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Universidad de Buenos Aires

Facultad de Filosofía y Letras


Literatura Argentina I – Cátedra “A”

Apellido: Tomasini Nombre: Catalina

Profesora Sandra Gasparini DNI: 44593776

Escapar del mundo: viaje, naturaleza y placer en “Días


de Ocio en la Patagonia” y “A través de la Patagonia”

Introducción

El viaje, la naturaleza y el placer son temas que conviven el uno con el otro en muchos
relatos de viaje, pero, en este caso, se ha elegido “Días de Ocio en la Patagonia” de
William H. Hudson, y “A través de la Patagonia” de Florence Dixie como corpus
literario para demostrar como el territorio argentino es capaz de proveer de estos a los
codiciosos viajeros que exploran nuestros suelos.

Sin embargo, la hipótesis que se ha decidido plantear en esta monografía parte de


preguntarse el porqué de la elección de un territorio como el de la Patagonia para
escaparse del mundo moderno. En el desarrollo de este trabajo, se buscará demostrar
esto a partir de los recursos de la literatura viajera y, sobre todo, a partir de un concepto
que supo interpelar las sociedades modernas de fines del Siglo XIX: el Spleen.

Mencionado anteriormente, William Henry Hudson fue un autor en lengua inglesa que
nació y se crió en Argentina. Elige radicarse en Londres a sus treinta y tres años, y vive
allí hasta su muerte, en 1922. Si bien se consideraba a sí mismo un autor inglés, sus
condiciones de crianza en el entorno rural y la temática criolla en muchas de sus obras,
lo hacen un autor respetado por los argentinos de principios de Siglo XX (entre ellos J.
L. Borges) debido a las primeras traducciones de sus trabajos, que se publicaron
póstumamente.

Por su parte, Florence Dixie fue una escritora y corresponsal de guerra escocesa, criada
en el seno de una familia aristocrática. Su bibliografía varía desde los relatos de viaje,
pasando por las novelas infantiles, hasta las utopías feministas.

Desarrollo

Como se ha anticipado con anterioridad, la Patagonia fue el territorio elegido por los
viajeros del mundo para escapar del mundo moderno, pero ¿cómo era este mundo
moderno? Se puede decir, que las ciudades modernas capitalistas son la realidad a la
que se tuvieron que enfrentar las consciencias del Siglo. Los estímulos aumentaron
abismalmente: la luz eléctrica, el tráfico, el movimiento de masas constante que se
mueven y pasan de un lado al otro, la aglomeración de personas que inundan el
transporte público. Estos shocks constantes en el habitante de la ciudad hacen que se
viva en el automatismo, siendo la mecanización utilizada como método para soportar
todos estos señuelos.

De allí, surge la idea del spleen para Baudelaire: el poeta, que vivía y basó toda su obra
en la capital del Siglo XIX, Paris, experimentó en primera mano todos estos nuevos
cambios que ofrecía la modernidad y el capitalismo. Paris es la tendencia que buscarían
seguir todas las otras capitales del mundo, y el spleen, por su parte, es el capitalismo
moderno en sí: las condiciones sociales y económicas que generan la melancolía, la
sensación de vacío y oscuridad, el tedio aplastante y abrumador, el disgusto
generalizado, la rutina pesada y repetitiva con la que los personajes de la época se
levantaban cada mañana para cumplir sus responsabilidades.

Nuestros viajeros en cuestión están buscando escapar de este hastío indomable en uno
de los, hasta ese momento, lugares más recónditos de la tierra.

En 1871, W. H. Hudson se embarca hacía la Patagonia desde la capital del país con un
motivo en concreto: apasionado por la ornitología, el escritor viaja hacía Río Negro para
conocer nuevas especies de aves que le permitirían crear, para el año 1873, una
compilación de estudio de estas criaturas, llamada “Pájaros de Río Negro de la
Patagonia”, de donde salieron muchos de sus articulos que se fueron publicando en
revistas de interés en Inglaterra.

En sus primeras páginas, el autor expone: “¡La Patagonia está allí, por fin! […]
¡Cuántas veces había deseado ardientemente visitar este desierto solitario, no hollado
por el hombre, para descansar allá lejos en su paz primitiva y desolada, apartado de la
civilización!”1. Para ese entonces, el escritor no sabría de la serie de eventos
desafortunados que le ocurrirían como el encallamiento del barco que lo transportaba o
una herida de bala en su pierna que le imposibilitaría su llegada al valle de Río Negro.
Esto cambiaría sus planes de observar y navegar el territorio que anhelaba conocer
desde siempre, sin embargo, dichos infortunios traerían consigo una de sus obras más
aclamadas, en la cual se refleja la esencia del distintivo escritor.

“[…] empezaba mi amigo a decirme que esta arma […] era tan celosa al más leve
contacto […] Aún no había terminado de explicármelo cuando sonó un estampido
ensordecedor y un proyectil de forma cónica se me incrusto en la rodilla izquierda”
2
explica Hudson en su capítulo “Como me convertí en un ocioso.”, donde también
expone en sus primeras líneas, como, con el cambio de planes que el accidente le cuesta,
saca su provecho y transforma su viaje de aventura, en un viaje de introspección, de
envolvimiento con la naturaleza y sin dudas, de placer.

En su forzosa ociosidad, deja vagar el pensamiento y anota una serie de reflexiones


sobre la percepción con la que adiestramos nuestro contacto con la naturaleza, y la
manera en la que dejamos a nuestros sentidos fluir cuando estamos lejos de “[…]
muchos telegramas diarios o de la discusión de probabilidades remotas para salir de su
letargo.”3 Este es el gran tema del relato patagónico de Hudson: es una propuesta para
ajustar la capacidad perceptiva desde la observación y también, por qué no, de la
admiración pasional por todo lo que acontece en el reino de lo natural.

Desarrolla, entonces, la diferencia entre la naturaleza de la Patagonia, y la de su hogar


en Inglaterra: mientras que la última se presenta como paciente y trabajadora,
obedeciendo siempre sin quejarse, y cumpliendo los labores que se le imponen, la

1
Hudson, William Henry, “Días de Ocio en la Patagonia”, 1871, Edición de la Cátedra, pág. 11.
2
Hudson, William Henry, “Días de Ocio en la Patagonia”, 1871, Edición de la Cátedra, pág. 27.
3
Hudson, William Henry, “Días de Ocio en la Patagonia”, 1871, Edición de la Cátedra, pág. 70.
naturaleza patagónica es un caballo indomable, insensible e inmutable, que “[…] parece
más amable cuanto más nos atormenta.” 4

Y también expone el estado de su mente en las diferentes naturalezas: mientras que en


el mundo moderno su mente era una máquina configurada para pensar, en el mundo
aislado de la Patagonia, esa máquina tiene un fin desconocido, toda su vida se
encontraba en suspenso, y eso, sin poder creerlo, le traía un jubilo que nunca antes había
experimentado. Llega a la conclusión, entonces, de que la vida civilizada es de continua
represión, y que hasta que esa vida no sea mejor, más llevadera y más igualitaria, a
diferencia de cómo se vive en un lugar tan inhóspito como la Patagonia, entonces los
esfuerzos de salir de la “barbarie”, del “salvajismo”, fueron bastante en vano.

A diferencia de la actitud pasiva que toma Hudson para con su viaje, Dixie llega a la
Patagonia dispuesta a conocer cada centímetro de su tierra.

La autora presenta su obra a través de una serie de preguntas que le hacen sus conocidos
cuando se enteran de su travesía hacía el lugar más recóndito del Nuevo Mundo
(preguntas, por cierto, que estan llenas de mitos y supersticiones). Entonces, ¿Por qué
la Patagonia? Dixie está harta de todo, de la cotidianidad, de la superficialidad de la
existencia moderna, de ella misma y de los demás, y es por eso mismo que elige la
Patagonia. En sus propias palabras, dice: “Lo elegí precisamente porque era un lugar
estrafalario y lejano. Cansada en ese momento de la civilización y sus alrededores,
quería huir a algún paraje donde estuviera lo más retirada que fuera posible de ellos” 5.
Frente a esto, Cristoff en “Acento extranjero: Dieciocho relatos de viajeros en la
Argentina”, explica que los viajes de placer eran privilegio y condena de clase: mientras
que en la época victoriana era anómalo realizar viajes pura y exclusivamente por placer,
Lady Florence lo podía hacer debido a su condición de mujer rica, pero que a su vez, el
viaje de placer funcionaba como una forma de olvidar el poder perdido en la era
posindustrial para este tipo de gente.

Siendo la única mujer, acompañada de dos grandes amigos, su hermano y su marido,


desafían al itinerario clásico, y desembarcan directamente en la Patagonia, evitando la
transitada Buenos Aires. A la hora de arribar, es una descripción muy inusual la que
expone Dixie: “¡Por fin la Patagonia! Bastante desolada y deprimente se la veía […] un

4
Hudson, William Henry, “Días de Ocio en la Patagonia”, 1871, Edición de la Cátedra, pág. 79.
5
Dixie, Florence, “A través de la Patagonia”, 1880, Edición de la Cátedra, pág. 24
paisaje, en rigor, como el que uno esperaría encontrar al llegar a algún otro planeta” 6, al
parecer, esta imagen que ella describe como gris y sombría, no la decepciona, sino que
es todo lo que estaba buscando para su estadía. Florence Dixie va a la Patagonia en
busca de conocer la nada.

En su expedición, además de las personas con las que viaja desde Liverpool, se suman
otras cuatro personas más que les servirán de guía en la desconocida Patagonia, junto a
sus perros de caza y sus caballos, los cuales serán protagonistas de muchas aventuras.
Dixie y sus acompañantes, al principio, sucumben a las leyendas que se dicen de los
fueguinos, sin embargo, no son reacios a conocer su cultura, sus atuendos, sus comidas
predilectas y sobre todo su manera de vida. Muchas de las conductas de estos seres le
parecen abruptas a una señora inglesa que fue criada a través de los modales reales, y si
bien soporta la existencia de ellos, esto no quiere decir que quiera tener algun tipo de
encuentro con los indios nativos.

Es un viaje completamente activo, desde cabalgar hasta los nuevos destinos, hasta la
caza de su propio alimento, están completamente sumergidos en el mundo de la nada.
Sin correspondencia, sin diarios, sin el contar de los días, visitan y conviven con los
climas, la vegetación y la fauna que varían kilómetro a kilómetro.

No está de más remarcar el tipo de relación que tiene cada autor respecto a la forma de
vivir en la naturaleza. Mientras que el objetivo de Hudson era observar: el cantar de sus
pájaros, la grande extensión de sus alas y los colores llamativos, Dixie tiene una
conducta mucho más combativa hacía los seres autóctonos de la Patagonia. Lady
Florence, para la supervivencia de ella y los suyos, caza guanacos, avestruces y algunas
otras aves. Para Dixie, no alcanza con examinar desde lejos, y es por eso que se lleva
consigo dos pumas, un cóndor, un ciervo y otras criaturas varias. Es un ataque constante
frente a lo que conocen.

A medida que el viaje va llegando a su fin, Lady Florence comienza a sentir


aburrimiento por esa nada que tanto anhelaba antes. Sus narraciones, que en el principio
del libro se caracterizan por ser extensas y detalladas, cada vez son más cortas y menos
explicativas. Lo que antes era lo fascinante de vivir en la intemperie, ahora resultaba
cansador e incómodo. Todo el espíritu aventurero con el que Dixie y sus acompañantes

6
Dixie, Florence, “A través de la Patagonia”, 1880, Edición de la Cátedra, pág. 50.
encaran el viaje se esfuma frente a la falta de comida, el frio y los temporales
desfavorecedores.

Conclusión

Como se ha estado intentando a lo largo del trabajo, poniendo a disposición del lector
citas y argumentos, responder el por qué la Patagonia fue elegida como forma de escape
del mundo moderno, creemos que la mejor manera de darle una finalización a toda la
investigación es a partir de una cita de uno de nuestros estudiados:

“Volvió trayendo una bolsa llena de cartas, diarios, y consagramos toda una tarde a leerlos y discutir su
contenido. Estas epístolas parecían traernos de nuevo al mundo, al mundo y a sus más olvidadas
responsabilidades, dolores y placeres, que sólo el día anterior se habían mostrado tan remotos para
nosotros como sí hubiéramos abandonado la tierra y hubiésemos estado en algún otro planeta.” 7

La Patagonia, entonces, por su carácter de tierra inhabitada e inhóspita, funciona como


un “planeta aparte”. Una especie de domo separa al mundo moderno, donde la vida
parece no parar, del mundo patagónico, donde todo queda en suspenso hasta el regreso a
nuestro planeta oriundo.

7
Dixie, Florence, “A través de la Patagonia”, 1880, Edición de la Cátedra, pág. 265.
Bibliografía
— Hudson, William Henry, “Días de Ocio en la Patagonia”, 1871, Edición de la
Cátedra.
— Dixie, Florence, “A través de la Patagonia”, 1880, Edición de la Cátedra.
— Cristoff, María Sonia, “Florence Dixie” en Acento Extranjero: Dieciocho relatos de
viajeros en la Argentina, 2000, Edición Sudamericana, Buenos Aires.
— Juárez Avena, Luis Enrique, “Spleen y Capitalismo”
(http://revistafyl.filos.unam.mx/spleen-y-capitalismo/)

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