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Noviembre 2022
La Teoría Unitaria surge en el marco de los esfuerzos por dar con una explicación que
supere, de una parte, las meras descripciones que vinculan el capitalismo con la opresión de
género, y por otra, las múltiples hipótesis sobre esta relación que no han logrado dar con
su estructura.
Las campañas de Wages for Housework (WfH), iniciada en 1972 con el objetivo de
conseguir reconocimiento y pago al trabajo doméstico y de cuidados, se sostuvieron en la
concepción de un capitalismo patriarcal que puede leerse como un antecedente directo de la
Teoría Unitaria. Federici, Dalla Costa y James sostuvieron que el capitalismo no es solo un
sistema económico sino también un sistema político de falta de libertad, siendo el
capitalismo y el patriarcado constituyentes recíprocos de algo que se puede precisar como
capitalismo patriarcal (Ferguson, 2020, pág. 124), avizorando ya en ese entonces que estos
dos conceptos podrían ser una mera distinción analítica de algo que en los hechos es lo
mismo.
Conviene hacer explícito lo que se designa como patriarcado en la corriente de la teoría
unitaria, y para estos efectos citamos la definición que entrega una de sus referentes, Cinzia
Arruzza. La autora entiende el patriarcado como “un sistema de relaciones, tanto materiales
como culturales, de dominación y explotación del hombre sobre la mujer”, añadiendo luego
que es “maleable a los cambios históricos, y se encuentra en una relación en curso con el
capitalismo” (Arruzza, 2017, pág. 28).
Uno de los ejes de la discusión mencionada puede sintetizarse en la siguiente pregunta: ¿Es
el patriarcado un sistema autónomo con respecto al capitalismo? (Arruzza, 2017, pág. 23).
La teoría unitaria plantea la hipótesis de que en ningún país capitalista existe un sistema
patriarcal que sea autónomo del capitalismo y, por lo tanto, ni el capitalismo sería un
sistema meramente económico, ni el patriarcado tendría reglas de funcionamiento y
perpetuación autónomas (Arruzza, 2017, pág. 26).
Según la Teoría Unitaria, lo que sucede con las diferencias de género en el capitalismo,
desde su origen y durante su expansión, es que utiliza las diferencias presentes en las
sociedades anteriores convirtiéndolas en jerarquías dentro de la clase explotada (Arruzza,
2017, pág. 40). En el mismo sentido, para que el patriarcado esté en los hechos
intrínsecamente ligado al capitalismo, debiese de estar presente en el fenómeno de la
explotación y, por ende, encontrarse en la producción 1. Consideremos esto con un enfoque
de género.
1
Para el marxismo, la explotación es el proceso o mecanismo de expropiación de un excedente que es
producido por una clase en beneficio de otra (Arruzza, 2017, pág. 28), excedente que denominamos
plusvalor.
2
Luego de poner nuevamente sobre la palestra la vinculación entre capitalismo y patriarcado en Reflexiones
Degeneradas, múltiples autoras debaten sus afirmaciones aportando precisiones y críticas, que Arruzza
recoge para elaborar con posterioridad el artículo ¿Lógica o Historia? Los desafíos políticos para una teoría
feminista marxista.
capitalista” (Arruzza, 2017, pág. 111) y, efectivamente, el funcionamiento concreto
del capitalismo reproduce la opresión de género.
Por un lado, los feminismos de la igualdad se centran en la división sexual del trabajo, que
asigna a los hombres las actividades productivas, mientras a las mujeres asigna otras que,
como el trabajo doméstico, están devaluadas socialmente. Desde esta lectura, la libertad de
las mujeres se alcanza con la independencia económica, y se asume, como estrategia
política, la integración al trabajo remunerado en condiciones de igualdad con los hombres
(Ferguson, 2020, pág. 19).
El feminismo de la reproducción social ya en los años ´70 incluía dos corrientes. Por una
parte, las feministas de WfH consideraban el trabajo doméstico y de cuidados como una
contribución directa a la producción capitalista de valor; por otra parte, para la corriente
iniciada por Sheila Rowbotham son una contribución indirecta. En concordancia con cada
una de estas lecturas, se asumen dos orientaciones estratégicas, distintas pero relacionadas
(Ferguson, 2020, pág. 127).
La primera de estas corrientes, representada por WfH, Inman y Benston, fue increpada en
los inicios de los años ´80 por Angela Davis en razón de no tomar en cuenta los
planteamientos del feminismo negro. Davis sostiene que pagar un salario a las amas de
casa, que de por sí representan a la burguesía y clases medias, no es ninguna solución,
argumentando que las mujeres negras e inmigrantes llevaban décadas recibiendo salario por
su trabajo doméstico. Asimismo, se pasa por alto que el trabajo doméstico que realizan en
sus hogares, fuera del trabajo asalariado, es un espacio en el que las mujeres que sufrieron
la esclavitud o su legado pueden ejercer cierto control, por lo que catalogar de opresivo
todo trabajo doméstico contradice su experiencia (Ferguson, 2020, págs. 129, 130). Sobre
este tema volveremos al momento de adentrarnos en la renovación que el feminismo de la
reproducción social tuvo posteriormente.
Susan Ferguson, en su libro Mujeres y Trabajo. Feminismo, trabajo y reproducción social,
hace un recorrido histórico sobre los modos en que las feministas han entendido el trabajo
que realizan las mujeres, especialmente en relación con la libertad y la opresión. Esta
preocupación, señala la autora, lleva necesariamente al análisis del capitalismo, puesto que,
desde el surgimiento hasta el presente del modo de producción capitalista, este se nutre de
la apropiación de la capacidad de los seres humanos para trabajar, ya sea en el trabajo
asalariado, ya sea en las actividades que reproducen la vida de las personas (pág. 24).
En base a lo expuesto en el libro, pueden sintetizarse las tres perspectivas de la siguiente
forma:
Feminismo de la Feminismo de la Feminismo de la
Igualdad Igualdad Crítico Reproducción
Social
Divisió n sexual del Divisió n sexual del Divisió n e interacció n
trabajo. trabajo, entendida como continua del trabajo
Objeto de crítica separació n capitalista remunerado con el no
entre trabajo productivo remunerado en el
y reproductivo. sistema capitalista,
conducente a la
devaluació n del trabajo
feminizado.
Concepción de Independencia de los Socialismo; fin del Nuevo modo de
hombres. capitalismo. producció n.
libertad
Acceso al trabajo Dos etapas: Emancipació n de las
asalariado y a la 1. Independencia mujeres depende de la
Medio para la educació n para un de las mujeres reorganizació n radical
libertad empleo digno. frente a los del mundo del trabajo en
hombres su conjunto. El
mediante su capitalismo no puede ser
incorporació n al derribado sin abordar la
trabajo opresió n de las mujeres
asalariado, y como parte de la lucha de
2. Lucha de clases clases.
contra el
capitalismo.
Racional-humanista. Racional- Economía política4.
humanista (en
Enfoque cuanto al
trabajo no
remunerado)
Economía
política (en
cuanto al
trabajo
asalariado)3.
Procedencia Liberalismo Socialismo Socialismo
política
Mary Wollstonecraft en S. Flora Tristá n, Friedrich Anna Wheeler y William
XVIII, como continuadora Engels y August Bebel en Thompson en S. XIX.
Algunos moderna de la querelle Mary Inman, Margaret
S. XIX. Clara Zetkin,
exponentes des femmes (S. XV- Alexandra Kollontai, Benston, Sheila
Revolució n francesa). Claudia Jones en S. XX. Rowbotham, Silvia
Federici en S. XX.
3
Este enfoque híbrido del feminismo socialista tiende al dualismo teórico, es decir, a concebir patriarcado y
capitalismo como entramados sociales diferentes, dando pie a perspectivas políticas en que la lucha
feminista no es parte de la lucha de clases, sino que puede (o no) sumarse a ella. Por lo tanto, favorece el
reduccionismo de clase: la lucha feminista puede aplazarse, priorizando la clase obrera, porque debe acabar
el capitalismo para que las mujeres sean libres. Zetkin y Kollontai logran señalar que, históricamente, el
trabajo doméstico no remunerado y el trabajo asalariado capitalista emergen juntos, pero sin teorizar una
relación necesaria entre ambos, lo cual deriva en la falta de una teoría de su interdependencia y, por lo
tanto, de argumentos que sostengan una posición política según la cual las luchas obreras y feministas son
parte de la misma lucha de clases (Ferguson, 2020, pág. 27).
4
De las tres perspectivas, el feminismo de la reproducción social es la única que extiende el análisis científico
al trabajo no remunerado de las mujeres en el hogar (Ferguson, 2020, pág. 82).
Para los feminismos de la igualdad y de la igualdad críticos el problema a resolver es el
trabajo generizado, mientras que para el feminismo de la reproducción social la libertad de
las mujeres tiene su principal obstáculo en la organización de la producción capitalista, de
la cual se deriva el trabajo generizado (Ferguson, 2020, pág. 111).
Para los primeros, es la dependencia de las mujeres con respecto a los hombres la clave de
su opresión, dependencia inherente a la naturaleza del trabajo que llevan a cabo las mujeres,
que en el marco de la división sexual del trabajo quedan relegadas a aquellos aislantes,
penosos y subvalorados. El feminismo de la igualdad (liberal) y el feminismo de la
igualdad crítico (socialista) comparten una profunda afinidad analítica: sitúan el trabajo
doméstico no remunerado como una forma de trabajo necesaria, pero ajena y separada a los
procesos y finalidades del trabajo asalariado y del capital (Ferguson, 2020, pág. 83).
Aun así, tienen importantes diferencias en el activismo. En su atención a las condiciones de
trabajo de las mujeres, el feminismo de la igualdad puede pasar rápidamente de valorar la
libertad en función del grado de independencia económica a medirla en función del éxito
que tienen las mujeres dentro de la fuerza de trabajo asalariada, con énfasis en el ascenso al
interior de la jerarquía de la empresa. Aquí se hace explícito el liberalismo de esta
corriente, proclamándose frecuentemente en aras del ascenso de unas pocas mujeres a
expensas de muchas, estrategia que desde sus disidentes se ha llamado feminismo
empresarial (Ferguson, 2020, pág. 119).
A su vez, lo que en este punto distingue al feminismo de la igualdad crítico, es su
conclusión analítica de que el trabajo femenino está devaluado porque el trabajo en el hogar
no tiene valor para el capitalista: dado que es improductivo, el que sea realizado por
mujeres es fruto de una opresión política, y no económica (Ferguson, 2020, pág. 112). Pero,
¿por qué el capital devalúa este trabajo?, ¿tiene que hacerlo?
Este aspecto es fundamental para distinguir entre los dos enfoques feministas socialistas, ya
que, si bien el feminismo de la igualdad crítico ve un problema en la relación estructural del
trabajo remunerado con el no remunerado, no considera que sea la fuente de opresión de las
mujeres. Por el contrario, para el de la reproducción social, la opresión de las mujeres es
consustancial al capitalismo, precisamente, por la reconfiguración que hizo en la relación
entre las formas remunerada y no remunerada del trabajo (Ferguson, 2020, pág. 112). En
este sentido, la opresión de las mujeres sí tiene un origen económico, pues proviene de la
contribución del trabajo que realizan al proceso general de creación de riqueza.
La diferencia entre las dos perspectivas elaboradas por socialistas puede formularse en los
términos del marxismo. Mientras para el feminismo de la igualdad crítico las relaciones de
género se explican por la necesidad del capital de mantener los salarios en un nivel bajo,
que soluciona manteniendo a las amas de casa como un ejército industrial de reserva, para
el de la reproducción social las relaciones patriarcales determinan y son determinadas por la
dinámica económica de expropiación y acumulación (Ferguson, 2020, pág. 113).
Por lo tanto, en este paisaje la Teoría Unitaria aparece como un marco teórico donde
situar los análisis de reproducción social. De hecho, surge a partir de las teóricas de la
reproducción social que logran llevar su arquitectura conceptual a un nivel superior de
abstracción.
Pero antes adentrémonos en las mencionadas visiones feministas sobre el trabajo.
Feminismo de la Igualdad
Desde el siglo XVIII, las reflexiones del feminismo de la igualdad sobre la relación entre
mujeres y trabajo tomaron al trabajo como algo moralmente bueno, descansando en una
naturalización de las relaciones de clase capitalistas. Dicha naturalización les hacía ver en
el acceso al trabajo remunerado un potencial igualador. Esta perspectiva igualitaria fue
mantenida durante los siglos XIX y XX no solo por feministas liberales, sino también por
feministas socialistas, integrantes de una izquierda que tomaba por irrelevantes las
discusiones sobre el trabajo doméstico (Ferguson, 2020, págs. 20, 22).
En la era posterior a la Segunda Guerra Mundial seguían primando las lecturas del
feminismo de la igualdad. La teorización entre trabajo remunerado y no remunerado
permanecía insuficiente, y el bienestar de Europa Occidental y EEUU con Canadá abrió
paso a un modelo de feminidad consistente en ser amas de casa, de manera no remunerada.
La contracara del fenómeno en esos territorios fue que la remuneración del trabajo
doméstico se convirtió en un signo de pobreza y racismo, ya que las mujeres migrantes y
negras fueron quienes lo asumieron dentro de los hogares blancos (Ferguson, 2020, pág.
24).
En primer lugar, está el término mismo de reproducción social. Para quienes estén
familiarizados con el estructuralismo marxista, resultará evidente que la categoría es usada
de una manera diferente a la elaborada anteriormente por Althusser.
En segundo lugar, a propósito del concepto de trabajo doméstico, con el que se han
designado un conjunto de actividades tradicionales como lavar, coser o planchar, se ha
propuesto recientemente sustituirlo por el término trabajo familiar doméstico, para
incorporar una serie de actividades de gestión y organización que se realizan fuera del
hogar, las cuales han ido aumentando con la expansión del sector servicios, así como del
sector público (Grupo «Dones i Treballs», 2003, pág. 17).
Por otra parte, durante las décadas finales del siglo XX se sintetizaron en el «esquema
producción-reproducción» las ideas sobre la existencia de dos trabajos que participan con
el mismo grado de importancia en la reproducción del sistema global, interrelacionados,
pero con características propias (Grupo «Dones i Treballs», 2003, pág. 16). Sin embargo,
con la identificación de los aspectos subjetivos del trabajo familiar doméstico, como lo son
las relaciones afectivas, fue ocurriendo un cambio de paradigma para muchas feministas: el
eje central de la sociedad, y por tanto de los análisis, debiese ser este grupo de actividades
que nos permiten crecer, desarrollarnos, convertirnos en personas (Grupo «Dones i
Treballs», 2003, pág. 19). Por lo tanto, el esquema producción-reproducción ve disminuida
su utilidad en razón del nuevo protagonismo que toma la vida humana, colocada como
centro de los objetivos sociales, políticos y económicos.
Esta apuesta, que trasciende el ámbito académico, surge del reconocimiento de que las
necesidades humanas tienen una dimensión preponderantemente objetiva, asociada a lo
biológico, y otra preponderantemente subjetiva, correspondiente a los afectos, cuidado,
seguridad psicológica, y demás rasgos que son tan esenciales para nuestras vidas como el
alimento (Carrasco, 2003, pág. 29). Graficaría, de manera simplificada, esta distinción de la
siguiente manera:
Dimensión
Objetiva
(Necesidades
biológicas)
Necesidades
Humanas
Dimensión
Subjetiva
(Necesidades
afectivo-
relacionales)
El origen histórico de la primacía de la lógica del beneficio por sobre cualquier otra, como
lo es la lógica del cuidado, coincide con la emergencia del modo de producción capitalista.
Con el ascenso del capitalismo en Europa y su expansión global, obviamente el trabajo
necesario para vivir no desaparece, pero se torna separado y dependiente del trabajo de
ganarse la vida. Esto sucede porque el trabajo de subsistir y reproducir la vida ya no es
posible a menos que se tenga acceso a un salario (u otras formas de ingreso de dinero, pero
es esta la que se torna generalizada). La mayoría, incapaz de alimentarse y refugiarse
apropiándose directa y productivamente de su entorno, trabajan por un salario con el que
comprar alimento y cobijo (Ferguson, 2020, pág. 36). De este modo, el trabajo para el
capitalista acaba dominando toda actividad vital, y no solo, como pudiese aparecer
intuitivamente, la actividad generadora de valor en el lugar de trabajo asalariado.
Tanto la querelle des femmes, argumentando que las mujeres son igual de inteligentes que
el sexo masculino (Ferguson, 2020, pág. 48), como el feminismo de la igualdad de
Wollstonecraft, abogando por una educación igualitaria dentro de un sistema de clases,
naturalizan la explotación de las mujeres de clase obrera y su relación servil para con las
mujeres de clases medias, altas o aristocrática, según sea el caso. Por ende, las mujeres de
clase obrera y el trabajo que realizan no aparecen como una preocupación feminista
(Ferguson, 2020, pág. 59). Al respecto se puede reflexionar que el feminismo sin
conciencia de clase obrera, o más específicamente, el feminismo originado en clases medias
y altas, ha desarrollado sus argumentos en función de mejorar la vida de las mujeres de
estas clases en el capitalismo, mediante la presentación de una alternativa ilustrada que no
se propone cambiar el modo de producción.
Pero, como hemos visto en distintos pasajes de este escrito, los feminismos socialistas
pueden incurrir en un error opuesto: el reduccionismo económico. El desenmarañamiento
de este asunto que entrampa tantos debates a la izquierda llega de la mano de la
formulación de los elementos fundamentales para un feminismo marxista, expuesto por dos
autoras y activistas de la teoría de la reproducción social:
Mi respuesta sería: debemos desafiar la idea de que el sujeto de la revolución son
solo los trabajadores productivos. Marx nunca escribió eso. ¿Dónde está escrito eso?
Marx nunca dijo que solamente los trabajadores productivos eran la clase obrera o
que solamente los trabajadores productivos eran los sujetos revolucionarios. En sus
escritos políticos, intenta encontrar subjetividad potencialmente revolucionaria en
distintos lugares […]. Entonces, es un error categorial pensar que la distinción entre
trabajadores productivos y trabajadores improductivos tiene un significado político.
Esa distinción no debería interpretarse como “quienes son de la clase obrera
revolucionaria y quienes vienen detrás”. Esa distinción es importante para el análisis
de la acumulación capitalista y de cómo funciona el capitalismo (Bhattacharya &
Arruzza, 2020, págs. 47, 48).
Para un uso investigativo de la Teoría Unitaria
Bhattacharya, T., & Arruzza, C. (2020). Teoría de la Reproducción Social. Elementos fundamentales
para un feminismo marxista. Archivos de historia del movimiento obrero y la izquierda, 37-
69.
Carrasco, C. (2003). ¿Conciliación? No, gracias. Hacia una nueva organización social. En G. D.
Treballs, Malabaristas de la Vida. Mujeres, tiempos y trabajos (págs. 27-51). Barcelona:
Icaria.
Ferguson, S. (2020). Las visiones del trabajo en la teoría feminista. Archivos de historia del
movimiento obrero y la izquierda, 17-36.
Grupo «Dones i Treballs». (2003). Introducción. Repensar desde el Feminismo los Tiempos y
Trabajos en la Vida Cotidiana. En G. «. Treballs», Malabaristas de la Vida. Mujeres,
tiempos y trabajos (págs. 13-26). Barcelona: Icaria.
Poblete Maureira, P., & Petersen, J. (11 de Noviembre de 2020). Suspensión de encuestas ENUT y
EANNA: la política pública decide no ver la sobrecarga del trabajo de las mujeres. Obtenido
de CIPER: https://www.ciperchile.cl/2020/12/11/suspension-de-encuestas-enut-y-eanna-
la-politica-publica-decide-no-ver-la-sobrecarga-del-trabajo-de-las-mujeres/