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Sumario
Visión panorámica de la vida consagrada en la Iglesia. Retos y esperanzas.
1. ¿Quiénes son los consagrados hoy?
2. Vida Consagrada a 60 años del Concilio Vaticano II.
3. Vino nuevo en odres nuevos:
3.1. Vida fraterna en comunidad,
3.2. La formación (continua e inicial),
3.3. La autoridad (no el poder) y el uso de los bienes.
4. Los cinco puntos de Papa Francisco para la vida consagrada hoy:
4.1. Donde hay religiosos hay alegría;
4.2. la profecía,
4.3. expertos en comunión;
4.4. Ir a las periferias existenciales;
4.5. pregunte sobre lo que Dios y la humanidad de hoy piden.
5. Vida Trinitaria: fundamento de la antropología cristiana y de la vida
consagrada con entrañas de misericordia. Conclusión.
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y del laicado. Como hemos visto, los consagrados y consagradas constituyen hoy en
la Iglesia una realidad plural, numerosa y muy significativa. Son hombres y mujeres
que responden con su vida, no a un mandamiento - pese a que estén sometidos a
todos los mandamientos - sino a los consejos evangélicos de castidad, pobreza y
obediencia, «don divino que la Iglesia recibió de su Señor y que con su gracia conserva
siempre» (n. 43).
Y su valor es tal que «el estado de vida (…) constituido por la profesión de los
consejos evangélicos, aunque no pertenece a la estructura jerárquica de la Iglesia,
pertenece, sin embargo de manera indiscutible, a su vida y santidad » (n. 44 § 4).
Del Decreto Perfectae caritatis sobre la renovación de la vida religiosa,
retomamos los principios válidos para la renovación de la vida consagrada en nuestros
días (cf. nn.2-4):
vivir el seguimiento de Cristo, que el Evangelio propone como regla suprema;
conocer y observar fielmente el espíritu y las intenciones específicas de los
Fundadores, y las sanas tradiciones;
participar en la vida de la Iglesia fomentando las iniciativas y las intenciones de
la Iglesia local en materia bíblica, litúrgica, dogmática, pastoral, ecuménica,
misionera y social;
informar a los miembros sobre las condiciones de los hombres y de los tiempos,
y de las necesidades de la Iglesia, para un recto juicio y una sabia inserción;
promover la renovación, sobre todo espiritual, que tiene que tener siempre la
prioridad;
adaptarse en todas partes, pero sobre todo en los territorios de misión, a las
condiciones físicas y psicológicas de los religiosos de hoy, a las necesidades del
apostolado, a las exigencias de la cultura y a las condiciones sociales y
económicas;
cultivar el espíritu de oración, ir a las fuentes de la espiritualidad cristiana;
tener cada día en las manos las Sagradas Escrituras;
celebrar con los labios y con el corazón la sagrada liturgia, sobre todo el
misterio eucarístico;
alimentados por la Palabra y la Eucaristía, amar a los hermanos, respetar y
apreciar a los Pastores con espíritu filial, vivir y sentir cada vez más con la
Iglesia, dedicándose del todo a su misión1.
1 Por el carácter profético de la vida consagrada, podríamos añadir las preguntas que Papa Francisco lanzó durante su homilía
de Pentecostés 2013: «La novedad nos da siempre un poco de miedo, porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo
control (...) tenemos miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos, nos saque de nuestros horizontes con frecuencia limitados,
cerrados, egoístas, para abrirnos a los suyos (...) Preguntémonos hoy: ¿Estamos abiertos a las “sorpresas de Dios”? ¿O nos
encerramos, con miedo, a la novedad del Espíritu Santo? ¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de
Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido la capacidad de respuesta?» (FRANCISCO, Homilía
Fiesta de Pentecostés, 19 de mayo de 2013, 1).
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2
Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en la Plenaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las
Sociedades de Vida Apostólica, Vaticano, 27 de noviembre de 2014.
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Discurso del Santo Padre Francisco a los participantes en la Plenaria de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y
las Sociedades de Vida Apostólica, Vaticano, 27 de noviembre de 2014.
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su fuente en el Dios Uno y Trino, es decir, en el amor que circula desde siempre y por
siempre entre las Tres Personas Divinas; amor que es la identidad misma de Dios, y
que en Cristo, se ha hecho también identidad del hombre y de la mujer, por ser
creados a imagen y semejanza de Dios (cfr. Gen 1,27).
Siendo esta realidad trinitaria, los consagrados y las consagradas, están
llamados a disponerse en salida misionera, según el propio carisma, hacia escenarios
y desafíos siempre nuevos, especialmente hacia las periferias que necesitan la luz del
Evangelio. Es necesario, por tanto, volver las estructuras comunitarias más misioneras
y las actividades más dinámicas y abiertas hacia esta salida.
La creciente comunión ha de llevar a la creciente conciencia de la “intimidad
itinerante” del consagrado y de la consagrada con Jesús (EG. 23). Ellos no deben
olvidar, a lo largo de toda su vida, vivir en un estado permanente de discípulos de
Jesús, cultivando, a lo largo de su camino, la escucha de la Palabra del Señor mediante
la “lectio divina”, dejándose formar por la liturgia, por el año litúrgico y por la oración
personal.
Es necesario crear las condiciones para un correcto discernimiento comunitario
de la voluntad de Dios, siempre en la circularidad de las relaciones. El Papa Francisco
nos dice que “las buenas estructuras sirven cuando hay una vida que las anima, las
sostiene y las juzga” (EG, 26).
Caminamos cada vez más hacia comunidades multiculturales e interculturales.
La presencia de muchas culturas en las comunidades es un don de Dios para la vida
consagrada y para la Iglesia; sin embargo no siempre ha producido la comunión
intercultural tanto en la formación como en la misión. Para que esto ocurra, cada cual
tiene que ser un sujeto libre y responsable de su don y estar abierto al don de los
demás. Aquel que guía debe saber motivar y provocar la convergencia de las
diversidades hacia la sinodalidad, la sinergia, la corresponsabilidad. La mirada
contemplativa recíproca, el deseo de hacer iglesia juntos, la acogida solidaria, tienen
que llevar al consagrado y consagrada a ser fermento de diálogo y de confianza en un
mundo falto de acogida y de reciprocidad fraterna.
3.2. La formación (continua e inicial)
Al hablar de los jóvenes vocacionados, así se expresa Papa Francisco: “Vino
nuevo” son los jóvenes que piden entrar en la vida consagrada. “Odres nuevos” son
las estructuras de acogida y de formación, inicial y permanente, para que aquel vino
sea “vino generoso que podrá dar nuevo vigor a la vida de la Iglesia y alegrar el
corazón de muchos hermanos y hermanas”.
La formación es la acción del Padre que, por el poder del Espíritu Santo, forma
en nosotros el corazón del Hijo, convirtiéndonos. La formación, pues, ha de ser
integral (humana, intelectual, teológica y espiritual), ha de apuntar a formar una
persona coherente en su voluntad (íntegra y “docibilis”, es decir, que se deja trabajar),
por medio de un modelo de integración, para que el consagrado, la consagrada
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4
El 4 de octubre de 2015 la CIVCSVA ha publicado la Instrucción Identidad y Misión del Religioso Hermano en la Iglesia.
Al hermano se le ve dentro de la Iglesia comunión, como parte del único pueblo de los convocados, donde es llamado a
irradiar la riqueza de su vocación particular (LEV, Ciudad del Vaticano 2015).
5
De Aviz, João Braz, Criterios sobre las relaciones entre obispos y religiosos en Mutuae relationes: valoración y
perspectivas de futuro, in “Ius Communionis”, vol 3, cuad 2, Universidad San Dámaso, Julio-Diciembre 2015, Madrid.
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4.2. “Espero que «despertéis al mundo», porque la nota que caracteriza la vida
consagrada es la profecía... «la radicalidad evangélica no es sólo de los
religiosos: se exige a todos. Pero los religiosos siguen al Señor de manera
especial, de modo profético». Esta es la prioridad que ahora se nos pide: «Ser
profetas como Jesús ha vivido en esta tierra... Un religioso nunca debe
renunciar a la profecía... la capacidad de observar la historia en la que vive y de
interpretar los acontecimientos. Es capaz de discernir, y también de denunciar
el mal del pecado y las injusticias, porque es libre, no debe rendir cuentas a más
amos que a Dios, no tiene otros intereses sino los de Dios. El profeta está
generalmente de parte de los pobres y los indefensos, porque sabe que Dios
mismo está de su parte.”9 (II).
6
Economía al Servicio del Carisma y de la Misión. Orientaciones, LEV Roma, 2018
7
Papa Francisco, Carta Apostólica a los religiosos del 23 de noviembre 2014.
8
Papa Francisco, Carta Apostólica a los religiosos del 23 de noviembre 2014, II, n. 1.
9
Papa Francisco, Carta Apostólica a los religiosos del 23 de noviembre 2014, II, n. 2.
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4.3. “Los religiosos y las religiosas, al igual que todas las demás personas
consagradas, están llamadas a ser «expertos en comunión». Espero, por tanto,
que la «espiritualidad de comunión», indicada por San Juan Pablo II se haga
realidad y que vosotros estéis en primera línea para acoger «el gran desafío que
tenemos ante nosotros» en este nuevo milenio: «Hacer de la Iglesia la casa y la
escuela de la comunión»10. Estoy seguro de que (…) trabajaréis con seriedad
para que el ideal de fraternidad perseguido por los fundadores y fundadoras
crezca en los más diversos niveles, como en círculos concéntricos.”11 (II). Así
mismo el Papa Francisco nos invita a que en las respectivas comunidades del
Instituto: superar la crítica, el chisme, la envidia, los celos, los antagonismos;
caminar por el camino infinito de la caridad: acogida y atención recíproca,
practicar la comunión de bienes materiales y espirituales, la corrección
fraterna, el respeto para con los más débiles..., relación entre personas de
diferentes culturas, comunión entre los miembros de los distintos Institutos,
proyectos comunes de formación, evangelización, intervenciones sociales,
buscar sinergia entre todas las vocaciones en la Iglesia y más allá de sus
confines.12
4.4. Ir a las periferias existenciales y así se superan las pequeñas peleas de casa;
gestos concretos de acogida a los refugiados, de cercanía a los pobres, de
creatividad en la catequesis, en el anuncio del Evangelio, en la iniciación a la
vida de oración; que se aligeren las estructuras, se reutilicen las grandes casas
en favor de obras más acordes a las necesidades actuales de evangelización y
de caridad, se adapten las obras a las nuevas necesidades; todo esto nos
preserva de la enfermedad de la autoreferencialidad. 13
4.5. “que toda forma de vida consagrada se pregunte sobre lo que Dios y la
humanidad de hoy piden.”. Nadie “ debería eludir una verificación seria sobre
su manera de responder a los continuos y nuevos interrogantes que se suscitan
en nuestro alrededor, al grito de los pobres”.14
Santísima Trinidad. Los Padres de la Iglesia, el Magisterio y los teólogos han recorrido
un gran tramo del camino. Sin embargo, necesitamos adentrarnos más en esta
maravillosa y fascinante realidad, para comprender mejor quiénes somos y para
responder mejor a los desafíos del momento actual.
Partimos de una afirmación del apóstol Juan en su primera carta: “Dios es
amor”.
Siendo Dios amor (cfr. 1 Jn 4, 8.16) también lo son el hombre y la mujer. Sí,
porque el libro de la Génesis nos asegura que el hombre y la mujer están hechos a
imagen y semejanza de Dios, es decir, a imagen y semejanza del amor (cfr. Gn 1,27).
En el contexto del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, Papa Francisco nos
ha explicado esta identidad de Dios desde Jesús y de su rostro misericordioso: “Con
la mirada fija en Jesús y en su rostro misericordioso podemos percibir el amor de la
Santísima Trinidad. La misión que Jesús ha recibido del Padre ha sido la de revelar el
misterio del amor divino en plenitud. «Dios es amor » (1 Jn 4, 8.16), afirma por
primera y única vez en toda la Sagrada Escritura el evangelista Juan. Este amor se ha
hecho ahora visible y tangible en toda la vida de Jesús. Su persona no es otra cosa
sino amor. Un amor que se dona gratuitamente. Sus relaciones con las personas que
se le acercan dejan ver algo único e irrepetible. Los signos que realiza, sobre todo
hacia los pecadores, hacia las personas pobres, excluidas, enfermas y sufrientes llevan
consigo el distintivo de la misericordia. En Él todo habla de misericordia. Nada en Él
es falto de compasión.”15 (Misericordiae vultus, 8).
Así como en la Trinidad la diversidad y la unidad son esenciales, así lo son
también en el hombre y en la mujer. Por esto la unidad no puede experimentarse
como uniformidad, sino como unidad en la distinción16 (cf. Papa Francisco), como lo
es en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En Dios que es amor, unidad y diversidad no están en tensión, sino en perfecto
equilibrio. Y así también en el hombre y en la mujer la diversidad está llamada a ser
unidad. Y en esto podemos entender lo central que es hoy en día construir o
reconstruir las relaciones humanas como expresión de esta nuestra identidad
cristiana. En este sentido hay que levantar la mirada hacia la Santísima Trinidad. Si no
sacamos esta profundidad del rostro de Dios, nos será difícil recuperar la realización
del sueño de felicidad presente en el corazón del hombre y de la mujer, en este
tiempo que es el nuestro, sueño que pasa por la reconstrucción de las relaciones con
quienes son diversos de mí, pero que al mismo tiempo son parte de mí, como persona.
Hoy en día no es suficiente una espiritualidad individual, aún siendo necesaria.
Es de capital importancia para nosotros la invitación de San Juan Pablo II en la “Novo
Millennio Ineunte”, es decir, la necesidad de pasar a la espiritualidad de comunión
que se ha vuelto el criterio educativo para formar al hombre y a la mujer (n.43). 17 A
15
Papa Francisco, Bolla di indicción del Jubileo extraordinario de la Misericordia, Misericordiae vultus, n.8.
16 Papa Francisco, Discurso del Santo Padre en la Catedral de Nuestra Señora de Arabia, Awali Viernes, 4 de noviembre
de 2022.
17
Cfr. Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte, 6 enero 2001, n. 43.
15
19
Cfr. San JUAN PABLO II, NMI 37; CIVCSVA, Caminar desde Cristo, 27.
20 Cfr. VC 24: La dimensión pascual de la Vida consagrada.
21 En la vida de comunidad, además, debe hacerse tangible de algún modo que la comunión fraterna, antes de ser instrumento
para una determinada misión, es espacio teologal en el que se puede experimentar la presencia mística del Señor resucitado
(cf. Mt 18, 20). Esto sucede merced al amor recíproco de cuantos forman la comunidad. (cfr. S. BASILIO, Le regole più brevi, q. 225:
PG 31, 1231). (VC 42 § 3; cfr. 72).
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