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LOS CARISMAS DEL ESPÍRITU SANTO

El primero y principal don que recibe la Iglesia es el don personal del mismo Espíritu Santo (Rom 5,5; 8,15...) que
nos ha sido merecido por Jesucristo, don también del Padre (Jn 3,16). Ese don increado del Espíritu produce como
consecuencia inmediata la caridad, calor de su fuego (1 Cor 12,31. 14). Ella es por eso el mejor y más excelente de los
dones. Luego, toda la multiforme acción de Jesucristo por su Espíritu y del Espíritu en Jesucristo, crea esa
innumerable variedad de carismas, vibraciones y aspectos de aquella increada y creada caridad. Unidad radical y
originadora: el Espíritu; y diversidad incesante de efectos de la misma (1 Cor 12,4; 1 Pet 4,11).
S. Pablo nos ha ofrecido varias clasificaciones de carismas (Rom 12,6 ss.; 1 Cor 12; Eph 4,11 ss.). Evidentemente, no
quieren ser exhaustivas. Es empeño inútil e imposible tratar de hacer por eso un esquema rígido dentro del cual
cupiese toda la infinita dinámica del Espíritu. Pero sí que nos indica claramente: 1°: que todo en la Iglesia es don por
parte de Dios; los diversos ministerios también, empezando por el apostolado estricto de los doce y de Pablo (1 Cor
12,28; Eph 4,11), y de la jerarquía que les sucede (1 Tim 1,18; 4,11-12; 4,16); 2°: que todo carisma, por personal y
particular que quiera pensarse, es, directa o indirectamente, para la común utilidad de la Iglesia (1 Cor 12,7), para la
edificación del cuerpo de Cristo (1 Cor 14; Eph 4,12; cfr. 1-Pet 4,10); 3°: que el Espíritu los distribuye libérrimamente,
como quiere y a quien quiere (1 Cor 12,11; Eph 4,7).

Podemos clasificarlos del modo siguiente:


a) Carismas ministeriales oficiales: jerarquía, sacerdocio ministerial (con sus múltiples quehaceres magisteriales,
sacramentales, pastorales en general), vida religiosa en cuanto organizada y aprobada por la jerarquía, el estado
matrimonial, etc.
b) Las diversas vocaciones particulares para entrar en esos ´órdenes´ ministeriales.
c) Las gracias personales privadas que recibe cada cual, y que pueden ser a su vez ordinarias y extraordinarias, según
el modo normal o no de darse aquéllas, y que generalmente se acompaña en el segundo caso de una toma de
conciencia (psicologismo) de la presencia y actuación de las mismas.
d) Hechos trascendentales, maravillosos que dentro de la historia de salvación que vive la Iglesia, impactan más o
menos su realización, p. ej., grandes figuras proféticas y santas, acontecimientos impresionantes, obras de largo
alcance y repercusión, etc.
Aquí trataremos únicamente de los dos últimos apartados, ya que los otros suelen estudiarse bajo otros conceptos.

Carismas e Iglesia. -La Iglesia es pueblo todo él profético, sujeto a esa acción del Espíritu en todos y cada uno de sus
miembros, clérigos y seglares, hombres y mujeres, de todos los pueblos y tiempos. Todo en la Iglesia es pues
carismático, pero, en el lenguaje ordinario, la palabra carisma no suele aplicarse a la asistencia y acción del Espíritu
Santo a la Jerarquía, ni a su presencia y acción en los sacramentos, etc., sino que se reserva para designar esa acción,
ordinaria o extraordinaria, llamativa o silenciosa, pero en cualquier caso imprevisible y misteriosa por la que, del
modo que quiere y cuando quiere, se hace presente y actúa el Espíritu Santo distribuyendo luces y dones. Elemento
en gran parte irregistrable para nosotros, pero en parte sí registrable, al menos en sus resultados y consecuencias.
Elemento vital y necesario, como lo es también el oficial, y que pertenece, por tanto, a la realidad íntima de esa
Iglesia; por tanto, siempre se tiene que dar en la misma. Así no hay que extrañarse de que los signos maravillosos,
antes prometidos, se hayan prodigado en su historia, más en algunos momentos claves, como tuvo lugar en los
primeros tiempos cristianos.
Su disminución en otros nada significa, ya que la distribución de los mismos se rige por la providencia del Espíritu.
La tesis del racionalismo liberal de que la jerarquía surge por la cesación de aquéllos es dogmáticamente herétíca e
históricamente insostenible.

¿Qué son los carismas y para qué sirven?


Con frecuencia, no somos conscientes de todo lo que recibimos constante y gratuitamente de Dios. Por ejemplo, en
el bautismo y otros sacramentos los cristianos reciben los “dones del Espíritu Santo”, de forma ordinaria y
permanente.

Estos maravillosos siete dones son:

Temor de Dios: hace vivir en su presencia.


Inteligencia: da a conocer su verdad.
Sabiduría: hace ver el sentido de las cosas.
Prudencia: descubre los caminos rectos.
Justicia: busca la rectitud en todo.
Valentía: para atreverse a hacer las cosas y realizarlas.
Modestia: que hace respetar a Dios y mantener las cosas en su justo lugar.
¿Qué son los carismas?
Pero además, algunas personas concretas reciben carismas. El Catecismo (799) dice al respecto: “Extraordinarios o
sencillos y humildes, los carismas son gracias del Espíritu Santo, que tienen directa o indirectamente una utilidad
eclesial; los carismas están ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del
mundo”.
Por tanto, los carismas son gracias del Espíritu Santo que permiten actuar en aspectos o circunstancias
determinadas.
Los carismas no son requisitos para la salvación personal, no es más santo el que tenga mayores carismas, y no se
reciben por el bautismo ni por ningún otro sacramento.

¿Para qué son los carismas?


Dios los concede de forma incomparable dentro de la Iglesia, por los méritos de Cristo, para el bien común, y para la
renovación y construcción y utilidad de la Iglesia. En cada carisma el Espíritu revela su presencia con un don que
también es un servicio.
El Espíritu Santo los concede a quien quiere, con lo que lo capacita y dispone para asumir algunas obras y funciones
específicas.
El n. 800 del Catecismo dice: ”…son una maravillosa riqueza de gracia para la vitalidad apostólica y para la santidad
de todo el Cuerpo de Cristo. Los carismas constituyen tal riqueza siempre que se trate de dones que provienen
verdaderamente del Espíritu Santo y que se ejerzan de modo plenamente conforme a los impulsos auténticos de
este mismo Espíritu…”.

¿Cómo actúan?
Son gracias que pueden ser desde transitorias a más o menos constantes. El Espíritu Santo los da y los quita según
su beneplácito. Por eso se debe discernir cada expresión de apariencia carismática si provienen de Dios, o no.
Los carismas surgen con formas nuevas y diferentes según las necesidades de la Iglesia.

¿Cuáles son los carismas?


Es un empeño inútil tratar de hacer un esquema rígido dentro del cual cupiese toda la infinita dinámica del Espíritu.
No hay listados exhaustivos de carismas.
Sin embargo san Pablo enumeró una serie de carismas en su primera Carta a los Corintios (12, 4-12):

“Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu. Hay diversidad de ministerios, pero un
solo Señor. Hay diversidad de actividades, pero es el mismo Dios el que realiza todo en todos. En cada uno, el Espíritu
se manifiesta para el bien común. El Espíritu da a uno la sabiduría para hablar; a otro, la ciencia para enseñar, según
el mismo Espíritu; a otro, la fe, también el mismo Espíritu. A este se le da el don de curar, siempre en ese único
Espíritu; a aquel, el don de hacer milagros; a uno, el don de profecía; a otro, el don de juzgar sobre el valor de los dones
del Espíritu; a este, el don de lenguas; a aquel, el don de interpretarlas. Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu
el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere. Así como el cuerpo tiene muchos
miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así
también sucede con Cristo”.

Aunque no podemos elaborar un listado completo de carismas, sí se han realizado esquemas orientativos:
Los que se refieren a la instrucción de los fieles: el carisma de apóstol, de profeta, de doctor, de evangelista y de
exhortador, la palabra de sabiduría, la palabra de ciencia, el discernimiento de espíritus, el don de lenguas, el don de
interpretar las lenguas.
Los que tiene que ver con el alivio de los fieles: el carisma de limosna, de la hospitalidad, el don de asistencia, el de
la fe, las gracias de curaciones, el poder de milagros.
Los relacionados con el gobierno de la comunidad: el carisma de pastor, el de aquel que preside, los dones de
ministerio, los dones de gobierno.
Hay muchos más carismas, como son por ejemplo, el carisma de la vida religiosa, el carisma de la infalibilidad del
Papa.

En cualquier caso, la Iglesia, prudentemente establece que “parece siempre necesario el discernimiento de carismas.
Ningún carisma dispensa de la referencia y de la sumisión a los pastores de la Iglesia” (n.800 del CIC).

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