Bases teóricas y epistemológicas del trabajo social.
Tema 3.1. Grandes paradigmas ideológicos y teóricos que han
iluminado el Trabajo Social.
¿Qué es un paradigma?
Un paradigma es la teoría la que decide lo que podemos observar.
Nomen est numen, nombrar es conocer, dice una antigua máxima. En la
filosofía contemporánea de la ciencia, nomen no son solamente los
nombres sino los conceptos o prismas.
El concepto de Paradigma proviene del latín (paradeigma = mostrar,
manifestar), y supone un conjunto de conceptos, principios y valores
explicitados de una disciplina.
Kuhn define paradigma como un conjunto de realizaciones científicas
universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan
modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica. Para el
autor el paradigma no es otra cosa que un modelo o patrón aceptado.
Para Kuhn, algunos paradigmas científicos que han orientado la
investigación y la definición constitutiva del mundo son el análisis
aristotélico del movimiento de los cuerpos, el cálculo ptolemaico de las
posiciones planetarias…
Mastermman distinguió hasta 21 sentidos deferentes en la utilización
Kuhniana del término que unió en tres grandes grupos:
Aspecto filosófico (o metafísico) del paradigma: daría la imagen del mundo
y los elementos básicos de la creencia de los científicos sobre lo que sea
la realidad, sería el caso del atomismo, del mecanicismo…
Aspecto sociológico del paradigma: ligado a la estructura de las relaciones
internas y externas de la comunidad de científicos que detentan un mismo
paradigma. Un paradigma conlleva un aspecto institucional, tanto nacional
como internacionalmente que permite discernirlo de otros paradigmas
rivales.
Aspectos propiamente científicos: ligado a los problemas ya resueltos y a
los principales ejemplos que son explicados gracias a la utilización del
paradigma. Mastermman los denomina paradigmas construidos.
Otro autor que se enfrenta a la difícil definición del paradigma es Merton.
Este define el concepto de Paradigma como la lógica del procedimiento,
los conceptos clave y las relaciones entre variables se pierden no pocas
veces en un alud de palabras. Cuando esto ocurre, el lector crítico tiene
que buscar laboriosamente por sí mismo los implícitos supuestos del
autor. El paradigma reduce esta tendencia del teórico al empleo de
conceptos y supuestos tácitos.
Los paradigmas podrían entenderse como esquemas referenciales que
expliquen la práctica, o como catalizadores capaces de discernir
conocimiento, haciendo éste más accesible para el investigador social.
Siendo inevitable que Merton hiciese un análisis funcional del concepto
paradigma, expondremos a continuación las cinco funciones implícitas al
paradigma por él declaradas, todas ellas en estrecha interrelación:
Proporcionan una ordenación compacta de los conceptos centrales y sus
interrelaciones tal como se utilizan para la descripción y el análisis.
Los paradigmas disminuyen la probabilidad de incluir en el enunciado
explícito supuestos y conceptos ocultos, ya que cada nuevo supuesto y
cada nuevo concepto lógicamente debe derivarse de los componentes
previos del paradigma o introducirse explícitamente en él.
Promueven la acumulación de interpretación teórica, siendo la base sobre
la cual se construye un edificio de interpretaciones.
Sugieren la tabulación cruzada sistemática de conceptos importantes y
pueden sensibilizar al analista para problemas empíricos y teóricos que de
otro modo no podría advertir.
Favorecen la codificación del análisis cualitativo de una manera que se
acerca al rigor lógico, si no al rigor empírico, del análisis cuantitativo.
La propuesta de Martin Hollis
Para Hollis, existen dos niveles de análisis o paradigmas que han centrado
el debate en torno a la metodología de las ciencias sociales. El primero es
la definición del modelo adecuado de conocimiento del fenómeno social,
es decir, la diferencia entre explicación y comprensión. El segundo nivel,
se interesa por definir la unidad adecuada de análisis, o lo que es lo
mismo, la elección entre holismo o individualismo metodológico en la
explicación del fenómeno social. Desde la confluencia o cruce de ambas
estructuras, Hollis establece cuatro posibles enfoques que define de la
siguiente manera:
El primer enfoque, teórico y metodológico (modelo de conocimiento), es
útil para el análisis epistemológico en general. El segundo, la construcción
de un modelo empírico (unidad de análisis), es fundamental para nuestra
disciplina ya que orienta sobre cómo operan los individuos y los grupos
humanos.
Holismo-Explicación (Sistemas): la conjunción de visiones globales en el
análisis unido a una racionalidad explicativo-causal nos remite a
concepciones racionalistas y deterministas. Los teóricos que creen
firmemente en los sistemas sociales están obligados a explicar dichos
fenómenos en términos de leyes subyacentes y de mecanismos que
estamos obligados a inferir. Esta vía propone la noción de una explicación
funcional en la que se atribuyen a los sistemas necesidades, propósitos u
objetivos que explican por qué la gente se comporta de la forma en que lo
hacen.
Individualismo-Explicación (Agentes): el individualismo sostiene que sólo
existen los particulares con la cláusula metodológica de que la referencia a
los particulares explica el todo social. La fusión de la concepción
individualista al modelo explicativo nos remite a la más estricta
racionalidad instrumental que permite la construcción del mundo desde la
más pura elección racional. Actuamos racionalmente cuando sabemos
qué es lo que queremos. En dicho modelo se impone otra forma de
funcionalismo, éste más competitivo. En él los agentes particulares buscan
la satisfacción de sus necesidades de acuerdo al cálculo racional de éxito
en cada toma de decisión.
Holismo-Comprensión (Juegos): partimos del imperativo hermenéutico de
comprender la acción social desde dentro. Aunque los sistemas
estructuran el sistema social de forma importante, son los individuos los
que operan, en el contexto que les es dado. La interpretación que los
individuos hacen de las reglas impuestas hacen necesaria la comprensión
de dicho proceso para entender el fenómeno social total. La conclusión es
la de que los juegos e interacciones producidas en los intercambios
sociales forman parte de una perspectiva subjetiva de la conducta, que es
necesario conocer.
Individualismo-Comprensión (Actores): en esta dimensión la dificultad
radica en encontrar actores que no sean meras víctimas de las normas, ni
simples agentes racionales que convierten su mundo en una constante
toma racional de decisiones. El desempeño del papel (rol) es fundamental
en esta lectura de la conducta en la que los actores se niegan a dejarse
absorber por la interacción del medio.
 La propuesta de David Howe
Con una estructura analítica similar a la empleada por Hollis, David Howe
hace un importante esfuerzo por llevar al Trabajo Social contenidos que
mezclan lo epistemológico y lo ideológico. La interpretación de paradigma
que hace Howe trasciende la epistemología de la ciencia para centrarse,
de manera expresa, en la definición positiva de los modelos de sociedad
existentes.
Partiendo de la premisa de que la práctica está saturada de teoría, la
utilización de paradigmas (teoría + práctica = paradigma) permitirá al
trabajador social establecer presupuestos sobre la gente, la sociedad y los
motivos generales que orientan determinadas conductas.
Pero Howe no se conforma con el nivel de abstracción expuesto e
introduce un segundo nivel de definición en los paradigmas. Howe asigna
a cada uno de los paradigmas iniciales (Humanistas radicales,
Estructuralistas radicales, Interpretativistas y Funcionalistas) un homónimo
que permita la identificación de supuestos subyacentes a cada uno de
ellos (los reparadores, los buscadores de sentido, los concientizadores y
los revolucionarios). La combinación de estos dos niveles conceptuales
permitirá una mejor definición del paradigma sostenido por el trabajador
social.
Funcionalista (los reparadores): el análisis de la conducta individual es el
resultado de las relaciones ordenadas que existen entre la gente. La
conducta extraviada, desde el funcionalismo, se orienta al uso de los
mecanismos reparadores necesarios para ocuparse de esta desviación.
La conducta “antisocial” es asimilada a conducta “patológica”, y al ser
referida como tal ésta debe ser tratada para que una vez curado el
individuo puede ser reintegrado al lugar social del cual procede. Los
funcionalistas pueden ser calificados de pragmáticos ya que practican una
ingeniería social moderada. Los funcionalistas sostienen posturas
objetivistas sobre la naturaleza y la realidad social en la que consideran la
naturaleza humana como determinada y carente de libre albedrío. La
sociedad se investiga desde el punto de vista del observador ignorando
las explicaciones ofrecidas por los protagonistas. Es empirista, considera
que la actividad humana se explica desde la conducta observable; opinan
que las ciencias sociales son iguales que las ciencias naturales. Este
paradigma puede considerarse muy extendido. En esta órbita se
encuentra el psicoanálisis clásico, el conductismo y la teoría de sistemas.
Interpretativistas (los buscadores de sentido): el mundo sólo puede ser
comprendido subjetivamente. Para aproximarnos al conocimiento de la
conducta humana hay que partir del punto de vista de los implicados. No
existen leyes inmutables para la conducta humana, de forma que la gente
crea activamente su mundo. El resultado es que la realidad es una
construcción social, siendo tarea del científico comprender la experiencia
subjetiva que subyace tras el acto cotidiano. El fin último del científico
social es descubrir el significado subjetivo de toda conducta. Dos grandes
líneas interpretativas que apuestan por esta línea han incidido en Trabajo
Social: la primera corresponde al enfoque centrado en el cliente, derivado
de la psicología humanista. La segunda es le resultado de la influencia de
la fenomenología interpretativa de Alfred Schutz.
Humanistas radicales (los concientizadores): este paradigma fusiona el
humanismo y la política. El individuo es considerado dentro del marco de
referencia que impone una sociedad en conflicto. El posicionamiento no
puede ser otro que la crítica radical de la sociedad. El concepto de
alienación es fundamental para comprender este paradigma. La
autoconciencia es referida como camino de la recuperación del ser y el
cambio social. El esfuerzo requerido no es sólo comprender la subjetividad
y aceptarla sin condiciones, la propuesta desde la conciencia humanista
radical es la de canalizar críticamente la patología social, descubriendo las
contradicciones inherentes en una estructura injusta.
Estructuralistas radicales (los revolucionarios): para los estructuralistas el
mundo social es objetivo, real y concreto. Aunque este planteamiento
puede resultar excesivamente empirista, la peculiaridad de los
estructuralistas radicales consiste en que su vía de acceso a la realidad
material objetiva se centra en el análisis de las condiciones subyacentes o
estructuras que lo originan. El historicismo y la dialéctica son instrumentos
que permiten dicho acceso a la realidad poniendo en evidencia la
necesaria intervención del hombre en el medio social si se quieren
transformar las condiciones objetivas que producen alienación. Su
enfoque, claramente marxista, defiende la idea de que la forma en que la
gente responde a las necesidades materiales es lo que determina la
sociedad y su psicología. La conciencia sobre la forma en la que se
produce la riqueza desvela cómo las relaciones económicas producen
relaciones sociales.