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EVOLUCION
DEL CEREBRO
La fascinante historia
de nuestra mente
SUMARIO
1ntroducción 7
Índice 141
INTRODUCCIÓN
1 7
ciencia y la tecnología avanzan, se van incorporando nuevas for-
mas de responder a la gran pregunta. Desde el estudio del compor-
tamiento hasta los últimos descubrimientos en genética, los cien-
tíficos interesados en la evolución del cerebro humano han sabido
aprovechar cada avance en su propio beneficio.
Una buena forma de aproximarse a la historia de nuestra men-
te comenzaría por saber cómo es esta actualmente. La psicología y
la neurociencia nos están permitiendo conocerla en profundidad.
Pero, a la vez, los más recientes avances en estos campos están po-
niendo en entredicho la presencia en nuestra especie de faculta-
des mentales únicas y cualitativamente diferentes, o incluso que
seamos realmente tan racionales como creemos. Comenzaremos,
por tanto, dando un breve repaso a algunas de estas facultades que,
tradicionalmente, se han considerado especialmente humanas,
como la consciencia, el lenguaje, la memoria de trabajo o la toma
de decisiones. Habrá lugar además para hablar del arte, la religión
y las emociones. Pero iremos también a donde empezó todo, al es-
tudio de las primeras herramientas y su evolución a lo largo de los
milenios, así como a lo que estas nos pueden decir acerca de la evo-
lución de nuestra mente.
El árbol evolutivo humano es un camino de.avances en nuestras
capacidades cognitivas en el que la tecnología lítica es la muestra
más fehaciente de este recorrido. Conoceremos sus diversas etapas
y principales momentos; veremos que el árbol está bastante ra-
mificado y que hoy día somos la única especie de nuestro género
(Romo) que queda viva en el planeta, algo absolutamente excep-
cional y que, de alguna manera, también nos hace únicos. Seremos
testigos de nuestros logros desde el principio de los tiempos hasta
el momento actual. Desde un estado similar al de cualquier otro
primate, hasta el de una especie que es capaz de enviar su tecnolo-
gía más allá de los confines del sistema solar, será difícil hablar de
un punto a partir del cual se pueda establecer un antes y un des-
pués en nuestra condición de seres humanos. Este tipo de circuns-
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tancias nos ponen en nuestro lugar en la naturaleza, en la historia
natural del planeta Tierra, y nos tienen que hacer reflexionar, de
forma colectiva e individual, acerca de nuestro futuro como espe-
cie. Somos una especie que en gran parte se ha hecho a sí misma
y que ha sabido superar grandes e increíbles retos. La especie hu-
mana debe aprovechar todo su potencial para poder aspirar a un
futuro óptimo, el mejor posible. Pero para eso debe de conocerse a
sí misma en profundidad.
Durante muchas décadas, los esfuerzos científicos por entender
la evolución del cerebro y la mente humanos se centraron principal-
mente en el denominado proceso de encefalización. A medida que
se iban descubriendo nuevas especies fósiles que habrían sido po-
tencialmente antecesoras de la nuestra - o cercanas a nuestra línea
evolutiva-, algo que llamó la atención fue que el tamaño del cerebro
se había hecho progresivamente mayor, hasta el punto de resultar
una de las especies más encefalizadas del planeta, si no la que más.
Se ha considerado que la proporción entre el volumen cerebral y el
corporal es la clave de nuestras capacidades mentales más destaca-
das. Las especies con una relación mayor entre el volumen del cere-
bro y el volumen corporal suelen ser más inteligentes, entendiendo
por inteligencia la capacidad de afrontar con éxito problemas nue-
vos e inesperados. Es como si para un cuerpo de determinado tama-
ño se necesitase una cantidad específica de tejido nervioso. A partir
de ahí, si se tiene el privilegio de poseer tejido nervioso «sobrante» o
extra, se entrará en el club de las especies inteligentes. Y la nuestra
parece estar en un puesto de honor.
Pero con la encefalización no solo se produjo un incremento glo-
bal del volumen cerebral. A medida que nuestro cerebro aumentaba
su tamaño, se podrían descubrir patrones evolutivos según los cua-
les algunas zonas presentaban mayores crecimientos que otras, lo
que afectaría no solo al tamaño, sino también a la forma del cerebro.
Durante muchos años se quisieron ver aumentos desproporciona-
dos en los lóbulos frontales o en las áreas del lenguaje. Sin embargo,
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estudios más recientes han puesto en entredicho muchas afirmacio-
nes anteriores. Así, un lugar clave de nuestra evolución podría estar
en los lóbulos parietales, relacionados con la integración sensorial
y la manipulación del espacio, más que en los frontales, implicados
en procesos de planificación y autocontrol. Daremos un repaso a los
diversos estudios que han abordado la extensión relativa de las dis-
tintas áreas del cerebro, así como a los más recientes que plantean su
comparación con especies vivas de primates, en busca de patrones
únicos de nuestra especie que permitan entender qué nos hace hu-
manos.
Una aproximación más reciente al estudio de la evolución de
nuestro cerebro se ha producido mirando al microscopio las distin-
tas zonas cerebrales, especialmente la corteza, comparando lo que se
ve con lo observado en el cerebro de otras especies. Los datos obteni-
dos con otros primates (especialmente macacos) son de gran interés
para entender por qué nuestra corteza podría tener mayores capaci-
dades de computación. Existen algunas diferencias notables en cier-
tos tipos de neuronas y sus cantidades relativas. Técnicas modernas
de recuento celular han puesto de manifiesto datos muy interesantes
respecto a las diferencias en número de neuronas entre los cerebros
de primates y los de otros grupos animales. De estas investigaciones
se deduce que un cerebro grande de primate como el nuestro es el
cerebro con más neuronas en la corteza cerebral de todos los anima-
les terrestres, lo que supone una gran ventaja. Las nuevas técnicas
también nos permiten estudiar, en el humano y en otras especies, la
densidad y cantidad de conexiones a media y larga distancia quepo-
seen los distintos cerebros. Con ellas se han obtenido datos significa-
tivos que indican que el ser humano muestra aumentos específicos
en determinadas conexiones, así como conexiones que no existen en
otras especies.
Terminaremos nuestro viaje revisando una de las aportaciones
científicas al estudio de la evolución de nuestro cerebro más prome-
tedoras: el desciframiento del genoma de humanos fósiles y su com-
10 1
paración con el genoma humano actual. Este último, aunque bas-
tante completo, aún posee algunas lagunas, y el ADN fósil es todavía
muy incompleto y fragmentado. Aun así, ya se está logrando deter-
minar qué rasgos del cerebro y el sistema nervioso y de su desarro-
llo, podrían ser diferentes entre Romo sapiens y otros miembros de
nuestro género. Por ejemplo, algunos genes implicados en el autis-
mo o en determinados trastornos psiquiátricos parecen diferir entre
especies humanas. Comentaremos también el caso de algunos genes
de gran relevancia para determinadas capacidades cognitivas, como
el lenguaje, y sus posibles diferencias con otras especies. Estas téc-
nicas nos permiten también estimar el grado de antigüedad de algu-
nas variantes genéticas, así como vislumbrar antiquísimas historias
de migraciones y cruzamientos entre especies. Queda, no obstante,
mucho por avaIJ,zar en este campo. Aún hay que conocer en detalle la
función específica de cada uno de los aproximadamente dieciocho
mil genes humanos -por cierto, muchos menos de los que tiene, por
ejemplo, un tomate- y cuáles y cómo se relacionan con los rasgos en
los que nuestro cerebro destaca.
La evolución no tiene fin, aunque nos parezca estar en una si-
tuación estanca como especie, esto no es así: seguimos evolucio-
nando. Cuando sepamos en profundidad cómo somos, de dónde
venimos y de dónde viene cada rasgo diferencial de nuestra espe-
cie, habremos satisfecho uno de nuestros mayores anhelos. Y lo
que es más trascendente, podremos decidir con conocimiento de
causa hacia dónde queremos dirigir nuestros pasos como especie.
Esto también nos hará únicos.
1 11
01 CONOCERNOS
A NOSOTROS MISMOS
r FIG. 1
TO DO TIENE UN PRECEDENTE
Percepción
(alterna)
t
/~6\
...
,' :.:,,,t'. ', "
~ ~
Estímulo !fijo)
m ~
Ojo v
'
Ojo
!+ \
1
E "I+ \
Ojo Ojo
-
derecho izquierdo derecho izquierdo
Tiempo 500ms 500 ms soom~ 500 ms 500ms
Percibido @ + +
~ .CJ .CJ
Indicado
A B A B A B
- Experimento de rivalidad binocular. El animal ve una imagen distinta por cada
ojo, y solo puede ser consciente de una de ellas en cada momento. Al haber sido
entrenado a pulsar determinado botón para cada estímulo, podremos saber de cuál
está siendo consciente en cada momento [panel inferior!.
23
dos de exploración, construyen dicha herramienta con su pico y sus
patas y obtienen el tan ansiado objeto. Ciertos animales, como los
chimpancés, algunos elefantes o los delfines, van más allá y mues-
tran autoconsciencia, es decir, son conscientes de sí mismos.
En general, aparte de que algunas zonas concretas del cerebro
sean necesarias para que haya consciencia, esta parece originarse
cuando la intensidad de la activación nerviosa supera determinados
umbrales. Algunos científicos creen que esta es una cualidad propia
de sistemas complejos interconectados y que, por tanto, podrían aca-
bar manifestándola internet y los ordenadores del futuro.
Una posible característica humana es la toma de decisiones de
manera voluntaria y consciente. Sin embargo, cada vez hay más
evidencias en neurociencia cognitiva que demuestran que so-
mos conscientes de muy poco de lo que ocurre en nuestro cerebro
cuando tomamos una decisión. En numerosas ocasiones descono-
cemos los verdaderos motivos que nos han llevado a realizar cier-
to acto, creyéndonos movidos por razones que en realidad no han
sido determinantes. La deliberación, el libre albedrío, la libertad,
en definitiva, es algo que no pocos neurocientíficos están empe-
zando a cuestionar seriamente.
Muchos seres vivos muestran ciertas dotes para la planificación
a corto y a medio plazo. Planes de un día para otro o incluso con
vistas a varios meses se han documentado en algunos primates y
aves. Ciertamente. nuestros planes pueden ser a muy largo alcance,
de muchos años, pero esto no es sino una diferencia cuantitativa,
consecuencia probablemente de un cerebro muy grande y de nues-
tra gran memoria a largo plazo.
¿Y qué podemos decir del arte y la religión? ¿No son la prueba in-
equívoca de que tenemos una mente simbólica, algo único en el reino
animal? No queda muy claro qué se quiere decir cuando se esgrime
que tenemos una «mente simbólica»; la mayoría de los psicólogos son
cada vez más reacios a utilizar este término para definir nuestra men-
te. El lenguaje sí es simbólico -las palabras son sonidos arbitrarios
Subfamília
Tribu
Subtrlbu
Clasificación moderna
Superfamilia Hominoideos
Hoy ~ - -- - - - - - - - - - - - - - - - - -- - - - - - -- - - -
Homo floresiensis 1
•
1 Ma
Paranthropus bo1sei
Australopithecus
sediba
Australop,thews
garhi
\) .....
--=-i-- •.
afncanus
4 Ma
' tiri,
t--- - - ----1• ~
Australopithecus
anamensis
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fallidos, no dejaron descendencia que perdurara, y numerosas conexiones
son aún objeto de discusión. Para no perdernos entre tantas ramas, pode-
mos podar un poco el árbol y dejar solo las de nuestra propia línea evolutiva.
Homo sapiens
Humano de Denisova
neandertha(ensis
Homo
he1de/bergensis
\
Homo rudolfensis
31
de años o solo 250 000. La evolución del género Horno aparece, por
tanto, llena de recovecos, de especies similares coexistiendo casi en
los mismos sitios, de multitud de ramas de las que hoy solo queda
una, la nuestra.
EL NACIMIENTO DE LA ESTÉTICA
41
bién porque permitió el surgimiento de uno de los grandes inventos
de la humanidad: la cocina. Nuestra especie es la única del planeta
que cocina sus alimentos, algo que debemos al período achelense
y que, como veremos más adelante, tiene mucho que ver en lo que
nos hizo humanos.
EN LA RECTA FINAL
Hace unos doscientos mil años, quizá más, apareció un gran avance
en el modo de producir tecnología utilitaria a partir de material lí-
tico que estuvo en auge hasta hace aproximadamente cuarenta mil
años. Se denomina tecnología musteriense, a partir de los hallazgos
realizados en el abrigo rocoso de Le Moustier, en la Dordoña france-
sa, y se conoce también como tecnología de modo 3. Es la típica tec-
nología del neandertal, y cuando se halla en Europa se suele asociar
indefectiblemente con esta especie. No obstante, también la usa-
ban los primeros Horno sapiens, especialmente en el norte de África
y Oriente Próximo. Durante mucho tiempo, en la mayor parte del
resto del mundo se siguió manteniendo la tradición achelense.
El modo más prototípico de fabricar tecnolo~ía musteriense es
mediante la llamada técnica Levalloís. A diferencia de las técnicas
olduvayense y achelense, aquí no se parte de un guijarro de tamaño
similar al producto final y al que se le dan toques con otra piedra
u otro material percutor hasta alcanzar la forma final. El punto de
partida en esta técnica son núcleos pétreos mucho más grandes,
rocas de mayor tamaño de las que se extraerán varias piezas. Los
primeros pasos consisten en preparar esa gran roca en una de sus
caras, procediendo a dar una forma deliberada que se asemejará al
de un hacha de mano (en el ejemplo más común) por uno de sus
lados (fig. 3). Esto exige golpes y retoques numerosos a lo largo de
la superficie y los laterales del lado que se esté abordando. A conti-
nuación, y de un solo golpe certero y conciso, se desprenderá una
r Fto.3
L!J ,.,,,...--- -
\
)
11]
,
1
l sistema nervioso de los animales puede presentar las más va-
E riadas formas y estructuras. Los hay con forma de retícula, como
el de la hidra, con forma de anillo con cinco nervios, como en las
estrellas de mar, o con una disposición que recuerda a las vías del fe-
rrocarril, como en el caso de las planarias, gusanos planos que viven
en el medio acuático. Los pulpos poseen un sistema nervioso muy
complejo, compuesto de numerosos ganglios, y con más neuronas
distribuidas a lo largo de sus ocho tentáculos que en el propio cere-
bro. Todos estos sistemas nerviosos pertenecen a animales inverte-
brados, en los que la variabilidad es muy grande. Cuando nos centra-
mos en el grupo de los vertebrados, la variabilidad es mucho menor
y su fisonomía se ciñe a un patrón general: el sistema nervioso posee
un largo cordón, muestra simetría bilateral y posee varios niveles o
segmentos, organizados jerárquicamente, entre otras característi-
cas. En las especies con las que tenemos un mayor parentesco evolu-
tivo, los parecidos son aún mayores: las mismas panes y elementos
del sistema nervioso y su disposición se van a encontrar en todos los
mamíferos; solo notaremos una gran diferencia en los tamaños rela-
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