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La voz de los clientes nos acompaña, sus historias forman parte de nosotros. Estamos prevenidos
para mantener la distancia con los clientes. Es necesario ser prudentes, objetivos, vigilar todo lo que
decimos, seguir las normas, obrar con cautela. Un profesional es un técnico no un amigo. Tomamos
nota, no permitimos que el cliente llegue a nuestro corazón. Sin embargo, ellos se abren paso en
nuestra conciencia, en nuestros sueños. Nuestro trabajo nos cambia. Los terapeutas que se abren a
la interacción emocional desarrollan mayor flexibilidad emocional. Este sufrimiento vicario implica la
paradoja de “la esperanza desde el sufrimiento”. Nos duele escuchar historias de sufrimiento, no
somos inmunes, pero somos protectores de la esperanza.
- Alguien que hurga en la vida privada para evitar ver sus propios problemas.
- El terapeuta gurú o superterapeuta “sanador de heridas”
Sin embargo, investigaciones corroboran que la mayoría de los terapeutas no han tenido una
infancia problemática o infancia disfuncional. La dimensión con la que menos están satisfechos es la
corporal.
El terapeuta medio, con un buen funcionamiento, sufre la mayoría de los problemas que cualquier
otro ser humano. Depresión, sentimientos de soledad, los problemas de salud recorren toda la
gama. Su vida no es un guion de Hollywood, aunque a veces ejerza la fascinación de sus clientes. Los
terapeutas aportan su propio estilo, su presencia y su corazón. La persona del terapeuta es la
segunda dimensión más importante, después de las variables del cliente, para predecir el resultado
de la psicoterapia.
Ser terapeuta no es fácil. Se debería informar a los trabajadores de la salud mental que escucharan
historias reales que exigirán el máximo esfuerzo de imaginación y que algunas reavivaran viejos
recuerdo y asuntos pendientes.
Necesitamos descanso, ocio, animo, apoyo emocional, risa, amor propósitos. Solemos sentirnos más
cómodos dando cuidado que recibiéndolo. Es necesario cuidarse a uno mismo. Es una actitud de
competencia que es necesario poner en práctica. Uno sigue siendo siempre estudiante.
Los terapeutas comentan que su trabajo los ha hecho más respetuosos ante las diferencias
individuales y ante als importancia de las relaciones humanas. Les ha hecho más sabio, más
conscientes de ello mismos, más tolerantes ante la ambigüedad y más capaces de disfrutar la vida.
Aseguran que su propio desarrollo psicológico se ha visto acelerado gracias a su trabajo, como una
forma de servicio espiritual. Son confesores y clérigos modernos.
Las demandas psicológicas de la metateoría constructiva no son superadas por las de ninguna otra
perspectiva. No es fácil ser constructivista. El constructivismo es un enfoque no autoritario, en que la
apertura y el conocimiento relacionado son primordiales. Es necesario honrar la individualidad y la
diversidad, sin caer en el terreno resbaladizo del relativismo “todo vale”. El terapeuta constructivo
es consciente de las limitaciones de su propio conocimiento.
Lo que distingue a los constructivistas es su disposición para unirse temporalmente al viaje de sus
clientes. Esta dispuesto a caminar con los zapatos de aquellos a los que ayuda. Respeta la necesidad
de descanso del cliente. Es compasivo y ofrece consuelo cuando un cliente se siente asustado o ha
perdido la esperanza. Esta dispuesto a sostener las cargas del cliente por un tiempo. Pero el control
del movimiento y la responsabilidad de elegir la dirección siempre vuelven al cliente.
El terapeuta se esfuerza por reducir los peligros cuando puede o por minimizar los daños derivados
de las acciones que han producido el sufrimiento en el cliente.