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LA LUCHA PARA ORAR
La habilidad de ganar la lucha contra la carne para orar se logra al tener un
mejor conocimiento de lo santo que es Dios.
La enseñanza de Jesús
Una de las formas en que podemos comenzar a tener una oración que permita
el autoexamen se puede ver en Mateo 6, donde Jesús nos da una pista sobre
cómo podemos hacer esto. En el versículo 9, Jesús da a los cristianos genuinos
la posibilidad de llamar a Dios, el creador de todas las cosas, nuestro Padre. Él
procede a decirnos que debemos orar diciendo, "santificado sea tu nombre",
que, en cierto sentido, tiene un significado de "aparta Tu santo nombre". En
otras palabras, está declarando que Su nombre sea honrado porque es santo,
puro y posee reverencia. Al escuchar esto, algunos podrían preguntar, pero
¿por qué tendríamos que declarar que Su nombre es santo si ya es santo? El
punto principal de esta declaración es que nosotros mismos debemos ser
santos antes de poder declarar que Dios es santo. Tal como nos recuerda
Levítico 11:44 y 1 Pedro 1:16, debemos ser, aún con todas nuestras
imperfecciones, lo más santos posible en oración ante Dios porque nuestro
Dios santo nos aparta para vivir de una manera que refleje Su santidad. De tal
manera como Dios es un Dios apartado y santo, así también nosotros debemos
estar apartados del pecado y ser santos ante Él, para poder siquiera atrevernos
a murmurar las palabras, “santificado sea Tu nombre”. Si queremos declarar
que el nombre de Dios es santificado, debemos orar para tener una actitud
adecuada hacia Dios porque Su carácter y autoridad son buenos y perfectos.
Por lo tanto, el primer paso para que el autoexamen sea factible, es ver la
distancia entre la santidad de Dios y nuestra pecaminosidad.
La lucha
Si no entendemos la distancia entre nuestra pecaminosidad y Su santidad,
¡siempre lucharemos para orar! Necesitamos darnos cuenta de que Él está
completamente apartado de nosotros como el agua y el aceite. Él es el epítome
de la pureza, hasta el punto en que nuestros ojos se vuelven ciegos al ver Su
hermosura y santidad. Dios posee una reverencia superior porque incluso
hombres como Abram se postraron sobre su rostro ante Él (Génesis 17: 3), y
hombres como Moisés ni siquiera podía pararse en tierra santa cuando estaba
hablando con Dios (Éxodo 3:5). Si olvidamos cuán santo es Dios, lucharemos
para orar. Peor aún, no confesaremos aquellas cosas que surgen de nuestros
corazones cuando se comparan con Su santidad.
¿Qué elegirás hacer ahora mismo? ¿Qué elegirás hacer hoy? La carne es débil,
pero el espíritu está dispuesto (Mat. 26:41). En tu lucha por orar, con un
corazón humilde entra a un tiempo de auto examinación, piensa en la santidad
de Dios y confiesa tus pecados. Deja que hoy sea el día donde derrotas la
carne y oras.