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Todo cristiano, como hijo de Dios, ha sido «equipado» con los dones
que necesita para su santificación, y para el servicio en la comunidad.
Pensar en lo contrario sería ir contra la doctrina bíblica, tan claramente
expresada en la primera carta a los Corintios.
San Pablo les recalcaba a los Corintios que se puede tener una fe que
mueve montañas, y hacer milagros espectaculares, pero que si no se tiene
amor, no vale para nada (1 Co 13). De aquí que «carismas», sin amor
solamente sirven para vanagloria y perdición del que los posee.
Saber discernir
San Pablo, concretamente, dice que por medio de los dones espirituales
Dios nos da «prueba de la presencia del Espíritu Santo».
o Cuando Pablo se tuvo que enfrentar al brujo Elimas, iba lleno del
Espíritu Santo: lo increpó y aquel hombre quedó ciego (Hch 13,
8). El Espíritu Santo nos da poder para enfrentamos a las fuerzas
maléficas que pululan en el mundo.
¿cómo hacer?
¿Qué hay que hacer para estar llenos del Espíritu Santo como los
personajes de que nos habla el libro de los Hechos de los Apóstoles?
Para emplear una imagen de tipo práctico, podríamos decir que nos
hemos ido «vaciando» de la fuerza del Espíritu Santo. Es por eso que
muchas veces en nuestra vida, sobre todo en momentos espirituales más
fuertes, pedimos «una nueva efusión del Espíritu Santo», así como hacían
los primeros cristianos en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 4,
29-31).
Jesús nos dio una pauta segura para poder estar «llenos del Espíritu
Santo». El día de los Tabernáculos, mientras el sacerdote vaciaba un
cántaro de oro con agua cerca de las gradas del templo, Jesús se puso a
gritar: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba; del interior de los que crean
en mí brotarán ríos de agua viva» Jn 7, 37-38).
San Juan explica que Jesús se refería al Espíritu Santo que iban a
recibir los que creyeran. Aquí, en esta frase de Jesús, hay directivas muy
seguras para buscar la presencia viva del Espíritu Santo en nuestras vidas.
En primer lugar, HAY QUE TENER SED. «El que tenga sed».
Una característica de nuestro hombre moderno es la apatía por las
cosas de Dios. Está imbuido en lo material, en el «tener» y en el «poder»
para gozar. No tiene sed. Dios queda para los momentos de emergencia.
Hay una condición que no se puede obviar. El recipiente, que debe ser
llenado, tiene que estar LIMPIO.
También dice san Pablo que podemos «apagar el fuego del Espíritu
Santo» (1 T s 5, 19). El Espíritu Santo es fuego, es luz. Esa luz no puede
«manifestarse» en nosotros, cuando hay pecado en nuestras vidas.
El hijo del alto oficial quedó curado cuando el padre comenzó a caminar
hacia su casa, creyendo en la palabra de Jesús que le aseguraba que su
hijo ya estaba curado.
Una persona puede tener muchos DONES, y no por eso estar llena del
Espíritu Santo. los dones son entregados «gratis» por Dios, sin ningún
mérito de parte de la persona. El fruto del Espíritu Santo, en cambio,
señala una respuesta por parte de la persona alamar de Dios. Entonces
Dios se manifiesta en esa persona por medio de la santidad, en el fruto del
Espíritu Santo, que menciona el capítulo cinco de la carta a los Gálatas.