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Alfredo Alfageme
Poco tiene que ver el concepto sociológico de cultura con el uso coloquial que se hace a
menudo del mismo término para hacer referencia a los conocimientos o habilidades de
las personas. De acuerdo con este uso coloquial, habría personas más o menos «cultas».
Sin embargo, el concepto sociológico de cultura no permite establecer gradaciones de
«superioridad-inferioridad» sino, simplemente, el reconocimiento de diferencias.
Los valores y creencias son también culturales. Cualquier idea acerca de lo que es bueno
o deseable corresponde al ámbito de los valores. La libertad individual, la confianza en
la ciencia o la igualdad de oportunidades son, por ejemplo, valores bastante extendidos
en las culturas occidentales. Las religiones, de forma más o menos directa o indirecta,
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Para ampliar este tema, puede consultarse cualquier manual de sociología. Recomendados: Macionis y
Plumer, 2012; Giddens, 2018.
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han estado a lo largo de la historia y están actualmente en la base de múltiples valores y
creencias en diferentes culturas.
Las culturas, además, están plagadas de normas (formales o informales, escritas o no).
Éstas regulan la conducta y la interacción de los individuos en el curso de la vida
cotidiana, proscribiendo o prescribiendo determinados comportamientos en diferentes
situaciones.
Se entiende por etnocentrismo el hábito de juzgar otras culturas a partir de los parámetros
o elementos de la cultura propia. El comportamiento etnocéntrico se puede considerar
natural o, cuando menos, normal en cualquier cultura. Digamos que hay que hacer un
esfuerzo extra para tratar de evitar el etnocentrismo, cosa que no siempre es posible o
que, en última instancia, probablemente, nunca lo es.
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DIVERSIDAD CULTURAL
La superación del etnocentrismo conduce, por otra parte, al debate nunca resuelto del
relativismo cultural. ¿Todo comportamiento o costumbre es igualmente aceptable o
válido? (Pensemos, por ejemplo, en el trabajo infantil, o en el trato que reciben las
mujeres en algunas culturas). En la práctica, lo que se pretende, desde la Sociología o la
Antropología, es el acercamiento a otras realidades culturales con una mentalidad abierta,
evitando los juicios rápidos y fáciles. Analizar o comprender una realidad no significa
aceptarla o justificarla.
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EL CONCEPTO DE CULTURA DESDE
DISTINTAS PERSPECTIVAS TEÓRICAS
El proceso de socialización
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SOCIALIZACIÓN
Proceso de absorción y aprendizaje
de los elementos que conforman
una cultura
Dura toda la vida, a pesar del
especial interés de las primeras
etapas
Los individuos son seres activos
desde el principio
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En semejante contexto, han emergido nuevos agentes de socialización que, sin sustituir
a la institución familiar y a los grupos de iguales, han adquirido un protagonismo
creciente. Se trata de la escuela y de los medios de comunicación de masas. La familia,
no obstante, mantiene un papel relevante, merced al entorno afectivo, probablemente
insustituible, que proporciona a los niños y niñas de corta edad. Los grupos de iguales,
por su parte, adquieren especial importancia, quizás, en la adolescencia, cuando las y los
jóvenes empiezan a relacionarse entre ellos al margen del entorno escolar.
Tradicionales
La familia
Los grupos de iguales
Modernos
La escuela
Los medios de comunicación
Es discutible que se pueda generalizar en cuanto a la existencia de una serie de etapas del
ciclo vital puesto que, en parte al menos, se trata de una cuestión cultural. Es por ello que
se abre camino la llamada perspectiva del ‘curso vital’ (en lugar de ‘ciclo vital’).
Probablemente, la única etapa claramente universal es la infancia, merced al largo
periodo de dependencia que caracteriza a la especie humana. La generalización de la
adolescencia, sin embargo, es mucho más discutible. Al margen de un indudable proceso
de transición de la etapa infantil a la etapa adulta, la adolescencia se constituye como
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«etapa problemática», al parecer, en las sociedades industriales. Por su parte, la «vejez»
se construye también socialmente, a partir sobre todo de las políticas de jubilación por
razón de la edad.
Por otra parte, el curso vital ‘tradicional’ estructurado en tres fases (aprendizaje, empleo
y retiro), que nos podría parecer natural, está siendo cuestionado, entre otras razones, por
su carácter sexista (García-Pastor y Alfageme, 2016). De hecho, tiene su origen en las
sociedades industriales, y parte de una clara división sexual del trabajo. Así, ese curso
vital trifásico representa la vida tradicional de los hombres, asumiendo que la otra mitad
de la población, las mujeres, se ocupa de forma natural de las tareas domésticas y de
cuidados por las que no se percibe un salario y para las que no se establece un retiro. El
contexto actual e irreversible de igualdad entre mujeres y hombres requiere formas de
organización diferentes, reformas o cambios que no siempre son bien comprendidos.
Bibliografía