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ROMANO GUARDINI

tr,TICA
Lecciones en la Uniuersidad
d¿ Múnich

TEXTO EI-ABORADO, A PARTIR DE SU LEGADO, POR


HANS MERCKER

coN LA corasoRActÓN oB
MARTIN MARSCHALL

ESTUDIO INTRODUCTORIO DE

ALFONSO LÓPF,Z QUINTÁS

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BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS
MADRID MCI\D(CIX
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APARTADO PRTMERO

trL FEATÓMENO FI]NDA-NIEIVTAL


82 A.I. El fenóneno fundamental

El mundo que nosotros nos encontramos tiene una historia


arrfeitot; o, más exactamente, la tiene el hombre que rlos en-
contramos y, por é1, el mundo. Y esta historia no se queda CapÍrr-tro III
en lo que la paleontologSa, la fi7ogénesis y la prehistoria puedan
conocer sobre la evolución de la vida, sino que comienza con TA CONCIENCIA MORAL
una decisión del hombre pot la cual él ha venido a ser lo
que hoy es: es decir, precisamente, no ((natutab>. Fue una de-
cisión suya en contra de Dios. De ella hablan los primetos
capínrlos de la Escritura cuando se refieren al estado original,
al primer pecado y a los tastornos que de él se detivaron 1. Advertencia ptevia
pan el hombre. El hombre que actualmente existe no es <<el
hombre» sin más, sino que es el hombre que ha pecado y Hablamos de la relación ética, es decir, de un contexto en
anda trastomado. Es en la vida de este hombre donde el mal que el hombre se siente interpelado y obJigado por el bien.
tiene el papel del que hemos hablado. Ést. .ro es «naturab), A firl de conocer mejor dicho cofltexto hemos ido des-
sino histórico; no terría que existir necesatiamente, sino que es componiéndolo. En primer lugar hemos hablado de su elemen-
fruto de un acto de voluntad. La imposibilidad de desenmarañat to objetivo, o sea del bien. Pero a lo largo de la reflexión se
la existencia, el enredo del bien y el mal, las perrutbaciones puso de manifiesto cada vez más que el bien no puede captarse
que surgen de que haya que soportar el mal cuando se quiete de modo meramente objetivo, sino que siempre y sólo se da
el bien, o cuando, en ocasiones, la acciín mala patece incluso «como un bien que nos atañ,e>>. Y pot eso las tesis centradas
apottat aparentemente la solución, todo esto son fenómenos en lo objetivo pasaron a referirse cada vez más a Io subjetivo.
hijos de una existencia histórica, y no de una originariamente Pues bien, ahota vamos a fifarnos con más detalle en 1o
natural. subjetivo, y concretamente en el fenómeno de la conciencia
Con lo dicho no cambian los fenómenos concretos, pero moral.
sí su carácter global. Desaparece esa nota p^n^lizante, deletérea La conciencia motal es el elemento de nuestro consciente
pan la naítraleza absoluta de 1o ético, según la cual la cosa que está subordinado al bien y fotma con él el tejido de la
no podría ser de otra m fleta. Pudo ser de otra maneta, y fue telación ética, hasta el punto de que se puede decir: actuat
de otra m^nera. Se hizo tal como es por obra de la libertad éticamente es actuar eo conciencia moral (presuponiendo que
del hombte. Y hay que añadir: -por Dios .ha sido cteado un dicha conciencia sea como por su naturaleza debe ser). Vol-
nuevo comienzo, que opera en la existencia de fe. Y aunque veremos con más detenimieoto sobre el círculo lógico que se
esta eistencia humana contiene aún todas las confusiones a encierta en lo que acabamos de decir.
que nos hemos referido, sin embargo presenta además un factor
nuevo: el de la salvación y la gracia divina, que hace cambiar
la situación. 2. La experiencia de los valores y su forma de obligar
Mas de este fluevo factor no podemos seguir hablando
ahora; lo haremos cuando tratemos de la ética cristiana. I
Nuestras reflexiones sobre el bien fueron precedidas de un
análisis sobre el fenómeno del valor, y a part:r de éste nos
fijamos en el valor ético. Un método semejante vamos a em-
plear ahora. Estaremos en mejores condiciones de comprender
lo que es «conciencia morab> si antes hablamos del aspecto
subjetivo de la relación con el valor, de la manera en que el
hombre reacciona ante el valor en general.
84 A.L El fenóneno Jundamental C.J. I.a concieneia moral 85

La experiencia del mundo y de \a vida encierra diferentes bre... Variada según el grado de vitalidad, de aptitudes, de
elementos. No podemos separados unos de otros, sino que se petsonalidad... Yaúada según la c tegoÁ^ personal y ética del
dan juntos e intrincados unos con offos. A pesat de todo, individuo.
cada uno de ellos tiene su carga especial de sentido, que no La rcahdad la vivimos tal cual es: esta tierra en la que
puede diluirse en la de los demás. estoy; este pan del que tengo necesidad y que poseo o no;
En la experiencia que yo tengo de las cosas con que me esta enfermedad que padezco; este peligro en que me eflcuentro;
encuentro mi propio yo- se da antes que nada este árbol que se levanta ante mí y tiene vida; esta persona
-incluido
ese elemento que me permite pregufltar: ¿qué es esto?; es decir, con la que me relaciono como amigo o como enemigo... Yo
aquello por 1o cual 1o que está ante mí es un algo definido, siento el choque concreto de esta realidad determinada con la
su peculiaridad, su «seo>. Ello es captado por los sentidos en mia. Blla me obliga a oponede la solidez de mi ptopia tealidad;
toda su amplitud ---desde el órgano fisiológico hasta la ope- a tespondede con el golpe defensivo o agresivo de mi propia
nci6n más espititual de contemplar, petcibir, sendr, gustar-, realidad. Por ahí comieflz^ todo lo que es acción, lucha, obra
y también por el ttabilo de la inteligencia, gracias al cual, de la existencia. Yo tengo que imponerme o, si mis fuenas
ptogtesivamente, se van aclatando, ofdenando y relacionando no alcanzan, hacerme a un lado y retirarme. Y la lucha acaba
en un coniurlto los datos de los sentidos. El resultado final o en la victoria de la realidad de uno mismo, o en su quebranto
es el conocimiento de la verdad de 1o que existe, exptesada y derrota.
en conceptos o en definiciones. Una terceta forma de verse interpelado pot la realidad es
Este proceso tiene por finalidad conocer qué es eso, inde- mediante el valor.
pendientemente del provecho o perjuicio que del mismo pueda La pteciosidad de una piedra no está en la natualeza que
derivarse pata mi. Su sentido está en el puto aftontamiento de en ella descubre la cristalografia (aunque también intervenga,
latbeoia, la desinteresada captaciín de lo que existe, la inte- porque no hay oirgrr. valor que no descanse sobre la naítraleza
nonzaciín de la verdad. A su reaüzación pertenece la progtesiva misma de las cosas). También es algo distinto del hecho con-
libetación de deseos y deducciones de catácter subjetivo 1. creto de que yo me preocupe por ella porque me la puedan
Otro elemento en la relación con la existencia es la realidad sustraer, etc. (aunque también esto cuenta, porque un valot
en cuanto tzl. Lz <<esencia:> es el cuadro de propiedades de lo que no es teal se pierde en lo fantástico). Pero, de todos
modos, el valor en sí mismo y en cuanto tal es algo distinto
que eiste; aquello «que es)). Podemos tener conocimiento aun-
del concreto ser real. Es el hecho del valor, que se manifiesta
que no esté dado realiter, o no lo esté aún, o haya dejado de
en el color, el brillo o la forma de tal cosa. Y lo que por
estarlo (espetanza, tecuerdo, fantasia). Sin embargo,la rcahdad,
ese valor es afectado es esa capacidad especial, no definible
el «estat en la existenciar> mismo, sólo puede captatse en el con más detalle, de sentir precisamente el valor, de acuerdo
encuentfo con Ia cosa concreta.
con su natwtaleza, su intensidad y su rango.
La expresión «esto es)) tiene un doble significado. Por un
lado quiere decir «esto es, en lugar de no seor. Este significado
es siempre igual, independientemente del sujeto al que se rcfiera;
piedra, platta, animal, hombre... La palabn «es» puede también
II
interpretatse como temporal o, más exactamente, como expre-
sión de un acto: del acto por el que lo que es se mantiene ¿A qué comportamiento conduce la experiencia del valor?
en el ser, desarrolla su ser, su natufaleza de ser se convierte
La definición usual de valot lo vincula por completo a la
necesidad subjetiva. Considera que su esencia no consiste más
en dynamis. Esta dynamis es variada. Y ciertamente v^n^d^ que en la importancia que tiene pata la vida del individuo.
según el rango óntico de cada ser: cristal, plaflta, animal, hom-
Ahora bien, una definición así sería aceftada sólo a medias.
1 Es típico que la explicación funcionalista del fenómeno se construya
Naturalmente, el valor desencadena un apetito, un deseo
preferentemente a pztúr de lo negativo, del fracaso, dejando de lado, así, la de tener. Si el hambriento ve una comida, le gustaría comérsela.
carga de valo¡ del bien. Y este deseo de tenet puede extenderse hasta lo más espiritual.
86 A.I. El fenóneno fundamental C.3. L"a concieneia ruoral B7

Por ejemplo, existe una especie de amor a la ob:u. de arte que La r;rtica solución está en que yo recorrozca la realidad con
en el fondo es el deseo de poseerla. Pensemos en el colec- sinceridad y diga: «yo no poseo las cualidades que él tiene, ni
cionista que no enseña a fradirc sus tesoros, porque quiere sé lo que él sabe, ni soy lo que él es. Lo que voy a hacer
yedos él solo y poseedos al mirarlos. O en la idea, en el es no tener envidia de que él sepa lo que sabe, y sea io que
fondo tan extraña, de la «propiedad intelectuab», que implica es. Es más, me aiegro de que estéfl rcahzados en é1 estos
la obligación de citar el original, la protección de los «derechos» valores». Goethe dijo una vez que frente a grandes méritos
Jiterarios, etc. No son más que traslaciones del deseo de poseer sólo había una defensa: eI amor. Porque, cuando se ama a la
a realidades que, de por sí, deberían sede extañas del todo. persona que los tiene, se le reconoce el derecho a tenetlos, se
Frente a eso está la actitud aristocrática del espítitu... (Sócrates, desvanece el rencot y de alguna m fleta uno mismo los com-
Fnnz von Baader...). parte. Pero hay a§o .todavía más puto, que consiste en Ia
A decir verdad, progresar en la reahzación de Ia relaciln simple constatación: «El es así, y yo no. Pero estoy de acuerdo
con el valor significa dar pasos en la superación de los deseos con que sea así, porque es bueno que tales valores se realiceo,
de tener, udüzar y dominar. independientemente de que yo los comparta o flo)). Así, de
Una superación de esta índole se da ya cuando regalo a§o rtafler^ parad6jica pero muy pura, se deviene parúcipe de tales
de valor, y no porque busque con ello algún beneficio, sino valores, porque se los descubre y recorloce («aunque yo no los
por el disfrute rnismo de hacer un regalo, de que algo precioso tengoi), se los valota y se los aprecia (dos formas de rcalizar
entre efl la vida del otro y le procure alegÁa. Aquí Ia relación ei sentido del valor: la <glenituó» y el <rvacío>).
con el valor consiste precisamente en un movimiento que parte
del propio yo y termina en el tu. Lo que llamamos «despren-
dimiento de uno mismo>> qüere decir capacidad de sentir el III
valor, no en telación con el propio yo, sino en relación con
el yo del offo. La verdadera benevolencia es el deseo de que Por otra pane, la experiencia del valot conlleva un tipo de
7e vaya bien al otro por él mismo, sin acotdarse uno del propio paticipación del todo singular: el hombte es attaído al campo
yo. El auténtico a la verdad pregona que, con tal de de influencia del valot de manera distinta a como experimenta
que la verdad se ^mor
encuefltre, es indiferente quién la halle. la atracci1¡ del conocimiento del ser o de la lucha por Ia
Puede decirse que la salud espiritual, la libertad, la gloria reaüdad. El valor toca algo muy íntimo del hombre.
y Ia dignidad de una época o de una sociedad dependen, en La vaha de una cosa, la preciosidad de una figura, la nol¡leza
el fondo, de si viven en ella hombres lle¡os de pasión pot de una acción que trae consigo p2¡s6s- una especie de
los valotes, que lo cifren todo en que tales valores se realicen, incitación a la experiencia, pero-2sl
no como algo externo, sino
olvidándose de sí mismos. como algo interior. No se trata de un acto transitivo, sino de
Incluso eisten formas de vivir el valor que únicamente se una vibración dentro del ser. Algo parecido a lo que queremos
rca)tzao en el olvido del propio yo. Y no estamos pensando decir cuando pensamos «¡qué hombre más vitalista!>>, aunque
en las grandes hazañas de sacrificio personal. Para deiar claro no haga nada; o «¡con qué fuerza hrabla!>», aunque esté callado.
lo esencial basta un ejemplo más sencillo. Cuando corrozco a Si fuera posible desgajar de las cosas el valor y reducidas
una persona importante, noble o bella, fáctlmente surge la meramente a un sumario de cualidades y a una realidad, las
envidia. La cosa puedo afrontada <<haciendo desapareceo) a esa convertiríamos en superficies sin üda. El valot es Io que les
persona de alguna forma: trat^r,dola como a Blancanieves; ha- da moviüdad esencial, lo que les da vigor.
ciéndola daño en su trabajo o en su fama o en su honor; o Esa incitación tiene su centro en el hombre, que tesponde
convenciéndome a mí mismo de que no vale tanto, de que a su vez con una vibración. La vibración del hombre tocado
sus motivaciories son dudosas: «en realidad no es para tanto...)), pot el valor sintoniz^ corr la sacudida que se produce en el
«¡a saber por qué...!» (el resentirniento en todas sus formas). ser que tiene delante. Surge así un movimiento transitivo: desde
Pero con ello no logro realmente mi objetivo. Sigue la espina: el hombre tocado a aquello que lo toca, que es. el valor. Esto
el otro continúa siendo meior que yo. es lo que Platón llama «eros». En principio el eros está en el
88 A.L EI feruíneno fundamenfal C.3. I¿ conciencia moral 89

hombre como adomilado. Gracias al toque de <<1o bello» (ex- que penera efl el propio yo, url «saber cofl uno mismo)). Es
presión que, pata los griegos, significaba el valot en general) decir, algo intenso e íntimo, que tiene que ver con el centro
despierta. En su fotma más burda, adopta el carácter de la de Ia vida.
codicia, del deseo de tener; y de ahí va elevándose hasta la Para hacernos una idea de la urgencia del fenómeno, vamos
exigencia de participación (Symposion). Cuando ésta es perfect^, pafilr de un ejemplo. En concreto, voy a tomado de una
desaparece la refetencia al yo, y queda la voluntad pura de
^
buena novela inglesa que se desarroüa en la Univetsidad de
que impete el valor, de que el bien resplandezca, de que eista Oxford.
la robleza. Se trata de un ioven historiador, profesor no numerario,
Deiando a Plat6n, hablemos, con San Agustín, del coraz6n. que ttabaja sobre una determinada época de la historia inglesa.
EI cotazín es el órgano con que se siente el valor. Pero no Con gran esmeto ha ido reuniendo matenal, y tras un largo
hay que interpretar esta idea en sentido sentimentalist^; el r^- trabaio ha construido una teoría. La publicación de su estudio
cionalismo (que siempre es, al mismo tiempo, sentimentalismo) representa mucho pao él; mucho más, porque tiene familia y
la ha destrozado. Bl <<cota;z6r»> es espíritu, pero un espíritu personalmente carece de medios para subsistir. En el ultimo
que se ha metido en la sangre, espíritu que se ha hecho momento descubre un documento, hasta entonces desconocido,
incandescente, e incandescencia que ilumina. La idea encuefltra que tira por tierra toda su teoría. Urge la publicación, no hay
una muy bella plasmación en el Dante («Vita Nuova"r> y «Com- tiempo para rehacer el tabalo, y toma la decisión de callar el
media>), y otr^, especialmente sabia, en Pascal («Pensées» y contenido de dicho documento. Pero su conciencia de histo-
<<Discours sur les passions d'amouo>). riador es tan viva que le impide hacet lo que habda completado
Este corazón puede sentirse <<tocado>», «afectado>>, «conmo- la iugada: destruir el documento, del que ninguna otra persona
vido» por el valor (Dante, «Vita Nuovar>...). Posee las dos tenía noticia. Así pues, lo deia en su sitio con la esPetanza
propiedades necesarias: la espiritual, de relación con el sentido de que más tatde, cuando ya haya logrado lo que ptetendía
de las cosas, y la corporal, de hallarse cercano a la sangre. su trabajo, lo «descubrirá» de verdad y podrá valorarse debi-
Pot eso e\ cotaz6n es el órgano que capta la sacudida inmediata damente. Peto entonces surge La tragedta, ya que aparece pot
del valor y tesponde a ella con la übtación cotrespondiente. el mismo atchivo otro histotiador, encuentra el documento y
Surge así el amor, el cual, por decitlo :ufla yez más, va ascen- comprueba que el primeto lo había üsto y había silenciado la
diendo poco a poco del mero apetito a la pura aftrmacion verdad. Da la casualidad de que este segundo historiador forma
libre de todo interés. parte de la comisión. que ha de decidir .la contratación de
Una de las fotmas supremas de afumación del valor es la nuestro ioven personaje. Aunque con grandes temordimientos,
de la gtatitud por el hecho de que el valor sea realidad: <<Te se siente en la obügación de votar en cofltra de que se le dé
agradezco que eistas». \a plaza. El ioven historiador se qüta la vida.
A iücio de la persona así llamada prácdca, las dos situa-
ciones son intrascendentes; y sin embargo, en ellas se pone de
3. El fenómeno de la conciencia moral manifiesto vivamente (en un caso, prohibiendo; y en otto,
ordenando) lo que se llama <<conciencia moral». Vamos a afla-
I lizat sus elementos.
En ellas intervienen unas personas que saben 1o que es la
Con todo este trasfondo podemos entender mejor qué es verdad histórica. Tienen la pasión de la investigciín. El co-
la conciencia moral. nocirniento es para ellas Io máximo. Y no sólo eso, sino que
Su mismo nombre nos dice ya que se trata de un fenómeno además son miembtos del estamento académico, pan el cual
especialmente intenso. Su designación en las diferentes lenguas la verdad científica es, sencillamente, lo determinante.
giega slneidesiq la laúna <<conscienti»> repetida en las len- Ambas situaciones encieran además aspectos prácticos de
-Ia derivadas del latín, o la alemana «Gewisser»¡- manliene
guas gran trascendencia. Se trata de un puesto del que depende la
siempre algo común: es un saber que se dirige al propio yo, existencia de nuestro petsonaje; la suya, y también g¡2¡¡s
-¡¡i5
90 A.I. El fenómeno fundamental C3. L¿ conciencia mora/ 91

¡¡¡l'¿vl'¿- la de su muier y su hijo. Nuestro hombte qverria, II


ptimeto, tomar una decisión que salvara su honra, dejando
fuera de la investigación el problema que suscitaba el nuevo Así pues, ¿qué elementos son los que constituyen el fenó-
documento; peto esto resultaba imposible porque se trataba meno de la conciencia moral?
del meollo de la cuestión. Otto problema consistiría en pre- En primer lugar, el conocimiento. Antes que nada, el
guntarse si el trabajo en cuestión, que en el conjunto inmenso conocimiento del valor en cuestión: efl fluestro caso, la ver-
de Ia investigación reptesentaba una nadena, eÍ^ t^n importante
dad. Para una persofla ef1 cuya vida ésta no ruviera impor-
como para quitatse la vida. Pero su intedor debió respondede:
tancia algan4 en el caso desctito el fenómeno de la conciencia
como investigador, estás obligado a la verdad y debes demos-
moral ni se habría planteado. Por ejemplo, un investigador
trarlo en \a primera ocasión. La exigencia infinita del tabaio
científico se concentra en el deber que plantea el documento
que se mostrara intimamente de acuerdo con una ciencia
descubierto (una de esas hotas en las que todo pende de un
dirigida por el Estado no advertiría el valot de la verdad y
consiguientemerlte no podría vivir el conflicto descrito. No
hilo). El otro tiene que estar a la altura de sus obligaciones
como miembro del tribunal; quisiera todo lo bueno para el olvidemos, por eiemplo, todo 1o que en su momento se
aspirante, pero cofloce la traición que ha cometido contra la pregonó y enseñó como halTazgo «científico» en Antropología,
verdad y se siente obligado a vetade pata un puesto que y las consecuencias que de hecho se siguieron de ello. El
descansa sobte ia fidelidad a la verdad. valor de la verdad tiene una intensidad de sentido extraor-
drnaria para quien lo reconoce se convierter pura y simple-
¿Qué significa la exigencia de fidelidad a la verdad?, ¿puede
interptetarse con frases como éstas: si ignoras el documento, mente, en el símbolo de lo absoluto sin más. Pero el acto
todo tu ttabaio de investigación se descompone..., si no 1o espiritual por el que la verdad es no solamente conocida,
mencionas, estás falsificando el método..., si no hablas del sino además reconocida y profesada, es muy vuLnerable. La
contenido del documento pones en cuestión lo's estudios pos- sensibilidad viva para la verdad y su majestad vinculante pue-
teriores que se apoyen en el tuyo, etc.? Está claro que no, de dañarse de modo desalentador. El miedo, la sugestión, el
porque en ellas la exigencia de verdad sólo como una orgullo, las ventajas materiales, el desvelo por las personas
^parece
especie de asunto exclusivo de la tarea investigadora. La esencia que flos están confiadas, Ia responsabilidad, rca7 o supuesta,
del conflicto sólo se pone de manifiesto cuando queda clato sobre los inteteses del pueblo, etc., todo eso funto forma un
que la exigencia de la vetdad es un modo de plasmarse el bien. fluido en el que la verdad viva puede morir... Pero la cosa
Ahora sí, estamos y^ ante la conciencia moral en sentido llega mucho más lejos. La técnica terrible con que la mati-
ptopio. Ella es la sensibi-lidad, el órgano c ?az de captar la pulación comunista de las personas interviene hasta en los
exigencia del bien tal como aparece efl una situación determi- procesos más íntimos de formación de las convicciones, des-
nada, en tn t^te que se plantea aquí y ahora. De ahí el truye en el hombre la capacidad de conocer Ia vetdad en
carácter absoluto de tal exigencia. Lo que alcaoza a lo más genenl, de sentir la verdad como vinculaflte, y destroza así
íntimo del hombre y lo obliga de modo tan insoslayable que lo que llamamos libertad, caricter y honra. Y Ia conciencia
da pie al conflicto descrito, no es la exigencia del método moral se pervierte de tal modo que admite como bueno todo
cienúfico en cuanto tal, sino \a natt:Laleza absoluta del bien lo que el Partido y ei Estado ordenan. Cuando esto sucede,
que se expresa en la fideüdad al método. La conciencia moral ya no existe la conciencia moral.
es la sensibiüdad del espíritu humano --digamos meiot del La conciencia moral, en segundo lugar, presupone libertad.
espíritu vivo, convettido en <<coraz6r»>- p^r esa eigencia. Si el historiador de nuestra novela se hubiera visto obügado
mediante coacciones insuperables a silenciat el documento en-
contrado y a pubJicar, a pesar de todo, su trabajo, habría
podido decir con raz6n: yo no puedo hacer nada. Y si viviera
en tal clase de sugestión que apenas advirtiera la difetencia
entre una y ofta decisión, la cosa vendría a ser igual.
92 A.I. El fenóneno Jandarnental C3. Ln conciencia moral 93

Para que la conciencia moral pueda hablat realmente, el reahzaciín sexual, de propiedad. Este instinto es de una ve-
espacio inlerior de la libertad tiene que estar abierto; el in- hemencia elemental, que hace que uno no se preocupe de las
teipelado tiene que sentit su ptopio centro, set dueño de su necesidades del conjunto, sino sólo de buscar su satisfacción,
enérg1a inicial. Só1o así se ptoduce ese encuentro interior entre y con ello pone en peügo la existencia misma.
eI córaz6n receptor y el bien que obliga, que se plasma en el Ahora bien, en el contexto global de lo üviente hay otros
fenómeno de la conciencia moral. sujetos con el mismo instinto: por. eiemplo, los demás miem-
Finalmente, la conciencia moral tiene que formarse: desa- bros de la farrlita o de la tribu. Estos se oponen al carácter
rrollat su sensibilidad, afinar sus criterios y entreflar su frmeza. incondicional con_que el individuo busca satisfacer sus apeten-
Más adelante tefldremos que ver hasta qué punto puede cias instintivas, y le suponen una cortapisa. Esta cottapisá
faIlat estz condición o qué tareas conlleva la formación de la ptohibición del padre, del hermano mayor, del marido o-la del
conciencia moral. vecino- se consolida en el sentimieflto y se convierte al.i en
una instancia que el yo percibe como uri poder superior, como
el supetego:_y esto e-s la conciencia moral. Sus éxigencias se
III van desarrollando cada vez rrrás hasta convertirse eá una or-
denación de la vida en la cual los intereses instintivos de todos,
También ia conciencia moral es un fenómeno que no puede del conjunto, alcanzan una especie de equilibrio: la <dep> en el
deducirse de otros datos.
sentido más amplio del término. En la medida en que esto
sucede y se limita la inmediatez de las pretensiones initintivas,
En nuesffas reflexiones sobre el bien y el mal hemos ha-
s-urgen exigencias de índole más desinteresada, más espiritual,
blado de los diferentes intentos de ver el origen de la exigencia
moral en ciertos aspectos funcionales. Indirectamente tr^t^ba' de la cultura, que pueden ya por parte de lá sensi-
mos ya de la conéiencia moral, porque en tales teortas la bilidad pata lo supraindividual ^cogerse
que enffétaritó se ha ido desa-
obl-igatoriedad propia de la conciencia motal se inte{preta como rollando y afinando...
la plasmación psicológica de las necesidades vitales. La teona puede construirse sobre una base más racionalista
La teoria dice lo siguiente: en cuanto una determinada o más psicológica; parta del consciente o del inconsciente, en
conducta es necesatia pan \a constitución y el desarrollo de el fondo l.ega a la tesis siguiente: la conciencia moral es la
la sociedad, aparece en la conciencia moral del común de la sensibilidad respecto a lo que el conjunto de los seres vivos
gente. Se ponen de manifiesto las consecuencias que se- de- eÁge para poder conservarse y desarollarse. Por la conciencia
iivan tanto del respeto como de la transgtesión de dicha las necesidades vitales se convierten en norma: lo perjudicial
conciencia moral; el respeto se premia, y la transgresión se es percibido como 1o que no debe ser; y lo beneficioso, como
castiga. Cuando tal cosa sucede de forma suficientemente lo que debe ser.
geneializada y prolongada en el tiempo, surge un sentimiento Este raciocinio ya 1o hemos eflcontrado en nuestras re-
éspontáneo de lo que está bien y de 1o que está mal' Este flexiones sobte el bien o sobte el mal. Aquí nos vuelve a
ap.atece-r en, su aspecto subjetivo, y resulta atractivo, pero es
sentimiento se condensa en una sensación de hottor ante
algo majestuoso y poderoso. Entonces la ttansgresión adquiere falso de raí2. Nunca de la percepción de que una cosa es
ef carácter, no ya de algo simplemente periudicial, sino de beneficiosa, ¡ace \a conciencia de que «debe ieo,; ni tampoco
algo malo,, abominable,. sacrílego. Se desartolla así,. poco a de la percepción de que algo es pe{udicial, nace nunia la
poco, ul1 6rgano que siente lo socialmente perjudicial como de que «esto no- debe
-seo>.
No existe ninguna presión exógena
rechazable moralminte y, al revés, lo que es provechoso forzosa del padre o de las distintás imágenes prt.áur,
socialmente como moralmente obligado. como-el-sea
rey,_el sacerdote, el jefe de la tribu, o de éualqüer
Fotmulada menos racionalistamente y con un acento más otra foma del supetego- c paz de generar ese eleménto
psicológico, la teoita dice lo siguiente: la existencia humana categódco de la conciencia, ese caráctét absoluto del cons-
éstá amenazada, y no sólo desde fueta, sino desde dentro. En ciente expresado como «debo hacer esto», «esto no debo
el hombre existe el instinto de conservación, de poder, de hacedo». Aquí hay un salto cualitativo absoluto. Las teorías
94 A.I. Elfenónenofundanental C'.J. La conciencia moral 95

funcionalistas ifltentan desfigurado; pero en cuanto se observa Se pasa asi a la disl.untiva: o esto o aquello; a la exigencia
la real-idad más atentamente, se advierte la desviación 2. En de decidir enrre bueno y malo. Y, finalmente, a \a delisión
realidad la cosa es al revés: el primer «debes» o <«ro debes» misma.
se siente de entrada como algo inserto en lo religioso: como Toda esta serie de actos y vivencias pueden experimentarse
algo que suscita horror, que asusta, que obliga, que ordena de las maneras más diferentes: úpida o lentamente; de modo
mayestáticamente; y se relaciona con el comportamiento con- claro y seguro o entre dudas y cootradicciones; con wna ftmeza
siderado correcto, agradable a la divinidad. Puede tenet formas que convierte la decisión en defirritiva, o de forma que persiste
muy imperfectas, como tabúes, miedos, anatemas, pero siem- la vacllactín, y h^y que repetida y profunüzada...
pte que intetpela se presenta como algo que excede las ne- Finaimente, la decisión pasa a la acción, es decir a la
iesidádes vitales. Y esto es 1o que se ttaduce en esa satis- realidad. Aunque este paso ya ha empezado antes, puesto que
facciln de las exigencias vitales. todo el proceso precedente de observar, sopesar y decidir éra
Cuestión distintá es la de la génesis de la conciencia moral: ya, é1 mismo, real, una serie de actos internos reales y, como
qué mecanismos psicológicos actúan genéticamente en Ia for- tales, con sus consecuencias, a saber, el desarollo o \a atto{ta
mación del conséiente moral; por qué vías se desarrolla la de unas aptitudes, la formación de unas tendencias y costum-
experiencia fundamental de la conciencia moral; qué ámbitos bres determinadas, etc. Pero, r¡rás allá de todo esto, ahora el
vitáles son los que primero y básicamente son ob)eto de su acto concreto de la conciencia salta a la realidad exterior: de
acción ordenadora, etc. Aquí los planteamiefltos psicológico y las cosas, de las circunstancias, de las relaciones entre los hom-
sociológico pueden una serie de hechos y condicionantes. bres. Y de ahí se derivan consecuencias objetivas, que a su
^portzrn
Pero Io esencial, la respuesta inmediata de la conciencia vez crean nuevas situaciones.
moral ante el bien; La rc1zci6rr entre la exigencia absoluta del De este modo, el acto de conciencia morai antecedente
bien, por una parte, y la también absoluta vinculación de Ia cede el puesto al de conciencia moral concomitante: éste vigila
conciencia moral, por la otra, es un fenómeno originario, que la acci6n, mantiene la dirección, eierce la criúca, corroboti el
no puede deducirse de otro, sino que únicamente puede cap- rumbo o 1o varía, etc. Mientr¿s más dure, más cdsis pueden
tarse, aceptarse y eritenderse por él mismo. Este fenómeno es y más profundas, y dar al proceso un catácter distinto.
^parecer
Tras las fases de decisión y acci6n, el acto de conciencia
uno de eios aspectos que definen al hombte en cuanto tal: el
hombre es el ser que tiene conciencia moral. moral entra en su tercefa fase, se convierte efl autoexamen:
¿está bien lo que he hecho?, ¿capté bien la situación?, ¿hasta
qué punto he estado lúcido, sincero conmigo mismo, tenido
el suficiente dominio de mí?, ¿qué motivos me han guiado, y
4. Las fases del acto de conciencia moral qué orden guardaban?
Y, si io que hice flo estaba bien, ¿hasta qué punto soy
I culpable?, ¿qué consecuencias van a seguirse de esta falta?, ¿de
qué tengo que responsabitzarme?, ¿ha lugar algtna repancion?
De las relaciones que hemos tratado se deducen varias fases Hemos presentado todo el proceso de forma esguemática.
del acto de conciencia moral. En realidad, cada fase puede interrumpirse y quedar a medias,
En primer lugat, la de Ia conciencia motal antecedente. EI o puede reahzarce precipitadamente y tener poca consistencia,
hombre entra er1 la situación, toma conciencia de ella, sopesa pueden funtarse unas con otras y entremezclarse, etc.
su relación con los valores, exigencias, deseos, y l)'ega a tna
conclusión: «esto está bien, esto no está bien, es obligado, está
permitido, está prohibido». T
2 También aquí resulta caractetístico que la explicación funcional construye
ei fenómeno privilegiando lo negativo, lo que rehúsa, y con ello soslaya el A partir de aquí se desarrolla el fenómeno de la respon-
contenido uiológico del bien. sabiiidad. En el centro de la conducta éttca se encoénffa
96 A.I. El fenórneno fundamental C.3. L¿ conciencia moral 97

sobre ello con más detenimierltc>- la libertad. El que el hielo se derirta, pero él mismo es causado por la
-ve|¡¡s¡sfires
bien se ha dirigido a ni y me ha obligado; yo he tespondido temperatura del sol, la cual a su vez se debe a procesos
con la decisión y la acct6n. Ambas cosas tenían un sentido: astrofisicos, y así sucesivamente. Es la causalidad univetsal. En
guatdaban telaciín con el c tacter absoluto de la exigencia ningún punto hay un auténtico inicio, y por eso tampoco hay
ética, peto no erafl hiias de la necesidad, sino de la übettad. responsabilidad. El autéfltico inicio se da sólo en la libertad:
Yo debía querer el bien llevado del carácter absoluto de su «qüefo porque qurefo».
vigencia; y también tenía que convertirlo en acción con la Ciertamente, queremos por toda clase de motivos: uno se
incondicionalidad que corresponde a la vigencia del sentido enfada porque odia al otro; lo odia porque lo ofendió; la
ético. Pero, repetimos, no tenía que hacedo necesariamente; ofensa le llegó tan adentro porque se daban tales y cuales
podía deiado o, también, hacerlo a regañadientes o de forma condiciones psicológicas determinadas, etc. Es decir, una cadena
superficial. Mi acción ha salido de mí; pero no al modo como cada vez más larga, una aparente omnipresencia del ptincipio
el efecto fisico resulta del ptoceso transformador de la causa de causalidad. Pero ella es sólo una ilusión. Se ve clatamente
eficiente, ni tampoco del modo er1 que el crecimiento biológico advirtiendo la diferencia entre «causD) y «motivo». EI motivo
nace del centro productivo, sino a partir de un punto inicial no es más que la atribución de sentido; la causa, Ia libertad.
del que yo mismo soy dueño o, mejor dicho, odgen, y que El motivo sólo opera si la libetad como tal se lo permite:
él mismo no es efecto sino auténtico inicio, «iniciativa». Ciet- qüero la acitín p"r t4 o cual motivo, pero este motivo lo
tamente, esta iniciativa tiene <<motivos» para su comportamiento, quiero porque quiero. En el momento en que el motivo se
pero no son «causas)) de fuera de ella, sino que ella misma es convierte en causa, nos encontramos con el fenómeno de la
su causa. Por eso la acci6n es mía realmente (igual que en su sugestión y entonces la acci6n queda desprovista de todo ca-
reñzacion yo soy yo mismo). tácter é:dco.
Todo esto significa que efl mi acción yo me hallo de una Responsabilidad significa que la acción me pertenece de un
noanera especial, igual que la acción está ahi. para m! «es» yo modo especial, peto precisamente porque también yo le per-
mismo. Es lo que queremos decfu con la expresión: yo soy teíezco a ella de ufla maneÍa especial. Lo bueno llevado a
responsable. cabo es acción ou^, y no de otto. Aparentemente, wna bana-
Palabra imptesionante: ¡responsabilid¿d! Cuando se me pre- lidad; pero en realidad se trata, sencillamente, del sentido ú1-
gunta, tengo que responder. Pero quien aquí pregunta es alguien timo: la responsabilidad en sentido positivo, la <<imputaciór»>.
especial: el que tiene derecho a hacerlo, la autoridad: el padre, La acci6n me perteoece a mi, a mi existencia. Su bondad
la madre; e[ tey, el profesor, el capataz; y en el fondo, y representa en ella un incremento de valor ético. Gracias a esta
propiamente, Dios. De este modo la conciencia moral se des- acción yo he ganado valor; así lo advierto y lo anoto.
taci, de forrra característica, del coniunto del yo; se pone de También 1o mal hecho es acciín orí^, y no de oto. De
patte del precepto ético e interoga al yo pot su conducta. La nuevo el sentido de la imputación, pero ahota de carácter
ptegunta dice: ¿quién ha hecho esto?, ¿qüén ha tomado la negativo.Yo he hecho que esa acción exista, y así ella ha
iniciativa de la acción?, ¿es cotrecto lo que se ha hecho?, ¿qué entrado en mi existencia. Yo me he convertido en ella. Su
se ptetendía con ello? reaLzacion supone una pétdida éttca para mí. También esto 1o
sé. Mientras mi conciencia sea clara, no puedo negatlo. Puedo
Quien responde es aquel que tomó la decisión que sc halla
en el origen de la acción. Tiene que dar un paso adelante, mirar para otro lado, emborronar la imagen u olvidar lo acon-
asumir la acción reahzada y tesponder: «¡yo!>>. Es como se tecido. Pero con ello no se elirnina la responsabilidad; sólo se
responde éticamente de la acción. Primeto fue el sí o el no oculta. La imputación es inevitable. Es la plasmación ética de
anie la exigencia, o la falta de respuesta de la indecisiín; ahota los principios lógicos de identidad y de contradicción.
se responde de lo hecho.
Reiponsabilidad es la especial relación del agente con la
acción que ha tealizado con libertad. No es sólo su causa,
sino también su creador; en él brota la acción. El calot hace
98 A.L EI feruímeno fandamental C.3. L¿ conciencia moral 99

5. La conciencia rno¡al como estado y como acto EI ámbito de la conciencia moral puede extenderse más:
pot ejemplo al municipio, a la itadad, si se trata de alguien
I que ocupa un cargo o si se tiene esa responsabilidad por la
que las personas deian de ser simples habitantes y se convierten
Hasta aquí hemos hablado del fenómeno general de Ia en ciudadanos.
conciencia motal. Vamos a fijarnos ahora en las formas de su Finalmente, puede abarc^r lor7 pueblo entero y a toda su
apariciín, de su acto, de su desarrollo, etc. Es impottante, historia. En ia üvencia de este ^ sentimiento hunde sus raíces
antes que nada, distinguir entre la conciencia moral como estado 1o que caracteri:za al verdadeto hombre de Estado, al auténtico
y como acto. diputado y también al buen ciudadano. Aquí se basan fenó-
Pot Ia primera entendemos el hecho de que la persona se menos como el que se quetía significar con el tétmino de
encuentra permanentemente baio Ia interpelaciín éaca. El hom- culpa colectiva, el cual era falso en la medida er1 que ttad,¡cía
bre normal tiene siempre el sentimiento más o menos claro, odio y deseo de explotación; pero acertado en el sentido de
más o menos iotenso, de ser responsable de la existencia. Este que todo el que forma parte del pueblo y del Estado debe
hecho se olvida fácilmente. sentirse responsable del comportamiento global de éste... Eso
Cuando se habla de la conciencia moral se piensa espon- mismo se manifiesta en el sentimiento que de alguna Ínanera
táneamente en 1o que se experimenta ante la exigencia ética nos inquieta a todos, a saber: que desde 1945 las cosas no
concreta: esto debe hacerse, esto no debe hacetse. Pero ahí han ocurrido como realmente exigía la situación. Este senti-
subyace una vivencia más amplia, que no se agota en una miento no proviene necesariamente de fallos u omisiones per-
ocasión detetminada sino que constiruye, sin más, un elemento sonales; se trata de que a la conciencia le afecta la situación
de la percepción que uno tiene de sí mismo. Esta autopercep- genetal, que no ha sido la que debería ser...
ción presenta, si se la analj.za con más detalle, diferentes as- La amplitud máxima se encuentra en el sentimiento de ser
pectos. Lo que queremos decir con un (go so1»> puede tradu- responsabie de ia existencia en general. Se da, por ejemplo, en
cirse por un más concreto «ne está permitido seD), y entonces la creencia bíblica del pecado original o de la soüdaridad de
significa la existencia como don, la felicidad de ser; o también, todos los hombres en su responsabilidad respecto de la hu-
por ur1 «tengo que ser»), y entonces se refiere a la existencia manidad. Mientras más profunda es una persofla, con más
como catga, la suerte; o, finalmente, por el <<yo debo seo), y profundidad sentirá que tiene que ver con la culpa de todos,
entonces significa la eistencia como obligación y la tesponsa- con el pecado del colecrivo.
biüdad de la existencia en general. Esta forma de conciencia moral puede convertirse en una
Es fácil concebirla como el sentirniento de ser responsable pesada catga. Puede hacer que el hombre no disftute ya de
de un determinado círculo de personas o de un ámbito concreto su vida, especialmente si además es de natural melancólico. O
de actuación. De ahí surge la «<preocupaciór»» ética constaflte puede hacer también que se meta c d^ vez rrlás efl cosas con
cual efi.caz y permanente tendencia a mantener el orden y la las que él no tiene nada que ver; o sea, que el sentido de
prosperidad de lo que nos está confiado. Pensemos en la actitud responsabilidad no esté presidido por la sabiduda y la mesura.
de una madre respecto de la famiha; una permanente vigilancia, Surge entonces el activismo de cuño ético, el afán reformador,
un sentimiento constante de tener que proteger, eflcaizzr y etcétera.
aytdat, del que surge esa atmósfera de seguddad y previsión También existen los intentos de zafarse de esta responsa-
gtacias a 7a cual el hogar funciona y los hijos crecen satisfac- bilidad. Conocemos los apetitos elementales que se dan en la
toriameflte. O pensemos en la actitud de un hombre respecto natutaleza, y hay la tendencia a considerarlos como <do ino-
de su trabajo, su empresa, sus superiores, sus alumnos, sus cente»; con algo de raz6n, por io demás, porque at.Í no hay
pacientes, etc. También aquí nos encontfamos con una idea mentira, odio ni picatdta. Pero tampoco reina en la naturaleza
permanente de que hay cosas que dependen de él; ufla cofls- la bondad, la fidelidad, etc. En reaüdad ella no es ni culpable
tante dedicación cuajada de seriedad e interés. Si esta actitud ni inocente, sino que se halla antes de la posibiüdad de lo
falla, todo se desmotona. bueno y de lo malo. Por eso en ella no existe la responsabilidad,
100 A.I. El fenóneno f.rndamental C.3. Itt conciencia rzoral 101

ya que todo sucede por necesidad. Que no es «coacciór»> (ya sientes y conoces de forma genérica no puede reahzatse en
que ésta sólo existe donde hay libertad, como su contrario), cuanto tal; sólo puede realizarse como aquello que se exige
sino la manera propia de exisrir el ser no espiritual la simple aqtí, ahota y de esta determinada rr.aflera.
identrdad consigo mismo, el que las cosas sucedan tal como La rcaltzacié¡rr concreta del bien recibe un sentido específico
su ser eige. En ella es donde interviene la exigencia del hom- del modo en que está estructurada la existencia. La ieahdad
bre, que tiene siempre el sello de la responsabilidad y se sierlte del mundo está definida por las fotmas de espacio y tiempo.
constantemente interpelado. Éstas significan, antes qre nada, üferenciación: lo'que átá
Aquí está también el sentido auténtico de las vacaciones: aquí no está en otro lado, y lo que sucede ahora no pertenece
primero, pata ltberarnos del ttabalo, del ambiente de cada dia, al ayer ni al mañana... Esas formas plasman correctamente lo
de la monotonia de 1o de siempre. Pero, además, el que se que es el ser; confundidas es fantasía y locura. Por otro lado,
siente apremiado por el bien quiere retrotraerse a un punto Ia espacialidad y la temporalidad conforman una malla necesaria
donde aún no ha come¡zado la responsabilidad. que puede taducirse por el término <<figura»: la acción concreta
Es una ilusión, pero digamos que constitutiva, en la que se inserta en un cofltexto cifcundante, es decir espacial, y en
se pone de manifiesto, iustamente, esa responsabilidad perma- urr afltes y un después, es decir en un contexto temporal. Aq"í
nente. Esta ilusión no puede verse colmada, ya que el hombre se desarrolla la figura de la acción: un día de trabaio, una
no puede dejar de ser persona. Su ultimo sentido sólo se obra, una empresa (coniuntos en los que cada elemento dice
realtza en aquella vigencia raücal del bien frente a la que el relación al otro, y el todo se hace presente en cada uno de
hombre no puede ser ya más que bueno; cuando, por tanto, ellos). Todo eso se hace consciente en la experiencia de la
ya no existe ni Ia responsabilidad ni la decisión. Pero este existencia. Ahora bien, «existenci»> significa el mundo de las
estado no es terrenal. cosas y de los acontecimientos en cuanto que dependemos de
é1, sentimos su efecto y eiercemos sobre él el nuestro. E,s
decir, aplicado a cada hombre: <yo y las cosas, las cosas y yo».
il A veces todo esto se condensa en la vivencia de un'mero
«instante»: por ejemplo, en una decisión que define toda mi
En su fotma más general, la conciencia moral como estado vida; en un ericuefltfo con alguien que condiciona mi suerte;
es el sentimiento constante de hallarse ante la exigencia ética. erl un gran sufrimiento o efl una gran il,egáa que me afectan
Si partimos de la primera fórmula que empleamos para por,entero. Entonces emerge con claridad algo que, si no,
queda oculto, difuminado, disperso: la idea de que
-|a
de{inir la esencia del bien, entonces equivale al convencimiento diferen-
de que no sólo estamos en el mundo, sino que somos res- ciación en el tiempo y en,el espacio y la división en partes
ponsables de é1. Y si lo hacemos desde la segunda, al con- sólo representan una cara de la existeocia; la otra consiste en
vencimiento de estar siendo interpelados por el poder del bien. que todo se reúne para forlr:rar un coniunto.
Por ejemplo, en forma de deseo: me gustaría liberarme del Se hace pateflte, eritonces, que Ia tealtzaciío del bien en
mal; me gustada buscar el bien no de vez en cuando y cofl el acto de conciencia moral concreto es la rcahzación del bien
trabajo, sino como si fuera Ia dirección de mi existencia; que sin más: en él es Ia eisteocia sin más la que se hace buena.
a través de mí la existencia se conürtiera en el «reino» del bien. Igualmente, en la mala decisión tomada en un instante, lo que
Desde este punto de vista, ser hombre significa ser res- se niega o desftoza es el bien sin más.
ponsable de la eistencia, hallarse baio la interpeiación del bien.
Es 1o que al final da a la vida sentido. Imaginemos la vitaLidad
máxima, la más intensa capacidad de goce, la más rica energra
creadora: si a todo ello le quitamos el elemento ético, seía
algo que en el fondo no merecería la pena.
Esta conciencia moral como estado se traduce constante-
mente en presencia concreta, y entonces nos dice: el bien que
102 A.I. El fenóneno fundamental C.J. L¿ con¡iencia moral 103

6. La formación de la conciencia tnotal interiormente, intenoizarse, y unirse con la propia iniciativa.


Lo mismo sucede con la formación de la concienci^ mor^l,
I de forma que, eri una medida que aumenta con Ia edad, la
conciencia moral se educa a sí misma. Y aquí se plantea el
La conciencia moral no es un aparato mecánico que esté problema: ¿cómo puede ser eso?, ¿no significa esto que, como
ahí preparado y haga su función siempre de la misma rr'arteta, el barón de Münchhausen, Ia conciencia moral tiefle que saür
sino algo vivo. Es el centro del hombre que existe. Nos ha del apuro tirando de la propia coleta? Se estaría presuponiendo
parecido que su mejor plasmación es 7a palabra <<cotaz6n>>, en que la conciencia moral tiene que saber directamente 1o que
la medida en que la empleamos en su sentido pleno, como el está bien, ser capaz de formular iücios éticos acordes cofl la
órgano con el que tenemos la experiencia del valot. Si esto verdad, y dirigir la acci6¡ correctameflte. Pero para eso tendría
es así, con la conciencia moral surgen los mismos problemas que existir ya en 7a conciencia ---que, sin embargo, como
que se piantean en todo ser vivo: tiene una constitución inicial hemos dicho, tiene necesidad ds f6¡ñr215s- la tectitud, estat
y se desarrolla; puede trabajar bien o mal; puede ser fuerte o ya formada o, lo que es lo mismo, estar por encima de toda
débil, sana o enferma; es influenciable. necesidad de formación. Se ffata, evidentemente, de una para-
De la conciencia moral p^rtefl las decisiones sobre todo 1o doja; pero de una pandoja verdadera: la de la existencia
que es forma de vida, tabajo cultutal, orientación de Ia historia, espiritual.
etc. En ella nacen, por tanto, las líneas del conjunto de la Existir espirirualmente signi{ica existir en libertad. ¿Qué
existencia. Todo suceso humano (individual, social o histórico- quiere decir esto en relación corl nuesffo problema? Quiete
comunitario) implica uno o varios actos de conciencia moral. decir que yo tengo consistencia en mí mismo, que yo soy
Tanto más importante es saber que esta conciencia moral, dueño de mí mismo gracias a que soy dueño de mi acción.
como todo io humano, necesita, también ella, formarse. La Mi acción tiene su origen en mí. Yo no soy sólo su transfor-
educación es, en el fondo, formación de la conciencia moral. madot suele suceder generalmeflte cofl las causas efi-
En pdncipio se trata de despertar y formar las capacidades -como
cientes-, sino su inicio. Cuando la rcahzo, me teñzo a mi
fisicas, anírnicas y espirituales corresporidiefltes; crear formas mismo como un inicio con consistencia en mí mismo. Pero,
de conducta espontáneas; estimular, reprimir o regulat aptitudes, por otra p^rte, yo no me muevo en el capricho, sino dentro
etc. Pero, en definitiva, todo ello desemboca en la conciencia de un orden; en un orden que, a difetencia del de la natttaleza,
motal, pues, si la formación ha de ser la de una persona, tiene a.barca también el espfuitu, es decir lo que debe ser, el bien.
que contar con la complicidad de la libertad y set asumida Este toca directamente al espíritu, y el <gunto» donde ese toque
conscientemente: es decir, que la conciencia moral tiene que acaece es la conciencia moral. En ella el espíritu sabe que lo
hacetla suya. Aquí aparecen una serie de tareas pedagógicas, a que es bueno vincula en cuanto tal; no en forma de coacción,
algunas de las cuales vamos a dedicar las teflexiones siguientes. sino en forma de obligación. No es que yo tenga que decir
Peto antes que nada vamos a fiiatnos en una característica sí al bien necesariamerlte; puedo rechazailo o eluditlo. Pero
del todo peculiar del fenómeno de la formación de la conciencia erltonces sé que yo mismo no me haya embo-
moral; una pandoia que, por oúa pattq encontramos en cuanto tado- que me -suponiendo
he vuelto hacia el r::.al. La existencia espiritual
tiene que ver con la educación en general. La educación es, exige existir de la manera descrita.
de entada, educación exógena, es decir el influjo que, sobre Esta existencia se teahza en fotma de devenir, entre insu-
una vida todaüa por definir, eiercefl los padres, el entorno o ficiencias y fallos. Y la conciencia moral es el punto desde el
los profesores, mienffas que el niño se comporta pasiva o que se toman las decisiones y se reguia ese devenir. Para eso,
receptivamente. Con eI tiempo aparece su iniciativa personal y ella hace dos cosas: luzga y ordena (y, por otra parte, se deia
se hace cada vez más vigorosa, hasta llegar, finalmente, a la jtzgar y obedece). En un primer momento, sale de su ensi-
ctisis de la maduez y la lr:rayona de edad, en la que, básica- mismamiento, se pone de parte de la exigencia éúca, y jtzga
mente, el joven toma el timón de su propia vida. En la medida (de nuevo la conciencia mora| pero ahora efl cuaflto está
en que esto sucede, la acción educativa ha de ser asumida presente en la acción concreta, que puede dejatse llevat pot
1,04 A.L EI fenórneno fundamental C.3. I-n conciencia ruoral 105

el egoísmo, el desorden y el ma1, equivocatse y fillar). La en el principio del que se parte, tenemos un círculo vicioso'
conciencia moral consistente en la primera actitud somete a Ért. ,i.-pé es fahá, aunque con una excepción: cuando el
cnttca a esta segunda conciencia moral desde el prisma de su principio áel qre se parte es una experierrcia viva, cuando
relación directa con el bien, sopesa y dictamina; y de esta aq"ell-o de lo que se arr nc y aquello que impulsa el proceso
maflera va educándola. subsiguiente forman una unidad.
En este sentido hay que tener en cueflta que la conciencia Y" .o. esto volvemos a nuestro problema: cuando actúo
motal a su vez, como le sucede al hombre todo, se halla en libertad, 1o que yo hago no puedo deducido de algo anterior.
inmersa en el movimiento del devenir. Asume, pues, la crítica Puedo, sí, seña1at motivos que fundamentan o ariman mi ac-
y se va conformando a su dictado. Ahora bien, la conciencia ción; pero nada de eso la hace fotzosa. La acciín en sí nace
moral del primer acto no se erlcuentra fuera del mundo; no de la ibre «iniciativa», de un «principio» que está en mí mismo.
es el bien mismo, sino que est^ aterrta. a 1o que éste le dicte. La conciencia moral tiefle este aspecto de «pdncipio» en cada
Y en la acción de prestar oídos al bien y hacerse Ia attocítúca acto de su conducta: tiene consistencia en sí misma; se somete
consiguiente, puede eqüvocarse, mostrarse ro{pe o resistirse. a sí misma; se gobierna a sí misma' ¿Cómo es
Pot eso, en la fase siguiente, hay que someter a críttca 7a ^ ^utocrítica
¿cómo puede no engañarse? No sólo al someterse
posible?, a
misma autocrítica de la concienita mota7, y preguntarse si actuó
Zútica, sino tamtién al eierceda, la conciencia moral puede
con pvreza, poniendo toda su atención y sin dejarse llevar por
fal7at y está necesitada de fotmación, pues tiene que aprender
intereses bastatdos. Y así sucesivamente.
a sometefse a cÁttcz coffectamente.
Gracias a todo este proceso se logra una progresiva puri-
Volvemos ahora a la cuestión que planteamos una vez:
ficación y fotmación de la conciencia moral: se av^nza para
¿cuál es el lugar ontológico del hombre? La respuesta
fue: el
poder escuchat mejor, llegar a una más clara aceptaciín y a halla en el mundo y, ,l mismo tiempo, fuera de
Éombre se
unos juicios más firmes respecto del bien (o que, a su vez,
é1. Está en el tejido de las cosas y las estructuras, Pero la
hace que se perfeccione la conciencia moral eiecutota). ^
Lo que hemos desctito con rodeos es la tealidad de que vez, tarnbiéq en relación directa con quien está por encima
la conciencia moral tiene de antemano algo con vigencia propia,
del mundo, cori Dios. Es imposible entender al hombre y su
y que este algo es su fundamento; pero esto con vigencia conducta si se 1o concibe reducido al mundo y nada más' Su
propia tiene que imponerse poco a poco en la existencia con- lugar está en el «borde» del mundo. Desde el momento en
qu"e, en el acto de libertad, se enfrenta consigo mismo- refle-
creta del hombte. Lo que en él hay es un inicio, y tiene que
crecer, mejorar, volüendo permanentemeflte a la origlnaria in- xionando y cogiendo el timón, salta a su propia ffascendencia,
terpelación de la libertad por parte del bien. y desde ésta ca1ta 1o que él mismo es.
Aunque conceptualmente no podemos desmenuzado, sabe-
mos a qué nos referimos y que es lo correcto. Y sabemos
algo más: que el bien tenemos la obligación de conocedo, y II
que el no conocedo no es una objeción cofltra él sino contra
fluestra propia debilidad y disposición interior. Potque el co- Vamos a considerat ahota algunos problemas concretos re-
nocimiento del núcleo de la existencia es, en sí mismo, patte Iativos a \a forrnación de la conciencia r.r,oral. Tenemos, en
de \a tarea édca. pdmer lugat, los dos fenómenos de la conciencia moral insen-
En tétminos .lógicos, se trata de un cítculo. Y el círculo iiUte y de la conciencia moral atormentada.
no tiene ni principio ni fin, sino que cada uno de sus pufltos, Lá experiencia nos dice que la conciencia moral no se
según la dirección en que se siga la hnea, es el principio del desarrolla del mismo modo en todas las personas: puede ser
tramo que le sigue y el fin del que lo precede. Cada función más o menos viva e intensa, y responder a las cosas de la
presupone la otra. El círculo, entendido como movimiento, es vida con más o menos precisión y rigor. Surge así la pregunta:
una unidad que se agota en sí misma. Cuando un raciocinio ¿existe un límite a parúr del cual no puede hablarse
o hay
quiere demostrat algo y la supuesta conclusión est^ ya contenida que deiat de hablar de conciencia moral, sea de nacimiento,
106 A.L Elfenónenofundamental C.3. I^a conciencia moral 107

sea.por influio del ambiente, o por la clase de vida que uno moral se extiende a todos los terrenos de Ia vida, sino que
ha llevado? sigue existiendo el sentido de lo que esrá bien y 1o que está
Desde luego, en apanencia, hay determinados ámbitos en mal, por ejemplo, en la relación con la famita ptopia... Una
los que la conciencia moral no habla o ha dejado de hablar. persona puede llevar una üda de malhechor y vivir en un
Nosoros hemos conocido un tipo de políticí seguimos ambiente igualmente depravado, y, en consecuencia, estar su
se¡e6j[¡dsl2- en la que no existe yá h conciencia -y como sensibilidad ética destrozada hasta límites insospechados; pero
respeto a la persona humana, como fidelidad a la palabra dada siempre quedan puntos en los que dicha persona se conmueve,
y al conttato suscrito; un «realismo>> que desconocé todo valor aunque sólo sea que le resulta imposible tritcionar a sus ca-
con vigencia en sí mismo, I sólo sigue reconociendo los efectos maradas o no reservades la parte que les toca efl el botín del
prácticos y útiles. De los célebteJ Doce Años nos queda la delito.
frase de que la conciencia mora) era <<una enfermedaá Eiste, pues, un embotamiento, una degradación o incluso
;odeo-
cnstiana». La política inspirada en esta frase no tenía 'luego, la ausencia total de la conciencia moral en determinados ám-
efectivamente, conciencia moraJ, en cuanto al respeto de los bitos; pero ¿se da eso eri su totalidad? Es evidente que no,
valores mencionados, como sigue sucediendo toáavía en la como no sea que una persona tenga tal deterioto fisico o
política del Este. Sin embargo, lncluso en estos casos quedan psíquico que sea absolutamente incapaz de realtzar actos espi-
ámb-itos
9n l-os que la conóiencia moral habla: la enttega al rituales. Pero, incluso en casos tales, hay maesffos y enfetmeias
ideal.profesado, al que se sacrifica todo lo demás; la exigéncia que cuentan que, con sólo tener ojos, se pueden observar, por
de disciplina, etc. Es decir, que la conciencia se angosta, pero ejemplo en niños idiotas, emociones muy vivas de bondad, de
no llega a desaparecer. tefnufa, etc.
O pensemos también en los trastornos de la conciencia Frente a ello, nos ericontramos con el fenómeno de la
moral que causaron los comportamientos de los gobiernos a conciencia moral hiperdetallista, inquieta, angustiada. El acto
pa_Ítlr de 1.914: c6mo se persistió en la guerra ., l91g ur., ,
de conciencia moral flo está debidamente encajado en el con-
sabiendas de que estaba perdida; cómo ie ignoraron las obli-
junto de la vida de la petsona, sino que aparece aislado, exa-
gaciones derivadas de los empréstitos de goirra; cómo se des-
cuidó la inflación hasta causar daños incaliulables en las bases
gerado: atrae más energías psíquicas y espirituales de las
requeridas. Pierde mesura y sabiduría.
de la econorúa. Pensemos en el trato que se dio, a partir de
1,933, a la lida de innumerables personas, con derecño todas
Esta persona ve obligaciones donde racionalmente no apa-
recen, descubte fallos donde no los hay, y se siente responsable
ellas a sus convicciones y a la verdad cienúfica; en la Segunda
Guerta, cuyos desafueros es imposible medir, llegándose-hasta de cosas con las que no tiene nada que ver. Pensemos en el
el despropósito, mantenido después de perdida, Je querer ani- fenómeno de los escrúpulos, de la ansiedad, que puede llegar
q ,ilar todo.-gl puit, Todo ello ha producido una dégradación a parahzat la facuitad de tomar decisiones.
de Ia sensibilidad ética, cuya profundidad todavía .ro Esta clase de conciencia moral no se mueve ya en el marco
.o.ro..-o. de la übertad. La lTarnada del bien, las advertencias ante el
realmente, y tampoco tenemos claras, ni mucho menos, sus
causas ni se han sacado las debidas conclusiones. También en mal, el deber y la responsabilidad se han convertido en coac-
este caso ciones; las exigencias ya no son de índole espiritual, sino psí-
-el órgano ético se embruteció muy profundamente,
pero no desapareció, quica, y pueden convertirse en enfermedad, en complejos de
pues todos pudimos adrrnar la camara-
-tabaiar inferioridad, depresiones o neurosis. El individuo párece en-
deria, la
-disposición
a aqdar y por encima de las
ptopias fuerzas, y otras manifestaciones dé asténttca energta tonces a merced de una conciencia moral en la que ha desa-
eúca. patecido el elemento libertad. La conciencia moral le impide
En Ia vida científica nosencontramos con individuos y vivir con seguridad, tratar las cosas con naturalidad, y relacio-
de pensar para los que ha deiado de exisrir Ia idea dá narse cofl las demás personas sin compücaciones. Todo cae
formaq
honradez y_que consideran permitida cualquier cosa si reporta enseguida en las redes de la eigencia moral. Lo ético reprime
beneficios. Pero tampoco en estos casos lá falta de conciencia los valores concretos y ocupa todo el consciente, sobre- todo
108 A.I. Elfenínenofundamental

cuafldo lo ético ,. .oo.ib. en clave religiosa: puritanismo, APARTADO SEGUNDO


rigodsmo.
- Bajo esta opresión la üda pierde su contenido real y. hu- I-AS CONDICIONES, PUE TTACtrT¡
mano.'Y es .otirpr.nsible que, Cuando ha existido una ttadición POSIBLE EL FENO]/IEATO ETICO
con esta forma áe sentir y querer, se ptoduzca una inflexión
y' surja una actitud antimoral o libertina.
H.-ot descrito casos límite; entre ellos se da toda una
serie de estadios intermedios. De ahí derivan las opotunas
tareas pedagógicas.

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