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La Mente Absorbente

del niño

Alumna: Francisca Herrera Velásquez


Curso: Introducción al Método Montessori
El texto expone que una educadora Montessoriana debe ser creativa, poseer
esta habilidad hoy en día no es fácil de desarrollar o demostrar por el sistema
educativo tradicional en el cual estamos expuestos los docentes, pues, en las
escuelas se pide que el docente se rija bajo las normativas establecidas y no se
da por ende la cabida que necesita esta habilidad dentro del aula.

El adulto aun así, debería tener la capacidad de ponerla en marcha frente a todos
los obstáculos que se le pongan, para lograr conocer en lo más profundo a sus
alumnos permitiendo que estos aprendan desde sus necesidades y no imponer lo
que el estado educativo quiere que aprenda.

En la primera y segunda fase de formación de la educadora se nombra el


ambiente y en el cuidado personal del adulto, enfatizando en la armonía y
simpatía, cada vez esto se ve menos en los profesores, al menos en los Chilenos,
ya que muchas veces el estrés y cansancio hacen que tengan una actitud negativa
y monótona, esto debería ser todo lo contrario, deberíamos como docentes
actuar como nuestros propios niños, no perder esa esencia, esto nos ayudaría a
ser más empáticos y que los niños y niñas nos veamos mucho más cercanos a ellos.
Debemos atraer a los niños, divertirlos, convencerlos, tener toda su atención.

El rol del adulto debe ser activo y a la par con sus alumnos, cosa que en la
actualidad no es verídico. El maestro se rige a sentarse en su escritorio y desde
allí dictar contenidos. Si este no es activo, no pareciera que está invitando niño
o niña a realizar acciones, sino que está obligándolo a realizar algo. Debemos
cambiar esta actitud y ser compañeros de nuestros alumnos para así motivarlos
a realizar sus acciones y generar aprendizajes significativos.

Una acción que me parece muy interesante es el interrumpir una actitud dispersa
y disruptiva para los demás que están concentrados es el intervenir esta actitud
con alguna frase e invitarlo a trabajar con el docente. En las escuelas
tradicionales las conductas disruptivas se oprimen con retos y castigos.

En la tercera fase se enfatiza en la no intervención del adulto frente a las


acciones que el niño o niña realiza, muchas veces actuamos por sobre los niños,
subestimando sus capacidades, ya sea en fuerza o razonamientos. Es una
habilidad difícil de adquirir pero que si la ponemos en práctica, será una actitud
mucho más común en nuestra práctica pedagógica. No hagamos las cosas por ellos
niños y niñas, dejemos que ellos actúen y aprendan desde su propia experiencia.
Por estas mismas actitudes antes mencionadas el docente, educadora, adquieren
el amor por el trabajo y son capaces de valorar lo que sus alumnos hagan y llega
incluso a confiar en que ellos son capaces de mucho más de lo que logran con sus
experiencias.

El adulto llega a valorar lo que los niños y niñas aprenden, llega a poder apreciar
la disciplina, el orden y la libertad concibiéndolo como un pilar fundamental en su
desarrollo pedagógico. Se siente espiritualmente regocijado de haber podido
ayudar a la sociedad en la construcción de seres libres y dispuestos a ser
autónomos en su vida futura.

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