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Teoría Unitaria en el Feminismo de la Reproducción Social

Aníbal Romo Hepp

Práctica profesional Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz

Noviembre 2022

Capitalismo y Patriarcado, ¿Un vínculo necesario?

La Teoría Unitaria surge en el marco de los esfuerzos por dar con una explicación que
supere, de una parte, las meras descripciones que vinculan el capitalismo con la opresión de
género, y por otra, las múltiples hipótesis sobre esta relación que no han logrado dar con
su estructura.

Durante la década de 1970, activistas del feminismo marxista y corrientes de pensamiento


materialista abrieron un provechoso debate sobre la relación entre capitalismo y
patriarcado. Lamentablemente, debido al contexto académico y social de la época, los
textos que se produjeron en ese marco quedaron rezagados. Sin embargo, en los años
recientes ha vuelto la preocupación por comprender la relación estructural entre los
funcionamientos de la opresión de género y del capitalismo (Arruzza, 2017, pág. 24), y con
ello una continuación de los esfuerzos intelectuales precedentes.

Las campañas de Wages for Housework (WfH), iniciada en 1972 con el objetivo de
conseguir reconocimiento y pago al trabajo doméstico y de cuidados, se sostuvieron en la
concepción de un capitalismo patriarcal que puede leerse como un antecedente directo de la
Teoría Unitaria. Federici, Dalla Costa y James sostuvieron que el capitalismo no es solo un
sistema económico sino también un sistema político de falta de libertad, siendo el
capitalismo y el patriarcado constituyentes recíprocos de algo que se puede precisar como
capitalismo patriarcal (Ferguson, 2020, pág. 124), avizorando ya en ese entonces que estos
dos conceptos podrían ser una mera distinción analítica de algo que en los hechos es lo
mismo.
Conviene hacer explícito lo que se designa como patriarcado en la corriente de la teoría
unitaria, y para estos efectos citamos la definición que entrega una de sus referentes, Cinzia
Arruzza. La autora entiende el patriarcado como “un sistema de relaciones, tanto materiales
como culturales, de dominación y explotación del hombre sobre la mujer”, añadiendo luego
que es “maleable a los cambios históricos, y se encuentra en una relación en curso con el
capitalismo” (Arruzza, 2017, pág. 28).

Uno de los ejes de la discusión mencionada puede sintetizarse en la siguiente pregunta: ¿Es
el patriarcado un sistema autónomo con respecto al capitalismo? (Arruzza, 2017, pág. 23).
La teoría unitaria plantea la hipótesis de que en ningún país capitalista existe un sistema
patriarcal que sea autónomo del capitalismo y, por lo tanto, ni el capitalismo sería un
sistema meramente económico, ni el patriarcado tendría reglas de funcionamiento y
perpetuación autónomas (Arruzza, 2017, pág. 26).

Según la Teoría Unitaria, lo que sucede con las diferencias de género en el capitalismo,
desde su origen y durante su expansión, es que utiliza las diferencias presentes en las
sociedades anteriores convirtiéndolas en jerarquías dentro de la clase explotada (Arruzza,
2017, pág. 40). En el mismo sentido, para que el patriarcado esté en los hechos
intrínsecamente ligado al capitalismo, debiese de estar presente en el fenómeno de la
explotación y, por ende, encontrarse en la producción 1. Consideremos esto con un enfoque
de género.

Manteniendo un alto nivel de abstracción, es posible afirmar que la extracción de plusvalor


entre individuos formalmente iguales es lógicamente posible, y esto es lo que
tradicionalmente se ha entendido incluso dentro de las corrientes marxistas, pero revisando
con rigurosidad, históricamente no ha sucedido así.

Arruzza sostiene su hipótesis en tres argumentos (Reflexiones Degeneradas: Patriarcado y


Capitalismo, 2017, págs. 42-44) que ha ido puliendo los últimos años (Arruzza, ¿Lógica o
Historia? Los desafíos políticos para una teoría feminista marxista, 2017, págs. 111-117) 2, y
que pueden sintetizarse en la manera siguiente:

1. Es un hecho que no ha existido nunca una formación social capitalista carente de


opresión de género. Donde hubo diferencias de género preexistentes, el capitalismo
se valió de ellas, y donde estas diferencias no existían, las introdujo (Arruzza, 2017,
pág. 42).

2. Se debe distinguir lo que es funcional al capitalismo de aquello que es una


consecuencia necesaria de su funcionamiento. En este sentido, con “consecuencias
necesarias” se quiere decir “que tienden a ser producidas por la acumulación

1
Para el marxismo, la explotación es el proceso o mecanismo de expropiación de un excedente que es
producido por una clase en beneficio de otra (Arruzza, 2017, pág. 28), excedente que denominamos
plusvalor.
2
Luego de poner nuevamente sobre la palestra la vinculación entre capitalismo y patriarcado en Reflexiones
Degeneradas, múltiples autoras debaten sus afirmaciones aportando precisiones y críticas, que Arruzza
recoge para elaborar con posterioridad el artículo ¿Lógica o Historia? Los desafíos políticos para una teoría
feminista marxista.
capitalista” (Arruzza, 2017, pág. 111) y, efectivamente, el funcionamiento concreto
del capitalismo reproduce la opresión de género.

3. También debe distinguirse entre el nivel lógico y el nivel histórico. Lo que es


posible en cada uno de estos niveles es diferente, e históricamente el capitalismo
siempre existe en formaciones sociales con historia concreta, todas las cuales se
caracterizan por la presencia de opresión de género.
Independientemente de si esta opresión es o no una precondición lógica del
capitalismo, tampoco el capitalismo es indiferente a ella, puesto que no se limita a
utilizar esta opresión cuando es preexistente, sino que también la produce como un
derivado de la acumulación (Arruzza, 2017, pág. 114).

Corrientes feministas y la importancia del trabajo

Considerar la explotación como el fenómeno donde el patriarcado es inherente al


capitalismo es fruto de un largo proceso de reflexiones sobre el trabajo, tópico acerca del
cual el feminismo ha tenido diferentes lecturas. Las trayectorias, desde el siglo XVIII en
adelante, se pueden agrupar en tres según sus diferentes enfoques en este esfuerzo de
comprensión: el feminismo de la igualdad, el feminismo de la igualdad crítico, y el
feminismo de la reproducción social (Ferguson, 2020, pág. 26).

Por un lado, los feminismos de la igualdad se centran en la división sexual del trabajo, que
asigna a los hombres las actividades productivas, mientras a las mujeres asigna otras que,
como el trabajo doméstico, están devaluadas socialmente. Desde esta lectura, la libertad de
las mujeres se alcanza con la independencia económica, y se asume, como estrategia
política, la integración al trabajo remunerado en condiciones de igualdad con los hombres
(Ferguson, 2020, pág. 19).

Por otro lado, el feminismo de la reproducción social se centra en el fundamento capitalista


de la división del trabajo, y valora político-económicamente la capacidad del trabajo
doméstico para reproducir continuamente la sociedad capitalista. Este enfoque imagina la
libertad como una reorganización de todo el trabajo, de forma tal que se detenga la
privatización y la deshumanización de los procesos productivos orientados a la satisfacción
de las necesidades de subsistencia (Ferguson, 2020, pág. 19).

El feminismo de la reproducción social ya en los años ´70 incluía dos corrientes. Por una
parte, las feministas de WfH consideraban el trabajo doméstico y de cuidados como una
contribución directa a la producción capitalista de valor; por otra parte, para la corriente
iniciada por Sheila Rowbotham son una contribución indirecta. En concordancia con cada
una de estas lecturas, se asumen dos orientaciones estratégicas, distintas pero relacionadas
(Ferguson, 2020, pág. 127).
La primera de estas corrientes, representada por WfH, Inman y Benston, fue increpada en
los inicios de los años ´80 por Angela Davis en razón de no tomar en cuenta los
planteamientos del feminismo negro. Davis sostiene que pagar un salario a las amas de
casa, que de por sí representan a la burguesía y clases medias, no es ninguna solución,
argumentando que las mujeres negras e inmigrantes llevaban décadas recibiendo salario por
su trabajo doméstico. Asimismo, se pasa por alto que el trabajo doméstico que realizan en
sus hogares, fuera del trabajo asalariado, es un espacio en el que las mujeres que sufrieron
la esclavitud o su legado pueden ejercer cierto control, por lo que catalogar de opresivo
todo trabajo doméstico contradice su experiencia (Ferguson, 2020, págs. 129, 130). Sobre
este tema volveremos al momento de adentrarnos en la renovación que el feminismo de la
reproducción social tuvo posteriormente.
Susan Ferguson, en su libro Mujeres y Trabajo. Feminismo, trabajo y reproducción social,
hace un recorrido histórico sobre los modos en que las feministas han entendido el trabajo
que realizan las mujeres, especialmente en relación con la libertad y la opresión. Esta
preocupación, señala la autora, lleva necesariamente al análisis del capitalismo, puesto que,
desde el surgimiento hasta el presente del modo de producción capitalista, este se nutre de
la apropiación de la capacidad de los seres humanos para trabajar, ya sea en el trabajo
asalariado, ya sea en las actividades que reproducen la vida de las personas (pág. 24).
En base a lo expuesto en el libro, pueden sintetizarse las tres perspectivas de la siguiente
forma:
Feminismo de la Feminismo de la Feminismo de la
Igualdad Igualdad Crítico Reproducción
Social
Divisió n sexual del Divisió n sexual del Divisió n e interacció n
trabajo. trabajo, entendida como continua del trabajo
Objeto de crítica separació n capitalista remunerado con el no
entre trabajo productivo remunerado en el
y reproductivo. sistema capitalista,
conducente a la
devaluació n del trabajo
feminizado.
Concepción de Independencia de los Socialismo; fin del Nuevo modo de
hombres. capitalismo. producció n.
libertad
Acceso al trabajo Dos etapas: Emancipació n de las
asalariado y a la 1. Independencia mujeres depende de la
Medio para la educació n para un de las mujeres reorganizació n radical
libertad empleo digno. frente a los del mundo del trabajo en
hombres su conjunto. El
mediante su capitalismo no puede ser
incorporació n al derribado sin abordar la
trabajo opresió n de las mujeres
asalariado, y como parte de la lucha de
2. Lucha de clases clases.
contra el
capitalismo.
Racional-humanista.  Racional- Economía política4.
humanista (en
Enfoque cuanto al
trabajo no
remunerado)
 Economía
política (en
cuanto al
trabajo
asalariado)3.
Procedencia Liberalismo Socialismo Socialismo
política
Mary Wollstonecraft en S. Flora Tristá n, Friedrich Anna Wheeler y William
XVIII, como continuadora Engels y August Bebel en Thompson en S. XIX.
Algunos moderna de la querelle Mary Inman, Margaret
S. XIX. Clara Zetkin,
exponentes des femmes (S. XV- Alexandra Kollontai, Benston, Sheila
Revolució n francesa). Claudia Jones en S. XX. Rowbotham, Silvia
Federici en S. XX.

3
Este enfoque híbrido del feminismo socialista tiende al dualismo teórico, es decir, a concebir patriarcado y
capitalismo como entramados sociales diferentes, dando pie a perspectivas políticas en que la lucha
feminista no es parte de la lucha de clases, sino que puede (o no) sumarse a ella. Por lo tanto, favorece el
reduccionismo de clase: la lucha feminista puede aplazarse, priorizando la clase obrera, porque debe acabar
el capitalismo para que las mujeres sean libres. Zetkin y Kollontai logran señalar que, históricamente, el
trabajo doméstico no remunerado y el trabajo asalariado capitalista emergen juntos, pero sin teorizar una
relación necesaria entre ambos, lo cual deriva en la falta de una teoría de su interdependencia y, por lo
tanto, de argumentos que sostengan una posición política según la cual las luchas obreras y feministas son
parte de la misma lucha de clases (Ferguson, 2020, pág. 27).
4
De las tres perspectivas, el feminismo de la reproducción social es la única que extiende el análisis científico
al trabajo no remunerado de las mujeres en el hogar (Ferguson, 2020, pág. 82).
Para los feminismos de la igualdad y de la igualdad críticos el problema a resolver es el
trabajo generizado, mientras que para el feminismo de la reproducción social la libertad de
las mujeres tiene su principal obstáculo en la organización de la producción capitalista, de
la cual se deriva el trabajo generizado (Ferguson, 2020, pág. 111).
Para los primeros, es la dependencia de las mujeres con respecto a los hombres la clave de
su opresión, dependencia inherente a la naturaleza del trabajo que llevan a cabo las mujeres,
que en el marco de la división sexual del trabajo quedan relegadas a aquellos aislantes,
penosos y subvalorados. El feminismo de la igualdad (liberal) y el feminismo de la
igualdad crítico (socialista) comparten una profunda afinidad analítica: sitúan el trabajo
doméstico no remunerado como una forma de trabajo necesaria, pero ajena y separada a los
procesos y finalidades del trabajo asalariado y del capital (Ferguson, 2020, pág. 83).
Aun así, tienen importantes diferencias en el activismo. En su atención a las condiciones de
trabajo de las mujeres, el feminismo de la igualdad puede pasar rápidamente de valorar la
libertad en función del grado de independencia económica a medirla en función del éxito
que tienen las mujeres dentro de la fuerza de trabajo asalariada, con énfasis en el ascenso al
interior de la jerarquía de la empresa. Aquí se hace explícito el liberalismo de esta
corriente, proclamándose frecuentemente en aras del ascenso de unas pocas mujeres a
expensas de muchas, estrategia que desde sus disidentes se ha llamado feminismo
empresarial (Ferguson, 2020, pág. 119).
A su vez, lo que en este punto distingue al feminismo de la igualdad crítico, es su
conclusión analítica de que el trabajo femenino está devaluado porque el trabajo en el hogar
no tiene valor para el capitalista: dado que es improductivo, el que sea realizado por
mujeres es fruto de una opresión política, y no económica (Ferguson, 2020, pág. 112). Pero,
¿por qué el capital devalúa este trabajo?, ¿tiene que hacerlo?
Este aspecto es fundamental para distinguir entre los dos enfoques feministas socialistas, ya
que, si bien el feminismo de la igualdad crítico ve un problema en la relación estructural del
trabajo remunerado con el no remunerado, no considera que sea la fuente de opresión de las
mujeres. Por el contrario, para el de la reproducción social, la opresión de las mujeres es
consustancial al capitalismo, precisamente, por la reconfiguración que hizo en la relación
entre las formas remunerada y no remunerada del trabajo (Ferguson, 2020, pág. 112). En
este sentido, la opresión de las mujeres sí tiene un origen económico, pues proviene de la
contribución del trabajo que realizan al proceso general de creación de riqueza.
La diferencia entre las dos perspectivas elaboradas por socialistas puede formularse en los
términos del marxismo. Mientras para el feminismo de la igualdad crítico las relaciones de
género se explican por la necesidad del capital de mantener los salarios en un nivel bajo,
que soluciona manteniendo a las amas de casa como un ejército industrial de reserva, para
el de la reproducción social las relaciones patriarcales determinan y son determinadas por la
dinámica económica de expropiación y acumulación (Ferguson, 2020, pág. 113).
Por lo tanto, en este paisaje la Teoría Unitaria aparece como un marco teórico donde
situar los análisis de reproducción social. De hecho, surge a partir de las teóricas de la
reproducción social que logran llevar su arquitectura conceptual a un nivel superior de
abstracción.
Pero antes adentrémonos en las mencionadas visiones feministas sobre el trabajo.

Feminismo de la Igualdad

Desde el siglo XVIII, las reflexiones del feminismo de la igualdad sobre la relación entre
mujeres y trabajo tomaron al trabajo como algo moralmente bueno, descansando en una
naturalización de las relaciones de clase capitalistas. Dicha naturalización les hacía ver en
el acceso al trabajo remunerado un potencial igualador. Esta perspectiva igualitaria fue
mantenida durante los siglos XIX y XX no solo por feministas liberales, sino también por
feministas socialistas, integrantes de una izquierda que tomaba por irrelevantes las
discusiones sobre el trabajo doméstico (Ferguson, 2020, págs. 20, 22).

En la era posterior a la Segunda Guerra Mundial seguían primando las lecturas del
feminismo de la igualdad. La teorización entre trabajo remunerado y no remunerado
permanecía insuficiente, y el bienestar de Europa Occidental y EEUU con Canadá abrió
paso a un modelo de feminidad consistente en ser amas de casa, de manera no remunerada.
La contracara del fenómeno en esos territorios fue que la remuneración del trabajo
doméstico se convirtió en un signo de pobreza y racismo, ya que las mujeres migrantes y
negras fueron quienes lo asumieron dentro de los hogares blancos (Ferguson, 2020, pág.
24).

Feminismo socialista, dos enfoques, distintas estrategias


La distinción entre un enfoque moral, el racional-humanista, y un enfoque científico, el
político-económico, en la cuestión del trabajo para las feministas socialistas permite
comprender las diferentes prioridades políticas entre el feminismo de la igualdad crítico y
el feminismo de la reproducción social (Ferguson, 2020, pág. 66). Desde el enfoque moral
no se considera que el trabajo doméstico no remunerado sea relevante para el
funcionamiento del capital, de lo que se sigue que las relaciones patriarcales existen fuera
del capitalismo y, por ende, la lucha contra ellas es adicional o supeditada a la lucha de
clases. En cambio, el enfoque científico, político-económico, al comprender que el trabajo
en el ámbito de la reproducción contribuye a la generación de capital, permite sostener que
las luchas denostadas como secundarias son en realidad anticapitalistas.
El nombre feminismo de la igualdad crítico proviene del reconocimiento de la perspectiva
inaugurada por Flora Tristán, quien impulsa una postura feminista igualitaria como medio
para subvertir el capitalismo, lo cual tiene un componente crítico del que carecía el
feminismo de la igualdad precedente (Ferguson, 2020, pág. 79), resultando una
combinación de críticas morales y económicas.
Para Engels, Bebel, Kollontai y Zetkin, también exponentes de esta corriente, el trabajo
doméstico y la crianza de la prole constituyen una actividad necesaria para la vida, pero no
para el funcionamiento del capital (Ferguson, 2020, pág. 94) (Pág. 94). Esto llevó a dos
conclusiones políticas que no fueron anticipadas por las autoras:
1. Dado que las dos relaciones de fuerzas son de naturaleza diferente, tiene sentido
seguir una estrategia dual, en que la lucha feminista -durante la cual se convierten
en asalariadas- es un preludio de la lucha de clases. Cada lucha tiene distintos
sujetos, mujeres/trabajadores, y diferentes objetivos, igualdad/comunismo.
2. Si las mujeres pueden ingresar al trabajo asalariado sin previamente socializar el
trabajo doméstico y de cuidados ni haber conseguido igualdad con sus compañeros
de trabajo, entonces la lucha de clases puede proseguir tanto si el machismo se
cuestiona como si no.
Friedrich Engels, y otros autores como August Bebel, llamaban a las mujeres a unirse a la
revolución con la promesa de liberarlas del peso del trabajo doméstico y de cuidados, con
lo cual las mujeres tenían algo significativo que ganar (Ferguson, 2020, pág. 90). Sin
embargo, carecieron de una explicación de por qué la socialización del trabajo doméstico
estaba condicionada al derrocamiento del capitalismo. Vuelve así a representarse como un
problema separable de la lucha obrera, quedando en los hechos relegado a cuestión de
segunda importancia en aras de los intereses de clase.

Feminismo de la Reproducció n Social

Las raíces de la crítica político-económica que luego darán paso al feminismo de la


reproducción social comienzan durante el siglo XIX en torno al trabajo doméstico,
identificando una serie de limitaciones en el feminismo de la igualdad.

La diferencia principal de los dos feminismos de la igualdad con respecto al feminismo


de la reproducción social, es que los primeros entienden que el problema feminista
central es la división de género del trabajo, mientras que el feminismo de la
reproducción social postula que el problema feminista central es la división entre dos
formas de trabajo dentro del capitalismo. La libertad y la igualdad de las mujeres solo
puede lograrse con la reorganización del trabajo en general, terminando con la distinción
entre forma productiva y forma improductiva de trabajo (Ferguson, 2020, pág. 84).
Dos de las autoras que abrieron camino al feminismo de la reproducción social, Anna
Wheeler y William Thompson, diagnostican que en las sociedades capitalistas la
organización del trabajo reproductivo en hogares privados, sin retribución
económica, es fundamental para el proceso de creación de riqueza y al mismo tiempo
un obstáculo insalvable para la realización de la libertad de quienes lo realizan, es
decir, las mujeres (Ferguson, 2020, pág. 82).
El capitalismo, es cierto, se sustenta en la explotación del trabajo asalariado, pero también
se sustenta en la privatización del trabajo doméstico. La incipiente crítica se formula de la
siguiente forma: el sistema económico es un sistema de opresión de género, en razón de que
el trabajo realizado por las mujeres, es decir, el trabajo doméstico, es en el capitalismo un
asunto privado (Ferguson, 2020, pág. 21). Con el activismo y el debate académico de la
mano, durante los 70´s se abarcaron incisivas preguntas, ¿Cuál es la relación entre el
trabajo doméstico y el trabajo productivo en la formación de valor? ¿El primero crea
directamente plusvalía o no? ¿Cómo se entrecruza efectivamente la organización
patriarcal del trabajo doméstico con la organización capitalista del trabajo productivo?
(Ferguson, 2020, pág. 27).

La formulación de respuestas a las preguntas expuestas permitió la consolidación de la


Teoría Unitaria. Es en 1983 que Lise Vogel argumenta que el trabajo doméstico produce
valores de uso, mas no valores de cambio, sin constituir un modo de producción
aparte del capitalismo (Ferguson, 2020, pág. 28). Esta lectura planteaba que el
capitalismo y el patriarcado constituyen un sistema unitario, inseparable, en el cual no se
puede reducir una dominación a otra. Valiéndose de la teoría del valor de Marx, al tiempo
que se ampliaba el foco tradicionalmente puesto de manera exclusiva en el trabajo
productivo, comenzaron a esbozarse los rasgos del vínculo estructural entre capitalismo y
patriarcado.

Desde entonces para la tradición feminista marxista, la reproducción social designa la


mantención y reproducción de la vida, diaria o generacionalmente 5. Es decir, la
reproducción social es la forma en que se organiza socialmente el trabajo físico, emocional
y mental que es necesario para la producción de la población (Arruzza, 2017, pág. 49). La
categoría incluye cuestiones como la preparación de alimentos, el cuidado de infantes,
ancianos y enfermos, la formación educacional, junto a otras que permiten una visión más
amplia que la categoría de trabajo doméstico 6, al cual incluye. Esto permite analizar, en su
dinamismo, el trabajo de reproducción social que se lleva a cabo dentro y también fuera del
hogar, como lo es aquel proveniente tanto del mercado como del Estado.

Veamos un ejemplo, ¿cómo se reproduce socialmente un niño? Además de la familia, la


teoría de la reproducción social nos lleva a observar el sistema de salud al que tiene acceso
el niño, así como el sistema educacional en que está inserto, inclusive su disponibilidad de
agua potable. Recurriendo a este enfoque se ha vuelto manifiesto que la reproducción social
de familias obreras es diferente a la reproducción social de familias capitalistas. Son
5
A diferencia del término “reproducción social” en sentido althusseriano, cuestión que se aborda más abajo
en este documento.
6
Sobre este punto volveremos en la sección sobre nuevos términos, específicamente, con la categoría de
trabajo familiar doméstico.
también diferentes, tomando un ejemplo analizado por investigadoras de la reproducción
social (Bhattacharya & Arruzza, 2020, pág. 41), en la ciudad de Chicago en EEUU, las
formas de llevar a cabo la reproducción social entre niñas de familias blancas obreras y
niñas de familias negras obreras que, al momento biográfico en que llegan a vender su
fuerza de trabajo al capital, lo hacen con un mayor o menor valor de fuerza de trabajo
predefinido por la historia de reproducción social que han vivido.

Se hace patente en la teoría unitaria el análisis de clases: la manera en que se organiza la


reproducción social en una sociedad está intrínsecamente ligada a la manera en que se
organiza la producción de esa sociedad. Resalta, por lo tanto, que la teoría unitaria y el
análisis de la reproducción social son sensibles a las luchas sociales y otros fenómenos
contingentes. Arruzza lo sintetiza declarando (Arruzza, 2017, pág. 51): “Esto es
exactamente lo que la “teoría unitaria” intenta aprehender: ser capaz de leer las relaciones
de poder basadas en el género o la orientación sexual como momentos concretos de una
totalidad articulada, compleja y contradictoria que es el capitalismo contemporáneo.”

El logro que conlleva ubicar la opresión de género en las contradicciones inherentes a la


organización capitalista de la reproducción social, clarifica que el trabajo doméstico de las
mujeres es el medio preferencial del capitalismo para la producción de la fuerza de
trabajo. Y es el preferencial porque no es el único, pues nos damos cuenta que la
reproducción social también es llevada a cabo en las escuelas, hospitales, guarderías,
etcétera (Ferguson, 2020, pág. 29).

Renovació n del Feminismo de la Reproducció n Social

Punto de inflexió n: aportes del feminismo negro


Las tres perspectivas de las feministas omiten, en principio, la importancia de la dinámica
racializada del trabajo arrastrada desde los albores del capitalismo:
“Esto comienza con la incapacidad de ver la base racializada que acompañó a la
amadecasificación y a la devaluación del trabajo asalariado de las mujeres. Porque
[…] el ama de casa moderna y europea no es simplemente un producto del
capitalismo patriarcal. Es producto de un capitalismo patriarcal colonial y racista. Es
decir, es producto del saqueo de tierras lejanas, de cuerpos y de otra gente trabajadora
cuyo sometimiento se justifica con un discurso falaz, científico-racista y religioso
acerca de una misión civilizadora blanca” (Ferguson, 2020, pág. 43).
Lo que leemos en el párrafo anterior denuncia un punto ciego que arrastraban las
perspectivas feministas. En la interpenetración de las particularidades regionales de la
sociedad global, durante el Siglo XVIII pudo consolidarse en Europa la figura de ama
de casa por la explotación en las colonias, lo cual es un componente racista que permitió
una baja en el coste de la vida de la población occidental europea, inclusive de su clase
trabajadora. Esta cuestión se vuelve un problema a solucionar para el feminismo socialista,
que en sus dos corrientes había permanecido indiferente.
Por su parte, las feministas negras tuvieron desde un comienzo una perspectiva distinta.
Mientras los feminismos de la igualdad pretendían la libertad mediante su inclusión al
trabajo productivo, en esos mismos países las mujeres negras ya trabajaban, en su mayoría,
por un salario. Este salario y su presencia en el mercado laboral no les generaba ilusiones
de libertad e independencia. Por el contrario, eran más bien las condiciones de acceso al
trabajo lo que les molestaba, e identificaron así su trabajo, racializado y doméstico, como
una extensión de la esclavitud a la servidumbre en su trabajo asalariado (Ferguson, 2020,
pág. 97).
La cuestión era evidente en EEUU durante las primeras décadas del siglo XX. Mientras, de
manera generalizada, las trabajadoras percibían salarios más bajos que los trabajadores, a su
vez las mujeres negras recibían menos salario que las mujeres blancas por el mismo trabajo,
lo cual fue crucial para la productividad capitalista con que muchas industrias pudieron
emprender la producción masiva (Ferguson, 2020, pág. 103).
Fueron las feministas afroamericanas del Partido Comunista de EEUU (CPUSA) quienes
teorizaron sobre la relación íntegra que tiene el trabajo de reproducción social racializado
con el capitalismo (Ferguson, 2020, pág. 104). Evaluaron que la esclavitud del pasado
determina el trabajo de las mujeres negras en el presente, excluidas de todos los sectores
laborales salvo de los menos cualificados -a pesar de estar cualificadas- y peor pagados
(Ferguson, 2020, pág. 105).
Claudia Jones, autora que fue parte del comité central del CPUSA, en su análisis de la triple
opresión de las mujeres negras en tanto madres, negras y trabajadoras, extiende la
concepción de trabajo doméstico al concebir por carga doméstica tanto el trabajo
remunerado como no remunerado, en consideración de que es el racismo el que relega a las
mujeres negras al trabajo servil remunerado (Ferguson, 2020, pág. 106). Es por esto que
llaman a las feministas a luchar contra el racismo dentro y fuera del trabajo productivo,
pues su vida misma da cuenta del carácter omnímodo del capitalismo, que no se limita a
organizar los puestos de trabajo sino, de manera generalizada, a organizar las condiciones
de vida (Ferguson, 2020, pág. 107). Esta lectura posteriormente será incorporada por el
feminismo de la reproducción social.
Durante los ´60, a pesar de que muchas feministas socialistas blancas hacían trabajo
político con activistas antirracistas, en su mayoría no reflexionaron cómo la complejidad
que introduce el feminismo negro en el concepto de trabajo doméstico cuestiona el
significado de este concepto en las explicaciones del capitalismo patriarcal por parte del
feminismo socialista (Ferguson, 2020, pág. 133). Fue necesario un largo tiempo para que se
instalara, desde y más allá del feminismo negro, la noción de que ni todo el trabajo
doméstico es no remunerado, ni todas las mujeres experimentan este trabajo en sus
hogares y comunidades como algo opresivo.
A pesar de todo, lo que sucedió tuvo la siguiente lógica: si las mujeres están siendo
oprimidas por vías que no son el trabajo doméstico, y por tanto se abandona el trabajo
doméstico no remunerado como la categoría universalizadora que lo explica, ¿qué pasa con
el feminismo socialista?, ¿qué queda de la perspectiva del feminismo de la igualdad crítico?
Este se encuentra ahora desprovisto de su problema clave. Sin embargo, el feminismo de la
reproducción social ofreció un espacio teórico para desarrollar un análisis integrador y más
complejo, aunque con el desafío de resolver ambigüedades y tensiones teóricas:
“Esto se consigue, en primer lugar, separando la comprensión del trabajo de
reproducción social de un concepto ahistórico y universal del trabajo doméstico; y en
segundo lugar, destacando y desarrollando el planteamiento sobre la relación del
trabajo productivo en el sentido capitalista del trabajo improductivo” (Pág. 134).
De la forma expuesta, reconociendo las críticas y aportaciones del feminismo negro, pudo
el marxismo feminista reconocer unas bases más firmes, lo que significó un alejamiento de
las posiciones del feminismo de la igualdad crítico y, en definitiva, potenciar el feminismo
de la reproducción social. Es un punto de inflexión para el rumbo que ha tomado en el
presente, asumiendo que deben abandonarse los análisis ahistóricos, y que la atención
debe centrarse en la relación concreta del trabajo, productivo y reproductivo,
tomando en cuenta tanto la opresión de género como la opresión racial.

Categorías de una nueva teoría

Independientemente de los aparatajes conceptuales que la teoría unitaria recoge del


marxismo y el materialismo, debe valerse de nuevas categorías para aprehender su
innovador objeto de estudio. Anteriormente señalamos algunos conceptos que fueron
creados o modificados por la teoría unitaria para analizar la reproducción social.

En primer lugar, está el término mismo de reproducción social. Para quienes estén
familiarizados con el estructuralismo marxista, resultará evidente que la categoría es usada
de una manera diferente a la elaborada anteriormente por Althusser.

En la tradición althusseriana, la reproducción social corresponde al fenómeno de


reproducción de la sociedad capitalista como un todo, incluyendo la producción de las
condiciones para la producción. Esta acepción que incluye, por ejemplo, la producción del
Estado y sus aparatos ideológicos, la policía y las fuerzas armadas, es más amplia que la
utilizada por la teoría feminista marxista, que con reproducción social refiere a la
producción de la fuerza de trabajo, facilitando que la atención se ponga en la opresión de
género en el capitalismo (Bhattacharya & Arruzza, 2020, pág. 40). Para sortear este asunto,
se ha propuesto distinguir entre reproducción societal para referirse a nociones como la
althusseriana de reproducción del sistema capitalista como un todo, y mantener la categoría
de reproducción social para la reproducción de la fuerza de trabajo, en línea con la
acepción del feminismo marxista (Bhattacharya & Arruzza, 2020, pág. 40).

En segundo lugar, a propósito del concepto de trabajo doméstico, con el que se han
designado un conjunto de actividades tradicionales como lavar, coser o planchar, se ha
propuesto recientemente sustituirlo por el término trabajo familiar doméstico, para
incorporar una serie de actividades de gestión y organización que se realizan fuera del
hogar, las cuales han ido aumentando con la expansión del sector servicios, así como del
sector público (Grupo «Dones i Treballs», 2003, pág. 17).

Por otra parte, durante las décadas finales del siglo XX se sintetizaron en el «esquema
producción-reproducción» las ideas sobre la existencia de dos trabajos que participan con
el mismo grado de importancia en la reproducción del sistema global, interrelacionados,
pero con características propias (Grupo «Dones i Treballs», 2003, pág. 16). Sin embargo,
con la identificación de los aspectos subjetivos del trabajo familiar doméstico, como lo son
las relaciones afectivas, fue ocurriendo un cambio de paradigma para muchas feministas: el
eje central de la sociedad, y por tanto de los análisis, debiese ser este grupo de actividades
que nos permiten crecer, desarrollarnos, convertirnos en personas (Grupo «Dones i
Treballs», 2003, pág. 19). Por lo tanto, el esquema producción-reproducción ve disminuida
su utilidad en razón del nuevo protagonismo que toma la vida humana, colocada como
centro de los objetivos sociales, políticos y económicos.

Recientemente, la autora Cristina Carrasco ha profundizado estas reflexiones en el seno del


feminismo de la reproducción social, proponiendo la distinción entre la lógica del cuidado
y la lógica del beneficio (Carrasco, 2003, pág. 49). Carrasco reflexiona que los problemas
de conciliación de tiempos de trabajo son una mera expresión del problema de fondo, que
es una tensión existente en los fundamentos del sistema socioeconómico: la contradicción
entre el objetivo de obtención de beneficios, propia de la producción capitalista, y el
objetivo del cuidado, propio de los procesos de reproducción y sostenibilidad de la vida
humana (Carrasco, 2003, pág. 28).

Planteándose la pregunta sobre cómo las sociedades resuelven las necesidades de


subsistencia de las personas, el argumento se lleva más lejos al aseverar que la
reproducción humana, en tanto proceso social, nunca ha sido utilizada como categoría
analítica central de investigación:

Centrarse explícitamente en la forma en que cada sociedad resuelve sus


problemas de sostenimiento de la vida humana ofrece sin duda una nueva
perspectiva
sobre la organización social y permite hacer visible toda aquella parte del proceso
que
tiende a estar implícita y que habitualmente no se nombra. Esta nueva perspectiva,
además, permite poner de manifiesto los intereses prioritarios de una sociedad,
recuperar todos los procesos de trabajo, nombrar a quienes asumen la
responsabilidad
del cuidado de la vida, estudiar las relaciones de género y de poder, y en
consecuencia,
analizar cómo se estructuran los tiempos de trabajo y de vida de los distintos
sectores dela población (Carrasco, 2003, pág. 29).

Esta apuesta, que trasciende el ámbito académico, surge del reconocimiento de que las
necesidades humanas tienen una dimensión preponderantemente objetiva, asociada a lo
biológico, y otra preponderantemente subjetiva, correspondiente a los afectos, cuidado,
seguridad psicológica, y demás rasgos que son tan esenciales para nuestras vidas como el
alimento (Carrasco, 2003, pág. 29). Graficaría, de manera simplificada, esta distinción de la
siguiente manera:

Dimensión
Objetiva
(Necesidades
biológicas)

Necesidades
Humanas
Dimensión
Subjetiva
(Necesidades
afectivo-
relacionales)

El origen histórico de la primacía de la lógica del beneficio por sobre cualquier otra, como
lo es la lógica del cuidado, coincide con la emergencia del modo de producción capitalista.
Con el ascenso del capitalismo en Europa y su expansión global, obviamente el trabajo
necesario para vivir no desaparece, pero se torna separado y dependiente del trabajo de
ganarse la vida. Esto sucede porque el trabajo de subsistir y reproducir la vida ya no es
posible a menos que se tenga acceso a un salario (u otras formas de ingreso de dinero, pero
es esta la que se torna generalizada). La mayoría, incapaz de alimentarse y refugiarse
apropiándose directa y productivamente de su entorno, trabajan por un salario con el que
comprar alimento y cobijo (Ferguson, 2020, pág. 36). De este modo, el trabajo para el
capitalista acaba dominando toda actividad vital, y no solo, como pudiese aparecer
intuitivamente, la actividad generadora de valor en el lugar de trabajo asalariado.

Trabajo productivo y trabajo reproductivo, ¿jerarquía política o distinció n


econó mica?

Tanto la querelle des femmes, argumentando que las mujeres son igual de inteligentes que
el sexo masculino (Ferguson, 2020, pág. 48), como el feminismo de la igualdad de
Wollstonecraft, abogando por una educación igualitaria dentro de un sistema de clases,
naturalizan la explotación de las mujeres de clase obrera y su relación servil para con las
mujeres de clases medias, altas o aristocrática, según sea el caso. Por ende, las mujeres de
clase obrera y el trabajo que realizan no aparecen como una preocupación feminista
(Ferguson, 2020, pág. 59). Al respecto se puede reflexionar que el feminismo sin
conciencia de clase obrera, o más específicamente, el feminismo originado en clases medias
y altas, ha desarrollado sus argumentos en función de mejorar la vida de las mujeres de
estas clases en el capitalismo, mediante la presentación de una alternativa ilustrada que no
se propone cambiar el modo de producción.
Pero, como hemos visto en distintos pasajes de este escrito, los feminismos socialistas
pueden incurrir en un error opuesto: el reduccionismo económico. El desenmarañamiento
de este asunto que entrampa tantos debates a la izquierda llega de la mano de la
formulación de los elementos fundamentales para un feminismo marxista, expuesto por dos
autoras y activistas de la teoría de la reproducción social:
Mi respuesta sería: debemos desafiar la idea de que el sujeto de la revolución son
solo los trabajadores productivos. Marx nunca escribió eso. ¿Dónde está escrito eso?
Marx nunca dijo que solamente los trabajadores productivos eran la clase obrera o
que solamente los trabajadores productivos eran los sujetos revolucionarios. En sus
escritos políticos, intenta encontrar subjetividad potencialmente revolucionaria en
distintos lugares […]. Entonces, es un error categorial pensar que la distinción entre
trabajadores productivos y trabajadores improductivos tiene un significado político.
Esa distinción no debería interpretarse como “quienes son de la clase obrera
revolucionaria y quienes vienen detrás”. Esa distinción es importante para el análisis
de la acumulación capitalista y de cómo funciona el capitalismo (Bhattacharya &
Arruzza, 2020, págs. 47, 48).
Para un uso investigativo de la Teoría Unitaria

Con el incremento de los estudios de género en las ciencias sociales, se ha innovado


también en metodologías capaces de proveer información a través de la cual pueda
analizarse la opresión de género. En el caso de Chile, la Encuesta Nacional de Uso del
Tiempo (ENUT) ha otorgado bases de datos de gran importancia, convirtiéndose desde su
primera aplicación el año 2015 en una fuente de primera importancia para muchas
investigaciones.
Con la experiencia de esta encuesta podemos apreciar, por una parte, que en nuestro país se
había mantenido un importante vacío en la construcción de datos útiles para que la
investigación con enfoque de género sea realizable, pudiendo entregar a la sociedad un
conocimiento significativo sobre el estado de las cosas; y por otra parte, que con su no
aplicación los años 2020 y 2021, inmediatamente se resiente la comprensión de la opresión
de género que pueden aportar las ciencias sociales, perdiendo incluso la oportunidad de ver
a gran escala cómo fue que la crisis sanitaria mundial impactó en el comportamiento social
del trabajo familiar doméstico y de cuidados en este sector del mundo (Poblete Maureira &
Petersen, 2020).
Menciono el caso de la ENUT por un asunto primordial. Si el estudio de la opresión por
asuntos de género ya es complicado ante la falta de información generada con metodología
científica, es más difícil todavía realizar análisis que permitan aunar las diferencias de
clase, la opresión de género y el fenómeno de la racialización, que son completamente
necesarios acorde al marco de la Teoría Unitaria.
Se hace necesario que las instituciones encargadas de levantar encuestas y estadísticas, así
como el Estado en su rol de protector de sus habitantes, impulsen nuevos procesos de
construcción de datos que entreguen información sobre género, racialización y clase, para
con ello estudiar en Chile la contradicción entre la lógica del cuidado y la del beneficio, así
como las particulares formas en que se está ejecutando el trabajo familiar doméstico y, con
ello, empezar a comprender mejor cómo se está resolviendo en nuestro país la reproducción
social.
Por el momento, quienes tenemos interés en estos asuntos podemos valernos de la
información cuantitativa ya disponible, por incompleta que sea, pero también de las
herramientas de investigación cualitativa de las que disponen las ciencias sociales,
contribuyendo a exponer el aporte que significa la Teoría Unitaria, e impulsando con ello la
toma de conciencia sobre la falta que hacen despliegues de mayor infraestructura,
orientados a proveer información utilizable desde este marco teórico.
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