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El ORIGEN DEL TEATRO, O DEL DESTINO.

Para Andrea, mujer que escogió el arte como bandera --necesariamente


política-- de la libertad.

La política es el acto de hacer el bien para todos (Aristóteles).

Escribía Eduardo Nicol que el hombre no tiene otra manera de ser que el de la
expresión, es un ser que no puede ocultar-se, o corre el riesgo de convertirse en un
extranjero, en un extraño, alguien que no tiene qué hacer entre su gente, un
apátrida; esto es, en alguien –en algo--, para quien el lenguaje pierde valor, sentido,
pues no tiene ya nada que decir, es apolítico, no tiene ciudadanía, no busca nada
entre y para la gente, deja de ser.

Desde esta insoslayable presencia humana, desde la prístina otredad que


manifiesta al yo en el otro, el ser humano urge dejar suelta la paideía que se guarda
en la cotidianidad del habla y del hacer de la gente milenaria. Sólo recreando la
presencia humana se gana el tiempo necesario para el arrepentimiento o para la
salvación, salvación por fuerza sólo temporal, porque la misma presencia humana
augura sólo lucha contra un destino que nunca acaba por desvelarse. Tal vez la
paradoja trágica del teatro sea, como afirmaba Sartre, que lo único que se desvela,
en todo escenario, es que el hombre muere sin saber quién es, y que lo seguro de
su destino es su muerte.
Aceptando como principio esta caída o labilidad del hombre, el teatro tiene su
origen, por un lado, en la propia naturaleza humana, se diría que es su origen
antropológico. Pero a la vez, desde una visión cultural, lo tiene en el teatro griego.

Desde lo antropológico responde a la cosmovisión sagrada del entorno del hombre,


a ese alrededor al que se le tiene temor-respeto porque lo que sucede en él, en la
naturaleza que rodea al hombre, está el maná, esa sustancia incognoscible,
misteriosa, que puede quitar o dar la vida; luego, el ser humano aprendió a
comunicarse con ese maná para que favoreciera su vida y creo paulatinamente los
ritos. Es precisamente el rito el primer origen del teatro, es una representación de lo
que ese hombre primitivo percibía como fuerzas dadoras de vida. De alguna manera
el rito es el teatro originario1 del hombre, es decir, sus prístinas maneras de
expresar-se, de manifestar todos sus miedos, sus deseos, sus sueños, etc, que en
este principio era un lenguaje muy cercano a lo mimético de las energías de su
entorno (sinergias). Por eso hoy todavía el teatro conserva mucho de lenguaje ritual,
como gritos, canciones, música, fuegos, ruido, colores, sustancias, movimientos
extraordinarios, etc.

Ya ubicándonos en su origen griego --que posteriormente pasa por estadios como


el escolástico o religioso, como enseñanza del destino humano fundamentado en el
pecado y la redención, hasta el teatro Isabelino inglés donde las pasiones humanas,
el amor, el heroísmo, la fortuna, la desgracia, etc, toman el papel de ser
representados para continuar con la develación del porvenir, de lo que le espera a
la humanidad y que se guarda precisamente en ese maná --sustancia sagrada—
que nunca acaba de ser conocida (de ahí la invención de la ciencia).

El ser humano, para el teatro griego, fue el primero en utilizar máscaras que
pudieran dar mayor fidelidad a la representación de una determinada emoción
humana Esa máscara (πρόσωπον, prósopon, lo que pongo al frente) no era un
ocultamiento, por el contrario, era una especie de medio de compromiso, de unión

1
Teatro está compuesto del prefijo TE, del griego τέλος, fin, meta; y del sufijo ATRO, que puede tomarse
como el apócope de ANTROPOS, del griego ἀνδρῶν, hombre, persona; entonces, Teatro se puede
entenderse como aquello que hace el hombre para desvelar su mañana, su porvenir, su fin en la vida
personal, pero sobre todo de su grupo –sociedad.
fiel entre el actor y aquello a representar; de ahí que el concepto de responsabilidad
tenga su origen en ese teatro griego, donde el prósopon hace del actor una persona
humana, esto es, su rostro es lo que siente y piensa: un ser responsable sin
ocultamiento, fiel a sus emociones, y por ello, dispuesto a responder con verdad,
dar la cara, abierto al mundo y su futuro (obra y creador fundidos en todo arte que
desvela realidad humana; no sólo en teatro).

Por otro lado, el teatro griego, como acto que consumaba la representación –
representación de la lucha humana por saber de su porvenir, de su destino—se
realizaba repartiendo pequeños papelitos (trozos de papiro: bolos), mitades, para
que el pueblo, el asistente, los juntara con el trocito que tenía alguien a la entrada
del teatro para consumar el encuentro entre el presente de la humanidad (asistente)
y el futuro (actor-obra representada): sim-bolo; realización del rito sagrado de
adivinar el futuro por parte de toda la sociedad griega.

En este sentido, tanto el actor, la obra y el asistente (pueblo) llevaban a cabo un


acto de consumación representado por el Dios Hermes, que a través de sim-bolos
llevaba a los hombres sufrientes, caídos, buscadores de su destino, los mensajes
de los dioses del Olimpo para que siguieran buscando en su naturaleza su propio
porvenir (en el arte en general, y en particular, en el momento en que al asistente
empatiza con el drama, tragedia o comedia de la obra). Al finalizar la obra,
regularmente los griegos compartían el alimento, el vino y el pan, para que ahora el
diálogo cumpliera su papel, llevar a los ciudadanos a hacer comunión con el destino
develado.

Apoyo de investigación.

 Arié, Philippe, et al, Historia de la vida privada, Taurus, Madrid, 2001. (Tomo
referente a la vida griega)
 Gadamer, Georg H.; Verdad y método, Sígueme, Salamanca, 2001.
 Mircea, Eliade, Tratado de historia de las religiones, Era, México, 1972.
 Platón, Diálogos, Porrúa, México, 1990.
 Taine, Hipólito, Filosofía del arte, Sempere, Valencia, 1909.

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