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DERECHO DEL USUARIO Y DEL CONSUMIDOR

GRUPO N°3

“FALLO HALABI. COMPARAR EL CONCEPTO DE ACCION COLECTIVA


PARA CON LEGISLACION EUROPEA”

PROFESOR: DR. GUILLERMO GROSSO.

CATEDRA: DR. ALMANZA.

ALUMNOS:

CELESTE TACACHO. MAT.43011456

JESICA PARRAU. MAT. 44010501.

JIMENA BEVILACQUA. MAT.43011858.

JORGE ZARATE. MAT. 52011337.

VANESA CARBAJO. MAT. 48011156.

VERONICA ROMERO. MAT.46012388.

YESICA ARANCIBIA. MAT.52011264.

TURNO: TARDE (VIERNES DE 14 A 17HS).

SEDE: MORON

1
INTRODUCCION:

En el presente trabajo de investigación nosotros vamos a comenzar a hablar


sobre el Fallo: “Halabi”, para lo cual explicaremos en líneas generales el
contenido del mismo indicando los puntos más importantes. Luego
compararemos el concepto de acción colectivo para culminar con la comparación
con la legislación europea. Asimismo resaltamos que este caso resulta
trascendente ya que delinea por primera vez los caracteres de la acción
colectiva, la cual tiene por objeto la protección de los derechos individuales
homogéneos, a los que califica de análogas características y efectos a la acción
de clase.

2
El fallo data del día 24 de febrero de 2009, en el cual, Halabi Ernesto promovió
una acción de amparo reclamando que se declare la inconstitucionalidad de la
ley 25.873 y de su decreto reglamentario.

El caso “Halabi” se trató de una acción de amparo interpuesta por un abogado


con relación a ciertas normas que vulneran las garantías establecidas en los
artículos 18 y 19 de nuestra Constitución Nacional, en cuanto autorizan la
intervención de las comunicaciones telefónicas y por internet sin que una ley
determine “en qué casos y con que justificativos”, esto constituyo una violación
de sus derechos a la privacidad y a la intimidad.

En la sentencia la Corte comienza haciendo un esquema respecto de que existen


tres tipos de acciones o categorías de derechos que pueden ser configurados en
una acción:

1- DERECHOS INDIVIDUALES: es un proceso individual, cuando hace


daños y perjuicios, solo pertenece a la persona que encara la acción, es
un legitimado activo.
2- DERECHOS DE INCIDENCIA COLECTIVA: tiene por objeto bienes
colectivos. Cuando hablen de estos derechos de incidencia colectiva
apunta sobre el tema del medio ambiente. Bien colectivo: es un bien que
es de todos, pero no es de nadie, como podría ser el derecho a accionar
en un caso de lesión al medio ambiente.
3- DERECHOS DE INCIDENCIA COLECTIVA REFERENTES A
INTERESES INDIVIDUALES HOMOGENOS: habla de derechos de
incidencia colectiva donde la corte clasifica los derechos. Es una acción
con incidencia en una masa de personas, o sea, en una clase de personas
referentes a intereses individuales homogéneos, o sea que repercute de
forma individual en cada patrimonio.

Haciendo hincapié en estos últimos derechos de incidencia colectiva referentes


a intereses individuales homogéneos, en el Considerando 12 nos habla que la
constitución Nacional admite en el segundo párrafo del artículo 43 esta tercera

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categoría conformada por derechos de incidencia colectiva. Este sería el caso
de los derechos personales o patrimoniales derivados de afectaciones al
ambiente y a la competencia, de los derechos de usuarios y consumidores como
de los derechos de sujetos discriminados. Y no hay un bien colectivo, ya que se
afectan derechos individuales enteramente divisibles. No obstante, hay un
hecho, único o continuado, que provoca la lesión a todos ellos y por lo tanto es
identificable una causa fáctica homogénea. Hay una homogeneidad fáctica y
normativa que lleva a considerar razonable la realización de un solo juicio con
efectos expansivos de la cosa juzgada que en él se dicte, salvo en lo que hace
a la prueba del daño.

La Corte pide homogeneidad, esto significa que debe existir de alguna manera
una causa fáctica común por un lado y a la vez debe existir un presupuesto
normativo que también lo identifique. Homogeneidad en lo factico, el motivo de
la acción tiene que ser un hecho único, tiene que haber un hecho motor de la
anomalía que se pretende corregir, y por otro lado, tiene que haber una
homogeneidad normativa(ese hecho motor tiene que provocar una vulneración
jurídica que también sea la misma para todas), o sea que sea homogéneo, es
que se debe apuntar a que sea el mismo hecho el que provoca el agravio, el
incumplimiento, el daño o el posible daño y a la vez que ese hecho apunte a
vulnerar determinada norma jurídica.

Luego de todo esto, la Corte tiene como antecedente más antiguo, las Federal
Rules de 1966, que son reglas que elabora el Congreso de Estados Unidos con
alcance federal para tratar de organizar de alguna manera las materias que
resulten comunes a todos los estados. Las Federal Rules como fundamento del
fallo de la Corte, se las cito porque en esta lo que ha hecho el poder legislativo
es elaborar normas de procedimiento para unificar cuando se trata de derechos
federales- en las Federal Rules requieren para que exista una acción de clase
tiene que haber una serie de requisitos:

- En primer lugar, sostiene que la clase es tan numerosa que si cada uno
tuviese que hacer un juicio resultaría impracticable. Si hay un planteo que
puede afectar a muchas personas, es imposible tener o llevar a cabo

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tantos juicios. La clase tiene que ser tan numerosa que impida que cada
uno pueda interponer la acción.
- En segundo lugar, que existan cuestiones de hecho y de derecho
comunes a la clase.
- En tercer lugar, que el tipo de acción que se esté planteando sea una
acción de clase, lo que no quiere la regla es que se enmascare detrás de
una presunta acción de clase una acción individual.
- Por último, que las partes representantes protejan sus intereses en la
clase justa y adecuadamente.

Nombramos las Federal Rules de 1966 que se tomaron como antecedentes, por
eso la Corte menciona la homogeneidad, hechos y derechos que resulten
comunes a la clase, primero define la clase y la cualidad de la clase, y que es lo
que haría con la clase que pudiese accionar, que haya vulneración de hechos y
de derechos que resulten comunes.

Este es el centro de la organización del tema de las acciones de clase, las


Federal Rules y para darle mayor fundamento jurídico sostiene cual ha sido el
fundamento en España, que se caracterizó por ser pionero de consumo y en
acciones de clase, que le han dado preponderancia para defender los derechos
colectivos.

En el Considerando 19, la Corte vuelve sobre el tema de la operatividad


normativa en el tema de defensa de los derechos. Se vuelve a analizar
detenidamente porque es necesario avocarse al tema de organizar la manda del
articulo 43 de la Constitución y sostiene que no puede quedar un derecho sin
tutela, sobre todo cuando este derecho pueda tener trascendencia legal
constitucional. En este Considerando 19 se trata los antecedentes argentinos de
las acciones de clase.

Puntualmente, en el Considerando 21, La Corte tuvo que realizar un “dialogo de


fuentes”, utilizó normas del derecho comparado para poder realizar una base, y
después intenta provocar conexiones con el derecho local y ahí la Corte cita al
final de éste considerando, el artículo 54 de nuestra ley 24240 cuando sostiene
específicamente que la sentencia hará lugar a la pretensión que se está
hablando de las acciones colectivas, habrá cosa juzgada para el demandado y

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para todos los consumidores y usuarios que se encuentren en similares
condiciones, o sea que fue pionera de la norma constitucional y sostiene que esa
sentencia (cosa juzgada) tiene efecto erga omnes. El concepto de erga omnes
deja abierta la posibilidad para que, una vez dictado el precedente, cualquiera
que se sienta afectado por el mismo hecho, o sea, cualquiera que integre una
clase puede favorecerse o beneficiarse por los efectos de la sentencia, puede
lograr que esos efectos le alcancen, aunque no haya participado activamente del
proceso. Esto es la estructura que planteo la Corte con respecto al fallo Halabi
en referencia a las acciones de clase.

Halabi termina por resolver un tema de estricta vigencia de los derechos civiles,
en el artículo 19 de la Constitución que prevé el derecho de la intimidad de las
personas y por supuesto protege el secreto de la correspondencia con lo cual se
extiende a su vez al secreto profesional, es un tema que también fue encarado
en la reforma del Código Civil y Comercial. Lo que se discute en este fallo es un
tema de derecho personalísimo como se trata la intimidad, este derecho a la
intimidad consagrado luego en el artículo 52 en el Código Civil y Comercial tienen
vinculación, porque se trata de la protección de los derechos personalísimos de
las personas, es la tutela efectiva. Lo que hace la Corte es ponerse analizar si
existe inconstitucionalidad en el caso de esta normativa que era la que había
sido impugnado por Halabi en el amparo. La Corte sostiene primero, analiza cual
es el alcance del derecho de la intimidad, que es un hecho íntimo y cuando deja
de serlo y pasa a ser público, y éstos necesitan la tutela efectiva de la
constitución. También hizo hincapié en la Corte Interamericana de los derechos
humanos que se tiene la obligación de tutelar de manera efectiva el derecho de
la intimidad y que no puede haber razón política que pudiera permitir que el
estado se pueda entrometer.

Según la corte, este tribunal ha subrayado q solo la ley puede justificar la


intromisión en la vida privada de una persona, solamente la ley podría. La
defensa de la sociedad, buenas costumbres o persecución del crimen, salvo
estas hipótesis en las cuales la ley podría estar avalada no existe posibilidad de
vulnerar la intimidad de una persona y en consecuencia cualquier ley q se dicte
y q resulte agraviante resulta inconstitucional.

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Cuando concluye la corte respecto de porque resultaría inconstitucional, la
misma sostiene:” acá nosotros no vemos cual es el interés del estado por guardar
las comunicaciones, y guardar una comunicación en definitiva podría provocar
una vulneración de este derecho a la intimidad”. La corte trae en fundamentos
idóneos para decretar la inconstitucionalidad y cita con precisión como ha sido
juzgado en autos resultando inadmisible que las restricciones autorizadas por la
ley estén desprovistas del imprescindible grado de determinación que excluya la
posibilidad de que su ejecución concreta quede en manos de estos últimos, lo
que la corte quiere impedir es que el estado, (poder ejecutivo) pudiese estar
interviniendo las comunicaciones de la gente, eso resulte agraviante a nivel
constitucional, y sobre todo sostiene del año 92 la SIDE, tenía uno delos
objetivos interrumpir o interceptar comunicaciones telefónicas u otros medios de
comunicación, de tal manera que la corte termina de fulminar esto y sostiene que
de ninguna manera se puede tomar como norma seria. La inconstitucionalidad
fue sostenida por Lorenzet.

LAS ORGANIZACIONES DE CONSUMIDORES EN LA UNIÓN EUROPEA

Las políticas comunitarias de defensa de los consumidores El Tratado de Roma


de 1957 establecía que el objetivo fundamental de la CEE era la creación de un
mercado común europeo, entendido éste un como espacio económico basado
en la libre circulación de personas, de capitales, de mercancías y de servicios.
Sin embargo, aunque el TCEE creaba un gran mercado con un sistema
económico basado en el juego de las fuerzas de la oferta y la demanda, donde
la figura del consumidor era esencial, sus signatarios no incluyeron
expresamente la necesidad de proteger a los consumidores, ni previeron su
participación como colectivo específico en los procesos de toma de decisión que
les pudieran afectar. En este sentido, en el Tratado de Roma, solo encontramos
puntuales referencias a los consumidores de forma tangencial, al referirse a otras
políticas comunitarias. Aunque hubo que esperar hasta el Tratado de la Unión
Europea de 1992 (TCE) para que se incluyera en el TCCE la base jurídica para
desarrollar una política de protección a los consumidores en la Comunidad , ya
desde un momento muy anterior, a través del Derecho derivado –
fundamentalmente mediante actos atípicos- se planteó la necesidad de adoptar
medidas de defensa de los consumidores en los diferentes Estados miembros,

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al considerarlas necesarias para un adecuado funcionamiento del mercado
común. En este sentido, cabe destacar la Resolución del Consejo de la CEE, de
14 de abril de 1975, por la que se aprobó el “Programa Preliminar de la
Comunidad Económica Europea para una política de protección y de información
de los consumidores”. En ella se reconoció el carácter transversal de la política
de protección a los consumidores y se establecieron los cinco derechos
fundamentales de los mismos: derecho a la protección de su salud y su
seguridad, el derecho a la protección de sus derechos económicos, el derecho a
la indemnización por los daños sufridos, el derecho a la información y a la
educación y el derecho a ser representados. A este primer programa siguió un
Segundo Programa de la CEE para una política de protección e información a
los consumidores, aprobado en virtud de Resolución del Consejo, de 19 de mayo
de 1981. A mediados de los años ochenta del pasado siglo se produce un cambio
de paradigma en la CEE, orientándose ésta hacia un modelo social de mercado,
lo que tuvo repercusión en el ámbito de la protección de los consumidores. Así,
el Acta Única Europea (AUE), que entró en vigor el 1 de julio de 1987, introdujo
por primera vez en el Derecho comunitario originario la mención a la protección
del consumidor (artículo 100.A.3ª del TCEE), si bien no satisfizo las expectativas
en relación con el reconocimiento de una política de protección a los
consumidores, al no dotar a la Comunidad de base jurídica para ello. El Tratado
de la Unión Europea fue el primero en recoger el fundamento jurídico para poder
desarrollar una política comunitaria a favor de los consumidores, dando
cobertura a las actuaciones que en esta materia el contenido del artículo 169 del
TFUE, dentro de su Título XV, denominado “Protección de los consumidores”.
La novedad más significativa que el Tratado de Lisboa introduce es la
consideración de la protección de los consumidores como uno de los ámbitos
materiales de competencia compartida entre la Unión y los Estados (artículo 4.2.f
del TFUE)19. 2. El derecho de participación de los consumidores en la UE El
reconocimiento del derecho de participación de los consumidores a través de sus
organizaciones no tuvo acceso al Derecho comunitario originario hasta la
reforma del TCE llevada a cabo en Ámsterdam en 1997. Tras el Tratado de
Lisboa, el nuevo artículo 169.1 del TFUE, que recoge lo que ya estableció el
artículo 153.1 del TCE, viene a consagrar este derecho como elemento
fundamental para el desarrollo de una adecuada política de defensa de los

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consumidores. Este precepto dice literalmente: “Para promover los intereses de
los consumidores y garantizarles un alto nivel de protección, la Comunidad
contribuirá a proteger la salud, la seguridad y los intereses económicos de los
consumidores, así como a promover su derecho a la información, a la educación
y a organizarse para salvaguardar sus intereses”. A la vista de lo dispuesto en el
TFUE, resulta evidente que la Comunidad no sólo debe favorecer que los
consumidores puedan organizarse para defender sus intereses, sino que ha de
garantizar el derecho de representación y participación de los mismos, al
entenderse fundamental para corregir los fallos de un sistema económico que,
basado primordialmente en la libre competencia, requiere para su adecuado
funcionamiento un equilibrio de las fuerzas del mercado. Sin embargo, y a pesar
de no disponer de atribuciones claras para la regulación de la representación de
los consumidores, las instituciones comunitarias, a través de instrumentos de
Derecho derivado -mayoritariamente mediante actos atípicos-, llevaron a cabo
con anterioridad a la aprobación del Tratado de Ámsterdam, actuaciones
tendentes a la reglamentación de la participación de los consumidores en
aquellos asuntos que eran de su interés, en el convencimiento de que sin la
confianza de los ciudadanos no era posible la consolidación de un mercado
interno Así, aunque ya el Tercer Plan Trienal de Acción para la política de los
consumidores21, 1996-1998, vino a señalar, como una de las cuatro
consideraciones que debían orientar las prioridades en materia de consumo en
el ámbito de las instituciones de la Unión Europea, el avanzar en la
representación de los consumidores, fue el Cuarto Plan Trienal de Acción para
la Política de los consumidores22, con vigencia 1999-2001, el que estableció
como objetivo prioritario dotar de “una voz más potente a los consumidores de la
UE”, estableciendo un conjunto de acciones tendentes a que los representantes
de los consumidores cuenten con el apoyo necesario para ser eficaces en
debates cada vez más complejos y técnicos y que los consumidores se expresen
más sistemáticamente en el marco de los procesos de decisión. En esta misma
línea, la Comunicación de la Comisión que define la “Estrategia en materia de
política de los consumidores 2002-2006”23, fija, como uno de los objetivos que
deben marcar la política de los consumidores en la UE, la participación adecuada
de las organizaciones de consumidores en las políticas comunitarias. De este
modo, la Comisión entiende que, para que las políticas de protección a los

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consumidores sean eficaces, los propios consumidores deben participar en su
desarrollo. Sin embargo, esta línea de apuesta decidida por potenciar la voz
colectiva de los consumidores en la UE se ha debilitado con la aprobación del
nuevo Plan Estratégico comunitario, “Estrategia comunitaria en materia de
política de los consumidores 2007-2013”24. Así, la potenciación de las
asociaciones de consumidores a nivel europeo desaparece como objetivo
principal de la política comunitaria, centrándose el interés en el fortalecimiento
del movimiento asociativo dentro de los Estados miembros. De este modo, se
reconoce en el vigente Plan Estratégico que, dado que las organizaciones de
consumidores varían sustancialmente en el conjunto de la UE, tanto en términos
de fortaleza como de estructura y capacidad, la Comisión seguirá apoyando a
las organizaciones nacionales de consumidores, en especial las de los nuevos
Estados miembros, proporcionándoles formación en las competencias básicas
(gestión, actividades de presión y legislación en materia de consumo).

Todo el desarrollo comunitario, desde sus orígenes, con el establecimiento de


un mercado común y la progresiva consolidación del mercado interior y, más
recientemente, el proceso de Unión Económica y Monetaria, han afectado, y
seguirán haciéndolo en el futuro, a todos los actores económicos, y de forma
más directa y específica a los consumidores. Por ello, la presencia y
representación de éstos en la toma de decisiones a nivel comunitario, no solo es
deseable, sino que además es necesaria para que los avances en los procesos
anteriormente citados se hagan de la forma más armoniosa posible. La
participación de los consumidores a través de sus organizaciones es esencial
para el adecuado funcionamiento del mercado interior. A través de ellas, los
consumidores reciben una información veraz sobre productos y servicios, hacen
valer sus derechos, los representan ante las instituciones públicas y ante las
empresas y participan en la elaboración y aplicación de las normativas. Es decir,
equilibran la posición de la oferta, dando transparencia al mercado y haciendo
que funcione adecuadamente la libre competencia La UE, tras la integración de
los veintisiete mercados interiores nacionales, se ha convertido en uno de los
mercados minoristas más grandes del mundo. Por ello, para asegurar que las
garantías para los consumidores sean similares en cualquier punto de la
Comunidad, se requiere contar con asociaciones de consumidores

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representativas en este ámbito, labor que no pueden desempeñar las
asociaciones nacionales de consumidores. Por tanto, se hace necesario contar
con organizaciones de consumidores de ámbito comunitario, que equilibren la
posición del consumidor respecto del sector empresarial -especialmente en un
mercado cada vez más transfronterizo, consecuencia del incremento del
comercio electrónico- y ofrezcan una dimensión europea a su organización y
actividades. Para ello, consideramos imprescindible que la UE articule un
proceso de constitución de auténticas organizaciones consumidores de ámbito
europeo, normando, a través de un reglamento, su estatuto jurídico. Esta norma
debería permitir que las organizaciones europeas de consumidores superasen
la estructura federativa, de mera adición de entidades nacionales, posibilitando
la constitución de organizaciones donde se permitiese una participación directa
e individual de los consumidores europeos, conforme al modelo asociativo55. En
cuanto a la competencia de la Comunidad para acometer esta regulación, hemos
de considerar que la protección de los consumidores es una competencia
compartida entre la UE y los Estados (artículo 4.2.f del TFUE) que ha de
ejercerse de conformidad con lo dispuesto en el artículo 5 del Tratado de la Unión
Europea. Por ello, dada la conveniencia de su regulación y considerando la
imposibilidad de hacerlo por parte de los Estados, resulta indudable que la UE
puede ejercer esa competencia sin que el principio de subsidiariedad constituya
un obstáculo para ello56. Por último, un apunte. El alto grado de fragmentación
que aún existe en el mercado interior comunitario, la difícil situación de las
finanzas públicas y el diferente nivel de consolidación que en los Estados de la
UE tienen las organizaciones de consumidores –aún muy escaso en los países
de reciente ingreso- y, especialmente, la falta de voluntad política de la Comisión
de reforzar la representatividad de las organizaciones europeas de
consumidores, son circunstancias que dificultan este proceso. Conseguir un
mercado interior integrado y contar con una conciencia consumista generalizada
en los ciudadanos de todos los Estados miembros, son requisitos previos y
necesarios para que pueda impulsarse el proceso de constitución de auténticas
organizaciones europeas de consumidores.

Los primeros documentos comunitarios que se refieren directamente a los


consumidores surgen apenas a mediados de los años 70, como consecuencia

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de algunos movimientos internacionales. El primer Programa de acción relativo
a la protección de los consumidores fue presentado por la Comisión Europea en
1975,8 expresando cinco derechos fundamentales: a la protección de la salud y
la seguridad; a la protección de los intereses económicos; a la indemnización de
los daños; a la información y a la educación; y a la representación. Desde
entonces, varios documentos de índole programática han sido aprobados, el
último de los cuales es la Estrategia en materia de política de los consumidores
(2002–2006),9 estando en preparación el Programa de Salud y Protección de los
Consumidores (2007–2013).10 Es, sin embargo, a partir del Acta Única Europea
(1986) que los derechos de los consumidores alcanzan un lugar entre las
políticas comunitarias, determinando el artículo 100–A que la Comisión debe
proponer medidas con el objetivo de proteger a los consumidores, tomando como
base “un nivel de protección elevado”. El Tratado de Maastricht (1992) consolidó
la posición de los consumidores, con la consagración de su protección como uno
de los principios de la Comunidad (artículo 3, letra s)) 11 y la introducción del
artículo 129–A, en un título autónomo, dedicado exclusivamente a la defensa de
sus intereses. El Tratado de Ámsterdam (1997) reforzó la posición de los
consumidores, esclareciendo algunos aspectos y alterando otros, principalmente
en lo que respecta a la agilización del proceso de decisión. El actual artículo 153
del Tratado, correspondiente al anterior artículo 129–A, determina que “para
promover los intereses de los consumidores y garantizarles un alto nivel de
protección, la Comunidad contribuirá a proteger la salud, la seguridad y los
intereses económicos de los consumidores, así como a promover su derecho a
la información, a la educación y a organizarse para salvaguardar sus intereses”
(apartado 1), exigiendo que “al definirse y ejecutarse otras políticas y acciones
comunitarias se tendrán en cuenta las exigencias de la protección de los
consumidores” (apartado 2). Los demás números definen la base jurídica para
las decisiones tomadas en materia de protección a los consumidores.

Ámbito de intervención de la Unión Europea La legitimidad de la Comunidad


para intervenir en materia de derecho de consumo ha constituido desde siempre
una problemática, especialmente frente al principio de subsidiariedad (artículo 5
del Tratado)12 y a los complejos procesos de decisión comunitarios.
Actualmente, como consecuencia de los Tratados de Maastricht y de

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Ámsterdam, la Comunidad puede promover los intereses de los consumidores a
través de dos tipos de medidas, previstas en el apartado 3 del artículo 153 del
Tratado: “medidas que adopte en virtud del artículo 95 en el marco de la
realización del mercado interior”; y “medidas que apoyen, complementen y
supervisen la política llevada a cabo por los Estados miembros”. En lo que se
refiere a las primeras medidas, el artículo 95 establece que las medidas son
adoptadas por “el Consejo, con arreglo al procedimiento previsto en el artículo
251 y previa consulta al Comité Económico y Social”. El procedimiento de
decisión conjunta previsto en el artículo 251 presupone la presentación de una
propuesta por parte de la Comisión al Parlamento Europeo y al Consejo
(apartado 2), propuesta que se debe basar en un nivel de protección elevado de
los derechos de los consumidores (artículo 95, apartado 3). Para la adopción del
acto, al contrario de lo que sucede con el procedimiento previsto en el artículo
94, no es necesaria la unanimidad, siendo suficiente, en general, los votos
favorables de una mayoría de los países representados en el Consejo y de los
diputados del Parlamento Europeo. El segundo tipo de medidas sigue un
procedimiento similar, una vez que el apartado 4 del artículo 153 también remite
al artículo 251. La diferencia está en la circunstancia de que estas medidas no
obstan a que cada Estado miembro pueda mantener y adoptar disposiciones
más protectoras de los consumidores, las cuales deben, sin embargo, ser
compatibles con el Tratado y notificadas a la Comisión (apartado 5 del artículo
153).

La legislación comunitaria que gira en torno a la problemática del derecho del


consumo es numerosa. La mayoría asume la forma de directiva, un tipo de texto
que, en los términos del artículo 249 del Tratado, obliga “al Estado miembro
destinatario en cuanto al resultado que deba conseguirse, dejando, sin embargo,
a las autoridades nacionales la elección de la forma y de los medios”, aunque
también se encuentren, en áreas específicas, como la del transporte aéreo,13
algunos reglamentos, que tienen un alcance general y son obligatorios “en todos
sus elementos y directamente aplicable[s] en cada Estado miembro”. Además de
las directivas que regulan de forma exhaustiva las características de
determinados bienes, hay otras que regulan aspectos más generales y que han

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tenido, en los últimos veinte años, una influencia significativa en el derecho de
los Estados miembros.

LIMITACIONES DEL DERECHO COMUNITARIO EN MATERIA DE


PROTECCIÓN DEL CONSUMIDOR, Aunque la protección de los consumidores
esté, actualmente, como vimos, entre las preocupaciones que deben presidir a
la elaboración de la legislación comunitaria, existen varios aspectos que limitan
la eficacia de las acciones tomadas en este ámbito, algunos de los cuales
siembran dudas sobre los verdaderos objetivos de las normas.

La acción colectiva en el Derecho del Consumo:

En el año 1993 y 1994 se produjo en nuestro país una revolución jurídica, primero
con la sanción de la Ley de Defensa del Consumidor, y al año siguiente con la
reforma constitucional, que previo una serie de derechos del consumidor en el
art. 42 de la Constitución Nacional.

El surgimiento de esa normativa, trata de compensar en el plano jurídico,


mediante la concesión de una serie de prerrogativas especiales al consumidor,
la desigualdad que existe de hecho entre esas dos partes.

La reforma de 1994 también introdujo en el ámbito procesal las acciones


colectivas. A partir de la reforma del art. 43 de la C.N., poca duda cabe en cuanto
a la posibilidad a la acción colectiva para obtener la satisfacción de un derecho
de estas características. Cuando los afectados constituyen un grupo que merece
especial tutela, como ocurre con el consumidor.

No existe en el ordenamiento jurídico argentino una regulación uniforme y común


de diversos aspectos que presenta la acción colectiva y que reviste partículas
trascendencia. Entre ellos las problemáticas que genera la determinación de la
legitimación activa para peticionar en cada uno de los casos, los efectos de la
cosa juzgada respecto al grupo involucrado, las consecuencias del eventual
rechazo de la acción respecto de los interesados, etc. La operatividad de
disposición constitucional mencionada en último término fue puesta de resalto
por el Máximo Tribunal argentino en diversos precedentes, torna necesario
establecer las pautas y el marco jurídico en el cual debe desarrollarse la acción

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colectiva, y que, a lo largo de los últimos años, ha ido estructurándose a través
de diversos precedentes de la Corte Nacional.

La Ley de Defensa del Consumidor reformada por la Ley 26361, regula en el art.
54 algunas particularidades del procedimiento a seguir en el caso de acciones
colectivas tendientes a tutelar a la parte débil de la relación de consumo. El
régimen de consumo es uno de los pocos sistemas normativos que cuenta con
una regulación específica en materia de acciones colectivas, que se refiere: a) al
procedimiento para arribar a un acuerdo o transacción en éste tipo de litigios; b)
al alcance de la cosa juzgada, y c) el procedimiento para la determinación de la
indemnización que corresponda a casa uno de los consumidores, en caso de
que el juicio tenga contenido patrimonial. Sin embargo, dicha regulación no es
completa, y debe correlacionarse con las pautas sentadas por la Corte Suprema
de Justicia de la Nación.

En cuanto al interés conculcado que puede verse involucrado en una acción


colectiva, a partir de la reforma, se aceptó la procedencia de estas acciones
tendientes a titular intereses difusos. A partir del dictado del fallo Halabi Ernesto
C/P.E.N. S/Amparo, adquirió relevancia la figura del interés individual
homogéneo, que presenta características disímiles a las del primero, aunque
también diversos puntos de convergencia.

Si bien existe una cierta cercanía entre los conceptos de interés difuso e
interés colectivo, no se trata del mismo elemento, el primero se identifica por
corresponder a los sujetos de un grupo indeterminado, los derechos a la
incidencia colectiva reconocen y definen un sector particular damnificado.

En el caso Halabi, el Máximo tribunal distinguió claramente el ámbito de


los intereses simples, del interés subjetivo y el interés difuso, y subclasificó este
último entre aquellos que tienen por objeto bienes colectivos de los referentes a
intereses individuales homogéneos.

Distintos tipos de interés pueden verse comprometidos en una acción


colectiva, debemos analizar cuáles son los recaudos que deben existir para que
resulte procedente la promoción de este tipo de litigios de consumo.

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En primer lugar, es preciso que exista un “caso”, el interesado debe demostrar
que persigue en forma concreta la determinación del derecho debatido, y que
tiene un interés jurídico suficiente en la resolución de la controversia. Debe
tenerse en cuenta que, según cuál sea el tipo de proceso, la forma en que se
configurará el caso será distinta, mientras que en los conflictos individuales aquél
requerirá una clara afectación de la parte que acciona, en los que recaen sobre
bienes colectivos no se debe probar un perjuicio resultante de la lesión de la
persona o el patrimonio, sino del bien colectivo. Asimismo, cuando se afectan
intereses individuales homogéneos, existe un hecho único y continuado que
vulnera al interés de dos o más personas y la pretensión debe estar concentrada
en los efectos comunes, y no individuales, de tal afectación.

El segundo recaudo, es la legitimación de quien promueve la acción


colectiva. Surgirá del régimen jurídico que resulta aplicable. El art. 43 de la C.N.
El art. 43 de la C.N. legitima al afectado, al defensor del pueblo, y a las
asociaciones autorizadas legalmente. Para el caso particular del derecho de
consumo, el art. 52 de la Ley de defensa del consumidor faculta a promover la
acción al damnificado, a las asociaciones autorizadas por ley, a la autoridad de
aplicación a al Ministerio Público Fiscal.

Más allá de que la asociación en cuestión se encuentre legitimada, para


deducir la acción colectiva, en esta clase de acciones el juez debe, además,
efectuar un análisis en concreto tendiente a evaluar su aptitud para representar
debidamente los intereses del grupo de consumidores que pretende defender.
El Máximo tribunal nacional señalo en el caso Halabi que es preciso que el juez
supervise la idoneidad de quien asumió la representación del grupo afectado, y
que ella se mantenga durante todo el proceso. Para ejercer una representación
adecuada, no es suficiente la autorización prestada a la actora, en general por la
ley, sino que quien interviene en el proceso gestionando o representando los
intereses de una clase debe poseer las condiciones (personales, profesionales,
financiera, etc.) suficientes para garantizar una apropiada defensa de dichos
intereses.

El tercer requisito para la promoción de la acción colectiva, es la existencia


de una afectación de intereses individuales homogéneos. Se requiere que el
interés individual, considerado aisladamente, no justifique la promoción de una

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demanda, con lo cual podría verse afectado el acceso a la justicia. Sin perjuicio
de ello, la acción resultará de todos modos procedente en aquellos supuestos en
los que cobran preminencia otros aspectos referidos a materiales como el
ambiente, el consumo o la salud o afectan a grupos que tradicionalmente han
sido postergados o débilmente protegidos.

Resultaría viable únicamente cuando exista un fuerte interés estatal en la


protección de ese interés individual homogéneo.

LA ACCIÓN COLECTIVA EN LA NUEVA JUSTICIA DEL CONSUMIDOR:

La sanción de la Ley 26993 nos impone analizar el fuero competente para


intervenir en este tipo de litigios.

De acuerdo a lo establecido en el art. 42 de la citada norma, que establece la


competencia de la justicia nacional en las relaciones de consumo: “… en las
causas referidas a relaciones de consumo regidas por la Ley 24240, sus
modificatorias y toda su normativa que regules relaciones de consumo y no
establezca una jurisdicción con competencia específica, en aquellas causas en
las cuales el monto de la demanda, al tiempo de incoar la acción, no supere el
valor equivalente a cincuenta y cinco salarios mínimos, vitales y móviles.

Nos permite advertir que la competencia en razón de la materia está determinada


por la existencia de una relación de consumo entre las partes, en los términos
del art. 1º y 2º de la Ley de Defensa del Consumidor. Diversas materias quedarán
comprendidas en el ámbito de esta jurisdicción, tales como los contratos de
tarjetas de crédito, los de telefonía celular y todo contrato de consumo, siempre
y cuando la legislación específica no prevea una jurisdicción especial.

En cuando a la competencia en razón del monto, establece una limitación


específica, el valor de la demanda no deberá superar los 55 salarios mínimos.

Conforme el art. 50 de la Ley 26.993, el demandante deberá acreditar al inicio


de la demanda, haber dado cumplimiento a la instancia previa de conciliación
establecida en el título de la misma ley. A su vez, el art. 2º limita la intervención
del Servicio de Conciliación Previa en las Relaciones de Consumo (COPREC).
La dificultad se genera cuando quien pretende generar una acción colectiva no

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podrá recurrir a la instancia previa conciliatoria, pero éste es un requisito de
procedencia de la acción.

Teniendo en cuenta en principio interpretativo a favor del consumidor,


consagrado en el art. 3º de la LDC, la restricción contenida en el art. 50 no resulta
de aplicación a las acciones colectivas con contenido patrimonial, siempre y
cuando el valor de la acción a promoverse no supere el límite previsto en el art.
42 de la Ley 26.933.

La novel jurisdicción tiene un proceso ágil y veloz. El límite establecido en


el art. 42 no sólo no perjudica al consumidor, sino que lo beneficia,
garantizándole que las causas tramiten con la debida celeridad. Asimismo, los
casos que ameriten un mayor ámbito de debate y prueba continuarán su
tramitación por ante la justicia ordinaria, que tiene un proceso más adecuado
para esos litigios.

LEGISLACIÓN COMPARADA:

Unión Europea: En la mayoría de los Estados miembros de la Unión Europea


se han simplificado los procedimientos judiciales aplicables a los pequeños
litigios mediante una reforma de los códigos de procedimientos civiles, mediante
la creación de procedimientos simplificados. Se crearon también procedimientos
extrajudiciales específicos para resolver los litigios de consumo, que son la
conciliación, la mediación o arbitraje.

Los mecanismos actuales, a nivel comunitario de apoyo para resolver las quejas
de los consumidores incluyen el establecimiento de la red de centros europeos
del consumidor y la resolución alternativa de litigios. Estos sistemas de solución
de controversias no siempre son suficientes, ya que su eficacia depende de la
buena voluntad de los agentes económicos.

Con el proceso europeo de escasa cuantía, la comisión de la UE ha


adoptado una solución que es acelerar y reducir los costos de los litigios por
reclamaciones no superiores a euros 2000.

Se ha propuesto la posibilidad de que un proceso permita una reclamación


colectiva, que aumente la protección de los consumidores mediante la adición
de los efectos prácticos de la legislación vigente.

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Existen 2 tipos de acciones colectivas:

 La del sistema de adhesión previa: se exige a los consumidores unirse


activamente en una demanda para reclamar daños y perjuicios, a fin
de obtener una sentencia que tendrá efectos vinculantes sólo para los
consumidores que han intervenido en el proceso, lo cual los hace muy
laboriosos y costosos para las organizaciones de consumidores que
tienen que realizar trabajos preparatorios, como identificar a los
consumidores, establecer los hechos para cada caso, así como
tramitar el caso y comunicar con cada demandante. En este sistema
no se tiene el riesgo de promover denuncias abusivas o injustificadas.
 La del sistema de exclusión: se incluye automáticamente a todos los
consumidores afectados en un juicio y se requiere de éstos que opten
por salir si no desean participar del proceso colectivo. La ventaja de
este tipo de proceso es que es más eficaz y económico.

En toda la Unión Europea los consumidores están protegidos contra todo


tipo de infracción que perjudique sus intereses colectivos. La legislación
europea en este ámbito está armonizada y regula las “acciones de
cesación” de esas infracciones en caso de publicidad engañosa y
prácticas comerciales desleales, crédito al consumo, televisión sin
fronteras, cláusulas abusivas en los contratos, prácticas comerciales
desleales, etc.

Estas acciones de cesación pretenden proteger los intereses colectivos


de los consumidores y es el único que existe actualmente en todos los
estados miembros con el objetivo específico de proteger al consumidor.
No prevé indemnización alguna para los consumidores que hayan sufrido
algún daño por causa de una práctica ilícita. Se persigue que el juez o
autoridad administrativa competente, ordene el cese, o prohíba, incluso
mediante un procedimiento de urgencia, cualquier infracción.

Están legitimados para promover la acción de cesación los organismos u


organizaciones que tengan un interés legítimo en hacer que se respeten
los intereses colectivos de los consumidores, los organismos públicos
independientes específicamente encargados de la protección de los

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intereses de los consumidores en los Estados miembros en los que
existan tales organismos. Los Estados miembros establecen la lista de las
entidades habilitadas para actuar y ésta lista será publicada en el diario
oficial de la Unión Europea. Cada seis meses se publicará una lista
actualizada. Si el cese de la infracción no se obtuviera dentro de un pazo
de dos semanas después de recibida la petición de consulta, podrá
entablarse la acción de cesación.

CONCLUSION

Ha sido uno de los fallos de nuestra CSJN que marcó un rumbo, rompió moldes
y fijó nuevos paradigmas. A partir de este precedente, se ha abierto una nueva
clase de acción en nuestro derecho, la cual pese a su falta de regulación procesal
específica (que la misma CSJN atribuye a la “mora del legislador”), determina
una nítida ampliación del espectro de protección de derechos, principalmente,
de los derechos de la competencia, del usuario/consumidor y del medio
ambiente.
Creemos que se hace necesario luego del tiempo transcurrido desde el fallo
“Halabi”, proceder a tipificar dentro de los códigos procesales (comenzado a nivel
Nacional) los requisitos esenciales de las acciones de clase para la procedencia
de las mismas, establecer en forma clara y concreta la legitimación activa incluso
pudiendo regular flexiblemente la establecida en el art. 43 CN, y, finalmente, fijar
el tipo de proceso por el cual se deberá interponer y tramitar la acción en
cuestión.

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BIBLIOGRAFÍA:

 Fallo Halabi Ernesto c/ P.E.N, Ley 25.783, Dto. 1563/04 s/amparo Ley
16.986.
 Las acciones colectivas en el nuevo sistema de resolución de conflictos
en las relaciones de consumo. Autor: Sáenz Luis R.
 Manual de Derecho del Consumidor. Dante D. Rusconi (Coordinador).
 https:www.cij.gov.ar.

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