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1. INTRODUCCIÓN
En el año 1974, los geofísicos italianos E. Proverbio y V. Quesada publicaron los resultados
de un largo experimento de posicionamiento de cinco observatorios astronómicos en Italia,
Rusia, Japón y Estados Unidos. Los resultados venían a decir que los continentes se
mueven unos con respecto a otros, y coincidían de manera casi perfecta con los resultados
previstos en una hipótesis que desde hacía una década había revolucionado el mundo de la
Geología, una hipótesis que cambiaba incluso de nombre al ritmo febril de sus avances:
extensión del fondo oceánico, Tectónica de Placas y tectónica global.
En la década de los años 50 del siglo pasado se admitían cerca de una docena de teorías
orogénicas, mucha de ellas con distintas variantes. Aunque hoy casi todas aquellas
hipótesis están descartadas, es necesario recordarlas para no caer en el error de creer que
la Tectónica de Placas ha sido una de las primeras teorías que ha resuelto, sin mayores
esfuerzos, todos los problemas geológicos.
En general, las teorías orogénicas pueden dividirse en dos grupos \fijistas y movilistas. Las
primeras, también denominadas verticalistas, proponen una elevación del terreno como
causa inicial de las orogenias. Entre estas, caben destacar las teorías de los geosinclinales,
la de las nndaciones y la de la oceanización.
Las segundas admiten grandes movimientos horizontales de los continentes, los cuales son
los causantes de la elevación de las montañas, por lo que también se las conoció como
teorías horizontalistas. Estas últimas, serán tratadas en el punto siguiente.
Por otra parte, los indicadores de profundidad de los sedimentos en las cadenas de
montañas señalaban que éstos se habían depositado a profundidades no muy grandes, lo
que significaba que el fondo de la cuenca había sufrido una subsidencia importante, que
compensaba la rápida sedimentación,
Definida por Haarman en 1930, el término undación equivale a una génesis continental por
levantamiento. Según esta teoría, una cadena de montañas se forma en dos fases. En la
primera se generaría un gran abombamiento (el geotumor) en la corteza, provocado por la
formación y ascenso, desde el manto, de una gran cantidad de magma granítico (el
astenolito). En la segunda fase se producirían en las laderas del geotumor resbalamientos
de distinta importancia, desde fallas inversas hasta mantos de corrientes.
El principal problema que queda sin resolver en la teoría de las undaciones es,
precisamente, el origen del geotumor. Es evidente que los magmas producidos
masivamente en el manto son siempre de naturaleza báltica. Por otra parte, las pendientes
necesarias para los deslizamientos gravitacionales requerirían geotumores de alturas
enormes, mucho mayores de los que parecen haber existido en las zonas orogénicas. En
tercer lugar, los grandes plegamientos parecen producirse en las cadenas de montañas
antes de la elevación. Y por último, un cálculo de la energía producida por las undaciones no
llega más que a la tercera parte de la energía que liberan los terremotos.
Luego, esta teoría no puede explicar ni siquiera el fenómeno sísmico y, por lo tanto,
tampoco puede resolver el problema de la producción de la energía con la cual se levantan y
deforman las rocas. En la actualidad quedan muy pocos defensores de esta teoría, cuyas
ideas, sin embargo, han sido reconocidas en la teoría de la oceanización.
Esta teoría fue propuesta por el geólogo ruso Víktor V. Beloussov. La principal diferencia
entre la teoría de la oceanización y la de las undaciones es que este autor acepta que el
magma formado en el manto terrestre es basáltico. Grandes masas de magma podrían
invadir una zona de la corteza continental, cuyos granitos serían englobados en la roca
basáltica formada, que se hundiría de nuevo, formándose una nueva cuenca oceánica en el
lugar donde antes existía un continente.
La oceanización, según el propio Beloussov, estaría detenida actualmente, pero habría sido
activa en el pasado geológico reciente bajo las dorsales y en los mares interiores.
En 1910, el geólogo americano Taylor publicó un extenso artículo en el que expuso sus
ideas sobre lo que más tarde se llamaría deriva continental. Este autor se basó en la
disposición y características de las cordilleras de Eurasia. Taylor supuso un importante
desplazamiento de la corteza terrestre desde el norte hacia los bordes del continente
asiático. Este autor no aportó pruebas suficientes para apoyar su teoría y su obra tuvo poca
influencia, aunque puede considerarse que su trabajo fue la primera aportación seria a la
idea de la deriva continental.
La idea de Wegener era que, a partir del Mesozoico, un enorme continente anterior,
denominado "Pangea", se había dividido en varias partes que, navegando a la deriva sobre
un sustrato más denso y fluido, habrían dado lugar a los continentes actuales. Las
principales pruebas aportadas por Wegener en defensa de su teoría fueron las siguientes:
Otro crítico de las teorías de Wegener fue el geólogo norteamericano Schuchert, quien
aludió a los puentes intercontinentales para explicar la distribución geográfica de las faunas
no marinas y floras precretácicas. Entre los primeros defensores de Wegener se encontraba
el geólogo americano Daly (1926), quien aceptó la teoría de la deriva, aunque no el origen
de las fuerzas que impulsaban el movimiento de los continentes. Uno de los más firmes y
valiosos defensores de la teoría de la deriva continental fue el geólogo británico Colmes,
quien resolvía el punto débil de la teoría al proponer un mecanismo nuevo para explicar la
dinámica de los continentes: el de las corrientes de convección en el manto. Por otro lado,
Colmes afirmó que la idea expresada por Wegener, de un sustrato poco resistente, es
correcta, ya que con el aumento de la temperatura asociado al gradiente geotérmico, la
rigidez de las rocas debe disminuir drásticamente con la profundidad.
Otro de los más destacados defensores de la teoría de Wegener fue el geólogo sudafricano
Du Toit. A diferencia de Wegener, Du Toit aportó pruebas en favor de la existencia de dos
supercontinentes, uno septentrional (Laurasia) y otro meridional (Gondwana); ambos
habrían estado separados por un océano denominado "Tethys", que habría dificultado la
migración de faunas y floras entre los dos supercontinentes.
Wilson, geofísico canadiense, había observado que los movimientos de la corteza terrestre
estaban en su mayor parte concentrados en tres tipos de zonas: las cordilleras oceánicas,
incluidos los arcos islas, las dorsales centro-oceánicas y las fallas de gran desarrollo
horizontal (fallas transformantes). Wilson (1965) propuso que estas zonas móviles estaban
unidas mediante una red continua que dividía la Tierra en varios bloques rígidos, que
denominó placas.
- Dorsales.
- Fosas oceánicas.
- Fallas transformantes.
Pensaba que el espesor de las placas se extiende hasta alcanzar la denominada capa de
baja velocidad del manto., que está situada a unos 100 km de profundidad, y que
corresponde a la parte superior de la astenosfera, más débil. Esta zona relativamente rígida
ha sido denominada litosfera. De acuerdo con la teoría de la Tectónica de Placas, la
expresión deriva continental ya no es adecuada, porque, a pesar de que los continentes se
mueven, cada uno de ellos forma solamente una parte de una determinada placa y, desde
luego, no "derivan" a través de los océanos.
La Tectónica de Placas es una teoría según la cual la litosfera está dividida en varias placas
resistentes y relativamente delgadas, que se mueven entre sí. La gran mayoría de los
terremotos, erupciones volcánicas y procesos orogénicos tienen lugar en los límites entre
placas. La distribución de las placas mayores se muestra en la 1. Las placas están
constituidas por rocas relativamente frías y tienen un espesor medio de unos 100 km. El
movimiento de las placas, junto con el principio de conservación de la materia, exige que las
placas estén continuamente creándose y destruyéndose.
Existe finalmente otro tipo de límites de placa a lo largo de los cuales las placas se deslizan
entre sí con un desplazamiento esencialmente horizontal; estos límites se denominan fallas
transformantes. En ellos, no se genera ni se consume litosfera oceánica, por lo cual estos
límites de placas se denominan también "límites pasivos".
Ciclo de Wilson
- Formación de una línea de expansión del fondo oceánico: El segundo estadio de división
continental es la formación de una zona a partir de la cual tiene lugar la expansión del fondo
oceánico, es decir, de una dorsal oceánica. Las fallas normales asociadas con los márgenes
del valle del Rift forman ahora los márgenes de un nuevo océano. Rocas calientes del manto
parcialmente fundidas ascienden para formar nueva corteza oceánica y los primeros
estadios de una dorsal oceánica. Un ejemplo de un océano en este estadio temprano de
desarrollo es el mar Rojo.
La Tectónica de Placas se basa en argumentos muy poderosos. En este sentido hay que
destacar que las pruebas presentadas por Wegener en defensa de la deriva continental
están de acuerdo con la Tectónica de Placas.
Estas pruebas permiten verificar el movimiento de los continentes a lo largo del tiempo
geológico, pero no representan pruebas que corroboren la teoría de la Tectónica de Placas,
aunque están de acuerdo con ella.
Pruebas paleontológicas
Los límites entre provincias faunísticas mayores se correlacionan habitualmente con zonas
de sutura entre bloques continentales que entraron en colisión con posterioridad al
desarrollo de las faunas. Así, la distribución biogeográfica de los trilobites cámbricos indica
la existencia de varios continentes separados por cuencas oceánicas mayores durante el
Paleozoico inferior.
Pruebas paleomagnéticas
Las observaciones realizadas a partir de las placas actuales indican que, tanto las placas
continentales como las oceánicas, se mueven con mayor rapidez cuando una gran parte de
sus límites está constituida por zonas de subducción.
Las pruebas que se exponen a continuación son las que han permitido verificar
específicamente las teorías de la expansión del fondo oceánico y de la Tectónica de Placas.
La prueba definitiva de la expansión del fondo oceánico procede del estudio de las
anomalías magnéticas lineales que caracterizan dicho fondo. Estas anomalías consisten en
franjas magnéticas aproximadamente paralelas a las crestas de la dorsal. Presentan
típicamente una anchura de 5 a 50 km y una longitud de cientos de kilómetros. Estas
anomalías están producidas por distintas orientaciones del campo magnético en las rocas
de la capa basáltica de la corteza oceánica.
Se sabe, por otro lado, que algunas rocas han adquirido magnetización en una dirección
opuesta a la del campo magnético actual de la Tierra; esta magnetización se denomina
"magnetización inversa" y parece actualmente claro que la mayor parte de ésta es adquirida
durante períodos de polaridad inversa en el campo magnético terrestre. Según esta teoría
las anomalías magnéticas tendrán una disposición simétrica respecto al eje de la dorsal y
serán más antiguas a medida que se alejan de ésta. De acuerdo con esta teoría, se han
definido los denominados "intervalos de polaridad" como períodos de tiempo en los cuales el
campo magnético fue dominantemente normal o invertido. La datación radiométrica de las
anomalías magnéticas en numerosas localidades del mundo ha permitido establecer una
escala geomagnética de tiempo (o escala magnetoestratigráfica) que abarca los últimos 5
Ma.
Sobre la base de su duración media, se definen dos tipos de intervalos de polaridad: crones
o épocas de polaridad (105-106 años de duración) y subcrones o eventos de polaridad (104-
105 años de duración). Un cron puede incluir varios eventos de polaridad y ésta puede ser
dominantemente normal, dominantemente invertida o incluso mixta.
Es posible, además, correlacionar las anomalías magnéticas lineales del fondo oceánico con
intervalos de polaridad normal e invertida de la escala geomagnética de tiempo.
Por conveniencia, los geofísicos numeran las anomalías comenzando en el eje de la dorsal.
Queda claro que las anomalías no aparecen a la misma distancia de las correspondientes
dorsales. En consecuencia, las velocidades de expansión deben de haber variado de un
área a otra.
Las correlaciones de las anomalías magnéticas con la distancia al eje de la dorsal indican
que las velocidades de expansión en las cuencas del índico sur y del Pacífico norte han sido
más variables y, en término medio, más rápidas que la velocidad de expansión del Atlántico
sur.
No obstante, la escala geomagnética de tiempo no puede ser extrapolada más allá de unos
200 Ma, que es la edad de la corteza oceánica más antigua. Dado que la velocidad a la que
se ha producido corteza oceánica en los últimos cientos millones de años es del orden de
algunos centímetros por año, es improbable encontrar actualmente corteza oceánica más
antigua que el Jurásico. Existen datos que sugieren que la edad media de la corteza
oceánica actual es de unos 60 Ma, que es casi insignificante cuando se compara con la
edad de la corteza continental, la cual es del orden de los 1.500 Ma. Sin embargo, las
inversiones en el campo magnético terrestre que tuvieron lugar a lo largo del Fanerozoico
han podido ser establecidas a partir de estudios en rocas continentales.
Otra buena prueba de las teorías de la expansión del fondo oceánico y de la Tectónica de
Placas, sobre la que se han anticipado algunas cuestiones, viene dada por la edad de los
sedimentos existentes en los fondos oceánicos. Así, se ha observado que esta edad
aumenta a medida que nos alejamos de la correspondiente dorsal oceánica, tal como cabe
esperar a partir del modelo de la expansión del fondo oceánico. Igualmente, y tal como ya se
ha visto, los sedimentos más antiguos encontrados en los fondos oceánicos son de edad
jurásica, lo cual concuerda con el citado modelo y con el registro geológico existente en los
márgenes continentales, cuyo ajuste geométrico ha sido constatado. Estos resultados son
también acordes con las edades radiométricas encontradas en los basaltos de los fondos
oceánicos.
Actualmente, los terremotos tienen lugar a lo largo de franjas estrechas, por lo que se ha
interpretado que marcan los límites entre placas. En general, hay cuatro tipos de zonas
sísmicas, distinguibles por sus distribuciones de hipocentros y por sus características
geológicas; estas zonas son:
- Dorsales oceánicas.
- Zonas de subducción.
- Fallas transformantes.
- Límites intracontinentales.
La actividad sísmica más frecuente e intensa ocurre sobre las zonas de subducción. Los
focos van desde superficiales (unos 20 km) a profundos (700 km) y definen la zona de
Benioff, que buza ángulos de moderados a altos hacia el continente.
Las fallas transformantes, al igual que las dorsales oceánicas, se caracterizan por la
presencia de terremotos de foco superficial (menos de 50 km de profundidad) pero en este
caso no están asociados en general a actividad volcánica. Los estudios indican movimientos
horizontales hacia sentidos que se alejan de las dorsales oceánicas.
Una buena prueba de la teoría de la Tectónica de Placas viene dada por la confirmación,
mediante diversas técnicas de medida, de los movimientos continentales predichos por
dicha teoría.
Involucran a todo el manto o a la mayor parte de él, de forma que la rama ascendente de las
corrientes de convección sube por debajo de las dorsales oceánicas.
En este caso, la convección se produciría en dos niveles del manto; el más superficial
tendría lugar en el manto superior y el más profundo en el inferior y tendría mayor dimensión
vertical que el nivel superior. Ambos niveles estarían separados por la zona de transición del
manto superior al inferior a una profundidad de unos 700 km. La dimensión horizontal de las
células de los niveles superior e inferior sería la misma, de forma que las células de
convección del nivel superior aparecerían acopladas por pares, una del nivel superior y otra
del nivel inferior
Este modelo supone que el límite superior más frío de las células de convección está
constituido por el límite superior de la astenosfera, con lo cual las placas son impulsadas por
el arrastre viscoso que la astenosfera ejerce sobre la base de la litosfera. El modelo implica
convección hacia arriba bajo las dorsales oceánicas, expansión lateral que, a causa del gran
acoplamiento entre litosfera y astenosfera, arrastra a las placas, y descenso por debajo de
las fosas oceánicas. A medida que las células descienden, empujan la litosfera enfriada
dentro de la astenosfera. La mayor parte de los modelos para la impulsión de placas
reconocen la base de la litosfera como un límite térmico mayor a través del cual tiene lugar
un desacoplamiento. Por consiguiente, el modelo de arrastre viscoso plantea numerosos
problemas y no parece que sea el principal mecanismo responsable del movimiento de las
placas.
Supone que la propia litosfera actúa como capa límite superior fría de las células de
convección y que las placas son impulsadas por fuerzas aplicadas en sus bordes. El
movimiento de las placas está causado por una combinación de fuerzas como son el empuje
hacia los lados, en las dorsales oceánicas, el deslizamiento gravitatorio de las placas,
alejándose de las dorsales, y el arrastre de las placas desde sus bordes delanteros, a
medida que descienden en las zonas de subducción. El modelo de la fuerza de borde da
una explicación más satisfactoria de los problemas que plantea el movimiento de las placas
que el modelo de arrastre viscoso, por lo cual es el mecanismo que tiene mayor aceptación
en la actualidad.
Los modelos de convección por arrastre viscoso y por flotación no se excluyen entre sí, de
forma que diversos aspectos de ambos modelos pueden operar actualmente en la Tierra.
Desde el punto de vista de las pruebas sobre la Tectónica de Placas, se pueden distinguir
tres épocas:
- Desde la actualidad hasta el Jurásico inferior: Hace unos 180 Ma, la litosfera oceánica nos
proporcionó numerosas pruebas de los movimientos de la litosfera que nos permiten
reconstruir la distribución de continentes y océanos.
- Con anterioridad al Jurásico inferior: La subducción ha destruido la corteza oceánica y con
ella, las mejores pruebas de la movilidad Htosférica. Aun así, para el período comprendido
entre los 600 y 180 Ma, el paleomagnetismo de las rocas continentales, junto con las
correlaciones basadas en los fósiles, nos permiten obtener una imagen aproximada de las
posiciones de los continentes a lo largo de este período.
- Para antigüedades superiores a los 600 Ma: Los datos son más escasos. Desaparece la
posibilidad de correlaciones paleontológicas, y los datos paleomágneticos, adquiridos a
partir de rocas intensamente deformadas, son difíciles de interpretar. En consecuencia, los
argumentos a favor de una Tectónica de Placas precámbrica, comparable a la actual, se
reducen esencialmente a datos petrológicos y geoquímicos.