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Aplicar la perspectiva de género de manera transversal quiere decir pensar todos los
espacios estatales y políticas públicas con el objetivo de transformar las desigual-
dades mediante nuestras prácticas cotidianas como trabajadoras y trabajadores del
Estado y mediante nuestras acciones de gobierno.
• Hace posible observar las prácticas habituales que, en el ámbito laboral del
estado, reproducen relaciones desiguales y de violencia por motivos de género,
un paso necesario y fundamental para tomar conciencia, actuar y operativizar
transformaciones sostenibles.
• Y al mismo tiempo, también para dar cumplimiento a los compromisos asumidos
por el país, en materia de capacitaciones, y la obligación de tener una perspec-
tiva de género a la hora de diseñar y ejecutar políticas institucionales, un man-
dato que pesa sobre quienes integran todos los poderes del Estado nacional,
provincial y de aquellos Municipios e instituciones que hayan adherido a esta
normativa.
En 1979, en el inicio del inicio mismo del documento, la CEDAW recordaba “que la dis-
criminación contra la mujer viola los principios de la igualdad de derechos y del respeto
de la dignidad humana, que dificulta la participación de la mujer, en las mismas condi-
ciones que el hombre, en la vida política, social, económica y cultural de su país, que
constituye un obstáculo para el alimento del bienestar de la sociedad y de la familia y
que entorpece el pleno desarrollo de las posibilidades de la mujer para prestar servicio
a su país y a la humanidad”.
Argentina es uno de estos Estados partes que ratificaron la Convención por Ley 23.179
aprobada y promulgada en 1985. Pero esta Convención desde 1994 tiene Jerarquía
Constitucional, como se analizó oportunamente. Por lo tanto este compromiso no es
nuevo, ni se inicia con la Ley Micaela.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) indica que debe darse la transfor-
mación por medio de la integración, es decir que: “La transversalización del enfoque
de género no consiste en simplemente añadir un ‘componente femenino’ ni un ‘com-
ponente de igualdad entre los géneros’ a una actividad existente. Es asimismo algo
más que aumentar la participación de las mujeres. Significa incorporar la experiencia,
el conocimiento y los intereses de las mujeres y de los hombres para sacar adelante
el programa de desarrollo”.
Te invitamos a ver el siguiente video del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diver-
sidad de la Nación donde se analiza qué significa transversalizar la perspectiva de
género en las políticas públicas.
https://www.youtube.com/watch?v=yMNZLW97Gb0&t=2s
En esta nueva etapa inaugurada a fines del 2019, donde las cuestiones de género fue-
ron jerarquizadas al rango de Ministerio -en el Estado nacional y algunas provincias-,
resulta imprescindible articular con toda la institucionalidad estatal para que efectiva-
mente la perspectiva de género esté presente en todos y cada uno de los momentos
anteriormente descritos del ciclo de la política pública.
Si estas pautas son sistematizadas, pueden dar forma a una “guía de buenas prácti-
cas”, un recurso para introducir de manera sostenida en el ámbito laboral la perspec-
tiva de género, tanto para el plano general de las relaciones de trabajo como, en el
caso del Estado e instituciones, en lo que toca a la confección y aplicación de políticas
institucionales.
Las prácticas no pueden considerarse como ‘buenas en sí mismas’, sino que deben
ser analizadas en relación al contexto en el que se llevan a cabo.
El Estado, en una escala y con recursos y una autoridad superior a cualquier otro actor,
puede llevar adelante iniciativas que hagan la diferencia en la lucha contra estos des-
equilibrios, y que además apunten a la reparación con un enfoque de género de las
desigualdades y violencias que afectan a las mujeres y las diversidades.
Si herramientas como la Ley Micaela buscan romper el círculo de la injusticia por ra-
zones de género, capacitando para transformar y prevenir, la reparación es una ins-
tancia para traer justicia a quienes fueron víctimas del patriarcado, entendiendo el tipo
de vulneraciones sufridas y los derechos que deben subsanarse. En la Argentina, son
instrumentos creados con ese fin normas como la Ley de identidad de género, la Ley
de matrimonio igualitario o la Ley Brisa, que garantiza la reparación económica para
las infancias y adolescencias cuyas madres, progenitoras o progenitores afines hayan
muerto por violencia intrafamiliar y/o de género.
La Ley Micaela viene a señalar que resulta imposible juzgar y reparar con perspectiva
de género sin la capacitación de todos los operadores y las operadoras que ejercen
roles en juzgados, fiscalías, defensorías y asesorías, y que deben seguirse los criterios
de transversalidad y de corresponsabilidad entre los diversos ámbitos y jerarquías
de la vida judicial. La implementación adecuada de las capacitaciones, son necesarias
para permitir que quienes tomen decisiones judiciales puedan traducir en sus senten-
cias las obligaciones asumidas por el país en la legislación internacional y nacional,
como lo establece a las claras la Ley 26.485, de protección integral a las mujeres.
Por otro carril, la práctica concreta de una perspectiva de género para el ámbito de
trabajo de los organismos públicos, o de otras instituciones, supone contar con herra-
mientas y recursos básicos para la identificación y la orientación ante situaciones de
violencia. Es un eslabón más que se integra al marco construido por conceptos como
el de corresponsabilidad, buenas prácticas y reparación.
Como ambientes laborales, las universidades también deben estar preparadas para
la intervención en crisis, es decir, frente a situaciones de violencia que se suscitan en
el propio escenario laboral, o concurriendo al mismo, y que comprometen la vida, la
libertad, la seguridad y/o la integridad de la víctima, así como de niñas, niños u otras
personas cercanas. Se trata de un peligro actual o inminente que requiere la interven-
ción policial inmediata para salvaguardar la seguridad de las personas afectadas.
Respecto a la normativa, nuestro país cuenta con extensa y variada, que colabora en
la legitimidad y en la determinación de las acciones a realizar.
Es una decisión política y una convicción personal y colectiva tomar el rumbo de trans-
versalizar la perspectiva de género en las políticas de estado y en las instituciones, y
en el ejercicio de las autoridades ejecutivas, legislativas y judiciales definitivamente.
Si hay justicia con perspectiva de género es posible pensar y hacer la justicia social.