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Víctor M. Guerra B.

Cédula 4-144-352

LA ARGUMENTACIÓN JURÍDICA

Todos los días para comunicarnos usamos argumentos; argumentos que toman especial
relevancia en el ámbito jurídico. Un buen argumento puede marcar la diferencia entre
perder o ganar un caso. Es decir, la argumentación jurídica es un concepto teórico-práctico,
que debería ser dominado por todos los actores inmersos en este ámbito.

Argumentar significa dar razones a favor o en contra de un hecho. En los tribunales se usa
la argumentación jurídica para convencer a los juzgadores de las distintas teorías de un caso
y el mejor argumento lo gana.

Por este motivo, la argumentación se convierte en un valor imprescindible en un abogado


exitoso y, también, en los jueces que deben justificar sus sentencias a través de una
argumentación técnica y comprendida por el espectro jurídico.

La argumentación es la más importante, si no la única, herramienta de la que disponen


abogados, jueces y juristas para hacer su tarea; pero en nuestros tiempos se deposita en ella
una confianza desmesurada. Tiene la forma de una demostración incompleta, donde, a
partir de premisas (argumentos, razones), se propone una conclusión, descriptiva o
valorativa, que siempre puede seguir discutiéndose. Tal discusión puede ejercerse
mostrando incoherencias internas, negando argumentos de hecho, señalando
incompatibilidad de sus argumentos valorativos con otras valoraciones que también se
sostengan, proponiendo nuevos argumentos de sentido opuesto o enfatizando el escaso
poder concluyente de las razones aducidas. Existe, sin embargo, la idea de que es posible
arribar a conclusiones indiscutibles, idea que preside el actual discurso de los principios y
los derechos. Este discurso argumental no funciona sin un método de ponderación, pero tal
método no existe, a pesar de la creencia generalizada. Esa situación pone el grave peligro al
discurso jurídico, cuya oportunidad consiste en usar la argumentación para debatir, acordar
y adoptar decisiones por medios institucionales. Esto puede hacerse, con grandes ventajas
para el derecho; pero choca con dificultades ideológicas que es arduo superar.
I. Antecedentes de la Argumentación Jurídica

La Teoría de la Argumentación tuvo su origen en la antigua Grecia y en principio, ella


recibió el nombre de Retórica. Gracias a las reformas democráticas de Pericles (490-429) se
creó una nueva clase de profesionales que eran llamados "sofistas" y quienes asumieron el
ejercicio de la filosofía, la ciencia y la política para defender ante los jueces las causas y los
reclamos del pueblo, fueron ellos cultores y detractores (acusadores) de la argumentación,
por supuesto, que su finalidad no fue la búsqueda de la verdad, sino simplemente defender
a como diera lugar a sus clientes.

Aristóteles es reconocido como el padre de la Teoría antigua de la Argumentación. Y


gracias a Perelman, filósofo y jurista polaco, conocedor y asiduo estudioso a
las teorías de Aristóteles, rescatando lo mejor del viejo mundo y creando la "Nueva
Retórica", la de Perelman, quien a los 28 años, dedicado a la investigación filosófica, con la
colaboración de la filosofa emprendió varios proyectos de investigación, todos
encaminados a la elaboración de una lógica de los juicios de valor. Situación que los lleva a
realizar una lectura con detenimiento del gran maestro de la antigüedad -el creador de la
lógica formal- a través del Organon, y de un riguroso estudio filosófico de las obras de los
grandes lógicos de todos los tiempos: Platón, Agustín, Thomas de Aquino, Descartes,
Locke, Hume, Kant y Bertrán Russell, culmina con la elaboración de su propia teoría de la
argumentación.

La retórica aristotélica, fue la base, ella dominó en la antigüedad y con el paso del tiempo,
se la tergiversó, hasta convertirla en simple teoría de la composición del discurso, se la
redujo a ornamentos del lenguaje sofísticos o estilo de grandilocuencia o pedantería, que va
a predominar en la edad media y primera mitad del siglo XX.

Durante la edad media y aún en el renacimiento, la retórica se hizo más sofisticada, y su
aplicación no era sólo a nivel jurídico sino en todo tipo de situaciones; desde
las matemáticas hasta la poética y se expresaba a través de todo tipo de técnicas orales,
gesticulares, corporales siempre con el objetivo de impresionar al interlocutor y finalmente
persuadirlo o disuadirlo. Es contra toda esta concepción, simplista, se levanta Perelman y
presenta su Nueva Retórica, que aparece sistematizada en El tratado de la
Argumentación o nueva retórica (1958), obra que recoge la teoría de Aristóteles, los
aportes de Platón y aún de los sofistas. Esta nueva retórica considera que no todos
los discursos son argumentativos.

II. Elementos de la Argumentación Jurdíca

Los elementos consisten esencialmente en razones: razones que se dan a favor o en


contra de una determinada tesis, de una determinada conclusión. El centro de la
argumentación no reside en la inferencia, sino en las premisas, que ahora se van a
considerar no como simples enunciados lingüísticos, sino como aquello de lo que
depende que los enunciados en cuestión puedan calificarse como verdaderos o
correctos. Y eso no puede ser otra cosa que algún “hecho”, entendida la expresión en un
sentido muy amplio: lo que tiene algún tipo de existencia.

Por lo anterior, podemos señalar que los elementos que constituyen el proceso de
argumentación son tres:

1. Las premisas con pretensión de verdad o probables,


2. Los argumentos o razones que hacen que las premisas sean verdaderas o probables
y;
3. La conclusión.

III. En qué casos es necesaria la argumentación jurídica

La argumentación jurídica es el proceso escrito y oral que los juristas utilizan para persuadir a
sus interlocutores respecto a sus interpretaciones de la norma jurídica.

El uso de la argumentación y de la lógica ayuda a resolver no solo los llamados casos difíciles,
sino también los filosóficos del derecho (axiología, deontología, ética y deontología jurídica)
que componen el mundo de los abogados, jueces y ministros, los cuales constituirán un
paradigma muy especial en el terreno de la ética de los juzgadores y hombres de leyes teniendo
en cuenta lo que afirmó Aristóteles: “La ley es el buen orden y la buena ley es el buen orden.”
Es necesario pensar que el hombre, sabe que piensa y sabe que razona; por lo que, la ley en sí
misma no puede ir más allá de la razón humana.

Pero debemos resaltar que la argumentación jurídica cobra mayor importancia en los juicios
orales, que son el eje central del sistema penal acusatorio en nuestro país.

IV. Importancia de la argumentación jurídica

La argumentación, contribuye a que los juristas sean más conscientes de su propio


quehacer, esto es, dentro de una faceta descriptiva de la argumentación. Así mismo, una
perspectiva prescriptiva nos lleva a  concluir cómo deberían decidir los jueces en los
casos difíciles. Pero ¿qué se argumenta? significa exponer las premisas, normativas o
no, de una inferencia práctica, es decir, de un razonamiento cuya conclusión es una
norma. Nos dice, también, que no es posible estudiar la argumentación jurídica
aisladamente, sin ninguna atención a la razón práctica, así como que la argumentación
jurídica nos va servir para resolver conflictos de envergadura compleja. Y en efecto,
prevemos que es así. Los casos sencillos no nos van a exigir más allá de la aplicación de
la subsunción como procedimiento de resolución directa.

La argumentación jurídica constituye un factor de peso en el desempeño de las


evidencias racionales que sustentan toda verdad dentro del derecho. Y es que el
ejercicio argumentativo es una tarea inherente a la profesión del derecho, ya que no
existe tarea alguna que se desempeñe dentro de derecho, la cual no tenga que ser
sustentada y argumentada dentro de los marcos legales y constitucionales que la
delimitan. Es por ello que argumentar establece una conexión entre la verdad, la norma
jurídica, y las personas, bien sea la parte contraria o la representada.

Es necesario argumentar, en materia jurídica, porque una importante cantidad de


disposiciones normativas contenidas en los textos legales tienen una textura abierta
(producto de la ambigüedad, vaguedad, lagunas, contradicciones del lenguaje jurídico o
por las diversas lecturas ideológicas permitidas por los propios textos) que pueden
producir diferencias legítimas, y en consecuencia disputas. Si se fraccionan cada una de
las afirmaciones anteriores, las razones que responden a la pregunta por qué es
necesario argumentar son las siguientes: la textura abierta de los textos legales y las
diferencias legítimas y disputas.

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