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Palabra de Dios.
El destino le tendió a Sigfrido una trampa lo engañaron y bebió la pócima mágica del
olvido, con sinsabores amargos de hiel exiguo su amada Brunilda lo esperó durante
días aletargada en su inmensa agonía.
El caballero galopó por los senderos llegó a la gruta del oro y de los sueños, mató al
dragón guardián celoso eterno y se bañó en su sangre glorioso para protegerse del
infierno.
Mas Brunilda lo esperaba con anhelo y él en brazos de otra encontró consuelo, con el
tesoro que le robó a los nibelungos le llegó la maldición a su destino sin rumbo.
Él se casó con una hermosa princesa y en el banquete su memoria regresa, corre
Sigfrido a buscar a su amada pero la muerte lo espera lo engalana.
La historia comienza cuando un oráculo le advierte a Layo, rey de Tebas, que sería
asesinado por su propio hijo. El rey, al escuchar el oscuro futuro que le esperaba, optó por
tomar la decisión de darle un giro a su destino. Sin importarle que en su hijo recién nacido
corriera por sus venas la misma sangre que él, decidió atarlo por los pies y entregárselo a un
pastor para que lo abandonara en una montaña solitaria que quedaba a la salida del
pueblo. El pastor tomó al niño y se lo llevó, pero no hizo lo que el rey Layo le había
ordenado, sino que se lo entregó a Pólibo, el rey de Corinto. Este adoptó al recién nacido
como su propio hijo y lo llamó Edipo.
Cuando Edipo creció, escuchó la profecía de que mataría a su padre, y para evitarlo decidió
huir de Corinto. En el camino se encontró al rey Layo, a quien terminó matando al creer
que él y sus acompañantes eran una banda de ladrones. Así, sin saberlo, se cumplió la
profecía.
Edipo sigue su camino a Tebas y se encuentra con la esfinge, que deambulaba por los
caminos matando y devorando a los pobres viajeros que no sabían cómo responder al
enigma que les planteaba. Edipo lo resuelve, acertando el enigma, y mata a la esfinge. Toda
la ciudad de Tebas celebró la victoria de Edipo ante la esfinge, y lo recompensaron
haciéndolo su rey. Le ofrecen como esposa a la reina Yocasta, viuda del difunto rey Layo.
Durante muchos años la pareja de reyes vivió feliz, tuvieron cuatro hijos sin saber que eran
en realidad madre e hijo. Un día apareció un adivino, que le dijo a Edipo que él era el
asesino del rey Layo y que por tal hecho debía ser castigado. Edipo, al escuchar al adivino,
comenzó a dudar de su procedencia, y decidió saber más sobre sus padres.
Entonces descubrió que su verdadero padre era el rey Layo, y que al final la profecía si se
había cumplido.
Su esposa Yocasta se enteró de la verdad, descubrió que Edipo era aquel hijo que se
suponía había muerto, y se suicidó ahorcándose. Al enterarse Edipo, tomó dos broches de
oro que llevaba Yocasta prendidos en su vestido y se los clavó en los ojos hasta quedarse
ciego. Después abandonó el trono y huyó de la ciudad, antes de que se enteraran de que él
era el culpable, ya que el asesino del rey sería repudiado por todos.