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Hacia la universidad emprendedora

Nelsy M. García Caldera

La idea de la universidad como empresa resulta incómoda e incluso perversa dentro


y fuera del ámbito académico. En el imaginario social, no hay cabida para pensar
en la universidad como unidad de negocio, aunque varias de las instituciones de
educación superior (IES) que operan en nuestro país parecen funcionar como tal.
Sin embargo, este hecho no debería sorprendernos.

Tanto las IES públicas como las privadas requieren al menos una fuente de ingreso.
Es decir, alguien que pague por los servicios que ofrece la institución. En el caso de
IES públicas, el gobierno provee la mayor parte del recurso, mientras que las IES
privadas dependen principalmente de sus cuotas de matrícula.

Otra fuente importante de ingresos son los fondos para la investigación. No


obstante, como bien lo señala Clark (1998), difícilmente las IES logran diversificar
su financiamiento y cuando lo intentan, carecen de imaginación e innovación,
optando por fondos convencionales.

Dicho así, nos cuestionarnos, ¿hasta qué punto las IES mexicanas pueden aspirar
a transformarse en universidades emprendedoras? Si bien el sector terciario de
educación constituye un “archipiélago” institucional, al menos habría que reconocer
algunas posibilidades y limitantes en el camino.

Partimos del supuesto de que las IES exhiben atributos característicos de las
empresas: venden productos o servicios, tienen clientes, existe una jerarquía para
la toma de decisiones, se establecen metas e indicadores dentro de las cuales se
espera tener una ganancia o utilidad. Y es a partir de este último aspecto que se
suscita la polémica, especialmente al referirnos a universidades públicas.

Resulta paradójico que diversos modelos desarrollados para el ámbito empresarial


y productivo hayan permeado a la universidad cuando sabemos de antemano que
dentro del contexto universitario, ningún indicador se equipara con el dinero y que

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ninguna meta es comparable con las utilidades que genera un negocio (Birnbaum,
1988).

¿Por qué motivo se deberían excluir las ganancias como un indicador claro y preciso
de las IES? Seguramente, entre las numerosas explicaciones figuraría el hecho de
“perder la esencia universitaria” al no cumplir con la misión social que se le ha
encomendado.

Sin embargo, una respuesta más atrevida, pero probablemente más atinada, sería
por el temor de perder al Estado como su principal fuente de recursos.
Evidentemente, los argumentos presentados a continuación se centran en las IES
públicas.

Las IES que comprenden este sector son muy diversas entre sí, pero una
problemática común ha sido el hecho de tener que “hacer más con menos” ante una
matrícula que se incrementa año con año y bajo el supuesto de una “crisis de
financiamiento”.

El gobierno es un cliente muy particular de las universidades públicas.


Definitivamente el más importante; de ahí que este pueda imponer sus condiciones
y las IES no tengan más remedio que acatarlas. Evidentemente, han existido
escenarios muy poco favorables para ambas partes cuando no se logran acuerdos
aceptables. Esta situación refleja la complejidad organizacional tanto del aparato
gubernamental como de las instituciones educativas.

Ahora bien, si la relación entre las IES públicas y el Estado es de carácter político,
¿por qué no procurar una cartera de clientes en donde las relaciones sean
meramente comerciales? Lo anterior no implica que la universidad olvide sus
funciones sustantivas, sino que se arriesgue a establecer como objetivo un ingreso
de fuentes extraordinarias (no convencionales), alineándolo con estas funciones.

No hay más remedio que buscar soluciones en la “periferia” del ámbito universitario,
tal como lo hizo la Universidad de Warwick ante el importante recorte presupuestal
durante el gobierno de Thatcher (Clark, 1998).

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Las IES públicas podrían verse significativamente favorecidas adoptando el modelo
de la universidad emprendedora. Dependiendo del tipo de proyecto, puede ganar
legitimidad como institución y para sus egresados ante el mercado de trabajo. Esto
permitiría tener más elementos para negociar con el Estado y lograr mejores
acuerdos.

Podría pensarse que el modelo de universidad emprendedora no es para cualquier


IES y es cierto, pues es sólo para aquellas que estén convencidas de colocar la
innovación al centro del quehacer institucional. Probablemente, ciertas instituciones
privadas hayan avanzado más en este aspecto debido a su naturaleza y es sólo
cuestión de tiempo para que la universidad pública, con todo su potencial, comience
a apuntalar innovaciones de esta magnitud.

Referencias

Birnbaum, R. (1988). Problems of governance, management and leadership in


academic institutions. En How colleges work (pp. 3-29). Jossey-Bass. (36)

Clark, B. (1998). Creating entrepreneurial universities: Organizational pathways to


transformation. Emerald Group Publishing Limited. (35)

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