El hombre está demasiado lleno de sí mismo y eso es su perdición.
El hombre debería ser como un bambú hueco, para que la existencia pueda pasar a través de él. El hombre debería ser una esponja porosa –permeable-, para que las puertas y ventanas de su ser estén abiertas, y la existencia pueda pasar de un extremo a otro sin obstáculos; de hecho, sin encontrar nadie dentro. El viento sopla; entra por una ventana de su ser y sale por otra. Este vacío es la mayor bendición que existe. Pero tú eres como una dura roca, como una dura barra de acero, sin poros. Nada pasa a través de ti. Tú lo resistes todo. Tú no lo permites. Tú sigues luchando en todas las partes y en todas las direcciones como si estuvieras en una gran guerra contra la existencia. No hay ninguna guerra en marcha, lo que pasa es que tú te has engañado a ti mismo. No hay nadie que quiera destruirte. El todo te apoya; el todo es la misma tierra que estás pisando, el mismo cielo que estás respirando, que vives. De hecho, tú no eres; solo el todo es. Cuando uno comprende esto, empieza a abandonar su dureza interior, no sirve para nada. No hay enemistad, el todo es amoroso contigo. El todo te aprecia, te ama. Si no, ¿por qué estás aquí? El todo te sustenta, como el árbol es sustentado por la tierra. Al todo le gustaría participar en todas tus bendiciones, en todas las celebraciones posibles. Cuando tú florezcas, el todo florecerá a través de ti; cuando tú cantes, el todo cantará a través de ti; cuando tú dances, el todo danzará contigo. Tú no estás separado. El sentimiento de separación produce miedo, y el miedo te hace impermeable. El sentimiento de inseguridad, la sensación de que el todo va a destruirte, la sensación de que eres un extraño aquí, un intruso, de que tienes que luchar centímetro a centímetro hacia tu destino, te convierte en una dura barra de acero. Por supuesto, eso hace que muchas cosas desaparezcan de tu vida. Tú vives angustiado, lleno de ansiedad, vives en intenso dolor, pero vives así porque quieres. Sé poroso. Flota. No hay ninguna necesidad de luchar. Lo que se necesita es una fusión. Estas son las dos actitudes abiertas al hombre: la actitud del guerrero y la actitud del amante. Tú eliges; puedes elegir. Pero recuerda… traerá ciertas consecuencias. Si eliges el camino del guerrero y te dedicas a luchar con todo lo que te rodea, siempre serás desgraciado. Eso es crear un infierno a tu alrededor; la propia actitud de luchar crea el infierno. O te conviertes en un amante, un participante, entonces este todo es tu hogar; tú no eres un extraño. Estás en casa. No hay lucha. Tú simplemente fluyes con el río. Entonces el éxtasis será tuyo; entonces cada momento se volverá extático, un florecimiento. No hay más infierno que tú, ni más paraíso que tú. Depende de tu actitud, de cómo mires al todo. La religión es el camino del amante: la ciencia es el camino del luchador. La ciencia es el camino de la voluntad, es como si estuvieras aquí para conquistar, para conquistar la naturaleza, para conquistar los secretos de la naturaleza; como si estuvieras aquí para imponer tu voluntad y dominación a la existencia. Esto no es sólo descabellado, además es inútil. Descabellado porque creará un infierno alrededor de ti, e inútil porque al final cada vez estarás más muerto, menos vivo; perderás toda posibilidad de ser feliz. Pero, al final, tendrás que salirte del camino de la voluntad, porque es un camino que puedes seguir durante cierto tiempo, pero en él solo hay frustración y más frustración. Cada vez te sentirás más vencido. Cada vez te sentirás más impotente, y cada vez habrá más enemistad a tu alrededor. Tendrás que salirte de él; de mala gana, reluctante, pero tendrás que salirte de él. Al fin y al cabo, con una actitud de lucha nadie puede descansar, porque con actitud de lucha no es posible el descanso, uno no se puede relajar. El camino de la espiritualidad es el camino del amor. Para empezar, no estás luchando con nadie. El todo existe para ti, y tú existes para el todo, y existe una armonía interior. Nadie está aquí para conquistar a nadie. No es posible. Porque ¿cómo va una parte a conquistar otra parte? ¿Y cómo va una parte a conquistar el todo? Esas son ideas absurdas que solo te causarán pesadillas, nada más. Mira a la situación en su totalidad… tú sales del todo y te disuelves en él, y, mientras tanto, tú eres en todo momento parte de él. Tú lo respiras, lo vives, y él respira a través de ti. Tu vida y su vida no están separadas; tú eres como una ola en el océano. Una vez que entiendes esto, la meditación se vuelve posible. Una vez que entiendes esto, te relajas. Tiras todas las corazas que has creado a tu alrededor para sentirte seguro. Ya no tienes miedo. El miedo desaparece y surge el amor. Y en este estado de amor, ocurre el vacío. O, dicho de otra forma, si puedes dejar que ocurra el vacío, el amor florecerá en él. El amor es la flor del vacío, del vacío total; el vacío es la situación. Tomado del libro "La Hierba Crece Sola", capítulo 3-