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¿Hay algo más aburrido que ser una princesa rosa?

Carlota era princesa rosa, con su vestido rosa, su armario lleno de ropa rosa y una
habitación, con una cama, con unas sábanas y una almohada rosas.
Pero Carlota estaba harta del rosa y de ser una princesa.
Había algo más aburrido en el mundo que ser una princesa rosa?
Las princesas son tan cursis que sólo con una pequeña arveja debajo de cien colchones
pierden el sueño.
Carlota, sin embargo, podía dormir como una marmota incluso sobre un elefante.
Una vez conoció a una princesa que se pasaba el día besando a los sapos del estanque
para ver si alguno se convertía en el príncipe azul.
Pero Carlota no quería un príncipe azul.
¿Por qué no había princesas que surcaran los mares en busca de aventuras? ¿O
princesas que rescataran a los príncipes de las garras de un lobo feroz?
¿O princesas Astrónomas que pusieran nombres a todas las estrellas del universo? ¿O
princesas cocineras que hicieran tartas de chocolate y galletas con mermelada?
Carlota era una niña y soñaba con cazar dragones, buscar tesoros, amaestrar mariposas,
desenredar enredos, fabricar aviones de papel, nadar a lomos de un delfín, perseguir
palomas mensajeras, y conocer los confines de la tierra viajando en un gigantesco globo
volador.
Pero su madre era una reina rosa; con sus vestidos rosa, su armario lleno de ropa rosa, y
una habitación con una cama, con una almohada y unas sábanas rosas. Como toooodas
las reinas.
Y su padre era un rey azul, con su traje azul, su trabajo azul y su vida azul. Como toooodos
los reyes.
¿Por qué estás tan seria Carota? – le preguntó su madre una mañana.
-Mamá, yo no quiero ser una princesa rosa. Yo quiero viajar, jugar, correr y brincar, y
quiero vestir de rojo, de verde y de violeta…
-Hija mía – le dijo la reina-, las princesas son muy delicadas y no pueden salir de palacio
porque se pondrían enfermas, no pueden correr y brincar porque estropearían sus bonitos
vestidos de seda. Y no pueden vestir de verde o de azul porque esos colores no les sientan
bien.
Las princesas son como las rosas, flores frágiles cuyos pétalos no resistirían ni un soplo de
viento.
- Pero mamá, yo no soy una flor, soy una niña. La reina se quedó pensativa y luego
respondió: - Pues es verdad.
Entonces, decidieron ir a hablar con el rey: - Papá – dijo Carlota -, yo no quiero ser una
princesa rosa. Yo quiero viajar, jugar, correr y brincar, y quiero vestir de rojo, de verde y de
violeta…
-Hija mía – le dijo el rey-, las princesas son como las rosas, flores muy frágiles cuyos
pétalos no resistirían ni un soplo de viento.
- Pero papá, yo no soy una flor, soy una niña. El rey se quedó pensativo y luego respondió:
- Pues es verdad.
Entonces, decidieron ir a hablar con el hada madrina – Hada – dijo Carlota-, yo no quiero
ser una princesa rosa. Yo quiero viajar, jugar, correr y brincar, y quiero vestir de rojo, de
verde y de violeta…
-Carlota – le dijo el hada-, las princesas son como las rosas, flores cuyos pétalos no
resistirían ni un soplo de viento.
- Pero hada, yo no soy una flor, soy una niña. La reina se quedó pensativa y luego
respondió: - Pues es verdad.
Así que el rey llamó a todos sus consejeros y Carlota les habló: - Consejeros reales, yo no
quiero ser una princesa rosa. Yo quiero viajar, jugar, correr y brincar, y quiero vestir de
rojo, de verde y de violeta…
-Carlota – le dijeron los consejeros-, las princesas son como las rosas, flores frágiles cuyos
pétalos no resistirían ni un soplo de viento.
- Pero yo no soy una flor, soy una niña. -¡Oooh! – dijeron los consejeros-, pues es verdad.
Entonces decidieron convocar en palacio a todos los reyes, reinas, príncipes azules, hadas
madrinas y consejeros del mundo y a todas las princesas, que unidas dijeron_
-Nosotras no queremos ser princesas. Queremos viajar, jugar, correr y brincar y vestir de
verde, de rojo o de violeta.
Y no somos flores, ¡Somos niñas!
Nadie supo qué responder hasta que al fin habló la más anciana y sabia de todas las hadas
madrina allí reunidas:
-Es verdad, las princesas No son flores y a partir de ahora mismo podrán ser lo que quieran
ser.
Todos aplaudieron, excepto un príncipe azul, que con el gesto muy serio, preguntó:
-¿ y qué hacemos ahora los príncipes azules?
La anciana se quedó pensativa antes de responder: - Vosotros podréis vestir de rosa.
Así, una tras otra, las princesas dejaron de ser princesas y comenzaron a viajar, a jugar, a
correr y a brincar y, por supuesto, olvidaron sus vestidos rosas y se vistieron de rojo, de
verde y de todos los demás colores del arco iris.

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