Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
4) Con Wagner empieza a concebirse el arte como “obra de arte total”. Las
artes no deben seguir realizándose independientemente una de otra, sino
que deben unirse en una obra. La obra debe ser, además, la celebración de
la comunidad del pueblo: “la” religión. Para ello, las artes determinantes son
la poesía y la música. El propósito era que la música fuera un medio para
hacer valer el drama, convirtiéndose, en la forma de la ópera, en el
auténtico arte.
1. La experiencia estética
Llamamos experiencia estética al encuentro que el ser humano tiene con la
belleza. Encuentro que no consiste en asimilar, integrar o almacenar la
belleza que nos proporciona la naturaleza o el arte, sino en participar en el
mundo natural y en el mundo artístico. Esta participación es posible porque
el sentir estético es un sentir abierto a la naturaleza y al arte. Conocer la
belleza no es almacenar impresiones sobre naturalezas u objetos bellos,
sino participar en su descubrimiento y creación.
Hay que distinguir entre la filosofía del arte y la estética. La filosofía del arte
abarca un campo más limitado que la estética, porque sólo se ocupa de los
conceptos y problemas que surgen en relación con las obras de arte,
excluyendo, por ejemplo, la experiencia estética de la naturaleza. Sin
embargo, la mayor parte de las cuestiones estéticas se relacionan
específicamente con el arte: ¿Qué es la expresión artística? ¿Existe verdad
en las obras de arte? ¿Qué es lo que hace buena una obra de arte?
2. El concepto de “belleza”
El concepto de “belleza” etimológicamente significa “brillar”, “aparecer”, “ser
visto”. Históricamente no comenzó siendo aplicado a la teoría estética ni a
la filosofía del arte, sino que apareció en el contexto de la metafísica,
considera como uno de los trascendentales del ser. Aquí la belleza era
tenida como algo “objetivo”; posteriormente, con la comprensión de la
subjetividad de la experiencia estética y de la belleza, aparece la
relativización del concepto. La belleza es considerada como una cualidad o
una propiedad de las cosas, que hace que los hombres las contemplen con
deleite o satisfacción.
Las bellas artes pueden distinguirse del arte en sentido amplio, diciendo que
los objetos de las mismas fueron creados para ser vistos, leídos o
escuchados estéticamente. La pintura se hizo para ser contemplada,
estudiada, disfrutada, saboreada, no para utilizarla como adornos de
paredes o de mesas. Sin embargo, distinguir una clase de objetos sólo por
la intención de sus creadores es siempre peligroso: resulta a menudo difícil
saber cuál fue esa intención, y a veces ocurre que la intención era muy
distinta de la que uno creyó deducir de la contemplación del objeto. (Goya,
pinturas en cuevas).
Por tanto, deberíamos buscar otro criterio. La característica más sostenible
de las bellas artes no es lo que intentaron hacer sus autores, sino cómo
actúan hoy en nuestra experiencia. Así, las obras incluidas en las bellas
artes pueden definirse como aquellos objetos hechos por el hombre que, de
una manera absoluta o primaria, actúan estéticamenteen la experiencia
humana.
Según lo dicho, ¿qué es una obra de arte?. Para Parker, hay una serie de
condiciones, cada una de las cuales es necesaria y todas ellas juntas son
suficientes para que algo pueda llamarse obra de arte:
La forma tiene que ver con las interrelaciones totales de las partes, con la
organización global de la obra, en donde las figuras sólo son un aspecto. Si
la forma de un cuadro pictórico fuese definida como su figura, o incluso
como la totalidad de las figuras que contiene, esto no valdría para los
colores, cuyos límites constituyen las figuras, y que son tan importantes
para la organización formal del cuadro como las figuras mismas. La forma
tampoco se refiere a la forma estructural, como ocurre en la lógica o en las
matemáticas, cuando hablamos de diferentes argumentos o de distintas
fórmulas dentro de la misma forma. Verdad es que muchas obras de arte
tienen, sin duda, ciertas propiedades estructurales comunes, y en este
sentido hablamos de “formas de arte”, como las composiciones musicales
en forma de sonata. Pero cuando hablamos de la forma particular de una
obra de arte concreta, nos referimos a su propio modo único de
organización, y no al tipo de organización que comparte con otras obras de
arte.
¿Cuáles son los principios de la forma desde los que se ha de juzgar una
obra de arte, al menos en su aspecto formal? El criterio central y más
universalmente aceptado es el de unidad. La unidad es lo opuesto al caos,
la confusión, la desarmonía: cuando un objeto está unificado, puede decirse
que tiene consistencia, que es de una pieza, que no tiene nada superfluo.
Sin embargo, esta condición debe especificarse más; una pared blanca
desnuda o un firmamento uniformemente azul tienen unidad en el sentido
de que nada les interrumpe. Pero esto apenas se desea en las obras de
arte, que generalmente poseen una gran complejidad formal. Así pues, la
fórmula usual es “variedad en la unidad”. El objeto unificado debería
contener dentro de sí mismo un amplio número de elementos diversos,
cada uno de los cuales contribuye en alguna medida a la total integración
del todo unificado, de suerte que no existe confusión a pesar de los dispares
elementos que lo integran. En el objeto unificado hay todas las cosas
necesarias y no hay ninguna superflua.
5.3 Valores vitales
Los valores sensoriales y formales son ambos del medio, se refieren a lo que
la obra de arte contiene en su propio medio, es decir, los colores y figuras,
los tonos y silencios, las palabras y su disposición en un poema. Pero hay
otros valores importados de la vida exterior al arte, que no están contenidos
en el medio, pero son vehiculados a través de él. Por ejemplo, las obras de
arte representativas no pueden ser plenamente valoradas si no se poseen
ciertos conocimientos de la vida exterior al arte. También los conceptos e
ideas pueden presentarse, sobre todo en obras de literatura. Además, el
arte puede “contener” sentimientos. Para captar todos estos valores se
requiere cierta familiaridad con la vida exterior al arte, y por estos valores se
denominan valores vitales.
1. Otras obras del mismo artistaSi el mismo artista ha creado otras obras,
especialmente de igual género, el contextualista piensa que puede enriquecer
nuestra apreciación el compararlas o contrastarlas entre sí.
2. Otras obras de otros artistas en el mismo medio, especialmente en el mismo estilo
o en la misma tradición
3. Factores externos al medio artístico. Cierta familiaridad con los
convencionalismos, limitaciones o idiomas utilizados por el artista, permite a
menudo una mejor comprensión de su obra y nos coloca en una posición mejor
para apreciarla, que la mera posesión de conocimientos ajenos a ella; y,
negativamente, el conocimiento de factores de este tipo nos ayudará a evitar
entenderla o interpretarla equivocadamente.
4. La época en que vivió el artista. La mentalidad de su tiempo, las ideas corrientes
entonces, las complejas influencias que lo moldearon.
5. La vida del artista. Ese conocimiento debe ser un medio, y la apreciación
enriquecida un fin; y no al revés, como sucede cuando la obra de un artista se
utiliza simplemente, por ejemplo, para formular algunas tesis en teoría
psicoanalítica. Los hechos concernientes a la vida del artista deberían utilizarse
para “ilustrar” la obra.
6. Las intenciones del artista.
7. Teorías del arte
7.1 Teoría formalista
Según esta teoría, cuyo principal representante es Clive Bell, la excelencia
formal es el único carácter intemporal del arte a través de los siglos; puede
ser reconocida por observadores de distintos períodos y culturas, a pesar
de los variados asuntos, de las referencias tópicas y de las asociaciones
accidentales de todas clases.
8. Arte y verdad
Un juicio estético no es un juicio sobre la bondad o maldad de algo en
sentido moral, ni tampoco sobre la verdad o falsedad de las afirmaciones.
Sin embargo, las obras de arte –especialmente las de literatura– tienen
cierta relación con la verdad.
9. Arte y moralidad
El juicio estético no es un juicio moral; y el valor de una obra de arte en
cuanto objeto estético no tiene nada que ver con su valor de edificar a los
lectores o mejorar su carácter moral, que pueden ser efectos de la lectura
de obras artísticas, pero sin que los tengamos en cuenta al juzgar buena
una obra de arte. Sin embargo, puede existir entre arte y moralidad una
relación digna de ser considerada. A este respecto, se han desarrollado
varias posturas históricas.
1. La cama, tal como es la cama ideal y perfecta, propia del mundo de las ideas
2. la cama hecha por el carpintero, que imita la cama ideal
3. La cama pintada por el pintor, que imita la cama realizada por el carpintero
De ahí que para Platón la tarea del artista se convierta en una reduplicación
inútil y la genuina tarea humana sea la contemplación de los modelos de
los que se sirvió el demiurgo. Por ello, en la gradación platónica de las
ciencias, las artes ocuparían un lugar detrás de la Filosofía y la Dialéctica.
La tarea del poeta no consiste en decir las cosas sucedidas, sino aquellas
que podrían suceder y las posibilidades que existan de acuerdo con la
verosimilitud y la necesidad. El historiador y el poeta no difieren por el hecho
de que uno habla en prosa y el otro en verso (puesto que la obra de
Heródoto, si estuviese en verso, no sería por ello menos histórica, en verso,
de lo que lo es, sin versos), sino que difieren en esto: uno dice las cosas que
han acontecido y el otro, aquellas que podrían acontecer. Y por esto, la
poesía es algo más noble y más filosófico que la historia, porque la poesía
versa más bien sobre lo universal, mientras que la historia trata de lo
particular. Lo universal es esto: qué especie de cosas, a qué especie de
personas, les acontece decir o hacer según verosimilitud o necesidad, lo
cual se propone la poesía, llegando a utilizar nombres propios. En cambio,
es particular lo que hizo Alcibíades y lo que padeció.
Aristóteles define así la tragedia: “La tragedia es, pues, la imitación de una
acción elevada y completa, de cierta amplitud, realizada por medio de un
lenguaje enriquecido con todos los recursos ornamentales, cada uno usado
separadamente en las distintas partes de la obra; imitación que se efectúa
con personajes que obran, y no narrativamente, y que, con el recurso a la
piedad y al terror, logra la expurgación de tales pasiones… Por tanto, seis
son, por necesidad, los elementos constitutivos de toda tragedia: el
argumento, los caracteres, el lenguaje, el pensamiento, el espectáculo y la
música” (Poética, pp. 29-30)
Además, el arte dionisíaco está muy relacionado con las bacanales, esto es,
con esas fiestas que se realizaban en primavera, en las que se buscaba una
vuelta del ser humano a la Naturaleza, y en las que el vino era un elemento
fundamental.
El arte para los griegos no es, por tanto, lo propio del habilidoso, sino del
poseído por las musas; el artista no es un ser consciente de su tarea, sino
que es un manualista poseído por los dioses. Sólo el filósofo podrá enjuiciar
su obra: “lo entenderán los sabios, pero no los cuerdos”.
Apolo Dionisos
Razón Locura
Luz Tinieblas
Sobriedad Embriaguez
Día Noche
Trabajo Fiesta
10.4 Hume
Para Hume hay una belleza natural, otra artística y una moral y, en
correspondencia, tres clases de fealdad. Lo que estos res tipos de belleza
tienen en común es su aptitud para producir placer. En la percepción de la
belleza natural juega un papel capital el gusto o sentimiento y no la razón,
mientras que en la captación de la belleza artística o moral la razón tiene
un rol en cuanto puede corregir el falso gusto o sentimiento. La belleza
moral consiste en el decoro, o sea, en el comportamiento conveniente.
Llamamos belleza natural no a una cualidad real en los seres naturales y
obras de arte, sino a una aptitud que los objetos tienen de producir en
nosotros un placer clamo. De allí que los seres y obras de arte bellos deban
poseer una forma adecuada; y que además para que se produzca la
experiencia estética se necesite que el espectador tenga la estructura
mental necesaria para experimentar el sentimiento de lo bello. El arte está
formado por una fusión de elementos –datos, préstamos, reemplazos o
transformaciones de lo real– organizados en un “sistema de apariencias”
destinado a satisfacer en el plano de lo imaginario las tendencias naturales
de la vida afectiva. El gusto es indefinible y sólo puede ser determinado
como la facultad de sentir lo bello y lo feo en el ámbito de la estética. Se
puede cultivar, produciendo una delicadeza que aumenta nuestra
sensibilidad para las pasiones tiernas y agradables y la disminuye para las
rudas y violentas.
10.5 Burke
El gusto es “aquella facultad o facultades de la mente que son afectadas
por obras de la imaginación y las bellas artes, o que forman juicios sobre
ellas”. La experiencia de lo sublime está asociada a las pasiones ligadas a
la propia conservación, que versan sobre la pena y el peligro, sin que nos
hallemos actualmente en tales circunstancias; y la de lo bello tiene que ver
con las pasiones que tienen como causa final a la sociedad, pasiones que
residen en el amor y en las emociones acompañantes, pero sin mezcla de
placer –lo que las diferencia de las sexuales que se experimentan en
sociedad y conciernen asimismo al amor, pero acompañado de placer–.
Por lo tanto, lo sublime es aquello que es apropiado para suscitar en
nosotros las ideas de pena y peligro; y lo bello, la cualidad que tienen los
seres humanos y animales para excitar en nosotros un sentimiento de
alegría y deleite con sólo mirarlos. Existe una serie de contrastes entre lo
bello y lo sublime: los objetos sublimes son grandes, los bellos, pequeños;
los primeros son ásperos y negligentes, los segundos, lisos y pulidos;
aquéllos son opacos y oscuros, los bellos, finos y delicados.
Para Kant existe un término medio entre el entendimiento (la facultad de los
conceptos) y la razón (la facultad de las ideas), y es la facultad de juzgar,
indicando que entre la facultad de conocer y la de desear, está el sentido
de placer, así como entre el entendimiento y la razón está el juicio”. La
Crítica del juicio se propone desentrañar las reglas a priori de la facultad de
juzgar así como su relación con el sentimiento. Kant indica que la facultad
de juzgar es la propiedad de pensar lo particular como contenido en lo
universal. Y distingue dos tipos de juicio:
Se suele decir que con Kant, por primera vez, la esfera de lo bello adquiere
su propia autonomía respecto del territorio epistemológico y del ámbito de
la moral. Y ello se dice porque, desde Platón hasta Kant, la Filosofía ha
tendido siempre a identificar verdad, bien y belleza, confundiendo así lo
que, de hecho, pertenece a consideraciones distintas acerca de la realidad.
1. Es bello el objeto de un “placer sin interés”. Hablar de placer sin interés equivale a
hablar de un tipo de placer que no está ligado con el rudimentario placer de los
sentidos y que tampoco se halla vinculado con lo útil económico ni con el bien
moral.
2. Es bello “lo que complace universalmente sin concepto”. El placer de lo bello es
universal, porque es válido para todos los hombres, y por lo tanto se diferencia de
los gustos individuales; sin embargo, esta universalidad no es de carácter
conceptual y cognoscitivo. Se trata de una universalidad subjetiva, en el sentido
de que se aplica a todos los sujetos (está proporcionada al sentimiento de cada
uno).
3. La belleza es la forma de la finalidad de un objeto, en cuanto éste es percibido sin
la representación de un objetivo. Lo bello nos da una impresión de orden, de
armonía, es decir, de un fin al que contribuyen los elementos del objeto
representado. No obstante, si analizamos esta impresión descubriremos que
ningún fin determinado y particular puede darnos razón de ella. No puede hacerlo
el fin egoísta de la satisfacción de una necesidad nuestra, porque sentimos que el
placer de la belleza es desinteresado. Tampoco el fin utilitario, mediante el cual lo
bello está subordinado a otra cosa, porque sentimos que lo bello es tal por sí
mismo, y no por estar al servicio de otra cosa. Tampoco lo logra el fin de una
perfección intrínseca, ética y lógica, porque a ésta llegamos a través de una
reflexión conceptual, mientras que lo bello gusta de forma inmediata. Excluyendo
así todo fin determinado, nos queda la idea misma de finalidad, en su aspecto
formal y subjetivo, como idea de una especie de acuerdo intencionado entre las
partes, dentro de un todo armónico.
4. Lo bello es aquello que es reconocido, sin concepto, como un placer necesario.
Obviamente, se trata de una necesidad subjetiva y no lógica.
¿Cuál es el fundamento del juicio (reflexivo) estético? El fundamento del
juicio estético es el “libre juego y la armonía de nuestras facultades” (la
armonía entre la representación y nuestro intelecto, entre la fantasía y el
intelecto), que el objeto produce en el sujeto. El juicio de gusto es la
consecuencia de este libre juego de facultades cognoscitivas. Por lo tanto,
concluye Kant:
¿Qué diferencia hay entre el juicio “me gusta esta rosa” y “esta rosa es
bella”? Se trata de una distinción lingüística que es preciso analizar. Desde
el punto de vista kantiano, existe una diferencia de pretensión de validez. En
el primer caso (“me gusta esta rosa”), no exigimos a nadie que esté de
acuerdo con nosotros, sino que simplemente nos conformamos con emitir
nuestro parecer acerca de esa flor. Sin embargo, en el juicio “esta rosa es
bella”, su formulación misma lleva consigo la exigencia de que todos los
posibles interlocutores estén también de acuerdo con nosotros. Y ello es así
porque, para Kant, también podemos ponernos de acuerdo en cuestiones
de gusto, ya que todos los seres humanos participamos de unas mismas
estructuras racionales.
Por todo ello, Kant llegará incluso a afirmar que la verdadera experiencia
estética es la que proporcionan los objetos bellos de la Naturaleza, por
cuanto en ella el ser humano se siente mucho más libre que en la
experiencia de los objetos artísticos.
Kant insiste en algo que va a tener muy en cuenta la Estética posterior: los
productos artísticos tienen que estar hechos tan libres de sujeciones a regla
alguna que puedan parecer objetos de la Naturaleza. El arte debe imitar a
la Naturaleza del mismo modo que la Naturaleza, en alguno de sus objetos
parece imitar al arte.
“Genio es el talento (o don natural) que da la regla al arte” (Crítica del juicio,
parágrafo 46)
“Genio es la capacidad espiritual innata mediante la cual la Naturaleza da la
regla al arte” (ibid.)
De estas dos definiciones, se pueden extraer las siguientes ideas:
2. Los productos del genio, las obras de arte realmente geniales, se convierten en
modelos, en productos ejemplares que sirven y orientan a otros artistas, entre los
que puede aparecer algún nuevo genio. Asimismo, ofrecen criterios fiables que
pueden ayudar a distinguir entre una verdadera obra de arte y un producto que,
aunque parece obra de arte, es simplemente fruto de la habilidad y de la
imitación.
3. Dado que el genio es Naturaleza y no ciencia, no puede comunicar a nadie reglas
conforme a las cuales procede su arte. En ello se distingue claramente de la
ciencia, cuyos contenidos más difíciles pueden ser aprendidos con esfuerzo y
buenos maestros. Puesto que se trata de una capacidad espiritual innata, es
imposible aprender o enseñar la genialidad; el artista nace, el científico se hace.
11.2 Arte y genio en Schopenhauer
Si bien es verdad que, según Schopenhauer, la razón está al servicio de la
voluntad de vivir tanto en el conocimiento ordinario como en el
conocimiento científico, no ocurre así, sin embargo, en el caso de la
experiencia estética. En ésta se produce un silencio tal de la voluntad que la
razón marcha por su cuenta (sin tener que estar al servicio de aquélla); y el
sujeto humano puede convertirse, así, en un sujeto puro del conocimiento,
en un espejo transparente del mundo, cuya tarea es realizar obras de arte
bellas o contemplar la belleza de la Naturaleza y el arte.
12.1 El naturalismo
Considera que el arte imita a la naturaleza, que la belleza del arte es el
resultado de la imitación de la belleza natural. La tarea del arte es
reproducir, imitar, copiar y trasladar a su obra el orden, la perfección, la
proporción y la armonía que hay en la naturaleza. Cuando un artista realiza
una obra la elabora ateniéndose a un canon de belleza, es decir, un modelo
ideal que se establece como norma para los maestros de la rama artística
correspondiente. El artista intenta reproducir dicho canon aplicando su
esfuerzo y disciplina. Cuando más adaptada al modelo es la obra de arte,
tanto más bella parece y más mérito se le atribuye.
12.2 El esteticismo
El arte nos libera de la naturaleza, permite que nos olvidemos de ella. El
artista no tiene por qué someterse a ningún tipo de reglas impuestas desde
el exterior. Igual que crea sus propias obras crea sus propias reglas. La
belleza natural tiene que estar al servicio de la belleza artística porque es
ésta la que permite al ser humano ser auténticamente libre, inventar
mundos, crear un universo de libertad sin coacción.
12.3 El interaccionismo
No parte de la escisión de dos tipos de belleza, una natural y otra artística.
Por eso tampoco se ve obligado a tener que localizar la armonía en el
mundo físico o en el imaginativo. Plantea la armonía como un problema
permanente, como una tarea por resolver en cada momento, resultado de
una búsqueda de la imaginación y de un encuentro con la naturaleza. Es el
problema del arte como encuentro entre el entorno natural o físico y el
mundo imaginario o ficticio. Del modo de plantear esta interacción
dependerá el lugar que asignemos al arte en la cultura.
El arte tiene dos vías: una en el autor y otra en el espectador; la obra debe
renacer en el espectador; la emoción inspiradora del artista debe
reencarnarse en el contemplador para que éste sienta la realidad
transfigurada.
14.Adorno,
Bibliografía
Th. W.: Teoría estética, Madrid, Taurus, 1980
Aristóteles: Poética, Icaria, Barcelona, 1987
Beardsley, M.C. y Hospers, J.: Estética. Historia y fundamentos, Madrid, Cátedra,
1980
Gadamer, H.G.: Verdad y método, Salamanca, Siguemé, 1996
Kant, I.: Crítica del juicio, Porrúa, México
Nietzsche, F.: El origen de la tragedia, Madrid, Alianza
Plazaola, J.: Introducción a la Estética. Historia. Teoría. Textos, Bilbao,
Ediciones de la Univ. de Deusto, 1991
Racionero, Ll.: Arte y ciencia, Laia, Barcelona, 1986
Schopenhauer, A.: El mundo como voluntad y representación, Aguilar, Madrid
Sobrevilla, D., “El surgimiento de la estética”, en Olaso, E. (ed.): Del
Renacimiento a la Ilustración. Vol. I. Enciclopedia Iberoamericana de filosofía, vol.
6, Madrid, Trotta/CSIC, 1994, pp. 163-191
Unamuno, Miguel de: Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los
pueblos.
Tags: Tema 22 filosofía