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SUMARIO: I.- NOCIÓN, COMPETENCIA Y CLASES DE JUNTA GENERAL. 1.- Concepto y caracteres. 2.-
Competencias. 3.- Clases. II.- CONVOCATORIA DE LA JUNTA. 1.- Función de la convocatoria. 2.- Facultad y
obligación de convocar. 3.- Requisitos de la convocatoria. 3.1.- Forma o publicidad de la convocatoria. 3.2.-
Contenido. III.- CONSTITUCIÓN DE LA JUNTA. 1.- Lugar de celebración. 2.- Derecho de asistencia a las juntas. 3.-
Quorum de constitución de la Junta. IV.- DELIBERACIÓN. 1.- Funciones del presidente de la Junta. 2.- Derechos de
los socios. V.- LA ADOPCIÓN DE ACUERDOS SOCIALES. 1.- Derecho de voto. 2.- El principio mayoritario. 3.-
Determinación de la mayoría en la SA. 4.- El principio mayoritario en la SL. VI.- ACTA DE LA JUNTA. VII.- EFICIACIA E
IMPUGNACIÓN DE ACUERDOS SOCIALES. 1.- Eficacia. 2.- Acuerdos impugnables. 3.- Caducidad de las acciones de
impugnación. 4.- Legitimación activa y pasiva. 5.- Procedimiento de impugnación. 6.- Arbitraje societario
Dentro de la estructura orgánica que establece la LSC, la junta general (JG, en adelante) se
puede definir como la reunión de los socios convocada y constituida respetando las
formalidades establecidas en la LSC y, en su caso, en los Estatutos de la sociedad, para
deliberar y decidir por mayoría sobre los asuntos sociales propios de su competencia (art. 159.1
LSC).
La JG es, pues, un órgano social necesario en tanto que debe existir en toda sociedad de
capital, excepto en las SdC unipersonales, donde el socio único ejercita las competencias de la
JG. Es un órgano no permanente, pues los socios se reúnen esporádicamente. Es también un
órgano de carácter colegiado, ya que está formada por todos los socios con derecho de
asistencia. Por último, es el órgano social soberano, en el sentido de que la voluntad social se
expresa mediante acuerdos, que se adoptan por mayoría de los socios, que son de obligado
cumplimiento por todos los socios (incluso disidentes y ausentes: art. 159.2 LSC) y por los
administradores, aunque esto último sólo es válido, en la práctica, para sociedades cerradas, y
no tanto para las SA abiertas o cotizadas, donde los administradores, como consecuencia de la
existencia de un número de elevado de pequeños socios desinteresados por la marcha de la
sociedad, llegan a ser los que imponen la voluntad social a la gran masa de accionistas. Es decir,
en las sociedades cotizadas, en general, el poder se desplaza desde la Junta general (la
propiedad) al órgano de administración (la gestión).
2.- Competencias
Decíamos que la JG es un órgano soberano, pues el órgano de administración y los socios están
subordinados a los acuerdos sociales válidamente adoptados. A la JG corresponde pronunciarse
sobre las decisiones más relevantes en la vida de la sociedad (aprobar las cuentas anuales,
distribuir los beneficios, imputar las pérdidas, modificar los estatutos, aumentar o reducir el
capital social, fusionarse, transformarse, disolverse, etc.), así como nombrar y destituir a los
administradores. En consecuencia, su posición dentro de la estructura orgánica de la sociedad
de capital es, sin duda, preeminente.
Pero la JG no está dotada de poderes omnímodos, que le permitan decidir sobre todo tipo de
asuntos y cuestiones. La soberanía de la Junta se limita al ámbito de sus competencias. En tal
sentido, el art. 159 LSC alude a los “asuntos propios” de la competencia de la JG, y el art. 160
LSC enumera los asuntos sobre los que tiene competencia para deliberar y acordar, que se debe
completar con la lista del art. 511 bis para las sociedades cotizadas. Pero estamos antes listas no
exhaustivas, pues en otros preceptos la LSC establece otras materias o asuntos como de
competencia de la Junta General.
Además, procede señalar que la JG de toda sociedad de capital, salvo que los estatutos
dispongan otra cosa, podrá impartir instrucciones al órgano de administración o someter a su
autorización la adopción por dicho órgano de decisiones o acuerdos sobre determinados
asuntos de gestión (art. 161 LSC). No obstante, es preciso advertir que esta intervención de la
JG no exonera a los administradores de su responsabilidad, pues éstos deben desempeñar su
cargo con plena independencia (incluso de la JG) y lealtad al interés social (art. 236.2 LSC).
En cualquier caso, podemos afirmar que el ámbito competencia de la JG está delimitado por la
existencia de otros órganos sociales, especialmente, del órgano de administración, al que la LSC
encarga las funciones de administrar y representar a la sociedad en todos los actos
comprendidos dentro del objeto social. Esta función de representación de la sociedad en su
relación con terceros corresponde en exclusiva a los administradores, por tanto, la actividad de
la JG queda reducida a la esfera social puramente interna. Pero incluso dentro de esta esfera
interna, la Junta carece de aptitud para administrar directamente los intereses sociales; no
puede privar a los administradores de las facultades y funciones que les atribuye la Ley o los
estatutos. Por ello hay quien sostiene que estos acuerdos de la junta no pueden afectar a la
gestión ordinaria. Esto no impide, y en la práctica es frecuente, que la Junta pueda impartir
instrucciones a los administradores sobre materias determinadas (art. 161 LSC).
Otro límite a las competencias de la Junta General viene determinado por lo que establezcan los
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estatutos sociales. Cierto que la JG puede modificarlos, pero mientras no lo haga sus acuerdos
deben respetar los estatutos, en otro caso, serían impugnables ante el Juzgado de lo mercantil
competente en función del domicilio social.
Un último límite viene impuesto por el respeto al interés social, que podemos definir como
aquellos intereses comunes a todos los socios (interés en que los fondos se destinen en la
ejecución del objeto social; interés en la obtención de beneficios, interés social en su reparto,
etc.). Sobre los socios recae, por tanto, un deber de fidelidad al interés social, de forma que en
el ejercicio del derecho de voto en la Junta General deben anteponer el interés social por
encima de cualquier otro interés particular, propio o de tercero. Si no fuese así, y el acuerdo
adoptado por la mayoría fuese lesivo del interés social, sería impugnable.
3.- Clases
La LSC distingue dos clases de Juntas Generales: ordinarias y extraordinarias (art. 163 LSC).
La junta general ordinaria es aquélla que ha de reunirse necesariamente dentro de los seis
meses de cada ejercicio (o antes, si así lo establecen los estatutos), para censurar la gestión
social, aprobar, si es el caso, las cuentas del ejercicio anterior y resolver sobre la aplicación del
resultado (art. 164.1 LSC). La Junta ordinaria se define, pues, por (1) su carácter periódico, por
(2) las fechas en que debe reunirse, y (3) por su contenido mínimo y necesario. No obstante, la
Junta ordinaria será válida, aunque se haya convocado o se celebre fuera del plazo legal
señalado (art. 164.2 LSC).
Todas las demás JG que se celebren tendrán el carácter de extraordinarias (art. 165).
Por tanto, la distinción no depende de los asuntos a tratar, en el sentido de que sólo en la JG
extraordinaria se pueden tratar los asuntos de importancia para la sociedad. Ambos tipos de
Juntas tienen las mismas competencias, a excepción de la aprobación de las cuentas anuales y
de la aplicación del resultado del ejercicio social, que a decir de un sector de la doctrina (Uría /
Menéndez, García de Enterría, I, p. 871; contra Sánchez Calero) están legalmente reservadas al
conocimiento de la JG ordinaria. Por ello, la doctrina rechaza por confusa e infundada la
práctica societaria consistente en convocar JG con el doble carácter de ordinaria y
extraordinaria, o convocar las dos Juntas de forma seguida y sucesiva, repartiendo entre ambas
los asuntos del orden del día según su carácter “ordinario” o “extraordinario”.
Siendo la JG un órgano colegiado, que agrupa a todos los socios con derecho de asistencia,
resulta necesario comunicar a todos ellos que se va a celebrar JG. En este sentido, la
convocatoria debe servir para que todos los socios tengan la posibilidad de conocer el lugar y la
fecha de la celebración de la JG, así como los asuntos que van a tratarse y los acuerdos que
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serán sometidos a aprobación. Por tanto, la exigencia de una convocatoria conforme a unas
determinadas formalidades es una de las múltiples manifestaciones del derecho de información
del socio.
La convocatoria, en el plazo y con las garantías que exige la Ley y, en su caso, los estatutos, no
rige para un supuesto de JG frecuente en las sociedades cerradas y de pocos socios; la “JUNTA
UNIVERSAL”.
Se entiende que existe Junta Universal cuando estando reunidos todos los socios, presentes o
representados, acuerdan por unanimidad la celebración de JG para tratar en ella determinados
asuntos (art. 178 LSC). No basta, pues, que todo el capital esté de acuerdo para celebrar la junta
general universal, sino que, además, todos deben de estar de acuerdo sobre los temas que van
a tratar; es decir, debe haber unanimidad sobre el orden del día (RDGSJyFP de 20/02/2023). Al
efecto, el art. 97.1.4ª RRM exige que todos los socios asistentes firmen el acta de la Junta
Universal. En la práctica, las Juntas Universales suelen ser JG convocadas de manera informal o
sin las formalidades de la Ley y/o los estatutos. A diferencia de las demás juntas generales, la
Junta General Universal puede tener lugar en cualquier lugar distinto de la localidad del
domicilio social, incluso en el extranjero (art. 178.2 LSC).
Con carácter general, es competencia del órgano de administración convocar la JG (art. 166
LSC). Así, sobre los administradores recae la obligación de convocar la junta general ordinaria
para su celebración dentro de los seis primeros meses de cada ejercicio (art. 164.1 LSC), y las JG
extraordinarias que determinen la ley y los estatutos. Pero también tienen la facultad convocar
JG extraordinaria cuando lo consideren conveniente para los intereses sociales (art. 167 LSC).
Una facultad u obligación de convocar que no es delegable, según la jurisprudencia del TS.
No obstante, la LSC recoge varios supuestos en los que, excepcionalmente, la Junta General es
convocada por otra persona. Así, en primer lugar, la JG podrá ser convocada -de existir- por el
comisario de los obligacionistas de la sociedad cuando la ésta se demore en la amortización de
las obligaciones emitidas o en el pago de los intereses y los administradores no la hayan
convocado (art. 428.2 LSC). En segundo lugar, en el supuesto de que la SdC se encuentre en
periodo de liquidación, la JG será convocada por los liquidadores (arts. 166 y 371.3 LSC). En
tercer término, en ciertos supuestos, la LSC prevé que sea el letrado de la administración de
justicia o el registrador mercantil del domicilio social quien convoque la Junta General (art. 169
LSC: Junta judicial o registral). El régimen de esta convocatoria judicial o registral se regula en el
art. 170 LSC.
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convocatoria de la JG, que deberá oír a los administradores antes de adoptar una decisión, pues la
falta de convocatoria puede estar fundamentada en razones de fuerza mayor (art. 169.1 LSC). Por
tanto, estamos ante un derecho individual del socio.
3. Por último, también procederá la convocatoria judicial o registral cuando por muerte o cese de
todos o parte de los administradores no resulte posible la convocatoria de la JG. En estos casos,
cualquier socio podrá solicitar al letrado de la administración de justicia o al registrador la
convocatoria de la JG para el nombramiento de los administradores. Esta JG especial también puede
ser convocada por cualquiera de los administradores que permanezca en el ejercicio del cargo, con
ese único objeto (art. 171 LSC).
Sistema legal: El art. 173.1 LSC establece que, salvo disposición sustitutiva en los estatutos, la
Junta General se debe convocar a través de la web de la SdC si fue creada conforme a los
requisitos del art. 11 bis LSC. En otro caso, se convocará mediante anuncio publicado en el
BORME (Boletín Oficial de Registro Mercantil) y en uno de los diarios de mayor circulación en la
provincia.
Sistema estatutario: Como decíamos, los estatutos pueden sustituir este costoso sistema de
convocatoria por cualquier procedimiento de comunicación individual y escrita que asegure la
recepción por todos los socios en el domicilio que haya designado o el que conste en la
documentación de la sociedad (art. 173.2 LSC). Por ejemplo, es factible establecer la
convocatoria por correo electrónico, disponiendo en los estatutos que se hará “en la dirección de correo
electrónico facilitada por el socio y que conste en el Libro Registro de Socios (con confirmación de lectura teniendo
en cuenta que la negativa de confirmación a la petición de lectura del envío del correo de convocatoria producirá
los efectos de la misma siempre que no hubiera sido devuelto por el sistema)”, pues el último inciso trata de evitar
comportamientos obstruccionistas del socio (RDGRN de 19/07/2019, BOE 7/08/2019).
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3.2.- Contenido
El requisito de la determinación del orden del día tiene una gran relevancia. Por una parte,
delimita los asuntos sobre los que la JG podrá deliberar y adoptar acuerdos válidos. Por otra
parte, tiene una finalidad informativa para los socios, que a la vista del orden del día decidirán si
acuden, si ejercitan y cómo su derecho de información, y el sentido de su voto.
La ausencia de alguno de estos requisitos legales del anuncio de convocatoria puede -en
función de la relevancia de la infracción- conllevar la impugnabilidad de los acuerdos que
hubiese adoptado la JG (art. 204 LSC).
Con el objeto de que el socio pueda ejercitar su derecho de asistencia e información sobre los
asuntos que forman parte del orden del día, entre la convocatoria y la fecha prevista de
celebración de la JG debe mediar un tiempo mínimo, con el objeto de preservar el derecho de
información del socio, que es un mes en la SA y 15 días en la SL (art. 176 LSC). La diferencia de
plazos probablemente se debe a que el legislador está pensando en la SA como prototipo de
gran empresa con un número elevado de accionistas, frente a la SL como sociedad cerrada y de
de pocos socios.
Este sistema de doble convocatoria sólo es posible para la SA, porque a diferencia de la SL, la
junta general de la SA sólo queda válidamente constituida si asisten socios que representan un
porcentaje mínimo de capital social; quorum de constitución de primera convocatoria que
siempre será mayor del que se exige para que la JG quede válidamente constituida en segunda
convocatoria. Por el contrario, la válida constitución de la JG en las sociedades limitadas no se
condiciona a la asistencia de un mínimo de capital, por lo que no tiene sentido diferenciar entre
primera y segunda convocatoria.
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También sólo para la SA, una vez convocada la JG, la LSC reconoce a la minoría de socios que
represente, al menos, el 5% del capital social, el derecho a solicitar de forma fehaciente a los
administradores, y en el plazo legal previsto, que se publique un complemento de la
convocatoria o del orden del día de la junta general ya convocada, con los asuntos que desean
incorporar al orden del día. La minoría puede solicitar la inclusión de cualesquiera asuntos,
incluso si no tienen relación con los que integran el orden del día confeccionado por los
administradores. Los administradores pueden optar entre publicar el complemento del orden
del día con los asuntos solicitados por la minoría o por la publicación íntegra de la convocatoria
ampliada. En todo caso, la falta de publicación en el plazo legal señalado del complemento de la
convocatoria determinará la nulidad de la JG y, por ello, de todos los acuerdos adoptados (art.
172 LSC).
Las juntas presenciales se celebrarán en la localidad donde la sociedad tenga su domicilio social,
el día señalado en la convocatoria, aunque la propia JG puede acordar prorrogar sus sesiones
durante uno o más días consecutivos, a propuesta de los administradores o de un número
socios que representen al menos un 1/4 del capital presente en la junta.
Ahora bien, con independencia del número de sesiones, la junta se considera única,
levantándose una sola acta para todas las sesiones (art. 195 LSC). La STS de 6-6-63 declaró que el
acuerdo del presidente de suspender la Junta una vez iniciada para celebrarla al día siguiente en segunda
convocatoria es un acto contrario a la derogada LSA, no equiparable a la prórroga (tb.: Ress. DGRN de 21-9-84 y 23-
6-97).
Hay que recordar que la junta general universal puede reunirse en cualquier lugar, dentro o
fuera de España (art. 178.2 LSC).
Si así lo prevén los estatutos, la junta general se podrá celebrar exclusivamente por medios
telemáticos (junta exclusivamente telemática), sin asistencia física de los socios o sus
representantes (art. 182 bis LSC, introducido por la Ley 5/2021), que se considerará celebrada
en el domicilio social con independencia de dónde se halle el presidente de la junta.
La celebración de la junta exclusivamente telemática estará supeditada a que la identidad y legitimación de los
socios y de sus representantes se halle debidamente garantizada y a que todos los asistentes puedan participar
efectivamente en la reunión mediante medios de comunicación a distancia apropiados, como audio o video,
complementados con la posibilidad de mensajes escritos durante el transcurso de la junta, tanto para ejercitar en
tiempo real los derechos de palabra, información, propuesta y voto que les correspondan, como para seguir las
intervenciones de los demás asistentes por los medios indicados.
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El anuncio de convocatoria informará de los trámites y procedimientos que habrán de seguirse para el registro y
formación de la lista de asistentes, para el ejercicio por estos de sus derechos y para el adecuado reflejo en el acta
del desarrollo de la junta. La asistencia no podrá supeditarse en ningún caso a la realización del registro con una
antelación superior a una hora antes del comienzo previsto de la reunión. Las respuestas a los socios o sus
representantes que ejerciten su derecho de información durante la junta se regirán por lo previsto en el artículo
182 LSC
A las juntas generales tienen derecho de asistencia todos los socios, incluidos los socios sin
derecho de voto porque el derecho de asistencia es un derecho distinto al derecho de voto. El
socio puede asistir presencialmente o por medios telemáticos, si así está previsto en los
estatutos sociales (art. 182 LSC).
Solo en las SA, este derecho se puede condicionar a la legitimación anticipada en la forma
prevista en el art. 179.3 LSC, y/o a la posesión de un número mínimo de acciones con el límite
que establece el art. 179.2 LSC. La LSC dispone que, si lo prevé y regula los estatutos, el
accionista además de asistir físicamente podrá hacerlo por medios telemáticos (art. 182 LSC:
asistencia telemática), pero nada impide que esta posibilidad se pueda establecer en los
estatutos de una SL.
En cualquier SdC, el socio puede asistir en persona o por medio de representante a la JG. Esta
representación es siempre revocable, y la asistencia personal del socio a la JG tiene valor de
revocación (art. 185 LSC). No obstante, el ámbito de las personas que pueden ser representante
del socio en la JG es más amplio en las SA que en las SL, si bien a través de los estatutos es
posible en un caso limitar el ámbito legal y en el otro ampliarlo (arts. 183 y 184 LSC).
Sólo para las SA, la LSC prevé y regula la solicitud pública de representación, frecuente en las
SA con una muy amplia base accionarial o en las cotizadas (art. 186 LSC). La LSC regula este
instrumento con cierto detalle en protección de los accionistas minoritarios, especialmente
cuando la solicitud es realizada por determinados sujetos (administradores, entidades
depositarias de acciones y entidades encargadas del registro contable de acciones anotadas en
cuenta; art. 186.1 LSC), frecuente en las sociedades cotizadas, donde este instrumento sirve, a
costa de la sociedad, para reforzar el poder de los administradores frente a la Junta General.
En estos casos, el documento de solicitud pública de representación debe contener el orden del
día de la JG, así como la solicitud de instrucciones para el ejercicio del derecho de voto y la
indicación del sentido del voto para el caso de que no se den instrucciones precisas (art. 186.1
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LSC). No obstante, la LSC permite que el representante vote en sentido contrario a las
instrucciones si sobrevienen circunstancias nuevas e ignoradas, y corra el riesgo de perjudicar
los intereses del representado de votar en el sentido indicado por éste. En tal caso, el
representante debe informar inmediatamente por escrito de las razones de su voto al
representado (art. 186.2 LSC).
Frente al derecho de los socios de asistencia a la JG, los administradores tienen el deber de
asistir a las juntas (art. 180 LSC), pudiendo los estatutos autorizar o bien ordenar la asistencia
de directores, gerentes, técnicos y demás personas que tengan interés en la marcha de los
asuntos sociales (181.1 LSC). Además, el presidente de la junta podrá autorizar la asistencia de
cualquier persona que juzgue conveniente, pero la Junta podrá revocar dicha autorización (art.
181.2 LSC). La RDGRN de 8/01/18 (BOE del 26/01) considera válida la cláusula estatutaria que dispone que el
presidente someterá a la junta la autorización para la presencia en la misma de otras personas, pues la norma del
art. 181 LSC tiene carácter dispositivo.
Con carácter general, para que la junta de la SA quede válidamente constituida, en primera
convocatoria, tienen que estar presentes o representados accionistas que posean al menos el
“25% del capital suscrito con derecho a voto”, aunque los estatutos pueden fijar un quórum
superior, nunca inferior (193.1 LSC). En segunda convocatoria, la constitución será válida
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cualquiera que sea el capital concurrente, salvo que los estatutos fijen en quórum determinado,
que en todo caso será inferior al establecido en los estatutos o por la Ley para la primera
convocatoria, al objeto de garantizar la funcionalidad del sistema de doble convocatoria (193.2
LSC).
Como hemos señalado, los estatutos pueden exigir un quorum de constitución mayor, pero se
considera nula la cláusula estatutaria que exija la concurrencia de todo el capital suscrito,
porque ello supondría otorgar el derecho de veto a un socio y vulnerar el principio mayoritario.
No obstante, la RDGRN de 24/10/2017 (BOE 24 de noviembre de 2017) admite que los estatutos de una SA exijan
un quorum de asistencia del 100% del capital en primera convocatoria para adoptar determinados acuerdos, pues
en este caso la unanimidad no se exige para adoptar el acuerdo sino solo para que la junta general quede
válidamente constituida en primera convocatoria, lo que no contradice el principio mayoritario ni introduce un
derecho de veto para que cada socio pueda obstruir el funcionamiento de la junta, que podrá adoptar ese acuerdo
sin ese quorum reforzado en segunda convocatoria.
En los estatutos también es posible completar la Ley estableciendo “quórums personales”; esto
es, que junto a la concurrencia de un determinado porcentaje de capital tengan que concurrir a
la JG un número determinado de socios.
En toda SdC, para comprobar la válida constitución de la JG, es necesario formar una lista de
asistentes antes de entrar en el orden del día, en la que se expresará el carácter o
representación de cada una de las personas asistentes y el número de acciones propias o ajenas
con que concurren a la junta (art. 192.1 y 2 LSC). La lista debe figurar al comienzo del acta de la
junta o bien adjuntarse a ella por medio de documento anejo firmado por el secretario con el
visto bueno del presidente. Pero la lista también se puede formar mediante un fichero
informático (art. 98 RRM). En este sentido, el art. 192.3 LSC dispone que en las sociedades de
responsabilidad limitada la lista de asistentes se incluirá necesariamente en el acta (art. 192.3
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LSC).
IV. DELIBERACIÓN
En toda SdC, una vez constituida la Junta, los socios deliberarán sobre los asuntos incluidos en
el orden del día antes de proceder a la adopción de los acuerdos.
Esta deliberación se realiza bajo la dirección del presidente de la Junta, que será la persona
designada en los estatutos (art. 186.6 RRM), pero si estos guardan silencio presidirá la Junta el
presidente del Consejo de Administración, y si éste no existe, los socios asistentes elegirán, en
cada caso, al accionista que ejercerá de presidente, que, en todo caso, estará asistido por un
secretario (la persona que designen los estatutos, y, en caso de silencio, el secretario del
Consejo de administración, y, en su defecto, la persona designada por los accionistas
asistentes). Uno y otro forman la mesa de la Junta (art. 191 LSC). Cuando la Junta haya sido
convocada por el letrado de la administración de justicia o por el registrador mercantil, el
funcionario convocante designará al presidente y secretario (art. 170.2 LSC).
Compete al presidente declarar que está válidamente constituida la Junta, el número de socios
con derecho a voto que concurren personalmente o representados y de su participación en el
capital social (art. 102.1.2ª RRM). El presidente ordena las deliberaciones concediendo la
palabra a los asistentes que lo solicitan. El presidente puede juzgar sobre la oportunidad de la
información solicitada (art. 197.2 LSC); interviene en la aprobación del acta de la junta (art.
202.1 y 2 LSC); y con su visto bueno en la documentación de los acuerdos de la Junta (arts. 97
ss. RRM). Según la RDGRN de 8/01/18 /BOE del 26/01), es válida la cláusula de estatutos que atribuye al
presidente la facultad de, una vez constituida la junta, determinar si ésta puede entrar en la consideración de
todos los asuntos incluidos en el orden del día (p. ej., porque requieren un quorum determinado que no existe).
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social (art. 196 para la SRL y 197 para la SA), tiene un contenido sustancial similar.
Antes de la celebración de la JG, el socio tiene derecho al examen de los documentos que los
administradores deben poner a disposición de los socios a partir de la convocatoria de la Junta,
que varía según cuales sean los asuntos a adoptar (arts. 287LSC para la modificación estatutos;
art. 272.2 LSC para la aprobación de las cuentas anuales; art. 37 LME para el balance de fusión),
pero también pueden solicitar por escrito los informes y aclaraciones que estimen precisos
sobre los asuntos del orden del día (art. 197.1 LSC).
Durante la Junta, el socio puede solicitar verbalmente esa misma información a los
administradores, que deberán proporcionarla si bien también podrán proporcionarla con
posterioridad y por escrito si no estuviesen en condiciones de hacerlo en la propia Junta (arts.
182 y 197.2 LSC). No existirá tal obligación de información cuando (a juicio del presidente) la
información solicitada por el socio sea innecesaria para la tutela de los derechos del socio, o
existan razones objetivas para considerar que podría utilizarse para fines extrasociales o su
publicidad perjudique a la sociedad o a las sociedades vinculadas (art. 197.3 LSC).Pero esta
excepción no procede cuando la solicitud esté apoyada por socios que representen, al menos, el
veinticinco por ciento del capital social. Los estatutos podrán fijar un porcentaje menor,
siempre que sea superior al cinco por ciento del capital social (art. 197.4 LSC).
Los socios titulares de acciones / participaciones sociales tienen derecho a votar en la JG, en
persona, por medio de representante o a distancia si está previsto en los estatutos, excepto que
sean titulares de acciones / participaciones sin voto.
La emisión del voto podrá hacerse de cualquier forma que sirva para expresar con claridad la
voluntad del socio, pudiendo hacerse de forma descubierta o secreta, e incluso a distancia si lo
prevén los estatutos (art. 189.2 y 3 LSC). El socio podrá votar a favor o en contra de la adopción
del acuerdo, como abstenerse de votar, siendo el voto en blanco una de sus manifestaciones.
Al tiempo de emitir el voto, el socio goza de una amplia libertad. No tiene otro límite que el
respeto al interés social, la moral y el orden público. Por ello que cuando, en relación con el
asunto sometido a votación, el interés privativo del socio entre el conflicto con el interés social,
el deber de fidelidad que todo socio tiene frente a la sociedad le obliga a no votar; a abstenerse
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de ejercitar el derecho de voto.
El art. 190.1 LSC (aplicable a todas las sociedades de capital) establece una lista de supuestos o
acuerdos en los que la ley presume que existirá siempre esa situación de conflicto de intereses
y, por ello, priva al socio del derecho de voto en relación con ese concreto acuerdo que genera
el conflicto de intereses.
Se trata de acuerdos que tienen por objeto: a) autorizar al socio a transmitir acciones o
participaciones sujetas a una restricción legal o estatutaria, b) excluirle de la sociedad, c)
liberarle de una obligación o concederle un derecho, d) facilitarle cualquier tipo de asistencia
financiera, incluida la prestación de garantías a su favor, o e) dispensarle de las obligaciones
derivadas del deber de lealtad conforme a lo previsto en el artículo 230 LSC
En estos casos regulados por la Ley, las acciones/participaciones del socio en conflicto de
intereses se deducen del capital social para el cómputo de la mayoría de los votos (art. 190.2
LSC).
La libertad del socio para emitir el voto también puede estar condicionada por un previo
acuerdo parasocial. Estos pactos de sindicación del voto sólo tendrán valor en las relaciones
internas de quienes los suscriban, pero no frente a la sociedad, por lo que el voto emitido en
contravención de lo pactado es inatacable por esta causa (art. 29 LSC). La finalidad de estos
pactos de sindicación del derecho de voto es crear una mayoría estable que permita imponer su
criterio en la marcha de la sociedad. En otras ocasiones buscan agrupar accionistas de escasa
participación social con el fin de defender los intereses de las minorías. Cuando los pactos
afectan a sociedades cotizadas, existen unos deberes específicos de información y
transparencia destinados a que el mercado y los inversores puedan conocer su existencia (art.
530 a 535 LSC).
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2.- El principio mayoritario
Dispone la LSC que los socios reunidos en Junta General “decidirán por la mayoría legal o
estatutariamente establecida” (art. 159.1 LSC). Es decir, es la JG válidamente constituida la que
manifiesta la voluntad de la sociedad como persona, y lo hace mediante el voto de la mayoría
que da lugar al acuerdo social. La voluntad de los socios, a través de su voto en la JG, se
transforma en la voluntad de la sociedad como persona jurídica, siempre que: (i) se trate de
acuerdos sobre asuntos que son de la competencia de la junta, y (ii) hayan sido votados
favorablemente por la mayoría legal o estatutaria establecida. En la medida en que el art. 159.1
LSC habla de la mayoría legal o estatutariamente establecida, se concluye que no se puede
condicionar la validez de los acuerdos a que hayan sido adoptados por la unanimidad de los
socios. Por tanto, se puede afirmar que el principio mayoritario es un elemento configurador
de las sociedades de capital.
A esta voluntad de la sociedad expresada por la mayoría quedan sometidos todos los socios
(art. 159.2 LSC), razón por la que la LSC, como una manifestación más del derecho de
información del socio, exige que el orden del día de la Junta General sea concreto y preciso, y
que tengan que ser objeto de votación separada los acuerdos que son sustancialmente
independientes, incluso si figuran en el mismo punto del orden del día (art. 197 bis LSC).
Precepto que, además, enumera una serie de supuestos en los que procede necesariamente
esa votación separada. Resulta indiscutible que someter a una única votación asuntos que no
están vinculados limita el derecho del voto del socio.
¿Cómo se determina la mayoría establecida en la Ley o en los estatutos para que el acuerdo se
considere válidamente adoptado? A estos efectos, lo primero que hay que determinar es la
base de cálculo de la mayoría, que, salvo que los estatutos establezcan otra cosa, será el capital
presente y representado en la Junta y no la totalidad del capital social.
Esta base de cálculo se puede alterar si concurren determinadas circunstancias. Así, podrá ser
menor si la sociedad ha emitido acciones sin voto o existen acciones cuyo voto esté suspendido
por hallarse el accionista en mora. Si es el caso, estas acciones presentes en la junta se tendrán
que excluir de la base de cálculo, que, por el contrario, se verá incrementada en las situaciones
de autocartera (cuando la sociedad es titular de acciones propias) pese a que el voto que les
pueda corresponder está en suspendo por mandato legal (arts. 142.1 y 148.b) LSC).
Ahora bien, cuando se trata de adoptar un acuerdo de los enumerados en el art. 194 LSC (que
son acuerdos de especial trascendencia para la sociedad, como la modificación de estatutos o
la fusión con otra sociedad), la Ley exige mayorías superiores de votos con el objeto de que el
acuerdo goce de un amplio respaldo accionarial. Aun más, cuando se trata de adoptar alguno
de estos acuerdos, el art. 194 LSC exige unos quórums de constitución reforzados respecto de
los ordinarios del art. 193 LSC. Así, para considerar válidamente constituida la junta en primera
convocatoria es preciso que concurran accionistas que posean al menos el 50% del capital social
suscrito con derecho de voto, en tanto que en segunda convocatoria es suficiente con la
concurrencia de accionistas que representen al menos del 25 por ciento de dicho capital.
Recuérdese que para adoptar acuerdos que solo exigen mayoría ordinaria, en primera
convocatoria se exige un quorum del 25% del capital con derecho de voto y que, en segunda
convocatoria, no hay quorum mínimo de constitución de la JG (art. 193 LSC).
Pues bien, en relación con los acuerdos de especial trascendencia del art. 194 LSC, si la junta
general se ha constituido en primera convocatoria será preciso para considerar adoptado el
acuerdo sometido a votación la mayoría absoluta; es decir, los votos a favor deben ser más que
la suma de votos en contra, las abstenciones y los votos en blanco, nulos o suspensos. Pero si
los accionistas presentes y representados en la JG no superan el 50% del capital social (sin ser
inferior al 25%); es decir, si la junta general se ha constituido en segunda convocatoria, ya no
basta la mayoría absoluta, sino que el acuerdo solo habrá sido adoptado si los votos favorables,
al menos, representan dos tercios del capital presente o representado en la Junta (art. 201.2
LSC).
Los estatutos pueden elevar estas mayorías como también los quórums reforzados del art. 174
LSC, con el límite, en uno y otro caso, de no exigir la unanimidad por respeto al principio
mayoritario. Los estatutos tampoco podrán establecer mayorías por cabezas (que la mayoría de
votos represente un número mínimo de accionistas), porque va en contra del principio de
proporcionalidad entre el valor nominal de la acción y el derecho de voto.
Aunque los acuerdos se adoptan por mayoría, ordinaria o reforzada, hay que recordar que los
acuerdos válidamente adoptados obligan a todos los socios, incluso a los disidentes y a los
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ausentes (art. 159.2 LSC). Igualmente conviene tener en cuenta que la nulidad de uno o varios
de los votos emitidos no reportará la invalidez del acuerdo adoptado, siempre que los restantes
votos válidos a favor sigan sumando la mayoría necesaria (prueba de resistencia).
La base de cálculo de la mayoría no son los socios asistentes a la JG; es decir, las participaciones
sociales propias o de terceros con las que asisten, sino todas las participaciones sociales en las
que se divide el capital social de la SL. Siendo así, aunque como sabemos la LSC no exige
quórums de constitución de la junta de la SL, indirectamente, al establecer esta base de cálculo
de la mayoría de votos necesaria, sí lo está exigiendo.
La LSC establece tres mayorías de votos en función del tipo de acuerdo sometido a votación:
mayoría simple, mayoría absoluta y mayoría de dos tercios.
La mayoría ordinaria es la que se exige para todo tipo de acuerdos excepto para aquellos que de
forma expresa la Ley o los estatutos exija una mayoría superior. Se establece en el art. 198 LSC
en los términos que siguen: “En la sociedad de responsabilidad limitada los acuerdos sociales se
adoptarán por mayoría de los votos válidamente emitidos, siempre que representen al menos
un tercio de los votos correspondientes a las participaciones sociales en que se divida el capital
social. No se computarán los votos en blanco”. Es decir, existirá mayoría simple cuando los
votos favorables (votos sí) sean más que los votos desfavorables (votos no), sin que se
computen en ningún sentido las abstenciones y los votos en blanco.
Pero esta regla aparentemente sencilla está sujeta a interpretación debido a cómo está
redactado el art. 198 LSC al final. Así, cabe interpretar que el número de votos válidamente
emitidos a favor ha de representar, al menos, un tercio de los votos correspondientes a las
participaciones en que se divide el capital (p.ej., si el capital de la SL está dividido en 100
participaciones de 1 voto, y en la JG solo están presentes socios que representen 34
participaciones, todos ellos han de votar a favor para que el acuerdo se considere adoptado).
Esta interpretación es la que parece acoger la STS de 3 de mayo de 2017, nº 265/2017
(ECLI:ES:TS:2017:1655). Pero también cabe interpretar que lo que la LSC demanda es que el
número de votos válidamente emitidos ha de representar, al menos, un tercio de los votos
correspondientes a las participaciones sociales en las que se divida el capital social (en el
ejemplo anterior, los 34 votos presentes en la JG han de ser emitidos válidamente y, al menos,
18 han de ser emitidos a favor para que el acuerdo se considere válidamente adoptado). Esta
interpretación, bastante más flexible que la anterior, en la que sostuvo la DGRN en la
Resolución de 29/03/2017, BOE 7/04/2017.
Sea cual sea la interpretación que se acoja, además de la mayoría ordinaria la LSC regula dos
mayorías reforzadas para determinados asuntos. Así, para todo acuerdo que implique
modificación de los estatutos, es preciso el voto favorable de más de la mitad de los votos
correspondientes a las participaciones en que se divida el capital social (art. 199.a) LSC). Esta
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mayoría absoluta se eleva, al menos, a los 2/3 de los votos totales para los acuerdos que
enuncia el art. 199.b): La autorización a los administradores para que se dediquen, por cuenta
propia o ajena, al mismo, análogo o complementario género de actividad que constituya el
objeto social; la supresión o la limitación del derecho de preferencia en los aumentos del
capital; la transformación, la fusión, la escisión, la cesión global de activo y pasivo y el traslado
del domicilio al extranjero, y la exclusión de socios.
Tanto la mayoría ordinaria como las reforzadas pueden ser incrementadas por los estatutos,
para todos o una parte de los acuerdos, sin que se pueda llegar a exigir la unanimidad por
imperativo del principio mayoritario. Estatutos que también podrán condicionar la validez de
los acuerdos a que la mayoría de votos legal o estatutaria represente el voto favorable de un
determinado número de socios, lo que sin duda contribuye a personalizar o a hacer polivalente
el tipo social SL a la composición de intereses que exista en cada caso (art. 220 LSC). No
obstante, los estatutos de la SRL no pueden exigir para el acuerdo de separación de los
administradores una mayoría superior a los 2/3 de los votos totales (art. 223.2 LSC: en
protección de la minoría), ni superior a la ordinaria para el ejercicio de la acción social de
responsabilidad (art. 238.1 LSC, común para todas las sociedades de capital).
Al concluir la sesión o sesiones de la junta, debe redactarse un acta (art. 202.1 LSC). El acta es
un documento de prueba de los hechos ocurridos en la junta (los debates y el texto de los
acuerdos; art. 97 RRM). El art. 202.1 LSC exige que los acuerdos sociales consten en el acta. Una
vez redactada, el acta se debe transcribir en el libro de actas de la Junta (art. 26.1 Cco). El acta
normalmente estará redactada por el secretario de la junta, que ha de firmarla contando
además con el Visto Bueno del presidente (arts. 202.2 LSC y 99.2 RRM). Los acuerdos sociales
podrán ejecutarse a partir de la fecha de aprobación del acta en la que consten (art. 202.3 LSC)
El art. 202.1 LSC establece que el acta podrá ser aprobada por la propia junta a continuación de
haberse celebrado ésta, y, en su defecto, dentro del plazo de 15 días, por una comisión formada
por el presidente y dos interventores, uno por la mayoría y otra por la minoría.
El art. 26.2 Cco atribuye a los socios el derecho a obtener en cualquier momento certificación
de los acuerdos y de las actas, y ordena a los administradores presentar en el RM, en los ocho
días siguientes a la aprobación del acta, testimonio de los acuerdos inscribibles.
La falta de aprobación del acta o el hecho de que un acuerdo adoptado no figure en ella no
implica la nulidad del acuerdo, simplemente presenta un problema de prueba de su existencia y
contenido, pues los acuerdos despliegan sus efectos desde el momento en que han sido
tomados. Por tanto, la falta de acta plantea un problema de prueba y sí puede incidir sobre la
eficacia de los acuerdos inscribibles en el RM.
Además de por el secretario, el acta de la Junta podrá ser levantada por un notario, cuando su
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presencia en la JG haya sido requerida por el órgano de administración para este fin, bien por su
propia voluntad o porque lo haya solicitado los socios con la antelación que señala la LSC. En la
SA, estos socios deben representar, al menos, el 1% del capital social, que se eleva al 5% en el
caso de la SL. El acta notarial no se somete a aprobación (art. 203 LSC).
1.- Eficacia
Los acuerdos sociales obligan a todos los socios, aunque no hayan concurrido a la junta o hayan
votado en contra (art. 159.2 LSC).
Pero esta eficacia tiene como presupuesto que: (1) el acuerdo social haya sido adoptado dentro
de los cauces de la legalidad; (2) sean asuntos propios de competencia de la junta, (3) que la
junta haya sido convocada y constituida con las formalidades que establecen la Ley y los
estatutos, y que (4) el acuerdo haya sido adoptado con la mayoría legal o estatutariamente
exigida. En otro caso, el acuerdo será impugnable y solo cuando mediante sentencia se declare
su nulidad decaerá esa obligación de sometimiento a cargo de todos los socios.
Tratando de resumir el contenido de esa regulación, podemos señalar que, en esta materia,
conforme a lo dispuesto en el actual art. 204.1 LSC, son impugnables los acuerdos sociales que:
(i) infrinjan la Ley, los estatutos, el reglamento de la junta general o del consejo de
administración (si existen).
(ii) lesionen el interés social en beneficio de uno o varios socios o de terceros; es decir,
acuerdos de la mayoría que suponen un incumplimiento del contrato social.
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Esta causa de impugnación está especialmente diseñada para proteger a la minoría
frente a los abusos de la mayoría. En todo caso, tiene tres presupuestos: 1) el acuerdo
debe lesionar el interés social, entendido como un interés que es común a todos los
socios (art. 204.1 LSC); 2) el acuerdo tiene que producir un beneficio en un socio o
tercero; 3) Tiene que haber una relación de causalidad entre el perjuicio al interés social
y el beneficio experimentado por el socio o tercero. Estos presupuestos o circunstancias
deben ser probados por quien impugne el acuerdo social.
No obstante, el propio art. 204.1 LSC presupone que hay lesión del interés social
cuando el acuerdo, aun no causando daño al patrimonio social, se impone de manera
abusiva por la mayoría. Y establece la presunción de que un acuerdo se impone de
forma abusiva cuando, sin responder a una necesidad razonable de la sociedad, se
adopta por la mayoría en interés propio y en detrimento injustificado de los demás
socios.
En definitiva, la LSC pone de manifiesto que la irregularidad que afecte a un acuerdo social debe
constituir una infracción material relevante para la adopción del acuerdo. Corresponde al Juez
competente para la tramitación de la demanda de impugnación resolver si la infracción es
procedimental o material, y lo hará una vez presentada la demanda, como cuestión incidental
de previo pronunciamiento, de tal forma que si resuelve que no tiene carácter esencial
procederá la finalización del procedimiento por no ser el acuerdo impugnable (art. 204.3 LSC al
final). Por el contrario, si considera que la infracción es material, el Juez de lo mercantil
dispondrá la continuidad del procedimiento.
Con carácter general, están legitimados para impugnar los acuerdos sociales los
administradores, los terceros con interés legítimo y los socios que siéndolo al tiempo de
adopción del acuerdo representen al menos el 1/% del capital social (art. 206.1 LSC. Porcentaje
que es del 1 por 1000 en las SA cotizadas: art. 495.2 LSC). Por tanto, el derecho de impugnación
es un derecho de la minoría.
Los estatutos podrán reducir este % de capital y, en todo caso, los socios que no los alcancen
tendrán derecho al resarcimiento del daño que les haya ocasionado el acuerdo impugnable.
Como excepción, de nuevo, los acuerdos contrarios al orden público pueden ser impugnados
por cualquier socio o un tercero (art. 206.2 LSC).
La demanda de impugnación se dirigirá contra la sociedad que es, pues, la legitimada pasiva
(art. 206.3 LSC). No obstante, los socios que votaron a favor del acuerdo impugnado pueden
intervenir, a su costa, en el proceso para defender su validez.
El art. 207 LSC dispone que la demanda de impugnación de un acuerdo social seguirá los
trámites del juicio ordinario y las disposiciones contenidas en la LEC, conforme a las cuales será
competente el Juez de lo Mercantil del domicilio social. La sentencia firma que se dicte
vinculará a todos los socios, y si declara la nulidad de un acuerdo inscribible la sentencia debe
ser inscrita en el RM (art. 208 LSC).
El art. 114.2.c) RRM para SA y el 175.2.c) RRM para las SL menciona como cláusulas estatutarias
que los socios puede introducir válidamente en los estatutos en ejercicio de su autonomía de la
voluntad “El pacto por el que los socios se comprometen a someter a arbitraje las controversias
de naturaleza societaria de los socios entre sí y de éstos con la sociedad o sus órganos”.
Así mismo, la Ley 60/2003, de 23 de diciembre, de Arbitraje, regula en el art. 11 bis el llamado
“arbitraje estatutario”, disponiendo:
“1. Las sociedades de capital podrán someter a arbitraje los conflictos que en ellas se planteen.
2. La introducción en los estatutos sociales de una cláusula de sumisión a arbitraje requerirá el
voto favorable de, al menos, dos tercios de los votos correspondientes a las acciones o a las
participaciones en que se divida el capital social.
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3. Los estatutos sociales podrán establecer que la impugnación de los acuerdos sociales por los
socios o administradores quede sometida a la decisión de uno o varios árbitros,
encomendándose la administración del arbitraje y la designación de los árbitros a una
institución arbitral.”
Lo que se complementa en el art. 11 ter, en relación con la anulación por laudo arbitral de
acuerdos societarios inscribibles, con lo siguiente: “1. El laudo que declare la nulidad de un
acuerdo inscribible habrá de inscribirse en el Registro Mercantil. El “Boletín Oficial del Registro
Mercantil” publicará un extracto.
2. En el caso de que el acuerdo impugnado estuviese inscrito en el Registro Mercantil, el laudo
determinará, además, la cancelación de su inscripción, así como la de los asientos posteriores
que resulten contradictorios con ella.”
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