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Continuidad y discontinuidad.

Algunas implicaciones filosóficas del tiempo


a partir de la estética musical de Carl Dahlhaus

Yolanda Espiña*

Resumen: Partiendo de algunos puntos clave del concepto de estética musical en Carl Dahlhaus, este
ensayo cuestiona algunas de las implicaciones filosóficas de la reflexión sobre las dialécticas inherentes a la
condición dual de la música, en el contexto de una consideración sobre el tiempo.

Palabras clave: Estética musical, ritmo, Dahlhaus, tiempo, acontecimiento, Hegel, Nietzsche

Abstract: Based on several key points in the concept of the esthetics of music as described in Carl
Dahlhaus’s work, this paper questions some of the philosophical implications of thoughts on the dialectics
inherent in the dual condition of music, in the context of a reflection on time.

Key Words: Esthetics of music, Dahlhaus, time, event, Hegel, Neitzsche.

Résumé: En partant de certains points-clés du concept de l’esthétique musicale chez Carl Dahlhaus, cet
essai remet en question plusieurs des implications philosophiques de la réflexion sur les dialectiques inhéren-
tes à la condition duale de la musique, dans le contexte d’une considération sur le temps.

Mots clés: esthétique musicale, rythme, Dahlhaus, temps, événement, Hegel, Nietzsche.

* Doctora en Filosofía. Profesora de Estética y Teoría de las Artes. Escola das Artes / CITAR. Universidade Recibido: 2009 - 11 - 16
Católica Portuguesa, Oporto, Portugal (yespina@porto.ucp.pt). Aprobado: 2009 - 11 - 30

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Pensamiento y Cultura l ISSN 0123-0999 279
279-289 Vol. 12-2 l Diciembre de 2009
1. teridad inhumana de la materia”2. Y en toda
relación acontece, de alguna manera, una
La extensa obra del musicólogo Carl Dahl- apropiación y una extrañeza. En la música, en
haus (1928-1989) muestra en el tiempo una cre- cuanto arte, su condición material adquiere ya
ciente recepción, producto de su profundidad de inicio un carácter dialéctico, que ecuaciona
y transversalidad en el modo de abordar el fe- la relación entre la exterioridad de la emisión
nómeno musical en su conjunto, y su capacidad del sonido y la interioridad de su recepción,
para verificar, desde una amplitud disciplinar una recepción que sólo puede definirse en los
nítidamente extraordinaria, la amplitud de la términos de una construcción, traspasando
problemática para un abordaje teórico adecuado la frontera de la corporeidad en el sentido de
de ese objeto que llamamos música. La música, constituir un acontecimiento material que tiene
disciplina de bordes poco nítidos, adquiere en lugar (casi literalmente) por medio de o a través de
los análisis de mil ángulos de Carl Dahlhaus el la existencia del sujeto, e interrogando la legiti-
peso de una trascendencia que consigue reunir midad misma de una idea de metáfora que, en
todos los elementos dispares del ser del hom- este caso, y más que nunca, apela a la condición
bre que en ella comparecen. El objetivo de este originaria de toda metáfora: tener un suelo so-
ensayo es mostrar cómo desde algunas de las bre el cual posarse.
perspectivas abiertas por Dahlhaus se atisban
problemáticas fundacionales del pensamiento, El título de este ensayo alude ya significati-
siendo mi intención no tanto resolverlas como vamente a esta dualidad inherente a la música,
mostrarlas, a partir de un arte tan aparente- dualidad que puede aparecer determinada en
mente inasible en su forma y en su contenido. varias figuras diferentes, pero que definida ya
Porque, en efecto, la música, “el arte del tiempo desde el punto de vista de la continuidad/dis-
por excelencia”, como hace recordar el propio continuidad, va intentar conferir una unidad
Dahlhaus en palabras de Gisèle Brelet1, se cons- interna a un pensamiento como el de Dahlhaus,
tituye como una dualidad cuyo ser consiste en cuya eventual extensividad tendría entonces
un ser y no-ser, un ser que en su propia existen- que ver más con la pluralidad de dimensiones
cia convoca en forma de metáfora la propia con- y diversidad de aspectos que trata en el aborda-
dición humana, y lo hace, sobre todo, bajo un je del fenómeno musical (y que exigen, incluso,
aspecto que vamos a comprobar ha sido deter- lenguajes diferentes) de lo que con una disper-
minante en la consideración multidimensional sión de fondo; y que sólo desde un hilo conduc-
del fenómeno musical a lo largo de la historia tor más o menos consciente de esa condición
de su desenvolvimiento. Este aspecto es, en pri- dual de la música conseguiría recobrar esa uni-
mer lugar, el aspecto que en general podemos dad desde la multiplicidad de sus facetas. Voy
denominar de relación, y en segundo lugar, lo a intentar, de este modo, desvelar ese hilo in-
que la relación implica, entonces, en términos visible bajo la forma de los diversos contornos
de consideración de la noción de alteridad. de unos límites permanentemente mantenidos
entre diversos elementos de esas manifestacio-
Como bellamente decía George Steiner, nes duales. Veremos, con esto, que de modo na-
“sólo el arte puede hacernos accesible la al- tural surgen dos (por lo menos) dimensiones de

1 C. Dahlhaus, Musikästhetik, Köln: Musikverlag Hans Gerig, 1967 (en lo 2 G. Steiner, Réelles prèsences. Les arts du sens, Paris, Gallimard, 1991,
que sigue, MAE), p. 111. p. 172.

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alcance dialéctico, que nos van a dar también el Aquí aparece ya una primera formulación
marco adecuado para encuadrar la noción de de la dialéctica entre continuidad y discontinui-
estética musical en Carl Dahlhaus en la extensión dad (o entre historia y sistema). La conciencia
y profundidad que él mismo sugiere (aunque histórica se asume (en su función de ser con-
ni siempre de forma explícita). Y para ello voy ciencia de sí) como proceso, y por tanto, como la
a centrarme en dos puntos concretos que apun- constatación de la facticidad de una continui-
tan a la importancia de la perspectiva continui- dad. Pero la continuidad, en tanto que originada,
dad/discontinuidad. El primer punto tendrá es asumida como pasado, un pasado tanto más
que ver con el aspecto teórico-contextual de la originario cuanto más provoca en nosotros la ex-
música en relación a su desenvolvimiento his- trañeza: una extrañeza primordial que se asume
tórico, que muestra ya una de las perspectivas como discontinuidad. El término alemán utili-
que califican la propuesta de estética musical zado por Dahlhaus para lo que se traduce como
de Dahlhaus, precisamente bajo la clave herme- “rememoración” es, de hecho, “Erinnerung”,
néutica propuesta en este ensayo, esto es, con- un término que, conscientemente o no para
tinuidad/discontinuidad. El segundo punto, Dahlhaus –aunque apoyándonos en su propia
y a partir del primero, abordará de un modo convicción de que no por no evidentes dejan de
inmanente al propio fenómeno musical la men- estar presentes ciertos valores en el juicio sobre
cionada dialéctica (continuidad/ discontinui- la realidad- implica (en cuanto rememoración)
dad). Ambas perspectivas deberán confluir en un acto de la conciencia sobre si misma que ape-
la formulación del punto de intersección entre la a una interiorización (Er-Innerung).
relación y alteridad, que presenta en la música
un máximo nivel de abstracción. Aparece aquí entonces, en primer lugar, la
idea de una “historicidad inherente” a la pro-
ducción musical que, en su continuidad, remite
2. a la constatación de su desenvolvimiento. Un
desenvolvimiento que puede ser analizado en
En una declaración que él mismo remite al su evolución, pero teniendo también siempre
ser y existencia de una estética musical, Dahl- en cuenta que los motores de su movimiento
haus afirma: “Mas gratificante que la búsqueda no siempre obedecen a supuestas “leyes” inter-
de formas previas (de lo moderno) es la re- nas a la forma o al estilo, sino, por el contrario,
flexión sobre los puntos de partida y los desen- aparecen y se destacan como la interacción con
volvimiento interrumpidos, que fueron dejados las circunstancias históricas, teóricas y prácticas
de lado por la historia que conduce hasta noso- que impulsan y acompañan todo acto artístico.
tros. Y descubrir en lo olvidado lo que podría Pero aparece aquí también la figura de una
ser útil al presente, aun mediatizado de este quiebra, de una figura en el presente surgien-
modo, no es el peor de los motivos que un his- do del pasado, que irrumpe bajo la forma de
toriador puede tener.”3 Pero no nos podemos lo irresoluble. Lo irresoluble como aquello que
llamar a engaño: la razón por la cual es factible “se cierne” sobre la historicidad, cualificando la
hacer esto es, precisamente, porque no se trata temporalidad de la historia con la reaparición
de descubrir la actualidad del pasado configu- siempre nueva de problemas antiguos y prin-
rado como prehistoria del presente. En efecto, cipiales. Y es aquí donde Dahlhaus habla de la
y como Dahlhaus afirma otra vez, “si, por un necesidad de una vuelta a la reflexión sobre los
lado, la conciencia histórica es rememoración “puntos de partida” y los “desenvolvimientos
del proceso de lo que promanó lo existente, el interrumpidos”. Y es aquí donde, en esa extra-
pasado, por otro lado, nos atañe más cuando ñeza, se conjura la amenaza de una historici-
nos es extraño que cuando se nos asemeja”4. dad entendido sólo como sistema, y por tanto,
de alguna manera, determinista. En efecto, la
3 MAE, pp. 148-149. quiebra íntima del sistema es, al mismo tiempo,
4 MAE, p. 148. la supervivencia de la historia: porque el pro-

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blema antiguo aparece siempre de nuevo en encontrado) de la representación desaparece lo


la medida en que nunca puede ser totalmente que quedaba de juicio determinante de la obra
resuelto. En la continuidad del acontecer histó- de arte, y queda, desnudo, el juicio reflexivo,
rico surge la discontinuidad que alimenta la no- con lo cual se expresa una singularidad en bús-
vedad de lo nuevo. La gran cuestión es el origen, queda de su normatividad, que sólo se puede
claro (y a él volveremos más adelante). encontrar en su capacidad de comunicar inde-
finidamente a otros. Es desde ahí que podemos
Es en el capítulo final de su Estética musical justificar en Dahlhaus ya de modo inmediato la
donde Dahlhaus presenta de un modo incisivo relación entre teoría y práctica, siendo la práctica
la música como un fenómeno de relaciones in el propio fenómeno musical in actu y la teoría
actu: entre si misma y aquello que normalmente todo el sistema envuelto en su determinación
se adscribe a algo “exterior” a la propia música como algo artístico. Podemos integrar, de este
pero mediante, precisamente, lo que la propia modo, la necesidad de Dahlhaus de unir teoría
música es, y de aquí se deduce la pertenencia y crítica, siendo esta última el enlace para ges-
de la teoría y la práctica a la esencia misma de tionar la discontinuidad entre teoría y práctica
la música: “Una práctica musical que juzga po- (esto es: entre el fenómeno desde el concepto, y
der renunciar a la teoría y la crítica se asemeja a el fenómeno desde su actualidad fáctica).
la intuición que, según la expresión de Kant, es
ciega en la medida en que le falte el concepto”5. 3.
Aquí Dahlhaus reivindica el carácter de fenó-
meno, de Erscheinung (en términos propiamen- La cuestión que Dahlhaus coloca aquí im-
te kantianos), ligado a la música en cuanto plícitamente es la dialéctica–principial en todo
objeto, forma que aparece, pero que reivindica abordaje del fenómeno musical- entre forma y
una justificación - aparece aquí fuertemente la contenido en la música, cuestión que en él alcan-
idea de transitividad-, más allá, por tanto, de za un punto culminante en la consideración,
su constitución material, ligada al sonido (a su como es obvio, de la música pura, de la música
producción y a su audición). Esto convoca in- instrumental o absoluta, y muy explícitamen-
mediatamente la cuestión del propio ser o de la te en sus páginas sobre Hanslick y la polémi-
propia definición de lo que es la música. Porque ca en torno al formalismo. Volvemos ya a esa
el fenómeno (en ese sentido kantiano que inequí- discusión, pero antes es preciso subrayar que la
vocamente utiliza Dahlhaus) implica inmedia- problemática de la relación entre forma y con-
tamente la presencia del concepto (Begriff). Pero tenido es una de las grandes cuestiones propias
el concepto lo es porque es el eje de relación de toda estética –general o particular-, pero que
entre el ser y el conocimiento, mediado por la alcanzó en la música una dimensión adecuada
sensibilidad. Por lo tanto, y en general, todo fe- a los problemas que la propia música suscita en
nómeno tiene en sí un carácter intrínsecamente términos de forma y materialidad. Una cuestión
teorético, lo que es particularmente específico que cruza, de hecho, toda la historia de la músi-
del caso del arte, dado el tipo de proceso ne- ca. La reflexión sobre la música implica siempre
cesario para que un fenómeno sea constituido una consideración dialéctica relativa a un cierto
como un fenómeno artístico. En efecto, este orden de los sonidos que se extiende en el tiem-
tipo de objetos o fenómenos que son las pro- po. Esta dialéctica entre orden y tiempo (la prin-
ducciones artísticas en general convidan a un cipial, en la música) aparece porque el orden
ejercicio muy específico de la razón que, como sugiere una noción estructural, pero que sólo
muy bien describe Paul Ricoeur cuando habla es captada en su desenvolvimiento temporal,
del juicio estético o juicio de gusto kantiano, al siendo esta captación, por otra parte, un acon-
afirmar que con el proyecto o la proyección (la tecimiento del sujeto, al cual constituye como
direccionalidad hacia el concepto que debe ser una interioridad. Esta primeria dialéctica escon-
de todavía otra, la existente entre estructura y
5 MAE, p. 149. emoción, queriendo significar con “emoción” los

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movimientos de la propia interioridad, cuya di- bién con aquello que sentía que le transcendía.
námica es no discursiva: una dinámica específi- Este poder expresivo tenía que ver, sin duda,
ca, que constituye lo que voy a llamar expresivo, con la capacidad de la música para articular la
dentro del desenvolvimiento sólo aparente- interioridad, ligada a esa su naturaleza dual que
mente formal del proceso musical. Lo que nos liga lo racional a lo emotivo… o lo separa! En
lleva, a su vez, a otra perspectiva de la misma este sentido, tenemos que recordar la dicotomía
cuestión: que el proceso musical no representa expresada, por ejemplo –y no por casualidad–
ningún orden, si no conferimos algún tipo de en la concepción platónica de la música, una
sentido a este proceso. Las diferentes ideas en concepción desgarrada, ligada por una parte al
torno a esta noción del sentido que da sentido orden (en armonía con el cosmos exterior y el
al proceso (inevitable aquí la redundancia) re- alma interior, ligada a la estructuración racional
vierten, precisamente, en la idea de forma musi- de la interioridad, de ahí la importancia de la teo-
cal. Y en este captar la estructura de la sucesión ría del ethos musical y del aspecto formativo de
musical surge la pregunta: cuál es el contenido la música para el desenvolvimiento del carácter).
de esta forma?, dando origen a las grandes co- Pero, por otra parte, ligada también al éxtasis,
rrientes que, desde la Antigüedad, se pregunta- al arrebatamiento, a la salida de si mismo, a la
ban en qué residía el extraño gran poder de la pérdida de la identidad, una amenaza para el
música. Y todo esto nos muestra que la música, orden del cosmos, para el orden moral y el or-
por su particular condición, manifiesta en esta den social (de ahí las estrictas leyes impuestas
serie de dialécticas (hay más, pero no es ahora a la música en la república platónica7). Ahora
el momento de abordarlas todas) los diferen- bien, este aspecto arrebatador de la música
tes aspectos de una misma dualidad inherente (unido sobre todo a expresiones rítmicas extre-
esencial. Y el análisis de estas dialécticas sólo mas y a cierto tipo de instrumentos) significaba
corrobora, por otra parte, la extrañeza de la también la posibilidad de acceso a lo sobrenatu-
propia música en relación al lenguaje discursi- ral, por medio de ese estado arrebatado. De este
vo, aunque confirma, por otro lado, la especifi- modo, la condición para ser literalmente poseído
cidad de su carácter racional. por la divinidad (lo que implicaba ya, por cier-
to, la consideración de la música como algo más
Todo esto no niega, sin embargo, que si que mera techné, con todo lo que eso implica)
existe algún arte en el cual su materia se presen- era la pérdida de la individualidad. El aspecto
ta inmediatamente humanizada es en la música expresivo de la música, por tanto, considerado
(y en la danza, probablemente tan unidas en sus puramente en sí, conducía ya a lo a-racional o
inicios). En efecto, y como ya señalaba Adolfo supra-racional, y fue esto lo que muchos siglos
Salazar, la música nace cuando el hombre se más tarde retomaron (particularmente) los pri-
descubre a sí mismo como un instrumento mu- meros románticos, como vía de acceso a aque-
sical6 (y ligado, probablemente, entonces, a su llo vedado por un pensamiento marcado por la
propio cuerpo). Se percibe aquí bien la perte- progresiva identidad entre ser y pensar (y cuyo
nencia del hecho musical al sustrato antropoló- paradigmático ejemplo sería el pensamiento
gico del hombre y a su capacidad de expresarse hegeliano). Ahí surgió también claramente la
y de interpretar al mundo. El fenómeno musical cuestión (ya más específica) sobre la superiori-
iba unido desde sus inicios a las funciones más dad (o no) de la música instrumental sobre la
significativas de la vida individual y social, in- vocal (por razones musicales y por razones ex-
cluidas las rituales. Esto confirma la atribución a tramusicales), y su reconversión en el concepto
la música, desde los inicios de la civilización, de de música absoluta.
un poder expresivo propio, que la hacía parti-
cularmente apte para expresar los vínculos mas En este contexto surge la polémica del for-
ligados a la propia humanidad del hombre, tam- malismo suscitada por Hanslick, aprovechan-

6 Cf. A. Salazar, La música, México, Fondo de Cultura Económica, 1953. 7 Cfr. Platón, República, 398a ss.

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do el aspecto mas científico de esta mirada sobre a las formas sonoras en movimiento el único
la música, y coloca la cuestión sobre el ser de la contenido de la música, subrayando que así
música en los términos propios de fenómeno. se instaura una idea clave para la estética de la
Dahlhaus percibe la intención de Hanslick y “modernidad” del siglo XIX, la de que “en arte,
recoloca la polémica, situando la cuestión de la forma, en vez de ser mera forma aparente de
lo “específicamente musical” en el contexto de un pensamiento, es ella misma pensamiento”11.
la permanente dialéctica entre forma y conte- La música absoluta sólo podía justificar su
nido, y defendiendo que “Hanslick afirma no existencia (Dasein, es la expresión de Dahl-
solamente que la forma es expresión, forma de haus) estética como forma, por eso necesitaba
manifestación del espíritu, sino también que cualificar la noción misma de forma. Y es aquí
ella misma es espíritu. En su estética, “forma” es donde Dahlhaus refiere aún que Nietzsche re-
algo análogo a la “idea musical”; y Hanslick vistió de forma enfática la “sobria doctrina” de
define el término “Idea”, referido a Vischer e, Hanslick. Ahora bien, la forma reclama ahora
indirectamente, a Hegel, como el concepto pre- (no Hanslick, que se quedó en la mera “espi-
sente, de modo puro y sin imperfección, en su ritualización” de la forma) la producción del
realidad”8. La empatía de Dahlhaus por esta contenido. El revestimiento alcanzó, de hecho,
perspectiva es, pienso, evidente, aunque no voy la posibilidad de hacer la inversión, extendien-
a desenvolverla aquí, pero evidente es también do la inteligibilidad de la forma hasta el domi-
que es preciso añadir a la iniciativa de Hanslick nio poético (curiosamente) y Dahlhaus destaca
una perspectiva histórica, con todo el juego de que “lo que parece ser el resultado, la “forma”,
discontinuidades que eso significa9. es el origen de la poesía; lo que parece su ori-
gen, el sentido, es el resultado”12- Señala toda-
4. vía Dahlhaus que la resonancia nietzscheana de
esta derivación, junto con otras corresponden-
Aquí comparecen ya, sin embargo, cuestio- cias, muestra claramente algo más profundo, y
nes mucho más fundamentales, que no hacen es que “la tendencia (sea de la música, o de la
sino confirmar la potencialidad del estudio de lo poesía) a retraerse a las formas puras se mezcla
“específicamente musical”, por una parte, y la con una exigencia metafísica en la cual el arte
potencia intuitiva de Dahlhaus para detectar y ocupa claramente el lugar de la religión, algo
circunscribir en la música el alcance general de más peculiar y sorprendente de lo que la mera
la práctica en la teoría, por otra. transparencia de un teorema estético de un cam-
po para otro”13. Porque, como afirma Nietzsche,
En las páginas finales de su libro La idea de “sólo como fenómeno estético puede ser justifi-
la música absoluta, y en relación a lo que pueda cada la existencia (Dasein) en el mundo”14. Va-
significar realmente la forma en el contexto de mos a profundizar en el significado sugerido en
la polémica formalista en torno a Hanslick y el toda esta problemática.
concepto de música “absoluta”, Dahlhaus refiere
una frase de Nietzsche, en la cual éste afirma: No podemos olvidar el hecho de que, inde-
“Se es artista al precio de sentir como conteni- pendientemente de la legitimidad de la inter-
do, como la cosa misma, aquello que los no ar- pretación “puramente musical” de la esencia
tistas llaman forma”10. Y compara esta famosa de la música, ésta comenzó a ser comprendida
cita con la expresión de Hanslick que adscribe y actualizada en el contexto de su profunda re-
lación con la palabra. De hecho, la historia nos
8 MAE, pp., 79-80.
9 Por eso puede pretender superar la idea de lo bello, que encierra, 11 IMA, p. 147.
clausura la teoría de Hanslick en su propio carácter sistémico. Con-
corda Dahlhaus con Hanslick en su búsqueda de la superación de una 12 H. Friedrich, Die Struktur der modernen Lyrik, Hamburg, 1956, p. 12.
estética de la “poética musical” (sea lo que sea esto), entendiendo lo Citado por Dahlhaus en IMA, p. 148.
“poético” como la literaturización de la música. 13 IMA, P. 149.
10 C. Dahlhaus, La idea de la música absoluta, trad. de Ramón Barce, Barce- 14 F. Niezsche, Werke in drei Bände, Ed. De Karl Schlechta, Munich,
lona, Idea Música, 1999 (en lo que sigue, IMA), p. 147. Dahlhaus toma 1954-1956, y Darmstadt, 1966, vol. I, p. 14. Citado por Dahlhaus en
la cita de La voluntad de poder. IMA, p. 149.

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muestra que música y palabra fueron práctica- 5.


mente indisolubles durante largos siglos. En la
música occidental, esto tiene que ver fundamen- En efecto, desde el punto de vista de su
talmente con su desenvolvimiento en el ámbito desenvolvimiento observamos que la música
de su función al servicio de la religión. Por eso occidental estuvo muy vinculada al servicio de
la mencionada dialéctica entre forma y conte- la Iglesia hasta una Edad Media tardía. Las in-
nido, en lo que a la música respecta, se centró fluencias griegas y de los cantos de las sinagogas
en múltiples ocasiones en el aspecto conceptual judías habían ayudado a configurar la música
del contenido, lo que acababa por significar, en en la primitiva iglesia cristiana, muy directa-
su vínculo profundo con un texto. Y es un he- mente asociada al canto, y por tanto, al texto,
cho que este vínculo con la palabra estaba ya en a la palabra (sin olvidar tampoco la dimensión
el origen de los análisis de los teóricos griegos antropológica que el canto en si mismo presen-
de la Antigüedad: muy particularmente, en sus ta, centrada en su carácter expresivo). En este
análisis sobre el melos (palabra que da origen proceso se va configurando el canto gregoria-
a “melodía”; pero no inmediatamente identi- no, que a su vez da origen a la posterior trayec-
ficable con el concepto actual). Ahora bien, si toria de la música europea, esto es, básicamente
observamos con atención, sucede que el melos occidental. El canto gregoriano, que reutiliza
tenía en sí ya una complejidad triádica, en la los modos griegos, se expresa monódicamente
cual se distinguían el logos, la armonía y el rit- (con una sola voz), y su acentuación tiene como
mo15, conjunto de poesía y música, pero de he- base el acento prosódico del texto litúrgico. Ya
cho el logos se analizaba ya separadamente. El hacia el final de la Edad Media comienza a de-
análisis del melos implicaba ya, por tanto, una sarrollarse la música profana, música desligada
“abstracción” de la armonía y del ritmo. Esto del servicio divino, entrando simultáneamen-
es, la distinción contenida en el melos implicaba te ciertos elementos populares en la música
ya una consideración aislada del aspecto espe- destinada a la liturgia o fines del culto divino,
cíficamente musical de la propia palabra, que todo ello ligado también a su propio desenvol-
se justifica siempre en el caso de la existencia vimiento como arte y como ciencia. Sin duda, la
de un logos (texto poético) dinamizado por un música instrumental había acompañado siempre
melos, y al mismo tiempo da ya las condicio- la música vocal, pero fue ganando su lugar pro-
nes para una autonomía de lo específicamente pio como acompañamiento en la danza, o para
musical (como lo llamaría Hanslick, pero pre- acompañar las representaciones teatrales. Frente
sente, como vemos, en germen desde la Anti- a la monodia del gregoriano y formas de él de-
güedad16). Aunque también es un hecho que rivadas, con el ars nova se inaugura la polifonía,
aquí surge la reflexión sobre otra dialéctica de que es la simultaneidad sonora de varios cantos
la música, que aparece dentro de la discusión unidos entre si por la consonancia armónica17.
forma/contenido: la confrontación entre música Y aunque la polifonía mantiene una vertiente
vocal y música instrumental (previa a la cuestión, eclesiástica (hasta llegar a Palestrina, o Vitoria,
casi extramusical, de la música absoluta). Por- de entre los grandes polifonistas de los siglos
que si bien es cierto que la música comenzó a XVI y XVII, en el espíritu de la Contrarreforma),
ser históricamente considerada desde el punto se manifiesta ya otra vertiente claramente profa-
de vista de su unión con la palabra, es igual- na (como, por ejemplo, el madrigal).
mente histórica la progresiva autonomización
de la música instrumental, que ha facilitado e Por otra parte, la Reforma de Lutero y la
propiciado también la comprensión de lo que traducción de la Biblia al alemán y otras len-
es “específicamente musical”. guas vernáculas propician un movimiento in-
teriorizante en el seno de las iglesias, apoyado
15 Cfr. Platón, República.
16 Cabe recordar, a este respecto, los trabajos del gran Aristoxeno de Ta- 17 Lo que propicia el inicio de la afirmación del sentido tonal, y las con-
rento, discípulo de Aristóteles. secuencias musicales derivadas de este hecho.

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en el canto y en la música. En efecto, la Refor- siglo XIX. En este ambiente existe también una
ma había subrayado el aspecto interior y más recuperación por las obras de carácter sacro del
subjetivo de la experiencia religiosa, y la músi- pasado (Palestrina y Bach, sobre todo). E.T.A.
ca era el medio adecuado para la expresión de Hoffmann declara a Palestrina exponente del
una interioridad en relación con una Palabra arte religioso del pasado, y proclama a Beetho-
(la Palabra de Dios) objetiva, por tanto. Porque ven el detentor del arte plenamente cristiano,
la presencia de la música es ahí una necesidad, pero siendo ya su expresión música pura, ins-
ligada a un concepto de la religión cada vez trumental, expresión del “arte misterioso de los
más intrínsecamente unido al aspecto íntimo nuevos tiempos, que visan la espiritualización
de la experiencia religiosa, y sustentado, por interior”19. Hoffmann afirma aquí la pérdida
otro lado, en una dependencia fundamental de de lo que él llama la “substancia cristiana”, ya
la Palabra, del texto, de la Biblia. Por eso exis- irrealizable según él, por lo menos al modo de
te una tendencia a la incidencia en lo subjetivo Palestrina (y su estricta sujeción al logos en las
capaz de ser expresado por la música –que es, composiciones religiosas). Con Beethoven, sin
en realidad, la fuerza expresiva del melos en embargo, se abriría la puerta a la pretensión de
sí misma– en la base para el inicio de un pro- una experiencia de lo inefable (liberada ya la re-
ceso en el cual (según el análisis del teólogo ligión del texto), lo que se muestra en la esencia,
protestante Karl Barth) a partir del siglo XVII según Hoffmann, de las sinfonías de Beethoven,
el canto de la iglesia (protestante) para de ser en las cuales se manifiesta el desarrollo de una
“himno” a ser “autoconfesión”18. Apela Barth Cristiandad firmemente perfilada que se trans-
a la tendencia a la pérdida de la ligazón entre forma, “gracias al espíritu impulsor del mundo”,
texto y música (entre logos y melos) para caer en en presentimiento de las “maravillas del reino
un (excesivo) sentimentalismo que hace que la longincuo”20. Curioso es observar también que
música originariamente litúrgica sigue una di- cuando Hoffmann habla de Beethoven como ex-
rección irracional, angustiada y absolutamente ponente máximo de esta religión del arte, no se
refiere a su Missa solemnis, que él analiza pero
subjetivizada de la expresión religiosa.
considera poco religiosa21. Esta absolutización
de la música, sin embargo (y en la medida de
Todo esto no es independiente del hecho
esa relación explícita que teóricos y compo-
de que, a partir de la Ilustración, se comien-
sitores desenvuelven en torno a ese aspecto
za a configurar la idea del arte ligado al sen-
suprasensible, sobrenatural, si queremos), difi-
timiento estético como experiencia de lo infinito.
culta la percepción genuina de una experiencia
La idea ilustrada de una religión universal (que
intrínsecamente religiosa, precisamente por la
sería el “auténtico cristianismo”) va ligada a la
difuminación del aspecto necesario de alteridad:
correspondiente búsqueda de un lenguaje ab-
esto es, la difuminación de la relación de pre-
solutamente supraconceptual, cuya expresión
cedencia, bajo la forma de la discontinuidad,
adecuada sería sin duda la música, ese arte de necesaria para que acontezca el fenómeno pri-
la interioridad ligado a la espontaneidad de la mordial de lo religioso22.
naturaleza al lenguaje originario (aquí escucha-
mos las resonancias de Rousseau!). Lo que aquí Lo que de hecho sucede aquí es que se
adviene es la idea de la superioridad de la mú- produce una vuelta a ese aspecto de la consi-
sica instrumental sobre la vocal (paso previa para deración dual de la música que incidía en lo en-
la idea de la música absoluta). El paso siguiente tusiástico, en el éxtasis, en la música como una
necesario es entonces, en efecto, la idea román-
tica de una religión del arte. Así, la música religio- 19 E.T.A. Hoffmann, Autobiographische, musikalische und vermischte Schrif-
sa y la religión de la música y del arte aparecen ten, Zürich, Atlantis Verlag, 1946, pp. 330ss.
20 Ibídem.
como el problema propiamente romántico del
21 “En su Missa, Beethoven nos ofrece una música absolutamente bella,
y sin duda, genial, pero en absoluto una Missa”, Ibídem, p. 422.
18 Cfr. K. Barth, Dogmática, vol. I. Citado por F. Sopeña, Música y lieratura, 22 Si es inmanente, queda reflexivo, aunque continua siendo considera-
Madrid, Rialp, 1974, pp. 183-184. da “alteridad”.

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Continuidad y discontinuidad. Algunas implicaciones filosóficas del tiempo a partir de la estética musical de Carl Dahlhaus

pérdida de la individualidad, para llegar a un contrarias. En efecto, y volviendo a los términos


estado de apertura para aquello más allá del lo- del argumento de este ensayo, Hegel significa-
gos. Recordamos las reticencias de Platón ante ría la pura continuidad, mientras que Nietzsche
ciertos modos musicales, que llegó a prohibir representaría la pura discontinuidad. Ambas –
en su república. No es una casualidad esta re- cuando aparecen en estado puro– cuestionan la
ferencia a Platón ahora, porque estamos ya en existencia misma de la alteridad. Ahora bien,
condiciones de percibir las profundas implica- este análisis parece ofrecer una clave interpre-
ciones de la relación establecida por Dahlhaus tativa en la propia noción de forma.
con Nietzsche en el contexto de las implicacio-
nes de la definición de música en base a su dia- 6.
léctica interna forma/contenido. Porque no se
puede desligar este aspecto de absolutización Y para pensar la noción de forma (y forma
de la música (en su aspecto más a-racional, mas pura, y en su abstracción, parece ser la música)
a-discursivo) con el desenvolvimiento de la crí- vamos a intentar un análisis desde el lugar en
tica al propio logos que comenzó en el siglo XIX que continuidad y discontinuidad confluyen: el
–sobre todo, como una fuerte reacción al logo- punto. Volvemos con ello a lo que la lectura de
centrismo de Hegel– y que tuvo un exponente Dahlhaus nos sugiere. En primer lugar, forma
referencial, en efecto, en la figura de Nietzsche. y objeto no son inmediatamente identificables
(una afirmación instrumental). Una noción de
Por eso no resulta sorprendente que forma basada en el abordaje del punto puede
Nietzsche, incluso aunque reconoce que la mú- dar razón de la afirmación de Dahlhaus de que
sica surge en cada pueblo unida a su lírica (a la “el principio de la interpretación inmanente es
palabra, por tanto) –lo que significa reconocer en si dialéctico. Representa la consecuencia ex-
que la música instrumental es históricamente trema del método histórico y, al mismo tiempo,
posterior– afirma, sin embargo, que la música su inversión en lo contrario”24. La perspectiva
(pura) es lo (metafísicamente) originario23: “El inmanente implica la consideración del fenó-
origen de la música está más allá de toda individua- meno de la forma específica como unidad. Uni-
ción, afirmación que se explica a si misma con- dad es en sí misma una discontinuidad, ligada
forme a nuestra definición de lo dionisíaco”. En a su ser acontecimiento (ahí, el acontecimiento
ese sentido, la “lírica primitiva de los pueblos” no es mero evento: es obra, en su acontecer). Al
es “una imitación de la naturaleza en su fun- mismo tiempo, su ser unidad incluye el factor
ción artístico-creadora”. No es el momento de cultural; porque es unidad en la medida en que
profundizar más en esta cuestión, pero queda es percibida como tal. Esa unidad que la carac-
aquí expresa la posición sobre el fundamento teriza establece ella misma un puente entre la
de la realidad en lo negativo. Recordemos a este naturaleza y la cultura.
respecto que Nietzsche hace estas afirmaciones
en el contexto de su crítica radical al concepto Si nos situamos en el punto, esto es, en el
de verdad, y por tanto, al logos. La crítica al lo- instante (desde el punto de vista de la música,
gos, por otra parte, hace reivindicar a Nietzsche que es en el tiempo), encontramos entonces una
la posición de la naturaleza, profundamente en problemática sorprendente, la problemática del
contra de la reconversión de la naturaleza en ritmo. Dice Dahlhaus: “Aparentemente, las difi-
espíritu realizada por Hegel: la recuperación de cultades con que se depara la tentativa de una
lo inmediato (siendo la naturaleza en Hegel, pre- descripción y análisis del espacio sonoro y del
cisamente, lo todavía no mediado). En fin, ambos, movimiento musical –dificultades que a veces
Hegel y Nietzsche, tienen un gran problema parecen laberínticas– sólo se pueden superar
con la noción de alteridad, aunque por razones partiendo de la hipótesis de que, en el comple-
jo de impresiones espaciales y del movimien-
23 F. Nietzsche, Über Musik und Wort (1871). Werke. Kritische Gesamtaus-
gabe III, 3. Hrsg. v. G. Colli/ M.Montinari, Berlin, 1967ss. , pp. 377-387.
Traducción española digitalizada por librodot.com. 24 MAE, p. 134.

Pensamiento y Cultura l ISSN 0123-0999 287 Vol. 12-2 l Diciembre de 2009


Yolanda Espiña

to, el ritmo –y no la melodía (…)– representa de espacio– sólo se constituye juntamente con
el momento primario”25, siendo el ritmo “el la horizontal”29. Ahora bien, “dado que el movi-
momento fundante integrador de la impresión miento y el ritmo no tienen lugar en el intervalo
musical del movimiento”26. Ahora bien, este es simultáneo, se reducen o incluso (…) desapare-
equivalente a un “temps dureé” consolidado en cen la impresión de distancia y de espacio”30.
“temps espace” bergsoniano: una horizontali-
dad, por tanto, que implicaría el tiempo como
dimensión primaria del espacio sonoro (forma,
7.
en sentido amplio), siendo la dimensión verti-
El ritmo apunta aquí a su condición de
cal, “secundaria”27. En este sentido, Dahlhaus
paradigma mismo de inteligibilidad, porque
apuntaría a una idea de la primacía del ritmo, si
concurren una legalidad exterior que es cap-
aplicamos a la idea de la música la primacía de
tada como legalidad interior. Puede ser para-
las relaciones entre los sonidos: alturas y dura-
digma de la posibilidad misma de toda forma,
ciones. Sin embargo, desde el punto sonoro, el
en esa “puntualidad” (de “punto”) extensiva
ritmo es concebible, mucho más, como el lugar
donde confluyen una verticalidad (intensiva) y e intensiva. Una pura extensividad negaría la
una horizontalidad (extensiva). La horizontali- vida, negaría el factor de naturaleza, de vida
dad marca la idea de secuencia (y por tanto, de individual surgida de la novedad. Eso sería
movimiento, que no es idéntico con sucesión!). un Hegel. Una pura intensividad negaría la
La verticalidad marca las posibilidades multi- capacidad misma de configuración, y la cons-
dimensionales del sonido, en un sentido seme- titución de un Yo, de una interioridad; negaría,
jante –por ejemplo– al de Kandinsky, cuando por tanto, la posibilidad misma del tiempo en
hablaba del punto (gráfico) como posibilidad su dialéctica esencial (agustiniana, por ejem-
pura (antes de la línea)28. plo). Eso sería un Nietzsche.

El ritmo en general es la posibilidad de in- Sin embargo, el propio punto, considera-


teligibilidad de un movimiento horizontal cua- do como instante, puede ser pensado de modos
lificado en si mismo, puntualmente, en cada diferentes, sin renunciar a ninguna de las dos
momento de sucesión. Vuelvo a Dahlhaus, que dimensiones (intensividad y extensividad).
en su caracterización del ritmo, habla del ritmo Puede ser pensado, en primer lugar, como una
dentro de un sistema de rítmica de compases concentración de las dimensiones del tiempo,
–ritmo regular, por tanto– y le atribuye tres ca- en el presente del instante; pero puede ser pen-
racterísticas: duración, acentuación y carácter de sado también como configurado desde el propio
los tiempos. Cabe aquí entonces la soberanía del presente. Esto es, puede partir de lo extensivo
ritmo, si se considera más el carácter relacional para lo intensivo, o desde lo intensivo para lo
de las distancias entre los sonidos de lo que las extensivo. Filosóficamente, esto puede abrir
alturas en si mismas. Prima entonces el aspecto algunas perspectivas de conexión entre ser y
relacional, y Dahlhaus elabora en este contex- pensar. Musicalmente, puede abordar formas
to una sutil red de relaciones entre los propios contemporáneas de música con categorías es-
conceptos, para llegar a la interdependencia en pecíficas (por ejemplo, de timbre y textura). Y
un plano de precedencia de sentido, un sentido queda aquí en abierto y siempre en cuestión la
que sería captado, entonces, en la sucesión. “La relacionalidad ligada, necesariamente, a la alte-
vertical – la impresión de que las diferencias so- ridad. Continuidad y discontinuidad son en sí
noras son distancias representables en términos mismos conceptos relacionales. Su confluencia
en el punto implica que sólo adquieren signifi-
25 MAE, p. 119.
cado desde esa relacionalidad. n
26 Ibídem.
27 Cfr. Ibídem.
29 MAE, p. 120.
28 Cfr. V. Kandinsky, Punto y línea sobre el plano, Barcelona, Paidós Estéti-
ca, 1998. 30 Ibídem.

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Continuidad y discontinuidad. Algunas implicaciones filosóficas del tiempo a partir de la estética musical de Carl Dahlhaus

Bibliografía Nietzsche, F., Über Musik und Wort (1871),


Werke. Kritische Gesamtausgabe/ III, 3, hrsg. v. G.
Dahlhaus, C., Musikästhetik, Köln, Musi- Colli/ M.Montinari, Berlin, 1967ss. (trad. espa-
skverlag Hans Gerig, 1967. ñola digitalizada por librodot.com.).

Dahlhaus, C., La idea de la música absoluta, Platón, A República, trad. Maria Helena
trad. Ramón Barce, Barcelona, Idea Música, 1999. Rocha Pereira, Lisboa: Fundação Gulbenki-
an, 2001.
Hoffmann, E.T.A., Autobiographische, musi-
kalische und vermischte Schriften, Zürich, Atlantis Salazar, A., La música, México, Fondo de
Verlag, 1946, Cultura Económica, 1953.

Kandinsky, V., Punto y línea sobre el plano, Steiner, G., Réelles prèsences. Les arts du sens,
Barcelona, Paidós Estética, 1998. Paris, Gallimard, 1991.

Pensamiento y Cultura l ISSN 0123-0999 289 Vol. 12-2 l Diciembre de 2009


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