 5, Terpsícore, 49-51.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 165
En el invierno de 431, aquel en que se inició la guerra del Peloponeso, los atenienses celebraron
un solemne funeral para los primeros caídos. Desde una alta tribuna erigida en el camposanto
Cerámico, donde iban a descansar los restos de los héroes, habló Pericles. El gran estadista dedicó
pocas palabras (al comienzo y al final del panegírico) a los desaparecidos, pocas también a los
antepasados que habían luchado por la libertad contra la tiranía y contra los persas. No, esta vez
Pericles no dijo lo que solía decirse en tal trance. Su corazón rebosaba de otra cosa y él quería que
de ella rebosase el corazón de quien lo oyera: de la orgullosa república ateniense, hecha carne en
los ciudadanos, hecha historia en los héroes caídos, hecha verso en las clásicas tragedias y
comedias, hecha filosofía en la dialéctica de un Sócrates, hecha mármol en los luminosos edificios
de la Acrópolis.
“Nuestra constitución y toda nuestra vida cívica, en una palabra: nuestra ‘Politeia’ –dijo
Pericles-- se llama democracia, porque no está hecha para servir a una minoría, sino para la
mayoría. Aquí, todos, sin distinción, tienen iguales derechos en sus asuntos personales. En los 3.-
cargos públicos, nadie goza de preferencias por pertenecer a determinado grupo o partido; lo que
vale es su hombría de bien y la capacidad. Somos liberales en nuestros asuntos públicos, liberales
también en la vida diaria cuando juzgamos al prójimo. No nos hacemos los indignados cuando
alguna vez alguien, en busca del placer, da tal vez un traspié, ni le ponemos cara de vinagre. Sin
embargo, esa moral amplia y comprensiva (uno se siente tentado a caer en un anacronismo y a
traducir, ese “laissez faire, laissez passer”) en lo privado, no significa (siempre con las palabras
originales), no significa anarquía en los asuntos públicos, sino que va unido a un profundo respeto
a las leyes, especialmente las que nos protegen contra toda injusticia, y aquellas eternas, no
escritas, que creemos nadie puede transgredir sin ignominia”. Así Pericles. La máxima libertad del
individuo junto con la máxima validez de la ley, la codificada y la natural: he aquí el alto ideal que
abraza el insigne orador antiguo.
Una república, como él la intuyó, no es perfecta sin el progreso. Por ello, Pericles continúa (y su
auditorio tenía experiencia de oir la absoluta verdad):
Hemos procurado muchas ocasiones para que el espíritu pueda recrearse de las fatigas:
certámenes (deportivos y teatrales) y ceremonias solemnes durante todo el año y ese ‘confort’ cuyo
goce diario nos alivia la existencia”. Y más adelante sigue la celebérrima frase:
“Somos amantes de lo bello sin caer en el lujo, somos cultores de la ciencia y de las artes sin
afeminarnos”.
La cultura (así insinúa Pericles), la elevada cultura y la libertad individual son posibles sin
perjuicio de los intereses nacionales. La frase apunta obviamente contra el ciego colectivismo
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 167
belicoso de los lacedemonios... Tan alto concepto democrático ha de despertar en todos un espíritu
de responsabilidad:
“Para nosotros (volvemos a oir la palabra periclea), la riqueza sirve más para hacer obra que
para la ostentación; confesarse pobre no es vergüenza para nadie, pero es vergonzoso no salir de la
pobreza mediante el esfuerzo propio”. “Los mismos hombres se dedican a sus tareas particulares al
tiempo que a los asuntos públicos; pues entre nosotros, a aquel que se mantenga alejado de los
deberes cívicos no se le tiene por hombre amante de la paz y del ocio, sino por inservible”. La
libertad (así interpretamos las palabras citadas), la libertad no puede existir sin responsabilidad: la
libertad es un deber de acción.
“No creemos (de nuevo es Pericles quien habla) que las palabras perjudiquen la acción; por el
contrario la acción se debilita si antes de emprenderla no se la somete a una exhaustiva y crítica
discusión pública”... “Con estas ideas y realizaciones nuestra ciudad es una alta escuela de cultura
para toda Grecia”... / Bástenos, mis queridos oyentes, con estas citas del discurso de Pericles que,
aunque no sea el único que pronunció, claro está, es único.
Puede ser que la descripción de Atenas, dada en él, no corresponda del todo a la realidad; puede
ser que Tucídides, al intercalar el panegírico en el segundo libro de su obra, lo haya estilizado para
tornarlo arquetípico. De todos modos, el ideal que lo inspira ha demostrado su sempiterna fuerza
creadora a través de los casi 2400 años de historia que pasaron desde aquel memorable invierno de
431.
A más del aliento de la libertad, son tres los conceptos que vibran intrínsecamente en las
palabras de Pericles: el de lo bello, el de la idea, del ideal y el de la razón crítica; aquellos tres
conceptos griegos: kalón, idos y skopein que hace ya casi un trienio, me indujeron a dar –no tan
juguetonamente-- a estas charlas el nombre de Calidoscopio... Hasta la vista -¡qué digo!—mis
invisibles oyentes: hasta pronto, cuando ustedes gusten.- THIELE, Guillermo: “El discurso de
Pericles”; en su Calidoscopio. (Del griego καλός, bello; είδος, imagen y σκοπεϊυ, observar).
Ed. de homenaje. [Buenos Aires], B. Tornadú, (c1992). pp. 119-121.
Cuando las noticia de Pilos llegaron a Esparta [verano de 425 a.C.], se decidió alli que ante la
gran calamidad acaecida, los magistrados espartanos se personaran en el campamento y a la vista
de la situación tomaran al punto la decisión que les pareciera conveniente. Al darse cuenta de que
era imposible ayudar a los soldados de la isla y de que éstos corrían el riesgo de o perecer de
hambre o sucumbir ante un enemigo superior en número, decidieron concertar una tregua para la
región de Pilos con los generales atenienses, si éstos querían, y enviar a Atenas una delegación
para negociar la paz e intentar rescatar cuanto antes a sus soldados.
Los generales atenienses aceptaron la proposición y se concertó una tregua [...] y los
embajadores fuern enviados. Llegados éstos a Atenas, hablaron así: / [...]
“[...] Hagamos la paz en este momento en que aún no está decidida la victoria y en que vosotros
lográis una gloria mayor junto con nuestra amistad y nosotros conseguimos una buena solución de
este infortunio en lugar de un resultado deshonroso; elijamos con ello la paz en lugar de la guerra y
brindemos un descanso en sus padecimientos a los demás griegos, que os atribuirán a vosotros el
mérito mayor. Están, en efecto, envueltos en la guerra sin que haya claridad sobre quiénes la
comenzaron; mientras que si tiene lugar la reconciliación, que está ahora principalmente en
vuestras manos, os lo agradecerán a vosotros. Además, si tomáis esa decisión, os es posible hacer
de los lacedemonios vuestros fieles amigos, pues os incitan a ese proceder y en vez de sufrir ellos
una violencia, sois vosotros los que les hacéis un servicio. Mirad qué de ventajas es de esperar que
se encierren en esa acción vuestra; pues estando de acuerdo vosotros y nosotros, estad seguros de
que los demás griegos, al tener menor poderío, nos tributarán los mayores honores”.
Así hablaron los lacedemonios pensando que los atenienses ya antes habían estado deseosos de
paz, pero habían sido estorbados por la oposición de Esparta, y que al ofrecerles la paz la
aceptarían y devolverían con gusto los lacedemonios de la isla. Sin embargo, los atenienses
pensaban que teniendo bloqueados a los lacedemonios en Esfactería, la paz estaba en su mano para
cuando quisieran hacerla, y tenían mayores ambiciones. El que más les incitaba era Cleón, hijo de
Cleéneto, que era por aquella época dirigente del partido popular y el más escuchado por la
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 168
multitud; éste decidió al pueblo a contestar que se exigía que los lacedemonios de la isla se
entregaran con sus armas y fueran conducidos a Atenas, y que una vez que llegaran, los
lacedemonios podían recobrar sus hombres y hacer la paz por el tiempo que convinieran […]. .
3.- Nada replicaron los lacedemonios a aquella respuesta, sino que invitaron a los atenienses a
elegir unos comisionados que se reunieran con ellos de forma que haciendo cada parte sus
propuestas y oyendo las del otro, pudieran tras muchas concesiones llegar tranquilamente a un
acuerdo sobre cada punto discutido; pero entonces Cleón se lanzó furiosamente al ataque, diciendo
que ya antes se había dado cuenta de que las intenciones de los lacedemonios no tenían nada de
bueno, y que ello era claro también ahora, ya que no querían hablar ante el pueblo y pretendían
reunirse con unos pocos comisionados; y les invitó a hablar en público si es que tenían alguna
pretensión honorable. Al ver los lacedemonios que no les era posible hablar ante el pueblo si
querían hacer alguna concesión en vista del contratiempo sufrido, no fueran a perder prestigio ante
sus aliados si su propuesta no era aceptada, y que además los atenienses no estaban dispuestos a
acceder a sus proposiciones en términos moderados, se marcharon de Atenas sin conseguir ningún
resultado. /
Tan pronto como los embajadores lacedemonios llegaron a Esparta, quedó terminada la tregua
de Pilos [...] /
Todavía continuaban los atenienses el asedio de los lacedemonios de Esfactería y el ejército
peloponesio de tierra firme se mantenía en sus posiciones. El bloqueo resultaba molesto para los
atenienses por falta de víveres y de agua, pues no había más fuente que una sola situada en la
ciudadela de Pilos y ésta poco abundante, y la mayoría de los soldados escarbaban en la arena de la
playa y bebían el agua propia de aquel lugar. [...] Lo que mayor depresión producía en los
atenienses era que la duración del asedio se prolongaba contra toda previsión, pues habían creído
que podrían rendir a los espartanos en pocos días, dado que se hallaban en una isla pequeña y sólo
disponían de agua salobre. La causa de ello estaba en que los lacedemonios habían pedido
voluntarios para llevar a la isla harina de trigo, vino, queso y los demás alimentos apropiados para
un asedio; ofrecieron como recompensa mucho dinero y prometieron la libertad a los hilotas que
hicieran entrar los víveres.[...] Lacedemonios y atenienses recurrían a toda clase de
procedimientos, los unos para hecer llegar víveres a la isla y los otros para que los primeros no
escaparan a su vigilancia.
Luego que llegó a Atenas la noticia de que el ejército estaba en situación apurada y entraban
provisiones en la isla, los atenienses quedaron llenos de inquietud y de temor de que llegara el
invierno sin haber acabado aún el bloqueo; pues veían que entonces les sería imposible llevar
víveres al ejército por la vía marítima en torno al Peloponeso, ya que el ejército expedicionario
ateniense se hallaba en un lugar despoblado y ni siquiera en verano eran capaces de enviarles
víveres suficientes, y que por otra parte no habría posibilidad de mantener el bloqueo en un lugar
carente de puertos, sino que o bien aflojarían ellos la vigilancia y se salvarían los lacedemonios, o
bien éstos lograrían escapar a favor del temporal en los barcos que les llevaban las provisiones. Sin
embargo, su mayor preocupación era que pensaban que si los lacedemonios ya no les hacían
proposiciones pacíficas era por tener algún motivo de confianza; y se arrepentían de no haber
aceptado la paz. Y dándose cuenta Cleón de que le miraban con malos ojos por haber estorbado la
conclusión de la paz, aseguraba que los que traían aquellas noticias no decían la verdad. Sin
embargo, su mayor preocupación era que pensaban que si los lacedemonios ya no les hacían
proposiciones [...].- TUCÍDIDES: op. cit. libro iv, 15-16, 20-23, 26-27.
Sócrates.- Dicen que cerca de Naucratis, en Egipto, hubo un dios, uno de los más antiguos del
país, aquél a quien se consagra el pájaro que los egipcios denominaban ibis. Este dios se llamaba
Theuth; inventó, según se dice, el cálculo, la geometría, la astronomía, los juegos de ajedrez y
dados, y finalmente, la escritura.
Reinaba entonces en el país el rey Tamo, habitaba la gran ciudad del Alto Egipto que los griegos
llamaban Tebas la egipcia, protegida por el dios Ammón. Theuth vino a su encuentro, le enseñó las
artes que había inventado y le dijo que era necesario propagarlas entre los egipcios. El Rey le
preguntó por la utilidad de cada una de aquellas artes; Theuth le explicó detalladamente sus
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 169
aplicaciones, y Tamo iba censurando o aprobando, según le parecían más o menos satisfactorias
aquellas explicaciones, Muchas razones dio el Rey al inventor, en pro y en contra de cada una de
aquellas artes, y sería largo enumerarlas. Cuando llegaron a la escritura, dijo Theuth:
3.- “Esta invención, ¡oh Rey!, hará más sabios a los egipcios y aliviará mucho su memoria; yo he
descubierto un medio contra la dificultad de aprender y retener”. “Ingenioso Theuth –respondió el
Rey-, el genio que inventa las artes no es lo mismo que la sabiduría, que aprecia las ventajas y los
inconvenientes de sus aplicaciones. Tú, como padre de la escritura y apasionado de la
invención, le atribuyes un efecto contrario a su efecto verdadero En el ánimo de los que le
conozcan sólo producirá el olvido, pues les hará descuidar la memoria; y fiándose en ese extraño
auxilio, dejarán a los caracteres materiales el cuidado de reproducir sus recuerdos cuando en el
espíritu se hayan borrado. No has hallado un medio de cultivar la memoria, sino de despertar la
reminiscencia; y por dar a tus discípulos la ciencia les das la sombra de ella. Pues cuando hayan
aprendido muchas cosas sin maestro, se creerán bastante sabios, no siendo en su mayoría sino unos
ignorantes presuntuosos, insoportables en el comercio de la vida”. / [...]
Sócrates.- Así, el que piensa transmitir un arte consignándolo en un libro, y el que cree a su vez
aprenderlo en él, como si los caracteres pudieran darle una instrucción clara y sólida, son en
verdad harto inocentes, e ignoran sin duda el oráculo de Ammón si piensan que un escrito puede
ser otra cosa que un medio de refrescar los recuerdos del que ya conoce el asunto que en él se trata.
/ [...]
Sócrates.- Tal es, querido Fedro, el inconveniente de la escritura y el de la pintura; las
producciones de este último arte parecen vivas; pero al interrogarlas, guardan gravemente el
silencio; lo mismo ocurre con los discursos escritos: cuando los oyes, crees que piensan; pero
pídeles alguna explicación sobre el asunto que en ellos se contiene, y siempre responderán lo
mismo. Lo que una vez se ha escrito pasa de mano en mano de los que entienden el asunto a los
que lo desconocen y no saben cuándo se debe hablar y cuándo callarse. Si se ve despreciado o
injustamente insultado siempre un escrito necesita que su autor lo defienda, pues él, por sí mismo,
es incapaz de defenderse y de rechazar ataques.- PLATON: Phaidros, 274-275. (pr. s. IV a. C.).
LA ALEGORÍA DE LA CAVERNA
[...] Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada
abierta, en toda su extensión, a la luz; en ella desde niños están con las piernas y el cuello
encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de sí, porque las cadenas les
impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos de ellos hay la luz de un fuego que
brilla detrás de ellos, y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual
imagínate un tabique construído de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante
del público para mostrar, por encima [del biombo], los muñecos.
- Me lo represento.
- Ahora imagínate que del otro lado del tabique pasan sombras que llevan toda clase de
utensilios y figurillas de hombres, y otros animales hechos en piedra y madera y de todas clases; y
entre los que pasan unos hablan y otros se callan.
- Extraña comparación haces y extraños [son estos prisioneros].
[Pero son] como nosotros. Porque, en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos o unos de
otros otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente
a ellos?
- Claro que no, si toda la vida están forzados a no mover las cabezas.
- Y lo mismo con [los objetos que llevan] los que pasan [no pueden mirar más que lo proyectado
por el fuego].
- Ciertamente.
- Pues bien, si dialogaran entre sí, ¿no crees que entenderían que es a las cosas reales que están
nombrando, tal como las ven?
- Necesariamente.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 170
- Y si la prisión tuviera un eco desde el lado que tienen delante, y alguno de los que pasan [del
otro lado del tabique] hablase, ¿te parece que creerán que lo que oyen [proviene] de otra cosa que
de la sombra que pasa delante de ellos?
- No, por Zeus.
- ¿Y los prisioneros no tendrán por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales?
3.- - Es de toda necesidad.
- Examina ahora qué les sucedería naturalmente si se produjese una liberación de sus cadenas y
una curación de su ignorancia. Si se liberase [a uno de ellos] y forzase a levantarse repentinamente
y volver el cuello y marchar mirando la luz, al hacer todo esto sufriría y a causa del descubrimiento
sería incapaz de ver aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué crees que respondería
si se le dijese que lo que ha visto hasta entonces eran tonterías, y que, en cambio, ahora [está] más
próximo a la verdad y vuelto hacia las cosas más puras y mira correctamente? ¿Y si se le mostrara
cada uno [de los hombres] que pasaban [del otro lado del tabique] y se lo obligara a contestar a
preguntas sobre lo que son, no crees que se sentirá en dificultades y que considerará las cosas que
antes veía como más verdaderas que las que se le muestran ahora?
- Mucho más verdaderas.
- Pues bien, y si se lo forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de
eludir [la luz] y volverse hacia aquellas cosas que podía mirar, considerando que ésas son
realmente más claras que las que se le muestran?
- Así es.
- Y si por la fuerza se lo hiciera arrastrar por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes
de llevarlo hasta la luz del sol, ¿acaso no sufriría y se irritaría por ser arrastrado y después de llegar
a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora
decimos verdaderos?
- Ciertamente, si le sucede repentinamente.
- Tendría que acostumbrarse para poder llegar a mirar las cosas de arriba. Primeramente miraría
con mayor facilidad las sombras, y después las figuras (eídola) de los hombres y de las otras [cosas
reflejadas] en las aguas, luego [los hombres y las cosas] mismas. En seguida, contemplaría de
noche las [cosas que hay] en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y a la luna, más
fácilmente que durante el día, el sol y la [luz] del sol.
- Claro está.
- Por fin, pienso, podría mirar el sol no en imágenes (phantásmata) en el agua ni en otros
medios, sino en-sí y por-sí, en su propia región, y contemplar cómo es.
- Necesariamente.
- Y después de esto, con respecto al [sol] concluiría que es lo que produce las estaciones y años
y que gobierna todo lo que [hay] en el lugar, que se ve, y que es causa, de algún modo, de las cosas
que ellos habían visto.
- Es evidente que llegaría a estas [conclusiones] después de todo esto.
- Ahora bien, si él se acuerda de su primera morada, y de la sabiduría que allí [se creía tener], así
como de sus compañeros de cautiverio, ¿no crees que se sentiría feliz del cambio y se apiadaría de
ellos?
- Ciertamente.
- Respecto de los honores y elogios que se daban unos a otros, y de las recompensas para el que
con mayor agudeza divisaba las cosas que pasaban [detrás del tabique], y al que más se acordaba
cuáles habían desfilado antes y cuáles después en forma habitual, y a aquel de ellos que fuera más
capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría ansioso respecto a ellos y que envidiaría
a los más honrados y poderosos de aquellos? ¿O no le pasaría como al [Aquiles] de Homero, y
preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre o soportar cualquier cosa antes que
[volver] a su anterior modo de conjeturar y la vida de otrora?
- Yo también creo que padecería cualquier cosa antes que soportar la vida de otrora.
- Y ahora concibe esto. Si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento [anterior] ¿no
tendría los ojos ofuscados por tinieblas, al llegar repentinamente del sol?
- Claro que sí.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 171
- Y si tuviera que discriminar nuevamente aquellas sombras en ardua competencia con aquellos
que han tenido siempre cadenas, vería confusamente hasta que los ojos se reacomodaran a ese
estado y se acostumbraran [nuevamente], en un tiempo nada beve, ¿no se expondría al ridículo y a
que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se hubiese estropeado los ojos, y que ni
3.- siquiera valía la pena intentar marchar arriba? Y si intentara desatarlos y conducirlos [hasta
arriba] si pudieran tenerle en sus manos y matarlo, ¿no lo matarían? / - Seguramente.- PLATÓN
Atenas, 428/27-347 a.C): La república (Politeía), vii, 514-517. (escrita de 390 a 380 a.C.).-
Fuente: EGGERS LAN, Conrado: El sol, la línea y la caverna. Buenos Aires, Eudeba.
LAS HECHICERAS
¿Dónde están mis laureles? (1) / (1) Las ramas y hojas de laurel se empleaban en los encantamientos. El
laurel se ofrecía en honor de Apolo (así, en las fiestas llamadas Dafneforias). Las pitonisas, antes de dar los oráculos,
solían mascar laurel, en la creencia de que contribuía inspirarles el don profético. / Trae, Testilis (2). / (2) Testilis
es una esclava de Simeta, la protagonista. Es la única persona que la acompaña durante esta noche. Como se verá, más
tarde Simeta se quedará sola. / ¿Dónde están los filtros? Corona la copa con purpúreo vellón de oveja
(3), / (3) Se refiere, literalmente, a finísimos copos de lana, teñidos de rojo. Deyanira utilizó también un blanco vellón
de lana de oveja para impregnar la túnica de su esposo con la sangre del Centauro, creyendo que aquel ungüento le
devolvería el amor del infiel Heracles. (Asím, en Las Traquinias, de Sófocles) / pues quiero apresar en mis
lazos al que es mi tormento, al varón querido; doce días lleva ya, ¡desdichado!, sin venir junto a
mí, sin saber si hemos muerto o seguimos viviendo, sin llamar a mis puertas ¡tirano! Sin duda Eros
se ha llevado a otra parte sus volubles deseos…- y Afrodita (4). / (4) Eros y Afrodita son los dioses que
han provocado la infidelidad de Delfis, el amante de Simeta. Eros personificaba para los griegos el ansia incontenible
de amar. Acompañaba a Afrodita, la diosa de la belleza y del amor . / Iré a la palestra de Timageto, mañana,
para verle, y le censuraré lo que hace conmigo. Ahora, quiero cautivarle al conjuro de sacrificios.
Mas tú, Luna, brilla con bella luz; a ti te cantaré bajito, diosa, y a la infernal Hécate (5), / (5) Nuestra
abandonada amante invoca a Selene (Luna) y a Hécate, como diosas de los encantamientos. Selene representaba la
noche, propicia para las hechicerías. Hécate aparecía en las noches de luna llena acompañada de sus perros, que
simbolizaban las almas errantes de los muertos; vivía entre las tumbas, y en los mismos hogares, y solía presentarse en
las encrucijadas. Todavía hoy las sencillas gentes de los campos suelen sentir supersticioso temor al escuchar en las
largas noches invernales el aullido lejano de los perros. / ante quien hasta los perros tiemblan, cuando ella
se pasea por los túmulos de los muertos y la negra sangre. ¡Salud, Hécate horrible! ¡Ayúdame
hasta el fin, haz que mis pócimas no sean inferiores a las de Circe, ni a las de Medea, ni a las de la
rubia Perimeda! (6). / (6) Circe, Medea y Perimeda fuero famosas hechiceras. Medea dio nombre a una de las más
bellas tragedias de Eurípides. Para circe, cf. El canto X de la Odisea […].
Iynx, tú atrae hasta mi casa a aquel, a mi hombre (7). / (7) Inc. Es un pájaro, el torcecuello; se usaba en
las hechicerías amorosas. Atado a un disco, se hacía girar vertiginosamente, con conocida intención mágica. Es posible
que lo que se dice unos versos más adelante guarde relación con esta costumbre. Inc. Puede ser también el mismo
disco que se usaba en estos encantamientos amorosos. Así, traduce Gow: “My magic wheed”, “Mi disco mágico”.
Harina es lo primero que tengo consumiéndose al fuego. Mas, ve espolvoreándola, Testilis.
¡Infeliz! ¿Adónde se te han volado las mientes? ¿Acaso, infame, también para ti soy motivo de
burla? Esparce, y a la vez di esto: “Esparzo los huesos de Delfis.”
Iynx, tú atrae hasta mi casa a aquel, a mi hombre.
Delfis me trajo el suplicio; y yo para Delfis quemo laurel. E igual que éste cruje al contacto del
fuego, y arde instantáneo, sin que ni siquiera veamos sus cenizas, así pido yo que la carne de
Delfis se consuma en la llama.
Iynx, tú atrae hasta mi casa a aquel, a mi hombre.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 174
Como yo estoy fundiendo esta cera, ayudada por la diosa, ¡que así se desahaga de amor
enseguida el Mindio Delfis! Y como este disco de bronce da vueltas al conjuro de Afrodita, ¡así
aquél dé mil vueltas en torno a mis postigos!
Inc., tú atrae hasta mi casa a aquél, a mi hombre. / […]
4.- La monarquía
1) Los reyes. Imperium: auspicios, mando militar, administración, justicia.
Colaboradores: Varios, entre ellos 2 cuestores (=interrogadores).
Leyenda de fundación: Eneas. Alba Longa, Númitor. Rea Silvia. Rómulo y Remo (753 a.C.)
Primer Senado. Tres tribus gentilicias: Ramnes, Tities, Luceres. Rapto de las sabinas.
Reyes sabino-romanos: Numa Pompilio. Tulio Hostilio (Alba Longa). Anco Marcio (Ostia).
“ etruscos: Tarquino el Antiguo. Servio Tulio (Primer muro); 4 tribus territoriales; 5 clases
de ciudadanos, más extra classem e infra classem; Centurias; Legión. Tarquino el
Soberbio (Lucrecia).- Junio Bruto y Tarquino Colatino.
2) El Senado. Los jefes de las gens, a título propio: provee inter rex. Autorizan decisiones de
los. Comicios.
3) Los Comicios: voto corporativo, por curias, por tribus, por centurias. .
a) Curiados. Patricios exclusivamente. Organización gentilicia: 30 curias, 10 por cada tribu
originaria (clientes incluidos, cada una 100 jinetes y 1000 infantes). Aceptación del rex (lex
curiata de imperio).
Carácter originario político, religioso, gentilicio, administrativo y militar.
b) Tribados. Patricios y plebeyos. Organización regional de los propietarios por la
circunscripción de su propiedad. Finalidad originaria: unidades de leva militar.
c) Centuriados. Patricios y plebeyos. Carácter político-militar. Campo de Marte. Legión.
La res publica
1) Magistraturas: electivas, anuales (excepto dictador y censor), colegiadas (excepto
dictador, y pretor).- Edictos. Originariamente todas patricias.
a) Ordinarias, mayores (auspicios), con imperium (formalizado por los Comicios curiados)
convocan y presiden Senado y Comicios
- Cónsules: 2, elegidos en Comicios centuriados convocados por un cónsul. 12 lictores c/u.
- Pretores: 1, originariamente (después llamado Urbano, colega menor de los cónsules).
Declarar principios jurídicos. Elección como los cónsules. 6 lictores.- Después se añade uno
Peregrino, cuando una o las dos partes del juicio no es romana.- Después Provinciales.
b) Ordinaria, mayor, sin imperio.
- Censores: 2, elegidos cada 5 años, se desempeñaban en 18 meses. Censo. Clasificación de
ciudadanos.- Lista de senadores. Vigilancia moral. Elección como los cónsules pero
investidos por los mismos C. centuriados por una lex de potestate censoria.
c) Ordinarias, menores, sin imperium (o con imperio accidental y en raras ocasiones).
- Ediles: parte curules (es decir: patricios), elegidos por los Comicios tribados; parte plebeyos,
elegidos necesariamente por los concilios de la plebe. Cuidado y vigilancia de la ciudad,
mercados, juegos, etc..- Los curules, con sus edictos sobre mercados fueron fuente del
derecho honorario en la materia.
-Cuestores: llegaron a 40 (2 custodiaban el erario), elegidos en C. tribados. Funciones
administrativo-financieras; algunos asistían a gobernadores de provincia.
d) Ordinaria, originariamente no era magistratura, al igual que los ediles plebeyos
- Tribunos de la plebe: Originariamente 2, llegaron a ser 10; elegidos por los Concilia plebis.
Auxilio a plebeyos perseguidos; veto que alcanzaba a Magistrados y Senado, no a los
Comicios.- Al integrarse la plebe al pueblo, pasaron a ser magistrados así como los ediles
plebeyos: entonces conservaron todas sus atribuciones y modalidades, recibiendo dos de las
facultades del imperium: convocar y presidir Senado y Comicios. Sila les privó de la
intercessio (veto), dejándoles solamente el auxilium.
e) Extraordinarias.
- Dictador: Originariamente Jefe de la Legión: imperium maius (estrictamente militar, sin
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 177
jurisdicción ni administración civil, sin embargo limitado al motivo de su institución).
Nombrado por uno de los dos cónsules, generalmente por indicación del Senado y entre los
senadores consulares. 24 lictores.
- Magíster equitum (Jefe de la Caballería): Auxiliar y colega menor del dictador, quien lo
4.- nombraba; como tal colega tenía también imperium y no poder delegado.
El cursu honorum
- No se puede desempeñar dos magistraturas simultáneamente, pero sí una ordinaria y otra
extraordinaria.
- Para asumir nuevamente una magistratura, según un plebiscito del año 342 a.C., debe haber
transcurrido un intervalo de diez años por lo menos. Desde el año 265 a.C. estaba prohibida
la reelección para la censura, y por el año 151 a.C. se prohibió para el consulado.
- Entre el ejercicio de dos magistraturas curules distintas deben transcurrir dos años como
mínimo.
- Por la Lex Villia del 180 a.C., para presentarse a cualquier magistratura es necesario haber
estado inscrito en diez levas anuales. Como se comenzaba el servicio militar a los diecisiete años,
esto significaba el requisito de una edad mínima de veintisiete.
- Hay un orden de prelación entre las magistraturas –certus ordo magistratum-, que no era
obligatorio pero sí consuetudinario. Era previa la cuestura con relación a la pretura, y ést respecto
del consulado. Parece que éste había sido también, condición previa a la dictadura o a la censura.
2) Senado: Composición: generalmente 300 ex magistrados; designados por los Censores, con
carácter vitalicio. Ex censores, ex dictadores, ex cónsules y ex pretores: casi siempre
automáticamente y en bloque; ex tribunos, ex ediles, ex cuestores y ciudadanos por algún motivo
meritorio: seleccionados.
- Funcionamiento: Convocado y presidido por un magistrado con imperium. Pero ninguna
disposición expresa le impedía autoconvocarse. No existía requisito alguno de quorum, no
precisaba auspicios, podía funcionar en días nefastos y en cualquier lugar. Un magistrado igual
o mayor que el convocante, así como el tribuno de la plebe, sí podían invalidar su decisión,
aunque no impedir la sesión. Absoluta libertad de palabra
- Atribuciones: Supremo control político-institucional.
Proveer inter-rex ante falta absoluta de magistrado con imperium; uno cada 5 días.
Auctoritas patrum: Autorizar las decisiones de los Comicios.
Senado consultos: Responder consultas de los magistrados con imperium; éstas no tenían
fuerza de ley, pero en la práctica eran incorporadas a la potestad del magistrado consultante (salvo
la intercessio de otro magistrado con igual o mayor potestas). Así intervenía decisivamente en:
Administración de bienes estatales, política exterior, suprema dirección de operaciones
militares, atribución de gobiernos provinciales, de triunfos, ovaciones, etc., el culto nacional,
necesidad del dictador, etc.
3) Comicios: “Asambleas populares”: convocadas y presididas necesariamente por un magistrado
con imperium; sometidos a la auctoritas patrum, votan leyes.
a) Curiados: Conservan carácter político-religioso y gentiicio. Confieren imperium a cónsules,
pretores y dictador. Asuntos religiosos y familiares.
b) Centuriados: Carácter militar y político (paulatinamente conservan sólo éste). .
Principio timocrático: Caballeros (extra classem)= 18 centurias; 1ª. clase infantes= 80
centurias; clases II a V, inclusive= 90 centurias; infra classem= 5 centurias (2 de artesanos que
votan con la clase II, 2 de músicos que votan con la clase IV, 1 de proletarii).- En cada clase,
además, mitad de centurias de seniores (de 46 a 60 años) y mitad de juniores (de 17 a 45
años).- Elección de magistrados mayores; investidura de Censores y Declaración de guerra
(ambas leyes con exclusividad, así como la apelación en los juicios capitales). Reunión en
Campo de Marte, fuera de la ciudad, y armados.
c) Tribados: Carácter administrativo y político. Elegían magistrados menores. Entendían en
apelación por multas o composición. Leyes sobre derecho privado. Reunión en el Foro.
d) Concilios de la plebe: Exclusivamente plebeyos, en base a su domicilio. Elección de
Tribunos y Ediles de la plebe. Votan Plebiscitos: en origen sólo obligatorios para los plebeyos;
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 178
después –al igual que las leyes, votadas por los Comicios- para todo el Pueblo, incluso para los
patricios no representados.- Competencia sobre atentados a la libertad de la plebe y de sus
“magistrados”.
3.- Luchas sociales. Guerras civiles. Imperio y Paz Romana (133-31 a.C.)
Los Graco (Tiberio y Cayo), tribunos de la plebe (133-123).
Mario vence a Yugurta, a cimbros y teutones; reforma del ejercito (111-101).
Primera y Segunda guerra contra Mitrídates del Ponto. Dictadura de Sylla (88-79)
Pompeyo vence en Hispania a los últimos partidarios de Mario (80-71.
Guerra servil encabezada por Espartaco (73-71). Craso.- Conjuración de Catilina (63).
“Primer triunvirato”: Pompeyo-Craso-César.- Consulado de César, Las Galias (60-50).
Segundo Triunvirato: M. Antonio-Octavio-Lépido (rei publicae constituendae). Lex Titia.
Vencidos los republicanos y Sexto Pompeyo; puesto a un lado Lépido.
Octavio y Antonio.- Octavio, en Roma, declara el fin de la Guerra Civil (36).
Octavio contra Antonio en Alejandría, como guerra con una potencia extrajera.
Batalla de Actium (31).- Octavio “Augusto”, único titular.del Imperio.
LAPIEZA ELLI, Ángel Enrique: Esquema histórico institucional introductorio al estudio del
derecho romano. Buenos Aires, La Ley, 1968.- GRIMAL, Pierre: El helenismo y el auge de
Roma. […]. Madrid, Siglo XXI, (c1972). (Historia universal, 6).
Sosia.- ¿Habrá hombre más atrevido que yo, que conociendo como conozco las costumbres de
los jóvenes, ando solo a estas horas de la noche? ¿Qué haré si los triunviros me meten en la cárcel?
Mañana me sacarían de la sombra para llevarme a los azotes, sin permitirme defensa, ni poder
esperar socorro alguno de mi amo, ni haber nadie que no creyese que me lo tengo merecido.
Mientras tanto, ocho gañanes me golpearían como si fuese un yunque. Tal será la acogida que me
dará la república a mi regreso del extranjero. Y todo por la impaciencia de mi amo, que me ha
hecho salir del puerto, mal de mi grado, a esta hora de la noche. ¿No podía esperar al alba para
enviarme a este recado? ¡Cuán duro es servir a un poderoso y cuán desgraciado es el esclavo de un
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 179
rico! De día y de noche hay tantas cosas que hacer o que decir, que no puedes parar ni un instante.
Y el amo, libre de necesidades y de fatigas, cree que cualquier cosa que se le pueda ocurrir es
hacedera. Considérala sensata y ni repara en el trabajo que dará ni le importa que sea justa o
4.- injusta. De aquí viene que en la esclavitud se sufren tantas iniquidades, pero hay que soportar y
llevar este peso con toda su fatiga.
Mercurio (aparte).- Más propio sería que me quejara yo de la condición servil. Hoy mismo aún
era libre, y mi padre me ha reducido a esclavitud. ¡y éste que se lamenta es esclavo de nacimiento!
Sosia.- En verdad que soy un bellaco esclavo. ¿Se me ha ocurrido acaso, desde que he llegado,
invocar a los dioses y agradecerles los beneficios de que me han colmado? Por Pólux, que si me
dispensaran su gracia según mis méritos, me mandarían un bravucón que, apenas pusiese el pie en
tierra me rompiese la cara, pues que tanta ingratitud y tanta indiferencia he mostrado por sus
mercedes.
Mercurio (aparte).- Éste hace una cosa poco común: sabe de lo que es digno.
Sosia.- Ha ocurrido lo que nunca creí ni creyó tampoco nadie de la ciudad: Volvemos sanos y
salvos a posesionarnos de nuestra casa; nuestras legiones regresan victoriosas a la patria, el
enemigo ha sido exterminado y ha acabado la mayor de todas las guerras. La ciudad que tanto luto
prematuro infligió a Tebas ha sido vencida y tomada por el esfuerzo y el valor de los nuestros, y
sobre todo por el mando y los auspicios de mi amo Anfitrión, que ha enriquecido a sus paisanos
con el botín, la tierra y la gloria, y que ha asegurado a Creón en el trono de Tebas. Apenas hemos
llegado al puerto, me ha remitido por delante a su casa para que dé cuenta a la esposa [...] / […]
Anfitrión (aparte).- Por Pólux, que estoy seguro de que mi llegada colmará todos los deseos de
mi mujer, que me ama tanto como yo la amo a ella, sobre todo después de volver con bien de
vencer a los enemigos, Nadie hubiera creído que se pudiese derrotar a aquellos a quienes con mis
auspicios y mi autoridad destruímos en el primer encuentro. Estoy cierto de que me espera y de
que mi llegada satisfará sus anhelos. / […]
Alcmena.- Pero ¿por qué vuelve si tanta prisa decía tener ahora mismo? ¿Querrá ponerme a
prueba mañosamente y experimentar lo que me duele su ausencia? Por Cástor, que aun así, su
regreso no me disgusta.- PLAUTO (254-184 a.C.): Anfitrión. Acto i, escena 1; acto ii, escena 2.
Traducción de Pedro Voltes Bou.
Euclión.- Hoy he querido emprender una heroicidad y sacar el vientre de mal año en las bodas
de mi hija. Voy al mercado, pregunto a cuánto va el pescado, me lo ponen por las nubes; el cordero
está caro; el buey, la ternera, el atún, el tocino, todo caro. Y tanto más caro cuanto que yo no tengo
dinero. Me he ido enfurecido, porque no he podido comprar nada. ¡Ya les he fastidiado a todos
aquellos desvergonzados! Después, por el camino, he empezado a meditar: “Si te prodigas en las
fiestas, tendrás que ayunar en los demás días, a no ser que antes hayas ahorrado”. Después de
haber planteado esta reflexión a mi estómago y a mi conciencia, he vuelto a mi decisión de dar a la
hija en matrimonio con tan poco gasto como pueda. He comprado este poquito de incienso y unas
coronas de flores para ponerlas sobre el fuego en honor de nuestro dios Lar, y que haga feliz la
boda de mi hija. Pero ¿qué veo? ¿La casa abierta? ¡Y qué estrépito dentro! Pobre de mí, ¿me
estarán saqueando?
Congrión (Dentro).- Ve a pedir, si puedes, una olla mayor a los vecinos. Ésta es pequeña: no
cabe nada en ella. / [...]
Estróbilo.- El deber de un buen esclavo consiste en obrar como yo, y en ejecutar con prontitud y
agrado las órdenes del amo, pues el esclavo que desea que su dueño esté satisfecho de sus servicios
debe pensar primero en éste y luego en sí mismo. Cuando duerma, duerma recordando que es
esclavo. Así, pues, cuando uno está al servicio, como yo lo estoy, de un amo enamorado, si lo ve
dominado por la pasión, su obligación estará en frenarlo para bien suyo, y no en empujarlo al
abismo. A la manera que los niños cuando aprenden a nadar, se ponen cintos de mimbre para no
cansarse tanto y para poder mover las manos con más desenvoltura, del mismo modo considero
que el esclavo ha de servir de flotador al amo enamorado para sostenerle y que no se sumerja. Sepa
adivinar las órdenes de su amo, de manera que con un golpe de vista lea lo que expresa su frente y
corra a poner por obra sus deseos con más celeridad que una cuádriga al galope. Quien cuide de
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obrar así se librará del aviso del látigo y no hará herrumbrar con su sudor los grilletes. Ahora bien,
mi amo está enamorado de la hija de este mísero Euclión; le han hecho saber que la dan en
matrimonio a Megador y me ha enviado acá a atalayar y hacerle saber cuanto ocurra. Voy, pues, a
4.- sentarme sin despertar sospechas en este sagrado altar. Desde aquí podré advertir lo que hagan
unos y otros.- PLAUTO: La comedia de la olla (Aulularia). Acto ii, escena 4; acto iv, escena 1.
Cremes: Aunque el trato que existe entre nosotros es muy reciente, porque data del día en que
compraste este campo cercano al mío, y no ha habido casi relación entre nosotros, tu mérito y la
vecindad, que tengo por cosa muy pareja a la amistad, me dan pie para hacerte notar con franqueza
que te esfuerzas más de lo que conviene a tu edad y de lo que necesita tu hacienda.
Pues, ¡por los dioses y los hombres! ¿Qué pretendes? ¿Qué te propones? Tienes sesenta años
ya, y sospecho que quizá más. Nadie tiene en esta comarca mayor ni mejor heredad que la tuya.
Como si no tuvieses ninguno de tus muchos esclavos, emprendes incansablemente el trabajo de
ellos. Nunca salgo de casa tan pronto ni regreso a ella tan tarde, que no te vea cavar, arar o llevar
algo en la huerta. Jamás estás ocioso ni miras por tu salud, y estoy cierto de que tu trabajo no lo
tomas por diversión. Quizá me dirás que tus siervos no hacen las cosas a tu gusto, mas si
emplearas en dirigirlos el ardor que pones en ejecutar su tarea ganarías mucho en ello.
Menedemo.- ¿Tan desocupado estás, Cremes, que te queda tiempo para interesarte en las cosas
ajenas que no te tocan en nada?
Cremes.- Soy hombre, y nada humano me es extraño. [“Homo sum: humani nihil a me alienum
puto”]. Considera que te aconsejo, o que te pido consejo a ti, para que si lo que haces es bueno, yo
lo haga también, y si no, te lo repruebe. / [...]
Cremes.- Habla ahora.
Menedemo.- Tengo un hijo mozo. ¡Ay! ¿Por qué digo que lo tengo? Lo tuve, Cremes. Ahora ya
no sé si lo tengo o no.
Cremes.- ¿Cómo es esto?
Menedemo.- Ya lo verás. Está aquí una vieja pobre, venida de Corinto. mi hijo se enamoró de su
hija tan perdidamente que la miraba ya como esposa suya. Y yo, sin saber nada. Cuando caí en la
cuenta, no procedí con suavidad, ni como merecía el alma enferma del muchacho, sino con dureza,
como suelen hacerlo los padres. Le reñía cada día: “¿Te figuras que te he de consentir mucho
tiempo que, mientras tu padre vive, tengas por esposa a la amiga? Clinias, si tal piensas, yerras, y
muestras no conocerme. Sólo quiero que te llames hijo mío mientras muestres ser digno de serlo; y
si no lo hicieres, ya consideraré lo que debo hacer contigo. Todo esto viene de tu mucha ociosidad.
Cuando yo tenía tus años, no cuidaba de amores, sino que, movido por la pobreza, me fui al Asia y
allí gané con las armas honra y provecho”.
Hasta tal punto le removí, que el muchacho, oyendo tantas veces lo mismo, dicho con severidad,
creyó que por mis años y por el amor que le tenía, yo veía más claro que él. Se me fue, Cremes, al
Asia a sevir al Rey de Persia.
Cremes.- ¡Cómo!
Menedemo.- Ya hace tres meses que partió.
Cremes.- Ambos tenéis la culpa, pero su actitud es muestra de ánimo honrado y valeroso.-
PUBLIO TERENCIO AFRICANO (c. 195-158 a.C.): “El verdugo de sí mismo
[Heavtentimervmenos]”. (163 a.C.)..- Trad. del latín y pról. P. Voltes Bou. Barcelona, Iberia,
(c1990). Acto i, escena 1.
Mición.- ¡Eh, Estorax! Aun no ha vuelto Esquino de la cena de anoche, ni criado alguno de los
que le fueron a buscar.
Es muy cierto el dicho de que, si estás ausente de tu casa y te retrasas, es preferible que te ocurra
lo que tu mujer, airada, supone, que lo que temen tus parientes, propicios. La mujer, si os
demoráis, piensa que estáis en amores, o que andáis de banquete, o que os regaláis, mientras ella
sufre a solas. Pero yo, ¡qué cosas imagino al no haber vuelto ya mi hijo! ¡Cuántas figuraciones me
ponen en zozobra! Me temo que se habrá resfriado, o caido, o lisiado. Ah, ¿será posible que
alguien extreme tanto el cariño hacia otro, que le ame más que a sí mismo? Y aun éste no es hijo
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 181
mío, sino de mi hermano, el cual desde su niñez es de condición muy diversa de la mía. Yo he
habitado en la ciudad tranquila y plácidamente desde mis primeros años, y, lo que algunos
consideran venturoso, no me he casado. Él es, por todos conceptos, el reverso de esta medalla; ha
4.- pasado la vida en el campo, entre escaseces y trabajos; se casó, tuvo dos hijos; yo adopté al
mayor. Le eduqué, le tuve conmigo, le amo como si fuese mío, hice de él objeto de mis alegrías:
en él tengo puesto todo mi afecto, y me esfuerzo en serle tan caro como él me lo es a mí. He sido
espléndido, benigno, y no he considerado necesario fiscalizar sus actos. Así, le he acostumbrado a
revelarme cosas de mozos que otros ocultan a sus padres. Porque el que se habitúa a engañar o a
burlar a su padre, sin duda tomará más osadía para hacerlo con los otros.
Y es que, a mi parecer, es mejor que os atéis a los hijos con lazos de modestia y de bondad, que
con los de temor. Mi hermano disiente de esto y le disgusta esta conducta: A veces acude gritando:
“¿Por qué haces esto, Mición? […] ¡Eres demasiado cándido!” Y él demasiado duro, injusto e
incomprensivo. Se engaña, en mi opinión, quien tiene por más fuerte la autoridad establecida en la
violencia, que la fundada en la amistad. […] El que cumple con su deber por temor al castigo, se
contiene mientras se cree observado, pero si confía en que sus actos permanecerán secretos, vuelve
a las andadas, […] Tal es pues el deber del padre: hacer que su hijo se acostumbre a la rectitud por
su voluntad y no por el temor de los demás. Ésta es la diferencia entre un padre y un amo. [...].- P.
TERENCIO AFER: Los hermanos [Adelphoe] (160 a.C.). Acto i, escena 1- Trad. P. Voltes Bou.
[...] El año 598 de la fundación de Roma [753-598=155; 154 a.C.] entran por primera en cargo los
cónsules, inmediatamente después de la disolución de los comicios y la creación de cónsules para
el año siguiente [153 a.C.]. La sublevación de los españoles produce este cambio en la manera de
celebrar los comicios.- LIVIO, Tito: Décadas de la historia romana. Trad. Fr. Navarro y Calvo.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 185
Libro 47.
4.- (155 a. de J.C.) Los lusitanos, aliados con los Vetones, inician la nueva rebelión, y su caudillo
Púnico vence sucesivamente a los Pretores de la [Hispania] Ulterior (154 a. de J.C.), recorre la
región del Guadalquivir y llega a la costa mediterránea, donde muere, sucediéndole Césaro, quien,
mediante una estratagema, hizo un gran estrago en las legiones del Pretor de la Ulterior, Lucio
Mummio; invadió el Algarbe y aun pasó al África, llevando (153 a. de J.C.) hasta Arcila, en la
costa marroquí, su campaña de saqueo. El ejemplo lusitano parece haber llevado a los Celtíberos a
su segunda guerra con Roma, que tuvo por motivo ocasional la construcción de las nuevas
murallas de Segeda, la ciudad de los Belos, emplazada cerca de Belmonte, al sureste de Calatayud
[Aragón, actualmente]. En ella se concentraron también los Titos, y Roma consideró que las nuevas
murallas de Segeda eran (154 a. de J.C.) una violación de los pactos con [Tito Sempronio] Graco y
un preparativo para la guerra. Efectivamente, ésta comenzó al año siguiente (153 a. de J.C.), en
ocasión muy inoportuna para los Romanos, que en la Ulterior sufrían los ataques lusitanos. La
situación obliga una vez más a medidas excepcionales, y Roma envía a España, con un gran
ejército, al Cónsul Quinto Fulvio Nobilior, quien en la primavera se dirigió desde Tarragona al
Valle del Jalón y se presentó ante Segeda, que los Belos y Titos abandonaron para refugiarse en
Numancia, la capital de los Arévacos, poderosa tribu celtibérica del norte del Alto Duero, […].
GARCÍA DE VALDEAVELLANO, Luis: Historia de España. De los orígenes a la baja Edad
Media. Madrid, Revista de Occidente, (c1952). pp. 154-155.
De enero a diciembre... empecemos, pues (ya verán que por ese hilo se saca el ovillo)...
empecemos, pues, por marzo.
Marzo: dicen que Rómulo, tras fundar Roma y poblarla mediante el truco del asilo y el secuestro
de las niñas sabinas, dividió el año en diez meses. Fue muy natural el que Rómulo llamara Martius
(esto es, en romance, marzo) al primer mes en su nueva cronología, pues, según incontestable
declaración de su madre Rea Silvia, su padre era Marte, dios de la guerra, y Rómulo, con
veneración filial y pensando: a tal señor, tal honor, le puso un monumento imperecedero con
aquella denominación. Marzo: marcial: además, el nombre venía como anillo al dedo anular, pues
en ese mes (es cuando en Europa se asoma la primavera) solían reanudarse, después del forzoso
descanso invernal de las compañías, las empresas bélicas regulares en busca de espacio vital y rico
botín. Marzo... y después abril... Rómulo (o quienquiera que haya inventado el nombre) no
necesitaba imaginación de genio para dar en la tecla.
Abril, esto es el mes del abrir, porque (allá en Europa) durante el abril se abren en flor los
pimpollos de los frutales.
El nombre de mayo, en cambio, recuerda ya sea a un dios “Maius”, numen de la fertilidad, ya
sea a Maya, la madre de Mercurio, a la que durante el mes en cuestión solían brindarse sacrificios./
Y (ya que estamos hablando de las diosas) no cabe duda de que el mes de junio debe agradecer
su rubro a Juno, hermana y esposa del supremo dios Júpiter.
Marzo (de Marte): uno; abril (de “abrir”): dos; mayo y junio (de las deidades respectivas): tres y
cuatro. Y luego, el buen Rómulo, romano como era, ya no le alcanzó la fantasía. Empezó a contar
con los dedos. Quintilis, número cinco; Sextilis, seis; septiembre y octubre, siete y ocho; y
noviembre y diciembre: nueve y diez. Y allí terminó: su año tenía diez meses. Y como el
calendario romano se impuso en todo el mundo, también nosotros, estando en el undécimo mes,
seguimos llamándolo noviembre, o sea el noveno, […]
Pues bien: como Gayo Julio César había reformado el calendario, los romanos cambiaron el
nombre Quintilis (mes en que César había nacido) en julio, obligándonos aquí a repetir aún hoy
año por año durante treinta y un días el nombre gentilicio del gran Julio César. Esto sucedió en el
año 44 antes de Cristo, de modo que César, al ser asesinado, tenía ya garantida la supervivencia
dos veces milenaria en los almanaques.
Lo que fue justo para Julio César, no lo fue menos para su sobrino Augusto, quien dio su
nombre a aquel mes que antes se había denominado Sextilis. Por cierto, el nombre de Augusto, al
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 186
trocarse en “agosto” español, perdió un poco su augusta sonoridad de origen aunque sin agostarse
del todo.
4.- Por cierto, cuando el mes Quintilis se trocó en julio y el Sextilis en agosto, ambos ya no eran
más número cinco y número seis. Pues desde hacía una centuria atrás, el año ya no comenzaba,
como en tiempos de Rómulo, con el primero de marzo sino con enero. Enero o en latín
“ianuarius”, mes de Jano, el dios de los dos rostros, y febrero, o en latín “februarius”, llamado así
por los “februs” (solemne ceremonia de expiación que tenía lugar al finalizar el año)... enero y
febrero fueron originariamente los meses undécimo y duodécimo agregados al calendario
romuliano por Numa Pompilio. Pero...
Hacia fines del 154 antes de Cristo, estalló una rebelión en España. Los romanos tenían que
mandar una expedición punitiva. ¿Quién la comandaría? ¿Los cónsules del año cuyo mandato
estaba por vencer a los dos mese? ¡No, debían ser los nuevos cónsules que iban a hacerse cargo
en marzo!, pero ¿esperar hasta marzo? ¡Imposible! Los romanos, gente práctica, anticiparon ese
consulado por dos meses y comenzaron el 153 con enero... el que, por esa resuelta revolución
administrativa, fue ascendido de penúltimo a primero. Por ello, seguimos aún hoy festejando año
nuevo el primer día de enero... Como si enero se prestara para comenzar... Enero... En Europa, su
nombre figura, con justicia, en los diccionarios de ideas afines al lado de Siberia, esquimal,
carámbano, y bajo cero. Y entre nosotros se asocia con vacaciones, canícula, bikini, playa, mar y
dolce far niente.
No: en rigor enero es el mes menos apto para inaugurar un nuevo período... Pero ¡quién cambia
costumbres de dos mil años! Y todo por aquel motín ibérico...- THIELE, G.: “De Enero a
diciembre”; en su Calidoscopio [...]. pp. 74-76.
Durante su cuestura, logró [C. Julio César] la España Ulerior, donde, al recorrer las asambleas de
esta provincia, para administrar justicia por delegación del pretor, al llegara a Cádiz, viendo cerca
de un templo de Hércules la estatua de Alrjandro Magno [Según Plutarco, no fue la vista de una
estatua de Alejandro, sino la lectura de la vida de este príncipe, la que hizo derramar lágrimas a César.
Plutarco refiere, por otra parte, este hecho al tiempo de la pretura de César en España, y no a su cuestura,
como Suetonio. Las palabras de César dan, sin embargo, la razón a Suetonio, ya que en el tiempo de su
pretura tenía treinta y siete años, y en el de la cuestura treinta y tres, que fueron los que vivió Alejandro .],
suspiró profundamente como lamentando su inacción; y censurando no haber realizado todavía
nada digno a la misma edad en que Alejandro ya había conquistado el mundo, dimitió en seguida
su cargo para regresar a Roma y aguardar en ella la oportunidad de grandes acontecimientos. Los
augures dieron mayor pábulo a sus esperanzas, interpretando un sueño [Según Plutarco, César tuvo
este sueño en la noche que precedió al paso del Rubicón, o sea, dieciocho años más tarde .] que tuvo la
noche precedente y que pertusbaba su espíritu (pues había soñado que violaba a su madre),
prometiéndole el imperio del mundo, porque aquella madre que había visto sometida a él, no era
otra que la Tierra, nuestra madre común. / […]
Lo primero que ordenó al posesionarse de su dignidad {el consulado de 59 a. C.: el “de Julio y de
César”}, fue que se llevara un Diario [Acta diurna] de todos los actos populares {es decir: de los
comicios y de los concilios] y del Senado y que se publicase. [...].- SUETONIO: “Cayo Julio César,
7 y 20”; de su: Los doce césares
Julio César no sólo conquistó las Galias, cruzó el Rubicón, reformó el calendario y fue
asesinado en los idus de marzo, sino que también (¿lo sabía usted?) es el fundador del primer
diario de que se tenga noticia. Pues durante su primer consulado en el año 50 [sic: 59], creó en
Roma los así llamados “Acta diurna”, o sea “Hechos del día”. Tuvo larga vida este diario, pues
vinieron las batallas de Filipos y de Accio, surgió y murió Augusto, surgieron y murieron los 46
emperadores que lo siguieron hasta el gran Constantino, pero no murió, en 400 años de agitadísima
historia, el diario romano. Sólo cuando la residencia imperial se mudó a Constantinopla, se borran
también los vestigios de este primer periódico del mundo.
Diario, periódico, así decimos, pero claro que no debemos pensar en lo que hoy llamamos así. El
sntiguo diario estaba escrito a mano y apareció en un comienzo con un tiraje mínimo, pues tenía un
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solo ejemplar caligrafiado en una placa de alba madera que se exhibía a modo de diario mural en
un sitio accesible al público, que allí mismo lo leía, lo comentaba y, a veces, tomaba notas. Luego
4.- no faltaron quienes explotaran el hambre de novedades, hacía copiar las noticias y
multiplicarlas por avezados esclavos y las enviaban a los cuatro vientos hasta la provincia más
lejana; lo que, dicen, era ya entonces negocio no despreciable.
Gustaría leer siquiera un ejempla de este precursos de la prensa moderna. Pero la colección de
fragmentos que se publicó en los siglos XV y XVI resultó una ingenua falsificación. En verdad no
conocemos ningún número de aquel extraño diario, pero las múltiples referencias alcanzan para
asegurar que en los “Acta diurna” se informaba, en escueta enumeración cronical, sobre asuntos de
estado, viajes de altos funcionarios, obras públicas, acontecimientos en la casa imperial, precios
oficiales, réditos a pagar, elecciones y fallos de los tribunales, pero también acerca de accidentes,
herencias, juegos de gladiadores, teatro y erupciones de volcanes.
Y –el mundo cambia pero el ser humano no cambia-- hubo multitud de noticias particulares
enviadas a la redacción para que las publicara, como de enlaces, nacimientos, divorcios y sepelios,
y los avisos fúnebres terminaban, como hoy, con la nómina de los deudos y la lacrimosa fórmula
constante: “heridos en el corazón”. Faltaba evidentemente la política. Ésta se reflejaba en otro
diario oficial, “Actas del Senado”, funndado igualmente por César. Pero ya Augusto prohibió su
divulgación.
Acta diurna… El lenguaje hizo su juego. Pues pronto la gente no hablaba de “actas diurnas”
sino, abreviando, de los “diurnos”. Y de allí nació el adjetivo “diurnalis”, que –olvidado ya qué
significaba “diario, cotidiano”-- fue transformado en “giornale” o “journal”, el nombre de varios
de los primeros periódicos impresos, aunque aparecieran una sola vez por semana, como, por
ejemplo en Venecia el “Giornale de Campo Cesáreo”, de 1686.
He aquí otro testimonio vivo de la permanencia de la cultura antigua en la nuestra. Hasta los
diarios de hoy son de ayer.- THIELE, G.: “Diarios en Roma”; en su: Calidoscopio… pp. 17-18.
[…] / Hay que leer esta recopilación de ensayos sobre Grecia y Roma. Bien. Quienes conocieron
al profesor Thiele, doctor honoris causa de la Universidad de Atenas, saben de su lúcida versación
en la lengua y en griego clásico y moderno.
Sin embargo, como le ocurrió a don Pedro Henriquez Ureña, apenas fue considerado por
determinados profesores en la Universidad de Buenos Aires. Lo de siempre. Sucede que también
los especialistas se olvidan [de] que los caminos de la cultura son infinitos.
Thiele tenía su cultura clásica. Cuánto aprendimos. Qué nobleza. Qué profundidad en su
sencillez.- CÓCARO, Nicolás: “El origen de la palabra ‘diario’.”; en La Nación. Sábado 20 de
marzo de 1993.
La Galia está dividida en tres partes: una que habitan los belgas, otra los aquitanos, la tercera los
que en su lengua se llaman celtas y en la nuestra galos. Todos éstos se diferencian entre sí en
lenguaje, costumbre y leyes. A los galos separa de los aquitanos el río Garona, de los belgas el
Marne y Sena. Los más valientes de todos son los belgas, porque viven muy remotos del fausto y
delicadeza de nuestra provincia [Provence]; y rarísima vez llegan allá mercaderes con cosas a
propósito para enflaquecer los bríos; y por estar vecinos a los germanos, que moran a la otra parte
del Rin, con quienes traen continua guerra. Ésta es también la causa por qué los helvéticos se
aventajan también en valor a los otros galos, pues casi todos los días vienen a las manos con los
germanos, ya cubriendo sus propias fronteras, ya invadiendo las ajenas. La parte que hemos dicho
ocupan los galos comienza del río Ródano, confina con el Garona, el Océano y el país de los
belgas; por el de los secuanos y helvecios toca con el Rin, inclinándose al Norte. Los belgas toman
su principio de los últimos límites de la Galia, dilatándose hasta el Bajo Rin, mirando al
Septentrión y al Oriente. La Aquitania entre Poniente y Norte y por el río Garona se extiende hasta
los montes Pirineos, y aquella parte del Océano que baña a España.
Entre los helvecios fue sin disputa el más noble y el más rico Orgetórige. Éste, siendo cónsules
Marco Mesala y Marco Pisón [60 a.C.], llevado de la ambición de reinar, ganó a la nobleza y
persuadió al pueblo “a salir de su patria con todo lo que tenían; diciendo que les era muy fácil por
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 188
la ventaja que hacían a todos en fuerzas, señorearse de toda la Galia”. Poco le costó persuadírselo,
porque los helvecios, por su situación, están cerrados por todas partes; de una por el Rin, río muy
4.- ancho y muy profundo, que divide el país helvético de la Germania; de otra por el altísimo
monte Jura, que lo separa de los secuanos; de la tercera por el lago Lemán y el Ródano, que parte
términos entre nuestra provincia y los helvecios. Por cuya causa tenían menos libertad de hacer
correrías, y menos comodidad para mover guerra contra sus vecinos; cosa de gran pena para gente
tan belicosa. Demás que para tanto número de habitantes, para la reputación de sus hazañas
militares y valor, les parecía término estrecho el de doscientas cuarenta millas de largo, con ciento
ochenta de ancho. / [...]
En toda la Galia dos son los estados de personas de que se hace cuenta y estimación; puesto que
los plebeyos son mirados como esclavos, que por sí nada emprenden, ni son jamás admitidos a
consejo. Los más, en viéndose adeudados, o apremiados del peso de los tributos o de la tiranía de
los poderosos, se dedican al servicio de los nobles, que con ellos ejercitan los mismos derechos
que los señores con sus esclavos. De los dos estados uno es el de los druidas, el otro el de los
caballeros. Aquellos atienden al culto divino, ofrecen los sacrificios públicos y privados,
interpretan los misterios de la religión. A su escuela concurre gran número de jóvenes a instruirse,
siendo grande el respeto que les tienen. Ellos son los que sentencian casi todos los pleitos del
común y de los particulares; si algún delito se comete, si sucede alguna muerte, si hay discusión
sobre herencia, o sobre linderos, ellos son los que deciden; ellos determinan los premios y los
castigos, y cualquier persona, ora sea privada, ora sea pública, que no se rinde a su sentencia, es
excomulgada, que para ellos es la pena más grave. Los tales excomulgados se miran como impíos
y facinerosos; todos se esquivan de ellos rehuyendo su encuentro y conversación, por no
contaminarse; no se les hace justicia por más que la pidan, ni se les fía cargo alguno honroso. A
todos los druidas preside uno con autoridad suprema. Muerto éste, le sucede quien a los demás
aventaja en prendas. En caso de haber muchos iguales, se hace la elección por votos de los druidas,
y aun tal vez de mano armada se disputan la primacía. En cierta estación del año se congregan en
el país de Chartres, tenido por centro de toda la Galia [la actual ciudad homónima: 88 km. SO de
Paris?], en un lugar sagrado. Aquí concurren todos los que tienen pleitos, y están a sus juicios y
decisiones. Créese que la tal ciencia fue inventada en Bretaña [es decir: la actual Inglaterra] y
trasladada de allí a la Galia. Aún hoy día los que quieren saberla a fondo van allá por lo común a
estudiarla.
Los druidas no suelen ir a la guerra, ni pagan tributos como los demás; están exentos de la
milicia y de todas las cargas concejiles. Con el atractivo de tantos privilegios son muchos los que
se dedican a esta profesión; unos por inclinación propia, otros por destino de sus padres y
parientes. Dícese que allí aprenden gran número de versos, y pasan a menudo veinte años en este
aprendizaje. No tienen por lícito escribir lo que aprenden, no obstante que casi en todo lo demás de
los negocios públicos y particulares se sirven de caracteres griegos. Por dos causas, según yo
pienso, han establecido esta ley: porque ni quieren divulgar su doctrina, ni tampoco que los
estudiantes, fiados en los escritos, descuiden en el ejercicio de la memoria, lo que suele acontecer a
muchos, que teniendo a mano los libros aflojan en el ejercicio de aprender y retener las cosas en la
memoria. Esméranse sobre todo en persuadir la inmortalidad de las almas y su trasmigración de
unos cuerpos en otros, cuya creencia juzgan ser grandísimo incentivo para el valor, poniendo
aparte el temor de la muerte. Otras muchas cosas disputan y enseñan a la juventud acerca de los
astros y su movimiento, de la grandeza del mundo y de la tierra, de la naturaleza de de las cosas,
del poder y soberanía de los dioses inmortales.
El segundo estado es el de los caballeros. Todos éstos salen a campaña siempre que lo pide el
caso u ocurre alguna guerra (y antes de la venida de César ocurría casi todos los años, ya fuese
ofensiva, ya defensiva); y cuanto uno es más noble y rico, tanto mayor acompañamiento lleva de
dependientes y criados, lo cual tiene por único distintivo de su grandeza y poder.- CAYO JULIO
CESAR: Comentarios de la guerra de las Galias. Trad. de J. Goya Muniain y M. Balbuena.
Barcelona, Iberia, (c1956). i, 1-2; vi, 13-15. (Obra de mediados del siglo I a.C).
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 189
4.- El asesinato de Julio César, visto con perspectiva actual en una novela reciente:
Los hombres, como los niños, queremos que nos cuenten siempre la misma historia, y el arte
consiste en hacer que parezca siempre distinta. En las últimas Pascuas me la pasé leyendo por puro
placer a un licenciado en letras clásicas especializado en topografía del mundo antiguo, que enseña
en universidades de Milán, Venecia, Chicago y en la Sorbona, y que vive en las afueras de
Módena. Se llama Valerio Massimo Manfredi y es uno de los grandes novelistas históricos de
Europa.
En nombre de ese género, hay que decirlo, se publican a diario esperpentos literarios,
falsificaciones burdas, tergiversaciones obscenas y biografías aburridas. Manfredi, sin embargo,
tiene el rigor del historiador serio y el don narrativo, una conjunción astral que le permite ser una
mezcla de Jenofonte y Salgari, como lo calificó un crítico del National Geographic. Es evidente
que el autor de la célebre saga Alexandros sigue la máxima de Oscar Wilde: "El único deber que
tenemos con la historia es reescribirla".
Los idus de marzo , su última novela, reescribe tres cosas: uno de los magnicidios más
legendarios de la historia de la humanidad, la famosa tragedia en cinco actos de William
Shakespeare acerca de la culpa y, sobre todo, la novela homónima y epistolar del norteamericano
Thornton Wilder, que se hundía en la psicología de los personajes a través de interesantes
soliloquios. Lo que para el Bardo y para Wilder era un drama humano y existencial alrededor de
los planes secretos y las motivaciones personales que terminaron con la vida del emperador Julio
César, para Manfredi es un thriller político. Pero escrito -algo bastante inusual- por alguien que
entiende profundamente la política.
Entender esa materia parece fácil, pero no lo es. Notables periodistas y politólogos, reputados
intelectuales y hasta dirigentes dedicados al asunto suelen carecer del don de la comprensión
profunda de la política. A veces ese don se parece al oído musical. Uno puede aprender la técnica
suficiente como para tocar el piano, y puede tocarlo aceptablemente bien. Sin embargo, un
verdadero talento sabe de la música más allá de los mecanismos.
Algunos creen que cuestiones colaterales a la política son la política. Piensan erróneamente que
hablar de la corrupción, del funcionamiento de las corporaciones, del prontuario y la personalidad
de los dirigentes o incluso de las razones ideológicas de un acto de gobierno los hace acreedores a
la virtud de entender de verdad esa materia difícil y apasionante. Eso sería como pensar que
conocer la madera, dónde se fabrican las cuerdas, cuál es la medida ideal del diapasón y cómo se
llama la escuela donde estudiaron los mejores luthiers construye necesariamente a un buen
guitarrista. Quiero decir: Manfredi no sólo conoce los instrumentos; tiene además un oído político
que está por encima, incluso, de su performance literaria.
Borges sostenía que los hombres estaban condenados a revivir, a través de los tiempos, una y
otra vez los mismos hitos y batallas. Por fortuna, sin embargo, las democracias modernas tienen
ahora formas menos sangrientas de sustitución de los elencos del poder. En América latina la
tienen desde no hace mucho: desde que terminaron los siniestros golpes de Estado instrumentados
por las fuerzas armadas y desde que los castigos se llevan únicamente a cabo mediante los votos y
las urnas. Haciendo, entonces, esta salvedad crucial, el mítico final de Julio César sólo funciona
hoy como una simple metáfora del ocaso y la derrota de un gobernante. Aclaración fundamental en
esta época de mala fe, en la que cualquier cosa es manipulada para el escarnio.
Manfredi se refiere tangencialmente a esta metáfora cuando explica que lo sucedido en Roma el
15 de marzo del año 44 antes de Cristo tiene connotaciones en el presente: "Para la sociedad civil
se planteaba entonces, como se plantea ahora, si se debe preferir la libertad o la seguridad y la
paz". El poder total de César era el producto del largo período de desintegración y caos que lo
había precedido. La sociedad buscó un hombre fuerte y luego comenzó a quejarse cuando ese líder
providencial se perpetuó en el poder y adoptó las irritantes actitudes de un monarca.
Cicerón pensaba, en un primer momento, que esa asunción del poder era un mal menor, pero
luego empezó a comprender que el descontento cundía por todos lados y que la defensa de las
libertades cívicas quedaba subordinada a la tranquilidad. Esa tranquilidad, en tiempos
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 190
contemporáneos, podría tener su parangón en cierta estabilidad económica relativa. Se me ocurre
esta actualización dilemática: libertades cívicas versus estabilidad económica.
4.- Para los romanos, este dilema significaba, lisa y llanamente, una lucha entre la república y la
tiranía.
En palacio, una amante de César lo sorprendió en una intimidad exhausta y fatalista, y le dijo:
"Cuanto mayor es tu poder, mayor es la envidia; cuanto mayor es tu valor, mayor es el odio. Es
algo inevitable". César sentía que no sólo sus enemigos políticos preparaban su caída, sino que
toda la sociedad esperaba, hastiada y ansiosa, ese desenlace. El resultado es conocido: un grupo de
"luchadores de la libertad" esperan a Julio César en el Senado y lo apuñalan, y luego salen por la
calle buscando las vivas y ovaciones del pueblo.
Los sucesos que siguen a esas primeras horas son más interesantes aún, puesto que encierran
una inquietante lección política. El protagonista de ese segundo momento es Marco Antonio,
futuro amante de Cleopatra y cónsul en funciones, un guerrero que había luchado junto a César y
al que algunos habían intentado implicar en un complot: sugestivamente, Antonio no había 4.-
aceptado el convite, pero tampoco había denunciado a los conjurados. Era un barón del partido del
poder. E hizo de inmediato un descubrimiento asombroso: "No saben qué hacer. No tienen idea.
Nadie se ha preocupado de pensar en lo que sucedería después". Se refería a los "libertadores",
como se los nombraba. El único proyecto que tenían era desplazar a Julio César, una obsesión que
no les había permitido idear qué rumbo le darían después al Imperio Romano.
A continuación, Marco Antonio se movió con rapidez y astucia. Procuró tener a mano, en estado
de alerta y a modo de disuasión, un pequeño pero discreto ejército de legionarios, y pidió
parlamentar con los senadores que habían vencido al dictador. En una cena con Casio, uno de
ellos, le hizo saber que la correlación de fuerzas no los beneficiaba, que la ciudad bullía, que no
tenían destino, que habían fracasado en lo político y que el partido del poder se haría cargo del
gobierno. "Todo debe arreglarse -pone Manfredi en boca de Marco Antonio-. Todo debe volver a
la normalidad. Propondré para ustedes una amnistía y les serán asignados cargos de gobierno en
las provincias."
Ese día triunfó Marco Antonio, que era un cesarista portentoso y contaba con un aparato y una
vocación verdadera de poder. Los resultados fueron, no obstante, catastróficos: estalló una
sucesión de luchas y guerras internas, la república cayó en desgracia y dio paso a una variación
monárquica llamada principado, a una figura monumental como Augusto y a una cadena de
césares dictatoriales que desembocó en Nerón. Manfredi muestra la inutilidad del derrocamiento
de César y el rosario de malentendidos y cegueras entre dirigentes y gobernantes, los riesgos de
pretender el poder absoluto, la liviandad de quienes quieren el gobierno sin saber exactamente qué
hacer con él y la frustrante experiencia de creer una y otra vez que el problema son los hombres y
no los sistemas políticos y las sociedades que los han parido.
Como si ante una sucesión de cortocircuitos y apagones creyéramos una y otra vez que el
problema son las llaves térmicas o los tapones y no la instalación eléctrica.
Es cierto. El único deber que tenemos con la historia es reescribirla. Así en los libros como en la
realidad.- FERNÁNDEZ DÍAZ, Jorge: “Una inquietante lección de historia”; en La Nación.
Sábado 15 de mayo de 2010.
Marco Bruto a Ático, salud: Dicesme que Cicerón extraña que nunca hable de sus actos
públicos, y tu instas para que te escriba lo que pienso de ellos. Te complaceré en lo que deseas. Sé
que Cicerón todo lo hace con excelentes intenciones: ¿quién conocerá mejor que yo su cariño a la
República? Pero en algunas ocasiones lo encuentro... ¿cómo diré? ¿inexperto? no, porque es
hombre prudentísimo. ¿Diré que emplea rodeos y miramientos? no, porque ha arrostrado sin
vacilar por la República la temible enemistad de [Marco] Antonio. ¿Qué diré, pues? una sola cosa:
que antes ha irritado que reprimido en el pecho de un niño la pasión del poder y la arbitrariedad;
que por complacerle le concede favores inconvenientes, cuyo peso cae duplicado sobre su cabeza,
cuando ha hecho perecer a más de uno, mereciendo el nombre de sicario mejor que Casca, [...]
Nuestro amigo Cicerón se lisonjea de que su toga ha bastado para romper las armas de Antonio:
¿qué importa si la herencia de Antonio es el precio de su caída? ¿si el destructor de este grande
azote lo reemplaza con otro mal cuyas raíces serán mucho más profundas y fuertes, suponiendo
que le dejase desarrollarse? Es evidente que la idea de un amo no subleva a Cicerón sino siendo
Antonio ese amo. Y omitiré que no rechaza del tirano más que la arbitrariedad, y no el despotismo
que prodiga a la vez y sin medida triunfo, dinero, honores, decretos. ¿Se avergonzará Octavio de
su fortuna cuando la escuda un consular como Cicerón?
Habiéndome obligado a hablar, habrás de oir verdades muy penosas. Demasiado dolor
experimento yo mismo al tener que escribírtelas. Sé cómo consideras las heridas de la República;
sé que por gravísimas que son, todavía ves remedio para ellas. Lejos estoy, a fe mía, de censurarte,
querido Ático; tú no eres hombre de acción; [...] Dirás que Cicerón teme aún las reliquias de la
guerra civil; mas ¿puede temerse a un enemigo vencido hasta el punto de cerrar los ojos ante la
audacia de un niño que dispone de un ejército victorioso, ni prevenirse contra su poder? ¿O
considera ya este poder tan irresistible que no hay más que ponerlo todo voluntariamente a su
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 193
disposición? ¡Oh ceguedad profunda del temor que no ve otra precaución contra el mal que pudo
quizá evitar, que salirle al encuentro y atraerlo! Hoy nos asustamos demasiado de la muerte, del
destierro y la pobreza. Ésta es la mayor desgracia para Cicerón. Mientras encuentra a quien pedir
4.- lo que desea, mientras le prodigan deferencias y alabanzas, acepta servidumbre honrosa, si es
que existe algo honroso en la humillación más vergonzosa. Pero Octavio llama padre a Cicerón, le
consulta en todo, le colma de alabanzas y felicitaciones... ya se verá que las obras desmienten las
palabras. [...] Este honrado Cicerón no tiene más que un objeto y a él se dirige, corriendo, volando:
la protección de Octavio. Por mi parte declaro que nada valen para mí sus extraordinarios talentos.
¿De qué le sirven tantos y tan elocuentes escritos acerca de la libertad, de la patria, de la dignidad
del hombre, de la muerte, de la proscripción, de la pobreza? [...] Que continúe alabándose, pero
que no insulte nuestros dolores. ¿Qué hemos ganado con la derrota de Antonio, si solamente se le
ha expulsado para dar su puesto a otro? Y, además, tu carta me deja algunas dudas acerca de esta
derrota. ¡Qué viva, pues, Cicerón, ya que puede vivir suplicando, sumiso, sin respetar su edad, sus
dignidades y grandes acciones! Por mi parte, hago la guerra a las cosas, esto es, a la tiranía, a los
poderes extraordinarios, a todo dominio, a toda autoridad que se coloca sobre las leyes. Por suave
y llevadera que se haga la esclavitud, siempre me espantará. [...] Si no te quisiera tanto como
Cicerón cree que le quiere Octavio, nada de esto te habría escrito. Mucho deploro el dolor que esta
carta ha de causarte, por lo mucho que amas a tus amigos, y especialmente a Cicerón. Mi cariño
hacia él en nada ha disminuido, te lo aseguro; pero ha decaído mucho en mi estimación. [...].-
Carta N° XVII de las de Cicerón y amigos. (43-42 a.C.). Trad. de F. Navarro y Calvo.
Dichoso aquél que, lejos de ocupaciones, como la primitiva raza de los mortales, labra los
campos heredados de su padre con sus propios bueyes, libre de toda usura, y no se despierta, como
el soldado, al oir la sanguinaria trompeta de la guerra, ni se asusta ante las iras del mar,
manteniéndose lejos del foro y de los umbrales soberbios de los ciudadanos poderosos.
Así pues, ora enlaza los altos álamos con el crecido sarmiento de las viñas, ora contempla en un
valle apartado sus rebaños errantes de mugientes vacas, y amputando con la podadera las ramas
estériles, injerta otras más fructíferas, o guarda las mieles exprimidas en ánforas limpias, o esquila
las ovejas de inestables patas. / O bien, cuando Otoño ha levantado por los campos su cabeza
engalanada de frutos maduros, ¡cómo goza recolectando las peras injertadas y vendimiando la uva
que compite con la púrpura, para ofrendarte a ti, Priapo, y a ti, padre Silvano, protector de los
linderos! / Agrádale tumbarse unas veces bajo añosa encina, otras sobre el tupido césped; corren
entretanto las aguas por los arroyos profundos, los pájaros dejan oir sus quejas en los bosques y
murmuran las fuentes con el ruído de sus linfas al manar, invitando con ello al blando sueño.
Y cuando la estación invernal de Júpiter tonante apresta lluvias y nieves, ya acosa por un sitio y
por otro con sus muchas perras a los fieros jabalíes hacia las trampas que les cierran el paso, ya
tiende con una vara lisa sus redes poco espesas, engaño para los tordos glotones, y captura con lazo
la tímida liebre y la grulla viajera, trofeos que le llenan de alegría.
¿Quién, entre tales deleites, no se olvida de las cuitas desdichadas que el amor conlleva?
Y si, por otra parte, una mujer casta, cumpliendo con su oficio, atiende la casa y a los hijos
queridos –como la sabina o la esposa, abrasada por el sol, del ágil ápulo-, enciende el fuego
sagrado del hogar con leños secos un poco antes de que llegue su fatigado esposo y, encerrando la
bien nutrida grey en la empalizada del redil, deja enjutas sus ubres repletas; si, sacando vino del
año de la dulce tinaja, prepara manjares no comprados, no serán más de mi gusto las ostras del
lago Lucrito, o el rodaballo o los escaros –si tronando la tempestad en las olas orientales desvió
algunos hacia este mar-, ni el ave africana ni el francolín jónico caerán en mi estómago más
placenteramente que la aceituna recogida de las ramas más cargadas de los olivos, o la hoja de la
acedera, amante de los prados, o las malvas salutíferas para el cuerpo enfermo; o que la cordera
sacrificada en las fiestas Terminales [23 de febrero], o que el cabrito arrancado al lobo.
Entre estos manjares, ¡qué gusto da contemplar las ovejas que vuelven rápidas al aprisco
después del parto, contemplar los bueyes cansados arrastrando con su cuello lánguido el arado
vuelto del revés, y los esclavos, enjambre de la fecunda casa, colocados en torno de los Lares
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relucientes! / Cuando el usurero Alfil hubo así discurseado, dispuesto a convertirse de inmediato
en labrador, recogió en las Idus todo su dinero, decidido a renovar sus préstamos en las Calendas.-
QUINTO HORACIO FLACO (Venusia, 65 a.C.-Roma, 8 a.C.): Epodos y odas. Trad. intr. y
notas de V.C. López. Madrid, Alianza, (c1985). Beatus ille (Epodos, 2). pp. 40-42.
4.- Dichoso el que de pleitos alejado, / cual los del tiempo antigo,
labra sus heredades, no obligado / al logrero enemigo.
Ni la arma en los reales le despierta, / ni tiembla en la mar brava;
huye la plaza y la soberbia puerta / de la ambición esclava.
Su gusto es, o poner la vid crecida, / al álamo ayuntada,
o contemplar cuál place, desparcida, / al valle su vacada.
Ya poda el ramo inútil, o ya enjiere / en su vez el extraño;
o castra sus colmenas, o si quiere / tresquila su rebaño.
Pues cuando el padre Otoño muestra fuera / la su frente galana,
con cuánto gozo coge la alta pera, / las uvas como grana,
Y a ti, sacro Silvano, las presenta, / que guardas el ejido,
debajo un roble antiguo ya se asienta, / ya en el prado florido.
El agua en las acequias corre, y cantan / los pájaros sin dueño;
las fuentes al murmullo que levantan, / despiertan dulce sueño.
Y ya que el año cubre campo y cerros / con nieve y con heladas,
o lanza el jabalí con muchos perros / en las redes paradas;
o los golosos tordos, o con liga / o con red engañosa,
o la extranjera grulla en lazo obliga; / que es presa deleitosa.
Con esto, ¿quién del pecho no desprende / cuánto en amor se pasa?
¿Pues qué, si la mujer honesta atiende / los hijos y la casa?
Cual hace la sabina o calabresa, / de andar al sol tostada,
y ya que viene el amo enciende apriesa / la leña no mojada.
y ataja entre los zarzos los ganados, / y los ordeña luego;
y pone mil manjares no comprados, / y el vino como fuego.
No me serán los rombos más sabrosos, / ni las ostras, ni el mero,
si algunos con levantes furiosos / nos da el invierno fiero.
Ni el pavo caerá por mi garganta, / ni el francolín greciano,
más dulce que la oliva que quebranta / la labradora mano,
la malva o la romaza enamorada / del vicioso prado.
La oveja en el disanto degollada, / el cordero quitado
al lobo; y mientras como, ver corriendo / cuál las ovejas vienen;
ver del arar los bueyes, que volviendo / apenas se sostienen;
ver de esclavillos el hogar cercado, / enjambre de riqueza..
Ansí dispuesto un cambio, ya al arado / loaba [y] la pobreza:
ayer puso a sus ditas todas cobro, / mas hoy ya torna al logro.
¡Qué descansada vida / la del que huye del mundanal ruído, / y sigue la escondida
senda por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido!
Que no le enturbia el pecho / de los soberbios grandes el estado, / ni del dorado techo
se admira, fabricado / del sabio moro, en jaspes sustentado.
No cura si la fama / canta con voz su nombre pregonera; / ni cura si encarama
la lengua lisonjera / lo que condena la verdad sincera.
¿Qué presta a mi contento, / si soy del vano dedo señalado, si en busca de este viento
ando desalentado / con ansias vivas y mortal cuidado?
¡Oh campo, oh monte, oh río! / ¡Oh secreto seguro, deleitoso! / Roto casi el navío,
a vuestro almo reposo / huyo de aqueste mar tempestuoso.
Un no rompido sueño, / un día puro, alegre, libre quiero; / no quiero ver el ceño
vanamente severo / del que la sangre sube o el dinero.
Despiértenme las aves / con su cantar suave no aprendido; / no los ciudados graves
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 195
de que es siempre seguido / quien al ajeno arbitrio está atenido.
Vivir quiero conmigo, / gozar quiero del bien que debo al cielo, / a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo, / de odio, de esperanzas, de recelo.
Del monte en la ladera / por mi mano plantado tengo un huerto, / que con la primavera
4.- de bella flor cubierto / ya muestra en esperanza el fruto cierto.
Y como codiciosa / de ver y acrecentar su hermosura, / desde la cumbre airosa
una fontana pura / hasta llegar corriendo se apresura.
Y luego, sosegada, / el paso entre los árboles torciendo, / el suelo de pasada
de verdura vistiendo, / y con diversas flores va esparciendo.
El aire el huerto orea, / y ofrece mil olores al sentido, / los árboles menea
con un manso ruído, / que del oro y del cetro pone olvido.
Ténganse su tesoro / los que de un flaco leño se confían:
no es mío ver el lloro / de los que desconfían / cuando el cierzo y el ábrego porfían.
La combatida antena / cruje, y en ciega noche el claro día / se torna; al cielo suena
confusa vocería, / y la mar enriquecen a porfía.
A mí una pobrecilla / mesa, de amable paz bien abastada, / me baste; y la vajilla
de fino oro labrada / sea de quien la mar no teme airada.
Y mientras miserable- / mente se están los otros abrasando / en sed insaciable
del no durable mando, / tendido yo a la sombra esté cantando.
A la sombra tendido, / de yedra y lauro eterno coronado, / puesto el atento oído
al son dulce acordado, del plectro sabiamente meneado.- LUIS DE LEÓN (Belmonte, Cuenca, c.
1528-Madrigal, 1591): Poesías [...]. Barcelona, Planeta, (c1970). Trad. del “Beatus ille” de
HORACIO; y su propia: “Vida retirada” (Odas, 1). pp. 9-12, 242-246.
Tú no preguntes -¡pecado saberlo!- qué fin a mí, cuál a ti dieron los dioses, Leucónoe, ni las
babilonias cábalas consultes.
¡Cuánto mejor soportar lo que venga, ya si muchos inviernos nos ha concedido Júpiter o si es el
último éste que ahora deja sin fuerzas al mar Tirreno batiéndolo contra los escollos que se le
enfrentan!
Sé sabia, filtra el vino y, siendo breve la vida, corta la esperanza larga. Mientras estamos
hablando, habrá escapado envidiosa la edad: aprovecha el día, fiando lo menos posible en el que ha
de venir.- Q, HORACIO FLACO: Odas, I, 11. Trad. V.C. López. (Libro de bolsillo, 1121)
¿A dónde os lanzáis, a dónde, criminales?, o ¿por qué adaptáis a vuestras diestras las espadas
que habían sido envainadas?, ¿es que ha sido poca la sangre latina derramada por llanuras y por
mar?: no para incendiar el romano las fortalezas altaneras de la envidiosa Cartago, ni para que el
britano, sin sufrir heridas, descienda encadenado por la vía Sacra, sino para que esta capital
perezca bajo su propia diestra, según los deseos de los partos.
Ni lobos ni fieros leones tuvieron nunca costumbre tal, si no era contra animales de distinta
especie. ¿Tal vez os arrastra la locura cegadora, o una fuerza mayor, o vuestro propio sentimiento
de culpa? ¡Respondedme!
Calla y una blanca palidez cubre sus rostros, quedan desconcertadas sus mentes al sentir el
reproche. / Así es: destinos amargos y el crimen del fratricidio persiguen a los romanos desde que
se derramó por tierra la sangre, funesta para sus descendientes, del inocente Remo.- Q. HORACIO
FLACO: Epodos, 7. (38 a.C.?). (Los Epodos fueron comenzados en 41 a.C.; las Odas, terminadas
en 13 a.C.)
[…] / ¿Por qué dejas esto para otro año? / Comenzar una obra es tener hecha la mitad.
Atrévete, pues, a ser juicioso: comienza.
El hombre que deja para más tarde el conducirse bien, espera, como el campesino, a que el río
deje de correr. Pero el río corre y correrá por los siglos de los siglos. / […].- Q. HORACIO
FLACO: “Epístolas, libro I, 2. A Lelio”; en Obras completas. […] Versión castellana de Tomás
Meabe. Paris, Garnier hnos., s.f. p. 249.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 196
A partir de aquella época [del Imperio] la mayoría de las cosas comenzaron a hacerse en secreto
y por motivos ocultos; y si algo se hacía en público no se le daba crédito, puesto que no podía ser
comprobado. Por esto se sospechó que todo se hacía y decía por deseo del emperador y de los que
4.- influían en él. En consecuencia se difundieron muchos rumores sobre hechos que en realidad
nunca habían sucedido, mientras que se desconocían muchos otros que habían sucedido, y casi
todas las versiones oficiales de los sucesos eran distintas de la realidad.- DIÓN CASIO: Historia
romana (229).- cf.: MILLAR, Fergus: “Gobierno y administración”, en MILLAR, F. (comp.): El
Imperio romano y sus pueblos limítrofes. El mundo mediterráneo en la Edad Antigua, IV.
Madrid, Siglo Veintiuno, (c1973). (Historia universal, 8). p. 68.
Ya era acabado el día cuando Júpiter, mirando desde lo más alto del firmamento el mar cruzado
de rápidas velas, y las dilatadas tierras, y las playas, y los remotos pueblos, se paró en la cumbre
del Olimpo y clavó sus ojos en los reinos de la Libia. Mientras tales cuidados revolvía en su mente,
Venus, en estremo triste y arrasados los ojos de lágrimas, le habló de esta manera: “¡Oh tú, que
riges los destinos de los hombres y de los dioses con eterno imperio y los aterras con tu rayo! ¿En
qué pudo mi Eneas, en qué pudieron ofenderte tanto los Troyanos para que así, después de pasar
tantos trabajos, se les cierre el paso a Italia por todo el orbe? Me habías prometido que de ellos,
andando los años, saldrían los Romanos, guías del mundo, descendencia de la sangre de Teucro,
los cuales dominarían el mar y la tierra con soberano imperio. ¿Qué te ha hecho ¡oh padre! mudar
de resolución? Con esto, en verdad, me consolaba yo de la caída de Troya y de su triste ruina,
compensando los hados adversos con los prósperos. Ahora la misma suerte contraria persigue a
unos hombres trabajados ya por tantas aventuras. ¿Qué término das ¡oh gran Rey! a sus
desgracias? Antenor pudo, escapándose de en medio de los Griegos, penetrar en los golfos de la
Iliria, y llegar con seguridad al corazón del país de los Liburnos y a la fuente del Timayo, de
donde, precipitándose por nueve bocas, de lo alto de un monte, con gran murmullo, va al mar y
oprime los campos con resonantes ondas. Allí, además, edificó la ciudad de Padua y las moradas
de los Teucros, y dio nombre a su gente, y fijó las armas de Troya; ahora, sosegado, descansa en
plácida paz. Y nosotros, progenie tuya; nosotros, a quienes concedes morar en los alcázares del
cielo, perdemos nuestras naves ¡oh dolor! por la ira de una sola diosa, y nos vemos constantemente
alejados de las costas italianas. ¿Éste es premio de nuestra piedad? ¿Así nos repones en nuestro
señorío?”
Besó a su hija el padre de los hombres y de los dioses, sonriéndose con aquel apacible semblante
con que serena el cielo y las tempestades, y en seguida le habló asi: “Depón el miedo ¡oh Citerea!;
inmotos perseveran para ti los hados de los tuyos. Verás la ciudad y las murallas prometidas de
Lavino, y levantarás hasta las estrellas del cielo al magnánimo Eneas; no he cambiado de
resolución. Mas, pues te aqueja este cuidado, voy a descubrirte, tomándolos desde muy atrás, los
arcanos del porvenir. Tu Eneas sostendrá en Italia grandes guerras, y domará pueblos feroces, y les
dará leyes y murallas; tres veranos pasarán y tres inviernos antes de que reine en el Lacio y logre
sojuzgar a los Rútulos. Y el niño Ascanio, que ahora lleva el sobrenombre de Iulo (Ilo se llamaba
mientras existió el reino de Ilión), llenará con su imperio treinta años largos, un mes tras otro, y
trasladará la capital de su reino de Lavino a Alba Longa, que guarnecerá con gran fuerza. Allí
reinará por espacio de trescientos años el linaje de Héctor, hasta que la reina sacerdotisa Ilia,
fecundada por el dios Marte, pariere de un parto dos hijos. Luego Rómulo, engalanado con la roja
piel de la loba, su nodriza, dominará a aquella gente y levantará las murallas de la ciudad de Marte
y dará su nombre a los Romanos. No pongo a las conquistas de este pueblo límite ni plazo, desde
el principio de las cosas les concedí un imperio sin fin. La misma áspera Juno, que ahora revuelve
con espanto el mar, la tierra y el firmamento, vendrá a mejor consejo y favorecerá conmigo a los
Romanos, señores del mundo, a la nación togada. Pláceme así. Llegará una edad, andando los
lustros, en que la casa de Asáraco subyugará a Ftía y a la ilustre Micenas, y dominará a la vencida
Argos. Troyano de esta noble generación, nacerá César Julio, nombre derivado del gran Iulo, y
llevará su imperio hasta el océano y su fama hasta las estrellas. Tú, segura, le recibirás algún día en
el Olimpo, cargado con los despojos del Oriente, y los hombres le invocarán con votos; entonces
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 197
también, suspensas las guerras, se amansarán los ásperos siglos. La cándida Fe, y Vesta y Quirino,
con su hermano Remo, dictarán leyes; las terribles puertas del templo de la guerra se cerrarán con
hierro y apretadas trabes; dentro el impío Furor, sentado sobre sus crueles armas, y atadas las
manos detrás de la espalda con cien cadenas, bramará espantoso con sangrienta boca”.
4.- Dice, y desde la altura envía al hijo de Maya a fin de que las tierras y los nuevos alcázares de
Cartago se abran como asilo para los Teucros; no fuese que, ignorante Dido de lo dispuesto por los
hados, los rechazase de sus confines. Tiende el mensajero su vuelo por el inmenso éter, batiendo
las alas, y pronto se paró en las playas de la Libia, cumpliendo al punto su mandato; los Penos,
porque lo quiere el dios, deponen su fiero natural, y la Reina principalmente se apresta a recibir
con benevolencia suma a los Teucros.
Entre tanto el piadoso Eneas, revolviendo mil cuidados en su cabeza toda la noche, [...]-
PUBLIO VIRGILIO MARÓN (Mantua, 70 a.C.-Brindis, 19 a.C.): La eneida. I. Trad. E. Ochoa.
Eneas en tanto ve en una cañada un apartado bosque lleno de gárrulas enrramadas, plácido retiro
que baña el río Leteo. Innumerables pueblos y naciones vagaban alrededor de sus aguas, como las
abejas en los prados cuando, durante el sereno estío, se posan sobre las varias flores y apiñadas
alrededor de las blancas azucenas, llenan con su zumbido toda la campiña. Ignorante Eneas de lo
que ve y estremecido ante aquella súbita aparición, pregunta la causa, cuál es aquel dilatado río y
qué gentes son las que en tan grande multitud pueblan sus orillas. Entonces el padre Anquises,
“Esas almas, le dice, destinadas por el hado a animar otros cuerpos, están bebiendo en las
tranquilas aguas del Leteo el completo olvido de lo pasado. Hace mucho tiempo que deseaba
hablarte de ellas, hacértelas ver y enumerar delante de ti esa larga prole mía, a fin de que te
regocijes más conmigo de haber por fin encontrado a Italia”. – “¡Oh padre! ¿es creible que algunas
almas se remonten de aquí a la tierra y vuelvan segunda vez a encerrarse en cuerpos materiales?
¿Cómo tienen esos desgraciados tan vehemente anhelo de rever la luz del día?” – “Voy a decírtelo,
hijo mío, para que cese tu asombro, repuso Anquises y de esta suerte le fue revelando cada cosa
por su orden:
Desde el principio del mundo, un mismo espíritu interior anima el cielo y la tierra y las líquidas
llanuras y el luciente globo de la luna y el sol y las estrellas; difundido por los miembros, ese
espíritu mueve la materia y se mezcla al gran conjunto de todas las cosas; de aquí el linaje de los
hombres y de los brutos de la tierra y las aves y todos los monstruos que cría el mar bajo la tersa
superficie de sus aguas. Esas emanaciones del alma universal conservan su igneo vigor y su celeste
origen mientras no están cautivas en toscos cuerpos y no las embotan terrenas ligaduras y
miembros destinados a morir; por eso temen y desean, padecen y gozan; por eso no ven la luz del
cielo encerradas en las tinieblas de oscura cárcel. Ni aun cuando en su último día las abandona la
vida, desaparecen del todo las carnales miserias que necesariamente ha infiltrado en ellas, de
maravillosa manera, su larga unión con el cuerpo; por eso arrostran la prueba de los castigos y
expían con suplicios las antiguas culpas. Unas, suspendidas en el espacio, están expuestas a los
vanos vientos; otras lavan en el profundo abismo las manchas de que están infestadas o se
purifican en el fuego. Todos los manes padecemos algún castigo, después de lo cual se nos envía a
los espaciosos Elisios Campos, mansión feliz, que alcanzamos pocos y a que no se llega hasta que
un larguísimo período, cumplido el orden de los tiempos, ha borrado las manchas inherentes al
alma y la ha dejado reducida sólo a su etérea esencia y al puro fuego de su primitivo origen.
Cumplido un período de mil años, un dios las convoca a todas en gran muchedumbre, junto al río
Leteo, a fin de que tornen a la tierra, olvidadas de lo pasado y renazca en ellas el deseo de volver a
habitar en humanos cuerpos”. Dicho esto, llevó a su hijo y a la Sibila hacia la bulliciosa multiud de
las sombras y se subió a una altura, desde donde podía verlas venir de frente en larga hilera y
distinguir sus rostros.
“Escúchame, prosiguió, pues voy ahora a decirte la gloria que aguarda en lo futuro a la prole de
Dárdano, qué descendientes vamos a tener en Italia, almas ilustres, que perpetuarán nuestro
nombre; voy a revelarte tus hados. Ese mancebo, a quien ves apoyado en su fulgente lanza, ocupa
por suerte el lugar más cercano a la vida y es el primero que de nuestra sangre, mezclada con la
sangre ítala, se levantará a la tierra; ese era Silvio, nombre que le darán los Albanos, hijo póstumo
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 198
tuyo, que ya en edad muy avanzada tendrás, fruto tardío, de tu esposa Lavinia, la cual le criará en
las selvas, rey y padre de reyes, por quien dominará en Alba Longa nuestro linaje. A su lado está
Procas, prez de la nación troyana; síguenle Capis y Numitor y Silvio Eneas, que llevará tu nombre
y te igualará en piedad y valor, si llega algún día a reinar en Alba Longa. ¡Qué mancebos! ¡mira
4.- qué pujanza ostentan! De esos a cuyas sienes da sombra una corona de cívica encina, unos te
edificarán las ciudades Nomento, Gabios y Fidena; otros levantarán en los montes los alcázares
colatinos, a Pomecia, el castillo de Ino, a Bola y Cora; así se llamarán algún día esas que hoy son
tierras sin nombre. A su abuelo sigue Rómulo, hijo de Marte y de Ilia, de la sangre de Asáraco.
¿Ves a esos dos penachos que se alzan sobre su cabeza y ese noble continente que en él ha impreso
el mismo padre de los dioses? Has de saber, hijo mío, que bajo sus auspicios la soberbia Roma
extenderá su imperio por todo el orbe y levantará su aliento hasta el cielo. Siete colinas encerrará
en su recinto una sola ciudad, madre feliz de ínclitos varones; tal la diosa de Berecinto, coronada
de torres, recorre en su carro las ciudades frigias, ufana con su progenie de dioses, abrazando a
cien descendientes, todos inmortales, todos moradores del excelso Olimpo. Vuelve aquí ahora los
ojos y mira esa nación: esos son tus Romanos. Ese es César, esa es toda la progenie de Iulio que ha
de venir bajo la gran bóveda del cielo. Ése, ése será el héroe que tantas veces te fue prometido.
César Augusto, del linaje de los dioses, que por segunda vez hará nacer los siglos de oro en el
Lacio, en esos campos en que antiguamente reinó Saturno; es el que llevará su imperio más allá de
los Garamantas y de los Indios, a regiones situadas más allá de donde brillan los astros, fuera de
los caminos del año y del sol, donde el celífero Atlante hace girar sobre sus hombros la esfera
tachonada de lucientes estrellas. Y ahora, en la expectativa de su llegada, [...]. Otros, en verdad,
labrarán con más primor el animado bronce, sacarán del mármol vivas figuras, defenderán mejor
las causas, medirán con el compás el curso del cielo y anunciarán la salida de los astros; tú ¡oh
Romano! atiende a gobernar los pueblos; esas serán tus artes y también imponer condiciones de
paz, perdonar a los vencidos, derribar a los soberbios”.
Así habló el padre Anquises a Eneas y a la Sibila, que le escuchaban atónitos; [...].- P.
VIRGILIO MARÓN: La eneida. vi, 703-854. Trad. de Eugenio Ochoa. Texto escrito entre los
años 30 a 19 a.C.
Musas de Sicilia, cantemos algo más grande. No a todos gustan los vergeles y los tamarindos
humildes. Si cantamos a las selvas, sean las selvas dignas de un cónsul
Ya ha llegado la última edad que anunció la profecía de Cumas. La gran hilera de los siglos
empieza de nuevo. Ya vuelve también la virgen, el reino de Saturno vuelve. Ya se nos envía una
nueva raza del alto cielo. Únicamente, a ese niño que nace, con quien terminará por fin la edad de
hierro y surgirá la edad de oro para todo el mundo, tú, casta Lucina, ampáralo: ya reina tu Apolo.
Justamente en tu consulado, el tuyo, Polión [C. Asinio, año 40 a.C.], llegará tal gloria del tiempo y
empezarán a marchar los grandes meses. Bajo tu guía, si alguna huella de nuestro pasado queda, se
borrará, librando a las tierras de su miedo eterno. Él tendrá la vida de los dioses y verá a los héroes
mezclados entre los dioses, y él, a su vez, será visto por ellos. Y gobernará el orbe pacíficado por
las virtudes de su padre.
Ahora bien, como primeros regalillos, niño, la tierra sin ninguna labranza derramará por doquier
para ti hiedras errantes, así como bácar, y colocasias enredadas con cardos risueños. Las cabras
volverán a casa solas con las ubres hinchadas de leche, y las vacas no temerán a los grandes
leones; por sí sola la cuna derramará para ti blandas flores. Morirá también la serpiente; la hierba
que engaña con el veneno morirá también; por todas partes nacerá el amomo asirio.
[...] “Aprisa, hilad tales siglos”, dijeron a sus husos las Parcas, de acuerdo con la voluntad
inmutable de los hados.
Entra en los grandes oficios (ya llega el momento), oh vástago querido de los dioses, magna
semilla de Júpiter. Mira el mundo que te hace señal con el peso de su bóveda, y las tierras, los
trechos del mar, el cielo profundo; mira como todo se alegra con el siglo que está al llegar. ¡Ojalá
me reste para entonces la última parte de una vida larga y el aliento suficiente para decir tus
hazañas! No ha de vencerme a cantar ni Orfeo de Tracia, ni Lino, aunque al uno le asista la madre,
y al otro el padre, a Orfeo, Calíope, a Lino, el hermoso Apolo. Incluso si Pan compartiese
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 199
conmigo, ante el juicio de la Arcadia, Pan incluso confesaría que ha sido vencido, ante el juicio de
la Arcadia
4.- Empieza, niño pequeño, a conocer a tu madre riéndole (a tu madre diez meses trajeron largos
hastíos), empieza, niño pequeño: al que no le han reído los padres no lo convida a su mesa el dios
ni la diosa a su lecho.- P. VIRGILIO MARÓN: Sicelides Musæ. (Bucólicas [Eglogas], IV).
Dedicada a C. Asinio Polión, fundador de la primera biblioteca pública romana.
Un poco más alcemos nuestro canto, / Musa; que no conviene a todo oído
decir de las humildes ramas tanto.
El campo no es de todos recibido; / y si cantamos campo, el campo sea
que merezca del Cónsul ser oído.
La postrimera edad de la Cumea, / y la doncella virgen ya es llegada,
y torna el reino de Saturno y Rhea.
Los siglos tornan de la edad dorada; / de nuevo largos años nos envía
el cielo, y nueva gente en sí engendrada.
Tú, Luna, casta, llena de alegría, / favorece, pues reina ya tu Apolo,
al niño que nació en aqueste día.
El hierro lanzará del mundo él solo, / y de un linaje de oro el más preciado
el uno poblará y el otro polo.
En este vuestro, en este consulado, / Polio, de nuestra edad gran hermosura
tendrá principio el rico y alto hado.
En él comenzarán con luz más pura / los bienhadados meses su carrera,
y el mal fenecerá, si alguno dura.
Lo que hay de la maldad nuestra primera / deshecho, quedarán ya los humanos
libres de miedo eterno, de ansia fiera.
Mezclado con los Dioses soberanos, / de vida gozará, cual ellos, llena
de bienes deleitosos y no vanos.
Verálos, y verán su suerte buena; / y del valor paterno rodeado,
cuanto se extiende el mar, cuanto la arena,
con paz gobernará. Pues, niño amado, / este primero don inculto y puro
el campo te presenta de su grado.
Ya te presenta el campo el bien seguro / Báccar, la yedra verde trepadora,
el lirio blanco, el trébol verde oscuro.
Y las ovejas mismas a su hora / de leche vienen llenas, sin recelo
de lobo, de león y de onza mora.
Tus cunas brotan flores; como un velo / derraman sobre ti de blancas rosas;
y no produce ya ponzoña el suelo,
ni yerbas, ni serpientes venenosas; / sin diferencia ha producido
en todas partes yerbas provechosas. / [...]
Porque con voz concorde, y sus ligeros / husos las Parcas dicen volteando:
“Venid tales los siglos venideros”.
Emprende, que ya el tiempo viene andando, / pimpollo, ¡oh divinal, obra del cielo!,
lo grande que a ti solo está esperando
Mira el redondo mundo, mira el suelo, / mira la mar tendida, el aire, y todo
Ledo esperando el siglo de consuelo.
¡Oh, si el benigno hado de tal modo / mis años alargase, que pidiese
tus hechos celebrar y bien del todo!
Que si conmigo Orfeo contendiese, / y si cantando contendiese el Lino,
aunque la madre y padre de éstos fuese,
Calíope de Orfeo, y del divino / Lino el hermoso Apolo, no sería
mi canto que su canto menos dino.
Ni el Dios de Arcadia, Pan, me vencería: / y aunque fuese juez la Arcadia de esto,
la Arcadia en mi favor pronunciaría.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 200
Conoce, pues, con blando y dulce gesto, / ¡Oh niño, ya a tu madre, que el preñado
por largos meses diez le fue molesto.
4.- Conócela: que a quien no han halagado / sus padres con amor y abrazo estrecho,
ni a su mesa los dioses le han sentado, / ni le admiten las diosas a su lecho.- LUIS DE LEÓN:
Poesías [...]. Trad. de la Egloga IV (Sicelides Musaæ) de VIRGILIO: pp. 101-105.
Los romanos tenían sólo algunos puntos del país [Germania] en su poder, no un territorio
homogéneo, sino desperdigados aquí y allá, tal y como los sometían en el curso de las campañas...
Sus tropas invernaban allí y establecían poblaciones, y los bárbaros eran educados en el orden
romano: se acostumbraron a los mercados y a encontrarse pacíficamente con los romanos. Sin
embargo, no habían olvidado el espíritu de los antecesores, su carácter innato, su manera de vivir
con soberanía y su libertad basada en su fuerza guerrera. Por ello no se rebelaron mientras la
transformación de su género de vida se realizaba lentamente y perdían poco a poco sus
peculiaridades. Apenas notaron que cambiaba su mentalidad. Pero se terminó su paciencia cuando
[Publio] Quintillo Varo asumió el gobierno de Germania e, interviniendo en sus asuntos apoyado
en su autoridad, intentó convertirlos de repente en otros hombres, dándoles órdenes como si ya
estuviesen dominados y pretendiendo incluso que pagaran tributo como si fueran súbditos.- DIÓN
CASIO: Historia romana (229). Sobre Teutoburgo (Germania, 9 d.C.). cf.: MILLAR, F. (comp.):
op. cit. p. 207.
Si deseas ser cónsul, has de perder el sueño, correr de un lado a otro, besar las manos de los
hombres..., enviar regalos a muchos, y, a algunos, mandarles saludos a diario. ¿Y con qué
resultado? Doce haces de bastones, sentarse tres o cuatro veces en el tribunal, ofrecer juegos en el
circo y repartir cestillos de comida.
Si hay una requisa para transporte (angareia) y un soldado se apodera de tu asno, no resistas ni
reniegues, que si lo haces te darán de palos y perderás el asno lo mismo.- EPÍCTETO (ca. 108).
cf.: MILLAR, F. (comp.): op. cit. pp. 29, 92.
Clemencia, y firmeza en las decisiones tomadas con la debida reflexión; indiferencia a las
honras exteriores; diligencia y perseverancia; prontitud en escuchar a aquellos que tienen algo que
aportar al bien público...; a no obligar a sus amigos a comer siempre con él o a viajar siempre con
él fuera de Roma...; a no medir la marcha de su reinado por las aclamaciones o cualesquiera otras
formas de adulación; a atender cuidadosamente a las necesidades del Imperio, a ahorrar recursos, a
soportar con paciencia la crítica en tales materias.- MARCO AURELIO: Meditaciones (174).
(Recuerdo de lo aprendido de su padre adoptivo, Antonino Pío, emperador 138-161). cf.:
MILLAR, F. (comp.): op. cit. p. 43.
Los procuradores, observando lo ordenado y mis instrucciones de que no (deben exigir) más de
dos o tres jornadas de trabajo, tendrán en cuenta que [a los inquilinos de las posesiones imperiales en
África] no se les exija injustamente nada que esté en contra de lo estipulado.- CÓMODO (180-
192).- cf.: MILLAR, F. (comp.): op. cit. p. 73.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 201
4.- Consta en las normas del censo que los informes sobre terrenos deben ir de la siguiente
manera: Nombre de cada parcela. Civitas y aldea. Nombres de los dos vecinos más próximos.
Superficie cultivable que se va a sembrar durante los diez años siguientes. Viñedos; número de
cepas. Olivares; extensión y número de árboles. Prados; superficie que se calcula destinada a
pastos. Lo mismo para bosques maderables.- ULPIANO (ca. 210). cf.: MILLAR, F. (comp.): op.
cit. p. 87.
Las personas a quienes debe prohibirse la estancia aquí son las que han huido de sus distritos
para escapar al rudo trabajo del campo, no las que aquí se congregan para contemplar la hermosa
ciudad de Alejandría... Los autéticos egipcios son fáciles de reconocer entre los tejedores de lino
por su habla... además, sus costumbres y su inculto modo de vida revelan que se trata de
campesinos egipcios.- CARACALLA: Edicto (215). cf.: MILLAR, F. (comp.): op. cit. pp. 177-
178.
OPINIÓN
Muy alejada se encuentra la sofisticada ingeniería de hoy de sus orígenes como para recordar a
los romanos y su forma de aprovechar los residuos volcánicos. Tras más de un mes de erupción del
volcán chileno Puyehue existe un importante acopio de cenizas y arena volcánica en la Patagonia
que, en principio, se utilizaría para hacer bloques de cemento destinados a rellenar las calles.
No obstante, la necesidad de buscar soluciones ingeniosas nos conduce a la época de los
romanos, al puerto de Pozzuoli y a las puzolanas.
Las puzolanas son un tipo de roca ígnea volcánica, ligera, de consistencia porosa, formada
principalmente por cenizas y arenas procedentes de la disgregación de montones de escorias
volcánicas.
Su contenido de cal no llega al 10 por ciento. Es, por lo tanto, insuficiente para su fraguado con
el agua. No obstante, al adicionarle cal, ésta tiene la propiedad de combinarse directamente con la
puzolana lográndose un mortero útil para la unión y adherencia de ladrillos o para revestir y
preservar la superficie en el tiempo; morteros especialmente indicados para trabajos en lugares
húmedos por su indiferencia a las reacciones químicas secundarias.
Mezclas de este tipo constituían los famosos cementos que los romanos usaron en sus
grandiosas construcciones que todavía resisten el paso del tiempo.
La puzolana debe su nombre a la localidad de donde principalmente la extrajeron los romanos,
del puerto de Pozzuoli, cerca de Nápoles. Los antiguos no conocían más que los cementos
puzolánicos, a los cuales se los comenzó a denominar con los años cementos romanos. Sólo en
1958 el cemento portland entró en las prácticas ordinarias de la construcción.
Una combinación de una parte de puzolana, una de cal y una de arena, es útil para
construcciones ordinarias, mientras que las constituidas con dos partes de puzolana y una de cal o
tres partes de puzolana y dos de cal se utiliza para trabajos marítimos. Los morteros así preparados
tienen una dilatación mínima por hidratación, son compactos, impermeables, inalterables por la
acción de los sulfatos y con el más alto grado de duración.
El ingenio de los romanos inició el continuo desarrollo tecnológico que condujo a la ingeniería
moderna.
Por eso, la ingeniería moderna no debería olvidarse de sus orígenes. Los romanos sabían qué
hacer con los residuos volcánicos.- D'ANDREA: Alberto: “Los romanos, unos adelantados”; en
La Nación. Jueves, 28 de julio de 2011.- El autor es director de la carrera de Biotecnología de
la UADE
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 202
5.- HEBREOS-ISRAELITAS-JUDIOS
Los pequeños estados en la época de Tell el-Amarna [1364-1347 a.C.]
[...] entre Egipto y el reino hitita se encontraba el estado de Amurru, que se había consolidado
en el norte del Líbano poco antes de la época de el-Amarna y que durante muchos decenios fue un
estado-tapón entre los dos grandes reinos. Durante el gobierno de los reyes Abdiashirta y Aziru,
apoyados por las bandas de los apiru, Amurru siguió una política de agresión contra sus vecinos
[...] /
[...] En general, las ciudades costeras fenicias mantuvieron la fidelidad al faraón. Sus príncipes,
enemistados entre sí, pedían a menudo ayuda a Egipto para combatir a sus vecinos, sobre todo al
reino de Amurru y a las temidas bandas de los apiru. [...]
También Palestina, al igual que la costa fenicia, permaneció bajo la dominación egipcia, lo que
le proporcionó ventajas a la par que responsabilidades, como reflejan las palabras de Burnaburiash
II, rey de Babilonia [1375-1347], a Amenofis IV después del ataque que sufrió su caravana
comercial en las proximidades de Acco: “Canaán (escrito Kinakhkhi) es tu tierra y sus reyes son
tus siervos. En tu tierra he sufrido violencia”. Incluso los hititas reconocían el límite norte de la
depresión del Líbano como frontera del poder egipcio en Asia. Por esta razón, la historiografía
hitita considera la incursión de Shuppiluliuma en el país de Amqi, al sur de este límite [ ca. 1338],
como violación del territorio egipcio, ya que fue la causa de una grave peste que asoló el país de
los hititas. El aumento del poder hitita en Siria y el declive de la posición egipcia tuvieron
repercusión en los acontecimientos de Palestina al fomentar la rivalidad entre los príncipes y
favorecer las actividades de los apiru, con los que pactaron algunos príncipes, deseosos de
sustraerse al yugo de la administración egipcia.
[...] En la región montañosa central, situada al sur, surgió, sin embargo, un enemigo acérrimo de
Egipto, Labaya, que desde su sede en Siquem se apoderó de territorios considerables, sitió a
Megiddo con ayuda de los apiru e incluso avanzó sobre la llanura de Saron hasta el río Jarkon.
Unidos al príncipe de Gazer, Milki-Ilu, antiguo enemigo de su padre, los hijos de Labaya atacaron
Jerusalén y otras ciudades situadas más al sur, como Laquis y Ascalón. Jerusalén siguió siendo una
isla más o menos fiel al faraón. Su soberano Abdi-Khepa (quizá deba leerse Puti-Khepa), que tomó
el título de oficial egipcio, insistió en sus cartas al faraón para que Egipto mandara rápidamente
ayuda militar a fin de hacer frente a los ataques de sus enemigos y a las correrías de los apiru si no
quería perder el país. Sobre las relaciones muy ramificadas de los estados de Canaán y las
coaliciones temporales nos da noticia el envío a Puti-Khepa de Jerusalén y a Shuwardatta, quizá
príncipe de Hebrón, de un contingente de carros de combate desde Acco y Akhsaph, en Palestina
septentrional, para apoyarlos en su lucha contra los apiru. / [...].
Palestina y Siria en el siglo XIII
La división de Siria y Palestina y, en general la relación pacífica entre Egipto y los hititas se
mantuvo durante la época del faraón Merenptah (1224-1214) y del rey hitita Tutkhaliya (hacia
1250-1220) hasta la caída del Imperio hitita. Los lazos que unían a las dos grandes potencias se
estrecharon ante el peligro común que constituían los Pueblos del Mar. [...] Merenptah tuvo que
sofocar a principios de su reinado un levantamiento general. En una canción de victoria del quinto
año de su reinado [1220 a.C.?] hallada en la llamada “estela de Israel” (que contiene la primera
mención del pueblo de Israel en una fuente que no es bíblica) el faraón celebra su triunfo de la
siguiente manera: “Los príncipes están vencidos y dicen: shalom (paz). Azotan a Canaán todos los
males; se ha tomado Ascalón y sometido Gazer; se ha hecho que Jenoam parezca no haber existido
nunca; Israel está asolado y no tiene grano; Kharu ha pasado a ser viuda de Egipto”. La
restauración del poder de Merenptah en Canaán y las estrechas relaciones con centros de la costa
como Gaza y Tiro, y hasta con [...], están documentadas por [...] (Papiro Anastasi III) [...]
MALAMAT, Abraham: “Siria y Palestina en la segunda mitad del segundo milenio”; en
CASSIN, E.; BOTTÉRO, J.; VERCOUTTER, J. (comp.): Los imperios del Antiguo Oriente. II,
El fin del segundo milenio. Madrid, etc, Siglo XXI, (c1972). pp. 166-169, 171-172. (Historia
universal, 3). Cap. 3.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 203
El panegírico de Mesuy [virrey de Nubia] contiene [en 1217 a.C.] referencias a las medidas
punitivas que se adoptaron en Nubia, probablemente con motivo de rebeliones locales, pero no da
más detalles. Más importante es el calificativo que da a Merenptah de “sojuzgador de Gazer”,
ciudad de Palestina; la intervención militar de Merenptah en este país está confirmada por la estela
de granito del rey descubierta en 1896 en el templo funerario de Merenptah, en Tebas. Aunque la
finalidad principal de la inscripción es exaltar la victoria del rey sobre los libios (está fechada el
mismo día de la batalla de Pi-ire [1218 a.C.?]) las frases finales contienen interesantes referencias a
la situación en Asia: “Azotan a Canaán todos los males, se ha tomado Ascalón y sojuzgado Gazer,
se ha hecho que Jenoam parezca no haber existido nunca, Israel está asolado y no tiene grano,
Kharu (o sea, Palestina y Siria) ha pasado a ser viuda de Egipto”. Por contener la mención más
antigua fechada del nombre de Israel, única conocida hasta ahora en los textos egipcios, la
inscripción se ha hecho famosa como “Estela de Israel”, tanto más cuanto que muchos
especialistas habían pensado que Merenptah era precisamente el faraón del éxodo. Se ha
intentado explicar de diversas formas la presencia de Israel en Palestina en los primeros años del
reinado de un rey del que se dice en la narración bíblica que murió con su ejército cuando
perseguía a los israelitas que abandonaban Egipto. Como cabe esperar que a algunos lectores les
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 205
5.- interese saber la opinión de los egiptólogos sobre el relato bíblico, tal vez no estén de más
algunas líneas al respecto.
Sobre la estancia de los israelitas en Egipto y sobre su éxodo no hay en las fuentes egipcias ni
información ni siquiera alusiones a ella. Como en el relato bíblico se dice que los judíos trabajaron
en la construcción de la ciudad de Ramsés (que evidentemente recibió este nombre de un rey
Ramsés) se solía concluir que el faraón opresor era el gran constructor Ramsés II, y su sucesor
Merenptah el faraón del éxodo. Se vio claro que éste no podía haber muerto en el mar cuando en
1898 se encontró una momia depositada en la tumba número 35 (de Amenofis II) del Valle de los
Reyes de Tebas. El nombre de la ciudad, Ramsés, claramente idéntico al de la residencia del Delta
Pi-Ramsés, sólo prueba que la narración bíblica se compuso después del reinado de Ramsés II
[1290-1224]; otros nombres egipcios contenidos en la historia de José son sumamente tardíos y
muestran que la historia no pudo escribirse con anterioridad a los siglos X o IX a.C. Por tanto, los
especialistas del Antiguo Testamento y los egiptólogos, según sus creencias religiosas, mantienen
posturas que van desde la aceptación del relato bíblico en todos sus detalles como literalmente
cierto, hasta la de considerarlo un puro invento. Aquí, como sucede con frecuencia, la verdad
parece estar en algún punto intermedio. Aunque no es posible aceptar el relato al pie de la letra, es
igualmente difícil descartarlo enteramente por falta de base histórica. Parece que la presencia de
los hicsos, un pueblo de evidente origen asiático, y su expulsión a comienzos de la XVII Dinastía
[hacia 1530], constituye una base suficiente para la posterior elaboración de la historia de la
estancia en Egipto y del éxodo de los israelitas. En la Biblia no hay más rastro del reinado de
Merenptah que dos referencias al nombre de un lugar al noroeste de Jerusalén “fuente de las aguas
de Neptoah” en donde estaba la “fuente de Mineptah”, olvidada e ignorada durante mucho tiempo;
en la época de Merenptah [o Merneptá, 1224-1214] la guardaba una guarnición egipcia.- CERNY, J.:
op. cit. pp. 240-242.
TEL AVIV.– Israel Finkelstein es un hombre de suerte: aunque sus trabajos de arqueología
cuestionan el origen divino de los primeros libros del Antiguo Testamento, judíos y católicos
acogen sus hipótesis con auténtico interés y, curiosamente, no lo estigmatizan. Este enfant terrible
de la ciencia revolucionó la nueva arqueología bíblica cuando afirmó que la saga histórica relatada
en los cinco libros que conforman el Pentateuco de los cristianos y la Torá de los judíos no
responde a ninguna revelación divina. Dijo que, por el contrario, esa gesta es un brillante producto
de la imaginación humana y que muchos de sus episodios nunca existieron. El Pentateuco “es una
genial reconstrucción literaria y política de la génesis del pueblo judío, realizada 1500 años
después de lo que siempre creímos”, sostiene Finkelstein, de 57 años, director del Instituto de
Arqueología de la Universidad de Tel Aviv. Añade que esos textos bíblicos son una compilación
iniciada durante la monarquía de Josías, rey de Judá, en el siglo VII a.C. En aquel momento, ese
reino israelita del Sur comenzó a surgir como potencia regional, en una época en la cual Israel
(reino israelita del Norte) había caído bajo control del imperio asirio. El principal objetivo de esa
obra era crear una nación unificada, que pudiera cimentarse en una nueva religión. El proyecto,
que marcó el nacimiento de la idea monoteísta, era constituir un solo pueblo judío, guiado por un
solo Dios, gobernado por un solo rey, con una sola capital, Jerusalén, y un solo templo, el de
Salomón. En sus trabajos, que han marcado a generaciones de la nueva escuela de la arqueología
bíblica, Finkelstein establece una coherencia entre los cinco libros del Pentateuco: el Génesis, el
Exodo, el Levítico, los Números y el Deuteronomio. Los siglos nos han traído esos episodios que
relatan la creación del hombre, la vida del patriarca Abraham y su familia -fundadores de la nación
judía-, el éxodo de Egipto, la instalación en la tierra prometida y la época de los Reyes. Según
Finkelstein, esos relatos fueron embellecidos para servir al proyecto del rey Josías [640-609] de
reconciliar a los dos reinos israelitas (Israel y Judá) e imponerse frente a los grandes imperios
regionales: Asiria, Egipto y Mesopotamia.- El arqueólogo recibió a LA NACION en la
Universidad de Tel Aviv.
- Durante más de veinte siglos, los hombres creyeron que Dios había dictado las Escrituras a un
cierto número de sabios, profetas y grandes sacerdotes israelitas.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 206
5.- -Así es. Para las autoridades religiosas, judías y cristianas, Moisés era el autor del Pentateuco.
Según el Deuteronomio, el profeta lo escribió poco antes de su muerte, en el monte Nebo. Los
libros de Josué, de los Jueces y de Samuel eran archivos sagrados, obtenidos y conservados por el
profeta Samuel en el santuario de Silo, y los libros de los Reyes venían de la pluma del profeta
Jeremías. Así también, David era el autor de los Salmos y Salomón, el de los Proverbios y el del
Cantar de los Cantares.
-Y sin embargo?
-Desde el siglo XVII, los expertos comenzaron a preguntarse quién había escrito la Biblia. Moisés
fue la primera víctima de los avances de la investigación científica, que planteó cantidad de
contradicciones. ¿Cómo es posible -preguntaron los especialistas- que haya sido el autor del
Pentateuco cuando el Deuteronomio, el último de los cinco libros, describe el momento y las
circunstancias de su propia muerte?
-Usted afirma que el Pentateuco fue escrito en una época mucho más reciente.
-La arqueología moderna nos permite asegurar que el núcleo histórico del Pentateuco y de la
historia deuteronómica fue compuesto durante el siglo VII antes de Cristo. El Pentateuco fue una
creación de la monarquía tardía del reino de Judá, destinada a propagar la ideología y las
necesidades de ese reino. Creo que la historia deuteronómica fue compilada, durante el reino de
Josías, a fin de servir de fundamento ideológico a ambiciones políticas y reformas religiosas
particulares.
-Según la Biblia, primero fue el viaje del patriarca Abraham de la Mesopotamia a Canaán. El
relato bíblico abunda en informaciones cronológicas precisas.
-Es verdad. La Biblia libra una cantidad de informaciones que deberían permitir saber cuándo
vivieron los patriarcas. En ese relato, la historia de los comienzos de Israel se desarrolla en
secuencias bien ordenadas: los Patriarcas, el Éxodo, la travesía del desierto, la conquista de
Canaán, el reino de los Jueces, el establecimiento de la monarquía. Haciendo cálculos, Abraham
debería de haber partido hacia Canaán unos 2100 años antes de Cristo.
-¿Y no es así?
-No. En dos siglos de investigación científica, la búsqueda de los patriarcas nunca dio resultados
positivos. La supuesta migración hacia el Oeste de tribus provenientes de la Mesopotamia, con
destino a Canaán, se reveló ilusoria. La arqueología ha probado que en esa época no se produjo
ningún movimiento masivo de población. El texto bíblico da indicios que permiten precisar el
momento de la composición final del libro de los Patriarcas. Por ejemplo, la historia de los
patriarcas está llena de camellos. Sin embargo, la arqueología revela que el dromedario sólo fue
domesticado cuando se acababa el segundo milenio anterior a la era cristiana y que comenzó a ser
utilizado como animal de carga en Medio Oriente mucho después del año 1000 a.C. La historia de
José dice que la caravana de camellos transporta "goma tragacanto, bálsamo y láudano". Esa
inscripción corresponde al comercio realizado por los mercaderes árabes bajo control del imperio
asirio en los siglos VIII y VII a.C. Otro hecho anacrónico es la primera aparición de los filisteos en
el relato, cuando Isaac encuentra a Abimelech, rey de los filisteos. Esos filisteos -grupo migratorio
proveniente del mar Egeo o de Asia Menor- se establecieron en la llanura litoral de Canaán a partir
de 1200 a.C. Esos y otros detalles prueban que esos textos fueron escritos entre los siglos VIII y
VII a.C.
-El heroísmo de Moisés frente a la tiranía del faraón, las diez plagas de Egipto y el éxodo masivo
de israelitas hacia Canaán son algunos de los episodios más dramáticos de la Biblia. ¿También
eso es leyenda?
-Según la Biblia, los descendientes del patriarca Jacob permanecieron 430 años en Egipto antes de
iniciar el éxodo hacia la Tierra Prometida, guiados por Moisés, a mediados del siglo XV a.C. Otra
posibilidad es que ese viaje se haya producido dos siglos después. Los textos sagrados afirman que
600.000 hebreos cruzaron el Mar Rojo y que erraron durante 40 años por el desierto antes de llegar
al monte Sinaí, donde Moisés selló la alianza de su pueblo con Dios. Sin embargo, los archivos
egipcios, que consignaban todos los acontecimientos administrativos del reino faraónico, no
conservaron ningún rastro de una presencia judía durante más de cuatro siglos en su territorio.
Tampoco existían, en esas fechas, muchos sitios mencionados en el relato. Las ciudades de Pitom
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 207
5.- y Ramsés, que habrían sido construidas por los hebreos esclavos antes de partir, no existían en
el siglo XV a.C. En cuanto al Éxodo, desde el punto de vista científico no resiste el análisis.
-¿Por qué?
-Porque, desde el siglo XVI a.C., Egipto había construido en toda la región una serie de fuertes
militares, perfectamente administrados y equipados. Nada, desde el litoral oriental del Nilo hasta el
más alejado de los pueblos de Canaán, escapaba a su control. Casi dos millones de israelitas que
hubieran huido por el desierto durante 40 años tendrían que haber llamado la atención de esas
tropas. Sin embargo, ni una estela de la época hace referencia a esa gente. Tampoco existieron las
grandes batallas mencionadas en los textos sagrados. La orgullosa Jericó, cuyos muros se
desplomaron con el sonar de las trompetas de los hebreos, era entonces un pobre caserío. Tampoco
existían otros sitios célebres, como Bersheba o Edom. No había ningún rey en Edom para enfrentar
a los israelitas. Esos sitios existieron, pero mucho tiempo después del Éxodo, mucho después de la
emergencia del reino de Judá. Ni siquiera hay rastros dejados por esa gente en su peregrinación de
40 años. Hemos sido capaces de hallar rastros de minúsculos caseríos de 40 ó 50 personas. A
menos que esa multitud nunca se haya detenido a dormir, comer o descansar: no existe el menor
indicio de su paso por el desierto.
-En resumen, los hebreos nunca conquistaron Palestina.
-Nunca. Porque ya estaban allí. Los primeros israelitas eran pastores nómadas de Canaán que se
instalaron en las regiones montañosas en el siglo XII a.C. Allí, unas 250 comunidades muy
reducidas vivieron de la agricultura, aisladas unas de otras, sin administración ni organización
política. Todas las excavaciones en la región exhumaron vestigios de poblados con silos para
cereales, pero también de corrales rudimentarios. Esto nos lleva a pensar que esos individuos
habían sido nómadas que se convirtieron en agricultores. Pero ésa fue la tercera ola de instalación
sedentaria registrada en la región desde el 3500 a.C. Esos pobladores pasaban alternativamente del
sedentarismo al nomadismo pastoral con mucha facilidad.
-¿Por qué?
-Ese tipo de fluctuación era muy frecuente en Medio Oriente. Los pueblos autóctonos siempre
supieron operar una rápida transición de la actividad agrícola a la pastoril en función de las
condiciones políticas, económicas o climáticas. En este caso, en épocas de nomadismo, esos
grupos intercambiaban la carne de sus manadas por cereales con las ricas ciudades cananeas del
litoral. Pero cuando éstas eran víctimas de invasiones, crisis económicas o sequías, esos pastores se
veían forzados a procurarse los granos necesarios para su subsistencia y se instalaban a cultivar en
las colinas. Ese proceso es el opuesto al que relata la Biblia: la emergencia de Israel fue el
resultado, no la causa, del derrumbe de la cultura cananea.
-Pero entonces, si esos primeros israelitas eran también originarios de Canaán, ¿cómo
identificarlos?
-Los pueblos disponen de todo tipo de medios para afirmar su etnicidad: la lengua, la religión, la
indumentaria, los ritos funerarios, los tabúes alimentarios. En este caso, la cultura material no
propone ningún indicio revelador en cuanto a dialectos, ritos religiosos, formas de vestirse o de
enterrar a los muertos. Hay un detalle muy interesante sobre sus costumbres alimentarias: nunca,
en ningún poblado israelita, fueron exhumados huesos de cerdo. En esa época, los primeros
israelitas eran el único pueblo de esa región que no comía cerdo.
-¿Cuál es la razón?
-No lo sabemos. Quizá los protoisraelitas dejaron de comer cerdo porque sus adversarios lo hacían
en profusión y ellos querían ser diferentes. El monoteísmo, los relatos del Éxodo y la alianza
establecida por los hebreos con Dios hicieron su aparición mucho más tarde en la historia, 500
años después. Cuando los judíos actuales observan esa prohibición, no hacen más que perpetuar la
práctica más antigua de la cultura de su pueblo verificada por la arqueología.
-En el siglo X a.C. las tribus de Israel formaron una monarquía unificada -el reino de Judá- bajo
la égida del rey David. David y su hijo, Salomón, servirán de modelo a las monarquías de
Occidente. ¿Tampoco ellos fueron lo que siempre se creyó?
-Tampoco en este caso la arqueología ha sido capaz de encontrar pruebas del imperio que nos legó
la Biblia: ni en los archivos egipcios ni en el subsuelo palestino. David, sucesor del primer rey,
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 208
5.- Saúl, probablemente existió entre 1010 y 970 a.C. Una única estela encontrada en el santuario
de Tel Dan, en el norte de Palestina, menciona "la casa de David". Pero nada prueba que se haya
tratado del conquistador que evocan las Escrituras, capaz de derrotar a Goliat. Es improbable que
David haya sido capaz de conquistas militares a más de un día de marcha de Judá. La Jerusalén de
entonces, escogida por el soberano como su capital, era un pequeño poblado, rodeado de aldeas
poco habitadas. ¿Dónde el más carismático de los reyes hubiera podido reclutar los soldados y
reunir el armamento necesarios para conquistar y conservar un imperio que se extendía desde el
Mar Rojo, al Sur, hasta Siria, al Norte? Salomón, constructor del Templo y del palacio de Samaria,
probablemente tampoco haya sido el personaje glorioso que nos legó la Biblia.
-¿Y de dónde salieron sus fabulosos establos para 400.000 caballos, cuyos vestigios sí se han
encontrado?
-Fueron criaderos instalados en el Sur por el reino de Israel varios decenios más tarde. A la muerte
de Salomón, alrededor del 933 a.C., las tribus del norte de Palestina se separaron del reino
unificado de Judá y constituyeron el reino de Israel. Un reino que, contrariamente a lo que afirma
la Biblia, se desarrolló rápido, económica y políticamente. Los textos sagrados nos describen las
tribus del Norte como bandas de fracasados y pusilánimes, inclinados al pecado y a la idolatría. Sin
embargo, la arqueología nos da buenas razones para creer que, de las dos entidades existentes, la
meridional (Judá) fue siempre más pobre, menos poblada, más rústica y menos influyente. Hasta el
día en que alcanzó una prosperidad espectacular. Esto se produjo después de la caída del reino
nórdico de Israel, ocupado por el poderoso imperio asirio, que no sólo deportó hacia Babilonia a
los israelitas, sino que además instaló a su propia gente en esas fértiles tierras.
-¿Fue, entonces, durante el reino de Josías en Judá cuando surgió la idea de ese texto que se
transformaría en fundamento de nuestra civilización occidental y origen del monoteísmo?
-Hacia fines del siglo VII a.C. hubo en Judá un fermento espiritual sin precedente y una intensa
agitación política. Una coalición heteróclita de funcionarios de la corte sería responsable de la
confección de una saga épica compuesta por una colección de relatos históricos, recuerdos,
leyendas, cuentos populares, anécdotas, predicciones y poemas antiguos. Esa obra maestra de la
literatura --mitad composición original, mitad adaptación de versiones anteriores-- pasó por ajustes
y mejoras antes de servir de fundamento espiritual a los descendientes del pueblo de Judá y a
innumerables comunidades en todo el mundo.
-El núcleo del Pentateuco fue concebido, entonces, quince siglos después de lo que creíamos.
¿Sólo por razones políticas? ¿Con el fin de unificar los dos reinos israelitas?
-El objetivo fue religioso. Los dirigentes de Jerusalén lanzaron un anatema contra la más mínima
expresión de veneración de deidades extranjeras, acusadas de ser el origen de los infortunios que
padecía el pueblo judío. Pusieron en marcha una campaña de purificación religiosa, ordenando la
destrucción de los santuarios locales. A partir de ese momento, el templo que dominaba Jerusalén
debía ser reconocido como único sitio de culto legítimo por el conjunto del pueblo de Israel. El
monoteísmo moderno nació de esa innovación.- FINKELSTEIN, Israel: “El Éxodo no existió”, en:
La Nación. Buenos Aires. Miércoles 25/01/2006.
Los relatos y la historia. /:[...] / En cuanto a la fecha del Éxodo no podemos fiarnos de las
indicaciones de I R[eyes] vi 1 y Jc [Jueces] xi 26, que son secundarias y proceden de cómputos
artificiales. Pero la Biblia encierra una indicación decisiva: según el texto antiguo de Ex [Exodo] i,
1, los hebreos trabajaron en la construcción de las ciudades de depósito, Pitom y Ramsés. En
consecuencia, el Éxodo es posterior a la toma del poder por Ramsés II, que fundó la ciudad de
Ramsés. Aquí, los vastos trabajos se iniciaron desde los comienzos de su reinado y es probable que
la salida del grupo de Moisés tuviera lugar en la primera mitad o hacia mediados de este largo
reinado (1290-1224), digamos que hacia el 1250 a.C.. Concuerdan estos datos con las
informaciones de la historia general sobre la residencia de los Faraones de la Dinastía XIX en el
Delta del Nilo, sobre el debilitamiento del control egipcio en Siria-Palestina al final del reinado de
Ramsés II, sobre los disturbios que sacudieron todo el Oriente Próximo al fin del siglo XIII.
Concuerdan también con las indicaciones de la arqueología sobre el comienzo de la Edad del
Hierro, que coincide con el establecimiento de los israelitas en Canaán.- Introducción al
Pentateuco; en Biblia de Jerusalén […]. pp. 9-10.
Aunque pase por valle tenebroso, / ningún mal temeré, porque tu vas conmigo;
tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan.
Tú preparas ante mí una mesa / frente a mis adversarios;
unges con óleo mi cabeza, / rebosante está mi copa.
Sí, dicha y gracia me acompañarán / todos los días de mi vida;
mi morada será la casa de Yahveh / a lo largo de los días.
Biblia de Jerusalén […]. Los salmos, 23 (22).
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 217
5.- OFICIOS MANUALES
La sabiduría del escriba se adquiere en los ratos de sosiego
el que se libera de negocios se hará sabio,
¿Cómo va a hacerse sabio el que empuña el arado, / y se gloria de tener por lanza el aguijón,
el que conduce bueyes, los arrea en sus trabajos / y no sabe hablar más que de novillos?
Aplica su corazón a abrir surcos, / y sus vigilias a cebar terneras.
De igual modo todo obrero o artesano, / que trabaja día y noche;
los que graban las efigies de los sellos, / y su afan se centra en variar los detalles;
ponen todo su corazón en igualar el modelo / y gastan sus vigilias en rematar la obra.
También el herrero sentado junto al yunque, / atento a los trabajos del hierro;
el vaho del fuego sus carnes derrite, / en el calor de la fragua se debate,
el ruído del martillo le ensordece, / y en el modelo del objeto tiene fijos sus ojos;
pone su corazón en concluir sus obras, / y sus vigilias en adornarlas al detalle.
De igual modo el alfarero sentado a su tarea / y dando a la rueda con sus pies,
preocupado sin cesar por su trabajo, / toda su actividad concentra en el número [control?];
con su brazo moldea la arcilla, / con sus pies vence su resistencia;
pone su corazón en acabar el barnizado, / y gasta sus vigilias en limpiar el horno.
Todos éstos ponen su confianza en sus manos, / y cada uno se muestra sabio en su tarea.
Sin ellos no se construiría ciudad alguna, / ni se podría habitar ni circular por ella.
Mas para el consejo del pueblo no se les busca, / ni se les distingue en la asamblea.
No se sientan en sitial de juez, / ni meditan en la alianza del juicio.
No demuestran instrucción ni juicio, / ni se les encuentra entre los que dicen máximas.
Pero aseguran la creación eterna, / el objeto de su oración son los trabajos de su oficio.
EL ESCRIBA
No así el que aplica su alma / a meditar la ley del Altísimo.
La sabiduría de todos los antiguos rebusca, / a las profecías consagra sus ocios.
conserva los relatos de varones célebres, / en los repliegues de las parábolas penetra,
busca los secretos de los proverbios / y en los enigmas de las parábolas insiste.
En medio de los grandes ejerce su servicio, / ante los jefes aparece;
viaja por tierras extranjeras, / adquiere experiencia de lo bueno y de lo malo entre los hombres. /
Aplica su corazón a ir bien de mañana / donde el Señor su Hacedor;
suplica ante el Altísimo, / abre su boca en oración / y por sus pecados suplica.
Si el gran Señor lo quiere, / del espíritu de inteligencia será lleno.
Él mismo derramará como lluvia las palabras de su sabiduría,
y en la oración dará gracias al Señor.
Enderezará su consejo y su ciencia, / y en sus misterios ocultos hará meditación.
Mostrará la instrucción recibida, / y en la ley de la alianza del Señor se gloriará.
Muchos elogiarán su inteligencia, / jamás será olvidada.
No desaparecerá su recuerdo, / su nombre vivirá de generación en generación.
Su sabiduría comentarán las naciones, / su elogio, lo publicará la asamblea.
Mientras viva, su nombre dejará atrás a mil, / y cuando descanse, él le bastará.
Biblia de Jerusalén [...]. Eclesiástico, xxxviii, 24-34 [“Se ha relacionado este pasaje con un antiguo
texto egipcio conocido con el nombre de ‘Sátira de los oficios’. Obsérvese [...] los oficios típicamentes
palestinenses”.]; xxxix, 1-11.-.Escrito ca. 190-180 a.C.- Compuesto en hebreo, no es del canon
judió; integra la Biblia griega
CONTRA LA HIPOCRESÍA
Oid una palabra de Yaveh, / regidores de Sodoma.
Escuchad una instrucción de nuestro Dios, / pueblo de Gomorra. //
“¿A mí qué, tanto sacrificio vuestro? –dice Yahveh-,
Harto estoy de holocaustos de carneros y de sebo de cebones;
y sangre de novillos y machos cabríos no me agrada, / cuando venís a presentaros ante mí.
¿Quién ha solicitado de vosotros esa pateadura de mis atrios?
No sigáis trayendo oblación vana: / el humo del incienso me resulta detestable.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 218
5.- Novilunio, sábado, convocatoria: / no tolero falsedad y solemnidad.
Vuestros novilunios y solemnidades aborrece mi alma:/ me han resultado un gravamen
que me cuesta llevar.
Y al extender vosotros vuestras palmas, / me tapo los ojos por no veros.
Aunque menudeéis la plegaria, / yo no oigo.
Vuestras manos están de sangre llenas: / lavaos, limpiaos,
quitad vuestras fechorías de delante de mi vista, /desistid de hacer el mal,
aprended a hacer el bien, / buscad lo justo, / dad sus derechos al oprimido,
haced justicia al huérfano, / abogad por la viuda.
Venid, pues, y disputemos / -dice Yahveh-,
Así fueren vuestros pecados como la grana, / cual la nieve blanquearán.
Y así fueron rojos como el carmesí, / cual la lana quedarán.
Si aceptáis obedecer, / lo bueno de la tierra comeréis.
Pero si rehusando os oponéis, / por la espada seréis devorados.,
que ha hablado la boca de Yahveh.- Biblia de Jerusalén [...]. Isaías, i, 10-20.
LA RESPONSABILIDAD PERSONAL
La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos términos: ¿Por qué andáis repitiendo este
proverbio en la tierra de Israel:
Los padres comieron el agraz,
y los dientes de los hijos sufren la dentera?
Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que no repetiréis más este proverbio en Israel. Mirad:
todas las vidas son mías, la vida del padre lo mismo que la del hijo, mías son. El que peque es
quien morirá.
El que es justo y practica el derecho y la justicia, no come en los montes ni alza sus ojos a las
basuras de la casa de Israel, no contamina a la mujer de su prójimo, ni se acerca a una mujer
durante su impureza, no oprime a nadie, devuelve la prenda de una deuda, no comete rapiñas, da su
pan al hambriento y viste al desnudo, no presta con usura ni cobra intereses, aparta su mano de la
injusticia, dicta un juicio honrado entre hombre y hombre, se conduce según mis preceptos y
observa mis normas, obrando conforme a la verdad, un hombre así es justo: vivirá sin duda,
oráculo del Señor Yahveh.
Si éste engendra un hijo violento y sanguinario, que hace alguna de estas cosas que él mismo no
había hecho, un hijo que come en los montes, contamina a la mujer de su prójimo, oprime al 5.-
pobre y al indigente, comete rapiñas, no devuelve la prenda, alza sus ojos a las basuras, comete
abominación, presta con usura y cobra intereses, éste no vivirá en modo alguno después de haber
cometido todas estas abominaciones; morirá sin remedio, y su sangre recaerá sobre él.
Y si éste, a su vez, engendra un hijo que ve todos los pecados que ha cometido su padre, que los
ve sin imitarlos, que no come en los montes ni alza sus ojos a las basuras de la casa de Israel, no
contamina a la mujer de su prójimo, no oprime a nadie, no guarda la prenda, no comete rapiñas, da
su pan al hambriento, viste al desnudo, aparta su mano de la injusticia, no presta con usura, ni
cobra intereses, practica mis normas y se conduce según mis preceptos, éste no morirá por la culpa
de su padre, vivirá sin duda. Su padre, porque fue violento, cometió rapiñas y no obró bien en
medio de su pueblo, por eso morirá a causa de su culpa. Y vosotros decis: “¿Por qué no carga el
hijo con la culpa de su padre?” Pero el hijo ha practicado el derecho y la justicia, ha observado
todos mis preceptos y los ha puesto en práctica: vivirá sin duda. El que peque es quien morirá; el
hijo no cargará con la culpa de su padre, ni el padre con la culpa de su hijo: al justo se le imputará
su justicia y al malvado su maldad, /
En cuanto al malvado, si se aparta de todos los pecados que ha cometido, observa todos mis
preceptos y practica el derecho y la justicia, vivirá sin duda, no morirá. Ninguno de los crímenes
que cometió se le recordará más; vivirá a causa de la justicia que ha practicado. ¿Acaso me
complazco yo en la muerte del malvado –oráculo del Señor Yahveh- y no más bien en que se
convierta de su conducta y viva?
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 219
5.- Pero si el justo se aparta de su justicia y comete el mal, imitando todas las abominaciones que
comete el malvado, ¿vivirá acaso? No, no quedará ya memoria de ninguna de las obras justas que
había practicado, sino que, a causa de la infidelidad en que ha incurrido y del pecado que ha
cometido, morirá. Y vosotros decis: “No es justo el proceder del Señor”. Escuchad, casa de Israel:
¿Qué no es justo mi proceder? ¿No es más bien vuestro proceder el que no es justo? Si el justo se
aparta de su justicia, comete el mal y muere, a causa del mal que ha cometido muere. Y si el
malvado se aparta del mal que ha cometido para practicar el derecho y la justicia, consevará su
vida. Ha abierto los ojos y se ha apartado de todos los crímenes que había cometido; vivirá sin
duda, no morirá. Y sin embargo la casa de Israel dice: “No es justo el proceder del Señor”. ¿Qué
mi proceder no es justo, casa de Israel? ¿No es más bien vuestro proceder el que no es justo. Yo os
juzgaré, pues, a cada uno según su proceder, casa de Israel, oráculo del Señor Yahveh. Convertíos
y apartaos de todos vuestros crímenes; no haya para vosotros más ocasión de culpa. Descargaos de
todos los crímenes que habéis cometido contra mí, y haceos un corazón nuevo y un espíritu nuevo.
¿Por qué habéis de morir, casa de Israel? Yo no me complazco en la muerte de nadie, sea quien
fuere, oráculo del Señor Yahveh. Convertíos y vivid.- Biblia de Jerusalén [...]. Ezequiel, xviii.
PRÓLOGO
Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre
nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y
servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente
todo desde los orígenes, escribiéndolo por su orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez
de las enseñanzas que has recibido
Anuncio del nacimiento de Juan el Bautista.
Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías,
casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios,
y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos porque
Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad.
Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo [durante una semana], le
tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el
incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso.
Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar, del incienso. Al verle Zacarías,
se turbó, y el temor se apoderó de él. El Ángel le dijo: “No temas, Zacarías, porque tu petición ha
sido escuchada, Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan [=Yaveh es
favorable], será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande
ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre,
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 225
6.- y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de él con el
espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los
rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”. Zacarías
dijo al ángel: “¿En qué lo conoceré? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en edad”. El ángel
le respondió: “Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y
anunciarte esta buena nueva. Mira, te vas a quedar mudo y no podrás hablar hasta el día en que
sucedan estas cosas, porque no diste crédito a mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo”.
El pueblo estaba esperando a Zacarías y se extrañaban de su demora en el Santuario, cuando salió
no podía hablarles [para pronunciar la bendición acostumbrada], y comprendieron que había tenido
una visión en el Santuario; les hablaba por señas, y permaneció mudo.
Y sucedió que cuando se cumplieron los días de su servicio, se fue a su casa. Días después,
concibió su mujer Isabel, y se mantuvo oculta durante cinco meses diciendo: “Esto es lo que ha
hecho por mí el Señor en los días en que se dignó quitar mi oprobio entre los hombres”.
La Anunciación.
Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a
una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era
María. Y entrando, le dijo: “Alégrate; llena de gracia, el Señor está contigo”. Ella se conturbó por
estas palabras y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: “No temas, María, porque
has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien
pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará
el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin.
María respondió al ángel: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?” El ángel le respondió:
“El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altósimo te cubrirá con su sombra; por eso el que
ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido
un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamában estéril, porque ninguna cosa
es omposible para Dios.” Dijo María: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu
palabra.” Y el ángel dejándola se fue.- BIBLIA de Jerusalem. San Lucas, i, 1-38.
Nacimiento de Jesús y visita de los pastores.
Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto* ordenando que se empadronase
todo el mundo. Este primer empadronamiento* * tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino.
Iban todos a empadronarse, cada cual a su ciudad. Subió también José desde Galilea, de la ciudad
de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de
David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos
estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le
envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.
Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la
noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y
se llenaron de temor. El ángel les dijo: “No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será
para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y
esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Y de
pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
“Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace”.
Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a
otros: “Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado”.
Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo,
dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se
maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y
las meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo
que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.
[* Emperador romano, 30 a.C. a 14 p.C.
** Así llamado porque le siguieron otros. La traducción a veces propuesta: “Este empadronamiento fue
anterior al que tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino”, es difícil de sostener gramaticalmente. Las
circunstancias históricas son oscuras. La mayoría de los críticos sitúan el censo de Cirino el 6 p.C., pero con
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 226
6.- la única autoridad de Josefo, que aquí no inspira confianza, cf. Hch v, 37 +. Lo más probable es que este
censo (realizado con miras al reparto del impuesto) tuviera lugar hacia el 8-6 a.C., en relación a un censo
general del imperio, y que fuera organizado en Palestina por Cirino, encargado de una misión especial para
ello. Habiendo sido, sin duda, este personaje gobernador de Siria entre el 4 y el 1 a.C., la expresión de
Lucas se explica como una aproximación suficiente. Jesús ciertamente nació antes de la muerte de Herodes
(4 a.C.), quizá entre los años 8-6. La “era cristiana”, establecida por Dionisio el Exiguo (s. VI) procede de
un cálculo falso: ver iii, 1 +].- BIBLIA de Jerusalén [...]. San Lucas, ii, 1-20.
Predicación de Juan el Bautista.
En el año quince del imperio de Tiberio César,* siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y
Herodes [Antipas] tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y
Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a
Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un
bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos
del profeta Isaías.:
Voz del que clama en el desierto: / Preparad el camino del Señor,
enderezad sus sendas; / todo barranco será rellenado,
todo monte y colina será rebajado, / lo tortuoso se hará recto
y las asperezas serán caminos llanos. / Y todos verán la salvación de Dios.
Decía, pues, a la gente que acudía para ser bautizada por él: “Raza de víboras, ¿quién os ha
enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, frutos dignos de conversión, y no andéis diciendo
en vuestro interior: ‘Tenemos por padre a Abraham`; porque os digo que puede Dios de estas
piedras dar hijos a Abraham. Y ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no
de buen fruto será cortado y arrojado al fuego.”
[* Como en i, 5 y ii, 1-3, Lucas establece un sincronismo entre la historia profana y la historia de la
salvación. Tiberio sucedió a Augusto, ii, 1, el 19 de agosto del año 14 p.C. El decimo quinto año discurre
por tanto, del 19 de agosto del 28 al 18 de agosto del 29, o según el modo de calcular los años de reinado
usado en Siria, de septiembre-octubre del 27 a septiembre-octubre del 28. Jesús tiene entonces treinta y tres
años por lo menos, quizá incluso treinta y cinco o treinta y seis. La indicación del v. 23 [Tenía Jesús, al
comenzar, unos treinta años,] es aproximada y acaso subraya únicamente que Jesús tenía la edad requerida
para ejercer una misión pública. La “era cristiana” (fijada por Dionisio el Exiguo en el siglo VI), se debe a
que se entendió rigurosamente la cifra de treinta años: los 29 años cumplidos de Jesús, restados del año 782
de Roma (15° año de Tiberio), han dado 753 como comienzo de nuestra era]- BIBLIA de Jerusalén. San
Lucas, iii, 1-9.
Bautismo de Jesús.
Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en
oración, se abrió el cielo, y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y
vino una voz del cielo: “Tu eres mi hijo, yo hoy te he engendrado”.- BIBLIA de Jerusalén [...]: San
Lucas. iii, 15-22.
Jesús en Nazaret
Vino a Nazará, donde se había criado y, segín su costumbre, entró en la sinagoga el día de
sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y
desenrrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor sobre mí, / poeque me ha ungido
para anunciar a los pobres la Buena Nueva,
me ha enviado a proclamar la liberación de los cautivos / y la vista a los ciegos,
para dar la libertad a los oprimidos / y proclamar un añño de gracia del Señor.
Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban
fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: “Esta Escritura, que acabáis de oir, se ha cumplido hoy.” Y
todos daban tetiminio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su
boca
Y decían: “¿No es éste el hijo de José?” Él les dijo: “Seguramente me vais a decir el refrán:
Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también
aquí en tu patria.” Y añadió: “En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.”
BIBLIA de Jerusalén. San Lucas, iv, 16-24.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 227
6.- Discurso inaugural. Las Bienaventuranzas.
Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía:
“Bienaventurados los pobres, Porque vuestro es el Reino de Dios.
Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados.
Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis.
Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y
proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de
gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los
profetas.
Las maldiciones.
“Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre.
¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto.
¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres
a lios falsos profetas.
Amor a los enemigos.
“Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os
odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una
mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que
te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres,
hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los
pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito
tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir,
¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente.
Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra
recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los
perversos.
Misericordia y beneficencia.
“Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no
condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará: una medida
buena, apretada, remecida rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la
medida con que midáis se os medirá.- BIBLIA de Jerusalén. [...]. San Lucas, vi, 27-38.
Celo bien ordenado.
Les añadió una parábola: “¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?
No está el discípulo por encima del maestro. Todo el que esté bien formado, será como su maestro.
¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en
tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que saque la brizna que hay en
tu ojo’, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y
entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano.
“Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto
bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se
vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo
saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla la boca.
Necesidad de las obras.
“¿Por qué me llamáis: ‘Señor, Señor’, y no hacéis lo que digo?
“Todo el que venga a mí y oiga mis palabras y las ponga en práctica, os voy a mostrar a quien es
semejante: Es semejante a un hombre que, al edificar una casa, cavó profundamente y puso los
cimientos sobre roca. Al sobrevenir una inundación, rompió el torrente contra aquella casa, pero
no pudo destruirla por estar bien edificada. Pero el que haya oído y no haya puesto en práctica, es
semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin cimientos, contra la que rompió el
torrente y al instante se desplomó y fue grande la ruina de aquella casa”.- BIBLIA de
Jerusalén. San Lucas, vi, 30-49.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 228
6.- Empleo del nombre de Jesús
Tomando Juan la palabra, dijo: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu
nombre, y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros”. Pero Jesús le dijo: “No se lo
impidáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros”.
El Padre nuestro.
Y sucedió que estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos:
“Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos”. Él les dijo: “Cuando oréis, decid [El
texto de Mt contiene siete peticiones, el de Lc solamente cinco ]::
Padre, santificado sea tu Nombre, / venga tu Reino, / danos cada día nuestro pan cotidiano,
y perdónanos nuestros pecados / porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe,
y no nos dejes caer en tentación”.- BIBLIA de Jerusalén. San Lucas, ix, 49-50; xi, 1-4.
PRÓLOGO
En el principio existía la Palabra / y la Palabra estaba con Dios, / y la Palabra era Dios.
Ella estaba en el principio con Dios. / Todo se hizo por ella /
y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.
En ella estaba la vida / y la vida era la luz de los hombres.
y la luz brilla en las tinieblas. / y las tinieblas no la vencieron. //
Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. / […]. BIBLIA de Jerusalén, San Juan, i,
1-6.
Jesús entre los samaritanos
[…] / “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?” (Porque
los judíos no se tratan con los samaritanos.) Jesús le respondió:
“Si conocieras el don de Dios, / y quién es el que te dice: / ‘Dame de beber’ /
tú le habrías pedido a é, / y el te habría dado agua viva”.
Le dice la mujer: “Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo; ¿de dónde, pues, tienes
esa agua viva? ¿Es que tú eres más que nuestro padre Jacob, que nos dio el pozo, y de él bebieron
él y sus hijos y sus ganados?” Jesús le respondió:
“Todo el que beba de esta agua, / volverá a tener sed: / pero el que beba del agua que yo le dé,
no tendrá sed jamás, / sino que el agua que yo le dé / se convertirá en él en fuente
de agua que brota para vida eterna”.
Le dice la mujer: “Señor, dame de esa agua, para que no tenga más sed y no tenga que venir
aquí a sacarla”. Él le dice: “Vete, llama a tu marido y vuelve acá”. Respondió la mujer: “No tengo
marido”. Jesús le dice: “Bien has dicho que no tienes marido, porque has tenido cinco maridos y el
que ahora tienes no es marido tuyo; en eso has dicho la verdad”. Le dice la mujer: “Señor, veo que
eres un profeta. Nuestros padres adoraron en este monte [Garizim] y vosotros decis que en
Jerusalén es el lugar donde se debe adorar”. Jesús le dice:
“Créeme, mujer, que llega la hora / en que, ni en este monte, ni en Jerusalén
adorarán al Padre / Vosotros adoráis lo que no conocéis;
nosotros adoramos lo que conocemos, / porque la salvación viene de los judíos.
Pero llega la hora (ya estamos en ella)
en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad
porque así quiere el Padre que sean / los que le adoren: / Dios es espíritu,
y los que adoran, / deben adorar en espíritu y verdad”.- BIBLIA de Jerusalén. San Juan, iv, 9-
24.
La mujer adúltera
[...] Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le
dicen: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la
Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú que dices?”. Esto lo decían para tentarle, para tener de que
acusarle. Pero Jesús, inclinándose se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos
insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le
arroje la primera piedra”. E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oir estas palabras,
se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer,
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 229
6.- que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: “Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha
condenado?” Ella respondió: “Nadie, Señor”. Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete, y en
adelante no peques más”.- BIBLIA de Jerusalén. San Juan, viii, 3-11.
La vid verdadera
Yo soy la vid; / vosotros los sarmientos. / El que permanece en mí y yo en él,
ése da mucho fruto; / porque separados de mí no podéis hacer nada.
Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca;
luego los recogen, los echan al fuego / y arden.
Si permanecéis en mí, / y mis palabras permanecen en vosotros,
pedid lo que queráis / y lo conseguiréis.
La gloria del Padre está / en que deis mucho fruto, / y seáis mis discípulos.
Como el padre me amó, / yo también os he amado a vosotros; / permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, / permaneceréis en mi amor,
como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, / y permanezco en su amor.
Os he dicho esto, / para que mi gozo esté en vosotros, / y vuestro gozo sea colmado.
Este es el mandamiento mío: / que os améis los unos a los otros / como yo os he amado.
BIBLIA de Jerusalén. San Juan, xv, 5-12.
Jesús ante Pilato
Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: “¿Eres tú el Rey de los
judíos?” Respondió Jesús: “¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?” Pilato
respondió: ¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué
has hecho?” Respondió Jesús:
“Mi Reino no es de este mundo. / Si mi Reino fuese de este mundo,
mi gente habría combatido / para que no fuese entregado a los judíos,
pero mi Reino no es de aquí”- BIBLIA de Jerusalén. San Juan, xviii, 36.
Llamamos Ciudad de Dios aquella de que nos testifica la Escritura que, no por azarosos cambios
de los espíritus, sino por disposición de la Providencia suprema, que supera por su autoridad divina
el pensamiento de todos los gentiles, acabó por sojuzgar toda suerte de humanos ingenios. Allí se
escribe, en efecto: ¡Qué pregón tan glorioso para ti, ciudad de Dios! Y en otro salmo: Grande es
el Señor y muy digno de alabanza en la ciudad de nuestro Dios, su monte santo, alegría de toda la
tierra. Y un poco después en el mismo salmo: Lo que habíamos oído lo hemos visto en la ciudad
del Señor de los Ejércitos, en la ciudad de nuestro Dios: que Dios la ha fundado para siempre. Y
también en otro salmo: El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios; el Altísimo consagra
su morada. Teniendo a Dios en medio no vacila.
Con estos y otros testimonios semejantes, cuya enumeración resultaría prolija, sabemos que hay
una ciudad de Dios, cuyos ciudadanos deseamos nosotros ser, movidos por el amor que nos inspiró
su mismo Fundador. A este Fundador de la ciudad santa anteponen sus dioses los ciudadanos de la
terrena, ignorando que él es Dios de dioses, no de dioses falsos, esto es, impíos y soberbios.
Privados éstos de la luz inmutable y común a todos, y reducidos por ello a un poder oscuro,
persiguen su crédito particular, solicitando de sus engañados subditos honores divinos. Él, al
contrario, es Dios de los dioses piadosos y santos, que hallan sus complacencias en estar sometidos
a uno sólo, más que en tener a muchos sometidos a sí, y en adorar a Dios más que en ser adorados
como dioses. [...] /
Dos amores han dado origen a dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios, la
terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí, la celestial. La primera se gloria en sí misma; la
segunda se gloria en el Señor. Aquella solicita de los hombres la gloria; la mayor gloria de ésta se
cifra en tener a Dios como testigo de su conciencia. Aquella se engrie en su gloria; ésta dice a su
Dios: Gloria mía, tú mantienes alta mi cabeza. La primera está dominada por la ambición de
dominio en sus príncipes o en las naciones que somete; en la segunda se sirven mutuamente en la
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 232
6.- caridad los superiores mandando y los súbditos obedeciendo. Aquella ama su propia fuerza en
los potentados; ésta le dice a su Dios: Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Por eso, los sabios de aquella, viviendo según el hombre, han buscado los bienes de su cuerpo, o
de su espíritu o los de ambos; y pudiendo conocer a Dios, no le honraron ni le dieron gracias
como a Dios, sino que se desvanecieron en sus pensamientos, y su necio corazón se oscureció.
Pretendiendo ser sabios, exaltándose en su sabiduría por la soberbia que los dominaba, resultaron
unos necios que cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes de hombres mortales, de
pájaros, cuadrúpedos y reptiles (pues llevaron a los pueblos a adorar a semejantes simulacros, o se
fueron tras ellos), venerando y dando culto a la criatura en vez de al Creador, que es bendito por
siempre.
En la segunda, en cambio, no hay otra sabiduría en el hombre que una vida religiosa, con la que
se honra justamente al verdadero Dios, esperando como premio en la sociedad de los santos,
hombres y ángeles, que Dios sea todo en todas las cosas. / […]
El primer fundador de la ciudad terrena fue un fratricida. Dominado por la envidia, dio muerte a
su hermano, ciudadano de la ciudad eterna y peregrino en esta tierra. No nos debe extrañar si
después de tanto tiempo este primer ejemplo, o, como dicen los griegos άρχέτυπον, encontró un
eco en la fundación de la célebre ciudad que había de ser cabeza de esta ciudad terrena y había de
dominar a muchos pueblos. También allí, según el crimen que nos cuenta uno de sus poetas, “los
primeros muros se humadecieron con la sangre fraterna”. La fundación de Roma tuvo lugar
cuando nos dice la historia romana que Rómulo mató a su hermano Remo, con la diferencia de que
aquí los dos eran ciudadanos de la ciudad terrena. / [...]
Este es el orden que exige la naturaleza; así ha creado Dios al hombre: Que tenga dominio --le
dice-- sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todos los reptiles de la tierra. Al
ser racional, creado a su imagen, no lo ha querido hacer dueño más que de los seres irracionales.
No ha querido que el hombre dominara al hombre, sino el hombre a la bestia. Los primeros
hombres fueron puestos más bien como pastores de rebaños que como regidores de hombres.
Trataba Dios de insinuarnos, incluso por este medio, cuáles son las exigencias del orden natural, y
cuáles las exigencias de de la sanción del pecado. La situación de esclavitud –ahora se
comprende-- es una justa imposición hecha al pecador. De hecho no encontramos en pasaje alguno
de la Escritura el término esclavo antes de que Noé, varón justo, lo empleara para castigar el
pecado de su hijo. Ha sido, pues, el pecado quien ha acarreado este concepto, no la naturaleza. /
[...]
Creo haber dado cumplimiento con el auxilio del Señor de esta grande obra. Quienes la tengan
por incompleta o por excesiva, perdónenme. En cambio, quienes la vean suficiente, congratúlense
conmigo y ayúdenme a dar gracias no a mí, sino a Dios. Amén.- AGUSTÍN de Hipona, santo: La
ciudad de Dios. Ed. bilingüe. 3. ed. Madrid, B.A.C., (c1977-1978). Libro xi, cap. 1; xiv, 28; xv,
5; xix, 15; xxii, 30. (obra de los años 413 a 426).
Quid ergo Athenae et Hierosolymis, quid Academiae et ecclesiae? (¿Qué tiene que ver Atenas
con Jerusalén, que tienen en común la Academia y la iglesia?) [...] ¿Qué tienen verdaderamente en
común un filósofo y un cristiano, un discípulo de Grecia y un discípulo del cielo, uno que busca el
prestigio y otro que busca la vida eterna; (...) el enemigo o el amigo de la verdad (...), el ladrón de
la verdad y su custodio?.- TERTULIANO (ca. 160-220): De prescriptione, 7; Apologeticus, 46.
principios s. III).- cf. MAIER, Franz Georg: Las transformaciones del mundo mediterráneo.
Madrid-México, Siglo veintiuno, (c1972). (Historia universal, 9). p. 169.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 233
Los recaudadores aparecían por todas partes (…). Los campos eran medidos palmo a palmo, se
calculaban las superficies cultivadas de viñedos y frutales; se anotaba el número de animales de
todo género y se contaba a los hombres uno a uno.- LACTANCIO: De mortibus persecutorium
(318). cf. MAIER, F. G.: Las transformaciones… p. 35. Acerca de las disposiciones ordenadas
desde 297, por Diocleciano (285-305).
Dios ha elegido mi servicio como propicio para que se cumpla su voluntad, y así, partiendo del
océano británico, donde la naturaleza ha fijado el ocaso del Sol, venciendo todos los peligros
gracias al poder supremo... avancé hacia las comarcas de oriente que imploraba una ayuda tanto
más eficiente, cuanto más agudos eran los sufrimientos bajo cuya carpa gemía. [...] Creo
inquebrantablemente que toda mi alma, mi aliento, mis pensamientos más íntimos, que todo se lo
debo al gran Dios.- CONSTANTINO, después de su victoria sobre Licinio [en 324].- cf.
ALTHEIM, Franz: El Dios invicto. Paganismo y cristianismo. Buenos Aires, Eudeba, (c1966).
(Lectores, 84.). p. 131.
El que siendo creyente cumple con la ley de Dios y no traspasa sus
mandamientos, es premiado con la plenitud de sus bendiciones (…) y con mayor fuerza para
conseguir sus fines.- CONSTANTINO (según Eusebio de Cesarea en su Vita Constantini (340). cf.
MAIER, F. G. Las transformaciones… p. 40.
Ninguna bestia se muestra tan feroz enemigo del hombre como los cristianos cuando atacan a
sus correligionarios.- AMIANO MARCELINO: xxii, 5, 4. (mediados s. IV).- cf. MAIER, F.G.:
Las transformaciones… p. 61.
Algunos sujetos poco amigos de trabajar, se han substraído a sus obligaciones para con la
comunidad y, bajo el pretexto de la religión y de perseguir la soledad, se han reunido con los
monjes en lugares escondidos. Por tanto, ordenamos, con la mejor intención, que todas las
personas de esta especie, que se encuentren en Egipto, sean sacadas de sus escondrijos por el
comes orientis y llevadas a cumplir los servicios públicos a que están obligadas.- Codex
Theodosianus, 12, 1, 63. (370).- cf. MAIER, F.G.: Las transformaciones… p. 76.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 237
6.- Teodosio el Grande
[…] Naturalmente, seguían existiendo maniqueos, donatistas y un gran número de otras sectas
más pequeñas. Frente a ellos, Teodosio siguío una política rigurosa. Recibía a los obispos heréticos
y rompía ante sus ojos los memoriales que le presentaban. Las iglesias de los heréticos fueron
confiscadas, y retirados incluso los derechos civiles a los restos de algunas sectas. / [...]
Teodosio arremetió con creciente energía contra el paganismo. Es de destacar que no se invistió
ya del cargo de pontifex maximus. En los comienzos de su reinado, se produjo la última
confrontación importante entre paganos y cristianos, que naturalmente se desarrolló pacíficamente
y sin fanatismos, gracias a la segura posición de la Iglesia. Fue simbólica, por su inutilidad, la
lucha de la aristocracia senatorial pagana, bajo la dirección del prefecto de Roma, Símaco, por la
reincorporación del altar de la Victoria, en la sala de sesiones del senado, que Graciano [ 375-383]
había ordenado retirar el año 382. Medidas similares a las dirigidas contra los heréticos –
prohibición de reuniones, supresión de templos, restricción de los derechos civiles- fueron tomadas
ahora contra los paganos. Se cerraron sus templos y se prohibieron, bajo amenazas de graves
penas, las ofrendas y la veneración de las estatuas de los dioses, así como la totalidad de los ritos
de la gentilitia superstitio (superstición pagana). En el año 393, tuviero lugar, por última vez, los
juegos olímpicos, lo que constituye también una fase en la represión del paganismo. El paganismo
estaba definitivamente destruido; incluso numéricamente se inició un retroceso relativamente
rápido. La lucha contra el paganismo llegó a pasar incluso al plano político, en conexión con la
segunda gran realización de Teodosio: el restablecimiento de la unidad del imperio bajo la
soberanía de un solo emperador. Primero hubo de derrotar a Máximo, antiemperador nombrado
por el ejército de Inglaterra y las Galias: Pocos años más tarde, tras la muerte de Valentiniano II
(392), Arbogasto, magister militum franco, proclamó antiemperador a Flavio Eugenio, profesor de
retórica. Eugenio se declaró nuevamente a favor del paganismo, aunque de una manera mucho más
suave que Juliano, pues tan sólo recomendó tolerancia para con los partidarios de los viejos dioses.
Pero las tropas de Teodosio, favorecidas por un huracán, lograron una clara victoria junto al río
Frígido, en septiembre del año 394. El resultado de la batalla y el “milagroso huracán” fueron
considerados como el juicio de Dios y la corroboración reafirmada del triunfo del cristianismo:
“Tú eres el emperador amado por Dios sobre todas las cosas (...), por quien incluso el éter combate
y a cuyas banderas los vientos acuden a raudales”, poetizó incluso el pagano Claudiano. El
praefectus praetorio Nicómaco Flaviano, prominente figura del paganismo, escogió (como un día
el joven Catón en Útica) la muerte voluntaria.- MAIER, F.G.: Las transformaciones… pp. 111-
113..
La ciudad [Constantinopla, 382] está llena de gentes, que dicen cosas ininteligibles e
incomprensibles por las calles, mercados, plazas y cruces de caminos. Cuando voy a la tienda y
pregunto cuánto tengo que pagar, me responden con un discurso filosófico sobre el Hijo
engendrado o no engendrado del Padre. Cuando pregunto en una panadería por el precio del pan,
me responde el panadero que, sin lugar a dudas, el Padre es más grande que el Hijo. Cuando
pregunto en las termas si puedo tomar un baño, intenta demostrarme el bañero que, con toda
certeza, el Hijo ha surgido de la nada.- GREGORIO de Nisa (335?-394): Oratio de deitate Filii
et Spiritus Sancti.- cf. MAIER, F.G.: Las transformaciones… pp. 45-46.
*****
RIGUROSAMENTE INCIERTO
Dicen que ella era un bombón y que, por esos extravíos de la genética, también era muy
inteligente, a extremos de que su bien calibrado cerebro la inducía a explorar los pantanos del
análisis matemático antes que a coquetear y a probar suerte en el baile del caño. Y dicen también
que su agudo sentido de la lógica, que a menudo debía revalidar ante empinadas mentes
masculinas, desató tsunamis que combinaban el estupor y la perplejidad: "Caramba -cuchicheaban
por ahí-, esta chica no se dedica a la puericultura ni al arte culinario sino que cultiva pensamientos
abstractos. ¡Adónde vamos a parar!"
Este raro espécimen femenino habitaba una gran ciudad, una ciudad muy culta, que por serlo
obedecía al siguiente canon: toda expresión de sapiencia e ingenio, cualquiera que sea su género,
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 238
6.- debe tener origen masculino. Pero ella supo desdeñar tan feo postulado y con apenas treinta
años y siendo una beldad en sazón, adquirió prestigio intelectual y se ganó techo y comida dando
clases en escuelas y bibliotecas. No mucho después, los varones sabios la reconocieron precursora
de una corriente filosófica que reflotaba las cuitas de Platón.
La muchacha se llamaba Hipatia (Hypatia) y su breve vida transcurrió entre el siglo IV y V, en
una ciudad egipcia que Alejandro Magno, conquistador egocéntrico, había bautizado Alejandría
unos 700 años antes. En tiempos de Hipatia, una nueva fe religiosa -el cristianismo- asomaba allí
con fuerza aluvional, a la vez que generaba raro fervor místico, muy fácil de confundir con
fanatismo. Hipatia se reconocía incrédula -agnóstica- y por eso los nuevos profesantes la
demolieron a pedradas y desmembraron sus despojos y los arrojaron a la hoguera, tal vez con
ánimo de que se purificaran.
El libro Hypatia de Alejandría, que el novelista e historiador británico Charles Kingsley escribió
en 1854, cuenta esa desventura, y el francés Albert Rivaud, en su Historia de la filosofía, utiliza
las palabras belleza y elocuencia para citar las principales virtudes de Hipatia. Una película
española todavía no estrenada en la Argentina, Agora, con Rachel Weisz en el papel de Hipatia,
traslada al cine un tema que involucra esta grave sospecha: la humanidad no progresó demasiado
en los dieciséis siglos que corrieron de Hipatia a hoy.
Dos datos avalan tal sospecha: uno, la lapidación mantiene plena vigencia legal sobre millones
de personas y castiga preferentemente a las mujeres; dos, las grandes religiones siguen siendo
bastante machistas y entienden, como pretendía Aristóteles, que las mujeres son varones fallidos,
símbolos de tentación pecaminosa. Por eso, Hipatia muere todavía unas mil veces por año.-
FIRPO, Norberto: “Bella e inteligente”; en La Nación. Sábado, 18 de septiembre de 2010.
Tú te apartas de los bárbaros porque al parecer son malos, yo lo hago aunque fueran buenos.-
SIDONIO APOLINAR (siglo V).- cf.: MAIER, F.G.: Las transformaciones… p. 136.
El deber general, demandado por Nos a cada uno, de prestar los servicios prescritos debe ser
observado por todo el mundo, sin consideración de méritos o de personas. De todas formas, existen
casos en que hacemos excepciones a esta regla general, bien por el rango bien por el mérito de las
personas (...) los más grandes empleados de la corte y los miembros del Consistorio Imperial, así
como las iglesias, los retóricos y los gramáticos deben ser eximidos de la prestación de los más
bajos servicios.- Cod. Theod., II, 16, 18. (390). Mandado codificar por Teodosio II en 483.- cf.
MAIER, F.G.: Las transformaciones… (Hisoria universal, 9). pp. 75-76.
Es justo robar incluso los bienes materiales de aquellos que no adoran al verdadero Dios.- Corpus
Juris Civilis, I, 5; 12, 5. (527).- cf. MAIER, F. G.: Las transformaciones [...]. (Historia
universal, 9). p. 194. .
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 239
6.- Por el poder de Dios gobernamos el imperio que la majestad celestial nos confió, guerreamos
con éxito, aseguramos la paz y restauramos la estructura del estado. Al mismo tiempo, mediante la
contemplación, nuestro espíritu pide de tal forma la ayuda de Dios todopoderoso que no ponemos
nuestra confianza en nuestras armas, en nuestros soldados, en nuestros oficiales ni en nuestras
propias facultades, sino que basamos todas nuestras esperanzas tan solo en la protección previsora
de la Santísima Trinidad, de la que parten todos los elementos del universo y de la que deriva su
orden en todo el orbe.- Constitutio Deo auctore (Corpus Iuris Civilis [528-533],- cf. MAIER, F.G.
(comp.): Bizancio. Madrid-México-Buenos Aires, Siglo veintiuno, (c 1974). (Historia universal,
13). p. 45.
Grandes obras de arte
Una jerarquía celestial
La Virgen y el Niño con ángeles y dos santos. Artista desconocido
Domingo 16 de enero de 2011 | Publicado en edición impresa. La Nación Revista.
Cap. 2 y cap. 64: El abad debe recordar siempre lo que es y el nombre [padre] que lleva, y saber
quién tiene a su cargo y de quién depende. Debe llevar a cabo la dura y difícil tarea que se ha
impuesto, gobernar almas y adaptarse a los diferentes caracteres. A uno debe elogiarle, a otro
censurarle, a otro persuadirle, y de acuerdo con el carácter y entendimiento de cada uno debe
adaptarse de forma comprensiva de modo que no solamente no sufra ninguna pérdida en el rebaño
que se le ha encomendado, sino que pueda alegrarse con su crecimiento. Sobre todo no debe
prestar atención especial a las efímeras cosas terrenales descuidando o subestimando la salvación
de las almas que tiene encomendadas. Más bien debe siempre recordar que ha aceptado dirigir
almas de lo que tendrá que dar cuenta... Debe procurar ser amado en lugar de ser temido. Nunca
debe ser impetuoso o impaciente, autoritario u obstinado, celoso o suspicaz, por lo que nunca debe
descansar... y debe moderar todas las cosas de forma que los fuertes deseen seguirle y los débiles
no se sientan rechazados.- Cap. 40: Cada hombre tiene su propio don de Dios, uno de una manera,
otros de otra. Vacilamos por lo tanto al tener que decidir cuánto deben comer y beber los demás.
Sin embargo, considerando la debilidad de los menos robustos, pensamos que medio cuartillo [ca.
¼ l.] de vino diario cada uno es suficiente. Pero aquellos a los que Dios haya concedido el don de
la abstinencia deben saber que serán recompensados. No obstante, si las condiciones locales, o el
trabajo o los calores del verano exigen más, que sea el abad quien decida, vigilando que no se
produzcan ni excesos ni embriaguez. Leemos que el vino no es bebida para monjes; pero como por
el momento a los monjes no se les puede convencer de esto, admitamos por lo menos que bebemos
sobriamente y no nos ahitamos, porque “el vino derriba incluso a los más sabios”.- Cap. 52: El
oratorio debe ser lo que su nombre indica, y en el no debe hacerse ni ponerse nada más. Cuando el
trabajo de Dios está realizado, todos deben ir en absoluto silencio con la debida reverencia a Dios,
de modo que si un hermano quiere orar en privado pueda hacerlo sin que nadie le moleste. Y si en
cualquier momento cualquiera desea orar solo, dejad que vaya al oratorio y ore; no en voz alta,
sino con corazón contrito y ferviente.- Cap. 36: El cuidado de los enfermos debe estar por encima
de todo, ya que en verdad deben ser atendidos como Cristo, porque Él mismo dijo: “Estaba
enfermo, y me visitasteis”, y “Todo lo que habéis hecho a estos pequeños, lo habéis hecho a mí”.-
Regla de San Benito [Copia hecha en Aquisgrán de una directa de la original que Theodomar, abad de
Monte Cassino, (fund. 529) envío a Carlomagno. Puede ser caso único en la transmisión de textos
antiguos, al tener un solo intermediario respecto del original].- cf. KNOWLES, David: El monacato
cristiano. Madrid, Guadarrama, (Biblioteca hombre actual, 45). pp. 34-46.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 241
6.- Porque si dejáis caer desde igual altura dos pesos, uno de los cualeses muchas veces más
pesado que el otro, podréis comprobar que la razón de los tiempos invertidos en el movimiento no
depende de la razón de los pesos, pues la diferencia de tiempo es muy pequeña . Y así, cuando la
diferencia de peso no es considerable, por ejemplo si uno es el doble del otro, no hay diferencia en
el tiempo o es imperceptible.- JUAN FILOPÓN (Juan de Alejandría, fl. 530). cf. KEARNEY,
Hugh: Orígenes de la ciencia moderna, 1500-1700. Madrid, Guadarrama, (c1970). p. 66.
Deseamos reasumir las excelentes costumbres del pasado, suprimidas durante un siglo de tiranía
y cautiverio a pesar de unánimes protestas. Y así nos hemos reunido en un sínodo de toda el
África, en la Basílica de Justiniano, en Cartago. Dejamos que Vuestra Santidad imagine cómo
corren nuestras lágrimas de júbilo en un lugar como éste.- El clero africano al Papa Juan II.
Concilio de Cartago (534).- cf. WALLACE-HADRILL, J.M.: El oeste bárbaro, [...]. p. 55.
Para nosotros es suficiente saber que todas las cosas llevan el espíritu de Dios y están dispuestas
por una voluntad en la que no podemos profundizar.- AGATHÏAS (ca. 530-586). cf.
MAIER, F. G. (comp.): Bizancio, (Historia universal, 13). p. 33.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 244
6.- ¿Qué queda de deleite en el mundo? Por todas partes vemos guerra, por todas partes
escuchamos lamentos. Nuestras ciudades están destruidas, las plazas fuertes arrasadas, la campiña
abandonada y en la desolación. No hay quien cultive los campos; casi nadie guarda las ciudades.
[…] Y otra vez pregunto, hermanos míos: ¿qué queda de deleite? Ved a qué estrecheces ha sido
reducida Roma, una vez señora del mundo. […] y así vemos cumplirse la sentencia pronunciada
hace mucho tiempo por el profeta Ezequiel sobre la ciudad de Samaria.- San GREGORIO I el
Grande (papa en 590): Sexta homilía sobre Ezequiel.- cf. WALLACE-HADRILL, J.M.: El oeste
bárbaro, 400-1000. Buenos Aires, Eudeba. (Lectores, 20. p. 72.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 245
7.- La polémica sobre los límites entre la Antigüedad y la Edad Media es, en el fondo, tan antigua
como la misma ciencia histórica. Tres opiniones se impusieron al respecto en el siglo XIX: la
primera fechaba el comienzo de la Edad Media en el 324, año en que Constantino, primer
emperador cristiano, se deshacía de sus rivales; la segunda, en 395, fecha de la partición del
Imperio; la tercera, en el 476, coincidiendo con el fin del imperio romano de Occidente. Tales
fechas aisladas no pueden significar cesura alguna en el proceso histórico. No existe ninguna
frontera temporal en un punto dado, sino “amplias zonas de graduales transformaciones”. Tal zona
fronteriza se sitúa hoy en torno al año 600, concibiendo la época que va desde Diocleciano a
Constantino hasta tal fecha como un período propio de la Antigüedad tardía. De hecho, a finales
del siglo VI y principios del VII, se producen una serie de acontecimientos que parecen
caracterizar este espacio de tiempo como zona fronteriza entre dos épocas: la creación por los
lombardos de la última formación estatal germana sobre suelo imperial (568); el papado de
Gregorio el Grande (590-604); la reforma incipiente del imperio bizantino, a partir de Heraclio
(610-641); la aparición de eslavos y ávaros en los Balcanes; y, por último, el comienzo de la
expansión islámica (632). Pero la teoría de una elástica frontera temporal en torno al 600 no
permaneció indiscutida. La historia económica y artística postulaban una continuidad de la
evolución cultural de “la Antigüedad tardía” hasta Carlomagno. Se acentuó el carácter romano
tardío del reino merovingio y se demostró en el reino visigodo español la existencia de “vestigios
de la Antigüedad tardía” hasta la conquista árabe en 711. También para H. Pirenne la Antigüedad
se extendió, en el fondo, hasta Carlomagno. La destrucción de la antigua cultura mediterránea,
iniciada por el Islam y no por la invasión de los bárbaros, se completa, después de un siglo de
convulsiones, alrededor del año 750. En fin, hay una fuente de perplejidad: los siglos que median
entre Diocleciano y Carlomagno (tiempo que correspondería al que va desde la Reforma hasta el
día de hoy [1968]) […]. Según la necesidad, podría atribuirse a la Antigüedad o a la Edad Media
propiamente dicha.
Esta situación no puede atribuirse tan sólo a las escasas exploraciones de esta época o a las
perspectivas individuales del historiador. La verdadera causa de esta inseguridad puede
establecerse fácilmente: constituye un falso planteamiento histórico el querer establecer una clara
frontera entre la Antigüedad y la Edad Media; error que sólo se modifica, no se elimina,
introduciendo entre ellas los términos de Antigüedad tardía y Alta Edad Media. Sobre el fin de la
antigüedad romana y el comienzo de la Edad Media, en sentido estricto, se puede llegar a un
acuerdo. El carácter epocal de la reforma diocleciano-constantiniana y de la hegemonía carolingia
ha sido, en este aspecto, raramente discutido con seriedad. Pero, evidentemente, faltan criterios
válidos y suficientes para establecer una zona más o menos delimitada, que nos permita saber lo
que en ese tiempo corresponde a la “Antigüedad tardía” o a la “Alta Edad Media”. Esto se debe a
que ambos conceptos (utilísimos para el conocimiento del carácter peculiar de estos siglos,
extraordinariamente fructíferos) permanecen prisioneros de la alternativa “Antigüedad-Edad
Media”, lo mismo que el recurso de un “período de transición de cinco siglos”. Esta alternativa
procede del esquema de períodos humanista, con su división en tres partes de la historia universal,
que ya no es adecuado al proceso histórico como se entiende hoy, en sus múltiples formas de
concepción. Para una historia universal que incluya India, Asia oriental y América, son estos siglos
una de tantas fases de la evolución de aquel peculiar tipo cultural que surgió en el milenio IV a. de
C., en la “fecunda media luna del Oriente Próximo”. La inseguridad en el ordenamiento de las
edades tiene su origen en falsas categorías históricas. Las dark ages son, en parte una creación
nuestra. Las perspectivas han sido falseadas y limitadas por un humanismo clasicista asociado al
concepto de estado nacional. Del clasicismo proviene la caracterización de la época como
decadente. A partir de sus normas culturales, en la transición de la Antigüedad a la Edad Media
sólo puede verse decadencia y destrucción, embrutecimiento bárbaro, por un lado, y degeneración
oriental, por otro. Lo nuevo o significativo de esta época es ignorado o desvalorizado. Incluso allí
donde la reflexión, aun partiendo de la Antigüedad, ha descubierto el valor peculiar de la
“Antigüedad tardía”, solamente se valoriza de manera unilateral la transformación y conservación
de las formas clásicas. En esta prolongación de la Antigüedad, en su paulatina extinción y muerte,
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 246
7.- amenazan con desaparecer los elementos nuevos, ajenos a la tradición. El pensamiento
histórico que se vale de las categorías de la historia nacional ve en esta época, por el contrario, de
manera unilateral, los fundamentos de la propia historia medieval (francesa o alemana). Esto
conduce con frecuencia a un craso error de juicio sobre los reinos de los pueblos invasores y, en
principio, reduce espacialmente el escenario histórico, hasta el punto de que apenas aparezcan los
principales centros de estos siglos. Tan fructuosa fue la consideración del futuro para el
conocimiento de los elementos no antiguos de la Edad Media como perjudicial se mostró después
el estancarse en el examen de los comienzos del Medioevo. / [...]
[...] Ahora surgen en la, al menos culturalmente, aún homogénea área mediterránea y del
Próximo Oriente nuevos centros de gravitación espiritual y económica: en el Noroeste, en la región
franca y anglosajona; en el Este, en las capitales del mundo islámico. Simultáneamente, comienzan
a consolidarse las fronteras entre las tres grandes áreas de poder creadas por la invasión árabe y el
ascenso de los carolingios. De un mundo con una sola capital han surgido, en un proceso de
fecundas diferenciaciones, tres nuevos mundos con sus propios centros impulsores: la Edad Media
europeo-occidental, el Bizancio greco-ortodoxo, y la región árabe-islámica, cada uno de los cuales
representa un tipo de cultura peculiar.- MAIER, F.G.: “Introducción: La leyenda de las ‘dark
ages’.”; de su Las transformaciones [...]. pp. 7-10, 14.
Para todas las heridas arriba citadas, de cuchillo o de espada, como puedan sobrevenir entre
hombres libres, hemos previsto un arreglo superior al que hicieron nuestros antecesores, de modo
que cuando tal arreglo haya sido recibido, la faida (esto es, la enemistad) será abandonada, y no se
demandará ya otra cosa, y ningún resentimiento será albergado; y así la disputa se considerará
concluida, y se establecerá la amistad.- Edicto de ROTARIO (643), rey de los lombardos. cf.
WALLACE-HADRILL, J.M.: op. cit. p. 78.
[...] ordenamos además, tal como lo ordenaron nuestros padres antes que nosotros, que cualquier
persona culpable de observancia pagana deberá ser condenada a pagar una multa de 15 solidi.
Concilio de Estinnes (Henao, 743): IV canon.- cf.: WALLACE-HADRILL, J.M.: op. cit. p. 133.
Que la paz, la concordia y la unanimidad reinen entre todo el pueblo cristiano y entre los
obispos, abates, condes y nuestros otros siervos, grandes y pequeños, puesto que sin paz no
podemos agradar a Dios.- CARLOMAGNO: Admonitio generalis (789). Art. 62. cf.:
WALLACE-HADRILL, J.M.: El oeste bárbaro, 400-1000. Buenos Aires, Eudeba. (Lectores,
20). p. 146.
Prometo que, de este día en adelante, seré el más fiel de los hombres al más piadoso
Emperador, mi señor Carlos, hijo del rey Pepino y de la reina Berth, y lo seré con toda sinceridad,
sin engaño ni mala intención, por el honor de su reinado como, según el derecho, un hombre debe
comportarse hacia su dueño y señor. Quieran Dios y los Santos, cuyas reliquias yacen aquí ante
mí, brindarme su ayuda, ya que a este fin me dedicaré y consagraré, con toda la inteligencia que
Dios me ha dado, por el resto de mi vida.- Juramento de fidelidad franco (fines del s. VIII).- cf.:
WALLACE-HADRILL; J.M.: El oeste bárbaro,… pp. 155-156.
LOS ÁRABES
En 853 [a.C.] salió de Nínive [Salmanasar III] y atravesando en pie de guerra el valle del Balïkh,
se dirigió hacia el Eufrates. Después de haber franqueado el río y recibido el tributo de los
príncipes neohititas de la región, fue a ofrecer sacrificio al dios Adad de Khalman (Alepo), a fin de
afirmar sus pretensiones sobre aquel país. Pero el dominio sobre el conjunto de Siria no dependía
ni mucho menos de la sumisión del puñado de principados que había conquistado entre el Eufrates
y el mar. […] Por lo tanto, cuando Salmanasar quiso remontar el curso del Orontes se encontró en
Qarqar con las fuerzas de una poderosa coalición de doce países, desde Israel hasta los de Cilicia,
mandados por IM-Idri de Damasco (el Bar-Hadad II de la Biblia) y por Irkhuleni de Hama. Estas
fuerzas coaligadas se elevaban, según los asirios, a casi 4.000 carros, 2.000 jinetes y más de 62.000
infantes, a los que se habían sumado, cabalgando sobre camellos, mil árabes: ésta es la primera
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 247
7.- mención que de ellos hay en el Creciente Fértil. Aunque Salmanasar diga en sus anales que las
pérdidas de sus enemigos fueron de 14.000 a 29.000 hombres, el resultado de la batalla fue
probablemente ambiguo. El rey de Asiria pudo sin duda alcanzar entonces el mar e incluso
aventurarse en barco a lo largo de la costa; después esperó al menos tres años enteros antes de
volver a Siria.- LABAT, René: “Asiria y los países vecinos (Babilonia, Elam, Irán) desde el 1000
hasta el 617 a.C. El Nuevo Imperio babilónico hasta el 539 a.C.”; en: CASSIN, E.; BOTTÉRO,
J.; VERCOUTTER; J. (comp.): Los imperios [...]. III, [...]. (Hist. univ., 4). pp. 22-23.
Los árabes eran llamados por los asirios y los babilonios aribi, arubu y arabu (‘arab aparece en
la Biblia por primera vez en Jer. 25, 24, hacia el año 600), voces cuyas terminaciones i, u, no
pertenecen a la raíz del nombre. No se sabe con certeza si la palabra era en un principio el nombre
de un país, como en el Antiguo Testamento, o si se refería sólo a una pequeña parte de la nación.
La tierra de estos árabes limitaba al suroeste, según la concepción de finales del siglo VI, con una
línea [...] que constituía, a juzgar por los vestigios lingüísticos, aproximadamente la frontera
meridional de sus predecesores los arameos. El nombre de Arabia no fue, por tanto, empleado por
los babilonios para denominar la península, y no porque la desconociesen, sino por motivos de
tradición.
En el año 853 [a.C.] Gindib [El nombre significa “langosta” y aparece como Jundab o Jundub todavía
en la época del profeta Mahoma] se dirigió con mil camellos, junto a muchos otros príncipes sirios
aliados como él del rey de Damasco, hacia el norte para enfrentarse en Hama contra Salmanasar III
de Asiria. Tomó parte en la batalla de Qarqar (a orillas del Orontes, al noroeste de Hama y al sur
de Jist el-Shugur) de resultado indeciso. Sólo cien años más tarde, tras la derrota de Siria y las
primeras campañas de Tiglatpileser III (745-727) aparece el país y el pueblo de los aribi. En una
crónica sobre el tributo que aportan los soberanos de Asia Menor a Egipto se menciona también a
una reina de Arabia. Después de 736 huyó a Bäzu, en Arabia oriental, una segunda reina que había
roto su juramento de vasallaje, después de haber perdido una batalla y haber sufrido enormes
pérdidas: seres humanos y ganado, sus propias riquezas y las de sus dioses. Como no encontró allí
ayuda alguna volvió y se sometió. [...]
Bajo Senaquerib (705-681) tenemos nuevas noticias sobre los aribi. Por primera vez aparecen
en tropas auxiliares al servicio de Babilonia, al mando del hermano de la reina Iati’e o Yati’.
También hace su aparición entonces un rey de los árabes Haza’el, que era al mismo tiempo rey de
los qidri, los cedar bíblicos [...]
Los relatos bélicos de Tiglatpileser y de Asurbanipal están ilustrados por relieves. Éstos brindan
una buena visión de la vida de los árabes. Entre otras cosas vemos que las tropas mencionadas en
los relatos eran un cuerpo de camelleros, “inspirado en parte en la caballería y en los guerreros de
los carros de combate”. Pero lo que distinguía a la sociedad árabe de las otras de aquel tiempo era
la autocracia de las reinas; incluso cuando se convertían en esposas de reyes conservaban no sólo
el título, sino también los derechos del soberano, como en el caso de Adiya [esposa de Uaate’ y reina
de Arabia, caída, con su esposo en manos de Asurbanipal].- CASKEL, Werner: “Arabia”; en: CASSIN,
E.; BOTTÉRO, J.; VERCOUTTER, J. (comps.): Los imperios [...]. (Hist. universal, 4). Capítulo
4, pp. 184-187.
“Los árabes nunca estuvieron sometidos a los persas, pero se hicieron sus aliados cuando
permitieron a Cambises el paso hacia Egipto en el 525; porque si los árabes no hubieran estado de
acuerdo, los persas no habrían podido irrumpir en Egipto”. Así lo leemos en Heródoto [III, 88]. En
otro lugar dice que en la ruta a Egipto hay un enclave con establecimientos mercantiles que
pertenecen al rey de los árabes, y en una tercera referencia, que el país de los árabes está libre de
impuestos [III, 91, 97, 107-113].
Esta situación tenía una historia previa: hacia el 735 a.C., el rey de Asur había nombrado a un
tal Idib’il gobernador de las tribus que vivían frente a la frontera egipcia y le había otorgado
potestad sobre 15 (?) poblaciones (aquí el texto está dañado). ¿Eran acaso éstos los antepasados de
los árabes mencionados por Heródoto? ¿O eran descendientes de la primitiva capa de árabes
septentrionales de la que se trata en el vol. 4 de esta serie? [Capítulo 4, pp. 184-187]
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 248
7.- Entre los individuos que se enfrentaron con hostilidad a Nehemías cuando se presentó en el
445 en Judea, por encargo de la corte persa, para organizar la región como provincia y restaurar la
muralla de Jerusalén, había también un árabe llamado Geshem (Gashmu o Gusham). De Nehemías
4, 1 se desprende que la tribu de Geshem vivía al sur, o sea, que había avanzado desde Edom hasta
la costa occidental del mar Muerto.- CASKEL, W.: “Arabia”; en BENGTSON, H. (comp.): op. cit.
(Historia universal, 5). Cap. 20, p. 370.
EL ISLAM
Introducción / En el siglo VII de nuestra Era, hacía ya más de doscientos años que la mitad
occidental del Imperio romano y la cultura que éste representaba se habían desplomado bajo los
ataques de los germanos. No obstante, tanto el Imperio como su cultura sobrevivían en su mitad
oriental helenizada; aun a pesar de los ataques en Europa, de los nómadas de raza amarilla y de los
eslavos, y a pesar de la guerra de Asia, reemprendida una y otra vez contra los sasánidas, herederos
de los antiguos Imperios en una extensión que abarcaba desde el mar de Aral hasta el Iraq,
incluyendo el Irán. Los persas acababan de ocupar las tierras que se extienden hasta las costas
mediterráneas de Siria y Egipto. Y aunque los romanos de Oriente, los llamados bizantinos, habían
terminado por rechazarles, ambos Estados se encontraban agotados por el esfuerzo realizado. Fue
entonces cuando hizo su aparición el Islam.
El origen y desarrollo del Islam tiene la apariencia de un prodigio. Un pueblo hasta entonces
casi desconocido se había unificado bajo el impulso de una nueva religión. En pocos años
conquistaría todo el Imperio sasánida y, salvo el Oeste de Asia Menor, todas las provincias
asiáticas y africanas del Imperio bizantino a las que luego añadiría la mayor parte de España,
Sicilia y, temporalmente, otros territorios de Europa; alcanzaría las fronteras de la India y de
China, de Etiopía y del Sudán occidental, de la Galia y de Constantinopla. Los estados más
antiguos se derrumbaban y desde el Syr-Darya hasta el Senegal, las religiones establecidas se
inclinaban ante la recién llegada, la misma que practican hoy [1968] unos trescientos millones de
personas. La civilización surgida de estas conquistas iba a figurar como una de las más brillantes y
sería, en muchos aspectos, maestra de Occidente, después de haber recogido y vivificado a su vez
gran parte de la herencia de la Antigüedad. A lo largo de trece siglos, ya sea en paz o en guerra, la
historia musulmana estuvo en continua relación con la nuestra, desarrollándose ambas a partir del
mismo fondo originario. Y aunque ambas hayan llegado a ser profundamente divergentes, su
comparación no puede dejar de ayudarnos en una labor de mutua comprensión. Por todas estas
razones, y no solamente porque, como ocurre con la India y con China, un hombre del siglo XX no
puede permanecer ajeno a ninguna de las familias de la Humanidad, es preciso que la historia del
mundo musulmán ocupe en nuestra cultura un lugar considerable; es indispensable que […]
sepamos que antes de Santo Tomás, nacido en Italia, había vivido Avicena, nacido en Asia Central,
y que las mezquitas de Damasco y de Córdoba son anteriores a las catedrales de Francia o de
Alemania; indispensable olvidar la minusvaloración de que hayamos podido hacer objeto a los
pueblos musulmanes contemporáneos en razón a su eclipse, por lo demás quizá pasajero, frente a
una Europa cuya cultura y cuyo poderío progresan vertiginosamente. Pero también es preciso que,
evitando el exceso contrario, dejemos de ver la historia musulmana a través de los cuentos de las
Mil y una noches, como si fuese un episodio exótico, extraordinario y definitivamente ido, objeto
de una vaga nostalgia, y pasemos a verla como un pedazo de la historia humana, […] /
Mahoma / [...] Para el historiador, que ya no puede hacer suyas las acusaciones nacidas de
antiguas polémicas interconfesionales, ni puede contentarse con pueriles explicaciones acerca de la
vocación religiosa por epilepsia, Mahoma aparece como una de esas personalidades superiores que
con un ardor y una sinceridad indudables trataron de elevar el nivel de vida moral y de
pensamiento de los hombres entre los que vivió, y supo adaptar su mensaje al carácter y a las
tradiciones de estos hombres con un sentido de la comprensión y de la organización que debía
asegurar su supervivencia. [...] /
[...] La Revelación que el Profeta, el enviado de Dios, nos da a conocer, es sustancialmente
idéntica a aquellas de las que habían sido mensajeros los profetas anteriores, desde Adán a Jesús,
considerado como uno de ellos. El Islam, en este sentido, se sitúa, pues, deliberadamente, en la
familia de las dos grandes religiones monoteístas que le habían precedido, debiéndose atribuir, sin
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 249
7.- embargo, las divergencias que existen entre tradiciones similares de la Biblia y el Corán a una
alteración de sus escrituras por los judíos y los cristianos; Mahoma, no obstante, es “el último de
los profetas”, no habrá más antes del fin del mundo, se ha puesto fin a la Revelación. /
[...] Dios comunica a los hombres una Ley que les dicta los deberes que tienen para con Él y los
unos para con los otros. Diríamos que esta Ley es a la vez religiosa y social, si esta distinción no
fuera incluso extraña al Islam. Respecto a Dios, el deber principal es la fe y la sumisión a su
voluntad: tal es el sentido de la palabra isläm, y el que se somete a ella es el muslim (musulmán).
Dios exige a los hombres actos precisos que, sin embargo, no son nada sin la intención, y que poco
a poco, después del retorno a la Meca, se concretan en cinco: la plegaria, a ser posible en común, o
más exactamente, pues la palabra traduce mal el árabe salät, una profesión de sumisión, que no se
acompaña de ninguna ceremonia de culto, de ningún sacrificio de carácter sobrenatural; la limosna,
zakät, primitivamente un acto de solidaridad entre creyentes a la vez que purificación de la
riqueza; la peregrinación a la Meca, islamización de la antigua peregrinación pagana; el ayuno del
mes de Ramadán inspirado en el ejemplo judío; la guerra santa, obligatoria directamente sólo para
aquellos que pueden consagrarse a ella, y que procura la salvación a sus mártires (en el mismo
sentido que en griego: testigos). /
[...] para los árabes, a los que en principio se dirige la Revelación, que todavía eran paganos, la
conversión o la muerte; para los judíos y los cristianos, que son “Gentes del Libro”, es decir, que
tienen un texto sagrado auténtico, la alternativa a la conversión es simplemente la sumisión,
materializada, entre otras cosas, por obligaciones financieras. CAHEN, Claude: El Islam. I.
Desde los orígenes hasta el comienzo del Imperio otomano. Madrid, Siglo XXI, (c1970).
(Historia universal, 14). pp. 1-2, 10-12.
Nuestro libro trata de una época que se extiende desde la mitad del siglo VIII hasta mediados
del XI aproximadamente. Es éste, quizá, el período en el que Europa ha tenido menor importancia
en el Orbe. El mundo del Islam, el imperio de Bizancio y el imperio chino eran entonces los países
de las culturas superiores. El Occidente, producto en descomposición del apenas ya reconocible
imperio romano, se esforzaba mientras tanto en no ceder a las hordas que en oleadas sucesivas
amenazaban inundar Europa occidental.
Pueden diferenciarse en el espacio de tiempo que aquí se estudia dos grandes períodos. En el
primero de ellos tiene lugar la ofensiva de estos pueblos: un período que concluye con la batalla de
Lech (no lejos de Augsburgo) en el año 955 [Otón I derrota a los húngaros]. El segundo período que
constituirá también la segunda parte de nuestra exposición, se caracteriza por el revivir del
occidente europeo.
Hemos de hablar de la Europa occidental, centro de gravedad de este desarrollo, y, precisamente
por ello, debemos recordar que en aquella época, en el noroeste de Europa occidental, vivían, aún
aislados en sus culturas particulares, pueblos que después, en el curso de la historia, entraron en
contacto, repetidamente y en grados muy diferentes, con los pueblos continentales. / […]
El peligro árabe / Como se sabe, el siglo VIII se inició con una amenaza mortal para la
cristiandad. Los árabes conquistaron África, irrumpieron en España, atravesaron los Pirineos y se
presentaron en las llanuras de Galia. En el año 732, un ejército árabe sobrepasó Poitiers y se movió
hacia Tours. Carlos Martel y sus soldados esperaron el ataque “inconmovibles como una muralla”.
El temible choque se convirtió en una grave derrota de los árabes. Sus ejércitos comenzaron a
retroceder a partir de entonces.
Por si fuera poco, el éxito acompañó a Pipino el Breve en la reconquista de Nimes, Maguelone y
Béziers, en el año 752. Siete años después, la guarnición árabe de Narbona fue destruida por la
población visigoda, con lo que toda Septimania (el arco entre los Pirineos y el curso inferior del
Ródano) resultó liberada de nuevo.
En España, la lucha entre los califas de la dinastía omeya y los partidarios de los abasíes
adquiría cada vez mayores dimensiones. En esta situación inició Calomagno su campaña en la
primavera de 778; pero sus tropas se sintieron aisladas en un país cuyas propias características
resultaban auténticos enemigos, y hubieron finalmente de retroceder. Era la desordenada retirada
que fue inmortalizada en la francesa Chanson de Roland (que apareció en la época de las
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 250
7.- Cruzadas). Los francos fueron rechazados, con ello, a su punto de partida, y todo hubo de
comenzar de nuevo. [...] ni Huesca ni Tolosa [sic: Toulouse] pudieron ser definitivamente
arrebatadas al Islam. En cualquier caso los francos habían alcanzado el Ebro, cuyo curso [ inferior
extremo] se convirtió, desde entonces, en la frontera entre la zona de dominio franco y la España
árabe. La región situada entre el Ebro y los Pirineos, la Marca Hispánica, llegó a ser después el
núcleo de Cataluña.- DHONDT, J.: “1. El período de la fluencia de pueblos extranjeros”; en su:
La alta edad media. Madrid, Siglo XXI, (c1971). (Historia universal, 10). pp. 1, 9-10.
MASATEPE, Nicaragua.- Borges dice que la empresa de leer por completo Las mil y una
noches puede llevar al descalabro total de la mente; es decir, a la locura por empacho de fantasías.
He probado desmentir al autor de El libro de arena intentando ese ejercicio desmedido, la primera
vez en la adolescencia, y lo he conseguido ya tres veces, la última hace unas pocas semanas, sin
presentar, hasta donde la razón me alcanza a adivinar, ningún síntoma de locura, pero sí, como
todas las veces, señales inequívocas de un encandilado sentimiento de epifanía, como ocurre
siempre que uno se halla frente a la majestad del milagro y la mente solazada queda por muchos
días en estado de ebullición y quedan los pies en el aire, como si levitaran encima de la superficie
encrespada de un mar de ilusiones y de portentos donde no hay sentido de la mesura.
Es un mar sin sosiego de más de tres mil páginas, si uno se atiene para este ejercicio que bien
recomiendo a la traducción desde el árabe clásico al francés del doctor Madrús, que prefería Rubén
Darío ?autor del término miliunanochesco, según la mejor tradición modernista? por encima de la
de Garland, o la de Burton, a las que mejor acude Borges. Y fue la versión francesa del doctor
Madrús, a quien acusan de haber enriquecido el libro de libros con algunos cuentos de su propia
cosecha, que no lo hace menos espléndido, la que Vicente Blasco Ibáñez ?tan famoso en su tiempo
como Gabriel García Márquez, y leído por igual en las barberías? utilizó para la versión en español
que yo conservo desde hace medio siglo, en sus dos tomos en papel biblia, empastados en rojo
maravilla.
La propuesta narrativa de Las mil y una noches, que en la versión de Burton al inglés se llama
Noches arábigas, es de una arquitectura perfecta, y su sola arquitectura es ya un acto de suprema
imaginación: el califa Scharar, engañado por su esposa con un negro entre los negros, de generosa
dotación, y a quienes contempla un día copulando en el jardín de su palacio, decide vengarse de las
mujeres, género que merece su maldición, mandando a ejecutar una tras otra a todas las jóvenes de
su reino tras casarse con ellas, después de cumplida la noche nupcial. No queda ninguna otra para
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 254
7.- ir al sacrificio sino Scherezada, la hija del Gran Visir del reino, quien se ofrece a correr el
riesgo de la muerte por decapitación contándole al califa vengativo y enemigo del género femenino
una historia cada noche.
Y lo logra. Logra mantener en suspenso y lleno de interés al asesino de mujeres a lo largo de mil
noches y una noche, hasta que logra su perdón, y el perdón a todas las demás mujeres del reino.
Scherezada sabe todas las historias que se cuentan a través de los siglos, las que traen las caravanas
desde los países más lejanos y desde los confines de todos los reinos, acumuladas por la tradición
oral, con lo que es ella misma un portento de sabiduría, y es, además, una narradora insigne como
para detener el alfanje que pende cada amanecer por encima de su cabeza, fácil de palabra,
encantadora en sus gestos, en la virtud de sus dramatizaciones, de la imitación de las voces de sus
personajes, y conoce, como todo buen narrador, el momento en que debe detener cada noche su
relato para que el sultán sanguinario se mantenga expectante hasta la noche siguiente.
No hay mejor prueba en toda la historia de la literatura universal de mejores dotes de narrador
que las de Scherezada, si es capaz de salvar su vida cada noche gracias a la gracia y el donaire con
que cuenta, al prodigio de su memoria, a sus dotes histriónicas. Si un día vacila, o se equivoca, o
falla en atraer el interés del sultán, que bosteza aburrido, su cabeza no amanecerá sobre sus
hombros. En contar le va la vida. Pero la perfección de la arquitectura del libro que reúne
centenares de historias tiene una doble dimensión.
Porque detrás de Scherezada, a merced del sultán en los dormitorios reales, alguien más cuenta,
y ese alguien es el contador de cuentos de los mercados populares, que atrae a su alrededor a
compradores y mercaderes, acarreadores y aguadores, arrieros y campesinos; él también conoce
todas las historias de la tradición oral, y cuenta una historia tras otra en medio de la multitud de
escuchas, no para salvar su vida, sino para ganársela. Si su historia es mala, o no está bien contada,
si no atrae el interés de sus oyentes, las monedas no caerán sobre el plato de estaño que tiene a sus
pies y no podrá comer ese día.
Ambos, Scherezada en el palacio del sultán y el narrador callejero en las plazas y en los
mercados que se gana la vida contando historias, se salvan de la muerte y del hambre por medio de
su habilidad con las palabras. Se salvan con la lengua.
Y aún hay una tercera dimensión en toda la arquitectura de Las mil y una noche, el aposento de
ese palacio encantado que es el libro todo, en el que se hacinan los verdaderos autores de los
cuentos: el pueblo de beduinos de las caravanas, de mercaderes y arrieros, de pescadores y
agricultores, de esclavos de los palacios reales, de vagabundos y pordioseros que son los que han
inventado a través de los siglos esa miríada de historias, hijas de sus propios deseos insatisfechos,
de sus necesidades y temores, de su deslumbramiento frente a la riqueza, de sus ansias del milagro
que los convierta en poderosos de la noche a la mañana, de que aparezca el genio de la lámpara
maravillosa que les entregue todas las riquezas del mundo y alivie para siempre su pobreza secular.
De alguna manera, ellos también se salvan por la palabra encantada.- RAMÍREZ, Sergio: “La
fábrica de los portentos”; en La Nación. Sábado, 6 de noviembre de 2010.
La China feudal (siglos VIII a III a.C.). VI. El auge de Ch’in y fin de la China feudal
[...] Poco después [de mediado el s. III a.C.] subió al trono de Ch’in el hombre que conseguiría la
unificación: el rey Cheng. Durante su reinado se anexionaron forzosamente, o bien capitularon, los
restantes estados: [...]. La pluralidad de estados se ve reemplazada por el estado unificado, el
imperio, que persistió en China durante dos milenios, hasta el año 1911, […].- FRANKE, H.;
TRAUZETTEL, R.: op. cit p. 64.
La renovación del Imperio bajo la dinastía Sui y T’ang. V. Cosmopolitismo y herencia cultural
También al budismo le debe su impulso, si es que no le debe incluso su aparición, aquel invento
chino de la época T’ang que tuvo tanta repercusión, a saber, la imprenta. Posiblemente nació a
partir de la técnica de extraer impresiones xilográficas de impresiones en piedra, contribuyendo
también la técnica del tallado de sellos, con la que los chinos se encontraban familiarizados desde
la antigüedad. Las impresiones más antiguas del este de Asia han de remontarse al siglo VIII; el
libro impreso más antiguo que se conserva en el mundo lleva un pie de imprenta del año 868. Las
impresiones de la época T’ang, así como la mayor parte de las impresiones chinas posteriores,
están hechas con planchas talladas de madera. Difícilmente se hubiese adaptado a la escritura
china, con sus miles de caracteres diferentes, un procedimiento con caracteres de imprenta
móviles. En la segunda mitad del siglo IX se empleó la imprenta también en textos no budistas,
como, por ejemplo, calendarios y libros de presagios; a partir del siglo X se imprimieron obras
“profanas”. El conocimiento del arte de imprimir se difundió desde China primero a Corea y
Japón, y más tarde, siguiendo al budismo, también al Tibet y a Asia central. No está claro si el
invento de Gutenberg fue una innovación completamente autónoma o resultado de un
conocimiento llegado a Europa desde Asia central.- FRANKE, H.; TRAUZETTEL, R.: op. cit. pp.
175-176.
"Seguimos viviendo en la Edad Media", dice Jacques Le Goff: fue una etapa brillante.
PARIS.– Discípulos y colegas llaman al francés Jacques Le Goff “el ogro historiador”. Es una
referencia al desaparecido Marc Bloch, cofundador de l’École des Annales, quien afirmaba que un
buen historiador “se parece al ogro de la leyenda: allí donde huele carne humana, sabe que está su
presa”. De un ogro, Jacques Le Goff tiene la estatura y el apetito. También tiene una insaciable
curiosidad que lo llevó a transformarse en una referencia mundial sobre la historia de la Edad
Media, período al cual el hombre contemporáneo le debe muchas de sus conquistas, dice. A los 82
años, Jacques Le Goff sigue trabajando, a pesar de la profunda tristeza que le provocó la reciente
muerte de su esposa –después de casi 60 años de vida en común– y de una caída que desde 2003 lo
mantiene recluido en su departamento de París. Con cualquiera de sus libros –tantos que podrían
formar una biblioteca– todo lector se siente inteligente y erudito. Aún más que sus condiscípulos
George Duby, Emmanuel Le Roy Ladurie y François Furet, Le Goff recurrió a todas las disciplinas
para estudiar la vida cotidiana, las mentalidades y los sueños de la Edad Media: antropología,
etnología, arqueología, psicología. Sus obras mezclan conocimiento y perspectivas. Con ellas es
posible introducirse en un medioevo fascinante, donde se estudiaba y se enseñaba a Aristóteles,
Averroes y Avicena, las ciudades comenzaban a forjarse una idea de la belleza y los burgueses
financiaban catedrales que inspirarían a Gropius, Gaudi y Niemeyer. En esa Edad Media
masculina, la mujer era respetada, las prostitutas, bien tratadas y hasta desposadas, y solía suceder
que las jovencitas aprendieran a leer y a escribir.
-Los historiadores no consiguen ponerse de acuerdo sobre la cronología de la Edad Media. ¿Cuál
es la correcta, a su juicio?
-Es verdad que no todos los historiadores coinciden en esa cronología. Para mí, la primera de sus
etapas comienza en el siglo IV y termina en el VIII. Es el período de las invasiones, de la
instalación de los bárbaros en el antiguo imperio romano occidental y de la expansión del
cristianismo. Déjeme subrayar que Europa debe su cultura a la Iglesia. Sobre todo, a San Jerónimo,
cuya traducción latina de la Biblia se impuso durante todo el medioevo, y a San Agustín, el más
grande de los profesores de la época.
-Usted, gran anticlerical, jamás deja de destacar el papel de la Iglesia en los mayores logros de la
Edad Media.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 260
7.- -¡Pero no es necesario ser un ferviente creyente para hablar bien de la Iglesia! También soy un
convencido partidario del laicismo: principio admirable, establecido por el mismo Jesús cuando
dijo: "Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Pero, volviendo a la cronología, la
segunda etapa está delimitada por el período carolingio, del siglo VIII al X.
- El imperio de Carlomagno fue, para muchos, el primer intento verdadero de construcción
europea?
-Falso. En realidad se trató del primer intento abortado de construcción europea. Un intento
pervertido por la visión "nacionalista" de Carlomagno y su patriotismo franco. En vez de mirar al
futuro, Carlomagno miraba hacia atrás, hacia el imperio romano. La Europa de Carlos V, de
Napoleón y de Hitler fueron también proyectos antieuropeos. Ninguno de ellos buscaba la unidad
continental en la diversidad. Todos perseguían un sueño imperial.
-Usted escribió que a partir del año 1000 apareció una Europa soñada y potencial, en la cual el
mundo monástico tendría un papel social y cultural fundamental.
- Así es. Una nueva Europa llena de promesas, con la entrada del mundo eslavo en la cristiandad y
la recuperación [del centro] de la península hispánica, que estaba en manos de los musulmanes. Al
desarrollo económico, factor de progreso, se asoció una intensa energía colectiva, religiosa y
psicológica, así como un importante movimiento de paz promovido por la Iglesia. El mundo feudal
occidental se puso en marcha entre los siglos XI y XII. Esa fue la Europa de la tierra, de la
agricultura y de los campesinos. La vida se organizaba entre la señoría, el pueblo y la parroquia.
Pero también entraron en escena las órdenes religiosas militares, debido a las Cruzadas y a las
peregrinaciones que transformarían la imagen de la cristiandad. Entre los siglos XIII y XV, fue el
turno de una Europa suntuosa de las universidades y las catedrales góticas.
-En todo caso, para usted, la Edad Media fue todo lo contrario del oscurantismo.
- Aquellos que hablan de oscurantismo no han comprendido nada. Esa es una idea falsa, legado del
Siglo de las Luces y de los románticos. La era moderna nació en el medioevo. El combate por la
laicidad del siglo XIX contribuyó a legitimar la idea de que la Edad Media, profundamente
religiosa, era oscurantista. La verdad es que la Edad Media fue una época de fe, apasionada por la
búsqueda de la razón. A ella le debemos el Estado, la nación, la ciudad, la universidad, los
derechos del individuo, la emancipación de la mujer, la conciencia, la organización de la guerra, el
molino, la máquina, la brújula, la hora, el libro, el purgatorio, la confesión, el tenedor, las sábanas
y hasta la Revolución Francesa.
-Pero la Revolución Francesa fue en 1789. ¿No se considera que la Edad Media terminó con la
llegada del Renacimiento, en el siglo XV?
- Para comprender verdaderamente el pasado, es necesario tener en cuenta que los hechos son sólo
la espuma de la historia. Lo importante son los procesos subyacentes. Para mí, el humanismo no
esperó la llegada del Renacimiento: ya existía en la Edad Media. Como existían también los
principios que generaron la Revolución Francesa. Y hasta la Revolución Industrial. La verdad es
que nuestras sociedades hiperdesarrolladas siguen estando profundamente influidas por estructuras
nacidas en el medioevo.
-¿Por ejemplo?
- Tomemos el ejemplo de la conciencia. En 1215, el IV Concilio de Letrán tomó decisiones que
marcaron para siempre la evolución de nuestras sociedades. Entre ellas, instituyó la confesión
obligatoria. Lo que después se llamó "examen de conciencia" contribuyó a liberar la palabra, pero
también la ficción. Hasta ese momento, los parroquianos se reunían y confesaban públicamente
que habían robado, matado o engañado a su mujer. Ahora se trataba de contar su vida espiritual, en
secreto, a un sacerdote. Tanto para mí como para el filósofo Michel Foucault, ese momento fue
esencial para el desarrollo de la introspección, que es una característica de la sociedad occidental.
No hace falta que le haga notar que bastaría con hacer girar un confesionario para que se
transformara en el diván de un psicoanalista.
-Usted habla de emancipación de la mujer en la Edad Media. ¿Pero aquella no fue una época de
profunda misoginia?
-Eso dicen y, naturalmente, hay que poner las cosas en perspectiva. Yo sostengo, sin embargo, que
se trató de una época de promoción de la mujer. Un ejemplo bastaría: el culto a la Virgen María.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 261
7.- ¿Qué es lo que el cristianismo medieval inventó, entre otras cosas? La Santísima Trinidad, que,
como los Tres Mosqueteros, eran, en realidad, cuatro: Dios, Jesús, el Espíritu Santo y María,
madre de Dios. Convengamos en que no se puede pedir mucho más a una religión que fue capaz
de dar estatus divino [sic: casi?] a una mujer. Pero también está el matrimonio: en 1215, la Iglesia
exigió el consentimiento de la mujer, así como el del hombre, para unirlos en matrimonio. El
hombre medieval no era tan misógino como se pretende.
-La invención del purgatorio, a mediados del siglo XII, parece haber sido también uno de los
momentos clave para el desarrollo de nuestras sociedades actuales.
- Así es. Curiosamente, lo que comenzó como un intento suplementario de control por parte de la
Iglesia, concluyó permitiendo el desarrollo de la economía occidental tal como la practicamos en
nuestros días.
-¿Cómo es eso?
-La invención del purgatorio se produjo en el momento de transición entre una Edad Media
relativamente libre y un medioevo extremadamente rígido. En el siglo XII comenzó a instalarse la
noción de cristiandad, que permitiría avanzar, pero también excluir y perseguir: a los herejes, los
judíos, los homosexuales, los leprosos, los locos... Pero, como siempre sucedió en la Edad Media,
cada vez que se hacían sentir las rigideces de la época los hombres conseguían inventar la forma de
atenuarlas. Así, la invención de un espacio intermedio entre el cielo y el infierno, entre la condena
eterna y la salvación, permitió a Occidente salir del maniqueísmo del bien y del mal absolutos.
Podríamos decir también que, inventando el purgatorio, los hombres medievales se apoderaron del
más allá, que hasta entonces estaba exclusivamente en manos de Dios. Ahora era la Iglesia la que
decía qué categorías de pecadores podrían pagar sus culpas en ese espacio intermedio y lograr la
salvación. Una toma de poder que, por ejemplo, permitiría a los usureros escapar al infierno y
hacer avanzar la economía. También serían salvados de este modo los fornicadores.
-Pero hasta la aparición del sistema bancario reglamentado, en el siglo XVIII, tanto la Iglesia
como las monarquías sobrevivieron gracias a los usureros. ¿Por qué condenarlos al infierno?
-Porque así lo establecían las escrituras, como en la mayoría de las religiones. En el universo
cristiano medieval, la usura era un doble robo: contra el prójimo, a quien el usurero despojaba de
parte de su bien, pero, sobre todo, contra Dios, porque el interés de un préstamo sólo es posible a
través del tiempo. Y como el tiempo en el medioevo sólo pertenecía a Dios, comprar tiempo era
robarle a Dios. Sin embargo, el usurero fue indispensable a partir del siglo XI, con el renacimiento
de la economía monetaria. La sed de dinero era tan grande que hubo que recurrir a los
prestamistas. Entonces la escolástica logró hallarles justificaciones. Surgió así el concepto de
mecenas. También se aceptó que prestar dinero era un riesgo y que era normal que engendrara un
beneficio. En todo caso, y sólo para los prestamistas considerados "de buena fe", el purgatorio
resultó un buen negocio.
-La Edad Media también inventó el concepto de guerra justa, vigente hasta nuestros días, como lo
demostraron los debates en la ONU sobre la guerra en Irak. Curioso, ya que el cristianismo es
portador de un ideal de paz. Hasta se podría decir que es antimilitarista.
-Es verdad. Ordenándole a Pedro que enfundara su espada, Cristo dijo: "Quien a hierro mate, a
hierro morirá". Los primeros grandes teóricos cristianos latinos eran pacifistas. Pero todo cambió a
partir del siglo IV, cuando el cristianismo se transformó en religión de Estado.
-En otras palabras, los cristianos se vieron obligados a cristianizar la guerra.
-En esa tarea tendrá un papel fundamental San Agustín, el gran pedagogo cristiano. Para él, la
guerra es una consecuencia del pecado original. Como éste existirá hasta el fin de los tiempos, la
guerra también existirá por siempre. San Agustín propuso, entonces, imponer límites a esa guerra.
En vez de erradicarla, decidió confinarla, someterla a reglas. La primera de esas reglas es que sólo
es legítima la guerra declarada por una persona autorizada por Dios. En la Edad Media, era el
príncipe. Hoy es el Estado, el poder público. La segunda regla es que una guerra es justa sólo
cuando no persigue la conquista. En otras palabras: las armas sólo se toman en defensa propia o
para reparar una injusticia. Esas reglas siguen perfectamente vigentes en nuestros días.
- ¿Se podría decir que el hombre medieval trataba de preservar la cristiandad de todo aquello que
amenazaba su equilibrio?
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 262
7.- -Constantemente. Déjeme evocar como ejemplo el que para mí fue el aspecto más negativo de
la época: la condena absoluta del placer sexual, simbolizado por el llamado "pecado de la carne".
La alta Edad Media asumió las prohibiciones del Antiguo Testamento. Desde entonces, el cuerpo
fue diabolizado, a pesar de algunas excepciones, como Santo Tomás de Aquino, para quien era
lícito el placer en el acto amoroso. Frente a la opresión moral, la sociedad medieval reaccionó con
la risa, la comedia y la ironía. El universo medieval fue un mundo de música y de cantos,
promovió el órgano e inventó la polifonía.
-Hace un momento hizo referencia a los fornicadores que tuvieron un lugar en el purgatorio.
¿Cómo fue esto posible en una época de tanta represión sexual?
-Hay una anécdota que ilustra perfectamente la dualidad medieval. El rey Luis IX de Francia, que
después sería canonizado como San Luis, tenía una vitalidad sexual desbordante. En los períodos
en que las relaciones carnales eran lícitas (fuera de las fiestas religiosas), el monarca no se
contentaba con reunirse con su esposa por las noches. También lo hacía durante el día. Esto
irritaba mucho a su madre, Blanca de Castilla, que en cuanto se enteraba de que su hijo estaba con
la reina intentaba introducirse en la habitación para poner fin a sus efusiones. Luis IX decidió
entonces poner un guardián ante su puerta, que debía prevenirlo y darle tiempo de disimular su
desenfreno. Ese hombre lleno de ardor tuvo once hijos y cuando partió a la Cruzada, en 1248, llevó
a su mujer, a fin de no privarse de sus placeres sexuales. ¡No imaginará usted que la Iglesia podía
enviar a San Luis a arder en el fuego eterno del infierno!
-¿También podríamos decir que la Edad Media inventó el concepto de Occidente?
- La palabra "Occidente" no me gusta. Pronunciada por los occidentales, tiene un contenido de
soberbia para el resto del planeta.
-Pero entonces, ¿cómo definir, por ejemplo, a América, heredera de Europa?
-América ha dejado de ser la heredera de Europa. Lo fue hasta finales de la Segunda Guerra
Mundial, cuando tanto Estados Unidos como el resto del continente dejaron de tener al hombre
como centro de sus preocupaciones.
-Usted es un apasionado estudioso de la imaginación colectiva de la Edad Media. ¿Por qué eso es
tan importante?
-Felizmente, las nuevas generaciones de historiadores siguen cada vez más esa tendencia. La
imaginación colectiva se construye y se nutre de leyendas, de mitos. Se la podría definir como el
sistema de sueños de una sociedad, de una civilización. Un sistema capaz de transformar la
realidad en apasionadas imágenes mentales. Y esto es fundamental para comprender los procesos
históricos. La historia se hace con hombres de carne y hueso, con sus sueños, sus creencias y sus
necesidades cotidianas.
-¿Y cómo era esa imaginación medieval?
-Estaba constituida por un mundo sin fronteras entre lo real y lo fantástico, entre lo natural y lo
sobrenatural, entre lo terrenal y lo celestial, entre la realidad y la fantasía. Si bien los cimientos
medievales de Europa subsistieron, sus héroes y leyendas fueron olvidados durante el Siglo de las
Luces. El romanticismo los resucitó, cantando las leyendas doradas de la Edad Media. Hoy
asistimos a un segundo renacimiento gracias a dos inventos del siglo XX: el cine y las historietas.
El medioevo vuelve a estar de moda con "Harry Potter", "La guerra de las galaxias" y los
videojuegos. En realidad, la Edad Media tiene una gran deuda con Hollywood. Y viceversa. Pensé
alguna vez que provocaría un escándalo afirmando que el medioevo se había prolongado hasta la
Revolución Industrial. La verdad es que ha llegado hasta nuestros días.
-¿Se podría decir entonces que seguimos viviendo en la Edad Media?
-Sí. Pero esto quiere decir todo lo contrario de que estamos en una época de hordas salvajes,
ignorantes e incultas, sumergidos en pleno oscurantismo. Estamos en la Edad Media porque de ella
heredamos la ciudad, las universidades, nuestros sistemas de pensamiento, el amor por el
conocimiento y la cortesía. Aunque, pensándolo bien, esto último bien podría estar en vías de
extinción.- Por Luisa Corradini Para LA NACION (miércoles, 12 de octubre de 2005).
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 263
7.- Somos enanos encaramados sobre espaldas de gigantes. Si alcanzamos a ver más que ellos y
más lejos, no es porque nuestra vista sea más aguda o nuestra estatura mayor, sino porque ellos nos
llevan en volandas y nos elevan sobre su altura gigantesca.- BERNARD de Chartres (canciller de
la escuela episcopal, entre 1114 y 1126).- cf, LE GOFF, Jacques: Los intelectuales en la Edad
Media. 2. ed. Buenos Aires, Eudeba, (c1971). pp. 20.
No podrías ocuparte con el mismo cuidado de una esposa y de la filosofía. ¡Cómo conciliar los
cursos escolares con los sirvientes, las bibliotecas con las cunas, los libros con las ruecas, las
plumas con los husos? Aquél que debe absorberse en meditaciones teológicas o filosóficas, ¡podrá
soportar los gritos de los niños, las canciones de cuna de las nodrizas, la ruidosa multitud de
domésticos, varones y mujeres? ¿Cómo tolerar las suciedades que constantemente hacen los
niñitos? Los ricos pueden hacerlo porque tienen un palacio o una casa lo suficientemente grande
para poderse aislar, y la opulencia no se resiente por los gastos, pues no están cotidianamente
crucificados por las preocupaciones materiales. Pero ésta no es la condición de los intelectuales
(filosofía), y quienes tienen que preocuparse del dinero y las cuestiones materiales no pueden
entregarse a su oficio de teólogos o de filósofos.- ELOISA: A Abélardo. cf.: LE GOFF, J.: op.
cit. pp. 54-55.
No hay otra autoridad que la verdad probada por la razón; lo que la autoridad nos
enseña a creer, la razón nos lo confirma con sus pruebas. Lo que proclama la autoridad evidente de
la Escritura, es probado por la razón discursiva; aunque todos los ángeles hubieran quedado en el
cielo, lo mismo habría sido creado el hombre y toda su posteridad. Porque este mundo ha sido
hecho para el hombre, y por mundo entiendo el cielo y la tierra y todo lo que el universo contiene;
sería un absurdo creer que si todos los ángeles hubieran subsistido no habría sido creado aquél para
quien leemos que el universo fue creado.- HONORIUS AUGUSTODUNENSIS (Honorio de Autun,
hacia 1130). cf. LE GOFF, J.: op. cit. pp.70-71.
Huid del centro de Babilonia [es decir: Paris], huid y salvad vuestras almas. Volad todos juntos
hacia las del refugio [es decir: a los monasterios] donde podréis arrepentiros del pasado, vivir en
gracia durante el presente y esperar confiados en el porvenir. Encontraréis mucho más en los
bosques que en los libros; bosques y piedras os enseñarán más que ningún otro maestro.-
St. BERNARD de Clairvaux (m. s. XII).
¡Oh Paris, cómo sabes encantar y seducir a las almas! En ti están las redes del vicio, las trampas
del mal, las flechas del infierno que pierden a los corazones inocentes... Feliz escuela, en cambio,
aquella en la que Cristo enseña a nuestros corazones la palabra de sabiduría, donde sin trabajo ni
curso aprendemos el método de la vida eterna. No se compra un libro, no se paga a ningún
profesor de escritura, no hay allí ningún enredo de disputas, ningún intrincamiento de sofismas,
pues la solución de todos los problemas es simple, se aprenden las razones de todo.- PEDRO de
Celles (m. 1183), monje cisterciense. (p. 32) cf.: LE GOFF, J.: op. cit. p. 32.
A partir del momento en que no solo todos los hombres, sino hasta los emperadores, salvo
alguna que otra excepción, fueron católicos, me parece haber escrito la historia no ya de dos
ciudades, sino de una sola, que denomino la Iglesua.- OTÓN de Freisinga (ca. 1154): Historia
de dos ciudades. (tío del emperador Federico Barbarroja).- cf. LE GOFF, J.: Los intelectuales
[...]. pp. 21.
Nuestra generación tiene arraigado un defecto, y es que se niega a admitir todo lo
que parece provenir de los modernos. Yo también, cuando descubro una idea personal, si deseo
publicarla, la atribuyo a algún otro y declaro: “Es Tal quien la ha dicho, no yo”. Y para que se me
crea completamente digo de todas mis ocupaciones: “Tal es el inventor, no yo”. Para evitar el
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 266
7.- inconveniente de que se piense que yo, ignorante, he extraído mis ideas de mi propio fondo,
hago como si las hubiera sacado de mis estudios árabes. / [...]
Me es difícil discutir... Yo, en efecto, aprendí de mis maestros árabes a tomar a la razón como
guía, tú te contentas con seguir cautivo a la cadean de una autoridad fabularia. ¿Qué otro nombre
dar a la autoridad sino el de cadena? Igual que los estúpidos animales son conducidos con una
cadena y no saben ni a dónde ni por qué se los conduce y se contentan con seguir la cuerda que los
sostiene, de ese modo la mayoría de vosotros estáis prisioneros de una credulidad animal y os
dejáis conducir encadenados por la autoridad de lo que está escrito a creencias peligrosas.-
ADELARDO de Bath (fl. 1130).- cf. LE GOFF, J.: La Baja Edad Media Madrid, Siglo XXI,
(c1971). (Historia universal, 11). pp. 148-150.
Lo que importa no es que Dios haya podido hacer esto, sino examinarlo, explicarlo
racionalmente, mostrar su fin y su utilidad. Sin duda Dios puede hacerlo todo, pero lo importante
es que haya hecho tal o cual cosa. Sin duda Dios puede hacer un ternero de un tronco de un árbol,
como dicen los rústicos, pero ¿lo ha hecho alguna vez?- GUILLERMO de Conches (fl. c. 1120 y
1154).- cf. LE GOFF, J.: La Baja... p. 150.
ENSAYO
AZUL / Por Michel Pastoureau / Paidós / Trad.: Núria Petit Fontseré. / 242 páginas
La decadencia de los relatos históricos absolutos dio lugar en las últimas décadas a abordajes
oblicuos: la Escuela de los Anales francesa, la microhistoria, no sólo prodigaron minuciosos
análisis sobre el modo en que se creó el purgatorio o la visión que tenía del mundo un molinero del
siglo XVI, sino que han sabido volcar ese conocimiento en libros de una estricta amenidad. Azul.
Historia de un color pertenece a ese linaje: es una sólida miniatura, vertebrada por los diversos
modos en que la tonalidad del título fue denigrada y valorada a través de los siglos. La premisa del
medievalista Michel Pastoureau (París, 1947) es simple: los colores son, antes que un fenómeno
natural, una compleja construcción de la cultura.
El azul se presta a la perfección para rastrear la sensibilidad cromática de las sociedades. Se
trata, curiosamente, de un color nulamente valorado por la antigüedad clásica, basada en un
sistema ternario que privilegiaba el rojo, el blanco y el negro. Para griegos y latinos, el azul
identificaba lo bárbaro (los celtas, como consta en Tácito, se pintaban los cuerpos de ese color), y
ese descrédito se extendería hasta bien entrada la Edad Media.
Pastoureau sigue con cautela la aparición gradual del azul, promovido a un lugar de tímida
visibilidad en el siglo XII gracias a la teología, la heráldica y la valorización artística (se dedican
páginas escalerecedoras a la disputa medieval sobre la materialidad o espiritualidad de los colores).
El autor no se atiene a una cronología rígida y agobiante, sino que prefiere trabajar por áreas: los
primeros usos del azul en la vestimenta, impulsados por el gusto personal de San Luis IX, Rey de
Francia; los notables avances técnicos de los tintoreros medievales (que acuden al glasto y el pastel
para profundizar un tinte hasta entonces deslavado), las leyes suntuarias, el efecto moral de la
Reforma (que comenzó a asociar el rojo dominante en la liturgia católica con el pecado), el
posterior uso a gran escala del índigo, en el siglo XVIII, y el más reciente descubrimiento del Azul
de Prusia, trazan la ciclotímica genealogía de este color clave.
El espectro descubierto por Newton y la teoría de los colores primarios y complementarios
lograron que el azul abandonara la relativa periferia en que seguía moviéndose. El romanticismo lo
pondrá definitivamente de moda, con el frac de Werther y la flor azul de Novalis, mientras que la
idiosincrática teoría de Goethe, aunque científicamente torpe, según el especialista, intuirá los
alcances antropológicos de los colores en general.
Con un estilo que sortea los excesos eruditos, el libro de Pastoureau se centra -él es el primero
en aclararlo- en la función que el azul cumple en la cultura occidental, donde figura como color
preferido en todas las encuestas sobre el tema. El recorte permite indagar en profundidad el uso
político que se le dio a partir de la Revolución francesa (de revolucionario pasó a representar a los
moderados, y, más tarde, a la derecha) o presentar una historia breve del blue jean. Y también
dejar en suspenso una sospecha: que el viejo y cálido azul -del que se valen unánimemente los
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 267
7.- organismos internacionales- podría haberse transformado en un color frío, conformista,
opuesto a cualquier transgresión.- REY, Pedro B.: “Color con historia”; en La Nación. Sábado
17/07/2010. adncultura
No se pasa de las tinieblas de la ignorancia a la luz de la ciencia nada
más que si se lee de nuevo, con un amor cada vez más vivo, las obras de los antiguos. Qué ladren
los perros, que gruñan los puercos. Yo por eso no dejaré de ser un sectario de los antiguos. Para
ellos serán todos mis cuidados, y el alba, cada día, me encontrará dedicado a su estudio.- PEDRO
de Blois (hacia 1135-1204).- cf. LE GOFF, J.: op. cit. p. 150.
Todo hombre dotado de inteligencia [...] puede cumplir la función de enseñar, pues su tarea es,
mediante la enseñanza, llevar al recto camino a su hermano, a quien ve errar alejado del camino de
la verdad o de la moralidad. Pero la función de predicar, esto es, de enseñar públicamente, sólo los
designados para ello la poseen, es decir, los obispos y los sacerdotes en sus iglesias y los abades en
sus monasterios, como a quienes les está encomendado el cuidado de las almas.- INOCENCIO III
(papa 1198-1216): Dialogus . cf. LE GOFF, J.: Los intelectuales [...]. p. 131.
Arriba, Rosetón meridional, c. 1225. El Cristo del Apocalipsis, rodeado de ángeles (abajo, de
izq. a der.): Lucas a hombros de Jeremías, Mateo sobre Isaías, Juan sobre Ezequiel y Marcos sobre
Daniel. Foto Painton Cowen.
Las vidrieras de la catedral de Chartres son únicas en muchos aspectos. En ningún otro lugar ha
sobrevivido tanto vidrio medieval a las guerras, las tormentas, la intolerancia religiosa y la desidia
de siglos. De las 173 ventanas originales, 143 se encuentran en su mayor parte intactas, y hay en
total casi 1500 vitrales con escenas y figuras que componen una biblioteca en imágenes
prácticamente sin igual sobre la vida y las creencias medievales. Aparte de esto, consideradas en
conjunto constituyen un programa artístico de una calidad y ambición rara vez vistas, comparable
por su complejidad iconográfica con la Capilla Sixtina, de Miguel Angel, o la capilla de los
Scrovegni, de Giotto. La catedral que vemos hoy es en su mayor parte posterior al incendio de
1194, que destruyó todo el antiguo edificio románico, salvo el ala oeste. El clero vio la ocasión de
construir una catedral mayor y mejor en el nuevo estilo gótico, y los responsables de la
reconstrucción concibieron un programa que integrara vitrales, arquitectura y escultura en una
enérgica afirmación de la autoridad y el dogma de la Iglesia. Una de las grandes innovaciones de la
arquitectura gótica fue el arbotante, que liberaba los muros de la carga de la bóveda y hacía posible
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 269
7.- abrir vanos más amplios. El espacio así ganado para los vitrales permitió desarrollar la
iconografía y todo un nuevo vocabulario y unos nuevos medios de expresión en vidrio de colores.
El resultado fue una explosión de creatividad durante la segunda mitad del siglo XII, que alcanzó
su culminación en las catedrales góticas del XIII, en particular las de Bourges, Reims, Amiens,
París y, sobre todo, Chartres. La instalación de los vitrales de Chartres se prolongó durante treinta
años o más, comenzando hacia 1205. La impresión que recibe quien visita Chartres por primera
vez suele ser profunda. A muchos les sorprende la oscuridad del interior incluso en un día soleado.
Los intensos colores del vidrio -principalmente rojo, azul, amarillo y verde, y en menor cantidad,
morado, marrón y rosa- crean una atmósfera mágica. Se trata de un efecto deliberado, al menos en
parte; al fin y al cabo, las catedrales góticas eran, en cierto sentido, una evocación de la Jerusalén
celestial descripta en el Apocalipsis de San Juan, y los vitrales eran las joyas de la ciudad celestial.
Lo más llamativo son los tres grandes rosetones situados en los puntos cardinales Norte, Sur y
Oeste del edificio. Estos maravillosos despliegues de luz, color y geometría celebran la vida de
Jesucristo y la Virgen María (incorporando también las armas de soberanos seculares, Blanca de
Castilla y un duque de la región) y marcan la pauta para el resto de los vitrales. El alto ventanal
oriental en el coro vuelve a subrayar lo importante, con la Virgen sosteniendo al Niño Jesús. La
preeminencia concedida a la figura de María en Chartres no sólo se debe a que la catedral le estaba
dedicada, sino también al hecho de que la reliquia más valiosa que en ella se guardaba era su
túnica -la Sancta Camisa-, que había sobrevivido milagrosamente al incendio de 1194, al igual que
el célebre vitral conocido como Notre-Dame de la Belle Verrière («Nuestra Señora del Bello
Vitral»). La ventana oriental del deambulatorio, tras el altar mayor, refleja los intereses del
capítulo catedralicio. Este importante lugar se reservaba tradicionalmente al árbol de Jesé (con la
genealogía de Cristo) o la Pasión, pero en Chartres lo ocupan las vidas de los Apóstoles. Ello
revela la importante deriva que se produce en la Iglesia occidental a principios del siglo XIII desde
los grandes temas místicos hacia las ilustraciones de la vida cristiana activa. Por la misma razón,
casi todas las ventanas que circundan el edificio al nivel del suelo -las más visibles para los fieles
laicos- muestran vidas y relatos de santos y parábolas evangélicas. Estas ventanas son obras
maestras de la narrativa que organizan los episodios para dar pie a paralelismos teológicos. Los
milagros abundan en estas escenas, algo sin duda alentador para los peregrinos del siglo XIII. Las
ventanas elevadas del nivel superior continúan dicha temática, mostrando en su mayoría figuras de
santos. Estos relatos de vidas de santos nos dicen también mucho sobre la vida cotidiana en la
Edad Media: la realeza, los caballeros, los campesinos, los barcos, los edificios, los animales, la
naturaleza, las comidas, los vestidos, las ceremonias; todo esto y más está a la vista. Cada vitral
representa una escena con la mayor economía, de modo que puede apreciarse lo que ocurre de un
solo vistazo y reconocer a los protagonistas al instante; así, los santos tienen halo; los árboles,
ciudades y edificios se ilustran de forma rudimentaria, y las actitudes y el lenguaje corporal de los
personajes se representan de modo que sus pensamientos y acciones se descifran con rapidez. Pese
a ello, hay una especie de lenguaje oculto, cuyo significado hoy quizá no seamos ya capaces de
comprender y que se manifiesta especialmente en las señas que hacen con las manos algunos
personajes. La frecuente aparición de demonios, ángeles y la mano de Dios indica la presencia de
fuerzas sobrenaturales o la intervención divina. Otro importante aspecto sociocultural de los
vitrales de Chartres es quién los encargó y financió. En la mayoría de estas obras se puede ver a los
donantes, que son miembros del clero, la nobleza o los gremios. Esta última categoría comprende
una representación casi única de muchos oficios. Entre ellos, los toneleros, que -no sin sentido del
humor- escogieron para su ventana el tema de la embriaguez de Noé.
C. 1200-1230 / Vitrales coloreados / Catedral de Chartres (Francia)
“Ahora yo te pregunto –dijo el rey--, ¡qué preferirías: ser un leproso o haber cometido un
pecado mortal?” Y yo, que jamás le había mentido, respondí que antes cometería treinta pecados
mortales que verme convertido en un leproso. Cuando los monjes hubiéronse marchado, llamóme
a solas a su presencia, hízome sentar a sus pies y dijo: “¿Qué has dicho hace un momento?” Yo le
dije que siempre seguiría diciendo lo mismo. Y él me dijo: “Hablaste como un loco; pues debes
saber que no hay leproso tan repelente como el que está en pecado mortal, porque el alma que está
en pecado 7.- mortal es como el diablo, y por eso no puede haber un leproso tan repelente. Tan
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 270
cierto es que cuando un hombre muere su cuerpo es curado de la lepra, pero cuando un hombre
que ha cometido pecado mortal muere, no sabe si durante su vida se ha arrepentido lo bastante para
que Dios lo haya perdonado. Esa es la razón por la que realmente debía temer que cada clase de
lepra le durase tanto como Dios esté en el paraíso. Por eso te suplico, tan ardientemente como me
es posible, que acostumbres tu corazón, por amor a Dios y a mi persona, a preferir que tu cuerpo
sufra cualquier clase de mal, incluso el de la lepra, a que el pecado mortal se apodere de tu alma”.-
JOINVILLE:
Mémoires (del reinado de San Luis) (mediados s. XIII).- BRINTON, Crane: Las ideas y los
hombres. Madrid, Aguilar (Cultura e historia). pp. 211-212.
Vamos, que la larga ruta nos apremia”. / Así entró él y así entrar me hizo
en el cerco primero del abismo.
Allí, de acuerdo con lo que escuchaba, / no había otro llanto que el de los suspiros
que hacían retemblar el aura eterna.
Venía del dolor no atormentado / de las turbas, que eran numerosas,
de infantes, de mujeres y varones.
El buen maestro a mí: “¿Tú me preguntas / qué espíritus son estos que avizoras?
Quiero que sepas, antes que avancemos,
que éstos no pecaron; mas su mérito / no basta, pues carecen del bautismo,
que es puerta de la fe en que tú crees.
Antes del cristianismo ellos vivieron, / no adoraron a Dios debidamente,
y a estos tales yo mismo pertenezco.
Por esa falla, no por otro yerro, / perdidos somos, y es nuestro castigo
vivir sin esperanza deseando”.
Un gran dolor sentí al escucharlo, / porque personas de valor muy alto
advertí en tal Limbo suspendidas.
“Dime, maestro, dime, señor mío”, / comencé por sentirme aún más seguro
en esa fe que vence a todo yerro;
¿alguien, por propio mérito o ajeno, / pudo salir de aquí y ser dichoso?”
Y él, que comprendió mi habla encubierta,
respondió: “Yo era nuevo en este estado, / cuando aquí vi llegar a un Poderoso,
con signo de victoria coronado.
La sombra liberó del primer padre, / la de su hijo Abel, la de Noé,
la de Moisés legista y obediente, /
[...]
y a muchos otros, e hízolos beatos; / y yo quiero que sepas que, antes de éstos,
no hubo espíritu humano rescatado”.
[...]
Estábamos aún algo distantes / mas no tanto, y así discernir pude
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 275
7.- la gente ilustre que colmaba el sitio.
¡Oh tú que reverencias ciencia y arte!, / ¿quiénes son éstos que tal honra tienen,
que de tal modo de otros los apartan?”
Y él a mí: “La tan honrosa fama / que de ellos suena allá donde tú vives
gracia obtiene en el cielo y los alcanza”.
Entretanto una voz escuchar pude: / “¡Dad honor al altísimo poeta:
su sombra vueve ya, que era partida!”
Muy luego que la voz hubo callado, / cuatro sombras grandiosas vi acercarse:
ni triste ni gozoso era su aspecto.
El buen maestro comenzó a decirme: / “Mira tú a éste que la espada en mano
se adelanta a los tres como un señor.
Él es Homero, poeta soberano; / el satírico Horacio es el que sigue;
tercero Ovidio, y último Lucano.
Cada uno conmigo se reparte / el nombre que clamó la voz unánime,
honor me hacen, y harto bien proceden”.
[...]
Alli, erguidos sobre el verde esmalte, / se me mostraron los magnos espíritus,
que por haberlos visto aún me exalto.
A Electra vi con muchos compañeros, / a Héctor y a Eneas advertí entre ellos,
armado a César, de esparver los ojos.
Y vi a Camila y a Pentesilea; / aparte, vi también al rey Latino,
con su hija Lavina allí sentado.
A Bruto vi, el que arrojó a Tarquino, / y a Cornelia y Lucrecia, Julia y Marcia,
y solo, y retraído, a Saladino.
Tras levantar un poco las pestañas, / vi al maestro de todos los que saben
estar con la familia filosófica.
Todos lo miran, todos le dan honra; / vi a Sócrates, a Platón, que se encontraban
mucho más cerca de él que no los otros;
a Demócrito vi, el del acaso, / y a Tales, Anaxágoras y Diógenes,
a Empédocles, Heráclito y Zenón;
y ví al que afirmó las cualidades, / digo Discórides, y tambié vi a Orfeo,
a Séneca moral, y a Tulio y Lino;
a Euclides geómetra y aún a Ptolomeo, / a Hipócrates, Galeno y Avicena,
Averroes, que hizo el gran comento.
No puedo mencionarlos por entero, / pues la extensión del tema ya me urge,
y muchas veces la palabra falta. /
[...].- DANTE ALIGHIERI (Florencia,1265-Ravena, 1321): La divina comedia. Trad. pról.
y notas de A.J. Battistessa. Infierno, iv, 22-147.
César fui, pues, mas ya soy Justiniano, / que por designio del amor primero
quité a las leyes lo superfluo y vano.
Y antes de estar atento a ese trabajo, / una natura en Cristo, y sólo en una
creía, y con tal fe me contentaba;
mas Agapito el bienaventurado, / que fue sumo pastor, a la fe cierta
presto me enderezó con sus palabras.
Yo le creí; y cuanto en su fe estaba / lo veo ya tan claro, cual tu adviertes
lo que en un juicio es falso o verdadero.
No bien mis pies siguieron a la Iglesia, / a Dios por gracia plúgole inspirarme
la alta labor, y entero me di a ello;
y a Belisario encomendé las armas, / a quien el cielo le fue tan propicio,
que para mí fue un signo de reposo.
A la cuestión primera ahora apunta / mi respuesta; su condición me obliga
a proseguir pero añadiendo algo,
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 276
7.- por que tú veas con qué razón grande / se mueven contra el signo sacrosanto
los que se apropian de él, los que a él se oponen.
Vé, pues, cuánta virtud lo ha hecho digno / de reverencia; y comenzó en la hora
en que murió Palante al darle reino.
Sabes cuánto infligió, de las Sabinas / al dolor de Lucrecia, en siete reyes,
venciendo en torno a todos los vecinos.
Sabes lo que cumplió guiado de egregios / romanos contra Breno, y contra Pirro,
contra otros príncipes y comunidades;
así Torcuato y Quintio, el de los rizos / revueltos, y los Decios, y los Fabios,
tuvieron fama a la que ofrezco mirra.
Él abatió el orgullo de los árabes / que a la zaga de Anibal traspasaron
la alpestre roca; Po, donde tú brotas.
Debajo de él muy jóvenes triunfaron / Escipión y Pompeyo; y al collado
bajo el cual tú naciste le fue amargo.
Luego, en el tiempo en que el cielo quiso / reducir este mundo a su sosiego,
César, por Roma, lo tomó a su cargo.
Y lo que él hizo desde el Var al Rin, / lo vio el Iser, el Loira y lo vio el Sena
y los valles que al Ródano acaudalan.
Y lo que él hizo tras dejar Ravena / y saltar Rubicón fue de tal vuelo,
que no le seguirían lengua o pluma.
Enderezó hacia España las legiones; / luego a Durazzo; y percutió a Farsalia
tanto que el Nilo ardiente sintió el duelo.
Simois y Antandro, de donde partiera, / revió, y la tumba en la que yace Héctor,
y siguió para mal de Tolomeo.
De allí bajó relampaguendo a Juba, / luego de allí volvió a vuestro Occidente,
donde oyó la trompeta pompeyana
Lo que hizo presto el portador siguiente / lo ladran Bruto y Casio en el Infierno,
y Módena y Perusa se conduelen.
Lo llora aún la mísera Cleopatra / que huyendo de él, tomó de la serpiente
la muerte subitánea y tenebrosa.
Hasta el Mar Rojo prosiguió con éste; / con éste puso al mundo en paz tan grande,
que a Jano le cerraron el santuario.
Mas lo que el signo del que ahora hablo / hizo primero y hubo de hacer luego
por el reino mortal a él sometido,
se vuelve en apariencia poco y turbio / si en manos del tercer César se mira
con ojo claro y con afecto puro;
que la viva justicia que me inspira / le concedió, por manos del que digo,
la gloria de vengar su ira tremenda.
Admira ahora lo que así te explico: / corrió luego con Tito a la venganza
de la venganza del pecado antiguo.
Y cuando el diente longobardo hincóse / en la Iglesia, al abrigo de sus alas
Carlomagno, venciendo, le dio ayuda.
Puedes ahora ya juzgar a quienes / acusé ha poco, a ellos y a sus faltas,
que son causa de todos vuestros males.
Al signo universal opone uno / los lises, y el contrario se lo apropia,
y difícil es ver cuál más se culpa.
Hagan los gibelinos, hagan su arte / bajo otro signo; porque se lo sigue
mal si de la justicia se lo aparta;
y que este nuevo Carlos no lo abata / con sus güelfos; mas tema ya la garra
que a más alto león dejó sin pelo
DANTE ALIGHIERI: La divina comedia. Trad. prol. y notas de Ángel J. Battistessa. Buenos
Aires, C. Lohlé, (c1972). Paraíso, vi, 10-108.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 277
[...] llamar a la Edad Media la Primera Edad, por ser de todas las génesis, lo cual no es
incompatible con su papel de conservadora del pensamiento y del saber antiguos, a los
que toma como punto de partida. / [...]
[...] Se habla frecuentemente de la estrechez de visión y del oscurantismo de la Edad
Media. Pero ¿qué decir de una época que, ordenada sobre la fe cristiana, absorbe,
conserva y transmite toda la herencia del pensamiento antiguo: ciencia, filosofía y letras;
que fundada sobre la revelación, acepta por maestros y guías precisamente a aquellos que
han estado privados de ella y que reconoce como los más grandes: Aristóteles, Virgilio y
Ovidio? Si ha ignorado muchos nombres y muchos aspectos de la filosofía y de la
literatura griega, es porque sus maestros árabes han olvidado revelárselos; ignorancia,
pues y no obstinación o desdén. También esto es digno de ser señalado, esta buena
voluntad para aceptar la lección de los árabes infieles y hostiles pero cultos, traducida del
árabe al latín por los judíos, perseguidos por no haber reconocido al Mesías, pero muy
frecuentemente respetados y protegidos por los mismos papas como testimonios del
Antiguo Testamento [...].
Esta calificación de Primera Edad, entre nosotros ha sido aceptada por José Luís Romero (La
cultura occidental, 1953) y Ángel Antonio Castellan (Filosofía de la historia e historiografía,
1960); el aparente letargo medieval habría sido “algo así como el silencio estudioso de quien se
dispone para hacer oír su voz”, la voz de la Europa moderna, con la cual se abriría el Medioevo en
tres direcciones:
- - Del espíritu humano: La búsqueda en el pasado de “la cuna fundadora”, especialmente en
los libros griegos y romanos, perseguidos como tesoros, admirados y criticados. Pronto se lo llamó
Humanismo y ubicamos su origen en la Florencia de Dante y Petrarca.
- - De la naturaleza: A partir de Aristóteles, de Platón y de Arquímedes respectivamente, se
formaron las tradiciones organicista (con analogías y lenguaje relativos a la biología), mágico-
estética (con las matemáticas y la química) y mecanicista (con las matemáticas y la física). La
Universidad de Padua mantuvo su importancia por mucho tiempo.
- - Del mundo exterior: Cuya percepción incitaba a un conocimiento y cotejo digno de la
exaltación de la propia personalidad y de los instrumentos técnicos y prácticos provistos por las
actitudes precedentes. Portugueses y españoles concretaron la apertura de las rutas oceánicas.
Fue Jacob Burckhart quien en La cultura del Renacimiento en Italia (1860) dio especial
exaltación al período en cuestión y presentó al Estado y a la guerra “como obra de arte”:
[...] El perfeccionamiento de las armas de fuego contribuyó, por decirlo así, por su
parte, a democratizar la guerra, no sólo porque los más firmes castillos se estremecíeron
ante las bombardas, sino porque adquirió una cardinal importancia la destreza –ejercitada
en medios burgueses- del ingeniero, del fundidor, del artillero. [...] En Italia encontramos,
por vez primera, una ciencia y un arte de la disciplina bélica, considerada como una
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 278
8.- totalidad coherente. Y por vez primera encontramos también aquí una complacencia
desinteresada, neutral, en una estrategia correcta en sí misma, tal como convenía a los
frecuentes cambios de dueño al estilo de acción puramente objetiva del condottiere.
Durante la guerra entre Milán y Venecia de 1451 y 1452, en la que se enfrentaron
Francesco Sforza y Jacopo Piccinino, figuraba en el cuartel general del segundo el literato
Porcellio, encargado de componer una relación para el rey Alfonso de Nápoles.
Escribióla en un latín no muy puro, pero flúido, en el estilo de la hinchazón humanística
en boga, siguiendo más o menos en líneas generales el modelo de César, con discursos y
relatos de prodigios intercalados en el texto, etc.; y como hacía cien años que se discutía,
en serio, quién era más grande, si Anibal o Escipión Africano el Mayor, Piccinino tuvo
que conformarse con verse llamado Escipión en el curso de todo el relato, mientras
Sforza se llamaba Anibal. También sobre el ejército milanés fue menester informar
objetivamente; el sofista se hizo anunciar a Sforza, revistó las formaciones, lo elogió todo
enfáticamente y prometió transmitir a la posteridad lo que había visto. [...]
El estudio del griego / Se ha dicho que sin el notable interés por el griego, y consiguiente
resurgir en el conocimiento del mismo durante el siglo XV, no hubiese habido Renacimiento. De
acuerdo con esta opinión la Edad Media se fundamentaba solamente en la cultura latina, y los
autores helénicos eran leídos sólo en traducciones latinas. Planteada así la cosa el contraste es
indudablemente demasiado grande; aunque el conocimiento del griego fuese escaso, y las personas
que leían en dicho idioma pocas y aisladas, pueden citarse ejemplos de uno y otras aun en plena
Edad Media. En primer lugar hemos de recordar que tanto Sicilia como la Italia del sur, y no
meramente por razones de proximidad geográfica, sino también por una tradición de luenga data
que se remontaba a la antigüedad, estaban fundamentadas en la cultura helena. Varios monasterios
mantenían además una tradición griega, como resultado de la cual se llevó un conocimiento de
dicha lengua a países occidentales, alguno tan alejado como Irlanda. Una de las persinas que se
beneficiron de esa tradición griega fue Carlomagno, en sus negiciaciones con los dirigentes
orientales, […]. Finalmente, hay dos razones más por las que el griego no pudo ser enteramente
abandonado a lo largo de la Edad Media: la influencia de los Padres de la Iglesia helenos y la
existencia del imperio griego, cuya antigua tradición jamás se perdió.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 283
8.- Las crecientes conexiones con el Oriente griego alentaron un aumento del interés en época tan
temprana como los comienzos del siglo XV; interés que pronto creció hasta convertise en un
considerable entusiasmo. En 1395 llegó a Venecia, acompañado de otro erudito griego, [Manuel]
Krysolaras; al cabo de un puñado de años –y por instigación de [Coluccio] Salutati-- estaba
enseñando su lengua materna en Florencia. Lo que es más importante, el sucesor de Salutati en el
tribunal ciudadano, Leonardo Bruni, comenzó a dejar disponibles los textos griegos, lo cual
significaba traducirlos al latín. Esto marca la aparición de las primeras traducciones humanistas
importantes del griego, algunas de las cuales facilitaban versiones de los textos más exactas y
sutiles de cuantas había entonces disponibles según las primeras versiones latinas.-
La búsqueda de los manuscritos: Los primeros descubrimientos de importancia se habían
realizado ya más de un siglo antes. El manuscrito de los poemas de Catulo, que se descubrió en
fecha tan temprana como 1295, puede ser considerado el primero de ellos. Petrarca poseía
manuscritos –aunque fuese incapaz de leerlos- de Platón y Homero y, de esta forma, uno tras otro
se fueron descubriendo numerosos autores griegos y romanos. Llegó a conocerse a Cicerón casi
por completo, y le siguieron Tito Livio, Tácito y muchos otros
El resurgimiento de la antigüedad: A menudo se “definen” el Renacimiento y el Humanismo
como un resurgir del arte y filosofía greco-romanos. Se trata de una descripción de atractiva
sencillez, pero sugiere respuestas a cierto número de preguntas que escasamente han sido
formuladas, o, de cualquier modo, lleva en sí cierto número de implicaciones que no pueden ser
ignoradas sin más. ¿Un renacer de la antigüedad? Eso está muy bien, pero en tal caso la antigüedad
aparentemente había muerto. ¿Es así? Y si la respuesta resultara afirmativa, ¿cuándo sucedió?
Tradicionalmente la contestación a esa pregunta manifiesta que en el comienzo de la Edad Media
(sea ésta lo que fuere) la cultura greco-romana estaba declinando, y tras haberse hecho cada vez
menos importante emergió nuevamente con el Renacimiento. Dicha distinción tiene curso, pero no
corresponde necesariamente a los hechos. [...]
Durante los muchos siglos que se engloban en la Edad Media hubo una confrontación casi
ininterrumpida con la antigua cultura y –en mucho menor grado-- con el arte grecorromano. Esto
significa que la cristiandad medieval se enfrentaba con la dificultad de determinar qué reacciones
ante la cultura pagana cabía aceptar, y qué ideas y formas artísticas rechazar. […] así que podemos
observar puntos de vista encontrados existiendo codo a codo, como en el caso de Jerónimo [h. 345-
h.419] y Bernardo de Clairvaux [1091-1153], variando desde una aceptación casi completa de la
antigua civilización al total rechazo de la misma. Pero la antigüedad en cuanto tal constituyó
siempre un tema vivo en la cultura del medioevo.
El lugar del hombre: [...] la creación iniciándose en Dios, procedía paso a paso, en orden
descendente, y era literalmente una degradación, en la cual la tierra y todo lo terrestre ocupaban
ciertamente el punto más inferior. Pero el hombre, como ya había indicado [Giovanni] Pico della
Mirandola, era una criatura aparte. Por cuanto toca a lo material estaba compuesto de los más
diversos elementos y sometido a cambios. Pero al propio tiempo se componía de alma, y entre una
y otros se encontraba el espíritu, el cual no poseía ya la materia del cuerpo y sin embargo, todavía
no podía aspirar a la total carencia de materia del alma. [...]
Los humanistas colocaban al hombre en el centro de la creación; era el punto orbital, el centro,
el enlace real entre cuanto hubiera sido creado. Pertenecía al elemento inferior, incluso al más
bajo, pero podía alzarse a la esfera celestial, y quizá todavía más alto, hasta Dios mismo. Después
de los tres mundos el hombre constituía un cuarto universo por derecho propio.
La filología: La retórica era la doctrina de la elocuencia, pero dicha elocuencia expresaba mucho
más de cuanto expresa su vocablo correspondiente hoy. La elocuencia era en realidad la teoría del
arte, dado que no era otra cosa que eso, arte: “retórica” era un término que cubría virtualmente
todo aquello que hoy llamamos “poesía”, y la “elocuencia” era casi otro tanto que la actual
“literatura”. Este cambio en torno a lo escrito demuestra claramente la gran importancia que el
lenguaje escrito ha adquirido desde entonces. [...] ya durante el siglo XV, debido, por supuesto, a
la invención de la imprenta.- DRESDEN, S.: Humanismo y Renacimiento. Madrid, Guadarrama,
1968. pp. 14, 19, 48, 64, 79-80.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 284
8.- El arte de vivir: / [...] uno de los más característicos rasgos del humanismo sigue siendo la
preocupación por el pleno desarrollo de las posibilidades del ser humano. Pero de la misma manera
que sería erróneo entender que ello implica una visión antirreligiosa, resultaría igualmente
equivocado ver ahí la fórmula predominante de un individualismo. Al contrario, los humanistas
mantenían el principio de que este pleno desarrollo del individuo solamente podía producirse en
conexión y armonía con sus semejantes. Cierto que una cosa así no se refería a todos los hombres,
ni se trataba ahí de una democracia universal. Hacía referencia exclusivamente a un círculo selecto
de personas con iguales gustos y tendencias, quienes se empeñarían juntos en la creación de un
nuevo tipo de hombre. Incluso gente como Pico della Mirandola y [Marsilio] Ficino, que fueron
muy lejos en sus intentos por escapar de todo lo mundano, se movían ambos en un círculo de
amigos que indudablemente se consideraban a sí mismos aristócratas intelectuales, y que se
aislaban del mundo en general. En este sentido el pensamiento humanista ofrece matices
aristocratizantes. […] He ahí por qué, para nuestra moderna manera de ver las cosas su amistad
tiene siempre un aire exaltado del mismo estilo, como también sus disputas y querellas revelan una
vanidad ridícula y de pocos alcances.
Proporción y armonía: / [...] esos fieles humanistas, interesados como estaban principalmente en
la mejora de la mente, que consideraban de primordial importancia para el desarrollo del hombre
completo, no contribuyeron especialmente al desarrollo de las ciencias naturales. En las
discusiones –que duraron siglos-- sobre la significación de las “artes y las ciencias”, las ciencias
teóricas solían colocarse a mayor altura que las prácticas. Eran consideradas (por increíble que hoy
nos parezca) susceptibles de ofrecer un mayor grado de certidumbre y de tener cimientos más
firmes. Este punto de vista claramente correspondía a una actitud que prefería lo invisible a lo
visible, lo eterno a lo temporal, la mente al cuerpo. Si durante el final de la Edad Media se dirigió
la atención a la significación de la investigación experimental y de las observaciones, los
humanistas poco impresionados se mostraron por esto. Se adherían a la representación tradicional
del mundo, aun cuando tuviesen su propia interpretación del mismo. Copérnico demostraría que la
estructura del sistema solar no era el sistema aristotélico de sus contemporáneos. Con auténtico
sentido humanista basaba sus puntos de vista revolucionarios remontándose hasta Pitágoras. [...]
[…] durante el período humanista, la química se parecía mucho más a la alquimia que a una
ciencia moderna. [...]
El significado del “Renacimiento”: [...] dicho término no adquirió su sentido actual [sino] a
partir de 1860, fecha en la que Jacob Burckhardt publicó su obra más importante: La civilización
del Renacimiento en Italia. Es verdad que Balzac y otros –Michelet en particular-- habían
empleado la referida expresión más o menos en idéntico sentido, pero sólo fue gracias a
Burckhardt como el vocablo pasó a denotar un período concreto, con sus propias y singulares
características, y acabó convirtiéndose en un concepto. Desde que se publicó el estudio de ese
autor casi todos sus capítulos han sido sometidos a la más justificada y severa crítica. Con todo,
dicha obra continúa siendo aún un punto de partida, esencial e indiscutible, del desarrollo moderno
de los estudios renacentistas. Ha creado una imagen del Renacimiento que no es fácil de borrar a
pesar de su poca propiedad, de su punto de vista demasiado unilateral. Paradójicamente, la imagen
ha sido demolida, sin sufrir en sí misma demasiados cambios.
El significado común de la palabra “Humanismo” proviene de la misma fecha y se debe al
estudio de Georg Voigt “La resurrección de la antigüedad clásica o el primer siglo del
humanismo”. El libro apareció el año 1859. La palabra había sido usada en los comienzos del siglo
XIX, pero únicamente en una polémica sobre cuestiones pedagógicas, [...] Lo importante es que
Voigt, y muchos otros que le siguieron, asociaban el humanismo con el resurgir de los escritores
clásicos. La palabra “humanista” es la primera de todas ellas, y la única que fue usada en su época
con el mismo sentido que ahora. Aun así, su fecha de origen, 1512, es posterior al apogeo del
humanismo, […] Pertenece a la serie de palabras propias de la terminología escolástica […]
entonces su significado correspondía al de profesor de literatura clásica. Umanista, por lo tanto, es
parte del vocabulario pedagógico de la época, [...]
Si, por otro lado, buscamos términos que expresaran lo que ahora entendemos por
“Renacimiento” y “Humanismo”, pronto resultará fructífera nuestra tarea, porque aun cuando
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 285
8.- todavía no se haya hecho mención de un re-nacimiento, los términos equivalentes existen en
gran abundancia. Con referencia a un manuscrito de Catulo [¿el descubierto en 1295?] se da un gran
relieve a la palabra “resurrección”. Boccaccio afirma que, gracias a Giotto, el arte de la pintura ha
sido sacado de la oscuridad y resplandece a plena luz. Y anteriormente, en el siglo XIV, [Giovanni]
Villani manifiesta que las obras de Cimabue y Giotto resucitaron un arte que se había tornado para
esos tiempos en anémico y moribundo. En sus esfuerzos por caracterizar a Cola di Rienzo,
Maquiavelo usó la expresión Roma rinata, que con seguridad se acerca mucho a la palabra
moderna, y su sentido, “Renacimiento”. [...] / [...] Renovatio, en particular, era un término en uso
con sentido claramente cristiano, y la Biblia habla continuamente del hombre nuevo y del hombre
renacido. Cristo y San Pablo emplearon esta clase de expresiones, pero también se encuentran en
Isaías y en el Apocalipsis, lo que indicaba cuáles fueron las primeras exigencias del Cristianismo.
No es de extrañar que los teólogos medievales hicieran constante utilización de las mismas. […]
los humanistas italianos no estaban, precisamente, y en su clásica expresión, “prendiendo fuego al
Tiber” cuando insistieron en dichos términos y en la referida idea.- DRESDEN, S.: op. cit., pp. 87,
94-96, 214-218.
[...] ciertas mujeres comúnmente llamadas béguines, afligidas por una cierta locura, discuten
sobre la Santísima Trinidad y la esencia divina y expresan opiniones en materia de fe y
sacramentos contrarias a la fe católica, engañando a muchas gentes simples. Puesto que estas
mujeres [a] no prometen obediencia a nadie [b] ni renuncian a sus propiedades [c] ni profesan una
regla aprobada, ciertamente no son “religiosas” aunque vistan hábito y estén asociadas con
aquellas órdenes religiosas con las que congenian.- Concilio de Viena (1311): Cum de quibusdam
mulieribus. cf.: HOLMES, George: Europa: jerarquía y revuelta, 1320-1450. Madrid-México,
Siglo XXI, (c1978). p. 200.
Dos malevos se enfrentan en una esquina cualquiera. Sacan sus navajas para eliminar al
contrincante, al que juzgan (con apresuramiento) innecesario. No saben (y presumiblemente no
les importaría saberlo) que están utilizano una herramienta inventada por uno de los más grandes
pensadores europeos.
Tampoco saben (ni piensan) que el personaje central de El nombre de la rosa, todavía no
publicada, se llama Guillermo de Baskerville, en homenaje a Guillermo de Ockham, ni que la
popularidad de este último y su aparición en las conversaciones de los ascensores, los trenes, las
multitudes en las plazas, se debe al famoso utensilio que concibió, la “navaja de Ockham” –
expresión feliz que en realidad no fue acuñada por él sino por sus seguidores, Jean Buridan
(1295-1358) y Nicolás de Oresme (1323-1382)-, y que muchas veces es esgrimida en los duelos
intelectuales cuando se llega al punto en que los felices adversarios quieren ver correr la sangre.
Ni deben saber, mientras luchan, que además de inventar su navaja (en rigor, lo que él enunció
fue que “no se debe multiplicar de manera innecesaria el número de entes”, y que cuando estamos
ante dos teorías igualmente explicativas, se debe elegir la más simple). Guillermo de Ockham fue
el pensador más importantedel siglo XIV europeo, […].
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 286
8.- Ignoran (mientras buscan el flanco débil del adversario) que, como su nombre lo indica, había
nacido en la aldea de Ockham, a unos 30 kilómetros de Londres, alrededor de 1280, ingresó en la
orden franciscana y realizó sus estudios en Oxford (donde funcionaba, dicho sea de paso, una
escuela que investigó y encontró grandes novedades en física, en especial cinemática, que
contradecían fuertemente al aristotelismo reinante), escribe algunas de sus obras y en 1324 es
llamado a Aviñón (entonces residencia de la corte papal) por el papa Juan XXII (1244-1334), para
responder a una acusación de herejía; en 1328, cuando la cosa se pone espesa, y los problemas
teológicos se complican con los políticos, puesto que toma “la opción por los pobres” de los
orígenes del franciscanismo y, en contra del despilfarro y la riqueza de la corte papal, se escapa y
se refugia en Pisa bajo la protección de [el emperador] Luis VI de Baviera, a quien sigue después a
Munich, donde muere en 1349 durante una epidemia de cólera.
Ni siquiera sospechan (y si lo sospecharan, ¿se detendrían?) que el pensamiento medieval se
arrastró en medio del debate y el difícil problema de conciliar la razón y la fe. Mientras que
algunos pensadores optaban por la fe lisa y llana, y negaban la posibilidad de la razón o la
subordinación lisa y llanamente a la teología y a la revelación, a partir del siglo XII, con la
reintroducción del aristotelismo, se produce un esfuerzo marcado por encontrar entre ambas una
articulación aceptable tanto para la teología y el catolicismo papal omnipresente como para la
“ciencia según Aristóteles”, que pretende llegar a la verdad a través de la observación y el
razonamiento: […].
Y que Ockham toma una postura radicalmente diferente y opuesta a la de Tomás de Aquino: si
éste había trabajosamente ordenado y jerarquizado las “verdades de fe” y las “verdades de razón”,
para nuetro buen Guillermo no existe ni puede haber ninguna articulación entre ellas: la razón y la
fe no tienen nada que ver, la teología y la filosofía (o la ciencia) se ocupan de cosas distintas, por
caminos distintos y no pueden prestarse ningún apoyo mutuo (una separación que en su momento
marcará claramente Galileo).
Pero que además, y a pesar de venerar a Aristóteles, rompe con el aristotelismo, negando la
posibilidad de conocimiento universal: todo conocimiento se deduce de la experiencia con los
objetos individuales, que luego puede o no plasmarse en ideas generales que no tienen existencia
real (como lo hubiera sostenido Platón, y parcialmente Aristóteles) sino como, dicho de manera
moderna, formas puras del entendimiento, y que están en el pensamiento, pero no en el mundo. Es
decir, establece un fuerte sentido experimental, que cuajará a través de Jean Buridan en la teoría
del impetus, una descripción del movimiento que desbanca el temible y ya estrecho corset
aristotélico, y que será la inspiración del joven Galileo para avanzar hacia la ley de caída de los
cuerpos.
No les preocuparía saber que esto fue en relación con las disciplinas científicas, o la filosofía
natural, pero que en teoría política, además de la ya relatada opción por la pobreza, proclama un
dualismo parecido entre poder temporal (el emperador) y espiritual (el Papa); ambos no tienen
nada que ver, y ninguno de los dos está sometido al otro; nudo de la lucha política en los siglos
medievales; el Papa, por su parte, no es sino un príncipe de la Iglesia, es falible como cualquiera, y
no es el árbitro de la verdad (que reside, para Ockham, en la Iglesia, en todo caso); los príncipes
temporales, por su parte, se ocupan de las cuestiones civiles sin tener que rendir ningún tipo de
pleitesía al Papa: no es extraño que tuviera que escaparse de Aviñón; en sus últimos escritos,
reclamó la separación de la Iglesia y el Estado, avanzó singularmente hacia la tolerancia y la
libertad de pensamiento (“fuera de la teología, cada uno debería ser libre de decir lo que le parezca
y le plazca”), valores que ya prenuncian el Renacimiento, para el cual todavía falta un siglo. Y
mucho más, que, como suele decirse, excede lo que se puede decir aquí.
Los malevos siguen su lucha, sin pensar que nuestro amigo Guillermo fue un pensador múltiple
y feraz, que enfocó los principales problemas de su época y los resolvió en el sentido en que
marcaba la historia (y rompiendo cierto inmovilismo medieval), que se desembarazó (y
desembarazó al pensamiento) de la pesada carga del dilema razón-fe, que adivinó la tolerancia y el
pensamiento libre. / [...].- MOLEDO, Leonardo: “Navajas de Ockham”; en Página/12. Miércoles 3
de septiembre de 2008. Contratapa.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 287
8.- ... el rey puede obtener dinero... pidiéndoselo a su pueblo alto, medio y bajo, y si tiene una
buena razón para hacerlo, lo cual les será explicado. Y el modo de pedírselo es éste: el rey deberá
convocarlos ante él en París cierto día, como se ha hecho antes. Y si él no aprueba este
procedimiento deberá hablar primero con los de la ciudad de París, y del Vicomté de París, y los de
los bailliages de Senlis, de Vermandois y de Amiens...- Documento redactado en 1339: Felipe VI
[Valois], enfrentaba la invasión de Eduardo III [Anjou-Plantagenet].- cf.: HOLMES, G.: op. cit. p.
20.
Durante esta guerra de los reyes de Francia e Inglaterra, los mercaderes del rey de Inglaterra
fueron los de las compañías Bardi y Peruzzi de Florencia. Por sus manos pasaban todos los
ingresos y lanas y otras cosas y de ellos suministraban todos sus gastos, salarios y otras
necesidades. Los gastos y otras necesidades del rey superaban hasta tal punto las rentas e ingresos
que cuando volvió de sus campañas, contando los préstamos, abastecimientos y pagos que ellos le
habían hecho al rey, los Bardi encontraron que éste les debía más de 180.000 marcos esterlinos. Y
a los Peruzzi más de 135.000 marcos esterlinos, lo que, puesto que un marco esterlino valía más de
4,5 florines hace un total de 1.365.000 florines de oro, tanto como vale el reino. Esta suma incluía
muchos abastecimientos hechos para ellos por el rey en el pasado pero, aunque esto sea así, su gran
locura fue que llevados por su codicia, o por el ansia de recobrar lo que de manera tan insensata
habían prestado, pusieron toda su riqueza y la de otros en las manos de un solo señor. Y es de notar
que la mayor parte de este dinero procedía de inversiones o depósitos de muchos ciudadanos y
extranjeros. De modo que, como se puede ver, ellos y nuestra ciudad corrían gran peligro. Siendo
incapaces de pagar a sus acreedores en Inglaterra, en Florencia y en otras partes, perdieron su
crédito y no pudieron pagar, sobre todo los Peruzzi, aunque no se arruinaron del todo a causa de su
gran poder y de sus posesiones en Florencia y en el contado y su influencia en el municipio. [...].
VILLANI, Giovanni (ca. 1271-1348).- cf.: HOLMES, G.: op. cit. p. 75-76
Esta verborrea vana e incesante de los dialécticos está llena de definiciones de este tipo y se
precia de hacer surgir eternas disputas, pero en realidad no saben de qué están hablando. Si
preguntas a alguien perteneciente a esa horda la definición de hombre o de cualquier otra cosa,
tiene la respuesta presta, pero si sondeas más profundamente, te encontrarás con el silencio, o si el
hábito de la disputa le ha proporcionado un habla fácil y audaz, demostrará que no tiene
conocimiento real de la cosa que ha definido. Contra este tipo de gente, tan detestablemente
superficial y tan inútilmente ingeniosa, no se puede sino exclamar: ¿por qué os esforzáis en vano y
aplicáis vuestro intelecto a cuestiones tan sin sentido?- PETRARCA, Francesco: Secretum (1342-
1343). cf.: HOLMES, G:: op. cit p. 183.
La naturaleza nos dio como defensas los Alpes, el mar, los pasos de montaña, cerrados por don
de Dios. Con las llaves de la avaricia y el orgullo los hemos abierto a los cimbrios, los hunos, los
panonios, los galos, los teutones y los españoles.- PETRARCA, Fr. [sobre la política italiana, ca.
1350]. cf.: HOLMES, G.: op. cit., p. 112.
Pero el corazón me dice que yo escriba en el papel algo que ensalce el honor de vuestro nombre,
porque en ninguna parte se talla tan firmemente para hacer de mármol una persona viva. ¿Creéis
vos que César o Marcelo [M. Claudio: Siracusa, 212 a. C.] o Paulo [L. Emilio: Pydna, 168 a. C.] o
el Africano [P. Cornelio Escipión: Zama, 202 a. C.] fuesen tales ya nunca por el yunque ni por el
martillo? Pandolfo mío, estas obras son frágiles para el largo camino, pero nuestro esfuerzo es el
que hace a los hombres inmortales para la fama.- PETRARCA, Fr.: [A Pandolfo Malatesta] (ca.
1350). cf.: ROMANO, Ruggiero; TENENTI, Alberto: Los fundamentos del mundo moderno. dad
Media tardía, Renacimiento, Reforma. Madrid-México, Siglo XXI, (c1970). p. 114.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 288
8.- LOS TRES ANILLOS
El judío Melquisedec evita con una historia de tres anillos un gran peligro que Saladino le
había preparado. / Cuando Neifile hubo terminado su cuento, en medio de los aplausos de todos,
cumpliendo las órdenes de la reina, empezó Filomena a hablar así:
La historia contada por Neifile me trae a la memoria el singular caso acaecido en otro tiempo
a un judío, puesto que bastante se ha dicho ya de Dios y de la verdad de nuestra religión, no
deberemos desdeñarnos de descender ahora a los acontecimientos y a los actos de los hombres; os
referiré una historia que, después de que la hayáis oído, tal vez os haga ser más cautas en contestar
a las preguntas que se os hicieren. Vosotras, mis cariñosas compañeras, debéis saber que así como
la locura saca con frecuencia de un estado feliz a unos y sume a los otros en una miseria extrema,
así la sensatez saca al sabio de innumerables peligros y le pone en grande y seguro reposo. Y de
que sea cierto que la locura lleva a veces de un estado feliz a la miseria, muchos ejemplos se han
visto que no es cosa nuestra relatar ahora, teniendo en cuenta que cada día se presentan mil de esos
efectos. Mas de que la sensatez sea motivo de consuelo voy a demostrároslo brevemente, cual os lo
he prometido, por medio de una historieta.
Saladino, cuyo valor fue tan grande que no solamente de hombre insignificante le hizo sultán de
Babilonia, sino que además le hizo alcanzar muchas victorias sobre los reyes sarracenos y
cristianos, habiendo gastado todo su tesoro en diversas guerras y en sus incomparables
magnificencias, y haciéndole falta para un compromiso que le había sobrevenido, una buena suma
de dinero, y no viendo de dónde poder sacarlo tan pronto como lo necesitaba, acudióle a la
memoria un acaudalado judío llamado Melquisedec, que prestaba con usura en Alejandría, y creyó
que éste tendría medio de servirle, con tal de que quisiera; mas era tan avaro, que de su propia
voluntad jamás lo habría hecho, y el sultán no quería emplear la fuerza; por lo cual, apremiado por
la necesidad y decidido a encontrar la manera de que el judío le sirviese, decidióse a emplear una
artimaña que tuviese las apariencias de razonable. Y habiéndole mandado llamar y recibiéndole
con familiaridad, le hizo sentar a su lado, y después le dijo: “Buen hombre, a muchos he oído decir
que eres muy sabio y que estás muy adelantado en el conocimiento de las cosas de Dios, por lo
cual, me gustaría que me dijeras cuál de las tres religiones consideras ser la verdadera, la judía, la
sarracena o la cristiana”. El judío, que verdaderamente era un sabio, comprendió de sobra que
Saladino miraba de atraparle en sus palabras para promoverle alguna cuestión, y discurrió que no
podía alabar a la una más que a la otra de esas tres religiones si no quería que Saladino consiguiera
lo que se proponía. Por lo cual, aguzando el ingenio, ocurriósele lo que debía contestar, y dijo:
“Señor, bella es la pregunta que me hacéis, y para poderos decir mi modo de sentir, me veo en el
caso de contaros la historieta que vais a oír. Si no me equivoco, recuerdo haber oído decir muchas
veces que en otro tiempo hubo un hombre grande y rico, el cual, entre otras joyas de gran valor
que existían en su tesoro, poseía un anillo hermosísimo y precioso, y que queriéndolo hacer
venerar y dejarlo a perpetuidad a sus descendientes por su valor y por su belleza, ordenó que aquel
de sus hijos en cuyo poder, como dejádole por él, se encontrase dicho anillo, se entendiera ser
aquél su heredero y debiera ser venerado y respetado por todos los demás como el mayor. El hijo a
quien fue legada la sortija mantuvo semejante orden entre sus descendientes, haciendo lo que había
hecho su antecesor; y en resumen, aquel anillo pasó de mano en mano a mucho sucesores, llegando
por último al poder de uno que tenía tres hijos bellos y virtuosos y muy obedientes a su padre, por
cuya razón éste les amaba a los tres de igual manera. Y los jóvenes, que sabían la costumbre del
anillo, deseoso cada uno de ellos de ser el honrado entre los tres, separadamente y como mejor
sabían, rogaban al padre, que era ya viejo, que cuando llegase a morir, las dejase aquel anillo. El
buen hombre, que de igual manera les quería a los tres y no acertaba a decidirse sobre cuál de los
tres sería el elegido, pensó en dejar contentos a los tres, puesto que a cada uno de ellos se lo había
prometido, y secretamente encargó a un buen maestro que hiciera otros dos que se pareciesen tanto
al primero que ni él mismo, que los había mandado hacer, conociese cuál fuese el verdadero. Y
llegada la hora de su muerte, entregó secretamente el suyo a cada uno de los hijos, quienes,
después que el padre hubo fallecido, al querer ocupar separadamente la herencia y el honor, al
negárselos mutuamente, cada uno de ellos sacó su anillo, como prueba del derecho que
razonablemente le asistía. Y al hallar los anillos tan semejantes entre sí, no fue posible conocer
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 289
8.- cuál fuera el verdadero heredero de su padre, cuestión que sigue pendiente todavía. Y esto
mismo os digo, señor, sobre las tres Leyes dadas por Dios Padre a los tres pueblos, que son el
objeto de vuestra pregunta: cada uno cree tener que habérselas con su herencia, con su verdadera
Ley y con sus mandamientos; pero en esto, como en lo de los anillos, todavía está pendiente la
cuestión de quién las tenga”. Saladino conoció que el judío había sabido librarse astutamente del
lazo que a sus pies habíale tendido; y, por lo tanto, resolvió confiarle su necesidad y ver si le
quería servir; hízolo así, diciéndole lo que había pensado hacer si él no hubiese contestado tan
discretamente como lo había hecho. Sirvióle generosamente el judío toda la suma que el sultán le
pidió, y éste, después, le satisfizo por entero, haciéndole además valiosos regalos, teniéndole
siempre más por amigo, conservándole junto a él y colmándole de honores y distinciones.-
BOCCACCIO, Giovanni (ca. 1350): El decamerón. Buenos Aires, El Ateneo, (c1960). Prólogo
del autor. Jornada primera, cuento tercero.
Elegidos caballeros de Cristo, sed confortados en el Señor y en su Santa Cruz; luchad virilmente
en la guerra de Dios, sin temer a vuestro enemigo y en la esperanza de que Dios os dé la victoria,
pues hoy están abiertas las puertas del paraíso”.- El legado pontificio, jefe de los
cruzados al ataque de Alejandría en 1365.- cf.: HOLMES, G.: op. cit. pp. 277-278.
“Cuando Adán cavaba y Eva hilaba, ¿quién era entonces el caballero?” When Adam delved and
Eve span – who was then the gentleman?- BALL, John, el cura loco de Kent; predicó entre
1360 y 1381. cf. WELLS, Herbert George: Esquema de la historia universal. Historia sencilla
de la vida y de la humanidad. Desde sus comienzos hasta la fecha. Puesta al día por J. Salas
Subirat. Buenos Aires, Anaconda, (c1952). v. 2, pp. 297-298.
La frecuencia de los viajes dentro del triángulo Lisboa-Azores-Cabo Bojador (del cual se había
levantado mapa incluido en el Atlas Catalán de 1375) constituyó una escuela de adiestramiento
para los barcos y los marinos que les capacitó para la exploración a más largas distancias. Una
serie de expediciones portuguesas, que fueron cabotando las costas africanas hacia abajo,
condujeron al paso del Ecuador en 1473.- HALE, J.R.: La Europa del Renacimiento 1480-1520.
Madrid, Siglo XXI, (c1973). pp. 50-51.
Es costumbre en Inglaterra y también en otros países que los nobles tengan gran jurisdicción
sobre sus hombres y los mantengan en servidumbre, es decir, que deben por ley y costumbre labrar
las tierras de su señor, recoger y traer a casa su grano, colocarle en graneros, trillarlo y aventarlo y
hacer el heno y cortar madera por prestaciones de trabajo... Estos desgraciados... comenzaron a
removerse porque decían que se les mantenía en excesiva servidumbre, pues al comienzo del
mundo, decían, no había siervos y no podía haberlos a menos que fueran traidores a sus señores
como Lucifer a Dios. Decían que no podían serlo porque no eran ángeles ni espíritus, sino hombres
formados con el mismo molde que sus señores mientras que ahora eran tratados como bestias, lo
cual, decían, no iban a continuar sufriéndolo, porque todos habían de ser iguales y si labraban o
hacían algo para el señor, querían salarios a cambio.- FROISSART, Jean [cronista (ca. 1337-
1410)]: Chroniques. cf.: HOLMES, G.: op. cit. pp. 153-154.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 292
8.- En 1381 el pueblo de Gante se rebeló contra su soberano, el conde de Flandes, que era el padre
de la duquesa de Borgoña. Marcharon en gran número hasta Brujas, tomaron la ciudad, depusieron
al conde, robaron y mataron a todos sus oficiales e hicieron lo mismo con todas las otras ciudades
flamencas que cayeron en sus manos. Su cabecilla era Philip van Artevelde. Como el número de
flamencos que se rebelaron contra sus señores creciera, enviaron embajadas secretas al populacho
de París y Ruán, urgiéndolos a hacer lo mismo con sus señores y prometiéndoles ayuda y socorro
en esta empresa. Consiguientemente estas dos ciudades se rebelaron contra el rey de Francia. La
primera insurrección fue la del populacho de París y fue iniciada por un vendedor ambulante
quien, cuando un oficial trató de cobrar un impuesto sobre la fruta y las verduras que estaba
vendiendo, comenzó a gritar “Abajo la gabelle”. Ante este grito se alzaron las turbas, corrieron a
las casas de los recaudadores de impuestos, les robaron y les mataron. Después, como la multitud
no estaba armada, uno de ellos les condujo al Chatelet donde Bertrand du Guesclin, antiguo
condestable, había almacenado 3.000 porras de cabeza de plomo en previsión de una batalla que
había de librarse contra los ingleses. La chusma utilizó hachas para entrar en la torre en la que
estaban las porras o mallos (en francés maillets) y armándose con ellos, salieron en todas
direcciones a robar las casas de los representantes del rey y en muchos casos los asesinaron. El
populo grasso u hombres de importancia que en francés se llaman bourgeois, temiendo que las
turbas (que fueron más tarde llamadas maillotins y que se asemejaban mucho a los ciompi de
Florencia) les robasen a ellos también, tomó las armas y consiguió someterlas. Luego procedieron
a tomar el gobierno en sus manos y, juntamente con los maillotins, continuaron la guerra contra
sus señores reales.- PITTI, Buonaccorso [hombre de negocios florentino, en Paris].- cf. HOLMES,
G.: op. cit. pp. 160-161.
Llegamos ahora a considerar los diversos temas que pueden acertadamente incluirse bajo el
nombre de “estudios liberales”. Entre éstos concedo el primer lugar a la historia, sobre la base
tanto de su atractivo como de su utilidad, cualidades que pueden atraer al estudioso del mismo
modo que al hombre de Estado. El siguiente en importancia es la filosofía moral, que es realmente
y de manera peculiar, un “arte liberal” por cuanto su propósito es enseñar al hombre el secreto de
la verdadera libertad. La una muestra lo que los hombres deberían hacer, la otra lo que los hombres
han hecho […] Yo indicaría como tercera rama principal del estudio la elocuencia que ostenta un
lugar distinguido entre las artes más refinadas. Por medio de la filosofía aprendemos la verdad
esencial de las cosas que por medio de la elocuencia ponemos en adornado orden a fin de
convencer a las mentes que difieren de nosotros.- VERGERIO, Pier Paolo [plan de estudio para un
miembro de la familia Cardara, tiranos de Padua en 1400-1402].- cf. HOLMES, G.: op. cit. p.
386.
En la parte oriental de la península [ibérica] los reyes de Aragón gobernaban, en realidad, sobre
tres reinos unidos únicamente por la Corona: Cataluña, Aragón y Valencia. Cataluña, de donde
procedía originariamente la familia reinante, estaba unida por similitudes de lengua y sociedad (los
reyes del siglo XIV hablaban catalán) con el sur de Francia más que con el resto de la península,
pero su característica más peculiar y en algún modo el rasgo más notable de todo el reino de
Aragón era la ciudad de Barcelona. Barcelona había de decaer dramáticamente en el siglo XV, por
lo cual se olvida a menudo su grandeza medieval. En el siglo XIV era una metrópoli comercial que
compartía las características y dimensiones de las grandes ciudades italianas. Su importancia
comercial estaba respaldada por una gran industria textil; era además un centro bancario. Las
ramificaciones de su comercio se extendían por el Mediterráneo hasta Egipto y Bizancio. En los
puertos islámicos había colonias de mercaderes catalanes que gozaban de jurisdicción local,
presididas por cónsules enviados desde su tierra, y el código de derecho marítimo y mercantil
redactado para ellos, el Llibre del Consolat de Mar, era generalmente observado por los
mercaderes de otras nacionalidades a modo de norma internacional.- HOLMES, G.: op. cit., pp.
68-69.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 293
8.- Hus quedaba excomulgado y cualquier lugar en el que pasara más de doce días quedaba en
entredicho. Hus proclamó la Apelación a Dios y a Jesucristo por la sentencia del papa y abandonó
Praga. Pasó la mayor parte del año 1413 y el comienzo de 1414 en el castillo de Kozi, en el sur de
Bohemia, bajo la protección de un noble llamado Ctibor, de Kozi, y allí compuso sus escritos más
importantes. Uno de ellos fue un tratado en latín, titulado Sobre la Iglesia, basado en gran parte en
la obra de Wycliffe del mismo título, en el que mantenía la tesis wycliffista de que la verdadera
Iglesia, de la cual Cristo es la cabeza, no es la misma Iglesia visible encabezada por el papa, y por
ello este último merece solamente una obediencia limitada. Escribió también un tratado en checo
sobre el pecado de simonía, que estaba del mismo modo muy influido por otro libro de Wycliffe,
con el mismo título.- HOLMES, G.: op. cit. pp. 249-250.
En tiempos de paz esta ciudad invierte un capital de diez millones de ducados en el comercio a
través del mundo con barcos y galeras de modo que el beneficio de la exportación es de dos
millones y el beneficio de la importación a Venecia de dos millones, de modo que la exportación e
importación juntas suman cuatro millones... Habéis visto que nuestra ciudad acuña cada año un
millón doscientos mil ducados de oro, ochocientos mil de plata, de los cuales cinco mil marcos van
anualmente a Egipto y Siria, cien mil ducados a vuestros lugares en el territorio italiano, a vuestros
lugares de ultramar cincuenta mil ducados, a Inglaterra cien mil ducados (probablemente para
comprar lana y estaño ingleses), y el resto se queda en Venecia.- Discurso atribuido al dux
Tommaso Mocenigo (m. 1423).- cf.: HOLMES, G.: op. cit. pp. 140-141.
Las almas generosas no temen las leyes, no están aterradas ante la perspectiva de los
amenazadores suplicios, sino que son atraídas por los premios.
El mismo Dios-Hombre no podrá ya seguir esperándote a ti, hombre-dios que llegas. Se
levantará de su trono y, con gran virtud y majestad, saliendo del palacio real, irá a tu encuentro
hasta la puerta oriental, con millares y millares de purpurados. No te será ya ni siquiera lícito
prosternarte en su presencia.- VALLA, Lorenzo: De voluptate (ca. 1430). cf.: ROMANO, R.;
TENENTI, A.: op. cit., pp. 110-111.
El pintor Zeuxis empezó a regalar sus obras porque, como él decía, no podían ser compradas a
ningún precio. No creía que se pudiera encontrar ningún precio que satisficiera al hombre que, al
modelar o pintar seres vivos aparecía casi como otro dios entre los mortales. Los méritos de la
pintura, por lo tanto, son tales que, cuando aquellos que están versados en ella ven admirar sus
obras, se consideran casi como un dios... La pintura era tan honrada en los días de la antigüedad
por nuestros antepasados que mientras que casi todos los que fabricaban eran considerados
trabajadores, el pintor era el único que no estaba incluido entre ellos. [...] El artista debe tener
particular cuidado con sus hábitos morales, especialmente con los buenos modales y la cortesía,
gracias a los cuales puede obtener tanto la benevolencia de los otros, que es una protección contra
la pobreza, como recompensas, la mejor ayuda para el perfeccionamiento de su arte. Quiero que el
pintor esté adiestrado lo más posible en todas las artes liberales, pero deseo
especialmente que sea competente en geometría.- ALBERTI, Leo Battista: Sobre la pintura (ca.
1430). cf.: HOLMES, G.: op. cit., pp. 393-394.
Parece que la naturaleza misma, desde el primer día en que cualquier cosa sale a luz, le haya
impuesto e intercalado ciertas notas y signos patentísimos y manifiestos, con los que se ofrece, de
tal modo que los hombres puedan conocerla todo lo necesario para saber usarla en aquellas
utilidades para las que haya sido creada. [...] Yo me he ingeniado, durante toda la vida, en conocer
las cosas más por mi experiencia que por los dichos de los otros, [...].- ALBERTI, L.B.: Della
famiglia (ca. 1435). ROMANO, R.; TENENTI, A.: op. cit., p. 175.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 294
8.- Debéis de haber apreciado, durante el sitio de Calais, el perjuicio causado por la falta de
finanzas, y es de temer que la guerra apenas haya comenzado. Si necesitáis recaudar dinero en
Brabante, Holanda y otras tierras vuestras, esto sólo puede hacerse con el consentimiento y la
buena voluntad del pueblo, especialmente cuando ellos ven que estáis en guerra [con Inglaterra], y
que por lo tanto los flamencos pueden rebelarse contra vos en cualquier momento. Si ha de decirse
la verdad, no tenéis territorio cuya población no esté duramente oprimida financieramente; y
vuestros dominios, que están hipotecados, vendidos o cargados de deudas, tampoco pueden
ayudaros.
También habéis visto cuán agitados están vuestros súbditos flamencos; algunos de ellos están
realmente en rebelión armada. Extrañas y amargas cosas se han dicho acerca de vos, de vuestro
gobierno y de vuestros consejeros principales; y es muy probable que, habiendo llegado hasta el
punto de hablar de esta manera, pronto hagan más que hablar. Aún es más; si les apaciguáis con
amabilidad y aceptando sus demandas, otras ciudades, que tienen aspiraciones similares, se
rebelarán con la esperanza de conseguir el mismo trato. Por otra parte, si los castigáis y reprimís,
es de temer que hagan desastrosas alianzas con vuestros enemigos. Si por casualidad comienzan a
saquear y robar es muy posible que las malas personas empiecen a pillar los bienes de los ricos. La
codicia existe entre los acomodados; podéis imaginar cuánto peor es entre el populacho. En esta
materia hay mucha causa de ansiedad.
Os señalo que, de acuerdo con los informes, los ingleses están planeando mantener en el mar un
elevado número de barcos a fin de efectuar un bloqueo comercial de vuestra tierra de Flandes. Es
éste un grave peligro, porque pueden resultar muchos perjuicios si aquel país queda privado por
cualquier período de tiempo de su industria de paños y de su comercio. Y podéis apreciar cuánto
costaría enviar una flota al mar que protegiera este comercio y resistiera al enemigo. Aún es más,
si Holanda y Zelanda continúan su comercio con los ingleses, y probablemente querrán hacerlo,
los flamencos, encontrándose sin comercio, sin industria de paños y envueltos en una guerra por
tierra y mar, querrán aliarse con los ingleses, vuestros enemigos, lo cual podría suceder muy en
vuestro perjuicio y deshonor.- LANNOY, Hue de (gobernador de Holanda): Memorial a Felipe el
Bueno (Valois), duque de Borgoña (1436).- cf.: HOLMES, G.: op, cit. pp. 347.348
Ya hemos esbozado sumariamente la mayor parte de las bellezas que la admirable iglesia de
Nuestra Señora de Paris atesoraba en el siglo XV y que le faltan hoy; pero omitimos la principal de
ellas, esto es, el panorama de Paris que se descubre desde lo alto de sus torres.
Cuando después de haber andado largo rato a tientas por la obscura espiral que penetra
perpendicularmente en la gruesa pared de los campanarios se desemboca de repente en una de las
dos altas rotondas inundadas de luz y de aire, se desarrollaba por todas partes a la vez un magnífico
cuadro ante la vista, del que con facilidad pueden tener una idea los lectores que hayan
contemplado una ciudad gótica entera, completa, homogénea, como existen algunas aún, por
ejemplo: Nuremberg, en Baviera; Vitoria, en España, o algunas muestras reducidas, pero bien
conservadas, como Vitré, en Bretaña, y Nordhausen, en Prusia.
El Paris de hace tres siglos, el Paris del siglo XV, era ya una ciudad gigante; nosotros, los
vecinos de ella, tenemos idea errónea del terreno que creemos haber ganado: Paris, desde Luis XI
acá, no ha crecido en mucho más de un tercio, y seguramente ha perdido más en belleza que ha
ganado en magnitud.
[...] En el siglo XV, Paris estaba aún dividida en tres ciudades, claramente separadas, teniendo
cada una, una fisonomía, su especialidad, sus costumbres, sus privilegios y su historia: la Cité, la
Universidad y la Ciudad [es decir: la “Ville”]. La Cité que comprendía la isla, era la más antigua,
la menor y la madre de las demás, [...]. Ocupaba la Universidad la orilla izquierda del Sena [...]. La
Ciudad era la mayor de las tres partes de Paris y se hallaba en la orilla derecha. [...]
[...] cada una de estas tres grandes divisiones de Paris, era una ciudad, pero especial, completa,
que podía existir perfectamente sin las otras dos. Estas tres divisiones presentaban tres aspectos
completamente diversos: en la Cité abundaban las iglesias, en la Ciudad los palacios, en la
Universidad los colegios. [...] la isla pertenecía al obispo; la orilla derecha al preboste de los
mercados; la orilla izquierda al rector. Sobre todas estas jurisdicciones, estaba el preboste de Paris
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 295
8.- oficial real y no municipal. La Cité poseía a Nuestra Señora; la Ciudad el Louvre y la casa del
Municipio [“l’Hðtel de ville”]; la Universidad la Sorbona. La Ciudad tenía los mercados; la Cité el
Hospital general, y la Universidad el Pré-aux-Clercs. Los delitos que los estudiantes cometieran en
la orilla izquierda, eran juzgados en la isla, en el palacio de Justicia, y castigados en la orilla
derecha, en Montfaucon; a menos que el rector, creyendo fuerte a la Universidad y débil al Rey,
interviniese en ello, porque era uno de los privilegios de los estudiantes el de ser ahorcados en la
Universidad.- HUGO, Victor: “Paris a vista de pájaro”; de su: Nuestra Señora de Paris. [1830]
Barcelona, R. Sopena. libro III, cap. 2.
Grandes obras de arte
El tiranicida
David, Donatello
Domingo 30 de enero de 2011 | Publicado en edición impresa. La Nación Revista.
El contraste de la elegancia de la pierna y el pie del adolescente con la cabeza cortada del
gigante barbudo y su pesado casco resalta la prodigiosa victoria de David. / Gentileza Editorial
Blume
La estatua del David de Donatello, con la cabeza del vencido Goliat a sus pies, parece desafiar
no sólo las expectativas de sus contemporáneos, sino también toda clasificación histórico-artística.
Primera escultura exenta (autónoma, no adosada a otra estructura) en bronce del Renacimiento,
este desnudo en pie evoca claramente las estatuas conmemorativas sobre columnas de la
Antigüedad, aunque su tema proceda del Antiguo Testamento. Además, se trata de una
representación sensual y rebosante de vida de la juventud.
La crítica se ha enfrentado a esta aparente paradoja de distintas maneras: en 1481, Cristoforo
Landino reconoció las influencias antiguas en Donatello, y Vasari sostuvo que, si bien Donatello
pertenecía a la segunda ola de artistas renacentistas, su obra -y desde luego esta estatua- estaba a la
altura de la del posterior Miguel Angel. En 1895, André Gide fantaseó sobre la "sorprendente
preferencia por el cuerpo masculino" y la "desnudez adornada de este David ; el sabor de la carne",
atribuyendo así a la obra una carga homoerótica que no ha perdido jamás (cabe recordar la
etimología hebraica del nombre David: "Digno de ser amado"). Aunque no han llegado hasta
nosotros fuentes coetáneas referentes a la obra, se puede reconstruir su contexto de manera
convincente. La innovadora pose y la guirnalda de la base, por ejemplo, se pueden encontrar en
otras obras contemporáneas, y sabemos que estuvo originalmente en el palacio (antiguo) de Cosme
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 296
8.- de Médici. Sabemos también que la inscripción original del pedestal, escrita en latín por el
humanista Gentile de' Becchi, tutor de los Medici, decía: "Aquel que defiende a la patria está
destinado a vencer. Dios aplasta la ira del más terrible enemigo. He aquí al muchacho que derrotó
a un gran tirano. ¡A la victoria, ciudadanos!". Así pues, el tema de David y Goliat tenía un
significado político en la Florencia renacentista, siempre amenazada por enemigos poderosos.
Entre los ejemplos posteriores de la misma tradición se hallan el David de bronce de Verrocchio
(c. 1473-1475) y el de mármol de Miguel Angel, de 1504.
Sin embargo, hay mucho más que iconografía en este sensual desnudo. La figura encarna la
búsqueda de un auténtico contrapposto durante el primer Renacimiento, así como de un modo de
dotar de mayor animación a la escultura. En este aspecto, podría parecer que Donatello quiso
medirse con Policleto, el gran escultor de la Antigüedad, a quien se atribuía la creación del
desnudo masculino ideal con su Doríforo . La única estatua de un desnudo en pie atribuida a
Policleto conservada en el siglo XV era la figura de Apolo montada sobre una famosa joya, que
pudo inspirar la cadera ladeada del David de Donatello.
Si Donatello creó su David para rivalizar con el arte de la Antigüedad, o incluso para superarlo,
fue para mayor gloria y beneficio de Cosme de Médici, pues la estatua habría servido para
demostrar que un buen gobierno propicia la prosperidad de las artes. Así, Cosme la hizo erigir
como símbolo de Florencia, ciudad próspera y protegida por Dios, en el patio de su propio palacio.
C. 1440 Bronce Museo Nazionale del Bargello, Florencia / Por Ulrich Pfisterer
Un documento redactado en Venecia a mediados del siglo XV comparaba los ingresos de varias
potencias europeas. El autor, quienquiera que fuese, ponía a las potencias monárquicas de Francia
[1], Inglaterra [4], Castilla [5] y Borgoña [2] a la cabeza de su lista, estimando que cada una de
ellas tenía una renta anual ordinaria de dos o tres millones de ducados, en cada caso
considerablemente reducida por las guerras en las décadas recientes. Atribuía a la república de
Venecia unos ingresos de 1 100 000 ducados en 1423, reducidos desde entonces por “grandes
guerras y destrucción del comercio” a 800 000. Esto colocaba a Venecia [3] en su lista de
potencias por debajo de Francia y Borgoña, pero por encima de Inglaterra y Castilla. Florencia [6],
Bolonia [7] y Génova [8] venían después, pero superaban al rey de Portugal [9] y a los duques de
Bretaña [10] y Saboya [11].- cf.: HOLMES, G. op. cit. p. 140.
Ven a mí, Marsilio, inmediatamente. Trae contigo mi libro de Platón Sobre el bien supremo, que
supongo ahora tendrás ya traducido del griego al latín como prometiste. Nada deseo tan
ardientemente como saber qué ruta conduce más fácilmente a la felicidad.- MÉDICIS, Cosme
de: [A Marsilio Ficino (1462)]. cf.: HOLMES, G.: op. cit., p. 397.
La primera [de las reglas que deben seguir las mujeres] es que eduquen a sus hijos en el temor
de Dios, y la segunda que estén en silencio en la iglesia, y añadiría que también dejen de hablar en
los demás lugares, porque causan con ello mucho agravio.- VESPASIANO da Bisticci, librero y
biógrafo florentino (ca. 1470).- cf. HALE, J. R.: La Europa del Renacimiento. 1480- 1520.
Madrid, Siglo XXI, (c1973). p. 146.
Años de preparación en Estrasbuurgo
[…] En 1439, Jörg Dritzehn, ciudadanno de Estrasburgo, acusó a Gutenberg ante los tribunales
de haberles negado a él y a su hermano Andreas la entrada en una empresa común, a la que habían
contribuído ambos, y en la que Andreas había invertido una considerable suma procedente de su
herencia paterna. Los datos de este proceso nos dan las primeras informaciones sobre las tentativas
de Gutenberg. Éste mantenía en Estrasburgo un taller en que ennseñaba artes manuales de todo
género. Andreas Dritzehn le pidió que le enseñara, pagándole, a pulir piedras preciosas. El alcalde
de Lichtenau, Hans Riffe, se asoció también con Gutenberg para fabricar productos que podrían
venderse en una peregrinación a Aquisgrán. Cuando Andreas Dritzehn se enteró de esta operación
deseó también participar en ella. Un tercero, Andreas Heilmann, un hermano del sacerdote Anton
Heilmann, amigo de Gutenberg, fue asociado también a la empresa. Todos los participantes
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 297
8.- pagaron una crecida suma por la enseñanza. La mitad de las ganancias debería ser para el
maestro y el resto dividirse entre los otros socios.
[…] El arte del maestro, como podemos llamar a Gutenberg, era la técnica de los trabajos en
metal. La primera tarea emprendida por la sociedad fue la producción de “Heiltumsspiegel”. No
nos ha llegado ninguno de esos objetos, pero sabemos por otros casos que se trataba de unos
emblemas corrientes de peregrinación, hoy les llamaríamos medallas conmemorativas, que se
ponían los peregrinos o que llevaban como recuerdo a sus familiares. Probablemente llevaban una
corta inscripción y no suponía ninguna novedad fundir unas líneas, como se hacía con frecuencia
en las medallas conmemorativas. Gutenberg debió de desarrollar, sin embargo, un nuevo
procedimiento, pues de lo contrario no hubiera habido lugar al contrato. Los costes del negocio
eran altos, los empresarios necesitaban dinero; buscaron por diversos lados considerables sumas,
pagaron créditos y amortizaron la deuda. Da la impresión de que debían de haber contado ya con
otros ingresos procedentes de otros trabajos. Por lo demás, la peregrinación a Aquisgrán fue un
fracaso, pues los socios se prepararon para 1439 y la peregrinación fue retrasada hasta el año
siguiente.
La perplejidad ante este incidente no duró mucho. Una vez más pidieron al maestro les iniciara
en un arte en el que aún no les había dejado participar. Se pusieron de acuerdo sobre unos nuevos
honorarios por la enseñanza y se cerró un trato que comprendía incluso a los herederos de los
socios, caso de que uno de ellos muriera. Por todas partes se considera a Gutenberg como único
maestro del que se puede aprender algo. Andreas Dritzehn se encargó de la confirmación oficial
del contrato. Esto quedó en sólo buenos deseos, porque Dritzehn murió ya hacia las Navidades de
1438. Al solventar las cuestiones que planteaba su herencia, los hermanos del difunto Andreas,
Jörg y Claus llegaron a la acusación arriba mencionada. […]
[…] Los socios no hablaban de impresión de libros: se decía simplemente “la empresa” o se
usaba la fórmula “aventura y arte”. Pero no hay duda alguna de que se trataba de la impresión de
libros. Sólo es oscuro hasta qué punto estaba ya desarrollada la invención. La orden de Gutenberg
de retirar de la prensa algo que se fijaba con dos tornillos y que se podía deshacer en trozos, no
puede haberse referido más que a una frase escrita que se haría incomprensible al desarticularla. El
tribunal no mostró interés alguno por especificar cuáles habrían sido las tareas de los socios; sólo
pretendía aclarar la parte financiera. Encontrado el contrato en poder de Andreas Dritzehn y
aclarado cuáles habían sido los honorarios de enseñanza pagados y las inversiones en el negocio, el
tribunal decidió que Andreas Dritzehn debía aún 85 florines como honorarios por el aprendizaje,
de modo que si Gutenberg pagaba 15 florines a los herederos de Dritzehn, quedaba liquidada la
deuda. / El proceso Dritzehn había terminado bastante bien para Gutenberg. Los hermanos Jörg y
Claus no llegaron nunca a ser socios del negocio. Parece que en Andreas Dritzehn perdió un buen
colaborador, pues la prensa se hallaba en su casa y además, con Anton Heilmann, poseía un
molino de papel. A los ojos del ciudadano sencillo, cuyos ingresos anuales casi nunca pasaban de
10 florines, lo que aquellos hombres habían emprendido era una obra colosal. […].- GECK,
Elisabeth: Johannes Gutenberg. De los tipos de plomo al computer. Bad Godesberg (Renania),
Inter Nationes, 1968. pp. 22-24.
La Iglesia tomó a su cargo la censura de libros. La censura
local data del año 1475, cuando la Universidad de Colonia recibió autorización del papa para
investigar no sólo los libros, sino también los lectores. En 1486 se autorizó al arzobispo Bertoldo
de Mainz para que supervisara los libros impresos en su provincia y en 1501 apareció la primera
declaración pontificia de carácter general, cuando en la bula Inter multiplices (dirigida a Alemania)
Alejandro VI saludaba la invención de la imprenta como un medio para extender la verdadera
religión, pero llamaba la atención sobre el peligro de que también las concepciones heréticas
pudieran obtener auditorio e instruía a los impresores para que sometieran sus obras a la licencia
de los arzobispos. Las imprentas monacales no eran raras; en Florencia había una hasta en el
convento de monjas dominicas de San Giacopo de Ripoli. La Iglesia tenía pocos motivos para
sentirse inquieta por la imprenta. De una cifra aproximada de libros publicados antes de 1500
resulta que, al menos el 45 por 100, eran de naturaleza religiosa y que el porcentaje creció, en lugar
de descender, en los siguientes veinte años. [...]
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 298
8.- Esta proporción de libros religiosos resulta verdaderamente reveladora si recordamos que la
aparición de la imprenta permitió poner en circulación por primera vez, y a precios razonables,
toda la literatura manuscrita de cada país, esto es, desde libros de cocina y novelas caballerescas
hasta poemas y crónicas, un conjunto de obras que se había ido acumulando a lo largo de los
siglos. El catálogo, como se ve, estaba completo y, sin embargo, de entre los nuevos libros, la
demanda popular daba un lugar de preferencia a los que versaban sobre temas religiosos.
Hacia 1500 se habían publicado unos 3.000 libros diferentes que trataban de temas científicos,
sacando a la luz no sólo los textos clásicos de fundamental importancia, como la obra anatómica de
Galeno, Sobre el uso de las partes, sino también la obra llena de errores de Guy de Chauliac,
Cirugía, los comentarios del siglo XIII sobre la Esfera, de Sacrobosco, y numerosas compilaciones
populares que se proponían destilar todo cuanto era necesario saber a propósito de geometría o
fisiología en unas pocas páginas. Ya muy avanzado el siglo XVI, cuando se pudo aventar la paja
de aquella era, la imprenta iba a servir para registrar descubrimientos recientes y, con profuso uso
de las ilustraciones, para igualar el modo en el que se discutían aquellos descubrimientos. De
momento, sin embargo, el deseo de absorber sobrepasaba al de observar, especular y probar
mediante experimentos.- HALE, J.R.: op. cit., pp. 275-276, 374-375.
Al suprimirse [el Índice] en junio de 1996, figuraban en él entre centenares de libros de teología,
cientos de obras de laicos, desde Voltaire y Diderot hasta Colette y Graham Greene.
MANGUEL, A.: Historia de la lectura… p. 371.
Los trabajadores deben proveer a los clérigos y a los caballeros de las cosas que sean necesarias
para vivir en el mundo honestamente; y los caballeros deben defender a los clérigos y a los
trabajadores para que no se les haga agravio; y los clérigos deben instruir y enseñar a esas dos
clases de personas, y dirgirlas en sus obras de tal manera que ninguno haga (alguna) cosa por la
que pudiera disgustar a Dios o perder su gracia.- CAXTON, William: Mirror of the World
(1481) - cf.: HALE, J.R.: op. cit. p. 193.
Cuando te sitúas ligeramente por debajo del nivel del árbol puedes ver el anverso de algunas de
sus hojas y el reverso de otras, y los anversos serán de un azul más oscuro porque las hojas estarán
más escorzadas, y habrá veces que la misma hoja muestre parte de su anverso y parte de su reverso
y, en consecuencia, tendrás que pintarlas de dos colores. [...] /
Fíjate cuánto disminuye un hombre a una cierta distancia y que distancia es ésa; luego, a dos
veces esa distancia y a tres veces, y hazte de ese modo tu regla general. [...[ Me parece que esas
ciencias que no surgen del experimento, fuente de toda certidumbre, son vanas y están llenas de
error. [...] quien al argumentar, recurre a la autoridad, no utiliza la inteligencia, sino la memoria.
LEONARDO da Vinci (ca. 1482).- cf.: HALE, J.R.: op. cit. pp. 48, 375.
Hist. Cult. I. Selec. de textos. 299
8.- ¡Mirad, pues, con alegría a su rostro! ¡Cuán radiante es la belleza que exhala, cuán serena!
¡Cuán claramente refleja una naturaleza noble e ilustre! ¡Qué promesa para todos de sagacidad
futura! ¿Acaso el liberaros del miedo, el aportar la calma perpetua a los terrores de todo el mundo,
no es lo bastante valioso para entregarle la obediencia? ¡Sin duda que, con el auxilio de la
confianza que depositamos en él, cumplirá su tarea de tal modo que la edad de oro regresará entre
nosotros durante su vida y por todas partes resonarán gritos de alegría y regocijo.- El canciller de
Carlos VIII (Valois), presentándolo ante los Estados Generales de 1484. cf.: HALE, J.R.: op. cit.,
pp. 90-91.
Te he puesto en el centro del mundo para que puedas mirar más fácilmente a tu
alrededor y veas todo lo que contiene. No te he creado ni celestial ni ser terreno, ni mortal ni
inmortal, para que seas libre educador y señor de ti mismo y te des, por ti mismo, tu propia forma.
Tú puedes degenerar hasta el bruto o, en libre elección, regenerarte hasta lo divino... Sólo tú tienes
un desarrollo que depende de tu voluntad y encierras en ti los gérmenes de toda vida.- PICO
DELLA MIRANDOLA, Giovanni (fl. 1486): De hominis dignitate oratio. cf.: ROMANO, R.;
TENENTI, A.: op. cit., p. 147.
¡Oh, Enrique! eres responsable frente a nosotros, que te hemos elevado por nuestra elección.-
Saludo de un actor teatral a Enrique VII (Tudor), cuando cabalgaba por Worcester en
1486. cf. HALE, J.R.: op. cit. p. 91.
[...] sería difícil estimar la profunda deuda de todas las clases sociales con el arte de imprimir,
que, por la gracia de Dios, ha surgido en nuestro tiempo y, más especialmente, es éste el caso de la
Iglesia Católica, la novia de Cristo, que gracias a aquel arte recibe gloria adicional y va al
encuentro de su novio con nuevos ornamentos y muchos libros de sabiduría celestial.- El médico
del obispo de Ausburgo, al impresor Radtot (1487). cf.: HALE, J.R.: op. cit. p. 219
Ví a un hombre vestido con una tela de saco [de bolsa], descalzo y sin nada en las manos. Tenía
un cinto hecho de juncos y llevaba una cruz de madera. Iba de capilla en capilla sin cuidarse de la
lluvia ni de la nieve, muy espesa en aquella época. Si encontraba cerradas las puertas, aguardaba
fuera en oración, arrodillado sobre la nieve. No se alimentaba de nada más que de pan y de hierbas
y ayunaba días enteros de una sola vez. Su bebida era agua y su cama la tierra.- LEFÈVRE
D’ETAPLES, Jacques (1491). cf. HALE, J.R.: op. cit. p. 41.
¿Y qué creéis, queridas señoras, que estaba haciendo la Virgen María en aquel momento?
¿Tiñéndose los rubios cabellos? ¡No, desde luego que no! ¡Todo lo contrario! Tenía un crucifijo
delante de ella y estaba leyendo el Libro de las Horas de Nuestra Señora.- El predicador
imaginado por Angelo Poliziano (sobre la Anunciación).- cf.: HALE, J. R.: op. cit. pp. 277-
278.
Los cristianos luchan de continuo entre ellos mismos... El uno le dice al otro: “Hermano,
ayudadme vos hoy contra este príncipe y mañana yo os ayudaré contra aquél”. No temáis, no
existe concordia entre ellos. Cada cual se preocupa únicamente de sí mismo; nadie piensa en el
interés común.- BAYACETO II, a sus visires, a finales del siglo.- cf. HALE, J. R.: op. cit., p.
116.
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YOURCENAR, Marguerite: Memorias de Adriano. Buenos Aires, Sudamericana, (c1955).
Nota 1: Otras obras figuran en los textos a tratar en clase, cuyas citas integran ya una
bibliografía básica; siempre factible de ampliación, por considerarse otras publicaciones, de
autores o editores igualmente recomendables.
Selección de textos: Debe dársele una “exploradora”, curiosa, primera lectura; y así servirán: a)
para participar, hacer consultas en las clases; b) como material básico para el breve escrito de doce
(12) páginas como máximo, por todo concepto, en tamaño A 4, con suficiente espacio interlineal y
marginal para agregar observaciones, ampliaciones, correcciones, etc.; escritas solamente en su
cara anterior con letra de cuerpo 12 y entregados en simples folios de plástico.
Dichos Trabajos Prácticos, deben ser iniciados a partir de alguno o algunos de los temas,
asuntos, etc., presentados en la Selección de textos; podrán ser realizados en grupos de hasta cuatro
(4) alumnos como máximo; con la aclaración del aspecto parcial de que (preferentemente) se
hayan hecho cargo. Se entregarán antes del comienzo de las vacaciones de invierno.
Las observaciones (correcciones, sugerencias, etc.) que hayan parecido oportunas, podrán ser
respondidas en forma similar al TP original o mediante un adecuado fichaje parcial.
La presentación de ambos: el Trabajo Práctico original y la respuesta a las observaciones (en
una u otra forma); será indispensable para el examen final en diciembre de 2013.
Con semejantes disposición y características, lo entregado antes de concluir las clases de la
materia habilitará para el examen final a rendir en marzo de 2014. Después, no se recibirán sino
con tres meses de anticipación a la fecha del examen.
Nota 2: Acerca del tema o temas, aspectos, etc., elegidos, deberá ser leída, por lo menos una
obra completa. Preferentemente literaria o documental procedente de la misma época; así como
una buena reconstrucción histórico literaria o ensayo de reconocido valor.