Está en la página 1de 3

La locura de las instituciones: cárceles y

manicomios
Por Laura Martínez, estudiante de Psicología de la Universidad Icesi.  Séptimo semestre. Ensayo escrito en el
curso de “Fundamentos de Psicopatología”.

Hace unos años leí a Foucault y quedé impresionada con los relatos macabros acerca de lo que él
denominaba “el gran encierro”, pues parecían más un relato fantástico sacado de un cuento de Edgar Allan
Poe, que la crítica a la realidad de la época. Los manicomios siempre me han generado un interés especial.
Me llamaban la atención esos lúgubres lugares donde solían esconder a los locos, los “desechos humanos”
que la sociedad ha querido negar a lo largo de la historia. Pensé que algo así me iba a encontrar en la visita
que hicimos al HPUV (Hospital Psiquiátrico Universitario del Valle); estaba preparada para encontrarme con
locos por los corredores gritando, enfermeros usando todo tipo de torturas para calmar a los pacientes etc.

Pues bien, no fue esto lo que yo vi, sin embargo tampoco fueron sujetos lo que pude ver allá. Me encontré
que en ese hospital no hay personas, más bien tienen encerrados a unos seres apaciguados, atolondrados y
adormecidos, que medio deambulan por los pabellones. En la entrevista (que me pareció más una exposición
equina) sentí unas ganas infinitas de rescatar la palabra dormida de los “pacientes”, oír sus cuentos llenos de
anécdotas, historias de vida, rabias o frustraciones; yo sabía que podía encontrar todo esto si exploraba un
poco detrás de esas bombas de medicación.  Quise saber algo más aparte de las frías descripciones médicas
que hacían los psiquiatras; realmente me importaba muy poco el afecto plano, el color de sus zapatos o la
muy popular hipoquinesia (lentitud en los movimientos).

Pareciera que toda la vida de  las personas de las que estaban hablando hubiese estado limitada a su
trastorno y a su institucionalización, no se observaban rastros de su historia personal, de sus vínculos o de
rasgos de su identidad.  Pensé que tendría que haber otra manera de acercarse a estos “pacientes”, de
intervenir y rescatar su parte humana, diferente a la infame descripción médica. La medicina ha cometido el
grandísimo error de pensar que, así como un infarto es causado por una disfunción del musculo cardiaco, un
desorden mental debe ser causado por disfunción del cerebro. Por esta razón siguen buscando la cura
milagrosa, defienden a capa y espada el uso de medicamentos ante todo.
Alguien debería recordarles a los médicos la diferencia entre cura y calma, que ellos al calmar los síntomas no
están curando a la persona, principalmente porque a ellos poco les importa la persona que hay detrás de todo
esto. Estoy muy en desacuerdo del manejo que se les da a los pacientes psiquiátricos en los hospitales de
nuestra ciudad. Es hora de que empecemos a buscar opciones diferentes al encierro. Algo un poco más loco
que los psiquiátricos, es el tratamiento que se les da a los drogadictos. El eje de estos tratamientos está
centrado en despersonalizar al paciente y de no solucionar el verdadero conflicto de los sujetos. Observando
un poco los tratamientos de rehabilitación, vemos cómo la idea de un tratamiento mágico donde no haya
introspección o comprensión por parte del “intervenido”, no es algo que solo les  concierne a los psiquiatras.

Las cárceles, al igual que las instituciones manicomiales, tienen la particularidad de aniquilar al sujeto, de
hacer lo posible para que todo el que ahí ingresa pierda su identidad y adquiera una nueva, que es totalmente
moldeada a la conveniencia de la institución. La cárcel se me asemejó un poco más a las descripciones de
Foucault sobre el “gran encierro”. Las condiciones en las que tienen a las personas aprisionadas sobrepasan
los límites de la razón humana (esto es mucho más loco que los mismos presos).  ¿Quién no se va a
enloquecer con tanta inmundicia? El olor, las miradas perdidas y las caras de desesperanza facilitaron que me
transportara a un calabozo del siglo XII. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI  existan este tipo de
“basureros de sobras humanas” a tan solo unas cuadras de nuestras casas?

En la cárcel los presos nuevamente fueron mostrados como en “vitrina”, la semejanza con los zoológicos
humanos del S. XIX me produjo escalofríos. Nuevamente sentí una inmensa curiosidad por entender a las
personas “exhibidas”, sin embargo me negué a preguntarles cualquier cosa que pudiera empeorar la
situación. Entendí que cualquier sufrimiento (o trastorno) que ellos pudieran tener al ingresar a la cárcel,
estaba siendo empeorado por las prácticas de la misma institución. Caí en cuenta que estas son personas
que llevan años sin ver a sus familias, están encerrados en un guacal y hacinados como en un campo de
concentración. En estas condiciones ¿Quién no va a desarrollar cualquier trastorno? Sentí un fuerte impulso
de abrirles las puertas a estas personas para que recuperaran algo de lo poquito de personas que les queda.

Defiendo la posición de Galende sobre sacar del encierro de las instituciones patologizantes y de la
marginación de la sociedad a estos seres humanos (sobre todo a aquellos que necesitan ser comprendidos,
como los inimputables).

Después de las muy enriquecedoras visitas realizadas el pasado semestre, me he cuestionado fuertemente 
el cómo poderle ayudar a estas personas que en el fondo piden a gritos algo de comprensión. Entendí que la
mejor forma de ayudarlos no es estudiando pedazos de sus órganos nerviosos, o peleando contra la injusticia
del país (el problema de las cárceles es una cuestión jurídica que va más allá de lo psicológico). La visita de
Galende me ayudo un poco a recapacitar sobre el tema, pues me mostró que si hay otra forma de entender el
sufrimiento humano, que va mucho más allá de la química cerebral.

Galende, con su propuesta de cambiar el eje de la salud mental hoy e intentar a toda costa restablecer los
vínculos, me hizo mirar la posibilidad de hacer clínica: una clínica comprensiva que vaya más allá del síntoma,
que rescate a los sujetos y pueda mostrarles que no es necesario ese escape que les promete la psiquiatría
con la medicación. Propongo una mirada desprendida de los rótulos donde, la persona valga por lo que es o
porque lo que ha construido durante su vida (no por cumplir 4 de los 5 criterios del DSM IV). Habría que
cuestionar quienes son  más peligrosos, los locos o los presos que hay que tener encerrados, o ciertas ramas
de la psiquiatría que se han encargado de aniquilar e infantilizar personas que seguro de otra forma hubieran
podido re-establecer su vida. La infamia cometida por algunos psiquiatras no tiene nombre y por eso va
siendo hora de que abramos los ojos y propongamos intervenciones alternas.

Referencias:

Foucault, M(1996). Historia de la locura en la época clásica. Ciudad de México: FCE.

Galende, E. (2008). Psicofármacos y salud mental: la ilusión de no ser. Buenos Aires: Lugar.

Galende,E. (1994). Psicoanálisis y salud mental: para una crítica de la razón psiquiátrica. Buenos Aires:
Paidós.

Rating: 4.0/5 (2 votes cast)


Rating: +2 (from 2 votes)
La locura de las instituciones: cárceles y manicomios, 4.0 out of 5 based on 2 ratings
This entry was posted on Viernes, febrero 11th, 2011 at 19:47 and is filed under General. You can follow any responses to this entry
through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackbackfrom your own site.

One Response to “La locura de las instituciones: cárceles y


manicomios”
1. joselito Says: 
febrero 22nd, 2012 at 23:02

Se me ha olvidado decir, que históricamente existe una guerra abierta entre psicólogos y
psiquiatras, guerra que nunca ha hecho suya los pacientes, sí los profesionales. Los pacientes
necesitan todos los apoyos, como una mesa todas sus patas para su estabilidad, el día que los
profesionales entiendan que esto no es una guerra por ver quien es más necesario o imprescindible
y se entiendan ambas como partes de un tratamiento multidisciplinar, el día que se entiendan y
dejen sus diferencias, ese día, el paciente habrá ganado. Deseo añadir que mi opinión es una
opinión desde el lado de un familiar de un paciente de salud mental, totalmente objetiva y sin ánimo
de herir, más bien de hacer una reflexión sobre lo que el paciente realmente necesita, que es
complicidad y colaboración entre TODOS los profesionales que inciden en su tratamiento.

https://www.icesi.edu.co/blogs/psicologia/2011/02/11/la-locura-de-las-instituciones-
carceles-y-manicomios/

También podría gustarte