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INICIACIÓN
ACIÓN A LA EXPER IENCIA
DE DIOS E N LA FOR
FOR MAC IÓN
IÓN
P. C arlos
rlos P almés S I
INDICE
Finalidad de este libro
Presentación
El Desprestigio de la Iglesia y de la Vida Religiosa
Carta de un Sacerdote Católico al New York Times
Causas de las Defecciones
Causas Subjetivas
Causas Institucionales
Una Formación Superficial
Estudios Absorbentes
En el Apostolado.
Cuatro Grandes Acontecimientos Eclesiales y la Vida Religiosa
Congreso Internacional de Roma (2004)
Aparecida (2007)
Los 50 Años de la Clar (2009)
Teología de la Liberación
Seminario sobre Vida Consagrada Apostólica (2011)
El Cambio de Época y las Nuevas Experiencias
Consagración Bautismal y Religiosa
Sentido de Consagración
Sentido Objetivo
Sentido Subjetivo
Relación entre Consagración Bautismal y Consagración Religiosa
Sentido de la Consagración Bautismal
Lo Fundamental de la Consagración Bautismal y Religiosa
Celibato
Comunidad
Oración
Pobreza
Obediencia
Misión
El Seguimiento Peculiar de Cristo
Aspectos Fundamentales
Fundamentales de la Vida Cristiana
Cristiana y de la Religiosa
Lo Fundamental de la Vida Religiosa
El Proceso de la Oración
La Experiencia de Dios
Experiencia Fundante
Centralidad de la Persona de Cristo y Experiencia de Dios en la Oración Personal
Fe y Consagración Bautismal y Religiosa
Consagración Bautismal
La oración Personal
La Experiencia de Jesús
Historia de la Vida de oración en la Vida Consagrada
En la Historia de la Iglesia
La Práctica de la “Lectio Divina”
La Oración de la Vida Activa
Experiencia
Experiencia de Dios del Religioso
Qué es una Experiencia de Dios
Criterios de Autenticidad
Integración
Integración de los Criterios
La Afectividad Profunda
2
Qué es la Oración
Efectos de la Oración
Efectos de la falta de Oración
Métodos de Oración
En los Primeros Pasos de la Vida Consagrada
Diversas Formas de Oración
La Experiencia Fundante – La Vida de Oración
El Proceso de la Oración
Conquista de la
l a Afectividad Profunda “Mar Adentro”
Confirmación de los Grandes Maestros
Proceso de la Vida de Oración
Nuevos Caminos de Oración
La Experiencia de Dios en la Vida
Dónde encontrar a Dios
Cómo encontrar a Dios en la Vida
Forma concreta de Realizarlo
Contemplación y Acción
Contemplativo
Contemplativo en la Acción
Contemplativo en la Liberación
El Paso Indispensable
Modelos de Contemplativos en la Acción
La Experiencia de Dios en la Vida Comunitaria y en la Misión Apostólica
La Vida Comunitaria
Experiencia de Dios en el Apostolado
Formas de Oración
Varias formas y contenidos de la oración personal y comunitaria
Formas de Oración personal
Métodos de Oración
Nivel Corporal
Nivel Respiratorio
Nivel Sentimental – Emocional
Nivel Imaginación
Nivel Entendimiento
Combinación de Imaginación – Entendimiento
Descubrir a Dios en las personas
Descubrir a Dios en mí mismo
Descubrir a Dios en los acontecimientos
Oracional Vocal
Mis constantes en la oración
Los métodos Ignacianos de Oración
Contemplación activa
Cuerpo de la contemplación
Cuerpo de la meditación
Diálogo
Oración comunitaria sobre la Palabra de Dios
Comunicación de vida
Revisión comunitaria de vida
Revisión apostólica de la comunidad
Promoción fraterna comunitaria
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FINALIDAD DE E STE LIB R O
Esta triple dimensión exige vivir la filiación, la fraternidad y la misión, que esto es el
Reino de Dios. E l relig ioso se apoya en estas tres columnas de la vida cristiana y se
compromete a vivir la consagración bautismal en plenitud (PC, 5). Y esto es lo que
constituye la espiritualidad o vivencia fundamental cristiana y religiosa.
Y, finalmente, ofrecemos una serie de formas o métodos de oración para que cada
persona y cada comunidad puedan hallar el método con el que más fácilmente y más
provechosamente pueda encontrarse con Dios
Dentro del texto, encontrarán referencias como (imá genes…, etc.). En esta parte
podrán remitirse al CD adjunto al libro.
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INTRODUCCION
Quiero comenzar con una experiencia personal que con el tiempo se ha ido convirtiendo en
una convicción. Hace muchos años que me dedico principalmente a dar Ejercicios Espiritua-
les, especialmente a religiosas, religiosos, seminaristas, sacerdotes, algunos laicos.
Es muy consolador algo que se ha acentuado estos últimos años: la mayor parte de los que
hacen los Ejercicios vienen con gran ilusión, con un deseo de ser mejores, de responder con
más generosidad a la vocación a la que han sido llamados. Les encanta tener todo el día
para orar en un clima de silencio riguroso, descubren y comunican con gran interés lo que el
Espíritu Santo está realizando en su interior. Hoy una vocación religiosa encuentra muchos
atractivos allá afuera para poder llevar una vida más cómoda, más libre, más agradable.
Hay un ansia incontenible de avivar el fuego interior de una vida invadida por el Espíritu que
quiere incendiar el mundo.
Por otra parte hay también bastantes personas consagradas que necesitan demasiadas co-
sas para ser felices, que van tirando en una vida sin pena ni gloria, que han caído en una
mediocridad incolora e insípida. Y esto se da en personas sencillas y más aún en personas
más preparadas.
Lo que la sociedad espera y reclama de la vida consagrada es que seamos “testigos” del
Evangelio con una vida de pobreza que no necesite de tantas explicaciones, con una vida
comunitaria que fascine a los jóvenes que aspiran a salir de un ambiente egoísta y descreí-
do, donde se haga verdad que se aman unos a otros como hermanos/hermana s y “amigos
en el Señor”. Y con un apostolado que se haga de verdad a favor de los más necesitados
¿Hay algún lugar en la tierra donde exista este “paraíso evangélico”? Sí, lo ha y. Y sobre to-
do, es posible que lo haya cada vez más frecuentemente en la medida en que se pase de la
declaración de principios a la praxis y de la mediocridad al radicalismo.
1 Para esa misión es mejor que se retiren l as individualidades realizadas profesionalmente y ocupadas en compromisos espiritualmente inofensivos”,
porque sólo los buscadores de pozos capaces de aproximarse y tocar, de perder tiempo y perforar apariencia, pueden ayudar a otros a alumbrar el manantial
que los habita” (Matos -Aleixandre, Congreso, pp. 122-123).
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PRIMER A PARTE
EL DES PRE STIGIO DE LA IGLESIA Y DE LA VIDA RE LIGIOSA
Además de las flaquezas e incoherencias internas dentro de la vida consagrada, estos últi-
mos años se han organizado campañas desorbitadas para desprestigiar a la Iglesia.
Todos reconocemos y lamentamos los abusos sexuales que se han cometido con menores
de edad por parte de sacerdotes, religiosos …. Es una vergüenza humillante. El Papa en
varias ocasiones ha pedido perdón con una humildad admirable a los perjudicados y se han
puesto los remedios convenientes para que no se repita.
Pero, por otra parte, no se ha tenido en cuenta lo que la Iglesia católica está haciendo, en
todo el mundo, especialmente a favor de los más necesitados. Creo que vale la pena leer
algunos párrafos de la carta de un Padre salesiano, misionero en Angola que expresa lo que
ahora queremos presentar como una nueva visión de la vida consagrada, a partir de los
últimos acontecimientos importantes sobre Vida Religiosa: Congreso Internacional de Vida
Religiosa en Roma (2004), Conferencia Episcopal de Aparecida (2007), el Congreso de los
50 años de la CLAR. Bogotá (2009) y el Seminario sobre Vida Consagrada Apostólica (Ro-
ma 2011).
Soy un simple sacerdote católico. Me siento feliz y orgulloso de mi vocación. Hace veinte
años que vivo en Angola como misionero.
Me da un gran dolor por el profundo mal que personas, que deberían de ser señales del
amor de Dios, sean un puñal en la vida de inocentes. No hay palabra que justifique tales
actos. No hay duda que la Iglesia no puede estar, sino del lado de los débiles, de los más
indefensos. Por lo tanto todas las medidas que sean tomadas para la protección, prevención
de la dignidad de los niños será siempre una prioridad absoluta.
Veo en muchos medios de información, sobre todo en vuestro periódico la ampliación del
tema en forma morbosa, investigando en detalles la vida de algún sacerdote pedófilo. Así
aparece uno de una ciudad de USA, de la década del 70, otro en Australia de los años 80 y
así de frente, otros casos recientes… Ciertamente todo condenable! Se ven algunas pre-
sentaciones periodísticas ponderadas y equilibradas, otras amplificadas, llenas de precon-
ceptos y hasta odio.
¡Es curiosa la poca noticia y desinterés por miles y miles de sacerdotes que se consumen
por millones de niños, por los adolescentes y los más desfavorecidos en los cuatro ángulos
del mundo! Pienso que a vuestro medio de información no le interesa que yo haya tenido
que transportar, por caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde
Cangumbe a Lwena (Angola), pues ni el gobierno se disponía y las ONG’s no estaban au-
torizadas; que haya tenido que enterrar decenas de pequeños fallecidos entre los desplaza-
dos de guerra y los que han retornado; que le hayamos salvado la vida a miles de personas
en México mediante el único puesto médico en 90.000 km2, así como con la distribución de
alimentos y semillas; que hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10 años y
escuelas a más de 110.000 niños...
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No es de interés que con otros sacerdotes hayamos tenido que socorrer la crisis humanita-
ria de cerca de 15.000 personas en los acuartelamientos de la guerrilla, después de su
rendición, porque no llegaban los alimentos del Gobierno y la ONU. No es noticia que un
sacerdote de 75 años, el P. Roberto, por las noches recorra las ciudad de Luanda curando a
los chicos de la calle, llevándolos a una casa de acogida, para que se desintoxiquen de la
gasolina, que alfabeticen cientos de presos; que otros sacerdotes, como P. Stefano, tengan
casas de pasaje para los chicos que son golpeados, maltratados y hasta violentados y bus-
can un refugio.
Tampoco que Fray Maiato con sus 80 años, pase casa por casa confortando a los enfermos
y desesperados. No es noticia que más de 60.000 de los 400.000 sacerdotes, y religiosos
hayan dejado su tierra y su familia para servir a sus hermanos en una leprosería, en hospi-
tales, campos de refugiados, orfanatos para niños acusados de hechiceros o huérfanos de
padres que fallecieron con Sida, en escuelas para los más pobres, en centros de formación
profesional, en centros de atención a cero positivos… o sobretodo, en parroquias y misio-
nes dando motivaciones a la gente para vivir y amar.
No es noticia que mi amigo, el P. Marcos Aurelio, por salvar a unos jóvenes durante la gue-
rra en Angola, los haya transportado de Kalulo a Dondo y volviendo a su misión haya sido
ametrallado en el camino; que el hermano Francisco, con cinco señoras catequistas, por ir
a ayudar a las áreas rurales más recónditas hayan muerto en un accidente en la calle; que
decenas de misioneros en Angola hayan muerto por falta de socorro sanitario, por una sim-
ple malaria; que otros hayan saltado por los aires, a causa de una mina, visitando a su gen-
te. En el cementerio de Kalulo están las tumbas de los primeros sacerdotes que llegaron a
la región…Ninguno pasa los 40 años.
La verdad es que no procuramos ser noticia, sino simplemente llevar la Buena Noticia, esa
noticia que sin ruido comenzó en la noche de Pascua. Hace más ruido un árbol que cae que
un bosque que crece.
Sólo le pido amigo periodista, busque la Verdad, el Bien y la Belleza. Eso lo hará noble en
su profesión.
En Cristo,
P. Martín Lasarte, sdb.
Fue una enorme satisfacción, al comunicarnos nuestras experiencias, constatar el bien in-
menso que está haciendo en todo el mundo, esa multitud de alrededor de un millón de hom-
bres y mujeres consagrados que aman apasionadamente a Cristo y a la humanidad y que
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dedican su vida a servir a sus hermanos/hermanas por amor. Hemos sentido el orgullo de
pertenecer a este sector privilegiado del pueblo de Dios que, en medio de un mundo egoísta
y triste, ofrece una esperanza de algo nuevo, de vivir gozosamente la filiación y la fraterni-
dad, que esto es el Reino de Dios.
Y otra experiencia gratificante fue que, a pesar de las diferencias raciales, culturales, socia-
les, todos hablábamos el mismo lenguaje y teníamos los mismos anhelos: volver a las raíces
y a los cimientos de la vida consagrada, reafirmar lo fundamental, poner como centro el
amor a Cristo y entregarnos con amor apasionado a la humanidad 2. Con otras palabras ha-
bía dicho lo mismo la CLAR en su Asamblea del 2003 en México, “mística y profecía”: vivir
una profunda experiencia de Dios como experiencia fundante y expresarla en la convivencia
fraterna, sencilla y austera, y en la acción apostólica para dar vida y acelerar la venida del
Reino.
Tal vez para nosotros es más doloroso constatar que una parte de la Jerarquía, de la Con-
gregación de religiosos y aún del Papa ha ido perdiendo estima de la Vida Consagrada. Yo
personalmente he podido comprobar la diferencia que se ha ido manifestando en las diver-
sas Asambleas de los obispos latinoamericanos. Los religiosos de la CLAR, en Medellín
fuimos recibidos con arcos triunfales y tuvimos total libertad para escribir el documento refe-
rente a los religiosos. Incluso a 13 de nosotros se nos dio voz y voto como a los obispos. En
cambio en Puebla hubo un grupo de 21 obispos que nos “declaró la guerra” acusándonos de
que estábamos haciendo un magisterio paralelo al de los obispos. Se puso a votación la
propuesta y fue aprobada por unos 30 obispos y rechazada por unos 270. Para la prepara-
ción de Puebla empleamos seis años de reflexión y tuvimos incluso reuniones regionales
con los obispos quienes nos ayudaron a redactar nuestro documento. Para Santo Domingo
ya no fue recibido el documento preparado por los religiosos/religiosas y en Aparecida ya ni
se invitó a la CLAR como tal y en el documento apenas se tiene en cuenta a los 150.000
religiosos/religiosas de América Latina.
La bola de nieve fue creciendo y hoy un buen número de obispos no tiene una imagen posi-
tiva de la Vida Consagrada.
Pero esto mismo tiene que ser para nosotros un estímulo para “refundar” la vida religiosa
volviendo al “primer amor”, a las fuentes del Evangelio y a la primera intuición del funda-
dor/fundadora y encarnándonos en la realidad del mundo postmoderno.
Esto exige ante todo calidad. Nos quejamos de la falta de vocaciones; pero algunos autores
más bien se preguntan si no somos demasiados 3. Con la preocupación de llenar los puestos
de trabajo en nuestras obras apostólicas y sociales, no hacemos la debida selección y lue-
go tal vez no damos la formación seria, profunda y prolongada que se requiere. Es alar-
mante el número de defecciones especialmente de jóvenes. Siempre habrá casos de perso-
nas que comprueban que se habían equivocado, o que se cansan de ser “santos”, de llevar
2 En la presentación del Congreso que hace el P. José Mª Arnáiz, dice : “Pasión por Cristo: hablar y actuar con pasión significaría proceder desde las entra-
ñas, desde el corazón, desde lo más vital de uno mismo y desde la trágica y fecunda pasión de Jesús”.
3 Con ocasión del Congreso el P. Fernando Prado, cmf., pidió a varios autores describir la realidad de la vida consagrada en los diversos Continentes. (a
dónde el Señor nos lleva. Vida consagrada en el mundo. Publicaciones Claretiansetianas, Madrid, 2004) Simón Pedro Arnold, pp. 127 – 130; Felicísimo
Martínez o.p, pp. 29 - 31
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una vida que exige dejar cosas tan apetecibles como el matrimonio, el dinero, la libertad
irrestricta, o que no han puesto los medios indispensables para llevar una vida consagrada
con alegría interior.
Pero no es “normal” que los seminarios estén repletos de jóvenes y que sólo una mínima
parte llegue al sacerdocio y que todavía un buen número de ellos lo dejen a los pocos años
de la ordenación. Y que nuestras casas de formación tengan cierto número de vocaciones y
que muchos abandonen el Instituto antes de los votos perpetuos o poco después. 4
Pero también hay otros muchos que se han renovado a medias y otros incluso han vuelto la
vista atrás con nostalgia de la “gran disciplina” de antaño. O están tan absorbidos por el acti-
vismo que no tienen tiempo para ser religiosos/religiosas. “la sinceridad nos obliga a recono-
cer la existencia de vidas “a medias” que no parecen esponjadas ni felices, supeditadas al
funcionamiento de las instituciones, asfixiadas por la inercia de un orden inamovible y unas
tradiciones incuestionables, deshabitadas en su corporalidad, con la iniciativa y la esponta-
neidad sofocadas, raramente invitadas a pensar por sí mismas, a expresar libremente sus
opiniones, sus desacuerdos, sus deseos o sus sueños. Ciertamente habría que calificar co-
mo de “no-vida no-religiosa” a la que produce semejantes “sujetos necrosados” e n su seno
estéril, cuando quienes llegaban a ella venían buscando la vida en abundancia prometida
por el Viviente” (Mª. Dolores Aleixandre, Congreso de Roma p.131).
Hay por lo menos unas 12 ó 15 causas importantes por las que se abandona el camino de la
vocación. El Continente en que el índice de perseverancia es mayor es Asia. Luego viene
África. En los dos Continentes crece el cristianismo y el número de las vocaciones y la per-
severancia es mayor. En América Latina hay un número suficiente de vocaciones, pero la
falta de perseverancia en todo el Continente es preocupante.
Se podrían agrupar las causas en dos capítulos: causas subjetivas y causas institucionales.
1. Causas subjetivas
En algunos casos es la falta de una bas e humana. Hay una carencia de valores que se ad-
quieren sobre todo en la familia y que faltan en muchos ambientes. Los que vienen del cam-
po o de los suburbios traen en general una educación precaria, aunque sana.
4 Causas de abandono del ministerio presbiteral en América latina, estudio del CELAM 1995.
5 Mons. Franc Rodé, cm. Prefecto de la Congregación de Religiosos (CIVCSVA) se lamenta de que esos documentos no parecen haber calado todavía en la
conciencia de las personas Consagradas. (Congreso, p.284).
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en su interioridad. Esto resulta una tortura para algunos formadores. En el estudio dirigido
por el P. Tomichá sobre la vida religiosa en Bolivia, se afirma que el mayor porcentaje de
deserciones de la vida religiosa (61,19%) se da en los cinco primeros años, después de los
primeros votos, es decir, en el tiempo del juniorado y de los estudios. Es interesante, lo que
se afirma: Entre los religiosos/religiosas actuales, el 49% tiene estudios universitarios. La
misma proporción es la de los laicos (48,8%). En cambio entre los ex religiosos/religiosas el
porcentaje es el de 74%. Esto hace pensar (I, p.58).
La falta de una vida de oración profunda y transformante . Todavía son bastantes las
Congregaciones que no logran formar hombres o mujeres de oración. Un religioso/religiosa
que no viva una profunda experiencia de Dios es “una contradicción ambulante”. He visto
comunidades que están largo tiempo en la capilla con rezos interminables, pero en cambio
no se da tanta importancia a la oración personal, que es la que transforma por dentro a la
persona. Esta es sin duda una de las causas más decisivas para la perseverancia o la de-
serción de la vida consagrada.
Los problemas afectivos . Nadie queda excluido de pasar ciertas crisis afectivas, especial-
mente entre personas célibes. Pero un buen número son más proclives a ellas por el vacío
afectivo que traen, por la inmadurez afectiva, por el ambiente erotizado en el que viven, por
el uso indiscriminado de los medios de comunicación, por la fragilidad de su vida espiritual.
2. Causas institucionales
Lamentablemente se pierden muchas vocaciones, no tanto por causa del sujeto, sino princi-
palmente por causa del Instituto que los recibe. Cuesta tanto encontrar buenas vocaciones y
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luego cuando ya están dentro, en muchos casos se pierden por no darles una buena forma-
ción o por no ofrecerles un ambiente propicio para vivir la vocación con pasión y alegría.
Estudios absorbentes. Viendo ahora este tema desde la Institución, es uno de los más
preocupantes y que requiere tomar decisiones drásticas. Muchos/muchas después de los
primeros votos, empiezan con ilusión y fervor el juniorado. Al principio lograron integrar los
cuatro aspectos fundamentales: oración, estudio, comunidad y apostolado. Pero pronto co-
menzó la tensión por la sobrecarga de trabajos y exámenes. Si además se les exige estar
presentes en los actos comunes y en las tareas de la casa, pronto se siente la falta de tiem-
po y se reduce el tiempo de sueño, la oración personal se va recortando y desapareciendo.
Dejar la oración quince días no tiene importancia; pero dejarla tres meses, seis meses, un
año, dos años…tiene consecuencias fatales. La persona va perdiendo altura en su vida de fe
y amor, se va perdiendo el gusto por la oración y sólo se cumple algunas veces por obliga-
ción. Luego se entra en una “anemia espiritual” o falta de apetito por las cosas de Dios y
toda la atención se centra en los estudios y en el título. Y llega un momento en que el/la jo-
ven se pregunta ¿qué hago yo en el convento, si soy un universitario más?
Creo que hay que afrontar este problema con mucha seriedad y audacia. Pienso que ten-
drían que reunirse superiores mayores con formadores y jóvenes para encontrar soluciones
realistas. ¿No habrá que pensar en alargar un año más la carrera para tomar menos mate-
rias y tener tiempo para ser religiosos/religiosas?
E n el apos tolado. Por supuesto que también se tiene que realizar como una parte importan-
te de la formación. Aquí el problema está en que se llegue a convertir en “lo único importan-
te”, especialmente después de los estudios ... Entonces todos los otros elementos esenciales
pasan a ser actividades de relleno, si sobra tiempo.
El apostolado es una fuente de satisfacción afectiva cuando uno se entrega al servicio de los
demás. No hay mayor felicidad que entregar la vida para hacer el bien. Pero cuando el apos-
tolado va tomando todos los espacios se convierte en un cáncer. Es una célula que va devo-
rando todas las células circundantes hasta constituirse en un tumor maligno que destruye
todo el organismo.
(CD: las tres cosas mejores que ven en los jóvenes religiosos y las tres cosas peores.)
B. CUATRO GRANDES ACONTECIMIENTOS ECLESIALES Y LA VIDA RELIGIOSA
Además de las conferencias episcopales, ha habido, los últimos años, cuatro grandes acon-
tecimientos eclesiales referentes a la vida religiosa. Todos ellos manifiestan que la vida con-
sagrada tiene una gran vitalidad y unas ansias para responder cada vez mejor a las mocio-
nes del Espíritu. Creo que han sido momentos muy importantes en la marcha de la Vida
Religiosa en todo el mundo y que han señalado como un cambio de orientación. En los cua-
tro se ha manifestado una gran profundidad y autenticidad y ha aflorado un deseo muy gene-
ralizado de vivir con radicalidad el seguimiento de Cristo. Ya se han hecho toda clase de
experiencias después del Concilio y se ha llegado a la conclusión de que hay que volver a
las fuentes de Evangelio y del fundador/fundadora y que hay que responder con audacia y
generosidad a las nuevas circunstancias del mundo de hoy.
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1. Congreso Internacional de Roma (2004)
El lema del Congreso fue "Pasión por Cristo, pasión por la humanidad". Es semejante al le-
ma de la CLAR en la asamblea de México (2003): "Mística y profecía". La mística es la pa-
sión por Cristo, es la experiencia fundante, una profunda experiencia de Dios que da sentido
a todo. Y la profecía es la palabra que ofrece la vida consagrada al mundo de hoy, a un
mundo dividido y violento le ofrece el milagro moral de hombres y mujeres que viven en co-
munidad, unidos por el amor y dedicados de por vida a la misión de evangelizar y hacer el
bien sin ambiciones personales.
El Congreso fue convocado por las Uniones de Superiores y Superioras Generales. (USG,
UISG). Fue como una toma de conciencia de cómo anda la vida consagrada en el mundo.
Éramos 885 participantes de los cuales la mayoría eran Generales de sus institutos religio-
sos. Había también un grupo de teólogos y de especialistas en vida religiosa. Y lo novedoso
es que se había invitado a 60 jóvenes como para que fueran un soplo de aire fresco para la
renovación. Los ponentes eran entre los mejores teólogos del mundo y sus intervenciones
fueron de calidad y actualizadas. Creo se podría decir, hubo un "vendaval del espíritu" que
nos hizo reflexionar y nos infundió ánimos e ilusión por la vida religiosa. Los jóvenes insistie-
ron en que quieren vivir una vida de comunidad en la que sea verdad que nos amamos unos
a otros. Pero, sobre todo, se sintió la necesidad de "refundar" (=reafirmar) los fundamentos:
que son el seguimiento de Cristo y la respuesta al mundo de hoy, distinto del de 15 años
atrás. De este Congreso asumimos en este libro –el capítulo tercero- la orientación y los te-
mas fundamentales.
Nos preguntábamos cómo tiene que ser la vida religiosa frente a las dictaduras militares, las
situaciones socio-políticas de los diversos países, el fenómeno de la globalización. Cómo
integrar contemplación y acción, cómo han de ser las relaciones obispos-religiosos, etc.
En el Congreso se pudo vislumbrar que hay un gran sector de la Vida Religiosa que ha reali-
zado la renovación pedida por el Concilio y hoy se pregunta ¿qué más, Señor?. Hay un de-
seo sincero de vivir a fondo el seguimiento de Cristo en pobreza, castidad y obediencia. Pero
hay que reconocer también que hay sectores que no han llegado a una verdadera "refunda-
ción" o reafirmación de los fundamentos, sino que se han contentado con pintar fachadas,
renovando algunas cosas superficiales y están "distraídos" con muchas actividades y movi-
miento, pero sin una profundidad evangélica.
2. Aparecida (2007)
El proceso seguido por la Iglesia en América Latina ha consistido en recoger las experien-
cias pasadas y promover un proyecto misionero para el futuro.
Son muchos los aspectos positivos del documento. Comenzando por el método asumido:
ver, juzgar, actuar. En Santo Domingo se suprimió este método, probablemente para que no
se considerase como un apoyo a la teología de la liberación. Ahora ya se ha pasado el susto
del primer momento, se han precisado mejor los términos y la Iglesia mira la realidad con
mayor serenidad y confianza.
A partir de la realidad, se presenta una larga lista de necesidades a las que se quiere dar
respuesta. Se recogen aquí las ya tratadas en las anteriores conferencias episcopales: los
jóvenes, la mujer, la vida, la familia, la ecología, los migrantes, los laicos, los medios de co-
municación social, etc. Pero el problema que está siempre en el fondo es el de la pobreza
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institucionalizada e injusta, que no solamente no se ha superado, sino que se ha agravado y
extendido después de las anteriores conferencias.
Los que han escrito este capítulo, han experimentado que todo partirá del "encuentro" per-
sonal con Cristo en la oración. Y sólo así será fecunda la actividad apostólica... Dice: "es
necesario un proyecto for mativo…centrado en Jesucristo, Buen Pastor" (Ap. 319), " llegar a
realizar un verdadero encuentro personal con Jesucristo en la oración, con la Palabra para
que establezcan con Él relaciones de amistad y amor." "procurar que la Palabra divina no se
reduzca a sólo nociones, sino que sea en verdad espíritu y vida" (Ap. 323). "se requiere
además un acompañamiento espiritual, que sea periódico y no sólo para casos de emergen-
cia. (Ap. 317). Así mismo, asumir las exigencias de una vida comunitaria que implica diálogo
y capacidad de servicio (Ap. 324).
Como se ve, se insiste en la necesidad de vivir los tres aspectos principales de toda vida
consagrada: experiencia de Dios, comunidad y misión.
La CLAR fue fundada en 1959 a petición de los obispos del CELAM. Al contemplar su reco-
rrido (50 años), creo que se puede afirmar que su papel ha sido de gran valor para la Iglesia
del Continente. El tema era "Aportes de la vida religiosa a la teología latinoamericana". La
principal inquietud de la CLAR era ver cómo evangelizar un Continente que tiene como pro-
blema de fondo "una pobreza institucionalizada e injusta" que ha ido constantemente en cre-
cimiento.
Desde la primera ponencia (de Gustavo Gutiérrez) se resaltó el método: Ver, Juzgar, Actuar,
no un método deductivo, sino inductivo partiendo de la realidad (pág. 471). En la crisis de
identidad de los años 70, nos preguntábamos sobre la necesidad de volver a las Fuentes y
de adaptarse al mundo de hoy (pág. 474). Por eso la labor de la Teología era hacer la inte-
gración entre la experiencia de Dios y la respuesta apostólica a una sociedad injusta (pág.
474). Unir Fe y Justicia (pág. 485). Y dentro de ella, la necesidad de comprometerse con los
pobres, injustamente "empobrecidos" (págs. 477, 478).
a. Teología de la Liberación
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Desde el momento en que apareció este nombre, comenzó a manifestarse el temor de que-
darnos en pura sociología o antropología y lo que es peor, de que esta "teología" estuviera
contaminada de marxismo. No se puede dudar de la rectitud e intenciones de los que la
combatían ni tampoco de los que la defendían. Era falta de conocimiento mutuo y de presu-
posiciones infundadas. Es verdad que en un primer momento, impresionados por haber des-
cubierto el "trágico subdesarrollo" de los pobres, algunos teólogos de la Liberación, enfatiza-
ron el aspecto de la Justicia, dando ya por supuesto el de la Fe. Tal vez no se explicitó sufi-
cientemente. Ahora ya no hay ambigüedades. "La teología de la CLAR hay que abordarla
desde una óptica creyente, espiritual, religiosa, bíblica, con una actitud no meramente espe-
culativa, sino contemplativa, en silencio, de rodillas, pues estamos en presencia del Espíritu
que trabaja en la historia y en el seno de la Iglesia (Víctor Codina, págs. 72, 73).
"La base de la Teología de la Liberación está en la vida espiritual de los cristianos compro-
metidos con el proceso de liberación". Esta es una opción desde la fe y el amor cristiano, a
partir de una experiencia de Dios en la historia" (Camilo Maccise, pág. 426). "A algunos les
preocupaba que el compromiso con los pobres y el análisis de la realidad fuera exagerado y
que estuviera contaminado de marxismo" (Jesús Libanio, pág.100). "La CLAR insistió en la
dimensión de la justicia, pero nunca separada de la fe. Ahora se ve… que los temores de
dejarse inficionar por el marxismo -que tanto preocupaban a ciertos sectores de la Iglesia- no
parece que tuvieran mucho fundamento" (Pedro Trigo: "¿Ha muerto la Teología de la Libera-
ción?" Ed. Mensajero 2006, pp. 14, 40, 6879, etc.).
Un hecho muy llamativo ha sido que en el Congreso de los 50 años de la CLAR, de las 28
ponencias que hubo, al menos 20 hablaron de la Teología de la Liberación con la mayor
naturalidad, como de algo adquirido definitivamente y que ya no es lugar de polémica o de
desconfianza.
Mirando al conjunto de los 50 años de la CLAR, se puede afirmar con satisfacción que son
miles y miles los religiosos/religiosas que viven esta integración de fe y justicia, en respuesta
a las propuestas del Vaticano II. Que tienen una vida espiritual sólida y profunda, con un
apostolado comprometido, especialmente con los pobres, con el que hacen un bien inmenso
a lo largo y ancho del Continente. Entre los 150.000 religiosos/religiosas de América Latina,
son una multitud incontable los que han recibido la inspiración, el apoyo, el influjo de la
CLAR para vivir con entrega generosa y gozosa su vocación al servicio de Dios y de los/las
hermanos/hermanas.
Se parte de la realidad de que se está dando un cambio de época que supone nuevos valo-
res, relaciones, instituciones y sistemas (P. Nicolás). Y se siente la necesidad de repensar
cómo tenemos que vivir hoy nuestra vida consagrada. Se da un hecho, que no se da ni en
Asia ni en África, que es el número desorbitado de vocaciones que desisten. En parte es
debido a la fragilidad del sujeto y en parte, al aspecto institucional y a la falta de adaptación
al cambio de época.
14
En el documento del Seminario, publicado por la Revista Testimonio se insiste mucho en
que sólo una vida religiosa vivida en radicalidad, es capaz de superar la crisis que se ha pre-
sentado. No hay que pensar que todos los religiosos/religiosas están en crisis, pero sí hay
algunos sectores que se han debilitado notablemente y han caído en una mediocridad la-
mentable. Veamos, pues qué es lo que acentúa el Documento:
Ya en el siglo XIII hubo conatos por parte de algunas Religiosas por enseñar catecismo a
domicilio, pero en todos los casos se reprimió esta vocación por creer que sería la destruc-
ción de la Vida Religiosa que tenía como elementos fundamentales la clausura papal y el
Coro. Con el tiempo fueron apareciendo otras vocaciones parecidas, pero siempre fueron
reprimidas drásticamente por parte de Roma. Los cambios en la Iglesia comienzan por la
vida y sólo luego de larga experiencia se van aceptando jurídicamente.
En el siglo XVI nacieron varias Órdenes de Clérigos Regulares que querían vivir la misión
como parte esencial de su vocación. San Ignacio de Loyola fundó la Compañía de Jesús y
puso como centro de la vida consagrada la Misión. Costó mucho conseguir la aprobación y
luego dos veces, en 1556 Pablo IV y en 1568 S. Pío V obligaron a los jesuitas a interrumpir
su apostolado para dedicarse a cantar en el Coro. Al morir esos Papas, los jesuitas pudieron
volver a trabajar apostólicamente. Otras Órdenes fueron haciendo el cambio más despacio.
Y otras que habían nacido como contemplativas también fueron aceptando misiones apostó-
licas. Luego en los siglos siguientes y especialmente en el siglo XIX nacieron numerosos
Institutos dedicados a la enseñanza, la salud y las misiones. Recién el año 1900 fueron
aprobados oficialmente con el nombre de Congregaciones.
La pregunta que podemos hacernos ahora es la siguiente: ¿No estaremos hoy en una situa-
ción semejante en que el Espíritu Santo está suscitando vocaciones al seguimiento radical
de Cristo, pero en una forma diferente a la de las Congregaciones apostólicas? Van surgien-
do en muchas partes grupos de laicas/laicos que dentro del estado matrimonial o de un tra-
bajo profesional sienten el deseo de vivir radicalmente el Evangelio y aspiran a una consa-
gración total. Aspiran a vivir una fuerte vivencia espiritual, una profunda experiencia de Dios
en contraposición al secularismo reinante, una austeridad y pobreza frente a un mundo es-
candalosamente consumista, una vida de obediencia, frente a una libertad desbordada que
exige hasta licencia para matar. Y frente al erotismo descontrolado, una castidad en el pro-
pio estado de vida. Y todo esto orientado hacia un apostolado comprometido, especialmente
con los pobres y marginados.
15
No hay que pensar que esta “consagración” es algo así como una V ida Religiosa de segun-
da categoría o para aquellos que sienten el llamado al seguimiento de Cristo y no tienen
ánimos para entrar en una Congregación religiosa. No, es otra vocación, tan auténtica como
la vida religiosa. Dice el Vaticano II que todo cristiano es llamado a vivir la perfección de la
caridad en cualquier estado de vida. No es una alternativa para los religiosos/religiosas. La
vida religiosa seguirá existiendo como es, pero sí es una interpelación y un estímulo para
vivir con radicalidad nuestra vida consagrada.
Y, por cierto, que en PC, n. 62, habla extensamente sobre estas nuevas comunidades que
van surgiendo y las ve como una vocación de Dios.
Yo tuve una experiencia personal que me dejó muy impactado. Fue en el nordeste del Brasil
en la ciudad de Aracajú. Yo había ido para tener varias actividades con unas religiosas y me
sobraban tres días. Unos laicos me pidieron que les diese unas charlas sobre la experiencia
de Dios y sobre la Espiritualidad del bautismo. Asistían unos 75 laicos, la mayoría profesio-
nales.
Me dejó muy intrigado ver la atención e interés con que absorbían cada una de mis palabras
y al terminar, pregunté quiénes eran. Me dijeron que era un grupo que habían hecho los
Ejercicios ignacianos con un Padre que iba un par de veces al año, pero luego ellos se orga-
nizaron y llevaban una vida admirable. Pedí hablar con la señora que dirigía al grupo y me
contó que, en efecto, habían hecho los Ejercicios y luego se pusieron de acuerdo para vivir
radicalmente el seguimiento de Cristo. La mayor parte tenía familia y estaban ocupados en
su trabajo, pero habían organizado su vida de modo que pudieran realizar sus deseos.
Durante tres años, algunos días a la semana por la noche se reunían para estudiar teología
y para practicar la oración personal. Luego hacían los Ejercicios espirituales en la vida co-
rriente, es decir, sin dejar sus responsabilidades, pero dedicando una hora cada día a la ora-
ción personal. Les duraba más o menos un año y medio. Y terminaban toda la “formación”
con 10 días de Ejercicios en silencio y con muchas horas de oración.
Hemos recorrido el proceso de la vida religiosa en los últimos años, fijándonos en aquellos
momentos álgidos y significativos en que se ha resaltado proféticamente alguna de las ca-
racterísticas que han quedado incorporadas definitivamente en lo que constituye la vida con-
sagrada actual. Ahora, partiendo de este hecho existencial, queremos encontrar el sentido
de este modo de vivir en la situación de América Latina adentrándonos en la reflexión
teológica.
17
D. RELACION ENTRE CONSAGRACIÓN
CONSAGRACIÓN BAUTISMAL
BAUTISMAL Y CONSAGRACIÓN
CONSAGRACIÓN RELIGIOSA
En el Vaticano II hay sobre todo dos textos que nos introducen en el verdadero sentido de la
consagración religiosa. El primero está en PC 5 y afirma que las raíces de la consagración
religiosa están en la consagración bautismal: “Los miembros de cualquier instituto (...)
por la profesión de los consejos evangélicos (...) entregaron su vida entera al servicio de
Dios, lo cual constituye ciertamente una peculiar consagración, que radica íntimamente en la
consagración del bautismo y la expresa más plenamente”.
La Exhortación V.C. (30-32,35) afirma también el llamado de todos los cristianos a la perfec-
ción de la caridad y la igual dignidad conferida por el Bautismo y la Confirmación, pero resal-
ta especialmente la peculiaridad de la vida consagrada, ya que el Bautismo y la Confirma-
ción por sí mismos no comportan el llamado al celibato, a la renuncia a la posesión de bie-
nes y a la obediencia a un superior. Y hasta habla de una “primacía objetiva” de la vida con-
sagrada y recuerda con nostalgia el título de “estados de perfección”. En cambio los Superio-
res y Superioras Generales resaltan la igualdad recordando que “la vida consagrada, pro-
fundamente enraizada en el bautismo, es una consagración compartida por todos los bauti-
zados” y que la Iglesia, es “convocación santa”, con pluriformidad de carismas...para que
cada uno viva...la propia llamada a la santidad en la común dignidad de la consagración bau-
tismal” (UISG, p. 10 USG, II, 3). Igualdad y peculiaridad conviven simultáneamente en el
religioso/religiosa y habrá que acentuar uno u otro aspecto cuando, en el correr de la vida lo
hayamos olvidado o minusvalorado.
1. Lo fundamental
fundamental de la consagración
consagración bautismal
bautismal y religiosa
Aquí entramos
entramos en el sentido de
de la Consagración
Consagración del
del bautismo y de la Vida Religiosa y hemos
llegado a la conclusión de lo que afirma el Concilio: que la Vida Religiosa no es sino LA
MISMA CONSAGRACIÓN BAUTISMAL QUE EL RELIGIOSO/RELIGIOSA QUIERE VIVIR
EN PLENITUD. Por eso vamos a presentar qué es lo esencial de la consagración bautismal
para aplicarlo luego a lo “peculiar” de la V ida Religiosa.
Es una nueva relación interpersonal, relación filial con el Padre, relación con el Hijo, apóstol
del Padre, engendrado y enviado para la salvación del mundo y relación con el Espíritu San-
to que es el Amor, la comunión entre el Padre y el Hijo. Por el bautismo me comprometo a
vivir como hijo de Dios y Dios se compromete a ser mi Padre que me acompaña con su Pro-
videncia y amor. Y a vivir como apóstol y hermano del Hijo. Y a la unión esponsal con el
Espíritu Santo que es el Amor.
La entrega de toda persona a Cristo -que desea vivir todo cristiano auténtico-,
auténtico- , el/la religio-
so/religiosa anhela realizarla mediante un estilo de vida “peculiar” que le facilita esta entrega.
Como ya dijimos, la perfección cristiana consiste en la caridad, en vivir la filiación y la frater-
nidad. Lo que distingue a unos cristianos de otros son los MEDIOS que se usan para vivirla.
Dentro del Pueblo de Dios hay diversidad de vocaciones, de carismas, de ministerios, pero
ningún cristiano puede dejar de seguir a Cristo. La mayoría de los cristianos siguen el modo
de vida ordinaria de casi toda la humanidad: se casan, viven en familia, tienen propiedad de
bienes materiales, hacen sus negocios o trabajan en diversas profesiones, ejercen autoridad
en la sociedad, etc.
Pero desde el principio del cristianismo hubo grupos de hombres y mujeres que siguieron a
Jesús dejando este estilo de vida ordinario para dedicarse incondicionalmente y de por vida
a las “cosas del Padre”. Ellos se liberaban de lo que podía dificultarles la entrega total y usa-
ban los medios que más firme y establemente les vinculaban al servicio de Dios y de los
hermanos (Cfr. LG 44). Esto es lo que dio lugar al estilo de vida que llamamos consagrada.
Recalcaremos los aspectos que expresan esta peculiaridad del seguimiento de Cristo, pro-
pia de la Vida Religiosa:
1. CELIBATO. Jesús no sólo no rechazó el amor entre un hombre y una mujer, sino que
ensalzó la dignidad del matrimonio. Pero El no se entregó a una mujer en amor de exclu-
sividad. Se apartó del camino obvio de la mayoría para vivir en virginidad y ser así esposo
de su pueblo (Is 62,5).
El/la religioso/religiosa
religioso/ religiosa realiza también esa ruptura con el camino ordinario para vivir la
comunión afectiva inmediata con el mismo Dios y para entregarse en amor fraterno a ca-
da persona. Es darse en cuerpo y alma al Señor y a los hermanos. Es también un anun-
cio ante la sociedad del amor desinteresado y oblativo, y una denuncia contra los abusos
del sexo y de la explotación de la mujer.
2. COMUNIDAD. Jesús vivió la vida ordinaria de familia hasta que llegó la hora de predicar
predicar
el Reino y entonces provocó una ruptura para iniciar un nuevo estilo de convivencia con
los que escogió para estar con El y para enviarles a predicar.
19
También la comunidad religiosa está formada por quienes han sido llamados gratuitamen-
te para vivir en íntima unión con el Señor y para dedicarse a tiempo completo a la misión
evangelizadora. La vida comunitaria es también un anuncio de la comunidad universal y
de una denuncia de la desunión, del partidismo, de la dominación de unos hombres so-
bre otros.
3. ORACION. Para Jesús la comunicación con el Padre
Padre en la oración era su gozo más pro-
fundo. En El encontraba la comprensión y la plenificación afectiva. Todo cristiano debe
dar a la oración un puesto importante en su vida, pero el/la religioso/religiosa ha de vivir
envuelto en una atmósfera de oración, en que el encuentro con Dios se convierta en un
diálogo de amor ininterrumpido. Es el momento de expresar la mutua posesión afectiva
sin mediaciones corporales, desde el interior de las personas que aman. Es también un
anuncio del sentido trascendente de la vida y una denuncia de los falsos valores terrenos
cuando excluyen a Dios.
4. POBREZA. Jesús no condenó la posesión
posesión de los bienes necesarios; sin embargo Él vivió
en la pobreza e inseguridad. Frente a la tendencia de la mayoría de los hombres de
acumular bienes terrenos, el/la religioso/religiosa renuncia a la propiedad privada y se
compromete a compartirlo todo y a ponerse al lado de los pobres. Así anuncia que Dios
es el único tesoro en quien vale la pena poner el corazón y denuncia los abusos de un
capitalismo que adora al dinero, y de un comunismo que pisotea a las personas.
5. OBEDIENCIA. TodoTodo cristiano ha de buscar cumplir la voluntad de Dios, pero el/la religio-
so/religiosa
so/relig iosa pretende - a ejemplo de Jesús-, hacer de esta búsqueda el eje de su vida,
sometiéndose a un régimen de obediencia. La renuncia, en ocasiones, al propio juicio y
voluntad, no está motivada por el temor a usar la libertad, sino por el amor de Dios a
quien se quiere agradar en todo. Así se anuncia un modelo de sociedad basado en se-
cundar el proyecto salvífico de Dios y denuncia el abuso de poder de las dictaduras y la
irracionalidad de la anarquía.
6. MISION. Ser apóstol es propio de todo cristiano desde el bautismo. Jesús dedicó toda su
capacidad y energías a predicar el Reino de Dios. El/la religioso/religiosa -liberado de
cualquier otro compromiso- se dedica a la misión a tiempo completo y a corazón com-
pleto.
El s eg uimien
ui miento
to peculiar
pec uliar de cr
c r i s to, en los aspectos señalados, no pretende otra cosa que
expresar en plenitud la consagración bautismal, propia de todo cristiano.
F. ASPECTOS FUNDAMENTALES
FUNDAMENTALES DE LA VIDA CRISTIANA
CRISTIANA Y DE LA RELIGIOSA
Lo fundamental es que, todos los hombres y mujeres del mundo que profesamos la vida con-
sagrada, queremos que nos distingan en medio de la sociedad y de la Iglesia. No entran aquí
las particularidades y tradiciones propias de cada familia religiosa, sino sólo lo que constituye
la columna vertebral de toda vida consagrada, aunque teniendo especialmente presente la
vida religiosa apostólica.
Nos apoyamos en uno de los textos que mejor resume el contenido del Congreso mundial
de vida religiosa de Roma expresado sintéticamente: Son cuatro los aspectos fundamen-
tales que constituyen la Vida Consagrada: la Roca que es Cristo, origen y motivo últi-
mo, fundamento en quien se apoya toda la vida. Lo dice Pablo “No se puede poner
otro fundamento que el que ya está puesto, Cristo Jesús” (1Cor 3,11). Sobre esta Roca
se levantan las tres columnas que soportan todo el edificio de la vida consagrada:
experiencia de Dios, vida comunitaria y misión evangelizadora. Estos tres aspectos,
20
armónicamente integrados y vividos en profundidad es lo que constituye la vida con-
sagrada que todos anhelamos.6
Las tres columnas que sostienen todo el edificio de la Vida Consagrada tienen que asentar-
se sobre la Roca que es Cristo. La experiencia de
Dios es el alma de todo lo demás, pero debe ser
complementada y expresada con una vida comunita-
ria de verdadero amor fraterno y por una misión
evangelizadora, comprometida e integrada, que pro-
ceda de la vivencia de “lo que hemos visto y oído, lo
que hemos tocado con nuestras propias manos, el
Verbo de la vida”8.
6 El texto del Congreso, tal vez de un modo menos ordenado, dice lo siguiente: “La V.C. está construida sobre tres columnas: experiencia de Dios, vida comunitaria y misión. En la base de estos tres
elementos está Cristo como nuestra Roca....La Persona de Jesús, el Cristo, es el centro de nuestra vida. Somos, pues, llamados a una vuelta a la radicalidad de nuestra vida espiritual...Esta convicción
nos exige poner una atención privilegiada en la formación inicial y permanente, así como a reestructurarla para la vida y la misión... Desde la formación inicial queremos preparar hombres y mujeres de
oración...de forma que la vida de oración acompañe todas las etapas de la vida...aprendamos a mirar la vida y el mundo con una di mensión de fe...queremos animar a cada Religiosa/o a frecuentar el
acompaña- miento espiritual. Nos gustarían casas y estructuras que nos permitan estar cercanos a aquellos a los que hemos sido enviados...Entregarnos a los demás sin caer en el activismo. Quisiéramos
crear comunidades donde las estructuras ayuden a la animación y al discernimi ento del grupo donde exista la costumbre de buscar juntos la voluntad de Dios...Estamos convencidos de la importanci a
de la vida comunitaria como lugar teológico del encuentro con Dios y con los demás” (Congreso, Grupos ,pp.327 - 330).
7 Bernardo Olivera, OCSO, comenta: “Refundar es edificar sobre sólidos cimientos, Cristo Jesús, muerto y resucitado por nuestra salvación. El deseo apasionado y esponsal de comunión mística lanza y
empuja siempre a la donación de la propia vida y al servicio maternal de los otros.” (Congreso, p. 150).
8 El P. Joao B. Libânio, S.I. inicia su ponencia diciendo: “En este texto la V.C. se entiende a partir de tres elemen tos estructurales: experiencia fundante de Dios, vida comunitaria y misión. No tanto a
partir de los Votos. Estos se comprenden en relación con los tres elementos indicados” (Congreso, p.151).
21
Cristo es el “objeto” de la fe. La fe no es sólo
creer verdades, sino la adhesión incondicional
persona y a la misión de Cristo, es un “encuentro”
personal con Él a quien se entrega todo el ser y
poseer.
Las diversas
espiritualidades Las diversas
suponen y se apoyan Espiritualidades
en la Espiritualidad suponen y
cristiana (tronco de la complementan la
palmera) Espiritualidad
Cristiana.
22
S E G UNDA PAR TE
LA EXPER IENCIA DE DIOS
EXPERIENCIA FUNDANTE
El medio más eficaz para crecer en la vivencia de la fe y del amor y para hacer verdad el
seguimiento de Cristo es la experiencia de Dios en la oración. Es la experiencia fundante de
donde dimana la vivencia de una vida consagrada. Para el/la religioso/religiosa de vida acti-
va la experiencia de Dios se ha de enfocar desde la perspectiva de la misión y esto implica
una dedicación como en dos tiempos complementarios: la contemplación en la soledad y la
contemplación en la vida. Esto sólo se puede conseguir con una vida de oración en serio,
prolongada, constante, a la que se dedica la mejor hora del día y que se continúa en el tra-
bajo.
Hay que dar a la contemplación la categoría de una de las cosas más importantes de la vida
consagrada: “No existe renovación que no parta de la contemplación” (Juan Pablo II) 9. La
experiencia de Dios es el punto álgido de la vivencia de la fe. Para el/la religioso/religiosa
es la experiencia fundante. En la síntesis final del Congreso, se afirma: “Al hablar de la sed
de Dios nos damos cuenta que tocamos un tema fascinante. Nuestra experiencia de Dios es
la de un Dios encarnado. Para hacer surgir esta experiencia es necesario modificar nuestras
estructuras internas y volver al amor esponsal, radical por Cristo. Es necesaria una forma-
ción que conduce a la transformación personal, a mirar el mundo y la vida con una mirada de
fe”.10 11
Las horas canónicas son una hermosa tradición en la Iglesia introducida por los primeros
monjes y fomentada especialmente por los benedictinos. Muchos Institutos Apostólicos han
asumido esta tradición como la mejor expresión de su relación con Dios y de unión con la
oración oficial de toda la Iglesia. Sin embargo, este rezo, si no va acompañado de la “Lectio
divina”, o de una oración contemplativa equivalente, puede ser muy pobre e insuficiente para
el religioso/religiosa de vida activa. Puede ser un cuerpo sin alma, letra sin espíritu. Los
Salmos han de brotar del corazón, pero ¿cómo brotarán si no han entrado antes en él por la
contemplación?
Los monjes y monjas contemplativos dieron mucha importancia y mucho tiempo a la Lectio
divina, hasta tres horas diarias, y en ella buscaban más que saber, saborear, “sentir y gustar
de las cosas internamente”. Es una lectura impregnada de sabiduría, “lectura venida del cie-
lo”, “divina página” para entrar en un diálogo de amor con el Seño r. Ella hace descubrir un
Cristo fascinante que nos arrastra a la “conversión afectiva” y al abandono y entrega total.
(Nota: Cfr. Dictionaire de Spiritualité, t. IX, col. 473 – 485).
La Exhortación V.C., 94 muestra una gran estima hacia la Lectio divina: Ésta ha sido tenida
en la más alta estima desde el nacimiento de los Institutos de la vida consagrada, y de ma-
9 A los participantes en la Asamblea XVIII de la Federación italiana de los Ejercicios, 19 febr. 1996).
23
nera particular en el monacato. Gracias a ella, la Palabra de Dios llega a la vida, sobre la
cual proyecta la luz de la sabiduría que es don del Espíritu”.
La persona que se deja seducir, no puede dejar de abandonarlo todo y seguir a Jesús. A se-
mejanza de Pablo, considera todo el resto como “pérdida por la excelencia del conocimiento
de Jesús”, no dudando en reputar todo lo demás como “basura” a fin de ganar a Cristo. Su
aspiración a identificarse con El, asumiendo sus sentimientos y forma de vida, el dejar todo y
seguir al Señor, constituye un programa válido para todas las personas llamadas y para todos
los tiempos (Exhort. VC, 18).
En el ambiente de toda la Iglesia, en los documentos de los últimos años, en los escritos de
los teólogos, se percibe una corriente impetuosa que reclama volver de un modo vivencial a
la centralidad de la Persona de Jesucristo como la Roca en que se apoya toda nuestra vida
cristiana y religiosa. El objeto de la Fe y de la Vida Consagrada es la Persona de Cristo
En la fe toma el centro la Persona de Cristo y esto no se puede suplir ni suplantar por nada,
ni siquiera por los valores evangélicos ni por “el Sentido”. “Dios para la fe cristiana es mucho
más que un sentido: es una Persona libre que entra en relación conmigo, relación a partir de
la cual brota vida verdadera”. Desde la relación con un Cristo vivo, se reconocen y se viven
una serie de valores y se descubre un profundo sentido que lo penetra todo. Dentro del se-
guimiento de Cristo entran evidentemente el sentido de la existencia y los valores evangéli-
cos: la justicia, la fraternidad, el perdón, la acogida de los pecadores y marginados, el servi-
cio desinteresado...
Pero ni el sentido ni los valores son la Fuente, la motivación última, el objeto de la evangeli-
zación. Como lo dice Schillebeekx bellamente: “Todo comenzó con un encuentro. Unos
hombres judíos entraron en contacto con Jesús de Nazaret y se quedaron con Él. Aquel en-
cuentro y todo lo sucedido en la vida y en torno a la muerte de Jesús, hizo que su vida ad-
quiriera un sentido nuevo y un nuevo signi ficado”. Es la Persona de Jesucristo resucitado,
vivo, presente, Salvador y Señor, el Cristo Hijo de Dios vivo, el Cristo que nos ha fascinado
desde el primer encuentro, el que conquistó nuestro corazón y tomó posesión de nuestra
vida y del que ya nunca hemos podido prescindir. Este Cristo que hemos conocido viven-
cialmente en la contemplación sosegada de cada día y que se ha adueñado de nuestra afec-
tividad profunda hasta conducirnos a la entrega incondicional y para siempre.
Bonhefer lo expr esa magistralmente ya en 1937: “Una idea sobre Cristo, un sistema de doc-
trina, un conocimiento religioso general de la gracia o del perdón de los pecados, no hacen
necesario el seguimiento. Al ponernos en contacto con una idea nos situamos en una rela-
ción de conocimiento, de entusiasmo, quizás de realización; pero nunca de seguimiento
personal. Un cristianismo sin Jesucristo sigue siendo necesariamente un cristianismo sin
seguimiento; y un cristianismo sin seguimiento es siempre un cristianismo sin Jesucristo; es
idea, es mito”.
No creemos cosas o noticias, sino en alguien y a alguien, que nos dice cosas o que nos
transmite noticias. (Rev. VR, mayo-junio 2005, p.11). En la formación, esto es lo primero y
principal que hay que inculcar.
24
Hay religiosos/religiosas que parece que nunca se han enamorado de Cristo. Son tan pru-
dentes, tan fríos...que como decía Sta. Teresa a sus monjas “no está el amor como para
sacarlas de razón”. La oración es un asunto de amor” (Barragán, p.23) .
No hay ningún anhelo mayor del corazón creyente que el de unificarse y unirse activamente
con el Amado no solamente en la oración, sino también en la vida y en la acción. El cuidado
de instruir el entendimiento no conlleva automáticamente la conquista del corazón. Es nece-
sario estar largamente con el Señor y dejar que la afectividad se impregne de su amor (Cfr.
José A. García, S.I.). El principio y fundamento de nuestra vida es que somos amados in-
condicionalmente, sentirnos “hijo/hija querido” y esto nos lleva a amar a Dios con todo el
corazón (Gz. Buelta, S.I., p. 76).
Y una vida consagrada que es sólo lucha por la justicia, o educación de los pobres e igno-
rantes o atención a los enfermos o a los migrantes o a los niños de la calle... pero que no
tiene como fuente y motivación última y explícita el amor y seguimiento de Cristo, no es
vida religiosa cristiana. Puede ser una labor muy meritoria y admirable, pero no precisamen-
te la realización apostólica propia de la Vida Consagrada. “El término de la acción evangeli-
zadora de la Iglesia no puede ser otro que la confesión de Jesucristo como Señor. No hay
para el ser humano verdadero “nacimiento” como cristiano si no ha tenido la experiencia
original del encuentro con Jesucristo como el Señor ”. Y como religioso/religiosa no hay
“nacimiento” del/a r eligioso/religiosa sin este encuentro.
II. FE Y CONSAG RA CIÓN BA UTISMAL Y RE LIGIOSA
A. CONSAGRACIÓN BAUTISMAL
Todo comenzó con el bautismo. En los Sinópticos Fe y Bautismo unidos aparecen como el
hecho salvífico decisivo del que depende la vida presente y futura: “Vayan por todo el mundo
y anuncien la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará. El que no
crea se condenará” (Mc.16, 15-16).
1. La oracion personal
Esto sólo se consigue con una oración capaz de captar la afectividad profunda y de transformar a
la persona por dentro, de modo que frente a los estímulos, reaccione espontáneamente movi-
25
da no ya por el egoísmo, sino por el amor, no por intereses personales de ambición de poder
o de protagonismo, sino buscando exclusivamente el Reino de Dios.
a. La experiencia de Jesús
La relación con Dios era para Jesús una verdadera consagración afectiva de todo su ser al
Padre. El Padre absorbia su atención y su afectividad. Vivía en relación con el Padre en un
“estado de amor”. Y el núcleo vital de esa relación era la vida de oración.
Jesús era un israelita piadoso y seguía las prescripciones del culto judío. Pero lo típico de
su oración es el abandono en el Padre, una total confianza que lo plenifica interiormente, más
allá de todo amor humano.
Jesús fue siempre un solitario, incomprendido por las autoridades civiles y religiosas que lo
condenaron a muerte, por el pueblo que lo abandonó en el momento decisivo, por los mismos
discípulos que no llegaron a captar el sentido de su mesianismo, e incluso por su misma
madre que a veces tenía que revolver el misterio en su corazón. Esto le hacía sentir la nece-
sidad de acudir al Padre en quien sí encontraba la total comprensión, su gozo y su descan-
so.
Lucas es quien más habla de la oración de Jesús. Dice que “acostumbraba” ir a lugares des-
poblados para orar (Lc 5,16). Y también en los acontecimientos importantes: en el bautismo,
antes de la bajada del Espíritu Santo (3,21); antes de elegir a los doce, pasa “la noche ente-
ra” (6,12), antes de la pregunta decisiva a los discípulos (9,18); en la Transfiguración (9,28-
29); cuando le piden que les enseñe a orar (11,1); en Getsemaní (22,39-46); a veces ora
en voz alta (Lc 10,21; Mt 11,25-26).
Juan no habla de la oración de Jesús, sino que lo presenta orando: antes de la resurrección
de Lázaro da gracias al Padre (11,41-42). Y sobre todo, en la “oración sacerdotal” manifiesta
la hondura e intimidad con el Padre a quien ora por sí mismo, por los discípulos y por los
que creerán en El (Jn 17,1-26).
26
Toda la vida de Jesús era oración. La misión apostólica de Jesús consiste en dar testimonio
de “lo que ha visto y oído del Padre” (Jn 3,32; 3,11; 8,38). Es lo que ha visto y oído en
la contemplación y esto le da seguridad de que no está haciendo su obra, sino la del Padre.
La íntima unión con el Padre, le lleva a tenerle continuamente presente. Por eso habla de su
Providencia con la mayor naturalidad, como de alguien de la familia. Dice que no nos preo-
cupemos tanto de lo que vamos a comer o de lo que vamos a vestir. Si Él cuida de los pája-
ros y viste a los lirios, mucho más cuidará de sus hijos (Mt 6, 19-34).
B. HISTOR IA DE LA VIDA DE ORA CIÓN EN LA VIDA CONSAG RA DA
1. En el Antiguo Testamento adquiere una forma altísima de diálogo. Es Dios quien habla
al hombre y éste responde “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1Re.3, 9) El es el Dios
de la Alianza.
2. En el Nuevo Testamento hay un cambio sustancial. El cristianismo es por excelencia la
religión de la oración porque Cristo es la respuesta a las expectativas de Dios y de los
hombres. Jesús nos enseña a decir a Dios “Padre”, pero sólo El puede decir “Padre mío”
y sólo El recibe la respuesta “Tú eres mi Hijo muy amado” (Mc.1, 11) .
27
Laudes. Así mismo, en el siglo XIII se hacía silencio “para dedicarse a la oración y contem-
plación”. “El deseo del corazón importa más que el murmullo de la voz”.
Las celebraciones litúrgicas no fueron una prerrogativa de los benedictinos, que eran mon-
jes, sino más bien de los Canónigos Regulares, que eran sacerdotes. Esta es propiamente la
liturgia de la Iglesia. Ahora bien, la Regla benedictina que monopolizó la vida monástica de
occidente desde el s.iglo IX, puso como centro el Opus Dei, es decir, el Oficio Divino al que
se le dedicaba inicialmente unas cuatro horas diarias, que fueron luego incrementándose en
reformas sucesivas hasta siete horas en Cluny (siglo X) Al mismo tiempo la “Lectio divina”
u oración personal ocupaba de tres a cinco horas.
En la vida contemplativa antigua y actual se dedica mucho tiempo al canto de las horas ca-
nónicas, pero también a la “lectio divina”: lectura, meditación, oración, contemplación. Es un
proceso que desemboca en la contemplación en la que se permanece al llegar al “descanso
de la cumbre”, después de la subida al monte. Las Órdenes contemplativas suelen dedi-
car de dos a tres horas diarias a esta oración personal.
A partir del siglo XI la oración privada conoció una práctica más intensa y experimentó un
florecimiento excepcional, sin perjudicar la oración en común. Sus principales promotores
fueron los cistercienses, los cartujos, los canónigos regulares de S. Víctor; más tarde (siglo
XIII) se les juntaron las Órdenes mendicantes, especialmente los franciscanos.
A partir de entonces la oración se fue volviendo cada vez más cristocéntrica y los diversos
misterios de la vida de Jesús dieron un impulso extraordinariamente fecundo y variado a la
oración interior.
La Edad Media fue una época de oración y contemplación, de los monasterios y las catedra-
les que eran casas de oración.
Aparecieron grandes orantes como S. Bernardo (siglo XII), Francisco de Asís (siglo XIII),
Buenaventura, E. De Suso, Gertrudis, Ruysbroek, etc. que caracterizaron durante siglos
el estilo y el contenido de la oración privada.
A partir del siglo XVI fue conquistado también el mundo de los laicos y surgieron gran canti-
dad de formas populares de oración: letanías, rosario, jaculatorias, vía crucis, preces, indul-
genciadas, de intercesión a la Virgen y a los santos.
La época moderna se distingue por cierta simplificación. Se toma conciencia de la propia
interioridad y se hacen estudios sobre los diversos grados y etapas de la oración.
Dos acontecimientos importantes se dan en el siglo XVI: la reforma del Carmelo y la funda-
ción de la Compañía de Jesús. Llevan a entrar en las profundidades de la oración, al mismo
tiempo contemplativa y apostólica. San Ignacio con los Ejercicios Espirituales propone un
modo de oración que compromete todas las facultades humanas y los movimientos del alma.
Los ejercicios espirituales contribuyeron a desarrollar la vida de oración y a formar directores
de almas y grandes autores espirituales.
En el mundo moderno ha crecido la secularización y el hombre siente más su autosuficien-
cia y menos la necesidad de Dios. Por otra parte ha buscado a Dios en todas las cosas y ha
confundido la oración con el trabajo a favor del prójimo.
Hoy, con todo, hay una inmensa sed de Dios y un gran sector de la vida religiosa está in-
tensificando la oración personal como el mejor camino para dar profundidad a la vida consa-
grada.
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Las dos formas de oración personal más frecuentes son la oración privada en la soledad
con el Señor y la oración en la vida o ser contemplativo en la acción.
C. LA PRÁCTICA DE LA “LECTIO DIVINA”
La Lectio Divina o celebración de la Palabra ocupa un lugar central en toda la historia de la
salvación y de manera especial en la vida religiosa.
Hunde sus raíces en la religión judía, en el uso de la sinagoga en que se hacía la meditación
o relectura de la Biblia por parte de los rabinos y sus discípulos. Y la Iglesia de los Padres y
de los monjes hasta el siglo XII conservarán esa práctica.
LOS PADRES. Ya está perfectamente perfilada en Orígenes (siglo III). Hay que decir que la
vida espiritual del cristiano es la Escritura leída, meditada, comprendida y vivida. La penetra-
ción en el misterio de Cristo por vía de la Escritura se realiza progresivamente y su com-
prensión profunda no tiene lugar sino después de una lectura insistente e ininterrumpida por
la oración. Se puede decir que la liturgia, obra del pueblo de Dios, es, en gran parte una “lec-
tio divina” comunitaria. Después de escucharla públicamente, es necesario que sea fecun-
dada por una lectura personal, hecha en privado, que resulte como una prolongación de la
Palabra de Dios. Lo que se ha hecho en la Iglesia ha de seguir haciéndolo cada cristiano en
su casa, pues sólo así es posible “apropiarse” la Palabra de Dios.
LOS MONJES. La entrega del monje a la Lectio Divina ocupa un lugar preferente en su jor-
nada, junto con la oración y el trabajo. El monje vence las terribles tentaciones de la soledad
y los horrores del desierto de la vida con el pan de la Palabra de Dios en la Lectio Divina.
Desde el siglo XII, la expresión Lectio Divina se va desvaneciendo. Comienza la “devotio
moderna” en que entra la oración mental y la lectura espiritual de vidas de santos y de escri-
tores místicos, manuales de vida cristiana y de meditación. El Vaticano II la ha recuperado:
Recuerden que la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se
realice el diálogo de Dios con el hombre, pues “a Dios hablamos cuando oramos, a Dios
escuchamos cuando leemos sus palabras” (DV, 25). Y dice a los/as religiosos/religiosas:
“Tengan ante todo diariamente en las manos la Sagrada Escritura, a fin de adquirir por la
lección y meditación de los sagrados libros, “el sublime conocimiento de Jesucristo” (Fil.3, 8);
PC. 6.
La oraci ón de la vida activa. A partir del siglo XVI se inicia un nuevo estilo de oración adap-
tado a la vocación apostólica. Ya no es posible dedicar tanto tiempo a la contemplación y al
canto de las horas canónicas. Se mantiene la oración personal sobre todo contemplativa,
pero en un tiempo más reducido y la oración en la vida apropiada para quienes tienen que
dedicar la mayor parte del tiempo al trabajo apostólico. Es “encontrar a Dios en todas las
cosas” o lo que es equivalente “ser contemplativo en la acción” .
D. EXPERIENCIA DE DIOS DEL RELIGIOSO
El Religioso pretende identificarse con Jesús en aquello que constituye lo más íntimo y per-
sonal de su vida: la relación con el Padre en la oración. Claro está que quedándose a infini-
ta distancia de lo que Jesús vivió; pero poniendo esta relación como su “experiencia fun-
dante”, como la raíz de donde brota la vida. Sería vano pretender seguir a Jesús si no se le
imita en aquello que da sentido a toda su vida.
29
La Exhortación V.C. 93 dice que una de las preocupaciones del Sínodo ha sido “que la vida
consagrada se nutra en las fuentes de una sólida y profunda espiritualidad. Se trata, en efec-
to, de una exigencia prioritaria radicada en la esencia misma de la vida consagrada... Es un
programa que debe empezar dejándolo todo por Cristo, anteponiéndolo a cualquier otra co-
sa para poder participar plenamente en su misterio pascual. San Pablo lo había entendido
bien cuando exclamaba: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de
Cristo Jesús” y en la misma línea el último congreso lo reafirma. 10
Hay otros aspectos de la Vida Religiosa que son muy importantes, pero no son el último “por
qué”. Por ejemplo, la “utilidad” en la formación de cuerpos apostólicos especializados para
responder a una necesidad educativa o asistencial. O la “realización personal”. No son la ex-
plicación última. Es verdad que el que está centrado en su vocación, se siente realizado
personalmente, pero esto es consecuencia de una armonía interior que está más allá de la
satisfacción de los intereses individuales.
Ni siquiera es una razón tan noble y necesaria como la de servir al prójimo, o el compromiso con
el pobre. La última motivación es algo, o mejor dicho, es Alguien que trasciende al prójimo y
que al mismo tiempo está en el corazón de cada persona. Es el Señor, el Absoluto, el Úni-
co, la Verdad total, la Justicia, el Amor que se nos abre en Jesucristo. Este amor lleva a vivir el
radicalismo evangélico, propio de una auténtica vida consagrada.
Tal vez sea mucha audacia pretender describir lo que es experiencia de Dios, pues sabemos
que no es posible encerrarla en categorías conceptúales ni definirla. Esto mismo nos pasa
con las cosas más elementales de la vida: ¿qué es el amor?, ¿qué es la bondad? Son viven-
cias de orden existencial que están más allá de lo que pueden expresar las palabras. Por
eso sólo puede entenderlo quien antes ya lo ha experimentado.
10 “La persona de Jesús, el Cristo, es el centro de nuestra vida. Somos, pues, llamados a una vuelta a la radicalidad de la VC, a un amor preferencial por
Cristo, a cuidar la calidad de nuestra vida espiritual” (Co ngreso, grupos, pp. 329 - 330).
“Desde la formación inicial queremos preparar hombres y mujeres de oración para los que la oración sea una necesidad para t od a la vida. Quisiéramos
que...la vida de oración acompañe todas las etapas de la vida”.
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Así mismo, en situaciones privilegiadas de nuestra vida: al ofrecernos para una misión difícil,
en momentos de intensa oración en que el Espíritu ha irrumpido de un modo sorprendente, o
en la voz de un miembro de la comunidad, o al ver un niño abandonado y sentir un impulso
de hacer algo por él…
En todos estos casos encontramos las mismas vivencias:
1. La experiencia de una Presencia sentida de Alguien. No es percibida de un modo me-
ramente intelectual ni tampoco es la sensación física de un objeto que se puede ver y to-
car. Está en el orden de la afectividad, pero es perfectamente comprobable. Es la pre-
sencia de Alguien que está fuera de mí, pero también dentro de mí. “Dios es más íntimo
a mí mismo que mi misma intimidad”. Uno se siente sumergido en el Misterio de Dios.
Puedo experimentarlo en la soledad de la oración, pero también en medio del bullicio de
la vida.
2. Es una presencia gratuita, imprevisible e inalcanzable con nuestras propias fuerzas. A
veces quisiéramos retenerla y se nos escapa, o reproducirla…y nos encontramos en la
soledad de nosotros mismos. Es algo repentino e inesperado, pero lo más característico
de esta experiencia no es la repentinidad -que en ciertas ocasiones podría provenir del
misterioso inconsciente-, sino esa modalidad, esa calidad de la presencia de Alguien
que está más allá de lo visible.
3. Mi interior se llena de luz, paz, gozo, alegría, amor. Éstos son los efectos que produce
su Presencia. Son los dones del Espíritu. Yo no experimento directamente a Dios, pero
sí percibo una claridad en cosas que hasta ahora estaban confusas, siento una armonía
interior que me produce alegría, experimento que se me inflama el corazón en amor al
Señor y/ o a mis hermanos.
4. Esta Presencia es una voz distinta de la de las criaturas. La voz del Absoluto que lo tras-
ciende todo, es el Sentido de la vida, Alfa y Omega de todas las cosas. Frente a El todo
lo demás se relativiza. Las mejores vivencias humanas, como el amor, sólo alcanzan pleni-
tud cuando se trascienden a sí mismas y desembocan en Dios.
5. Pero Dios tiene un estilo propio. No se le percibe en la aparatosidad ni en el estruendo
del poder y de la violencia. Como lo experimentó el profeta Elías (1Rey. 19,1 1…), la Pre-
sencia del Señor no está en el trueno ni en el viento que hendía las rocas, sino en la bri-
sa suave, en la sencillez, la pobreza, la humildad.
6. Es una Presencia dinámica. No queda todo en un sentimiento gozoso. Trae consigo
una fuerza transformadora, un ansia de amar más, de ser mejor, de entregarse más ge-
nerosamente a favor de los demás. Se da como una liberación de todas las ataduras
para sumergirse en una “conciencia oceánica” de plena libertad interior. No por efecto de
una pérdida de conciencia, como puede suceder con las drogas, sino por la fuerza del
amor que rompe todas las barreras.
7. Y, finalmente, hace sentir la necesidad de una entrega incondicional, arrastrado por
una fuerza incontenible que lleva a un compromiso real con el Señor y con el hermano.
El amor hace crecer las ansias de mutua posesión, de compenetración con el Amado, de iden-
tificarse con El en los criterios, sentimientos y actitudes hasta poder llegar a decir de verdad
“vivo yo, ya no yo, es Cristo quien vive en mí”. Y este mismo impulso interior lleva a compren-
der de modo vivencial que no hay más que un amor, y que filiación y fraternidad se identifi-
can, que no es posible amar a Dios sin comprometerse con el hermano y, especialmente,
con el hermano necesitado.
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El amor, desde el punto de vista psicológico-teológico es sinónimo de complacencia. Es la
primera sintonía de la potencia con su objeto. Es como el ajuste de dos piezas de una má-
quina, hecha la una para la otra, una cóncava y otra convexa, perfectamente acopladas que
aseguran el buen funcionamiento del conjunto. Es como el cuerpo y la psicología de la mujer
que ajusta perfectamente con el cuerpo y la psicología del varón. Cuando se da el encuentro
de ambos, se produce una profunda complacencia. Esto es el amor. Amor es, pues, "com-
placencia en el bien". El acto de amor viene provocado por el atractivo o invitación de parte
del objeto, que en este caso es el bien infinito hecho hombre.
Aplicándolo a la oración podemos decir que el conocimiento interno de Cristo nos hace cre-
cer en la admiración, el gusto, el atractivo de la persona de Cristo y esto nos arrastra a iden-
tificarnos y entregarnos a El y nos hace sentir la complacencia en el bien infinito. Y esta
complacencia conduce a un deseo profundo y hasta la necesidad de entregarse en cuerpo y
alma al Señor y a los hermanos, es un impulso de darse “sin poder existencialmente otra
cosa”. No hay lugar a poner condiciones ni límite de tiempo. La persona siente que se hace
realidad en ella el ansia de “amar con to do el corazón, con toda el alma, con todas las fuer-
zas, con todo su ser”.
“La vida consagrada manifiesta el carácter unitario del mandamiento del amor en su conexión
indivisible entre el amor a Dios y el amor al hermano” (Exhortación VC.5). Por eso la auten-
ticidad de la experiencia de Dios ha de manifestarse en la comunidad por el amor al her-
mano/hermana y en la misión comunicando lo que hemos visto y oído en la contemplación.
Esta experiencia se da en esa región del espíritu donde se producen las intuiciones, los asom-
bros, la admiración contemplativa, los sentimientos de amor. Es en el fondo el misterio de la fe
y del corazón humano, una vivencia de amor gozoso y gratuito. La persona siente que se
hace realidad en ella el ansia de “amar con todo el corazón, con toda el alma, con todas las
fuerzas, con todo su ser”. Y este amor unifica el corazón y transforma la vida.
La Exhortación V.C. tiene hermosas expresiones sobre la contemplación: “Una experiencia
singular de esa luz (de la Transfiguración) que dimana del Verbo encarnado, se hace sin
duda, por lo que son llamados a la vida consagrada…No pueden dejar de encontrar un eco
particular en ellos las palabras extasiadas de Pedro “Señor, qué bueno estar aquí”. Estas
palabras manifiestan la tensión cristocéntrica de toda la vida cristiana, pero expresan también,
con particular elocuencia, el carácter totalizante que constituye el dinamismo profundo de la
vocación a la vida consagrada: qué bueno estar Contigo, dedicarnos a Ti. De hecho el que ha
recibido la gracia de esta especial comunión de amor con Cristo, se siente en cierta forma
arrebatado por su fulgor El es “el más bello entre los hijos del hombre” (Sal 45, 3), el Incom-
parable” (n.15).
CRITERIOS DE AUTENTICIDAD
Ante una experiencia de Dios, con frecuencia surge la duda: ¿Será de Dios lo que siento, o
es simple imaginación, un producto de mi sensibilidad? Esta duda surge especialmente en
personas de oración. Pienso que podemos estar seguros de su autenticidad cuando se dan
simultáneamente estas tres características:
1. Por una parte se siente el atractivo de Dios. Se experimenta como el Único Señor,
como Padre en quien puedo depositar mi plena confianza. Es la experiencia del autor del
Salmo 121: “El Señor te preserva de cualquier mal y protege tu vida. El te cuida al salir
y al regresar, ahora y para siempre”. Y esta confianza va acompañada de sentimientos
de gozo, paz, amor.
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2. Por otra parte, en contraste con lo anterior, se experimenta la propia pobreza y limita-
ción, la impotencia personal, la sensación de estar envuelto en pecado e infidelidad. Se
advierte la desproporción entre el ideal de la misión a la que Dios me llama y mi incapa-
cidad de responder a Él. Esto me lleva a sentir una gran desconfianza de mí mismo y una
infinita necesidad de Dios, y a desear su presencia gratuita.
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Ante todo, la dimensión de lo sensorial, de la sensibilidad, del nivel psicofisiológico: la
impresión que deja todo lo que se toca, se ve, se gusta, se oye, se huele con los sentidos.
Aquí entra la sed, el hambre, el sueño, la cenestesia. Y directamente también todo lo refe-
rente a la emotividad que tiene repercusiones fisiológicas, corporales. Estamos en el nivel
animal.
Otra dimensión es la psíquica que se manifiesta en el nivel personal, en los estados de
ánimo del sujeto: depresión, euforia, alegría, tristeza, ira, paz, serenidad, agresividad, etc.
En el nivel psicosocial se experimenta en los sentimientos provenientes de las relaciones
con los demás: atractivos y repugnancias, simpatías, fobias, aceptación, celos, envidias,
odio, amor.
Y sobre todo, en la dimensión espiritual, que es la más profunda y estable, la fuerza más
poderosa, y está en el campo racional-volitivo. Cuando esa fuerza se vuelve egocéntrica, se
manifiesta en la soberbia, la venganza y otras pasiones que desbordan y desvían el compor-
tamiento de la persona. Pero cuando tienen una orientación altruista, le dan nobleza y digni-
dad. El afecto altruista más importante es el amor que adquiere diversas realizaciones, se-
gún sean las personas con que uno se relaciona: amor paterno o materno, filial, conyugal, de
amistad...
En el nivel sensorial, lo que afecta a la persona es una reacción orgánica necesaria y en el
primer momento no entra la libertad: el dolor producido por un pisotón, la angustia de una
escena terrorífica, el placer de una buena comida, de un refresco en tiempo de calor...dejan
en mí una impresión de bienestar o de disgusto. Pero en un segundo momento, puedo asu-
mir una actitud libre de aceptación o de rechazo.
En el segundo caso, el de la dimensión psíquica, tanto en el nivel personal como en de las
relaciones con otros, también se da un primer momento que está dominado por los impul-
sos de los instintos y tendencias que producen un sentimiento agradable o displicente nece-
sario. Pero aquí tiene ya más cabida la intervención de la voluntad libre. Puedo dejarme
arrastrar libremente por el afecto placentero o, por el contrario, puedo asumir una postura de
lucha contra él, y frente a un sentimiento desagradable, puedo asumir una actitud de acogi-
da, si tengo una motivación o unos valores que la justifiquen, o puedo buscar sustituirlo por
un afecto placentero.
Pero el campo decisivo es el del amor espiritual. En un matrimonio, después de unos años,
ha ido perdiendo fuerza el atractivo sexual y el de la belleza física y, en cambio, ha ido
ahondando la amistad y el amor espiritual que se dirige a la persona como única e irrepeti-
ble. Se la ama por lo que es y no sólo por lo que tiene. El amor ya no depende tanto de la
emotividad ni de las circunstancias externas. Es un amor profundo y perdurable, el mismo
en salud o enfermedad, en la prosperidad y en la pobreza, porque la otra persona ya ha en-
trado en mi vida como otro yo, como parte intrínseca de mí propio ser. En esta tercera di-
mensión, la libertad sí que tiene una influencia decisiva, aun cuando no pueda ahogar direc-
tamente las impresiones que provienen de los sentidos y de los conocimientos y tendencias.
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E. QUÉ ES LA ORACIÓN
Será tal vez más fácil comenzar diciendo lo que no es. Algunos dan normas para la oración
como si se tratara de hacer funcionar una grabadora: se pone en marcha la imaginación, luego
el entendimiento, se hacen peticiones... Este enfoque se fija sólo en el hombre como si la
oración cristiana fuera un ejercicio de religiosidad. La oración no es principalmente trabajo
intelectual, especulación, búsqueda de ideas teológicas. Tampoco es mover la sensibilidad
para sentir “consolaciones”. Ni menos es esfuerzo de voluntad, ejercicio ascético, conquista
de objetivos. Todo esto puede darse en la oración, pero no es la oración 12.
Entre todas las descripciones, me parece la más simple y acertada la que dice que la ora-
ción es un diálogo de amor con Dios en que El tiene la iniciativa. Es responder con amor al
amor de Dios en Cristo. O, dicho con palabras de Sta. Teresa, “que no es otra cosa oración
mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con
quien sabemos nos ama”. Y, como síntesis de todo se puede decir que para Sta. Teresa
"orar es amar mucho".
La oración cristiana es radicalmente distinta de la de cualquier otra religión. No es un ejerci-
cio de religiosidad, de rezos o de fórmulas establecidas sino que se basa en la fe en Cristo
Jesús. Y la fe es un encuentro con el Señor, es adhesión incondicional a su persona, es re-
lación de amor con El, es aceptar al Señor como norma decisiva de la propia existencia, es
responder a la invitación personal a su amistad 13. Es la oración personal que brota del cora-
zón y se expresa con palabras sencillas -o sin palabras- desde una vivencia original de inti-
midad con el Señor.
Explicaremos la descripción propuesta:
La oración es un diálogo de amor, es comunicación existencial entre dos personas. Dios ha
abierto el diálogo con el hombre al comunicarse con nosotros en Cristo que es su Palabra.
El diálogo puede realizarse por medio de palabras, con tal que éstas sean una expresión
auténtica de la persona (Mt 6,7). Es el modo más frecuente de dialogar con Dios. Así lo ha-
cemos en la oración litúrgica, en la oración vocal privada o al expresar nuestros afectos al
Señor.
Pero no siempre se requiere la palabra para el diálogo. Es más, ordinariamente cuando el
diálogo es más hondo, necesita de menos palabras. En el camino de la oración, cuando ya
está maduro el amor, todo se va simplificando y van desapareciendo las expresiones exter-
nas para dar lugar a un diálogo de simple presencia y mutua posesión. Como dos enamora-
dos que se toman de la mano y no necesitan de palabras. Las expresiones del amor son
múltiples: sentimientos, palabras, gestos, pero ninguna de ellas logra transmitir toda la per-
sona.
Es diálogo de amor con Dios. La contemplación de una noche estrellada, de las montañas
nevadas, de una mirada inocente, el escuchar una música cautivadora, nos pueden elevar a
la alabanza y agradecimiento a Dios, fuente de toda bondad y belleza y esto es oración.
Quedarnos en la mera contemplación de la belleza sin dar el salto hasta el Creador, sería
gozar de un placer estético, pero no llegaría a ser oración. Las cosas externas no son sino
una ocasión para que se despierte el amor dormido en el corazón y éste me hará prorrumpir
en alabanzas.
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La palabra puede ser expresión de amor, como pueden serlo los afectos interiores y las acti-
tudes vitales. Pero en la medida en que crece el amor, va ocupando todas las partes de la
persona. Ocupa la cabeza, penetra en el modo de pensar y los propios criterios se van asi-
milando con los criterios de Cristo como por una necesidad de identificarse con la persona
amada. Ocupa el corazón, la afectividad se va centrando cada vez más en el Señor. El se
convierte en el gran Amor de la vida y alrededor de El se integran todos los otros amores.
Ocupa las manos. El amor impulsa a hacer algo por los/las hombres/mujeres, a plasmar las
ideas y sentimientos en obras.
La mejor expresión del amor son las obras (1Jn 3,18; Sant 2,16; San Ignacio, Ejercicios,
n.230), pues muestran que el hombre ya ha sido captado en todas sus dimensiones. Como
Dios ha puesto el amor en hacerse presente entre nosotros por medio de su Hijo y en el
obrar continuo de la salvación y en el darnos cuanto tenemos y en entregársenos El
personalmente, así nuestro amor llegará a su perfecta expresión si se extiende hasta las
obras. Por eso también la acción apostólica y la actividad de la vida toda pueden convertirse
en un diálogo de amor con Dios y ser verdadera oración.
Es diálogo de amor con Dios. Es diálogo de amor de Dios con el hombre y del hombre con
Dios. El amor sólo se da de persona a persona. Es un diálogo que culminará en la comuni-
cación mutua, posesión del hombre con cada una de las divinas personas. De ahí que no
puede haber verdadera oración, si no se da una relación explícita con el Señor como Perso-
na. El simple trato con los demás, el simple trabajo profesional o de promoción, no es ora-
ción. Es verdad que Dios está presente en todas las cosas y personas, pero esta presencia
no se hace oración si no se descubre y no se entra en diálogo amoroso con El. Dios es in-
manente a las personas y cosas, pero no se identifica con ellas ni se agota a ellas; es
también trascendente y personal, es distinto del mundo y está también más allá de las co-
sas. Sólo es posible amarle como ser personal y encontrarse con El en una relación “yo-tú”.
El tiene la iniciativa. En este diálogo de amor, la iniciativa la tiene Dios (Jn 4,10). El es quien
sale a nuestro encuentro y se hace palabra viva en todas las cosas para invitarnos a la amis-
tad. El “llega saltando por los montes, brincando por los collados... apostado detrás de nues-
tra casa, mira por las ventanas, atisba por las celosías” buscando a su amada (Cant 2,8-9).
Dios nos habla a través de todas las cosas, pero a la iniciativa de Dios corresponde la res-
puesta del hombre. El se pone a la escucha de la Palabra y procura asimilarla y dejarse
transformar por ella.
F. EFECTOS DE LA ORACIÓN
La oración hace profundizar en la fe. El mundo se va tornando transparente y diáfano. Cual-
quier cristiano sabe reconocer la actuación de la Providencia en los momentos trascendenta-
les de su vida: la muerte de un familiar, la liberación de un peligro grave; pero la vida de ora-
ción agudiza la sensibilidad espiritual de modo que se descubre con gozo al Dios providente
en cada pormenor de la existencia manifestándonos la ternura de su amor. Especialmente
se le sabe descubrir en las personas, imágenes vivas del Cristo sufriente o resucitado.
También se va descubriendo el valor redentor de la vida cristiana y esto da sentido y plenitud
a todo y hace desaparecer los colores grises de la mediocridad. El mismo sufrimiento y la
humillación toman la categoría de una expresión privilegiada del amor oblativo y liberador.
Pero, sobre todo, la oración hace crecer en el amor a Dios y al prójimo. El fin de la oración
no es hablar con Dios o pedirle beneficios. El fin de la oración, como el de cualquier acción
cristiana, es crecer en la caridad. La oración, especialmente contemplativa, partiendo del
conocimiento sapiencial de Cristo, llega a la conquista de la afectividad profunda de la perso-
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na y la hace crecer en las ansias de ver el rostro de Dios, de unirse a El y poseerle y entre-
garse a El por amor y de poner su vida al servicio de sus hermanos.
El amor a Dios y al prójimo tienen los mismos efectos psicológicos del amor humano: hace
vibrar de gozo, da un sentido de plenitud a la vida, alegría interior, serenidad, madu-
rez...felicidad. Según la expresión del Salmo 1º “El que medita día y noche la Ley de Dios y
pone gusto en ella es como un árbol plantado junto a la corriente de las aguas que da fruto
a su tiempo y se mantiene frondoso sin marchitarse”.
Al tener centrada la efectividad en Dios, todas las acciones propias de la vida religiosa ad-
quieren estabilidad y profundidad:
la vida comunitaria va tomando como centro y motivación a Cristo;
la castidad se convierte en una exigencia del amor preferencial al Señor;
la obediencia descubre, más allá de las políticas humanas, la actuación de la Providen-
cia de Dios;
la pobreza se vive por una necesidad interior de imitar a Cristo pobre y de darse a los
más necesitados;
el apostolado brota de la necesidad de comunicar la Buena Nueva experimentada perso-
nalmente y de integrar oración y vida siendo “contemplativo en la acción”.
G. EFECTOS DE LA FALTA DE ORACIÓN
La vida de oración tiene una especie de “umbral diferencial” que hay que pasar. Algo así
sucede en la percepción de los sentidos: si el sonido no tiene cierto número de vibraciones,
no es percibido por el oído. En la vida de oración se requiere intensidad, constancia y, sobre
todo, corazón limpio, para que se perciban sus efectos en la vida afectiva. Para beber el vino
de “la interior bodega”, no basta estar cerca dando vueltas; hay que entrar decididamente.
Esa oración superficial, medio simbólica, con que a veces se pretende acallar la conciencia,
no es suficiente para una conexión personal sincera y profunda con el Señor ni para trans-
formar la vida.
Hay que dar a la oración la importancia de una de las cosas más serias que hay que hacer en
la Vida Religiosa. Si no se toma la oración con esta seriedad y no se llega a centrar la afec-
tividad en Dios, comienza ese proceso lamentable de enfriamiento en la fe y el amor y de
tener que buscar compensaciones para llenar el corazón. Ya no se da entonces aquella exu-
berancia espiritual descrita en el Salmo 1º, sino unos tristes matorrales cada vez más polvo-
rientos: necesidad de acumular cosas y satisfacciones, amistades superficiales o incompati-
bles con el celibato, activismo desbordado, exigencias a los demás. Pero el corazón sigue
vacío. Y la persona no puede vivir sin amor. Y si este amor no es profundo, no llega a ser
feliz.
H. MÉTODOS DE ORACIÓN
No hay, como no hay método para realizar las cosas más elementales de la vida: no hay mé-
todo para vivir, para amar, para caminar. La oración es una relación personal de amor y cada
persona es irrepetible. La relación amorosa con Dios ha de ser cada vez más espontánea y
menos prefabricada. Cuando esta relación llegue a una verdadera intimidad, irán desapare-
ciendo las fórmulas y habrá unas pocas vivencias espirituales que darán unidad y profundi-
dad a la vida y estarán siempre presentes en la oración como música de fondo. Estas viven-
cias son las que van trazando las líneas de espiritualidad de cada persona.
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En los primeros pasos de la vida consagrada sí es conveniente ensayar algunos modos
diferentes de oración para que cada uno vaya encontrando su camino y para que sean un
recurso en las distintas situaciones y estados de ánimo en que la persona se encuentre. Pe-
ro cuando uno ya encontró la embocadura, será tiempo de dejar las andaderas y de em-
prender el vuelo.
Probablemente el punto más importante de toda la formación espiritual del/a religio-
so/religiosa es la iniciación en el trato personal con Dios en la oración. El que lo ha encon-
trado, encontró el tesoro por el que vale la pena vender todo lo demás. En estos tiempos ya
no es posible dar a los jóvenes una formación en serie. Hay que acompañar de cerca a cada
uno hasta que encuentre su ritmo, su estilo personal de diálogo con Dios. Mi experiencia
personal me muestra que quien no encuentra la veta de su oración personal, difícilmente
llevará una vida consagrada fervorosa y profunda.
I. DIVERSAS FORMAS DE ORACIÓN
Los métodos deberán acomodarse a las diversas clases de oración que se practique: ora-
ción personal, oración en la vida, oración comunitaria, lectio divina, contemplación en la ac-
ción, etc.
LA EXPER IENCIA FUNDANTE – LA VIDA DE ORA CIÓN
A veces la oración se ha reducido a rezar Laudes y
Vísperas sin oración personal. Puede ser un cuer-
po sin alma. El pecado no está en rezar las horas
canónicas, sino en omitir la oración personal.
Cuando las horas canónicas se rezan o cantan con
devoción son una hermosa y profunda experiencia
religiosa. Pero dice el Vat. II (SC. 12): “La liturgia no
abarca toda la vida espiritual... El cristiano debe
entrar también en su cuarto para orar al Padre en
secreto, más aún debe orar sin tregua”.
Vida Contemplativa
Jesús se retiraba a lugares despoblados
para orar (Lc 5,16) y a veces pasaba no-
ches enteras en oración (Lc 6,12). Su ora-
ción era de total abandono y de plena con-
fianza en el Padre.
Vida Activa
Jesús dedicaba la mayor parte de su tiem-
po a anunciar la Buena Nueva, a curar enfermos y a acoger peca-
dores. Pasó haciendo el bien.
Jesús dedicaba la mayor parte de su tiempo anunciar la Buena Nueva, a curar enfermos y a
acoger pecadores. Pasó haciendo el bien.
Vida Contemplativa
Durante siglos no hubo otra vida religiosa que la contempla-
tiva. La vida apostólica fue abriéndose paso hasta ser
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aprobada oficialmente por León XIII en 1900 con el nombre de Congregaciones Religiosas.
La acción apostólica se alimenta de la contemplación: “Lo que hemos visto y oído, lo que
hemos tocado con nuestras propias manos, el Verbo de la Vida, eso anunciamos”. El paso
fue lento y doloroso, pero dio lugar a un extraordinario florecimiento de vocaciones apostóli-
cas.
Vida Activa
Oración Personal
Oración Transformante
ORACIÓN
TRANSFORMANTE:
Cambia por dentro a la
persona. Sus última palabra, sino el
pensamientos son los de Amor que el Espíritu ha
Cristo, su corazón va ido infundiendo en el
siendo invadido por el corazón. Ya no vive para
Amor. Ya no es el egoísmo sí, sino para Dios y para
el que tiene la los demás.
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IV. PR OCES O DE LA ORAC IÓN
Previamente se requiere la purificación de todos los afectos o amores desordenados que
me apartan del camino de Dios. Sólo así queda la vía expedita para el seguimiento de Cris-
to.
Por la contemplación se entra en el conocimiento sapiencial del Señor. No es meramente
especulativo o científico. No es saber, sino saborear. Es un conocimiento afectuoso, vibran-
te, fascinante que se da bajo la acción del Espíritu.
Del conocimiento brota el amor. Cuanto más profundo y totalizante sea el conocimiento, el
amor será más apasionado y absorbente.
El amor pone en marcha un dinamismo que conduce a la identificación con el Amado
“atraídos por la gustada suavidad” (S. Bernardo). No tanto en los actos externos, la identifi-
cación es en los criterios, actitudes, sentimientos hasta llegar a tener una misma Vida, un
mismo Amor. Hasta poder decir como Pablo de verdad “Vivo yo, ya no yo, es Cristo quien
vive en mí”.
Y del amor e identificación se pasa a la entrega de toda la persona al Señor: “Tomad, Se-
ñor, y recibid toda mi libertad, entendimiento, capacidad afectiva, todo lo que soy y tengo.
Disponed a toda vuestra voluntad”.
Nivel espiritual
Desde que se entra en la vida de oración, se inicia un largo itinerario con diversas vicisitu-
des, pero, después de un tiempo, se da una marcada tendencia a la simplificación. Al co-
mienzo suele darse mayor cabida a la oración discursiva que ocupa principalmente el en-
tendimiento. La persona busca entender las ideas propuestas, profundizar su sentido, rela-
cionarlas con la Palabra de Dios, hacer aplicaciones a la vida concreta, etc. Así se van ad-
quiriendo conocimientos claros y convicciones arraigadas a la luz de la fe.
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Más adelante, suele ir prevaleciendo la oración afectiva cuando se tiende a reposar con gus-
to en un texto evangélico o a detenerse en una vivencia o un sentimiento de amor, de admi-
ración, de contrición, de alabanza, etc. Se busca conversar en intimidad con el Señor en
actitud humilde y confiada. Muchas personas -especialmente mujeres- comienzan ya con la
oración afectiva y se quedan en ella por largos años, según sea el temperamento y la histo-
ria personal de cada uno.
Pero en todos los casos hay un proceso de simplificación. Después que uno ha leído y
meditado muchas veces un pasaje del Evangelio, se queda ya con muy pocas ideas esencia-
les y ciertas palabras le suscitan una profunda vivencia que se ha ido repitiendo una y otra
vez. Y allí se queda con gusto sin necesidad de buscar otra materia. En el mundo de la téc-
nica pasa lo contrario. Los aparatos que se fabrican, cuanto más perfectos son más compli-
cados y sofisticados. En la vida del Espíritu, la oración es tanto más perfecta cuanto más
simple y espontánea.
Con el tiempo, se van haciendo superfluos los libros, las palabras, las imágenes, las ideas y
los sentimientos. Aun la misma Escritura se vuelve innecesaria. La persona se va sintiendo
sutilmente atraída a centrar su atención en la presencia amorosa de Dios. Allí es donde
encuentra paz y descaso. Es un paso trascendental en la vida de oración que no siempre es
suficientemente cotizado y aun, con frecuencia es objeto de dudas y recelos pensando que
se está perdiendo el tiempo o volviendo atrás 14.
Sin insistir en la distinción entre contemplación adquirida e infusa -porque sobre todo al
principio no aparece tan clara la frontera entre ambas- es conveniente tener presentes las
señales que pone S. Juan de la Cruz para saber cuándo hay que ir dejando la oración dis-
cursiva o afectiva para pasar a la contemplación simple:
1. La primera es ya no sentir atractivo por una oración en que se discurre con el enten-
dimiento o se usa la imaginación en busca de ideas o de representaciones sensibles. En-
tonces van desapareciendo los gustos y consolaciones y se entra en una sequedad co-
mo quien es llevado al destierro. Allí se recibe ese manjar “sin cuerpo”, el maná que no
tiene el sabor fuerte de los ajos y cebollas de Egipto. Muchos suspiran por volver al pa-
sado (Num 11,4- 6). Especialmente lo sienten aquellos que, en el paso a la contempla-
ción, experimentaron una temporada de fuertes consolaciones sensibles.
2. Una segunda señal es no sentir atractivo sensible hacia Dios, pero tampoco hacia las
cosas de la tierra. Es el tiempo de la purificación. Es no estar ni en el cielo ni en la
tierra, sino en la cruz. Entonces la persona se inquieta pensando que tal vez no sirve
bien al Señor y que por eso se ha formado como una niebla que impide ver a Dios.
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amor está encendido allá adentro. La sequedad del contemplativo es muy distinta de la del
que ha caído en la tibieza o en la mediocridad paralizante. Este no siente atractivo por las
cosas de Dios, pero en cambio lo siente muy fuerte por las cosas mundanas: placer, poder,
dinero, prestigio... se deja arrastrar por ellas. El contemplativo en este caso no siente atracti-
vo ni por las cosas del cielo ni por las de la tierra.
La señal más importante es sentirse centrado en una simple atención amorosa a Dios,
acompañada de paz interior y descanso. La persona siente un gusto sutil, casi imperceptible,
de estar a solas con el Señor sin especial consideración, sin imágenes ni discursos teológi-
cos, en un profundo silencio. Aunque experimenta un deseo gozoso y doloroso de expresar
el amor. Allí se siente como en su centro sin deseo de otro lugar, como María Magdalena
junto al sepulcro, estando con El y llorando su ausencia. Esta oración simple, sin embargo,
va haciendo crecer en la fe y en el amor, como quien, estando al sol en invierno, recibe el
calor casi imperceptiblemente. Pero sí advierte que ahora ama más a las personas, que sa-
be ponerse en su situación y que se goza sirviendo a los demás. Y su único deseo es amar
más.
Por otra parte no todos los que son llamados a la oración de simplicidad tienen que pasar
por una larga prueba de desierto, aunque sí experimentan que la consolación no es fruto de
sus méritos o esfuerzos. Dios tiene mucho interés en manifestar que El es el protagonista y
que da estos gustos cuando cree conveniente y hace experimentar con relativa frecuencia
que todo es gratuito en el orden de la salvación.
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de comprometerse con los hermanos necesitados. Estos serán los “místicos” que el mundo
necesita, los testigos de la fe capaces de transformar la sociedad.
Hoy son muchas las comunidades que tienen al menos una hora de oración personal diaria y
la consideran como la hora más importante del día. El ambiente materialista o pagano que
se respira en nuestra sociedad, exige contrarrestarlo con una sólida vida espiritual.
[Ver CD Multiplicación de los panes]
VI. LA EXPER IENCIA DE DIOS EN LA VIDA
Todo lo dicho se aplica a la oración en general, pero de un modo particular a la oración per-
sonal privada. Esta oración que se hace en la soledad, sosegadamente, en silencio interior…
es imprescindible para ser hombre o mujer de oración. Sin embargo, no se insiste debida-
mente en el modo de realizar la “oración en la vida”, tan importante como la otra y totalmente
insustituible para el/la religioso/religiosa de vocación apostólica para quien la oración ha de
ser un encuentro con Dios en todas las cosas y a lo largo de todo el día. Sería muy pobre
vivir la oración sólo una hora al día y vivir las otras 23 como pagano.
Para encontrar a Dios en la vida hay que saber dónde hay que buscarle. Es en todas las
cosas donde hay que buscarle; pero hay, sin duda, lugares privilegiados donde El se hace el
encontradizo. Recorreremos algunos:
1. SAGRADA ESCRITURA. Por ella “el Padre que está en el cielo sale amorosamente al
encuentro de sus hijos para conversar con ellos” (DV 21). Además del sentido objetivo
que contiene la Escritura, es también una Palabra de Dios viva e inagotable que nos ha-
bla con un sentido nuevo en cada circunstancia de nuestra historia personal y colectiva.
Sin llegar al extremo de quererle dar una interpretación mágica, sí es verdad que una
misma palabra de Dios va tomando sentidos insospechados y a cada uno dice cosas dis-
tintas adaptándose a nuestras situaciones y vivencias.
3. NATURALEZA. También a través de ella Dios nos habla. Es como un libro abierto fácil
de leer cuando se tienen los ojos limpios. Su contemplación nos hace sentir la nostalgia
de la Belleza y Bondad infinita del Creador, al mismo tiempo que nos invita a señorear y
transformar el mundo para el servicio del hombre. Muchos santos y personas de oración
han sabido descubrirle en el mar, en las estrellas, los bosques, las mariposas y los pája-
ros. San Juan de la Cruz, herido por el amor, escuchaba en cada criatura un susurro que
intentaba balbucear el nombre de Dios: “Y todos cuantos vagan me van de ti mil gracias
refiriendo, y todos más me llagan y déjame muriendo un no sé qué que quedan balbu-
ciendo”.
San Ignacio de viejito golpeaba las flores con su bastón y les decía: calla, calla, ya sé lo
que me está diciendo, que tengo que amar a Dios
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Cuando el amor está encendido, todas las cosas le llevan a desear vehementemente
contemplar el rostro de Dios y saciarse de su belleza infinita.
En la formación es bueno para iniciar a los jóvenes en la contemplación, hacerles descu-
brir la belleza de la naturaleza que lleva hasta el Creador, las maravillas del cuerpo hu-
mano, la grandiosidad del universo…Puede ser el primer paso para entrar luego en el
conocimiento y amor a Jesucristo como la materia ordinaria de la oración.
[Ver CD sobre la caja de pinturas y las maravillas del cuerpo humano]
4. LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS. Son los grandes acontecimientos que caracterizan
una etapa de la historia: la pobreza institucionalizada de las grandes mayorías, el estado
de dependencia de los pueblos del Tercer mundo, la rebeldía de los jóvenes contra la co-
rrupción de la sociedad, la crisis del comunismo y del capitalismo neoliberal. También se
puede descubrir en estos signos el plan salvífico de Dios.
5. LOS HERMANOS. Dios se hace presente de un modo especial en cada hermano. Al leer
el Evangelio nos llama la atención ver que los discípulos en varias ocasiones no supie-
ron reconocer al Señor cuando estaba presente. Los discípulos de Emaús estuvieron ha-
blando con El varias horas y no se dieron cuenta hasta el partir el pan. Se les presentó
como un peregrino cualquiera con tanta naturalidad…María Magdalena le buscaba de-
sesperadamente y El estaba allí junto al sepulcro; pero María le confundió con un horte-
lano. En un momento en que los Apóstoles estaban en peligro de naufragar y necesita-
ban al Señor; Jesús se hace presente y ellos se ponen a gritar “¡Un fantasma, un fan-
tasma!”. Hasta que les ha de decir “Soy yo, no teman”. Y otra vez, también en el mar,
después de una noche infructuosa, se les presenta un desconocido en la playa que pone
en evidencia su fracaso y les da consejos de cómo han de echar la red. Hasta que se
dio el milagro no le reconocieron.
“La mirada fija en el rostro del Señor no atenúa en el apóstol el compromiso por el hom-
bre, más bien lo potencia capacitándole para incidir mejor en la historia y liberarla de to-
do lo que la desfigura” (Exhort. VC, 75).
[Ver CD Carta de un amigo; Cómo no creer en Dios; Cascadas de Amor (2 partes); Catara-
tas de Iguazú (2 partes)]
Es la necesidad y el deseo de aquellos que se dedican a la vida activa, ocupados todo el día
en el trabajo apostólico. No pueden pasar largas horas en la contemplación retirada y, sin
embargo, pueden y necesitan encontrarse con el Señor en la misma marcha de su actividad
continua. Una actividad asumida por amor al Señor y orientada a la edificación del Reino no
ha de ser una fuente de disipación y de alejamiento de Dios, aunque con frecuencia en la
práctica se da una verdadera dicotomía entre contemplación y acción. Ha de haber una ma-
nera de encontrar a Dios en la vida y de entrar en diálogo de amor con El.
Hay personas que han conseguido estar en una continua relación con Dios en medio de su
trabajo ordinario. La experiencia de Dios ha invadido ya toda su vida y se ha convertido en el
hilo conductor que da unidad y sentido a toda su existencia. S. Ignacio de Loyola, al fin de su
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vida, un día en que se sintió abierto a la confidencia, llamó al P. Gonzáles de Cámara y le
confesó que a lo largo de su vida siempre había ido “creciendo en devoción, es decir, en
facilidad de encontrar a Dios, y ahora más que en toda su vida. Y siempre y a cualquier hora
que quería encontrar a Dios lo encontraba” (Autobiografía 99). Era como haber llegado a una
cumbre después de una larga peregrinación. No había sido fácil conseguirlo; era más bien el
fruto de una gran sensibilidad espiritual que le hacía descubrir continuamente la presencia
amorosa de Dios y de una fidelidad en la respuesta que le llevó a “encontrar a Dios en to-
das las cosas”. Ignacio fue el místi co que consagró un modo nuevo de ser “contemplativo en
la acción”.
La oración en la vida es aquella oración continua que recomienda S. Pablo “oren sin intermi-
sión”. Pero, ¿acaso es posible orar cuando la atención está absorbida por mil realidades
concretas? ¿Cómo conseguir que toda la vida sea oración?
No se ha de pretender una continuidad material que nos haga dedicar todo el tiempo a rezar
abandonando nuestras obligaciones. Esto es lo que pretendió la secta de los Masilianos en
el siglo V. Pasaban el día recitando oraciones y sin trabajar y, al atardecer, invadían las ca-
lles para pedir limosna. El Papa los condenó como herejes. Cierto que algunos han vivido
con éxito esta oración continua, como el “peregrino ruso” que repetía sin cesar “Jesús, Hijo
de Dios, ten compasión de mí” hasta que la oración se hizo en él un hábito ininterrumpido. Y
puede ayudar este método para iniciarse en un estilo de oración. Pero no es posible a quien
está ocupado en un trabajo apostólico usarlo de un modo habitual.
Tampoco se puede pretender una continuidad psicológica teniendo siempre la mente fija en
Dios, o rellenando todos los huecos con jaculatorias. Esto no es posible hacerlo por mucho
tiempo sin poner en peligro la salud mental y sin impedir la seriedad del trabajo.
Entonces, ¿dónde está la solución? Creo que hay que buscarla en el campo de la afectivi-
dad. Se trata de lograr la “conversión afectiva”, que es un paso trascendental en la
vida de oración. Es el que conduce a la experiencia habitual de Dios en la vida. Esto se da
en el momento en que el amor ha invadido ya el corazón y la persona queda totalmente ab-
sorbida por los intereses del Reino de Dios. Y todas las otras cosas se van integrando en el
Amor único que lo llena todo. Y entonces crece la sed de Dios y el deseo de entregarse al
servicio de los hermanos.
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1. Contemplación y acción
La Exhortación V. C., 74 con palabras de S. Alberto Magno describe este estilo de oración:
“se ha de saber que como el buen orden de la vida consiste en tender de la vida activa a la
contemplativa, también por lo general el alma vuelve útilmente de la vida contemplativa a la
activa para realizar con mayor perfección la vida activa, por lo mismo que la vida contempla-
tiva enfervoriza a la activa”. Y con palabra de S. Agustín invita a pasar de la contemplación
a la acción. A Pedro que extasiado ante la luz de la Transfiguración exclama “Señor, bueno
es estarnos aquí”, le invita a volver a los caminos del mundo para continuar sirviendo al
Reino de Dios. “Desciende, Pedro, tú que deseabas descansar en el monte, desciende y
predica la Palabra, insiste a tiempo y destiempo, arguye y exhorta, increpa con toda longa-
nimidad y doctrina. Trabaja, suda, padece algunos tormentos a fin de llegar, por el brillo y
hermosura de las obras hechas en caridad a poseer eso que simbolizan los blancos vestido
del Señor”.
Este proceso sin duda es necesario; no se puede pretender un apostolado fecundo sin una
fuerte experiencia de Dios. Lo contrario sería pronunciar palabras huecas y dar manotazos
al aire. Es necesario, pero no parece suficiente para quien tiene una vocación de vida acti-
va. Aquí todavía se da una dicotomía de fondo: hay un tiempo para el encuentro con Dios y
otro para el encuentro con el hombre; un tiempo para llenar los depósitos y otro para despa-
rramar el agua. ¿No es posible encontrarse con Dios al encontrase con el hermano? ¿No
está Dios presente en la realidad de la vida y en los acontecimientos de la historia? ¿No
nos revelará el Señor en el último día que era El encarcelado y el enfermo al que visitamos?
Por eso se requiere dar un paso más.
2. Contemplativo en la acción
Lo que se busca es integrar la contemplación y la acción como una sola cosa. La oración no
puede estar separada de la vida. Si Dios está presente en
las personas y en los acontecimientos, ha de haber un
modo de encontrarse con El también en el mundo. No es
preciso huir a la soledad como si sólo habitara en el de-
sierto. También está en el bullicio de la vida, aunque tal
vez resulte más difícil descubrirlo y se requiere tener el
oído más fino. Es el arte de “encontrar a Dios en todas las
cosas” o, lo que es lo mismo, “ser contemplativo en la ac-
ción”. La acción apostólica, la dedicación a hacer el bien, el trabajo en favor de los demás es
el lugar privilegiado del encuentro con Dios.
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La Exhortación V.C. 74 insinúa este modo de oración típico de la vida activa, con palabras
de San Ignacio, al hablar de “cultivar una sólida espiritualidad de acción viendo a Dios en
todas las cosas y a todas las cosas en Dios”, pero no lo desarrolla de un modo concreto.
Creo necesario hacerlo.
En el proceso de una auténtica vida de oración se van acercando cada vez más la unión con
Dios y la vida. Esta unidad la va realizando el amor. El amor traspasa las barreras de la
hora formal de contemplación para invadir todas las horas del día. Entonces se llega a “orar
sin intermisión”. La vida toda se convierte en materia de contemplación para descubrir a Dios
amorosamente presente en ella, y la contemplación se desplaza a la vida para unirse con
Dios que realiza en ella la historia de salvación. Entonces el encuentro con Dios no absorbe
la atención que ha de ponerse en las personas y en el trabajo apostólico, pero su presencia
es como una música de fondo que acompaña y da sentido a todo. Y en ciertos instantes,
brevísimos como un “flash”, se convierte en un diálogo explícito de amor sin palabras. Como
en el caso de la madre respecto de su hijo, cualquier acontecimiento hace brotar el amor
encendido en el corazón.
Esta experiencia tiene como tres momentos:
El primero consiste en descubrir la presencia amorosa de
Dios de una manera difusa como quien ha advertido que “tu
Amigo está aquí y te llama”.
En un segundo momento se entra en un diálogo instantá-
neo de amor con El.
Y al fin se continúa en la acción colaborando en la obra salvífica que El está realizando en
la historia y en cada persona. Así, contemplación y acción se han hecho una misma cosa.
A Dios se le puede encontrar en todo, especialmente en los lugares antes mencionados: la
Escritura, la naturaleza, los signos de los tiempos, los hermanos, mi interior…pero para el
apóstol el lugar más adecuado para el encuentro es la acción evangelizadora.
3. Contemplativo en la liberación
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La clave para ser contemplativo en la acción no está en usar técnicas ocultas para acordarse
de la presencia de Dios o en dar con un método excepcional, una especie de “assimil”, para
conseguirlo en quince días. Claro que estas cosas ayudan; pero el secreto está en algo más
profundo, en la limpieza de corazón: “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos
verán a Dios”. Y lo verán no sólo en el cielo, sino en la tierra. Serán capaces de encontrarle
en todas las cosas y personas. El mundo se les hará transparente y le descubrirá el rostro de
Dios.
Tener limpio el corazón significa tener una sola mirada, una sola intención, orientada exclu-
sivamente a buscar el Reino de Dios. Con frecuencia las segundas intenciones egoístas se
adhieren aun a nuestras mejores obras. Hago una limosna, pero miro de reojo para advertir
si alguien me ha visto para que se den cuenta de que soy bueno (Cfr. Mt 6,2). Tener limpio el
corazón es lo mismo que “ser persona de toda confianza”. La persona de la que podemos
fiarnos plenamente es aquella que sabemos no nos hará ningún daño, que nunca nos trai-
cionará, que no se aprovechará de las ocasiones en su favor porque no tiene intereses ni
ambiciones personales y lo único que pretende es servir y hacer el bien.
Tener limpio el corazón significa negarse a sí mismo en todo lo que es contrario al amor, es
negar el egoísmo para “en todo amar y servir”.
Por eso, un paso trascendental en la vida de oración es la “conversión afectiva”. Es el mo-
mento en que el amor de Dios y del hermano ha invadido ya el corazón y toda la persona ha
quedado absorbida por los intereses del Reino de Dios. Y todas las otras cosas se van inte-
grando en el Amor único que lo llena todo. Esta actitud es la que conduce a la experiencia
habitual de Dios en la vida.
Dicho con una frase de San Ignacio, el estado de amor se vive cuando “se ama a Dios en
todas las cosas y todas las cosas en Dios” En la primera parte de la
frase, las cosas y personas son una ocasión para encontrarse con Dios
y amarle en ellas. Pero esto podría parecer un menosprecio de las per-
sonas y cosas. Se ha de completar con la segunda parte de amar a to-
das las personas y cosas en Dios.Ellas son el objeto directo de mi amor,
pero “en Dios”, es decir, Dios es el Amor con mayúsculas y todas las
personas y cosas han de estar en conexión con el amor de Dios, sin que
pretenda sustituirlo ni separarme de El. Son los amores con minúscula.
Esto supone ya vivir en el estado de amor de que hablábamos y esto, a su vez, supone ordi-
nariamente muchas horas de vuelo en la oración y mucha limpieza de corazón. Un amor
“desordenado” es el que se desconecta del Amor de Dios buscando la propia satisfacción o
huyendo de una repugnancia al sacrificio. En conclusión, para ser contemplativo también en
la acción, antes hay que ser contemplativo en la contemplación.
Ahora bien, ¿cómo conocer si en mí se ha realizado ya la conversión afectiva? No es difícil
comprobarlo. En los momentos de sosiego, en que no tengo una preocupación inmediata,
¿a dónde vuela espontáneamente el corazón? Si mi corazón vuela a mí para mí, de mí, con-
migo, alrededor de mí…es que no se ha realizado la conversión. Yo sigo siendo el centro
del universo. O puede ser que sí se haya dado la conversión, pero tal vez el corazón esté
enredado temporalmente en un amor desordenado que impide la intimidad con Dios.
Si se realizó esta conversión, el corazón vuela espontáneamente a Dios o a personas y co-
sas relacionadas con Él. S. Juan de la Cruz pone la comparación de la paloma del Arca de
Noé. Cuando la soltaron, buscó dónde posarse y no encontró sino agua y tuvo que volverse
al Arca. Así la persona en quien se ha obrado esta transformación afectiva, vuelve conti-
nuamente a Dios en quien encuentra su centro y su descanso. Siente como un magnetismo
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sutil que le atrae hacia El y busca ocasiones de gustar su presencia y le va encontrando en
todos y en todo.
D. MODELOS DE CONTEMPLATIVOS EN LA ACCIÓN
Un modelo es el Beato Pedro Fabro, S.I., compañero de S. Ignacio. Todo le hacía entrar en
contacto con Dios. Un día cuando intentaba hacer oración, estaban arreglando el reloj de la
catedral y las campanadas continuas le impedían concentrarse. Hasta que pensó que él era
ese reloj descompuesto y comenzó a pedirle al Señor que le pusiera las saetas a la hora,
ayudándole a sujetarse de su voluntad. Una vez por la calle, un señor le pidió confesión
porque necesitaba “un barrido general” y Fabro le pidió a Dios ser una bue na escoba que
limpia sin quedarse ella con la suciedad. Porque a veces en las confesiones le venía la ten-
tación de pensar "esto también a mí me habría gustado". "Señor, que no me quede con la
basurita". Recorriendo a pie los caminos de Alemania, al ver los campos de trigo dorados
para la siega, daba gracias a Dios por todos los que iban a comer de ese pan, pensando que
seguramente el dueño se habría olvidado de agradecérselo. Otra vez tenía una cita con el
Emperador, pero el portero no le daba el paso. Comenzó a impacientarse hasta que al fin se
puso a dialogar con el Señor pidiéndole que cuando llamase a la puerta del cielo no le hicie-
se esperar. Luego le pidió también por ese portero tan antipático, que en el cielo le tratasen
mejor de lo que le había tratado a él.
Esta experiencia continua es también la que tuvo San Pablo. Para él la oración brotaba de
la vida, del trato concreto con los hermanos, de la acogida de los fieles, del progreso de la fe
en las comunidades, de la oposición de los adversarios. Los acontecimientos favorables
eran un motivo de dar gracias a Dios (Fil 1,3-5; Col 1,3-5; 1Cor 1,4; 1Tes 3, 10, etc.). La
noticia de contrariedades le causaba preocupación y le hacía acudir a la oración de petición
(2Tes 1,11-12; 1Tes 3, 10, etc.). Otras veces, al recordar a los miembros de una Iglesia, le
hacía recorrer ante el Señor todos los nombres de aquellos que constituían sus relaciones
por razón del Reino (Cfr. Rom 16). En Pablo no había dicotomía entre vida y oración. El lle-
vaba dentro el amor a Cristo, por quien trabajaba y sufría, y con cualquier ocasión se mani-
festaba.
Y esta fue la experiencia continua de Dios que tuvo de Jesús. El fue el mayor contemplati-
vo. A El los pájaros y los lirios del campo le hablaban del Padre, los sembradores y viñadores
le recordaban el Reino de Dios. Y aun los salteadores de camino le inspiraban para hablar
de la caridad con el prójimo. De El se puede decir, con mayor razón que de Moisés (Hebr
11,27) que “caminaba como si viera al Invisible”. Jesucristo nos muestra cómo toda nuestra
vida está llamada a convertirse en experiencia de Dios.
Para llegar a ser “hombre o mujer de oración” se requiere tener limpio el corazón y un amor
apasionado a Cristo y a la humanidad. Pero, sobre todo, se requiere una profunda experien-
cia de Dios personal, prolongada, habitual para la que se reserva la mejor hora del día. Ya
al principio de la formación hay que propiciar una experiencia “violenta” de Dios que rom-
pa con una vida centrada en el egoísmo para entrar decididamente en una vida nueva cen-
trada en el amor. No basta una oración de “pajarito” a base de rezos y de actos piadosos
que no toca la vida. Ha de ser oración de “vaca” que, luego de pastar hierba y ramonea r, se
tumba en tierra para rumiar lentamente. Esto produce una carne sabrosa, una vida espiri-
tual sólida y dinámica, resultado de una contemplación habitual transformante.
VII. LA EXPE RIE NCIA DE DIOS EN LA VIDA COMUNITAR IA Y EN LA MISIÓN APOS TÓLICA
No voy a desarrollar aquí estos dos temas, pero sí quiero notar que los dos entran directa-
mente en el de la Experiencia de Dios.
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Con facilidad descubrimos la presencia de Dios en la naturaleza o en los acontecimientos o
en los pobres y no se nos ocurre buscarle y encontrarle en las personas con las que convi-
vimos y en aquellas por las que trabajamos. Son dos campos privilegiados y es de gran im-
portancia descubrir y experimentar la presencia amorosa de Dios.
A. LA VIDA C OMUNITARIA
En el último día, Dios nos hará la gran revelación, que aquel que me pedía un vaso de agua
o que estaba en la cárcel, era El. También nos dirá que la persona que estaba en la misma
comunidad conmigo y que necesitaba que alguien le comprendiera y le apreciara era El, y yo
pasé años bajo el mismo techo y nunca me preocupé de ayudarle a ser más feliz o de escu-
charle, de conocer sus riquezas interiores, sus preocupaciones por su familia, su vivencia
espiritual, su vocación.
El trato era respetuoso y educado, pero lo único que me interesaba de él o ella eran los sen-
timientos de atracción o repugnancia que suscitaba en mí. Nunca llegó a haber un amor fra-
terno entre los dos y menos aún el cariño de un amigo/amiga. Descubrimos su presencia
perfumada en una flor y no se nos ocurre pensar que cuando un compañero nos pide un
favor, es Jesús quien nos lo pide.
Llegar a tener esta experiencia supone un alto grado de fe y un amor que nos hace capaces
de sumergirnos en el mundo subjetivo del otro. Es decir, que en muchas ocasiones el su-
perar los problemas de relación con los demás, sólo se consigue cuando se es capaz de
descubrir la presencia amorosa de Dios en cada persona. Y cuando esto es lo decisivo en mi
vida y cuando esta vivencia es tan fuerte que me hace pasar por encima de mi emotividad y
de mis rechazos o atractivos instintivos.
En la vida comunitaria tenemos un amplio campo para descubrir la presencia de Dios –
atractiva o antipática- que reclama de nosotros, cariño, paciencia, empatía, comprensión y
nos exige poner a las personas por encima de las cosas importantes que tenemos que ha-
cer.
En la vida comunitaria es fácil distinguir quiénes han logrado salir de sí mismos para entre-
garse a Dios y a los demás. Esos problemas infantiles que todavía encontramos en algunas
comunidades, como personas que no se hablan, o que no aceptan ninguna observación de
nadie o que no tienen dominio de su carácter…manifiestan que el amor aún no ha penetrado
profundamente en su corazón.
B. EXPER IENCIA DE DIOS EN EL APOSTOLADO
Es más fácil encontrarle en el pobre, en el enfermo, en los grupos juveniles, en los catequis-
tas. Y es un encuentro generalmente gozoso, cuando uno ve el bien que está haciendo a los
demás y al comprobar el agradecimiento que me manifiestan.
Pero tiene también momentos de cansancio, de aburrimiento, sentimientos de desánimo
cuando no responden a mi entrega y esfuerzo. O cuando tengo algún fracaso o desengaño
de personas. Entonces es cuando tengo que saber interpretar los acontecimientos desde la
visión de la Providencia que actúa en mi vida siempre en orden a la salvación y no según
mis criterios humanos o mundanos. Entonces es cuando tengo que poner en marcha los
resortes de la fe y el amor que son los únicos capaces de ayudarme a seguir adelante sin
volver la vista atrás.
52
TERCER A PARTE
FOR MAS DE ORACIÓN
En esta última parte se ofrecen diversos modos de orar partiendo de las cualidades y dispo-
sición de cada uno. Hay quienes tienen una poderosa imaginación o mucho sentimiento, en
otros prevalece el entendimiento o la memoria. Por eso al presentar diversos métodos de
oración lo hacemos pensando en la diversidad de modos de ser. Y también hemos de tener
presente que una misma persona, según su estado de ánimo, o por buscar otros caminos,
verá que es más provechoso un modo de orar u otro.
No se trata de hacer funcionar estas capacidades como si tratara de hacer funcionar una
grabadora: se aprieta un botón y funciona la imaginación, otro botón y brotan los sentimien-
tos…, sino más bien de tomar conciencia del camino que más me ayuda para encontrarme
con el Señor.
Por eso ordenamos los métodos según los aspectos más fundamentales de la persona. Se
puede ir probando cuál me ayuda más, pero siempre con libertad de espíritu. No es el hom-
bre para el método, sino el método para el hombre. Según esto, iremos siguiendo diversos
aspectos de la persona para la oración personal en la soledad y en la vida y al fin también
propondremos métodos para la oración comunitaria.
I. NIVELES:
1. Nivel muscular y corporal
2. Nivel respiratorio
3. Nivel sentimental-emocional
4. Nivel imaginación
5. Nivel entendimiento
6. Combinación de imaginación-entendimiento
7. Oración vocal
8. Mis constantes en la oración
9. Los métodos Ignacianos en los ejercicios.
II. VAR IAS FOR MAS Y CONTENIDO DE LA ORAC IÓN PER SONAL O COMUNITARIA
NOTA: Adjunto un CD donde se incluyen abundantes presentaciones para ayudarnos a am-
bientarnos para entrar en la oración, otros que nos ofrecen un contenido apto para meditar-
lo o contemplarlo, por ejemplo sobre: la Creación, el pecado, el perdón, Jesús Amigo, la
amistad fraterna, la visión positiva de la vida, los beneficios de Dios y el agradeci-
miento, etc.
MÉ TODOS DE OR ACIÓN
Se trata de franquear el umbral del cuerpo o superar las resistencias corporales para seguir
su armonización de modo que ayuden a la oración. Y una vez pacificado el cuerpo emplear
sus posibilidades para orar a través de ellas.
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Algunos Santos se han servido mucho de lo corporal, especialmente San Ignacio en los
ejercicios, en que nos enseña a usar la vista, la luz, los movimientos de reverencia, posturas
corporales, comida o ayunos, etc. También Santa Teresa habla de que el cuerpo en la ora-
ción de quietud "no osa bullirse ni menearse”. Simeón el Teólogo aconseja: "Siéntate en un
lugar retirado. Solo, en un rincón, cierra tu puerta, concentra tu inteligencia, aparta de ella
todo objeto temporal o vano, apoya fuertemente tu barbilla contra tu pecho, retén un poco tu
respiración, haz descender tu inteligencia hasta tu corazón, al mismo tiempo que deberás
dirigir hacia él los ojos de tu cuerpo y presta atención a lo que ocurrirá".
a. Pacificación muscular
La tensión muscular dificulta la oración y antes hay que conseguir la distensión de todos
los músculos.
Ejercicio 1
Elegir una posición de reposo para la meditación . Ojos cerrados o fijos en un lugar cercano,
atención concentrada en las propias sensaciones. Caer en la cuenta del roce de tu ropa en
los hombros. Sentir la espalda en contacto con el respaldo de la silla. Percibe la sensación
de tus manos en contacto una con la otra, los latidos del corazón, la presión de tus muslos y
las nalgas sobre la silla, la sensación de los pies al tocar los zapatos. Seguir de nuevo todas
las sensaciones del cuerpo de arriba abajo y reposar brevemente en cada una de ellas, per-
cibiendo sus sensaciones. Puede extenderse al ambiente, calor, frío, brisa.
El efecto es la sorpresa de comprobar que había una serie de pequeñas tensiones escondi-
das en los músculos. Y luego al centrar la atención en cada una de las partes, se produce
una distensión. Es vivir el presente y no el pasado, ni el futuro. Y esto ayuda a la pacifica-
ción.
Ejercicio 2
Puedo inventar mis propios gestos para expresar: ADORACION, ALABANZA, AGRADECI-
MIENTO, ARREPENTIMIENTO, PETICION, ANHELOS, MIS SENTIMIENTOS ACTUALES.
Puedo dar también movimiento a mi cuerpo en forma de una "danza ritual".
2. Nivel respiratorio
a. Pacificación de la respiración
Ejercicio 3
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Se trata de una breve tranquilización del ritmo respiratorio, pero sin hacer ejercicios de respi-
ración profunda. No hay que cambiar el modo de respirar, sino sólo observarlo. Ponte a per-
cibir tu respiración, el aire cuando entra y sale por tus fosas nasales. Advierte en qué parte
de las fosas nasales sientes el contacto del aire cuando inspiras y en qué parte cuando espi-
ras.
Hazte, consciente del calor o frío del aire... Su frío cuando entra, su calor cuando sale. La
cantidad de aire que entra por una fosa tal vez es mayor que por la otra. Presta atención al
sutilísimo y ligero tacto del aire en tus fosas nasales cuando entra y cuando sale. Seguir du-
rante unos cinco minutos.
Ejercicio 4
Presencia de Dios al inspirar, purificación al espirar . Piensa que el aire que respiras está
cargado del poder y de la presencia de Dios. Concibe el aire como un océano inmenso colo-
reado por el ser de Dios que te envuelve. Cuando introduces el aire estás introduciendo en ti
a Dios. Es el espíritu de Dios (Spíritus=aire, aliento). Llena tus pulmones de energía divina.
Cuando espiras, piensa que expulsas todas las impurezas que anidan dentro de ti, tus temo-
res, tus resentimientos, tus heridas afectivas, tus sentimientos de culpa, tus preocupacio-
nes...
Ejercicio 5
Expresar anhelo, entrega, alabanza, amor... Exprésate con Dios mediante la respiración, sin
palabras. Son vivencias o sentimientos simples y profundos. Por ejemplo: "Dios mío, tengo
ansias de Ti", o bien: "Te amo con toda mí alma", o bien: "Penetra en mi y transfórmame", o
bien: "Gracias, mi Señor"...
3. Nivel sentimental-emocional
También las emociones y sentimientos transitorios tienen importancia, sea para estorbar o
para ayudar a la oración.
Si los sentimientos son fuertes (una mala noticia, una gran alegría, la muerte de un parien-
te…) Es inútil querer ahogarlos u olvidarlos. Lo mejor es conver tir estos sentimientos en ora-
ción. Partir de ellos e iluminarlos con la fe o con la Palabra de Dios.
Si son pequeñas emociones, hay que usar los mismos principios que para la pacificación
corporal. Estos sutiles sentimientos o pequeñas tensiones emocionales se colocan medio
ocultos en terrenos no muy conscientes y desde allí bombardean la armonía de la personali-
dad y le impiden entrar en oración.
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Por ejemplo: una conversación en la que no hemos logrado expresarnos debidamente, un
olvido que me da rabia, una compra mal hecha, tener que preparar una clase…
Ejercicio 6
Repetirme a mí mismo frases o palabras que expresen el estado de ánimo que quiero con-
seguir: "Estoy tranquilo y sereno"; “Me encuentro enteramente en paz"; "Nada me preocupa”.
Ejercicio 7
Para las personas que poseen suficiente información visual : Visualizar un lago límpido y
tranquilo. Identificar mi estado de ánimo con las aguas de ese lago. Si se percibe alguna
oscilación sentimental, dejar que se manifieste en la superficie del agua en forma de peque-
ños rizos de las olas o en un oleaje.
Entonces con un acto de voluntad consciente, pacificar y tranquilizar la superficie del lago
hasta conseguir la calma total y volver a ver la superficie tersa y el horizonte extendiéndose
hasta el infinito.
Ejercicio 8
Dirigir la atención hacia mi estado sentimental actual . Como quien se limita a comprobar la
decoración de una habitación oscura enfocando sus rincones con una linterna. Se trata de
comprobar simplemente y sin hacer ningún juicio, mis propios sentimientos, como quien lo
contempla desde fuera. La simple atención puede hacer desaparecer los sentimientos o al
menos, quitarles su fuerza.
A algunos puede producirles mayor efecto si, además, expresan verbalmente su situación:
“Ahora estoy levemente intranquilo, ansioso, triste, contento... por causa de..."
4. Nivel imaginación
No hay que considerarlo como de orden inferior o infantil. Hoy estamos en la época de la
imagen. Hay que aprovecharla para la oración. Jesús usó mucho la imagen en la predicación
de las realidades del Reino: La mujer que barre la casa para encontrar la moneda, el tesoro
enterrado, los ladrones que asaltan al caminante, reyes y ejércitos para entablar batalla, es-
cenas de siervos y señores, chicas con lámparas encendidas, escenas de banquete orienta-
les con música y danzas, visión del juicio universal …
A veces hasta nos presenta "primeros planos": el sarmiento que se seca y arde, la semilla de
mostaza que se abre y crece, un remiendo de tela nueva en pafio viejo, una perla en manos
del mercader maravillado, un grano de trigo que muere en la tierra, unos gorriones vendidos
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en el mercado, los perros que lamen las heridas del mendigo, la luz encendida en el cande-
lero... Cada una de estas imágenes ya puede dar lugar a un tiempo de oración.
También en los salmos se privilegia mucho la imagen, por ejemplo: Sal. 79 (80) "Les diste a
comer llanto..." Los profetas también privilegian la imagen.
Procurar representarse la escena con la mayor viveza posible, con los detalles que impre-
sionan. Penetrar en la escena "como si me hallase presente ", tomando parte activa, “vivien-
do” la escena. Es más, procurando reproducir en mí los mismos sentimientos, actitudes,
pensamientos, palabras... de la persona sobre la que medito frente a la situación en que se
encuentra.
La imagen será tanto más eficaz cuanto más asociada esté a un sentimiento, cuanto más
suscite mi afinidad. Por eso, cuanto más lento sea el ritmo en que se proponen las imáge-
nes, más profundamente penetrarán. Y así mismo el aplicar los sentidos sobre la misma
escena hará que se saboree desde todos los aspectos.
Ejercicio 9
Imaginar el lugar en que experimenté a Dios . Captar todos los detalles, los objetos, los colo-
res, tocarlos, oler. Concentrarme en lo que sentí en aquella ocasión procurando gustarlo,
actualizarlo.
Esto se puede aplicar a reproducir -en cuanto es posible- las experiencias fuertes
que he tenido en un retiro espiritual.
Ejercicio 10
Imaginar el lugar donde puedo encontrar más fácilmente a Dios . El lugar influye en la calidad
de la oración. Muchos santos encontraban a Dios en la naturaleza. Imaginar, por ejemplo,
una playa, la orilla de un río, la cima de una montaña (Jesús iba a orar en el monte), un tem-
plo silencioso, un jardín perfumado, una terraza desde donde se contemplan las estrellas,
nieves perpetuas... Y dejar que brote la oración del corazón.
Ejercicio 11
Los misterios gozosos de mi vida . Muchos tienen tendencia a recordar las cosas negativas
de su vida. Podemos encontrar más fácilmente a Dios en los recuerdos gozosos. Todos lle-
vamos un álbum de fotografías en el cerebro. Abro este álbum y busco alguna escena en
que me haya sentido profundamente amado. ¿Cómo me expresaron ese amor? Palabras,
miradas, gestos, ¿algún servicio? ¿una carta? ¿Quién? Prolongar esta escena hasta expe-
rimentar algo del gozo que sentí entonces. Puede ser el día en que llegué a cumplir un gran
deseo: la promoción de bachiller, el día de los votos, un encuentro después de larga ausen-
cia, un regalo muy deseado, un gesto de mi madre…
Este ejercicio rompe la resistencia que muchos ponen a la experiencia del amor y del gozo,
ayuda a superar el sentimiento de nulidad o de culpa. Sentirme intensamente amado me
hace ver que soy persona digna de ser amada. Sobre todo, en este amor he de reconocer la
PRESENCIA DEL SEÑOR. ¿De qué modo está presente?
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Ejercicio 12
Los misterios dolorosos de mi vida . Muchos llevan heridas del pasado en su corazón que
siguen influyendo porque no han sido integradas: tristeza por la muerte de su madre, un
amigo que me falló, una superiora que me humilló, un susto grande que tuve de niño, senti-
miento de culpa... Es bueno volver a los acontecimientos que produjeron la herida, pero esta
vez de un modo diferente, reconociendo la PRESENCIA AMOROSA DEL SEÑOR
Reproducir la escena con vigor y examinar los sentimientos que surgen en mí. Tal vez en un
primer momento siento rabia deseos de echárselo en cara al Señor. Hazlo, desahógate con
El. Puede ayudar imaginar al mismo Señor participando en la escena. Procura desprenderte
de lo que causa a tu sufrimiento actual hasta que puedas contemplar de frente y en paz esa
realidad. Y luego hasta que seas capaz de perdonar o de aceptarlo sin miedo.
Ejercicio 13
Imaginar a CRISTO LUZ DEL MUNDO. Evocar el paisaje de la salida o de la puesta de sol.
Fijar la atención en el sol, su color, su intensidad, el modo como ilumina las montañas, los
árboles, las casas ... Permanecer así unos minutos y luego comenzar a escuchar, surgiendo
de la misma luz del sol, la Palabra de Cristo "Yo soy la Luz del mundo" y repetir lentamente
esas palabras al mismo tiempo que contemplo la escena.
Ejercicio 14
Imaginar a CRISTO, AGUA VIVA. Visualizar un lugar tranquilo donde aparezca agua en es-
tado de reposo (lago, mar...) o bien en forma de fuente, de catarata. Fijar la atención deteni-
damente en esa agua: su pureza, su transparencia, su claridad y nitidez. Permanecer así
unos minutos y luego escuchar, como surgiendo del agua, la Palabra de Cristo, "El que ten-
ga sed que venga a Mí y beba” Y repetir lo lentamente.
Ejercicio 15
Visualizar los NOMBRES DE CRISTO. Tal como en los Ejercicios anteriores, fijar la aten-
ción en algunos de los nombres de Cristo que aparecen en la Escritura, escoger aquel que
más me atrae. Raíz (Is 11:1); Flor (Ibid); Retoño (Ez 17:23); Astro (Nm 24:17); Nube (Is.
45:48); León (Gen. 49:9); Piedra (Lc 20:17); Roca (1 Co 10:4); Fuego (Hb. 21:29) Altar (Hb
13:10); Cordero (Jn 1:29); Pastor (Jn 10:11); Vid (Jn 15:1); Camino (Jn 14:6) Pan (Jn 6:35);
Sol naciente (Lc 1:78); Puerta (Jn 10:7); Nardo (Ct 1:12); Flor de la llanura (Ct 2:1); Lirio (Ct
2:1); Manzano (Ct 2:3); Cervatillo (Ct 2:9); Gacela (Ibid); Palmera (Cat 7:7)-, Árbol de la vida
(Is 65:22); Bebida (1 Cor 10:4); Fuente (Ap 21:6); Templo (Jn 2:20); etc.
5. Nivel entendimiento
Ejercicio 16
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Puede ayudarnos la IMAGEN DEL PASTOR en pie y apoyado en su cayado que vigila aten-
tamente su rebaño: “se desplaza de acá para allá, pero el pastor permanece inmóvil y vigi-
lante sin abandonar su actitud de vigilancia activa ”. No se trata de no pensar nada, sino de
mirar tranquilamente lo que pienso, como el pastor mira las ovejas sin moverse. Son las "dis-
tracciones" (pensamientos o imágenes) que se disipan al poner mi atención en ellas, impar-
cialmente, como desde fuera.
O la imagen del HOMBRE JUNTO AL RIO, sentado a la orilla contempla la corriente y las
briznas de yerba o los tronquitos que pasan, pero él sigue sentado y tranquilo.
O la imagen del AMA DE CASA EN LA VENTANA que interrumpe su labor por un momento
para contemplar desde la ventana cómo desfilan por la calle los peatones, los carros. Al fijar
la atención en mis propios pensamientos, se disipan y vuelve la calma interior.
Ejercicio 17
Oración escrita. Consiste en escribir aquello que deseo decir al Señor. Es muy útil para con-
centrar la atención en momentos de mucha dispersión o de especial sequedad. Además
puede servirme para orar en otra ocasión.
Se trata de usar el entendimiento para “pescar” la verdad de la Palabra, buscando los diver-
sos sentidos que puede tener una frase, desentrañando el texto desde distintos puntos de
vista. Esto se puede hacer sobre diversos textos y especialmente sobre aquellos más den-
sos de contenido. Por ejemplo; frases del Evangelio: "Ven y sígueme", “vengan y vean", "les
haré pescadores de hombres", "apacienta mis ovejas", "¿Quien dicen que soy yo?", "¿Quie-
res ser curado?", "El Padre y yo somos uno", “el que tenga sed que venga a mi y beba”…
Pero sobre todo sirve para desentrañar los diversos aspectos y sentidos de un texto.
Ejercicio 18
La multiplicación de los Panes (Mc 6:30-44), Fijarse en las PERSONAS de la escena y ver
sus actitudes interiores: Jesús, los discípulos, la muchedumbre, un niño.
Detenerse luego en las PALABRAS que dicen: "el lugar es despoblado... despídelos" "denles
USTEDES de comer”...
Atender luego a las ACCIONES para eso subrayar los verbos: “contaron, habían hecho,
vengan, descansar, comer, llegaron, vio, sintió compasión, enseñarles, com pren, sentarse...”
También los SENTIMIENTOS: sintió compasión, mal humor “despídelos” indignación: “¿te-
nemos que ir nosotros a comprar pan?”, simpatía “largamente”, satisfacción: comieron to-
dos", etc.
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Ejercicio 19
LECTIO. Se lee lentamente el texto del Evangelio, de un Salmo, del libro de la sabiduría, etc.
y se destaca las palabras que impresionan. Puede ayudar, subrayarlas. Así toman relieve y
captan nuestra atención. Por ejemplo: “Mi alma tiene sed de ti”.
MEDITATIO. Se trata de repetir la frase con la boca y el corazón. Muchas veces, despacio,
gustando su sentido hasta quedar saciado.
ORATIO. Sobre ese texto, brota un diálogo espontáneo con Dios, con diversas expresiones:
Mi alma, todo mi ser: Entendimiento que busca tu verdad, mi corazón que no puede vivir sin
ti, mi cuerpo, desde mi soledad te deseo cada vez con más fuerza... He acudido a Ti con
frecuencia y no apagaste mi sed. Sed de amor, que es como una herida que no se cura.
Hasta cuando, Señor…
CONTEMPLATIO. Es detenerse en una vivencia simple, por ejemplo con la Persona de Je-
sús, o en adoración, o alabanza, silencio respetuoso...
Agotado el tema, puede escogerse otra frase o palabra y seguir el mismo proceso. De todos
modos, no es preciso seguir todos los pasos, puede simplificarse o ir directamente a la
ORATIO.
Centrar la atención en el interior de mí mismo y descubrir que aquí está el Señor dormido en
mi corazón, como en un templo. “¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu habita
en sus corazones?” (l Co 3:16). Descubrir a Dios en el misterio de mi vida, en los latidos del
corazón. El Padre, el Hijo y el Espíritu habitan en mí y se aman infinitamente. Me invitan a
entrar en esta corriente infinita de Amor y a ser transparencia de ese amor para mis herma-
nos: "Sacramento de su Amor", como lo fue Jesús.
Ejercicio 21
Ejercicio 22
Concienci a del futuro . Partiendo del presente, recorre los acontecimientos del día que tie-
nes ante ti y que probablemente sucederán: clases, encuentro con…
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Mirarlos objetivamente sin pretender corregirlos. Mirarlos luego como te gustaría que fuesen.
Descubre a Cristo presente en esos acontecimientos y ponte a dialogar con El en oración.
Ejercicio 23
Recordar una tras otra, a las personas que tienen especial significado para mí, con las que
me unen vínculos estrechos, que me han dejado especialmente marcado. Recordarlas con
detalle en alguna escena más vivencial para mí. Y reconocer LA PRESENCIA DEL SEÑOR
en ellas.
Es el Cristo resucitado al que reconocieron los discípulos de Emaús, María Magdalena, los
Apóstoles en el Tiberíades. A Dios no se le conoce directamente en las personas, sino que
se le RE-conoce cuando se le ha conocido antes en la intimidad y en los signos de partir el
pan, de oír su voz en mi nombre, de pescas milagrosas...
Ejercicio 25
Yo soy la Vid y ustedes los sarmientos, Cristo es la cabeza, nosotros los miembros. Al unir-
nos con la vid, nos unimos con los racimos y pámpanos. Al unirnos con la cabeza, queda-
mos unidos y trabados con todos los otros miembros.
Concentrarme y repetir interiormente: Ustedes son los sarmientos, ustedes son los miem-
bros de mi cuerpo e imaginarme unido y trabado con los demás hermanos:
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sentirnos unidos los miembros de mi comunidad;
sentirnos unidos los que estamos aquí;
sentirnos unidos los que formamos el Instituto, el barrio, la Iglesia…
sentirme también unido a ellos por la FE: en un mismo ideal, en el modo de pensar, en
los mismos sentimientos.
Tomarnos de la mano y sentir que, desde Cristo circula por todos la misma savia la misma
vida que fluye de la cabeza.
Ejercicio 26
62
Descubrir a Dios presente y amándonos desde LA NATURALEZA : En alguna planta o flor,
en los animales, en el cielo estre llado. Cómo EL da la vida, hace producir los frutos… En el
hombre: en las maravillas del entendimiento, de la libertad, de la capacidad de amar… Y
AGRADECER poniéndolo todo a su servicio y a la de los hombres.
7. Oración Vocal
La usamos con frecuencia al rezar el Padre Nuestro, el Rosario, los Laúdes o las
Vísperas... Se ha usado desde el principio en la Iglesia. Se usa en todas las
religiones. Pero siempre va acompañada de alguna manera de ora ción “mental”
porque se pone la atención en el sentido de las palabras o en el misterio que se
medita... Es más, para que la oración vocal no se convierta en rutina, se requiere
haber meditado antes el sentido de las palabras que se pronuncian.
Ejercicio 29
Escoger una oración como el Padre Nuestro, Ave María, oraciones de la mañana o noche, el
Rosario, un salmo... Recitarla despacio deteniéndose en cada palabra o en cada frase. Ve
repitiéndola. Si te distraes, vuelve de nuevo a concentrar la atención con tranquilidad. Luego
pasas a otra.
Otra modalidad puede ser concentrar la atención en el misterio que se contempla mientras
se van recitando las palabras. Por ejemplo, en el rezo del Rosario. Así mismo, en el Rosario
se pueden poner otros misterios de la vida de Jesús en vez de los tradicionales, o bien dedi-
car las cinco decenas a un mismo misterio, según la devoción o recitar más despacio un sólo
misterio durante un cuarto de hora.
Ejercicio 30
El Peregrino fue repitiendo esta frase centenares, miles de veces cada día hasta que fue
pasando de la boca al corazón para convertirse en "sonido interior" que estaba siempre co-
mo música de fondo y puede conducir hasta las regiones de la mística.
Aunque en nuestra vida activa no hay posibilidad de dedicar meses enteros a este ejercicio -
como el peregrino ruso-, sí es posible hacerlo en ciertos momentos del día y es un modo
sencillo de iniciarse en el hábito de oración.
Ejercicio 31
63
Una variante puede ser querer expresar un sentimiento mediante la pronunciación rítmica
del NOMBRE de Jesús, por ejemplo: ABANDONO, ENTREGA TOTAL, CONFIANZA, AMIS-
TAD AMOR...
Ejercicio 32
Después de los preámbulos como en el ejercicio anterior, poner a Jesús los nombres que
deseas. Por ejemplo: Jesús Maestro, Jesús Hermano, Jesús Camino, Jesús Testigo. Sean
bíblicos o no. Luego escuchar a Jesús que te pone nombres a ti. Terminar en un diálogo
tranquilo con Jesús.
Reflexionar sobre mis líneas de espiritualidad, las vivencias más constantes en mi oración.
Puede ser, por ejemplo, Dios es mi Padre, mi Papá; Jesús el Amigo; la realidad de un mun-
do injusto y la sed del trascendente, Dios es Amor; Jesús el Buen Pastor o el Buen Samari-
tano; la humildad y sencillez de los pobres...
Son las constantes en las que desemboca casi siempre mi oración. Ir concretando estas
vivencias y buscar una breve oración que las exprese. Y volver frecuentemente sobre ellas.
Volver sobre lo mismo no hay que considerarlo como un empobrecimiento, sino como una
profundización y simplificación de la vida de oración.
Todo lo dicho sobre métodos de oración se puede sintetizar en los métodos que da San Ig-
nacio en los ejercicios espirituales. En ellos se busca captar a toda persona con todas sus
posibilidades en la oración. También sirven para ser usados según los estados de ánimo o el
modo de ser o las situaciones espirituales.
Muchos la usan como el modo ordinario de hacer su oración a lo largo de su vida. O asumen
alguna parte de éste método. Consiste en escoger una escena de la vida de Cristo y revivirla
tomando parte activa en ella como si ocurriese en este momento. Es como una compenetra-
ción con el misterio y con la persona de Cristo. No se trata de seguir mecánicamente cada
paso como quien hace funcionar una grabadora, sino de poner en marcha todas mis faculta-
des y sensibilidad para entrar en un diálogo de amor con el Señor. Recorramos sus partes
sobre la escena del paralítico de la piscina (Jn 5:1-18).
1) Oración preparatoria que se antepone a cualquier oración: "que todas mis intenciones y
acciones se orienten al mayor servicio de Dios y de mis hermanos".
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3) PETICION. En ella se concentra el objetivo o fruto que deseo alcanzar de esta oración:
"conocimiento interno de Cristo que da salud a un enfermo para que más le ame y le si-
ga".
CUERPO DE LA CONTEMPLACIÓN
1) Contemplar la escena con la imaginación lo más vivamente posible (si me ayuda): Lu-
gar grande o pequeño, arquitectura; personas que hay, qué hacen, qué enfermedades
tienen. Mirar al paralítico. Ver a Jesús que se acerca; procura introducirte en la escena
como sí estuvieras presente.
2) Ver ahora las PERSONAS, pero no sólo en lo exterior, sino en sus actitudes, sentimien-
tos... El hombre enfermo. Jesús que se compadece. Los otros enfermos. Los discípulos.
Luego aplicármelo a mí: También yo estoy enfermo y necesito de Jesús.
3) Escuchar las PALABRAS que hablan: “¿Quieres curarte?”. “No tengo a nadie"; “Le-
vántate, toma tu camilla y anda”. Los judíos: “ La ley no permite que andes con una cami-
lla a cuestas en sábado”. Aplicármelo a mí: quiero curarme, pero no tengo a nadie.
4) Ver lo que HACEN, las acciones que realizan. Jesús imponiéndoles las manos. El en-
fermo saltando de alegría, cargando la camilla y saliendo ligero y feliz... Aplicármelo a
mí.
CONCLUSIÓN
DIÁLOGO con el Señor sobre todo lo vivido. (No hay que esperar al final para este diálogo,
sino en el momento en que se desee hacerlo y repetirlo. Es lo más importante de la oración).
Sacar algún PROPOSITO para mi vida. Es el momento del compromiso. Puede ser una
cosa concreta o bien en general. Lo que sí hay que procurar es que la contemplación no se
quede en el campo del mero sentimiento o en ideas vaporosas.
PREÁMBULOS
CUERPO DE LA MEDITACIÓN
Con la MEMORIA recordar la historia del pecado en el Antiguo Testamento, el primer peca-
do del hombre, el pecado del pueblo que se aparta continuamente de Dios. O el pecado so-
cial de nuestros días luego con el ENTENDIEMIENTO discurrir sobre la malicia y degrada-
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ción que supone, comparándome yo con Dios a quien ofendí, etc. Y con la VOLUNTAD
deseándome ser mejor y cambiar. Sintiéndome dolorido, deseo volver a la casa del Padre.
DIÁLOGO
Se basa en el principio ignaciano de que “No el mucho saber harta y satisface al alma, sino
el sentir y gustar de las cosas internamente”. Lo que guía nuestra vida son las vivencias más
profundas que van siendo cada vez más simples y unificadoras.
Después de los ejercicios, San Ignacio propone otros varios modos de hacer oración (EE.
nn. 238-248).
El PRIMER MODO de orar es una especie de examen de conciencia sobre diversos temas,
en un clima de oración. Por ejemplo, sobre los Mandamientos, sobre el uso de cada uno de
los sentidos corporales, las potencias del alma, las obligaciones de estado, los votos, las
bienaventuranzas.
Después de los preámbulos ya indicados se puede recorrer uno de estos temas, por ejem-
plo: mi vida. Fin para el que Dios me la ha dado. Uso que he hecho y estoy haciendo de ella.
Acción de gracias, pedir perdón. Propósito de usarla en adelante según el plan salvífico de
Dios.
La materia puede ser una oración vocal. Se puede tomar un Salmo, el Padre Nuestro, frases
evangélicas, himnos del Nuevo Testamento, etc.
Se detiene uno en cada palabra sin prisas, se desentraña su sentido, se hacen comparacio-
nes, se deja que broten los sentimientos. Cuando ya no se me ocurre nada más, paso a otra
palabra. Por ejemplo: "Si alguien tiene sed que venga a Mí y beba" (Jn 7:37).
Si alguien, sea pecador o justo, yo cuando soy fiel y cuando no amo. ¿Estás dispuesto, Se-
ñor, a aceptarme siempre?
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Tiene sed: Yo tengo sed, una sed insaciable, que nadie hasta ahora pudo satisfacer. A ve-
ces me has dado de beber, pero mi sed aun aumentó. Sed de verdad, de amor. Dame de
beber...
Después de recorrer todo el texto se recita toda la oración o texto meditado y uno se sor-
prende de encontrar nueva profundidad, nuevos matices, nuevas resonancias interiores.
Es una oración rítmica sobre el texto de una oración vocal. Se va recitando pausadamente al
compás de la respiración. Es una mezcla de oración vocal y mental. Resulta fácil aún en
momentos de cansancio o de dificultad de orar
A. MÉ TODO
1. Comenzar la reunión en clima de silencio externo par entrar en el silencio interior y escu-
char la voz del Espíritu.
2. Leer en voz alta un texto de la Biblia apropiado; (puede escogerse con anticipación, por
ejemplo: el del domingo siguiente, evitando el peli gro de “intelectualismo).
3. Dejar un momento de silencio y luego, en la medida en que cada uno percibe la interpe-
lación personal de la Palabra, se expresa con libertad y simplicidad. (No se trata de ha-
cer una homilía o una exégesis ni de expresar ideas teológicas, sino de compartir juntos
la experiencia de Dios).
4. Concluir con una oración que sintetice lo dicho, o con invocaciones espontáneas, o las
dos cosas.
B. ADVERTENCIAS
1. Conviene que haya un moderador que lee o hace leer el texto, hace respetar la metodo-
lo-gía, indica el momento de pasar de un punto a otro.
2. Respetar los momentos de silencio, sin prisas, sin obligar a nadie a hablar.
3. El número ideal de participantes de participantes es de 4 a 8 ó 10.
4. Los grupos pueden formarse por afinidad y entonces hay más facilidad para la comuni-
cación con peligro de hacer “capillita”, o más heterogéneos y entonces hay mayor enri-
quecimiento y con más dificultad de comunicación.
5. Evitar que nadie conteste a nadie, o que se aproveche la oración para aplicar la reflexión
al vecino.
6. La duración habitual puede ser de 30 a 45 minutos.
Se trata de proclamar una vivencia cristiana personal en que se descubre la acción salvífica
de Dios.
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A. MÉTODO
3. Todos escuchan los aportes, ninguno contesta a nadie ni se pretende clarificar concep-
tos. Se puede tener una conversación final en que se recogen las convergencias o se
entra a comentar libremente.
B. ADVERTENCIAS
1. Se requiere que haya un clima de cierta confianza y aceptación mutua entre los partici-
pantes que se preste a la comunicación espontánea y sincera.
2. Supone una actitud de humildad y grandeza de alma para reconocer las deficiencias
propias y los dones y aciertos de los demás, disponibilidad personal y un clima de dis-
cernimiento y de responsabilidad personal y comunitaria.
3. Esta revisión exige grupos maduros a nivel humano y cristiano, y supone creatividad,
propia de quienes se sienten miembros activos de una comunidad.
Se trata de revisar la comunidad hacia dentro confrontando las relaciones mutuas para vivir
mejor la fraternidad.
A. MÉTODO
1. Crear un clima de oración con una lectura bíblica u otra apropiada, un rato de silencio, un
canto …
2. Se puede hacer la siguiente pregunta: ¿Cómo me siento actualmente en mi comunidad o
en el grupo? Cada uno responde expresándose libremente, sin interrupciones ni contes-
taciones.
3. Se puede comentar, iluminar, reaccionar después de la intervención de cada uno o al
final después que todos han hablado.
Un segundo esquema puede usarse sobre todo para evaluar a todo el grupo.
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V E R . Aducir algunos hechos o aspectos que merecen ser revisados a la luz del Evangelio
(por ejemplo: interés por conocerse, escucharse, aceptarse, dialogar; tensiones, bloqueos…)
J UZG A R . Causas de los aspectos negativos (sin dejar los positivos). Consecuencias. Juicio
a la luz de la Palabra o del Concilio o de las Constituciones o del proyecto comunitario
B. ADVERTENCIAS
Además del moderador, es convieniente un realtor o secretario.
El moderador dará la palabra a quien quiera hablar, sin obligar a nadie, respetando a los
silenciosos, interrumpiendo con delicadeza si alguien se alarga demasiado.
A. MÉ TODO
Se procura crear un clima de oración con una lectura bíblica o un tiempo de silencio o un
canto.
Terminar con una oración de acción de gracias, de petición, o con un acto litúrgico.
B. ADVERTENCIAS
Además del moderador, es conveniente que haya un relator o secretario.
No se ha de confundir la revisión con una simple dinámica de grupos. Ni ha de ser una oca-
sión para una descarga explosiva de tensiones.