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lenguaje y pensamiento ii

ESTUDIO DEL ARGUMENTO

Imagínese cómo sería la vida si un día la gente decidiera actuar y creer sin basarse en ningún
criterio, únicamente sobre la base de la intuición o de la emoción. Es probable que, en tal caso,
las cosas empezarían a funcionar mal muy pronto, porque es la voz de la razón la que mejor nos
puede dirigir hacia creencias confiables y acciones eficaces. Y ya que la voz de la razón se
expresa a través de los buenos argumentos, es conveniente analizar críticamente los argumentos
cuando tenemos que decidir qué hacer y qué creer.

1. ¿QUÉ ES UN ARGUMENTO

En general, cada vez que una persona ofrece una razón, o varias razones, por las cuales alguien
debería creer en una aseveración o seguir una determinada acción, está dando un argumento.
Aquello que el argumentador quiere que su audiencia crea o haga se llama la conclusión del
argumento. Las razones por las cuales deberíamos creer o hacer lo que el argumentador sugiere
son las premisas del argumento. En su forma escrita, un argumento es una serie de enunciados,
uno de los cuales (conclusión) se dice que deriva lógicamente de los otros (premisas).

2. RECONOCIENDO ARGUMENTOS

Los argumentos están en todas partes. Los anuncios comerciales que ofrecen razones para
comprar un producto suelen contener argumentos. Las cartas que los lectores envían a los
periódicos en defensa de cierta posición sobre un problema social también suelen contener
argumentos. De hecho, hasta los informes meteorológicos podrían ser considerados como
argumentos cuando sus afirmaciones están apoyadas por evidencias tales como fotografías
tomadas desde satélites. La clave para descubrir argumentos es recordar que siempre existe un
argumento allí donde se ofrecen razones como apoyo para creer alguna afirmación.

Para reconocer argumentos en un texto, suele ser muy útil buscar ciertas palabras y frases que a
menudo señalan la presencia de una premisa o de una conclusión, indicando por lo tanto la
posible existencia de un argumento. Las palabras o frases que suelen preceder a las conclusiones
se conocen como indicadores de conclusión. Las siguientes expresiones suelen funcionar como
anunciadores de que lo que sigue es probablemente una conclusión:

Por lo tanto, de allí que, así, se sigue que, se infiere que, se colige que, se implica que, es muy
probable que, es evidente que, en consecuencia, ciertamente, se deduce que, necesariamente,
posiblemente, probablemente.

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En cambio, aquellas palabras o frases que señalan que lo que viene después es probablemente
una premisa se conocen como indicadores de premisa. Aquí hay una lista incompleta de tales
expresiones:

Ya que, puesto que, visto que, en tanto que, debido a que, en vista de que, por la siguiente razón,
porque, pues.

Sin embargo, no todos los argumentos contienen indicadores. Por ejemplo, el siguiente texto es
un argumento sobre la prohibición de cazar ballenas, pero no incluye ninguno.

Ejemplo 1: No debería permitirse la caza de ballenas. ! En todo el mundo quedan menos de


6.000 ejemplares vivos!

Así mismo, no todas las veces que se emplean estas expresiones es para indicar que lo que viene
es realmente una conclusión o una premisa. Los siguientes ejemplos contienen los indicadores
“porque” y “por lo tanto”, pero no son argumentos.

Ejemplo 2: Las clases se cancelaron hoy porque anoche cayó un torrencial aguacero.

Ejemplo 3: La expresión “por lo tanto” contiene diez letras.

3. DISTINGUIENDO ARGUMENTOS DE EXPLICACIONES, INFORMES Y


ENUNCIADOS CONDICIONALES

Hemos dicho que la voz de la razón se expresa a través de los buenos argumentos.
Desafortunadamente, los argumentos suelen venir mezclados con otras formas de discurso:
explicaciones, informes y enunciados condicionales, todos las cuales se confunden fácilmente
con argumentos. Así pues, debe quedar bien clara la diferencia entre estas formas de discurso y
los argumentos.

3.1. Explicaciones

La explicación es una de las formas de discurso que más fácilmente se confunden con un
argumento, porque suele usar las mismas palabras indicadores de premisa y de conclusión que se
encuentran en los argumentos: palabras como “porque” y “ya que”. Pero si bien una explicación
suele decirnos por qué una afirmación es verdadera, no provee razones para que creamos en
dicha afirmación. La siguiente oración contiene una explicación:

Ejemplo 4: Alex se pasó el semáforo en rojo porque estaba atrasado para su trabajo.

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Aquí la conclusión parece ser “Alex se pasó el semáforo en rojo” , ya que hay un indicador de
premisa que antecede la frase “estaba atrasado para su trabajo”. Sin embargo, esta supuesta
conclusión no es algo que el autor de la frase quiera demostrar, y por lo tanto no estamos frente a
un argumento. El propósito de esta afirmación no es convencer a nadie de que Alex se pasó o no
se pasó la luz roja, sino tan sólo explicar por qué lo hizo: por eso decimos que es una
explicación. En contraste, el siguiente sí es un argumento:

Ejemplo 5: Es correcto pasarse los semáforos en rojo cuando no hay nadie cerca porque nadie
corre peligro de salir lastimado.

Aquí se presenta una aseveración que sí es discutible, y que se pretende “probar” por medio de
las razones presentadas. Tal vez sea correcto pasarse los semáforos en rojo a veces, pero tal vez
no lo sea. Sin embargo, esta oración ofrece una razón para creer en esta afirmación: que “nadie
corre peligro de salir lastimado”. De modo que contiene un argumento.

CLAVE: Cómo diferenciar argumentos de explicaciones.- Primero, suponga que la oración


es un argumento e identifique lo que sería su conclusión. Después, decida si la supuesta
conclusión es algo que está en disputa, o, por el contrario, si se está dando por sabida y aceptada.
Si la supuesta conclusión no es algo sobre lo cual generalmente se debate, entonces la oración es
probablemente una explicación. Por otro lado, si la supuesta conclusión es algo discutible,
entonces la oración es probablemente un argumento. Así pues, la oración “Las clases se
cancelaron hoy porque anoche cayó un torrencial aguacero” es una explicación, porque la
supuesta conclusión – “las clases se cancelaron hoy” - se toma como algo ya aceptado en el
contexto de la oración, no algo que está por demostrarse.
3.2. Enunciados condicionales

Las oraciones que contienen las palabras “Si... entonces”, conocidas como enunciados
condicionales, son otras formas de discurso que se suelen confundir con argumentos. Pero por sí
mismos, los enunciados condicionales no son argumentos. Considere, por ejemplo, los
enunciados condicionales incluidos en el siguiente párrafo:

Ejemplo 6: Si ahora no se toma una acción drástica en contra de la difusión del virus HIV,
entonces en el año 2001 habrá de 30 a 40 millones de personas infectadas con sida.

¿Por qué decimos que esta oración no es un argumento? Los argumentos deben tener
conclusiones apoyadas por evidencias (premisas), y esta oración no tiene conclusión ni premisas.
Por lo tanto, no puede ser un argumento.

Veámoslo de este modo: si la oración sobre el HIV fuera un argumento, ¿qué parte de ella sería
la conclusión? ¿Sería acaso la frase “no se toma una acción drástica en contra de la difusión del

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virus HIV”? Esto no puede ser la conclusión porque no se ofrece ninguna evidencia para creer
que no se está tomando una acción drástica en contra de la difusión del virus HIV. ¿Podría ser la
conclusión la frase “en el año 2001 habrá de 30 a 40 millones de personas infectadas con sida”?
Tampoco parece que lo fuera, porque no se ofrece ninguna evidencia para creer que de 30 a 40
millones de personas estarán infectadas con sida el año 2001. ¿Podría ser la conclusión el
enunciado condicional tomado en su totalidad?

Tampoco. Si un enunciado condicional se considera como conclusión, entonces tendríamos un


argumento sin premisas, y todo argumento debería tener al menos una premisa. Por lo tanto, el
enunciado condicional sobre el HIV no puede ser considerado como un argumento.

Si bien los enunciados condicionales por sí solos no son argumentos, uno suele estar tentado a
creer que sí lo son, porque estos enunciados, dentro de un argumento, a menudo funcionan como
premisas o conclusiones. He aquí un ejemplo donde la premisa mayor del argumento es un
enunciado condicional:

Ejemplo 7: Si ahora no se toma una acción drástica en contra de la difusión del virus HIV,
entonces en el año 2001 habrá de 30 a 40 millones de personas infectadas con sida.
Lamentablemente, dicha acción drástica no se está tomando. Por lo tanto, el año 2001 tendremos
de 30 a 40 millones de personas infectadas con sida.

3.3. Informes

Tal como los enunciados condicionales, los informes, es decir, las descripciones objetivas de lo
ocurrido, suelen confundirse con argumentos. Los lectores de periódicos están familiarizados
con informes como el siguiente:

Ejemplo 8: Ayer, mientras hacía campaña por su reelección, la diputada Lucía López dijo que el
aborto es moralmente aceptable porque las mujeres tienen el derecho de hacer lo que quieran con
sus cuerpos.

¿Por qué decimos que esta oración no es un argumento? Porque el periodista que la escribió no
está tratando de convencer a nadie de que el aborto es moralmente aceptable, ni de que no lo es.
El periodista se limita a informar lo que la diputada dijo mientras hacía proselitismo para
conseguir su reelección. Por supuesto que la diputada sí ofreció un argumento, ya que ella
presentó una conclusión – “el aborto es moralmente aceptable”-, y la apoyó con una premisa –
“las mujeres tienen el derecho de hacer lo que quieran con sus cuerpos”-.

4. RECONSTRUYENDO ARGUMENTOS (REPONIENDO PARTES FALTANTES)

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A veces el autor de un argumento no incluye todas las piezas que constituyen el argumento,
dejando fuera premisas que se dan por sabidas y aceptadas por todos, o no molestándose en
señalar la conclusión por considerarla obvia. Estos argumentos incompletos conocidos como
entimemas, siguen siendo argumentos, en la medida en que puedan ser entendidos como casos en
los que se ofrecen razones para apoyar una afirmación. Por ejemplo:

Ejemplo 9: Si el animal prehistórico conocido como Arqueopterix puede considerarse


razonablemente como un ave, entonces las aves son descendientes directas de los dinosaurios.
Así pues, tenemos razones para creer que las aves son las descendientes directas de los
dinosaurios.

La conclusión del argumento en este párrafo es “las aves son las descendientes directas de los
dinosaurios”. Pero esto no se sigue del simple hecho de que “si el animal prehistórico conocido
como Arqueopterix puede considerarse razonablemente como un ave, entonces las aves son
descendientes directas de los dinosaurios”. Para que la conclusión esté completamente apoyada,
el autor debe incluir – aunque sea implícitamente – una información que no estaba presente en el
argumento original, a saber, que el “Arqueopterix puede ser considerado razonablemente como
un ave”. Esta es la premisa sobreentendida.

Es importante identificar las premisas sobreentendidas o faltantes de los argumentos que


escuchamos, porque pueden ser premisas que rechazaríamos si las hiciéramos explícitas. Esto
podría, a su vez, causar justificadamente que rechazáramos todo el argumento. Por ejemplo,
considere el siguiente párrafo:

Ejemplo 10: Más de la mitad de todos los niños que nacieron el día de hoy en nuestro país
crecerán en hogares con un solo padre. Así, pues, nos estamos enfrentando a la destrucción de la
familia.

Este argumento puede parecer razonable, hasta que descubrimos que la conclusión –“Nos
estamos enfrentando a la destrucción de la familia”- no se sigue de la única premisa presentada,
por lo que el argumento esconde la siguiente premisa: “La ausencia de uno de los padres provoca
la destrucción de la familia”. En la medida de que esta premisa faltante es sumamente
cuestionable, todo el argumento se vuelve cuestionable.

Ocasionalmente, el autor de un argumento no señala explícitamente la conclusión de dicho


argumento. Por ejemplo:

Ejemplo 11: Noruega y Japón han amenazado que abandonarán la Comisión Internacional
Ballenera a menos que se les permita volver a la caza intensiva de ballenas. Pero es muy
probable que la Comisión no acceda a sus demandas.

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Aunque no se ha dicho, podemos entender que la conclusión de este argumento es “Noruega y


Japón probablemente abandonarán la Comisión Internacional Ballenera”. Debemos identificar la
conclusión de un argumento dado antes de que podamos evaluarlo apropiadamente. Así, pues, es
importante ser capaz de explicitar la conclusión de un argumento cuando está implícita.

5. EVALUANDO ARGUMENTOS

Una vez aclarado lo que es un argumento, deberíamos plantearnos una pregunta fundamental:
¿cuál es la diferencia entre un buen argumento y uno malo? Eso depende del tipo de argumento
que estemos evaluando. Los argumentos inductivos y los deductivos tienen diferentes
propósitos, y por lo tanto deben juzgarse con criterios diferentes.

Argumentos deductivos y argumentos inductivos: El que un argumento sea deductivo o


inductivo depende del tipo de relación que el argumentador pretende que existe entre sus
premisas y la conclusión. En algunos casos, la persona que presenta un argumento da a entender
que, si las premisas de su argumento son verdaderas, entonces es absolutamente necesario que la
conclusión sea verdadera también. O, dicho con otras palabras, el autor del argumento cree que
la conclusión tiene que ser verdadera, siempre que las premisas también lo sean. Los
argumentos de este tipo se llaman deductivos. El siguiente párrafo contiene un argumento
deductivo:

Ejemplo 12: Hay más colombianos que venezolanos. Y hay más venezolanos que ecuatorianos.
Por lo tanto, tiene que haber más colombianos que ecuatorianos.

Con otros argumentos, en cambio, sería irracional que el autor pretendiese que la verdad de las
premisas hace necesario que la conclusión sea verdadera también. En su lugar, el autor puede
pretender que la verdad de las premisas indica que la conclusión es probablemente verdadera.
Los argumentos de este tipo se conocen como inductivos. Léase el siguiente párrafo:

Ejemplo 13: Un estudio de los fósiles de trilobites (una forma muy antigua de marisco) muestra
que más del 70% de aquellos que tenían cicatrices hechas por depredadores las tenían en su lado
izquierdo. De aquí parece razonable concluir que los trilobites se volvían naturalmente hacia la
derecha cuando huían de sus depredadores. Lo que es más interesante, sin embargo, es que esto
constituye una prueba de que los trilobites tenían una preferencia por hacer las cosas
asimétricamente. En otras palabras, los trilobites ya mostraban ciertas señales de ser diestros.

Ya que la evidencia que el autor de este párrafo ofrece en apoyo de su conclusión no pretende
constituirse prueba definitiva de la conclusión, el argumento es inductivo. Así como hay
palabras y frases que ayudan a señalar premisas y conclusiones, hay ciertas palabras y frases que

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nos ayudan a determinar si un argumento es inductivo o deductivo. Aquellas que suelen indicar
que un argumento es deductivo son se sigue necesariamente que, debe ser el caso que, sin duda
alguna que, queda demostrado que, etc. Por su parte, es probable que, es casi seguro que, se
sigue que probablemente, etc., son expresiones que suelen indicar que el argumento es inductivo.
Cuando un argumento se presenta sin matizaciones, por lo general es porque es deductivo.

5.1. Evaluando argumentos deductivos

Los argumentos deductivos se evalúan sobre la base de la verdad de sus premisas y la fuerza de
la relación lógica entre las premisas y la conclusión. Cuando un argumento deductivo es válido
(esto es, cuando la presencia de premisas verdaderas realmente garantiza una conclusión
verdadera), y cuando sus premisas son verdaderas, entonces decimos que es sólido.

Validez: Un argumento válido es un argumento deductivo correcto: aquel que está estructurado
de tal manera que, si las premisas son verdaderas, es imposible que la conclusión sea falsa. Para
saber si un argumento es válido, debemos empezar por suponer que todas las premisas son
verdaderas, aunque crea que no lo sean. Si, al suponer que las premisas son verdaderas, la
conclusión también tiene que serlo (so pena de cometer una contradicción), entonces estamos
frente a un argumento válido. Si, en cambio, es posible imaginar que todas premisas son
verdaderas mientras que la conclusión es falsa, entonces el argumento es inválido.

Por ejemplo, considere los siguientes argumentos deductivos:

Ejemplo 14: El reglamento de la universidad dice que si el promedio de un estudiante


becado baja a menos de 8 puntos, no podrá beneficiarse de la beca. Juan es un estudiante becado
en esta universidad. El promedio de Juan bajó a 6,84 en este semestre. Por lo tanto, Juan no
podrá beneficiarse de la beca en esta universidad.

Ejemplo 15: Todos los pájaros son cosas que vuelan. Todas las cosas que vuelan son
helicópteros. Por lo tanto, todos los pájaros son helicópteros.

Ambos argumentos son válidos. Son válidos porque las conclusiones se derivan lógicamente de
las premisas. En otras palabras: tienen que ser verdaderas, si es que todas las premisas también
lo son.

En contraste, los siguientes argumentos son inválidos, porque sus conclusiones podrían ser falsas
incluso si sus premisas fueran verdaderas.

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Ejemplo 16: Si la capa de ozono disminuye, entonces aumentarán los casos de cáncer a la piel.
El número de casos de cáncer a la piel ha aumentado. Por lo tanto, la capa de ozono tiene que
haber disminuido.

Ejemplo 17: Algunos usuarios de drogas intravenosas tienen Sida. Algunos hemofílicos tienen
sida. Por lo tanto, algunos hemofílicos son usuarios de drogas intravenosas.
La razón por la cual el argumento del ozono es inválido es que es lógicamente posible que
aumente el número de casos de cáncer a la piel, y que al mismo tiempo sea falso que esté
disminuyendo la capa de ozono. Puede haber otras causas que provoquen un aumento en el
número de casos de cáncer a la piel, y que no sea la disminución de la capa de ozono, como por
ejemplo que la gente esté pasando más tiempo bajo el sol, o que tal vez no estén tomando
suficiente vitamina A.

Por la misma razón el argumento sobre el sida también es inválido, aunque en este caso tanto las
premisas como la conclusión son verdaderas. Es posible imaginar que existan usuarios de drogas
intravenosas que tienen sida y que, simultáneamente existan hemofílicos que tienen sida, pero no
se sigue necesariamente de estas dos afirmaciones que algunos hemofílicos sean usuarios de
drogas intravenosas.

La validez de un argumento depende completamente de la naturaleza de la unión entre la verdad


de las premisas y la verdad de la conclusión. Cuando un argumento es válido, la existencia de
premisas verdaderas garantiza la de una conclusión verdadera. Cuando un argumento es
inválido, el hecho de que las premisas sean verdaderas no garantiza que la conclusión lo sea: esta
puede ser verdadera o falsa.

Solidez: Una vez que un argumento deductivo ha sido establecido como válido, el siguiente paso
en su evaluación es observar si todas las premisas necesarias para apoyar la conclusión son
verdaderas. Si las premisas son verdaderas, y el argumento es válido, tenemos un argumento
sólido. Si al menos una de las premisas es falsa, tenemos un argumento no sólido que debe ser
rechazado. Las conclusiones de los argumentos sólidos deben ser aceptadas, ya que se ha
ofrecido evidencia concluyente que demuestra que son verdaderas. En cambio, las conclusiones
de los argumentos no sólidos pueden ser verdaderos o falsos.

5.2. Evaluando argumentos inductivos

Los argumentos inductivos se evalúan con un criterio diferente del empleado para evaluar
argumentos deductivos, ya que los argumentos inductivos no pretenden que sus conclusiones
sean necesariamente verdaderas. Un buen argumento inductivo es fuerte y cogente.

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Fuerza: Decimos que un argumento inductivo es fuerte cuando la probabilidad de que su


conclusión sea verdadera es alta si las premisas son verdaderas. El siguiente argumento es un
argumento inductivo débil.

Ejemplo 18: El tocadiscos de Lisa ha sido robado. Ya que su vecino, el Sr. Cortez, siempre ha
querido tener un tocadiscos como el de Lisa, probablemente él se lo robó.

Supongamos que es verdad que el tocadiscos de Lisa fue robado. Y digamos que también es
verdad que el Sr. Cortez se muere de ganas por tener un tocadiscos como el de ella. Aun así, las
pruebas no son suficientes para incriminar al Sr. Cortez, y de hecho, lo más probable es que el
Sr. Cortez no sea culpable.

Si ciertos hechos se agregaran al argumento, sin embargo, éste podría fortalecerse. Por ejemplo,
supongamos que el argumento incluyera los hechos de que el Sr. Cortez tiene un largo historial
delictivo, que es conocido por robar todo aquello que desea y que además fue visto saliendo del
departamento de Lisa disfrazado y llevando en sus brazos un tocadiscos idéntico al aparato
robado. Estos hechos fortalecen el argumento porque aumentan la probabilidad de que su
conclusión sea verdadera.

Algunos argumentos inductivos, por supuesto, no pueden clasificarse ni como fuertes ni como
débiles; son simplemente plausibles, pero tal vez no lo bastante probables como para que
pongamos nuestra fe en ellos. La mejor apuesta en estos casos es suspender el juicio y buscar
más apoyo para la conclusión antes de aceptarla como probablemente verdadera.

Cogencia: El último paso en la evaluación de un argumento inductivo es similar al último paso


en la evaluación de argumentos deductivos: determinar si las premisas son verdaderas. Si las
premisas son verdaderas y el argumento es fuerte decimos que el argumento es cogente. Es
razonable creer que la conclusión de un argumento cogente será verdadera en la mayoría de los
casos. Sin embargo, si por lo menos una de las premisas no es verdadera, entonces el argumento
no es cogente. En tal caso el argumento debería ser rechazado como una razón para creer en la
conclusión, la cual puede ser verdadera o falsa.

6. IMPORTANCIA DE LOS ARGUMENTOS INDUCTIVOS

Los autores de argumentos deductivos creen que las conclusiones de sus argumentos deben ser
aceptadas como necesariamente verdaderas, si previamente se aceptan como verdaderas las
premisas. Tienen esta seguridad porque creen que su conclusión es una simple repetición con
otras palabras de la misma información que está en las premisas. En cambio, los argumentos
inductivos son intentos de extrapolar a partir de lo que ya se conoce, para descubrir algo que

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nadie sabía antes. La importancia de los argumentos inductivos es que expanden el campo de los
conocimientos.

Por ejemplo, comparemos qué información puede obtenerse por inducción y deducción de los
siguientes datos: el número de muertes causadas por el asma por cada cien mil habitantes en
Estados Unidos en 1990 fue de 0,5 (25-34 años); 0.9 (35-44 años); 2 (45-54 años); 3.5 (55-64
años); 6,2 (65-74 años).

A partir de estos datos, podemos deducir que en 1990 dos de cada cien mil personas en Estados
Unidos murieron a causa del asma. Además se puede deducir que alguien entre las edades de 45-
54 años tenía más del doble de probabilidades de morir de asma que alguien entre las edades de
35-44 años en 1990.
Si, sin embargo, nos damos cuenta de que el número de muertes debido al asma parece elevarse
con la edad, un argumento inductivo puede llevarnos a la conclusión de que el próximo año
habrá más muertes causadas por el asma entre personas mayores que entre jóvenes. El
argumento inductivo nos permite inferir más información que la que originalmente teníamos.

Ya que los argumentos inductivos son la manera como la gente expande el campo de lo
conocido, el razonamiento inductivo se puede encontrar donde quiera que haya gente que busca
aprender de la experiencia pasada. La inducción es el patrón primario de razonamiento en todas
las ciencias. Pero también el niño que evita tocar una olla caliente, el fiscal que concluye en la
culpabilidad del acusado basándose en testimonios, el cirujano general que determina que fumar
cigarrillos es peligroso para su salud, el gerente de una tienda que decide hacer una orden por
ochocientas toallas antes de que empiece la temporada playera, y el estudiante que sale de casa
con un paraguas están utilizando- a menudo sin saberlo – formas inductivas de razonamiento.

6.1. Las variedades de argumentos inductivos

Algunos argumentos inductivos comparten ciertas características. Con el tiempo estos


argumentos han sido clasificados en las formas más comunes en que se presentan, cada una de
las cuales han recibido un nombre y ha sido estudiada en sus fortalezas y debilidades.

Aquí revisaremos los cuatro tipos más frecuentes de argumentos inductivos: la analogía, la
generalización inductiva, el argumento hipotético, y el argumento causal.

Estas formas de argumentos pueden verse como herramientas especializadas. Los carpinteros
tienen herramientas especializadas, cada una diseñada para hacer el mejor uso de un material. La
elección del instrumento depende de que se va a construir y qué materiales están disponibles.

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Cuando construyas argumentos inductivos, elige la forma que haga mejor uso de la información
disponible. El argumento por analogía se emplea para sacar una conclusión acerca de algo sobre
la base de su similitud con algo más. Por su parte, la generalización inductiva nos permite, dada
cierta información sobre algunos miembros de un grupo concluir algo acerca de todos los
miembros de ese grupo. El argumento hipotético, a veces llamado también “método científico”,
es una manera de obtener evidencia a favor o en contra de una hipótesis. El argumento causal es
una variante del razonamiento hipotético que provee evidencia a favor o en contra de una
hipótesis que asevera que un evento es la causa de otro.

6.2. El problema de la inducción

En una elaborada analogía, Martin Gardner dio una idea de las dificultades enfrentadas por
alguien que desea averiguar cosas sobre el mundo:

Imaginemos que vivimos sobre una alfombra con un diseño intrincado, que puede extenderse
hacia el infinito en todas direcciones, o no hacerlo. Algunas partes del diseño parecen ser
aleatorias, como una pintura abstracta; otras partes son rígidamente geométricas. Una porción de
la alfombra puede parecer totalmente irregular, pero cuando esa misma porción se observa en un
contexto mayor, se vuelve parte de una sutil simetría. En todas partes hay una misteriosa mezcla
de orden y desorden.

Imaginemos ahora que la alfombra está cambiando constantemente, enrollándose en un extremo


y desenrollándose en otro. Imaginemos que una lámina de plástico de variada opacidad oculta o
distorsiona ciertas partes de la alfombra. Imagine entonces qué difícil sería ser un alfombrólogo,
alguien que intenta aprender, a partir de lo que puede ver de la alfombra, cómo serán las partes
no visibles de la alfombra, intentando comprender cómo es el diseño general.

En cierto modo, los científicos, filósofos, y otras personas que tratan de entender el mundo están
en la misma situación que el alfombrólogo. A partir de pequeños trozos de evidencia intentan
reconstruir una visión de las regularidades (las leyes de la naturaleza) que gobiernan toda la
creación. Como el conocimiento de un alfombrólogo, su entendimiento del mundo se basa en
información incompleta y cambiante.

Lo que hace más fácil el trabajo de los científicos es el hecho de que ellos se dan cuenta de
ciertas regularidades o patrones en el mundo. Si pueden presuponer que los patrones se repiten,
pueden obtener conocimientos sobre aspectos no observados del mundo.

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La suposición de que los patrones se repiten es central para el pensamiento inductivo, y ha


llegado a ser conocida como el principio de la inducción. Hay varias maneras de expresar la
suposición de que los patrones que observamos se repetirán. Las siguientes son formulaciones
del principio de la inducción:

Los mismos eventos que se ha observado que ocurren juntos ocurrirán juntos en instancias aún
no observadas.

Cosas similares se comportarán de manera similar en circunstancias similares.

El pasado es una guía confiable del futuro.

La naturaleza es uniforme.

Sin embargo, si no tenemos ninguna buena razón para suponer la uniformidad de la naturaleza, el
hecho de que el sol salió ayer, por ejemplo, no tendría ninguna relación con que salga o no salga
mañana. Y, de hecho, no podríamos aprender nada de la experiencia si no se pudiera suponer
que lo que no hemos observado tiene un parecido con lo que sí hemos observado.

Ya que al principio de inducción es fundamental para cualquier aprendizaje a partir de la


experiencia es comprensible que los filósofos hayan querido saber si se justifica creer en él.

¿Qué tipo de evidencia apoya la creencia de que el mismo grupo de eventos que se ha observado
que ocurren juntos seguirán ocurriendo juntos en instancias no observadas aún? Quizás esta
creencia está basada en la experiencia. Tal vez incluso se podría argumentar de la siguiente
manera:

En toda experiencia pasada, se ha observado que la experiencia pasada es una guía confiable de
lo que ocurriría en el futuro. Por lo tanto, en el futuro la experiencia pasada será una guía
confiable de lo que pasará en el futuro.

El “único“ problema con este argumento es que, para llegar a la conclusión de que en el futuro
la experiencia pasada será una guía confiable de lo que ocurrirá en el futuro, necesitamos aceptar
previamente una premisa implícita: que la experiencia pasada es una guía confiable de lo que
ocurrirá en el futuro. Así pues, el argumento que justifica el principio de inducción es un
argumento circular, esto es, que presupone como verdadero en sus premisas exactamente lo que
el argumento tendría que demostrar.

En consecuencia, todo conocimiento basado en la inducción es un conocimiento basado en una


creencia que no puede ser demostrada. Este es el problema filosófico de la inducción: ¿Cómo

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podemos estar seguros de lo que decimos sobre el futuro, cuando toda nuestra información es
sobre el pasado, y cuando no podemos estar seguros de que el futuro se parecerá al pasado?

El problema científico de la inducción es ligeramente diferente. Incluso si pudiéramos estar


seguros de que el futuro será parecido al pasado, no podríamos saber en qué aspectos lo será.

Considere la “tragedia del pavo”, tal como la contó Bertrand Russell. Durante todos los días de
la corta vida del pavo un granjero se le había aparecido en la mañana con un plato de maíz para
alimentarlo. El pavo, no sin razón, creía que siempre que el granjero apareciera, sería para
alimentarlo. Esta suposición del pavo resultó ser verdadera todos los días hasta que una mañana,
cerca de Navidad, el granjero apareció, pero no para alimentarlo, sino para cortarle el pescuezo.
Desde el punto de vista de la lógica, la moraleja de esta historia es la siguiente: hay muchos
patrones que pueden observarse en el universo, pero determinar cuáles continuarán en el futuro
es sumamente difícil.

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