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1. 1. presentación
Este libro trata sobre las crueldades del encierro, sobre los (cust)odia-
dos por ElEstado, sobre la cuestión del límite que ruge en las psicosis.
Se puede objetar que el texto tiende a estetizar la locura. Mis pre-
sentaciones clínicas son ficcionales. No propongo sólo un conjunto de
historias entretenidas. Estos relatos son instalaciones. Artificios para
deshilar supuestos, lugares comunes, fórmulas establecidas.
Elijo la forma fábula para detenerme en el borde moral de cada
intervención. Espero no enmascarar miserias, desvaríos de dolor o la
prepotencia de las ideas que cada tanto anoto. Intento evitar denun-
cias. Ademanes que señalen injusticias, identifiquen responsables o
se solidaricen con las víctimas. Me gustaría que estas fábulas sean
teatros de confrontación argumental.
Durante estos años, el deseo de pensar las psicosis fue interferido y ava-
sallado por la moral manicomial. La institución psiquiátrica recluta, forma
y disciplina gente que encarna un ideal de salud domesticada, una lógica
que administra premios y castigos, una razón que redime o expulsa.
Quiero recuperar momentos de esa tragedia. Acciones en las que,
creyendo que nos alejamos, más nos acercamos, sin saberlo, a aquello
que rechazamos. No se trata de condenar ni condescender, sino de pen-
sar también nuestra intervención como obstáculo!.
1. Este libro teje experiencias realizadas, desde 1996, en los psiquiátricos de las Provin-
cia de Buenos Aires: Hospitales José Esteves, Domingo Cabred y Alejandro Korn. Vo-
ces de muchos equipos se escuchan en estas páginas. Mi reconocimiento, en particu-
lar, para Maluca Cirianni por sostener, en esos espacios, la convicción de pensar.
10 — — Marcolo Porcin
5. Según el prólogo que escribe Carlos García Gual (2000) a las Fábulas de Esopo.
6. Quintín Racionero (2000) en una nota a su traducción de la Retórica.
deliberar las pricosts 13
7. Ramón Alcalde (1996) anota que: “Un ejemplo típico del ductus encubridor es la
parábola o la fábula en la que se presenta como situación imaginaria un análogo
a la situación real y se extrae o no de ello la moraleja que -si la parábola o la fá-
bula es apta- el oyente transformará por identificación, en decisión propia sobre el
caso que el orador tiene en mente”.
1u — Marcelo Porcia
1, 8. ejemplos falsificados
Casi todos los relatos que presento en este capítulo son breves. His-
torias concisas que persiguen algo fugitivo, instantáneo, pasajero. Ca-
da ejemplo es una falsificación que pretende desinstruir una moral.
Cuestionar defensas habituales de la transmisión. Recordar la incon-
clusión de las prácticas clínicas. Desacatar verdades que se quieren fi-
jas o por fuera de la indecisión. Las narraciones no disimulan la pre-
tensión pedagógica. Al final de cada una se desprenden consejos, máxi-
mas, moralejas. Mis conclusiones, si no resisten la tentación de obede-
cer a una premisa superior, intentan, al menos, no esconder el encanto
del sometimiento. (jAh, la sumisión!, suele ser un gran descanso).
Los comentarios que siguen a cada fábula suelen ser forzados. Co-
sas que deseo pensar y que ubico en algún sitio.
¿Cómo juzgar conductas clínicas cuando se tratan situaciones
inestables no sujetas a evaluaciones unívocas? Aunque me abrazo a
un conjunto de premisas que me contienen, la cuestión clínica no en-
cuentra sosiego.
El acto clínico es una acción desprendida de una verdad razona-
da y es una responsabilidad en estado deliberativo. Balanza que no
encuentra punto de reposo. Asedio de lo inestable: lo mismo que ha-
ce bien, puede hacer mal.
Aristóteles$ dice que no deliberamos sobre todas las cosas. No lo ha-
cemos sobre la salida del sol, sobre la voluntad de los vientos, sobre la
sed de las lluvias, sobre los caprichos del azar o sobre la duración de la
eternidad. Deliberamos sobre cosas que podrían ocurrir gracias a nues-
tra intervención. Tampoco necesitamos deliberar cuando poseemos co-
nocimientos exactos y suficientes sobre algo. Ni cuando sabemos que
una cosa tiene un desenlace previsible y determinado. Deliberamos, en
cambio, sobre cuestiones médicas, sobre negocios, sobre el curso de una
navegación. Dice que deliberamos más sobre las artes que sobre las
ciencias. La deliberación es la acogida a una razón que vacila.
En la deliberación clínica, los llamados medios son tan controver-
tidos como los supuestos fines. ¿Qué significa la cura para cada cuál?
¿Qué idea de bienestar prevalece en cada quién? ¿Se puede afirmar
un fin? ¿Elegir un camino mejor entre muchos?
9. El infinito no es abarcable porque allí, antes, la muerte. Tal vez donde escribo in-
finito debería poner entre comillas lo real para ponerme junto a Lacan. No quie-
ro evitar la zozobra de errar en la decisión de un lenguaje menos codificado.
16 Marcolo Poroin
Son dos viejas travestis con pelucas rubias que se visten como si
fueran gemelas. Tienen sesenta años, hacen la calle en la Rue des
Abbesses, esperan en las veredas desiertas.
El negro que las mira es el Príncipe Koulotó. Saca una peta-
ca de oro del bolsillo interior de su gabardina blanca, extrae un
cigarrillo y lo enciende con su mechero de laca china. De rodi-
llas, con sus manos cruzadas sobre el pecho, se declara enamo-
rado. Les ofrece su reino. Dice que son las mujeres más hermo-
sas del universo. Mimí se desabrocha el corsé de cuero dejando
ver sus grandes prótesis de parafina “¿Te gustan mis tetas, que-
rido?”, Gigí le saca la billetera de cocodrilo verde del bolsillo.
Las dos escapan con un montón de billetes. Koulotó, en la mis-
ma posición, reitera, fascinado, que las ama. Entonces, vuelven,
lo toman de los brazos, lo llevan hasta el departamento destar-
talado que alquilan.
Koulotó desembarca en Orly a las cuatro de la mañana, alquila
un enorme coche blanco, se dirige hacia el barrio Pigalle que consi-
dera el centro del mundo. Las viejas son las únicas, a esa hora, que
esperan conseguir un cliente. Enseguida se siente embriagado por
esos vestidos de cuero y esas gafas brillantes.
Mimí lo acuesta en el suelo sobre las pieles de cabra, le abre la
bragueta y le muerde el sexo; mientras Gigí le frota el suyo contra la
cara. El príncipe goza como nunca. Gigí le arranca el reloj de oro. Mi-
mí le revisa los bolsillos donde encuentra una postal con las trescien-
tas sesenta y tres torres del Palacio en pleno centro de África. Las
viejas travestis, después de años de humillaciones, encuentran al
hombre de sus vidas.
|..
—
deliberar lan puicontn 17
Las locas del cuento no son las psicosis de los manicomios, ni las
internadas del Esteves. Las calles de París no son los suburbios de
Témperley o Lomas de Zamora, ni las veredas desiertas de La Plata
o Luján. Es el relato de una apoteosis: dos locas y un negro loco se
abrazan como un solo dios.
Copi dice que ingresan en el destino de su sueño, que presagiaron
desde siempre, con naturalidad. Cada vez que leo el cuento, tengo
miedo de que Gigí y Mimí no entiendan, o tarden en entender, o ma-
logren la oportunidad. Temo que estén ocupadas por el odio, desapa-
recidas en sus cuerpos, incrustadas en ese departamento destartala-
do que, al final, casi incendian.
10. Lacan (1970) recuerda que, en ese asunto que todavía los psicoanalistas llaman edi-
po, la cuestión a pensar es el deseo de madre. Explica que ese deseo es difícil de so-
portar. Los estragos del amor son semejantes a los destrozos del abandono. Dice que
estamos alojados en la boca de un cocodrilo de gran tamaño, carnívoro, voraz, temi-
ble por su rapidez. Eso es el deseo de madre. ¿Qué pasaría si de repente cerrara la
enorme boca de dientes afilados? Lacan llama falo y, también, metáfora paterna, al
hueso duro que en potencia atasca la puerta. Una potencia que impide que algo se
cierre. Una obstrucción que permite habitar esa confortable y peligrosa cavidad.
11. Recupero la historia a partir de la lectura de un texto de Horacio González (2001).
Zana muda en un puñado de maíz y el maestro en una gallina
UN pollitos. Los pollitos comen los granos, menos uno que se
wfigura en aguja, enseguida los pollitos se convierten en hilo
6 onhebra la aguja. Entonces, la aguja se inflama, el hilo se que-
N 0l amo está muerto. La aguja se trasforma en muchacho. El
eipulo vuelve con sus padres.
Á la clinica de las psicosis no le conviene esa resolución. ¿Cuál
ría ser la forma final? ¿El arribo de la figura salvadora? ¿El de-
fice que nos libere de todo soporte? Tal vez eso que llamamos
lidad pueda pensarse como juego de alteraciones que no termi-
() quizá, ese misterio, se cancele con la muerte: sitio en el que
umidad y la otredad se funden. Sosiego de lo único, morada de
dofinitivo.
Propongo, entonces, otras derivaciones de la fábula. Una supone el
Ahelorro especular; otra, la eternidad; otra, el fin; otra, el infinito.
Iin la primera, el discípulo se vuelve fuego y el maestro se trans-
forma en fuego también. La semejanza es tan perfecta que el discí-
pulo cree mirarse en un espejo, entonces se imagina liberado, se
Vuelve muchacho y el maestro por fin lo atrapa.
En la segunda, en el tiempo eterno todas las figuras se confunden,
-lon fuegos con los fuegos, la aguja con el hilo, el maíz con los pollitos, el
cuchillo del rey con la manzana, el pájaro con el halcón, el pez con la
Tec el gato con el ratón, el discípulo con el maestro. En esa simultanei-
(ad sin consecuencias no importa quién es quién??.
Tn la tercera, asistimos a lo que se detiene: La aguja se inflama,
ol hilo se quema. Mientras el discipulo contempla cómo el maestro
nrde, se funde en el mismo fuego. Ambos mueren.
14, Esta idea de eternidad hace conexién con el modo que en Borges piensa la otredad.
Para Borges otredad es entrada en el tiempo eterno. Advierte que la identidad se afe-
rra a la cronología. En la dedicatoria que hace para Leopoldo Lugones en El hacedor
(1960), describe el momento en que le regala su nuevo volumen de poemas. Relata
que esa vez ocurrió algo que no había sucedido nunca: Lugones vuelve las páginas y
lae con aprobación un verso suyo. Pero en ese punto la historia se deshace como un
mueño (como el agua en el agua). Borges explica así esa circunstancia en que alcan-
n su libro a Lugones muerto veintidós años antes: “Mi vanidad y mi nostalgia han
armado una escena imposible. Ast será (me digo) pero mañana yo también habré
muerto y se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de
uímbolos y de algún modo será justo afirmar que yo le he traido este libroy que us-
tud lo ha aceptado”. Borges diluye, en-un tiempo eterno, la ilusión de identidad.
20 = "a — Margolo Porcin
13. Derivación que recuerda el Canto XXII de la llíada, en el que el ligero Aquiles no
logra alcanzar a Héctor; ni el astuto Héctor puede liberarse definitivamente de
Aquiles. Dice uno de los versos: “Igual que un sueño no se puede aprender a quien
huye, y ni el uno logra escapar ni el otro ir en su persecución, así tampoco ellos po-
dían, uno prenderlo y el otro eludirlo”.
Inar, después, el club de enfermos de Saint-Alban como insta-
N que inventa sus reglas.
UN Llempos de guerra, ocupación, escasez. Todo está racionado.
consigue tabaco. El hombre que atiende la tienda de Saint-Al-
15 UN ex soldado que perdió un brazo en la guerra del catorce.
| ndministrador estricto en la distribución de cantidades. Entre
U corpulenta mujer, muy enamoradiza, entrega tabaco, a es-
a sus preferidos. Pero, la vigilancia del marido no es fácil
lar. Tosquelles junto con sus amigos Chaurand, Bonnafé, y un
0 antudiante, simulan durante horas jugar a las cartas en el
N onpera de que la mujer pueda, a hurtadillas, darles hojas pa-
mar cigarros.
Pronto los otros clientes renuncian a comprender el extraño jue-
Ne practican. Pero el dueño del bar intrigado no deja de obser-
Y ln mesa, las barajas, cada movimiento. Está obsesionado por
weubrir la lógica de esa forma de jugar que no entiende. No es
woncillo doblegar la curiosidad de un combatiente que se las arre-
n con un solo brazo.
"Tosquelles cuenta las vicisitudes de esas partidas: tiramos una
varta cualquiera, tomamos otro naipe del mazo; pero, a veces, dos, tres
1 más, Cada vez se decide de manera arbitraria. Repentinamente se
voncluye quién gana o quién pierde sin relación con las cartas juga-
lan Todo sucede en series en las que nosotros mismos descubrimos la
ley de nuestra manera de jugar en el proceso mismo del juego. El ma-
rido que vigila cree, al fin, comprender la regla de la baraja. Supone
haber captado la escurridiza ley. También nosotros. Nos divierte se-
quir un rato esa ley que acabamos de inventar. Pero de pronto, cual-
yuiera de los cuatro la abandona. Otra vez, a capricho decide quién
y cuándo gana. Festejamos con ostensible alegría cada accidente del
Juego como si se cumpliera algo cuidadosamente planificado. Y, así,
nucesivamente hasta que el hombre de un solo brazo se siente supera-
o, abatido, herido en su inteligencia, por el curso inesperado de
nuestro juego; entonces, tal vez con dolor de cabeza, se retira a beber
un trago a escondidas en la trastienda. En ese momento, su mujer
aprovecha para darnos el merecido premio.
Esta fábula recuerda que la clínica de las instituciones es prác-
tica de un juego que trabaja a la espera de algo mientras instala y
desinstala sus reglas.
anl — Márgoo Peroa
14. Se conoce un artículo sobre esa experiencia escrito por Pichon (1971) en colabo-
ración con Bleger, Liberman y Rolla. Se llama Técnica de los grupos operativos.
He necesita en el centro para que gire la rueda. La espera,
El olvido, nos hace habitantes del tiempo.
amigo Kaminsky (1990) me dice que después de leer a Spino-
, Iambién, elige la espera. La esperanza es temor invertido. La
'anza vive pendiente de que suceda lo que anticipa, a la vez que
que no ocurra lo prometido. El temor torna a la esperanza de-
ración.
lo que se concluye que la potencia de obrar vive en la espera.
ileccion de fábulas
wobre la decisión
1l hombre tiene cuarenta. Lo internaron cumplidos los veinti-
0o, Hace un año que vive con dos personas que conoció en la sa-
- Alquilan una casa ayudados por el hospital. Los tres siguen sus
Tratamientos.
151 hombre, desde hace seis meses, se relaciona con una mujer. La
hoticia llega al equipo cuando deja de tomar la medicación. Manuel
(ulore sentir esa “calentura que le enciende la cabeza”.
So discute mucho esa vez, incluso se trata el tema en una asam-
blon. Pero cuesta hablar de eso. Algunos se solidarizan con picardia.
Otros advierten que no se puede controlar todo. El hombre dice que
o siente bien. Las urgencias, enseguida, desplazan el asunto.
Meses después, Manuel pide ayuda: Van a matarlo. Algunos se
miran cómplices: “¡Ven lo que pasa sin medicación!”. Está aterroriza-
(o, No duerme. Alguien se pronuncia: “¡Volvamos al inyectable!”. Los
compañeros que viven con él, también están asustados. “Contagio
paranoide” dictamina, por lo bajo, una residente. “No, qué paranoi-
(e, contesta un paciente todavía internado, lo van a matar en serio”.
Y agrega sentencioso: “El que las hace las paga”.
Se juntan hilos sueltos. El hombre se encuentra regularmente con
Kity. Al principio una vez por semana, después dos, en la última épo-
on tres. Los que se entusiasman hacen chistes con la frecuencia. Ma-
nuel aclara, serio, que nunca fueron más de tres. Llegaron a un
ncuerdo económico mensual. Algunos preguntan y hacen cálculos so-
bre la suma total. Manuel explica que todo iba bien hasta que dejó
24 ia — Marcolo Porcia
de pagar. ¿Por qué? Porque sí, no sabe, no se dio cuenta. “Me gasté el
dinero del subsidio para otra cosa”. Alguien opina que el juez no le
paga para que ande revolcándose con plata del estado.
Tiene una deuda. Hace quince días se le aparecen dos tipos. Dicen
ser hermanos de Kity. Si no paga, le van a romper la cara, luego la ca-
sa y, por último, le mandan a los primos para matarlo. Avisan. Siete
días después vuelven. Manuel responde que no tiene plata. Se pone a
llorar, le advierten que no mariconee. Tratan de convencerlo de que le
conviene pagar, portarse bien. Sus compañeros lo defienden. Los her-
manos de Kity contestan que, si el hombre no paga, van a cobrar los
tres. Entonces, explican que están locos. Que estuvieron internados en
un manicomio. Que ahora están en esa casa, pero que eso forma parte
de un tratamiento, que todavía no están curados. Que de la esquizofre-
nia paranoide y de la psicosis bipolar nadie se cura. Incluso, como
prueba, uno trae sus recetas y frasquitos con pastillas. Los hermanos
de Kity, sin inmutarse, repiten: “El que las hace las paga”. Antes de ir-
se, el mas grandote, mientras aprieta el cuello de Manuel, dice: “No es
nada personal. Un hombre tiene que pagar sus deudas, si no la calle se
vuelve un relajo, y cualquiera se hace el loquito”. Al despedirse recuer-
dan que la próxima vienen los primos que andan armados.
En la asamblea, una mujer le pregunta si sabía que Kity tenía
tanta familia. Manuel dice que tiene miedo. No quiere volver a su ca-
sa. Los tres pensaron por un tiempo vivir en el hospital. Todos discu-
ten. El de la medicación opina que hay que hacer la denuncia a la po-
licía. Alguien piensa que sería bueno aplicarles un inyectable a los
primos. Una enfermera propone internarlos en una sala. Una voz pi-
de que también la internen a Kity. Alguien opina que eso pasa por-
que no se buscó una novia. Otro plantea que volver al hospital es un
retroceso, sugiere esconderlos en casas de miembros del equipo. El
del inyectable insiste en que hay que poner un guardia en la puerta
* de la casa. Una persona internada pide que la jefa del servicio vaya
a hablar con los hermanos de Kity. Uno de los residentes quiere sa-
ber si está satisfecho con la mujer. Especula que se puede declarar
inconforme con el servicio, incluso objetar la tarifa. Manuel reconoce
que Kity es estupenda. Buena, dulce, cariñosa. Una vez cocinó un
guiso para todos. La psicóloga, concurrente ad honoren, hace la cuen-
ta de la deuda, propone hacer una colecta.
Cuando se acaban las ideas, alguien del equipo dice: Estás meti-
do en un lío. Tratamos de ayudarte, pero hay cosas que no sabemos,
W que no queremos, cosas que no podemos. No podemos esconder-
hi darte dinero, ni hablar por vos con la mafia para la que traba-
Kiy No queremos cargar con la responsabilidad de que te pase al-
Quizá tengas que dar la cara. No sabemos. Pero, si podés hacerte
“Mirgo de la deuda, estamos dispuestos a acompañarte.
Ál día siguiente, Manuel, dos compañeros, una enfermera, la
’llcologa y un chofer, recorren la zona en una ambulancia. Des-
ó de averiguar, arreglan un encuentro en una esquina. Manuel
n solo. Los otros esperan en el coche. La reunión dura poco.
e adentro se ve que hablan. Manuel les ofrece algo, uno de los
B Anota una cosa en un papel que le entrega a Manuel. Al des-
ilirse se dan la mano. Manuel vuelve tranquilo. Propuso un plan
pngo, les dio su palabra, ofreció su reloj como anticipo, no acep-
Taron. Dijo que buscaba trabajo para juntar el dinero más rápido.
1110 de los tipos anotó la dirección de un amigo que tiene una pa-
rrilla cerca de la cancha de Estudiantes, parece que necesita un
ayudante.
Así, para cambiar la vida de otro, no alcanza la voluntad, el cari-
ño, las buenas ideas.
—
wotnble. No hay decisión justa, Entonces, se decide, Decisión que
fene de la experiencia de lo indecidible,
101 oquipo no es, como se cree, la composición moderna más efi-
5a para completar un poder. La interdisciplina como totalidad
fonquistada. La posibilidad clínica no se realiza como concurren-
Fa meditada de muchas y diversas disciplinas. Esa reunión no in-
lerona como suma, magnificencia o celebración de saber. Pienso el
Suipo como espacio de detención de arrogancias profesionales. No
trata de que la supuesta superioridad de la mayoría termine
N la indecisión, sino de un impoder compartido que autoriza la
liboración.
Aul, la asamblea no es mentira igualitaria.
La asamblea no interesa como ficción democrática, como relación
horizontal entre pacientes, médicos, psicólogos, enfermeros. Sino co-
mo memoria clínica de lo indecidible. Como testimonio de que, al fi-
nal, frente a lo que no tiene solución (tras el fracaso de toda ilusión
enncelatoria de conflictividad), se toma una decisión posible.
e i IN
17. Una paradoja: la pérdida de una carretera principal que, para el pensamiento,
suele ser potencia que libera; para la experiencia identitaria es amenaza, vivencia
de terror.
hl ,,‘ —
deliberar lan puiconin 30
18. La idea de escoltar una ausencia evoca la expresión de Lacan (1955-1956) de pen-
sarnos como secretarios del enfermo. Desafío que contradice una clásica recomen-
dación de J. P. Falret y los alardes de Clérambault en el sentido de saber accionar
al enfermo o gatillar la palabra justa para darle caza en una clasificación.
;——————',”
ldnd como cosa clínica? La inminencia como experiencia de no
Como llamado a decidir cada vez frente a lo inesperado.
-
% acompañar es hacer experiencia del no control. La idea de
ol sanciona una falla. El desencanto de una plenitud, el fas-
un ideal de dominio contrariado, el descontento de la omni-
En cambio, un mundo que no se controla, se decide. Cada
08 un sujeto que tiembla firme sin garantías.
rontitución de la inminencia es la del vivir, con sus borrascas.
eriencia de no control ofrece oportunidad para que la clinica,
v, retome el camino de las palabras para rodear una indeci-
mayúscula sin habla?19
— ,Cómo puede decir que está limpia estando sucia? La discusión lleva
Añon, Es una historia de higiene, voluntades, cosas sin solución. La mujer
21. La idea me recuerda que Oury (1998) propone un lugar para el psicoanálisis en las
instituciones que denomina función (-1). Hendidura para que algo hable fuera de las
reglas cotidianas, precaución contra el encierro en el Otro. Golpe a lo imaginario.
38 Marcelo Porein
24. Daniéle Roulot (1993) a propósito del término forclusión empleado por Lacan, in-
siste en que no se trata de una negación. Recuerda que se lee en Frege que “una
negación ...no hace de un pensamiento un no pensamiento”. Escribe: “Ahora bien,
en este caso se trata sin embargo de eso: de un ‘no’ capaz de imponer un ‘no pensa-
miento' en lugar de un pensamiento, es decir, de hacer agujero en el tejido de los
pensamientos”.
25. Si para la psiquiatría clásica, la interpretación delirante es un “juicio falso sobre
una percepción exacta” (Enry Ey), me permito decir que LaSuciedad es existencia
impercibida. Tal vez, en clave de Lacan, el sínthome que hace nudo.
ol que está limpia estando sucia? ¿Un modo de
0 sÍn juventud? ¿Una forma de conjurar la soledad?
Imentos rancios, dice que se baña todos los días. Esa
empasta su vida. Una existencia desanudada que alo-
wonn abando/nada.
tjue Llono la piel grasienta como si la hubieran rociado con
o ballena, Pregunto por el esperma de ballena. Responde
6| pecado, pero no el pecador. Quiero saber si dijo pecado
, psendor o pescador. Dice que a río revuelto ganancia de
Ho queda pensando. Al rato, agrega que algunos animales
fon con su piel sucia.
27. Código Civil de la República Argentina. Libro Primero: De las Personas: Sec-
ción Primera: De las personas en general. Titulo X: De los dementes e inhabili-
tados. Artículo 144.
w—_—/
non metió adentro. El poder judicial, aclara ELJuez.
A los más pudientes nos encerraron. ELJuez expli-
Tan pudiente, LAInterna agrega que él, por lo menos,
1, pero que ella sólo vende, cada tanto, una poesía a un
Mue trabajan en el Hospital.
quiere saber, ahora, por qué la trajeron en un patrulle-
Belara que LALey no se refiere al traslado. Dice que, en lo
Te Mnelina por otro medio de transporte, que él prefiere una
A LAInterna le hubiera gustado que la trajeran en taxi o
. Bugiore tener la precaución de que no sea en horas en las
Mueha gente, para poder traer las bolsas con sus cosas.
1 del público dice que el paciente psiquidtrico es emergen-
N familia enferma. ELJuez responde que debemos hacer
un papel a la familia. Aunque admite que las familias son
Nino, que tienen sus historias. Reconoce que los juzgados no
Tecursos para visitar a las familias.
lerminar la conferencia, LAInterna toma el brazo de ELJuez.
s dntuve callada, escribí un verso, si le gusta me paga un pe-
e "n esta alta suciedad, como dice Santa Rita, eso que la ley te
—l juez te lo quita”. El hombre saca una moneda de su bolsillo.
Lan psicosis, extraviadas, sin ese limite que nos designa como
Siljetividad partida (lastimada, dividida, condenada a morir) per-
Fibon la ley de ElEstado como omnipotencia arbitraria, capricho-
55, discrecional, discriminatoria, diferente para todos. Y, muchas
Vncon, las miradas desquiciadas, aciertan. Tal vez ese diálogo,
ulompre fracasado, importa como construcción de una instancia de
Apolación. Como espacio que invoca un límite. La ley no como sitio
fompleto, sino como hendidura que descompleta?s.
UN, Ln cuestión recuerda algo que muchos autores señalaron a propósito de la reha-
bilitación en las psicosis: no sólo se trata de recuperar habilidades perdidas por la
onfermedad, sino de la habilitación jurídica como ciudadanos.
48 - - . Marcelo Por
29. Compongo este texto con fragmentos tomados de testimonios recogidos por Dorys
Lafont, una mujer internada que participó de un Taller de Escritura en el Hospi-
tal Esteves, coordinado por el poeta Néstor Costa.
E 1
un tiro en el corazón; fumaba tres atados de veinte cigarri-
r día; me llevaron a una comisaría, me encerraron en un cala-
, 6l oficial nre violó varias veces, quedé embarazada, aborté; tu-
Una discusión con mi cuñado, me rompió una botella en la cabe-
Aparecieron tres patrulleros y una ambulancia, me llevaron espo-
i) nací en una provincia del norte, de chica sabia trabajar en el
nenl, cuando quise volver a mi casa, en Retiro, me agarró una con-
Inlón, unos tipos me dejaron tirada en la plaza, perdí todo: la car-
ra, documentos, fotos, mi ropa; cuando mi hija tenía once años que-
la casa porque estaba embrujada, rocié los muebles con kerosén,
I hija juntaba agua con las manos: mamita ayudame, tenemos que
upagar el fuego; los brujos controlan mi vida, tienen en su haber tres
Fiegos y cinco locos; los evangelistas ayudan con la Biblia; cuando me
limpian, soy la perra que grita en el suelo; entre tres no podían con-
lenerme, revoleé un zapato contra el espejo que tenía el dibujo de
tinn japonesa, era mi nuera que sacaba una lengua roja y tenía cuer-
nos como el diablo; la ropa que llevo puesta me pesa; mi hermano
muerto me pide que me desnude, nos unimos los cuerpos; cuando cie-
rro los ojos, vienen a mí personas ya fallecidas, pero cuando los abro
no quiero estar tan sola; la vez que las enfermeras me bañaron se
nsombraron de los moretones que tenía por todo el cuerpo: creen que
me golpeo yo misma; me casé muy enamorada, un tío que tenía una
confitería nos obsequió la fiesta, la cuñada de mi mamá me regaló el
vestido de novia, me casé de blanco, por iglesia; quedé embarazada y
Dios me dio una hija hermosa; alguien metió la cola en la amistad
que había entre mi marido y el capataz: primero se iban juntos de
vacaciones, después, con la excusa de ayudarlo a construir una casa
para su hija, se iba con él desde el viernes hasta el lunes; me casé pa-
ra irme de mi casa, yo no sabía que él de soltero tuvo una enferme-
dad y que, según el médico, no podía tener hijos, cuando quedé em-
barazada dijo que no era suyo; era enferma de epilepsia y tenía ata-
ques de nervios, él dijo que no le importaba, que me quería lo mismo;
me quité la vida dos veces, la primera me corté las venas de la ma-
no izquierda con un cuchillo, pedí ayuda por temor de quedar con vi-
da pero inválida, la segunda, me quise tirar debajo del tren, una se-
ñora me agarró de atrás, me arrastró hasta la boletería de la esta-
ción, me llevaron en un patrullero; sacaba los clavos de las paredes
para cortarme los brazos, me odiaba por todo, lastimarme me hacía
sentir mejor.
Así ocurre la vida para muchas mujeres.
48 Marcolo Percia
—
30. Suele mencionarse la función del superyó en las psicosis: el autorreproche,la cul-
pa desmedida, el castigo a uno mismo. Recuerdo la conjetura de Lacan que pien-
sa la acción del superyó como goce del Otro. Entre nosotros, encuentro en textos
de Marta Gerez Ambertin y Elida Fernández, modos de pensar la cuestión.
L————-——_*
o indican baños tibios y purgantes. Durante los primeros años,
mMomentos vuelve a su casa, pero se reiteran los viejos síntomas
anados, ahora, con ataques de furia y ademanes obscenos. La
Sladan al Asilo de Lomas de Zamora en donde permanece interna-
hasta su muerte, cuarenta y tres años después.
Ya no consumo Halopidol,
sólo Tegretol, Anafranil y Litio.
Estoy “compensada”
Traduzcamos:
Me mantengo de este lado,
es decir, sin delirios...
y deambulo...
(porque, nosotros, los pacientes, deambulamos)
—_—4
es una nueva costumbre que he adquirido.
Deambulo —como digo-
“libremente” por el enorme parque del hospicio...
Estoy lúcida, ubicada en tiempo y espacio,
por lo tanto:
Sé en que día vivo.
¿Vivo? Me pregunto,
y me entra la tristeza y me deprimo.
La historia clínica se pone gorda de tristezas.
Yo soy mi historia clínica.
¿Dejé de ser mi historia, acaso?
Es muy malo preguntarse tantas cosas
que complican, además, el tratamiento.
Tengo sueños, pesadillas...
que a nadie se las cuento, por las dudas,
no sea cosa, vayan a la historia clínica.
Pero si tengo insomnio, por ejemplo,
eso es inocultable,
y va derecho a la historia clinica.
Mi psiquiatra, entonces, regula pastillas.
Duermo.
Se anota en la historia clínica.
Doctor, estoy amando...
¿Eso también irá a la historia clínica?
—'___'
1a y pegarla en alguna parte, ponerla debajo de un limpia pa-
», regalarla o meterla en una botella. Queremos poner en mar-
wna inquietud, un alboroto, una revuelta. Tal vez el mensaje vuel-
N nugerencias, comentarios, o llegue como murmullo desparra-
0", Firmado: Discrepantes, por siempre.
33. Escribe Hugo Vezzetti (1983): “Lo más importante que produce el alienismo no es
la incorporación de un abordaje científico a la locura sino la producción del perso-
naje alienista, cuyo poder más que de la ciencia proviene de su posición social y mo-
ral: es a la vez juez y policía, padre y director de conciencia”.
ra dico que quiere a las chicas como si fueran sus hijas.
lo ux[alicn: Para que me dejen salir tengo que estar limpita.
%, para recomendar la externación de una mujer, al-
01 En una paciente buenita, no es agresiva, ayuda en su
prolija... siempre arregla su ropita.
an pacientes adulan a integrantes del equipo. Un coro de
liuonjas. ¿Exageraciones serviles con la autoridad? Todo lo
4o ne lo debo al Doctor; vos sos Mi Mami querida; Usted es
(i, buena, inteligente que si no fuera mujer sería mi novio.
Alagan porque nos quieren! ¡Nos lamen porque nos temen! A
E nos gusta lucir coronas... y que otros les saquen brillo.
A mujer joven estaba internada. La Jefa de las enfermeras que
Monn quiso ayudarla. Intentó salvarla. Le ofreció confianza, apo-
Tariño, respaldo. La orientaba en todo. La joven era su orgullo, su
0, una prueba de su valor. La muchacha, cada tanto, hacía escán-
N por cosas sin importancia. A veces, se sentía una reina. Un día me
Yon: Ahora, vas a conocer el chiche de la Jefa.
Kntas fabulas hablan de cómo la prolijidad, la limpieza, la so-
ubilidad armonizada, las emociones atemperadas, las locuras
lucadas, pueden ser ilusiones neuróticas de los que se creen
menos, O de cómo no se puede concluir que una persona que se
rdena decir que está en el mejor lugar del mundo, se sienta bien.
1) ee cómo la palabra mujer suele no emplearse en el manicomio.
() de cómo se infantiliza a las enfermas. O de cómo la construc-
pión de una realidad diminutiva compone el poder manicomial.
0 de cómo ni el más curtido se resiste cuando le enjabonan el al-
ma, O de cómo alguien carga con la seguridad y el peso de ser chi-
vhe de otro. De cómo la servidumbre suele disimularse bajo el mo-
o de la caridad*s.
B ——————;——].] 1N
“ I"Ll gonte no quiere vivir al lado de un grupo de lo-
manicomio,
1 ua casita arreglada con un local adelante para po-
Arlículos de perfumería y de limpieza... y, así, tener una
hero,
36. A propósito, recuerdo, sin olvidar a Pichon Riviére, que García Badaracco (2000)
practica entre nosotros, desde hace más de cuarenta años en el Borda, lo que se
conoce como terapia multifamiliar. Por mi parte, pienso la reunión de familiares
como espacio de conexión. Conectar: hacer contacto entre cosas que, a veces, con-
curren sin relación.
6, de los augurios
|Vamos a ver qué hacen cuando las pacientes se descompensen!
Mientras en sus reuniones discuten, discuten, discuten, las pa-
clontes se tiran de las azoteas.
/Vamos a esperar a que haga un desastre para actuar? ¡Yo no me
voy a quedar con los brazos cruzados!
Los discursos son lindos. Al principio, prometen cambiar hasta el
nire que respiramos; después todo queda en nada. Los que vienen de
nfuera creen que la función empieza cuando ellos llegan. Comienzan
todo de cero.
En mi Sala controlo la violencia sin tantas reuniones: enfermera
que castiga, la castigo.
Trabajo aquí hace diez años, si le digo que vi que alguna pacien-
te mejorara, miento.
37. Roger Gentis (1972) razona que el racismo que sufren los locos hace verosímil la
posibilidad de exterminarlos. Escribió: “Si a lo largo del siglo XIX y en los inicios
del nuestro no se ha recurrido a la eliminación física de los enfermos mentales es,
sin duda, porque el problema no tenía, entonces, una gran incidencia económica.
Por otra parte, el sistema no estaba para este género de bestialidades. Al fin y al ca-
bo, no era totalmente necesario matarlos: bastaba con no verlos”.
—-———-—_——— E
0ra con muchos años de hospital pregunta ¿quién nece-
mediención? ¿la paciente o nosotros? Concluye: A veces me-
W enlmar nuestra angustia, otras para calmar nuestra an-
Anguntia de la paciente, otras por costumbre.
(o una enferma quiere denunciar al equipo por hacer apo-
la droga,
paciontes esperan en fila para recibir conitos con pastillas. En
Balas la medicación es un castigo. A una interna le hicieron
Pantillas que no correspondían. Una mujer quiere saber si es-
(licada de por vida. Algunas piden prestadas pastillas y no las
o Una mujer se descompensó, le pegó sin motivo a una com-
, Alguien asegura que no tomaba la medicación. Las pastillas
Milizan, La medicación es un mensaje: si está mal la suben, si
n /a bajan, si tiene altibajos la mantienen. La medicación es
nuostro de cada día. Cuando las pacientes hablan de no inte-
Ir gus tratamientos, se refieren a no dejar las pastillas.
la dejamos hecha una seda, ironiza el Jefe de sala, dirigiéndo-
la rosidente que viene a visitar a una interna.
A mujer cuenta que en las entrevistas trata de no hamacarse
Ta villa para que no piensen que está enferma, se controla para
Arno quietita.
Tlaco días que no duerme, que no piensa, que no trabaja, que no
6. Cuando no hay lazo posible, viene el zarandeo químico.
Yo no soy agresiva, tomo las pastillas.
Kutas fabulas van para recordar que, entre los griegos el término
wrmakon (misterioso jugo de una planta) se empleaba para decir
ieina, veneno, cosmético. O para señalar que la medicación pue-
Inventar tiempo, a la vez que succionar la temporalidad. O para
Elinguir entre tomar la medicación y estar tomados por la medica-
0n O para decir que la promesa de aliviar el dolor, puede terminar
10 la condición humana.38
— — —
1N /Qué nignifica, si no, la eliminación o promoción química de sentimientos, sensacio-
1100, ¡dons? Una subjetividad sin angustias, miedos, tristezas, apatías ¿no se parece a
Wi humanidad cancelada? Cierto, se busca abrigo y amparo en medio de la tormen-
1. Pero, ¿qué significa un mundo sin turbulencias, sin intensidades, sin recuerdos?
ln riengo: que un programa de externación se asiente en la eficacia de una salida del
¿helorro manicomial envolviendo a los pacientes con modernas membranas químicas.
60 _ Marcolo
DS ——]——————————— g
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1). lEs coherente que quienes razonan que una crisis es consecuencia de un desbalan-
co químico indiquen equilibrar el organismo trastornado precisamente con quími-
cos. Muchos términos que se utilizan como hábito para describir situaciones de sub-
jetividad se corresponden mejor con narrativas neurobiolégicas del sufrimiento.
de otro modo. Me llena de precaución, respeto, dudas, preguntas,
problema radica en la voz abstracta y omnisciente de la tercera
sona. ¿Qué sucede al escribir en primera persona? No se esconde
lo que se está diciendo pertenece a quien lo dice. La primera pers
atrae la atención sobre el autor. Recuerda que su punto de vista,
observación, su perspectiva, son parciales. Ofrece una idea para ú
recibida no incondicional. Una exposición que no se disimula. Ul
opinión que no se oculta detrás del invisible dominio de la ciencia.
primera persona permite apelación. Pone en cuestión la idea de
tamen único, neutral, objetivo. La primera persona trastoca el ordei
de los documentos institucionales. Denuncia que toda decisión clíni
ca se autoriza en una conjetura insegura.
De lo que se concluye que, a veces, importa más el proceso de cons-
trucción de la historia que la historia misma.
Sin embargo, el empleo de la primera persona no es suficiente, ni
alcanza, ni es la única manera de sacudir el ideal irrefutable de las
opiniones consagradas. La primera persona podría tener un desvío
sentimentalista e infantilizado. No se trata de remplazar un tono as-
cético y anónimo por otro más familiar o escolar.
la revelación en la granja
N veinticinco huevos por semana. Los trabajos en la huerta
uron hace poco. Se crían ponedoras. Las gallinas hacen lo que
- Una de las pacientes de la cooperativa roba para vender
barntos. Una de las enfermeras le compra. El coordinador del
1, UN tipo que puso el director del hospital, dice que la pacien-
Conila tratamiento.
como algunos imaginan la psicología como sanción, disciplina-
Nto, esclarecimiento de todo.
Trabajo no se piensa como actividad para llenar el día. Traba-
10 sólo se opone al abandono, la apatía, la pasivización de los
IMurolópticos o la desaparición de los que permanecen sin hacer
ñin. No se reduce a la creación de un ambiente activo, solidario,
pular
I'rabajo significa espacio de conflictividad declarada. Potencia
ilinponible que se hace cuerpo como intensidad vivida ante un tes-
Ligo. El testigo es el otro de la conflictividad: los otros de la gran-
n, el coordinador, la idea de cooperativa, los clientes, el resto de
Irabajadores del hospital. Una conflictividad declarada espera
palabras.
El grupo no interesa, ahora, por sus dinámicas, simpatías, conspi-
raciones, espejos. Importa como límite. El otro más allá, fuera de al-
cance, testigo que está en otra parte. El otro garante de una palabra
insegura que hace que tenga que afirmarme en el decir, en el hacer,
en el testimonio.
Trabajo como experiencia de palabra. Espacio de transformacio-
nes que hablan. La inactividad es abstinencia de la palabra. Traba-
jo tejido de proximidad, de distancias, puente que une tanto como se-
para. Trabajo como despereza social. Como conexión mediada por las
gallinas, el mundo, el dinero.
40.A principios de 1900, Domingo Cabred propone estimular la actividad laboral res-
ponsable de los internados. Imagina una colonia de enfermos operarios. Sostiene
que cada alienado que trabaja tiene que cobrar una retribución.
64 — Marcelo Porcia
41. Dulce Suaya (2000) diseñó, entre nosotros, lo que denomina Historia Vital Labo-
ral. En estos años, trabajó con este instrumento en las experiencias que iniciamos
en los hospitales Esteves, Cabred y Korn.
42. Esta afirmación se encuentra de otro modo en Willy Apollon, Danielle Bergeron,
Lucie Cantin (1990), fundadores del centro “388” de Quebec.
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wobre la fortuna
A porsona que trabaja en el hospital leyó que un especialistn
relorma psiquiátrica italiana dijo que, según la Organización
Miinl de la Salud, el uno por ciento de la población del planeta su-
roblemas mentales graves. Hizo cálculos: Si, por ejemplo, en la
ad de Buenos Aires viven más de tres millones de personas, se
Bidera que treinta mil están enfermos. ¿Cuántos se internan en
Apitales psiquiátricos? Supongamos: entre hombres, mujeres, ni-
M, vigjos, exagerando, seis mil. Entonces: ¿dónde viven los veinti-
utro mil que faltan? ¡Andan sueltos por ahí... se las arreglan como
don... sobreviven...! El especialista también dijo que a los mani-
womios no llegan los más enfermos o peligrosos, sino los que no tie-
non fortuna.
La fábula muestra que, muchas veces, no hacer nada es una forma
e evitar lo peor.
La expresión “Por fortuna no me encerraron en un manicomio”
ununcia que el sujeto en cuestión tuvo suerte o que cuenta con dine-
10, respaldo familiar o con gente que lo ayuda.