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¿Por qué se destruye la capa de

ozono?
La actividad humana ha dañado esta capa
protectora de la estratosfera y, aunque la salud de
la capa de ozono ha mejorado, aún queda mucho
por hacer.
POR CHRISTINA NUNEZ

El año 2020 ha observado un récord en disminución de la capa de ozono en


el Ártico debido al cambio en los patrones meteorológicos y de la circulación
de la atmósfera. Esta imagen ha sido capturada por el instrumento TROPOMI
a bordo del satélite Sentinel 5P.

FOTOGRAFÍA DE ESA
En los últimos 30 años el ser humano ha avanzado en la detención del daño a la
capa de ozono al frenar el uso de ciertas sustancias químicas, pero aún queda
mucho por hacer para proteger y restaurar el escudo atmosférico que se
encuentra en la estratosfera, entre 15 y 30 kilómetros por encima de la
superficie de la Tierra.
¿Qué es el ozono?
El ozono atmosférico absorbe la radiación ultravioleta (UV) del sol,
especialmente los dañinos rayos UVB. La exposición a la radiación UVB está
relacionada con un mayor riesgo de cáncer de piel y cataratas, así como con
daños en las plantas y los ecosistemas marinos. El ozono atmosférico se
denomina a veces ozono "bueno", por su función protectora, y no debe
confundirse con el ozono "malo" troposférico, o a nivel del suelo, un
componente clave de la contaminación atmosférica que está relacionado con las
enfermedades respiratorias.
El ozono (O3) es un gas muy reactivo cuyas moléculas están formadas
por tres átomos de oxígeno. Su concentración en la atmósfera fluctúa de
forma natural en función de las estaciones y las latitudes, pero en general era
estable cuando se empezaron a realizar mediciones globales en 1957. Las
investigaciones pioneras de los años 70 y 80 revelaron signos de problemas.
La preocupación internacional por la destrucción
de la capa de ozono
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) eligió el 16 de septiembre
como fecha para la lucha por la protección de la capa de ozono en
honor a la firma de este exitoso pacto mundial, convertido en uno de los
acuerdos ambientales más importantes a nivel internacional.
“Gracias al Protocolo de Montreal, la capa de ozono se está recuperando y se
espera que vuelva a los valores anteriores a 1980 para mediados de siglo”,
afirma la ONU. “En apoyo al Protocolo, la Enmienda de Kigali, que entró en
vigor en 2019, trabajará para reducir los hidrofluorocarbonos (HFC), gases de
efecto invernadero con un gran potencial de calentamiento climático y dañinos
para el medio ambiente”.
La amenaza del ozono y el "agujero"
En 1974, Mario Molina y Sherwood Rowland, dos químicos de la Universidad de
California en Irvine (Estados Unidos), publicaron un artículo en Nature en el
que detallaban las amenazas que suponían para la capa de ozono los
gases clorofluorocarbonos (CFC). En aquella época, los CFC se utilizaban
habitualmente en aerosoles y como refrigerantes en muchos frigoríficos. Al
llegar a la estratosfera, los rayos UV del sol descomponen los CFC en sustancias
que incluyen el cloro.
La innovadora investigación, por la que se les concedió el Premio Nobel de
Química en 1995, concluyó que la atmósfera tenía una "capacidad finita de
absorción de átomos de cloro" en la estratosfera.
Según la Agencia de Protección del Medio Ambiente de EE. UU., un átomo de
cloro puede destruir más de 100 000 moléculas de ozono y erradicar el ozono
con mucha más rapidez de la que puede reemplazarse.

El trabajo de Molina y Rowland recibió una sorprendente confirmación en 1985,


cuando un equipo de científicos ingleses descubrió un agujero en la capa de
ozono sobre la Antártida que posteriormente se relacionó con los CFC. El
"agujero" es en realidad una zona de la estratosfera con
concentraciones extremadamente bajas de ozono que se repite cada
año al comienzo de la primavera del hemisferio sur (de agosto a
octubre). La primavera trae consigo la luz del sol, que libera cloro en las nubes
estratosféricas.
El aerosol de las latas contiene a veces sustancias que agotan la capa de
ozono, llamadas clorofluorocarbonos o CFC.

FOTOGRAFÍA DE MARK THIESSEN

La situación actual de la capa de ozono


El reconocimiento de los efectos nocivos de los CFC y otras sustancias que
agotan la capa de ozono condujo a la firma del Protocolo de Montreal relativo a
las sustancias que agotan la capa de ozono en 1987, un acuerdo histórico para la
eliminación de estas sustancias que ha sido ratificado por los 197 países
miembros de la ONU. Sin el pacto, en Estados Unidos se habrían producido 280
millones de casos más de cáncer de piel, 1.5 millones de muertes por esta causa
y 45 millones de cataratas, y el mundo sería al menos un 25 % más caluroso.

Más de 30 años después del Protocolo de Montreal, los científicos de la NASA


documentaron la primera prueba directa de que el ozono de la Antártida se está
recuperando gracias a la eliminación de los CFC: En 2019, el agotamiento
del ozono en la región había disminuido un 20 % desde 2005. Y a
finales de 2018, las Naciones Unidas confirmaron en una evaluación científica
que la capa de ozono se está recuperando, y preveían que se sobrepondría
completamente en el hemisferio norte (no polar) para la década de 2030,
seguido por el hemisferio sur en la década de 2050 y las regiones polares para
2060.
La supervisión de la capa de ozono continúa aunque se sospecha que quizá la
recuperación no avance tan bien como se esperaba. Un estudio de principios de
2018 descubrió que el ozono en la estratosfera inferior ha disminuido
inesperada e inexplicablemente desde 1998, mientras que otro señalaba posibles
infracciones en curso del pacto de Montreal.

El mundo aún no ha ajustado cuentas con los gases nocivos de los


refrigerantes. Siguen utilizándose algunos hidroclorofluorocarbonos (HCFC),
sustitutos transitorios menos dañinos pero que siguen siendo perjudiciales para
el ozono. Los países en desarrollo necesitan financiación del Fondo Multilateral
del Protocolo de Montreal para eliminar el más utilizado de ellos, el refrigerante
R-22. La siguiente generación de refrigerantes, los hidrofluorocarbonos (HFC),
no agotan el ozono, pero son potentes gases de efecto invernadero que atrapan
el calor, contribuyendo al cambio climático.
Aunque los HFC representan una pequeña fracción de las emisiones en
comparación con el dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, su
efecto de calentamiento del planeta provocó una adición al Protocolo de
Montreal, la Enmienda de Kigali, en 2016. Este último documento, que entró en
vigor en enero de 2019, pretende reducir el uso de los HFC en más de un 80 %
en las próximas tres décadas. Mientras tanto, las empresas y los científicos
trabajan en alternativas respetuosas con el clima, como nuevos refrigerantes y
tecnologías que reduzcan o eliminen la dependencia de los productos químicos.

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