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INTRODUCCION:

Durante mucho tiempo los científicos han creído que los humanos son
animales fundamentalmente racionales y que piensan a través de la lógica sin
embargo esta idea puede cuestionarse cada vez que comience a analizar
por ejemplo los tipos de argumentos que suele utilizar para defender su punto
de vista en debates y discusiones, los errores en las discusiones ocurren todo
el tiempo y a menudo , ni nosotros ni nuestros interlocutores somos
conscientes de ello Sin embargo, eso no significa que no existan tipos de
argumentos válidos a través de los cuales se podamos contribuir a debates de
manera solvente

El debate es una estrategia de enseñanza aprendizaje que consiste en la


confrontación de distintos puntos de vista con la finalidad de llegar a un juicio
sólidamente sustentado.

Cattani define el debate Como “una competición (un reto, un desafío) en la que,
a diferencia de lo que ocurre en una simple discusión, existe una tercera parte
(un juez, un auditorio) cuya aprobación buscan los dos contendientes” (2003:
67). Otra manera de formular el debate es realizarlo de un modo
semiestructurado, en el cual se desarrolla una discusión controversial en el
aula.

Esta consiste en involucrar a los estudiantes en la reflexión y análisis sobre una


pregunta polémica. A diferencia del debate que se ha detallado en el párrafo
anterior, la discusión en aula promueve la participación libre y espontánea, y no
necesariamente culmina con la identificación de un “mejor argumento”.

El debate es un discurso oral catalogable como un tipo de conversación


estructurada. Su objetivo es enfrentar dos o más opiniones acerca de un
determinado tema polémico, o al menos, discutible desde diversos puntos de
vista. Se caracteriza por ser una discusión estructurada con réplicas por parte
de un equipo defensor y por otro que esté en contra de la afirmación planteada.
Precisa de una investigación documental rigurosa para poder replicar con
fundamentos. El debate se puede utilizar como una estrategia a trabajar con los
estudiantes dentro del aula de clases, o se puede llevar al grupo a observar y
escuchar debates relacionados con la profesión. .

Argumentar o razonar es una actividad que consiste en dar razones a favor o


en contra de una determinada tesis que se trata de sostener o refutar. Esa
actividad puede ser muy compleja y consistir en un número muy elevado de
argumentos, conectados entre si de muy variadas formas. Por ejemplo, una
sentencia reciente del tribunal constitucional sobre la constitucionalidad o no de
la ley sobre la técnicas de reproducción asistida.

El argumentador también debe suponer que el otro puede ser persuadido


mediante una argumentación adecuada: si encuentra resistencia será posible
desplegar las estrategias persuasivas necesarias para hacerlo cambiar de
opinión. La argumentación es legítima cuando hay una concesión mutua de
derechos entre los interlocutores. En este campo inciden no solo el contexto de
la situación sino también los roles de autoridad que se establecen entre ellos.

El mandato constitucional que vincula a toda autoridad, es el de fundar y


motivar la causa legal del procedimiento; en el caso del juzgador es el de
fundar y motivar debidamente la sentencias. No obstante, dicha disposición
normativa no establece ningún parámetro objetivo que permita deducir qué
considera como motivación debida o correcta tanto en su aspecto formal como
de contenido. En este sentido, la jurisprudencia tradicionalmente la define como
la obligación de señalar con precisión, las circunstancias especiales, razones
particulares o causas inmediatas que se hayan tenido en consideración para la
emisión del acto; siendo necesario, además, que exista adecuación entre los
motivos aducidos y las normas aplicables, es decir, que en el caso concreto se
configuren las hipótesis normativas.

Ahora bien, como se dijo anteriormente, la exigencia de la motivación en la


sentencia se ha vuelto más compleja, en tanto que se considera que la
justificación de la razón judicial no sólo tiene como fin declarar el derecho, sino
que busca convencer o persuadir, a través de razones, que las afirmaciones
que se hacen son correctas. La exigencia de persuadir o convencer aumenta
en cuanto mayor indeterminación normativa existe respecto al caso en estudio.
Así, si el caso puede reducirse a declarar el derecho a través de un ejercicio
lógico de subsunción, que cuando es correcto parte de premisas consideradas
previamente válidas y hechos debidamente probados, el ejercicio de
persuasión descansa en el propio método utilizado; en el caso de supuestos
jurídicos indeterminados, el juzgador deberá utilizar el método argumentativo
más adecuado y emplear a fondo la capacidad persuasiva en su determinación.

La refutación es, aquella parte del debate donde ese ejercicio de persuasión se
da en su esencia más pura ya que permite explicar los argumentos que
sustentan la postura que defendemos, persuadiendo al jurado de por qué han
de creer y apostar por nosotros, y al mismo tiempo, nos permite explicar por
qué no lo han de hacer, por el contrario.

Antes de un debate, las posiciones parten en igualdad de condiciones,


excluyendo, eso sí, los perjuicios que cada uno pueda tener sobre el tema,
pero que al no conocerlos tampoco tiene sentido prestarles demasiada
atención. A partir de aquí, se produce el primer turno del debate,

El discurso, en éste, no hay una defensa de vuestra postura sino una mera
exposición de cuáles serán los puntos en los que se sustenta la misma. Por
supuesto que el discurso tiene que ser persuasivo, todos los turnos los son,
pero en el discurso no hay un desarrollo de vuestras ideas, sino, una
enunciación de las mismas que persiguen el propósito de “poner” en la cabeza
del jurado vuestra “hoja de ruta” y dar la oportunidad al otro equipo de conocer
vuestras ideas para luego tratarlas, es decir, no es hasta la refutación cuando
podéis explicar por qué el jurado debe aceptar vuestros argumentos y más
importante, por qué debe aceptarlos por encima, de los del otro equipo. El
objetivo de la refutación, por tanto, será poner en contacto ambas líneas
argumentales desarrollando vuestras estructuras para defender vuestra tesis y
rebatir la del contrario.
Un argumento falaz comúnmente se define como “un argumento que parece
válido, pero no lo es”. Su estudio tiene su origen desde la retórica de Platón
como contrapunto de los sofistas y se concreta en Aristóteles. No obstante, en
concepto de Lilian Bermejo-Luque y Hamblin, incluso tomando en cuenta que
diversos autores a lo largo de la historia, como Locke, Bentham o
Schopenhauer aportaron al estudio de las falacias en sus respectivos tratados,
hasta fechas recientes no existía un tratado sistemático de las mismas, pues
“aquellos fallos argumentativos [que] atañían a la dimensión pragmática de la
argumentación en cuanto actividad comunicativa como la petición de principio,
el cambio ilegítimo de la carga de la prueba, el uso de lenguaje cargado,
etcétera- quedaron sin un tratamiento sistemático durante siglos” A pesar de
los intentos de unificar o clasificar las falacias, en virtud de que las diversas
teorías las analizan desde diversas perspectivas, como la lógica, la retórica o la
pragmática, no existe un criterio uniforme. De hecho, refiere Lilian Bermejo-
Luque, que incluso existen teorías que no aceptan que las falacias sean un
criterio válido de calificación de un argumento, aunque si pueden ser
identificadas y refutadas con las técnicas argumentativas adecuadas. Ahora
bien, las falacias pueden ser no solo defectos inferenciales, sino también
defectos procedimentales, violaciones de las reglas que determinan qué
movimientos discursivos son legítimos y cuáles no a la hora de llevar a cabo un
diálogo argumentativo. Hay falacias tan comunes que han sido bautizadas con
nombres propios y otras que no pareciéndolo de entrada, por el uso que se
hace de un argumento en particular, son considerados falaces, en virtud de que
sirven para colar conclusiones de manera ilegítima, es algo a lo que debe
atender todo aquel que quiera convencer a su interlocutor o auditorio.

En general, las falacias analizadas por los diversos teóricos de la


argumentación son una reiteración o ampliación de las falacias tradicionales
conocidas, aunque las adecuen a su particular teoría de la argumentación. En
este contexto la noción de falacia es contextual, y no sólo lógica debe
entenderse y percibirse en el contexto de cada razonamiento y su análisis
exige un tratamiento que tenga en cuenta todas las vertientes de la
argumentación.
En el ámbito jurídico, los operadores del derecho y sobre todos los juzgadores
tienen amplia experiencia en el campo de la argumentación, en el cual las
falacias tienen un papel preponderante. En efecto, su papel en la
argumentación jurídica, tanto lógica como la de los principios, permite ir
formando la buena argumentación y, en consecuencia, las buenas razones y
contenido del derecho.

En el ejercicio jurisprudencial de los juzgadores, ante el incremento de la


invocación de principios indeterminados versus las disposiciones normativas
codificadas, y por tanto el aumento de la complejidad en la argumentación y la
necesidad de convencimiento, las falacias en que podrían incurrir los
juzgadores no necesariamente son tan evidentes o se advierten fácilmente si
no son las comúnmente conocidas, y por tanto el conocimiento de las falacias
permite conocer qué argumentos utilizados no descansan en buenas razones y
por tanto, las afirmaciones que realizan no pueden considerarse verdadero
derecho.

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