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Este público puede tener un componente pasivo, en espera de lo que pase. Entonces hablaremos del
espectador, el que espera el espectáculo. En el caso de las artes escénicas o musicales nos referiremos al
oyente. Finalmente el público que tiene un componente activo, participando en el espectáculo será el
participante.
Los pueblos primitivos participan activamente en lo que podríamos denominar performances artísticas.
Sus bailes acompañados por la percusión adquieren unas características mágicas, que integran a toda la
comunidad. Los que crean y disfrutan del espectáculo son sus participantes. Esta música sencilla,
primitiva, estaba al alcance de todos, por lo cual todos podían participar.
Cuando la acción cultural se hace más compleja, el público se retrae, no puede participar, convirtiéndose
en mero espectador.
El espectador receptor, aquella persona que escucha con atención, siente o vibra con la creación de la
obra musical y el espectador forzoso, aquel que no le interesa la música y asiste a los conciertos por
motivos de alterne social, convivencia mundana, o también cuando determinadas circunstancias le
obligan a ello.
El que hemos denominado como espectador receptor, puede dividirse en varios subgrupos. En primer
lugar, el aficionado a la música al que llamaremos clásico. Se trata de los espectadores a quienes les gusta
la música que conocen, aquella que se considera como de repertorio, las grandes obras artísticas
universales. Un repertorio limitado y repetitivo. No aceptan la música contemporánea, por su novedad,
ni la música desconocida, por su miedo a probar algo distinto que no les satisfaga. No desean realizar
ningún esfuerzo en comprender algo nuevo. Su deleite mayor es reconocer aquellas melodías o ritmos
que solo se siente atraído por las grandes figuras de la música y sus intérpretes, que reverencian como
ídolos.
Un tercer grupo de público seria el llamado profesional. Está compuesto por los compositores, intérpretes,
críticos y estudiosos de formación académica. Este grupo todavía más restringido, analiza la música a
partir de sus conocimientos, estudiando las partituras. Su visión se vuelve más técnica y sus conclusiones
muchas veces no son aplicables a los aficionados, que solo aprecian la música por lo que están
escuchando.
Conocidos los diversos tipos de público podemos plantearnos para que tipo debe el artista componer sus
obras.