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¡ardí Nin a Fenol! tdirs.

)
La ncurociencia parece estar d elim itando de form a -quizás- inevitable
las fronteras del conocim iento h u m an o de la realidad, constatación
que está influyendo ya decisivam ente en el estu d io del proceso judicial.
A ctualm ente e s obligado sa b er q u é es la l’M RI. o resonancia m agnética Neurociencia
funcional por im ágenes, p ara c o n o cer los últim os avances p ráctico s -es
y proceso judicial

A fíchele
dilicil decir teóricos- ta n to en m ateria p ro b ato ria com o en la e la b o ra ­
ción del juicio jurisdiccional. Hoy en día podem os averiguar aspectos
relevantes para el juicio q u e h asta ayer m ism o eran ciencia ficción.

Está com enzando a d eterm in arse, por ejem plo, si la configuración o r­


gánica cerebral de una persona le ha llevado, n o ya a co m eter un delito,
sino a actuar de una determ in ad a m anera, lo q u e encierra ventajas
enorm es, pcio tam bién riesgos igual de relevantes. Tam bién em pieza
a ser posible averiguar el g rad o d e su frim iento aním ico de una vícti­
m a. lo q u e resulta esencial e n el cálculo de los daños m orales. A sim is­ Michele Taniffo
m o hay quien investiga, con esta técnica, en el cam po de la detección
de m entiras. A unque esto últim o todavía está lejos d e se r una reali­ Iordi Nieva Fenoll (dirs.)
dad científica, se vislum bra que existe, al m enos, cie rto cam ino por
recorrer.

El p resente libro ab o rd a todas esas cuestiones, ju n to a las no m enos

Neurociencia y proceso judicial


im p o rtan tes en to m o al estu d io d e la voluntad hum ana, determ in an te
p ara la propia existencia del D erecho, así com o a la puesta en cuestión
de las no cio res hab itu ales de im parcialidad o valoración d e la prueba,
en tre otras.

E n definitiva, se a b re una nueva fase e n el estu d io del enjuiciam ien­


to con la que todos los juristas, inevitablem ente, nos tendrem os que
enfrentar. P e hecho, com o seres hum anos, ya nos enfrentam os con la
m ism a, aunque sin ser conscientes de ello.

P a la b ra s clave: fM RI; prueba; voluntad; libertad; imparcialidad.

* * 4*

# # # Marcial
Pons
MICHELE TARUFFO
JORDI NIEVA FENOLL
(Dirs.)

NEUROCIENCIA
Y PROCESO JUDICIAL

Marcial Pons
MADRID | BARCELONA | BUENOS AIRES | SAO PAULO
2013
ÍN D IC E

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de


los titulares del «Copyright», bajo las sanciones establecidas en las PRESENTACIÓN, por Jordi Nieva Fenoll..............................
leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio
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mático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o prés­
tamo públicos. LES, por Michele Taruffo ....................................................
BIBLIOGRAFÍA..........................................................................

¿LA TERCERA HUMILLACIÓN? (SOBRE NEUROCIEN-


CIA, FILOSOFÍA Y LIBRE ALBEDRÍO), por Daniel
González Lagier...................................................................
BIBLIOGRAFÍA..........................................................................
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© MARCIAL PONS NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA, DERECHO Y PRO­
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Polígono E l Nogal
Río Tiétar, 24, 28110 Algete (Madrid) A) Enjuiciam iento............................................................
MADRID, 2013 B) Neurotecnología como medio probatorio.................
8 9
índice índice

Pág.
Pág.
C) Prueba de testigos........................................................ 68 2. EL DERECHO PENAL Y LA DIMENSIÓN PROBATO­
D) Uso del polígrafo o detector de m entiras.................. 70 RIA ......................................................................................... 111
E) Obtención de pruebas por vías antiéticas................ 74 3. LA ENTRADA DE LA EVIDENCIA CIENTÍFICA EN
F) Consecuencias prácticas de la aplicación de la neu- LOS PROCESOS PENALES. BUSCANDO CRITERIOS
rociencia en el proceso................................................ 76 ORIENTADORES EN LA ERA POST-DAUBERT............ 114
4. BIBLIOGRAFÍA.................................................................... 80
A) La prueba científica «nueva» y el régimen de admisi­
bilidad............................................................................ 116
LA PRUEBA DEL DOLOR, por Joan Picó i Junoy............... 83 B) ¿Cuáles son los criterios para la admisión de la
prueba neurocientífica?............................................... 121
1. CONCEPTO DE DOLOR Y SU CARÁCTER SUBJETIVO.
PRECISIONES TERMINOLÓGICAS................................ 83 4. LA PRUEBA CIENTÍFICA Y EL CONTRADICTORIO: EL
LEGADO DE LA SENTENCIA FRANZESE..................... 128
2. HACIA LA «OBJETIVACIÓN» DEL DOLOR............................85
5. EL USO DE «PARTE» DEL SABER NEUROCIENTÍFI-
3. LA PRUEBA DEL DOLOR.................................................. ........88 CO. EL PROBLEMA DE LA RESPONSABILIDAD PE­
4. REFLEXIÓN FINAL........................................................... ........95 NAL DEL PERITO............................................................... 129
5. BIBLIOGRAFÍA............................................................................96 6. CONCLUSIONES................................................................. 134
7. BIBLIOGRAFÍA.................................................................... 137
COMPLEJIDAD DE LA PRUEBA EN LOS PROCESOS
POR DEMENCIA. DIAGNÓSTICO, PRONÓSTICO Y ¿REFUTAN LAS IDEAS DE LA NEUROCIENCIA EL CON­
SEGUIMIENTO, por Eduardo Oteiza................................ 97 CEPTO DE CULPABILIDAD DEL § 20 DEL CÓDIGO
PENAL?, por Bettina Beifier................................................. 145
1. SEGURIDADES E INCERTIDUMBRES SEGÚN EL
TIPO DE ENFERMEDAD MENTAL................................. 97 1. EL «PROBLEMA»............................................................... 146
2. DUALISMO, MATERIALISMO Y FUNCIONALISMO EN 2. POSIBLES SOLUCIONES.................................................. 147
SU RELACIÓN CON LA PRUEBA EN PROCESOS DE 3. LA CAPACIDAD DE CULPABILIDAD (IMPUTABILI-
DEMENCIA.......................................................................... 100 DAD) SEGÚN EL § 20 DEL CÓDIGO PENAL.................. 148
3. LOS PRINCIPIOS INTERNACIONALES SOBRE EN­ A) Perturbaciones psíquicas según el § 20 del Código
FERMEDADES MENTALES.............................................. 102 Penal.............................................................................. 149
4. ALGUNOS ESTÁNDARES DESARROLLADOS POR B) Los componentes de la capacidad de entendimiento
LOS TRIBUNALES TRANSNACIONALES DE PROTEC­ y de la capacidad de autocontrol............................... 151
CIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS.......................... 104 a) La capacidad de entendimiento.......................... 151
b) La capacidad de autocontrol............................... 154
5. REFLEXIONES SOBRE LA NEUROCIENCIA Y SUS c) La voluntad y la capacidad de autocontrol....... 155
APORTES A LA PRUEBA DE HECHOS VINCULADOS A
PADECIMIENTOS MENTALES......................................... 106 c. 1) ¿Es posible actuar de otro modo?............ ....... 155
c.2) ¿Culpabilidad por el carácter?.......................... 157
6. BIBLIOGRAFÍA.................................................................... 107 c.3) ¿Propensión Normativa?..................................158
c.4) Objeciones estructurales contra los men­
NEUROCIENCIAS Y DERECHO PENAL DESDE EL cionados planteamientos..................................160
PRISMA DE LA DIMENSIÓN PROCESAL, y or AlesSan­ d) Una propuesta: el § 20 del Código Penal como
dro Corda................................................................................ 109 una asignación normativa de responsabilida­
1. INTRODUCCIÓN................................................................. 109 des .......................................................................... 161
10 índice

Pág.
4. CONCLUSIÓN: CÓMO SE PODRÍA FUNDAMENTAR
LA CULPABILIDAD............................................................. ..... 164
5. BIBLIOGRAFÍA......................................................................... 165

PROCESO JUDICIAL Y NEUROCIENCIA: UNA REVI­


SIÓN CONCEPTUAL DEL DERECHO PROCESAL, por
Jordi Nieva Fenoll.........................................................................169
1. INTRODUCCIÓN.......................................................................169
2. LA IMPARCIALIDAD JUDICIAL.............................................. 171
3. LA JURISPRUDENCIA Y LOS CAMBIOS DE CRITE­
PRESENTACIÓN
RIO ............................................................................................... 174
4. LA VALORACIÓN DE LA PRUEBA................................... ...... 176
5. LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA.................................. ...... 178
6. LAS ALEGACIONES DE LAS PARTES Y EL DERECHO Si algo ha gestado este libro ha sido, no sólo la complici­
A LA TUTELA JUDICIAL EFECTIVA................................ .......180 dad científica entre varios de sus autores, sino por encima de
7. BIBLIOGRAFÍA...........................................................................183 todo la afición a las ciencias naturales y a la Filosofía que,
aparte de al Derecho, compartimos varios de los firmantes de
esta obra.
Fruto de esa afición, salió a colación el novedoso tema de
la «neurociencia» en una conversación que mantuve en mar­
zo de 2012 con Michele T aruffo. Me contaba el insigne proce-
salista que hacía tiempo que estaba dándole vueltas al tema y
a su relación con el proceso judicial, hallándose en plena la­
bor de documentación y lectura con diversos libros y artículos
que había podido localizar.
Lo que yo mismo había oído hasta entonces sobre la m ate­
ria estaba más relacionado con la Psicología y con el Derecho
penal, pero el objeto de estudio que sugería el profesor Ta­
ru ffo era sumamente interesante. Es por ello por lo que, con
la generosa colaboración de los amigos del Departamento de
Derecho penal —en particular de Mirentxu Corcoy Bedaso-
lo—, le invitamos a im partir una conferencia sobre la cues­
tión en la Facultad de Derecho de la Universidad de Barcelo­
na, que tuvo lugar el 9 de mayo de 2012. Dispusimos un
formato reducido, estilo seminario, fundamentalmente para
profesores y postgraduados, con el objeto de favorecer el de­
bate posterior.
12 Presentación 13
Jordi Nieva Fenoll

Créame el lector que no exagero en absoluto si afirmo que la auténtica neurociencia a la «neurofilosofía», lo cual es evi­
fue innegablemente histórica dicha conferencia. Aquella m a­ tado, no sólo por el propio M olina, sino también por el muy
ñana, en poco más de treinta minutos, Michele T aru ffo había erudito estudio de Daniel G onzález L agier, que descubre a la
conseguido inform ar brillantem ente a su auditorio y generar perfección las tram pas retóricas y arguméntales de no pocos
m ultitud de preguntas, inquietudes y algunas sorpresas inclu­ de esos pseudocientíficos, que sólo parecen tener un ánimo
so, que se manifestaron en el debate. Nunca antes un procesa- crematístico con la exposición de falsas conclusiones impac­
lista había expuesto en España —ni probablemente en la tantes, que quizás tengan más sentido en la copiosa literatura
mayoría de lugares— las conclusiones que manifestó T a ru ffo de la llamada «autoayuda».
en aquel seminario. Las mismas han quedado reflejadas en su
trabajo publicado en este libro. El fructífero debate que se También se recoge en el libro una trascendente vía de in­
generó, continuó en el almuerzo posterior con el ponente y vestigación: las manifestaciones de la neurociencia en m ate­
con su esposa Cristina De M aglie. Y tam bién con Jordi Fe- ria de prueba, que quedan a cargo de Joan Picó i Junoy, de
r r e r B e ltrá n , que tuvo la gentileza de acompañarnos y con­ Eduardo O teiza y de Alessandro Corda. E s posible que sea en
este terreno en el que en el futuro debamos fijarnos más, so­
tribuir con sus sugerentes ideas a seguir alimentando la dis­
cusión. En un momento del almuerzo, toda esta acumulación bre todo habida cuenta del impacto en el proceso judicial que,
de pensamientos y acontecimientos le hicieron concebir a en varios sentidos, podría llegar a tener en un futuro la im a­
Michele la idea de este libro, que reuniría una serie de traba­ gen por resonancia magnética funcional (fMRI). De momen­
jos en su mayoría intencionadam ente breves, con el fin de to, los resultados son decepcionantes en cuanto a la ansiada
exponer con sencillez los puntos más relevantes de la discu­ detección de la m entira en las declaraciones de personas, pero
sión. Todos los allí presentes decidimos impulsar, de un modo son prometedores a la hora de determ inar la intensidad del
u otro, este proyecto. dolor sufrido por cada persona como fruto de una lesión físi­
ca o de un traum a psicológico, o el cálculo preciso de las dis­
Posteriormente im partí una conferencia el 27 de septiem­ capacidades funcionales que sufre una persona con daños
bre del mismo año, también en la Universidad de Barcelona, cerebrales. Todo ello podría apuntar a que, en un futuro, es
sobre el proceso judicial y la neurociencia, en el marco de un posible que, por fin, la cuantificación de los «daños morales»
congreso sobre «neurociencia y sistem a penal». La inquietud no sea, ni mucho menos, una quim era como lo es ahora.
que debió de sentir Michele antes de esa prim era conferencia
me invadió entonces a mí, aunque tenía la indudable ventaja No obstante, la conclusión probablemente más inquietan­
de no ser ya el primero en disertar sobre esta cuestión. Se te de los «neurofilósofos» es la siguiente: si resulta que el ce­
trataba de abordar un tema completamente nuevo y, creo que rebro parece «pensar» por sí solo, dado que la reacción que se
razonablemente, sentía un gran tem or por la reacción de los detecta en el cerebro de un sujeto parece ser previa a la sensa­
asistentes. Había trabajado mis conclusiones —publicadas ción de voluntad de dicho sujeto a la hora de ejecutar una
ahora en este libro—, pero los resultados a que había llegado acción, en realidad el ser hum ano no sería responsable. El
eran tan sorprendentes que me hacían dudar de que realm en­ individuo no sería más que una m arioneta en manos de su
te tuvieran los fundamentos y méritos suficientes para poder cerebro, precondicionado por el mismo y sus decisiones inde­
ser expuestos en público. pendientes. Ello provocaría el fin de la noción de responsabi­
lidad, porque desaparecería al mismo tiempo el concepto de
Observé, por el debate que se produjo tras mi intervención, «voluntad», con lo cual se acabaría el Derecho penal —si no
que el tem a era de auténtico interés, como ya me había adver­ todo el Derecho— y muy probablemente la propia Psicología.
tido bastantes meses antes René M olina, otro de los partici­
pantes en este libro, que ha realizado un muy cuidado estudio El trabajo de Bettina W eiRer desmiente todo lo anterior
que com pendia lo mejor que ha dado de sí la doctrina sobre la con sólidos argumentos que, tam bién desde su planteam ien­
materia, que ha sido num erosa y no siempre auténticamente to, descubren lo absurdo de las afirmaciones del párrafo ante­
científica. En el estudio neurocientífico es muy fácil pasar de rior, incluso asumiendo la conclusión de partida.
14
Jordi Nieva Fenoll

En suma, los trabajos contenidos en este libro abren una


ventana, más que hacia el futuro, hacia nuestro inmediato
presente. Abordan desde muy diversas perspectivas un tema
inédito en la literatura procesal, y sientan las bases para su
tratam iento futuro, lejos de cualquier elucubración fantasio­
sa, aprovechando lo mucho que tiene de útil la ciencia del
cerebro. Se demuestra, de nuevo, que la transversalidad, el
salir de la cam pana artificial de nuestra propia especialidad,
no hace más que generar ideas y más ideas que contribuyen,
como debiera todo estudio, a la evolución hum ana a través
del intercambio de conocimientos, que ha sido lo que real­
mente nos ha hecho crecer históricamente como especie.
Barcelona, 17 de abril de 2013 PROCESO Y NEUROCIENCIA
Jordi N ieva F enoll ASPECTOS GENERALES
Catedrático de Derecho Procesal
Universidad de Barcelona Michele T aru ffo
Profesor ordinario de Derecho Procesal
Universidad de Pavía

1. En los últim os años, la neurociencia ha desarrollado


una serie de m étodos cada vez m ás sofisticados de investiga­
ción para analizar la estructura y funcionam iento del cerebro.
Esta perspectiva está experim entando un rápido desarrollo y
una extensión cada vez mayor. De la ya extensa bibliografía
sobre el tem a se deduce qLie estos m étodos tienen Lina base
científica sólida, y por tanto, desde el punto de vista de s l i
posible utilización com o pm eb a en el proceso, se puede decir
qLie no surge el problem a principal qLie afecta a las llam adas
pruebas científicas y técnicas forenses de investigación, es
decir, la eventualidad de qLie estén desprovistas de una efecti­
va validez científica. En este sentido, por tanto, parece indu­
dable que las técnicas de investigación desarrolladas en el
ám bito de las neurociencias son, en principio, adm isibles
como instrum entos de conocim iento en el ám bito de cual­
quier tipo de proceso.
El problem a con el em pleo procesal de estos m étodos es
otro, y se refiere a la determ inación de su efectiva relevancia
p ara la declaración de los hechos que son objeto de prueba y
decisión en el juicio. En otras palabras, se trata de establecer
16 Proceso y neurociencia. Aspectos generales 17
Míe hele Taruffo

si, cuándo y en qué condiciones, las neurociencias proporcio­ ción de la intensidad de dicho dolor. Probablem ente se podría
nan conocimientos e informaciones utilizables como prueba suponer una especie de analogía entre el daño físico y el dolor,
en juicio, es decir, como instrum entos para establecer la ver­ aunque sólo sea desde el punto de vista de su resarcibilidad.
dad o falsedad de enunciados relativos a hechos relevantes También una determ inación precisa del dolor y de su intensi­
para la decisión. En una prim era aproximación, probable­ dad, con m étodos elaborados por las neurociencias, podrían
mente se puede decir que a veces eso sucede, pero que en establecer con relativa certeza que el dolor existe realm ente y
realidad hay muchas situaciones dudosas, y también diversas en qué nivel, superando las dudas que pudieran surgir de la
situaciones en las que la demanda de un uso probatorio de las sim ple declaración de la persona en cuestión o por los sim ­
neurociencias parece infundada. En estas situaciones, —qui­ ples indicios externos valorados según las máximas de la ex­
zás valga la pena repetirlo— lo que se pone en cuestión no es periencia.
la cientificidad de estas ciencias y de los métodos que em ­
plean. Lo que se pone en duda es su capacidad para determ i­ 3. El problema se complica notablemente si se trata de
nar la decisión sobre un hecho relevante de la causa. establecer si una lesión cerebral —de cualquier naturaleza—
determ ina o ha determinado el comportamiento de un sujeto.
2. Para resolver el problema del modo formulado, es En algunos casos, el problema se resuelve con relativa facili­
oportuno examinar por separado algunas situaciones en las dad. Si se trata, por ejemplo, de establecer que Ticio no puede
que dicho problema se plantea en términos muy diferentes, tal mover un brazo, o no puede hablar, a causa de una lesión
y como son también diferentes las respuestas relativas a la existente en áreas del cerebro que regulan estos com porta­
posibilidad de un efectivo uso probatorio de las neurociencias. mientos, la cuestión puede ser resuelta con una investigación
neurocientífica. Las dificultades nacen, sin embargo, cuando
Comenzando por un caso relativamente simple, se puede el problema no consiste en determ inar si un comportamiento
suponer que un proceso civil está dispuesto para declarar que físico es el resultado de una lesión cerebral, sino si la lesión
Ticio ha sufrido una lesión cerebral debido a un accidente, y incide sobre la voluntad del sujeto y, por tanto, sobre los com­
que en el juicio se deba establecer la naturaleza y la gravedad portamientos que dependen de tal voluntad.
de esta lesión, así como la naturaleza y la gravedad de sus
efectos, a los fines de la determinación del resarcimiento del También en este punto pueden ser útiles algunos ejemplos.
daño. Una declaración de este tipo se inscribe plenamente en
el ámbito de lo que las técnicas de investigación que ofrecen En un proceso civil sucede con frecuencia que se debe de­
las neurociencias pueden determ inar con precisión y con un term inar si un sujeto era capaz de entender y querer en un
momento determ inado (por ejemplo, cuando redactó un tes­
alto grado de fiabilidad. Incluso se podría decir que en casos
tam ento o ha formalizado otro acto para el que se requería tal
como éste la «prueba neurocientífica» representa un instru­
capacidad). Es muy dudoso que las neurociencias puedan
mento cognitivo privilegiado, y perm ite determ inar la deci­
sión sobre los hechos de la causa. Por supuesto, es el juez —y proporcionar resultados útiles para la solución de este proble­
ma, incluso pudiendo proporcionar datos relativos al funcio­
no el neurocientífico— quien tiene la tarea de establecer las
consecuencias jurídicas de los hechos que se declaran de esta namiento del cerebro del sujeto, por diversas razones. La pri­
manera, es decir, la responsabilidad por el daño causado y la mera de estas razones estriba en que en el cerebro no existe un
cuantía del resarcimiento. «área de la capacidad» cuyo funcionamiento pueda verificarse
para establecer si es «normal», o se identifican anomalías de
Con alguna adaptación, teniendo en cuenta el hecho de entidad suficiente como para concluir que el sujeto es incapaz.
que en este área las técnicas de investigación todavía están en Otra razón es que los tests neurocientíficos describen la situa­
vías de perfeccionamiento y subsisten incertidum bres acerca ción del sujeto en el m om ento en que se llevan a cabo dichos
de su fiabilidad, se podría extender su ám bito a la determ ina­ tests, pero no proporcionan ninguna prueba del pasado. En la
ción del dolor que un sujeto padece a consecuencia de cual­ mejor de las hipótesis —pero no siempre— los tests pueden
quier causa (física, o quizás incluso psíquica), y a la evalua­ proporcionar algún elemento «actual» que puede ser útil para
18 Michele Taruffo Proceso y neurociencia. Aspectos generales 19

la reconstrucción del pasado: por ejemplo, si se observa que gación de las neurociencias pueden tener en el ámbito del
existe un tum or cerebral que elimina por completo la capaci­ Derecho penal, es decir, la posibilidad de utilizar las pruebas
dad del sujeto, puede deducirse que el tum or probablemente neurocientíficas en el proceso penal. La premisa fundamental
ya existía en un momento precedente y que, por tanto, tam ­ es que el Derecho penal se ocupa solamente de com porta­
bién en aquel momento el sujeto era incapaz. Sin embargo, mientos voluntarios y vincula a la voluntad del sujeto su culpa
ésta es una infei encía que en algunos casos puede tener utili­ y, por tanto, la responsabilidad de la infracción. Esta voluntad
dad probatoria, pero que viene eventualmente formulada por debe ser probada en juicio. Esto sucede en numerosas situa­
el juez sobre la base de información proporcionada por el ciones: basta pensar en la premeditación, en el dolo genérico,
análisis neurocientífico. No obstante, sigue siendo válido el el dolo específico, y en el dolo eventual (que, de acuerdo con
hecho de que la determinación de la incapacidad de entender una concepción generalizada, implica la predicción del culpa­
y de querer es un problema jurídico, no un problema científi­ ble del efecto de su com portamiento y la aceptación de riesgo
co: es el juez quien debe valorar las informaciones sobre el de que tal efecto se produzca en la realidad).
estado del cerebro del sujeto para determ inar si éstas sirven
para calificar al sujeto como incapaz de entender y de querer El problema planteado por algunos teóricos de la neuro­
sobre la base de las normas que se refieren a esta situación. ciencia hace referencia, por ejemplo, a la eventualidad de que
una lesión cerebral determ ine un comportamiento delictivo,
Un caso análogo en muchos aspectos se produce cuando eliminando o reduciendo de forma apreciable la voluntarie­
uno se pregunta si los hallazgos relacionados con el cerebro dad de tal comportamiento. En este caso, la determ inación de
de un sujeto pueden ser útiles para determ inar si existía un la lesión debería ser decisiva —se dice— a los efectos de la
vicio de la voluntad en el momento de la celebración de un declaración de culpabilidad del imputado. Es dudoso, sin em­
contrato. Puede suceder que estos resultados señalen que hoy bargo, cuál debería ser la relevancia de este resultado en rela­
el estado del cerebro del sujeto excluye la posibilidad de que ción con sus consecuencias jurídicas: algunos dicen que se
este en disposición de manifestar una voluntad contractual, y debe excluir del todo la culpabilidad, y por tanto la responsa­
también puede suceder que ello permita form ular una infe­ bilidad penal del sujeto, mientras que otros creen que la de­
rencia acerca de su estado cerebral en el m omento de la cele­ terminación de la lesión no excluye la responsabilidad, pero
bración del contrato. Sin embargo, ello llevaría a excluir lo debe ser tenida en cuenta a los efectos de una eventual reduc­
que en Derecho se define como voluntariedad del acto. Si, por ción de la pena.
el contrario, se parte de la premisa de que el acto fue volunta­
rio, no existen pruebas neurocientíficas que perm itan estable­ Sin embargo, existe una concepción de orden más general,
cer si aquel acto (es decir, la manifestación del consentimien­ según la cual no tendría sentido hablar de voluntariedad del
to en la formalización del contrato) fue el resultado de un comportamiento criminal, ya que esto sería simplemente un
error, de dolo o de violencia, es decir, si estuvo o no viciada la efecto determinado por la actividad neuronal de una parte del
voluntad del sujeto. Incluso en este sentido no se puede supo­ cerebro, por lo que no tendría sentido hacer una distinción
ner que en el cerebro exista una «zona del error» en la que las entre comportamientos voluntarios e involuntarios. En otras
neuronas se activan cuando el sujeto expresa un consenti­ palabras, siendo sustancialmente involuntarios todos los
miento basado en una falsa representación de lo que constitu­ comportamientos, en tanto que deteiminados por la actividad
ye el objeto del contrato. Parece evidente, en efecto, que las neuronal, no tendrían sentido todas las categorías penalistas
técnicas neui ocien tíficas de investigación no dan informacio­ que —como se mencionó— se basan en la voluntariedad de la
nes directas sobre la consciencia y el conocimiento, no «foto­ conducta criminal, en la consciencia y, por tanto, en la res­
grafían» los procesos cognitivos del cerebro, sino que sola­ ponsabilidad del sujeto. Se entiende fácilmente que en esta
mente proporcionan reconstrucciones hipotéticas. perspectiva perderían sentido algunos conceptos fundam en­
tales del Derecho penal, que en consecuencia serían reconfi-
4. Un tema ampliamente debatido, y de gran im portan­ gurados ab imis. Sería dudoso, en sustancia, que todavía se
cia, hace referencia a la incidencia que las técnicas de investi- pueda sancionar cualquier comportamiento prescindiendo de
20 Michele Taruffo Proceso y neurociencia. Aspectos generales 21

la responsabilidad de su autor, o que se deba incluso renun­ ser útil en muchos contextos, y no sólo en el ámbito procesal.
ciar al Derecho penal actual, o que deba inventarse un Dere­ Es notorio, por otra parte, que desde hace por lo menos un
cho penal «del efecto» que sancione —a través de una suerte siglo se discute sobre la fiabilidad de los diversos detectores
de «responsabilidad objetiva»— simplemente el com porta­ de mentiras, sueros de la verdad y técnicas como la hipnosis,
miento, tomando por base las consecuencias que ha produci­ dirigida a «descubrir la mentira» en las declaraciones de las
do, pero sin tener en cuenta la condición subjetiva del autor. personas. En general, estos métodos se han considerado in­
fundados, pero evidentemente esto no impide que se continúe
Cabe señalar, sin embargo, que existen fuertes dudas sobre —a veces de m anera obsesiva— buscando la creación de la
la fundamentación de estas conclusiones. Por un lado, debe «máquina de la verdad». Desde el punto de vista de sus segui­
destacarse que en el cerebro no existe una «zona de la respon­ dores, de hecho, el fMRI sería el detector de mentiras ideal, ya
sabilidad» en la que una particular dinámica de las conexio­ que estaría en disposición de descubrir la m entira identifican­
nes neuronales determine un comportamiento criminal. Por do directam ente en el cerebro las reacciones específicas que
consiguiente, o se elimina del Derecho penal el concepto de
serían una señal inequívoca.
responsabilidad «subjetiva», con todas las relevantísimas
consecuencias que ello comportaría, o —más sencillamente— Por otro lado, de esta m anera se da por sentada una prem i­
se concluye que las neurociencias no tienen nada significativo sa del método que —sin embargo— plantea muchas dudas
que decir acerca de estos problemas. Por otro lado, parece relevantes. Esta premisa es, en esencia, la existencia de una
claro que esta perspectiva se basa en un error conceptual que relación de causalidad directa, o incluso una perfecta coinci­
consiste en hacer coincidir conductas que se consideran vo­ dencia, entre los fenómenos cerebrales que se identifican a
luntarias con procesos cerebrales, o bien en la atribución de través del fMRI y el hecho de que el sujeto esté mintiendo. Sin
la voluntariedad a los procesos cerebrales. El hecho es que las embargo, es justam ente esta premisa la que hace surgir dudas
intenciones no son procesos cerebrales, y del mismo modo la muy serias, por lo menos desde dos puntos de vista.
intencionalidad no se «coloca» en una zona del cerebro y no La prim era serie de dudas deriva del hecho de que son
se reduce a un estado cerebral.
discutibles las pruebas experimentales que se aducen para
Como se ha dicho, la consciencia no es algo que «sucede» dem ostrar la existencia de esta conexión. En este sentido, se
en el cerebro, como la digestión se produce en el estómago, han llevado a cabo algunos experimentos con grupos de estu­
sino que implica el contacto con el m undo exterior, en una diantes que fueron invitados a «mentir» m ientras eran some­
compleja interacción de cerebro, cuerpo y mundo. En una tidos al fMRI, con el fin de verificar si la m entira se corres­
palabra: we are not our brains. pondía con el cam bio de flujos sanguíneos en el cerebro. A
partir de estos experimentos se deriva la confirmación de la
5. El sector en el que el empleo de las técnicas de investi­ conexión entre la m entira y estas variaciones, pero el valor
gación que ofrecen las neurociencias ha suscitado y continúa demostrativo de estos experimentos parece muy discutible.
suscitando acaloradas discusiones, es aquel que hace referen­ En efecto, se h a observado recientem ente que los estudios
cia al control sobre la verdad o falsedad de lo que una persona experimentales publicados hasta la fecha son pocos, no son
dice. Por una parte, muchos afirman que algunas de estas coherentes entre sí, y no han sido verificados de una m anera
técnicas son capaces de determ inar si una persona miente o adecuada. Existen dudas, por otra parte, acerca de que esos
dice la verdad: se hace referencia sobre todo al examen llama­ grupos de estudiantes puedan considerarse «representati­
do fMRI (functional Magnetic Resonance Imaging), que per­ vos» a un nivel más amplio y, por tanto, que puedan extraerse
mite m edir la variación de los flujos sanguíneos en determ ina­ conclusiones de orden general del resultado de los experi­
das áreas del cerebro, provocada por estímulos particulares. mentos, tam bién porque los estudiantes eran «guiados» en
No es casual que hayan sido comercializados por empresas sus respuestas. Se señaló, en consecuencia, que los experi­
privadas, hasta el momento, dos sistemas de fMRI, ya que el mentos efectuados de ese modo están extraordinariam ente
control sobre la veracidad de lo que una persona dice puede lejos de la realidad de un contexto judicial en el que se presta
Michele Taruffo Proceso y neurociencia. Aspectos generales 23
22

una declaración, y por consiguiente no perm iten derivar re­ particular. Por otro lado, la mentira consciente implica un
sultados significativos relacionados con el control de la vera­ acto de voluntad que, posiblemente, produce cambios en los
cidad de un testimonio. Un aspecto muy im portante de esta flujos sanguíneos del cerebro. Sin embargo, también decir la
discrepancia se refiere al hecho de que los experimentos han verdad implica una elección, un acto de voluntad, y no se pue­
conducido a configurar promedios estadísticos relativos a la de excluir que este acto requiera asimismo una actividad ce­
frecuencia de las mentiras «descubiertas» por el fMRI, a tra­ rebral específica, tal vez no distinguible de la que se querría
vés de cálculos complicados caracterizados por elevados relacionar con la mentira.
riesgos de error. Pero los promedios estadísticos de este tipo 6. Las observaciones anteriores inducen a observar que
no tienen sentido cuando se trata de establecer —como ocu­
el uso probatorio de las neurociencias plantea un problema
rre en un proceso— si un sujeto particular dice o no la verdad
teórico fundam ental que sólo puede ser descrito brevemente
sobre los hechos acerca de los que es interrogado. Serían
en este trabajo, pero que puede ser formulado en estos térm i­
quizás útiles estadísticas acerca de la frecuencia con la que
nos: ¿Es posible reducir la mente al cerebro, identificando las
aquel sujeto en concreto m iente habitualm ente, pero es evi­
actividades mentales con las actividades cerebrales? Los par­
dente que estas estadísticas no existen y su cálculo no puede
ser llevado a cabo. En esencia, se observa que los experimen­ tidarios más entusiastas de las neurociencias propenden a
tos que se han realizado hasta el m om ento no confirman de una respuesta afirmativa a esta pregunta, pero en este sentido
son legítimas serias dudas. Se trataría, de hecho, de adoptar
manera convincente la existencia de conexiones entre la
una perspectiva teórica estrictamente materialista y determ i­
m entira y los fenómenos cerebrales que se identifican por
medio del fMRI. nista, según la cual toda la vida mental, espiritual, volitiva y
cognitiva se reduciría al funcionamiento de las células cere­
brales y sus conexiones. Siguiendo esta perspectiva, se acaba­
La segunda serie de dudas tiene un marcado carácter con­ ría descartando que exista la voluntad, que se pueda elegir y
ceptual, pero precisamente este carácter constituye un motivo tom ar decisiones, que se pueda hablar de responsabilidad por
fundamental para excluir esta conexión. En efecto, se observa los propios comportamientos, que exista consciencia de estos
que, aun admitiendo que una determ inada actividad cerebral comportamientos, y que éstos puedan referirse a conocimien­
sea necesaria para m entir (al igual que para decir la verdad), tos de cualquier naturaleza. En esencia, el hombre se vería
sin embargo resulta conceptualmente imposible identificar la reducido a una especie de m áquina del cerebro, y toda su vida
mentira con esta actividad. Este error lleva a algunos a decir estaría determ inada mecánicamente por el funcionamiento
que ciertas áreas del cerebro deciden si y cuándo se miente, y sin control de esta máquina.
por tanto identifican la mentira. Sin embargo, aun suponien­
do que técnicas como el fMRI puedan localizar algunas acti­ Sin embargo, esta perspectiva, aparte de la relevancia
vidades cerebrales de alguna m anera relacionadas con la esencial de las consecuencias que de ella se derivan, se basa
mentira, el hecho es que tales actividades no coinciden con la en una falacia fundamental, que consiste en atribuir a una
mentira. Puede ser que sean necesarias para mentir, pero sin parte del sujeto hum ano, es decir, al cerebro, habilidades y
duda no representan una condición suficiente para que la funciones que son propias del sujeto en su totalidad, con toda
m entira tenga lugar. En otras palabras, las mentiras no «suce­ la complejidad que se manifiesta en la vida. De ese modo, se
den» en el cerebro. En consecuencia, incluso cuando sea po­ puede decir, por ejemplo, que el conocimiento no coincide
sible identificar ciertas actividades cerebrales que se supone con un estado neuronal, y no puede ser reducido a una acti­
conectadas con el acto de mentir, el hecho es que técnicas vidad cerebral, incluso siendo la actividad cerebral cierta­
como el fMRI identifican esta actividad, pero no identifican a mente necesaria para conocer. No tiene sentido, en otras pa­
la mentira. Sin embargo, debe considerarse que la mentira labras, decir que el cerebro «decide» y «razona», y tampoco
puede no ser consciente, como en el caso en que una persona tiene lógica relacionar juicios morales con partes o áreas del
dice erróneam ente una cosa falsa pensando que es verdad, en cerebro. Se puede decir, en esencia, que es preciso tener cere­
cuyo caso el fMRI 110 revelaría ninguna actividad cerebral bro para pensar y querer, del mismo modo que es necesario
24 Michele Taruffo

tener cerebro para caminar, pero evidentemente no es el ce­


rebro el que camina, y no es el cerebro, él solo, el que piensa
o desea*.

BIBLIOGRAFÍA

Las consideraciones que preceden se basan esencialmente en los


siguientes textos:

G reely, H. T., y W a g n e r , A. D.: «Reference Guide on Neuroscience»,


en Reference Manual on Scientific Evidence, 3.a ed., Federal Judi­
cial Center, 2011, pp. 747 ss. ¿l a TERCERA HUMILLACION?
Nofi, A.: Out o f Our Heads, New York, 2009.
P a r d o , M. S., y P a t t e r s o n , D.: «Philosophical Foundations of Law (SOBRE NEUROCIENCIA, FILOSOFÍA
and Neuroscience», en U. Ill.L.Rev., 2010, pp. 1211 ss. Y LIBRE ALBEDRÍO)
— «Minds, Brains and Norms», en 4 Neuroethics, 2011, pp. 179 ss.
— «More on the Conceptual and the Empirical: Misunderstandings,
Clarifications, and Replies», ibid., pp. 215 ss. Daniel G o n zá lez L a g ier
S h a p ir o , L.: Embodied Cognition, London-New York, 2 0 1 1 .
Seminario de Filosofía del Derecho
Universidad de Alicante

Para Ernesto Garzón Valdés

«La primera, cuando [el hombre] se percató de que nuestra


Tierra no es el centro del universo, sino una minúscula e insigni­
ficante parte de un sistema cósmico apenas imaginable en su
grandeza. Esta humillación se liga para nosotros al nombre de
Copémico, si bien la ciencia alejandrina ya había proclamado
algo semejante. La segunda, después, cuando la investigación
biológica destruyó los presuntos privilegios del hombre en la
creación, destejándolo a su procedencia del reino animal y alo
inextinguible de su naturaleza animal Esta transmutación de
valores se ha llevado a cabo en nuestros días bajo el influjo de
Ch. Darwin, Wallace y sus predecesores, no sin la más vehemente
resistencia de los contemporáneos. La tercera y más sentida hu­
millación la ha de sufrir, empero, el ansia de grandez.a del hombre
en virtud de la actual investigación psicológica, que va a demos­
trar al yo que ni siquiera es señor en su propia casa, sino que se
halla supeditado a las mezquinas noticias de aquello que sucede
inconscientemente en su vida anímica».
Traducción a cargo de Jordi N iev a F e n o l l . (Una dificultad del psicoanálisis, S. F reud)
26 Daniel González Lagier ¿La tercera hum illación? (Sobre neurociencia, filosofía. 27

1. ¿Es el hombre responsable de sus acciones? Desde causal en la acción realizada y (2) que la sensación o impre­
hace unos años, cuando se intenta responder a esta pregunta sión de actuar libremente y a consecuencia de nuestra deci­
nos topamos con un nuevo paradigm a o esquema de interpre­ sión consciente es un efecto causal de la propia actividad ce­
tación (a veces se hace referencia al mismo como «neuroética»1 rebral. Consecuentemente, al ser la libertad una mera ilusión,
o, incluso, «neurocultura»2, aunque no es una terminología o bien se sostiene que la responsabilidad por nuestras accio­
unívoca) que pretende dar cuenta de aspectos básicos del nes no puede encontrar fundam ento o bien que éste no puede
comportamiento humano, como el libre albedrío, la delibera­ basarse en la idea de reproche o merecimiento, sino que ha de
ción, la consciencia e, incluso, la conducta moral, a partir de encontrarse en otros principios. Como ha señalado Ernesto
los recientes conocimientos acerca del funcionamiento del G a r z ó n , en realidad el desafío que las neurociencias plantean
cerebro (conocimientos que pueden agruparse bajo el nom ­ para nuestra noción de responsabilidad no es mievo, sino que
bre de «neurociencia»). En sus pretensiones más amplias y se trata de un nuevo ropaje para un viejo problema persisten­
radicales, este nuevo paradigm a propone replantear estos te de la filosofía7.
problemas al margen de la filosofía y de las humanidades,
estableciendo para ellos un nuevo marco —un «campo de co­ Los experimentos de L ibet son bastante sencillos. Cuando
nocimiento unificado» bajo la dirección de la ciencia— que tomamos la decisión de realizar un movimiento simple, por
conducirá, ni más ni menos, a una nueva concepción del ejemplo, flexionar un dedo, el córtex motor del cerebro envía
hombre: se afirma, en definitiva, que «las humanidades están una señal eléctrica a los nervios motores implicados en el m o­
abocadas a ser estudiadas, y en algún caso reevaluadas desde vimiento. En unos experimentos anteriores se había descu­
los conocimientos científicos. Sin ellos, sin los conocimientos bierto que previamente a ese proceso se puede detectar ya
científicos, las humanidades quedarán como el agua descrita cierta actividad eléctrica en el cerebro, cuya función parece
a nivel poético, es decir, algo así como una descripción super­ ser preparar el movimiento. A esta actividad se le denomina
ficial de los fenómenos, sin entrar en el conocimiento de los «potencial de preparación». Libet diseñó su experimento con
pilares que la sustentan y le dan fundamento»3. el fin de señalar en qué momento de la secuencia de actividad
cerebral (que supuestam ente se inicia con la tom a de decisión
Uno de los problemas que muchos neurocientíficos creen y concluye con el movimiento) se produce el potencial de pre­
haber desentrañado es el del libre albedrío4. De acuerdo con paración. Para ello reunió una serie de voluntarios, cada uno
estos autores, el análisis del cerebro ha m ostrado que la liber­ de ellos frente a un cronómetro, y les pidió que tom aran en un
tad hum ana es meramente una ilusión, una ficción generada momento determ inado la decisión de levantar un dedo e indi­
por nuestro propio cerebro. Determinados experimentos caran en qué posición se encontraba la aguja del reloj en el
—los famosos experimentos de la década de los ochenta de momento en que tom aron la decisión consciente de mover el
Benjamín L íbet5 y otros en la misma línea6— parecen perm i­ dedo. A través de unos electrodos se medía el momento en
tir concluir que el cerebro «se pone en marcha» para realizar que tenía lugar el potencial preparatorio y se contrastaba con
una determ inada acción antes de que seamos conscientes de el momento en que cada voluntario databa su decisión cons­
haber tom ado la decisión correspondiente, de lo que suele ciente de mover el dedo. Sorprendentemente, el potencial
inferirse (1) que nuestra decisión consciente no tiene efecto preparatorio no se encontraba entre la decisión y el movi­
miento, sino que era previo a la decisión consciente (unos 350
1 Sobre los distintos sentidos de la denominación «Neuroética» puede milisegLmdos antes), lo que se interpretó como prueba de que
verse C o rtin a , 2010. También Capó, N a d a l, R am os, F e r n á n d e z , C e la C on d e, el cerebro tom aba la decisión por su cuenta, antes de que fué­
2006. ramos conscientes de ella. Posteriormente, otros experimen­
2 Véase, por ejemplo, M o r a T e r u e l, 2007.
3 M o r a T e r u e l, 1996: 170.
tos (con medios más refinados) parecen avalar estos resulta­
4 Véase, por todos, al principal representante de esta tesis en España: dos. En el año 2008 John Dylan Haynes y sus colaboradores
R ubia, 2009.
5 Puede encontrarse una descripción de los mismos en L ib et, 1999.
6 Véase S o o n , B r a a s y H a y n es, 2008. Citado por S o l e r G il, 2009. 7 G a rzó n V a ld é s , 2007: 226 y ss.
28 Daniel González Lagier ¿La tercera hum illación? (Sobre neurociencia, filosofía. 29

detectaron hasta siete segundos antes de la decisión conscien­ de los mismos, que elimine otras hipótesis alternativas igual­
te pautas cerebrales que perm itían predecir cuál sería la ac­ mente plausibles con tales datos empíricos y que se inserte de
ción de un sujeto enfrentado a la elección entre presionar uno m anera coherente con el resto de conocimientos. Pues bien,
u otro botón, obteniendo un 60 por 100 de aciertos en la pre­ al parecer ni los experimentos «tipo Libet» son altamente fia­
dicción. bles (persisten problemas de medición del tiempo y no se ha
logrado un alto porcentaje de predicciones acertadas), ni ex­
La negación del libre albedrío basada en este tipo de expe­
plican adecuadam ente todos los datos empíricos (la conscien­
rimentos no es una conclusión unánim e entre los neurocien-
tíficos (el propio L ibet no la aceptaba, entendiendo que sus cia de la toma de decisión queda como un epifenómeno al que
es difícil encontrar un sentido), ni eliminan hipótesis alterna­
experimentos dejaban espacio para una libertad de la volun­
tivas plausibles (como q L i e los resultados sólo sean válidos
tad entendida no como inicio de la acción, pero sí como posi­
para acciones sencillas que no requieren deliberación); y des­
bilidad de veto o censura de la misma), pero sí muy extendida.
de luego chocan frontalmente con creencias muy arraigadas.
En mi opinión, hay muchas aspectos oscuros y discutibles en
En un breve pero esclarecedor artículo, el filósofo y físico
la argumentación de los neurocientíficos que pretenden haber
Francisco José S o l e r G i l resume las críticas a los experimen­
demostrado el determinismo a propósito de la conducta hu­ tos de este tipo de la siguiente manera: «El porcentaje de
mana, como la pretensión de que la respuesta a estos proble­
aciertos en el experimento de H a y n e s es muy bajo»; «La liber­
mas sea exclusivamente empírica (cuando, en realidad, están
tad de decisión no está reñida con el hecho de que la mayoría
asumiendo determinados conceptos de libertad, causalidad,
de las acciones estén dirigidas inconscientemente» y «Los
sujeto agente, etc. en la mayoría de ocasiones sin mayor re­
experimentos de L i b e t y H a y n e s descartan la deliberación,
flexión), la identificación de la decisión consciente con el mo­
por lo que no estudian acciones potencialmente libres»9. Con­
mento en que el sujeto del experimento observa y registra la
siguientemente, de acuerdo con este autor, los experimentos
posición del cronómetro (todo eso requiere tiempo), el extra­
deberían diseñarse de m anera que se cumplan las siguientes
ño desdoblamiento que sugieren entre el cerebro y el sujeto
(¡como si mi cerebro y yo fuéramos entidades independien­ condiciones:
tes!) o la posibilidad de interpretaciones distintas o explica­ «— En primer lugar, el experimento debería realizarse en
ciones alternativas de los mismos experimentos que impedi­ situaciones en las que la persona se encuentra ante alternati­
rían una conclusión tan general como la que se pretende (los vas que no son indiferentes. Es preciso que se requiera una
experimentos de los neurocientíficos se han realizado con deliberación para resolver entre ellas. Y, cuanto más serio sea
acciones muy simples, como mover un dedo u otro, en situa­ el asunto enjuego, mejor. (Podría tratarse, por ejemplo, de una
decisión vital clave, como la elección de los estudios a seguir.)
ciones en que resulta indiferente qué movimiento realizar, por — En segundo lugar, debería de tratarse de situaciones en
lo que lo único que parecen dem ostrar es que las conductas las que la persona no se encuentra obligada a tomar su deci­
simples que no requieren una deliberación basada en un ba­ sión inmediatamente, sino que puede dilatar su reflexión tanto
lance de razones son, en cierto sentido, «mecánicas» o auto­ tiempo como considere oportuno. (Pues, de otro modo, y ante
máticas, lo que en realidad no es sorprendente)8. la urgencia y la imposibilidad de decidir lo mejor, podría po­
nerse en marcha un proceso inconsciente que concluyera en
En general, este tipo de experimentos no son suficiente­ una «corazonada».)
mente sólidos como para m inar la creencia de sentido común — En tercer lugar, y si se pretende descartar la conjetura
de que las acciones tienen lugar porque hemos decidido reali­ de L i b e t sobre la libertad como instancia supervisora con de­
zarlas. Parece razonable exigir para que una hipótesis quede recho de veto, sería necesario llegar a un nivel muy alto de
bien establecida que ésta se apoye en datos empíricos obteni­ predicción de las decisiones tomadas.
dos de m anera fiable, que provea una adecuada explicación — Y finalmente, si se quiere descartar la posibilidad de
que los propios procesos inconscientes en los que se basa la
8 Para una accesible valoración de los experimentos «tipo Libet» véase
2009.
S o l e r G il ,
9 Ibid.: 544 y ss.
30 ¿La tercera hum illación? (Sobre neurociencia, filosofía.. 31
Daniel González Lagier

predicción hayan sido, de algún modo, «encargados» por la terminada manera). Esto inserta al cerebro en la red de cade­
conciencia —a la manera en que un gobierno marca las direc­ nas causales que recorre el mundo. De hecho, las conclusiones
trices generales de su política, pero luego delega en distintas de los experimentos «tipo Libet» suelen reforzarse aduciendo
instancias la elaboración de los detalles concretos de las leyes que no es creíble que el hombre sea la única isla de libertad
y actuaciones a realizar—, sería preciso mostrar que la activi­ dentro de un mundo causalmente determinado. Dos ejemplos
dad cerebral que ha tenido lugar en dichos procesos, venía
determinada por estados cerebrales previos al inicio de los
cercanos, ambos desde el ámbito de la ciencia, pueden ilus­
procesos conscientes deliberativos»10. trar esta idea: Uno de los más acérrimos defensores en Espa­
ña de la tesis de que la libertad es una ilusión generada por el
Obviamente, la neurociencia está todavía muy lejos de po­ cerebro, Francisco R u b ia , catedrático de medicina de la Uni­
der satisfacer estas condiciones. Pero, en todo caso, se trata versidad Complutense, escribe: «Los físicos nos dicen que
de objeciones que dejan abierta la puerta para que en un futu­ todo el universo está sometido a leyes deterministas de la na­
ro sea posible establecer em píricam ente la negación del libre turaleza, de m anera que sería extraño que el ser humano, su
albedrío. Sin embargo, al m argen de este tipo de objeciones, cerebro/mente no lo estuviese»11. Y en un debate reciente en
quizá es posible dar razones basadas en consideraciones con­ la revista Thémata, M artín L ó p e z C o r r e d o ir a , del Instituto
ceptuales y filosóficas para negar que el libre albedrío pueda Astrofísico de Canarias, afirma: «Somos fragmentos de N atu­
ser refutado empíricamente —ahora o en el futuro— de una raleza sometidos a sus leyes, y ciertos movimientos mecánicos
m anera concluyente. En esta dirección me parecen pertinen­ de la m ateria en nuestros cerebros en interacción con su en­
tes dos argumentos de G. H. Von W r ig h t en contra de la po­ torno producen (= "son la causa de") nuestros pensamientos y
sibilidad de dem ostrar em píricam ente el determinismo uni­ decisiones»12.
versal entendido como una ley irrestricta (válida tam bién Para ser realmente concluyentes, por tanto, los experimen­
para las acciones humanas) y contra la reducción de lo mental tos deberían señalar cuál fue realmente la causa de la acción:
a lo neuronal. Incluso aunque no se acepte que son argum en­ qué actividad cerebral no consciente produce las acciones
tos concluyentes contra el ataque al libre albedrío, al menos complejas e insertar esa actividad en un determinismo uni­
son un ejemplo de que la filosofía tiene mucho que decir antes versal que se retrotrae al pasado más remoto y se proyecta al
de ser desplazada por la «neurocultura». Veámoslos. futuro más lejano. El prim er argum ento de V o n W r ig h t que
2. En mi opinión, las pretensiones de quienes niegan el vamos a exam inar trata de m ostrar precisamente la imposibi­
libre albedrío presuponen la corrección de una tesis más ge­ lidad de probar empíricamente la hipótesis del determinismo
neral, según la cual todo lo que ocurre (no sólo las acciones universal.
hum anas) está determinado. Llamaré a esta tesis «determi­ Para desarrollar su argumento debemos introducir las no­
nismo universal». Lo que se afirma a partir de los experimen­ ciones de necesidad ontológica (lo que es necesario que ocu­
tos de L lbet es que es el cerebro, y no nuestra voluntad cons­ rra y, por tanto, está determinado) y de contingencia ontológi­
ciente, el que causa nuestras acciones. Sin embargo, no ca (lo que puede o no ocurrir). Pues bien, el argumento de
parece aceptable la idea de que el cerebro estimula unas u V on W r ig h t consiste en m ostrar que para establecer que un
otras conductas de m anera azarosa. Si así fuera, no podría acontecimiento es una necesidad ontológica necesitamos pre­
explicarse la supervivencia hum ana a lo largo de la evolución. sum ir que otro acontecimiento (su causa) es una contingencia
Esto es, el cerebro debe estar aproximadamente program ado
para actuar de una m anera instrum entalm ente adecuada para ontológica.
el fin de la supervivencia. El cerebro debe actuar de acuerdo Debemos distinguir tam bién entre una mera regularidad
con determinadas leyes causales (ante tal o cual estímulo ex­ accidental (aunque pueda ser universal) en la sucesión entre
terno en tal o cual circunstancia, el cerebro reacciona de de­ dos acontecimientos y una genuina relación causal (como es

11 R u b ia , 2009: 11.
10 Ibid.: 546. 12 L ó p e z C o r r e d o i r a , 2008: 266.
32 Daniel González Lagier ¿La tercera hum illación? (Sobre neurociencia, filosofía. 33

sabido, H u m e reducía las últimas a las primeras). Cuando el otro esté presente o ausente. Estos experimentos pretenden
afirmamos que existe una relación causal entre dos aconteci­ descartar las posibilidades b) y c).
mientos «p» y «q» queremos decir algo más fuerte que el sim ­ Si lo anterior es así, para confirmar una relación causal no
ple hecho de que en el m undo ambos acontecimientos se su­ basta con observar pasivamente la evolución de un sistema de
ceden uno al otro una y otra vez. Si se trata de una genuina estados de cosas. Hay que «poner a prueba» esta relación
relación causal, pensamos que el prim er acontecimiento ge­ completando la observación pasiva con la experimentación
nera el segundo, es «responsable» de que ocurra el segundo. activa. Es decir, es necesario realizar varias acciones y omisio­
Un criterio para saber si realmente «p» es causa de «q» con­ nes: producir^ y om itir (o impedir) p. Ahora bien, toda acción
siste en preguntam os si estamos dispuestos a afirm ar un involucra también un contrafáctico: si afirmo que he abierto
«contrafáctico causal» del siguiente tipo: «Si "p" hubiera ocu­ la ventana, esta afirmación implica el contrafáctico siguiente:
rrido en un momento en que, de hecho, no tuvo lugar, "q” «Si yo no hubiera abierto la ventana en el momento t, ésta no
hubiera ocurrido también». Supongamos que se nos muestra se hubiera abierto en el momento t ». De la misma manera, si
un trozo de cobre que luego se destruye: Si estamos convenci­ afirmo que he producido p para com probar si le sigue o no
dos de que entre la aplicación de calor a un metal y su dilata­ otro acontecimiento, en mi afirmación está presupuesto el
ción existe una relación causal, entonces podremos afirm ar el contrafáctico «Si yo no hubiera intervenido, p no hubiera te­
enunciado contrafáctico causal «si ese trozo de cobre se hu­ nido lugar». Es decir, en este tipo de experimentos presum i­
biera calentado, se habría dilatado». ¿Cómo podemos verifi­ mos que operamos con un «sistema cerrado» en el que las
car un condicional contrafáctico causal?
relaciones causales las «ponemos en marcha» nosotros m is­
Como señala V on W r ig h t , no hay una m anera directa de mos. Si el sistema no está cerrado, si «p» es causado por algu­
com probar qué hubiera sucedido si en el pasado hubiera ocu­ na relación causal previa con un acontecimiento externo al
rrido algo que no llegó a ocurrir. Pero sí podemos m anipular sistema, no podremos descartar lo que hemos llamado las
el futuro con fines experimentales13. Podemos producir un posibilidades b) (que «p» y «q» tengan una causa común sin
acontecimiento p y observar si le sigue q. Después, en una si­ que medie otra relación entre ellos) y c) (que «q» siempre esté
tuación similar, podemos abstenem os de producir (o evitar presente, con independencia de que lo esté «p»).
que ocurra) p y observar de nuevo qué sucede con q. Si en De este razonam iento V o n W r ig h t concluye que la verifi­
nuestro prim er experimento q apareció y en el segundo no, cación de un contrafáctico causal (y, por tanto, de que esta­
entonces hemos verificado la conexión entre los dos aconteci­ mos ante una genuina relación causal y no ante una regulari­
mientos de la m anera más fiable posible (lo cual no implica dad accidental) presupone un contrafáctico relativo a la
que sea posible una verificación concluyente) y, por tanto, acción. Ambos son de un tipo distinto: mientras el primero,
podremos afirmar con cierta seguridad que «si p hubiera teni­ con el que pretendemos com probar una relación causal, se
do lugar en la segunda ocasión, q le habría seguido»14. basa en la confianza de que la presencia de una causa produ­
¿Por qué estos experimentos aum entan nuestra confianza cirá un efecto, el segundo —el relativo a la acción— se basa en
en el contrafáctico causal? Una regularidad constante entre la confianza de que en el momento en que actuamos estaba
dos acontecimientos p y q puede deberse a) a que existe una ausente cualquier otra causa del resultado de la acción. Es
relación causal entre ellos, b) a que ambos tienen una causa decir, el prim er contrafáctico se basa en nuestra creencia de
común (la posición de la aguja en un barómetro y el mal tiem ­ que dado el prim er acontecimiento, el segundo es una necesi­
po ocurren sucesiva o simultáneam ente porque tienen una dad ontológica. El segundo contrafáctico se basa en nuestra
causa común, no porque el baróm etro cause el mal tiempo) o creencia de que el prim er acontecimiento es una contingencia
c) a que uno de ellos se dé siempre, con independencia de que ontológica.
Supongamos que descubrimos que «p» (la supuesta causa)
13 V o n W r ig h t , 1 972: 39. no era una contingencia ontológica (estábamos equivocados y
14 Ibid.: 4 5 . «p» estaba a su vez determinado, era necesario que tuviera
34 ¿La tercera hum illación? (Sobre neurociencia, filosofía. 35
Daniel González. Lagier

lugar). El margen de acontecimientos del mundo que consi­ Von W rig h t, asumimos que si pudiéramos eliminar la causa,
deramos indeterminados se reduce, pero para m ostrar cuál el efecto no tendría lugar. Esto es, asumimos que la causa es
era la causa de «p» (esto es, para m ostrar que «p» está deter­ una contingencia ontológica. En palabras de Von W rig h t:
minado por un hecho anterior) hay que recurrir de nuevo a la «La idea de que la causalidad puede representar una "ame­
experimentación, para lo cual de nuevo debemos presum ir naza” para la libertad contiene una buena dosis de verdad
que el nuevo experimento se realiza en un sistema cerrado y, empírica, a saber: aquélla de la que la impotencia y la inapti­
por tanto, que en algún punto es una contingencia ontológica. tud dan fe. Pero metafísicamente no deja de ser una ilusión. La
ilusión se ha venido alimentando de nuestra propensión a
Veámoslo con un ejemplo: supongamos que queremos au­ creer, con espíritu humano, cabría decir, que el hombre en un
m entar la tem peratura en un sistema químico para observar si estado de pura pasividad, simplemente observando secuencias
se produce determinada reacción. Debemos aum entar la tem­ regulares, puede registrar conexiones causales y cadenas de
peratura y observar qué ocurre, si se produce o no la reacción. acontecimientos causalmente eslabonados que él, por extrapo­
Después debemos observar qué ocurre si la tem peratura no lación, se figura entonces que colman el universo desde un
aumenta. Al hacerlo estamos presumiendo que el aumento o pasado infinitamente remoto hasta un futuro infinitamente
no de la tem peratura es una contingencia que depende de lejano. Este punto de vista no alcanza a advertir que las rela­
nuestra intervención. Establecer que la reacción química es ciones causales son relativas a fragmentos de la historia del
una necesidad causalmente determinada en un mundo en el mundo que tienen el carácter de lo que hemos venido llaman­
que se produce el aumento de tem peratura requiere asum ir do sistemas cerrados»15.
que el aumento de tem peratura no está determinado (ocurrirá Una m anera sencilla de formular el argumento consiste en
si lo producimos; en caso contrario, no ocurrirá). Supongamos decir que no sólo la noción de acción presupone que el mundo
que antes de que hayamos podido interferir la tem peratura no está completamente determinado (que lo que producimos
aumenta. Algo ha causado el aum ento de tem peratura y presu­ con nuestra acción no ocurriría sin ella), sino también (dada su
mimos que este aumento tam bién estaba determinado. Pero vinculación con la noción de acción, a través de la experimen­
ahora necesitamos comprobarlo y para ello buscamos un he­ tación) la de causalidad. Y la idea de deterninism o (en el sen­
cho previo que pueda explicar el aumento de temperatura. tido que estamos discutiendo aquí) descansa en la causalidad.
¿Será el aumento de la presión que se produjo en el sistema?
Debemos m anipular el contexto de m anera que aum ente la Proyectemos ahora el anterior argumento sobre los experi­
presión del sistema por nuestra intervención y observemos qué mentos de L ibet. Al sujeto voluntario que colabora en el expe­
sucede, y después debemos abstenemos de aum entar la pre­ rimento se le pide que tome la decisión de levantar el dedo y
sión (o evitarlo) y de nuevo observar. Es decir, estamos nueva­ lo levanta. Los experimentadores observan que el potencial
mente asumiendo que el aum ento de la presión es contingente, preparatorio se activa antes de que el sujeto haya tomado la
que no ocurre necesariamente, sino sólo si lo provocamos. decisión, de lo que deducen que hay una causa previa que
dispara el potencial preparatorio. Lo que creían una contin­
El argumento de Von W r ig h t depende de su concepción gencia (el dedo se levantaría o no dependiendo de lo que deci­
de la causalidad: para Von W r ig h t el concepto de causa de­ diera el voluntario) se muestra como una necesidad ontológi-
pende del de acción. Si no pudiéramos actuar, no com prende­ camente determ inada (estaba determinado: el dedo se levanta
ríamos qué es una relación causal. Aprendemos la existencia en todo caso). ¿Qué es lo que hizo que el dedo se levantara?
de relaciones causales porque podemos actuar para producir Hay que buscar una causa de la acción. El experimentador
cambios en el mundo. ¿No podríamos descubrir la existencia debería ser capaz de identificar cierta actividad cerebral como
de una relación causal entre dos acontecimientos sólo m e­ causa del levantamiento del dedo. Puede que tenga la hipóte­
diante la observación pasiva y reiterada (sin intervenir por sis de que estimular ciertas inervaciones en una determinada
medio de acciones) de que cuando la causa está presente se zona del cerebro hace que el sujeto voluntario «sienta» que ha
sigue el efecto y cuando la causa está ausente no se sigue el
efecto? Por supuesto que sí, pero cuando hacemos esto, dice
15 V o n W r i g h t , 1987: 106.
36 ¿La tercera hum illación? (Sobre neurociencia, filosofía. 37
Daniel González Lagier

tomado u na decisión y que su dedo se levante. Para contrastar De acuerdo con V o n W r ig h t el estudio de los fenómenos
esta hipótesis debe diseñar un nuevo experimento, y en este mentales, esto es, la psicología científica, puede realizarse
experimento tendrá que estim ular las inervaciones y ver qué desde tres enfoques distintos: El prim er enfoque consiste en
sucede y después no estimularlas y ver qué sucede. Es decir, analizar lo mental desde el punto de vista de la instrospección
tiene que asum ir que la estimulación de las inervaciones es o «auto-observación». Los estados mentales se caracterizan
una contingencia ontológica, algo que no está determinado. porque no son intersubjetivamente observables y, en ese sen­
Porque si la estimulación de las inervaciones ocurriera en tido, no son objetivos; son «propiedad privada del sujeto que
todo caso, no podría com probar que éstas son la causa de la los tiene», que dispone de un acceso directo a los mismos
acción. Supongamos ahora que llega a la conclusión de que el (sabemos, sin necesidad de observarnos «desde fuera», qué
cerebro del voluntario se pone en m archa reaccionando ante intenciones tenemos, qué creencias sostenemos, qué emocio­
algún estímulo externo, por ejemplo, las instrucciones que él nes experimentamos, etc.). A este enfoque lo podemos llamar
mismo ha dado al voluntario. Si el experimento ha de tener la «psicología de la consciencia» (a veces se la ha llamado
sentido, ha de asum ir que si él no hubiera dado las instruccio­ también, en un sentido despectivo, «psicología popular»).
nes al voluntario, éste (o su cerebro) no hubiera levantado el Pero lo mental tiene un sustrato físico o corporal, que a su vez
dedo. Y, de nuevo, si cree que son sus instrucciones las que presenta otros dos aspectos: lo mental, por un lado, se expresa
causaron todo eso, ha de asum ir que estas instrucciones son en la conducta, en los movimientos corporales del sujeto y los
una contingencia ontológica. De otra m anera no podrá con­ cambios que producen en el mundo; y, al mismo tiempo, tam ­
trastar la presencia de relaciones causales entre sus instruc­ bién está constituido por sucesos intracorporales que el sujeto
ciones y la respuesta del voluntario. no puede, en principio, observar en sí mismo: los fenómenos
neuronales que ocurren en el cerebro del sujeto. Al prim er
Para concluir con este argumento, recordemos una últim a aspecto, V on W r ig h t lo llama el aspecto conductual de lo
precisión: V on W r ig h t no pretende negar con el anterior ra­
mental; al segundo, el aspecto neuronal. La psicología que se
zonamiento que el determinismo universal sea una hipótesis
desarrolla estudiando el prim er aspecto es la psicología de la
plausible. Lo que pretende es m ostrar que, por razones con­
conducta o conductista; la que se desarrolla analizando el se­
ceptuales (dados nuestros conceptos de causa y de acción), no
puede ser demostrado. Si —como sostengo— los argumentos gundo aspecto es la neuropsicología.
de los neurocientíficos para negar el libre albedrío presupo­ Como señala V o n W r ig h t , las tres ram as de la psicología
nen la corrección del determinismo universal, tampoco pue­ «no se llevan bien» y la psicología de la conducta y la neurop­
den ser demostrados. sicología sospechan de la psicología de la consciencia, hasta
el punto de que han pretendido eliminarla. El behaviorismo
3. El segundo argumento de V o n W r ig h t que quiero traer clásico de John B. W atson intentó reducir la psicología de la
a colación tiene que ver con la imposibilidad de reducir los fe­
consciencia a la conductista, sosteniendo que la consciencia y
nómenos mentales (intenciones, emociones, creencias...) a fe­
los estados mentales no existen y son sólo fenómenos conduc-
nómenos neuronales y físicos (impulsos eléctricos, reacciones tuales complejos. La neuropsicología o neurociencia (al me-
químicas, etc.). Lo que los neurocientíficos deterministas pare­
cen decir muchas veces es que hay correlatos empíricos (neu­
ronales) de los estados mentales y que una vez conocida esta título de La posición de la psicología entre las ciencias. Agradezco a Ernesto
correlación la conducta hum ana se podrá explicar completa­ G a r z ó n V a l d é s y a Francisco L a porta el haberme llamado la atención sobre
esta conferencia y haberme proporcionado el texto. Las citas entrecomilladas,
mente en términos del sustrato neuronal. Lo que V o n W r ig h t salvo que se indique otra cosa, pertenecen al texto de esa conferencia. La
pretende, por el contrario, es m ostrar que no se pueden elimi­ explicación de las tres prioridades se encuentra tam bién en «Valor, norma y
nar los estados mentales de las explicaciones de la conducta16. acción en mis escritos filosóficos. Con un epílogo cartesiano», en Doxa, núm.
26, 2003 (trad. de L. M a n r iq u e y P. N avarro ), y en In the Shadow o f Descartes,
Springer, 1998. También se apuntan algunos aspectos de este argumento de
16 Sigo su argumento tal como fue formulado en la Lección de doctorado V o n W r ig h t (aunque menos definidos) en su libro Sobre la libertad humana,
honoris causa en la Universidad de Leipzig el 21 de mayo de 1996, con el Paidós, 2002.
38 Daniel González. Lagier ¿La tercera hum illación ? (Sobre neurocienciafilosofía.. 39

nos sus defensores más radicales), por su parte, pretende re­ rebral x podríamos decir que el sujeto ha oído un ruido. Ahora
ducir los estados mentales a los fenómenos neuronales. Esta bien, para llegar a esto previamente hemos tenido que esta­
reducción no es posible, según V o n W r ig h t , dadas las relacio­ blecer una correspondencia entre «oír ruidos» y la actividad
nes peculiares que lo mental, lo conductual y lo neuronal, cerebral x, y para establecer inicialmente esta corresponden­
mantienen entre sí. Su argum ento consiste en m ostrar el jue­ cia necesitamos criterios distintos de los neuronales para
go de relaciones y prioridades que se dan entre estas tres di­ identificar que el sujeto está oyendo algo. Y lo mismo ocurre
mensiones de los estados de consciencia. Estas relaciones son con el correlato neuronal de las razones para hacer u om itir
la prioridad causal de lo neuronal frente a lo conductual, la algo. En palabras de V o n W r ig h t : «El hecho, por ejemplo, de
prioridad epistemológica de lo m ental sobre lo neuronal y la que ciertas alteraciones hormonales sean indicativas de un
p ñ o ñ d a d sem ántica de lo conductual frente a lo mental. Veá- estado de miedo o cansancio es algo que se ha podido estable­
moslas: cer sobre la base de investigaciones anatómico-fisiológicas en
seres vivos de los que ya se sabía que estaban asustados o
Supongamos que se produce de pronto un ruido y el sujeto cansados. Y para saber esto debemos saber ya qué significa
A vuelve la cabeza inm ediatam ente hacia el lugar de donde estar asustado o cansado y saber cómo se puede com probar
éste procede. Podemos explicar el movimiento corporal alu­ eso sin tener que apelar a criterios intracorporales». Lo m en­
diendo a ciertos procesos fisiológicos. En palabras de V o n tal tiene, por tanto, prioñdad epistemológica sobre lo neuro­
W r ig h t : «Las ondas sonoras se introducen en el oído interno
nal: para establecer cuál es el correlato neuronal de estados
y provocan allí procesos sensoriales centrípetos que se propa­ mentales como «oír un sonido», «tener miedo», «estar sedien­
gan hacia el centro de la audición en el cerebro. Desde allí son to», etc. necesitamos previamente tener ya identificados estos
transm itidos de nuevo a un centro m otor y originan impulsos estados mentales. Sólo si ya los tenemos identificados, pode­
motores centrífugos que se propagan hasta los músculos y, mos descubrir cuáles son sus correlatos neuronales. Por el
finalmente, dan como resultado movimientos del cuerpo».
contrario, observando sólo los continuos procesos neurona­
Esta es una explicación fisiológica del movimiento corporal
les, no podremos saber a qué estado mental se corresponden.
como reacción a un estímulo. Si queremos explicar causal­
mente cómo se produjo el movimiento corporal, debemos re­
currir a este tipo de explicaciones, en las que lo neuronal Surge ahora una nueva pregunta: ¿qué criterios usamos
aparece como causa de la conducta (del movimiento corpo­ para identificar lo mental? La respuesta de V o n W r ig h t , si­
ral). En esto consiste la prioridad causal de lo neuronal sobre guiendo a W it t g e n s t e in , es que descubrimos que un sujeto
lo conductual. tiene una u otra razón o está en uno u otro estado mental a
través de su conducta extema. «¿Cómo sabemos si un animal,
Supongamos ahora que le preguntamos al sujeto por qué por ejemplo un perro, ha oído un sonido? Normalmente por­
ha vuelto la cabeza y éste responde que lo ha hecho porque ha que vuelve la cabeza en dirección al sonido o de otro modo
oído un ruido y, dado que estaba esperando a alguien, quería porque adopta una actitud de atención, o echa a correr si está
saber si ya había llegado. Ahora tenemos, junto con la explica­ asustado, o corre por el contrario en dirección al sonido si
ción fisiológica, una explicación racional de la conducta. La quiere averiguar lo que pasa». En el caso de los seres hum a­
explicación neuronal y la explicación racional se sitúan en nos, la conducta que usamos como criterio es frecuentemente
niveles distintos, pero en cierto sentido hay una correlación —pero no siempre— verbal. Cuando le preguntamos al sujeto
entre ellos: debe haber un sustrato neuronal de «percibir un de nuestro ejemplo por qué ha vuelto la cabeza y nos respon­
sonido» y un sustrato neuronal de la razón aducida para vol­ de que porque quería comprobar si ya ha llegado la persona
ver la cabeza («querer averiguar si es la persona que espera­ que esperaba su declaración es un tipo de conducta —con­
ba»). De m anera que sería posible, a partir de observaciones ducta verbal— que nos indica qué razón tenía. El resto de su
del sistema nervioso, descubrir si una persona ha oído un so­ comportamiento (no verbal) nos ayuda a confirmar que ésta
nido o, incluso, si tiene cierto deseo, o una creencia, etc. Por es realmente su razón. Usando la distinción wittgensteniana
ejemplo, cuando detectáramos en el sujeto A la actividad ce­ entre síntom a y criterio podríamos decir que lo neuronal es
40 ¿La tercera humillación? (Sobre neurociencia, filosofía. 41
Daniel González Lagier

síntoma de lo mental, pero lo conductual es algo más fuerte: siguiente forma: «Siempre que pueda decirse correctamente
es el criterio que usamos para determ inar que un sujeto está que un evento en la naturaleza E causa un evento mental M,
bajo uno u otro estado m ental17. V o n W r ig h t sugiere que la existe otro evento físico F tal que E causa F y M coincide tem ­
relación entre la conducta y lo m ental debe entenderse como poralmente con (en todo o en parte) la duración de F. Y cuan­
una relación semántica: «Aquéllos [los criterios conductua- do, a la inversa, puede decirse correctamente que un evento
les] nos dicen qué quiere decir o significa que, por ejemplo, un mental M causa E en el mundo físico, existe otro evento físico
sujeto oiga un m ido o esté asustado por algo o esté cansado». F tal que F causa E y la duración temporal de M es incluida en
En esto consiste la prioridad semántica de lo comportamental F»18. Existen, por tanto, dos cadenas de acontecimientos (los
frente a lo psíquico o mental. Sin conducta extema, no po­ mentales y los físicos) paralelas (cuyo ajuste se ha ido reali­
dríamos entender qué quiere decir estar en uno u otro estado zando a través de la educación). La secuencia física que cul­
mental, ni identificar que un sujeto está bajo uno u otro esta­ mina en un movimiento corporal (desde cierta actividad cere­
do mental. bral hasta la actividad muscular) es paralela a una secuencia
mental (desde los deseos, creencias e intenciones hasta mi
Lo neuronal, por tanto, causa la conducta; lo mental es consciencia de haber actuado), sin que pueda decirse haya
necesario para poder identificar lo neuronal (y dota de senti­ genuinas relaciones causales «de abajo hacia arriba» o «de
do a la conducta) y lo conductual es el criterio que usamos arriba hacia abajo». Esto sitúa a V on W r ig h t cerca de postu­
para com probar lo mental. Dadas estas tres prioridades, nin­ ras que presentan lo mental como un «epifenómeno» (algo,
guna de estas dimensiones puede reducirse a otra. Lo conduc­ por tanto, cercano a la «ilusión» o el «engaño» de los determ i­
tual nos es necesario para entender los estados mentales de nistas más duros). Pero sin caer en el reduccionismo ni en la
los demás (y los nuestros) y como criterio de identificación de ingenuidad de creer que sólo con experimentos neurocientífi­
los mismos, y tener identificados los estados mentales es ne­ cos podemos elim inar el m undo de lo mental o resolver el
cesario para encontrar sus correlatos neuronales. Todo inten­
delicado problem a de la libertad*.
to de reduccionismo conlleva una pérdida importante en
nuestra capacidad de comprendernos a nosotros mismos.
Cuando la neurociencia pretende reducir lo mental a lo neu­
ronal arguyendo que lo neuronal tiene prioridad causal frente BIBLIOGRAFÍA
a lo mental, se olvida del resto de dimensiones de la relación,
respecto de las cuales lo neuronal es secundario. Capó, M.; Nadal, M.; Ramos, C.; Fernández, A., y Cela Conde, C. J.:
«Neuroética. Derecho y neurociencia», Ludus Vitalis, vol. XIV,
* *
núm. 25, 2006.
•>'<
Cortina, A.: «Neuorética: ¿Las bases cerebrales de una ética univer­
sal con relevancia política?», Isegoría, núm. 42, 2010.
Los dos argumentos que hemos examinado se dirigen con­ Garzón Valdés, E.: «30 minutos de filosofía del Derecho. Viejos y
tra las pretensiones de probar empíricamente la falsedad del nuevos problemas», DOXA, Cuadernos da Filosofía del Derecho,
libre albedrío y de reescribir las hum anidades en términos 30, 2007.
neurocientíficos, pero no son una refutación de las tesis deter­ Libet, B.: «Do we have free will», Journal o f Consciousness Studies,
ministas. De hecho, el propio V o n W r ig h t considera que no 6, núms. 8-9, 1999.
existen genuinas relaciones causales entre fenómenos m enta­ López Corredoira, M.: «Naturaleza vs. libertad», Thémata. Revista
les y fenómenos físicos (lo que parece ser uno de los presu­ de Filosofía, núm. 40, 2008.
puestos del libre albedrío, aunque a veces se sustituya la idea Mora Teruel, F.: «Neurociencias. ¿Hacia una nueva concepción del
de relación causal por la de «emergencia» para explicar la re­ hombre?», Árbor, núm. 153/602, 1996.
lación entre los dos niveles). La relación entre los fenómenos
mentales y los físicos puede, en su opinión, describirse de la 18 V o n W r i g h t , 2002: 75.
* Este trabajo ha sido realizado en el marco del proyecto de investigación
17 Von W r ig h t , 2002: 113. DER2010-21032, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación.
42 Daniel González Lagier

_ Neurocultura. Una cultura basada en el cerebro. Alianza Editorial,


2007.
R u b i a , F.: El fantasma de la libertad. Datos de la revolución neuro­
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Editorial, 1987. NEUROCIENCIA, NEUROÉTICA,
— Sobre la libertad humana, Paidós, 2002.
— «Valor, norma y acción en mis escritos filosóficos. Con un epílogo DERECHO Y PROCESO
cartesiano» (trad. de L. Manrique y P. N avarro), Doxa, núm. 26,
René M oltna Galicia
Profesor de Derecho Procesal
Universidad Central de Venezuela

«Los hombres deberían saber que no es sino del cerebro de


donde provienen las alegrías, los deleites, la risa y la diversión,
así como las penas, las aflicciones, el abatimiento y las lamenta­
ciones. Y mediante éste en especial, adquirimos sabiduría y co­
nocimiento, y vemos y oímos y sabemos lo que es deshonesto y
lo que es justo, lo que es malo y lo que es bueno, lo que es agra­
dable y lo que es desagradable...»
Hipócrates (460-370 a.C.)

1. INTRODUCCIÓN

La neurociencia y sus aplicaciones podrían dar nacim iento


a u n a de las revoluciones científicas m ás grandes de los últi­
mos tiem pos, lo que im plica consecuencias sociales im por­
tantes y un significativo paso en la historia de la hum anidad,
puesto que ella puede explicar y alterar n uestra m entalidad
más que ninguna otra ciencia y es allí, precisam ente, donde
radica su poder y su riesgo. Uno de los desafíos para la neuro­
ciencia es exam inar y establecer cuánto de nuestro com porta-
44 Neurociencia, neuroética, Derecho y proceso 45
René Molina Galicia

miento ético está incorporado a nosotros como especie y en Así Popper (1974), distingue entre una evolución biológica
qué medida es fuente de reglas sociales. Se trata, pues, de y otra cultural, en donde la evolución cultural es posibilitada
com prender por qué creemos en lo que creemos. El presu­ por la evolución biológica. Y-es ésta la que ha permitido que
puesto del que se parte es que probablemente viviríamos en la actitud autocrítica, desarrollada por la razón, penetre en
un m undo más justo si basáramos nuestras actuaciones en las nuestro m undo gracias a la emergencia del lenguaje. Es por
respuestas que desde la neurociencia se dan a algunas de las esto que este autor considera que a la evolución cultural le
grandes preguntas del Derecho. Así, podríamos entender m e­ continúa la evolución genética. Es un m undo sobre el que ac­
jo r por qué hacemos lo que hacemos, comprendiendo m ejor tuamos y, a la vez, de forma recíproca, produce una fuerte
el cerebro humano. influencia en nosotros. Según Popper, el lenguaje humano
permite que se incorporen los valores de autocrítica y verdad
Esto implica la revisión de m uchas de nuestras creencias a nuestra dinám ica estructura de seres humanos. El lenguaje,
para adaptarlas a los nuevos datos científicos sobre el funcio­ como producto de la mente hum ana, es considerado por él
namiento del cerebro. Desde esta perspectiva, se defiende la como el prim ero y más importante, el que hace posible la con­
idea de que podría existir un conjunto universal de respuestas sideración crítica, es decir, el que permite contemplarla a
biológicas a los dilemas morales, una suerte de ética integra­ modo de objetos externos. Y el lenguaje es la condición nece­
da en el cerebro que alcanza por descontado al Derecho, y saria para el desarrollo de la moral normativa. De m anera tal
tam bién al proceso jurisdiccional. Lo que se nos propone es, que la evolución del ser humano, con la emergencia del len­
pues, una aventura arriesgada que involucre el cambio de guaje, pone las condiciones para que aparezca la ética.
nuestra concepción de las conductas aceptables e inacep­
tables. En definitiva, lo que se trata es de revisar algunas ver­ Estamos ante dos corrientes: una que defiende que los se­
dades del conocimiento m oderno y sus incómodas implica­ res hum anos tienen en la mente ideas innatas de lo moral­
ciones, teniendo en cuenta que la idea central de la teoría mente bueno y malo, mientras otra afirma, por el contrario,
m odular del cerebro es que los procesos mentales se producen que nuestra mente al nacer es una tabla rasa en la que no hay
separadam ente en diferentes partes del cerebro, de m anera nada escrito, dado que todo lo aprendemos socialmente. La
tal que las diferentes áreas corticales del cerebro realizan fun­ idea de una gram ática moral implica que no poseemos desde
ciones distintas. De allí que, para algunos investigadores, lo­ el nacimiento unos contenidos morales concretos, pero sí po­
calizar las funciones que tienen que ver con el Derecho y el demos aprender a formularlos porque contamos con una es­
razonam iento moral será la clave para un mayor conocimien­ tructura que hace posible aprender el lenguaje moral. No es
to de la Ley y de nuestro pensam iento jurídico. que exista una ética universal con contenidos concretos, sino
que hemos nacido con principios abstractos que nos permiten
adquirir norm as morales, que diferirán en los distintos con­
2. DERECHO Y NEUROÉTICA textos.
Esto nos plantea al menos dos problemas: 1) el de com­
En el ámbito del Derecho, los avances en la comprensión prender la disonancia entre las intuiciones y teorías morales
de las bases neurobiológicas de las conductas sociales, de la que elaboramos para justificarlas racionalmente; y 2) el de
moralidad y de la tom a de decisiones tienen múltiples impli­ explicar el altruism o biológico.
caciones. El impacto de los avances de la neurociencia en
nuestros sistemas legales se podría m edir si visualizamos qué Respecto a los juicios intuitivos, éstos pueden plantearnos
pasaría si cambiamos nuestra compresión de la responsabili­ un conflicto cuando entran en contradicción y, por tanto, no
dad, no exclusivamente basada en el libre albedrío y en el pueden ser todos correctos. Por otra parte, somos incapaces
desarrollo de un sistema legal que no se limite a castigar los de dar razones que los justifiquen, si se nos pide que lo haga­
malos comportamientos sino que, además, promueva los bue­ mos. Es a lo que H aidt (2006) llama desconcierto moral. Es
nos comportamientos y proteja a los ciudadanos. decir, alguien expresa su intuición de que una acción es inco­
46 Neurociencia, neumática, Derecho y proceso 47
René Molina Galicia

rrecta pero no puede justificarlo. En esos casos, habría que Las actuales propuestas acerca de la confluencia entre el
desacreditar alguna de esas intuiciones y rescatar las restan­ Derecho y la neurociencia han abordado extensamente asun­
tes, pero eso sólo puede lograrse intentando construir una tos que van desde cuestiones y áreas doctrinales específicas,
teoría moral que se esfuerce por sintetizarla desde un nivel de hasta cuestiones generales de pruebas, pasando por plantea­
abstracción superior. Esa teoría moral perm itiría desechar las mientos filosóficos vinculados con ideas como la justicia, la
intuiciones que pueden conciliarse con ella, o bien exigiría moralidad, la libertad, la racionalidad y la ciencia del Dere­
modificarlas para que cuadraran con la misma. También po­ cho. Parecería que es difícil pensar en una sola cuestión ju rí­
dría suceder que algunas intuiciones obligaran a m odular la dica que no esté potencialmente afectada por las afirmaciones
teoría para que quedaran en equilibrio las intuiciones y la formuladas desde el m undo de la neurociencia, al punto de
teoría moral. que ya se perfila una ram a que se denom ina neuroderecho.
Siguiendo esta línea y según el modelo racionalista, se en­ Aunado a esto, las técnicas relacionadas con neuroimáge-
tiende que llegamos al conocimiento y al juicio moral por un nes, tales como: tomografía por emisión de positrones (PET),
proceso de razonamiento, y aunque las emociones pueden resonancia magnética funcional o nuclear (FMRI) y magne-
afectar dicho proceso, no son la causa del juicio moral. Sin toencefalografía, han permitido reveladores avances en el
embargo, el modelo intuicionista entiende que la intuición funcionamiento neuronal del cerebro humano, perm itiéndo­
moral, incluidas las emociones morales, vienen prim ero y les a los científicos hacer un mapa de la actividad cerebral en
causan directamente los juicios morales. Por tanto, nuestros personas conscientes y activas, lo que ayuda a com prender la
juicios morales son intuitivos y conllevan una carga emocio­ complejidad de las formas en que interactuamos con otras
nal, mientras que el razonam iento vendrá cuando se le pre­ personas. Ahora, gracias a esta tecnología, podemos monito-
gunte, a quien formuló el juicio, las razones que lo llevaron a rear sin riesgos la actividad de un cerebro sano. En la década
hacerlo. Y es a partir de este momento cuando lo intentará de los noventa, se descubrió que mediante esta tecnología
justificar. De la misma m anera que un abogado toma una po­ podíamos hacer videos del flujo sanguíneo en el cerebro y re­
sición y después intenta argum entar a favor de ella, o como velar la m anera en que funciona. Esto revolucionó la ciencia
P erelm an (1979) afirmaba que es en el proceso de razona­ cognitiva al identificar los sistemas cerebrales ligados a la
miento cuando el juez llega a lo que considera la decisión más valoración, y es lo que debería generar un cambio significati­
justa, versando su proceso argumentativo sobre la justifica­ vo en casi todas las áreas del Derecho. No en vano Michelle
ción del porqué de su conclusión. Entonces es oportuno pre­ Gazzaniga (2006) manifiesta que, con el tiempo, la neurocien­
guntarse, ¿tendrá este planteam iento algo que ver con el mé­ cia acabará por dom inar todo el sistema legal existente.
todo filosófico del equilibrio reflexivo que diseñó Rawls De las investigaciones realizadas en el área de la neuro­
(1993)?
ciencia claramente se evidencia que el Derecho podría verse
En cuanto al altruismo biológico, se explica no sólo por el afectado, entre otros aspectos en los que a continuación se
afán de proteger los genes, sino tam bién por la capacidad de mencionan:
ser recíproco, es decir, por la expectativa de reciprocidad. Con
ello, a lo que estamos apuntando de algún modo es a la supe­
rioridad del contractualismo frente a cualquier otra forma de A) Im pacto en la teoría general d el D erecho
organización social, económica y política. Es la pura supervi­
vencia la que aconseja sellar un pacto con otras personas y Pensemos por unos instantes cuál sería el efecto sobre la
cumplirlo. Es la que, a medio y largo plazo, obliga a una so­ teoría general del Derecho y sus diversas instituciones si lle­
ciedad a trabajar para que se cumplan sus compromisos. Esto gásemos a dem ostrar que el Derecho pudo haber surgido a
explica que la sociedad esté conformada por normas y que partir de la selección natural. Si logramos establecer que lo
sea, en consecuencia, una estructura normativa, lo que le per­ mejor que hace el cerebro humano, y para lo cual parece h a ­
mite reducir la complejidad y sobrevivir. ber sido diseñado, es pensar socialmente a fin de evitar la ex­
Neurociencia, neuroética, Derecho y proceso 49
48 René Molina Galicia

tinción individual y de la especie, ello explicaría que nuestra Para el realismo jurídico, el Derecho se encuentra en las
conducta social tenga orígenes biológicos. Como anterior­ decisiones judiciales, es decir, en lo que se descubre en la la­
mente se señaló, lo que la neurociencia cognitiva ha comenza­ bor de los jueces, en sus simpatías o antipatías. Mientras que,
do a dem ostrar es que somos sociales hasta la médula. Que para el marxismo, el Derecho es considerado como una ideo­
nuestro cerebro está ahí para m anejar asuntos sociales, y que logía en la que es un fenómeno de la super-estructura, cuyas
todo lo demás deriva del hecho de que para poder sobrevivir últimas raíces son económicas. Sin embargo, frente a las nue­
y prosperar, tuvimos que convertirnos en seres sociales. De vas tendencias surgidas en los últimos años y expresadas en el
modo que la comprensión de cómo llegamos hasta aquí, re­ análisis económico del Derecho, en la semiótica jurídica, en el
quiere una revisión de la biología volitiva para com prender la psicoanálisis, en la informática jurídica y en las nuevas m ani­
biología de nuestras capacidades sociales. festaciones del positivismo propuestas por Ronald D worktn
(2002), surgen respuestas como el del paradigm a constitucio­
A la pregunta irresoluble sobre el objeto y naturaleza del nal que intenta hacer una síntesis de los aspectos del realis­
Derecho se han formulado múltiples respuestas generadas mo, del positivismo y del iusnaturalismo, para, finalmente,
desde distintos ámbitos. Una de las variantes es el positivis­ dar cuenta de la difícil e inconclusa pretensión de dar res­
mo, para el que la ciencia jurídica tiene por objeto el conoci­
puesta al enigma de ¿qué es el Derecho?
miento del conjunto de normas que constituyen el Derecho
vigente o positivo, es decir, el Derecho entendido como siste­ Llegado a este punto, el Derecho lo podemos caracterizar,
m a de norm as y nada más que eso. Se trata de una típica ac­ en principio, como un sistema de reglas e instituciones, eva-
titud mental del aislamiento de un sector de la realidad, en luativo y práctico, que se construye socialmente y pretende
este caso el Derecho, para estudiarlo al margen de los otros guiar la conducta para ayudar a los seres hum anos a vivir
aspectos de la misma realidad en donde se encuentra inmer­ mejor juntos. Es un sistema que tiene que dar buenas razones
so. La otra variante es la concepción iusnaturalista, para la a las personas para que se comporten de un modo determ ina­
que, en sus muy diversas escuelas, se tiene la creencia de que do, estableciendo las consecuencias que conllevaría el no
el Derecho positivo debe ser objeto de una valoración con cumplimiento de las norm as y haciendo entender las razones
arreglo a un sistema superior de norm as o principios, lo que que apoyan a una norm a particular.
se denom ina precisamente Derecho natural, con lo que la ta­ Al respecto, Zeki y G oodenough (2006) expresan que el
rea del jurista no se limita al análisis del Derecho existente, Derecho es una actividad mental hum ana y para com pren­
sino que ha de plantearse el aspecto ético del Derecho como derlo debemos saber lo que ocurre en nuestros cerebros y
un punto esencial de su trabajo científico.
mentes. Según él, es m ediante la neurociencia que podemos
A esta secular confrontación sobre lo que es el objeto y la com prender el pensam iento hum ano y correlativamente el
naturaleza del Derecho se han sumado las concepciones so­ pensam iento jurídico. Además, expresa que la ciencia ha de­
ciológicas, para quien el estudio del Derecho debe tom ar en sarrollado herram ientas que pueden utilizarse para com pro­
cuenta su incidencia en la realidad social en la que opera, en bar la teoría que el pensam iento basado en la justicia tiene
la que su análisis debe consistir en la descripción objetiva de lugar independientem ente del razonam iento basado en re­
este fenómeno social, pasando por la concepción del sociolo- glas. Así, al pensar en la justicia nos ayudamos de un algorit­
gismo jurídico expresada por el célebre Juez O. W. H olm es mo no verbal que está program ado por una mezcla de huellas
(1975), para quien la vida del Derecho no ha sido lógica, sino genéticas, la herencia cultural y la experiencia personal. Por
experiencia en donde las necesidades sentidas de la época, la el contrario, los sistemas de pensam iento basados en la pala­
moral y las teorías políticas prevalentes, las intenciones de la bra, tales como el Derecho, accionan un módulo interpretati­
política pública confesadas o inconscientes e incluso los pre­ vo. En actividades jurídicas, tales como la redacción de con­
juicios que los jueces com parten con sus conciudadanos, han tratos, leyes o reglamentos, el módulo de interpretación sirve
tenido mucho más que hacer que el silogismo al determ inar para procesar los materiales legales a través de una fórmula
las reglas por la que los hombres deben ser gobernados. basada en la palabra, que es la lógica im plícita en la estruc­
Neurociencia, neuroética, Derecho y proceso 51
50 René Molina Galicia

tura del sistema desarticulado en el que la norm a legal se tiempo articularse e incluso modificarse tras una larga delibe­
genera. ración, o pueden seguir siendo un conocimiento implícito
sobre lo que nos parece correcto.
Por otro lado, una persona se caracterizaría, desde el pun­
to de vista jurídico, por tratarse de un ser consciente y poten­ En este sentido, las normas representan la generalización
cialmente autoconsciente, alguien dotado de una razón prác­ de aquellas expectativas que tenemos unos respecto a otros y,
tica, capaz de comprender leyes y de obedecerlas. Cuando nos justamente, lo que permite a la sociedad sobrevivir es que
preguntamos por qué «x» actuó de esa manera, se puede existan norm as estables y justas que los ciudadanos estén dis­
contestar o bien tom ando la conducta como un fenómeno puestos a cum plir en una alta proporción. Una sociedad que
sujeto a leyes naturales, o bien dando razones como producto se desentiende de sus normas es un caos, en el que sobre todo
de intenciones que surgen de los deseos y de las creencias de salen perdiendo los más débiles y las minorías. El mundo de
la gente. las normas lleva aparejado obligaciones, promesas y compro­
misos, y se interesa por las relaciones que existen entre los
El Derecho considera la acción hum ana como gobernada individuos.
por la razón, y se trata a las personas como agentes intencio­
nales, no como una parte del universo causal. Un ser al que se Por ello, y al igual que sucede con el lenguaje, cuando ad­
le suponen razones para obrar, es responsable en sentido ju ­ quirimos las normas morales de una cultura determinada,
rídico porque es racional. El Derecho necesita presum ir que juzgamos si determinadas acciones son permisibles, obligato­
los adultos son capaces de una racionalidad y responsabili­ rias o están prohibidas, sin necesidad de razonar consciente­
dad mínima, porque si falta la racionalidad, entonces no es­ mente y acceder a los principios subyacentes.
taríam os ante una acción, sino ante un movimiento, ante el Al fin y al cabo, según Habermas (1981) las normas no son
cual el Derecho no tendría nada que decir. Cuando hablamos
sino las expectativas de comportamiento generalizado en la
de acciones, hemos de presum ir racionalidad en quienes las dimensión temporal, en la social y en la de contenido, que
llevan a cabo, m ientras que los movimientos pertenecen a un
componen la estructura básica de la sociedad. Y la super­
m undo natural en el que la racionalidad no está presente. Si
vivencia en esa misma sociedad reclama el cumplimiento ge­
los hombres no son seres conscientes e intencionales que ac­
neralizado de las normas. Los grupos sociales unidos por
túan por razones que juegan un papel en su conducta, enton­ normas con las que las personas se identifican y que general­
ces los fundamentos para adquirir la racionalidad están equi­ mente se cumplen, sobreviven con mayor facilidad que los
vocados.
restantes.
Ésta sería la base evolutiva del contractualismo, la base de
B) N orm as
ese Estado de Derecho, nacido en el siglo xvn en la que los
contratantes buscan el mutuo beneficio. Cualquier ser dotado
de la suficiente inteligencia como para comprender los bene­
La perspectiva neurobiológica nos ayuda a percibir el re­ ficios de la reciprocidad, apostaría por formar un contrato
trato de los valores morales hum anos que constituyen las social y ser parte de un Estado de Derecho, lo que implica que
ciencias que se ocupan del cerebro y de la conducta. Así, te­ pondría en acción su astucia y se esforzaría por crear y m an­
niendo en cuenta los distintos contextos y culturas, el modo tener una comunidad política basado en el contrato.
particular en que se articulan dichos valores adoptará dife­
rentes formas y matices incluso en los casos en los que se Los sistemas de norm as (moral, Derecho y religión) sólo
com partan las mismas necesidades sociales subyacentes. Se­ tienen sentido si se dirigen a seres que puedan comprender y
gún esta hipótesis, los valores son m ás esenciales que las nor­ seguir dichas normas, lo cual significa que pueden tomarlas
mas. Las diversas leyes que rigen la vida social, reforzadas como razones potenciales de su conducta. Una norm a no des­
con un sistema de recompensas y castigos, pueden con el cribe lo que pasa, pero tampoco se limita a ordenar lo que
52 Neurociencia, neuroética, Derecho y proceso 53
René Molina Galicia

debe pasar, sino que además de hacer que algo pase, tiene del co m p o rtam ien to es entonces de doble filo?, ¿descansan
algo que ver con que la persona realice unas acciones u otras. nuestras convicciones m orales y jurídicas sobre concepciones
Es decir, tiene una influencia real en que sucedan unas cosas arcaicas de la m ente?
u otras. Ahora bien, las norm as a las que obedecemos o los M oral, D erecho, política, religión, econom ía y ciencia p a ­
valores que apreciamos influyen en nuestra conducta, pero no recen p e rd e r su p ie d ra an g u lar si la libertad, la resp o n sab ili­
la determ inan y, por eso, tienen sentido la moral, el Derecho y dad y la im p u tab ilid ad no pueden atrib u irse a la voluntad
la religión.
hum ana. Surge así la etern a aporía: ¿som os libres o estam os
Es evidente que el Derecho es un sistema de normas que determ inados?
sólo tiene sentido si sus interlocutores son capaces de com­ E ste debate es el que reab re nuevam ente la neurociencia.
prender tanto las normas, como las consecuencias asociadas P ara u n secto r de los investigadores en el área, el cerebro es
a su obediencia o violación. Cuando se violan, parece necesa­ volitivo de m an era n o consciente. E n p rim e r térm in o , em pe­
rio tener que averiguar quién es el infractor y tam bién si es cem os a p recisar q u é entendem os p o r libertad. La lib ertad
responsable de la acción para poder imputarle, labor que es suele entenderse com o u n a p ro p ied ad de la voluntad, y deci­
posible únicam ente si pudo actuar de un modo o de otro, es m os que tenem os v o lu n tad libre cu an d o se d an al m enos tres
decir, si es libre. El Derecho, así como la moral, es normativo condiciones: 1) e n tre u n co n ju n to de posibilidades, la que
y está dirigido a seres que puedan com prender las leyes y obe­ elegim os está en n u estras m anos; 2) la fuente de n u estras a c ­
decerlas o infringirlas, y por ello afecta realm ente a nuestro ciones está en n o so tro s y no en algo sobre lo que no tenem os
mundo, puesto que influye en la razón práctica y forma parte control; y 3) p o d íam o s h a b e r actu ad o de o tra m a n e ra porque
de hacer que algo pase. existen posibilidades alternativas, es decir, la acció n que to ­
m am os en u n m o m en to dado era evitable.
A hora bien, si llegam os a establecer desde u n a perspectiva
C) Libertad, responsabilidad e im putabilidad científica que n u e stra co n d u cta está p red eterm in ad a, es decir,
que no está en n u e stra s m anos lo que elegim os en tre u n co n ­
Tradicionalmente hemos entendido que libertad, la res­ ju n to de posibilidades, que la fuente de n u estras acciones está
ponsabilidad y la imputabilidad son tres propiedades de la en algo sobre lo cual no tenem os control y que n o podíam os
conducta hum ana estrecham ente ligadas entre sí, de modo h a b e r actuado de o tra m an era porque no existen p osibilida­
que si la libertad queda en cuestión, tam bién es muy dudoso des alternativas reales, esto es, que la opción que tom am os en
que podamos considerar a la gente responsable de sus actos. u n m o m en to dado e ra inevitable, entonces es ab so lu tam en te
En cuyo caso, no tienen sentido ni los reproches ni las ala­ incoherente afirm ar a renglón seguido que las personas h a n
banzas, ni los premios ni los castigos, y ni siquiera la educa­ de seguir viviendo com o si fu eran libres o com o si fu eran res­
ción. Hemos organizado toda nuestra existencia personal y ponsables de sus acciones.
compartida bajo la idea de libertad, suponiendo que somos
libres. Los experim entos de B enjam ín LlBET1 relacionados con la
im posibilidad del libre albedrío, dem ostraron que la decisión
Sería oportuno preguntarse: la responsabilidad de nues­
tros comportamientos ¿es de la persona, de sus genes, de sus 1 Benjamín L ib e t (1916-2007) fue un neurólogo estadounidense y cientí­
procesos neurológicos?, ¿o es producto de la selección natural fico pionero en el campo de la conciencia cuyos experimentos lo hicieron fa­
y de la neurofisiología? O, por el contrario, ¿somos seres ra­ moso. En los setenta, él y u n grupo de investigadores estudiaron la sensación
cionales dotados de libre voluntad que asignamos valores de umbral, específicamente el grado de activación necesaria en determinadas
morales al comportamiento?, ¿son la neurociencia y la m ora­ zonas del cerebro, a fin de provocar artificialmente sensaciones somáticas.
L ib e t y sus colaboradores se apoyaron en el descubrimiento que en 1965 ha­
lidad ámbitos de razonam iento separados?, ¿la navaja que bían realizado Hans Helmut K o r n h u b e r y Lüder D e e c k e de lo que ellos ha­
separa las explicaciones causales de la responsabilidad moral bían denominado en alemán Bereitschaftspotential; en inglés, readiness poten-
54 Neurociencia, neuroética, Derecho y proceso 55
René Molina Galicia

consciente de realizar una acción viene precedida por una car­ Se debe destacar que son pocas las oportunidades en las
ga eléctrica en el cerebro, por el potencial de disposición que que existe o se recurre a un fundamento apoyado en alguna
se pone en m archa algunos milisegundos antes de que los su­ base teórica em píricam ente verificable, que perm ita que di­
jetos sean conscientes de su intención de actuar. Parece, pues, cha base teórica sea sometida a cierto control empírico-cien­
que el proceso de la voluntad se inicia inconscientemente y tífico, de modo tal que se le da la espalda a los estudios reali­
sólo unos milisegundos después tenemos consciencia de él, zados en otras áreas del conocimiento. Así por ejemplo, en la
con lo que no cabría hablar de libertad, ya que la fuente de p s ic o lo g ía evolutiva existen estudios que vinculan la edad y el
nuestras acciones estaría en el inconsciente, sobre lo que no grado de desarrollo de las capacidades psíquicas. Es decir, se
tenemos control, con lo que la libertad no sería más que una ha verificado mediante observación empírica, y con un mar­
ilusión. Cuando creemos estar decidiendo, el cerebro ya lo ha gen de probabilidad estadística, que a determinadas edades se
hecho de antemano, con lo cual no somos libres de obrar de adquieren y desarrollan ciertas capacidades psíquicas, por
un modo distinto a como obramos. Tanto los actos conscientes ejemplo: el enfoque del desarrollo cognitivo de P ia g et y el en­
como los inconscientes descansarían en procesos neuronales foque del desarrollo moral de K o h l b e r g .
deterministas, y así lo entiende, entre otros, G azzaniga (1993).
Probablemente no hemos cobrado conciencia de en qué
Es indiscutible que la falta de libertad cam biaría comple­ medida aplicamos afirmaciones o teorías absolutamente no
tamente la valoración que hacemos de nuestra propia con­ demostradas para la fundamentación de muchas decisiones
ducta y de la conducta de los demás, especialmente si se trata judiciales o legislativas. Un caso típico es la fijación de la edad
de premiarlos o castigarlos. Sólo podemos castigar a personas para el establecimiento de la responsabilidad penal o de la
que son responsables de sus actos. El castigo está unido tanto capacidad de negociar, o de contraer nupcias, o de testar, en­
a la culpa como la culpa a la libertad, lo que tiene significati­ tre otras. ¿Cuáles son las razones por las que se fijan unas
vas consecuencias en todos los ámbitos del Derecho, especial­ determinadas edades en las legislaciones para juzgar o deter­
mente en el penal. m inar que alguien es capaz? En estos casos, la fundam enta­
La resp o n sab ilid ad penal requiere n o rm alm en te u n a co n ­ ción es de orden dogmático y normativo. Así, una explicación
d u cta que incluya u n acto voluntario. De allí que g en eralm en ­ de este tipo dirá qué es lo que establece la Ley a través de una
te se excluyan los actos voluntarios y m ovim ientos com o actos argumentación basada en teorías de la vida cotidiana. Enton­
reflejos, convulsiones, so n am b u lism o y otros que no so n p ro ­ ces, se puede decir que la experiencia dem uestra que un joven
d u cto de la v o lu n tad o la intención del autor. Las investigacio­ de catorce años ya puede discernir. O simplemente, «que es
nes neurocientíficas h an in ten tad o estab lecer la distinción así es porque es así».
e n tre los actos v oluntarios e involuntarios, y con base en el Sin embargo, desde el punto de vista cognitivo, antes de
trab ajo de L ibet , se h a llegado a la conclusión de que la in ­ los doce años es muy poco probable que alguien alcance una
consciencia puede e sta r a cargo de cóm o los seres h u m an o s capacidad de juicio abstracto y, además, la capacidad cogniti-
to m an decisiones sobre sus m ovim ientos, con lo que la co n s­ va de los jóvenes, según P taget , sólo se alcanza en un nivel de
ciencia evolucionaría m oralm ente, p ero p artien d o de la base razonamiento lógico abstracto, usualm ente entre los quince y
de inconsciencia, siguiendo después a u n estado preconscien- dieciséis años de edad. Por otro lado, para K o h l b e r g , un jo­
te, p a ra finalm ente convertirse en u n estado de consciencia. ven tiene m adurez moral únicamente si ha logrado el nivel de
Aquí no te n d ría cabida u n a diferencia en tre con d u ctas volun­ razonamiento moral convencional, en el que ya aparece la
tarias e involuntarias. consideración de un ordenamiento legal. Ese nivel usualm en­
te se culmina a los dieciséis años.
tial o potencial de preparación o disposición (PD), en español. El potencial de Ahora bien, las investigaciones en neuropsicología mues­
preparación o disposición es un cambio eléctrico que sucede en determina­ tran que en el transcurso de toda la adolescencia se registran
das áreas cerebrales, el cual implica procesos neurológicos inconscientes que
preceden la ejecución de una acción futura. procesos de m aduración biológica del cerebro. Lo que permite
56 Neurociencia, neuroética, Derecho y proceso
57
René Molina Galicia

afirmar, desde la perspectiva de la neurociencia, que el desa­ Según Gazzaniga (2006), la responsabilidad personal es
rrollo estructural del cerebro comienza a partir de los dieciséis fruto del funcionamiento cerebral normal de un razonador
y los diecisiete años de edad. Las investigaciones realizadas práctico. La responsabilidad no radica en el cerebro. El cere­
han demostrado que los cambios estructurales y funcionales bro no tiene ninguna área o red concreta para la responsabi­
más importantes del cerebro de los jóvenes acontecen en re­ lidad. La responsabilidad se concibe como una interacción
giones que están implicadas en procesos de planteamiento a entre personas, como un contrato social, que refleja la norm a
largo plazo en la regulación de las emociones, en el control de que sale de uno o más agentes que interactúan dentro de un
los impulsos y en la evaluación de los riesgos y recompensas. contexto social. La esperanza que compartimos es que todo
individuo cum pla determinadas normas.
Varias investigaciones muestran que los jóvenes se diferen­
cian de los adultos en el control de los impulsos y en el proce­ A alguien se le exculpa no porque un desorden mental jue­
samiento de los estímulos que generan miedo o temor, en la gue un papel causal al explicar su conducta, sino porque su
ejecución de tareas complicadas relacionadas con el plantea­ racionalidad está comprometida y la diferencia entre la capa­
miento a largo plazo, así como en la capacidad de juicio y en cidad racional y sus efectos son reales aunque el determinis-
la toma de decisiones. Para explicar tales resultados, la inves­ mo fuese verdad. Voluntad libre y causación no serían, pues,
tigación neurológica afirma que para los jóvenes falta, consi­ criterios para la responsabilidad o la disculpa, sino que el
derablemente, una capacidad de m oderación mediante la ac­ Derecho sólo se vería amenazado si se llegase a m ostrar que
tividad cerebral, que se realiza en el llamado córtex prefrontal, los seres hum anos no son criaturas intencionales o m ínim a­
ya que esta parte del cerebro todavía continúa modificándose mente racionales. La disminución de la racionalidad sería la
en esa época de la vida. única consideración exculpatoria, y otras razones nos lleva­
rían a reform ar las leyes creando nuevas excusas cada vez que
Otros autores consideran el cerebro como un órgano diná­ se descubre un nuevo síndrome que puede afectar a la con­
mico, variable, emocional y activo de m anera tanto conscien­ ducta.
te como inconsciente, con un impacto gravitante de la socie­
dad en su arquitectura, sobre todo con las huellas culturales En consecuencia, es incoherente adscribir la conducta vo­
que se almacenan epigenéticamente; en este caso, no existiría luntaria a procesos cerebrales. Tener un sentimiento anterior
entonces la libertad entendida como voluntad consciente. e interno no es ni necesario ni condición suficiente para las
Esta postura se ha criticado advirtiendo que exagera las con­ acciones voluntarias. Es un salto inferencial erróneo asociar
clusiones derivadas de los experimentos de Libet, que reflejan hacer algo voluntariam ente a un sentimiento interno o proce­
una situación artificial y cuentan con presupuestos que hacen so para relacionarlo con la actividad cerebral no consciente
imposible extender sus presuntos resultados a las decisiones que precede al sentimiento o proceso y, por tanto, equiparar
libres que verdaderamente nos importan. el movimiento deseado con una decisión concebida mediante
la actividad cerebral no consciente. Una actividad eléctrica
Adicionalmente, esos experimentos ignoran que nuestras anterior no significa que la intencionalidad no juegue ningún
capacidades de decisión, como todas nuestras demás capaci­ papel causal. La actividad eléctrica en el cerebro es precisa­
dades mentales, se extienden en el tiempo y no se miden por mente eso; actividad eléctrica y no un estado mental, una de­
instantes. Fundamentalm ente porque el experimento de L ib e t cisión o una intención. En conclusión, un potencial de prepa­
fue un diseño artificial en el cual faltó la conexión interna con ración o disposición no es una decisión.
las razones. Para hablar de libertad, es necesario que existan
razones con las que el sujeto pueda deliberar, porque la volun­ En este punto es necesario ser extremadamente cautelosos
tad se configura en el curso de deliberaciones. Las razones para no caer en un neolombrosianismo o en un determinismo
que tenemos para actuar influyen en nuestras actuaciones, y biológico hacia el delito. No se trata de redefinir la criminali­
eso es lo que hace posible asegurar que la experiencia de la dad innata a p artir de disfunciones neuronales sutiles y reem­
libertad es racional. plazar los antiguos estigmas anatómicos, por alteraciones
58 René Molina Galicia Neurociencia, neuroética, Derecho y proceso 59

cerebrales o genéticas. En esta línea, y con el objetivo de jus­ mos porque hay procesos de tomas de decisiones autom áti­
tificar diferencias sociales, de raza, género o clase, se han en­ cos: por ejemplo, conducir. Pero así como tenemos este tipo
sayado, por ejemplo, argumentaciones basadas en el determi- de procesos automáticos, también poseemos la capacidad de
nismo biológico. hacer juicios morales de m anera rápida y autom ática, a pesar
de que tal vez no seamos capaces de explicarlo de m anera
Se trata de proponer determinados criterios mediante los
cuales se pueden diferenciar diversas etapas en el desarrollo lógica.
de las capacidades psíquicas de los jóvenes, y se pueden dis­ Las investigaciones efectuadas sobre el comportamiento
tinguir esas capacidades de las que usualm ente posee un de la corteza cerebral confirman que no todo es racional en la
adulto. Es gracias a estos estudios cómo se ha establecido que toma de decisiones, al extremo que se ha llegado a concluir
la capacidad de abstracción, es decir, de razonam iento lógico- que muchas personas no pueden tom ar decisiones sólo por­
formal, es un requisito mínimo necesario para com prender y que son capaces de atribuir un valor adicional a una opción.
actuar respecto de cualquier norma. Por tanto, la m era razón no basta para tom ar la decisión. La
Si la libertad nos hace responsables de nuestros actos, razón puede elaborar la lista de opciones, pero es la emoción
quien realiza las acciones es culpable. Lo interesante de la li­ la que elige. Con independencia de cuántas ideas racionales
bertad y de la responsabilidad no es buscar un culpable, sino sea capaz de tener una persona, la emoción es necesaria para
poder afirmar que los seres humanos somos dueños de nues­ tom ar la decisión, y eso incluye las decisiones sobre dilemas
tras vidas, al menos en parte, que tiene sentido defender las morales.
libertades y que somos capaces de ir más allá del mero meca­ Los enfoques neurocientíficos relacionados con la tom a de
nismo de la naturaleza, de apreciar aspectos tales como la decisiones derivan de estudios realizados en neuroeconomía,
dignidad y de actuar valorando a los seres humanos. donde se han realizado investigaciones acerca de la actividad
Esto nos podría conducir a concluir que, en realidad, nin­ neurológica de las personas mientras tom an decisiones eco­
gún ser hum ano tiene ante sí la elección entre actuar bien o nómicas, explicando así la conducta a nivel de actividad cere­
mal moralmente, ya que la libertad de voluntad sería una bral. Posteriormente se ha hecho uso de los resultados de es­
mera ilusión, y «el mal» un fenómeno biológico que reside en tas investigaciones para derivar consecuencias adicionales
el cerebro, con lo que nuevamente tendríamos que recordar lo para el Derecho. Así, mediante estos estudios, los neurocien­
que decía el filósofo inglés David Hume (1977), para quien la tíficos podrían ver la actividad cerebral mediante la cual se
voluntad no es otra cosa que la impresión interna que senti­ produce el miedo, la ansiedad, la razón y los principios que
mos, de la que somos conscientes, cuando a sabiendas damos están en juego en la tom a de decisiones.
lugar a un nuevo movimiento en nuestro cuerpo o a una nue­ Un ejemplo de lo anterior es la técnica neurocientífica de­
va percepción de nuestra mente. Con lo que se diría que la nominada «juego del ultimátum». En este juego, se les indica
voluntad no es ninguna causa o motor en la persona, sino mas a dos participantes que deben dividir una suma concreta de
bien la sensación consciente, personal, subjetiva de esta cau­ dinero entre ambos; el jugador 1 propone la división y des­
sa, fuerza o motor.
pués, el jugador 2 la acepta o rechaza. El juego se basa en un
solo turno de actuación. Si el jugador 2 rechaza la oferta, los
dos se van sin nada. De acuerdo con el modelo del actor racio­
D) R azonam iento legal y tom a de d ecision es nal, el jugador 1 debería proponer la menor unidad por enci­
ma de 0 para el jugador 2 y quedarse el resto para él, porque
Todo el tiempo estamos tom ando decisiones: ¿me levanto esto maximiza las acciones del jugador 1; el jugador 2 debería
ahora o después? ¿Qué me pongo hoy? ¿Desayuno o no? aceptar cualquier sum a superior a 0, porque cualquier cosa es
¿Hago ejercicio ahora, más tarde o nunca? Son tantas las de­ mejor que 0, que es la única opción del jugador 2. No resulta
cisiones que ni siquiera nos damos cuenta de que las tom a­ sorprendente que las personas se desvíen norm alm ente de
60 61
René Molina Galicia Neurociencia, neumática, Derecho y proceso

este comportamiento. Por ejemplo, en la mayoría de los estu­ una mayor activación en las zonas del cerebro asociadas al
dios, alrededor de la mitad de los jugadores 2 que recibieron proceso cognitivo. De este y otros estudios posteriores, G re e ­
una oferta así, la rechazaron. ne y H aidt dedujeron que los dilemas morales personales, por
ejemplo la decisión de empujar, implican reacciones más
La neurociencia pretende explicar las razones de este com­ emocionales que las impersonales, como la de accionar un
portamiento. Los investigadores usaron el IRMf (Imágenes por interruptor, ya que, según estos autores, las decisiones imper­
resonancia magnética funcional) para examinar los cerebros sonales son menos emocionales y se corresponden general­
de los jugadores a los que se les habían presentado las ofertas mente con resultados utilitaristas. Dado que las personales
y apreciaron un incremento de la actividad cerebral en varias son más emocionales y, generalmente, consistentes con los
regiones, específicamente en tres áreas: la ínsula anterior bila­ resultados, postula que las diferentes áreas cerebrales, emo­
teral, que se ha asociado con los estados emocionales negati­ cional y cognitiva, pueden controlar los distintos tipos de ra­
vos; la corteza prefrontal dorsolateral, vinculada a los procesos zonamiento moral utilitarista y deontológico.
cognitivos tales como el mantenimiento de objetivos y el con­
trol ejecutivo; y la corteza singular anterior, que se relaciona Ya A ris tó te le s (2000) decía que los argumentos lógicos
tanto con la detección del conflicto cognitivo, como con las han de coincidir con las emociones, y que la razón recta ha de
motivaciones cognitivas y emocionales. Aquellos que sufrieron coincidir con el deseo correcto. Según los estudios neurocien­
los incrementos más notorios en la parte emocional tendieron tíficos, no son los argumentos lógicos únicamente los que lle­
a rechazar las ofertas, mientras los que tuvieron un incremen­ van a adoptar una decisión, sino que el resultado de la delibe­
to en la parte cognitiva emocional tendieron a aceptarlo. ración debe ser, además, emocionalmente aceptable para
entrar en el proceso de la decisión. La retórica se ha ocupado
Estas evidencias respaldan una concepción particular de por descubrir cuáles son las emociones de las personas a las
la tom a de decisiones como producto de diversos procesos que se quiere convencer de un mensaje para intentar conse­
cerebrales que compiten entre ellos. Al respecto, G re e n e y guirlo, y esto se ha hecho a partir de dos vías: 1) tratando de
H aid t (2002) han estado explorando los procesos que se ocul­ conocer esas emociones porque, en caso contrario, ni siquiera
tan tras la toma de decisiones morales. En el estudio princi­ podría entenderse bien el mensaje, pero con el propósito de
pal, se presenta a un grupo de personas dos variantes del dile­ dejarles decidir por sí mismos cuando cuenten con la infor­
ma del tranvía. En el prim er escenario se les indica a los mación oportuna; y 2) intentando conocer esas emociones
participantes que un tren que viaja por una vía va a m atar a para m anipular a los oyentes y llevarlos al propio terreno.
cinco personas, a menos que ellos presionen un botón que
desvíe el tren a otra vía, pero que al accionarlo m ataría a una Por otra parte, las investigaciones neurocientíficas adelan­
persona. La mayoría decide accionar el interruptor. En el se­ tadas hasta la fecha han demostrado que entre jóvenes y adul­
gundo escenario, se sitúa hipotéticam ente a los propios suje­ tos existen im portantes diferencias en el grado del desarrollo
tos que deben responder en una pasarela encima de la vía, de las estructuras y de las funciones del cerebro relacionadas
dirigiéndose nuevamente el tren contra cinco personas. Una con la capacidad de juicio, el control de los impulsos y la tom a
persona amiga o familiar corpulento se encuentra a su lado. de decisiones, como por ejemplo, la decisión de ejecutar una
Si empuja a esta persona el cuerpo de la persona detendrá el conducta delictiva o vandálica. Asimismo se ha establecido,
tren, pero la persona empujada morirá. La mayoría de la gen­ que los sistemas cerebrales implicados en el control de los
te opta por no empujar. impulsos, en la planeación y juicio de los comportamientos y
en la tom a de decisiones continúan m adurando a través de
Seguidamente, se constataron diferencias entre los sujetos toda la adolescencia e incluso durante la adultez tem prana, es
a nivel neuronal. En el escenario de la pasarela, las áreas del decir, hasta los veintiún años de edad.
cerebro asociadas con las emociones estaban significativa­
mente más activas que en el prim er escenario. La tom a de Mediante el estudio de tomografías de resonancia magné­
decisiones en el prim er escenario, por el contrario, supuso tica se pudo identificar que los jóvenes y los adultos procesan
<52 René Molina Galicia Neurociencia, neuroética, Derecho y proceso 63

de m anera distinta una inform ación ante una situación de en la medida en que éstas sean más impersonales y tengan
ganancia o pérdida. En jóvenes con edades comprendidas en­ mayor distancia. Por ello, sus decisiones serán mas raciona­
tre doce y diecisiete años, algunas partes del cerebro como el les. Esta idea nos sirve de puente para abordar la tem ática de
cuerpo estriado y la amígdala cerebral, m ostraron m enor ac­ los siguientes apartados.
tividad, en com paración con la actividad m ostrada por las
mismas partes del cerebro en adultos entre veintidós y vein­
tiocho años, ante un estímulo que representaba una ganancia.
3. NEUROCIENCIA Y PROCESO
La interpretación de los investigadores fue que la fuerte bús­
queda de sensaciones en la época de la juventud tiene un fun­ El Derecho procesal, como ciencia, debe abrazar su condi­
dam ento neuronal. Con base en esos resultados, se demostró ción interdisciplinaria, abrir sus contenidos y revisar sus dog­
la hipótesis de que los jóvenes tienen una m enor capacidad
mas, instituciones, reglas y principios de la misma manera.
que los adultos para inhibir sus comportamientos y controlar Esto es, debemos adm itir en el análisis no sólo los contenidos
sus impulsos.
sociológicos, económicos y políticos, sino también incorporar
Desde el punto de vista de la neurociencia, se puede esta­ a su estudio los elementos que derivan de la psicología, biolo­
blecer que entre jóvenes y adultos existen diferencias en el gía y neurociencia. Lo que implica abandonar el dogma de
grado de desarrollo de estructuras y funciones cerebrales vin­ una teoría pura del proceso para en cambio asimilar la ver­
culadas con la toma de decisiones, como también existen di­ tiente de una teoría interdisciplinaria del mismo. La ciencia y
ferencias para com prender las normas y para considerarlas al el Derecho no pueden seguir en caminos separados. Ni las
tom ar decisiones, lo que tiene im portantes implicaciones en Escuelas de Derecho ni los jueces pueden ignorar los avances
el tratam iento diferenciado de la responsabilidad penal de los que se dan en el campo científico y afectan el Derecho. Esto
jóvenes. implica un cambio en la formación de los juristas, es decir, en
los programas y planes de estudio, a fin de dotarlos de una
Justam ente con base en estas consideraciones, fue por lo visión mas amplia e integral para los roles que les correspon­
que en marzo de 2005 la Suprem a Corte de los Estados Uni­ de desem peñar en el complejo m undo actual.
dos, en el caso Ropervs. Sim m o n s abolió la pena de m uerte en
crímenes cometidos por jóvenes con una edad inferior a los En definitiva, la neurociencia nos aporta una nueva visión
dieciocho años. Para fundam entar su decisión, el voto de la sobre el proceso y es parte de una explicación, pero no es el
mayoría redactada por el m agistrado Kennedy se apoyó en las todo. Se trata de am pliar nuestro horizonte conceptual, supe­
investigaciones neurocientíficas más recientes, para estable­ rar la visión normativista para intentar una visión multidisci-
cer que jóvenes y adultos no son iguales y que, por tanto, no plinaria que perm ita acercar más el Derecho al hombre. Vea­
pueden ser sancionados de la mism a manera. Este puede ser mos en qué medida se produce esa ampliación en m ateria
un criterio im portante para verificar la fiabilidad de los testi­ procesal.
monios, tomando en cuenta la edad del testigo, puesto que en
muchos ordenamientos procesales los menores de catorce
años pueden ser interrogados como testigos sin tener en A) E njuiciam iento prim a facie
cuenta las diferencias en el grado de desarrollo de sus estruc­
turas y funciones cerebrales. En su obra pionera, clave para entender el tem a que aho­
ra abordam os, Jordi Nieva F e n o ll (2007) se refiere al enjui­
Sobre la base de estas investigaciones se tiende a indicar ciamiento prim a facie, es decir, a los juicios que el juez está
que cuanto mas impersonal es una decisión, mas racional obligado a realizar de forma rápida con los prim eros datos
será el proceso de toma de la decisión y, por tanto, mejor para que obtenga del examen de aquello que tenga que juzgar, lo
la elección de decisiones socialmente óptimas. Su efecto prác­ que significa enjuiciar según las prim eras impresiones. Se
tico inmediato es que los jueces tom arán mejores decisiones trata de decisiones tom adas por simple intuición, esto es,
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René Molina Galicia Neurociencia, neuroética, Derecho y proceso

aquellas en las que existe poca o ninguna deliberación cons­ B) N e u ro te c n o lo g ía com o m edio probatorio
ciente y en donde se revelan cómo nuestras decisiones son
más predecibles de lo que nos puede parecer, porque tal y C o rrea (2009) afirma que estamos asistiendo a un impor­
como lo ha establecido la neurociencia, existen áreas del ce­ tante desarrollo tecnológico en el registro y análisis de la acti­
rebro que responden instintivam ente y generan modelos de vidad cerebral, puesto que no sólo aparecen nuevas técnicas
pensam ientos basados tanto en la emoción como en la per­ como la espectroscopia por luz cercana al infrarrojo, sino que
cepción de la opción que cause mayor beneficio, o sim ple­ se combinan las que ya existían para mejorar la calidad del
m ente la que le produzca al actor el m enor esfuerzo para registro. Desde que las técnicas de neuroimagen revoluciona­
acabar seleccionando aquella opción que sea mas justificable ron la neurociencia en los años noventa, continuam ente sur­
socialmente.
gen nuevos métodos para estudiar en tiempo real los cambios
A medida que el individuo va acumulando experiencia, es fisiológicos que ocurren en el cerebro de un individuo m ien­
capaz de com parar la posición que va a adoptar con otras si­ tras realiza una tarea cognitiva. La neuroimagen permite rela­
tuaciones análogas en las que se han tomado decisiones sim i­ cionar actividad mental y actividad cerebral de acuerdo a la
lares. La continua búsqueda de precedentes o de jurispruden­ lógica siguiente: si observamos que un área del cerebro incre­
cias es una manifestación de esta conducta. Como cita Nieva menta su actividad durante la realización de una tarea cogni­
F e n o ll (2007), el riesgo de esta conducta consiste en om itir tiva, podemos atribuir a dicha área cerebral la función cogni­
características de casos concretos que probablemente podrían tiva que requiere la tarea.
conducir a decisiones diferentes. Los estudios de neuroimágenes cerebrales han permitido
Las consecuencias de lo que hasta aquí he expuesto es una cuestionar muchos de los principios com únm ente aceptados
pregunta que no podemos eludir, ¿dónde queda la im parciali­ y descartar completamente otros. Algunas de las interrogan­
dad del juez que enjuicia prim a facie ? Es indudable que al­ tes que todavía no tienen respuestas categóricas son: ¿cuál es
guien que ha tenido que tom ar decisiones como pueden ser la la información específica que activa cada región? ¿Por qué
admisión de una medida cautelar, de una dem anda o de u n tenemos regiones específicas para un tipo de actividad y no
decreto de amparo, ya no es tan objetivo como antes de em itir para otro?
sus actos. Pero nos encontramos con la dura realidad de que Ya Michele T a ru ffo (2008) ha advertido en numerosas
nadie puede decidir acerca de una cuestión si no conoce antes oportunidades de los problemas derivados de la prueba cien­
los contenidos sobre los cuales va a decidir. tífica, y de cómo tradicionalm ente ha experimentado una es­
pecie de explosión en las últimas décadas, planteando nuevos
Al igual que Nieva F e n o ll (2007), considero que aparte de problemas e increm entando la im portancia de los viejos, ante
imparcialidad, al juez se le debe pedir objetividad. Es decir, el la frecuencia con que cada día se recurre más a la ciencia para
juez debe estar totalm ente desinteresado en las resultas del sum inistrar pruebas de los hechos controvertidos de un caso,
juicio. No obstante, aceptar que un juez sea absolutam ente lo que ha propiciado su crecimiento en todos los sistemas
imparcial o neutro es una quim era debido a que sobre él gra­
vitan componentes epigenéticos, neuronales y fundam ental­ procesales.
mente emocionales, que sólo nos perm iten desear que ese Respecto a los problemas concernientes a la prueba cientí­
juzgador sea lo más neutral u objetivo posible. Para alcanzar fica, T a ru ffo (2008) señala que uno de los más difíciles es la
esta objetividad será necesario, en nuestra opinión, que el determinación de qué ciencia debe ser adm itida y usada en
juez comprenda su propia naturaleza y las motivaciones hu­ los procesos judiciales. El autor deja constancia de que los
manas, reconozca sus emociones y, a partir de allí, se dispon­ ámbitos cubiertos con algún tipo de ciencia son aún mucho
ga a adaptar la norm a al caso concreto. más amplios que en el pasado. Las áreas en las cuales el juz­
gador puede decidir de m anera apropiada tomando sólo como
base su cultura o su sentido común, se han vuelto verdadera­
mente mas reducidas.
66 61
René Molina Galicia N e u r o c ie n c ia , neuroética, Derecho y proceso

Otro de los aspectos sobre los cuales alerta T a ru ffo (2008), los temas vinculados con la neurociencia y su uso como
tiene que ver con la calidad y la fiabilidad de los datos conten­ prueba en el m arco de un proceso judicial. La últim a vertien­
tivos de informaciones científicas que se presentan como m e­ te trataría de la exploración de la ética en el potencial uso
dio de prueba, así como el problem a que surge en la experien­ jurídico de dichas pruebas, considerando cuestiones como
cia práctica del uso de pruebas científicas, en las que se han privacidad, dignidad y autonom ía, y la obtención de pruebas
producido casos de errores, malentendidos y utilización de por vías antiéticas.
datos falsos o poco fiables, como han sido los polémicos casos
sobre la huella genética o de ADN. El supuesto básico desde el que se parte es que, en el esta­
do actual, la neurociencia sólo nos puede proporcionar apoyo
Seguramente, en el área de la neurotecnología es necesario inductivo acerca de si alguien está percibiendo o creyendo
aplicar los criterios que el Tribunal Supremo de Estados Uni­ algo. Los estados físicos del cerebro no son evidencias críticas
dos em itiera en 1993 a propósito del caso Dciubert2. Estos para las facultades psicológicas, ya que si se quiere saber si un
criterios son: a) la contrastabilidad y la falsabilidad de la teo­ estado cerebral está correlacionado con una facultad psicoló­
ría o de la técnica aplicada; b) el conocimiento de la ratio de gica en particular, debemos primero tener criterios para iden­
error real o potencial; c) la publicación de datos en revistas tificar esa facultad o ese atributo. Los estados físicos del cere­
científicas; d) la aceptación general de tales datos por parte de bro no pueden llevar a cabo este rol y la actividad neuronal tal
la comunidad científica relevante y e) que la prueba científica vez sea necesaria para jugar un rol causal en un com porta­
se ajuste a los hechos litigiosos, es decir, que las pruebas sean miento que constituye la capacidad de pensar o percibir.
específicamente relevantes para la decisión sobre esos hechos.
En este sentido, los neurocientíficos quizás puedan esta­
Como se observa, la neurotecnología podría así sum inis­ blecer las relaciones presentes examinando las correlaciones
trar al juez fundamentos cognoscitivos más seguros, objeti­ entre los estados cerebrales y la actividad neural. Pero, esto
vos y controlables que le perm itan determ inar de m anera m ostraría sólo que determ inada actividad era condición nece­
mas racional la verdad de los hechos. Sin embargo, surgen saria, pero no suficiente para capacidades como la percepción
otros problem as cuyas soluciones no son nada fáciles. En o la creencia. En consecuencia, sólo el comportamiento con el
este sentido hay tres vertientes en las cuales tam bién posee que la actividad estaba correlacionada seguirá siendo lo que
influencia el tem a de la neurociencia y de la prueba. La pri­
proporcionaría la evidencia criterial.
m era de ellas sería el estudio de las limitaciones empíricas
que estos potenciales medios probatorios representan para el Finalmente, no es posible extraer conclusiones definitivas
litigio. Así por ejemplo, sería cuestión de exam inar si el de­ sobre los estudios de neuroimágenes, ya que se trata de exá­
tector de mentiras o la imagen por resonancia magnética menes que complementan lo observado en la clínica. Se debe
funcional (IRMf)3 como mecanismo para detectar la m enti­ tener en cuenta que los exámenes neurofuncionales son muy
ra, nos perm ite efectivamente establecer el nivel de credibili­ sensibles empero con baja especificidad, es decir, diferentes
dad de un testigo o de un im putado, y cuáles son sus lim ita­ trastornos pueden com partir las mismas imágenes cerebra­
ciones empíricas y su falta de adecuación en situaciones de les. Además, la imagen coloreada o neuroimagen que se ofre­
litigación en el mundo real. La segunda vertiente versa sobre ce no es una instantánea del cerebro, sino el promedio esta­
dístico de m uchas imágenes y con frecuencia de muchos
individuos. Por lo demás, la neuroimagen está tom ada en un
2 Nota S. 28 de junio de 1993, As. Daubert, C., Merrell Dow Pharmaceuti-
cals, Inc., 509 U.S. 579 (1993). ambiente completamente antinatural para las actividades es­
3 La IRMf es un método no invasivo para el estudio de la estructura del tudiadas, ya que la persona está acostada dentro de la máqui­
cuerpo que se vale de la resonancia magnética mediante una serie de imanes. na y no en u n a situación real. El sujeto está simplemente ob­
Un generador de radiofrecuencia y un detector son acoplados a un ordenador servando una imagen a través de lentes especiales, escuchando
para procesar los datos y transformarlos en imágenes. Mide el flujo sanguí­ instrucciones o frases por medio de auriculares o pulsando
neo en el cerebro detectado gracias al magnetismo de la oxigenación de la
sangre. botones de un teclado.
68 ciencia, neuroética, Derecho y proceso 69
René Molina Galicia N e u r o

C) Prueba de testigos ron y que pueden ser creados a partir de un simple proceso de
sugestión. Pero para ello necesitamos comprender cómo fu n ­
Como en su oportunidad expresé (1994), habitualm ente la ciona la memoria normal. Lo que la neurociencia ha estable­
doctrina procesal centra su reflexión científica en la fase en cido al respecto es que los fragmentos y las piezas mas com ­
que el testigo transm ite el conocimiento adquirido por él, es pletas de un recuerdo, son colocadas en diferentes regiones
decir, sobre la fase declarativa descuidando la de la adquisi­ del cerebro.
ción del conocimiento, punto de partida del iter testimonial. Como detalladamente expresaba Steven P in k er (2000)
Para apreciar en su justa medida el valor de la prueba de tes­
cada neurona representa un pedazo infinitesimal del recuer­
tigos, hay que analizarla desde diversos ángulos y no centrar
do. Sin embargo, todos estos fragmentos dispersos perm ane­
su indagación en un solo aspecto, ni limitarse a analizar las
cen físicamente unidos. La tarea es ensamblar todas las piezas
normas relativas a la faceta formal de su obtención y valora­
que corresponden a una parte del cerebro llamado sistema
ción. Sólo se puede apreciar el verdadero valor de un testimo­
nio si se parte de la fase o actividad que precede a la declara­ límbico.
ción, esto es, aquella en que un sujeto al tener contacto con un Este sistema, como si se tratara de un archivista neural,
hecho y tom ar conciencia de él, vive una experiencia y, por atrae aspectos diferentes de cada archivo separado, disperso
ello, llega a ser testigo de la misma. por toda la corteza, y luego los reúne para form ar un todo
coherente. De allí que es posible que no existan diferencias
En los procesos judiciales, la prueba más recurrida suele
estructurales entre el recuerdo de un hecho real y de uno fal­
ser la testimonial, y en algunos casos puede llegar a ser la
so. Los recuerdos falsos se presentan comúnmente en los ca­
única fuente de evidencias. Por eso, es vital para quienes ad­
sos de una enfermedad llamada amnesia en el origen. Gracias
ministran la Ley, conocer los avances científicos en el estudio
de la memoria humana. a los lóbulos frontales del cerebro, la mayoría de las personas
pueden distinguir los recuerdos de un sueño de los recuerdos
Experiencias de laboratorio han puesto de manifiesto la de un hecho real. Los lóbulos que son una especie de pliegos
distancia que en el testim onio prestado por testigos presen­ gelatinosos de m ateria gris, que etiquetan cada imagen que
ciales separa la realidad real del recuerdo de dicha realidad. entra al cerebro con una m arca de cómo, cuándo y dónde fue
Y ello aun contando con testigos excepcionales por su cultu­ adquirido ese recuerdo.
ra, preparación jurídica y, probablemente, de m enor riesgo
de parcialidad de lo que es habitual en una situación cotidia­ E n resumen, el objetivo de la memoria es proporcionar a
na de testimonio. La fiabilidad y maleabilidad de la m em oria la persona una historia coherente de los acontecimientos. Y si
no constituyen nada nuevo para cualquier persona que inten­ la información es incompleta, el cerebro hará lo posible para
te recordar su participación en determinados hechos de cier­ inventar otra que cumpla con las condiciones requeridas, in­
ta relevancia y en aquellos en los que otros se vieron involu­ clusive generando falsos recuerdos.
crados. Ordinariamente, la capacidad de un testigo para percibir
Se han realizado experimentos que dem uestran que las no suele ponerse en duda; se acepta tácitamente. Esta presun­
personas incorporan con facilidad detalles falsos. El hecho es ción debe ser modificada, puesto que el testigo, y muy espe­
que el cerebro aborrece el vacío. En las mejores condiciones cialmente en m ateria penal, debería ser sometido a una serie
de observación, sólo codificamos y almacenamos en nuestro de pruebas para determ inar su capacidad de percepción. En
cerebro partes de toda la experiencia vivida. definitiva, hay muchos factores que actúan en contra del tes­
tigo y tienden a oscurecer y distorsionar su recuerdo. Además,
Todos nuestros recuerdos son reconstruidos, son producto la formulación de las preguntas y las palabras elegidas, pue­
de lo que originalmente hem os vivido y de todo lo que pasa den llevar a los testigos a recordar detalles que nunca ocurrie­
después. Son dinámicos, maleables y volátiles. Las personas ron, de m anera que la naturaleza de una pregunta puede in­
incluso recuerdan hechos sobre eventos que nunca sucedie­ fluir poderosamente en la declaración de un testigo.
70 René Molina Galicia Neurociencia, neuroética, Derecho y proceso 71

Es importante destacar que los neurocientífícos han com­ ba cambios en las respuestas corporales involuntarias, no es
probado que casi todo el m undo recuerda con nitidez lo que sino hasta principios del siglo pasado, con Angelo Mosso, que
estaba haciendo o dónde se encontraba en el momento que aparecen los primeros intentos por medir la falta de veracidad
ocurrió un hecho público notorio (memoria autobiográfica), por métodos científicos. Cesare Lombroso es considerado el
como por ejemplo el atentado de las Torres Gemelas, como padre del detector de mentiras, ya que da una estructura for­
también son especialmente ricos en detalles los recuerdos de mal a la evaluación e integra en un instrum ento los canales de
episodios traumáticos. medición psicofisiológica necesarios para este objetivo.
Como ya hemos expuesto, la memoria no es un registro de Está científicamente comprobado que cuando una perso­
la realidad, sino la experiencia de una persona de la realidad. na miente se producen en su organismo, a través del sistema
Y es que recordar es un proceso mental constructivo que im ­ nervioso autónomo, reacciones fisiológicas y emocionales es­
plica muchas áreas cerebrales. De allí, que algunas personas pontáneas de intensidad variable. La presión sanguínea, el
puedan llegar a recordar cosas que nunca ocurrieron (falsos ritmo cardíaco, la respiración y la conductancia de la piel se
recuerdos), o que los recuerdos de episodios vividos suelan ven alteradas.
estar incompletos en nuestro archivo cerebral. El polígrafo puede ser definido como un instrum ento cien­
Las modernas técnicas de interrogatorio vienen utilizando tífico de gran precisión, el cual tiene la capacidad de registrar
el análisis de la comunicación no verbal a los fines de detectar de forma continua y sim ultánea en un gráfico los cambios fi­
si un sospechoso está mintiendo cuando esté siendo interro­ siológicos que se producen en el organismo de un individuo
gado. En función de ello, se ha desarrollado un sistem a infor­ estimulado psicológicamente mediante determinadas pre­
mático capaz de captar y analizar autom áticamente el com­ guntas.
portamiento gestual del interrogado. Actualmente, el polígrafo es empleado en sesenta y ocho
La detección e interpretación de las microexpresiones fa­ países, dieciséis de América Latina. Es utilizado en agencias
ciales supera con mucho a los actuales detectores de m enti­ de seguridad, selección de personal e investigaciones priva­
ras, cuya eficacia ronda en el 50 por 100 en el mejor de los das. Además, se usa como prueba judicial, específicamente en
casos. Estas expresiones son prácticamente imposibles de Guatemala y Panamá. En Estados Unidos, el polígrafo se ad­
enm ascarar y no varían demasiado entre las distintas cultu­ mite como prueba judicial m ediante un acuerdo entre el fiscal
ras. Teóricamente, analizándolas sería posible descubrir si y el defensor. A pesar de ello, el polígrafo ha recibido varias
alguien tiene algo que ocultar. Es por eso que se ha ideado un críticas, entre ellas que no controla a los sujetos hiperactivos
software de reconocimiento que ha permitido identificar y o hiporeactivos, puesto que éstos no m uestran reacciones di­
aislar los movimientos específicos de cuarenta y cuatro mús­ ferenciales a las preguntas relevantes ni de control. Lo que
culos faciales relacionados con el miedo, la desconfianza, la produce que puedan ser diagnosticadas erróneamente como
angustia y el engaño. A esta tecnología ahora se le suma el uso sinceras cuando pueden estar mintiendo.
de escáner por resonancia magnética funcional, para medir Ahora bien, la evidencia criterial de la mentira es de com­
los circuitos neuronales que se activan, detectando si el sujeto portamiento, y no neurológica, porque m entir norm alm ente
miente, iluminando el escáner la zona identificada con las requiere la intención de engañar. El engaño implica conocer,
emociones y el control cognitivo. o al menos creer que algo es verdad. Decir o insinuar lo con­
trario supone juzgar las creencias y los conocimientos de los
espectadores. Como mucho, la evidencia neurocientífica
D) Uso d el polígrafo o d etector de m entiras puede llegar a proveer una correlación correctam ente funda­
mentada entre este com portam iento y los estados del cere­
Aun cuando desde la antigüedad, romanos, egipcios, chi­ bro. Siendo ésta una evidencia inductiva de ese com porta­
nos e hindúes ya reconocían que la falta de veracidad genera­ miento.
72 Neurociencia, neuroética, Derecho y proceso 73
René Molina Galicia

En otras palabras, la evidencia neurocientífica puede pro­ la supresión de la verdad, la comunicación de una falsedad
porcionar una medición de la m entira pero no la m edida de coherente y las modificaciones del comportamiento para con­
la misma. En consecuencia, es conceptualmente erróneo vencer al receptor de las propias acciones. La esencia de una
concluir que la m entira tiene lugar en el cerebro, cuando una mentira es reconocer y tratar de m anipular los estados m en­
zona particular del cerebro decide mentir. La neurociencia tales de los demás. Con lo que se evidencia que engañar a
no puede revelar las mentiras que se producen en el cerebro, otros seres hum anos implica múltiples procesos cognitivos.
ni puede determ inar si en el cerebro se localizan ciertos co­ La confusión entre las evidencias criteriales y las inducti­
nocimientos, información o impulsión. Si existe alguna dis­
crepancia entre el com portam iento asociado a la m entira y vas en el contexto de la detección de m entira nos conduce, por
tanto, directam ente a confundir propiedades de un todo (per­
los estados cerebrales previamente identificados, la evidencia
sonas), con propiedad de sus partes (el cerebro y sus zonas).
del com portam iento anulará la evidencia neurocientífica in­
ductiva. Esto ocurre cada vez que propiedades que deberían atribuirse
sólo a la persona como un todo, por ejemplo incurrir en la
Aunque bajo los distintos estudios y técnicas de detección mentira, se atribuyen en su lugar a una de sus partes, como el
de mentiras basados en la neurociencia subyacen diferencias cerebro.
importantes, todas com parten la asunción común de que la
La falacia en este contexto tiene implicaciones no sólo teó­
mentira implica correlatos neurobiológicos estables y detec-
ricas, sino prácticas, porque el valor de la evidencia neurocien­
tables. Como los polígrafos tradicionales, la investigación de
tífica se ve afectada por el modo en el que se concibe. Si se cree
la neurociencia busca una correlación entre el com porta­
erróneamente que la mentira, el conocimiento y la intención
miento mendaz y algo más. Con los polígrafos se incrementan
coinciden plenamente con estados cerebrales particulares, en­
los latidos del corazón, la respiración y la transpiración; con
tonces la prueba de los estados cerebrales sería, de forma erró­
el IRMf (imágenes por Resonancia Magnética Funcional) se
incrementa el flujo sanguíneo a ciertas regiones del cerebro. nea, una prueba concluyente de tales estados mentales.
Esto no quiere decir que los detectores de mentiras, en sus
Así, mediante esta técnica se ha descubierto que un intento
de m entir está asociado con las regiones ejecutivas del cere­ diferentes modalidades, no puedan ser medios probatorios en
bro: corteza prefrontal y cingulada anterior. Por lo que se ha algunos casos. Lo que, en cambio, sí que debemos advertir, es
que no pueden ser pruebas concluyentes, como lo fue en un
afirmado que, en ocasiones, algunas zonas del cerebro deci­
den cuándo mentir. caso de asesinato en Puna, India, cuando un juez aludió de
forma explícita al resultado de un escáner como prueba de
Para ilustrar esto, supongamos que lo contrarío es verdad. que el cerebro de la sospechosa poseía el conocimiento expe­
Si algunos estados cerebrales particulares proporcionaran rimental acerca del crimen que sólo el asesino podía poseer,
evidencia no sólo inductiva, sino tam bién criterial de la m en­ condenándole a cadena perpetua4.
tira, entonces hipotéticamente, tener cierta actividad neuroló-
gica sería condición suficiente para incurrir en la mentira, 4 Aditi Sharma fue condenada a cadena perpetua por el presunto envene­
aunque uno no quisiera m entir y pronunciar lo que pensaba namiento de su esposo, Udit Bharati, luego de conocer a otro hombre. La
que era verdad. ¿En tal caso, diríamos realmente que la perso­ cadena perpetua no es particularmente extraña en India, pero en este caso, el
método al que se llegó a ella sí lo es, pues el juez citó explícitamente el test
na miente? Por supuesto que no y el ejemplo deja claro, en BEOS (Brain Electrical Oscillations Signature, señal de oscilación eléctrica
prim er lugar, que lo que constituye el engaño o la m entira es cerebral) realizado sobre ella y que probaría su responsabilidad, pero que no
una cuestión conceptual y no empírica. Y en segundo lugar, es del todo confiable según algunos científicos. La prueba consiste en un sim­
que los criterios son de com portam iento y no neurológicos. ple electroencefalograma (EEG), en el que se adhieren detectores al sospe­
choso para luego relatarle la historia del crimen y ciertos hechos con los que
Algunos estados cerebrales pueden ser necesarios para en­ el culpable se identificaría (p.e.: compré arsénico). En teoría, las señales reci­
gañar, pero no son condición suficiente del engaño. Y es que, bidas por el equipo son debidamente analizadas y determ inan si la persona
asoció estas imágenes mentales con la historia reciente, determinando, así,
en definitiva, la m entira es un proceso complejo que requiere su potencial culpabilidad.
74 Neurociencia, neuroética, Derecho y proceso 75
René Molina Galicia

E) O btención de pruebas por vías antiéticas dilemas éticos, como el que ocurrió con la llegada de Hitler al
poder en 1933, en que la comunidad médica y psiquiátrica
A principios de la década de los ochenta y como fruto de las manejó sin ningún problema la idea de que la esterilización
experiencias acumuladas de la Primera y Segunda Guerra sistemática y la eutanasia eran prácticas sociales admisibles
Mundial, así como de las interminables guerras regionales pensadas para purificar la raza. Y esa idea fue la que, final­
(Corea, Vietnam y Afganistán, entre las más relevantes), la mente, provocó el holocausto nazi.
tortura fue proscrita como práctica y la mayoría de las legisla­
Un ejemplo palpable de ello fue lo que ocurrió en Estados
ciones de los países, directa o indirectamente, establecen su
Unidos inm ediatam ente después de los atentados del 11 de
prohibición absoluta. Pero en los convulsos tiempos que vivi­
septiembre de 2001, cuando la oficina de asesoría legal de la
mos se sigue practicando cada año en cada uno de los 153
Casa Banca y sus abogados, en lugar de señalar a los políticos
países que han ratificado la Convención contra la tortura y
otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes (Con­ los límites de la Ley, se dedicaron a forzarlos a fin de dar a los
vención contra la tortura), la cual fue aprobada en la Asam­ torturadores legitimidad y permiso legal para som eter a los
interrogados al agotam iento físico extremo, privaciones de
blea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de
sueño, utilización intim idatoria de perros, uso de drogas
1984 (resolución 39/46) y entró en vigor el 26 de junio de 1987.
para el sueño y técnicas para la m anipulación del cerebro.
Un ejemplo evidente de la violación a esta Convención, Juristas y políticos seguidam ente se enzarzaron en las bizan­
fueron las declaraciones dadas por el expresidente de los Es­ tinas e indecentes discusiones sobre los límites de la tortura.
tados Unidos, George W. Bush, quien en sus libros de memo­ De esta lamentable política contra los Derechos Humanos,
rias admitió haber ordenado la comisión de torturas contra surgieron las torturas de prisioneros en Abu Ghraib, Irak,
presuntos terroristas. Entre las técnicas utilizadas y adm iti­ que se hicieron públicas en 2003 y que claram ente dem ues­
das por el expresidente como método para tratar a los presun­ tran cómo tam bién el uso de la neurociencia puede tener fi­
tos terroristas trasladados a Guantánamo, figuran la técnica nes retorcidos.
de ahogamiento conocida como xvaterboarding, el aislamiento
total, la privación del sueño, el agotamiento físico, así como la A través de la historia ha habido diversos métodos aplica­
utilización de métodos científicos que puedan servir para alte­ dos para la obtención de pruebas, la mayoría de ellos califica­
ra r actitudes, creencias y patrones de conducta hasta obtener dos como antiéticos debido a que tienen como finalidad ex­
el control sobre la mente del sospechoso. traer información de las personas por medio del m altrato
físico o psicológico. Los nuevos interrogadores están entrena­
El expresidente justifica las torturas en Guantánam o ya dos para discernir desde inconsistencias en los relatos hasta
que, según él, esa actividad ayudó a salvar vidas y prevenir los más mínimos detalles del lenguaje corporal de un detenido
ataques masivos. Este mismo presidente fue quien el 17 de y, en ocasiones, recurren a la alta tecnología para lograr una
julio de 1990, proclam ó los años que van desde 1990 hasta el confesión. Se trata de la tortura psicológica, es decir, prácti­
2000 como la década del cerebro, destacando la im portancia cas encaminadas a inducir estrés en los interrogados.
que tenía el estudio del cerebro para la lucha de enferm eda­
des nerviosas que representaban un auténtico flagelo para la Este dilema es el que considero se podría presentar actual­
humanidad. También señalaba en sus declaraciones que es­ mente con el tem a de la neurociencia y sus aplicaciones en el
tas investigaciones podrían jugar un papel crucial como ca­ campo de la tortura. Y es también la razón por la cual todo
mino para conocer más al ser hum ano y m ejorar sus condi­ ciudadano debería estar alerta sobre los pasos que en esta
ciones de vida. área del conocimiento se comienzan a dar, y que deben ser
examinados de cara a lo que se ha denominado la banalidad
En 1963, Hanna A re n d t en su libro E ich m a n n en Jem sa- del mal. En definitiva, se trata de analizar exhaustivamente el
lén: Un estudio sobre la banalidad del mal, describió ese estado alcance ético de tales cuestiones.
en el que una persona permanece ciega ante determinados
76 René Molina Galicia Neurociencia, neuroética, Derecho y proceso 77

F) C onsecuencias prácticas de la aplicación ne y le pidió que le restituyera en su empleo. Cuando Mosco-


de la n eu rocien cia en el proceso ne se negó, White le mató de un disparo, cruzó a pie el vestí­
bulo y se dirigió al despacho del supervisor Harvery Millc,
Como ha quedado expuesto, las informaciones derivadas matándole tam bién de un disparo. Los abogados de White
de las neurociencias, si se usan acríticamente como regla de consiguieron hacer que prevaleciera su defensa sosteniendo
inferencia, pueden conducirnos a caminos inciertos y peligro­ que en el momento de cometer el crimen, White tenía sus
sos, por lo que ha que ser extremadamente cauto y prudente capacidades mentales disminuidas y no había cometido un
en su uso, subrayando, sobre todo, que su fuerza heurística y acto premeditado, ya que sus reiterados excesos con la comi­
justificativa no debe ser sobrevalorada. Lo que es evidente es da muy azucarada habían causado estragos en la química de
que no se puede recurrir a la idea general de causalidad, sino su cerebro. White fue condenado por homicidio voluntario
que es necesario identificar un modelo causal específico, que sin premeditación y cumplió una condena de cinco años, gra­
sea aplicable directamente a los hechos que estén en juego en cias a la táctica que ha pasado a los anales de la abogacía
el caso concreto. como la defensa Twinkie5. De forma similar, en lo que se co­
noce como la Defensa SPM (síndrome premenstrual), la rabia
A continuación vamos a com entar algunos casos relevan­ de sus hormonas exoneró a una cirujana que agredió a un
tes en los que se ha manifestado el uso de la neurociencia en policía, el cual le había parado por conducir en estado de em­
el área judicial, o como soporte para la explicación o defensa briaguez.
de casos llevados ante distintos tribunales, fundam entalm en­
te norteamericanos, que es el país que, hasta ahora, reporta la En 1982, un experto que prestaba declaración a petición
mayor cantidad de ejemplos sobre este tema. Ello servirá de de la defensa para establecer la demencia de John Hinckley,
reflexión final, casi sin palabras, tras todas las ideas ofrecidas acusado de disparar contra el presidente Reagan y otros tres
anteriormente. hombres más en su intento por im presionar a la actriz Jodie
Foster, afirmó que una exploración TAC del cerebro de Hinc­
Entre 1974 y 1978, Ted Bundy confesó haber cometido kley mostró la presencia de surcos ensanchados y ventrículos
treinta asesinatos dedicándose a la tortura y a la necrofilia, su alargados, un signo de esquizofrenia y, en consecuencia, una
caso fríe tomado como un clásico ejemplo de psicopatía. Fue enfermedad mental o defecto exculpatorio. El juez excluyó las
condenado a la silla eléctrica, sentencia que intentó apelar pruebas aportadas del caso, aunque la defensa por demencia
por incapacidad mental pero la estrategia legal no funcionó y prevaleció. Así pues, a John Hinckley, diagnosticado de esqui­
fue declarado culpable, fue electrocutado el 24 de enero de zofrenia con posterioridad a los hechos por un psiquiatra de
1989. Bundy no sentía ningún tipo de rem ordim iento o culpa la defensa, lo declararon no culpable debido a su demencia
por sus acciones. por el intento de asesinar al presidente Reagan.
Cabe preguntarse, ¿son distintos los cerebros de los psicó­ En 1983, por prim era vez en la historia, el escáner de la
patas? Los datos de los que disponemos indican diferencias actividad del cerebro de un presunto asesino obtenido por
importantes entre los cerebros de los psicópatas y el de los resonancia magnética funcional fue utilizado como evidencia
sujetos sanos en las zonas que regulan las emociones, los im ­ en un juicio. Los abogados defensores de Brian Dugan, acusa­
pulsos y las respuestas sociales. En concreto, las regiones pa- do de raptar y m atar a una niña de diez años, usaron las neu-
ralímbicas del cerebro son distintas en los psicópatas tanto a roimágenes para dem ostrar que su cliente padecía una psico­
nivel anatómico, ya que son de un tam año más reducido,
como funcional, porque registran niveles más bajos de activi­
dad en el aprendizaje emocional y en las tareas de tom a de 5 El término «defensa Twinkie» fue acuñado por el periodista Paul
Krassner. Sin embargo, los dulces twinkies no fueron nombrados durante el
decisiones. juicio y el abuso de una dieta insana fue simplemente usado para probar la
depresión del acusado, no la causa de los asesinatos. A pesar de ello, el térmi­
En 1978, Dan White, un cesado del San Francisco Board of no se hizo popular rápidamente y se sigue usando como referencia a una
Supervisors, se dirigió al despacho del alcalde George Mosco- defensa legal basada en un hecho absurdo.
78 René Molina Galicia Neurociencia, neuroética, Derecho y proceso 79

patía que le impedía controlar su comportamiento, intentando unos crecientes dolores de cabeza. Siete meses después de
evitar así la pena de muerte. Sometido el presunto asesino a una exitosa operación, debido a su falta de peligrosidad se le
varios escáneres de la actividad cerebral mientras realizaba deja en libertad. Tres meses después vuelve a experim entar
diferentes tareas, entre ellas algunos tests que valoraban su dolores de cabeza y al mismo tiempo a exhibir su conducta
capacidad de razonamiento moral, se observó que su cerebro anterior. Una revisión dem ostró un nuevo crecimiento del
m ostraba anomalías similares a las detectadas en otros psicó­ tumor, lo que conduce a que sea operado nuevamente y a
patas. Como vemos, el escáner no prueba que el im putado raíz de la intervención vuelven a desaparecer sus tendencias
cometiera los crímenes como resultado de una anorm alidad sexuales anóm alas. En este caso, las técnicas de neuroim a­
cerebral. Sólo en el mejor de los casos establece que su cere­ gen perm itieron encontrar una alternativa a una explicación
bro es diferente. que norm ativam ente, algunos años antes y probablem ente
aún, hoy en m uchos países habríam os definido y tratado
En 1983, Simón Pirela había sido condenado a dos sen­ como delito. El recurso a la neuroim agen hizo necesario en
tencias de m uerte por dos condenas de homicidio en prim er este caso la pena y perm itieron ver que la conducta delictual
grado. Sin embargo, veintiún años después, en 2004, los escá­ no era más que una enferm edad de la que no se le podía ha­
neres cerebrales admitidos como prueba en una vista de ape­ cer responsable.
lación adm itida por error en el procedimiento, convencieron
a un jurado de que Pirela no reunía las condiciones para la En 1992, el abogado Herbert Weinstein, de sesenta y cinco
sentencia de muerte, debido a que presentaba anomalías en años, fue acusado de asesinato. Conforme a la acusación,
los lóbulos frontales, lo que disminuía su capacidad de actuar Weinstein mató a su mujer, Bárbara, por estrangulación y
con normalidad. En un recurso para anular la segunda sen­ para encubrir el crimen, fingió un suicidio arrojándola desde
tencia de muerte, los mismos escáneres sirvieron para defen­ el 12.° piso del apartam ento en el que vivían en Manhattan.
der que Pirela sufría un retraso mental, argum ento que, com­ Con el objetivo de apoyar la defensa, se anexaron los escáne­
binado con el testimonio de los neuropsicólogos, resultó res del cerebro de Weinstein. El propósito de las imágenes era
bastante convincente para el juez de apelación. Los mismos el de posibilitar que neurólogos y psiquiatras estudiasen las
escáneres se admitieron como prueba para dos diagnósticos funciones metabólicas del cerebro de Weinstein en varias de
diferentes. sus regiones. La defensa de Weinstein afirma que él tenía le­
siones en el lóbulo frontal del cerebro causado por un quiste
En 1994, Colin Ferguson subió a un tren y empezó a dispa­ aracnoideo6, de modo que según los especialistas, su presen­
rar aleatoriamente a las personas de raza blanca que viajaban cia se encontraría exactamente en la parte del cerebro que
en el vagón, causando un total de seis muertos. El abogado controla todo el pensamiento y el comportam iento volunta­
William Kunstler estaba dispuesto a defenderle recurriendo al rio. La acusación argüyó que la evidencia del quiste aracnoi­
Síndrome de la Ira Negra, consecuencia de la presión acum u­ deo no debería ser adm itida en la Corte. El especialista foren­
lada que supone vivir en una sociedad racista. Ferguson re­ se declaró que la tecnología era nueva y prometedora en el
chazó la oferta. análisis del com portam iento hum ano y que las debilidades
cognitivas son señales de disfunción en el lóbulo frontal. Los
B u r e n s y S w e r d l o w (2003) describieron el caso de un
daños en el lóbulo frontal pueden presentar erosiones en el
hom bre de cuarenta años, profesor y padre de familia, que
desarrolló un creciente interés en pornografía infantil lo que
6 El lóbulo frontal en los seres humanos es el responsable por el control
le llevó a acosar a sus alumnos. Como consecuencia de su de las llamadas funciones ejecutivas del cerebro, la habilidad de actuar racio­
com portam iento, es sentenciado en un prim er m om ento a nalmente y de planear constituyen sus más importantes funciones. Es el área
una terapia que incluye tratam iento con horm onas y como responsable del poder cognitivo humano. Por lo que su daño puede generar
la terapia no tuvo éxito fue llevado a prisión. Durante el efectos adversos en la capacidad de la persona de actuar racionalmente. Los
cumplimiento de dicha condena, se le descubrió un gran tu­ quistes aracnoideos son de naturaleza congénita, es decir, ya están presentes
en el nacimiento y cubren el cerebro en forma de una red parecida a una tela
m or cerebral en la zona órbitofrontal como consecuencia de de araña.
80 Neurociencia, neuroética, Derecho y proceso
81
René Molina Galicia

p o d er de ju zg am ien to de la persona. E l acusado fue co n d en a­ H a u s e r , M .: La mente moral. Cómo la naturaleza ha desarrollado


do con u n a red u cció n de pena. D espués de este caso, la p e ri­ nuestro sentido del bien y del mal. Barcelona: Paidós, 2008.
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82
René Molina Galicia

Para una aproximación al tema de la neurociencia y sus conflic­


tos éticos y filosóficos desde la perspectiva del cine, se recomiendan
las siguientes películas:

— La Naranja Mecánica. Director: Stanley Kubrick. Año: 1971.


— Alguien voló sobre el nido del cuco. Director: Milos Forman. Año:
1975.
— Memento. Director: Christopher Nolan. Año: 2000.
— El experimento (Das Experiment). Director: Oliver Hirschbiegel.
Año: 2001.
— Minority Report. Director: Steven Spielberg. Año: 2002.
— La ola (Die Welle). Director: Dennis Gansel. Año: 2008.
— El origen (Inception). Director: Christopher Nolan. Año: 2010.
LA PRUEBA DEL DOLOR

Joan Picó i J unoy


Catedrático de Derecho Procesal URV
Vicepresidente del Instituto de Probática
y Derecho Probatorio ESADE

A Claudia,
por ayudar a aliviar
el dolor a m ucha gente

1. CONCEPTO DE DOLOR Y SU CARÁCTER


SUBJETIVO. PRECISIONES TERMINOLÓGICAS

El dolor es un hecho fundamentalmente subjetivo1, que es


percibido como tal por el cerebro, es decir, estamos ante una
percepción. Como destacan G reely y W a g n e r , para que exis­
ta dolor, al margen de donde se produzca la lesión dañosa o
donde se haga sentir, el dolor siempre se percibe en el cerebro
ya que a él están conectados los nervios sensoriales de todo el
cuerpo, por lo que sin cerebro no hay experiencia del dolor o,

1 Lo que ha dado pie a un largo camino de búsqueda hacia la valoración


del dolor, y así se expone en el estudio de P o w e l l , D o w n in g , D d u n g u , y
M w a n g i - P o w e l l , 2010: 67 a 78.
84 85
Joan Picó i Junoy La prueba del dolor

cuando menos, no se percibe su existencia2. En consecuencia, De igual modo, debe distinguirse entre dolor y daño moral,
lo indemnizable en todo proceso sólo es la percepción del do­ pues si bien en muchas ocasiones van unidos —lo que provo­
lor pues, como he indicado, si éste no se percibe no hay nada ca que a veces tanto la ley como la jurisprudencia los confun­
que indemnizar. da, como ahora indicaré— son dos realidades distintas. Así, es
perfectamente posible que exista daño y dolor a la vez, pero
Este carácter subjetivo del dolor de deduce ya de su propia que uno perdure en el tiempo más que el otro; que haya daño
definición como «la sensación molesta y aflictiva de u n a parte sin dolor; y dolor sin daño moral indemnizable:
del cuerpo por causa interior o exterior»3. Como se puede
comprobar, de este concepto se deducen ya dos elem entos de — Lo más habitual es que exista daño moral y dolor, y que
carácter netam ente subjetivos y, en consecuencia, de m uy di­ el daño moral perdure más tiempo que el dolor. Así, por
fícil prueba: a) la sensación, esto es, «la im presión que las ejemplo, una mala praxis médica puede materializarse
cosas producen por medio de los sentidos»4; y b) la interiori­ en una indebida cicatriz. En este caso, normalmente, el
dad como forma de m anifestarse5. dolor será m enor respecto al mantenim iento de la cica­
triz que puede durar toda la vida si no se elimina con
Por ello una de las preocupaciones clásicas en la litigación posteriores intervenciones quirúrgicas, por lo que final­
es contrarrestar la conducta del justiciable que m iente o exa­ mente podrá existir daño moral sin dolor;
gera en el dolor sufrido, y ello puede tener lugar en infinidad — Más excepcionalmente se encuentran situaciones en las
de situaciones: para agravar la intensidad de unas secuelas que existe u n daño moral sin dolor. Este es el caso, por
postraum áticas al objeto de obtener una determ inada pen­ ejemplo, de la tetraplejia de una persona derivada de
sión, para increm entar la cuantía de una indem nización por un accidente de circulación: aquí es evidente que existe
daños y perjuicios, o para justificar la aparición de alguna un daño indemnizable y puede haber ausencia de dolor
enfermedad como, por ejemplo, la fibromialgia. debido a la falta de sensibilidad en las extremidades
El dolor puede ser físico y/o psíquico: el dolor físico es el afectadas.
— Y también, excepcionalmente, hay situaciones en las
que se produce por la alteración de cualquier zona del cuer­
que se produce dolor sin daño moral indemnizable: así,
po hum ano (así, por ejemplo, el que surge p o r la am p u ta­
por ejemplo, cuando a un sikh se le corta el pelo porque
ción de un dedo de la mano; o el derivado de un esguince
entra en un centro penitenciario se le causa un dolor
cervical producido en un accidente de tráfico). Y el dolor
inmenso, pues es un símbolo de sumisión a la voluntad
psíquico es el que sin incidir en el aspecto externo del cuer­
divina, por lo que incluso podría llegar a preferir sacri­
po hum ano afecta al estado de ánim o produciendo dolor
(así, por ejemplo, el causado por la m uerte de un ser queri­ ficar su vida antes que su cabello.
do). Esta distinción, como seguidam ente indicaré, es utiliza­ El cualquier caso, el gran problema del carácter extrema­
da de form a im plícita por el legislador cuando, en determ i­ damente subjetivo del dolor es el de dem ostrar su existencia,
nados ám bitos del ordenam iento jurídico, objetiva la máxime cuando es muy complejo detectar la exageración o
existencia del dolor físico en función de la intensidad del mentira en su alcance. Frente al problema probatorio del do­
daño externo del cuerpo. lor, el ordenam iento jurídico intenta, en un prim er momento,
evitarlo mediante su objetivación, como seguidamente paso a
2 G re e ly y W a g n e r , 2011: 807-808. examinar.
3 «Dolor», Diccionario de la Lengua Española, 22.a ed., Madrid, Real
Academia de la Lengua Española, 2001: 833.
4 «Sensación», Diccionario de la Lengua Española, ob. cit., p. 2046. 2. HACIA LA «OBJETIVACIÓN» DEL DOLOR
5 La interioridad es la cualidad de interior, esto es, lo «que está en la parte
de adentro», o dicho en otros términos, lo «que sólo se siente en el alma»
(definiciones ambas de «interior» del Diccionario de la Lengua Española, ob. La mejor form a de resolver un problema es evitándolo. Y
cit., p. 1291). esto es precisamente lo que hace nuestro ordenamiento, que
86 87
Joan Picó i Junoy la prueba del dolor

lo objetiva integrándolo dentro del daño físico o psíquico. blas o baremos, cuya aplicación tiene lugar según reglas
Dada la complejidad de la prueba del dolor, lo más fácil es fijadas por el propio legislador y no queda, desde luego, sus­
objetivarlo, esto es, presum ir su existencia a partir de la prue­ traída a las norm as generales sobre interpretación de las le­
ba del daño material o físico: ello tiene lugar, por ejemplo, en yes [...]. Guiada por idéntica finalidad de evitar soluciones
el campo de los accidentes de circulación. Reglamentaria­ dispares, la doctrina viene aceptando los criterios cuantitati­
mente, el legislador fija unos criterios a p artir de los cuales se vos que resultan de la aplicación de los sistemas basados en
indica la indemnización a percibir, y dentro de esta indem ni­ la tasación legal, y en especial el que rige respecto de los da­
zación se entiende incluido el valor del dolor (daños morales), ños corporales que son consecuencia de la circulación de ve­
por lo que ya no es preciso probarla. Así, por ejemplo, la Re­ hículos de m otor al que antes hemos hecho mención, para la
solución de 24 de enero de 2012, de la Dirección General de fijación del pretium doloris y las consecuencias patrimoniales
Seguros y Fondos de Pensiones, por la que se publican las derivadas de daños corporales acaecidos en otros sectores de
cuantías de las indemnizaciones por muerte, lesiones perm a­ la actividad, si bien, no con el carácter vinculante que el sis­
nentes e incapacidad tem poral para la valoración de los daños tema presenta respecto de la cuantificación del daño derivado
y perjuicios causados a las personas en accidentes de circula­ de un hecho de la circulación, sino únicam ente con valor
ción6. orientativo, teniendo en cuenta las circunstancias concurren­
tes en cada caso (SSTS 11 de noviembre de 2005, 10 de febre­
De esta form a no sólo se logra resolver el difícil problema ro de 2006, 19 de mayo de 2006, 22 de julio de 2008, 2 de julio
de la prueba del dolor sino evitar las graves desigualdades de 2008, y la antes m encionada de 9 de marzo de 2010), acla­
que se podrían producir al otorgar judicialm ente indem niza­ rando en este sentido la propia jurisprudencia que una cosa
ciones muy dispares ante daños similares. Por ello, esta obje­ es que opte por ese criterio hermenéutico a fin de respetar los
tivación del dolor propio de los daños derivados de accidentes cánones de equidad e igualdad en la fijación de las respecti­
de circulación se ha expandido, sin carácter obligatorio, a vas cuantías para hacer efectivo el principio de íntegra repa­
otros daños (y sus correspondientes dolores) producidos en ración del daño sin discriminación ni arbitrariedad y otra
otras actividades como, por ejemplo, los laborales. En este muy distinta, como declara la STS de 10 de febrero de 2006,
sentido, la Sentencia del Tribunal Suprem o de 31 de mayo de que con ello se esté admitiendo la existencia de una laguna
2011, en su fundam ento jurídico 4.°, establece: «También de­ legal que imponga la aplicación analógica de las norm as lega­
clara la jurisprudencia (SSTS de 9 de diciembre de 2008 y 9 les de tasación con arreglo a lo establecido en el art. 4.1 CC,
de marzo de 2010) que, entre otras razones, la conveniencia dado que tal laguna no existe y nada impide al órgano judicial
de evitar posibles disparidades entre las resoluciones judicia­ prescindir de aplicar analógicamente dicho sistem a y cuanti-
les que fijan el p retium cloloris [precio del dolor] o com pensa­ ficar el valor del daño con arreglo a otras pautas o criterios
ción por el daño moral y que valoran de m anera prospectiva
o apreciativa las consecuencias patrimoniales de la incapaci­ igualmente equitativos».
dad generada por los daños corporales, aconseja al legislador,
Como se puede comprobar, la justificación para objetivar
partiendo del establecimiento de un régim en de asegura­
el dolor es el de evitar las desigualdades que se podrían pro­
miento del daño en determinados sectores, im plantar siste­
mas de valoración fundados en la tasación con arreglo a ta ­ ducir al otorgar judicialm ente indemnizaciones muy dispares
ante daños similares. Sin embargo, ello pueda plantear situa­
ciones injustas pues, como he indicado, el dolor, como per­
6 Boletín Oficial del Estado, núm. 31, de 6 de febrero de 2012. En esta
normativa, por ejemplo, en sus tabla I y III, se establece la indemnización
cepción que es, no debe ser igualmente indemnizable, ya que
(incluyendo los daños morales) por muerte, o lesiones permanentes, en puede ser percibido de forma muy distinta en cada persona.
función de la relación entre la víctima y el familiar (a mayor grado de En mi opinión, la justificación de la objetivación del dolor se
vinculación mayor indemnización) y la edad de la víctima (a mayor edad encuentra en el valor constitucional de la seguridad jurídica,
menor indemnización), con unos factores de corrección atendiendo a los pues de esta forma se hace más previsible saber qué tipo de
ingresos netos anuales de la víctima por su trabajo personal, entre otros
factores. tutela judicial (esto es, indemnización) se puede solicitar.
88 89
Joan Picó i Junoy La prueba del dolor

Al margen de los daños físicos que acabo de indicar (los una compañía aérea pierde la posibilidad de acudir a tiempo
derivados de accidentes de tráfico o los laborales), hay otros a un congreso y, con ello, la posibilidad de efectuar una po­
muchos en los que también es posible solicitar la correspon­ nencia internacional que ha estado preparando durante me­
diente indemnización económica por el dolor sufrido que, ses? ¿Y el dolor de quien ve su imagen ilícitamente obtenida y
como es obvio, deberá ser probado y valorado por el juez. Así, difundida en una publicación de máxima difusión?
por ejemplo, respecto de la responsabilidad médica, la Senten­
cia del Tribunal Supremo de 22 de junio de 2004, en su funda­ El estudio de K o l b e r referente a la prueba del dolor, tras
mento jurídico 5.°, afirma: «En cuanto a las cantidades recla­ destacar que estamos ante una experiencia fundamentalm en­
madas por “secuelas de tipo estético" (60.000 euros), “secuelas te subjetiva, pone de manifiesto cómo sólo tenemos acceso
físicas y funcionales" por imposibilidad de am am antar a futu­ directo únicamente a nuestro propio dolor, por lo que sólo
ros hijos y repercusión en las relaciones de pareja (120.000 eu­ pueden hacerse inferencias sobre el dolor de los demás7. Y es
ros), “secuelas psíquicas" por disminución de la autoestima y precisamente esto lo que sucede en cualquier proceso judi­
generación de un estado de ansiedad (60.000 euros) y pecunia cial, donde el juez debe enjuiciar el dolor ajeno. En conse­
doloris por los días de miedo y, angustia que pasó la actora re­
cuencia, el juez está destinado a acercarse a la prueba del
currente tras la intervención (41.525,92 euros), no pueden dolor siempre de forma aproximada, aunque pensándolo
bien, como destaca M u ñ o z S abaté , esto es lo que le sucede en
acordarse en su totalidad por darse entre algunas de ellas iden­
cualquier otro ámbito del enjuiciamiento fáctico, pues la cer­
tidad de conceptos y, además, advertirse un cierto descuido
probatorio en cuanto al grado de reparación conseguido por la teza total y absoluta de los hechos es casi imposible8.
segunda intervención, practicada por el cirujano con cuya ab­ Ello no debe desanimarnos en la búsqueda de los medios
solución se aquietó la actora-recurrente. Así las cosas, siendo más eficaces para la prueba del dolor. Nos parece aquí necesa­
indiscutible que ésta pasó por un trance prolongado en el tiem­ rio partir de la distinción que he realizado entre dolor físico y
po y verdaderamente angustioso, con episodios tan crudos dolor psíquico:
como presenciar la eliminación del tejido necrosado, y estando
probado que el grado posible de reconstrucción de la mama a) En el dolor físico, partiendo de la prueba del daño re­
afectada nunca es total, la Sala entiende que la indemnización clamado, en muchos casos la propia ley presume la existencia
procedente por secuelas y daños moral, englobando todas las del dolor y la incluye dentro de la cuantía económica a indem­
peticiones de la demanda reseñadas en el párrafo anterior, debe nizar por dicho daño. Como se ha visto, éste es el caso, por
cifrarse en 138.000 euros». ejemplo, de los baremos reglamentariamente establecidos por
los daños sucedidos en los accidentes de tráfico.
Por todo ello, quedan muchos ámbitos jurídicos en los que b) En el dolor psíquico, al no haber una alteración externa
se hace necesaria la prueba del dolor, como seguidamente del cuerpo hum ano y limitarse sólo a cuestiones internas del
paso a examinar. perjudicado, como su estado anímico, se hace especialmente
difícil la prueba de su alcance (aquí, serán de especial interés
los dictámenes periciales psicológicos).
3. LA PRUEBA DEL DOLOR
En todo caso, la ciencia ha intentado buscar mecanismos
para graduar la existencia e intensidad del dolor. El más fa­
El dolor, como cualquier otro hecho controvertido en un moso de todos es la visual analogue scale (VAS) mediante la
proceso, tiene la carga de probarlo aquel quien lo alega (art.
217 LEC). Pero ¿cómo se puede probar el traum a —y el co­
rrespondiente dolor— del niño que ha perdido un dedo de 7 K olber, 2007: 433.
una mano por la m ordedura de un perro; o el dolor de una 8 Por ello, destaca que la prueba de los hechos siempre o casi siempre
suele darse en el proceso en términos de probabilidad y no de certeza ( M u ñ ó z
secuela derivada de una mala praxis médica? Y en casos de S a b a t é , 2 0 0 9 : 1 1 4 ; y en similares términos ya se pronunció en 1 9 9 3 : 6 4 -7 1 ).
daños morales ¿cómo acreditar el dolor de quien por culpa de De igual modo, vid. T a r u f f o , 1 9 9 2 : 2 1 2 -2 1 5 ; y F e r r e r B e l t r á n , 2 0 0 5 : 139.
90 Joan Picó i Junoy la prueba del dolor 91

cual se determ ina la escala del dolor a través de la entrevista que el dolor ha dejado de ser algo subjetivo pues su existencia
personal al paciente9. sería objetivable. Sin embargo, dicha imagen no puede indi­
carnos ni su origen ni su intensidad (para esto último puede
Al respecto, existen escalas específicas para pacientes y
enfermedades, que pueden ser muy útiles10, si bien son limita­ ser válido el VAS).
das; así, por ejemplo, recientemente K e r s t e n , K ü q ü k d ev eci y Pese al intento de la ciencia de facilitar la prueba del dolor,
T e n n a n t 11 nos recuerdan que en muchos casos el paciente no ello no evita que el declarante pueda m entir o agravar su in­
sabe cómo m edir su propio dolor dentro de una escala num é­ tensidad. Se plantea aquí otro problema de muy difícil solu­
rica, por lo que el VAS puede ser poco preciso, razón por la ción: ¿Cómo contrarrestar dicha actuación? Desde la neuro­
cual no es un medio adecuado ni para saber el dolor que pue­ ciencia, día a día, se están aportando nuevas técnicas dirigidas
de generar una enfermedad determ inada ni para determ inar a evidenciar los cambios neuronales del cerebro hum ano con
el dolor que una enfermedad puede generar en un determ ina­ la ayuda de sofisticadas técnicas de imágenes cerebrales,
do colectivo o tipo de pacientes. Además, los estudios de como la resonancia nuclear magnética estructural y funcio­
B o o n st r a , et al. 12, y B r e iv ic k , et al. 13, ponen en evidencia cómo nal, que permite m ostrar concretas regiones cerebrales que
el dolor crónico (como sucede con el cáncer o enfermedades ejecutan una función determ inada14. No obstante, actualm en­
muscoloesqueléticas) es de muy difícil fijación porque se mez­ te nos encontramos con limitaciones empíricas importantes
cla con otros síntomas mentales y físicos como son la fatiga o sobre la fiabilidad de estas pruebas científicas de detección de
la depresión, afectando todos ellos a su calidad de vida, y se la m entira15. Aunque fuese cierta la posibilidad de detectar
ha acreditado que esta calidad de vida afecta, en positivo y en cuál es la zona cerebral que tiene por función responder a un
negativo, en la percepción y medición del dolor en este tipo de interrogatorio, esto es, de modo científico, determ inar cuán­
enfermedades. do el declarante está conscientemente faltando a la verdad, se
abren múltiples interrogantes, pues es posible que el decla­
De igual modo, reciente avances en neurociencia han per­
mitido, m ediante imágenes computerizadas, detectar la re­ rante:
gión del cerebro que se activa cuando se aplican estímulos a) mienta pero tenga una capacidad de control de sus pro­
dolorosos (la m atriz del dolor), por lo que con ellas es posible pios estímulos emocionales —innata o adquirida— que evite
probar la existencia de dolor. De esta forma, podría decirse la activación de la región cerebral de la matriz de la m entira
y, en consecuencia, no se detecte la mentira;
9 Esta entrevista suele consistir en preguntar al paciente sobre su dolor, b) no mienta pero se active la región cerebral que determi­
indicándole que si «0» es «no dolor» y «10» es u n «dolor insoportable»,
indique el número con el que relacione su dolor (o similares: así, por ejemplo, na el estímulo de la mentira porque su sistema nervioso se ha
se indica al paciente que manifieste si su dolor es ausente, moderado, alterado sobrem anera al estar declarando sobre hechos de
tolerable, intenso o insoportable; o se le muestran imágenes de caras que carácter íntimo, o que ha mantenido ocultos durante tiempo
representan diversos grados de dolor para que manifieste con cual se y quería seguir manteniéndolos así, o que le pueden traer con­
identifica; o en una línea horizontal o vertical de diez cm de longitud dispuesta
entre dos puntos donde figuran las expresiones «no dolor» y «máximo dolor
secuencias especialmente perjudiciales de cualquier tipo
imaginable» al paciente se le indica que debe m arcar el punto de la línea que (afectivas, personales, profesionales, económicas, etc.);
mejor refleje su dolor).
10 El trabajo experimental de P r i c e , M c g r a t ii , R a f ii y B u c k in g h a m , 1 9 8 3 :
45, en el que aplicaron estímulos térmicos a dos grupos de personas (a 14 Así ver los distintos experimentos diseñados para detectar la matriz
enfermos crónicos y a sanos) concluye que la VAS es un método válido para cerebral de la mentira publicados en revistas científicas que describen P a rd o
valorar el dolor, pues éste es percibido de igual modo por pacientes crónicos y P a t t e r s o n , 2010: 1228, notas 91 a 93.
como por personas sanas. 15 Así, por ejemplo, suele argumentarse que no todos los cerebros
11 K e r s t e n , K ü q ü k d e v e c i , y T e n n a n t , 2 0 1 2 : 6 0 9 . humanos son iguales; que los experimentos todavía son escasos; y que en
12 B o o n s t r a , S c h ip h o r s t , R e n e m a n , P o s t h u m u s y S t e w a r t , 2 0 0 8 : 165. muchos casos la presunta matriz de la mentira se asocia también a otras
13 B r e iv ik , B o r c h g r e v in k , A l l e n , R o s s e l a n d , R o m u n d s t a d , B r e iv ik H a l s , actividades cognitivas que van más allá de la mentira (cfr. P a r d o y P a t t e r s o n ,
K v a r s t e in , y S t u b h a u g , 2 0 0 8 : 17. 2010: 1228, nota 95).
92 Joan Picó i Junoy La prueba del dolor 93

c) mienta y esté diciendo la verdad, por ejemplo, porque la mente paso a analizar mediante la fórmula probática20 del
mentira se fundam enta en un conocimiento erróneo de los dolor.
hechos16;
En función de todo lo que acabo de exponer, la fórmula
d) e incluso es posible que diga la verdad ante hechos m a­ probática del dolor podría sería la siguiente:
nifiestamente falsos17. a) La prueba pericial. Sin duda será la más relevante de­
bido al carácter científico de los hechos. Aquí pueden incluir­
En definitiva, todas estas situaciones nos llevan a debates
se desde un estudio de la intensidad del dolor (VAS) efectua­
mucho más profundos, como el de la dicotom ía entre cerebro
do por un especialista en anestesiología y reanimación; a
y mente, esto es, a si es posible que exista mente más allá del
dictámenes emitidos por radiólogos, neurólogos o neuroci-
mero elemento fisiológico del cerebro, por lo que el estudio de
rujanos que interpreten las mencionadas imágenes com pute­
este órgano hum ano —por muy profundo y detenido que
rizadas atendiendo a los nuevos avances en neurociencia.
sea— sería incapaz de detectar la mente del declarante, pero
Incluso en Estados Unidos de Norteam érica existen diversas
todo ello excede del objetivo del presente trabajo18. En todo
empresas privadas21 que efectúan dictámenes periciales para
caso, en la hipótesis de que fuese posible mediante las imáge­
acreditar que una persona no está mintiendo (o para detectar
nes cerebrales detectar cuándo una persona esta m intiendo19,
lo que tales imágenes no nos podrán decir es si lo declarado la mentira).
(sea cierto o falso) es lo que verdaderam ente se corresponde Respecto de la admisión de estos últimos dictámenes, en
con la realidad de la cuestión litigiosa, por lo que será necesa­ general, en los Estados donde no existe juicio por jurado es
ria una mayor actividad probatoria, aspecto éste que seguida­ posible que tenga lugar pues aportan un conocimiento cientí­
fico: así, por ejemplo, en España, el art. 335.1 LEC podría dar
cobertura legal a estos dictámenes22. Sin embargo, en países
16 Para simplificar esta afirmación me basta el siguiente ejemplo: su­
pongamos que el Sr. A cree que la Tierra es plana, es decir, para él la afirmación con tribunal de jurado, las normas procesales suelen ser muy
de que la Tierra es plana (1) es verdadera. Ahora supongamos que el Sr. A restrictivas en la admisión de dictámenes periciales al objeto
miente al Sr. B, y le dice que la Tierra tiene forma esférica (2). En este caso, de evitar al máximo contam inar al jurado con «pseudocien-
la afirmación 1 es verdadera y la 2 es falsa; pero el Sr. A ha mentido al Sr. B y cias» no contrastadas científicamente por la generalidad de la
le ha dicho una m entira que, curiosamente, es una verdad. Es una verdad que comunidad científica: este es el caso, por ejemplo, de los Esta­
se fundamenta en un conocimiento erróneo de la realidad de los hechos. El
Sr. A miente -pues dice lo contrario de lo que cree- pero al estar equivocado dos Unidos de Norteamérica, en cuya nde 702 (de sus Federal
(creer algo erróneo), le lleva a decir la verdad mintiendo (ejemplo obtenido de
http://filosofia.lagma2000.coin/creencias/sobre-verdad-y-mentira; fecha de con­
sulta: 13 de enero de 2013). 20 Expresión de M u ñ o z S a b a t é que se utiliza para formular una ordenada
17 En el trabajo G r e e l y y W a g n e r se destaca la existencia de algún y sintética sistematización de los medios y actividades de prueba necesarios
estudio por imágenes computerizadas en el que se demuestra que las para convencer al juez de la realidad de los hechos litigiosos (1993: 523-526;
personas pueden ser hipnotizadas para sentir dolor sin que exista ningún idem, en la 3.a ed. del mismo libro de 1993: 117).
estímulo externo doloroso y, a pesar de ello, se activa la «matriz del dolor» 21 El estudio de G r e e l y y W a g n e r menciona dos de estas empresas
(2011: 809), por lo que dichas imágenes cerebrales responderán a una privadas: CEPHOS y No Lie MRI (Reference Cuide on Neuroscience, 2011:
realidad falsa de los hechos. De igual modo, podemos pensar en el amputado 802-807).
con dolor fantasm a que declara tener dolor en su extremidad ausente. En 22 Art. 335.1 LEC: «Cuando sean necesarios conocimientos científicos,
este caso, efectivamente es posible que el declarante diga la verdad, esto es, artísticos, técnicos o prácticos para valorar hechos o circunstancias relevantes
no esté mintiendo, pero ello no coincide con algo que es objetivamente en el asunto o adquirir certeza sobre ellos, las partes podrán aportar al
cierto, a saber, que no existe la extremidad de la cual dice partir el dolor que proceso el dictamen de peritos que poseen los conocimientos [...]» (la cursiva
sufre. Como se puede comprobar, en ambos casos, la máquina podrá detectar es mía, y con ella pretendo destacar, además, que si el juez entiende que el
que el declarante no miente -porque el dolor existirá como percepción estado de la ciencia no está todavía a la altura de poder sostener la validez
subjetiva de la persona afectada- aunque el hecho del origen del dolor es científica de los métodos de diagnóstico por imágenes computerizadas del
manifiestamente falso. cerebro que detecten las matrices del dolor o la mentira, podrá inadmitir el
18 Al respecto, vid. P a r d o , P a t t e r s o n , 2010: 1218-1220. dictamen pericial por entender que no estamos ante conocimientos científicos,
19 Extremo éste rebatido en multitud de estudios científicos. sino «pseudocientíficos»).
95
94 Joan Picó i Junoy Ij ¡ prueba del dolor

Rules o f Evidence), para la admisión del dictam en pericial se aleja la existencia del dolor le ayudará a tener un mayor nú­
exige que el conocimiento científico o técnico del experto sir­ mero de elementos de juicio.
va para determ inar un hecho y que su testimonio sea el pro­
d) El interrogatorio de testigos. En determinadas situacio­
ducto de métodos y principios fiables aplicados a los hechos
del caso concreto. Y al respecto, el Tribunal Supremo nor­ nes, las explicaciones que puedan efectuar testigos sobre con­
teamericano, a p artir del famoso caso Daubert, ha establecido ductas, actitudes o manifestaciones de la persona aquejada
los requisitos mínimos que debe reunir la técnica o teoría so­ por el dolor tam bién pueden ser utilizadas por el juez para
bre la que se sostiene el dictamen pericial para admitirse en formar su enjuiciamiento de los hechos.
juicio, a saber, que pueda ser o haya sido probada, esto es, e) Por último, tam bién puede ser útil el reconocimiento
pueda ser contrastada objetivamente por otro órgano —por lo judicial de la persona afectada, asistido o no el juez por un
que se excluyen estudios subjetivos—; que haya sido objeto de médico forense.
revisión —a pares a ciego— y publicada en revistas o editoria­
F in a lm e n te , d e b o d e s ta c a r q u e la s p r e s u n c io n e s p u e d e n
les indexadas; que tenga un reducido potencial de tasa de
s e r m u y v a lio s a s , y m u y e s p e c ia lm e n te p a r a d e te c ta r a c titu d e s
error; y que haya sido generalmente aceptada por la propia
o c o n d u c ta s m e n d a c e s o q u e fa ls e e n la r e a lid a d .
comunidad científica. Además, para adm itirse esta prueba,
debe superar lo previsto en la m íe 403 de las citadas Federal
Rules o f Evidence, en función de la cual, a pesar de que la
prueba sea pertinente, puede ser excluida, entre otros m oti­ 4. REFLEXIÓN FINAL
vos, si el magistrado entiende que es susceptible de provocar
confusión o inducir a error al jurado. Por todo ello, no es ex­ Es evidente que la evolución tecnológica ha mejorado
traño que suelan inadmitirse judicialmente los dictámenes nuestra calidad de vida, y ha resuelto muchos interrogantes,
que se fundam entan en la neurociencia23. aunque tam bién ha planteado nuevos problemas. En la era de
la computarización pretendemos dar respuesta a todas nues­
Otro dictamen pericial que también puede ser útil es el que tras dudas, pero debemos ir con cautela pues la ciencia avan­
emita un psicólogo analizando la evolución de la conducta de za —y cambia— día a día, por lo que lo que hoy parece evi­
la persona afectada por el dolor. Junto a estos dictámenes, dente puede ser que no lo sea en un futuro próximo (baste
pueden aportarse otros muchos de diferente contenido como, aquí recordar, por ejemplo, el éxito que tuvo en el siglo xrx la
por ejemplo, los de carácter contable que cuantifiquen lo que frenología —a partir de la obra de Frank Joseph G all — me­
se ha dejado de percibir profesionalmente por el hecho dolo­ diante la cual, a través de la estructura y forma del cráneo, la
roso.
cabeza y las facciones se entendía que era posible determ inar
b) La prueba documental, consistente en los historiales los rasgos de la personalidad y carácter de los individuos. Sin
clínicos de la persona afectada por el dolor, pues ahí fácilmen­ embargo, con el tiempo, se acreditó la total inexactitud de sus
te pueden documentarse sus diferentes episodios dolorosos y postulados). Por ello, debemos valorar críticamente todos los
su intensidad. Pueden ser de utilidad aquí los informes de pretendidos avances de la neurociencia que sostienen la posi­
detectives privados que documenten el m odus vivendi de la bilidad de probar el dolor y la m entira mediante imágenes
víctima incompatible con un determinado daño (y su corres­ computerizadas del cerebro. Sin duda, estas imágenes podrán
pondiente dolor). ayudar a los tribunales en su función enjuiciadora, pero no le
eximirán de ser críticos en su uso, máxime cuando existen
c) El interrogatorio de la propia persona. Sin duda el con­ serias dudas científicas y filosóficas sobre su fiabilidad. En
tacto directo del juez con la declaración personal de quien todo caso, será imprescindible valorar los dictámenes pericia­
les que se fundamenten en dichas imágenes conjuntamente
23 Al respecto, vid. los casos reales que exponen G r e e l y y W a g n e r en el con el resto de la prueba practicada.
epígrafe VI titulado «Examples of the Possible Uses of Neuroscience in the
Courts» (2011: 796-811).
96 Joan Picó i Junoy

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tion of visual analogue scales as ratio scale measures for chronic rísticos. La demencia vascular (antes llamada demencia arte-
and experimental pain», en Pain, 1983, 17 (1), pp. 45-56. riosclerótica) que incluye a la demencia multi-infarto, es la
T a r u f f o , M.: La prova dei fatti giuridici. Milano: Giuffré, 1992, consecuencia de los infartos del tejido cerebral vinculados
pp. 212-215.
con un padecimiento vascular. La medicina ha logrado identi­
ficar la conexión entre las lesiones cerebrales y su sintomato-
logía con respecto al alzheimer y a la demencia vascular, para
m encionar solamente dos patologías en las cuales los proble­
mas orgánicos y sus consecuencias son más evidentes. En
cambio en la esquizofrenia predominan los síntomas sociales,
de vinculación del individuo con su ambiente y sus relacio­
98 C o m p le jid a d de la prueba en los procesos por demencia.. 99
Eduardo Oteiza

nes. Según la Organización Mundial de la Salud1 (OMS) en roimaginología y la neurofisiología ayudan a examinar los
los enfermos que sufren de esquizofrenia se encuentran com­ cambios producidos en el cerebro hum ano al sentir y pensar.
prometidas, en diversos grados y formas, las funciones esen­ Las técnicas imaginológicas ofrecen cada vez más posibilida­
ciales que dan a una persona la vivencia de su individualidad, des de identificar las regiones específicas del cerebro que se
singularidad y dominio de sí misma. En las distintas esquizo­ utilizan para distintos aspectos del pensamiento y las emocio­
frenias, las certezas en cuanto al com portamiento neuronal o nes. Los estudios como el de la imagen por resonancia magné­
cerebral son menos precisas. tica funcional (IRMf) permiten observar el funcionamiento
neuronal del cerebro humano. En el Informe Salud mental:
La neurociencia procura acotar el nivel de incertidumbre,
nuevos conocimientos, nuevas esperanzas (2001), preparado
con respecto a las causas de las enfermedades mentales en las
por la OMS, se sostiene que, pese a los notables descubri­
cuales el factor orgánico o las causas de la patología no resul­
tan tan evidentes, al indagar sobre el com portamiento del mientos realizados, a la neurociencia le resta un largo camino
sistema nervioso y su relación con el pensamiento, las emo­ para clarificar la relación entre el cerebro y las funciones
ciones y las conductas humanas. Investiga sobre la anatomía, mentales y conductuales complejas. El informe agrega que las
la fisiología, la bioquímica y la biología molecular del sistema innovaciones en imaginología cerebral, unidas a los estudios
nervioso, especialmente en lo relativo al com portam iento de neuropsicológicos y electrofisiológicos, ofrecerán imágenes
las personas. Los estudios de la neurociencia m uestran una dinámicas en tiempo real del sistema nervioso en funciona­
evidente evolución en cuanto al diagnóstico sobre los desór­ miento. La obtención de imágenes se com binará con la capa­
cidad cada vez mayor de registrar simultáneamente la activi­
denes neurológicos y el estado del sistema cerebral. Sin em­
bargo, queda un amplio rango de interrogantes. La vincula­ dad de un gran núm ero de neuronas y descifrar su particular
ción entre la actividad neuronal y los desórdenes psiquiátricos lenguaje. No obstante, la importancia de los avances en las
en un variado núm ero de enfermedades caracterizadas en el pruebas científicas, ciertos trastornos mentales son conse­
lenguaje común y científico como mentales continúa siendo cuencia de influencias genéticas y ambientales interrelaciona-
impreciso. Aludimos a enfermedades mentales pero la rela­ das, son la combinación de características biológicas con
ción entre física y metafísica sigue siendo uno de los dilemas factores psicológicos y sociales. La interacción entre el com­
de la filosofía: the mind-body problem. Las palabras latinas plejo fenómeno genético y el entorno que condiciona la vida
m entís y dém entia2 alientan los debates de la física y la m eta­ de las personas, tam bién es causa de comportamientos pato­
física. El dualismo cartesiano y el materialismo no han zanja­ lógicos. Un buen núm ero de enfermedades mentales son con­
do definitivamente sus disputas. Sabemos que el cerebro es secuencia de la incidencia de factores biológicos, psicológicos
responsable de com binar la información genética, molecular y sociales. Desde esa visión y frente a la actual evolución de la
y bioquímica pero resta mucho por descifrar sobre el alcance medicina, la neurociencia da respuestas que sólo son comple­
y el significado de aquello que denominamos mente. Tampoco m entarias de otros análisis.
sabemos con precisión la relación entre el cerebro y la con­
ducta humana. La medicina clínica ha podido dar un panoram a bastante
completo en cuanto a las causas del alzehimer y de la demen­
La comprensión científica sobre la estructura y la función cia vascular, en cambio la diagnosis de la esquizofrenia pre­
del cerebro han avanzado significativamente en las últimas senta mayores complejidades. La neurociencia constituye un
décadas. La biología molecular brinda una visión más com­ aporte significativo para poder avanzar sobre las causas or­
pleta de las unidades estructurales de las neuronas. La neu- gánicas de la conducta. Desde una m irada funcionalista la
neurociencia es el camino para continuar dando respuestas
1 Vid. la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE, ICD en aproximativas al dilema irresuelto del comportamiento hu­
inglés), promovido por la OMS, hoy el CIE-10, Capítulo V, Trastornos m en­ mano. Ella acom paña a otros estudios sobre los trastornos
tales y del comportamiento, F00-F99 http://ais.paho.org/classifications/C hap-
ters/index.htmen mentales. Para A p p e l b a u m (2011) muchos de los desórdenes
2 El latín dé usado como disminución de las facultades mentales. mentales derivan de una predisposición genética activada por
100 Eduardo Oteiza Complejidad de la pnieba en los procesos por demencia.. 101

circunstancias ambientales. Sugiere que la diagnosis debe miento han abierto la caja negra del conocimiento esposando
sustentarse sobre: exámenes clínicos, entrevistas estructura­ la psicología con el análisis funcional de la biología de la acti­
das, tests psicológicos y neurológicos y estudios por imáge­ vidad cerebral. A pesar de cierta radicalidad en cuanto la pos­
nes, chequeos de laboratorio y una investigación sobre los tura materialista, G o o d e n o u g h y T u c k er no dejan de recono­
antecedentes de la persona sometida al examen médico. El cer que resta mucho por indagar sobre la vinculación entre
detallado estudio sobre las dificultades para evaluar a una cerebro y com portam iento humano. Reconocen que muchos
persona que ha actuado o actuará bajo los efectos de una en­ factores condicionan la conducta y que la neurociencia no
fermedad mental, desarrollado en base a los estándares de la significa un simple determinismo biológico. En cuanto a las
Asociación Americana de Psiquiatría que desde 1980 publica enfermedades mentales destacan el aporte que puede hacer la
su Diagnostic and Statistical Manual o f Mental Disorders3, nos neurociencia para revelar las causas de padecimientos como
muestra las dificultades que esa determinación presenta en la esquizofrenia, usando también el tiempo futuro en lugar de
términos de prueba judicial y las limitaciones que ella en­ ser contundentes sobre los beneficios actuales de métodos
cuentra en cuanto a confiabilidad y validez. como el IRMf.

P ardo y P a tterso n (2011) critican la posición de los mate­


2. DUALISMO, MATERIALISMO Y FUNCIONALISMO rialistas. Sostienen que no tiene sentido preguntarse: ¿dónde
EN SU RELACIÓN CON LA PRUEBA EN PROCESOS está situada la mente: en el alma cartesiana o en el cerebro?
DE DEMENCIA Aseguran que «los seres humanos tienen mente, pero las m en­
tes no se hallan en ellos». A pesar que dicen no asum ir una
Persisten los misterios sobre la actividad cerebral y el com­ perspectiva cartesiana, su argumento se parece mucho al de
portamiento humano. Para aquello que seguimos llamando D e sc a r tes ya que argum entan que «una concepción alternati­
mente tenemos unas pocas respuestas y una infinidad de inte­ va de la mente [...] pasa por entender ésta como un conjunto
rrogantes sin resolver. A pesar de las incertidum bres la evolu­ diverso de habilidades ejercidas por una persona [...] habili­
ción de las investigaciones ha generado posiciones radicales dades que implican una amplia gama de categorías psicológi­
en cuanto a la confianza en las respuestas brindadas por la cas, incluyendo las sensaciones, percepciones, la cognición
neurociencia. Desde una posición que podríamos denom inar (p. ej., conocimiento, memoria), la cogitación, (p. ej., creen­
como materialismo radical G r e e n y C o h é n (2004) postulan cias, pensamientos, imaginación, imaginería mental), y la
que la neurociencia cognitiva perm itirá identificar el meca­ volición (p. ej., intenciones, acciones voluntarias)». La pro­
nismo específico responsable del comportamiento. Desde esa puesta de P ardo y P a tterso n no resulta convincente ya que
posición desafían las doctrinas legales apoyadas en la respon­ solamente elude la pregunta sobre si esas habilidades pueden
sabilidad derivada de la libre voluntad del ser hum ano para explicarse como la compleja función del cerebro. Dado que
decidir sus acciones y sus efectos en la vida civil y sus conse­ esas habilidades dependen o tienen su origen en una activi­
cuencias sobre las responsabilidades. La lectura atenta de su dad neuronal resulta claro que son su consecuencia, por más
argumentación m uestra que ellos asumen que las respuestas que sea difícil en el estado actual del conocimiento científico
son por ahora asunciones sobre el futuro, reconocen que esas dar certezas sobre la interrelación entre lo que P ardo y P at­
determinaciones transitan una etapa embrionaria. Dicen que t e r s o n llaman habilidades y el sistema cerebral. La black box
probablemente la neurociencia desafiará nuestra idea de vo­ siempre la tuvimos frente a nosotros, el problema es que no
luntariedad pero adm iten que todavía no alcanzamos ese es­ contamos con el conocimiento necesario como para poder
tadio. G o o d e n o u g h y T u c k e r (2010) subrayan que nuevas comprender cómo efectivamente conecta los resquicios de
técnicas como el IRMf escáner y nuevo modelos de pensa­ nuestro sistema cerebral con nuestra conducta. En algunos
casos como en la enfermedad del alzehimer o en la demencia
3 La cuarta edición del Manual es conocido por las siglas DSM-IV-TR. La vascular todo pareciera estar más claro, lo cual no sucede
IV edición es del 2000 y la V está prevista para el 2013. ante las distintas formas de esquizofrenia.
102 C o m p le jid a d de la prueba en los procesos por demencia. 103
Eduardo Oteiza

Agregan P ard o y P a tterso n que «los seres hum anos tienen mados avances sociales y de reconocimiento de los derechos
mente, pero las mentes no se hallan en ellos». La cita de cuño humanos. Ante la necesidad de limitar el riesgo que ellas re­
nítidamente cartesiano puede ser explicada en el discurrir de presentan en términos de respeto de los derechos humanos se
su ensayo pero tam bién exhibe el recurso de colocar en lo han consagrado mecanismos de protección en el ámbito inter­
metafísico aquello que no podemos explicar. Entiendo que se nacional, lo cual evidencia el riesgo que sigue representando la
trata de un error. Tomando una posición cercana al funciona­ declaración de incapacidad por motivos mentales. La Organi­
lismo diría que la conducta hum ana debe explicarse a través zación de Naciones Unidas (ONU) recién en 1991, adoptó los
de la actividad cerebral en combinación con el entorno y el Principios para la protección de los enfennos m entales y para el
ambiente. El análisis de los trastornos mentales desde una m ejoramiento de la atención de la salud m ental5. Allí se estable­
posición propositiva debe tom ar al ser hum ano en su integri­ ce que la determinación del padecimiento de una enfermedad
dad física y ambiental, en su complejidad, sin relativizar los mental se formulará con arreglo a las normas médicas acepta­
avances que la neurociencia desarrolla en la búsqueda de en­ das intem acionalmente (principio 4). La previa opinión médi­
contrar las claves del comportamiento. ca, preferentemente confirmada por la intervención de un se­
gundo profesional de la salud mental, constituye un requisito
En ese sentido, y desde una perspectiva de la prueba, la para perm itir la internación involuntaria, siempre que exista
m aterialidad de los hechos a descubrir impone rescatar la un riesgo grave de daño inmediato o inminente para esa perso­
complejidad de los padecimientos a determinar. Las enferme­ na o para terceros y que su falta de internación puede llevar a
dades mentales suponen indagar y dar certeza sobre el pre­ un deterioro considerable de su condición o im pedir que se le
sente, el pasado y el futuro. Imponen indagar si una persona proporcione un tratam iento adecuado (principio 16). El trata­
actuó comprendiendo sus acciones, si tiene la capacidad para miento y los cuidados de cada paciente se basarán en un plan
hacerlo en el momento que a esas acciones se le asignan con­ prescrito individualmente, revisado periódicamente y modifi­
secuencias jurídicas y si su situación cam biará en el futuro.
cado según el caso. El apoyo de la medicina especializada en
Los estudios vinculados a los desórdenes mentales son retros­ enfermedades mentales, mediante opiniones que deberían ser
pectivos, contemporáneos y prospectivos. La certeza sobre sometidas a un control y confrontadas con otras pruebas, la
esas tres dimensiones tiene sin duda consecuencias de una
participación de la justicia antes de ordenar una internación y
inusitada trascendencia para la persona sometida a la prueba
sobre su estado mental. el necesario seguimiento frente a situaciones que no quedan
inmóviles en el tiempo, constituyen garantías básicas de los
procesos previos a los tratamientos involuntarios.
3. LOS PRINCIPIOS INTERNACIONALES El Consejo de Europa en 1999 pronunció los Principios
SOBRE ENFERMEDADES MENTALES referentes a la protección jurídica de los mayores incapacita­
dos 6, que comienzan por declarar que la protección de los
Los trastornos mentales han sido utilizados para discrimi­ mayores incapacitados debe reposar en el respeto de los dere­
nar, apartar, excluir y estigmatizar. La N e f des Fous, la nave de chos hum anos y de las libertades fundamentales (principio 1).
los locos, que como recuerda F oucault (1964), era un «extraño Destaca que los procedimientos conducentes a la adopción de
barco ebrio que navega por los ríos tranquilos de Renania y los medidas de protección de mayores incapacitados deben ser
canales Flamencos»4. En formas menos represivas pero igual equitativos y eficaces. El carácter equitativo debe ser conside­
de segregacionistas siguen navegando no obstante los procla- rado como un principio aplicable durante el desarrollo del

4 Puede leerse en F o c a u lt (1964: 11) que: «Es posible que las naves de 5 ONU, 75.a sesión plenaria (1991).
locos que enardecieron tanto la imaginación del prim er Renacimiento, hayan 6 Comité de Ministros del Consejo de Europa, Recomendación R (99) 4,
sido navios de peregrinación, navios altamente simbólicos, que conducían Principios Estados miembros sobre los principios referentes a la protección
locos en busca de razón; unos descendían los ríos de Renania, en dirección de jurídica de los mayores incapacitados (Adoptada por el Comité de Ministros
Bélgica y de Gheel; otros remontaban el Rin hacia el Jura y Besangon». el 23 de febrero de 1999, en la 660 reunión de Delegados de los Ministros).
104 Eduardo Oteiza Complejidad de la prueba en los procesos por dem encia. 105

proceso. Implica, en particular, que se prevean procedimien­ ceso justo y adecuado que precede a toda restricción de liber­
tos adecuados para la investigación y la evaluación de los he­ tad motivada en una enfermedad mental requiere además que
chos determ inantes del trastorno mental y sus consecuencias la decisión no sea arbitraria9. Aclarando que la verificación
(principio 7). Una de las garantías expresamente reconocidas del estado mental mediante una previa peritación médica ob­
consiste en que el juez que decida una medida de protección jetiva «no sólo es posible sino que es indispensable» para pro­
cualquiera, que tenga por efecto restringir la capacidad jurídi­ ceder a un internam iento no urgente10.
ca de una persona mayor debería verla personalmente antes Los estándares desarrollados por la Corte Europea mues­
de tom ar su decisión, o haber tenido conocimiento previo tran que es esencial para respetar los derechos de las personas
personalmente de su situación (principio 12). Se deberían sometidas a procesos que pueden restringir sus facultades,
exigir siempre informes de expertos en el caso de medidas que la prueba de hechos vinculados con padecimientos médi­
más formales que incidan sobre la capacidad. Estos informes cos cuente con la participación específica de peritos forenses
pueden presentarse en forma escrita o deben ser registrados calificados que junto con otras pruebas brinden una certeza
por escrito en el caso en que los expertos presenten sus infor­ debidamente justificada sobre los hechos pasados, el estado
mes verbalmente. Además, se exige la revisión periódica de actual y el desarrollo futuro del padecimiento. En particular,
los pacientes (principio 14).
el tercer requisito consistente en seguir la evolución de la en­
Con respecto al tema aquí tratado, los Principios elabora­ fermedad supone contar con un pronóstico y el consecuente
dos por el Consejo refuerzan la importancia del consejo médi­ control sobre su desarrollo.
co y de la necesidad de complementarlo con otras medidas de La Corte Interam ericana en el caso Xim enes Lopes c. Bra­
prueba, especialmente con la entrevista personal entre el juez sil 11 se pronunció sobre la muerte ocurrida en el centro de
y la persona sometida a tratam iento compulsivo. Asimismo, atención psiquiátrica Casa de Reposo Guararapes. El tribunal
se destaca la trascendencia de la evaluación progresiva y del
seguimiento del paciente. tuvo por probado que el Sr. Damiáo Ximenes Lopes, durante
su juventud desarrolló una discapacidad mental de origen
orgánico proveniente de alteraciones en el funcionamiento de
su cerebro. No había dudas sobre la dolencia. La cuestión
4. ALGUNOS ESTÁNDARES DESARROLLADOS central desarrollada por la Corte Interam ericana fue la situa­
POR LOS TRIBUNALES TRANSNACIONALES ción de vulnerabilidad de los pacientes psiquiátricos12. Sostu­
DE PROTECCIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS vo que: «Con relación a la salvaguarda de la vida y la integri­
dad personal, es necesario considerar que las personas con
La Corte Europea de Derechos Hum anos ha desarrollado discapacidad que viven o son sometidas a tratam ientos en
un im portante case law con respecto a las internaciones fun­ instituciones psiquiátricas, son particularm ente vulnerables a
dadas en problemas de incapacidad mental. En el recordado la tortura u otras formas de trato cruel, inhum ano o degra­
caso Winterwer v. Holanda7, entendió que debían cumplirse dante. La vulnerabilidad intrínseca de las personas con disca­
los siguientes requisitos: i) que la decisión vaya precedida de pacidades mentales es agravada por el alto grado de intimidad
informes periciales que aporten criterios suficientes para esti­ que caracteriza los tratam ientos de las enfermedades psiquiá­
m ar el estado psicológico del sujeto; ii) que exista proporcio­ tricas, que tom a a esas personas más susceptibles a tratos
nalidad entre el grado de enajenación y la medida de interna- abusivos cuando son sometidos a internación [...] En los en­
miento y iii) que la duración del internam iento debe estar
vinculada al estado de enajenación8. La exigencia de un pro- 9 De a c u e rd o c o n lo d e c id id o en Winterweip v. Holanda, ibid., § 4 5 ;
Wassink v. Holanda, 2 7 d e se p tie m b re 1 9 9 0 , § 2 4 , S e rie A no. 1 8 5 A; y Bik v.
7 Del 24 de octubre de 1979, § 45, Series A no. 33. Rusia, no. 2 6 3 2 1 /0 3 , § 3 0 , del 2 2 d e a b ril d e 2 0 1 0 .
8 Criterios seguidos en Shtukaturov v. Rusia, no. 44009/05, § 108, del 27 10 E n Varbanov v. Bulgaria, ibid., § 4 8 .
de marzo de 2008, § 114 y en Varbanov v. Bulgaria, no. 31365/96, § 45, ECHR
-AA A A -»r
11 S e n te n c ia del 4 d e ju lio d e 2 0 0 6 § 128 1 3 2 - 101 103.
12 Ibid., § 112.
106 Complejidad de la prueba en los procesos por dem encia.. 107
Eduardo Oteiza

tornos institucionales, ya sea en hospitales públicos o priva­ intensa actividad del juez de control sobre las distintas opi­
dos, el personal médico encargado del cuidado de los pacien­ niones médicas vertidas en el proceso.
tes, ejerce un fuerte control o dominio sobre las personas que La vulnerabilidad de las personas sometidas a procesos
se encuentran sujetas a su custodia. Este desequilibrio intrín­ por demencia exige particularm ente efectuar un control ade­
seco de poder entre una persona internada y las personas que cuado sobre los tratam ientos y un seguimiento del estado del
tienen la autoridad, se multiplica muchas veces en las institu­
ciones psiquiátricas. La tortura y otras formas de trato cruel, paciente.
inhum ano o degradante, cuando son infligidas a esas perso­ La OMS calculó en 2001 que «los trastornos mentales y del
nas afectan su integridad psíquica, física y moral, suponen comportamiento representan el 12 por 100 de la carga de
una afrenta para su dignidad y restringen gravemente su au­ morbilidad en el mundo; sin embargo, el presupuesto para
tonomía, lo cual podría tener como consecuencia agravar la salud mental de la mayoría de los países es inferior al 1 por
enfermedad. Todas las anteriores circunstancias exigen que 100 del gasto total en salud. La relación entre carga de m orbi­
se ejerza una estricta vigilancia sobre dichos establecimien­ lidad y gasto en salud es claramente desproporcionada. Más
tos. Los Estados tienen el deber de supervisar y garantizar del 40 por 100 de los países no disponen de una política de
que en toda institución psiquiátrica, pública o privada, sea salud mental, y en más del 30 por 100 no existe un programa
preservado el derecho de los pacientes de recibir un trata­ dedicado a ella. Más del 90 por 100 de los países carecen de
miento digno, hum ano y profesional, y de ser protegidos con­ una política de salud mental que incluya a niños y adolescen­
tra la explotación, el abuso y la degradación»13. tes. Es frecuente, además, que los planes de salud no cubran
los trastornos mentales y conductuales en la misma medida
Esos criterios de supervisión y control se vinculan a casos
que otras enfermedades, hecho que genera im portantes pro­
que conectan pasado, presente y futuro. Los procesos deriva­
blemas económicos para los pacientes y sus familias. De este
dos de situaciones de demencia agregan la complejidad de
modo, el sufrimiento persiste y los problemas aumentan».
predecir y controlar la predicción. Tienen entre sus compo­
nentes la proposición de tratamientos, muy delicados para la El contexto del 2001 pareciera no haber mejorado signifi­
libertad personal, que trasladan sus efectos sobre el futuro. cativamente. Sin embargo el crecimiento vegetativo de la po­
blación determ ina que día a día crezca el núm ero de personas
sometidas a enfermedades mentales directamente relaciona­
5. REFLEXIONES SOBRE LA NEUROCIENCIA das con el envejecimiento. Resulta imprescindible reconocer
Y SUS APORTES A LA PRUEBA DE HECHOS que una tutela adecuada de los enfermos mentales requiere
VINCULADOS A PADECIMIENTOS MENTALES por parte del juez u n a mirada completa sobre el pasado, el
presente y el futuro. La determinación sobre la incapacidad es
La validez científica de medios de prueba míticamente la fase prelim inar al seguimiento sobre la evolución del pa­
considerados infalibles ha sido argum entada con acierto por ciente en la que debe estar empeñado el proceso judicial, res­
TARUFFO (2012). La crisis del mito de la infalibilidad de la guardando sus derechos humanos.
ciencia tiene un efecto im portante sobre la actividad del juez
y su deber de determ inar la veracidad de los hechos en el pro­
ceso. Los avances de la neurociencia agregan información útil 6. BIBLIOGRAFÍA
para la determ inación de insuficiencias cerebrales que inci­
den directamente sobre el comportamiento pero tam bién re­ A p p e lb a u m , P.: «Reference Guide on Mental Health Evidence», en
F e d e r a l J u d ic ia l C e n t e r , N a t io n a l R e s e a r c h C o u n c il O f N a t io ­
sultan de escasa validez para esclarecer algunos padecimien­
n a l A c a d e m ie s , Reference Manual on Scientific Evidence, 3 .a e d .,
tos. La prueba de los hechos exige el apoyo médico y una
2011, p. 815 y ss.
B lu m o ff,T. Y.: «Foreword: The Brain Sciences and Criminal Law
13 Ibid., § 106-108. Norms», Mercer Law Review, 62, 2012, pp. 705 y ss.
108 Eduardo Oteiza

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1. INTRODUCCIÓN
Involuntary, Treatment o f Mentally III Patients - Legislation and
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sion - Health & Consumer Protection Directorate-General, Re­ y el juicio penal ha visto cóm o irru m p ía en la escena u n nuevo
search Project, 2002, http://ec.europa.eu/health/ph_projects/2000/ protagonista: la neurociencia. La fascinación de la n eu ro cien ­
promotion/fp _promotion_2000_frep_08_en.pdf cia en su dialéctica con el D erecho penal se basa en u n a an ti­
T a r u f f o , M.: «La ciencia en el proceso: problemas y perspectivas», gua prom esa, esto es, m aterializar «el sueño de los prim eros
en BUSTAMANTE R ú a , M. M. (coord. acad.), Derecho probatorio crim inólogos en la identificación de las raíces biológicas de la
contemporáneo. Universidad de Medellín, 2012, pp. 27 y ss. delincuencia»1.
El térm in o «neurociencia» se u tilizará en los años sesenta
del siglo XX p a ra definir u n cam po p a rtic u la r de los estudios
interdisciplinarios que involucran al sistem a nervioso cere­
bral. E n 1971 se fundó la Society for Neuroscience, y sólo unos
pocos años después apareció p o r p rim era vez en las revistas el

1 R e d d i n g , 2006: 56; D e n n o , 1988: 615 y ss.; vid. también el amplio estu­


dio de P u s t i l n í k , 2009: 183 y ss.
110 Neurociencias y Derecho penal desde el prisma.. 111
Alessandro Corda

término «ciencia cognitiva», asociado a las investigaciones estructurales, por otro lado las técnicas funcionales son capa­
que conciben la mente hum ana esencialmente como un «con­ ces de m edir el flujo de sangre de una zona del cerebro, así
junto de funciones para la elaboración de informaciones». como de analizar la actividad eléctrica del encéfalo7. Sin em­
Del encuentro de estos dos nuevos campos de la investigación bargo, no existe todavía una separación estricta entre las téc­
científica nace el térm ino «neurociencia cognitiva», acuñado nicas funcionales y morfológicas, ya que se emplean de una
por George M il l e r y Michael G azzaniga a finales de los años forma totalm ente integrada en la práctica. En relación con la
ochenta2. Con esa expresión se describe hoy la disciplina cien­ información obtenida, se acostum bra a distinguir entre défi­
tífica que tiene por objeto determ inar cómo el funcionamien­ cit cerebral de naturaleza morfológico-estructural, y déficit
to del cerebro da lugar a la actividad m ental3. Como ha afir­ funcional. Por «déficit estructural» se entiende la presencia,
mado descriptivamente uno de sus padres, el objetivo de la por ejemplo, de una lesión, de un volumen anormal, de un
neurociencia cognitiva es esencial para aclarar cómo el cere­ tum or o de una alteración morfológica; sin embargo, en cuan­
bro «activa» la mente4. to a los déficits funcionales, tales técnicas miden los cambios
en el flujo sanguíneo local, relacionado con el aum ento de la
Recientes decisiones judiciales relativas al juicio de im pu­ actividad celular y, por tanto, neuronal. Estos cambios de flu­
tabilidad5han centrado la atención en particular en la llamada jo se definen como regiones de «activación». Las áreas del
neurociencia cognitiva, ram a del saber neurocientífico que se cerebro que se activan —las famosas zonas coloreadas—
ocupa de los mecanismos biológicos que subyacen en los pro­ cuando el sujeto realiza una determinada tarea, juegan un
cesos cognitivos, con especial atención a los sustratos neuro­ papel clave en la comprensión de la relación entre el compor­
nales de los procesos mentales y del comportamiento. Parece tamiento, las emociones, la función cognitiva y el sustrato
oportuno describir en pocas palabras las técnicas que utilizan neuronal. El área específica de interés se selecciona a poste-
los estudiosos en el campo de la neurociencia. La categoría riori. La m áquina evalúa varias «zonas» del cerebro, y des­
principal es la neuroimagen, en la que se puede distinguir bre­ pués, tras el examen, la imagen completa está a disposición
vemente entre imágenes estructurales o morfológicas e imáge­ del experto para el análisis técnico detallado8.
nes funcionales. En la tomografía computerizada (TAC), la
primera técnica de imagen estructural asistida por ordenador,
se siguieron en los últimos años las llamadas técnicas tomo-
gráficas de medicina nuclear, es decir, la PET (Positron emis- 2. EL DERECHO PENAL Y LA DIMENSIÓN
sion tomography) y la resonancia magnética. Sin embargo, en PROBATORIA
el terreno de la neuroimagen funcional —que es la más rele­
vante a los fines de nuestro trabajo— debe hacerse referencia Antes de adentram os en el tema de la utilización de la
a la resonancia magnética funcional conocida por el acrónimo prueba neurocientífica en el proceso penal, es preciso exponer
de fMRI (Functional Magnetic Resonance Imaging), que es brevemente la relación entre el Derecho penal sustantivo y
una técnica que consiste en el uso de la imagen obtenida con procesal en el ordenam iento italiano.
esa técnica, a fin de para evaluar la funcionalidad de un órga­ El establecimiento de los elementos del delito se relaciona
no, de m anera complementaria a las imágenes morfológicas6. necesariam ente con la dinám ica del proceso penal, momento
Si, por tanto, la tomografía com putarizada y la resonancia en el cual los principios y categorías desarrollados en la teo­
magnética ofrecen sobre todo informaciones morfológicas y ría general se som eten a verificación9. Como se ha puesto de

2 B r o o k y M a n d ic k , 2004: 384-385. 7 Ibid.: 88; L a m p a r e l l o , 2011: 503-505.


3 Ibid. 8 Cfr. T e it c h i ír , 2011: 360 y ss.; muy útil, especialmente para los lectores
4 G a z z a n ig a , I v r y y M a n g u n , 2008. sin una formación científica; B a ars y G a g e , 2012.
5 App. Trieste 1-10-2009, n. 5, imp. Bayout; Trib. Como, 20-5-2011, 9 Sobre el tema, cfr. en general F io r e , 2007: 91 y ss.; L u n g h in i , 2006: 409
n. 536, imp. Albertani. y ss.; sobre el posible «desfase» entre reforma procesal y derecho sustancial,
6 S a n t o s u o s s o , 2012: 89. también en la vertiente probatoria, siguen siendo de utilidad y actualidad las
112
Alessand.ro Corda Neurociencias y Derecho penal desde el prisma... 113

relieve con eficacia, «la función garantista que el Derecho


sustantivo encomienda al debido proceso se confía esencial­ hecho13. La efectiva afirmación del principio in dubio pro reo
mente a un paradigma epistemológico de la declaración pro­ comporta la necesidad de que el producto normativo sea
cesal, de la cual son elementos imprescindibles e inescindi- «impermeable», en la mayor medida posible, a las eventuales
bles, en térm inos de Derecho sustantivo el principio de «instancias distorsionadoras» que podrían hacerlo vano. Por
legalidad, y en el plano procesal el cognitivismo: un modelo ello, en la dialéctica con el Derecho sustancial adquieren una
de jurisdicción que tiene como condiciones necesarias «la im portancia fundam ental los criterios de estrecha legalidad
verificabilidad o falsificabilidad de las hipótesis acusatorias que inform an la law o f evidence contenida en nuestro CPP14,
por la fuerza de su carácter asertivo, y la prueba em pírica en debiendo entenderse, como es notorio, por «legalidad de la
razón de procedim ientos que perm itan tanto la verificación prueba», «ogni forma di limite o vincolo normativo posto in
como la falsificación»10. De ello deriva una consecuencia fun­ corrispondenza di uno dei tre diversi m om enti in cui si scom-
pone il fenomeno probatorio (ammissione, assunzione, valuta-
damental: «veritas, non auctoritas facit iudicium . Si la verdad zione)» 15.
de la acusación no resulta probada, la absolución del im pu­
tado es la única solución coherente con el principio de Las vicisitudes de la prueba científica representan en m u­
legalidad»1'. chos aspectos la prueba de fuego respecto a la efectividad de
la law o f evidence, en particular cuando el progreso técnico
Con respecto a las reglas probatorias y de juicio, el código
de procedim iento penal actúa plenamente en el principio de científico llama con arrogancia a las puertas del proceso pe­
presunción de inocencia recogido en el art. 27.2 de la Consti­ nal, como está sucediendo en el caso de las neurociencias. Si,
tución, atribuyendo además una expresa relevancia a la por una parte, el aporte del saber científico perm ite prevenir
duda12. El art. 530.1 CPP afirma, en efecto, que al final del y volver más dificultoso el recurso a eventuales «atajos
proceso debe ser pronunciada la sentencia de absolución «se probatorios»16 por parte de la acusación, así como dar una
il fatto non sussiste, se l'im putato non lo ha commesso, se il nueva concreción a la naturaleza de la duda que debe ser
fatto non costituisce reato o non é previsto dalla legge come inspirada por la defensa, por otra parte la entrada indebida
reato ovvero se il reato é stato com m esso da persona non impu- y/o el empleo inapropiado de saberes nuevos am enaza con
tabile o non punibile per un'altra ragione »; el párrafo segundo provocar efectos irreversibles en el terreno de la «transfigura­
afirma además que «il giudice pronuncia sentenza di assolu- ción procesal» de las categorías del Derecho penal sustancial,
zione anche quando manca, é insuficiente o é contraddittoria efectos cuya existencia ya se lamenta desde hace tiempo en la
la prova che il fatto sussiste, che l’im putato lo ha commesso, práctica17.
che il fatto costituisce reato o che il reato é stato com m esso da
13 La bibliografía sobre el principio «más allá de toda duda razonable» es
persona, imputabile». Coherentemente, el art. 533.1 afirma actualmente excesivamente amplia, tanto en lo procesal como en lo material.
que «il giudice pronuncia sentenza di condanna se l'im putato Limitándonos a algunas de las contribuciones italianas más significativas
risulta colpevole del reato contestatogli al di la di ogni ragione- sobre el tema, S t e l l a , 2003: 60-161; id., 2004: y ss.; P ie m o n t e s e , 2004: 757
vole dubbio », fórm ula que debe ser «descompuesta» en el yss.
Sobre la regla del «más allá de toda duda razonable formalizada en el art.
sentido de requerir una declaración más allá de ese um bral 533 c.p.p. tras la 1. n. 46/2006», cfr. C a p r io l i , 2009: 51 ss.; P is a n i , 2007: 1243 y
en relación con cada elemento que compone la situación de ss.; P a l ie r o , 2006: 73 y ss.; P ie r g a l l in i , 2007: 593 y ss.; se m uestra escéptica
respecto al contenido de la regla probatoria y de juicio hoy codificada en el
r e f le x i o n e s r e a l i z a d a s p o c o d e s p u é s d e la e n t r a d a e n v i g o r d e l c ó d i g o p r o c e ­ art. 533 c.p.p. C a ta la n o , 2011: 98.
s a l, d e P a d o v a n i , 1989: 916 y ss. 14 Cfr. L u n g h in i , 2006: 419.
10 P u l i t a n ó , 2011: 42. Sobre el tema, id., cfr. también las siguientes con­ 15 A m o d io , 1973: 314, nt. 10; id., 2012: 19 y ss.; vid. también N ap p i, 2012:
tribuciones: 2007: 517 y ss.; P u l i t a n ó , 2005: 951 y ss.; vid. también U b e r t i s , 414 y ss.
1995. 16 Sobre el tema, cfr. M a r a f io t i y M a s u c c i (eds.), 2006.
11 P u l i t a n ó , q u e i n c o r p o r a l a c o n o c i d a a f i r m a c i ó n d e F e r r a j o l i . 17 Vid. G a r o f o l i , 2004: 1457 y ss.; cfr. también L u n g h in i , 2006: 430, el
12 C a n z io , 2004, p p . 303 y s s .; C a n z io , T a r u f f o y U b e r t i s , 2009: 305 y s s .; cual, sintetizando eficazmente las aportaciones de la bibliografía alemana
L o r u s s o , 2008: 341. (N a u c k e e M a r x e n sobre todo) respecto al tema de la «funcionalización pro­
batoria» de la teoría del delito, subraya: «La dimensione probatoria non é lo
114 Alessandro Corda Neurociencias y Derecho penal desde el prisma. 115

En consecuencia, también desde la perspectiva del pena­ informaciones limitadas, es decir, no como para plantear
lista, debe prestarse particular atención no solamente al mo­ cuestiones relativas al carácter reservado o a la libertad m o­
mento de valoración de la prueba18, sino también, y quizás ral del sujeto interesado en su experimento. Pertenecen a
sobre todo, a las fases de admisión y práctica de la prueba este grupo técnicas tales como la balística, la dactiloscopia
(científica en particular), que constituyen momentos esencia­ forense, la búsqueda de rastros de utilización de instrum en­
les del «filtro metodológico» suministrado por el código de tos diversos, etc.19. Por el contrario, la segunda generación,
procedimiento para una correcta aplicación procesal del De­ ejemplificada por el ejemplo paradigmático de la prueba de
recho penal sustantivo. ADN, se caracteriza por: a) aplicabilidad respecto a una vasta
gama de delitos, b) otro grado de competencia científica, c)
utilización de tecnologías sofisticadas y altam ente especiali­
3. LA ENTRADA DE LA EVIDENCIA CIENTÍFICA EN zadas, d) idoneidad para aportar prueba dotada de un carác­
LOS PROCESOS PENALES. BUSCANDO CRITERIOS ter relevante para la solución del caso; y finalmente, e) im­
ORIENTADORES EN LA ERA POST-DAUBERT pacto potencialm ente muy relevante sobre los derechos
fundamentales del individuo, intim idad y capacidad de auto­
determ inación in prim is20. Para muchos, las neurociencias
No son pocos los aspectos críticos de la relación entre jus­
forenses parecen tener la potencialidad de llegar hasta las últi­
ticia penal y saber neurocientífico en la vertiente procesal.
mas consecuencias a la segunda generación de las pruebas
En prim er lugar, debe observarse que hablar ahora mismo científicas. Desde la perspectiva procesal, actualmente la neu­
de «prueba científica» en términos omnicomprensivos, corre rociencia constituye un ejemplo paradigmático de novel Scien­
el riesgo de aparentar ser algo excesivamente simplificado ce, categoría que comprende a aquellos instrum entos proba­
para referirse a una galaxia ya demasiado amplia, variada y torios técnico-científicos que se presentan como «nuevos,
estratificada en diversos niveles de complejidad. La estudiosa controvertidos y de elevada especialización» 21. Si no existe
estadounidense Erin M u r ph y ha propuesto recientemente duda en cuanto a la elevada especialización, las neurocien­
una interesante taxonomía que distingue entre la prim era y cias representan un saber tan joven en sus aplicaciones judi­
la segunda generación de prueba científica. Las técnicas ciales como todavía muy controvertido en el seno de la co­
comprendidas en la primera generación de pruebas científicas m unidad científica.
se caracterizarían por las siguientes características comunes:
El saber neurocientífico se considera que está en condicio­
a) aplicación lim itada a un núm ero exiguo de injustos; b)
carácter «experiencial» y de observación antes que técnico y nes de aportar una contribución tendencialmente objetivante
experimental; c) no utilización de instrum ental sofisticado; en el aspecto probatorio. Y ello afectará a la valoración que
d) incapacidad de jugar el rol de «prueba reina», operando
tradicionalmente ha estado confiada a expertos en ciencias
esencialmente en funciones corroboradoras de otro material psicológicas y psiquiátricas, saberes que ahora se consideran
probatorio; y, finalmente, e) capacidad de proporcionar sólo «débiles» por estar caracterizados por el pluralismo, la falta
de concordancia y la controversia. Bajo este punto de vista,
las neurociencias podrían revelarse particularm ente útiles no
scopo ma la causa: il riconoscimento della reciproca interdipendenza tra forma sólo con respecto al juicio de imputabilidad, sino también,
e sos tanza nel diritto penale dovrebbe essere seguito da una riformulazione della
tradizionale teoría generóle del reato. II rapporto non solo servente ma también siempre en el margo del proceso de declaración y sólo en pre­
plasmatore del dirítto penale svolto dal diritto processuále, in particolare dal sencia de «causas patológicas», en relación a la declaración
diritto delle prove, sarebbe Índice di u n ’inadeguatezza del sistema belinghiano, de peligrosidad social del sujeto, presupuesto necesario para
che non sarebbe in grado di cogliere le reciproche influenze tra problemi proba- la imposición de una medida de seguridad personal.
tori e diritto penale sostanziale». Ya bajo la vigencia del antiguo código proce­
sal, B r ic o l a , 1 9 8 0 : 4 5 3 y ss., señalaba autorizadamente la fractura entre teo­
ría y práctica, evidenciando cómo las declaraciones teóricas sustanciales son 19 M u r p h y , 2 0 0 7 : 7 2 6 - 7 2 8 .
negadas a menudo en sede de enjuiciamiento. 20 Ibid.: 7 2 8 -7 3 0 .
18 Sobre el tema, cfr. últimamente B r u s c o , 2 0 1 2 : 61 y ss. 21 D o m in io n i, 2 0 0 8 : p. 2 1 ; id., 2 0 0 5 : 7 5 y ss.
116 Alessanclro Corda Neurociencias y Derecho penal desde el prisma. 117

Es preciso señalar, sin embargo, que la relación con m últi­ tintas: i) cuando sea intrínsecamente mala ciencia, de la que
ples aspectos de un saber nuevo —debiéndose de nuevo su­ debe prescindirse en el caso concreto; ii) cuando se trate de
brayar que la genética molecular y las técnicas de neuroimá- buena ciencia pero que es aplicada en el caso concreto por
genes mediante resonancia magnética funcional o tomografía malos científicos; y iii) cuando se trata de buena ciencia co­
por emisión de positrones representan solamente la vanguar­ rrectamente aplicada por los científicos en sede procesal, pero
dia de las neurociencias, constelación cada vez más varia­ utilizada de modo inapropiado por el juez.
da22— expone a múltiples inconvenientes potenciales, el pri­ Por ello, el juez debe hacer, con una imagen sugestiva pero
mero de todos el riesgo de que la creciente complejidad de eficaz, d eportero, es decir, de guardián de las puertas respecto
lenguajes científicos haga descender al juez a una condición al ingreso primero, y al uso después, de la ciencia «nueva» en
subalterna sustancial; en el lado opuesto, podría ocurrir que el proceso. En este sentido, no se le puede considerar ya como
el juez, temiendo esa «amenaza de expropiación» por parte de un peritus peritorum en la acepción clásica y, por otra parte,
las ciencias en detrimento del Derecho, ignore o reniegue en ilusoria y obsoleta de aquel que, en virtud de su papel de vér­
buena m edida de los aportes del saber científico, tanto más si tice en el proceso, simplemente tiene la «última palabra».
tiene carácter innovador23. Y con particular referencia a las Más bien, el juez está llamado a convertirse en un «custodio
pruebas científicas más complejas que actualmente se en­ del método científico», a los fines de distinguir entre buena y
cuentran en una difusa situación de «comunicación conflic- mala ciencia (la llamada junk Science)26, es decir, debe ocupar
tual» entre el juez y el saber extrajurídico, situación que debe la posición de garante de la admisibilidad de las pruebas cien­
ser completamente remediada. En efecto, el juez está llamado tíficas desde la perspectiva metodológica27. Por desgracia,
a desarrollar el papel de beneficiario crítico y selectivo del sa­ como se ha dicho, en la práctica se observa con frecuencia a
ber científico que entra en el proceso, tanto más si dicho saber un órgano judicial que, no pudiendo ser ya «productor» de
es nuevo, como en el caso de las neurociencias. Por tanto, el ciencia, no alcanza a situarse con facilidad entre los «consu­
juez debe alimentarse, no de una cultura del «mérito», sino de midores selectivos» de la misma. La imagen quizás más apro­
una cultura del «criterio». No se le requiere —sería imposi­ piada, salvo notables excepciones, es aquélla del mero «garan­
ble— transform arse en un científico, sino más bien dotarse de te del respeto formal, por parte de otros, de procedimientos
los instrumentos metodológicos adecuados a los fines de po­ cuyo sentido y génesis huyen en su mayor parte de él», en
nerse en situación de valorar la tasa de cientificidad en sentido cuanto al contenido que tiene significado últim o28. En un es­
estricto de la técnica probatoria de que se trate24. cenario similar, ciertamente no muy reconfortante, reviste
una gran im portancia el tema de los «antídotos normativos»,
A) La prueba científica «nueva» y el régim en enfocados a prevenir que la mala ciencia «contamine» de
de adm isibilidad modo nefasto el enjuiciamiento. Particularm ente relevante es
la fase de admisión de los medios de prueba, que representa
Como resum e eficazmente C a p r i o l i 25, la ciencia puede lle­ un momento clave en el modelo adversarial29.
gar a ser una «mala profesora» del juez de tres maneras dis-
En relación con los instrumentos normativos idóneos para
22 P a ra u n a v isió n p a n o r á m ic a d e la « p o te n c ia lid a d de e n c u e n tro » en el sum inistrar un «filtro» adecuado respecto a la entrada en el
e s ta d o a c tu a l d e las d isc ip lin a s n e u ro c ie n tífic a s y ju s tic ia p e n a l in action, cfr.
S a m m ic h e li y S a b t o r i , 2010: 3305 y ss.; T o n in i y C o n t i , 2012: 181 y ss.
23 Cfr. F o r z a , 2011: 363. P ro p o n e u n a « terc era vía» S a n t o r i e l l o , 2011: 871, 26 S o b re el te m a d e la lla m a d a « scien za s p a z z a tu ra » , cfr., ex multis, C e n ­
fu n d a d a en u n a « red im en sió n » d e la c e n tra lid a d e im p o rta n c ia de la p ru e b a t o n z e , 2001: 1232 y ss.; H u b e r , 1991; G i a n n e l l j , 1993: 105 y ss.
cien tífica en la d e c isió n ju risd ic c io n a l: «se la prova scientifica, lungi dall'essere 27 Cfr. T a l l a c c h i n i , 2003: 87-88: «[l]a prospettiva del peritus
peritorum é
immancabilmente 1'elemento probatorio único e centróle a disposizione del giu- dunque rovesciata. I giudici non sono piu 'esperti degli esperti' in virtú del m o ­
dicante, viene considérala una prova da afftancare alie altre netta composizione lo istituzionale, ma in ragione della loro capacita di distinguere tra buona e
della decisione finale, molti dei problemi [...] vengono a ridimensionarsi». cattiva scienza».
24 Cfr. s o b r e e s t e p u n t o C e n t o n z e , 2005: 286 y ss. 28 Di G io v in e , 2011: 843. Vid. ta m b ié n L o r u s s o , 2011: 810.
25 C a p r i o l i , 2008: 3525. 29 Vid. C o r d e r o , 2012: 615.
118 Neurociencias y Derecho penal desde el prisma. 119
Alessandro Corda

proceso de un saber científico erróneo con carácter innova­ 189 CPP no contiene ninguna distinción entre instrumentos y
dor, se observan en la doctrina dos orientaciones. El primero saberes científicos «nuevos» o «controvertidos» y saberes
sostiene una aplicación analógica del art. 189 CPP, que con­ científicos «comunes», razón por la que sería preferible apli­
cierne a la prueba atípica, a la prueba científica nueva. Las car a la prueba científica nueva el art. 190.1 CPP, a través del
ciencias «nuevas» no serían, en efecto, pruebas atípicas tout cual la prueba no auténticam ente científica deberá ser decla­
court, sino diversas modalidades de pruebas típicas30. Mien­ rada manifiestamente irrelevante. En el caso específico de la
tras que se sostiene que en relación a las pruebas típicas, los pericia y de la asistencia técnica, su aplicación, combinada
requisitos de idoneidad respecto a la declaración del hecho y respectivamente con los arts. 220, 225 y 233 CPP, conduciría
de la no lesividad de la libertad moral de la persona, deben a la exclusión del portador de «junk Science», en tanto en
tomarse por intrínsecamente subsistentes ante una valora­ cuando no estuviera en posesión de las competencias científi­
ción efectuada ex ante por el legislador, para las pruebas atí­ cas requeridas36.
picas y para la prueba científica que se caracterice como Para concluir este punto, parece razonable, por tanto,
«nueva», tales requisitos se verificarán en cada caso concreto
adoptar la siguiente configuración: si el método innovador
por el juez en fase de admisión de la prueba31. El art. 189 CPP
precisa la práctica de un medio de prueba atípico, la norma
se caracterizaría, por tanto, como una disposición idónea de referencia para la admisión será el art. 189 CPP. Si, por el
para asegurar la oportuna flexibilidad del sistema procesal en contrario, el empleo de un método o de un saber etiquetable
materia de prueba científica32, en condiciones, al mismo tiem ­ como novel science es requerido en el ámbito de un medio de
po, de perm itir un ingreso adecuadamente «controlado» en el prueba típico, es bien posible configurar en el interior del con­
proceso de nuevos conocimientos y/o metodologías científi­ trol efectuado en el sentido del art. 190, una valoración sobre
cas que no hayan obtenido aún un consenso generalizado por la idoneidad respecto a la declaración de los hechos que se
parte de la com unidad científica de referencia. El recurso por pretenden probar37. El juez deberá, por tanto, someter en
analogía al art. 189 CPP es, por el contrario, rechazado por la cada caso a la nueva ciencia a la nueva metodología del doble
doctrina m ayoritaria por un número variado de razones. En filtro 1) de la idoneidad para asegurar la determinación de los
prim er lugar, tal interpretación es criticada por la supuesta hechos ex arts. 190 o 189, y 2) del respeto de la libertad moral
incompatibilidad con el principio de legalidad procesal; ade­ y de autodeterm inación de la persona ex arts. 188 ó 189. En
más, tal concepción hermenéutica distorsionaría la visión cuanto al requisito de la idoneidad probatoria, no se debe po­
sistemática de la disciplina de los medios de prueba, hacien­ ner un énfasis excesivo sobre el requisito de la aceptación por
do prim ar la excepción sobre la regla, conduciendo de ese la com unidad científica, porque de otro modo se acabaría por
modo al equívoco de fondo constituido por la representación vedar el ingreso en el proceso de los nuevos saberes. Por el
de un régimen de admisión «a dos velocidades»33. Basándo­ contrario, será más im portante controlar la cientificidad an­
nos en una lectura «unitaria», el art. 189 CPP no requeriría tes que determ inar tam bién la aptitud probatoria en el caso
algún «quid pluris rispetto ai generali requisiti di am m issibilitá concreto (idoneidad probatoria como capacidad de probar
disegnati nel successivo art. 190, co. 7»34, que incluiría y, por determ inada en el caso concreto). Por el contrario, en cuanto
tanto, permitiría, un tam iz acerca de la idoneidad declarativa al respeto por la libertad moral de la persona, no parece que
de la prueba requerida35. Finalmente, se observa que el art. las investigaciones y las técnicas neurocientíficas puedan ser
asimiladas en su concreto desarrollo a las hipótesis del nar-
30 D o m in io n i, 2005: 102 y ss.; id., 2008: 21 s.; vid. también C a s a s o le , 2012: coanálisis, de la hipnosis o del detector de m entiras (la llama­
113-114. da m áquina de la verdad), de la que se excluye pacíficamente
31 D o m in io n i, 2008: 22.
32 Tomando en términos casi literales la posición expresada por C a n z io ,
2003: 1194. 36 C a p r i o l i , 2008: 3529; L o r u s s o , 2008: 325, destaca cómo en la práctica
33 U b e r t i s , 2011: 4113. totalidad de los casos, es la pericia el medio de prueba requerido para la
34 L o r u s s o , 2008: 325. aplicación de nuevos métodos científicos.
35 U b e r t i s , 2006: 507. 37 En este sentido, C o n t i , 2010: 161.
120 Alessand.ro Corda Neurociencias y Derecho penal desde el prisma. 121

la posibilidad de ingreso y utilización en el proceso penal por a los «exámenes médicos», concepto del todo indeterminado
ser formas que pueden auténticam ente «influir sobre la liber­ en cuanto a las tipologías y modalidad de ejecución41. Ade­
tad de autodeterm inación o alterar la capacidad de recordar y más, el «vínculo de finalidad» de la determ inación del perfil
de valorar los hechos» ex art. 188 CPP38. Las neurociencias de ADN surge siempre y sólo en relación a los extracciones,
cognitivas empleadas hasta ahora en la jurisprudencia acerca mientras que los exámenes médicos parecen poder ser opera­
del juicio de imputabilidad no parecen suscitar preocupacio­ dos con cualquier finalidad probatoria42. A la luz de la norm a­
nes, ni para los órganos judiciales ni bajo el aspecto de la tiva vigente, por tanto, los exámenes de carácter neurocientí­
«atendibilidad de las resultancias que así se consigan», ni en fico por medio de la resonancia magnética del encéfalo
relación con la imprescindible «exigencia de tutela de la liber­ mediante el aparato llamado «escáner», parecen poderse in­
tad moral de la persona, que debe entenderse en clave objetiva cluir entre las declaraciones técnicas que puedan constituir el
(por tanto, independientemente del eventual consentimiento objeto de una pericia obligatoria.
de la misma), como valor prioritario respecto al que posee la
declaración procesal»39.
Igualmente delicado, aunque no estrecham ente relaciona­ B) ¿Cuáles son los criterios para la adm isión
do con el punto de la admisión, es el tem a de la sujeción for­ de la prueba neurocientífica?
zosa a la pericia neurocientífica, sobre todo si, en un futuro
próximo, estas tecnologías son capaces de tener una fuerza Además de los perfiles relevantes discutidos anteriorm en­
probatoria decisiva. La 1. n. 89/2009 ha introducido en el códi­ te, es esencial para el juez el riguroso control en sede de admi­
go procesal el nuevo art. 224-bis, titulado «Resoluciones judi­ sión de las características de cientificidad de la prueba, con
ciales para la pericia que requieren la realización de actos que mayor razón si tiene carácter innovador. Ante la perenne evo­
puedan afectar a la libertad personal». El párrafo 1 se refiere lución e incertidum bre de la ciencia, el juez deberá adaptarse
a «actos que puedan afectar a la libertad personal, como la a los criterios establecidos por el Tribunal Supremo de los
extracción de pelo o de mucosa de la cavidad oral de personas Estados Unidos en la célebre sentencia Daubert v. Merrell Dow
vivas con el propósito de determ inar su perfil de ADN u otros Phannaceuticals, Inc.4*, concerniente a los supuestos efectos
datos médicos», como objeto de la pericia coercitiva ordena­ teratogénicos de un fármaco contra las náuseas durante el
da por el tribunal cuando resulte «absolutamente esencial embarazo4,1. La sentencia Daubert ha superado la orientación
para la prueba de los hechos.» Si, por un lado, el adjetivo re­
lativo «como» a la luz de una lectura constitucionalmente 41 C o n t i , 2010: 998. Antes de la aprobación de 1. n. 85/2009. Sobre el tema
orientada, tiene carácter explicativo y no meramente ejempli- vid. F e l i c i o n i , 1999: 495 y ss.
42 C o n t i, 2010: 999; S t r a m a g l i a , 2010: 259-260, subraya el efecto de exce­
ficativo respecto a los «actos idóneos para incidir sobre la li­ siva simplificación de la disposición, que equipara los tipos de evaluación
bertad personal»40, mucho más problemática es la referencia médica y examen que pueden ser muy diferentes en cuanto a su invasividad.
43 509 U.S. 579 (1993). Vid. un comentario de la sentencia en T a r u f f o ,
38 L a a r g u m e n t a c i ó n , c o n v i e n e d e s t a c a r l o , s e r e f ie r e a l e m p l e o d e la t é c ­ 1996: 219 y ss.; Dondi, 1996: 261 y ss. A la sentencia Daubert le han seguido
n i c a n e u r o c i e n t í f i c a d e l a r e s o n a n c i a m a g n é t i c a f u n c i o n a l ( fM R I) u t i l i z a d a las sentencias General Electric Co. Vid. Joiner, 522 U.S. 136 (1997) e Kumho
p a r a d e t e r m i n a r e n f e r m e d a d e s m e n t a l e s , y n o e n o t r o s á m b i t o s c o m o la m e ­ Tire Co. Vid. Cannichael, 526 U.S. 137 (1999). La prim era establece que un
m o r i a o la d e t e c c i ó n d e m e n t i r a s [ e n p a r t i c u l a r m e d i a n t e e l IAT (Implicit As- testigo-perito puede ser excluido cuando exista un «analytical gap» entre los
sociation Test) y e l TARA (Timed Antagonistic Response Alethiometer)], q u e datos utilizables y las conclusiones a las que llega el perito y, en segundo lu­
a d m i t e n c r í t i c a s a ú n m á s r e l e v a n t e s r e s p e c t o d e l a l i b e r t a d m o r a l d e la p e r s o ­ gar, que el correcto parám etro para el reexamen de las decisiones de admisi­
n a . S o b r e e s t e p u n t o , vid. C a p r a r o , 2012: 100-101. E n la s t é c n i c a s d e n e u r o ­ bilidad efectuado por el tribunal de apelación es el abuso de la discrecionali-
c i e n c i a d e l a memoria y l a detección de la mentira; vid. S a m m ic h e li y S a r t o r i , dad por parte del juez; la segunda, por el contrario, ha extendido la aplicación
2010: 3317-3317. P a r a u n a p r i m e r a a p l i c a c i ó n d e la j u r i s p r u d e n c i a , cfr. T rib . de criterios establecidos en el caso Daubert a los peritos en materias que re­
C r e m o n a , U ffic io G .i.p ., g i u d i c e S a lv in i, s e n t. 19 lu g l i o 2011. S e m u e s t r a e s ­ quieren conocimientos no científicos.
c é p t i c o A p p e lb a u m , 2007: 460. 44 Sobre los conocidos como «criterios Daubert», cfr. T a l l a c c h in i , 2003:
39 Vid. G r e v i , e n G . C o n s o ; vid. G r e v i y B a r g is , 2012: 314. 85 y ss. Para un análisis de los escenarios resultantes, a nivel legislativo y ju ­
40 F e l i c i o n i , 2009: 225. risprudencial, federal y estatal (con una amplia panorám ica de las situacio­
122 Alessandro Corda Neurociencias y Derecho penal desde el prisma. 123

precedentemente expresada en el asunto Fiye v. United Sta- go, una reciente sentencia de casación en materia de
tes45, en el cual el Tribunal estableció el criterio de admisibili­ responsabilidad penal por amianto ha afirmado, por primera
dad de la prueba científica en la general aceptación por parte de vez, el carácter vinculante de los llamados «criterios Daubert»
la com unidad científica de referencia. La sentencia Daubert, en mediante el instrum ento de la anulación con reenvío50. La
efecto, ha liberalizado y flexibilizado los criterios de admisibi­ sentencia Cozzini fue todavía más lejos, especificando ulterio­
lidad del testigo-perito, sin ofrecer a la vez una checklist rígida res criterios junto con los «tradicionales»: a los fines de valo­
y definitiva46, a pesar de la «mitología» que se ha creado en rar la atendibilidad de una determinada evidencia científica,
razón de las lecturas erróneas sobre la motivación que se in­ el juez deberá considerar, por supuesto, la am plitud de la in­
clinan, por el contrario, por un cambio en sentido restricti- vestigación, la discusión crítica que ha acom pañado la elabo­
vo47. Al revés, se establece una fuerte preferencia por aquello ración del estudio y la actitud explicativa de la elaboración
que podemos denom inar una aproximación «liberal» —siem­ teórica de referencia. También deben destacarse la identidad,
pre y cuando la solicitud de parte esté lo suficientemente ar­ la autoridad indiscutida y la independencia del experto51. Se
gum entada— en m ateria de admisibilidad del saber científico. trata, debe decirse, de criterios que deben ser especificados
posteriormente con additional factors específicos según el sa­
Éstos son los criterios enunciados por el Tribunal Supre­ ber empleado y del juicio científico de que se trate52. Estos
mo: 1) la posibilidad de someter la hipótesis científica avanza­ criterios —es im portante subrayarlo— deben operar no sola­
da a verificación empírica ( H e m p e l ); 2) la necesidad de que mente en relación al momento de la admisión, sino también
toda tesis científica sea sometida a «intentos de falsificación y en fase de asunción y valoración de la prueba científica53.
refutación» (P o p p e r ); 3) la sumisión a peer review, es decir, al
control por parte de otros expertos del ramo; 4) la indicación A la luz de estas recientes y relevantes evoluciones juris­
del grado de error declarado o potencial de la técnica científi­ prudenciales, es interesante considerar la experiencia de los
ca (rate eiror): y finalmente, y sólo en vía subsidiaria y even­ Estados Unidos de América, en cuyo ordenam iento las neuro­
tual, 5) el «consenso general de la com unidad científica» en ciencias han sido adoptadas por la práctica cotidiana desde
un fase de «ciencia normal» ( K u h n ). hace algunos años en las salas de justicia, en particular en lo
referido a la admisibilidad. El cuadro que emerge es el si­
En el ordenamiento italiano, si el empleo de tales criterios guiente: m ientras las neurociencias son habitualm ente adm i­
a los fines de com probar la cientificidad de la prueba había tidas en los procesos civiles para la prueba del daño biológico
sido defendido desde el principio por la doctrina48, la juris­ y sus consecuencias, el escenario en el campo de la justicia
prudencia se había limitado a atribuir a esos criterios un ca­ penal aparece mucho más borroso. Incluso con la im pronta
rácter «meramente orientativo» y no vinculante49. Sin embar­ de las técnicas no invasivas de neuroimagen, no se ha obser­
vado un recurso frecuente a estas tecnologías. La razón prin­
nes de los cincuenta Estados) en el ordenamiento estadounidense, vid. cipal es fácilmente intuible: los costos elevados de tales técni­
2007: 181 y ss.
H o rw a tt C a th e r,
45 293 F. 1013 (D.C. Cir. 1923). cas. Pero debe observarse cómo también en los casos en que
46 Cfr. M ajmudar , 1993: 187 y ss. se ha solicitado la admisión, los resultados han sido contra­
47 Este equívoco de fondo ha comportado no pocas incertidumbres apli- dictorios54. ¿Por qué razones?
cativas en el punto de la admisibilidad, a las que no ha sido inmune ni siquie­
ra el saber neurocientífico. Los defensores de la lectura restrictiva de la lla­
mada «trilogía Daubert» parecen olvidar que el gatekeeper no es sólo quien 50 Cay ss., sez. IV, 13 dicembre 2010, n. 43786, Cozzini e altri, in Dir. pen.
cierra las puertas, sino también quien las abre. Un atento análisis de las sen­ proc., 2011, p. 1341 con comentario de T o n in i, 2011.
tencias confirma dicha lectura. Desvirtuada la «mitología» vehiculada por las 51 Cfr. T o n i n i , 2011: 1344.
incorrectas lecturas de la sentencia Daubert, B e r m a n , 2012, disponible en la 52 C fr. C o l l i c a , 2012: 6, disponible en la siguiente URL: http://www.pena-
siguiente URL: http://www.ameiicanbar.org/content/dam/aba/administrative/ lecontemporaneo.it/upload/Collica%20-%20Neuroscienze.pdf
litigation/materials/sac_2012/182_daubert_twning.authcheckdam.pdf. 53 C o n t i , 2008: 34.
48 Cfr. en particular D o m in io n i , 2005. 54 Para un cuadro general, cfr. W a g h e n h e im , 2012: S - l y ss.; J o n e s y S h e n ,
49 Cay ss., sez. I, 29 luglio 2008, n. 31456, Franzoni, in Cay ss. pen., 2009, 2012: 357, relatando cómo el número de casos en los que el empleo de las
p. 1867. neurociencias ha sido invocado, se ha duplicado de 2006 a 2009. En el tema
124 Alessandro Corda Neurociencias y Derecho penal desde el prisma. 125

Dichas razones parecen estar conectadas sobre todo con el condiciones muy artificiales. Se ha observado que estos hallaz­
excepticismo de los jueces respecto a la intrínseca validez y a gos serían poco fiables en comparación con las observaciones
la potencial utilidad de las neurociencias respecto a las cues­ que tuvieran por objeto conductas y acontecimientos del m un­
tiones de relevancia estrechamente normativa55. Las argumen­ do real. En pocas palabras, las neurociencias adolecen de vali­
taciones que se han realizado son las siguientes: las técnicas de dez experimental (experimental validity)60. Estos argumentos
fMRI presentarían un grado de acierto no lo suficientemente llevan por tanto a dudar de la misma cientificidad en sentido
elevado36, y en los casos en los que las mediciones de los cam­ propio y estrecho de las neurociencias en el estado actual, en
bios en los niveles de los flujos sanguíneos deviniesen comple­ tanto en cuanto son todavía demasiado incipientes y no del
tamente fiables, la asociación de tales indicadores con un todo fiables. De ello puede derivarse ya una conclusión: si la
particular tipo de pensamiento o con una determ inada fun­ investigación neurocientífica —al menos en su parte relevante
ción cerebral, presupone una serie de relaciones inferenciales para el Derecho— se encuentra todavía en una fase com para­
nada fáciles. Brevemente: el escáner fMRI no equivale a una ble con su infancia, hay que aproximarse a la misma con un
especie de «lectura de la mente»57. Además, la limitada estan­ elevado de excepticismo desde la misma fase de admisión61.
dardización que hoy existe entre las diversas técnicas de neu­
roimagen, constituye una nada despreciable dificultad al com­ Se ha respondido a estas objeciones proponiendo al menos
parar de modo objetivo los resultados de las investigaciones dos argumentos en contra. Por un lado, se ha señalado que
conducidas por unos y otros estudiosos58. Bajo esta perspecti­ cada prueba científica tiene un cierto grado de fiabilidad y
va, por tanto, también la posibilidad de control y validación validez. El hecho de que un determinado nivel de fiabilidad
por medio del contraste se vería frustrada o disminuida. Y aún sea lo suficientemente alto como para que una técnica sea
más: tales estudios estarían caracterizados por una cierta he­ admisible, es una consideración que depende eminentem ente
terogeneidad en el ámbito del mismo grupo, de lo que puede de los objetivos para los que aquella tecnología quiere ser em ­
derivarse la dificultad de llegar a conclusiones coherentes y pleada62. En consecuencia, no se debe operar una indebida
precisas. Piénsese en las diversas características que los indivi­ superposición entre los conceptos de prueba admisible y de
duos que compartan los mismos rasgos antisociales y modelos prueba suficiente per se para probar un hecho. Como observa
S c h a u e r , requerir que cada medio de prueba introducido por
de funcionalidad neuronal, puedan tener en términos tanto de
trastornos psiquiátricos como de gravedad y localización de las partes sea fiable más allá de toda duda razonable, «llevaría
anomalías cerebrales. En este caso, el juicio individualizado al estándar para la determinación de la culpabilidad a redu­
que el Derecho penal requiere, no puede adm itir una inferen­ cirse a un estándar para la determ inación de la admisibilidad
cia automática del grupo al sujeto, incluso en los casos en que de cada medio de prueba»63. No se trata, por tanto, de bajar el
el escáner evidencie los mismos patrones cerebrales59. nivel cualitativo de complejidad de las pruebas que serán ad­
mitidas, sino más bien de filtrar el contenido de un determ i­
Por último, pero no menos importante, una limitación adi­ nado saber, porque aunque todavía no esté lo suficientemente
cional de los estudios neurocientíficos radica en el hecho de desarrollado, puede ser útil para el enjuiciam iento a la luz de
que las pruebas realizadas en el proceso penal deben ser com­ los objetivos y de las formas propias del Derecho. En la fase
paradas con los experimentos llevados a cabo en entornos y de admisión, por tanto, los jueces deben valorar las pruebas
científicas siguiendo un estándar exquisitam ente norm ativo y
de la admisibilidad, la actitud de los tribunales estadounidenses acerca de la judicial, pero no científico64. En palabras del sociólogo B at-
prueba neurocientífica es «fluido» y «altamente dependiente del contexto es­
pecífico».
55 Cfr. Morse, 2011: 139. 60 M o r s e , 2011: 142. Cfr. F o r n a r i , 2012: 2733.
56 M o r s e , 2011: 141. E n el cumplimiento del perfil de tasa de error, cfr. 61 M o r s e , 2011: 144.
V u l y K a n w i s h e r , 2010: 71 y ss.; E s t e r m a n n et al, 2010: 572 y ss. 62 S c h a u e r , 2010: 1205.
57 J o n e s y S h e n , 2012: 356, 63 Ibid.: 1205-1206.
58 Cfr. T e i t c h e r , 2011: 386; Y a n g , G l e n n y R a i n e , 2008: 74. 2011: 399, el cual, con específica referencia a la técnica de las
64 T e i t c h e r ,
59 H a r i r i , 2009: 225 y ss. neuroimágenes funcionales, observa: «When faced with functional neuroim-
126 Alessandro Corda Neurociencias y Derecho penal desde el prisma. 127

ley, «el grado de validez o de atendibilidad depende directa­ de entender y de querer del imputado en el momento del
m ente del grado de corrección o de precisión que necesi­ acaecimiento del hecho. La respuesta, bajo la forma de crite­
tem os»65. rio de adm isibilidad alternativo, se proporciona en los si­
guientes términos:
Con particular referencia al juicio de im putabilidad en la
doctrina estadounidense, se ha propuesto tam bién un ulte­
rior criterio de admisibilidad representado por el factor-ba- «II concetto di factor-based incremental validity é in qualche
modo analogo alVidea di progresso morale descritta da Michael
secL increm ental validity, que se insiere en el apartado de los Shapiro. Pur ammettendo che le asserzioni della -filosofía morale
estudios acerca de la llam ada validez increm ental. La noción non possano essere provate, egli replica agli scettici che ritengo-
de «validez increm ental»66, como se ha señalado, se refiere al no che il progresso morale sia perció impossibile facendo riferi-
aum ento en térm inos de validez resultantes de la adición de mento all'utilitá incrementale dei nuovi modi di pensare a vecchi
una nueva técnica o de una nueva aproxim ación con respec­ problemi che i teorici morali producono [...] Alio stesso modo
to a un sistem a de valoración existente67. Desde la perspecti­ [...] la ricerca di questo tipo pare suscettibile di dimostrare che
va procesal ello com porta que la prueba científica cuya ad­ gli esperti sono in grado di fomire a soggetti senza competenze
misión se requiere, debe ser capaz de aum entar la corrección tecniche delle prospettive concementi l'imputabilitá che essi al-
de la decisión. Sin embargo, cuando se trata de determ inar trimenti non avrebbero considerato, e che ció, in quanto tale,
el estado m ental de un sujeto en el m om ento en que acaeció aggiunga validitá alia decisione che essi p rendo no»69.
el hecho, se dice que deviene bastante absurdo, si no im posi­
ble, aum entar la corrección del enjuiciam iento refiriéndose Por último, pero no menos importante, una ulterior con­
a un concepto tan «amorfo»: no existirían, de hecho, «res­ traindicación con respecto a la admisión de las técnicas neu­
puestas concretas y resolutivas a las cuestiones que plantea rocientíficas en el proceso penal estaría representada por el
el Derecho en relación a los estados mentales del pasado»68. riesgo conexo a lo que la doctrina norteam ericana denomina
Coherentemente, de esa imposibilidad derivaría la ontológi­ «efecto árbol de navidad» (Chistmas tree effect). En su virtud,
ca inadm isibilidad de las declaraciones periciales tanto del el hecho de m ostrar a los miembros del órgano jurisdiccional
campo psiquiátrico como neurocientífico, en cuanto porta­ —completamente extraños a la técnica utilizada, sean toga­
dores de saberes que no están en grado de satisfacer los re­ dos o legos— una SLigestiva neuroimagen con áreas colorea­
quisitos de cientificidad requeridos por los criterios Daubert das del cerebro sometido al examen, com portaría un elevado
en razón del tipo de declaración, por ejemplo la capacidad riesgo de sugestión y engaño, hasta el punto de inducir al
espectador a sobrevalorar el valor probatorio de la misma70.
aging evidence, a judge should noí allow scientific questions to cloud his gate-
keeping dudes ». También en este caso, la objeción parece ser superable en tan­
65 B a i l e y , 1 9 9 4 : 6 8 . Por otra parte, como observó D e n n o , 2 0 1 3 , las prue­ to en cuanto la prueba neurocientífica es, y debería ser, admi­
bas neurocientíficas no son menos fiables que gran parte de las pruebas cien­ tida como parte de un amplio abanico de pm ebas que funda­
tíficas que son admitidas actualmente sin particulares problemas, y son con mentan una determ inada tesis de parte. No se propone esa
mucho más fiables que pruebas científicas que se tienen tradicionalmente por
altamente creíbles, pero que en realidad revelan grados de error demasiado
prueba como dato único e incontestable para dem ostrar autó­
elevados (empezando por el testimonio ocular). noma e independientemente la culpabilidad o la inocencia del
66 S o b r e la a p l i c a c i ó n d e l c o n c e p t o d e v a l id e z i n c r e m e n t a l vid. p o r e j e m ­ imputado, la falsedad o la verdad de un determinado hecho o
p lo , C l e v e n g e r , P e r e i r a , W i e c h m a n n , S c h m i t t y H a r v e y , 2 0 0 1 : 4 1 0 y ss. incluso la subsistencia de un cierto estado o condición. Se
67 Como evidencian las sentencias analizadas acerca del juicio de im puta­
bilidad, las técnicas de neuroimagen no han suplantado a los tradicionales
análisis clínicos propios de la pericia psiquiátrica, sino que por el contrario 69 Ibid. Acerca de la crítica sobre el tema, B e r t o l i n o , 2006: 585.
se han añadido a los mismos con un papel corroborador. No se trata, por y M u r p h y , 2010: 1190-1191. B e r t o l i n o , 2013: 15, http://www.
70 B r o w n
tanto, de renunciar a atenuar el rigor de los criterios de admisibilidad, sino a penalecontemporaneo.it/upload/1357561661BERTOLINO%202013a.pdf, con
permitir la entrada en el proceso de un elemento ulterior funcional para el un tono ampliamente difuminado define la prueba neurocientífica como una
enjuiciamiento. Sobre el tema, cfr. Z a r a , 2 0 1 3 . prueba de verdad «fuerte» por el seguro impacto que produce en el razona­
68 S l o b o g i n , 2 0 0 7 : 7 8 . C fr. G r e e l y y W a g n e r , 2 0 1 1 : 7 9 7 . miento del juez, «que no la puede ignorar».
128 Alessandro Corda Neurociencias y Derecho penal desde el prisma. 129

trata más bien de un «factor además de otros»71, y no de un contradictorio en materia de prueba científica73. Hasta 2002, de
«jolly diagnóstico» capaz de decidir un proceso penal72. hecho, la prueba científica era valorada casi como una «prueba
legal», y el juez en la práctica podía limitarse a acogerla prácti­
camente sin obligación de motivación. Al contrario, la senten­
4. LA PRUEBA CIENTÍFICA Y EL CONTRADICTORIO: cia Franzese —dando lugar a una auténtica «.revolución silen­
EL LEGADO DE LA SENTENCIA FRANZESE ciosa »— asume como indefectible premisa que la prueba
científica es una prueba como cualquier otra. En el panorama
Tanto en fase de admisión como de sustanciación, es fun­ italiano, se trata de una novedad relevante: desde el momento
dam ental la función del contradictorio entre las partes. En en que la ciencia era concebida como ilimitada, completa e in­
nuestro ordenamiento, el contradictorio para y sobre la prue­ falible, era suficiente que el juez procediese a la designación de
ba científica «nueva» representa, de hecho, un potente antído­ un perito y le impusiese el deber de decir verdad. Sin embargo,
to, esencial para atribuir validez a la «intersección» entre en estos momentos es un dato asumido que en ciencia no exis­
ciencia y Derecho. Bien mirado, el contradictorio en m ateria ten certezas, sino sólo nuevas teorías provisionales. Por ello, el
de prueba científica representa una adquisición reciente, no contradictorio —también si los peritos son de parte— es esen­
estrecha y autom áticam ente ligada a la introducción del mo­ cial y no puede ser eludido en ningún caso74.
delo adversaiy en nuestro ordenamiento. Finalmente, en cuanto a la valoración de la prueba científi­
Como señala T o n i n i , la célebre sentencia Franzese de 2002 ca, el juez será llamado a describir detalladamente su recurrido
sobre causalidad omisiva, ha manifestado su influencia, como argumentativo en la motivación a la luz de los criterios Dau­
se ha dicho, en forma de antídoto respecto a la exclusión del bert, «integrados» como se ha explicado antes, dando cuenta y
respondiendo puntualmente a las observaciones de las partes,
so pena de un macroscópico vicio de motivación que conduci­
71 Y a n g , G l e n n y R a in e , 2008: 79, o b s e r v a n : «[m]any o f the arguments and
limitations given appear to be based on the idea that brain imaging is used as a
ría casi irremediablemente a la casación. La época del «juez-
form o f brain-print in isolation from all other evidence to unequivocally type an oráculo» parece haberse superado definitivamente. En el nuevo
individual and demónstrate causality. However, brain imaging evidence can be escenario se espera que (también) las partes den efectividad en
considered in the same way as evidence from any other biologicál, psychologi- el interior del proceso a esta nueva tendencia, en primer lugar
cal, or psychosocial source; brain structure and function can be viewed as one a través del contradictorio, para después, eventualmente, evi­
factor among many that may predispose to, increase probability of, or influence
behavior». denciar eventuales lagunas en el iter motivacional acerca del
E n el m is m o sen tid o , vid. T e i t c h e r , 2011: 393. D ebe c ita rse ta m b ié n el tema de la prueba científica en los actos de impugnación75.
e s tu d io e m p íric o d e S c h w e i t z e r , S a k s , M u r p h y , R o s k i e s , S i n n o t t - A r m -
s t r o n g , y G a u d e , 2011: 357 y ss., lo s cu a le s e v id en c ian : «Recent developments
in the neuropsychology o f criminal behavior have given rise to concems that
neuroimaging evidence (such as MRI and functional MRI [fMRI] images) 5. EL USO DE «PARTE» DEL SABER
could undüly influence jurors. Across four experiments, a nationally representa­ NEUROCIENTÍFICO. EL PROBLEMA
tiva sample o f 1,476 jwy-eligible participants evaluated written summañes o f DE LA RESPONSABILIDAD PENAL DEL PERITO
criminal cases in which expert testimony was presented in support o f a mental
disorder as exculpatoiy. The evidence varíed in the extent to which it presented
neuroscientific explanations and neuro images in support o f the expert's conclu­ El últim o punto que se pretende tratar hace referencia al
sión. Despite suggestive fndings from previous research, we found no evidence papel de los peritos de parte.
that neuroimagery affected jurors’ judgments (verdicts, sentence recommenda-
tions, judgments o f the defendant’s culpability) over and above verbal neurosci-
ence-based testimony. A meta-analysis o f our four experiments confnned these 73 C fr. T o n in i, 2012: 1225 y s s.; cfr. t a m b i é n C o n t i , 2008: 29, s e g ú n la c u a l
findings. In addition, we found that neuroscientific evidence was more effective la s e n t e n c i a h a r e s i t u a d o l a p r u e b a c i e n tí f ic a e n e l i n t e r i o r d e l a «comune
than clinical psychological evidence in persuading jurors that the defendant's epistemología giudiziaria».
disorder reduced his capacity to control his actions, although this effect did not 74 C fr. T o n i n i , 2003: 1460.
transíate into differences in verdicts». «lo scudo contro
75 C o n t i , 2008: 36, s u b r a y a q u e la m o t i v a c i ó n c o n s t i t u y e
72 F o r n a r i , 2012. i due fuochi, la prova legale, da un lato, e l’intuizionismo, dall'altro».
130 Alessandro Corda Neurociencias y Derecho penal desde el prisma.. 131

El Derecho vigente y la doctrina son muy ambiguos acerca misma, los peritos de parte deben proceder a la prestación del
de la abstracta posibilidad de aplicar el art. 372 CP (falso tes­ juram ento a los fines de una asunción de responsabilidad que
timonio) a los peritos técnicos de parte en cuanto a sus decla­ surge, sin embargo, de la mera moral suasion que poseen
raciones al am paro del art. 501 CPP76. Lo mismo debe decirse como órganos jurisdiccionales, que también exige el juram en­
en cuanto a las diversas prácticas seguidas en los tribunales to, lo cual se adhiere a la tesis según la que las declaraciones
en relación con la declaración de los mismos al am paro del de los peritos tienen indefectiblemente por objeto meras valo­
art. 497.2 CPP. No se encuentran muchos precedentes en la raciones. Por tanto, no se tiene por definitivamente aplicable
jurisprudencia con el siguiente tenor: «L'art. 497, 2 ° comma, el art. 372 CP. Por ejemplo, los peritos no son auténticos testi­
c.p.p. non si cipplica al consulente técnico, in quanto lo stesso gos, pero el juram ento, en ausencia de norm as punitivas ad
é un ausiliare della parte, tenuto anche presente che non sareb- hoc, es utilizado como forma de «contrapeso» motivacional,
bero applicabili al consulente técnico le norme degli art. 372 e aunque esté privado de sanción. Ese contrapeso, por tanto, se
373 c.p.»17. sirve exclusivamente del apoyo representado por la sugestión
ritual de la fórm ula del juram ento pronunciada en el contexto
Al preguntarse sobre la cuestión de los peritos, la respuesta del proceso penal, configurándose así un singular caso de em ­
que se recibe está caracterizada por una radical ausencia de pleo de los instrum entos psicológicos en ausencia de adecua­
certezas: «recientemente, en Florencia obligaron a ju rar al
dos instrum entos jurídicos.
perito, pero en Milán no». Y aún más: del estudio de campo
de la práctica en los tribunales italianos emergen tres distin­ A la luz de cuanto se acaba de exponer, la cuestión se ca­
tas orientaciones sobre el tema, como una confirmación más racteriza por ser indudablemente controvertida. A pesar de la
de lo resbaladizo del tema. Según una prim era orientación, similitud representada esencialmente por el déficit cognosci­
dadas las diferencias de la figura del perito y del testigo, los tivo del juez respecto al contenido de sus afirmaciones, la di­
peritos de parte no están obligados a prestar juram ento, no ferencia estructural entre testigos y peritos surge de num ero­
existiendo posibilidad de aplicación del art. 372 CP con res­ sos elementos: en prim er lugar, parece arduo construir un
pecto a ellos. Basándonos en un segundo uso forense, los pe­ deber de decir verdad con respecto a estos últimos en cuanto
ritos de parte son obligados a prestar juram ento porque es auxiliares de las partes ligados a las mismas por un contrato
posible que exista una escisión entre hecho (subespecie de de obra. Además, no existe un art. 226 CPP para los peritos de
datos objetivos) y valoración en el curso del examen. En el parte, es decir, una específica declaración de una obligación
acto del juram ento, por tanto, se les atribuye en méritos de la que les vincule a un deber objetivo de decir verdad78. Ello con­
obligación de decir verdad en cuanto que hechos directam en­ duce a la doctrina m ayoritaria a concluir sobre este punto que
te percibidos por ellos. En esa hipótesis, les será aplicable el «z consulenti di parte non hanno obbligo penalmente sanziona-
art. 372 CP. Finalmente, es digna de mención por su (aparen­ to di rispondere secondo veritá. Al di la del fatto che in alcune
te) excentricidad la última orientación encontrada: según la sedi giudiziaúe ai consulenti viene fatta leggere Vimpegnativa
prevista dall'ari. 497 c.p.p., in capo agli esperti si potra configu­
rare al m assim o un onere morale, etico e deontologico di veritá
76 Sobre el tema, cfr. C e n t o n z e , 2001: 1257 y ss. anche al fine di non infirmare il propño crédito come professio-
77 Trib. Torino, sez. I pen., 20-03-1991, in Giur. it., 1994, pp. 77 y ss., con nisti. Si tratta, tuttavia, di strum enti caratterízzati da ben m ino­
nota de M a r in i (1994), el cual da cuenta de los contrastes jurisprudenciales
en este tema. En la doctrina se contraponen dos orientaciones: por un lado, re efficacia deteirente ñspetto ad una sanzione penale »79.
la que considera que el aporte cognoscitivo suministrado por el perito posee Permanece, sin embargo, la grande ambigüedad ínsita en
la misma naturaleza que el aportado por el testigo y que, coherentemente,
afirma la necesidad de que el perito de parte preste declaración ex art. 497.2 el art. 372 CP, que no describe al sujeto activo simplemente
CPP; por otro lado, la orientación mayoritaria según la cual la aportación del
perito tiene naturaleza «parcial», no existiendo por tanto deber de prestar
juramento. Señala el argumento decisivo en favor de la segunda tesis, sobre 78 Cfr. K o s t o r i s , 1993: 321 y ss.; vid. sin embargo, C u r t o t t i N a p p i, 2008:
el plano sustancial, en la inexistencia de una sanción penal en relación con el 619, la cual habla de «sostanziale similitudine tra le due figure soggettive».
perito falso, I l l u m in a t i , 2007: 138 y ss. 79 C o n t i , 2010: 164-165.
132 Alessandro Corda Neurociencias y Derecho penal desde el prisma. 133

como un testigo, sino como «cualquiera que declare como tanto paradójico, ya que «in un sistema accusatorio, sia puré
testigo (el art. 373 CP habla, por el contrario, de perito, y no temperato, come quello italiano, i consulenti di parte dovrebbe-
de «cualquiera que declare como perito» 80). Este dato de la ro avere l’obbligo di veritá e, cosi, sarebbero collocati su un
letra de la ley, unido a la formulación del art. 501 CPP, parece, piano di paritá rispetto al pento: al tempo stesso, la consulenza
sin embargo, dar fuerza a los que estiman aplicable el delito técnica di parte clovrebbe essere collocata tra i mezzi di prova,
de falso testimonio también al perito. Parece, por tanto, qui­ cosi come accade per il testimone esperto in Inghilterra. In Ita­
zás excesivamente tranchant la posición de aquellos que sos­ lia, viceversa, i consulenti di parte rappresentano piú una forma
tienen que la no calificación del perito como testigo encuentra di difesa técnica, che uno strumento equiparabile aliaperizia»83.
expresa confirmación en el art. 501 CPP. Se ha dicho que esa Hoy la orientación más difundida, que niega la obligación de
norm a «nel prevedere che per l’esame dei consulenti tecnici (ol- decir verdad penalm ente sancionada con respecto al perito de
tre che per quello deiperiti) si osservano le disposizioni sulVesa­ parte84, tiene como efecto, en última instancia, el «svilire, in
me dei testim oni in quanto applicabili, conferma infatti l'esi- concreto, il m olo dei consulenti privad, che non riescono a con-
stenza di una differenza tra la posizione del testimone e quella trapporsi al perito creando le premesse per un contraddittorio
del consulente técnico, nonché l’esplicita scelta del legislatore di vero e proprio»85.
non attribuire a quest’ultim o la qualifica di testimone»81. En
realidad, acudiendo a la misma norma, unida a la descripción Puede ser trazada, sin embargo, una línea divisoria, sutil y
del sujeto activo realizada por el art. 372 CP, se podría argu­ a menudo difuminada, en el territorio que está a caballo entre
m entar de modo parecido y, por otra parte fundadamente, lo los hechos y la valoración. La pericia consiste, en efecto, en
contrario. En cambio, otros autores afirman que entre los investigaciones, declaraciones y valoraciones de naturaleza
sujetos activos del delito de falso testimonio puede entrar técnica. El componente valorativo —por tanto de carácter
también el perito de parte, aunque sea lim itadam ente con res­ subjetivo— no autoriza al perito, siendo de parte, a extraer el
pecto a la hipótesis de que se refiera a u n «hecho histórico del dato objetivo que surge de los datos hallados. Antes bien, el
testigo», y ello en razón del hecho de que «l’equiparazione tra perito debe encontrar un ámbito de actuación a favor de su
testimone e consulente, che si attua giá sul piano letterale con il propia tesis de parte en tanto en cuanto existan efectivos
richiamo all'art. 468 c.p.p., si ricava anche dall’art. 501, co. 1 «márgenes de maniobra», o sea: a) cuando el dato objetivo es
c.p.p. che rinvia non solo all’applicazione delle medesime rególe incierto; o bien b) admite valoraciones en cualquier punto di­
procedurali nel caso di esame di entrambi i soggetti ma anche vergente. El perito no puede, por el contrario, «construirse»
alia disciplina sanzionatoria »82.
esos márgenes de m aniobra cuando los mismos no estén efec­
tivamente presentes a la luz del dato objetivo. Sin embargo, si
El esquema de interpretaciones, a partir de la no muy feliz tales coordenadas parecen realmente nítidas en las ciencias
formulación del marco normativo de referencia (arts. 372 CP tradicionales o, mejor aún, ya conocidas en la práctica proce­
y 501 CPP) es, en consecuencia, variado. El vicio de origen en sal, se tom a más compleja la identificación del dato objetivo,
la base de tales radicales incertidumbres interpretativas, debe que separa hechos y valoraciones en la declaración del perito
individuarse esencialmente en la poco compartible elección de parte en relación con saberes científicos complejos y nue­
de no describir, y en consecuencia disciplinar, de modo preci­ vos como son las neurociencias. Las metodologías que apli­
so y detallado la figura del perito de parte introducida por los can conocimientos vanguardistas pueden incurrir en el riesgo
redactores del código procesal de 1988. El resultado es un de dar entrada, y sucesivamente asum ir en el proceso, pericias
basadas en estudios científicos «mutilados» en una parte
esencial, o de los que se extraen pasajes argumentativos que
80 Este dato literal lleva a excluir la aplicabilidad de los hechos declarados
a los peritos. Cfr. Cass, sez. VI, 21 aprile 1999, n. 448, in Cay ss. pen., 1999, pp.
3426 y ss., con nota de R a n z a t t o , Sulla configurabilita del delitto di falsa peri- 83 T o n in i, 2 0 1 1 : 3 6 3 .
zia ñspetto al consulente técnico. 84 Para referencias bibliográficas y jurisprudenciales, vid. F o c a jrd i, 2 0 0 3 :
81 PlFFER, 2 0 0 5 : 4 2 7 . 191 y ss.
82 A sí P e c c i o l i , 2 0 0 9 : 122. 85 T o n in i, 2 0 1 1 .
134 Alessandro Corda Neurociencias y Derecho penal desde el prisma. 135

conducen a conclusiones desfavorables para la tesis que se cosa posa o non possa essere dedotto da essa, la forza di tali
intenta m antener (por ejemplo, enunciados valorativos false­ deduzioni, i suoi limiti ed i possibili pericoli e confusioni che
ados que se superponen a datos históricos verdaderos); y aún potrebbe comportare»*9. Un buen ejemplo histórico lo propor­
más: pericias fundadas en criterios falsos y sobre datos que ciona la fotografía, que cuando fue inventada y difundida, fue
no corresponden a los elementos de hecho que hayan surgido saludada por muchos operadores jurídicos como una prueba
en el curso de las investigaciones científicas llevadas a cabo. de fiabilidad desconocida hasta el momento (el «espejo de la
Si se parte de la configuración del perito como auxiliar de la memoria»). Otros, en cambio, se m ostraron muy preocupa­
parte no vinculado formalmente a «decir verdad», en tal dos por el riesgo de m anipulación y abuso, en particular res­
hipótesis, puede concordarse con los autores que afirman que pecto al riesgo de una potencial «expropiación» del poder del
en estos casos se exceden los márgenes del ilícito penal86. juez sobre la determ inación de los hechos. Como es notorio,
nada de ello sucedió y la prueba fotográfica fue sucesivamen­
Se trata, como es evidente, de un terreno peligroso. El an­
tídoto frente a la elevada «potencialidad engañosa» de peri­ te integrada en la dinám ica del Derecho probatorio. Desde
cias falsas, sobre todo cuando se basan en saberes innovado­ este punto de vista, en este momento histórico la prueba neu­
res, debe construirse con un «estricto y profundo control del rocientífica está suscitando un debate muy similar al que se
juez custodio del método científico»87, pero quizás aún más desarrolló en los albores de la prueba fotográfica. Y, del m i­
del «indispensable filtro que se opera a través del contradicto­ smo modo, «fs]e correttamente intesa, tuttavia, la prova neuro-
rio de las partes» 88. scientiftca, com e la prove fotográfica e l'affidabile prova del
DNA, puó essere correttamente ‘integrata nella prassi giudizia-
úa senza minare tali prassi o usurpare i poten dei giudici»90. Es
fundam ental en este sentido el papel del juez, al cual, mucho
6. CONCLUSIONES más que en el pasado, se le requiere una actualización conti­
nua y cualificada: «fnjon sempre l’esperienza é sufftciente ed é
Después de haber llegado al final de esta incursión en la invece necessario integrare il bagaglio culturóle del giudice con
relación entre la neurociencia y el Derecho penal desde la una formazione anche extragiuridica che lo metta in condizione
perspectiva del proceso, parece apropiado concluir con ca- di poter svolgere un controllo effettivo sulle conoscenze scienti-
veat. fiche fom ite dall'esperto, e quindi di utilizzare efficacemente
Tratándose de conocimientos científicos nuevos y poten­ queste conoscenze»9\
cialmente capaces de influir en la práctica de m anera muy También son dignos de mención los resultados de las pri­
relevante, el juez será llamado a desempeñar un papel de filtro meras aplicaciones jurisprudenciales de las neurociencias,
y, eventualmente, a utilizar muy rigurosamente la prueba que han conducido al reconocimiento de la semi-imputabili-
neurocientífica a los fines de evitar que pueda convertirse en dad de reos culpables de graves delitos de sangre. Esos pro­
una especie de «caballo de Troya» en el interior del proceso. nunciamientos han llevado a la difusión, tanto entre los abo­
Como se ha observado, «/qjualunque nuovaprova prova bcisa- gados defensores como entre los peritos (judiciales o de parte)
ta sulprogresso tecnologico crea problemi per ü dirítto. Sorgono de una cierta actitud optimista respecto a la utilización si­
immediatamente domande relative alia sua natura e úspetto a stemática in bonam partem de las pruebas neurocientíficas.
No puedo sino com partir la invitación a la prudencia de los
86 En casos similares, afirma C e n t o n z e , 2001: 1270, «siamo chiaramente autores que han subrayado el carácter «meramente eventual»
oltre la legittima retorica scientifica: i risultati della consulenza sono, di fatto,
falsi». Podría obtenerse una aplicación al periodo del delito de falso testimo­
nio del art. 372 CP, incluyendo también la hipótesis del perito que mienta 89 P a r d o , 2006: 311,
respecto al propio dictamen. Vid. también Miucci, 2011: 169 y ss.; en la litera­ 90 Ibid.: 312.
tura estadounidense, cfr. M o e n s s e n s , 1993: 9-10, 15-18. 91 De ese modo, eficazmente, T a r u f f o , 2009, http://www.treccani.it/enci-
87 C e n t o n z e , 2001: 1271. clopedia/scienza-e-processo_(XXI_Secolo)/. Vid. también F ia n d a c a , 2005: 7
88 Ibid.; vid. t a m b i é n F r i c o , 1988: 2187. y ss.
136 Alessand.ro Corda Neurociencias y Derecho penal desde el prisma.. 137

de la indicada unidireccionalidad92. En efecto, no puede dazos que puedan producir peligrosas involuciones, quizás
excluirse que dentro de poco las neurociencias conozcan una enmascaradas por portentosas innovaciones. De ese riesgo no
deriva in malcim partem en su utilización en el proceso penal, está exenta la relación entre nueva ciencia y Derecho penal97.
«non soltanto al fine di vahitare la pericolositd sociale del sog- Sin embargo, todavía es demasiado pronto para determi­
getto, ma altresi al fine di trarre, sia puré indirectamente — e con
nar si el uso cada vez más frecuente de los conocimientos
ció tanto piu capziosamente — elementi a sostegno della colpe-
neurocientíficos en el proceso penal, que parece adivinarse,
volezza del soggetto »93. Se (re)afirmaría de ese modo una juris­
nos llevará a una superación de los actuales límites cognitivos
prudencia basada en mal disimulados postulados de defensa
y a un enjuiciamiento más riguroso y exhaustivo o, más bien,
social, conexos con la más o menos demostrada «predisposi­
comportará la apertura de una peligrosa «caja de Pandora»
ción» del imputado a cometer delitos tipológicamente afines al
que conduzca, por una parte, a la expropiación del Derecho
que ha sido objeto de imputación94, con el potencialmente si­
por parte de las ciencias y, por otra parte, a involuciones mar­
niestro efecto colateral de sum inistrar una legitimación empí­
cadamente enfocadas a la represión y a la incapacitación".
rica extemporánea, en relación con el componente de «índole
malévola» propia del delincuente tendencial del art. 108 CP,
figura por otra parte ya de por sí controvertida95, considerada
como un «residuo bélico» de la Parte General y condenada 7. BIBLIOGRAFÍA
tanto al olvido propio de la falta de aplicación jurispruden­ A m o d io , E.: «Liberta e legalitá della prova nella disciplina della testi-
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En el momento histórico actual, al estudioso se le requiere econtemporaneo.it/upload/1357561661BERTOLlNO%202013a.
una atención cada vez mayor con respecto al Derecho vigente, pdf.
a los fines de m ejorar la sintonía entre teoría y práctica, pero
97 C o m o o b se rv a D i G io v in e , 2 0 1 1 : 8 4 4 , «[sjarebbe metodológicamente
también para prever y, si es posible, para evitar eventuales ban­
sconetto ignorare una realtá soltanto perché produce conseguenze ai nostri oc-
chi sgradevoli. Inoltre, probabilmente un siffatto esito non si rivelerebbe nem-
92 R o n c o , 2 0 1 1 : 8 6 0 . meno funzionale all'obiettivo. Lungi daü'arrestare il processo in alto, finirebbe
93 Ibid. E n la ju ris p ru d e n c ia , vid. Trib. C re m o n a 1 9 -7 -2 0 1 1 , n. 1 0 9 , im p. con l'assecondarlo, consentendo ad esso di nutrirsi dell'indifferenza generóle e
S erventi: a n te in d ic io s eq u ív o co s y a u n a situ a c ió n de s u s ta n c ia l « p a rá lisis precludendo giá la fonnazione di un meta-linguaggio sulla cui base avviare un
p ro b a to ria » , el ju e z re c u rrió a las n e u ro c ie n c ia s p a r a v e rific a r a tra v é s del dialogo tro discipline destinante, volenti o nolenti, ad interagire in misura cres-
Implicit Association Test (I.A.T.) y el Timed Antagonistic Response Alethiometer cente») M u s u m e c i, 2 0 1 2 : 2 1 , afirm a: «[cjió che é certo é che igiuristi non pos-
(T.A.R.A.) si e n la m e m o ria d e la v íc tim a p o d ía h a lla rs e u n r a s tr o d e m e m o ria sono piu esimersi dal confronto con le neuroscienze, che diviene sempre piu
a u to b io g rá fic a re la tiv a a la s u p u e s ta a g re sió n s e x u a l su frid a . E s a p ru e b a fue pressante ed inevitabile. E tempo ormai che essi escaño dal loro "splendido
d e te rm in a n te de la c o n d e n a d el im p u ta d o a u n a ñ o de re c lu sió n . isolamento", per rapportarsi in maniera critica con le nuove tecniche, senza
94 R o n c o , 2 0 1 1 : 8 6 0 - 8 6 1 . cadere in atteggiamenti connotad da un troppo facile trionfalismo o da
95 Vid. e sp e c ia lm e n te el an á lisis d e G e m e lu , 1939: 506. u n ’aprioristica chiusura».
96 S a m m ic h e li y S a r t o r i , 2 0 1 0 : 2 2 2 . * T ra d u c c ió n a c a rg o d e Jo rd i N ie v a F e n o l l .
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— IIgiudice, la scienza e la prova, en Cay ss. pen., 2011, p. 4113.
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dence Error in fMRI Data Analysis», en H a n s o n , S., y B u n z l , M.
(eds.), Foundations and Philosophy for Neuroimaging. Cambridge,
MA: 2010, pp. 71 y ss.
\

¿REFUTAN LAS IDEAS


DE LA NEUROCIENCIA EL CONCEPTO
DE CULPABILIDAD DEL § 20
DEL CÓDIGO PENAL?

B e ttin a W e iE e r

Catedrática de Derecho Penal alemán,


extranjero e internacional y Derecho Procesal Penal
Westfalische Wilhelms-Universitát Münster

Los resultados de las investigaciones de los neurocientíficos


sugieren que la voluntad no controla las acciones humanas,
sino que las mismas aparecen regidas únicamente por procesos
neuronales del cerebro. Si esta tesis es correcta, debe investigarse
qué consecuencias tiene esta conclusión para el concepto de
culpabilidad. ¿Significa que el criterio de la capacidad de auto­
control al que se refiere el § 20 del Código Penal, debe ser recha­
zado también para las personas mentalmente sanas, como
consecuencia del control puramente neuronal de las acciones
humanas en general? El presente artículo presenta una conclu­
sión opuesta, que se fundamenta en una interpretación diferente
de las normas establecidas en el § 20 del Código Penal de la
culpabilidad penal.
146 Bettina Weifler ¿Refutan las ideas de la neurociencia el concepto...? 147

1. EL «PROBLEMA» conclusión final sea que carece de sentido el reproche de cul­


pabilidad por acciones ilegales, dado que el autor de las mis­
Las acciones de una persona no se basan en sus propias mas sería en realidad, más o menos, una especie de víctima
decisiones de libre albedrío, sino que se crean en el sistema indefensa de su actividad cerebral, que no puede controlar a
límbico del cerebro humano. En el sistema límbico se graba través de su voluntad. (S in g e r , 2005: 529 y ss., 535 f.; R o t h ,
toda la experiencia del ser hum ano por así decirlo; dicho sis­ 2001: 443 y ss.).
tema empieza de funcionar en el seno m aterno y ya está defi­
nido en gran parte en la infancia. En este sistema se depositan
en últim a instancia todos los sentimientos del ser hum ano y,
con ellos, toda su experiencia, sus conocimientos, necesida­ 2. POSIBLES SOLUCIONES
des y deseos. Todas las acciones del ser hum ano se basan en
las informaciones almacenadas en el sistema límbico. Es por La pregunta es si con todo lo anterior habría que dejar de
ello que todas nuestras acciones de ninguna m anera están lado el principio de culpabilidad en el Derecho penal alemán.
llevadas a cabo de m anera libre, aunque todavía lo sintamos Desde hace algún tiempo esa cuestión es objeto de debate
así. (P r in z , 2006: 51, 54; P r in z , 1996: 86, 92, 98, 100; S in g e r , intenso y en ocasiones incluso visceral. (D u t t g e , 2009: 13 y
2010: 15, 16, f., 19, 22). Cfr. tam bién G r isc h a M e r k e l /R o t h , ss.; H il l e n k a m p , 2005: 313 y ss.; K r ó b e r , 2010: 223 y ss., 224;
2010: 143, 147. En sentido distinto B o e t t íc h e r , 2010: 187, M e r k e l , 2008); S c h il d , 2010, § 20 núm. 13). Existen varias
196. Nuestras elecciones supuestamente libres son simple­ maneras de reaccionar a los «ataques» neurocientíficos en
mente el resultado de los procesos neuronales del cerebro. contra de la doctrina de la culpabilidad penal: se puede volver
(R o t h , 2003: 43 y ss., 50 y ss.; R o t h , 2001: 445). Los procesos atrás en el tiem po y argum entar que el Derecho, como cien­
de decisión que el ser hum ano siente como patrimonio de su cia social, persigue un objetivo de conocimiento muy difer­
libertad, de hecho ya están predeterminados por la creación ente al de las ciencias experimentales y que, por ello, tiene
del llamado potencial de preparación (P P ) en el cerebro (en categorías de pensam iento completamente diferentes. Y que,
alemán B P «Bereitschaftspotenzial»). (L ib e t , 2006: 111 y ss.; en consecuencia, dentro de la definición científica de la cul­
P r in z , 2004: 20 y ss., 22; P r in z , 1996: 86 y ss., 92, 98, 100; pabilidad criminal, los hallazgos neuocientíficos tienen poca
S in g e r , 2004: 30 y ss., 51, 53; R o t h , 2001: 438, 441; R o t h , im portancia (H a s s e m e r , 2009: 829 y ss., 846; K r ó b e r , 2006:
2004: 66 y ss., 77). La supuesta decisión voluntaria de llevar a 63 y ss., 66).
cabo actos —tam bién actos punibles— representa sólo la eje­ Otra posibilidad consiste en poner en duda la validez de los
cución de programas de acción ya definidos de antem ano por resultados de las investigaciones de la neurociencia sobre la
procesos neuronales. Ello significa que no hacemos lo que libertad de la voluntad hum ana o acerca del principio de res­
queremos; esa es sólo nuestra sensación subjetiva. No es más ponsabilidad penal (D u t t g e , 2009: 13 y ss., 28; H ill en k a m p ,
que una ilusión que nos hace creer en la idea de la existencia 2006: 85 y ss., 108 f.; H ill en k a m p , 2005: 313 y ss., 318 f.;
de un libre albedrío del ser hum ano (rechazada por los neuro- H ir s c h , 2010: 62 y ss., 67; L a m pe , 2006: 2 y ss., 8; S c h il d , 2010,
científicos) que controla todas sus acciones. (P r in z , 2006: 51 y § 20 núm. 10, 11; S c h r o t h , 2011: 705 y ss., 708; S p r a n g e r ,
ss., 59; R o t h , 2001: 445; S in g e r , 2003: 20 y s., 31; S in g e r , 2009: 1033 y ss., 1035), argumentando, por ejemplo, que la
2004: 30 y ss., 62). teoría del potencial de preparación (PR) existente en una frac­
Las anteriores son las conclusiones de diversos neurocien- ción de segundo, carece de unas predicciones fiables acerca de
tíficos (como por ejemplo R o t h , 2001: 435 y ss., 443; S in g e r , la determinación final de la conducta hum ana (D u t t g e , 2009:
2010: 15 y ss., 23; G r isc h a M e r k e l y R o t h , 2010: 143 y ss., 13 y ss., 28; H il l e n k a m p , 2006: 85 y ss., 108 f.; H ir s c h , 2010: 62
149). En palabras llanas de un lego en la materia: ¿qué signi­ y ss. 63; S c h il d , 2010, § 20 núm. 10, 11; W a l te r , 2006: 131 y
fica esto para el Derecho penal? No debe sorprender que si el ss., 137, 140). Asimismo, este punto de vista conduce, en últi­
ser hum ano está controlado completamente por sus procesos ma instancia, a la conclusión de que los resultados de la inves­
neuronales y no se conduce a través de su libre albedrío, la tigación neurocientífica (al menos por el momento) no cues­
148 ¿Refutan las ideas de la neurociencia el concepto...? 149
Bettina Weifier

tionan la doctrina de la responsabilidad penal. No obstante, si autor puede ser excluida si actúa de tal form a que no ha com­
se quieren tom ar en cuenta los conocimientos neurocientíficos prendido el injusto de su acción, o no ha podido adecuar su
en el ámbito del Derecho penal, aparecen dos opciones. conducta a esa comprensión. Es decir: la capacidad de enten­
dimiento y la capacidad de autocontrol del autor en el mo­
En coherencia, al menos en parte, con la línea de argu­ mento del com portam iento delictivo, son los elementos que
mentación descrita al inicio en torno a la renuncia al concep­ constituyen las piedras angulares de la culpabilidad penal.
to de culpabilidad penal (S in g e r , 2003: 65; G r isc h a M e r k e l , (P e r r o n , 2010: § 20 núm. 1; S t r e n g , 2003: § 20 núm. 48, 51 y
2008: 21 y ss., 27 y ss.), cabe observar que si la pena presupo­ ss.). ( P e r r o n , 2010: § 20 núm. 5). La ley enum era una lista de
ne la culpa y, a su vez, dicha culpa presupone el libre albedrío, cuatro transtom os mentales biológicos y psicológicos (P e ­
si la carga de la prueba de ambos puntos compete a los órga­ r r o n , 2010: § 20 núm. 5), por los cuales se puede excluir la
nos de persecución penal, la conclusión, aplicando el benefi­ capacidad de entendimiento o la capacidad de autocontrol (o
cio de la duda, es que una pena no sería legítima al resultar
ambos).
imposible probar la culpa. En consecuencia, en un escenario
semejante la única salida que quedaría sería la construcción
de un «Derecho de protección o de garantía» y, por tanto, la
mejor opción sería la instauración de «medidas» adoptadas A) P erturbaciones psíquicas según e l § 20
con el único objetivo de la prevención (S in g e r , 2003: 51). El del Código Penal
único criterio para la evaluación de estas medidas sería la pe­
ligrosidad del «autor» (S in g e r , 2003: 65). Pero ninguna de las A fin de describir perturbaciones psíquicas, el § 20 del Có­
dos perspectivas resulta atractiva, ni la que se obtendría con digo Penal alemán utiliza los términos «perturbación psíqui­
estas últim as medidas, ni la de aislar al Derecho penal de los ca grave», «trastorno profundo de la consciencia», «debilidad
conocimientos que aporten otras ciencias. mental» y «otras graves anomalías psíquicas». Estas expresio­
En consecuencia, a continuación será tratada en detalle nes utilizadas por la ley («debilidad mental» y «otras graves
las segunda posibilidad: tom ar en consideración los descubri­ anomalías») poseen, en cierta medida, una connotación difa­
mientos científicos en el Derecho penal. Tomando como base matoria.
un análisis del régimen legal de la culpabilidad penal según el Incluso el término «perturbación psíquica grave» usado
§ 20 del Código Penal, se intentará cohonestar el principio de por el § 51 (así como por otros preceptos) del Código Penal
culpabilidad con los conocimientos de la neurociencia. del Imperio alemán, parece ser m ucho más moderno, y a la
vez más humano, que la expresión utilizada por la ley actual.
La redacción presente se rem onta a la revisión que se realizó
3. LA CAPACIDAD DE CULPABILIDAD en la segunda reforma del Código Penal alemán, que entró en
(IMPUTABILIDAD) SEGÚN EL § 20 vigor en 1975, y en la cual se trataron los requisitos de la ca­
DEL CÓDIGO PENAL pacidad de culpabilidad, concretamente a través del § 20 del
mismo cuerpo legal.
El § 20 del Código Penal tiene el siguiente tenor: «Actúa sin En pocas palabras, se distinguen cuatro fenómenos de ex­
culpa el que con ocasión de la comisión del hecho, es incapaz clusión de la culpabilidad en el § 20 del Código Penal: pertur­
de percibir la antijuridicidad del mismo o de adecuar su con­ baciones psíquicas graves, que son deficiencias mentales que
ducta a esa percepción por razón de un transtom o mental, de se basan en causas orgánicas. (F r is t e r , 2011: 18. cap. núm. 5;
una consciencia alterada o por causa de una deficiencia m en­ P e r r o n , 2010: § 20 núm. 6; R u d o l p h i , 2003: § 20 núm. 6;
tal o de otras anomalías mentales graves». S c h o c h , 2006: 20 núm. 59; S t r e n g , 2003: § 20 núm. 31). Se
Partiendo de esta formulación, los requisitos de la culpabi­ incluyen en esa rúbrica no sólo los ejemplos clásicos de un
lidad se definen mejor de m anera negativa: la culpabilidad del tum or cerebral o de una demencia, sino también la depresión,
150 Bettina Weifier ¿Refutan las ideas ele la neurociencia el concepto... ? 151

la esquizofrenia o los síndromes maníacos, aunque siguen Sin embargo, no es necesaria una clara delimitación de los
siendo poco claras las causas orgánicas de estas enfermeda­ diversos fenómenos. Aunque la lista de trastornos mentales
des. Incluso la intoxicación por alcohol o drogas, con la gra­ del § 20 del Código Penal es cerrada, la expresión «otras ano­
vedad suficiente, puede ser incluida en el grupo de casos de malías psíquicas» constituye una cláusula abierta bajo la cual
trastorno mental. (BGH NStZ-RR 2000, 299; F r is t e r , 2011: se puede subsum ir finalmente cualquier enfermedad psíquica
18. cap. núm . 5; J e s c h e c k y W e ig e n d , 1996: § 40, 440; R u d o l - que se aparte de la regla general, cuando alcance un cierto
p h i , 2003: § 20 núm. 6; S c h o c h , 2006: § 20 núm. 92). grado de gravedad. (F r is t e r , 2011: 18. cap. núm. 6; P e r r o n ,
2010: § 20 núm. 19; R o x in , 2006: § 20 núm. 27).
Una perturbación profunda ele la consciencia no se debe a
causas orgánicas. Cubre actos pasionales que dependen de la Sin embargo, la realización de una evaluación exacta en la
situación en que se produzcan, y que excluyen la responsabi­ etapa del diagnóstico inicial presenta una dificultad que no
lidad penal, aunque también se incluye en ese rótulo la fatiga puede superarse acudiendo a la ley. Es preciso determinar
extrema o el agotamiento. (P e r r o n , 2010: § 20 núm. 13; exactamente en qué grado se considera grave una perturbación
R u d o l p h i , 2003: § 20 núm. 10; S c h o c h , 2006: § 20 núm. 123; psíquica grave o una perturbación de la conciencia, así como
S t r e n g , 2003: § 20 núm. 36). en qué situación una grave anomalía psíquica es tan grave
como para superar el umbral marcado por el § 20 StGB. En
La severa expresión «debilidad mental», significa una gra­ última instancia, es el jurista quien deberá dar respuesta a esta
ve falta de inteligencia no imputable a causas orgánicas. (P e ­ cuestión basándose en las ciencias naturales, dado que sólo
r r o n , 2010: § 20 núm. 18; R u d o l p h i , 2003: § 20 núm. 13;
esas ciencias pueden proporcionar el diagnóstico de partida.
S c h o c h , 2006: § 20 núm. 67; S t r e n g , 2003: § 20 núm. 38). Por En consecuencia, corresponde al juez enjuiciar las consecuen­
el contrario, los déficits de inteligencia debidos a procesos cias de los diagnósticos clínicos con respecto a los dos elemen­
patológicos (como la falta de oxígeno durante el parto) deben tos mencionados en el § 20 del Código Penal, es decir, la de
ser clasificados como perturbaciones psíquicas graves. (R u - capacidad de entendimiento y de control del autor. Ésta es una
d o l p h i , 2003: § 20 núm. 13). En contra de esta distinción, el
tarea difícil, porque no existen límites claros entre las diferen­
fisiólogo Francisco R ubia V ila afirma que toda enfermedad tes patologías que eviten entrar en una zona gris que condicio­
tiene causas orgánicas. La distinción, usada por el Derecho ne la decisión final del juzgador. Es muy difícil excluir que esas
penal, entre una debilidad mental «congénita (o innata)» y lagunas no sean integradas por el criterio subjetivo del juez.
una debilidad mental adquirida en un proceso patológico,
desde el punto de vista de un fisiólogo no es muy convincente.
La cuarta rúbrica, otras anomalías mentales graves, consti­ B) Los com p onentes de la capacidad de entendim iento
tuye un cajón de sastre de otros trastornos psíquicos tales y de la capacidad de autocontrol
como neurosis, trastornos múltiples o adicciones, que no pue­
den ser consecuencia de un proceso patológico orgánico. (P e ­ Si el autor padece una perturbación psíquica grave en el
r r o n , 2010: § 20 núm. 19; R u d o l p h i , 2003: § 20 núm. 14; sentido señalado por el § 20 del Código Penal, es preciso plan­
S c h o c h , 2006: § 20 núm. 68). tear si la m ism a excluye la capacidad del autor de compren­
Este variopinto grupo de posibles causas de exclusión de la der el injusto del hecho o de adecuar su conducta a dicha
culpabilidad es desorientador en el momento de la aplicación comprensión.
de la ley. A los fines interpretativos tampoco ayuda el recurso
a otras ciencias como la medicina. La terminología utilizada
por la ley de ninguna m anera describe los estados de concien­ a) La capacidad de entendimiento
cia de una forma exacta desde el punto de vista científico, y ni
siquiera la terminología usada se encuentra en otras ciencias Si el autor carece de la capacidad de entender el injusto de
que sean próximas. su acción, el mismo será víctima de un error de prohibición.
152 Bettina Weifíer ¿Refutan las ideas de la neurociencia el concepto...? 153

La regulación del error de prohibición se encuentra en el § 17 No obstante, esa conclusión supondría ir demasiado lejos.
del Código Penal, que distingue según el error sea vencible o El pasaje de la sentencia trata, evidentemente, los presupues­
invencible. Al contrario de lo dispuesto en el § 20 del Código tos de la cognición del injusto. Únicamente cabría deducir que
Penal, el § 17 del mismo cuerpo legal no atribuye la falta de esta sentencia da por hecho que la culpabilidad supone el li­
consciencia de la antijuridicidad a causas médico-biológicas, bre albedrío, si exigiera como requisito básico la prueba de
de modo que el error se aplica a personas «mentalmente sa­ una decisión consciente del autor contra la ley, o por lo menos
nas». El § 20 del Código Penal sólo se aplica con carácter pre­ la prueba de la posibilidad de actuar de m anera diferente
ferente al § 17 en los casos en que el error —invencible— sea (manera por la cual el autor no optó). Sin embargo, el contex­
consecuencia de una de las enfermedades citadas en dicho to en que se produjo el pronunciam iento judicial se opone a
parágrafo. esta interpretación: en concreto, se juzgaba una situación de
error que hizo imposible que el autor comprendiera la injusti­
Las disposiciones acerca del error de prohibición conteni­ cia de sus actos. Sólo a este punto se refiere el presupuesto
das en el § 17 del Código Penal, se encuentran esbozadas en establecido por el Tribunal Supremo Federal de conducta
una sen ten cia fundam ental del Tribunal Supremo Federal culpable, que exige una decisión del sujeto en contra de la ley.
(tomo II, BGHSt 2, 194). Esta resolución de 1952 tam bién se La sentencia fue dictada en el año 1952, m om ento en que la
suele tom ar como referencia en el debate actual acerca del Gran Sala de lo Penal estaba todavía condicionada por la re­
impacto de los hallazgos científicos de la neurociencia en la ciente situación vivida bajo al terror nazi. De hecho, la senten­
culpabilidad penal, a fin de dem ostrar que no puede existir la cia constataba, claramente, que una decisión contraria a De­
culpabilidad penal sin la prueba del control del autor sobre su recho «en tiempos [...] en los que la estructura de la vida
comportamiento antijurídico, a través de su (libre) voluntad estatal y social ve sacudidos sus cimientos o se transforma
[ L a u f s , 2011: 1 y ss. ( 4 ) ; G r i s c h a M e r k e l y R o t i -i , 2010: 143 y
ss., 144 y s.]. radicalmente» sería mucho más fácil, porque «los valores que
sirven de directriz» son «difuminados por la sensación de
El pasaje determ inante de la sentencia es el siguiente: transitoriedad de los ordenamientos que están en su base, así
como por las exigencias de los sectores que luchan por el po­
«Con el juicio de desvalor de la culpabilidad se reprocha al der» (BGHSt 2, 194, 202).
autor que él ha escogido actuar injustamente, a pesar de tener
la capacidad suficiente para actuar conforme a la ley. La ra­
zón íntim a del reproche de culpabilidad es que el hombre En una situación semejante deja de ser obvio lo que es
tiene la facultad de ser libre, responsable, con capacidad de justo o injusto, y por tanto es factible la existencia de un error
actuar de acuerdo con la moral y, por tanto, de decidir actuar invencible en la conducta propia acerca de lo que está prohi­
conforme a la justicia y no en su contra, así como de regir su bido. Lo anterior evidencia que la Gran Sala de lo Penal ob­
comportamiento de acuerdo con las norm as del deber ser ju ­ viamente no se ha referido con carácter general a los presu­
rídico, evitando transgredir las prohibiciones legales ...» puestos esenciales de la culpabilidad. Lo único que cabe
(BGHSt 2, 194, 200 y ss.). elevar a la categoría de premisa derivada de la sentencia es lo
siguiente: no es responsable por sus actos ilícitos aquel que
La doctrina jurídica ha valorado este pasaje de la sentencia es incapaz de com prender el carácter injusto de sus acciones,
como un reconocimiento del Tribunal Supremo Federal al al encontrarse en una situación de error invencible. Este fa­
indeterminismo, es decir, al libre albedrío como punto de par­ llo, por tanto, no puede servir como sustento de la afirmación
tida de un reproche de culpabilidad. ( S c h o c h , 2006: § 20 núm. de que el concepto alemán de culpabilidad se basaría en la
16; S t r e n g , 2003: § 20 núm. 52). Confrontando ese párrafo —en últim a instancia incorrecta— suposición del libre albe­
con las anteriores explicaciones cabe deducir, lógicamente, drío en el ser hum ano; por ello, tampoco sirve para funda­
que la construcción del reproche de culpabilidad es rebatida m entar las conclusiones de (algunos) neurocientíficos con
por los nuevos conocimientos del control neuronal (y no vo­ respecto a la renuncia al principio de culpabilidad penal.
luntario) de los actos humanos. Antes debe averiguarse si la culpabilidad penal tiene algo que
154 Bettina Weifler ¿Refutan las ideas de la neurociencia el concepto...? 155

ver con la capacidad de autocontrol del ser hum ano sobre su dad de autocontrol sólo conducirá a la exclusión de la culpa­
actuación. bilidad si se basa en una de las cuatro patologías mentales
referidas. Los procesos neuronales del «autor normal» m en­
talmente sano en ningún caso pueden justificar de lege lata
b) La capacidad de autocontrol una exclusión de responsabilidad. En otras palabras, que el
concepto de culpabilidad del § 20 del Código Penal ya presu­
En consecuencia, la cuestión anterior debe dilucidarse pone los componentes de la capacidad de actuar (y de la capa­
únicamente a través del concepto de capacidad de autocon­ cidad de entendimiento) del ser humano, y únicam ente regula
trol. Con ese término se alude la capacidad fundamental del expresamente los casos excepcionales. Dicho de otro modo,
ser hum ano de adecuar su comportamiento a la comprensión los hallazgos de la neurociencia sobre la capacidad de auto­
del injusto, como fue señalado anteriormente. control del § 20 del Código Penal sólo tienen relevancia si nos
hallamos ante uno de los trastornos mentales enumerados en
Si se adopta el punto de vista de cada una de las teorías el § 20 Código Penal. En los demás casos, la redacción de la
descritas anteriormente, se abre definitivamente la caja de ley supone la capacidad de autocontrol de u na persona adulta
Pandora. Si se sigue la opinión de algunos neurocientíficos y sana.
conforme a la cual los procesos que los seres hum anos sienten
como decisiones de libre albedrío, en realidad son determ ina­ Por descontado, un neurocientífico podría objetar, con ra­
dos por el llamado potencial de preparación (PP) del cerebro, zón, que esa suposición de la capacidad de autocontrol de los
la supuesta decisión volitiva de llevar a cabo una acción posi­ seres hum anos según el § 20 del Código Penal ya ha sido reba­
blemente punible, de hecho no sería nada más que la ejecu­ tida por las investigaciones de la neurociencia sobre la falta
ción de un program a de actuar predefinido por procesos neu­ de capacidad de autocontrol en el ser hum ano (S in g e r , 2010:
ronales. Y ello originaría el problema de que la capacidad de 15 y ss., 22; cfr. tam bién G rtscha M e r k e l y R o t h , 2010: 143 y
autocontrol requerida en el § 20 del Código Penal quedaría sin ss., 149). Pero para com probar esta hipótesis, en prim er lugar
sustento alguno. habría que determ inar con exactitud cómo puede definirse
ese supuesto control de la voluntad, a fin de poder m antener
La tesis que se deduce de lo anterior es obvia: la causa de la exigencia de capacidad de autocontrol del § 20 del Código
exclusión de la culpabilidad por la incapacidad de autocontrol Penal.
consciente descrita en el § 20 del Código Penal sería la regla al
hilo de la determ inación neuronal de los actos humanos. Sin
embargo, esa conclusión sugiere la exclusión general del re­
proche de culpabilidad y, de ese modo, el ser humano, por su c) La voluntad y la capacidad de autocontrol
propia constitución, no sería capaz de actuar de forma culpa­
ble, en el sentido de no poder obrar con capacidad de auto­ La «voluntad», como portadora de la conducta humana,
control. Si fueran acertadas las hipótesis formuladas por al­ no es algo tangible que pueda buscarse en el mundo exterior.
gunos neurocientíficos —que no son unánim es en la Doctrina Es algo que «habita» en el interior del ser hum ano y sólo se
de su campo— (vgl. B o e t t ic h e r , 2010: 187 y ss., 200 y ss.; puede concluir su existencia a través de eventos particulares
K r ó b e r , 2006: 63 y ss., 64; N e d o p il , 2010: 209 y ss., 220; del mundo exterior. A ese fin se han realizado diferentes pro­
V ie r k a n t , 2008: 59 y ss.), cabría decir que está excluida, en puestas entre la Doctrina.
general, la capacidad del hombre de controlar sus propias
acciones (S in g e r , 2004: 30 y ss., 62 y ss.).
c. 1) ¿Es posible actuar de otro m odo?
La crítica anterior puede ser eludida de una forma muy
sencilla, acudiendo al propio texto del § 20 del Código Penal.
Es concebible, por ejemplo, pensar en una decisión voliti­
Ese precepto afirma indudablemente que la falta de la capaci­ va como portadora de una acción ilícita si su autor, en ese
156 Bettina Weifier ¿Refutan las ideas de la neurociencia el concepto...? 157

preciso m om ento, hubiera podido actu ar de m anera diferen­ existían otras alternativas de conducta. Si ese fuera el caso
te. En consecuencia, existen autores que basan el reproche de —y teniendo presente la actuación conforme a la ley del «ciu­
culpabilidad penal en el siguiente criterio: «la posibilidad de dadano medio» (Jeschecic y W eigend, 1996: § 39 428)—, el
actuar de m odo distinto» (Baumann, W eb er y M itsch, 2003: § reproche de culpabilidad se podría fundar en que otra persona
18 núm . 38; K ühl, 2008: § 10 núm. 3). sí se hubiera com portado lícitamente ante la misma situación
(«modelo social comparativo»; Jescheck y W eigend, 1996: §
Sin embargo, consideraciones prácticas descartan el ante­ 39, 427). Este procedimiento evita la pregunta de si el indivi­
rior criterio. No es demostrable la posibilidad de actuar de duo pudo haber actuado de otra forma en el caso concreto, y
otro modo en el momento de la infracción, y por ello no se remite a la vez a «valores de referencia» de comportamiento
trata de un criterio adecuado para determ inar la capacidad de lícito. Normalmente, los resultados de este método coincidi­
culpabilidad penal. La realidad no se puede repetir o simular rán con el sentido común de la justicia, pero no ofrecen en su
bajo las mismas circunstancias en que sucedió el hecho, u esencia una justificación de la admisibilidad del reproche de
otras similares, a fin de poder concretar las alternativas de ac­ culpabilidad individual fundamentado en la experiencia y en
tuación del sujeto que hubieran podido tener lugar en el pasa­ valores de referencia. (D uttge, 2006: 13 y ss., 37; Hillenkam p,
do. (vgl. B o e ttic h e r, 2010: 187 y ss., 199; D uttge, 2009: 13 y 2006: 85 y ss., 104).
ss., 36; H assem er, 2009: 829 y ss., 851; Roxín, 2006: § 19 núm.
21; Roxin, 1984: 641 y ss., 650; Schroti-i, 2011: 705 y ss., 711).
Sin embargo, las dificultades probatorias no justifican, por
sí mismas, que la capacidad de poder actuar de otro modo en c.2) ¿Culpabilidad por el carácter?
el momento del acaecimiento del hecho, no pueda ser consi­
derada un presupuesto necesario de la culpabilidad penal. Y, H erzb e rg (2010) ha propuesto recientemente no tom ar en
por supuesto, para despejar esas dificultades, el legislador no consideración la posibilidad de actuar de otra forma en la si­
puede establecer por ley un presupuesto sobre la culpabilidad tuación concreta para fundam entar la culpabilidad del autor,
penal que deba ser objeto de prueba (positiva). sino que sería mas provechoso acudir a la «culpabilidad por el
carácter». Si no es posible probar que el autor pudo haber
En la doctrina se han planteado otras alternativas, tales actuado de otro modo en el caso concreto porque su carácter,
como intentar definir el «poder actuar de otro modo» en el su «yo», le ha hecho actuar inevitablemente de esa manera, el
sentido del § 20 del Código Penal, dando por hecho que las reproche de culpabilidad no se puede basar en el acto en sí,
dificultades probatorias son insuperables. Desde esa orienta­ sino más bien en el carácter del autor, carácter al que se debe
ción, prim eram ente debe abstraerse el problema del «poder im putar la comisión del acto. Para dem ostrar lo anterior,
actuar de otro modo» del caso concreto en que se haya plan­ H erzb e rg trae a colación casos concretos de imprudencia in­
teado, y acto seguido preguntarse qué reacción cabría esperar consciente. En tales casos no existe una decisión en contra de
normalmente de cualquier otra persona en una situación la ley por parte del autor inconsciente, lo que demuestra que
comparable a la acaecida en el caso concreto considerado. el reproche de culpabilidad no se basa en una decisión volun­
Si cabe deducir que, según las reglas generales de la expe­ taria que omite otras alternativas lícitas de conducta, sino que
riencia, cualquier otra persona en la misma situación que el es el simple descuido lo que se reprocha al autor, descuido que
autor se hubiera comportado de forma lícita, se puede alcan­ provocó daños en bienes jurídicos ajenos. En el marco del
zar la conclusión de que, en principio, era posible actuar de reproche a la culpabilidad penal, la persona debe ser respon­
m anera diferente. (H irsch, 2007: 307 y ss., 327; Jeschecic y sable por su personalidad, por su carácter, porque constituyen
Wetgend, 1996: § 37, 411). la razón de ser de su comportamiento en el caso concreto. La
culpa se deriva, de este modo, de un deber de responsabilidad
Esta m anera de proceder exige analizar la situación de he­ por el propio carácter, el cual ha causado el comportamiento
cho ex post, en averiguación de si, en principio, objetivamente ilícito —definido como tal— (H erzberg, 2010: 95).
158 Bettina Weifier ¿Reflitan las ideas de la neurociencia el concepto...? 159

En contra de lo anterior hay que decir, sin embargo, que el pacidad de autocontrol se trata de un dato comprobable a
Derecho penal, en su concepción fáctica, no castiga a una per­ través del método científico, con ayuda de los conocimientos
sona por su carácter o por un desarrollo erróneo de su perso­ empíricos de la psicología y de la psiquiatría, o que al menos
nalidad, sino solamente por el comportamiento ilícito de la permite descubrir científicamente los motivos que impiden a
persona. No es posible reconstruir las causas (que serían infi­ un sujeto su capacidad de autocontrol ( R o x in , 2006: § 19
nitas) de este comportamiento, ni de forma empírica ni jurídi­ núm. 36; d e r s ., 1984: 641 y ss., 653).
camente. Por ello, tampoco es posible basar el reproche de De la propensión normativa del autor para observar la nor­
culpabilidad en la reconstrucción de los rasgos de carácter que ma (que se basa, como se ha dicho, en la capacidad psíquica
sean decisivos para la verificación del injusto. (R e in h a r d M e r ­ de control), se deduce que también se puede conceptuar a un
k e l , 2011: 737 y ss., 742, 746; S t r e n g , 2003: § 20 núm. 58).
sujeto como libre con respecto a la realización de actuaciones
Pero si se adopta la perspectiva de que no es preciso lo ilícitas. (R o x in , 2006: § 19 núm. 37; id., 1984: 641 y ss., 651;
anterior, porque la culpabilidad por el carácter de la persona cfr. también H ir s c h , 2007: 307 y ss., 321). En ese aspecto del
ya se deduce de su conducta ilícita, cabe preguntarse qué ra­ concepto de culpabilidad, se trata de una «disposición norm a­
zón existe para acudir al estudio de dicho carácter. Se podría tiva» (R o x in , 2006: § 19 núm. 37, 40). La aceptación de la li­
simplificar la justificación del reproche de la culpabilidad bertad representa, según el punto de vista de R o x in , una «re­
poniendo la prem isa de que, en principio, cualquier persona gla social del juego» (R o x in , 2006: § 19 núm. 37). Se trata, en
posee responsabilidad penal por sus actos —tam bién por los fin, de una asignación de responsabilidad para la materializa­
actos ilícitos— a menos que exista una causa legalmente esta­ ción del injusto, que se basa en la capacidad de autocontrol
blecida de exención de la responsabilidad criminal. Con ello general —explicada anteriorm ente en forma empírica y cien­
se demuestra que a través del concepto de la culpabilidad por tífica— por causa de la propensión normativa.
el carácter, no es posible esclarecer las bases del reproche pe­ Sin embargo, finalmente este concepto tampoco es satis­
nal de culpabilidad. Más adelante trataré acerca de la premisa factorio para disipar por completo la duda creada por los ha­
de la responsabilidad penal que en principio tienen los seres llazgos neurocientíficos sobre la auténtica existencia de la
humanos por sus actos. capacidad de autocontrol, ya que esta orientación tampoco da
respuesta a la pregunta de en qué se basa exactamente la pro­
pensión norm ativa como clave de bóveda de la capacidad de
c.3) ¿Propensión Normativa? autocontrol psicológico.
Recientemente, Reinhard M e r k e l ha tratado de dar una
Existe una opinión mayoritaria en la Doctrina que com­ definición del contenido de la propensión normativa, y ofrece
parte el planteamiento de R o x in , en el sentido de vincular la los criterios de la receptividad y la reactividad ( M e r k e l , 2011:
capacidad de culpabilidad con el criterio de la propensión 737 y ss., 754). Por receptividad se entiende la capacidad del
normativa del autor (R o x in , 1984: 641 y ss., 653; d e r s ., 2006: ser h u m a n o para comprender el sentido de la disposición nor­
§19 núm. 36 y ss.; también de acuerdo, aunque discrepando mativa y para reconocer su «pertinencia» en el caso concreto.
en algunos detalles: H o y e r , 2011: 727 y ss., 731 y ss.; R e in ­ La reactividad hace referencia a la capacidad de actuar en el
hard M e r k e l , 2011: 737 y ss., 752 y ss.; S c h r o t h , 2011: 705 y
momento de la recepción de la norma, esto es, una «dimen­
ss., 718). No se trata de la apreciación de una posibilidad fác­ sión concreta para medir la capacidad de reaccionar correcta­
tica, que pueda probarse, de actuar de forma distinta en el mente según el m andato de la norma» ( M e r k e l , 2011: 737 y
caso concreto. Se trata de que el autor tenga «predisposición ss., 756).
mental y emocional a actuar observando la norma» (R o x in ,
2006: § 19 núm. 36). Según esta concepción, la propensión Sin embargo, ambos criterios, desde su propia definición,
normativa es la consecuencia de una capacidad de autocon­ juegan un papel transform ador de los dos elementos de la ca­
trol psíquico general. El hecho de que un individuo posea ca­ pacidad de comprensión (o capacidad de reconocer el m anda­
160 Bettina Weifier ¿Refutan las ideas de la neurociencia el concepto...? 161

to de la norma, es decir, la receptividad ) y de la capacidad de cias negativas pasadas, que sus acciones delincuenciales pos­
autocontrol (o capacidad de actuar según la comprensión del teriores ya están delineadas en su estructura cerebral.
sujeto, es decir, la reactividad) en el ámbito de la propensión (M a r k o w it sc h y S i e f e r , 2007: 215 y ss.; G r isc h a M ericel ,
normativa. A fin de poder proporcionar una definición adicio­ 2008: 3 y ss., 21 f.; G risc h a M e r k e l y R o t h , 2010: 143 y ss.,
nal del contenido de la propensión normativa, así como para 149-152). Si esta hipótesis se verificara científicamente, se
determ inar sus presupuestos, debemos continuar adelante pondría en cuestión la premisa fundamental de la propensión
con este planteamiento normativa para los mencionados delicuentes. Quien haya su­
frido daños en su estructura cerebral, posiblemente ya no está
«dispuesto de actuar según la norma» por su «constitución
mental y emocional» (terminología según R o x in , 2006: § 19
c.4) Objeciones estructurales contra los mencionados
núm. 36). Y tampoco se podría basar el reproche de culpabi­
planteamientos
lidad en una comparación social con el comportamiento es­
perado del ciudadano medio en ese caso concreto, porque tal
Tanto la solución planteada de la posibilidad de actuar de
comparación no sería justa ante la predisposición negativa de
una m anera diferente, como la propensión normativa como
quien luego resultará ser delincuente.
base del reproche de la culpabilidad, se compaginan con la
idea básica de que la culpabilidad requiere, finalmente, una
determinada capacidad de los seres humanos. También la po­
sibilidad de poder actuar de manera distinta, que se basa en d) Una propuesta: el § 20 del Código Penal com o
la «comparación social» con la reacción esperada del indivi­ una asignación norm ativa de responsabilidades
duo medio, presupone finalmente la presencia de una persona
adulta y m entalm ente sana, que ha optado por un com porta­ Posiblemente, después de todo lo tratado hay que recono­
miento lícito. De igual m anera describe la propensión norm a­
cer que no se han podido encontrar criterios de contenido
tiva esta capacidad esencial de la persona, en orden a ser diáfano que perm itan construir una definición positiva de los
destinatario de la norm a y actuar en coherencia con la misma. presupuestos de la capacidad hum ana de control, o de la
En esencia, el presupuesto de la capacidad de autocontrol del
propensión norm ativa general como una cualidad del ser
§ 20 del Código Penal posee una base fáctica que tam bién pue­ hum ano que pueda ser objeto de prueba, del mismo modo
de ser objeto de prueba. Sin embargo, hasta ahora no se ha que tampoco se ha podido dem ostrar la existencia del libre
determinado de m anera convincente su contenido, es decir,
albedrío.
no se han concretado cuáles son los criterios fiables para po­
der definir la capacidad de poder adecuarse a la norm a en Por esta razón, cabe preguntarse si sería preferible sepa­
coherencia con las conclusiones de la neurociencia. Ya que si rarse de la definición de «capacidad de autocontrol» como un
es correcta la hipótesis de que el ser hum ano es simplemente estado parcialm ente demostrable en la realidad empírica. La
un ejecutor del programa neuronal de actuación, habría que alternativa es entender la premisa del § 20 del Código Penal
preguntarse si la propia esencia del ser hum ano es conciliable como un principio nonnativo de atribución de responsabilidad
con el concepto de la propensión normativa y con el concepto a los adultos y las personas mentalmente sanas.
fundamental de poder actuar de modo distinto. El texto del § 20 del Código Penal supone la capacidad ge­
Los neurocientíficos no están todavía en condiciones de neral de actuar de todas las personas adultas y mentalmente
poder explicar en detalle cómo funcionan exactamente los sanas, si no concurren circunstancias especiales (los llamados
procesos neuronales en el cerebro. (Singer, 2010: 15 y ss. 30 y trastornos mentales del § 20 del Código Penal). La diferencia
ss.). Basándose en parte en investigaciones clínicas, se ha ex­ de esta solución con respecto a los planteamientos expuestos
puesto la hipótesis de que la estructura cerebral de un alto anteriorm ente en tom o al poder actuar de modo distinto o a
porcentaje de los delincuentes está tan m arcada por experien­ la propensión normativa, estriba en que la supuesta existen­
162 Bettina Weifier ¿Refutan las ideas de la neurociencia el concepto...? 163

cia de una premisa-base normativa de la capacidad de actuar con las leyes. Para que este estado de cosas se mantenga, es
humana, no se compagina ni con una característica del ser legítimo atribuir a una persona la responsabilidad por las vio­
hum ano (la propensión normativa o la capacidad de poder laciones de norm as en que se basen sus acciones. A esto se
actuar de otra forma) ni con una configuración particular del reduce el consenso social de todos los súbditos del Derecho:
hecho (la concreta capacidad de actuar de m anera diferente quien transgrede las prohibiciones tendrá, en principio, la
en el momento del acaecimiento del delito), sino que se trata, responsabilidad legal derivada de la transgresión. Los límites
en realidad, de una presunción legal de asignación de respon­ de esta asignación de responsabilidades se pueden encontrar
sabilidad para los seres humanos. Sin embargo, debería estar en las causas de exclusión de la responsabilidad criminal del
justificada una semejante presunción de responsabilidad hu­ § 20 del Código Penal. Dichas causas se basan en la acepta­
mana por los hechos ilícitos. ción de que el carácter imperativo de una prohibición no se
pondrá en duda en caso de que el autor del delito no pueda
Una tentativa de justificación podría ser la siguiente: la controlar su comportamiento, como consecuencia de un tras­
Constitución alemana protege —al igual que otras Constitu­ torno mental. También sobre estas exclusiones de responsabi­
ciones de otros Estados de Derecho—, en un principio, el libre lidad existe un acuerdo social general.
desarrollo de la personalidad de los sujetos de derecho, siem­
pre y cuando no violen las disposiciones y prohibiciones le­ Hay que reconocer que con el aquí propuesto reconoci­
gales. Si las acciones hum anas traspasan esta frontera, la miento de la asignación normativa fundamental de responsa­
consecuencia —o el lado opuesto de la libertad de actuar ge­ bilidad, en el peor de los casos se acepta un tipo de responsa­
neral— es que se hace responsable a la persona que haya ob­ bilidad penal del individuo derivada del riesgo creado por los
servado un comportamiento ilícito. Esta responsabilidad ori­ procesos que estén transcurriendo en su cerebro, y las conse­
ginaria de una persona por las consecuencias de sus acciones, cuencias a que dan lugar. La pregunta que surge es si tal atri­
según el concepto aquí defendido, no se basa en la prueba bución norm ativa de responsabilidad resulta legítima, si fi­
(positiva) de la existencia de una capacidad de autocontrol, nalmente fuera cierta la tesis de que el que actúa —o «el
sino que se trata de una atribución normativa de responsabi­ yo»— de hecho no puede impedir sus actos, porque en última
lidad. Constituye una premisa legal en la que se basa nuestra instancia sólo ejecuta lo que los procesos neurológicos —o
sociedad. Esta idea también se expresa en el § 20 del Código «su cerebro»— le dictan.
Penal, que supone la capacidad de autocontrol de todo ser Si nos atenemos al carácter imperativo fundamental de las
humano. normas, hay que responder afirmativamente a esa pregunta
por las razones antes mencionadas. La elaboración y aproba­
Esta atribución normativa de responsabilidad para el ser
ción de los supuestos de prohibición se basan en que los suje­
hum ano adulto y mentalmente sano, se basa en última instan­
tos de derecho, en principio, son generalmente capaces de
cia en una convención social : la coexistencia pacífica de las
adecuar su com portam iento a las normas. En caso de no ha­
personas requiere que los bienes jurídicos sean protegidos
cerlo, la consecuencia legítima de las norm as penales válidas
contra posibles ataques a través de norm as imperativas. Por
es que el ser hum ano adulto sano, tam bién será responsable
ello, el carácter imperativo de las prohibiciones existe en el
de la vulneración de la norma, si no concurre ninguna de las
interés de todos. Sin embargo, esta obligación es solamente
circunstancias excepcionales que excluyen dicha responsabi­
aceptable cuando quepa suponer que el contenido de la nor­
lidad. Esta prem isa general de responsabilidad se correspon­
ma es accesible, en principio, a sus destinatarios, y que los
de con la percepción subjetiva que los ciudadanos tienen de
seres humanos, también en principio, están en situación de
la realidad vital, (cfr. J e s c h e c k y W e ig e n d , 1996: § 37, 412;
obedecer las leyes. Esta suposición es, de hecho, la base de
R o t h , 2003: 43 y ss., 57; S c h ü n e m a n n , 2003: 547 f.; también
cualquier normativa.
H ir s c h , 2007: 307 y ss., 321 y ss.). El destinatario de la norma,
Normalmente esta suposición es acertada, ya que la gran en caso de violarla, deduce evidentemente que tendrá que
mayoría de la sociedad se comporta de m anera respetuosa soportar las consecuencias de su conducta. El Derecho (pe­
164 Bettina Weijíer ¿Refutan las ideas de la neurociencia el concepto...? 165

nal) no debería apartarse de esta realidad, a menos que fuera Si se admite que el concepto de culpabilidad, expresado en
necesario. el § 20 del Código Penal, finalmente se basa en una atribución
normativa de responsabilidad por las acciones ilícitas que
deriva de un consenso social, esa concepción también es de­
fendible desde la perspectiva neurocientífica. La esencial asig­
4. CONCLUSIÓN: CÓMO SE PODRÍA FUNDAMENTAR nación al individuo de responsabilidad por su actividad ilícita,
LA CULPABILIDAD
correlato de su obligación de actuar lícitamente, también es­
tará justificada si finalmente se verifica la conclusión de la
Por todas las razones anteriores se aboga por abandonar neurociencia según la cual el ser humano está condicionado
el intento de integrar el concepto de capacidad de autocon­ por sus procesos neuronales1.
trol con contenidos em píricam ente verificables, o con la libre
voluntad del ser humano. En su lugar, habría que reconocer
que ni la existencia del libre albedrío ni de la capacidad de
autocontrol del ser hum ano se pueden dem ostrar realmente, 5. BIBLIOGRAFÍA
así como que no se ha conseguido hasta el día de hoy una
B aum ann, J.; W e ber , U., y M its c h , W.: Strafrecht Allgemeiner Teil,
definición exacta y convincente del criterio de la capacidad
de autocontrol. Por ello, habría que elegir un camino difer­ 2003.
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Penal como una simple asignación general de la responsabi­ y ss.
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las investigaciones de la neurociencia. Con respecto a las H e l m r i c h , H .: «Wir konnen auch anders - Kritik der Libet-Experi-
causas de exención de la responsabilidad crim inal del § 20 del mente», en G e y e r (dir.), Himforschung und Willensfreiheit, 2004,
Código Penal, habría que examinar cuidadosamente los resul­ pp. 92 y ss.
H e r z b e r g , R. D.: Willensunfreiheit und Schuldvorwurf, 2010.
tados neurocientíficos para determ inar qué daños en la es­
H i l l e n k a m p , T.: «Strafrecht ohne Willensfreiheit? Eine Antwort auf
tructura del cerebro pueden causar acciones delictivas. En die Himforschung», en JZ, 2005, pp. 313 y ss.
ese contexto, en la evaluación de posibles trastornos mentales, — «Das limbische System: Der Táter hinter dem Táter?», en H i l l e n -
habría que considerar los avances de la neurociencia. Por k am p (dir.), Neue Himforschung - Neues Strafrecht?, 2006, p p . 85
ello, es muy posible que haya que reconsiderar la redacción y ss.
de las causas de exención del § 20 del Código Penal, a fin de
asegurar que dichos avances son tenidos en cuenta en la for­
ma debida. 1 El presente artículo se ha elaborado en el marco del proyecto de
investigación, del que formo parte, «Neurociencia y Derecho penal: nuevas
Sin embargo, la ciencia del Derecho penal tampoco tiene perspectivas en el ámbito de la culpabilidad y tratam iento jurídico-penal de
la peligrosidad» (MICINN / DER2009-09868) dirigido por el Prof. Dr. Eduardo
que poner literalmente en el disparadero a los criterios bási­ Demetrio C r e s p o (Universidad de Castilla-La Mancha, Toledo). Se encuentra
cos de responsabilidad penal, a la luz de los resultados de la en prensa en la siguiente obra colectiva: D. C r e s p o (dir.) / M. C a la ta y u d
investigación neurocientífica, a fin de intentar construir, a (coord.), Neurociencias y Derecho penal, Buenos Aires. Montevideo. Madrid:
partir de los escombros, un nuevo sistema que de alguna Bdf & Edisofer, 2012.
La autora da sus más sinceras gracias a la doctoranda Maria Eugenia
manera trate de desempeñar las funciones del Derecho penal E s c o b a r B ra v o , Universidad de Münster, Westfalia, por la traducción de este
tradicional. artículo a la lengua española.
166 Bettina Weifier ¿Refutan las ideas de la neurociencia el concepto...? 167

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PROCESO JUDICIAL Y NEUROCIENCIA:
UNA REVISIÓN CONCEPTUAL
DEL DERECHO PROCESAL

Jo r d i N ie v a F e n o l l
Catedrático de Derecho Procesal
Universidad de Barcelona (U.B.)

1. INTRODUCCIÓN

Algunos especialistas en neurociencia, que quizás habría


que denom inar neurofilósofos más que neurocientíficos, han
puesto en cuestión la existencia de la libertad en el ser hum a­
no. En esa afirmación se parte del descubrimiento científico,
que se rem onta a Ramón y Cajal al menos, de que el cerebro
no es un órgano que permanece inalterable, sino que, como
buena parte del resto de nuestro físico, es flexible y en conse­
cuencia se adapta a las circunstancias vividas por el sujeto a
lo largo de toda su vida. Esa adaptación, posible consecuencia
de la necesidad orgánica de m antener vivo al sujeto, haría que
el mismo, como se ha dicho, no gozara de libertad en sus res­
puestas ante las diversas situaciones, sino que ya estuviera
condicionado por las reacciones que su cerebro va creando
como consecuencia de esa necesidad adaptativa. En resum i­
das cuentas, el sujeto, si bien tiene sensación de libertad y
voluntad, en realidad es esclavo de los impulsos que la fisiolo­
gía de su cerebro ha ido creando desde su nacimiento, y por
170 Jorcli Nieva Fenoll Proceso judicial y neurociencia: una revisión conceptual. ¡71

ello sus decisiones vendrían impuestas en función de lo vivi­ la pura filosofía, lo que resulta completamente inaceptable,
do, sin descartar los condicionantes que ya suponen su propia sobre todo porque proceder de ese modo es lo que, precisa­
morfología cerebral natal, que le pueden hacer más capaz, o mente y en el fondo, acabó condenando al silencio a Galileo y
predispuesto, a ciertas decisiones. O incapaz para ejecutarlas, a algunos otros a la hoguera.
en caso de que alguna lesión cerebral haya provocado una
imposibilidad de actuar según los parám etros considerados Por ello, mi análisis no va a poner en cuestión las conclu­
socialmente como normales en cada momento histórico. siones anteriores, aunque se debe advertir de entrada que las
consecuencias que extraen los neurocientíficos de las mismas
Lo anterior vendría reforzado por el hecho de que se ha no son invariablemente la «ausencia de libertad», dado que
comprobado experimentalmente que la reacción del cerebro varios expertos de esa(s) ciencia(s) siguen afirmando esa li­
para ejecutar un comportamiento, al parecer es tem poral­ bertad por diversos caminos arguméntales, que no dejan de
mente anterior —en un número variable de milésimas de se­ ser, no obstante, fundamentalmente filosóficos. Pero, de he­
gundo, dependiendo de cada investigación— a la propia ex­ cho, son los mismos caminos que siguen los que niegan dicha
presión de la voluntad del sujeto, o al menos con respecto a su libertad.
sensación de voluntad. Aunque lo anterior se podría explicar En mis reflexiones voy a tratar de prescindir de la filosofía,
fácilmente argum entando que la toma de una decisión, lógi­ dado que no demuestra nada en absoluto científicamente ha­
camente, requiere una actividad cerebral previa sin la que esa blando, porque acaba reduciendo el problema a una cuestión
decisión es inconcebible, ello ha derivado en que algunos neu­ argumentativa. Simplemente voy a tratar de explicar qué su­
rocientíficos afirman la existencia de una especie de neodeter- cedería en el proceso jurisdiccional si fuera cierto lo que dicen
minismo, en función del cual el yo y la voluntad serían sim ­ los neurofilósofos negacionistas. Con ello intento establecer
ples ilusiones, siendo el cerebro, y no el «yo», quien ejecutaría una prognosis de lo que nos encontraremos en el futuro si no
por sí solo las decisiones en función de los condicionantes están equivocados y sus conclusiones acaban confirmándose
citados en el prim er párrafo. Y hay que decir que en cuanto a por completo. Aunque vaya por delante lo ya dicho: que entre
la inexistencia del «yo» están de acuerdo no pocos neurocien­ afirmar que el cerebro se activa por impulsos adaptativos ge­
tíficos, aunque no así en el hecho de que ello provoque nece­ nerados a lo largo de toda la vida, y sostener la inexistencia de
sariamente la inexistencia de la «voluntad». la libertad, existe una distancia que los neurofilósofos nega­
cionistas sólo han salvado —lógicamente— filosóficamente y,
Como procesalista no puedo rebatir lo anterior práctica­
mente desde ningún punto de vista. Puedo reconocer la im­ además, de form a muy precipitada. Es por ello legítimo que
portancia de los análisis neurocientíficos en cuanto a los da­ filósofos, juristas (penalistas y filósofos del Derecho sobre
todo) y psicólogos se hayan puesto manos a la obra para reba­
ños cerebrales derivados de una lesión, o bien en cuanto a la
incidencia de los daños físicos o psicológicos en la sensación tir una tesis que, aparentemente, amenaza con condenar a la
de dolor de sujeto, porque esos cálculos permiten, por fin, inexistencia ontológica a las tres ciencias implicadas.
calcular con precisión los daños morales. Pero insisto en que
quizás no puedo ir mucho más allá como procesalista.
2. LA IMPARCIALIDAD JUDICIAL
Un filósofo del Derecho podría poner de manifiesto el rele­
vante salto argumental (creo que no salvado aún) que existe El juez debe estar alejado, real y aparencialmente, de las
entre afirmar que el cerebro es adaptativo y llegar a negar la partes y sobre todo del objeto de lo que se está debatiendo en
existencia de la libertad. O al menos discutir el método lógico el proceso. De ese modo, no debe existir en la mente judicial
llevado a cabo en la experimentación de la neurociencia. Pero ni afecto ni odio por lo juzgado ni por los litigantes desde
sólo desde este último punto de vista podría atacar esas con­ ningún punto de vista. Y tampoco debe el juez haber tenido la
clusiones, dado que cualquier otro camino le llevaría a discu­ oportunidad de sentar criterio sobre el caso concreto con an­
tir los resultados de la experimentación científica a través de terioridad al proceso, porque de ese modo tendrá ya una pre­
172 Jordi Nieva Fenoll Proceso judicial y neurociencia: una revisión conceptual. 173

disposición sobre el mismo, sea la que fuere, que puede hacer el final, acabaría desapareciendo hasta la esencia de la palabra
desaparecer su imparcialidad, haciendo inútil el proceso cele­ «jurisdicción», es decir, el ius clicere. Y es que no es auténtico
brado en su presencia. Hasta ahora son éstas las circunstan­ «Derecho» lo que refleja simplemente los impulsos de un suje­
cias que han tenido en cuenta, en general, las causas legales to. Sin duda, teóricamente lo sería, porque no pocas veces las
de recusación. leyes reflejan precisamente esos impulsos primarios. Pero otra
cosa es que sea legítima una norma concebida de tal forma.
La cuestión es si esa predisposición ya existe en el juez con
independencia de que no haya tenido conocimiento del proce­ Ante esta situación, la única solución sería intentar selec­
so ni de las partes con anterioridad. Hasta ahora sabíamos cionar a los sujetos que deben desempeñar la función judicial,
que todo juez, como cualquier persona humana, tiene unas a fin de que, al menos, sean escogidos aquellos que, conocien­
vivencias que m arcan su ciclo vital, y que desde luego le influ­ do el ordenam iento jurídico, estuvieran menos inclinados a
yen a la hora de juzgar. Pero también habíamos llegado a la obedecer determinados estímulos que se tengan como perver­
conclusión implícita de que no era posible encontrar a alguien sos precisamente por ese mismo ordenam iento jurídico. Y
sin vivencias, y que de hecho, si lo encontráramos, no sería para ello sería preciso realizarles unas entrevistas cognitivas
apto para la función judicial precisamente por falta de expe­ muy detalladas que dieran a luz un dictamen psicológico de
riencia. Por consiguiente, aceptamos la posible influencia de las inclinaciones del sujeto, a fin de escoger a aquellos que
esas vivencias anteriores y confiamos en que el juez sea capaz posean menos impulsos incompatibles con el ordenamiento.
de alejarse de las mismas a la hora de elaborar su juicio juris­ Desde luego, llevaría años de investigación desarrollar una
diccional. entrevista cognitiva adecuada para tal fin. Y que nunca sería
efectiva hasta el último extremo.
Sin embargo, si hacemos caso de las conclusiones de no
pocos neurocientíficos, esas vivencias habrán modificado el La descrita sería una situación auténticam ente dramática,
cerebro del juez, de m anera que el mismo no va a ser capaz de pero es la que se produciría si, efectivamente, negamos que la
sobreponerse a esas modificaciones, dado que ya forman par­ libertad exista. Lo que resulta muy curioso de la observación
te de su propio ser. Y si ello es así, la única conclusión posible de esa situación hipotética es que las soluciones a los proble­
es que la imparcialidad no puede existir científicamente ha­ mas que provoca, en el fondo, habrían de ser las mismas que
blando, y ni siquiera como guía de la actuación judicial, pues­ las que ya poseemos para garantizar la im parcialidad judicial,
to que no se puede tener como objetivo aquello que no puede más una adicional.
existir ontológicamente. Si aceptamos que los cerebros de los jueces siempre van a
Siguiendo con la argumentación, si no existe im parciali­ estar condicionados y que, por tanto, su imparcialidad com­
dad, no debieran existir los jueces. Podemos confiar en algu­ pleta es una quimera, lo único que podemos hacer es estable­
nas personas para que resuelvan litigios utilizando —inevita­ cer recursos contra sus decisiones, o al menos sobre las que
blemente— los impulsos de su cerebro, sean cuales fueren. puedan ser socialmente más controvertidas —las senten­
Pero no serán auténticos jueces si, en el fondo, no van a ser cias—, como garantía de acierto final del fallo. Confiamos, de
capaces de escuchar a las partes, comprometiendo con ello ese modo, en que observando varios cerebros la misma reso­
los derechos de defensa y de audiencia, porque esos impulsos lución recurrida, y enjuiciándola todos, la respuesta jurisdic­
suyos les im pidan valorar si esos litigantes tienen o no razón. cional que se dé finalmente debiera ser más correcta, o al
menos tener mayores oportunidades de serlo.
En este escenario, parece insensato m antener la irrevocabi-
lidad —es decir, la cosa juzgada— de las resoluciones de un ser Pero fijémonos en la importancia trem enda que poseería,
condicionado, precisamente porque ese condicionamiento en esa hipótesis, el hecho de que los tribunales superiores
debería abrir completamente la posibilidad de revisar su jui­ sean pluripersonales. De hecho, hasta sería conveniente que
cio, al menos por otros cerebros con condicionantes diferentes lo fuera la prim era instancia, a los efectos que estamos anali­
a los suyos. De esa manera, siguiendo con el argumento hasta zando. Falsear la colegialidad implicaría, literalmente, poner
174 Jordi Nieva Fenoll Proceso judicial y neurociencia: una revisión conceptual. 175

en cuestión la imparcialidad judicial, al ser el único medio de tiene mecanismos de modificación que debieran ser —no
intentar acercarse a un criterio lo más objetivo y ecuánime siempre lo son— más veloces, y menos complejos, que los de
posible, en el sentido de que no esté irremediablemente con­ una ley.
dicionado por la estructura cerebral de una sola persona. Es
por ello que resultaría esencial m antener hasta el último ex­ Sin embargo, la jurisprudencia tiende al stare decisis, es
tremo esa colegialidad, a fin de que el juicio jurisdiccional decir, a la estabilidad. Lo que cabe preguntarse es si ello es
fuera legítimo desde este punto de vista. reflejo de la simple seguridad jurídica, como creíamos hasta
el momento, o más bien sería una consecuencia necesaria de
Y adicionalmente, no estaría de más proceder a la selec­ la falta de libertad que los jueces, como seres humanos, esta­
ción de los juzgadores en función de criterios psicológicos, o rían padeciendo. Es decir, debe plantearse si la propia existen­
incluso psiquiátricos. Los exámenes de personalidad se hacen cia de jurisprudencia no es más que un reflejo de los condicio­
a policías, bomberos, maestros y tam bién al personal más nantes de una serie de jueces que están en un tribunal superior,
variopinto de las empresas privadas. No tiene sentido que, y que además se suelen entender condicionados por las opi­
teniendo en cuenta la importancia de la función que desem­ niones que ya expresaron las personas que anteriormente
peñan, esos análisis no se realicen también sobre jueces. ocuparon su mismo cargo. Y en esa situación habría que
cuestionarse tam bién sobre si son factibles los cambios en la
El análisis, incluso partiendo de una supuesta falta de li­ jurisprudencia, dado que si los jueces no son libres, solamen­
bertad cerebral del juez, podría examinar si ese condiciona­ te cabrá esperar la llegada de un nuevo juez al órgano juris­
miento concreto que posea el juzgador, afecta a puntos que diccional que emita la jurisprudencia, a fin de que se produz­
sean socialmente relevantes. De ese modo, se tendría que
ca un cambio en la misma.
descartar a jueces con animadversión por algunos colectivos,
o con respecto a algunos hechos objeto de ideologías que son Pese a la existencia del sesgo de confirmación, todos he­
coherentes con el ordenamiento jurídico, pero 110 con su pen­ mos observado cómo las personas pueden cam biar y cambian
samiento, aunque únicamente si la ideología —y esto es muy de criterio. Si ello obedece al uso de su libertad, o bien a un
relevante— alcanza el punto del fanatismo que provoca el cambio en su estructura cerebral que modifica el condicio­
condicionamiento. En caso de que no existiera ese extremis­ nante que tenían, entiendo que poco im porta a los efectos que
mo, el condicionamiento del juez, aunque estuviera presente, estamos debatiendo en este momento. El hecho es que los
sería tolerable, porque no sería más relevante que el de cual­ cambios de jurisprudencia existen, y no dependen siempre de
quier otro juez. las modificaciones en la composición personal de los órganos
jurisdiccionales.
En conclusión, si no existe la libertad, no puede existir la
imparcialidad. Pero incluso aunque no existiera en la reali­ En consecuencia, siguiendo en la línea de la hipotética fal­
dad, debería crearse un sistema en el que los condicionamien­ ta de libertad, si realmente se desea que la jurisprudencia se
tos de cada juez puedan llegar a neutralizarse para obtener un modifique, lo que es preciso es cam biar el entorno para que
enjuiciamiento lo más ecuánime posible. los cerebros —faltos de libertad— de los jueces se modifiquen
a su vez, adaptándose a la nueva realidad.
Pero ello, aunque lo acabo de expresar de una forma infre­
3. LA JURISPRUDENCIA Y LOS CAMBIOS cuente, no es ningún descubrimiento reciente, sino que lo
DE CRITERIO descrito son los simples fundamentos de la persuasión. Cuan­
do se intenta convencer a alguien para que cambie de opinión,
La principal ventaja de la jurisprudencia con respecto a la lo primero que resulta esencial es adaptarse a su esquema de
ley es que refleja mucho más rápidam ente la necesidad adap- pensamiento, intentando que en lo que digamos nosotros, vea
tativa a la que me he referido anteriormente. La jurispruden­ nuestro interlocutor algo en común con sus ideas. Y por ese
cia, en principio, es mucho más fiel a los cambios sociales, y camino acabe convenciéndose, por sí mismo, de que tenemos
176 Jordi Nieva Fenoll Proceso judicial y neurociencia: una revisión conceptual. 177

razón. Puede decirse que ese interlocutor no es libre, como esencia de lo observado. No se le pide que analice un docu­
tampoco lo somos nosotros. Pero tanto él como nosotros for­ mento, sino sólo que vea si éste ha sido firmado ante notario.
mamos parte del mismo entorno. Y en función de las necesi­ No se le exige que evalúe a un testigo, sino solamente que
dades adaptativas de nuestro cerebro, vamos ejecutando deci­ compruebe quién es ese testigo, si es amigo, familiar, capaz,
siones que se compaginan con dicho entorno. Así cambiamos etc., y que determine si lo que dice ese testigo lo dicen tam ­
de opinión. bién otros testigos en el número exigido por la ley. En todo
caso, como se ve, se le obliga a alejarse de la esencia de la
Por consiguiente, incluso m anteniendo una completa falta prueba, es decir, de lo que realmente dice el documento o el
de libertad judicial, la jurisprudencia seguirá siendo un ins­ testigo.
trum ento que oriente a los jueces y a los litigantes, pese a que
no estén de acuerdo con la misma. O incluso se irán propi­ Con el sistem a de prueba «libre», se le pide al juez que
ciando cambios que pueden provenir de la rebeldía —aunque haga lo que su criterio le ordene, pero siempre que sea lógico
sea adaptativa y falta de libertad— de los jueces inferiores, y pueda motivarlo. Es decir, aunque asumamos que el juez no
porque es posible que esa necesidad adaptativa acabe siendo goza de libertad, lo que le pedimos es que explique sus condi­
percibida por los jueces superiores. En consecuencia, de nue­ cionantes en la motivación, porque de ese modo podremos
vo, la situación en nada sería distinta a la que actualmente someter su criterio al de otros jueces, que aunque nuevamen­
observamos. te estén faltos de libertad, igualmente podrán contrastar su
criterio con el del juez cuya sentencia ha sido recurrida. Y eso
es justam ente lo que deseamos.
4. LA VALORACIÓN DE LA PRUEBA
Como se ve, tam bién asumiendo la falta de libertad, la mo­
Si realmente falta la libertad, los jueces tampoco son libres tivación acaba resultando imprescindible, porque cuando no
para valorar la prueba. El sistema de libre valoración proba­ existe, lo que suponemos es que el juez no quiere explicamos
toria no sería más que un contrasentido, una quimera, una sus condicionantes. No quiere que descubramos que los crite­
imagen poco menos que grotesca. Y curiosamente, el sistema rios de su m ente no coinciden con los de la mayoría y, por
de valoración legal corregiría los impulsos judiciales, por lo tanto, dentro de nuestro esquema de falta de libertad, esos
que pasaría a ser el único sistema legítimo, porque garantiza­ criterios son erróneos. Y por ello se anula su resolución, por­
ría que fueran previsibles los juicios probatorios. que sospechamos que sus condicionantes no son legítimos.
Salvo que el cerebro del juez de recurso haya percibido la
Pero todo lo anterior no puede ser cierto. La falta de liber­ necesidad de respetar las opiniones m inoritarias como poten­
tad que denuncian algunos neurocientíficos no impide que el cialmente correctas, aunque se opongan a sus propios estím u­
juez valore la prueba de acuerdo con sus condicionantes cere­ los iniciales, en cuyo caso, incluso sin libertad, respetará la
brales, porque eso es justam ente lo que deseamos. Asumiendo valoración del juez inferior aunque no coincida con la mayo­
que el juez tiene unos condicionantes semejantes a los que ritaria.
tiene el resto de la sociedad, confiamos en que su valoración
de la prueba será también semejante a la que realizaríamos Pero tam bién es posible que el cerebro no encuentre res­
cualquiera de nosotros, lo que nos lleva a la conclusión de que puesta para la situación probatoria en concreto, porque la
es justa. práctica de la prueba no haya ofrecido datos que activen la
respuesta cerebral precisa a esa decisión, o no sea posible
Sin embargo, si se impone el sistema de la prueba legal, el em itir la respuesta cerebral correcta o se inhiba por conside­
problema es que el juez acaba siguiendo los condicionantes rarla incorrecta. La situación ha sido muy bien descrita por la
del legislador de una determ inada época, lo que con facilidad neurociencia, y hace que las personas lleguen a resultados
puede alejarle de la percepción actual de lo justo. Además, absurdos. Por ejemplo, personas con lesiones temporales iz­
la valoración legal acostum bra a distanciar al juzgador de la quierdas pierden la capacidad de reconocer caras o concep­
178 Jordi Nieva Fenoll Proceso judicial y neurociencia: una revisión conceptual. 179

tos, de m anera que si se les pide que dibujen un ave, es posible do la capacidad de empatia de una persona, y por tanto están
que le pongan cuatro patas porque el concepto básico (ani­ inclinadas a acciones psicópatas. Pero sin embargo, la enor­
mal) suele estar basado en el mamífero. Sucede lo mismo en me mayoría de psicópatas no tiene alteración alguna en su
personas que tienen dañadas conexiones interhemisféricas. cerebro, al menos que haya podido ser detectada hasta el mo­
Se trata de personas que obedecen una orden si se les pide mento.
que realicen la acción con la mano derecha, pero son incapa­
ces de hacer lo mismo si se les dice que lo hagan con la mano Aunque fuera posible establecer la propensión a dichos
izquierda, pese a que no tengan ninguna discapacidad en di­ actos, el resultado del dictamen no debiera influir en el juez
cha mano. en mayor medida que puede hacerlo un informe de los ante­
cedentes penales del imputado. En el proceso no se debieran
Para resolver esa situación de perplejidad ante la ausencia valorar, más que como un muy débil indicio, las inclinaciones
de unos resultados probatorios que provoquen la reacción de un sujeto. Lo que debe valorarse es lo que ha hecho en
cerebral judicial, los legisladores inventaron el sistema de la realidad. Y para ese juicio, el conocimiento de las propensio­
carga de la prueba. No es un mecanismo ideal, ni mucho me­ nes, desde luego, suele jugar un papel determ inante en m u­
nos, y en cuanto a su radicalidad y posibles resultados injus­ chas ocasiones, sobre todo cuando juzga un jurado. Pero con
tos es del todo análogo al sistema de valoración legal de la todo, como en el proceso no queremos a encontrar a un «cul­
prueba. Pero al menos evita algo que podría ser todavía más pable» cualquiera, sino al auténtico responsable de los he­
erróneo: que el juez, sin estímulos en ese caso concreto, aca­ chos, por mucho que el imputado tenga una tendencia cere­
bara optando por decidir algo simplemente absurdo. bral delictiva —si es que algo así existe—, sólo podrá ser
declarado culpable si se demuestra su relación con los hechos
en concreto.
5. LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA
Por consiguiente, su presunción de inocencia debe perm a­
Pero es con respecto a la responsabilidad de los sujetos por necer incólume. Y por mucho que mantuviéramos su falta de
sus actos, el punto en que las conclusiones en tom o a la falta libertad para delinquir o no delinquir, en la consideración de
de libertad se vuelven más peligrosas. Procesalmente ello se su relación con los hechos —que es lo que im porta a efectos
traduce en la discusión sobre la oportunidad del m anteni­ probatorios—, su supuesta falta de libertad apriorística como
miento del principio de la presunción de inocencia. ser hum ano no tendría la más m ínima influencia.

Penalmente la cuestión es compleja: si un individuo no es Por otra parte, es preciso no olvidar que la presunción de
libre, no puede ser responsable. Y si no es responsable, no inocencia existe, sobre todo, para alejar al juez del prejuicio
puede ser castigado. Supongamos por un momento que ello social de culpabilidad y del sesgo de confirmación. Es decir,
sea así. ¿Se afectaría la vigencia en el proceso penal de la pre­ intenta hacer más libre al juzgador, dentro de lo posible, para
que no esté tan condicionado a creer culpable a la persona
sunción de inocencia?
que está sentada en el banquillo. Por tanto, incluso creyendo
Dicho principio nos obliga a creer inocentes a todas las en la falta de libertad judicial, la presunción de inocencia ven­
personas hasta que se dicta una sentencia condenatoria con­ dría a paliar esa falta de libertad que origina el prejuicio, que
tra ellas. Pues bien, si se practica sobre los sujetos un examen no deja de ser un claro condicionante cerebral muy com parti­
de su cerebro y se establece que sus impulsos son criminales do socialmente. La presunción de inocencia intentaría de al­
—cosa que aún no puede hacerse en puridad científica—, gún modo corregir ese condicionante. Obligaría al juez a no
cabe dudar sobre si se puede seguir m anteniendo la presun­ declarar culpable a quien cree responsable, aunque no haya
ción de inocencia sobre ese sujeto. Como se ha dicho, no es visto ni una sola pm eba. En definitiva, hasta podría llegar a
posible establecer lo anterior científicamente más que en al­ sustentarse que quien creó la presunción de inocencia —y que
gunos pocos casos en los que lesiones cerebrales han elimina­ por descontado tampoco era libre si seguimos la teoría de los
180 Jordi Nieva Fenoll Proceso judicial y neurociencia: una revisión conceptual. 181

neurofilósofos negacionistas— previo que algún día los seres Pero volvamos a la negación. Incluso sin libertad, el resul­
humanos seríamos conscientes de nuestra falta de libertad, y tado que se obtiene no es muy diferente al que tenemos hoy en
que, en ese momento, la presunción de inocencia salvaría a día confiando en que sí gozamos de libertad. En realidad, el
muchos inocentes de una condena. grupo excluye al discrepante, sin más. Y presentado en un
proceso judicial, al discrepante se le dice que no tiene razón.
Lo más seguro es que nada de eso fuera así, y que quien Sin embargo, lo que podría ser preocupante es que si llegamos
tuvo esa idea estuviera completamente al margen de los mo­ a una situación en que se evaluara neurocientíficamente a los
dernos hallazgos neurocientíficos. No obstante, el principio litigantes, y se decidiera que una persona en concreto, por sus
que creó nos permite seguir manteniendo la realidad procesal erróneos estímulos cerebrales —al menos erróneos para la
actualmente existente, pese a esos hallazgos. mayoría— no debiera ser atendida por la jurisdicción, estaría­
mos condenando a algunas personas al ostracismo judicial.

6. LAS ALEGACIONES DE LAS PARTES Y EL Puede pensarse que lo anterior es una imagen de pura
DERECHO A LA TUTELA JUDICIAL EFECTIVA ciencia-ficción, pero por desgracia no lo es. De hecho, no es
muy diferente lo que sucede siguiendo las ya no tan modernas
Si los jueces no son libres para decidir sobre un litigio, —pero persistentes— tendencias del Derecho penal del ene­
tampoco las partes son libres para decidir lo que solicitan en migo. Como el «enemigo» se sitúa al margen del sistema so­
un proceso. Es decir, los litigantes acaban pidiendo ante el cial con sus acciones, y se aprovecha de las garantías de dicho
juez aquello que sus cerebros precisan en función de las nece­ sistema en beneficio propio para obtener sus fines ilegítimos,
sidades adaptativas con el entorno. De ese modo, dado que el debe ser excluido de ese sistema de garantías. Desde luego,
cerebro no pocas veces juzga mal los criterios de esa necesi­ una conclusión así, tan popular —por desgracia— socialmen­
dad de adaptación, es posible que el condicionamiento que se te sobre todo en algunos momentos de pánico colectivo, resul­
produzca acabe creando una expectativa indebida —«injus­ ta poco menos que terrorífica. El resultado es que algunas
ta»— que, desde luego, no puede ser atendida por el ordena­ personas, a priori, son excluidas de la tutela judicial efectiva y
miento jurídico. En consecuencia, a esa persona debería ne­ del resto de garantías. Y todo porque simplemente les consi­
gársele, al menos para ese caso concreto, el derecho a la deramos sospechosos. Si la neurociencia subrayara en el futu­
tutela judicial efectiva. ro esa sospecha y la pudiera llegar a confirmar, el cambio que
se produciría en nuestra sociedad sería tan espantoso como
Lo más interesante son las razones por las que la tutela se para no querer pertenecer a la misma.
niega. Supongamos una vez más que el justiciable no tiene
libertad, y los jueces tampoco. Y que, de hecho, nadie la tiene, Además, lo anterior olvidaría que el cerebro, como cual­
sino que todos tomamos decisiones en función de esas necesi­ quier otra parte del cuerpo, se adapta a las circunstancias ex­
dades de adaptación. En este caso concreto, esa falta de liber­ teriores, lo que quiere decir que no es inmutable. En conse­
tad de los litigantes, llevada al extremo, obligaría a excluirles cuencia, que las peticiones de una persona no sean atendibles
de la jurisdicción, si estimáramos en el caso concreto que sus en el día de hoy, no quiere decir que siga formulando solicitu­
impulsos no son coherentes con el resto de impulsos mayori- des absurdas —o que nos parezcan absurdas— dentro de una
tarios en la sociedad. Al fin y al cabo, el sustrato mínimo de década. Es posible —más que posible— que su cerebro se
esta falta de libertad es el instinto de supervivencia. Y si ello adapte al entorno, y empiece a seguir sus reglas de forma «co­
es así, no se le concederá la tutela a quien tenga deseos incom­ rrecta». Desde luego, el escenario resultante también es de
patibles con la subsistencia de la mayoría. Es muy sencillo falta de libertad. Pero resultaría ser una falta de libertad co­
observar que esa regla existe en cualquier grupo social que lectiva, que con la armonización espontánea de los impulsos
haya conocido el mundo y, de hecho, al margen de los hallaz­ de los diversos individuos, acabaría obteniéndose, igual que
gos neurocientíficos, es la que más ha restringido la libertad sucedía en el epígrafe anterior, una situación muy cercana,
individual, suponiendo por un momento que exista. sino idéntica, a la que tenemos actualmente.
182 Jordi Nieva Fenoll Proceso judicial y neurociencia: una revisión conceptual. 183

Lo que sucedería es que los diferentes sujetos formularían menos no sancionado por ser diferente del resto. La libertad
las peticiones que estuvieran condicionados para realizar. Las consistiría en el respeto por las reacciones minoritarias, así
diferentes peticiones se cruzarían entre sí y acabarían triun­ como en la exaltación de la persuasión, y no de la imposición,
fando las de aquellos cuyos condicionantes fueran más seme­ a fin de intentar modificar el entorno para que esos cerebros
jantes con los de la mayoría. Pero es que justam ente eso es lo m inoritarios se adapten espontáneamente —quizás no pue­
que sucede actualm ente con el ordenamiento jurídico. El dan hacerlo de otra forma— a una conducta que permita la
mismo no es sino un compendio de lo que nos parece justo, o convivencia.
dicho neurocientíficamente, es un compendio de nuestros
condicionantes. De ese modo, el sujeto cuyas peticiones no
fueran compatibles con las del imaginario colectivo, simple­ 7. BIBLIOGRAFÍA
mente perdería el proceso, exactamente igual que sucede hoy
en día. Baumgártel, G.; Laumen, H.-W., y Prütttng, H.: Handbuch der Be-
weislast, München, 2009.
Por consiguiente, en este caso, la supuesta falta de liber­ Cross, R., y Harris, J. W.: El precedente en el Derecho inglés. Madrid,
tad de los individuos, si no fuera llevada irracionalm ente 2 01 2 .
hasta el extremo —todo es posible si falta la libertad—, no Gigerenzer, G.: Decisiones intuitivas, Barcelona, 2008.
tendría como consecuencia necesaria su exclusión de la Jus­ G r e e l y , H. T., y W a g n e r , A. D.: «Reference Guide on Neuroscience»,
ticia. Existe el peligro de que un extremismo en esa idea pro­ en Reference manual on Scientific Evidence, 3.a ed. Federal Judi­
vocara esa expulsión, pero lo lógico es que ante la conflictivi- cial Center, 2011, pp. 747 ss.
dad social que provocaría la exclusión de un individuo entre Jakobs, G., y Cancio Meliá, M.: Derecho penal del enemigo. Madrid,
las personas afines al excluido, de nuevo la necesidad adap­ 2006.
tativa obligara a acoger de nuevo a esas personas en el sis­ Johnson-Latrd, P. N., y Savary, F.: «Illusory inferences aboul proba-
tema. bilities», Acta Psychologica, 93, 1996, pp. 69 y ss.
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* * * Heuristics and Biases, Cambridge, 1982.
Libet, B.: Mind time. Frankfurt, 2005.
Podría afirmarse, en conclusión, que la falta de libertad Libet, B.; Freeman, A., y Sutherland, K.: The Volitional Brain: 7o-
denunciada por algunos neurofilósofos, curiosamente no wards a Neuroscience o f Free Will. Thorverton, 1999.
Mora Teruel, F.: Cómo funciona el cerebro. Madrid, 2005.
cambia tanto nuestra realidad como podríamos pensar en un Nieva Fenoll, J.: La valoración de la prueba. Madrid, 2010.
prim er momento. En lugar de sostener tajantemente que la — La duda en el proceso penal. Madrid, 2013.
libertad no existe, podría haberse afirmado, de forma mucho Pardo, M. S., y Patterson, D.: «Minds, Brains and Norms», en 4 Neu-
menos polémica —y tam bién menos publicitaria— que sí que roethics, 2011, pp. 179 ss.
existe la libertad, pero no es como creíamos. Quizás sea cierto Ramón y Cajal, S.: Textura del sistema nervioso del hombre y de los
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como un actor que maneja los hilos de una marioneta. Nues­ R u b i a , F. J.: El fantasma de la libertad. Barcelona, 2009.
tras decisiones pueden ser fruto de nuestra morfología cere­ Ruiz Vadillo, E.: La independencia y la imparcialidad de los jueces en
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