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La Lucha para orar Como romper cadenas

y apartarnos para Dios

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LA LUCHA PARA ORAR
La habilidad de ganar la lucha contra la carne para orar se logra al tener un
mejor conocimiento de lo santo que es Dios.

El deseo de un cristiano genuino es el de crecer en su tiempo de oración. Sin


embargo, la batalla espiritual más grande que enfrenta ocurre justo antes de
postrarse a orar. Con solo una distracción que entre a la mente como una
pequeña gota de lluvia que cae por el techo, nuestra disposición a sentarnos a
Sus pies puede desvanecerse instantáneamente. Incluso las distracciones
piadosas, como responder a una llamada o un mensaje de texto para ayudar a
un cristiano, pueden quitar nuestro deseo de orar. Hay ocasiones en las que, es
más fácil escuchar predicas y leer libros cristianos que orar. Elegimos lo que
es fácil y la oración no es fácil. La lucha para orar es algo con lo que todos
hemos lidiado.

¿Por qué es tan difícil orar?


Una de las principales razones por las que es tan difícil orar es porque primero
es necesario hacer una auto examinación. Esta disección del corazón ante Dios
requiere que Él nos muestre lo que nosotros no podemos ver en nosotros
mismos. Es necesaria la honestidad y una profunda humildad para decir:
"Dios, dejaré mi orgullo. Dejaré mi frialdad y desamor, mi ansiedad y
desconfianza, mi irritabilidad y rabia hacia los demás". Precisa palabras duras
como: "Dios, ya no siento Tu presencia ni puedo sentir Tu amor, porque he
amado mi ego, mi "yo" y mis deseos más que a Ti y más que a mi prójimo ".
La auto examinación requiere poner a los pies de Jesús todos aquellos
pensamientos, sentimientos y decisiones pecaminosas y oscuras que no
agradan a Dios. Hacer estas cosas no es fácil, pero son necesarias para lograr
una confesión y un arrepentimiento genuino.

La enseñanza de Jesús
Una de las formas en que podemos comenzar a tener una oración que permita
el autoexamen se puede ver en Mateo 6, donde Jesús nos da una pista sobre
cómo podemos hacer esto. En el versículo 9, Jesús da a los cristianos genuinos
la posibilidad de llamar a Dios, el creador de todas las cosas, nuestro Padre. Él
procede a decirnos que debemos orar diciendo, "santificado sea tu nombre",
que, en cierto sentido, tiene un significado de "aparta Tu santo nombre". En
otras palabras, está declarando que Su nombre sea honrado porque es santo,
puro y posee reverencia. Al escuchar esto, algunos podrían preguntar, pero
¿por qué tendríamos que declarar que Su nombre es santo si ya es santo? El
punto principal de esta declaración es que nosotros mismos debemos ser
santos antes de poder declarar que Dios es santo. Tal como nos recuerda
Levítico 11:44 y 1 Pedro 1:16, debemos ser, aún con todas nuestras
imperfecciones, lo más santos posible en oración ante Dios porque nuestro
Dios santo nos aparta para vivir de una manera que refleje Su santidad. De tal
manera como Dios es un Dios apartado y santo, así también nosotros debemos
estar apartados del pecado y ser santos ante Él, para poder siquiera atrevernos
a murmurar las palabras, “santificado sea Tu nombre”. Si queremos declarar
que el nombre de Dios es santificado, debemos orar para tener una actitud
adecuada hacia Dios porque Su carácter y autoridad son buenos y perfectos.
Por lo tanto, el primer paso para que el autoexamen sea factible, es ver la
distancia entre la santidad de Dios y nuestra pecaminosidad.

La lucha
Si no entendemos la distancia entre nuestra pecaminosidad y Su santidad,
¡siempre lucharemos para orar! Necesitamos darnos cuenta de que Él está
completamente apartado de nosotros como el agua y el aceite. Él es el epítome
de la pureza, hasta el punto en que nuestros ojos se vuelven ciegos al ver Su
hermosura y santidad. Dios posee una reverencia superior porque incluso
hombres como Abram se postraron sobre su rostro ante Él (Génesis 17: 3), y
hombres como Moisés ni siquiera podía pararse en tierra santa cuando estaba
hablando con Dios (Éxodo 3:5). Si olvidamos cuán santo es Dios, lucharemos
para orar. Peor aún, no confesaremos aquellas cosas que surgen de nuestros
corazones cuando se comparan con Su santidad.

La lucha para orar y hacer un buen autoexamen no radica principalmente en


técnicas específicas de oración que creemos que agradan a Dios. No es una
oración diaria de obligación lo que nos hace orar mejor. La habilidad de
ganar la lucha contra la carne para orar se logra al tener un mejor
conocimiento de lo santo que es Dios. Cuando comprendamos esto,
comenzaremos a ver y a sentir las expectativas que Dios tiene de nosotros.
Comprenderemos la necesidad de vivir una vida santa y piadosa y, por lo
tanto, no difamar Su santo nombre. La comprensión de que Dios sí es santo,
permite abrir la puerta de la auto examinación.
Si examinas tus pensamientos estos últimos días, ¿a dónde se han dirigido
esos pensamientos? ¿Se han dirigido hacia lo glorioso que es Dios, o a lo
grande que eres o deberías ser tú? Déjame preguntarte: ¿Has deseado ser un
cristiano humilde y piadoso, pero no has tomado la iniciativa de luchar contra
tu carne para orar? O, aún más, debido a esto, ¿has estado actuando como un
cristiano humilde y piadoso mostrando al mundo cómo estás ocupado
haciendo la obra de Dios, pero no has tomado la iniciativa ni siquiera de
confesar tus pecados en una auto examinación? Tu vida privada con Dios es
extremadamente importante porque cualquier cristiano puede ser fiel, humilde
y gozoso en la presencia de otros, pero puede dejar de ser fiel, humilde y
gozoso en la presencia de Dios. Los cristianos pueden hablar mucho de cómo
Dios los ha bendecido y cómo aman al Señor, pero si no oran, son como un
pez sin aliento en la orilla que necesita la verdadera fuente de agua de vida.
¿Estás respirando porque vas al agua viva, Jesucristo? ¿O te estás asfixiando
porque todavía estás luchando para orar?

¿Qué elegirás hacer ahora mismo? ¿Qué elegirás hacer hoy? La carne es débil,
pero el espíritu está dispuesto (Mat. 26:41). En tu lucha por orar, con un
corazón humilde entra a un tiempo de auto examinación, piensa en la santidad
de Dios y confiesa tus pecados. Deja que hoy sea el día donde derrotas la
carne y oras.

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