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CASO A: LA PANDEMIA DE LA COVID-19: EL DILEMA ÉTICO DE LAS

VACUNAS

Enunciado

El 11 de febrero del año 2020 la Organización Mundial de la Salud encendió las alarmas
sobre la propagación de un virus denominado COVID-19, proveniente de la ciudad de
Wuhan, en China, que desde el mes de diciembre del año 2019 venía alarmando al Centro
Chino para el Control y Prevención de Enfermedades debido a la elevada incidencia de
muertes por pulmonía. El virus, finalmente, fue identificado como SARS-CoV-2, un virus
de procedencia animal presuntamente transmitido por los murciélagos o algún animal de
consumo en la dieta alimenticia local. Para el 12 de enero de 2020 se habían reportado 41
casos en China, y para el 19 del mismo mes, dos casos en Tailandia y uno en Japón.

Debido a la acelerada expansión y al nivel de mortalidad de la enfermedad, que oscilaba


entre un 4 % y 5 %, el 30 de enero la Organización Mundial de la Salud declaró la
emergencia sanitaria de preocupación internacional, en virtud del desconocimiento del
alcance y la expansión del virus. Para el 11 de marzo del mismo año, el virus se encontraba
en 100 países, por lo que la OMS declaró la enfermedad como pandemia, considerando que
ya rondaban los 500 000 enfermos en todo el mundo.[1]

Para el 14 de octubre de 2021, ya en descenso de las cifras, se registraban 240 098 171
contagios a escala mundial, 4 892 373 fallecidos y 217 408 944 recuperados. América
aparecía como la región más afectada en número de muertes con 2 254 048, seguida por
Europa con 1 373 924, el sudeste de Asia con 683 842, el Mediterráneo oriental con 295
544, el Pacífico oeste con 123 075 y África con 148 789. Por su parte, los 11 países con
mayores muertes a causa de la COVID-19 hasta la fecha eran Estados Unidos con 715 179,
Brasil con 601 574, India con 451 814, México con 282 193, la Federación Rusa con 221
313, Perú con 199 746, Indonesia con 142 848, Reino Unido con 138 237, Irán con 123
498, Francia con 114 870 y Colombia con 126 726.[2]

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Los impactos en la salud pública de los primeros seis meses
El crecimiento exponencial de los casos que se dio en los primeros meses de la propagación
hizo que 124 países, en los cinco continentes, confinaran a su población en sus respectivas
casas. Los sistemas de salud de Italia, España, Reino Unido, Alemania, Estados Unidos,
Brasil, México, y en general, en todos los países afectados colapsaron por la falta de
unidades de cuidados intensivos (UCI), personal médico, insumos de oxígeno, vestuario de
protección, etc.

Las imágenes de muertos en las calles de Guayaquil, Ecuador, estremecieron al mundo,


sobre todo por el desconocimiento, hasta entonces, de las diversas causas de muerte
asociadas a la enfermedad. Además de la pulmonía aguda desconocida, aparecía la muerte
súbita sin explicaciones científicas. En principio se creía que era una enfermedad que
principalmente atacaba a los adultos mayores, pero posteriormente se evidenció la
incidencia en los adultos en general y, en menor medida, en adolescentes y niños.

Los síntomas de la enfermedad fueron paulatinamente determinados. En un principio se


creía que iniciaba con un fuerte dolor de garganta, fiebre, diarrea, vómito, dolor de cabeza y
pérdida del olfato. Se creía entonces que se podía diferenciar de la influenza, la gripe
estacionaria o el resfriado porque la COVID-19 no generaba fluidos mocosos, cuestión que
con el tiempo fue desmentida. Los tratamientos médicos para la enfermedad fueron muy
diversos, ya que no había un solo enfoque sobre cómo atacar el problema. Incluso se supo
de algunas prácticas informales, como las aplicadas en Colombia, donde se utilizó la
Ivermectina (un desparasitante para animales), otras en Ecuador, donde se empleó el
dióxido de cloro o clorito de sodio por vía oral o parenteral (intravenosa, intraarterial,
intramuscular y subcutánea), o las de Brasil, con el cuestionado “kit COVID” en el que se
incluía hidroxicloroquina e Ivermectina, todo producto del desconocimiento médico
científico del momento.

El problema de la COVID-19 no se limitó a los millones de muertes que dejaba a su paso,


sino a las secuelas en las personas recuperadas. Los informes científicos publicados en los
principales journals del mundo daban cuenta de la probabilidad de muerte por causa de
coágulos que ocasionaban embolias pulmonares, accidentes cerebrovasculares isquémicos,
ataques cardíacos o trombosis venosas en las piernas. Múltiples estudios también
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determinaron consecuencias psicológicas en las personas recuperadas: falta de
concentración, depresión, ansiedad, entre otras afecciones. Otras investigaciones
encontraron coincidencias de la posCOVID-19 en la prolongación de dolores de cabeza,
articulaciones y en el cuerpo en general.

Los sistemas funerarios de entierro y cremación también colapsaron. Las familias debieron
contentarse con el recuerdo de sus seres queridos, porque no les fue permitido
acompañarlos en el deceso. La pandemia había dejado al descubierto la fragilidad humana y
de los sistemas de salud, con las grandes diferencias de acceso a hospitales y clínicas por
parte de las poblaciones menos favorecidas en todo el mundo.

El confinamiento
El confinamiento obligatorio de las personas en sus casas, en gran parte de los países del
mundo, fue adoptado como una medida extrema para detener la propagación del virus
COVID-19. Países como Estados Unidos, Reino Unido, Brasil y México fueron más
moderados en su obligatoriedad y recurrieron a la convicción voluntaria de la ciudadanía
para quedarse en casa. Esta medida se inspiró en la libertad que ampara sus constituciones.
Sin embargo, estos países registraron los indicadores más altos de contagios y de
consecuentes muertes.

Podría afirmarse que el confinamiento global vivido durante el primer año de la pandemia
no tiene precedentes en la humanidad. Las pandemias de la peste negra, entre 1347 y 1353,
o la gripe española, entre 1918 y 1920,[3] se suscribieron a Europa y Asia. Asimismo, las
enfermedades que agobiaron a los pueblos precolombinos, africanos o australianos se
mantuvieron limitados por los accidentes geográficos y el desconocimiento de unos y de
otros antes del siglo xv. Por primera vez, el mundo se confinaba a causa de un enemigo
común que no podía ver, pero sí sentir. Ya no era la guerra de unos contra otros, era de
todos contra un virus imperceptible a simple vista.

El encierro se produjo porque el medio de propagación del virus es el aire, en el cual las
microgotas de saliva (flügge) producidas por la tos, al hablar o estornudar, entran a los
demás cuerpos a través de las fosas nasales, ojos y boca.

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En la mayoría de los países el confinamiento estuvo acompañado de medidas como toques
de queda parciales; declaraciones de estados de emergencia; cierres de fronteras;
restricciones vehiculares; distanciamiento físico entre personas; cierres de escuelas,
colegios, universidades y todo tipo de actividad educativa presencial; cierre de centros
comerciales, plazas de mercado y empresas no vitales para la supervivencia básica de la
sociedad.

Los impactos socioeconómicos en la población


La economía mundial y de cada país durante el 2020 experimentó una deceleración masiva
en casi todos sus sectores, producto de la caída vertiginosa de la demanda. Sin embargo,
como consecuencia de la transformación digital que debió adoptar la sociedad en general,
se estimuló el consumo de alimentos, medicinas, comidas rápidas, computadores,
plataformas de teleconferencias sincrónicas, entre otros bienes y servicios.

Los primeros coletazos de la crisis económica fueron el cierre de empresas mediante


declaraciones de banca rota, despidos masivos, disminución de salarios y jornadas de
trabajo, amparados en las leyes de emergencia que se crearon por los gobiernos respectivos
para mitigar el impacto socioeconómico de la pandemia.

En este sentido, ha sido cuestionado por los medios de comunicación y un sin número de
demandas de los trabajadores la interpretación que múltiples empresas dieron a estas
medidas y la utilización a su favor de dichas normas. Aún no hay explicaciones claras sobre
la declaración de banca rota por la que optaron algunas firmas que posteriormente
reabrieron sus instalaciones con el mismo modelo de negocio y con una nueva marca
comercial.

Según el Banco Mundial, para el año 2020 la economía internacional experimentó una
recesión del 5,2 %, en la que los países más desarrollados alcanzaron hasta un 7 %. Como
consecuencia, millones de personas fueron empujadas hacia estados de pobreza extrema.[4]

La llegada de las vacunas y su aplicación


Los laboratorios farmacéuticos de países como China, Rusia, Estados Unidos, Reino Unido,
India, Bélgica y Cuba iniciaron una carrera sin precedentes para desarrollar la vacuna

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contra la enfermedad. En diciembre de 2020 se estaba experimentando en el mundo con
más de 200 vacunas. Para la misma fecha ya se habían aprobado, por la Organización
Mundial de la Salud, las vacunas de los laboratorios Pfizer (EE. UU.) y AstraZeneca
(Universidad de Oxford – Reino Unido), y en los primeros meses del año 2021, Serum
Institute of India Pvt. Ltd., (India), Janssen (Bélgica, filial de Johnson & Johnson),
Moderna (EE. UU.), Sinopharm (China) y Sinovac (China).[5]

Para septiembre del 2021, Uruguay lideraba en América el proceso de vacunación de su


población con un total 74,4 % de habitantes con el esquema compuesto de dos dosis,
seguido por Chile con 71,4 %, Canadá con 71,4 %, Aruba con 70,4 %, Estados Unidos con
56,8 %, Bermuda con 59,9 %, Ecuador con 55,7 %, Argentina con 51,7 %, Costa Rica con
44,6 %, Brasil con 42,8 %, México con 36,1 %, Belize con 35,7 %, Perú con 36,9 %,
Colombia con 34,8 %, Bolivia con 29,3 %, Paraguay con 27,7 %, y Venezuela con 21,6%.
[6] Para el 15 de octubre del mismo año se habían aplicado 6 495 672 032 de dosis en todo
el mundo. Sin embargo, y producto de la cuestionada estrategia de distribución de las
vacunas entre todos los países por parte de las farmacéuticas productoras de las vacunas,
UNICEF, en conjunto con la Organización Mundial de la Salud, GAVI y el CEPI diseñaron
el mecanismo COVAX, conocido como “una iniciativa de colaboración mundial cuyo fin
es garantizar el acceso justo y equitativo a las vacunas contra la COVID-19”.[7]

Se pide
Con base en la resistencia voluntaria a la no vacunación de las personas en los diferentes
países del mundo, y desde una visión ética, se solicita analizar y explicar cada uno de los
siguientes argumentos:

Es un derecho de la libertad humana porque…

La elección parte desde la voluntad de cada individuo, coartar sus derechos para garantizar
los de otros aún pese a las circunstancias es contradecir tales apartados. No obstante, desde
un punto de vista ético Cancino (2015) menciona que el derecho a la libertad humana
radica en la expresión constante de ideas que supongan un impacto directo en el bienestar
de las sociedades, aplicando tal contexto al entorno de la vacunación es viable reconocer

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que este procesos significaba un derecho a la libertad humana pues establecían las garantías
necesarias que deriven en el binestar y salud de toda una ciudad.

Igualmente, se fundamenta que la libre elección de vacunarse fomentaba un acto de no


repercusión ante los prejuicios que pudiesen atentar contra las libertades de cada individuo
debido a que todos tiene la facultad de escogencia ante estas situaciones aún pese a la
problemática que esto acarrea. En consecuencia, si se diversifican las oportunidades para
que cada estrato de la sociedad sienta plena libertad de elección ante el contexto que
implica la vacunación, se estaría hablando de un derecho a la libertad humana sobre su
criterio y respectiva salud física y emocional.

Es un atentado contra el bien común porque…

Resulta cuestionable el hecho de que muchas personas impogan sus criterios ante la base
del conocimiento científico e investigativo para alegar insistencia ante los procesos de
vacunación. No obstante, el bien común de acuerdo a Roca (2017) es la armonía,
estabilidad o equilibrio físico y mental de los individuos en una sociedad, este argumento
sostiene que la imposibilidad de vacunarse de algunas personas radica en una postura
disidente frente a los actos o el contexto situacional de la época que por diversos factores
alteran las decisiones de las personas de manera general.

Es un acto de egoísmo porque…

Por otra parte, las posturas radicales frente a la vacunación pueden presentar síntomas de
egoísmo por el alto grado de individualismo que se percibe en torno a los grupos
antivacunas, quienes alegan un conocimiento superior ante aquellos que sí han decidido
vacunarse; el hecho de gestionar actitudes o conocimientos que influyan de manera directa
en una sociedad formaliza un carácter antagónico sobre el pensamiento general, es decir,
aquellos que deciden vacunarse son vistos por estos grupos disidentes como rebaños que
hacen todo lo que se les ordena y su juicio moral es “nulo”.

Así, Lázaro & Martínez (2016) manifiesta que el egoísmo y la invalidación del
comportamiento ajeno son males que necesitan ser mermados en torno a la democratización
del fundamentalismo práctico en torno a la utilidad, riesgos, ventajas y desventajas de la

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aplicación de las vacunas; la caracterización del ego ante las adversidades forma parte del
ser humano, el individualismo y la consecución de ideales o corrientes de pensamiento
disidentes crea en las personas un consenso de anulación ante lo común y las respuestas
ante esto siempre suelen ser el “yo primero”, “yo pienso mejor”, etc.

Su obligatoriedad es un abuso de poder o una medida de salud pública porque…

El abuso de poder para Trujillo (2015) radica en la gestión táctica e implicita de imponer
algo sobre el orden natural de las sociedades. Tomando en cuenta tal contexto, se puede
intuir que la obligatoriedad de las vacunas supone un hecho de imponer un criterio sobre la
opinión pública, sin embargo, cuando este no altera o modifica la naturalidad de la sociedad
en términos de armonía, buen vivir, convivencia, no tiene porque ser tomado como un
indicativo de abuso de poder, sino como una recomendación o sugerencia a modo de
responsabilidad social y colectiva.

La no incidencia del Estado podría ser una estrategia política porque…

La no incidencia del Estado puede ser considerado una estrategia política a modo de
convenir la situación, es decir, que la gente por sus propias facultades o convicciones
acceda al proceso de vacunación, esto como un modo de ilustrar las ventajas de apoyo ante
las garantías públicas de bienestar.

No obstante, no puede ser tomada como una estrategía política debido a que se faculta y
otorga la libertad de escongencia de la ciudadanía, decidiendo si acuden a vacunarse o no,
siendo una manera práctica de fomentar los buenos valores y la responsabilidad compartida
entre familias y sociedad, quienes decidirán por sus propios medios la convenciencia de
acceder ante el proceso o no, además de asumir las posibles consecuencias que esto
ocasionaría.

¿Cuál debería ser la actitud de los profesionales de la comunicación frente a esta


situación: imparcial o neutral?

La actitud de los medios de comunicación debe ser neutral e imparcial, esto hablaría mucho
de su código de ética y la manera en cómo trabajan para corresponder con eficiencia ante la

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problemática en cuestión. La parcialidad frente a los problemas sociales ocasiona la
generación de confianza en la sociedad, el aumento de la reputación y la calidad en la
comunicación manifiesta competencias éticas que se alinean con el pensamiento
democrático de los colectivos y sociedades quienes ven con buenos ojos la neutralidad y el
pensamiento crítico de los medios de comunicación quienes abogan por la inducción de
mejores vías hacia el conocimiento público sobre el contexto o problema actual.

¿Cuál debería ser la decisión de la OMS, Naciones Unidas y las farmacéuticas frente a
la distribución equitativa de las vacunas a los diferentes países del mundo?

Como último punto, las decisiones que tomen organizaciones como la OMS, las Naciones
Unidas y la industria farmaceútica debe ir alineada hacia el bienestar de la sociedad, no
centrarse únicamente en la captación de ingresos por medio de la comercialización de
fármacos o vacunas contra el virus, sino de enfocarse en lo que verdadermente importa que
son las personas; la ética supone que las personas actúen de manera armoniosa en beneficio
colectivo, no solo para sí mismos como se ha visto en innumerables casos de corrupción en
el país o a nivel internacional.

En consecuencia, la caracterízación de un juicio de moral apropiado se centra directamente


en garantizar el acceso al bien común para las sociedades, no centrarse en individualismos
vacíos y direccionar los esfuerzos necesarios que giren en torno a la implementación de
políticas o directrices que fomenten un espíritu colectivo, existiendo por supuesto el bien
común y un enfoque pleno hacia el accionar humano en correspondencia hacia las
libertades de cada persona.

Bibliografía
Cancino, C. A. (2015). Antecedentes y resultados de emprendimientos dinámicos en Chile:
cinco casos de éxito. INNOVAR. Revista de Ciencias Administrativas y Sociales, 19
- 32.
Roca, E. (27 de Diciembre de 2017). ACDE. Obtenido de Cómo mejorar tus habilidades
sociales : http://www.cop.es/colegiados/pv00520/pdf/Habilidades%20sociales-Dale
%20una%20mirada.pdf
Lázaro, P., & Martinez, M. (2016). La inteligencia intrapersonal en el aula de ELE:
propuestas didácticas. Enseñanzaas, 172 - 181.

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Trujillo, M. (2015). Orígenes, evolución y modelos de inteligencia emocional. INNOVAR,
34 - 50.

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