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FACULTAD DE TEOLOGÍA

PONTIFICIA Y CIVIL DE LIMA

ASIGNATURA : Ministerio Ordenado y


Eclesiología de Comunión

TEMA : Síntesis del libro “Teología y


Espiritualidad del Sacerdote”

PROFESOR : Pbro. Dr. Joseph Fils Mballa


S.A.C.

ESTUDIANTE : Pbro. Raúl Vera Manrique

2020
RESUMEN DEL LIBRO TEOLOGÍA YESPIRITUALIDAD
Datos generales
Autor: Clement Dillenschneider
Primera edición, 1962
Segunda edición, 1964
Casa editorial: Ediciones Sígueme
Lugar de edición: Salamanca, España
Estructura de la obra
La obra consta de un prólogo y está dividida en dos libros.
El Libro Primero se titula “Teología del sacerdocio”. Este primer libro tiene, a su
vez, tres partes:
Primera Parte: El sacerdocio de Cristo
Segunda Parte: El sacerdocio de Cristo en la Iglesia
Tercera Parte: El ministerio sacerdotal en Cristo Jesús
El Libro Segundo se titula “Espiritualidad del sacerdote”. Este segundo libro tiene,
a su vez, dos partes:
Primera Parte: La santidad del sacerdote en Cristo Jesús
Segunda Parte: Las virtudes de estado del sacerdote jerárquico
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Resumen del Libro Primero: Teología del sacerdocio
Sobre la Primera Parte: El sacerdocio de Cristo
El libro comienza con la definición más general de la palabra sacerdocio. El autor
nos dice que este término está ligado con la idea de sacrificio. Esta es la acepción
natural, la cual se muestra en la Biblia en la historia de Abel, cuya inmolación
conmemora la liturgia de la misa. En la Antigüedad, según la ley mosaica, eran los
jefes de familia y de clan los que asumían las funciones de sacerdote. Es
importante destacar el privilegio sacerdotal que tenían los reyes de Israel, ejercido
por David y Salomón.
Merece destacarse el papel de Moisés, quien fue un sacerdote-legislador por
excelencia. Él es el mediador entre Yahvé y el pueblo de Israel. Esta función es
desempeñada por todo sacerdote oficial. Así, el profeta Moisés comunica los
oráculos de Yahvé, celebra sacrificios de la Alianza, consagra el tabernáculo y sus
utensilios y unge a Aarón como sumo sacerdote y a los hijos de este como
sacerdotes.
El rito de la consagración implica tres aspectos: purificación, investidura y unción.
El sacerdocio se da de dos maneras:
- Sacerdocio ascendente: del hombre a Dios. Consiste en “llenar las manos”
con ofrendas.
- Sacerdocio descendente: de Dios al hombre. Se da una doble función:
enseñar y bendecir.
De forma general, la enseñanza de los sacerdotes se limitaba a la transmisión de
las costumbres y tradiciones, y al cumplimiento de los ritos sagrados. Incumbía a
los sacerdotes bendecir al pueblo en nombre de Yahvé. Sin embargo, este atributo
tiene exigencias de santidad, de llevar una vida íntegra (es decir, el sacerdote
debe estar consagrado a Dios).
Históricamente, podemos decir que David es el primer rey que ejerce funciones
sacerdotales. Por otro lado, cabe mencionar el papel de Jesús como sumo
sacerdote celeste (así se interpreta el Salmo 110 v. 5 y 6: “Veréis al Hijo del
hombre sentado a la derecha del poder de Dios y que viene sobre las nubes del
cielo”).
La trascendencia de su sacerdocio solamente puede ser aprehendida después de
la proclamación del misterio de su Resurrección. El término “Cristo” designa al
Ungido por excelencia. Así, la unción conferida a Cristo se concretiza en el
momento de su Bautismo por Juan Bautista. Este hecho es resaltado por el
apóstol Pedro: “Jesús de Nazaret, a quien Dios ungió con el Espíritu Santo”. A
partir de ese momento, el Mesías es enviado y guiado por Dios para llevar las
buenas nuevas a los pobres, es decir, el Evangelio del Reino que abre a las
almas, por medio de la fe, el retorno a Dios, lo cual no solamente es una obra
profética, sino también sacerdotal.
Con Cristo se inicia el sacerdocio cristiano. Todo verdadero sacerdote es hombre
del pueblo y hombre de Dios. En la Carta a los Hebreos (4, 14) se dice que
tenemos un sumo sacerdote que ha llegado ya al cielo, ese es Jesús, el Hijo de
Dios. Jesús cumple con tres condiciones: 1. Es sacerdote único. 2. Es sacerdote
perfecto en su persona. 3. Es sacerdote perfecto en el ejercicio de su sacerdocio,
mediador perfecto de la salud. Jesús ejerce un verdadero sacerdocio porque el
acto principal de todo sacerdocio es el sacrificio. Así, podemos decir que Jesús en
su condición de sumo sacerdote celeste sella la Alianza entre Dios y los hombres.
El sacerdote tiene como función ser mediador de la reconciliación entre la
divinidad y la humanidad pecadora. A diferencia de Aarón, quien realiza una
liturgia terrestre, Cristo cumple una liturgia celestial. La consagración de Cristo
pasa desde su vida terrenal y llega hasta la gloria de su Resurrección. Su
sacerdocio será el fundamento de todo el sacerdocio cristiano. La carta a los
hebreos es una síntesis cabal del sacerdocio de Cristo (así podemos entender la
lectura del Salmo 110, v. 4). Jesús es el Mediador, el Ungido, el Mesías, el
Salvador del mundo. Jesús está en el Padre y el Padre se manifiesta en Él.
Cristo es el pontífice cuya voluntad está sujeta plenamente al Padre. En Cristo se
distingue una doble consagración: la consagración inaugural, que esboza su
sacerdocio laborioso, y la consagración pascual, que preludia su sacerdocio
glorioso e irradiante. Así, el término “consagración” no solamente señala la
dependencia fundamental de todo lo creado respecto a Dios. Es la separación de
todo uso profano, la destinación especialísima por la que un objeto o una persona
pasa exclusivamente al servicio divino. La gracia de la unión hipostática otorga a
Cristo una pertenencia especialísima a Dios. Cristo se hizo hombre en la
encarnación, pero al mismo tiempo siguió siendo Dios. En el libro de Juan cap. 10,
vers. 30 leemos: “Yo y el Padre somos una sola cosa”. Más adelante en el
versículo 38 se lee: “… el Padre está en mí y yo en el Padre”.
Cristo ejerce su sacerdocio a través de su naturaleza humana, la cual es asumida
en la propia subsistencia del Verbo.
Según la Carta a los Hebreos, el sacerdocio de Cristo solamente fue consumado
el día de su glorificación corporal. Al ascender a los cielos y, luego, al estar
sentado a la diestra del Padre por el estado de su vida gloriosa e inmortal Jesús
tomó posesión para siempre de su sacerdocio eterno. Su entronización gloriosa
como sacerdote más que un premio divino, es un derecho proveniente de su
condición de Hijo de Dios.
Por otra parte en la Carta a los Romanos se dice que Jesucristo, nacido del linaje
de David, fue proclamado después de la Resurrección como Hijo de Dios en poder
y, consiguientemente, sumo sacerdote en poder, según el Espíritu de Santidad, es
decir, el mismo Espíritu Santo lo hizo Hijo de Dios en la unión hipostática.
Comentario sobre la unión hipostática
La unión hipostática es el dogma de fe que establece cómo Jesucristo en su
condición de Hijo de Dios, a través de la Encarnación, tomó la forma y naturaleza
humanas, sin dejar de ser Dios. En el Evangelio de Juan (capítulo 1, versículo 14)
leemos: “Y el Verbo se hizo carne, puso su tienda (habitó) entre nosotros”. Así,
podemos decir que Jesús es el Dios que se hizo Hombre. En él encontramos
unidas las dos naturalezas: la humana y la divina.
Jesús si bien es cierto que tuvo dos naturalezas; sin embargo, tuvo una sola
personalidad. Algunas veces se comporta como un ser humano cualquiera (p. ej.,
en Juan 4, 6 Leemos: “Jesús, cansado por la caminata, se sentó al borde del
pozo”, otras veces actúa con el poder de Dios (p. ej., en Juan 11, 43 - 44 leemos:
“Gritó con fuerte voz: ‘¡Lázaro, sal fuera!’ Y salió el muerto…”).
La doctrina de la unión hipostática nos hace ver que para Dios no hay imposibles
porque su poder es infinito. Si la infinitud es un atributo divino, en consecuencia,
no podríamos comprender plenamente el actuar de Dios con nuestras mentes
finitas y limitadas. Él se hizo hombre y al mismo siguió siendo Dios. Fue concebido
por el Espíritu Santo y existió desde siempre. Simplemente tomó la forma humana
para identificarse con nuestros deseos, anhelos, preocupaciones y sufrimientos.
Sobre la Segunda Parte: El sacerdocio de Cristo en la Iglesia
El pueblo de los bautizados es el nuevo Israel de Dios. Los fieles en Cristo forman
parte del regio sacerdocio, de la nación santa, del pueblo peculiar. San Pedro
Damiano, teólogo de la Edad Media, también lo confirma al prefecto de la ciudad
de Roma: “Por la gracia de Dios todo cristiano es sacerdote y por eso hace bien
en anunciar el poder de Cristo”. Tertuliano refuerza esta idea cuando dice que los
fieles reciben una unción sacerdotal a través del bautismo. Esta unción nos
permite incorporarnos a Cristo, quien es el sacerdote eterno.
En cuanto a la jerarquización del sacerdocio, existen dos líneas de participación: la
primera implica el sacerdocio por incorporación sacramental a Cristo, el sumo
sacerdote; la segunda se refiere al sacerdocio por investidura sacramental
especial, la cual comprende a obispos, presbíteros y diáconos y es conferido por
el rito de la imposición de manos. Podemos sostener que el bautismo de todo fiel
cristiano es una verdadera consagración sacerdotal, mientras que la consagración
de miembros de Cristo sacerdote a través del rito de ordenación sacramental es
una consagración sacerdotal de ministros de Cristo pontífice, a los que habilita
para obrar en representación de Cristo para toda la Iglesia de los bautizados.
Solamente los sacerdotes ordenados por la imposición ritual de las manos ejercen
la representación de Cristo en sus funciones cultuales (de culto).
Sobre la tercera parte: El ministerio sacerdotal en Cristo Jesús
Todo sacerdote es ministro de la palabra. Tiene el papel de ser el dispensador de
la palabra divina. La predicación, es decir la difusión de la palabra, fue el medio
que permitió la expansión de la doctrina cristiana desde los tiempos de los
apóstoles. Cabe recordar que el sacerdote durante su mensaje en el púlpito está
haciendo el papel de representante de Cristo; por tanto, la palabra que comunica a
los fieles es de calidad divina. Los sacerdotes continúan impartiendo el mensaje
de Jesús por el mundo. Por lo anteriormente dicho, podemos decir que Dios Padre
nos habla por medio de su Hijo; el Hijo nos habla por sus apóstoles y sucesores
de los apóstoles, y por todos los sacerdotes mandatarios de su obispo respectivo.
Resumen del Segundo libro: Espiritualidad del sacerdote
Sobre la Primera Parte: La santidad del sacerdote en Cristo Jesús
Desde la antigua época de Israel, Dios establece esta ley: “Sed santos, porque yo,
Yahvé, vuestro Dios, soy santo” (Levít.19, 2). Esta exigencia será contemplada en
el Nuevo Testamento: el pueblo de los bautizados en Cristo será conformado por
los fieles, quienes en opinión de Pablo, serán los “santos por vocación”. Esta ley
de santidad se impone al sacerdote de parte de Cristo-pontífice y de la Iglesia de
la que es ministro acreditado para santificar las almas.
Por otro lado, el sacerdote que no se esfuerza en su conducta por reproducir en
todo momento el verdadero rostro del sacerdote eterno, y no practique lo que
predica caería en un total fariseísmo y sería una falta grave ante Dios. El
sacerdote tiene esa gran responsabilidad: ser la luz que ilumine con su palabra y
acción a los fieles.
La Iglesia exige garantías positivas de santidad a los candidatos al sacerdocio
antes de aceptarlos a las órdenes sagradas. La santidad de la Iglesia es ante todo
la santidad de su cabeza, Jesucristo, quien es santo de los santos. También la
santidad de la Iglesia está en su doctrina y en los sacramentos.
El sacerdote es el hombre de la Iglesia, quien está encargado de la “cura” de
almas. Así, las almas de los feligreses tienen que ser llevadas, guiadas y
conducidas hacia Dios santamente. Un sacerdote es un servidor de las almas y un
administrador de los sacramentos de manera digna y santa.
En resumen, si la santidad del bautizado entra en la lógica de su bautismo, la del
sacerdote entra en la lógica de su ordenación. En verdad, lo espera del sacerdote
es que sea una epifanía de Dios y de Cristo.
Sobre la Segunda Parte: Las virtudes de estado del sacerdote jerárquico
La virtud de estado básica del sacerdote, ministro de Jesucristo, es la abnegación
practicada en su clima moral de humildad. Esta virtud es fundamental para todo
cristiano bautizado y más aún para el sacerdote, quien debe conocerse a sí mismo
de manera profunda. El ejercicio del sacerdocio es una renuncia a las cosas del
mundo, es la renuncia por caridad y desinterés, cuyo modelo es Cristo. El
sacerdote es un servidor de Cristo y de la comunidad, es un mayordomo de los
misterios de Dios, tal como leemos en la primera carta a los Corintios.
Ahora bien, nuestro Señor Jesucristo considera su misterio como una misión de
humilde servicio a las almas hasta la entrega total de él mismo. Jesús declaró
claramente: “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su
vida en rescate por muchos” (Mt. 10, 45). También nuestro amado Jesús exhortó a
sus apóstoles con estas palabras: “Si alguno quiere ser el primero, que se haga el
último de todos y el servidor de todos” (Lc. 9, 48). Por tanto, si el Enviado del
Padre mostró una profunda vocación de servicio a las almas hasta el final de su
misión; los sacerdotes como representantes de Cristo, a imitación suya, deberán
incluso abandonarse a sí mismo para ejercer el servicio de las almas.
Cabe mencionarse, además, como parte de la espiritualidad de todo sacerdote la
práctica de la castidad y el celibato. Esta exigencia tiene su fundamento en la
misma vida de Jesús, quien fue concebido por obra del Espíritu Santo como un
signo evidente de pureza material y espiritual.
A modo de conclusión, podemos afirmar que la espiritualidad del sacerdote tiene
que estar basada con el ejemplo de sus acciones en la humildad, la abnegación, la
caridad, la fe, el servicio y la castidad. Su actitud de renuncia a lo mundano debe
permanecer hasta el final de sus días si realmente quiere alcanzar la santidad.
En relación con el curso.
Ha sido muy interesante la lectura de este libro y poder ver que a pesar de ser un
libro que fue lanzado en el año 62, su contenido sigue teniendo mucho valor
teológico y espiritual para todo aquél que quiera profundizar en sus conocimientos
sobre el sacramento del Orden Sacerdotal.
Como hemos visto nuestro curso ha hecho un recorrido histórico y teológico con
respecto al Sacramento del Orden. Así como en el curso hemos podido ver este
sacramento con respecto a lo que nos enseña la Sagrada Escritura y la Tradición
de la Iglesia; así el libro de Clement Dillenschneider en varios de sus capítulos,
pero sobretodo en su Segundo Libro (Espiritualidad del Sacerdote) cita varios
textos de la Sagrada Escritura y no falta alguna referencia a los Padres de la
Iglesia para reforzar las ideas que pretende exponer.
En el curso íbamos aprendiendo como el sacerdote esta llamado por el
sacramento a configurar con el Sumo y Eterno Sacerdote Jesucristo nuestro
Señor. Igual el libro en su segunda parte invita a que el sacerdote debe buscar la
perfección con Jesucristo imitando sus virtudes y haciendo de su vida un
verdadero espejo donde los fieles al ver al sacerdote puedan ver al mismo Cristo.
Clement Dillenschneider no se detiene mucho en el tema del diaconado, solo lo
menciona pero no hace ningún desarrollo a partir de la Escritura o la Tradición.
Tiene más interés por ir desarrollando el tema del sacerdocio: La santidad, las
virtudes, la relación del sacerdote con la Iglesia para terminar su trabajo con el
desarrollo de la relación “María y el sacerdocio”; cosa que me hubiera gustado ver
también el curso pero por falta de tiempo creo que ya no se pudo hacer.

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