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CIENCIA&
CEREBRO
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39bd; Amélie Beaudet/Frontiers in Human Neuroscience: 65; Marce!
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Advanced European Studies and Research, Bonn, Germany: 85;
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AGE Fotostock: 105; Duncan Hull/Wikimedia Commons: 129.
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Impreso en España - Printed in Spain
Para México
Edita
RBA Editores México, S. de R.L. de C.V. Av. Patriotismo 229, piso 8,
Col. San Pedro de los Pinos, CP 03800, Deleg. Benito Juárez,
Ciudad de México, México
Fecha primera publicación en México: noviembre 2020.
Editada, publicada e importada por RBA Editores México, S. de R.L. de
C.V. Av. Patriotismo 229, piso 8, Col. San Pedro de los Pinos, CP 03800,
Deleg. Benito Juárez, Ciudad de México, México
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08791 Sant Lloren<; d'Hortons, Barcelona
Índice 141
eneraciones de científicos han intentado responder a una pre-
gunta claramente formulada: «¿Qué nos hace humanos?». Esta
gran cuestión ha intrigado al ser humano desde la más remota An-
tigüedad, y ha sido respondida al albur de los tiempos y -sobre
todo- de las ideas religiosas. En el mundo occidental la respuesta
fue, durante miles de años, que somos como somos por estar he-
chos «a imagen y semejanza de Dios». Pero tras la revolución que
supuso la obra de Charles Darwin, El origen de las especies (1859),
en la que sentaba las bases de la biología evolutiva, este tipo de res-
puestas dejaron de ser aceptables; había que buscar en otro sitio.
Desde entonces, la comunidad científica ha echado mano de cual-
quier tipo de evidencia que pudiera dar una solución satisfactoria
a la gran pregunta. Y el mayor foco de atención ha sido, es y será,
el cerebro: «¿Qué hace al cerebro humano único?». Esta es ahora la
nueva versión de la gran pregunta.
Conocer la evolución de nuestra mente, de nuestro cerebro, su-
pone también conocer la historia de la ciencia y los descubrimien-
tos en torno a este tema. Dicho de otra manera, a medida que la
1 7
ciencia y la tecnología avanzan, se van incorporando nuevas for-
mas de responder a la gran pregunta. Desde el estudio del compor-
tamiento hasta los últimos descubrimientos en genética, los cien-
tíficos interesados en la evolución del cerebro humano han sabido
aprovechar cada avance en su propio beneficio.
Una buena forma de aproximarse a la historia de nuestra men-
te comenzaría por saber cómo es esta actualmente. La psicología y
la neurociencia nos están permitiendo conocerla en profundidad.
Pero, a la vez, los más recientes avances en estos campos están po-
niendo en entredicho la presencia en nuestra especie de faculta-
des mentales únicas y cualitativamente diferentes, o incluso que
seamos realmente tan racionales como creemos. Comenzaremos,
por tanto, dando un breve repaso a algunas de estas facultades que,
tradicionalmente, se han considerado especialmente humanas,
como la consciencia, el lenguaje, la memoria de trabajo o la toma
de decisiones. Habrá lugar además para hablar del arte, la religión
y las emociones. Pero iremos también a donde empezó todo, al es-
tudio de las primeras herramientas y su evolución a lo largo de los
milenios, así como a lo que estas nos pueden decir acerca de la evo-
lución de nuestra mente.
El árbol evolutivo humano es un camino de avances en nuestras
capacidades cognitivas en el que la tecnología lítica es la muestra
más fehaciente de este recorrido. Conoceremos sus diversas etapas
y principales momentos; veremos que el árbol está bastante ra-
mificado y que hoy día somos la única especie de nuestro género
(Hamo) que queda viva en el planeta, algo absolutamente excep-
cional y que, de alguna manera, también nos hace únicos. Seremos
testigos de nuestros logros desde el principio de los tiempos hasta
el momento actual. Desde un estado similar al de cualquier otro
primate, hasta el de una especie que es capaz de enviar su tecnolo-
gía más allá de los confines del sistema solar, será difícil hablar de
un punto a partir del cual se pueda establecer un antes y un des-
pués en nuestra condición de seres humanos. Este tipo de circuns-
8 1
tandas nos ponen en nuestro lugar en la naturaleza, en la historia
natural del planeta Tierra, y nos tienen que hacer reflexionar, de
forma colectiva e individual, acerca de nuestro futuro corno espe-
cie. Somos una especie que en gran parte se ha hecho a sí misma
y que ha sabido superar grandes e increíbles retos. La especie hu-
mana debe aprovechar todo su potencial para poder aspirar a un
futuro óptimo, el mejor posible. Pero para eso debe de conocerse a
sí misma en profundidad.
muchas décadas, los esfuerzos científicos por entender
la evolución del cerebro y la mente humanos se centraron principal-
mente en el denominado proceso de encefalización. A medida que
se iban descubriendo nuevas especies fósiles que habrían sido po-
tencialmente antecesoras de la nuestra -o cercanas a nuestra línea
evolutiva-, algo que llamó la atención fue que tamaño del cerebro
se había hecho progresivamente mayor, hasta el punto de resultar
una de las especies más encefalizadas del planeta, si no la que más.
Se ha considerado que la proporción entre el volumen cerebral y el
corporal es la clave de nuestras capacidades ,u,~,,,. ,. ,,,~.., más destaca-
das. Las especies con una relación mayor entre el volumen cere-
bro y el volumen corporal suelen ser más inteligentes, entendiendo
por inteligencia la capacidad de afrontar con éxito problemas nue-
vos e inesperados. Es corno si para un cuerpo de determinado tama-
ño se necesitase una cantidad específica de tejido nervioso. A partir
de ahí, si se tiene el privilegio de poseer tejido nervioso «sobrante» o
extra, se entrará en el club de las especies inteligentes. Y la nuestra
parece estar en un puesto de honor.
Pero con la encefalización no solo se produjo un incremento glo-
bal del volumen cerebral. A medida que nuestro cerebro aumentaba
su tamaño, se podrían descubrir patrones evolutivos según los cua-
les algunas zonas presentaban mayores crecimientos que otras, lo
que afectaría no solo al tamaño, sino también a forma del cerebro.
Durante muchos años se quisieron ver aumentos desproporciona-
dos en los lóbulos frontales o en las áreas del lenguaje. Sin embargo,
1 9
estudios más recientes han puesto en entredicho muchas afirmacio-
nes anteriores. Así, un lugar clave de nuestra evolución podría estar
en los lóbulos parietales, relacionados con la integración sensorial
y la manipulación del espacio, más que en los frontales, implicados
en procesos de planificación y autocontrol. Daremos un repaso a los
diversos estudios que han abordado la extensión relativa de las dis-
tintas áreas del cerebro, así como a los más recientes que plantean su
comparación con especies vivas de primates, en busca de patrones
únicos de nuestra especie que permitan entender qué nos hace hu-
manos.
Una aproximación más reciente al estudio de la evolución de
nuestro cerebro se ha producido mirando al microscopio las distin-
tas zonas cerebrales, especialmente la corteza, comparando lo que se
ve con lo observado en el cerebro de otras especies. Los datos obteni-
dos con otros primates (especialmente macacos) son de gran interés
para entender por qué nuestra corteza podría tener mayores capaci-
dades de computación. Existen algunas diferencias notables en cier-
tos tipos de neuronas y sus cantidades relativas. Técnicas modernas
de recuento celular han puesto de manifiesto datos muy interesantes
respecto a las diferencias en número de neuronas entre los cerebros
de primates y los de otros grupos animales. De estas investigaciones
se deduce que un cerebro grande de primate como el nuestro es el
cerebro con más neuronas en la corteza cerebral de todos los anima-
les terrestres, lo que supone una gran ventaja. Las nuevas técnicas
también nos permiten estudiar, en el humano y en otras especies, la
densidad y cantidad de conexiones a media y larga distancia quepo-
seen los distintos cerebros. Con ellas se han obtenido datos significa-
tivos que indican que el ser humano muestra aumentos específicos
en determinadas conexiones, así como conexiones que no existen en
otras especies.
Terminaremos nuestro viaje revisando una de las aportaciones
científicas al estudio de la evolución de nuestro cerebro más prome-
tedoras: el desciframiento genoma de humanos fósiles y su com-
10 1
paración con el genoma humano actual. Este último, aunque bas-
tante completo, aún posee algunas lagunas, y el ADN fósil es todavía
muy incompleto y fragmentado. Aun así, ya se está logrando deter-
minar qué rasgos del cerebro y el sistema nervioso y de su desarro-
llo, podrían ser diferentes entre Horno sapiens y otros miembros de
nuestro género. Por ejemplo, algunos genes implicados en el autis-
mo o en determinados trastornos psiquiátricos parecen diferir entre
especies humanas. Comentaremos también el caso de algunos genes
de gran relevancia para determinadas capacidades cognitivas, como
el lenguaje, y sus posibles diferencias con otras especies. Estas téc-
nicas nos permiten también estimar el grado de antigüedad de algu-
nas variantes genéticas, así como vislumbrar antiquísimas historias
de migraciones y cruzamientos entre especies. Queda, no obstante,
mucho por avanzar en este campo. Aún hay que conocer en detalle la
función específica de cada uno de los aproximadamente dieciocho
mil genes humanos -por cierto, muchos menos de los que tiene, por
ejemplo, un tomate-y cuáles y cómo se relacionan con los rasgos en
los que nuestro cerebro destaca.
La evolución no tiene fin, aunque nos parezca estar en una si-
tuación estanca como especie, esto no es así: seguimos evolucio-
nando. Cuando sepamos en profundidad cómo somos, de dónde
venimos y de dónde viene cada rasgo diferencial de nuestra espe-
cie, habremos satisfecho uno de nuestros mayores anhelos. Y lo
que es más trascendente, podremos decidir con conocimiento de
causa hacia dónde queremos dirigir nuestros pasos como especie.
Esto también nos hará únicos.
1 11
1 CONOCERNOS
A NOSOTROS MISMOS
Í FIG.1
DO E UN ED
Es fácil entender que, en un mundo social relativamente complejo,
donde cada uno de los miembros del grupo tiene sus propios intere-
ses y compite con el resto, aquellos individuos con mejor capacidad
para entender y anticipar las reacciones de los demás tendrán una
gran ventaja. Los grupos humanos naturales -no los de las grandes
urbes de los tiempos modernos- suelen estar compuestos de unos
ciento cincuenta individuos, tres veces más que los que habitual-
mente encontraremos en especies cercanas, como los chimpancés.
Recordar la información relativa a todos ellos, sobre sus gustos, in-
tenciones, propósitos, actos y otras muchas cosas, requiere de una
gran memoria. He ahí una razón para que tengamos una mejora en
determinadas capacidades mentales, en este caso, una memoria a
largo plazo. Pero una mejora no implica necesariamente la exclu-
sividad; los miembros de un grupo de chimpancés, por ejemplo,
Percepción
(alterna!
®®º
Estímulo (fijo)
Ojo Ojo
izquierdo izquierdo
Tiempo 500 ms 500 ms 500 ms 500 ms 500 ms
Percibido @ + +
-
Indicado
~-,
A
~,.;?
B
.Sl
A B
Experimento de rivalidad binocular. El animal ve una imagen distinta por cada
-~
ojo, y solo puede ser consciente de una de ellas en cada momento. Al haber sido
A B
entrenado a pulsar determinado botón para cada estímulo, podremos saber de cuál
está siendo consciente en cada momento [panel inferior).
23
dos de exploración, construyen dicha herramienta con su pico y sus
patas y obtienen el tan ansiado objeto. Ciertos animales, como los
chimpancés, algunos elefantes o los delfines, van más allá y mues-
tran autoconsciencia, es decir, son conscientes de sí mismos.
En general, aparte de que algunas zonas concretas del cerebro
sean necesarias para que haya consciencia, esta parece originarse
cuando la intensidad de la activación nerviosa supera determinados
umbrales. Algunos científicos creen que esta es una cualidad propia
de sistemas complejos interconectados y que, por tanto, podrían aca-
bar manifestándola internet y los ordenadores del futuro.
Una posible característica humana es la toma de decisiones de
manera voluntaria y consciente. Sin embargo, cada vez hay más
evidencias en neurociencia cognitiva que demuestran que so-
mos conscientes de muy poco de lo que ocurre en nuestro cerebro
cuando tomamos una decisión. En numerosas ocasiones descono-
cemos los verdaderos motivos que nos han llevado a realizar cier-
to acto, creyéndonos movidos por razones que en realidad no han
sido determinantes. La deliberación, el libre albedrío, la libertad,
en definitiva, es algo que no pocos neurocientíficos están empe-
zando a cuestionar seriamente.
Muchos seres vivos muestran ciertas dotes para la planificación
a corto y a medio plazo. Planes de un día para otro o incluso con
vistas a varios meses se han documentado en algunos primates y
aves. Ciertamente, nuestros planes pueden ser a muy largo alcance,
de muchos años, pero esto no es sino una diferencia cuantitativa,
consecuencia probablemente de un cerebro muy grande y de nues-
tra gran memoria a largo plazo.
¿Y qué podemos decir del arte y la religión? ¿No son la prueba in-
equívoca de que tenemos una mente simbólica, algo único en el reino
animal? No queda muy claro qué se quiere decir cuando se esgrime
que tenemos una «mente simbólica»; la mayoría de los psicólogos son
cada vez más reacios a utilizar este término para definir nuestra men-
te. lenguaje sí es simbólico -las palabras son sonidos arbitrarios
Subfamilia
Tribu
S11btrib11
Clasificación moderna
Superfamilia Hominoideos
Hamo floresiensis 1
Australopithecus
afarensis
anamensis
30
fallidos, no dejaron descendencia que perdurara, y numerosas conexiones
son aún objeto de discusión. Para no perdernos entre tantas ramas, pode-
mos podar un poco el árbol y dejar solo las de nuestra propia línea evolutiva.
Horno sapiens
Humano de Denisova
neanderthalensis
Homo rudolfensis
31
de años o solo 250 000. La evolución del género Homo aparece, por
tanto, llena de recovecos, de especies similares coexistiendo casi en
los mismos sitios, de multitud de ramas de las que hoy solo queda
una, la nuestra.
EL NACIMIENTO DE LA ESTÉTICA
41
bién porque permitió el surgimiento de uno de los grandes inventos
de la humanidad: cocina. Nuestra especie es la única del planeta
que cocina sus alimentos, algo que debemos al período achelense
y que, como veremos más adelante, tiene mucho que ver en lo que
nos hizo humanos.
EN R
Hace unos doscientos mil años, quizá más, apareció un gran avance
en el modo de producir tecnología utilitaria a partir de material
tico que estuvo en auge hasta hace aproximadamente cuarenta mil
años. Se denomina tecnología musteriense, a partir de los hallazgos
realizados en el abrigo rocoso de Le Moustier, en la Dordoña france-
sa, y se conoce también como tecnología de modo 3. Es la típica tec-
nología del neandertal, y cuando se halla en Europa se suele asociar
indefectiblemente con esta especie. No obstante, también la usa-·
ban los primeros Romo sapiens, especialmente en el norte de África
y Oriente Próximo. Durante mucho tiempo, en la mayor parte del
resto del mundo se siguió manteniendo la tradición achelense.
El modo más prototípico de fabricar tecnología musteriense es
mediante la llamada técnica Levallois. A diferencia de las técnicas
olduvayense y achelense, aquí no se parte de un guijarro de tamaño
similar al producto final y al que se le dan toques con otra piedra
u otro material percutor hasta alcanzar la forma final. punto de
partida en esta técnica son núcleos pétreos mucho más grandes,
rocas de mayor tamaño de las que se extraerán varias piezas. Los
primeros pasos consisten en preparar esa gran roca en una de sus
caras, procediendo a dar una forma deliberada que se asemejará al
de un hacha de mano (en el ejemplo más común) por uno de sus
lados (fig. 3). Esto exige golpes y retoques numerosos a lo largo de
superficie y los laterales del lado que se esté abordando. A conti-
nuación, y de un solo golpe certero y conciso, se desprenderá una
Í FIG.3
[f]
[I]
LÓBULO TEMPORAL
Bulbo olfatorio
Corteza cerebral
52
ejemplo, cuando el sistema olfativo es determinante para una especie, las
partes del cerebro dedicadas a este sentido tendrán un tamaño relativa-
mente mayor. Cuando en la vida de una especie se producen muchas situa-
ciones imprevistas, se necesitará mayor flexibilidad en el comportamiento
y, por lo tanto, una mayor corteza cerebral.
Mamífero primate
53
fósiles de algunas especies. Las nuevas tecnologías, no obstante,
están haciendo esta tarea más fácil.
Lóbulo occipital
Lóbulo temporal
Lóbulo occipital
lóbulo temporal
Mapa de Brodmann. Arriba, vista lateral del hemisferio izquierdo; debajo, vista
sagital (corte entre los dos hemisferios). Las áreas 4 y 6 son motoras; las áreas 1,
2 y 3 son somatosensoriales, las áreas 17 y 18 son visuales y las áreas 41 y 42 son
auditivas. El resto es corteza asociativa, mostrando mayor grado de abstracción e
integración cuanto más nos alejemos de las áreas antes citadas.
1\
~r
Hemisferio 'y Hemisferio
derecho izquierdo
~" )
'-
Vista basal [desde abajo! del cerebro humano mostrando el torque: el lóbulo
frontal derecho se proyecta hacia delante [petalia frontal) y el occipital izquierdo,
hacia atrás [petalia occipital).
67
rando a ser abordado con estas tecnologías. problema es que este
se puede observar relativamente en los moldes endocraneales
de primates no humanos, pero en los de humanos es prácticamente
imposible de encontrar.
Un dato interesante que se podido obtener en los últimos años
se refiere al lóbulo frontal de los homininos. Mencionar que el lóbu-
lo frontal es «lo que nos hace humanos» es un clásico que figura en
numerosos manuales, principalmente debido a que muchas sus
funciones implican elevados niveles de complejidad cognitiva.
Entre otras, funciones ejecutivas, es decir, de control del com-
portamiento, supervisión del mismo, selección de respuestas y
toma de decisiones, inhibición y corrección de errores, y un largo
etcétera. El área de Broca pertenece a este lóbulo presumible
importancia para nuestra cognición. Teniendo en cuenta estas
cunstancias, se han intentado encontrar peculiaridades en él, por
ejemplo, en su forma o en su tamaño. Sin embargo, si bien es cier-
to que en Horno sapiens el perfil del lóbulo frontal es ligeramente
más curvado que en el resto de homininos, esta modificación de
su forma no se considera realmente sustancial. El cambio en su
curvatura tiene probablemente más relación con cambios estruc-
turales en la cara de nuestra especie: tenemos una cara más corta
y somos el único hominino con mentón (la barbilla) hacia fuera.
Tampoco el tamaño relativo del lóbulo frontal -en comparación
con otros lóbulos- parece mayor en nuestra especie al comparar-
lo con otros homininos; es más grande, pero porque todo el cere-
bro es más grande, y en comparación con los neandertales apenas
hay diferencia. Estos resultados están en consonancia con los ob-
tenidos al hacer comparaciones con primates vivos, como veremos
más adelante.
Un dato interesante respecto al lóbulo frontal, no obstante, es
que al comparar los distintos homininos entre sí, la anchura de este
en su parte más anterior o prefrontal aumentó en neandertales y
Horno sapiens, modificando la forma general del cerebro vista des-
Hay una zona de la corteza cerebral que podría tener mayor im-
portancia para explicar la naturaleza de la mente humana, no solo
con respecto a otras áreas de la corteza, sino también a lo que se
había venido creyendo desde hacía varias décadas. Como ya hemos
dicho, el lóbulo frontal ha sido el centro de todas las miradas a lo
largo de la historia de la paleoneurología. Los resultados han sido
relativamente decepcionantes: ha aumentado su tamaño, pero no
f FIG.4
ANATOMÍA COMPARADA
Neurnpilos
La corteza cerebral se organiza en minicolumnas corticales, grupos de neuronas
de diferentes tipos interconectadas verticalmente, abarcando las seis capas de la
corteza y dando lugar a sus principales unidades funcionales.
DE LAS N ONES N
de neurotransmisor
NEURONA
LA NEUROQUÍMICA DE LA SOCIALIDAD
r F1G.3
/ ·,,
Putám~íi
\~, ,, •,,,,·,,
,,
'<. '·,
101
africano, del orden de los proboscídeos, pesa unos 4500-5000 g.
Un cerebro tan enorme como el del elefante tiene que tener, nece-
sariamente, más neuronas que el nuestro. Efectivamente, 257 000
millones del elefante, frente a 86 000 millones del nuestro. ¿Qué
hace al cerebro humano mejor que el del elefante para el cálculo,
el razonamiento o el lenguaje, por poner algunos ejemplos? La cor-
teza cerebral: mientras que la del elefante solo tiene algo más de
5 000 millones de neuronas, la del humano tiene nada menos que
16 000 millones. Como curiosidad diremos que la gran mayoría del
resto de neuronas cerebrales en ambas especies se concentra en el
cerebelo, estructura que, por deducción, no sería tan relevante para
nuestras capacidades cognitivas como la corteza cerebral.
Nosotros pertenecemos a un orden, el de los primates, en el
que se da la circunstancia de que el cerebro tiene un gran nú-
mero de neuronas corticales por centímetro cúbico. Solo ocurre
algo parecido en los cetáceos, y uno de ellos, el calderón común
(Globicephala melas) incluso dobla nuestro número de neuronas
corticales. Esto indica que, además del número de neuronas, la
organización interior del cerebro debe ser también un factor de-
cisivo. Los primates tienen un cerebro especial, relacionado con
un alto índice de dificultad en la organización y el dinamismo de
los sistemas sociales, donde las contrariedades en el juego social
-intenciones ocultas, engaños, persuasión y un largo etcétera-
son la norma y han tenido un papel muy destacado en su evolu-
ción. Ese mismo diseño, llevado a su máxima expresión, podría
explicar nuestras elevadas capacidades cognitivas. Teniendo en
cuenta que el cerebro del neandertal tenía un tamaño muy similar
al nuestro, es probable que tuviera las mismas capacidades cogni-
tivas e intelectuales, pero no sobrevivió lo suficiente como para
desarrollar todo su potencial mediante evolución cultural, como
sí hizo nuestra especie.
Hacer que nuestro cerebro sea más grande que el de los demás
primates habría sido algo relativamente sencillo desde el punto de
105
bre del neurólogo francés que la dio a conocer, Paul Broca, aunque
hoy se sabe que las funciones de esta última son algo más sofisti-
cadas que las propuestas inicialmente. Pues bien, uno de los resul-
tados más interesantes al estudiar este fascículo mediante tracto-
grafía en humanos y compararlo con el de chimpancés y macacos
es que en los primeros está muchísimo más desarrollado, presenta
un número enormemente mayor de axones y conecta áreas parie-
tales, temporales y frontales mucho más extensas, sobre todo en
las dos primeras. Al ser un fascículo fundamentalmente empleado
en el lenguaje, esta descripción alcanza toda su plenitud en el he-
misferio izquierdo, en el que está lateralizado el lenguaje humano.
Al observar los cerebros de macacos y chimpancés se aprecia que
estos últimos muestran un patrón intermedio entre el humano y el
macaco en este fascículo (fig. 4), lo que sugiere que su evolución ya
habría comenzado en el ancestro común a chimpancés y humanos,
y da pie a reflexionar sobre su desarrollo ulterior a lo largo de la
evolución humana.
Ligeramente por encima del fascículo arqueado transcurre el
fascículo longitudinal superior, que une áreas corticales frontales
con áreas parietales, también de manera bidireccional. Este fas-
cículo también muestra notables diferencias entre chimpancés y
humanos, que parecen relacionadas con las llamadas funciones
frontoparietales. Estas incluyen la atención espacial a la observa-
ción de acciones realizadas por los otros, el aprendizaje social y el
manejo de herramientas, en las que nuestra especie también des-
taca especialmente. Precisamente, este hallazgo se complementa
con otros, entre los que se encuentra un desarrollo mucho mayor,
en comparación con otros primates, del sistema de proyección cor-
ticoespinal, un conjunto de conexiones que nacen en las cortezas
motora y somatosensorial y que van directamente a la médula es-
pinal, donde contactan con las neuronas que activarán los diver-
sos músculos de las articulaciones. Este sistema está muy relacio-
nado con los movimientos voluntarios y precisos, especialmente
Macaco
Humano
El fascículo arqueado [FA), que en el humano conecta las áreas de Broca y Wernicke
[áreas del lenguaje), se ha desarrollado notablemente en nuestra especie,
particularmente en el hemisferio izquierdo.
1 FIG.1
Humano AAAGAAGACC ACGGAGGCCC TGCTGGAGCT GAAGGC C GTG
1 CROMOSOMA 1
Proteína
Serina
Triplete
ARNm
Proceso de lectura del ADN contenido en los cromosomas del núcleo de la célula.
Las secuencias de nucleótidos del ADN se copian como secuencias de ARN
mensajero [ARNml, que sale del núcleo y es leído para producir secuencias de
aminoácidos a razón de uno por cada triplete de nucleótidos.
0/2
Orangután
Hace 75
millones___; Macaco
de años :
1/131
----------•-------------------------- Ratón
FOXP2 es un gen con un alto grado de conservación entre los mamíferos. Sin
embargo, en el humano se han dado dos mutaciones (sustituciones de aminoácido!
con consecuencias importantes para la proteína codificada por este gen.
~~ .••.•
Antes de la duplicación
''
-----------~
' '
LA EVOLUCIÓN ACELERADA
AIGIGIAIG TA e
A T A A A
-'-'-+...:c+...:_.¡._c...;_:__¡_:_..T+eA__:_¡_c:_¡...c.:_¡_:c_¡._ G, T C
GAA CTA
-:-'r:-r.-t-::ct-:::-+ A GTA
A
Antecesor común
1300 Mal
[ GI A A A IT G Gt\fG I G A I G I A lA A T !l A C
GIC A AjT T T AJTIC AIA CIT G A A AA
J_~ ! T A
A GTc A
Gi G
Gr
-~ -º'2.tij~
AIC
G A1A Ar A
A C
Gr
A T G T C
r Ter A
T
~- CIAIA
A A T T AIAIA G T A T T T A G A
Antecesor común
G AITIT T T c1c T!CIA A A T T TIC A
18 Mal
e
A
e
A
A
En esta secuencia HAR, denominada HAR1, de 118 nucleótidos, solo hay dos
diferentes en el pollo y el chimpancé, dos mutaciones en 300 Ma. Entre el chimpancé
y el humano, sin embargo, hay más de 18 cambios en un tiempo mucho más corto.
N DETI RE
En relación con la evolución del cerebro humano, es interesante
observar que la genética ha seguido un camino inverso al de los
estudios macroscópicos y microscópicos. Si en aquellos se empe-
zó por examinar los moldes endocraneales de especies extintas de
homininos para pasar a explorar el interior del cerebro de especies
vivas y buscar diferencias cualitativas pudieran relacionarse
con nuestras capacidades cognitivas, en el caso de la genética se
comenzó comparando el ADN humano con el de otros seres vivos y
se ha acabado extrayendo ADN fósil de homininos extintos y com-
parándolo con el nuestro. La llamada paleogenética es el abordaje
más reciente en esa búsqueda de lo que nos hace humanos, y tam-
bién el más prometedor.
129
neandertal y denisovano en distintos lugares del mundo y en dife-
rentes proporciones. La mayoría del ADN neandertal se encuentra
en Europa y Oriente Medio, mientras que el ADN denisovano pode-
mos hallarlo sobre todo en Oceanía, señal de que probablemente esta
especie, aunque acabó refugiándose en Siberia, se expandió hace
decenas de miles de años por Asia, desde donde migrarían algunas
poblaciones de H. sapiens portadores de esos genes denisovanos -y
algunos genes neandertales- hasta territorios tan lejanos como el
continente australiano.
Se sabe que el material genético recibido de neandertales y deni-
sovanos está relacionado con diversas funciones del organismo, in-
cluidas algunas del cerebro, y con el comportamiento. Es probable
que nos transmitieran más porciones de ADN, pero si estas no ofre-
cían ninguna ventaja acabarían disolviéndose y desapareciendo
de la población con el transcurso de las generaciones. Otras se han
mantenido aunque su ventaja no esté del todo clara, ya que aún es
mucho lo que desconocemos sobre los mecanismos de acción de
gran parte del material genético. Por ejemplo, sabemos que algu-
nas secuencias neandertales nos hacen más propensos a fumar, a
la depresión y otros trastornos del ánimo e incluso a ser noctám-
bulos y tender a echarnos la siesta. Se sabe que ciertas variantes de
algunos genes se asocian a estas circunstancias, pero de momento
poco más podernos decir de cómo afectan al desarrollo y la confi-
guración del cerebro.
EL CEREBRO NEANDERTAL
Más interesante para lo que aquí nos ocupa es encontrar dónde pue-
de haber similitudes y diferencias entre el ADN de esas especies ex-
tintas y la nuestra en relación con el material genético implicado en
el desarrollo del cerebro, en particular en aquellos fragmentos en los
que, como hemos visto, hay notables discrepancias entre humanos y
[iJ w QJ
¡7 _ -
y --•
Hueso pulverizado
135
Cuando se llegue a esta situación, no solo sabremos realmente
cómo somos, de dónde venimos, y de dónde viene cada rasgo dife-
rencial de nuestro cerebro y nuestra mente, sino que también sa-
bremos más sobre cómo evitar deter-
La trayectoria minados trastornos que nos afectan.
evolutiva seguida Y lo que es más trascendente, hacia
por nuestros dónde podríamos dirigir nuestros pa-
antepasados debería sos en un esfuerzo colectivo como es-
indicarnos, a priori, la pecie. En este sentido, resultan del ma-
dirección y el sentido yor interés los estudios encaminados a
de nuestra historia conocer con detalle las bases genéticas
y, de modo claro, de la inteligencia, en sus distintos as-
nuestro futuro. pectos de memoria, velocidad de pro-
PIERRE PAUL GRASSÉ cesamiento, atención, razonamiento y
funciones ejecutivas, entre otros. En la
actualidad se conocen más de mil genes implicados en estas ca-
pacidades en las que nuestra especie muestra características ex-
traordinarias. Muchos de esos genes se organizan en al menos dos
conjuntos relativamente independientes entre los cuales existen
multitud de relaciones mutuas, donde se dan procesos de regula-
ción entre ellos. Conocer en profundidad estas redes complejas de
genes y cómo actúan durante el desarrollo del cerebro permitirá
algún día determinar qué nos hace inteligentes en mayor o menor
medida, en cada uno de los aspectos que constituyen la inteligen-
cia. Al comparar estos datos con los de otras especies, vivas o extin-
tas, responderemos con mucha mayor contundencia a la pregunta
de qué nos hace humanos.
Por otro lado, a los mismos científicos que están trabajando en
ello no se les escapa la posibilidad de utilizar este conocimiento
para mejorar nuestras funciones cognitivas. Intervenir de este
modo sería como acelerar el proceso de selección natural, convir-
tiéndola en artificial, intencionada, pues aquella necesita miles de
años para hacer su trabajo y puede que no queramos esperar tanto.
Índice 1 141
Darwin, Charles 7, 20,33, HAR (regiones aceleradas
46 humanas) 124-126, 132-133
DeFelipe, Javier 84 hCONDEL (deleciones humanas)
decisiones, toma de 8, 24, 68 126,132
dendritas 85-87, 91-92, 120 Herculano-Houzel, Suzana 98-
denisovanos 31, 113, 129-132, 101, 103, 123
136 Hodgson, Derek 76
dopamina 95-98, 126 Holloway, 57, 60, 64, 77
Horno
emociones 8, 20, 88, 90, 93, 95 antecessorr 28, 31
escáner TAC 65 erectus 28, 31-32, 36-41, 55, 57,
esquizofrenia 92, 126, 133-134 61, 63, 70
ergaster 28, 31, 37, 55, 57
factores de transcripción jloresiensis 28, 30
(proteínas reguladoras) 116, habilis 28, 31, 33-35, 37, 39-40,
119 45,55,56,61-63, 70
factores epigenéticos 117 heidelbergensis 28-29, 38,
fascículo 53, 55, 57, 66, 70, 113, 128
arqueado 104, 106-107 naledi 29, 31
occipitofrontal 107 neanderthalensis 29, 31, 53,
fraccionador isotrópico 100-101 55, 57, 70
funciones rudolfensts 31, 61, 63
ejecutivas 67, 136 sapiens 11, 27, 29, 31, 37, 42,
frontoparietales 106 46, 53, 55, 57, 67-68, 70-72,
75-78, 82, 129-130, 133,137
gen
ASPM120 ínsula, 72, 75,83,88
AUTS2126, 133 intencionalidad, niveles de 57,
FOXP2 118-121, 129, 131 72, 77-78
GADD45G126
SRGAP2 122, 125, 132 lenguaje humano 25, 60, 89, 104,
MCPHl (microcefalina) 120 106, 132
Grant, Seth 92-93 técnica 42-44
142 1 Índice
microcefalia 120 precúneo 70, 72, 76
molde 58-59, 64 putamen 96
morfometría geométrica 66,
69 rivalidad binocular 23
musteriense 42-43, 77
Schoeneman, Thomas 75
neuroanatomía comparada 82- Semendeferi, Katherina 74
84, 87,136 sinapsis 90-91
neuronas sistema por défecto humano 70,
en huso 87 94
espejo 89-90 Stout, Dietrich 41
neuropilo 84-85 surco
Niño de Taung 51, 56, 58 intraparietal 51, 76, 134
lateral o cisura de Silvio 51, 58
Paabo, Svante 128-129 lunado 56, 58-59, 63, 66
paleogenética 127-130, 132, 134
paleoneurología 64-67, 69, 99, 136 traceología 35
petalia 62-63 tractografía 104-105
plasticidad cerebral 92
Pleistoceno 26-27, 41, 45 Zilles, Karl 93
Índice 1 143