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Tanto las IES públicas como las privadas requieren al menos una fuente de ingreso.
Es decir, alguien que pague por los servicios que ofrece la institución. En el caso de
IES públicas, el gobierno provee la mayor parte del recurso, mientras que las IES
privadas dependen principalmente de sus cuotas de matrícula.
Dicho así, nos cuestionarnos, ¿hasta qué punto las IES mexicanas pueden aspirar
a transformarse en universidades emprendedoras? Si bien el sector terciario de
educación constituye un “archipiélago” institucional, al menos habría que reconocer
algunas posibilidades y limitantes en el camino.
Partimos del supuesto de que las IES exhiben atributos característicos de las
empresas: venden productos o servicios, tienen clientes, existe una jerarquía para
la toma de decisiones, se establecen metas e indicadores dentro de las cuales se
espera tener una ganancia o utilidad. Y es a partir de este último aspecto que se
suscita la polémica, especialmente al referirnos a universidades públicas.
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ninguna meta es comparable con las utilidades que genera un negocio (Birnbaum,
1988).
¿Por qué motivo se deberían excluir las ganancias como un indicador claro y preciso
de las IES? Seguramente, entre las numerosas explicaciones figuraría el hecho de
“perder la esencia universitaria” al no cumplir con la misión social que se le ha
encomendado.
Sin embargo, una respuesta más atrevida, pero probablemente más atinada, sería
por el temor de perder al Estado como su principal fuente de recursos.
Evidentemente, los argumentos presentados a continuación se centran en las IES
públicas.
Las IES que comprenden este sector son muy diversas entre sí, pero una
problemática común ha sido el hecho de tener que “hacer más con menos” ante una
matrícula que se incrementa año con año y bajo el supuesto de una “crisis de
financiamiento”.
Ahora bien, si la relación entre las IES públicas y el Estado es de carácter político,
¿por qué no procurar una cartera de clientes en donde las relaciones sean
meramente comerciales? Lo anterior no implica que la universidad olvide sus
funciones sustantivas, sino que se arriesgue a establecer como objetivo un ingreso
de fuentes extraordinarias (no convencionales), alineándolo con estas funciones.
No hay más remedio que buscar soluciones en la “periferia” del ámbito universitario,
tal como lo hizo la Universidad de Warwick ante el importante recorte presupuestal
durante el gobierno de Thatcher (Clark, 1998).
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Las IES públicas podrían verse significativamente favorecidas adoptando el modelo
de la universidad emprendedora. Dependiendo del tipo de proyecto, puede ganar
legitimidad como institución y para sus egresados ante el mercado de trabajo. Esto
permitiría tener más elementos para negociar con el Estado y lograr mejores
acuerdos.
Referencias