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Así como nuestro cerebro no funciona de manera separada -como para considerar
sólo el pensamiento divergente o llegar a decir que estamos en la era del
hemisferio derecho para hablar de creatividad- tampoco la creatividad queda hoy
en día delimitada a sus referentes más usados, a saber: los que tienen que ver
con la persona creativa (rasgos de personalidad, motivación intrínseca y
extrínseca, creatividad asociada a ciertas patologías, a la autorrealización, a la
estimulación del pensamiento, a la medición del pensamiento creativo, a lo
místico, a la práctica, a la tensión conciencia-impulsos inconscientes) con el
proceso creativo (buscar información, transformar, evaluar, ejecutar, procesos
intuitivos o analíticos, fases de preparación, incubación, iluminación y verificación,
procesos didácticos como problematizar, climatizar, estimular, valorar-estimar, y
orientar), con el producto creativo ( si tiene novedad, valor, nuevas implicaciones,
originalidad, complejidad) o con el ambiente creativo (ambiente, psicosocial,
ambiente didáctico, ambiente físico; clima, humor, juego, condiciones materiales,
comunicación, respeto, libertad). Este modelo en particular, ha sido usado por
variados autores como Ross Money, (1957) – MacKinnon (1975), Sternberg
(1977), Landau (2002), Gervilla (2003), De la Torre (2006), Runko (2009), entre
otros y hasta hoy algunos siguen entendiendo la creatividad en pilares separados
(En J. Cabrera, 2009, adaptado).
Hablar de creatividad, por tanto, no sólo será agregar al discurso los factores
como la motivación (Amabile), ni la relevancia del contexto (Simonton, Sternberg,
Csikszentmihalyi), sino que, vamos trascendiendo los campos de conocimiento de
la creatividad disciplinar, para considerarla en algo de mayor complejidad, como
dice De la Torre (2006, 2008, 2009), vamos vinculando la creatividad a campos de
energía transformadora, como un potencial y un valor humano transformador,
social y ético, todo ello acompañado de conciencia. Así lo expresaba también
Cabrera cuando señala que “no se necesitan recetas aplicadas fuera de contexto,
sino personas creativas con mayores niveles de conciencia” (J. Cabrera, 2008).
Para los profesores que forman las nuevas generaciones y las escuelas que
basan su misión educativa en el desarrollo de valores y virtudes humanas, de una
conciencia ecológica y ecosistémica integral, la creatividad se manifiesta no sólo
como una habilidad mental, sino que es parte de la sinergia colectiva del centro,
sus actividades y su proyección hacia el entorno.
En tal sentido, los desafíos sociales que tenemos son múltiples y sabidos, y no
será la creatividad un instrumento que sirva para cualquier propósito. Desde
nuestro modelo de conciencia compleja-evolutiva, entendemos la creatividad como
una responsabilidad social, que trabaja en sintonía hacia la justicia social, que
trasciende fronteras políticas y geográficas y entre otras, que apuesta por
favorecer las megatendencias que beneficie a la ciudadanía planetaria. Hablamos
de estar implicados en redes que generen sincronicidades creativas a modo de
una mente colectiva en torno a la creatividad social; de promover y potenciar
instituciones educativas creativas desde sus planteamientos epistemológicos, en
sus relaciones interpersonales y en sus estrategias metodológicas; de trabajar
temas innovadores y donde todos quieran pertenecer; hablamos de promover que
en las instituciones de educación superior se incluya también una visión más
amplia de la creatividad la cual aporte al diseño curricular, competencias
transversales coherentes a los desafíos que tendrán los futuros profesionales que
se forman; hablamos de promover ciudades creativas y favorecer la participación
ciudadana, donde se ocupen los espacios y los recursos en beneficio de la
comunidad, la educación, el arte y la cultura. Y por sobre todo, promovemos una
creatividad donde la ética es un eje fundamental (Morín, De la Torre) en todo este
‘orden implicado’ que es parte de un gran Holomovimiento (D. Bohm, 1998, 2002).
“Las escuelas matan la creatividad” es un dicho que se ha hecho popular por Sir
K. Robinson. Y no deja de tener algo de razón en cuanto a sistemas tradicionales
de enseñanza que aún perduran en muchos lugares. Sin embargo, destacamos
que la palabra crea realidad como bien lo señalan los estudios en neurociencia y
neurolingüística, por tanto, plantear una generalidad, es contribuir a distorsionar la
realidad y contaminar el discurso público paradójicamente con lo que no se quiere
que ocurra. El cerebro no entiende el ‘no’, eso lo saben los profesores que ya no
hablan de lo que se quiere evitar (como la contaminación, la guerra, la
discriminación) sino de lo que realmente se quiere lograr en educación (favorecer
la ecología, la cultura para la paz, la inclusión, etc.). 11 Por tanto, hemos de cuidar
el lenguaje como elemento generador de realidades, evitar caer en la tentación
con aquello que más vende. Hay muchos profesoras y profesores con real
vocación, equipos directivos con un gran liderazgo y compromiso con su
comunidad, etc. Son muchos los que merecen nuestro profundo respeto, grandes
pedagogos que nos han formado en la diversidad de profesiones e intereses útiles
para nuestra sociedad.
Nos referimos por tanto, a una creatividad que trasciende lo meramente objetal, en
cuanto a creaciones y expresiones externas de la misma, nos interesa por sobre
todo, una creatividad que está presente en todo el sistema de la comunidad
educativa. Tal como propone un equipo de investigadores que hemos constituido
una Red Internacional de Escuelas Creativas, RIEC liderada por el catedrático Dr.
Saturnino de la Torre, donde se propone una visión que destaca dimensiones
axiológicas, éticas y creativas, las cuales se concretan en un instrumento con una
serie de aproximaciones (agrupación de 10 parámetros con 10 categorías cada
una con su respectiva descripción) y las cuales favorezcan a la comunidad
educativa con vistas a ser creativas, sus planteamientos epistemológicos (cultura
innovadora, creatividad como valor, visión transdisciplinar, valores humanos,
sociales y medioambientales), sus relaciones humanas (liderazgo estimulante,
profesorado creativos, espíritu emprendedor) y su plan estratégico ( currículo
polivalente, metodologías y estrategias diversificadas y evaluación formadora y
emergente) ( S. de la Torre, 2012). Una comunidad de aprendizaje o escuela
creativa, sabrá promover el potencial de sus integrantes y darlo a conocer fuera de
su ámbito local.
Podemos dar una infinidad de ejemplos de colegios que se interesan por una
‘formación para la creatividad’, buscando nuevas aportaciones de estrategias
didácticas dadas por algunos investigadores (A. de la Herrán, 2009) como de
quienes se preparan en la ‘creatividad para la formación’. De ahí, nacen los
nuevos lenguajes que favorecen la inclusión, los inventos ecológicos, los pozos
que dan de beber a miles de personas en África (proyecto del niño canadiense
Ryan Hreljac), la orquesta juvenil con instrumentos de reciclaje (proyecto de
educadores y jóvenes de Paraguay) y otros que trabajan no sólo su crecimiento
personal y espiritual a través de la oración, sino, también a través de muchas
técnicas de meditación, como por ejemplo algunas experiencias en Brooklyn
donde luego de unos pocos meses se ha elevado considerablemente el
rendimiento y mejorado sus relaciones humanas. También encontramos
experiencias de estas prácticas integradas en Escuelas Católicas de Argentina (El
P. Sergio Mancini introduce la meditación cristiana en su comunidad de
aprendizaje) y muchos otros países de Latinoamérica. Una institución creativa, por
tanto, no sólo soluciona y mejora su contexto, sino que va más allá de donde ha
partido, reconocen lo mejor de cada integrante, y crecen por dentro y por fuera
buscando la mejora permanente (S. de la Torre, 2012). Participar en una red,
supondrá generar con certeza, una mayor conciencia colectiva de cambio y mejora
a nivel local y global.
La creatividad finalmente, podría expresarse como un comunicare o común unión
entre nuestra conciencia elevada de Creador y el mundo que queremos Crear, o
como la manera más bella y perfecta de conectarnos a nosotros mismos, a los
demás, a la naturaleza y a Dios o aquello que nos trasciende.
BIBLIOGRAFÍA