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LA CASA DE TODO
Cuando entré
encendí
la luz y
descubrí una toalla
amarilla con rayas
negras en el
suelo y un melón
enorme
reventado
y un par de
botas de vaquero.
Amo tu
vida. Seguramente
te bañaste.
Pero por
ahora
debo permanecer
en mi vida. Tomando
mis gotas
como esa
olla en el
lavaplatos.
Me comí la
mayoría de tus
uvas y las mías
están polvorientas y
tibias, hay
que lavarlas.
Las tuyas están
pasadas, así
que en realidad
las estoy salvando
al comerlas
ahora. Por qué
venden todo
a la temperatura
equivocada,
todo excepto
la ropa.
Me como
las uvas tibias
y sueltas
porque yo
realmente tengo
un problema,
las calles
equivocadas, la
ciudad equivocada
y ¡dios mío
tus flores
están muertas!
¡Ni siquiera
puedo descifrar
qué flores eran!
¿Acaso eran
tulipanes? Creo que
eran tulipanes.
No puedo creer
que he estado
tanto tiempo
afuera que
esos hermosos
tulipanes murieron.
Amo este
tipo de
poema: tu
edificio me re
cuerda a
mi primer
departamento.
Gente tocando
instrumentos
y equipos a todo
volumen. Locura
humana. Así
nunca puedo
sentirme sola.
Mi edificio pasó
esta etapa
hace seis años.
Ahora
todos están
domesticados
y jubilados del
procesamiento
de textos.
¡Y miren
ahí!
Toda esa
carísima
ropa interior
sin usar
ahí
sobre el sofá
desde el día
que la compraste.
Los enormes
calzones
lavanda encima
de todo. Bombacha violeta
de genciana. Oleadas
de agua hirviendo
destinadas
a ser mis tazas de
té para que
pueda hacerse
de noche.
Oh
dios y qué
tal si no
venís a
casa. Y qué
si llegás
realmente
tarde
y decís oh
además
compraste
limones.
Sí
pero voy a
llevármelos
a mi casa
porque vos
ya tenés
demasiados. Me
decís
que los usemos.
Me gustaría
más
si vos
vinieras y los
visitaras
en mi casa.
¿Cómo
podemos vivir
en casas en
medio de
Nueva York?
Eileen Myles,
nacida en
una casa
y muerta en
una casa.
Las vergüenzas,
la futilidad,
el vuelo
de la vecina
con su clarinete,
cada puerta de auto
azotada, nena,
sos vos
pero sé
que venís
en bicicleta.
Cuando llegue
la hora de
parar ya
habré parado
tantas veces
que no sabré
cómo bajar
las revoluciones.
Buenas noches,
Eileen.
No, pero. Eileen,
ya lo dijiste
todo. No
creo que
entiendas.
¡Quería irme
cuando
tenía treinta!
¿Por qué no
me fui
a Europa?
No podía
creer en
dios porque
no siento que
alguien me
esté cuidando.
Ella está
un piso más abajo
tocando un
clarinete.
No hablo
otro idioma.
Moriré en
inglés
entonces. Oh,
ahora—siento
tanta paz que
incluso
puedo escuchar
el reloj. ¿Anda más
rápido, no? Ese
es tu tiempo. No
me digas que el
tiempo de la muerte
se parece al tiempo
de la vida.
Cariño, llegué.
Lo hacés
distinto
cada vez.
Tirás
las llaves
distinto.
Te jactás
de lo que
lográs
aunque eso
no era
para nada
lo que querían.
No les
decís cosas
a las personas
porque
no querés
hacerlos
sentir mal, en
realidad, sólo se
trata de
tu soberbia. Estás
completamente sola
excepto
cuando pensás
en ellos.
Desesperadamente.
Hablando
sola. Deseando
que vuelvan o
que desaparezcan o
algo así. La
gente, los
humanos, Dios.
Nunca
antes detesté
tanto a
un ser
humano.
Dejame cerrar
la botella de
agua mineral.
Esta
noche pude
salir a
encontrarte.
Te imaginé
furiosa.
Pero
estaba tan
enojada que
no sentí
nada. Sólo
la brisa
en mi
mentón. La
bicicleta rebotando
sobre el pavimento.
Mi desgano
vital.
Si algo
me está
cuidando
a mí
y a todos
nosotros
que nos
agarre
firme
y no
diga
nada.
Le conviene
amarme
esta noche
por decirle
estas palabras. Si
los pájaros
hacen lo
que hacen
y el tiempo
pasa.
Apoyo
mi cadera
en el
alféizar,
tengo 36.
Como si alguna
vez hubiera
pensado al
mudarme que
viviría aquí
nueve años,
viendo
a mis vecinos
envejecer.
Y
ni siquiera
puedo imaginar
cómo debe
ser
morir.
*****
DINOSAURIO DEL SIGLO VEINTE
Hoy en la vitrina
de Bamey's
todos están desnudos.
¿Esa es la idea?
Unos están tirados
en el suelo, otros
de pie con dedos
serenos, de espaldas
a nosotros, trozos
de cinta de embalar
en sus culos.
En la vereda están
todos emocionados
como si vieran
algo nuevo. ¿Cariño,
te acordás del miércoles
en la noche? Íbamos
pasando, fue como
prender la tele la noche
que mataron a Oswald. El
verano desnudo en plenitud.
No una desnudez hippie, una
desnudez como del fin
de siglo. Gente blanca y rosa
pálido, desnudos.
Gente negra que se
ve increíble desnuda con
su tono chocolate. Hay
tanto tráfico. Toda
la ciudad parece vacía
de amor, sólo hay trabajo
Quizás no fue
tan buena idea.
El lugar es un desastre
y tengo que limpiar.
Discúlpenme. Alguien
se desmayó en una de
las mesas chicas.
Discúlpeme, ¿podría usted
desclavar uno de mis pies
y una mano? Yo me encargo
de lo demás. Sí, soy yo
la que está hablando.
Acá arriba.
En el escenario.
La que está
en la cruz.
LA MOCHILA DE MI PAPÁ
Nací en Boston en
1949. Nunca quise que
se supiera, de hecho,
he pasado la mayoría
de mi vida adulta
intentando esconder mis
primeros años bajo la alfombra
y tener una vida que
sea sólo mía,
independiente del
destino histórico de
mi familia. ¿Pueden
imaginar cómo se sentía
ser una de ellos,
parecerme a ellos,
hablar como ellos
y gozar de los beneficios
de haber nacido en una
familia norteamericana
tan rica y poderosa. Fui
a las mejores escuelas,
tuve todo tipo de tutores
y entrenadores, viajé
mucho, conocí a los famosos,
a los controvertidos, a
los no-tan-admirables
y pronto supe que
si alguna vez tenía la
posibilidad de escapar al
destino colectivo de esta famosa
familia de Boston, yo
tomaría ese camino y
eso fue lo que hice. Tomé
un tren a Nueva
York a principios de los
setenta y podríamos decir
que ahí empezaron mis
años ocultos. Pensé:
Bueno, seré poeta.
¿Qué puede ser más
absurdo e incomprensible.
Me hice lesbiana.
Todas las mujeres en mi
familia parecen
lesbianas, pero
te pasas de la raya
si lo sos.
Al mantener esta pose
ignominiosa he visto y
he aprendido y
empiezo a creer
que no hay cómo huir
de la historia. Una mujer
con la que actualmente
tengo un asunto dijo
¿te has dado cuenta?
te pareces a los Kennedy. Sentí
la sangre subir a mis
mejillas. La gente
siempre se ha burlado
de mi acento de Boston
cuando digo "large" y
entienden “lodge”, cuando
digo “party” y entienden
“potty”. Pero cuando
esta mujer desprevenida
invocó por primera vez
el apellido de mi familia
supe que se había acabado
la fiesta. Sí, eso soy,
soy una Kennedy.
Mis intentos por seguir
oculta no sirvieron
de mucho. Tras empezar
como una humilde poeta,
escalé rápidamente a
lo más alto de mi profesión
y asumí un lugar de
honor y liderazgo.
Era sólo lo justo
que una mujer
me expusiera. Sí,
soy una Kennedy.
Y espero
sus órdenes. Ustedes
son Nuevos Norteamericanos.
Los desamparados vagan por
las calles de la más grande ciudad
de nuestra nación. Hombres
enfermos de SIDA entre
ellos. ¿Es cierto
eso de que no hay casas
para los que no tienen casa, que
no existe ayuda médica
para estos hombres y mujeres
que-—mientras agonizan—
reciben el mensaje
de que este no es su hogar?
¿Y cómo están tus
dientes hoy? ¿Podés
pagar su arreglo?
¿Cuánto cuesta tu alquiler?
Si el arte es la más elevada
y más honesta forma de
comunicación de
nuestra era y el joven
artista ya no es capaz de
venir acá para hablar
a su época... Sí, yo pude,
pero eso fue hace quince años
y lo recuerdo—como debo.
Soy una Kennedy.
¿No deberíamos todos ser Kennedys?
La más grande ciudad de esta nación
es el hogar de hombres de negocios
y de artistas llenos de guita. Gente
con hermosos dientes que no están
en las calles. ¿Qué debemos
hacer sobre este dilema?
Escuchen, fui educada.
Aprendí sobre la civilización
occidental. ¿Saben cuál
es el mensaje de la civilización
occidental? Estoy sola.
¿Estoy sola esta noche?
No creo. ¿Soy la
única con encías sangrantes
esta noche? ¿Soy la única
homosexual en este salón
esta noche? ¿Soy la única
cuyos amigos han
muerto y siguen muriendo?
Y mi arte no puede ser
sostenido hasta que
sea gigante, más grande que
el de los demás, confirmando
el sentimiento del público de
que están solos. Que sólo
ellos están bien, que merecían
pagar las entradas
para ver este Arte.
Están trabajando,
están saludables, deberían
sobrevivir y son
normales. ¿Sos
normal esta noche? Todos aquí.
¿Somos todos normales?
No es normal que
yo sea una Kennedy.
Pero ya no siento
vergüenza, ya no me siento
sola. No estoy sola
esta noche porque todos
somos Kennedys.
Y yo soy su presidenta.
Eileen Myles, Nacida en Cambridge en 1949, ha escrito más de veinte libros de poesía, ficción, no ficción, y además
es dramaturga, periodista de cultura y performer. Entre sus libros se cuentan Evolution, Snowflake/different
streets, Inferno: A Poet’s Novel, Sorry, Tree y Tow. Yo no (Not me, en el original) es el primer libro traducido al
español de Eileen Myles (Massachusetts, 1949). Con la edición al cuidado de Cecilia Pavón y la traducción del
chileno Rodrigo Olavarría, el libro lanzado por la editorial Mansalva reúne una serie de escritos a lo largo de la
década de 1980.