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Siervos de la Palabra

La Misa: El Gran Milagro

Objetivo:
Explicar las parte de la misa para descubrir su significado y cuál debe ser nuestra actitus ante
cada parte.

Introducción:
A lo largo del caminar del cristiano podemos llegar a sentir que nos enfrentamos a un desierto
espiritual, que se nos dificulta escuchar a Dios o llegamos a pensar que necesitamos de algún
“suceso” extraordinario para volver a sentirlo presente en nuestra vida. Aunque como seres humanos
somos propensos a dudar, estas ideas no pueden ser más erróneas, ya que nuestra fe y nuestra
relación con Dios no puede depender de las sensaciones, sino que debe fundamentarse en la
decisión constante de darle el primer lugar a Dios en nuestro día a día.
La noche antes de morir en la Santa Cena Jesús constituye la Euaristía como el Sacramento
en el cual renovamos el sacrificio de amor hacia nosotros muriendo en la cruz por nuestra salvación,
por medio de la transformación del Pan en Carne y del Vino y Sangre, y nos invita a vivir la vida
eterna si consumimos si Cuerpo y su Sangre en memoria de Él.
Es por este motivo que se nos llama a los católicos a celebrar el amor de Jesús hacia
nosotros por medio de la celebración de la Santa Eucarístía por lo menos los domingos de cada
semana, como una Acción de Gracias a Dios por darnos la salvación. Muchas veces el error del
católico es caer en la pereza o en restarle importancia al gran milagro que es la Eucaristía, ya que al
conocer a profundidad este sacramento y vivirlo con fe y esperanza podemos fortalecer nuestra
relación directa con Dios y experimentar su presencia por medio del Milagro de la Eucaristía.
Por lo tanto, debemos conocer y amar este Sacramento y verlo con Jesús quiere que lo
veamos, una invitación a sentarnos a la mesa con Él.
Cuerpo de la Enseñanza:
Cita base: “Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus
discípulos diciendo: “Tomen, esto es mi Cuerpo”. Después tomó una copa, dio gracias y se la
entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: “Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se
derrama por muchos.” Marcos 14, 22-24

Punto #1: Palabra de Dios

Al comenzar con los rito iniciales de la Misa hacemos la señal de la cruz, hacemos el Acto
Penintencial en el cual nos arrepentimos por nuestras faltas y le damos la Gloria a Dios por medio de
cantos, además de orarle como comunidad. Posteriomente, inicia la Liturgia de la Palabra, en la cual
escucharemos una lectura del Antiguo testamento que debemos interiorizar ya que por medio de
estas palabras Dios preparó a su pueblo para la llegada de su Hijo, luego se lee un Salmo por medio
del cual Dios nos enseña con sus palabras cómo agradecerle, cómo pedirle, cómo podemos hablar
con Él y expresarnos. En este momento, nos reunimos como comunidad para rezar con palabras que
Dios pone en nuestra bocas por medio de los Salmos.
Tras concluir con el Salmo, escuchamos la predicación de los primeros seguidores de Cristo a
través de la Segunda Lectura, que son las palabras que el Espíritu Santo puso en las bocas de sus
Siervos de la Palabra

apóstoles. A continuación, en el Evangelio Dios nos habla directamente desde las enseñanzas de su
hijo Jesucristo, por lo que es el momento más significativo de la Liturgia de la Palabra ya que
escuchamos la “buena noticia” mientras Jesús enseñaba y curaba a las personas.
En este momento debemos mantenernos de pie en señal de atención y de deseo por aplicar
las enseñanzas de Jesús en nuestra vida, las cuáles escuchamos y guardamos en nuestra mente y
corazón. Finalmente el Sacerdote realiza la homilía en la cual se reflexionan la Liturgia y nos habla
de cómo podemos practicarla en nuestra vida.

Punto#2: Reunidos en el más grandioso Banquete


Cuando una persona te recibe en su hogar y te quiere hacer sentir cómodo hay dos factores
que nunca faltan: una buena conversación y buena comida. Cómo católicos estamos llamados a vivir
la Eucaristía como una fiesta en la cuál la buena plática la recibimos al escuchar la Palabra de Dios y
luego Jesús nos invita al mayor banquete de todos, su Cuerpo y su Sangre.
Al iniciar la Liturgia Eucarística se ofrece el pan y el vino en el altar, y nos preparamos para el
momento más importante de la misa: la plegaria eucarística que son todas las oraciones que rodean
el momento de la Consagración, además es un momento en el que nos unimos como Iglesia para
clamar a Cristo que pronto va a presentarse físicamente ante nosotros.
El Sacertdota impone sus manos sobre las ofrendas del Pan y el Vino invocándo al Espíritu
Santo para que este descienda sobre los dones y haga presente a Cristo. Seguidamente llegamos al
climax de la plegaria eucarística, tal y cómo Jesús nos enseñó en la Última Cena, Dios por medio del
Padre transforma las ofrendas del Pan y el Vino que ahora son el Cuerpo y la Sangre de Cristo, su
alma y divinidad.
Debemos recordar que cada Misa es una verdadero milagro en el que renovamos el sacrificio
de Jesús y recibimos el gran regalo de unirnos a Él no solo espiritualmente, si no de manera física
por medio de la Comunión, ese momento en que consumimos su Cuerpo y su Sangre con la fe de
alcanzar la vida eterna. Si los católicos realmente creyeramos firmemente y tuviéramos la firme
convicción de lo que representa la Misa y de lo fundamental que es en nuestra vida, no dudaríamos
ni un solo segundo si visitar la casa del Señor y disponernos a formar parte de este gran banquete.

Punto #3: Salir a vivir el Evangelio


Una vez finaliza la Eucaristía, como el Padre lo dice, podemos ir en paz porque hemos vistos
a Cristo, hemos recibido su palabra y nos hemos unido con Él por medio de la Comunión, así que
tras ser bendecidos por el Padre recibimos un llamado aún mayor, vivir las Palabras que hemos
recibido.
Dios no quiere que seamos solo cristianos activos dentro de las paredes del templo, Dios
quiere que su mensaje de amor se expanda y llegue a todos sus hijos, por lo que debemos ser
coherentes, alabar a Cristo tanto durante la misa como en nuestro hogar, trabajo, universidad,
colegio, nuestro círculo social, con las personas en situación de calle, hambrientos, privados de
libertad, y todo aquel que necesite la misericordia de Dios.
Procuremos hacer de la Palabra de Dios nuestro manual de vida, y evangelizar no tanto en las
palabras, si no con nuestras acciones, para que todo lo que recibimos del Sacramento de la
Eucaristía podamos reflejarlo a los demás.

Conclusión:
Hoy somos llamados a no ver la Misa como parte de la rutina, una hora de tiempo perdida o
que simplemente la normalicemos, sino que la vivamos como lo que realmente es: una fiesta, un
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milagro. Somos invitados a revivir ese momento en el que Jesús por amor a cada uno de nosotros
dio su vida y nos ofreció su Cuerpo y Sangre, para que pudieramos ser uno con Él, así que
fortalezcamos esa relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo por medio de este maravilloso
Sacramento que podemos vivir en comunidad y que si decidimos experimentarlo desde la fe, es
capaz de cambiar nuestra vida.

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Material de apoyo:

https://es.catholic.net/op/articulos/13776/la-misa-partes-en-que-se-divide.html

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