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CIERRA LA BOCA
CON PUERTA Y CERROJO
I PARTE DEL TEMA

I. INTRODUCCIÓN
El Señor nos llamó a ser y hacer comunidad. El fundamento es Cristo, pero un Cristo cabeza y
cuerpo. La vid y los pámpanos.
Hay cosas GRAVES que rompen la comunión y nos separan de la vid, cosas que rompen el vínculo
de amor, que rompen el cuerpo de Cristo y traen muerte en el cuerpo.
Una de estas es un verdadero problema que nos afecta a todos y que todos tenemos, quien más y
quien menos. Este problema es la lengua larga, descontrolada, fuera del control del Espíritu: el
chisme, la detracción, la murmuración, los juicios, etc.
Quiero que tomes toda esta enseñanza para ti y que la refieres a tu persona, no a los demás. Es para
ti y para mi.

II. CUERPO DEL TEMA

Los médicos conocen mucho de la salud o enfermedad de una persona examinando su lengua. Así
nuestras palabras son verdaderos indicios de la calidad de nuestra alma. Por eso dice el Salvador:
“Por tus palabras serás justificado (salvado); y por tus palabras serás condenado” (Mt 12,47). La
murmuración es la verdadera peste de las conversaciones.

A. La lengua es un fuego destructor (Santiago)


“La lengua es un fuego que hace arder el curso entero de la existencia. Está cargada de veneno
mortal. Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombre, hechos a
semejanza de Dios. De la misma boca salen bendición y maldición. ¡No debe ser así, hermanos
míos!”. (Sant 3,6b.9-10).
Ejemplo: cada año miles de echarías de bosques vienen destruidos por los incendios. Árboles,
plantas de todo genero, flores, bosques poblados de vida, venado, ardillas, flora y fauna, etc. en un
momento todo esto viene borrado, dejando en su lugar un desierto de muerte.
Mucho más grande es la vida que puede destruir nuestra lengua, sobretodo cuando se disfraza con
buenas intenciones (“para que crezca, por amor a la verdad” y tonterías similares), estos son los
murmuradores más finos y venenosos.
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B. El murmurar atrae las serpientes y la muerte (Moisés)


Historia de Moisés en el desierto, la murmuración y las serpientes (Nm 21)
¿Qué quiere decir murmurar? Hablar entre dientes, manifestando queja o disgusto por algo;
conversar en prejuicio de un ausente.
La murmuración, sobretodo cuanto es en contra de los líderes, del pastor, atrae las serpientes en tu
vida. Es como una mordida que inyecta veneno en la sangre del que escucha, trava y atora el
proyecto de Dios.
Así como el veneno entra al cuerpo por la boca, así en veneno espiritual entra al corazón por la oreja.
La lengua que produce este veneno es asesina. La murmuración es una especie de homicidio de una
de nuestras tres vidas: la espiritual, que es la gracia d Dios en el alma; la corporal, y, finalmente, la
civil, que es la buena fama. El pecado nos quita la primera vida, la muerte la segunda y la
murmuración la tercera. El murmurador, de un solo golpe de lengua, comete tres homicidios: mata su
propia alma y la del que lo escucha y, finalmente, mata la vida civil (la fama) de aquel de quienes
murmura.
Por eso San Bernardo dice: “Aquel que critica injustamente y aquel que lo escucha tienen, ambos, el
diablo encima: el uno es la lengua y el otro en la oreja”.
La murmuración, el chisme, el juzgar atrae muerte en nuestra vida y corta la prosperidad: “Muerte y
vida dependen de la lengua, según se elija, así se recibirá” (Pro 18,21).

Jesús dice a la mujer pagana que tenía una hija poseída por un espíritu impuro: “Entonces Jesús le
contestó: Vete, por lo que has dicho, el demonio ha salido de tu hija” (Mc 7,29).

C. Cierra tu boca con puerta y cerrojo


Debemos de pedir al Señor lo que pidió David en el Salmo 141: “Coloca, Señor, en mi boca un
centinela, un vigilante a la puerta de mis labios” (Sal 141,3).
Debemos vigilar para que nuestros encuentros, nuestros agapitos, nuestro estar juntos con los
amigos, no se vuelvan cuevas de serpientes venenosos, bolsas de veneno adentro del cuerpo de
Cristo, a causa de las murmuraciones.
¡No murmures! Habla bien, ¡alaba al Señor!
Acuérdate este sabio principio: El que habla mal de los demás ante ti, hablará mal de ti ante los
demás.
Yo, como miembro de la KJB, no puedo permitirme el lujo de parlar mal de los demás. Más aún,
tengo y quiero hablar bien de los demás, de mis hermanos de comunidad, de mis líderes, de mi
coordinador, de mi pastor, del pastor general, del fundador.
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No te dejes jugar-engañar por tu sensibilidad que te dice: “Si, ¡pero las cosas hay que decirlas!”,
ciertamente, pero al momento oportuno y con amor, y a veces no hay que decirlas para nada.

II PARTE DEL TEMA


Hay cosas GRAVES que rompen la comunión y nos separan de la vid, cosas que rompen el vínculo
de amor, que rompen el cuerpo de Cristo y traen muerte en el cuerpo.
Una de estas es un verdadero problema que nos afecta a todos y que todos tenemos, quien más y
quien menos. Este problema es la lengua.

D. ¡Tengo que corregirme!


Ejemplo: cuando la boca de uno huele mal es signo que adentro de él el hígado o el estomago no
están funcionando bien; del mismo modo cuando alguien continuamente está hablando mal de los
demás, murmurando, juzgando, chismeando… (claro, ¡a fin de bien!) es signo-síntomas que su
corazón está enfermo (San Alberto Magno)
(Toma un sepillo dental y una pasta dental para que todos vean). El mal aliento no se puede eliminar
con un sencillo cepillo dental. Hay que remover las causas más profundas que lo producen.

E. ¿Por qué hablo mal, por qué no hablo bien, de los demás?
1. Superficialidad. Hablo demasiado, sin pensar a las consecuencias que provocará lo que estoy
difundiendo. Quien habla mucho está completamente vacío (ejemplo de un cántaro de barro que
cuanto más está vacío tanto más resuena).
La solución es la terapia para los tartamudos: la terapia del silencio prolongado. (Pon un parce en
la boca de alguien). ¡Escucha!
2. Vanidad. Me gusta que los demás se den cuenta de que sí yo estoy informado, yo sí se, yo sí soy
muy listo. Es como si tuvieran un carbón ardiendo entre sus manos: deben pasarlo, deben decirlo,
porque si no lo hacen les parece que van a reventar.
Solución: Eclesiástico 19,10 nos amonesta: “¿Has oído algo? Sepúltalo dentro de ti; no temas,
que no reventarás”.
3. Envidia-Celo. ¡Es la gran causa!
Envidia: tristeza del bien ajeno. Celo: Temor (desconfío, sospecha) que alguien siente de que
cualquier afecto o bien que disfrute o pretenda llegue a ser alcanzado por otro.
No puedo soportar que las personas que sobresalen y que me dan sombra. Esto me empuja a
minar el terreno bajo sus pies con comentarios, insinuaciones y subrayaduchas que tienen como
único intento destruirlos.
Solución: Esfuérzate de no hablar jamás de la persona que es objeto de tu envidia y/o celo.
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4. Resentimiento y deseo de venganza.


La terapia es: perdona y olvida.

III. CONCLUSIÓN
Hermanos míos de la Koinonia, debemos ser feroces con nosotros mismos y con los demás sobre
este punto y cortar una vez por toda el hablar mal, el murmurar, el chisme, el juicio, la acusación, aun
si se disfraza con la mascara de piedad y santidad de “para el bien”, y corregirnos nosotros mismos y
corregir nuestros hermanos cuando los escuchamos.
Esta es la verdadera caridad, verdadero amor hacia nuestros hermanos.

El Señor dijo a Moisés de hacer una serpiente de bronce y ponerlo sobre un madero. Todos aquellos
que lo miraban con fe venían salvados del veneno mortífero inyectado por las serpientes. Aquella
serpiente del Antiguo Testamento era la imagen del futuro Mesías, de Jesucristo, que fue levantado
en el madero de la cruz. A Él debemos mirar para ser ayudados y sanados. Pero mirara a Jesús no
quiere decir estar allí y mirarlo como fuera un cuadro bonito; quiere decir escuchar y hacer lo que el
nos dice.

(Una persona con una viga delante de los ojos y otra con una paja)
“¿Cómo es que ves la basura en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que hay en el tuyo? O
¿cómo dices a tu hermano: “Deja que te saque la basura del ojo”, si tienes una viga en el tuyo?” (Mt
7,3-4)
“Que no salgan de su boca palabras groseras; si algo dicen, que sea bueno, edificante, oportuno y
provechoso para quienes les escuchan. Y no causen tristeza al Espíritu Santo de Dios” (Ef 4,29-30a).

“Hablarán lenguas nuevas” (Mc 16,17b), esto es un don de Dios: un nuevo modo de hablar, una
nueva lengua.
Somos llamados a ser un pueblo nuevo, con una mentalidad nueva y con una lengua nueva, con un
nuevo modo de hablar. ¡No se adapten al hablar negativo, critico, chismoso, del mundo!
Si alguien lo hace, tu hazte desinteresando y date la vuelta.
No podemos ser nuevos con una manera vieja de hablar. El nuevo idioma, la nueva lengua es la
lengua de la alabanza y de la edificación mutua.
Es la realización de la promesa de Dios dio a su pueblo a través del profeta Sofonía: “Yo daré
entonces a los pueblos labios puros, para que todos invoquen el nombre del Señor y le sirvan todos
unidos” (Sof 3,9).
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En realidad nosotros no podemos ver las cosas, los corazones, las personas, así como ellos son
realmente, sino que yo los veo como yo soy, con mis lentes.
Esto es el significado del antiguo proverbio: “La belleza está en los ojos del que la contempla”. Y si en
tus ojos hay amor, entonces el amor no te hará ciego (el mundo dice que el amor te vuelve ciego),
sino que te hará ver mejor y más profundamente el otro, así como el es delante de los ojos de Dios.

IV. DINÁMICA
Pedir perdón por nuestras palabras, juicios, chismes, murmuraciones. Por haber sido como
serpientes y haber inyectado veneno en los demás y haber roto el cuerpo de Cristo.

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