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Cada vez son más los problemas con los que se encuentra un profesor para intentar
poner orden en su clase. Indisciplina, insultos e incluso agresiones físicas forman parte
de una realidad que día a día se hace más presente a un número cada vez mayor de
docentes españoles. En este practicograma te proponemos una serie de consejos para
mantener la disciplina en el aula.
4 Las amonestaciones.
Amonestar a un alumno puede convertirse en un auténtico reto para un profesor, ya que
puede suceder que el primero no considere justo el castigo que se le está imponiendo y
‘plante caro’ al docente. En estas situaciones es fundamental evitar el enfrentamiento
directo con el alumno, puede que éste aproveche la ocasión para hacerse el ‘machito’ y
destacar delante de sus compañeros. Si el profesor ve que su autoridad no está siendo
respetada, lo mejor es que acuda a una instancia superior del centro educativo, como por
ejemplo el jefe de estudios o el director. El profesor tiene la potestad de sancionar las
faltas leves y graves de los alumnos, ya sea por medio de una amonestación por escrito
o retirándole, si procediera, un aparato electrónico hasta la finalización de la jornada. Es
importante que aplique estos castigos sin dudar, ya que cualquier ápice de duda será
interpretado por el alumno como una señal de la debilidad del profesor y aprovechado
en su contra. El apoyo de la dirección al profesorado resulta vital en este sentido.
7 Las agresiones.
Se han llegado a dar casos en los que un alumno ha agredido físicamente a un profesor,
llegando en ocasiones a producirse lesiones. Haciendo respetar las normas de clase y la
autoridad del maestro nunca se debería llegar a esta situación. Sin embargo, si se diera
el caso, es de vital importancia que el profesor nunca jamás responda con otra agresión
física hacia el alumno. Por una parte porque se trata de formar a los jóvenes en una
cultura abierta y tolerante que dice no a la violencia, pero por otra porque en la inmensa
mayoría de los casos, el alumno es un menor de edad, y agredir a un menor puede
acarrear serias consecuencias legales. En lugar de ello, la agresión deberá ser puesta en
conocimiento de la dirección del centro y de los padres del alumno que la acomete. Si
considerara necesario, procedería interponer una denuncia ante las autoridades,
incluyendo el parte de lesiones si es que las hubiera.
8 El profesor 'nuevo'.
Cuando un profesor se incorpora a un centro escolar su posición es un poco más
'vulnerable' que la de sus compañeros de profesión. Los alumnos aún no lo conocen y
tiene que hacer valer su autoridad empezando desde cero. Para ayudar a un docente en
esta situación, puede resultar muy útil que sea presentado ante sus nuevos alumnos por
una figura que esté por encima de su propia figura, como por ejemplo el director del
colegio. Ello revertirá al nuevo maestro de una cierta autoridad que lo ayudará de cara a
mantener el orden en su clase.
Ya analizamos las posibles causas de los problemas de conducta, ahora veamos algunas
estrategias para afrontar la disciplina en el aula:
Cuida el tono y tipo de lenguaje. Pareciera que a esto se le da poca importancia, ya que
poco o casi nada se habla de las repercusiones que en las actitudes de los alumnos esto
tiene. Pero distintas investigaciones han dado cuenta de cómo el ánimo, ambiente y
disposición para trabajar, fluctuaban de un polo a otro según el tono o tipo de lenguaje
con el que el docente se dirige a los estudiantes.
Muestra gestos y actitudes agradables con el rostro. El rostro es una manifestación muy
rica del grado de aceptación y del humor; a través del rostro el niño puede captar si es
un buen partícipe y si es bien aceptado.
Crea una buena sintonía. La sintonía se puede expresar y el niño es capaz de captarla a
través de las manifestaciones verbales y no verbales. Se refleja en el movimiento, en la
postura, gestos, tono de voz y la mirada. El profesor debe ser hábil en la demostración
de la sintonía o empatía y también en la correspondencia con el niño. Crear sintonía es
una buena opción para situarse en un aula con niños, es una habilidad, por tanto, que
puede aprenderse y produce efectos beneficiosos tanto en el maestro como en el
alumno.
Ten un buen tacto pedagógico. En éste ámbito es necesario puntualizar la importancia
del tacto pedagógico en las relaciones entre el docente y los estudiantes. En sinnúmero
de ocasiones los profesores se enfrentan a situaciones que demandan un manejo muy
cuidadoso, ya que, si se da un paso en falso o no se le da el cauce adecuado, podría
resultar en algo nocivo para la escuela. Por ello es esencial para el maestro tener tacto
en las interrelaciones con los estudiantes, el tacto implica una gran sensibilidad y una
percepción consciente que se debe procurar; “(…) una persona que tiene tacto posee la
habilidad de saber interpretar los pensamientos, los sentimientos y los deseos interiores
a través de claves indirectas como son los gestos, el comportamiento, la expresión y el
lenguaje corporal” (Zúñiga, I. (2007).
Lee las actitudes. Es necesario que el profesor sepa “leer” ciertas actitudes que los
alumnos muestran, voluntaria o involuntariamente, y que pueden dar referentes del
porqué de su desempeño, De ésta manera podemos atender la situación y regularizarla,
además de hacer sentir al niño que es querido, entendido y apreciado. Por ello, es
esencial reconocer la importancia del papel que juega en este rubro el desarrollo social y
afectivo, y el gran valor de fomentar la autoestima, y la confianza en el niño, puesto que
además de ir fraguándose desde etapas tempranas de la vida, tienen una gran incidencia
en el rendimiento escolar y en el aprendizaje.
Predica con el ejemplo. Los estudiantes advierten lo que hacen y dicen los profesores, a
quienes tienden a imitar. Un primer axioma es, por tanto, predicar con el ejemplo, pues
es fácil que las conductas sean seguidas. Los niños aprenden a expresar su afectividad
observando cómo lo hacen los adultos más cercanos y significativos.