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problematización en la enseñanza
El objetivo del presente trabajo es señalar la relación dual que existe entre el diálogo y la acción.
Para ello, profundicé en la problematización y en el planteamiento de problema, debido a que la
relación entre ambos es del mismo tipo. La problematización es un proceso cognoscitivo que aún no
ha sido claramente definido y que consiste en un ir y venir entre la formulación de preguntas y la
búsqueda de respuestas que, esperamos, desembocará en el planteamiento de un problema. Al
tomar el proceso de la problematización como punto de partida para el planteamiento de un
problema, este trabajo tiene un doble propósito: en primer lugar, demostrar que la formulación de
preguntas es un elemento fundamental del aprendizaje y, en segundo lugar, analizar críticamente el
punto de vista según el cual la problematización basada en una situación real puede verse como
una posible forma de enseñar matemáticas que, considerando debidamente las experiencias de
vida, desarrolla los conocimientos matemáticos de los alumnos. Asimismo, incluiré algunas
observaciones sobre las actitudes manifestadas por alumnos que estudiaban matemáticas en sexto
grado conforme al método de la problematización y el planteamiento de problema. La autora se
desempeña como colaboradora en la Facultad de Educación de la Universidad de Sao Paulo, Brasil
(Campo de investigación: Etnomatemáticas).
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orientando sus razonamientos— a fin de que éstos formulen sus propias preguntas y ofrezcan
respuestas idóneas. El mensaje central es que la duda es el mejor estímulo para que el individuo
reflexione con precisión.
En el campo de la pedagogía, en su tiempo, se abogó por la teoría del diálogo. Esta teoría afirma
que el punto de partida de la enseñanza es el diálogo con el alumno. Freire (1986) rechaza todo
método que no se base en el diálogo:
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Conocer mis propios procesos cognoscitivos
Este estudio nació indudablemente de mi deseo de aprehender un proceso de problematización a fin
de encontrar argumentos válidos para abogar por él como medio para adquirir conocimientos. Mi
propio proceso de problematización fue el resultado de mis esfuerzos por encontrar un camino a
través del confuso cúmulo de preguntas y respuestas que surgieron a partir de mi pregunta inicial:
¿cómo puede un profesor introducir y aplicar el método de la problematización en el proceso de
enseñanza y aprendizaje de las matemáticas?
Estos esfuerzos así como el resultado pueden parecer inevitables. Sin embargo, en una cierta etapa
de mi experiencia investigadora, tomé conciencia de mi propia perplejidad y tuve que hacer un
esfuerzo deliberado para indagar en y aprender de ello. Tenía la sensación de saber siempre lo que
estaba diciendo, porque yo misma había formulado las preguntas. No las obtuve de otras fuentes;
tampoco las descubrí en forma casual. Surgieron de mi propia percepción de la relación entre los
distintos factores que debían ser considerados.
También debo señalar que el hecho de reflexionar sobre mis actos a fin de comprender cuándo y
por qué mis procesos de problematización —como también los de mis alumnos— llegaban a un
estado claro o susceptible de ser expresado en palabras, me llevó a comprender lo siguiente: existe
una estrecha relación entre pensar y actuar. Aunque los metafísicos dirían que la acción es posterior
al pensamiento, son simultáneos. El pensamiento y la acción están dialécticamente relacionados y
cada uno sirve al otro de fuente de motivación. En consecuencia, actuamos y adquirimos
conocimientos como resultado de nuestra acción.
Otro aspecto importante que cabe mencionar es la manera dialéctica en que discurrieron mis
pensamientos. Durante la investigación, coexistieron en mi mente muchas ideas contradictorias.
Como ejemplo puedo indicar que, por un lado, a veces me parecía anacrónico recurrir a problemas
ajenos al campo de las matemáticas —planteados por el grupo— como punto de partida para la
enseñanza y el aprendizaje cuando las matemáticas mismas ofrecen las respuestas o fórmulas que
yo ya sabía enseñar de una manera lo suficientemente dinámica e interesante como para despertar
la imaginación de mis alumnos. Por otro lado, en otras ocasiones mis reflexiones me llevaban a
asumir una postura radicalmente opuesta, fiel a las palabras e ideas de Freire (1986), según las
cuales sólo a partir de las preguntas se deben buscar las respuestas (pág. 46). En otras palabras, si
no hay preguntas, no habrá lección. En efecto, si nos atenemos al pensamiento de Freire, podría
decirse que si no hay preguntas, no habrá nada que decir, nada que enseñar, nada que considerar.
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experiencias de vida de los alumnos pronto se convirtió en un aspecto central. Durante mi propio
proceso de transformación, comencé a rechazar los problemas estereotipados —aquellos textos
archiconocidos y aparentemente ingeniosos llamados «ejercicios de problemas»— y así comencé a
buscar preguntas surgidas de la realidad social de los alumnos que sirviesen de punto de partida
para el desarrollo de los conocimientos de matemáticas. De hecho, comencé a restar importancia al
aspecto de la solución de problemas para dar mayor importancia al aspecto del planteamiento de
problemas, acentuando y abordando la problematización como una manera de aproximarse al
problema formulado. Esta postura pedagógica es el resultado de mi experiencia, de mis
observaciones y reflexiones en relación con los siguientes aspectos:
En tercer lugar, debo señalar que el proceso de problematización, especialmente del tipo de
problematización anteriormente descrito, está estrechamente relacionado con mi postura frente a la
enseñanza de las matemáticas. Los elementos esenciales de este proceso son:
• la acción
• el diálogo
• un enfoque de las matemáticas desde fuera
• la aceptación del vínculo entre sociedad y escuela/entre educación y política, y
• la reconceptuación de la noción de prerrequisito para aprender matemáticas.
En cuanto a la acción, opino que la función del profesor es motivar al alumno a actuar en dirección
hacia nuevas situaciones dentro de su propia realidad a fin de investigarlas, analizarlas y, en lo
posible, modificarlas. Para mí, la acción también implica el manejo de los objetos por el mismo
alumno y sus propias asociaciones mentales. De hecho, la acción es la dinámica de los conflictos
intelectuales que experimenta el alumno cuando tiene la posibilidad de encauzar libremente sus
reflexiones sobre un problema matemático.
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Para mí, el diálogo significa que el profesor escucha pacientemente los diferentes puntos de vista y
descubre, entre las diferentes opiniones, suficientes similitudes como para lograr una comunicación
orientada hacia el objetivo común del grupo. En consecuencia, cuando digo acción y diálogo, me
refiero por lo menos a dos aspectos: primero, a la acción autónoma e independiente en el ámbito
social o en relación con asuntos materiales y segundo, a la acción y la reflexión conjuntas, en
cooperación con los demás y como resultado de un esfuerzo grupal (desde el punto de vista de un
grupo). La comunicación y la cooperación son factores esenciales de un proceso intelectual de este
tipo.
Según D’Ambrósio, un enfoque de las matemáticas desde fuera significa: a) que las matemáticas,
como campo de investigación, interactúan con otros campos de estudio; es decir, las matemáticas al
servicio del mundo, y b) que en el proceso de aprendizaje y enseñanza, el profesor debe considerar
el contexto sociocultural del alumno; el alumno estudia su situación y su realidad social empleando
las matemáticas como instrumento para comprender, interpretar y, eventualmente, modificar esa
realidad. En consecuencia y a diferencia de un enfoque desde dentro —según el cual las
matemáticas son una forma de explicación clásica que se compone de una serie de afirmaciones
vinculadas a conectivos lógicos enraizados en las matemáticas mismas— un enfoque desde fuera
entrega modelos matemáticos y estructuras conceptuales que se desarrollan a partir de fenómenos
ajenos al sistema de símbolos matemáticos. En términos generales, podría decirse que según el
enfoque desde fuera, los aspectos socioculturales son los factores fundamentales de la acción
pedagógica.
En cuanto a la estrecha relación entre escuela y sociedad, resulta esencial que los profesores
reconozcan que la educación es un proceso social. Por ende, la enseñanza de matemáticas debe
cimentarse en el reconocimiento de que ella es un proceso social. Fomentar el vínculo entre escuela
y sociedad significa por los menos dos cosas: primero, que los problemas de la comunidad escolar
en su totalidad deben ser analizados como un problema institucional y pedagógico y, segundo, que
todos los esfuerzos tendientes a enseñar nociones y técnicas matemáticas deben estar vinculados a
su aplicación en la vida cotidiana. De hecho, la pedagogía que he desarrollado y que consiste en
plantear problemas, similar a las pedagogías de Freire y D’Ambrósio, reflejan la visión de Dewey en
cuanto a la necesidad de que profesores y alumnos conozcan y consideren debidamente la vida de
la comunidad local.
Finalmente, una reconceptuación de la noción de prerrequisitos para el aprendizaje de matemáticas
significa que el proceso de problematización exige, por su naturaleza particular, una determinada
visión de lo que se considera prerrequisito para adquirir nuevos conocimientos, especialmente entre
el primer y el octavo grado. Esta nueva conceptuación se opone a aquella de la enseñanza
convencional de las matemáticas, la cual postula básicamente que el aprendizaje de las
matemáticas adopta una forma lógica en que para la adquisición de nuevos conocimientos se
precisa una base de conocimientos previos. Desde el punto de vista de la problematización, el
prerrequisito para el aprendizaje de las matemáticas consiste en lo que los estudiantes saben sobre
las materias que se abordarán y en las experiencias previas con estas materias en el área de las
matemáticas. En resumen, de acuerdo con esta nueva visión, un prerrequisito sería más bien lo que
el alumno sabe sobre el nuevo concepto matemático en vez de aquello que los matemáticos
esperan que el alumno sepa. Por ejemplo, si un grupo de cuarto grado es confrontado con un
problema de matemáticas que requiere conocimientos sobre el concepto de «área» y los alumnos
jamás lo han estudiado en forma sistemática, ¿cómo aborda el profesor la situación? Según esta
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visión, el profesor ciertamente no impediría la búsqueda de una solución al problema ni intentaría
interrumpir este proceso de búsqueda para explicar lo que es un área, paso a paso, sobre la base
de un modelo matemático (por ejemplo, definiendo el cuadrado, indicando los procedimientos para
sumar cuadrados, multiplicar, etc.). Por el contrario, el profesor debería indagar cuáles son los
conocimientos respectivos de los alumnos y, en lo posible, lograr que ellos desarrollen una idea más
intuitiva o concreta de área (por ejemplo, invitando a los alumnos a cubrir el área que se desea
calcular con hojas de periódico a fin de determinar que el área comprende, digamos, 25 hojas).
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determinado. Luego, puede presentar y analizar otros problemas —eventualmente surgidos
en otro contexto— que usen el mismo instrumento matemático. Esta estrategia la
denomino estrategia de analogía (EA).
El presente estudio se realizó durante el primer semestre de matemáticas de un curso de sexto
grado en una escuela pública de Sao Paulo. El curso contaba con 36 alumnos y se le consideraba
como el curso de sexto grado de menor rendimiento escolar, con un rendimiento muy bajo en
matemáticas y en otras asignaturas. La edad promedio de los alumnos era 14 años. Se esperaba
que trabajaran en grupos de cuatro o cinco alumnos durante el período de clases de matemáticas, y
la composición de los grupos fue espontánea.
Se reunió información sobre la base de la observación y el análisis de documentos. Los datos
presentados en este artículo se obtuvieron del análisis de los diálogos registrados —tanto entre los
alumnos como entre ellos y el profesor— que podían conducir a un problema matemático. El método
empleado para analizar los resultados comprendía un proceso que puede resumirse como síntesis
de reflexión y acción. En efecto, se trata de una estrategia de intervención que exige al investigador
no sólo reunir información, sino también ser el agente en la situación de enseñanza a fin de
modificarla progresivamente.
Los siguientes párrafos comprenden parte de dos diálogos; cada diálogo resultó del empleo de uno
de los dos primeros tipos de estrategias antes señalados.
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Mi experiencia como profesora me ha demostrado que los alumnos de este nivel tienen dificultad
para interpretar una relación matemática del tipo «¿cuántos x hay en y?». La mayoría de ellos
resolvió el problema mediante la siguiente multiplicación: «2 X 4, 3 X 4, 5 X 4; hay 5, con un resto de
1 1/2». Yo sabía que una interpretación así requeriría un razonamiento matemático elaborado para
representarla mediante una operación de división, tal como pude observar en los alumnos.
Cuadro de las actitudes de los alumnos:
La problematización en que participaron estos alumnos era un proceso muy activo y fácil de seguir
para el profesor. Los alumnos mostraron gran entusiasmo. Sólo un grupo mostró falta de interés por
parte de la mayoría de sus miembros.
Conclusiones
Queda claramente demostrado que el interés de los alumnos es mayor cuando la problematización y
el planteamiento de problema basados en los hechos de su realidad social se convierten en el
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meollo de la enseñanza en una clase de matemáticas. Suelen referirse a las clases de matemáticas
como algo muy entretenido. En vista de los efectos observados —y demostrados en mi
investigación— de la problematización en las actitudes de los alumnos respecto del aprendizaje de
matemáticas, pude identificar —entre otras— las siguientes cuatro ventajas particulares que ofrece
el empleo de este enfoque:
Finalmente, este grupo de sexto grado estudió muchos conceptos matemáticos a través de un
escenario interactivo guiado por la problematización (durante el período antes señalado), incluidas
—entre otras— la multiplicación, la división, la composición de operadores multiplicadores, la
propiedad distributiva y el término medio.
Como desventajas del proceso de problematización surgido de la realidad social, podrían señalarse
diferentes tipos de presiones:
• Pueden surgir presiones por parte de profesores que sostienen una visión de las
matemáticas desde dentro (desde dentro versus desde fuera, como ya se explicó a grandes
rasgos), quienes sólo trabajan con preguntas originadas desde las matemáticas.
• Pueden surgir presiones por las dificultades de algunos profesores para debatir sus puntos
de vista con otros; en otras palabras, por la falta de experiencia en el intercambio de ideas.
• La forma tradicional de estructurar el tiempo en horarios escolares no siempre permite
desarrollar adecuadamente el extenso y largo proceso de problematización.
Finalmente, cabe considerar la resistencia potencial —tanto de los padres como de los alumnos—
frente a cualquier enfoque innovador que desafíe las nociones tradicionales del aprendizaje de
matemáticas.
Bibliografía
D’Ambrósio, U., Da realidade à acao. Editora Summus, Sao Paulo, 1986.
D’Ambrósio, U., Etnomatemática. Editora Ática, Sao Paulo, 1990.
Dewey, J., How we think. Macmillan, Nueva York, 1916.
Freire, P., Pedagogy of the oppressed. Sheed and Ward, Londres, 1972.
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Freire, P. y Faundez, A., Por uma pedagogia da pergunta. Ed. Paz e Terra, Río de Janeiro, 1986.
Freire, P. y Shor, I., Medo e Ousadia. Ed. Paz e Terra, Río de Janeiro, 1987.
Lerman, S., Investigation: Where to Now? En: Paul Ernest (ed.) Mathematics teaching: The state of
the art (cap. 6), Falmer Press, Basingstoke, 1989.
Skovsmose, O., Towards a philosophy of critical mathematics education. Dordrecht, Kluwer, 1994.
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