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238 • LOS ADVENTISTAS DEL SÉPTIMO DÍA CREEN EN..
p ara que no ab an d o n a ran Jerusalén, “sino que esperasen la prom esa del Padre”.
Luego les aseguró: “Recibiréis poder, cu an d o haya venido sobre vosotros el Espí
ritu Santo, y m e seréis testigos en Jerusalén, en tod a Judea, en Sam aría, y hasta lo
últim o de la tie rra” (H ech. 1:4,8).
D espués de la ascensión de Jesús al cielo, los discípulos p asaro n m ucho tie m
po en oración. La arm o nía y la hu m ild ad reem plazaron la discordia y los celos
que hab ían caracterizad o buen a p a rte del tiem po que p asaron con Jesús. Los
discípulos estab an convertidos. Su estrech a co m unión con C risto y la unidad
resu ltan te constituyeron la preparación necesaria para el derram am ien to del Es
p íritu Santo.
Así com o Jesús recibió u n a unción especial del Espíritu que lo capacitó p ara
realizar su m in isterio (H ech. 10:38), tam b ién los discípulos recibieron el bau tis
m o del E spíritu Santo (H ech. 1:5), el cual los capacitaría p a ra testificar. Los resul
tados fueron asom brosos. El m ism o día que recibieron el don del E spíritu Santo,
b au tizaro n a 3.000 personas (ver H ech. 2:41).
Ciertas partes del cuerpo que son estructuralm ente m ás débiles, necesitan pro
tección especial. Uno puede funcionar sin una m ano o una pierna, pero no sin el hí
gado, el corazón o los pulm ones. N orm alm ente exponemos nuestro rostro y nuestras
manos, pero cubrim os otras partes del cuerpo con vestiduras, con propósitos de m o
destia o decencia. Lejos de estim ar livianam ente los dones menores, debemos tratar
los con mayor cuidado, porque la salud de la iglesia depende de ellos.
Dios deseaba que la distribución de dones espirituales en el seno de la iglesia evita
ra la “desavenencia en el cuerpo”, produciendo en cambio un espíritu de arm onía e in
terdependencia, para que “los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De
manera que si un miem bro padece, todos los miembros se duelen con él, y si u n m iem
bro recibe honra, todos los miembros con él se gozan” (vers. 25, 26). Así que
cuando un creyente sufre, toda la iglesia debe saberlo y ayudar al sufriente. Únicam en
te cuando dicho individuo haya sido restaurado, estará segura la salud de la iglesia.
D espués de co m p arar el valor de cada u no de los dones, Pablo hace u n a lista
con varios de ellos: “Y a u nos puso Dios en la iglesia, p rim era m en te apóstoles,
luego profetas, lo tercero m aestros, luego los que hacen m ilagros, después los que
sanan, los q ue ayudan, los que ad m in istran , los q ue tienen d on de lenguas” (vers.
28; ver tam bién Efe. 4:11). Por cu an to n in g ú n m iem bro posee todos los dones, el
apóstol an im a a todos a p ro c u ra r “los dones m ejores” (vers. 31), refiriéndose a los
que sean m ás útiles p ara la iglesia.2
Viviendo p a ra la gloria d e Dios. Pablo se refirió tam b ién a los dones espiri
tuales en su epístola a los rom anos. Al hacer u n llam ado a cada creyente p a ra que
Los dones y ministerios espirituales • 241
viva para gloria de Dios (Rom. 11:36-12:2), Pablo usa nuevam ente las p artes del
cu erpo para ilu stra r la diversidad y, a la vez, la u n id ad que caracteriza a los c re
yentes que se u n en a la iglesia (vers. 3-6).
Reconociendo que ta n to la fe com o los dones espirituales tienen su fuente en
la gracia de Dios, los creyentes p erm an ecen hum ildes. M ien tras m ás dones se
conceden a un creyente, m ayor es su influencia espiritual, y m ás p rofunda debe
ser su dependencia de Dios.
En este capítulo Pablo m enciona los siguientes dones: Profecía (expresión ins
pirada, proclam ación), m in isterio (servicio), enseñanza, ex hortación (dar án i
mo), rep artim ien to (com partir), liderazgo y m isericordia (compasión). Tal com o
lo hace en 1 C orintios 12, te rm in a su discusión con el m ayor principio del cris
tianism o, a saber, el am or (vers. 9).
Pedro presentó el tem a de los dones espirituales colocando como telón de fondo el
hecho de que “el fin de todas las cosas se acerca” (1 Ped. 4:7). La urgencia de la hora
requiere que los creyentes usen sus dones. “Cada uno según el don que ha recibido
—exhorta el apóstol—, m inístrelo a los otros com o buenos adm inistradores de la
multiform e gracia de Dios” (vers. 10). Tal como lo hace Pablo, Pedro enseña que estos
dones no son para la glorificación del individuo, sino “para que en todo sea Dios glori
ficado por Jesucristo” (vers. 11). Pedro tam bién asocia el am or con los dones (vers. 8).
Los dones y nuestra misión. Dios concede dones espirituales p ara beneficiar
todo el cuerpo, y no sim plem ente a los individuos que los reciben. Y, tal com o el
receptor no recibe el don para sí m ism o, así tam b ién la iglesia no recibe la to ta li
dad de los dones p ara sí m ism a. Dios dota a la com u n id ad de la iglesia con dones
que la p rep aran p ara cu m p lir an te el m u n d o la m isión que él le ha asignado.
Los dones espirituales no son la recom pensa p o r u n a obra bien hecha, sino que
son las herram ientas que p erm iten hacer bien el trabajo. El Espíritu, por lo general,
concede dones que son com patibles con los talen to s n atu rale s de u n individuo, si
bien los talentos naturales p o r sí solos no co nstituyen dones espirituales. Se re
quiere el nuevo nacim iento para que u n a p ersona sea llena con la energía del
Espíritu. D ebem os nacer de nuevo p ara ser dotados de dones espirituales.
dones surja del juicio del cuerp o de C risto, y no de n u estro s propios sen tim ien
tos. A m enudo es m ás difícil reconocer los dones propios que los de otros. N o
solo debem os e sta r d ispuestos a escu ch ar lo que o tros nos digan acerca de nues
tro s dones, sino tam b ién es im p o rta n te que reconozcam os y confirm em os los
dones de D ios en los dem ás.
Nada genera mayor entusiasm o ni sentim iento de logro, que saber que estam os
ocupando la posición del m inisterio o del servicio que la Providencia había dispuesto
para nosotros. ¡Cuán grande es la bendición que recibim os al em plear en el servicio
de Dios el don especial que C risto nos ha concedido por medio del Espíritu Santo!
Cristo anhela com partir con nosotros sus dones de gracia. Hoy podem os aceptar su
invitación y descubrir lo que pueden hacer sus dones en una vida llena del Espíritu.
Referencias
cos de las m isio n es e x tra n je ra s de los a d v e n tista s del sép tim o día] (Basilea, Suiza: Im p rim e-
rie P olyglotte, 1886), p. 291. V er tam b ién Rex D. E dw ards, A N e w F r o n t i e r — E v e r y B e l i e v e r a
[U na n u ev a fro n te ra : cad a crey en te u n m in istro ] (M o u n ta in View, C alifornia: P aci
M in is te r