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El romance es un tipo de poema característico de la tradición literaria

española, ibérica e hispanoamericana compuesto usando la combinación métrica


homónima (octosílabos rimados en asonante en los versos pares). No debe confundirse con
el subgénero narrativo de igual denominación.

El término romance (del inglés, romance) o román (del francés roman) suele utilizarse, en la
actual teoría de la literatura, para hacer referencia a un relato extenso de ficción, normalmente
en prosa, que se diferencia de la novela moderna porque presenta un mundo imaginario en el
que los personajes y situaciones pertenecen a la esfera de lo maravilloso y lo insólito.
En francés e inglés, su origen se encuentra en ciertas obras en verso de la literatura francesa
que llevaron el título de "roman", como el Roman de la Rose o el Roman de Troie, pero luego
se extendió su uso a obras en prosa, generalmente de tema caballeresco.

La palabra romance parece que deriva de la denominación que se dio a las primeras obras de
este género, escritas en lengua "romance". Datan de los siglos XI y XII. Los géneros más a la
moda se desarrollaron en el sur de Francia a finales del siglo XII (materia de Francia) y se
expandieron hacia el este y el Norte con traducciones e interpretaciones nacionales
individuales. Temas pertenecientes a la materia de Bretaña habían viajado por entonces en la
dirección opuesta, alcanzando el sur de Francia desde Gran Bretaña y la Bretaña francesa. En
consecuencia, es particularmente difícil determinar cuánto de este "romance" temprano debe a
los modelos de la antigua Grecia y cuanto a las epopeyas en verso folclóricas como Beowulf y
el Cantar de los Nibelungos.

a trama estándar de un romance temprano consiste en una serie de aventuras. Siguiendo un


esquema tan antiguo como Heliodoro, ya tan perdurable que aún se utiliza en las películas de
Hollywood, el héroe pasará por una serie de aventuras antes de encontrarse con su dama.
Seguiría una separación, con un segundo grupo de aventuras que llevarán a la reunión final.
Las variaciones mantuvieron vivo el género. Las aventuras inesperadas y peculiares
sorprendieron a la audiencia en romances como Sir Gawain y el Caballero Verde. El romance
se desarrolló hasta clásicos como el Roman de la Rose, escrito primero en francés, y famoso
hoy en inglés gracias a la traducción que hizo Geoffrey Chaucer.

Los siglos XIV y XV vieron la emergencia de los primeros romances en prosa junto con un
nuevo mercado de libros. Era un mercado desarrollado ya antes de que se divulgara la
imprenta: los autores en prosa podían hablar un nuevo idioma, una lengua que evitaba la
repetición inherente al verso. La prosa podía arriesgarse a un nuevo ritmo y a pensamientos
más largos. Aun así necesitaba el libro escrito para preservar las formulaciones coincidentes
que el autor había elegido. Las leyendas, vidas de santos y visiones místicas en prosa fueron
el principal objeto de este nuevo mercado de producciones en prosa. La élite urbana y las
lectoras de clases altas y de los monasterios leían prosa religiosa. Los romances en prosa
aparecieron como una moda nueva y cara en este mercado. Los romances generalmente
poseen una estructura narrativa en la que se puede distinguir un marco, una situación inicial,
una complicación y una resolución. El marco está formado por los personajes, el lugar y el
momento de la acción; mientras que en la situación inicial, se plantea un conflicto o un
problema. Dicho conflicto se desarrolla en la complicación y por último, en la resolución, el
conflicto se soluciona para bien o para mal, o queda en suspenso, lo cual es una característica
típica de algunos de los mejores romances: el final trunco o abierto. A partir de ello surgen tres
estructuras: el romance escena, el romance historia y el romance con estribillo:

 Romance escena: tratan del momento más dramático, emotivo o culminante de


una historia cuyo principio y fin no se refiere. Aquí el conflicto se desarrolla sin
situación inicial y deja un final abierto. Por ejemplo, Romance del infante
Arnaldos o el Romance del prisionero.

o El infante Arnaldos
¡Quién hubiera tal ventura / sobre las aguas del mar / como hubo el infante Arnaldos /
la mañana de San Juan! / Andando a buscar la caza / para su falcón cebar, / vio venir
una galera / que a tierra quiere llegar; / las velas trae de sedas, / la ejarcia de oro
torzal, / áncoras tiene de plata, / tablas de fino coral. / Marinero que la guía / diciendo
viene un cantar, / que la mar ponía en calma, / los vientos hace amainar; / los peces
que andan al hondo, / arriba los hace andar; / las aves que van volando, / al mástil
vinen posar. / Allí habló el infante Arnaldos, / bien oiréis lo que dirá: / —Por tu vida el
marinero, / dígasme ora ese cantar. / Respondióle el marinero, / tal respuesta le fue a
dar: / —Yo no digo mi canción / sino a quien conmigo va.12

o Romance del prisionero
Que por mayo era, por mayo, / cuando hace la calor, / cuando los trigos encañan / y
están los campos en flor, / cuando canta la calandria / y responde el avecilla / que me
cantaba el albor. / Matómela un ballestero; / dele Dios mal galardón.13

 Romance historia: narran una historia con principio y fin, como por
ejemplo el Romance del conde Olinos, inspirado en una muy
antigua leyenda occidental de origen celta, que recuerda bastante a la
china de Los amantes mariposa.

o Romance del conde Olinos
Madrugaba el conde Olinos, / mañanita de San Juan, / a dar agua a su caballo / a las
orillas del mar. / Mientras el caballo bebe, / canta un hermoso cantar: / las aves que
iban volando / se paraban a escuchar; / caminante que camina / detiene su caminar; /
navegante que navega / la nave vuelve hacia allá. / Desde la torre más alta / la reina le
oyó cantar: / —Mira, hija, cómo canta / la sirenita del mar. / —No es la sirenita,
madre, / que esa no tiene cantar; / es la voz del conde Olinos, / que por mí penando
está. / —Si por tus amores pena / yo le mandaré matar, / que para casar contigo / le
falta sangre real. / —¡No le mande matar, madre; / no le mande usted matar, / que si
mata al conde Olinos / juntos nos han de enterrar! / —¡Que lo maten a lanzadas / y su
cuerpo echen al mar! / Él murió a la medianoche; / ella, a los gallos cantar. / A ella,
como hija de reyes, / la entierran en el altar, / y a él, como hijo de condes, / unos pasos
más atrás. / De ella nace un rosal blanco; / de él, un espino albar. / Crece el uno, crece
el otro, / los dos se van a juntar. / La reina, llena de envidia, / ambos los mandó
cortar; / el galán que los cortaba / no cesaba de llorar. / De ella naciera una garza; / de
él, un fuerte gavilán. / Juntos vuelan por el cielo, / juntos vuelan par a par.14

 Romance con estribillo: utilizan un estribillo al final de cada estrofa,


como el romance ¡Ay de mi Alhama!.

oRomance de la pérdida de Alhama (o Planto de Muley
Hacén a la pérdida de Alhama el 28 de febrero de 1482)
Paseábase el rey moro / por la ciudad de Granada / desde la puerta de Elvira / hasta la
de Vivarrambla. —¡Ay de mi Alhama!—. Cartas le fueron venidas / que Alhama era
ganada. / Las cartas echó en el fuego / y al mensajero matara. —¡Ay de mi Alhama!—.
Descabalga de una mula, / y en un caballo cabalga; / por el Zacatín arriba / subido se
había al Alhambra. —¡Ay de mi Alhama!—. Como en el Alhambra estuvo, / al mismo
punto mandaba / que se toquen sus trompetas, / sus añafiles de plata. —¡Ay de mi
Alhama!—. Y que las cajas de guerra / apriesa toquen el arma, / porque lo oigan sus
moros, / los de la vega y Granada. —¡Ay de mi Alhama!—. Los moros que el son
oyeron / que al sangriento Marte llama, / uno a uno y dos a dos / juntado se ha gran
batalla. —¡Ay de mi Alhama!—. Allí fabló un moro viejo, / de esta manera fablara: / —
¿Para qué nos llamas, rey, / para qué es esta llamada? —¡Ay de mi Alhama!—. —
Habéis de saber, amigos, / una nueva desdichada: / que cristianos de braveza / ya nos
han ganado Alhama. —¡Ay de mi Alhama!—. Allí fabló un alfaquí / de barba crecida y
cana: / —Bien se te emplea, buen rey, / buen rey, bien se te empleara. —¡Ay de mi
Alhama!—. Mataste los Bencerrajes, / que eran la flor de Granada, / cogiste los
tornadizos / de Córdoba la nombrada. —¡Ay de mi Alhama!—. Por eso mereces, rey, /
una pena muy doblada: / que te pierdas tú y el reino, / y aquí se pierda Granada. —¡Ay
de mi Alhama!

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