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ARCHIDIÓCESIS DE TOLEDO – ESPAÑA


JORNADAS DE PASTORAL
CENTRADAS EN LA VIDA CONSAGRADA
Sábado 04 de febrero de 2023
João Braz Card.de Aviz
Prefecto DIVCSVA

Sumario
Visión panorámica de la vida consagrada en la Iglesia. Retos y esperanzas.
1. ¿Quiénes son los consagrados hoy?
2. Vida Consagrada a 60 años del Concilio Vaticano II.
3. Vino nuevo en odres nuevos:
3.1. Vida fraterna en comunidad,
3.2. La formación (continua e inicial),
3.3. La autoridad (no el poder) y el uso de los bienes.
4. Los cinco puntos de Papa Francisco para la vida consagrada hoy:
4.1. Donde hay religiosos hay alegría;
4.2. la profecía,
4.3. expertos en comunión;
4.4. Ir a las periferias existenciales;
4.5. pregunte sobre lo que Dios y la humanidad de hoy piden.
5. Vida Trinitaria: fundamento de la antropología cristiana y de la vida
consagrada con entrañas de misericordia. Conclusión.
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Estar con vosotros hoy en Toledo es motivo de alegría y de agradecimiento a


Dios y al arzobispo Francisco, vuestro obispo, con quien he estado en contacto desde
mediados de noviembre, para preparar esta participación. He notado el cuidado con
el que habéis proyectado este encuentro y me complace mucho que hayáis puesto la
vida consagrada, con la belleza de sus carismas tanto en la vida apostólica como en la
vida contemplativa, en el centro de estas jornadas pastorales de la Iglesia.
Aprendemos cada vez con más profundidad que la Iglesia es más fiel a Cristo,
por una parte, cuando conserva en su corazón la fidelidad al Señor, unida a la persona
de Pedro, hoy para nosotros Francisco, y a la persona de los Apóstoles, hoy para
nosotros los obispos sus sucesores. Por otra parte, sin embargo, junto a este punto
fijo, el pueblo de Dios reconoce la necesidad de acoger todos aquellos carismas que
Dios como Padre quiere dar a la comunidad a lo largo de la historia de la humanidad.
Son dos dimensiones que no pueden faltar en la Iglesia en el cumplimiento de su
misión de llevar a Dios al hombre ya la mujer de hoy.
Estas jornadas pastorales son verdaderamente una oportunidad para crecer en
esta comunión eclesial. Y esto es motivo de alegría para todos nosotros. Me ha
informado el arzobispo Francisco que os ofreció una Carta Pastoral sobre la Vida
Consagrada el pasado mes de octubre y que consideráis la gran presencia de la Vida
Consagrada entre vosotros como un tesoro de la Iglesia de Toledo. Estáis convencidos
de que los sueños se construyen juntos y que los consagrados y las consagradas tienen
su razón de ser en la misión de testimoniar y anunciar el Evangelio. Se convierten así
para todos los bautizados en signo del camino de los discípulos de Jesús.
En mi intervención de esta mañana quisiera ofreceros una panorámica de la
vida consagrada en la Iglesia. Desafíos y Esperanzas. Lo haré a partir de estos últimos
12 años vividos en el Dicasterio para la Vida Consagrada en Roma, especialmente a la
luz del Concilio Vaticano II y del magisterio del Papa Francisco. Por la tarde, tratare de
compartiros lo que la vida consagrada ofrece hoy para la totalidad de los fieles y para
el testimonio de la comunión eclesial. Este camino que emprendemos quiere ser una
escucha sincera de lo que el Espíritu Santo construye en la Iglesia en un tiempo de
cambio como el nuestro.

Visión panorámica de la vida consagrada en la Iglesia. Retos y esperanzas


1. ¿Quiénes son los consagrados hoy?
- Ordo Virginum (Orden de las Vírgenes)
- Ordo Viduarum (Orden de las Viudas)
- Institutos de Vida Consagrada Apostólica
- Institutos de Vida Consagrada Monástica y Contemplativa
- Institutos Seglares
- Eremitas
- Sociedades de Vida Apostólica
- Nuevas Formas de Vida Consagrada
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2. Vida Consagrada a 60 años del Concilio Vaticano II


Constitución Dogmática Lumen Gentium sobre la Iglesia, capítulo VI:
. Los consagrados y las consagradas son parte integrante de la Iglesia
Pueblo de Dios, igual que los laicos y la jerarquía.
Decreto conciliar Perfectae Caritatis, nn.2-4:
➢ Seguir a Jesús en la forma del Evangelio es la regla suprema.
➢ Fidelidad al espíritu y a las intenciones específicas de los
fundadores y de las fundadoras.
➢ Participar de la vida de la Iglesia local y dialogar con la cultura
actual.

3. Vino nuevo en odres nuevos


Con la fuerza del Espíritu la renovación espiritual, carismática e
institucional ha continuado después del Concilio Vaticano II.
Hay áreas de fragilidad: algunos itinerarios formativos; la preocupación
acentuada con lo institucional y lo ministerial en prejuicio de la vida
espiritual; la difícil integración de las diversidades culturales y
generacionales; un equilibrio problemático en el ejercicio de la
autoridad y en el uso de los bienes.
¿Cuáles son los odres nuevos de la vida consagrada confiados a nuestro
cuidado hoy? En el año de la vida consagrada (2015) escogimos tres
para intentar responder a los desafíos del momento:
➢ vida fraterna en comunidad
➢ formación (continua e inicial)
➢ autoridad (no poder) y uso de los bienes

4. Los cinco puntos de Papa Francisco para la vida consagrada hoy


La alegría de la consagración.
La característica propia de la vida consagrada es la profecía: “despertad
el mundo”.
Expertos en comunión.
Ir a las periferias existenciales para superar toda forma de auto-
referencialidad.
Responder a las nuevas y continuas preguntas que surgen hoy y al grito
de los pobres.

5. Vida Trinitaria: fundamento de la antropología cristiana y de la vida


consagrada con entrañas de misericordia
Dios es amor (1 Jn. 4, 8.16).
El hombre y la mujer (imagen de Dios), también son amor (Gen. 1,27).
5

Unidad (no individualismo, ni tampoco uniformidad) y diversidad son


dos dimensiones de la vida de amor en Dios y en el hombre y la mujer
(el otro es parte de mi identidad; así también el universo).
En la Iglesia el bautismo ofrece a todos (sin distinción) una sola dignidad
(hijos de Dios, y, por eso, hermanos y hermanas). Todo lo demás
(ministerios, carismas, dones particulares) son para el servicio de la
Iglesia y de la humanidad y nada más.
Para amar como Dios, que es amor, hay una sola posibilidad: volverse
pequeño como el Hijo en la encarnación y en el misterio pascual (cf. Flp
2, 5-11) por amor. Esto es más que el ejercicio periódico de la virtud de
la humildad o el volverse víctima sacrificial (más complicado aún si es
entendido como experiencia substitutiva).

1. ¿Quiénes son los consagrados hoy en el mundo?


Son mujeres y hombres que el Señor ha elegido para vivir el Evangelio según la
forma de vida de Cristo. Viven su donación a Dios desde una variada forma de
consagración e inmensa diversidad de carismas: consagrados y consagradas en el
mundo, que viven la fraternidad en comunidad o individualmente (los Institutos
religiosos y los Institutos Seculares); consagrados y consagradas individuales en la
Iglesia local y para la Iglesia local (eremitas, el Ordo virginum y el Ordo viduarum que
hunden sus raíces en la Iglesia apostólica); consagrados y consagradas entregados a
una vida apostólica intensa o monástica/contemplativa (Sociedades de vida
apostólica; monjas y contemplativas).
Conocemos más o menos unos 2.000 Institutos compuestos por Órdenes,
Institutos Religiosos, Institutos Seculares y Sociedades de Vida Apostólica, que forman
un pueblo de aproximadamente 700.000 consagrados y consagradas, siendo las
consagradas el triple de los consagrados. Además, existen los Institutos de derecho
diocesano de los que ignoramos el número. Todos ellos identificados por el
seguimiento de Jesús, como discípulos suyos, y por el carisma de los fundadores y de
las fundadoras, enriquecen la Iglesia.
A 60 años del Concilio Vaticano II, los consagrados (podríamos decir que todos
nosotros como consagrados por el bautismo) son interpelados a asumir la experiencia
de la interculturalidad, de la apertura hacia los otros carismas, a la cooperación
mutua, a la escucha profunda y al discernimiento sincero de las exigencias de la
cultura actual, para compartir con cada hombre y mujer la experiencia de Dios y
compartir, con amor, los dolores y también las alegrías del hombre y de la mujer del
momento nuevo de la historia de la Iglesia y del mundo.

2. Vida Consagrada a 60 años del Concilio Vaticano II


La Lumen Gentium, la constitución dogmática del Concilio Vaticano II sobre la
Iglesia, ha dedicado el capítulo VI a los religiosos, considerándolos miembros
integrantes de la Iglesia, Pueblo de Dios, junto con los fieles miembros de la jerarquía
6

y del laicado. Como hemos visto, los consagrados y consagradas constituyen hoy en
la Iglesia una realidad plural, numerosa y muy significativa. Son hombres y mujeres
que responden con su vida, no a un mandamiento - pese a que estén sometidos a
todos los mandamientos - sino a los consejos evangélicos de castidad, pobreza y
obediencia, «don divino que la Iglesia recibió de su Señor y que con su gracia conserva
siempre» (n. 43).
Y su valor es tal que «el estado de vida (…) constituido por la profesión de los
consejos evangélicos, aunque no pertenece a la estructura jerárquica de la Iglesia,
pertenece, sin embargo de manera indiscutible, a su vida y santidad » (n. 44 § 4).
Del Decreto Perfectae caritatis sobre la renovación de la vida religiosa,
retomamos los principios válidos para la renovación de la vida consagrada en nuestros
días (cf. nn.2-4):
vivir el seguimiento de Cristo, que el Evangelio propone como regla suprema;
conocer y observar fielmente el espíritu y las intenciones específicas de los
Fundadores, y las sanas tradiciones;
participar en la vida de la Iglesia fomentando las iniciativas y las intenciones de
la Iglesia local en materia bíblica, litúrgica, dogmática, pastoral, ecuménica,
misionera y social;
informar a los miembros sobre las condiciones de los hombres y de los tiempos,
y de las necesidades de la Iglesia, para un recto juicio y una sabia inserción;
promover la renovación, sobre todo espiritual, que tiene que tener siempre la
prioridad;
adaptarse en todas partes, pero sobre todo en los territorios de misión, a las
condiciones físicas y psicológicas de los religiosos de hoy, a las necesidades del
apostolado, a las exigencias de la cultura y a las condiciones sociales y
económicas;
cultivar el espíritu de oración, ir a las fuentes de la espiritualidad cristiana;
tener cada día en las manos las Sagradas Escrituras;
celebrar con los labios y con el corazón la sagrada liturgia, sobre todo el
misterio eucarístico;
alimentados por la Palabra y la Eucaristía, amar a los hermanos, respetar y
apreciar a los Pastores con espíritu filial, vivir y sentir cada vez más con la
Iglesia, dedicándose del todo a su misión1.

1 Por el carácter profético de la vida consagrada, podríamos añadir las preguntas que Papa Francisco lanzó durante su homilía

de Pentecostés 2013: «La novedad nos da siempre un poco de miedo, porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo
control (...) tenemos miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos, nos saque de nuestros horizontes con frecuencia limitados,
cerrados, egoístas, para abrirnos a los suyos (...) Preguntémonos hoy: ¿Estamos abiertos a las “sorpresas de Dios”? ¿O nos
encerramos, con miedo, a la novedad del Espíritu Santo? ¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de
Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido la capacidad de respuesta?» (FRANCISCO, Homilía
Fiesta de Pentecostés, 19 de mayo de 2013, 1).
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3. Vino nuevo en odres nuevos


A finales de noviembre de 2014, en Roma, poco antes de la apertura del año de
la vida consagrada, se reunió la Asamblea Plenaria del Dicasterio para los Institutos
de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (DIVCSVA). Éramos unos
cincuenta miembros (cardenales, obispos, superiores generales, teólogos y otros
expertos). De acuerdo con el Papa Francisco, pensamos la vida consagrada desde el
Evangelio de Marcos: “Vino nuevo en odres nuevos” (2,22). Es decir, el vino nuevo
que es Jesús, que es el Evangelio, ha de ser experimentado hoy en estructuras
culturales e institucionales nuevas.
Pero ¿cuáles son las estructuras que han dejado de ser útiles y cuáles son los
procesos que hay que desarrollar para permitir que nazcan estructuras nuevas?
El año de la vida consagrada (2015) quiso mirar al pasado con una memoria
agradecida por las maravillas que Dios ha hecho por medio de los consagrados; mirar
el futuro con confianza porque Dios, el Señor, es fiel siempre; y vivir el presente con
pasión, es decir, respondiendo con determinación a la mirada amorosa del Señor
hacia cada consagrado.
El Papa Francisco ha reconocido que “Después del Concilio Vaticano II, el viento
del Espíritu siguió soplando con fuerza, por una parte impulsando a los institutos a
realizar la renovación espiritual, carismática e institucional que el Concilio mismo
había pedido, por otra suscitando en el corazón de hombres y mujeres modalidades
nuevas de respuesta a la invitación de Jesús a dejarlo todo para dedicar la propia vida
a su seguimiento y al anuncio del Evangelio”2.
Pero el Papa ha mencionado también algunas áreas de debilidad en la vida
consagrada: “la fragilidad de ciertos itinerarios formativos, el afán por las tareas
institucionales y ministeriales en detrimento de la vida espiritual, la difícil integración
de las diversidades culturales y generacionales, un problemático equilibrio en el
ejercicio de la autoridad y en el uso de los bienes ”3.
Para responder a la invitación del Papa a no “tener miedo en dejar los odres
viejos” para asumir los nuevos, la Asamblea Plenaria del Dicasterio del año 2014
propuso para este momento el cuidado particular de tres ámbitos de la vida
consagrada:
3.1. Vida fraterna en comunidad
Los consagrados están llamados a cuidar las diversas formas de estructuras de
comunión y de comunidad en la vida consagrada. Cada persona y cada comunidad
están llamadas a fundar su vida en el misterio de comunión y en la misión, que tienen

2
Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en la Plenaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica, Vaticano, 27 de noviembre de 2014.
3
Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en la Plenaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y
las Sociedades de Vida Apostólica, Vaticano, 27 de noviembre de 2014.
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su fuente en el Dios Uno y Trino, es decir, en el amor que circula desde siempre y por
siempre entre las Tres Personas Divinas; amor que es la identidad misma de Dios, y
que en Cristo, se ha hecho también identidad del hombre y de la mujer, por ser
creados a imagen y semejanza de Dios (cfr. Gen 1,27).
Siendo esta realidad trinitaria, los consagrados y las consagradas, están
llamados a disponerse en salida misionera, según el propio carisma, hacia escenarios
y desafíos siempre nuevos, especialmente hacia las periferias que necesitan la luz del
Evangelio. Es necesario, por tanto, volver las estructuras comunitarias más misioneras
y las actividades más dinámicas y abiertas hacia esta salida.
La creciente comunión ha de llevar a la creciente conciencia de la “intimidad
itinerante” del consagrado y de la consagrada con Jesús (EG. 23). Ellos no deben
olvidar, a lo largo de toda su vida, vivir en un estado permanente de discípulos de
Jesús, cultivando, a lo largo de su camino, la escucha de la Palabra del Señor mediante
la “lectio divina”, dejándose formar por la liturgia, por el año litúrgico y por la oración
personal.
Es necesario crear las condiciones para un correcto discernimiento comunitario
de la voluntad de Dios, siempre en la circularidad de las relaciones. El Papa Francisco
nos dice que “las buenas estructuras sirven cuando hay una vida que las anima, las
sostiene y las juzga” (EG, 26).
Caminamos cada vez más hacia comunidades multiculturales e interculturales.
La presencia de muchas culturas en las comunidades es un don de Dios para la vida
consagrada y para la Iglesia; sin embargo no siempre ha producido la comunión
intercultural tanto en la formación como en la misión. Para que esto ocurra, cada cual
tiene que ser un sujeto libre y responsable de su don y estar abierto al don de los
demás. Aquel que guía debe saber motivar y provocar la convergencia de las
diversidades hacia la sinodalidad, la sinergia, la corresponsabilidad. La mirada
contemplativa recíproca, el deseo de hacer iglesia juntos, la acogida solidaria, tienen
que llevar al consagrado y consagrada a ser fermento de diálogo y de confianza en un
mundo falto de acogida y de reciprocidad fraterna.
3.2. La formación (continua e inicial)
Al hablar de los jóvenes vocacionados, así se expresa Papa Francisco: “Vino
nuevo” son los jóvenes que piden entrar en la vida consagrada. “Odres nuevos” son
las estructuras de acogida y de formación, inicial y permanente, para que aquel vino
sea “vino generoso que podrá dar nuevo vigor a la vida de la Iglesia y alegrar el
corazón de muchos hermanos y hermanas”.
La formación es la acción del Padre que, por el poder del Espíritu Santo, forma
en nosotros el corazón del Hijo, convirtiéndonos. La formación, pues, ha de ser
integral (humana, intelectual, teológica y espiritual), ha de apuntar a formar una
persona coherente en su voluntad (íntegra y “docibilis”, es decir, que se deja trabajar),
por medio de un modelo de integración, para que el consagrado, la consagrada
9

tengan “los mismos sentimientos de Cristo” (Flp 2,5; VC 70ss). Y, en particular, la


formación ha de tener como base un sabio discernimiento vocacional y ha de prestar
atención también al elemento afectivo y sexual (a la luz de los recientes escándalos),
con un método formativo capaz de integrar bien los elementos espirituales y
psicopedagógicos.
La “docibilitas”, es decir, dejarse trabajar, tendrá que ser también una cualidad
de los formadores y de las formadoras a lo largo de toda su vida. Hay que prever
asimismo en la “Ratio Institutionis” (es decir en el programa formativo) la obligación
de preparar a los formadores, con programas que les proporcionen lo más posible
una preparación que les capacite para el acompañamiento, con el fin de que la
formación no sea sólo técnica (que se basa en ciencias humanas de acuerdo con una
antropología cristiana), pero tampoco sólo espiritual.
El formador ha de ser una persona madura, capaz de integrar en sí las dos
dimensiones y de ponerse a la escucha de la cultura de los jóvenes. Una tarea
específica de la formación inicial es la “docibilitas”, es decir la persona que ha
aprendido a aprender de la vida para toda la vida. “Docibilis” es el “vir ob-audiens”,
que busca a Dios en todas las cosas y se dispone a dejarse formar por su mano en la
misión y en la oración, inserto en el contexto de la iglesia particular, en la fraternidad
- sororidad y en la periferia, en lo previsto e imprevisto de la vida, en los éxitos y en
los fracasos, en cada estación de la vida. Porque no es solo el noviciado lo que forma
al consagrado, sino más bien la vida, en todo momento y circunstancia, vida que es
mediación misteriosa de la mano del Padre, nuestro único Padre formador.
La formación es continua. Cada Instituto tiene que asumirla con seriedad y
coherencia. Y es necesario promover una cultura de la formación continua en sus dos
dimensiones esenciales: la ordinaria (la de cada día, cada instante), cuyo responsable
es el individuo en el contexto de su comunidad; y la extraordinaria (por medio de
cursillos, reciclajes, o en momentos de particular dificultad que el consagrado, la
consagrada atraviesa) y de la que es responsable el Instituto mismo. Por ello hay que
considerar la posibilidad de dar vida a una estructura, es decir, a una comunidad de
consagrados y consagradas que se haga cargo de la formación continua en todos sus
aspectos, para ayudar a cada uno a caminar en las situaciones ordinarias y
extraordinarias de la vida (crisis, envejecimiento, nuevos cargos, dificultades de
diverso tipo). A la luz de estas exigencias de la formación continua e inicial, se hace
necesario volver a escribir el documento “Potissimum Institutoni”, (Instrucción de la
Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida
Apostólica (CIVCSVA) del 02 de febrero de 1990 sobre las directrices para la formación
en la vida religiosa). Son varios los documentos del magisterio de la Iglesia que
orientan en este sentido, particularmente para la vida contemplativa femenina
(Constitución apostólica Vultum Dei Quaerere (2016) y su Instrucción aplicativa Cor
Orans (2018)).

3.3 La autoridad (no el poder) y el uso de los bienes


10

Como primera actitud hay que abrir espacios de participación. La exhortación


apostólica Vita Consecrata afirmó que “urge por tanto dar algunos pasos concretos,
comenzando por abrir espacios de participación a las mujeres en diversos sectores y
a todos los niveles, incluidos aquellos procesos en que se elaboran las decisiones,
especialmente en los asuntos que las conciernen más directamente” (VC 58). Y por
esto, en Roma, bajo el impulso de Papa Francisco, hemos comenzado a incluir a más
mujeres consagradas en la estructura del Dicasterio. Esta actitud debe continuar, no
solo de cara a la representatividad de las mujeres consagradas, sino porque, además,
al relacionarse y al trabajar juntos, hombres y mujeres, nos enriquezcamos
mutuamente de lo que nos caracteriza de forma específica.
En lo referente a los hombres consagrados, es necesario prestar atención a la
naturaleza específica de los Institutos mixtos. “El sacerdocio … puede volverse motivo
de particular conflicto si se identifica demasiado la potestad sacramental con el
poder.” (EG 104). Razón por lo cual el Dicasterio tratará de seguir la labor acerca de
la naturaleza específica de los Institutos “mixtos” y del ejercicio de la autoridad en su
estructura jurídica4.
Por iniciativa del Papa Francisco, se está escribiendo actualmente el documento
Mutuae Relationes sobre la relación entre Obispos e Institutos de Vida Consagrada,
según el espíritu de la eclesiología de comunión. Este documento tendrá que expresar
la coesencialidad de las dos dimensiones fundamentales de la Iglesia: jerarquía y
carismas5.
Todo se entenderá y se vivirá mejor si retomamos el Evangelio del lavatorio de
los pies y si nos convencemos de que el bautismo ha dado a todos los discípulos de
Jesús la única dignidad que poseen, es decir, la de hijos de Dios. Todos somos hijos de
Dios por igual, y por consiguiente, todos hermanos y hermanas. Ministerios, carismas,
servicios, dones particulares tienen la finalidad única de enriquecer la comunidad con
todos los dones necesarios para su vida y misión. Una autoridad cerrada en sí misma,
autoreferencial que se considere única e indispensable, se sale del todo de su
finalidad. La Iglesia no puede estar formada por “castas”, de gente más o menos
digna, según sus procedencias mundanas.
En lo relativo al uso de los bienes en la vida consagrada hay un camino que
recorrer: plantear el patrimonio y la gestión de los bienes de manera que nuestra
pobreza sea testimonio de una “Iglesia pobre y para los pobres”. Por ello es necesario
partir del reconocimiento del contexto económico donde vivimos; plantear la
economía con profesionalidad y transparencia; afirmar la igualdad y la participación
entre todos los miembros; definir las estructuras de corresponsabilidad en la
comunión; garantizar la formación de los ecónomos y de las ecónomas; ampliar las
áreas de compartir desde la comunidad hasta el horizonte global.

4
El 4 de octubre de 2015 la CIVCSVA ha publicado la Instrucción Identidad y Misión del Religioso Hermano en la Iglesia.
Al hermano se le ve dentro de la Iglesia comunión, como parte del único pueblo de los convocados, donde es llamado a
irradiar la riqueza de su vocación particular (LEV, Ciudad del Vaticano 2015).
5
De Aviz, João Braz, Criterios sobre las relaciones entre obispos y religiosos en Mutuae relationes: valoración y
perspectivas de futuro, in “Ius Communionis”, vol 3, cuad 2, Universidad San Dámaso, Julio-Diciembre 2015, Madrid.
11

Siguiendo las orientaciones de Papa Francisco que pidió a la vida consagrada


profesionalidad y valores evangélicos en la posesión y uso de los bienes (en la
economía), la DIVCSVA promovió dos simposios internacionales con grande
participación e interés en todos los continentes. Hay publicaciones muy útiles a este
respecto6.

4. Los cincos puntos de Papa Francisco para la vida consagrada hoy


En este momento de la vida consagrada en la Iglesia, Papa Francisco nos llama
a emprender un camino nuevo, que ha sintetizado en cinco puntos, que pueden
convertirse en nuestro programa para este momento en la Iglesia. Recordemos los
cinco puntos7:
4.1. “Que sea siempre verdad lo que dije una vez: «Donde hay religiosos hay
alegría». Estamos llamados a experimentar y demostrar que Dios es capaz de
colmar nuestros corazones y hacernos felices, sin necesidad de buscar nuestra
felicidad en otro lado; que la auténtica fraternidad vivida en nuestras
comunidades alimenta nuestra alegría; que nuestra entrega total al servicio de
la Iglesia, las familias, los jóvenes, los ancianos, los pobres, nos realiza como
personas y da plenitud a nuestra vida.... También nosotros, al igual que todos
los otros hombres y mujeres, sentimos las dificultades, las noches del espíritu,
la decepción, la enfermedad, la pérdida de fuerzas debido a la vejez.
Precisamente en esto deberíamos encontrar la «perfecta alegría», aprender a
reconocer el rostro de Cristo, que se hizo en todo semejante a nosotros, y sentir
por tanto la alegría de sabernos semejantes a él, que no ha rehusado someterse
a la cruz por amor nuestro.”8 (II).

4.2. “Espero que «despertéis al mundo», porque la nota que caracteriza la vida
consagrada es la profecía... «la radicalidad evangélica no es sólo de los
religiosos: se exige a todos. Pero los religiosos siguen al Señor de manera
especial, de modo profético». Esta es la prioridad que ahora se nos pide: «Ser
profetas como Jesús ha vivido en esta tierra... Un religioso nunca debe
renunciar a la profecía... la capacidad de observar la historia en la que vive y de
interpretar los acontecimientos. Es capaz de discernir, y también de denunciar
el mal del pecado y las injusticias, porque es libre, no debe rendir cuentas a más
amos que a Dios, no tiene otros intereses sino los de Dios. El profeta está
generalmente de parte de los pobres y los indefensos, porque sabe que Dios
mismo está de su parte.”9 (II).

6
Economía al Servicio del Carisma y de la Misión. Orientaciones, LEV Roma, 2018
7
Papa Francisco, Carta Apostólica a los religiosos del 23 de noviembre 2014.
8
Papa Francisco, Carta Apostólica a los religiosos del 23 de noviembre 2014, II, n. 1.
9
Papa Francisco, Carta Apostólica a los religiosos del 23 de noviembre 2014, II, n. 2.
12

4.3. “Los religiosos y las religiosas, al igual que todas las demás personas
consagradas, están llamadas a ser «expertos en comunión». Espero, por tanto,
que la «espiritualidad de comunión», indicada por San Juan Pablo II se haga
realidad y que vosotros estéis en primera línea para acoger «el gran desafío que
tenemos ante nosotros» en este nuevo milenio: «Hacer de la Iglesia la casa y la
escuela de la comunión»10. Estoy seguro de que (…) trabajaréis con seriedad
para que el ideal de fraternidad perseguido por los fundadores y fundadoras
crezca en los más diversos niveles, como en círculos concéntricos.”11 (II). Así
mismo el Papa Francisco nos invita a que en las respectivas comunidades del
Instituto: superar la crítica, el chisme, la envidia, los celos, los antagonismos;
caminar por el camino infinito de la caridad: acogida y atención recíproca,
practicar la comunión de bienes materiales y espirituales, la corrección
fraterna, el respeto para con los más débiles..., relación entre personas de
diferentes culturas, comunión entre los miembros de los distintos Institutos,
proyectos comunes de formación, evangelización, intervenciones sociales,
buscar sinergia entre todas las vocaciones en la Iglesia y más allá de sus
confines.12

4.4. Ir a las periferias existenciales y así se superan las pequeñas peleas de casa;
gestos concretos de acogida a los refugiados, de cercanía a los pobres, de
creatividad en la catequesis, en el anuncio del Evangelio, en la iniciación a la
vida de oración; que se aligeren las estructuras, se reutilicen las grandes casas
en favor de obras más acordes a las necesidades actuales de evangelización y
de caridad, se adapten las obras a las nuevas necesidades; todo esto nos
preserva de la enfermedad de la autoreferencialidad. 13

4.5. “que toda forma de vida consagrada se pregunte sobre lo que Dios y la
humanidad de hoy piden.”. Nadie “ debería eludir una verificación seria sobre
su manera de responder a los continuos y nuevos interrogantes que se suscitan
en nuestro alrededor, al grito de los pobres”.14

Sintetizando, el Papa Francisco nos llama a ser hombres y mujeres gozosos,


profetas que despiertan al mundo, a ser “expertos en comunión”, ir a las periferias
existenciales y ver lo que Dios y la humanidad nos piden hoy. Y al final el Papa ha
añadido la palabra: ánimo.

5. Vida Trinitaria y antropología cristiana


10
Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte, 6 enero 2001, n. 43.
11
Papa Francisco, Carta Apostólica a los religiosos del 23 de noviembre 2014, II, n. 3.
12
Cfr. Papa Francisco, Carta Apostólica a los religiosos del 23 de noviembre 2014, II, n. 3; Juan Pablo II, Exhort. ap.
postsinodal. Vita consecrata, 25 marzo 1996,51.
13
Cfr. Papa Francisco, Carta Apostólica a los religiosos del 23 de noviembre 2014, II, n. 4.
14
Cfr. Papa Francisco, Carta Apostólica a los religiosos del 23 de noviembre 2014, II, n. 5.
13

La espiritualidad de comunión y los dos principios coesenciales de la Iglesia


(jerarquía y carisma) constituyen el corazón de la renovada conciencia y experiencia
en este nuevo momento de la vida de la Iglesia inserta en el diálogo con el mundo,
que el Concilio Vaticano II ha indicado en la Constitución Pastoral “Gaudium et spes”.
Asimismo, estas dos características de la vida eclesial de las que ahora hemos
tomado más claramente conciencia, darán a la vida consagrada la posibilidad de
experimentar el camino que el documento Vita consecrata ha trazado como
“Confessio Trinitatis” (VC 14-40)
En este momento de la historia humana y eclesial, la vida consagrada quiere ser
una experiencia de Vida Consagrada en Comunión, disponiéndonos cada vez más por
aquel camino que las orientaciones de la Iglesia han ido trazando, en particular el
Concilio Vaticano II, el magisterio posterior y la experiencia de la Iglesia en los últimos
60 años. Ahora el Papa Francisco nos guía en el camino de la sinodalidad (caminar
juntos también en la vida consagrada).
Juntos, tratamos de comprender en profundidad el camino que la Iglesia y la
vida consagrada han empezado a recorrer con decisión para responder a los
llamamientos del Evangelio y a las exigencias del momento histórico actual. Para ir
por ese camino necesitamos pedir a Dios la gracia de acercarnos y, más aún, de
insertarnos en la vida del misterio de la Santísima Trinidad para descubrir nuestra
identidad como hombres y mujeres, más aún, como hombres y mujeres consagrados.
Pidamos al Espíritu Santo su luz para que este entendimiento y esta experiencia se
nos den con abundancia en nuestros días.
Tratemos de adentrarnos por lo menos un poco en este misterio que determina
nuestra identidad.
Dios es Padre, es Hijo y es Espíritu Santo. Hemos recibido este conocimiento
por la revelación y la comunicación hecha por el Hijo Jesús, que ha venido entre
nosotros y se ha hecho hombre como nosotros. Solo Él podía revelarnos y
comunicarnos este rostro de Dios, porque Él es Dios y procede del seno del Padre y
del Espíritu Santo. Y así podemos entender que Dios vive en Tres Personas distintas.
Un único Dios, sí, pero en tres personas. Y esto quiere decir que en lo más íntimo de
Dios, en su más profunda identidad, conviven en perfecto equilibrio unidad (un solo
Dios) y diversidad (Tres Personas). No solo unidad, sino unidad y diversidad. Es lo
que ocurre desde toda la eternidad y por siempre. Estos rasgos característicos
pertenecen al ser de Dios. Pero la gran maravilla es que Dios quiso esta misma
realidad para el hombre y para la mujer, creados por Él para que fuesen una unidad,
es decir, una individualidad (un único), pero siempre en relación con los demás,
diversos de él, pero parte de él, como las personas en Dios. Y el hombre y la mujer
han sido creados a imagen y semejanza de Dios, es decir de la Trinidad (Gen. 1,27).
Pero ¿cómo entender entonces esta identidad de Dios que es también la identidad
de su creatura humana?
En toda la historia de la Iglesia el misterio de nuestro Dios Uno y Trino ha estado
en el centro de la profesión de fe y de la atención de los estudios de filosofía y de
teología. Hoy en día hemos adquirido un lenguaje muy preciso para acercarnos a la
14

Santísima Trinidad. Los Padres de la Iglesia, el Magisterio y los teólogos han recorrido
un gran tramo del camino. Sin embargo, necesitamos adentrarnos más en esta
maravillosa y fascinante realidad, para comprender mejor quiénes somos y para
responder mejor a los desafíos del momento actual.
Partimos de una afirmación del apóstol Juan en su primera carta: “Dios es
amor”.
Siendo Dios amor (cfr. 1 Jn 4, 8.16) también lo son el hombre y la mujer. Sí,
porque el libro de la Génesis nos asegura que el hombre y la mujer están hechos a
imagen y semejanza de Dios, es decir, a imagen y semejanza del amor (cfr. Gn 1,27).
En el contexto del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, Papa Francisco nos
ha explicado esta identidad de Dios desde Jesús y de su rostro misericordioso: “Con
la mirada fija en Jesús y en su rostro misericordioso podemos percibir el amor de la
Santísima Trinidad. La misión que Jesús ha recibido del Padre ha sido la de revelar el
misterio del amor divino en plenitud. «Dios es amor » (1 Jn 4, 8.16), afirma por
primera y única vez en toda la Sagrada Escritura el evangelista Juan. Este amor se ha
hecho ahora visible y tangible en toda la vida de Jesús. Su persona no es otra cosa
sino amor. Un amor que se dona gratuitamente. Sus relaciones con las personas que
se le acercan dejan ver algo único e irrepetible. Los signos que realiza, sobre todo
hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes llevan
consigo el distintivo de la misericordia. En Él todo habla de misericordia. Nada en Él
es falto de compasión.”15 (Misericordiae vultus, 8).
Así como en la Trinidad la diversidad y la unidad son esenciales, así lo son
también en el hombre y en la mujer. Por esto la unidad no puede experimentarse
como uniformidad, sino como unidad en la distinción16 (cf. Papa Francisco), como lo
es en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En Dios que es amor, unidad y diversidad no están en tensión, sino en perfecto
equilibrio. Y así también en el hombre y en la mujer la diversidad está llamada a ser
unidad. Y en esto podemos entender lo central que es hoy en día construir o
reconstruir las relaciones humanas como expresión de esta nuestra identidad
cristiana. En este sentido hay que levantar la mirada hacia la Santísima Trinidad. Si no
sacamos esta profundidad del rostro de Dios, nos será difícil recuperar la realización
del sueño de felicidad presente en el corazón del hombre y de la mujer, en este
tiempo que es el nuestro, sueño que pasa por la reconstrucción de las relaciones con
quienes son diversos de mí, pero que al mismo tiempo son parte de mí, como persona.
Hoy en día no es suficiente una espiritualidad individual, aún siendo necesaria.
Es de capital importancia para nosotros la invitación de San Juan Pablo II en la “Novo
Millennio Ineunte”, es decir, la necesidad de pasar a la espiritualidad de comunión
que se ha vuelto el criterio educativo para formar al hombre y a la mujer (n.43). 17 A

15
Papa Francisco, Bolla di indicción del Jubileo extraordinario de la Misericordia, Misericordiae vultus, n.8.
16 Papa Francisco, Discurso del Santo Padre en la Catedral de Nuestra Señora de Arabia, Awali Viernes, 4 de noviembre
de 2022.
17
Cfr. Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte, 6 enero 2001, n. 43.
15

su vez la espiritualidad de comunión puede experimentarse correctamente sólo


desde su fuente trinitaria.
El magisterio de la Iglesia inserta en esta luz la vida consagrada con todas sus
vocaciones. Los consejos evangélicos, que la expresan, se ven como un don de la
Trinidad para vivir la vida en la forma de Jesús (cfr. VC 20,21). Nosotros también
consagrados y consagradas somos llamados a concretarlos a la luz de la espiritualidad
de comunión, o la espiritualidad de la unidad, recorriendo en nuestra formación
continua sus criterios, que tienen origen en la Trinidad, solo así tomaremos la forma
de vida de Jesús en la vida de los consejos evangélicos de castidad, pobreza y
obediencia. “En efecto, (los consejos evangélicos) son expresión del amor del Hijo al
Padre en la unidad del Espíritu Santo. Al practicarlos, la persona consagrada vive con
particular intensidad el carácter trinitario y cristológico que caracteriza toda la vida
cristiana.” (VC n.21)
“La castidad de los célibes y de las vírgenes, en cuanto manifestación de la
entrega a Dios con corazón indiviso (cfr. 1Cor 7, 32-34), es el reflejo del amor
infinito que une a las tres Personas divinas en la profundidad misteriosa de la vida
trinitaria; amor testimoniado por el Verbo encarnado hasta la entrega de su vida;
amor «derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» (Rm. 5, 5), que anima
a una respuesta de amor total hacia Dios y hacia los hermanos.” (VC. n.21).
“La pobreza manifiesta que Dios es la única riqueza verdadera del hombre.
Vivida según el ejemplo de Cristo que «siendo rico, se hizo pobre» (2Cor. 8, 9), es
expresión de la entrega total de sí que las tres Personas divinas se hacen
recíprocamente. Es don que brota en la creación y se manifiesta plenamente en la
Encarnación del Verbo y en su muerte redentora .” (VC. n.21).
“La obediencia, practicada a imitación de Cristo, cuyo alimento era hacer la
voluntad del Padre (cfr. Jn 4, 34), manifiesta la belleza liberadora de una dependencia
filial y no servil, rica de sentido de responsabilidad y animada por la confianza
recíproca, que es reflejo en la historia de la amorosa correspondencia propia de las
tres Personas divinas.” (VC. n. 21).
La vida consagrada “de este modo se convierte en manifestación y signo de la
Trinidad, cuyo misterio viene presentado a la Iglesia como modelo y fuente de cada
forma de vida cristiana.” (VC. n.21).
“La vida fraterna, en virtud de la cual las personas consagradas se esfuerzan
por vivir en Cristo con «un solo corazón y una sola alma» (Hch 4, 32), se propone como
elocuente manifestación trinitaria.” (VC n.21).

Pero, ¿cómo liberar nuestro corazón para que viva el amor?


Pienso que la mejor manera es mirar e imitar al Hijo de Dios en el misterio de
su encarnación y en su misterio pascual.

Leamos juntos Filipenses 2, 5-11:


16

“Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: El cual,


siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios.
Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo
haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como
hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte
de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre
todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los
cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo
Jesús es Señor para gloria de Dios Padre.” (Flp 2, 5-11).

Partimos de inmediato de la afirmación central: el amor, que es Dios, es al


mismo tiempo Ser y no-Ser. Y desde esta constatación podemos entender la kénosis
como condición “sine qua non” del amor.
Para comprender el amor y experimentar sus efectos en el hombre y en la mujer,
hasta el punto de que experimenten la felicidad, no basta un buen sistema de ideas
por muy bien construido que sea. El amor es, ante todo, fruto de una experiencia
repetida con constancia en la relación con Dios y en la continua relación con el
hombre y la mujer. Hay que comenzar del misterio supremo de la Trinidad.
El Hijo de Dios ha sido enviado por el Padre para asegurar a los hombres y a las
mujeres que Dios es amor y que no ha dejado nunca de amar a su criatura, por el
contrario, la ha destinado a ser su hijo, su hija. El Hijo de Dios hecho hombre nos ha
revelado y comunicado que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. No son tres dioses,
sino un solo Dios. Él es el ser, el fundamento de todo ser. Solo en Él todas las cosas
existen. Solo en Él el hombre y la mujer existen.
Pero Dios es también no-ser, porque el Padre no es el Hijo. El Hijo no es el Padre,
El Espíritu Santo no es ni el Padre ni el Hijo. En Dios la diversidad es “una única
realidad”, sin cesar de ser al mismo tiempo “diversidad”. En Dios el ser y el no-ser
coexisten en perfecta identidad y distinción18. El hombre y la mujer, imagen y
semejanza de esta única verdadera fuente, son llamados a expresar en su realidad
humana de “hijos en el Hijo”, el misterio escondido en Dios.
Para percibir y experimentar algo de esta realidad infinita necesitamos
profundizar en qué es el Amor. La mejor manera de hacerlo consiste en observar
cómo hace Dios Padre cuando envía a su Hijo en la encarnación del Verbo en el seno
de la Virgen María.
El Apóstol Pablo nos viene en ayuda en la Carta a los Filipenses (2, 5-11). Este
himno cristológico nos habla del “anonadamiento” del Hijo para encontrar la
pequeñez del hombre y de la mujer. Solo el amor es capaz de este movimiento
anómalo y aparentemente contradictorio. En la teología a esta manera de actuar de
Dios la llamamos “kénosis”, presente en el misterio de la encarnación, en la vida
18
Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 254.
17

escondida en Nazaret y casi de manera incomprensible en el misterio de la cruz


(pasión y muerte del Señor). De esta manera el amor de Dios se manifiesta al hombre
y a la mujer de la forma más completa y radical, hasta el “abandono” y la muerte de
Jesús en la cruz.
El hombre Jesús de Nazaret, Hijo de Dios, muere “solo”, sin recibir respuesta del
Padre a su grito de extremo dolor. Ha muerto sin recibir respuesta del Padre, ninguna
respuesta. Se ha puesto de nuestra parte hasta en el momento más duro cuando toda
su vida y su obra podrían parecer una enorme absurdidad e ilusión. El Padre, de quien
el Hijo ha venido y con quien el Hijo vive y que ha amado y ama al Hijo desde toda la
eternidad, ha dejado al Hijo “solo”, sin intervenir en su condición de fidelidad al
hombre y a la mujer.
Por esto el Hijo nos regala la dichosa herencia de una fidelidad a toda prueba,
continuando, come única posibilidad que le queda, creer en el amor del Padre. Por
consiguiente, su último gesto consiste en entregar su espíritu en las manos del Padre,
porque, aun sin sentirlo, está convencido de su amor.
A la luz del insondable misterio de dolor y de amor encerrado en el misterio
pascual, la espiritualidad de la unidad, o la espiritualidad de comunión, hoy nos
ayudan a prevenir y asumir una conclusión que puede tener hondos efectos sobre
nuestra historia de discípulos: el grito de abandono Jesús en la cruz poco antes de su
muerte llega a ser para nosotros discípulos suyos, el modelo más perfecto de amor.
Es el acto de perfecta obediencia19.
Un amor así, vivido por el hombre y la mujer ante Dios como respuesta de amor
incondicional y, al mismo tiempo, amor vivido con la misma intensidad y calidad ante
cada persona, es capaz de seguir ofreciendo vida y felicidad allí donde parecen
apagarse y terminar. Creo sinceramente que aquí tenemos una realidad humana y
espiritual capaz de relanzar y desarrollar la vida consagrada aún en su actual
momento de crisis20.
Un discípulo de Jesús, que ama al otro según el Amor que es Dios, con un amor
divino y humano al mismo tiempo, crea las mejores condiciones para que el otro,
amado, sienta el gozo y la verdadera dicha y ganas de recorrer también el mismo
camino hecho por el discípulo de Jesús que lo ha amado. Cuando esto ocurre entre
dos o más discípulos, la promesa de Jesús se hace realidad (Mt. 18, 20). Entre ellos
comienza una verdadera comunidad, allí donde se siente la presencia de Jesús. Esta
presencia, que atrae de por sí, se hace evangelizadora y hace que la comunión sea la
verdadera y esencial condición de la misión evangelizadora, con resultados visibles y
sorprendentes21.

19
Cfr. San JUAN PABLO II, NMI 37; CIVCSVA, Caminar desde Cristo, 27.
20 Cfr. VC 24: La dimensión pascual de la Vida consagrada.
21 En la vida de comunidad, además, debe hacerse tangible de algún modo que la comunión fraterna, antes de ser instrumento

para una determinada misión, es espacio teologal en el que se puede experimentar la presencia mística del Señor resucitado
(cf. Mt 18, 20). Esto sucede merced al amor recíproco de cuantos forman la comunidad. (cfr. S. BASILIO, Le regole più brevi, q. 225:
PG 31, 1231). (VC 42 § 3; cfr. 72).
18

Y así el Amor, que es reciprocidad entre las Personas de la Santísima Trinidad, se


convierte en reciprocidad entre los discípulos y engendra la presencia del Señor en
medio de ellos. Así se comprende que la misión nace de la comunión y se alimenta de
ella. Podemos decir también, y con convicción, que el Verbo se hizo carne para que la
carne se haga comunión, alimentada por la Palabra y la Eucaristía. Son éstas las
características de las primeras comunidades de Jerusalén, experiencia que ha de
vivirse hoy también en la comunidad: vivían unidos en la doctrina de los Apóstoles (la
Palabra de Dios), en la koinonia (la comunión) y la fracción del pan (la Eucaristía) y en
las oraciones (cfr. Hch 2, 42).
El Catecismo de la Iglesia Católica, citando el "Fides Damasi”22 dice: «Dios es uno,
pero no es solitario» (n. 254). El amor, la esencia de Dios, comunión esencial de las
Tres Personas divinas, es la fuente y el origen de la esencia del hombre y de la mujer.
Jesús, el Hijo enviado por el Padre, nos ha revelado y comunicado este misterio. Es
Jesús, que ha vivido en medio de nosotros de este modo, dejándonos mediante los
Apóstoles el testimonio de sus gestos y de sus palabras.
Verdaderamente podemos creer en la encarnación del Verbo que ha revelado y
comunicado al hombre y a la mujer el amor que hace de los Tres, comunión. Como
por el Verbo de Dios, el camino que permite al hombre y a la mujer encontrar el amor
y ser el amor es la kénosis, el anonadamiento23 para ser para el otro, por amor.
Este camino lo recorre el Señor también en la dimensión de la Eucaristía. La
Eucaristía es un abismo muy grande de anonadamiento de parte del Señor. La entrega
de este misterio a los discípulos provocó un gran escándalo. Algunos abandonaron
definitivamente al Maestro.
"O res mirabilis" la llamó la piedad eucarística, porque en el Calvario, el Amor
que es Dios escondió la divinidad de Jesús para estar cerca de cada persona. En la
Eucaristía el Amor esconde también su humanidad, haciéndose “cosa” para estar
cerca de los suyos, simultáneamente en el mundo entero. Solo el Amor podría ser
capaz de concebir la Eucaristía. ¿Qué más podría hacer Jesús hombre-Dios por
nosotros para convencernos de su amor y mostrarnos el camino del amor?
Conclusión
Concluyendo este recorrido de hoy sobre la vida consagrada, 60 años después
del Concilio, subrayo algunos puntos salientes, para que nos sean de impulso y de
aliciente para nuestro compromiso de consagrados y consagradas.
* La experiencia de Dios como Amor, como misericordia, necesita volver a
ocupar el centro de la vida consagrada, de manera que el carisma del Fundador o de
la Fundadora sea el espejo y el camino del discípulo. La belleza de cada carisma tendrá
que verse como una flor de la Iglesia que está en el jardín lleno de muchas otras flores,
22 Profesión de fe de Papa Dámaso (cfr. DS 71).
23 LONGHITANO T., Vita trinitaria e kénosi, Urbaniana University Press, Roma 2013; CODA P., L'altro di Dio, Rivelazione e kénosi
in Sergej Bulgakof, Città Nuova, Roma 1998; MITCHELL D.W., Saggio sulla kenosi cristiana nell'ottica del dialogo interreligioso, Nuova
Umanità XXV (2003/3-4) 147-148, pp. 457-502.
19

cuya belleza se añade al jardín de la Iglesia.


* Es necesario construir con paciencia la vida comunitaria, concentrando todas
las fuerzas en vivir la Palabra de Dios para luego comunicarla a los hermanos y a las
hermanas como experiencia real. Pasar de una espiritualidad individual a una
espiritualidad de comunión, reconstruyendo las relaciones interpersonales a la luz del
misterio de la Santísima Trinidad. Asumir, en espíritu de comunión, las estructuras de
comunión, que pasan a través de los organismos en distintos niveles eclesiales y
carismáticos de nuestras Familias religiosas. Así, de manera privilegiada, la vida
consagrada será “experta en misericordia” en la vida de la comunidad carismática y
en el impulso que dará a la misión.
* A nivel personal, mejorar la experiencia de los consejos evangélicos de
pobreza, castidad y obediencia. Entrar en las heridas personales de nuestras
comunidades, de la Iglesia y de la humanidad con el espíritu de Cristo que grita su
abandono y su entrega por amor, para poder discernir y progresar en la vida de
discípulos del Señor en comunidad.
En este momento de la Iglesia, bajo el fuerte impulso del Papa Francisco,
también nosotros, consagrados y consagradas, podemos dar pasos progresivos para
realizar el camino sinodal. Podemos identificar aquellos nudos que perturban el sabor
evangélico y eclesial y tratar de superarlos juntos. Aquí hay algunos importantes:
Componer nuestras diversidades individuales en una nueva síntesis vital
gozosa para dar consistencia a la vida fraterna en comunidad;
Abrir espacios de escucha con más tiempo para el diálogo interpersonal para
no caer fácilmente en detenerse en apariencias y juicios superficiales;
Considerar la cultura del hermano y la hermana del mismo valor que la mía,
aunque muy diferente; salir de los habituales protagonismos culturales en
los que damos por hecho que unas culturas son superiores a otras;
Reeducarnos en el verdadero cariño a los hermanos y hermanas de la
comunidad y entre los consagrados (masculinos y femeninos). Necesitamos
mantener una sabia prudencia, pero ya no necesitamos la distancia y el
miedo. A nosotros consagrados nos hace mucho bien recomponer el
equilibrio que existe en la creación. La humanidad sólo se completa en el
compartir y la aportación del hombre y la mujer, creados ambos igualmente
a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1, 27). En nombre del Evangelio es hora
de superar la discriminación que en muchos casos hemos construido entre
consagrados y consagradas y así amarnos con el amor que es Dios (cf. 1 Jn
4,8.16).
Amar los demás carismas de la Iglesia con gran apertura, considerándolos
páginas diferentes del mismo Evangelio de Jesús y construyendo relaciones
constantes de comunión con ellos;
20

Reemplazar las nocivas experiencias de autoridad-poder todavía presentes


en muchas de nuestras comunidades por experiencias gozosas de
autoridad-servicio, fruto de una vida fraterna convencida y sólida donde no
puede haber superiores e inferiores;
Volver a la obediencia como la de Jesús, llenos de confianza en el Padre,
valientes en decir la verdad con toda sinceridad, sin omisión y sin violencia.
Salir definitivamente de una obediencia incapaz de hablar. Dios habita en el
superior, pero igualmente habita en el que obedece y el Espíritu Santo
ilumina a uno y al otro. Si ambos escuchan al Espíritu de Dios en sí mismos
y en la comunidad, el camino se iluminará para todos y no entrará la división
maldita, generadora de todas las conductas antievangélicas;
Insertarse en la vida de la comunidad eclesial según las diversas necesidades
y dentro del propio carisma. Este tiempo de construcción de la sinodalidad
en la Iglesia es una preciosa oportunidad para emprender o continuar el
camino juntos.
Gracias por vuestra escucha.

João Braz Card.de Aviz


Prefecto DIVCSVA

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